BOLETIN DEL ORATORIO DE ALBACETE.
N.º 20. DICIEMBRE. 1961.
ESPERANZA GOZOSA
Otra vez, el tiempo de Adviento, nos señala el comienzo
de un nuevo año litúrgico, que se inicia con una invitación a la
esperanza. Esperar otra vez a Cristo, esperar más a Cristo.
Quedan todavía muchos hombres que no le conocen y, entre
los que le conocemos, quedamos todavía muchos sin colmar
de gracia.
¿Cómo hay que esperar a Cristo? ¿Cómo se ha de recibir
su gracia?
Como un don, como un mensaje de gozo. Tal vez sea este
el carácter más elemental y más genuino del Cristianismo. Los
que se convierten y los santos, es decir, los que experimentan
la íntima sacudida de la gracia de Cristo, también sienten que
les llega ésta, como un gozo que se inicia o que irrumpe, y que
crece y se hace pujante, hasta unir y compenetrar, inefable-
mente, el alma con Cristo. Vida, misterio, gozo, son las palabras
que atinan a descifrar algo sobre el «descubrimiento» de Cristo
o el crecimiento espiritual en E1. Pero el tiempo de Adviento,
específicamente, nos sitúa en el clima de la esperanza y del
gozo, en la esperanza gozosa. Será bueno que abramos los Libros
Santos, para que nos conduzcan, otra vez, al punto de partida
de nuestro encuentro o de nuestra búsqueda de Cristo.
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Ved el Evangelio: Cristo aparece en este mundo, para
darnos la alegría (Lucas I, 44; II, 10); desde el principio de su
ministerio público, anuncia que viene a cumplir la profecía de
Isaías, de proclamar la Buena Nueva a los pobres (Lucas IV, 18).
y su último discurso, después de la Cena, es una promesa de
gozo (Juan XV, 11; XVI, 22-24; XVII, 13...)
El libro de los Hechos de los Apóstoles da, a los primeros
cristianos, la denominación de «salvados» (LI, 47).
Las Epístolas de S. Pablo, en repetidos pasajes, aluden e
invitan a la alegría: Romanos: XII, 15; XIV, 17; XV, 13; 2 Co-
rintios XIII, 11; Gálatas V, 22; Filipenses II, 18; III, 1; IV, 4;
1 Tesalonicenses I, 6; V, 16; etc.
Pero, si es así, ¿porqué, desde fuera, muchos juzgan a la
Iglesia como si fuese una sociedad cerrada, que se ampara y
defiende promulgando restricciones, cohibiendo todo lo que es
vital, mirando al mundo con actitud negativa, plúmbea, grave,
triste...? Es injusto el reproche; pero a veces, los cristianos, por
no haber sabido asimilar ese mensaje inicial de gozo, que Cristo
nos trajo para que sobre él edificáramos toda nuestra vida de
gracia, hemos dado motivo para tal acusación, inmerecida para
la Iglesia, pero más o menos merecida por muchos cristianos.
Repasemos nuestro cristianismo y no sólo dejemos que
quepa en el esta esperanza gozosa, sino que debemos edificar
sobre ella todo nuestro ser sobrenatural de cristianos. Cristo
será, para nosotros, otra vez, «Buena Nueva», anuncio gozoso",
y nosotros seremos para los demás anuncio de Cristo, sin
más recurso que la sencillez de nuestro ejemplo, revelador de
la paz y del gozo interior y profundo, compatible, incluso, con
las contrariedades y los dolores de la vida presente, que la es-
peranza abrevia y el deseo de Dios santifica.
Esperanza y deseo de Dios, conscientes en la actividad
espiritual de la oración, o implícitos en otros afanes que nos
lleven, pero siempre llamados a florecer en alegría intima. Será
el gozo de la iluminación, el gozo de la gracia que roza o in-
vade el alma, y hasta un como anticipo menor del gozo de la
felicidad de la gloria: gran Navidad del alma, más allá del
Adviento de esta vida temporal.
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EL EVANGELIO Y LAS RIQUEZAS
Si hiciéramos norma de vida toda la doctrina
del Evangelio, anticiparíamos la hora del Reino
de Dios en el mundo y pronto sería totalmente
conquistado para Cristo.
He aquí algunas lecciones del Evangelio de
San Lucas sobre las riquezas:
Parábola de Lázaro y Epulón, en el cap. XVI,
11-31. Lección: en la otra vida se han cambiado
los papeles.
El rico que tenía los graneros llenos (cap. XII,
16-21) es llamado "insensato" en su vana con-
fianza. Lección: la única riqueza son las buenas
obras; despreciar la avaricia.
El mayordomo infiel (cap. XVI, 1-14). Lec-
ción: sentido de responsabilidad ante las rique-
zas; deben ser utilizadas según los deseos de Dios.
ORATORIO SECULAR
Señoras
el primer jueves de mes, día 7,
a las 5’30 de la tarde.
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EL PAPA ENNOBLECE EL TRABAJO
Con fecha del 25 del pasado Noviembre, el Eminentísimo
Penitenciario Mayor, Cardenal Arcadio M. Larraona, C. M. F.,
ha firmado un Decreto por el cual, el Sumo Pontífice Juan XXIII,
concede preciosas indulgencias a cuantos cristianos ofrezcan a
Dios la cuotidiana fatiga de su trabajo manual o intelectual. Se
lucra Indulgencia plenaria, en las condiciones habituales, cada
mañana, al ofrecer a Dios el trabajo de toda la jornada; indul-
gencia parcial, de quinientos días, cada vez que, por lo menos
contritos de corazón, se ofrezca devotamente al Señor, con al-
guna piadosa invocación, el trabajo que nos ocupa en el mo-
mento presente.
En la «Mater et Magistra» el mismo Papa había escrito
que «cuando se desenvuelven las propias actividades, aunque
sean de naturaleza temporal, en unión con Jesús Redentor, el
trabajo se convierte en una continuación de Su trabajo, pene-
trado de fuerza redentora». En verdad se cumple el aserto de
Cristo: «El que permanece en Mí y Yo en él, éste dará mucho
fruto» (Juan XV, 5).
Conferencias de Fin de Año
para hombres, a las ocho de la tarde, desde el martes
día 26 al sábado 30 de diciembre,
ambos inclusive, sobre
La Doctrina Social de la Iglesia
LAUS DEO
(Con las debidas licencias)
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