BOLETIN
DEL ORATORIO DE ALBACETE. |
N.º 46. DICIEMBRE. 1964. |
EL GRAN ADVIENTO |
Hay un gran Adviento en el
mundo: la Iglesia, que es la |
prolongación misteriosa y
secular de Cristo, «viene» —vuelve |
sin cesar―, a los
hombres, renovada. |
Todos levantan, y
levantamos, los ojos, iluminados de |
esperanza. |
Es posible que haya, a
pesar de la universal expectación, |
rostros sorprendidos; tal
vez, corazones asustados. Pero no |
importa: la Iglesia
abandona moldes que ya no sirven, actitudes |
que carecían de sentido, y
revisa categorías que sólo el conven- |
cionalismo inútil podría
sostener inmutables. |
La Iglesia hace todo esto,
no sólo sin abdicar de lo que le |
es esencial y ha recibido
de Dios, sino precisamente para serle |
fiel, también en esta
hora. |
Hay, desde el más alto
Pastor hasta el simple fiel, una |
corriente incontenible de
renovación. El dilema es éste: o se |
regresa al judaísmo o
vamos hacia el «hombre nuevo». Y todos |
comprender que es por éste
que hay que optar. Conscientes o |
Inconscientes, con
entusiasmo o con reticencia, no cabe otra |
alternativa: el impulso de
Dios, en esta hora, no puede ser |
evitado; la corriente se
hace río y el río mar, y una agitación |
de esperanza infinita
conmueve el corazón de los hombres, que |
miran a la Iglesia
maravillados. Y esperan. |
Es el gran Adviento
universal de la Iglesia, que se acerca, |
aún más, a todos ellos. |
1 (57) |
GESTOS |
No faltan, en las palabras
del Papa, afirma- |
ciones categóricas y tomas
de posición harto |
explícitas, en relación
con los problemas del |
mundo y de la Iglesia.
Pero no es menos verdad |
que, en toda su conducta,
se puede colegir, ade- |
más, un marcado interés en
encarnar sus inten- |
ciones renovadoras, más
por medio de gestos |
que de palabras, más con
obras que con |
decretos. |
Estos gestos del Papa son
la manifestación |
de sus criterios más
hondos, que se hacen pre- |
gón universal, apenas
iniciados, porque todo el |
mundo los entiende y los
acepta como algo |
santamente deseado, dentro
y fuera de la |
Iglesia. |
El tema de la pobreza, al
que consagró su - |
última carta pastoral,
cuando era arzobispo de |
Milán, no solamente no ha
dudado en procla- |
marlo como el problema
número uno que ha |
de afrontar la Iglesia,
sino que ha refrendado |
este criterio, con una
elocuencia grandiosa, más |
por su proyección que su
misma entidad física: |
fue el día 13, del pasado
mes de noviembre, |
cuando, en presencia de
todo el Concilio, se |
despojó de la rica tiara
que le habían regalado |
los fieles milaneses, y la
entregó para los pobres |
del mundo. |
Cabría decir, ante las
innumerables necesi- |
2 (58) |
dades de los pobres del
mundo, lo que san |
Andrés dijo al Señor, con
ocasión del milagro |
de la multiplicación de
los panes: «...pero, qué |
es esto para tantos?»
(Juan 6,9). |
En verdad, no es mucho,
aunque represente |
un valor no muy inferior a
un millón de pe- |
setas. Pero todo el mundo
ha entendido que no |
se trata de un gesto
personal, sino de un gesto |
anunciador, que se
multiplicará. |
...Como los panes del
milagro. |
CONTRASTES |
Las autoridades
gubernamentales de Portu- |
gal, han prohibido, por
resentimientos políticos, |
la publicación, en todos
los diarios y revistas |
de la nación, de cualquier
articulo o noticia |
que se refiera al Congreso
eucarístico y al viaje |
de Pablo VI a Bombay. |
Luego, el Papa ha
anunciado que enviará la |
Rosa de Oro al santuario
de Ntra. Sra. de Fá- |
tima, en Portugal. La Rosa
de Oro es una dis- |
tinción excepcional que el
Sumo Pontífice |
otorga, como expresión de
singular afecto, cada |
año, el tercer domingo de
Adviento y el cuarto |
de Cuaresma. |
3 (59) |
LEJANA, CERCANA INDIA |
De la misma unidad
original de la revelación, de tanto |
bien como Dios ha
difundido por el mundo, se puede des- |
cubrir, por todas partes,
una levadura, latente o manifiesta, |
de santidad, que es
preciso reconocer. A veces incluso |
puede acallarnos el
vértigo de la maravilla, cuando nos |
damos cuenta de que, a los
que suponíamos alejados de |
Dios, alcanzan a
reconocerle y alabarte con palabras sin- |
ceras, que no dudaríamos
en atribuir a nuestros santos, y |
cunde, por nuestro
corazón, el recuerdo escalofriante de |
algunas de las expresiones
de Cristo, sobre los gentiles (por |
ejemplo en Mateo 8,
10-12). |
En el caso de la India,
este fenómeno merece una aten- |
ción singular. No se trata
aquí de hacer un estudio y nos |
basta saber que, dentro
del orden marcado por la Provi- |
dencia, todo conspira
hacia el bien querido por Dios y |
prepara sus caminos, que
no quiere romper la caña que- |
brada, ni apagar la
chispita de fuego de la mecha humean- |
te; porque el radicalismo
de Dios no está en la destrucción, |
en la separación, en la
condenación y en la muerte, sino |
en la edificación, en la
unión, en la santificación y en la |
vida. |
Como una muestra, y sin
profundizar en los libros |
sagrados del Hinduismo,
ofrecemos un par de poesías, que |
conjugan con este tiempo
de Adviento, y unos pensamien- |
tos del escritor y místico
indio moderno, Rabindranath |
Tagore. |
Fue un día que yo no te
esperaba. Y entras- |
te, sin que yo te lo
pidiera, en mi corazón, como |
un desconocido cualquiera,
Rey mío; y pusiste |
tu sello de eternidad en
los instantes fugaces |
de mi vida. |
Y hoy los encuentro por
azar, desparrama- |
4 (60) |
dos en el polvo, con tu
sello, entre el recuerdo |
de las alegrías y los
pesares de mis anónimos |
días olvidados. |
Tú no desdeñaste mis
juegos de niño por el |
suelo; y los pasos que
escuché en mi cuarto de |
juguetes, son los mismos
que ahora resuenan |
de estrella en estrella. |
¿No oíste sus pasos
silenciosos? El viene, |
viene, viene siempre. |
En cada instante y en cada
edad, todos los |
días y todas las noches,
él viene, viene, viene |
siempre. |
Ha cantado muchas
canciones y de mil ma- |
neras; pero siempre decían
sus notas: El viene, |
viene, viene siempre. |
En los días fragantes del
soleado abril, por |
la vereda del bosque, él
viene, viene, viene |
siempre. |
En la oscura angustia
lluviosa de las noches |
de julio, sobre el carro
atronador de las nubes, |
él viene, viene, viene
siempre. |
De pena en pena mía, son
sus pasos los que |
oprimen mi corazón, y el
dorado roce de sus |
pies es lo que hace
brillar mi alegría, |
La vida se nos da, y la
merecemos dándola. |
No temáis nunca al
instante, dice la voz de |
lo eterno. |
5 (61) |
El tesoro de la castidad
viene de la abun- |
dancia del amor. |
La sombra va hacia la luz;
la ceguera, a la |
muerte. |
La alabanza me avergüenza,
porque la men- |
digo en secreto. |
Dios espera volver a ganar
sus propias flores, |
regaladas por las manos de
los hombres. |
Los que lo tienen todo, y
no a Ti, Señor, se- |
rien de aquellos que
no tienen nada sino a Ti. |
Mundo: guárdame en tu
silencio, cuando yo |
me haya muerto, esta
palabra: Amé. |
Que vivan, los que así lo
quieran, entre sus |
silbadores fuegos de
artificio. Mi corazón, Dios |
mío, prefiere tus
estrellas. |
Dios, en su amor, besa lo
finito; el hombre, |
lo infinito. |
No podemos aceptar como
verdad que el |
amor sea alguna vez menos. |
Sean mis últimas palabras:
Confío en tu |
amor. |
Haz, Señor, que yo viva en
la verdad, para |
que se me haga verdad la
muerte. |
6 (62) |
PREGUNTAS DE UN SANTO |
¿Que podrás contestar al
supremo Juez, tú |
que te entretienes
tapizando las paredes y dejas |
desnudo a tu semejante? Tú
que adornas a |
tus caballos y no tienes
una mirada para tu |
hermano sumergido en la
angustia? ¿Tú que |
dejas pudrir tu trigo y no
das de comer a los |
que mueren de hambre? ¿Tú
que escondes tu |
oro y no socorres al
oprimido?... |
¿A quién hago injusticia,
dices tú, si guardo |
lo que es mío? |
Pero dime: &qué es lo
que en verdad te per- |
tenece? ¿De quién lo has
recibido para que lo |
lleves por la vida? Date
cuenta que es como si |
uno, después de haber
adquirido un sitio para |
poder asistir al teatro,
quiere privar del espec- |
táculo a todos los demás
que acuden allí, para |
poderlo contemplar como si
fuese el propieta- |
rio, cuando resulta que es
para el uso de todos. |
Así hacen los ricos:
puesto que ellos son los |
primeros que ocupan un
bien común, se creen |
en el derecho de
apropiárselo. Si cada cual se |
contentara con lo
necesario y dejara a los indi- |
gentes lo superfluo, ya no
habría más ricos ni |
pobres. |
¿Por ventura no naciste
desnudo, y desnudo |
has de bajar a la tumba?
¿De quién has recibi- |
do los bienes terrenos que
disfrutas? Si me res- |
pondes que del azar, eres
un impío que evitas |
7 (63) |
reconocer a tu creador
para no agradecerle lo |
que te ha dado. Y si me
dices que te los ha |
dado Dios, te he de
preguntar por qué razón te |
los ha dado. Es que Dios
va a ser injusto re- |
partiendo de manera
desigual lo que necesita- |
mos para la vida? ¿Por qué
estás tú en la abun- |
dancia y otros en la
miseria? Sencillamente: |
para que tú practiques la
bondad y te portes |
como un fiel
administrador, respecto a ellos, y |
como tal seas
recompensado, y también ellos |
puedan recibir el premio
de su paciencia. |
Pero tú que escondes todas
tus cosas en el |
pozo de tu avaricia,
¿puedes creer que no faltas |
a la justicia, contra
nadie, cuando despojas a |
tantos semejantes tuyos? |
SAN BASILIO |
Esta Congregación del
Oratorio, no per- |
cibe ninguna clase de
subvención del |
Estado, ni de ningún otro
organismo. |
LAUS DEO |
(Con las debidas
licencias) |
AB.103-62. |
8 (64) |
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