BOLETIN DEL ORATORIO DE ALBACETE.
N.º 28. DICIEMBRE. 1962.
ESPERANZA CRISTIANA
Dios nos da toda una vida para santificarnos: no para que apla-
cemos perezosamente nuestro esfuerzo en adherirnos al bien, sino para
que no desesperemos ante las dificultades que hay que superar en el
progresivo crecimiento y desarrollo sobrenatural del alma.
Si vivimos de la fe y miramos hacia Dios, nos damos cuenta de
cómo Él no deja de renovarnos las fuerzas y de esclarecernos la mente
con criterios de una sabiduría que no es humana, que tal vez no nos
ahorra los dolores, pero que nos mantiene en paz interior mientras
Vamos cobrando conciencia de que se estrecha, día a día, nuestra inti-
midad con Dios. Queremos sinceramente seguirle, nos abandonamos
a El, confiamos en El: esperamos en Dios, esperamos de Dios y espe-
ramos a Dios.
La renovación de las celebraciones de los misterios cristianos que
vuelven, año tras año, se nos presentan con sabor de novedad —de
novedad conocida— y, al penetrar progresivamente y más hondamente
en ellos, vemos como, sin despreciar ni dejar esta vida temporal y cer-
cana que nos envuelve en la tierra, el corazón se nos proyecta hasta
más allá del tiempo, del mundo y de los hombres, y un hambre pro-
funda de Dios, de vida y de eternidad, nos lleva al deseo de lo que no
cabe en esta tierra y que sabemos que ha de ser nuestro cielo. Este
anhelo es la esperanza cristiana.
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LAS MISAS DE INVIERNO
Cada año, no ya el pleno rigor Invernal, sino la simple in-
confortabilidad de los primeros fríos, da lugar a una curiosa
criba, entre los asiduos a la Misa diaria: se reduce considera-
blemente el número de aquellos cristianos que a si mismos se
tenían por fervorosos porque, en épocas más benignas, habían
propuesto o acostumbraban comenzar la jornada con la asisten-
cia puntual a la santa Misa.
Es innegable que, para algunas personas, existen y sobran
razones que las desaconsejan prudentemente de ir al templo
con la misma frecuencia o a las mismas horas matutinas que en
primavera o verano; pero, en la mayoría de los casos, el dejar
tan santa costumbre, es sólo una condescendencia con la pereza.
No hay obligación, desde luego, de oír Misa todos los días.
Pero no se puede tener por fervoroso, ni por hombre de carác-
ter, el cristiano que abandona la Misa diaria sólo por razones
de comodidad. Si hemos de ser, y sabemos ser, constantes y
aun puntuales en el trabajo, en las comidas, ¿por qué la aten-
ción y el alimento del alma, su santificación y desarrollo sobre-
natural, deben sernos menos preferidos?
San Felipe Neri decía «que la santidad y el Cielo no se
habían hecho para los potros y para los perezosos». La piedad,
considerada como un añadido cómodo a nuestra vida o como
un fervor de temporada, sería una ilusión, un adorno inútil y
pasajero a nuestro título de cristianos, pero no sería verdadera
piedad y pondría en evidencia incluso nuestra falta de temple
humano.
No faltan los que gustan hablar de penitencias y sacrificios
y, según dicen, hasta de hacerlos, si bien sería bueno leerles
una buena mitad del capítulo sexto del evangelio de San
Mateo..., pero llegan los primeros fríos u otra leve incomodidad,
y fácilmente abandonan o cambian y desordenan la buena marcha
emprendida. Ya no van a Misa, o no van por el Señor, o llegan
tarde sin posibilidad de seguirla entera y debidamente compe-
netrados, o comulgan fuera de ella, sin más motivo que la
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pereza o un espíritu práctico equivocado y beatil. Pasan por la
Misa y pasan por los Sacramentos..., pero no les cala el alma,
como debiera, toda la densidad sobrenatural de los tesoros que
les rozan.
A lo mejor seguirán siendo más o menos buenos, porque
tampoco serían capaces de ser malos; pero nunca serán santos.
Y habrían podido.
BIENAVENTURANZAS DE NAVIDAD
Todas las bienaventuranzas son de Navidad, pero hay tres
que nos disponen especialmente el espíritu para acercarnos al
misterio de la Encarnación del Hijo de Dios y recibir mejor su
claridad y retener mejor sus enseñanzas: la pobreza, la paz, la
limpieza de corazón.
«Bienaventurados los pobres en el espíritu, porque de ellos
es el Reino del cielo». El Rey de este Reino quiso aparecer
pobre al mismo entrar en el mundo tanto sabía lo que nos ha
de costar desapegarnos de las riquezas! Le podrá recibir el que
prepare su corazón con este desasimiento.
«Bienaventurados los pacificadores, porque serán llamados
hijos de Dios». La paz, si no viene de Dios, no es verdadera
paz: hay paz de Dios donde no hay pecado, y del pecado nos
redimió el Hijo de Dios hecho hombre. Nos parecemos al
Verbo encarnado si estamos sin pecado y, aún más, si esta paz
la comunicamos, la llevamos a otros, repitiendo como hijos el
gesto del Hijo divino.
«Bienaventurados los limpios de corazón, porque verán a
Dios». Verle a través de la fe, que necesita recibir la verdad
divina en el espejo limpio del alma. El barro inmundo no recibe
la imagen del cielo; la superficie limpia del agua, sí. Limpieza,
sencillez, transparencia, simplicidad de corazón, para ver a Dios
aquí, desde aquí; luego abismarse en la luz eterna.
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He aquí algunos lugares del Nuevo Testamento que pueden
ayudarnos:
Pobreza: Mateo, 5.3: Marcos 12, 42 y sig.: Lucas 4.18:
14, 21; 1 Timoteo 6, 6-10: Apocalipsis 3, 17. —Sobre Jesucristo
pobre: Mateo 8, 20, 2 Corintios 8, 9. —Comportamiento con
los pobres: Mateo 19, 21; 26, 9-11; Lucas 14. 12-14, 16, 1-12;
19, 8; Juan 13, 29; Romanos 15, 25-28; 1 Corintios 13, 3;
2 Corintios 8, 7-15; Gálatas 2, 10; Filipenses 4, 10-19, Jaime 2,
1-7; 1 Juan 3, 17 sig. —Parábola de Lázaro: Lucas 16, 19-31.
Paz: Mateo 10, 13, 34; Lucas 1, 79; 2, 14; Romanos 2, 10;
5, 1; 8, 6; 14. 17; 15, 13, 33; 2 Corintios 13, 11; Gálatas 5, 22;
6, 16; Efesios 2, 14-18: Filipenses 4, 6-9; Colosenses 8,15; 1 Te-
salonicenses 5, 23; 2 Tesalonicenses 3, 16; 2 Timoteo 2, 22.
—Jesucristo la da: Lucas 24, 36; Juan 14, 27; 16, 33; 20, 19-21, 26.
—Paz con el prójimo: Mateo 5,9; Marcos 9,50; Romanos 12, 18;
2 Corintios 13. 11; Efesios 4.3; Hebreos 12. 14.
Pureza de corazón: Mateo 5, 8; 15, 18 sig.; Actos
de los Ap. 2, 46; 15, 9; 1 Timoteo 1, 5; 2 Timoteo 2, 22;
Hebreos 10, 22
ORATORIO DE SEÑORAS
JUEVES DIA 6
A LAS 5'30 DE LA TARDE
LAUS DEO
(Con las debidas licencias)
D. L. Ab. 108-62.
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