BOLETIN
DEL ORATORIO DE ALBACETE. |
N.º 55. ENERO. 1966. |
LA IGLESIA TAMBIÉN SE
ENCARNA |
El gozo y la esperanza,
las lágrimas y angustias del hombre |
de nuestros días, sobre
todo de los pobres y de toda clase de |
afligidos, son también
gozo y esperanza, lágrimas y angustias |
de los discípulos de
Cristo, y nada hay de verdaderamente |
humano que no tenga
resonancia en su corazón… |
Hoy el hombre, aun
engreído como está por la euforia y |
admiración de sus propias
conquistas y del propio poder, se |
plantea, sin embargo, con
frecuencia, los angustiosos problemas |
de la actual evolución del
mundo, de su propio papel y come- |
tido en el universo, del
sentido de su esfuerzo individual y |
colectivo, del último fin
de hombres y cosas... |
Es la persona humana que
se ha de salvar, y es la sociedad |
humana la que se ha de
construir... |
Por tanto, este Sagrado
Concilio, al proclamar la excelsa |
vocación del hombre y
afirmar la presencia en el de un cierto |
germen divino, ofrece a
todo el género humano la sincera coo- |
peración de la Iglesia
para forjar la fraternidad universal que |
corresponde a testa
vocación. Sin ninguna ambición terrena, una |
sola cosa pretende la
Iglesia: continuar, bajo la guía del Espíritu |
Paráclito, la obra del
mismo Cristo, que vino al mundo para |
dar testimonio de la
verdad, para salvar y no para juzgar, para |
servir, no para ser
servido. |
(De la Const. sobre la
Iglesia y el mundo |
del Conc. Vat. II.). |
1 |
PASTORES, MAGOS... |
Pastores, magos... ¿dónde
estáis? ¿qué se |
hizo de vosotros? El
resplandor de aquel ángel, |
la luz de aquella
estrella, después de despertar |
vuestros ojos y de llenar
vuestras almas, se han |
eclipsado. |
Como vosotros, con
vosotros. La Historia os |
hace aparecer en el
Evangelio, apenas comen- |
zado, y os esfumáis
enseguida, perdidos en la |
nebulosa de leyendas
piadosas. Nosotros os |
creemos «santos», pero nos
duele no tener más |
datos; aunque debiera
bastarnos saber que os |
llegasteis a postrar ante
el Salvador, recién |
nacido. |
Pero... ¿basta esto para
ser santo? |
No basta, como no nos
basta a nosotros el |
habernos sentido
envueltos, tantas veces, en la |
luz de la fe, y penetradas
las almas con su dulce |
y exigente claridad; como
no nos basta, no ya |
adorar, sino haber
estrechado tantas veces al |
Señor en el abrazo
eucarístico, y aún no le |
hemos dejado que invadiera
toda nuestra vida, |
para que lo fuese todo en
nosotros... |
A pesar de todo, seréis
santos, sí. Por lo |
menos algunos de vosotros.
Porque, si no lo |
hubieseis sido, la
infelicidad, el desasosiego, una |
angustia y tristeza
profunda os habrían carco- |
mido el corazón. |
Nosotros sabemos mucho de
esto. Sabemos |
2 |
que cuando el alma se
encuentra con Cristo, de |
verdad, aunque sea una
sola vez, ya no es po- |
sible olvidarle,
prescindir de Él: toda porfía, |
todo disimulo, toda
negligencia, todo pacto con |
Herodes para que nos
degüelle el brotar de un |
buen propósito, toda la
altivez impenetrable y |
dura del poder o de la
sabiduría y astucia hu- |
manas, son inútiles. |
Por todo lo que nos es
esto de doloroso, |
suponemos cuánto más lo
habría sido para vo- |
sotros, que fuisteis menos
complicados, de co- |
razón, que no somos todos
nosotros. |
(Pobre corazón nuestro:
madeja confusa, en |
la que la luz y la duda se
agitan, y el amor y el |
odio, y la sinceridad y la
falsedad, y el perdón |
y el resentimiento, y el
bien y el mall...) |
Vosotros no; vosotros
erais más sencillos. Y |
por esto fuisteis santos |
Nosotros, tantas veces,
sufrimos y morimos, |
por culpa nuestra, de no
serlo. |
Si, en este mundo, para
amar aguardáramos hasta |
encontrar a un ser
perfecto, nunca podríamos |
amar. |
EVELY. |
3 |
EL ESPÍRITU DEL CONCILIO |
El primer aspecto del
espíritu del Concilio |
es el fervor. Esta era la
primerísima finalidad |
intentada: infundir en el
pueblo de Dios un des- |
pertar, un darse cuenta,
una voluntad de bien, |
devoción, celo, propósitos
nuevos, esperanzas |
nuevas, actividades
nuevas, energías espiritua- |
les, ardor sobrenatural... |
Este fervor es congénito a
la vocación de la |
vida cristiana, y es el
secreto de su perenne |
vitalidad; recordemos, si
no, estas palabras de |
Jesús: «He venido a traer
fuego sobre la tierra, |
y ¿qué es lo que quiero
sino que se abrase?» |
(Lc 11, 49); y las de s.
Pablo cuando recomien- |
da a los primeros fieles
que sean «fervorosos |
de espíritu» (Rom 12, 11);
y la lógica de toda la |
educación cristiana, que
condena la tibieza |
(ver Apoc 3, 16), y que
conduce a mantener al |
alma en un estado de
tensión permanente, en |
una intensidad de fe y de
caridad, en un entu- |
siasmo siempre ardiente y
esperanzado, en un |
esfuerzo continuo de
creciente perfección, en |
un ansia de unirse a
Cristo y voluntad resuelta |
de seguirle y de
servirle... |
Y que la Iglesia, aún más
que necesidad, |
tenga el deseo de volver a
encontrar su fervor |
característico, lo
demuestran, por un lado, tan- |
tos y tan varios fenómenos
de su vida contem- |
poránea y, por otro, la
decadencia de tantas |
4 |
formas de cristianismo
invadidas y corrompi- |
das por las corrientes
profanas y paganas, que |
son la negación de la vida
moderna. Un deseo |
de autenticidad, de
generosidad, de perfección |
y de santidad recorre toda
la ensambladura del |
pueblo de Dios, y se
manifiesta por medio del |
despertar a la conciencia
de su vocación y por |
medio de un más vivo
instinto de defensa ante |
la invasión del espíritu
del tiempo y, también, |
por una renacida valentía
apostólica para in- |
fundir, en el mundo
moderno, como es, la leva- |
dura salvadora del mensaje
evangélico. |
PABLO VI |
(30 dic 1965) |
INDECENCIA |
Mantas, juguetes,
medicinas, turrones, ves- |
tidos, zapatos... todo,
nuevo o viejo, se manda |
al Catecismo que el
colegio de niños o niñas |
ricas mantiene en el
suburbio, «Navidad del |
pobre». Limosna oficial.
Caridad de los ricos. |
Y después, todo el mundo
en paz. Ya está. |
No. No está. Esto es una
indecencia, una in- |
moralidad más. Y se trata
de una inmoralidad |
que nos justifica
falsamente ante nosotros mis- |
mos, Esta inmoralidad
deforma la conciencia |
moral de nuestros hijos.
Ha pasado ya la época |
del paternalismo. |
En los casos ordinarios,
entregar una manta |
a un hombre, es una
ofensa. O este hombre es |
un gandul, un parásito, y
en tal caso hay que |
educarle; o es un hombre
que trabaja, y en tal |
caso la manta le
pertenece. |
FULLAT. |
5 |
SOBRE EL AMOR |
«La soledad de dos en
compañía», «la coin- |
cidencia de dos egoísmos»,
son frases demasia- |
do tristes y demasiado
famosas, que han servido, |
sin embargo, para
describir el amor humano. |
A pesar de todo, hay que
creer en el amor. |
Se puede y se debe creer
en él, porque sólo él |
da sentido a la vida del
hombre; sólo él la hace |
grande y fecunda, y la
prepara para Dios. |
No obstante, la
experiencia del corazón hu- |
mano nos revela, más de
una vez, su desdicha- |
da posible justificación. |
¿Por qué? |
Porque hay más egoísmo que
amor. Y no |
basta reconocerlo: seguirá
habiéndolo mientras, |
en vez de «comenzar por
mí», siga «señalando |
al otro». |
Pensamos más en recibir
que en dar y, si |
algo damos, exigimos tanta
renta, que nos con- |
vertimos en usureros del
corazón, orgullosos, |
crueles, avarientos...
vengativos. |
Y no: el que da, recibe;
el que pierde, gana; |
el que se achica, crece;
el que es olvidado, |
triunfa... cuando da y se
da, cuando pierde y |
renuncia, cuando disminuye
y consiente ser |
relegado, no para recibir
o ganar o crecer o |
triunfar, sino sencilla y
sinceramente para |
amar, para comunicar bien,
para hacer más |
bien, aunque muera en la
entrega y en la re- |
nuncia. Porque «el amor es
más fuerte que la |
muerte»; porque hasta
sabemos que, el que |
muere, resucita, y para
una Vida que ya no |
muere. |
6 |
ORACIÓN POR LA UNIDAD |
La extraemos y traducimos
del Book of Common |
Prayer, de la Iglesia
anglicana. Puede servirnos para |
unir, ante Dios, una misma
aspiración, compartida |
por ellos, por nosotros y
por todos los cristianos. |
Oh Dios, Padre de nuestro
Señor Jesu- |
cristo, único Salvador
nuestro y Príncipe |
de la Paz; otórganos la
gracia de fijar se- |
riamente en nuestro ánimo
los grandes |
males que nos causan
nuestras desafortu- |
nadas divisiones. |
Aleja de nosotros toda
aversión y pre- |
juicio, y todo lo que
puede alejarnos de |
una santa Unión y
Concordia: de manera |
que, tal como no hay más
que un solo |
Cuerpo, y un solo
Espíritu, y una Espe- |
ranza para nuestra
Vocación, un Señor, |
una Fe, un Bautismo, un
Dios y Padre |
de todos nosotros, así
también, de ahora |
en adelante, podemos ser
todos de un co- |
razón, y de un alma,
unidos en un santo |
lazo de Verdad y Paz, de
Fe y Caridad, y |
podamos, con una mente y
una boca, glo- |
rificarte; por Jesucristo
nuestro Señor. |
Amen. |
7 |
FUNDACIONES DE |
NUEVOS ORATORIOS |
Próxima está la erección
canónica de la |
nueva Congregación del
Oratorio de San Felipe |
de Pittsburgh (Ohio), en
EE. UU., que han ini- |
ciado los padres del
Oratorio de Rock Hill |
(S. C.). El Oratorio está
enclavado junto a la |
Universidad y, el equipo
sacerdotal en que se |
cimienta, trabaja
especialmente en la formación |
cristiana de los
estudiantes. |
También acaban de partir
para la República |
de Chile, tres padres del
Oratorio de Aachen |
(Alemania), con el
propósito de establecer allí |
otro Oratorio, con
espíritu misionero, «en agra- |
decimiento por todas las
bendiciones recibidas |
del Señor, en su Oratorio
de origen», como han |
declarado. |
Pidamos a Dios que también
bendiga estas |
empresas y nos gocemos
todos al ver como se |
dilata su Reino, por medio
de los hijos de |
s. Felipe. |
LAUS DEO |
(Con las debidas
licencias) |
AB.103-62. |
8 |
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