BOLETIN
DEL ORATORIO DE ALBACETE. |
N.º 35. JULIO. 1963. |
LA SEGUNDA PIEDRA |
Hay tres piedras: la
primera, la segunda... y la tercera. |
El Sr. Obispo, el 26 de
mayo, vino a ponernos la primera |
piedra, gozosa. |
Nosotros, ahora, vamos a
poner la segunda, dolorosa. |
... Y la Providencia
pondrá la última, gloriosa. |
(Igual que en los
misterios de la vida del Señor y de la |
Virgen: de gozo, de
dolor... y de gloria. ¡Haremos un rosario, |
con piedras grandes, para
Dios!). |
Tiene, la primera piedra,
la blancura con que la Iglesia |
bendice los buenos deseos,
en las obras que queremos hacer |
para Dios, sus hijos. El
agua que asperge, es como un bautis- |
mo que lava los
pensamientos y purifica las intenciones y pe- |
netra, en efluvio
Invisible, hasta el corazón, y de él hace brotar |
el gozoso aliento para los
indispensables cansancios con que |
hay que poner las demás. |
Y, las demás, son la
segunda. |
La segunda, para que sea
santa, ha de ser bautizada en |
sacrificio; ha de tener
algo de la sacralidad del martirio: fruto |
1 (25) |
de la abnegación, de la
renuncia, de la humildad, de la peni- |
tencia, del desasimiento,
de la perseverancia austera en el bien, |
de la verdadera pobreza
que nos libra de la común esclavitud |
de lo material... para
que, con paciencia dulce y honda, reco- |
jamos el polvo de todas
nuestras gozosas y limpias renuncias, y |
amasemos y hagamos que
cristalicen en diamantes de genero- |
sidad —y solamente para
Dios—, todas las piedras que harán |
falta hasta coronar la
empresa. |
«... Y SOBRE ESTA PIEDRA» |
Ahora, sobre la «piedra»
de la Iglesia, que es Pedro, la |
Providencia ha colocado a
este Pablo, Pablo VI. Es el Papa de |
todos, pero séanos lícito,
siquiera episódicamente, referir algo |
de su relación con el
Oratorio. |
Hace medio siglo, cuando
Juan Bautista Montini era sólo |
un adolescente, comenzó a
frecuentar el Oratorio de Brescia y |
era uno más, en el
bullicio juvenil que ilumina aquellas viejas |
paredes, que nunca lo
parecen, porque la simpatía y la alegría |
cristiana de tanta
juventud disimulan sus años. |
Bajo la guía espiritual de
aquellos Padres —singularmente |
Giulio Bevilacqua, Paolo
Caresana...— encauzó sus pasos |
hacia el sacerdocio, cuya
fecundidad para la Iglesia, huelga |
ponderar. |
Muchas cosas podríamos
decir de sus relaciones con los |
PP. del Oratorio, pero
bástenos recordar que, desde entonces |
(adolescente, seminarista,
sacerdote, monseñor, arzobispo, car- |
denal...) siempre han
seguido siendo sus guías espirituales, en |
Brescia y en Roma. |
Uno de estos días —el 16
de Junio precisamente, cuando |
el cardenal Montini, en su
viaje a Roma para el Cónclave, se |
entretenía en Brescia con
nuestros Padres— no faltó quien |
recordara la «profecía»
del buen Padre Semeria que había |
dicho, tantos años atrás,
que el Oratorio tendría, en Montini, |
primero «su» Cardenal, y
luego un Papa. |
2 (26) |
PIEDRAS |
Piedras limpias, piedras
blancas, piedras puras... |
Generosidad, rectitud de
intención, mortificación de la va- |
nidad. Hablar menos y
hacer más. A veces dar un consejo a |
quien lo ha menester; pero
poner más fuerza en lo que a mí me |
toca, y ya fructificará
sin pretenderlo, en los demás, y merecerá |
la bendición de Dios, sin
que su mérito se evapore con recom- |
pensas de acá, con
aplausos de los hombres. |
Hacer una iglesia es una
oportunidad, bellísima, que nos |
ofrece la Providencia para
que podamos santificarnos. |
¿De qué serviría tener una
iglesia más, si, ya terminada y |
dentro de ella, no
fuésemos, nosotros mismos, más desprendi- |
dos, si no viviéramos en
verdad de la fe, si no fuésemos más |
valientes para la vida y
para el bien que en ella hay que hacer, |
si no fuésemos más
enamorados del Evangelio, más humildes, |
más sencillos de
corazón?... |
Nos sobraría. |
No hagamos una iglesia,
para que luego sobre. |
Decir al que quiera darnos
algo, que lo dé a Dios. Y, que |
si quiere dar algo a Dios,
no le dé lo que le sobra: lo que sobra |
siempre es basura —del
cuerpo o del alma— y Dios merece |
más. |
Dar a Dios es caridad, y
la caridad es amor, y el amor es |
lo mejor. (Claro que, lo
mejor, en esta vida, va envuelto en |
sacrificio). |
Hacer el bien, pronto y
bien hecho. Veréis como él mismo, |
si es auténtico, se abre
paso y contagia santamente a otros. ¡Qué |
poca propaganda necesita
lo verdadero y lo bueno cuando se |
encarna, aunque sea en
unos pocos, pero con toda la nobleza |
de hombres y toda la fe de
cristianos! |
3 (27) |
LA VOZ CALLADA DE LAS
PIEDRAS |
Es del evangelio de S.
Lucas, en el cap. 19, donde se relata |
como, los fariseos, se
quejan a Jesús, porque acepta las alaban- |
zas y el júbilo de sus
discípulos y no les impone silencio. Pero |
el Señor les contesta que,
si ellos callan, prorrumpirían en gritos |
de alabanza las mismas
piedras que hacen margen y pared en |
los caminos. |
Nosotros queremos hacer un
templo, que sea puerta y ca- |
mino hacia Dios, con
piedras que le alaben. Piedras limpias, |
como los corazones
sencillos que aclamaban al Señor; piedras |
puestas con el entusiasmo,
con el sacrificio y con el amor de |
todos los que aman a Dios
y a la Iglesia y a San Felipe. Piedras |
que, aun mudas, cuando
acojan y amparen, en el recinto que |
ellas cierren, la
presencia de Dios y el júbilo santo y las súplicas |
de sus adoradores, sean
los testigos perennes que añadan, per- |
petuamente, a la comunidad
orante de los hijos de Dios, las |
alabanzas y las oraciones
de los que las pusieron. |
Y cuando, desierto el
templo de presencias humanas, en la |
noche y en las horas
quietas de la soledad, en medio de la cal- |
ta del recinto vacío,
queremos que ellas sigan siendo voz —«la |
música callada...»— y
presencia indefectible, que continúa |
dando al Santo de los
Santos, gritos de júbilo que suben al cielo |
—«que el oído humano no
puede entender», pero Dios sí— con |
el mismo amor con que
fueron puestos. |
Serían las piedras
convertidas en hijos de Abraham |
(conf. Mateo 3,9). |
LAUS DEO |
(Con las debidas
licencias) |
Depósito legal AB. 103-67. |
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