BOLETIN DEL ORATORIO DE ALBACETE.
N.º 19. NOVIEMBRE. 1961.
LOS SANTOS
Para la Iglesia son santos todos sus hijos, con tal que vivan
en gracia de Dios pero llama especialmente Santos, a todos los
que llegan a la eternidad con esta gracia —vida en Dios—, man-
tenida, definitiva e inamisiblemente anclados en la visión y
goce de la Divinidad. A ellos les dedica, poco antes de cerrar
el curso del año litúrgico, una gran solemnidad: la Fiesta de
Todos los Santos.
A los que aún estamos en la palestra de lo terrenal, nos
muestra, por una parte, la visión del Cielo cercano, con los
hermanos que, junto a Dios, nos aguardan, y, por otra, nos hace
mirar otra vez la vida de este mundo temporal donde, igual
que ellos, debemos nosotros santificarlo santificándonos, para
que madure en una bondad digna de Dios. La Iglesia nos en-
seña y nos conduce de la realidad tangible a la sobrenatural,
con su fe que ya inicia, en cierto modo, la visión beatifica; la
esperanza, que acerca la salvación, y la caridad que anticipa y
hace presente el Reino de Dios en la tierra. Estas tres virtudes
—fe, esperanza, caridad—, son la visión, camino y logro de la
santidad, que los bienaventurados ya poseen y nosotros
perseguimos.
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NEWMAN A LOS SEGLARES INTELECTUALES
La solicitud que la Iglesia demuestra en nuestros días por
el apostolado seglar, que incluso ha llevado al Papa a nombrar
una Comisión Preparatoria específica para el mismo, resucita la
actualidad de aquellos espíritus clarividentes que nunca han
faltado en el mundo católico y, entre los cuales, descuella, en
el siglo pasado, el P. J. Enrique Newman, C. O., fundador del
Oratorio de Birmingham y figura príncipe del llamado «movi-
miento de Oxford», que tanta sinceridad puso en su conversión
del Protestantismo al Catolicismo, y tanta abnegación, trabajos
y penas le costó la fidelidad ardiente, inteligentísima y batalla-
dora, mantenida hasta la muerte con entereza, sencillez y cari-
dad; tanto que, finalmente, para desvanecer ante el mundo toda
sombra de dudas, el gran Papa León XIII le hizo cardenal,
barriendo así todo el cúmulo de recelos, de críticas de unos y
otros, de envidias, con que la mediocridad humana, de buena
o de mala fe, ignoraba, despreciaba o desfiguraba, las ideas casi
proféticas del más insigne de los convertidos llegados del cam-
po de la Reforma.
También, en relación con los seglares y la Iglesia, dijo e
hizo cosas que le sitúan como un precursor de este interés con
que la Iglesia mira actualmente a los cristianos que están en el
mundo. Ni fueron las menores las penas y sinsabores que ello
le acarreo; pero en esto le cupo el gozo de asemejarse al Santo
que fue divisa de su vida, San Felipe Neri, cuyas huellas siguió,
en su vida apostólica y sacerdotal, acomodando el espíritu y el
estilo del Fundador del Oratorio, a las necesidades y caracterís-
ticas de la Inglaterra de hace un siglo.
Consiguió fundar, en Dublín, una universidad Católica,
pensando en la mayor instrucción y las necesidades intelectua-
les del laicado católico de las islas Británicas. Decía, de la uni-
versidad: «No es un convento, no es un seminario; es un lugar
para hacer aptos para el mundo a los hombres del mundo». Se
lamentaba que, en Europa, hubiera «eclesiásticos que siguieran
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la táctica de mantener al laicado con los brazos caídos»; pre-
tendía hacer la de universidad "una zona neutral donde
puedan encontrarse el clero y el laicado, de ma-
nera que aprendan a comprenderse y a ceder
uno al otro, y desde la cual, como desde un cam-
po común, se pueda obrar conjuntamente sobre
una edad que corre precipitadamente hacia la
infidelidad. Y, por malos que sean en sí mismos,
los hombres y las medidas que han tenido tanto
éxito contra la santa sede, se convertirán por la
providencia de Dios, en instrumentos de bien,
si nos enseñan a nosotros, sacerdotes, que el OB-
SEQUIUM que el laicado debe a la religión es
RATIONALE".
Podría hacerse interminable la enumeración de palabras de
Newman relativas a los seglares, que no dudaba en afirmar que
eran «la fuerza de la Iglesia», anticipándose a las recientes lla-
madas de los últimos Papas, en especial de Pio XI y de Pío XII,
pero bástenos con las palabras que siguen, que constituyen todo
un llamamiento:
Vuestra fuerza consiste en vuestro Dios y
vuestra conciencia; por tanto no consiste en
vuestro número, como tampoco en la intriga, o
el cálculo, o la sabiduría mundana... Quiero im-
pulsaros a entender donde estáis, a autoconoce-
ros. Yo apuntaría primariamente a la organiza-
ción, edificación, cultivo de la inteligencia,
desarrollo de la razón. Es una fuerza moral, no
material, que vindicará vuestra fe, y asegurará
vuestro triunfo. No son los gigantes los que ha-
cen más... La gracia siempre trabaja por medio
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de pocos... Lo que echo de menos, en los católi-
cos, es el don de llevar a la práctica lo que su
religión es; ... no debéis ocultar vuestro talento
en un pañuelo, o vuestra luz bajo un celemín,
Deseo un laicado, no arrogante ni audaz en el
hablar, no discutidor, sino hombres que conocen
su religión, que la penetran, que saben lo que
profesan y lo que no; que conocen su credo tan
bien, que pueden dar razón de él; que saben
tanta historia, que pueden defenderla. Deseo un
laicado inteligente y bien instruido; ... deseo que
ampliéis vuestros conocimientos, que cultivéis
vuestra mente, para conseguir una visión pro-
funda de la relación entre verdad y verdad,
aprender a ver las cosas como son, entender
como se compaginan fe y razón, cuáles son las
bases y principios del catolicismo... No tengo
miedo de que seáis peores católicos por estar fa-
miliarizados con estos temas, con tal que fomen-
téis un vívido sentido de Dios, y os acordéis de
que tenéis almas que han de ser juzgadas y sal-
vadas. En todo tiempo el laicado ha sido la me-
dida del espíritu católico.
ORATORIO SECULAR
SEÑORAS
al primer jueves de mes, día 2,
A las 5'30 de la tarde.
Laus Deo
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