BOLETIN DEL ORATORIO DE ALBACETE.
N.º 62. JUNIO. 1967.
LA ÚLTIMA PIEDRA
Hace cuatro años, por estas mismas fechas, reseñábamos con gozo trémulo
de esperanza, la colocación de la primera piedra de nuestras obras. Y decíamos
en aquella ocasión: "Hay tres piedras: la primera, la segunda y La tercera. El
señor obispo ha venido a ponernos la primera, gozosa. Nosotros, ahora, damos
poner la segunda, dolorosa. Y la Providencia pondrá la última, gloriosa. Igual
Me en los misterios de la vida del Señor y de la Virgen: gozo, dolor v gloria.
¡Haremos un rosario, con piedras grandes, para Dios!"
Sí, hemos hecho el rosario: rosario de piedras grandes, pero sobre todo he-
mos hecho un rosario de amigos, de hermanos, de almas, de abnegaciones que
han sido alegrías... Y lo hemos hecho para Dios, y ahí está.
Ha sido un rosario, pero glorioso no. En esta vida no hay misterios de gloria,
porque la última piedra no existe, o no se acaba de poner nunca.
La vida cristiana, concentrada en la fe, dinamizada por la esperanza, vivifi-
cada por el amor, camina, se expande, progresa, como esos círculos que se en-
sanchan en la superficie herida del agua serena, y que no paran hasta hacerse
ola que alcance la orilla definitiva de Dios.
Hace cuatro años que, la primera piedra, nos parecía como un hito del que
partíamos con el ansia de alcanzar la última, acariciada como la cima de un
Logro que nos daría el descanso. Pero ahora vemos que no es asi: en esta vida
no hay metas. Y nuestra última piedra se nos ha convertido en otro hito más
grande, que percute la serenidad de los mares del alma y despierta y dilata y
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propaga círculos aún mayores sobre la vida, lanzada hacia la orilla no alcanza-
da de Dios, que está más allá.
La última piedra no existe.
Ambiciosamente, hemos colocado, como remate, esa piedra colosal, único al-
tar de la casa de Dios, representación de Cristo, foco elíptico de toda la fábrica,
corazón del templo, mole que sobrecoge y domina, albura amarfilada que dulci-
fica y acerca el espacio dorado por la miel de la luz que espiritualiza la mate-
ria..., pero 720 va más allá del símbolo que nos emplaza hacia la realidad futura,
cuando veremos a Cristo, piedra, cúspide y meta del mundo, que remata, centra,
aglutina y sostiene, trascendente al tiempo, la edificación eterna de toda la
obra de Dios.
Lu última piedra no existe. No existe cuando se mira más allá, hacia Dios,
esa orilla que hemos de alcanzar.
Entonces, a pesar de las ilusiones con apariencia de logro, todas las piedras
de esta vida, siguen siendo primera piedra para la eternidad
Cabe, es cierto, la tentación perezosa del cansancio. Pero si el corazón es ca-
paz de abrirse realmente a la verdad, puede más la alegría que conmueve el alma,
cuando piensa que los trabajos y abnegaciones que la esperanza mantiene para
edificar el templo de la eternidad, comienzan aquí, han comenzado precisamen-
te aquí, ahora.
Y en la superficie serena, límpida, del mar profundo de la propia vida, la
sacudida clara y vigorosa de la fe y del amor, agrandan el círculo de la onda
que se hace ola anhelante hacia la búsqueda de la orilla definitiva, eterna, del
regazo de Dios.
LAS PIEDRAS VIVAS
El día de la inauguración alguien nos decía:
—En la iglesia no hay "santos". ¿Dónde están los "santos"?
Y le contestábamos, señalando a los fieles:
—Estos son los santos, diría San Pablo...
Pero insistían:
—Bien, pero siquiera para representación, para símbolo, porque también se
tienen sentidos...
Y señalamos:
—Entonces mirad estas piedras, imagen de las "piedras vivas", que son las
almas de los santos. ¿O no habéis oído la homilía del señor obispo, basada pre-
cisamente en estas ideas?
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POR FAVOR:
no nos pregunten cuánto cuesta la iglesia, porque
los que preguntas son los que nunca quieren dar pada
y nos duele que se delaten;
las muchas penas que hemos pasado con los acreedo-
res, nos hacen desagradable la evocación de cifras;
—el no preguntar demasiado siempre es prueba de res-
peto y buena educación, que agradeceremos,
—lo que más vale de la iglesia no se puede medir, ni
contar, ni se podría pagar con dinero:
—la iglesia no se ha hecho solamente con dinero, y éste
ha permanecido tan poco tiempo en nuestras manos,
que ni sabemos el que hemos pagado;
—y porque, en fin, si es que solamente nos iban a pre-
guntar llevados de la caridad y simpatía, y esto es ver-
dad, sepan sinceramente que aún están a tiempo para
darnos o aumentarnos su limosna, que será muy opor-
tuna para enjugar las difíciles últimas deudas, y Dios
se lo pagará.
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CÓMO SE HA HECHO LA IGLESIA
Han sido tantos los trabajos y tan
continuas las preocupaciones, que no
nos ha quedado tiempo libre para con-
tar, para medir o para comparar. Рог
eso nos resulta difícil, ahora, acertar
& responder a las personas de bien
que se nos acercan movidas de la cu-
riosidad y hasta por la simpatía, y nos
preguntan sobre cómo hemos hecho
la obra, y qué métodos hemos emplea-
do para sufragar los gastos no indife-
rentes que la misma habrá acarreado.
A pesar de haber sido grandes los es-
fuerzos, y de habernos costado sudares
del cuerpo y del corazón... lo cierto es
que el aspecto material y económico
nunca ha constituido nuestro proble-
ma principal, ni nuestra angustia ma-
yor. Gracias a Dios.
También hemos comprobado como
las personas que apuntaban cantida-
des hipotéticas, incurrían en grandes
errores al aplicarlos a nuestra obra,
que en realidad ha costado siempre
bastante menos de lo que los calcula-
dores han aventurado a suponer cuan-
do la han visto ya realizada. Nos he-
mos esforzado en administrar lo me-
jor posible, por la misma escasez de
medios con que contábamos y por el
respeto que nos merecía el origen de
las limosnas, las más de las veces de
los pobres.
Pero por encima de todo, nos he-
mos movido y hemos vivido de la ale-
gría de hacer algo para Dios, y este
ideal, avivado en el rescoldo frater-
nal de los más adictos, ha cundido en
muchos más y el Señor lo ha bende-
cido. Por otra parte, nos ha impulsa-
do otra ilusión, cristiana y humana al
mismo tiempo, de hacer algo para Al-
bacete: algo que fuese primordialmen-
te para su bien espiritual, pero que
tuviera, además, esta dimensión plás-
tica concretada en un edificio que la
embelleciese, tomando como motivo a
Dios; y que se lo pudiéramos brindar
como el adorno que se ofrece al ser
amado, que se tiene cerca.
Prácticamente terminadas las
obras, nos damos cuenta que no tie-
nen nada de extraordinario ni sensa-
cional, pero nos parece que llegan a
servir al fin pretendido, nacido y cre-
cido en el corazón, pero además con-
cretado en estas paredes. Nos da ale-
gría pensar que en el crecimiento re-
ligioso de Albacete, impulsado princi-
palmente a causa de su no tan lejana
erección en diócesis, el Oratorio ha
Cuando se hacen obras para Dios, unos se ganan el cielo, otros se ganan la
vida y otros ni se ganan el cielo ni se ganan la vida.
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podido añadir a la corona santa y be-
lla de templos que la adornan y la
consagran, otro altar y otro sagrario.
Y nuestro gozo no se detiene sola-
mente mientras miramos nuestro tem-
plo, que hemos querido simple y bello,
digno de Dios y honra de la ciudad,
sino que aumenta nuestra alegría
cuando nos damos cuenta que se le-
vantan otros, para alabanza de Dios
y para santificar a las almas. La ex-
periencia de nuestros trabajos y afa-
nes nos permite tener mayor admira-
ción hacia todos cuantos nos han pre-
cedido y más comprensión y simpatía
por los que nos siguen y seguirán, idea-
listas del bien, enamorados de Dios y
amigos de la ciudad, fundido todo en
entusiasmo limpio y sobrenatural.
Y decimos entusiasmo, es decir,
enardecimiento por lo santo, porque
es éste precisamente el mejor "mate-
rial de construcción", que no se ad-
quiere con dinero, ni sustituye el di-
nero.
Ahora, cuando vemos terminada
nuestra iglesia, y la miramos y admi-
ramos un poco como los padres miran
y contemplan a sus hijos, se nos ha de
perdonar que no sepamos reprimir
siempre la manifestación externa de
nuestro celo por esta casa de Dios, y
nuestro gozo que la acaricia con in-
cesante preferencia y que cada día nos
la descubre más bella. Pero es verdad
que, por encima de esto, lo que más
nos consuela, no es la simple contem-
plación de la mole edificada, sino la
comunión de alegría entre todos "log
de casa": estos hombres y jóvenes y
chicas y mujeres que la miran y saben
adivinar que, en conjunto, no es otra
cosa que la imagen de otra edificación
invisiblemente trabada, aunque más
real, de almas y corazones, arracima-
dos a eso que llamamos Oratorio y que
no tiene fronteras en la ciudad; y has-
ta nos es difícil deducir si lo que se
acaba de hacer es más bien efecto
del apostolado realizado hasta aquí
que causa del que se ha de hacer. Pue-
de que sea las dos cosas, bien enten-
didas.
Porque no hemos hecho la iglesia
con dinero. La hemos hecho con en-
tusiasmo: con el entusiasmo de estos
corazones arremolinados a nuestras
pobres personas, porque ellas fueron
las que nos empujaron a acometer la
empresa, y a ella nos lanzamos, con-
fiados en Dios, y en su Providencia,
porque estábamos convencidos de an-
temano de que era muy superior 4
nuestras fuerzas lo que íbamos a co-
menzar. Esta convicción ha sido nues-
tra fortaleza y hemos visto, realmen-
te, como el Señor, a pesar nuestro, ha
Hacer una iglesia es la cosa más fácil y más difícil del mundo: no se puede
comenzar hablando o pensando en dinero, sino en almas y en la gloria de
Dios. Lo demás sigue por añadidura, cuando no es pretendido, y lo pone Dios.
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bendecido y culminado la obra que en
su nombre emprendíamos.
Por esto ahora, cuando nos pre-
guntan cómo, con qué método hemos
llevado a cabo todo, no acertamos a
responder. Se nos ocurre que los más
capaces para entender no tienen ne-
cesidad de preguntar, y que los que
tengan que preguntar nunca acabarán
de comprender.
Los que preguntan siempre hablan
de dinero. Hay una obsesión, entre los
mortales, de reducirlo todo a cifras y
cantidades, incluso cuando se trata de
obras para Dios... Nosotros creemos
honradamente que, para hacer una
iglesia, el dinero nunca es el factor
principal. Y para quien nos quiera en-
tender diremos que tenemos esta con-
vicción, no porque no hayamos tenido
problemas económicos, sino porque al
tenerlos y grandes, no hemos tenido
más remedio que sopesarlos en las ba-
lanzas de la fe, y nos ha sido más po-
sible soportarlos y resolverlos al colo-
carlos y mantenerlos en su lugar, sin
permitir que nos invadieran el campo
de lo esencial. Y el resto lo ha hecho
Dios.
Si sólo, o si principalmente se tra-
tara de dinero, creemos que más dine-
ro se podría recoger y las cosas se
podrían hacer, en Albacete y en todas
partes. Creemos que, para Dios, hay
que seleccionar incluso el dinero. Nos-
otros no sabemos si lo hemos logrado,
pero si sabemos que hemos querido sin-
ceramente y constantemente atener-
nos a este criterio, por amor al Señor
y por amor a lo que estábamos hacien-
do. Y ello nos ha costado más sacrifi-
cio.
En realidad, no teníamos dinero,
teníamos solamente a personas que
nos querían, y que nos querían porque
habían encontrado el Oratorio en el
camino que les llevaba a Dios. Estas
personas, en general, no eran ricas, y
las que pudieran parecerlo, si llegaron
a ayudarnos por amor a Dios y sin tra-
tarle como a un mendigo importuno,
es que eran más ricas de otra cosa que
de dinero, y que lo hacían no para ha-
ce nos un bien, sino para hacérselo a
sí mismas. Nosotros, para nosotros
mismos, sólo necesitamos oraciones;
Dios tampoco necesita, pero se lo me-
rece; y los que dan limosna y nosotros,
necesitamos agradecer a Dios los bie-
nes que nos da devolviéndoselos a El,
de alguna manera, y necesitamos ha-
cer penitencia de nuestros pecados, so-
bre todo los cometidos con dinero o a
causa del dinero... De necesitar, nece-
sitan las almas y necesita Albacete.
Si pudiera contarse todo detallada-
mente, habría materia para escribir
En cuestión de limosnas y generosidad con las obras buenas, siempre es ver-
dad que se cumple el viejo refrán que dice: "Lo que no se lleva Dios se lo
lleva el diablo".
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unas "florecillas", y sin estragar la
fantasía: los que más han dado y me-
nos lo parece; los que han dado y ni
sabemos, ni han dejado que sepamos
quienes son; los que parece que han
dado, pero no han dado; los que han
perdido, pero han ganado; los que han
ganado, pero han perdido: los que han
dado todo lo que tenían; los que han
dado "lo que no tenían..."
Hacer la iglesia ha sido una escue-
la espiritual y ha hecho más buenos &
muchos. El Señor ha mantenido un
espíritu, lubricado con gozo, batido con
dolores, que a todos nos ha hecho más
hermanos que ha seleccionado el amor,
amor como de familia, con Dios en
medio; hermanados los de dentro de
casa y los de fuera de casa, por un
ideal de bien, que no nos daba tiem-
po ni a juzgar ni a envidiar a nadie,
porque nos absorbía el afán, un afán
hermoso y santo, y no teníamos tiem-
po que perder.
Mientras tanto el Oratorio ha cre-
cido de una manera que no revelan las
estadísticas, ni encierran las cantida-
des, que tanto preocupan a las men-
tes inquiridoras, materialistas y sen-
sualizadas hasta en lo espiritual. Y ha
crecido en amor, difundido por este
entusiasmo participado, que ha sido
más que el de los amigos de una mis-
ma calle, o de los vecinos de un ba-
rrio, o de los compañeros de una pro-
fesión, o de las gentes de un nivel so-
cial determinado, y ni siquiera de só-
lo los de Albacete: de más lejos tam-
bién... Pero todos han amado al Ora-
torio, a Albacete, a Dios.
Hemos hecho la iglesia antes con
almas que con piedras. Y hemos pues-
to las piedras como si fuesen almas.
Las piedras quedan ahora como un
símbolo, surgido sin pretender. A pe-
sar nuestro, el Señor lo ha hecho todo.
El Oratorio de Albacete considera como a sus benefactores, no sólo a todas
aquellas personas que le ayudan materialmente a sostener sus vocaciones y
a consolidar la misión espiritual y apostólica que tiene confiada en esta par-
cela de la Iglesia, sino también a cuantos, con verdadera caridad y simpatía
cristiana, le tienen presente en sus oraciones.
Para todos, con espíritu de gratitud, se ofrece especialmente la Misa de diez
de cada domingo.
Ni lo caro es siempre bello, ni lo bello siempre es caro.
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ACTA DE LA PRIMERA PIEDRA
Terminada la iglesia, nos parece oportuno renovar el recuerdo, no
tan lejano, de sus comienzos y, para ello, nada mejor que ofrecer
estos párrafos del Acta de la bendición y colocación de la primera
piedra.
En el nombre de Dios. Amén.
En el año del Señor MCMLXIII, y en el día veintiséis de mayo, Festividad
de San Felipe Neri, cuando se cumplía el décimo aniversario de la erección ca-
nónica, por la Santa Sede, de esta Congregación del Oratorio de San Felipe Neri,
de Albacete, y ocupaba la silla de Pedro el Papa Juan XXIII, en pleno Concilio
Ecuménico Vaticano II; y era Pastor de esta joven Diócesis de Albacete, su pri-
mer Obispo, el Excelentísimo y Reverendísimo Padre Arturo Tabera Araoz,
C. M. F.: el mismo Señor Obispo, bendecía y colocaba la primera piedra de la
iglesia de la Congregación del Oratorio albacetense, que se edificaba en alaban-
za de Dios, en obsequio de la Bienaventurada Virgen María y de Nuestro Padre
San Felipe Neri, y para bien de las almas.
Junto con el acta presente, se encontraban en el cofre dispuesto en la cavidad
de la primera piedra, como documentación fehaciente de la época, un ejemplar
de "L'OSSERVATORE ROMANO" del día veintitrés de los corrientes, el del día
veinticuatro de "LA VOZ DE ALBACETE", con otros impresos relativos al
Oratorio, y el último ejemplar de "LAUS"; también algunas monedas de curso
legal en España, Ciudad del Vaticano, Alemania, Argentina, Austria, Bélgica,
Canadá, Checoslovaquia, Chile, Cuba, Estados Unidos de América, Francia, Gre-
cia, Holanda, Inglaterra, Irlanda, Israel, Italia, Laos (Indochina), Marruecos,
México, Mónaco, Persia, Polonia, Portugal, Rumanía, Rusia, Siria, Suecia, Suiza,
Túnez, Turquía y Venezuela, y se pretendía dar, en la reunida variedad de países,
razas y continentes por ellas representados, una expresión simbólica de la actual
aspiración de la Humanidad, anhelante de paz y de unión, que deseábamos fuese
bajo la mirada de Dios, Padre de todos los hombres.
Se depositaban, además, medallas de la Santísima Virgen María, de San Fe-
lipe Neri y una de los Apóstoles San Pedro y San Pablo con la efigie, en el re-
verso, del Pontífice felizmente reinante, y un poco de tierra de las Catacumbas de
San Sebastián, de Roma, recogida en el lugar donde, hace cuatro siglos, San Fe-
lipe Neri recibió el Espíritu Santo.
En fe de lo cual, junto con el Señor Obispo oficiante, firman algunos de los
presentes, y se sella con el propio de esta Congregación, para conocimiento de
los venideros.
Y siguen las firmas y el sello que
dice: CONGREGATIO ORATO-
RII SANCTI PHILIPPI NERII.
ALBASETI.
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LA VIRGEN DEL ORATORIO
A la Virgen María, Madre del Señor, no le hemos construido ningún altar,
porque el altar sólo es para Dios, y a ella, humildísima, no te gustaría suplantar
a nadie, y menos a Dios. Amar con justicia nos parece que es amar con el mejor
amor.
Con el mejor amor hemos querido honrarla, y este amor nos ha inspirado
ponerla precisamente en el portal de la casa de Dios, como invitándonos a en-
trar, angélica y maternal, mientras parece que nos vuelve a decir: "Haced to
que él os diga", como en las bodas de Caná. Cuando salimos, al bajar los pelda-
ños, ella nos da su sonrisa blanca, casi de niña, como si fuese a bajar de entre
las flores y tender las manos para coger las nuestras y seguir con nosotros el
camino que nos aguarda, hecho rio de almas que avanzan aguirnaldadas como
las olas de la vida, hacia Dios.
Hemos querido una imagen de la Virgen que se vea desde la calle, porque nues-
tra ciudad no tenía ninguna así. Y hemos querido que sea hermosa, esbelta,
erguida como una flor de piedra, que encarne la plasticidad que conviene al con-
junto de esta casa de Dios, al ambiente que la envuelve, al tiempo que vivimos,
al buen gusto que no deja envejecer la nobleza del cincel que lucha por hacer
inmarcesible la belleza, para que sea perdurable testimonio de la generación que
le profesamos nosotros ahora y para que pueda servir igualmente a los que pa-
sen después de nosotros, camino adelante de la vida.
Estamos convencidos que venerar a la Virgen, es agradar a Dios, porque es
su Madre, es honrar a la Iglesia, porque es su figura, es predicar el Evangelio,
porque es la primera cristiana, y hasta es exaltar a la mujer, porque ella repre-
senta, bendita entre todas, la forma más elevada, más limpia y más generosa de
gracia y de feminidad.
Y nos gusta hacerlo aquí en el parque, en este lado de la ciudad, donde siem-
pre es primavera, para poner su imagen frente a la asamblea extasiada y muda
de los pinos, levemente cimbreados por el aplauso del viento, mientras el agua,
las flores y los pájaros, cosen v pintan y cantan, entre el verde, sobre el verde
perenne v altísimo de los árboles.
Más allá están los hombres, que vienen o pasan, y miran.
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Los primeros que vienen son los niños, esos que las madres sueltan a la calle
porque les estorban o les ensucian el piso o les distraen mientras oyen el serial...
y otros. Niños revoltosos y destrozones, como manadas de gorriones, groserillos,
mal educados aunque sean de casa "bien", crueles con los árboles y con las flo-
res... aunque a veces roban las del parque y las traen v ponen, desordenada-
mente, sobre la repisa del jardincillo de nuestra Virgen, que les amansa la furia
infantil y les cambia el rostro de fierecillas descontroladas, en claridad de ángel
con cara sucia de ojos puros. La Virgen también fue niña y jugó con niños, aun-
que sus padres cuidaron mejor de ella.
Y pasan o vienen los novios, cogidos del brazo, más respetuosos cuando la
miran... (La Virgen también fue novia). Ella será espejo de amor no empañado
y fuente limpia de felicidad para todos los novicios del verdadero amor. ¡Que
pasen, que pasen todos los jóvenes, ellos y ellas, y la miren y la puedan mirar
siempre, y se acerquen a recoger la caricia de luz que reparten sus manos!
La Virgen fue, además, esposa, y comprende a los casados: sufrió, amo, ayu-
dó, hasta el fin, delicadamente, generosamente. Tiene cara de niña pero nos
mira desde la cima del mejor amor.
Fue madre. Y hubo de crecerle el corazón para serlo bien: primero para com-
prender a su Hijo, luego para compartir su obra, enteramente, devolviendo todo
lo que había recibido. Amo tan bien al Hijo que se le hizo el corazón grande
como el mundo, hasta poder amar a todos los que iban a creer en Él.
Y cuando pasen junto a ella las almas vírgenes, pensarán que es ella la her-
mana mayor, del más grande amor, cuando se hace divino y universal, cuando
se centra en su Hijo y en la obra de su Hijo, la Iglesia, y por eso muis fecundo.
Y todos los que pasen: los tristes, los que son felices, los pobres de corazón,
los que sufren, los que buscan, los que esperan, los que aman o que quieren amar,
los que luchan y se cansan... Que vean en la Virgen a la que se olvidó de sí mis-
ma y se entregó del todo a los planes de Dios. Ahora este plan, para nosotros,
está en nuestro tiempo y en nuestro mundo: hagamos en el mundo lo que Cris-
to nos dice, lo que el Evangelio nos repite cada día, como la figura de la Virgen
nos recuerda, pero hagámoslo como ella lo hizo.
Seríamos felices, tendríamos paz, más paz en el corazón, y podríamos llevar
a los otros el tesoro de esta paz.
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LOS ARTÍFICES
No puede haber santidad que no
esté envuelta en aureola de belleza,
porque ésta, resplandor del bien, nece-
sariamente debe manifestarse en cual-
quier bien y más en el bien espiritual,
que es el más subido, en la santidad.
La santidad es fuente luminosa de be-
lleza, y creemos que la belleza nunca
puede oponerse a la santidad; es más,
ayuda y conduce a la santidad. Por es-
to nos hemos esforzado en dar forma
bella a esta casa de Dios, para que
ayudara a todos a llevarnos hacia Él.
La tarea no era fácil, porque nos
imponíamos ser extremadamente sen-
cillos y sinceros, en líneas, en materia-
les empleados, en recursos decorativos.
Queríamos, por encima de todo, que
el Altar, único, fuese el centro plás-
tico y psicológico de toda la edifica-
ción y de todo el ámbito visible, para
lo cual hubo que pensar en cómo su-
primir todo cuanto pudiera distraer y
aminorar esta pretendida primacía
que, por otra parte, exigen las leyes
litúrgicas. Había que conseguir, con
poquísimos elementos un orden con-
ducente hacia la unidad esplendorosa
de la belleza, que aspira hacia la mis-
ma altura de donde recibe la luz. Y
nos parece que se ha logrado.
En esta porfiada lucha por la be-
lleza que revela y que lleva y eleva
hacia lo santo, hemos tenido dos ar-
tífices, que sería injusto no mencionar:
han sido nuestros arquitectos, don
Adolfo Gil y don Antonio Escario,
gracias a los cuales hemos logrado es-
te conjunto de solidez y de valentía,
de prudencia y de juventud, de mo-
dernidad sin truculencias sensuales, de
novedad y de sinceridad, que si no tu-
vieran ya merecido reconocimiento por
otras obras realizadas, ésta habría bas-
tado para proclamar el acierto de am-
bos artífices. Pero para el más joven
de los dos, para don Antonio Escario,
ha habido la emoción, no solamente de
ser su primera iglesia, sino su primera
obra de arquitecto. Estrenarse con una
iglesia debe ser emocionante, además
de comprometido, para un arquitecto
cristiano; sobre todo cuando, apenas
descubierto con ésta su capacidad y
buen estilo, aquí mismo, en Albacete,
se le encomiendan cuatro iglesias más:
la Asunción, San Pablo, Espíritu San-
to y la parroquial de Pozo-Cañada.
Nosotros deseamos que lleve a estas,
junto con sus colaboradores, li mis-
ma unción de sencillez, de belleza y de
santidad, que admiramos en la nues-
tra del Oratorio, que será, para siem-
pre jamás, su primogénita.
Don Adolfo Gil ha sido el maestro
y hasta el padre que le ha apadrinado,
sobre todo en los primeros días de su
iniciación profesional en esta obra. Ex-
perto en otras muchas, de la ciudad y
11 (23)
de fuera de la ciudad, podía conducir
los pasos de su hermano más joven,
encauzar los impulsos, y fundirse has-
ta experimentar el gozo nobilísimo de
ceder el triunfo al más joven, para que
encontrara en la estrena gozosa del
acierto reconocido, un estímulo profe-
sional y un motivo de superación.
También a estos dos hombres, la
iglesia les ha costado, muchos desve-
los y cansancios profesionales. Pero,
principalmente, mucho afecto y entre-
ga del corazón.
Los dos son cristianos; uno ha he-
cho su primera casa para Dios, y otra
casa para Dios don Adolfo.
A sus desvelos quisiéramos añadir
el reconocimiento a todos cuantos se
han cansado y han trabajado en nues-
tra iglesia, especialmente a los obreros
más humildes, que han aguantado el
sol y el frío de cuatro años, que han
regado con sudores estas piedras, que
las han acarreado una a una, que has-
ta las han ungido con la sangre del
cuerpo herido, aunque no de muerte,
gracias a Dios...: que son los que me-
nos gloria recibirán por todo, y que
quisiéramos que les hubiese servido
para más que para ganarse el pan de
cada día: que les hubiese servido pa-
ra alegrarse trabajando en la casa de
Dios, también suya porque son hijos
de Dios y además la han hecho con
sus manos.
UN FOLLETO SOBRE LA IGLESIA
Muchas personas se han interesado por adquirir alguna docu-
mentación gráfica sobre nuestra iglesia. Con mucho gusto les
podemos anticipar que estamos ocupados en la preparación
de un folleto descriptivo, con ilustraciones, en el cual se dará
cumplida satisfacción a tales deseos.
Anunciaremos su aparición desde este mismo Boletín.
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LAS RELIQUIAS
San Pablo llama al altar "mesa
del Señor". En el Cenáculo el Señor
instituyó la Eucaristía en la mesa. Por
eso, aun cuando el paso del tiempo
vaya modificando su origen, siempre,
el altar cristiano, tendrá la forma de
mesa. Pero he aquí que pronto el al-
tar se convirtió en mesa sepulcral,
cuando los cristianos comenzaron a
celebrar el Santo Sacrificio sobre la
tumba de los mártires. Y tan profun-
damente arraigo en la conciencia cris-
tiana la idea de unir en un mismo sa-
crificio el de Cristo y el de sus márti-
res, o sea, de sus santos, de su Cuerpo
místico, que llegó a establecerse regu-
larmente la celebración de la Santa
Misa o sobre los sepulcros de los már-
tires o sobre sus reliquias. Así la me-
sa sacrificadora llegó a ser mesa sepul-
cral, trocándose en piedra.
San Juan, en el Apocalipsis, con-
templa debajo del Altar de Dios, en el
cielo, las almas de los santificados, a
propósito de lo cual San Agustín esta-
blece una relación entre las almas de
los santos y el Cuerpo de Cristo, que
se encuentran en el altar, y San Pedro
Damián dice: "El unir en los altares las
reliquias de los mártires al Cuerpo del
Señor, significa el cuerpo de la Santa
Iglesia unido a su Redentor; así en el
Altar se encuentran el Esposo con la
Esposa".
Por esta razón, y para cumplir con
lo preceptuado con el rito de la con-
sagración del altar, el señor obispo co-
locó reliquias de santos mártires, a las
que se añadieron otras, en realidad no
necesarias para la validez del rito, pe-
ro sí con intencionado significado.
De todos modos, cada una de las
reliquias depositadas en la consagra-
ción de nuestro altar, está cargada de
significación espiritual, que alguna vez
tendremos que comentar más detalla-
damente. Por ahora bástenos enume-
rar las reliquias, con sólo una breve
consideración para cada una.
En primer lugar se depositó una
reliquia de Santiago Apóstol. No po-
demos ocultar nuestro gozo y nuestro
agradecimiento al poder tener en el
sepulcro de nuestro altar, a este tes-
tigo, amigo y Apóstol del Señor, sim-
bolizado en la presencia de su reliquia.
El patronazgo que se le reconoce so-
bre España (aunque por motivos que
no es oportuno aducir aquí, nos pare-
cería mejor fundado el de San Pablo),
también nos le acerca más. Y no diga-
mos por su juventud, por su impetuo-
sidad, mezclada de imprudencia y ge-
nerosidades, que la Gracia de Dios
iría purificando, santificando...
Otra reliquia es del mártir San Se-
bastián. Un hombre joven también
cuya figura está en todas las mentes
que recuerdan la narración famosa de
13 (25)
Wiseman, Fabiola. La Providencia ha
querido que, en esta última piedra"
—el Altar— se completara una rela-
ción iniciada al colocar la primera,
cuando junto a la misma depositába-
mos, hace cuatro años, un poco de
tierra de las catacumbas romanas de
San Sebastián, del mismo lugar don-
de San Felipe Neri, en su juventud, re-
cibiera sensiblemente el Espíritu San-
to.
La tercera reliquia es de una San-
ta virgen y mártir, Santa Victoria. Ella
representa a las mujeres santas: es la
Marta y María junto a Cristo, con la
gracia de su juventud, con el perfume
de su pureza, con la generosidad y el
sacrificio de su martirio.
Y siguen luego dos reliquias in-
tencionadas, colocadas como comple-
mento simbólico: la primera es la de
nuestro Padre San Felipe Neri, bajo
cuya advocación hemos dedicado el
templo que acabamos de inaugurar.
Así sus hijos, cada vez que subamos
al Altar para la celebración de la
Santa Misa, nos parecerá estar más
cerca de aquel sepulcro de nuestra
iglesia romana, donde se guarda su
cuerpo entero, sobre el cual hemos
ofrecido otras veces, el Santo Sacrifi-
cio, y ante el cual hemos vertido las
súplicas más grandes de nuestra vida,
también por Albacete y por nuestra
labor de oratorianos aquí
La segunda de estas reliquias com-
plementarias, es de un santo barcelo-
nés, San José Oriol, del que nos pue-
de bastar recordar, por ahora, que fue
un sacerdote secular muy amigo de
los Padres del Oratorio de Barcelona,
cuyo amor y fidelidad evitó la extin-
ción de aquella casa, al poco de ser
fundada, en una época en que el Señor
quiso probarla con pruebas y persecu-
ciones tan graves, hasta llegar al en-
carcelamiento de su benemérito fun-
dador y primer Prepósito, el Padre
Oleguer Montserrat de santa recor-
dación. Por esta razón San José Oriol
ha sido siempre considerado, entre los
oratorianos, como un símbolo de la
fraternidad con el sacerdocio diocesa-
no.
La rica significación y sublime
ejemplaridad de estas cinco reliquias
nos revelan que no hacen falta otros
"santos" a nuestra iglesia... La "Pie-
dra", el Altar, significa a Cristo, y
ellos, escondidos en la Piedra "escon-
didos en Cristo", como diría San
Pablo, representan al Cristo total, al
cual todos rodeamos y hacia el cual
—también con frase paulina— todos
aspiramos, y del cual estamos tan
cerca, sobre todo si además de sernos
símbolo, es Mesa del Señor que nos
alimenta, al comer del Sacrificio que
allí se inmola, y al que podemos unir
la continua ofrenda de nuestra vida.
Esta Congregación del Oratorio de San Felipe Neri, de Albacete, no percibe
ninguna clase de subvención del Estado, ni de ningún otro organismo.
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"La Iglesia está abierta..."
Tal como dice el letrero del portal, la iglesia está abierta todos los días, a las
horas que se indica en el tablón de anuncios, para comodidad de los piadosos
visitantes.
Apenas lo requiera la utilidad espiritual de los fieles, ampliaremos las horas
de apertura y el horario de cultos.
No dudamos que todas las personas sensibles y amigas del Oratorio, nos ayu-
darán, como buenos cristianos, a que cuantos visiten esta casa de Dios, la con-
sideren como un lugar sagrado, por encima de cualquier otra motivación, ya sea
de curiosidad o de simple valoración artística, y que también sabrán comprender
que hemos elegido unas horas para el público, que sean las más oportunas a su
conveniencia espiritual, a la par que compatibles con nuestras muchas ocupacio-
nes, también apostólicas, aunque no siempre ceñidas al recinto del templo.
No olviden también que, esta iglesia no es una obra de arte, sino una casa
de oración, por encima de todo. Nos disgusta la curiosidad inútil y barata de los
que entran a contemplar las paredes, pero no vienen a decirle algo al Señor, que
en esta, como en todas las iglesias, espera siempre a todos, como el Padre a los
hijos, en la oración sosegada que favorece el debido respeto al lugar sagrado.
Los conduciré hasta mi lugar santo,
y los llenaré de gozo en mi Casa de oración;
sus ofrendas y sus sacrificios
serán gratos sobre mi Altar:
porque mi Casa será llamada
Casa de oración.
(Isaías, 56,7)
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AVISOS
Durante los meses de verano —julio, agosto, septiembre— nuestro boletín
LAUS no se publicará, y reaparecerá, igual que en años anteriores, en el
mes de octubre
Las actividades del Oratorio y cultos de la iglesia quedan modificados tal
como se exhibe en el tablón de anuncios de la iglesia. En los domingos y
días festivos, sigue invariable el horario de misas, también durante el
verano, o sea a las 9, 10 y 11.
Los trabajos de la terminación de la iglesia no nos han permitido dedicar,
durante la Cuaresma pasada, la acostumbrada semana de conferencias
espirituales para hombres, pero anticipamos el anuncio de una serie de
conferencias sobre temas cristianos actuales, para el mes de noviembre,
en coincidencia con el tiempo litúrgico de Adviento.
LAUS DEO
Director: P. Ramón Mas, C. O.
Edita: Congregación del Oratorio. —Apartado 182.— Albacete
Imprime: LA VOZ DE ALBACETE. S. López 14 - 5 - 7 - 67
Depósito legal: AB-103-62.
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