BOLETIN DEL ORATORIO DE ALBACETE.
N.º 65. DICIEMBRE. 1967.
ESPERANZA DEL MUNDO
Ya no basta recordar que Cristo fue esperado por los Patriarcas, vaticinado
por los Profetas, concebido por la Virgen, enunciado por el Ángel, descubierto
por los pastores y adorado por los Magos...
Desaparecida su presencia histórica, temporal, el discípulo que más le ama-
ba —que más le conocía— cierra la revelación del Nuevo Testamento con estas
palabras: "¡Ven, Señor Jesús!" (Apoc. 22, 20).
Cristo aún es esperado. Más esperado. Los que conciban el mensaje cris-
tiano como un logro que se adquiere y se conserva, o como un bastión que
se defiende, no comprenderán nunca qué es el Evangelio de Cristo y manten-
drán, decorativo y estéril, su bautismo.
Cristo viene.
Cristo es la esperanza universal de todos los que esperan el bien, la justicia,
la paz, la libertad... No hace falta reproducir las palabras de San Pablo, para
decir todo lo que Cristo es para la Humanidad peregrinante, conozca o no co-
nozca aún al que es su paz, su Justicia, su libertador, su bien y su premio, su
perfección y su vida.
Todos los que esperan eso, esperan a Cristo. Tal vez no lo sepan aún. Pe-
ro lo sabrán.
El mensaje de Cristo no es un bando, una proclamación que se fija en los
muros de las ciudades; no es una bandera que se iza en lo alto de las torres.
El mensaje de Cristo es una corriente de vida, que salta de Dios & Cristo, de
1 (69)
Cristo a la Iglesia y de la Iglesia a los hombres, y de los hombres a la trans-
formación del mundo. Corriente que se hace rio, y río que se hace mar, y mar
que se hace océano... Crece, crece, sin cesar, Su empuje es irreversible, in-
frenable.
Estamos en la corriente de este crecer, y no podemos nadar en contra de
la corriente de este río de Dios, que es la Iglesia, que es la fuerza de su Espí-
ritu, que unas veces vemos que se dilata y ensancha sus orillas, y otras se
profundiza ahondando su cauce, camino del infinito... —"La voz del Señor,
como voz del agua que salta en cascadas sonoras", canta el salmista.
Los que hemos sido iluminados con la máxima revelación de Dios, que es
* Jesucristo, no debemos impedir que nos acabe de penetrar la llama de ese
fuego que El trajo al mundo, y hemos de hacernos claridad y luz del mun-
do, para que el número de los que gimen y esperan, caminando entre sombras
y tinieblas de error y de muerte, descubran al fin la gran luz de Cristo.
Sólo así dejaremos que la Iglesia, como el ángel que anuncia, se acerque
al mundo para decirle: "Eso de bueno que hay en ti, oh mundo, es del E-
spíritu. No temas. Dios ha obrado maravillas antes de ahora, en mundos más
viejos. Ahora las realizará en ti, mundo joven, virgen ante el futuro, que será
de gran gozo, porque será de Dios".
Y el mundo se alegrará como la Virgen: "Mi alma glorifica al Señor... Me
espera la dicha".
La Iglesia es el ángel que Cristo ha dejado en el mundo. Se hace cada vez
más espiritual. Vemos en ella, más que en otras edades, cómo se dispone para
el gran anuncio: las palabras y las actitudes santas de sus obispos; las reac-
ciones de pueblos enteros que quieren acercarse al verdadero camino del Evan-
gelio; la impaciencia de los seglares por preparar el reino de Dios... Y hasta
los temores y la turbación de los Herodes que no han oído, que no han que-
rido oír al ángel. Y por esto no saben que no hay que temer, que Cristo ha
de ser un gran gozo para todos, que viene siempre para ser la paz y para
hacer nuevas todas las COSAS.
CONVERSACIONES DEL ORATORIO
Días 27 y 28 de Diciembre (miércoles y jueves), en la sala del
Oratorio, a las 8 de la tarde.
ANTONIO BARBA
hablará de «Criticas y esperanzas sobre la
ENCARNACION DEL CRISTIANISMO
en el mundo de hoy, visto desde la juventud»
2 (70)
LEY DE PRENSA
En el número 1 del artículo 24 de la vigente Ley de Prensa e Imprenta, de
18 de marzo de 1966, para proteger el derecho del público que lee y sostiene
las publicaciones periódicas españolas, se dice textualmente que "CON INDE-
PENDENCIA DEL CARACTER PUBLICO DEL REGISTRO DE EMPRESAS PE-
RIODISTICAS, ANUALMENTE, PARA INFORMACION DE LOS LECTORES.
EN LAS PUBLICACIONES PERIODICAS SE HARAN CONSTAR, EN ESPACIO
PREFERENTE, LOS NOMBRES DE LAS PERSONAS QUE CONSTITUYEN LOS
ORGANOS RECTORES, LOS DE LOS ACCIONISTAS QUE POSEAN UNA PAR-
TICIPACION SUPERIOR AL DIEZ POR CIENTO DEL PATRIMONIO SOCIAL,
Y UNA NOTA INFORMATIVA DE SU SITUACION FINANCIERA".
De los dos últimos requisitos de este precepto legal, quedan exceptuadas,
de acuerdo con el artículo 21 de la misma Ley, las "REVISTAS QUE REGLA-
MENTARIAMENTE SE DEFINEN COMO DE CARACTER TECNICO, CIENTI-
FICO O PROFESIONAL", como es el caso de este Boletín del Oratorio de Al-
bacete, acogido a dicha Ley de Prensa e Imprenta, y que se publica con el
nombre registrado de "LA U S".
El boletín "LA U S", pertenece a la Congregación del Oratorio de San Fe-
lipe Neri. Los nombres de las personas que componen el modesto equipo re-
dactor, que confecciona o revisa los textos que en él se imprimen, son los si-
guientes: Ramón Mas, Fernando Ugena y Miguel Abia, el primero director de
la revista y todos ellos miembros de la Congregación editora.
El carácter y, en realidad, también la escasa importancia material de nues-
tro pequeño boletín, nos eximen de la urgencia legal de publicar detalles sobre
La financiación de la revista y también de erigir un precio, por la misma, a
quienes la reciben y la leen. Y aprovechamos esta oportunidad para agradecer
a los benefactores que, con sus donativos, han hecho posible su publicación
hasta ahora,
De antemano, también, agradecemos a todos los que nos ayuden para que
el boletín pueda seguir repartiéndose gratuitamente, y a más personas ami-
gas y mejorando su presentación.
Pensamos que así, en esta misma página, cumplimos con la ley y cumpli-
mos con nuestros amigos. Y que éstos también cumplirán con nosotros, como
hasta ahora y mejor que ahora.
3 (71)
EL TEMOR RESPONSABLE
La esperanza siempre mira al bien,
pero hasta que el bien no llega, an-
sias y temores agitan el pobre cora-
zón del hombre.
La esperanza que para la Iglesia
y para el mundo despertó el Concilio,
y las tensiones que suscita esta espe-
ranza que busca el bien, se hacen lla-
ma ansiosa de vivísimo anhelo, por
un lado y, por otro, temor y preocu-
pación cuando más pesada es la res-
ponsabilidad de los que deben cami-
nar adelante y precisamente delante
de los demás.
Caminar adelante, aunque es ine-
ludible deber vital, ya representa un
esfuerzo; pero caminar delante, sa-
biendo que si se camina mal, se hace
caer o se desvía a los que siguen, y
que si por evitarlo se detiene la mar-
cha, la vida se paraliza, no es extraño
que despierte temores y hasta angus-
tias. El Señor, que caminaba delante,
también las tuvo en el huerto de los
Olivos...
Estas angustias hacen santos a los
pastores y a los jefes. Es una parte de
la conversión que a ellos les pide
esta hora, porque el Concilio —hecho
cristiano —ha impuesto a todos—, de un
modo u otro, que nos convirtamos. Y
veros que no nos falta el ejemplo de
los pastores.
Si además de contemplar las acti-
tudes externas más elocuentes, pudié-
ramos penetrar sus corazones, acorta-
das las distancias, descubriríamos una
cantidad inmensa de amor solicito y
preocupado, que se esfuerza por com-
prender las exigencias de los que, des-
de fuera y desde abajo, se hacen voz
ansiosa del pueblo de Dios, para que
se acelere el andar. Esa voz que nos
llega expresada casi a diario en no-
ticias que, tal como se nos presentan,
nos turban, porque tampoco son la
verdad entera, pero que valen, como
síntoma, para que nos demos cuenta
que la parálisis no es posible, que el
Concilio no se ha congelado; que no
es posible parcelar ninguna región del
mundo, ninguna categoría de perso-
nas, ninguna comunidad humana, con
la pretensión de mantenerla, más a la
avanzada, o más atrás, o más al lado,
o simplemente "diferente de las de-
más, cuando se trata de la ley natural,
de los derechos de los hombres, de la
libertad de la Iglesia.
El Espíritu sopla fuerte en nues-
tros días y, más que nunca, su impul-
so "no debe ser extinguido" y es im-
posible resistirle, cuando, como en
otros tiempos, se hace profecía en los
imprudentes según el mundo, sabidu-
ría en los humildes y fuerza en los dé-
biles.
Esto lo perciben los que van delan-
te elegidos para apacentar la grey de)
4 (72)
Señor. A los que está encomendado el
testimonio del Evangelio, que han re-
cibido el don del Espíritu.
En estas mismas páginas ofrecemos
algunos de estos testimonios, suficien-
tes para reconocer que nuestros pasto-
res son fieles a su misión, y viven
preocupados, santamente preocupados,
no solamente para que la Iglesia siga
siendo luz puesta en lo alto pan orien-
tar el camino de los hombres, sino que
sea además, sal y levadura: sal que
dé sabor de Dios, levadura que haga
fermentar este mundo. Porque, si la
Iglesia se resignara a ser solamente
luz, podría confundirse con un inmen-
so monolito estático, monumento del
pasado, de interés turístico para los
curiosos en religión.
Pero hacer esto, con responsabili-
dad, no es tarea fácil. Las dificultades,
y el tener necesariamente que resol-
verlas sin posibilidad de aplazamiento
ni de inhibición, corresponde princi-
palmente a los que caminan delante.
Los que seguimos, hemos de compren-
der, secundar y agradecer los esfuer-
zos de nuestros pastores, en sus mis-
mos temores Impuestos por la respon-
sabilidad, para que así se transformen
en valentía cristiana; máxime cuando
la urgencia de dar testimonio del
Evangelio, no se impone como una
necesidad circunscrita a un solo lugar
de determinadas circunstancias, sino
que ha de entenderse a escala univer-
sal, sin olvidar que lo universal cada
vez se nos hace más cercano, como el
reino de Dios, que también "se acer-
ca".
CONFERENCIAS
DE
ADVIENTO
HOMBRES Y JOVENES
¿Qué espera el cristiano?
¿Qué espera el mundo del
Cristianismo?
¿Qué espera el Cristianismo
del mundo?
Días 12, 13, 14 y 15 en la sala
del ORATORIO, o las 8'30
de la tarde.
Entrada por la calle Tetuán.
Se encarece la puntualidad.
5 (73)
LA GUERRA DEL DINERO
La revista sacerdotal "ILLUMINARE", de la "Unión Misional del Clero" de
España, en el número del pasado mes de octubre, dedicado especialmente al
"DOMUND", reproducía unas palabras del Documento que un grupo de obispos
del llamado Tercer Mundo (Brasil, Oceanía, Egipto, Colombia, Líbano, China,
Laos e Indonesia) habían redactado, como manifestación de su actitud cristia-
na frente a la encíclica de Paulo VI Populorum Progressio, la Pacem in Terris
de Juan XXIII y la constitución conciliar Gaudium et Spes. Algún periódico
español se ha hecho eco del Documento, y nos parece interesante reproducir
aquí sus párrafos más expresivos.
Los pueblos del tercer mundo for-
man el proletariado de la Humanidad
actual, explotados por los grandes y
amenazados en su misma existencia
por los países que, por ser los más
fuertes, se arrogan el derecho de ser
los jueces y los policías de los pueblos
materialmente ricos.
SENTIDO DE LAS
REVOLUCIONES
En la actual evolución del mundo
se han producido y se producen revo-
luciones. No hay en ello nada sorpren-
dente. Todos los poderes establecidos
en la actualidad han nacido, en una
época más o menos lejana, de una re-
volución, es decir, de una ruptura con
un determinado sistema que ya no 92-
rantizaba el bien común y de la ins-
tauración de un orden nuevo con el
que se quería asegurarlo mejor. Lo
cual no quiere decir que todas las re-
voluciones sean necesariamente bue-
nas. Algunas no pasan de ser revolu-
ciones palaciegas que sólo sirven para
cambiar, de unas manos a otras, la
misma opresión del pueblo, y hacen
más mal que bien porque dan lugar a
"nuevas injusticias", como dice la Po-
pulorum Progressio. El ateísmo y el co-
lectivismo a los cuales creen deber su-
bordinarse ciertos movimientos socia-
les, constituyen graves males para la
humanidad. Pero la historia nos mues-
tra que ciertas revoluciones eran ne-
cesarias y que han terminado desli-
gándose de su momentánea antirrell-
gión para acabar produciendo buenos
frutos. Hoy nadie discute la revolución
que en 1789, en Francia, permitió la
afirmación de los derechos del hom-
bre. Muchas de nuestras naciones han
debido o deben llevar a cabo cambios
así de profundos.
La Iglesia sabe que el Evangelio
exige la primera y más radical revo-
lución que recibe el nombre de "con-
versión". Esta conversión reviste un
aspecto comunitario cargado de exi-
gencias en orden a la sociedad toda
6 (74)
entera. Por esto el Evangelio ha sido
siempre, visible o invisiblemente, pa-
ra la Iglesia o fuera de las Iglesias, el
más poderoso fermento que, en el
transcurso de veinte siglos, ha some-
tido a cambios más profundos a la hu-
manidad.
sin duda que, en su peregrinación
histórica terrestre, la Iglesia se ha 1-
gado prácticamente al sistema que, en
un momento dado, aseguraba el bien
común o, al menos, un cierto orden
social. Se ha ligado decimos, pero ja-
más desposado a ningún tipo de siste-
ma y, en modo alguno, al imperialis-
mo internacional del dinero.
La doctrina del Vaticano II desliga
del todo a la Iglesia de este imperia-
lismo. Y después del Concilio se le-
vantan enérgicas voces pidiendo que
se termine con la colusión temporal
entre la Iglesia y el dinero. Nosotros
mismos tenemos el deber de hacer un
serio examen de conciencia para li-
berar a nuestras Iglesias de todo tipo
de servidumbre ante la grandeza del
poder financiero internacional.
LOS SUCESOS QUE DERRIBAN
A LOS PODEROSOS Y ELEVAN
A LOS HUMILDES
Bi los cristianos y sus jefes jerár-
quicos no saben desligarse, por si mis-
mos, de los privilegios y del dinero, de
buen grado y por amor, sepamos, por
lo menos, reconocer la mano de Dios
como a hijos suyos, por medio de los
sucesos que nos obligan a estas renun-
cias.
Sin entrar en juicio de cada caso
particular, faltan a su deber los cris-
tianos que emigran de su país para
evitar las consecuencias de las revolu-
ciones, porque no permanecen solida-
rizados a su país y a su pueblo, pre-
cisamente en el momento más nece-
sario, sobre todo si estos cristianos son
ricos y do huyen, en realidad, nada
más que para poner a salvo sus rique-
zas y sus privilegios. En cuanto a nos-
otros, sacerdotes y obispos, con más
razón si cabe debemos permanecer en
nuestros puestos, porque somos como
los vicarios del Buen Pastor que, en vez
de huir como los mercenarios en el
momento de peligro, permanece junto
al rebaño dispuesto, si es preciso, &
dar la vida por los suyos.
No solamente conviene que se so-
lidaricen y que no huyan de su pue-
blo, sino que además, los cristianos y
sus pastores, deben saber reconocer la
mano del Omnipotente en estos sucesos
que, periódicamente, derriban a los
poderosos de sus tronos y elevan a los
humildes, y despiden a los ricos con
las manos vacías y sacian a los ham-
brientos. (Lucas, 1, 52-53).
Si, teniendo en cuenta ciertas ne-
cesidades para determinados progre-
sos materiales, la Iglesia en el último
siglo ha tolerado el capitalismo con el
préstamo del interés legal y otras de
sus costumbres poco conformes con el
Evangelio, hoy no puede más que ale-
grarse de ver aparecer en la Humani-
dad un nuevo sistema social menos
alejado de esta moral. Los cristianos
tienen la obligación de demostrar que
7 (75)
el verdadero socialismo es el cristia-
nismo íntegramente vivido en la jus-
ta repartición de los bienes y en la
Igualdad fundamental. En lugar de
gastar fuerzas censurándolo, sepamos
adherirnos a él con alegría, como a una
forma de vida social mejor adaptada
a nuestro tiempo y más conforme al
espíritu del Evangelio.
NO ESPERAR PASIVAMENTE
HASTA LA CONVERSION DE
LOS RICOS
El pueblo de los pobres y los pobres
de los pueblos en medio de los cuales
nos ha colocado como pastores el que
es Misericordioso, saben por experien-
cia que han de contar sólo consigo
mismos y con sus propias fuerzas más
que con el auxilio de los ricos. Aunque
sea verdad que algunas naciones ricas
y que algunos ricos concedan ayudas
apreciables a nuestros pueblos. Pero
sería una ilusión esperar pasivamente
la libre conversión de todos aquellos
de quienes nuestro padre Abraham
nos previene que "tampoco se dejarían
persuadir por un muerto que resuci-
tara" (Lucas, 16, 31). Son los mismos
pueblos pobres y los mismos pobres de
los pueblos a los que corresponde lle-
var a cabo su propia promoción.
No es lícito cubrirse con el Evan-
gelio para defender o tolerar un mun-
do repartido entre ricos y pobres. No,
Dios no quiere que haya ricos que se
aprovechen de los bienes de este mun-
do explotando a los pobres.
A los pobres corresponde instruirse
y unirse para obligar a los ricos a que
se rindan a la justicia. A los poderes
públicos corresponde la imposición del
reparto que no se ha aceptado de buen
grado. Y lo mismo debe decirse de las
naciones, aunque, por desgracia, no se
da ningún gobierno verdaderamente
establecido para regir el mundo ente-
ro, de manera que pudiera imponer la
justicia entre todos los pueblos y ha-
cer el reparto equitativo de los bienes
entre ellos. Un gobierno mundial así
debe pedirse y debe instaurarse.
Los obispos que firman este docu-
mento, en modo alguno desean fomen-
tar la lucha de clases, y se dirigen es-
pecialmente  a los ricos para que pon-
gan fin, precisamente ellos, a la mis-
ma. Los gobiernos deben aplicarse a
acabar con esta lucha de clases que
demasiado a menudo los ricos han sus-
citado y aún mantienen contra los tra-
bajadores a los que explotan con sala-
rios insuficientes y condiciones inhu-
manas de trabajo. Es como una gue-
rra subversiva que el dinero viene des-
arrollando desde hace tiempo solapa-
damente a lo ancho del mundo, aplas-
tando pueblos enteros. Es hora de que
los pueblos pobres, sostenidos y guia-
dos por sus gobiernos legítimos, defien-
dan eficazmente su derecho a la vida.
La proyección de la fe en las estructuras sociales humanas debe
realizarse así: trabajando dentro de ellas, ordenándolas según sus
valores y sus fines, pero refiriéndolas siempre a Dios.
N. JUBANY, obispo de Gerona.
8 (76)
La Púrpura en el Lazareto
Con este mismo título, el 10 de noviembre, comentaba "L'Osservatore Ro-
mano" la decisión del cardenal Léger, arzobispo de Monreal, en el Canadá, de
renunciar a su diócesis, para trasladarse a una leprosería africana y, bajo la
dirección del obispo correspondiente, dedicar su servicio y sus ministerios sa-
cerdotales, a aquellos pobres enfermos.
Según parece, desde hace tempo el cardenal Emilio Léger sentía la lla-
mada de su conciencia para abrazar esta decisión y, solamente ahora, el Papa
Paulo VI, ha accedido a que la ponga en práctica.
Con ocasión del Sínodo de Obispos, celebrado en Roma recientemente, na
declarado que "ha sido precisamente durante la discusión sobre la fe y el ateís-
mo, que ha convertido en una cuestión de conciencia plantearse su futuro, 1
que el Senior Le pedía que convirtiera en obra lo mismo que se atrevía a decir
de palabra".
El cardenal Léger, promovido a la sagrada púrpura por el Papa Pío XII,
cuenta, actualmente, 63 años, y en el transcurso de su solicitud pastoral, ha
demostrado siempre su predilección y su gran preocupación por los pobres del
mundo; esta preocupación se hizo patente también en sus intervenciones con-
ciliares. Por otra parte, como mentalidad, se ha manifestado siempre abierto a
la comprensión de los problemas más dramáticos y espinosos de la moral mo-
derna, en particular sobre libertad religiosa y en asuntos relacionados con el
control de natalidad.
Cuando le han objetado por qué toma el esta decisión, cuando tanto bien
puede hacer desde el lugar preeminente que ocupa en la Iglesia, replica que,
para este lugar, no será difícil encontrar a otros mejores que él y que no en-
tiende por qué razón, el cardenalato, le ha de ser impedimento para hacer la
obra buena que se propone.
9 (77)
ESQUEMA 14
Hace dos años, precisamente el 7 de diciembre de 1965, se repartía a todos
los Padres Conciliares, una declaración firmada por la cuarta parte de los obis-
pos asistentes al Concilio Vaticano II que, sin que se tratar de un documento
oficial del Concilio, era de todos modos indicador del deseo de reforma según
el espíritu del Evangelio, que animaba a ese gran número de obispos que se
imponían el compromiso de una revisión profunda en su vida y ministerio de
pastores de la Iglesia de Jesucristo. Podemos suponer que este deseo se harta
extensivo a los demás obispos.
Consta de una breve introducción y trece puntos, que vamos a reproducir
íntegramente, para edificación de los fieles. A continuación de cada punto, adu-
cimos las citas neotestamentarias inspiradoras del texto.
Dice así el documento:
Nosotros, obispos reunidos en el Concilio Vaticano II; habiendo recibido luz
sobre las deficiencias de nuestra vida de pobreza según el Evangelio; animados
los unos por los otros, en un camino en que cada uno de nosotros quisiera evi-
tar la singularidad y la presunción; unidos a nuestros hermanos en el Episco-
pado; contando sobre todo con la fuerza y la gracia de Nuestro Señor Jesu-
cristo, con la oración de los fieles y de los sacerdotes de nuestras respectivas
diócesis; puestos por el pensamiento y por la oración delante da la Trinidad,
ante la Iglesia de Cristo, ante los sacerdotes y los fieles de nuestra diócesis,
humildemente conscientes de nuestra debilidad, pero a la vez con toda la de-
cisión y la fuerza que Dios tiene a bien concedernos, nos comprometemos a lo
siguiente:
1. Intentaremos vivir según el modo ordinario de nuestra población en lo
concerniente a la habitación, el alimento, los medios de locomoción y todo lo
que con esto se relaciona..
—Bienaventurados los pobres de espíritu, porque suyo es el reino de los
cielos. (Mt 5, 3).
—Buscad primero el reino de Dios y su Justicia, y todo lo demás se os
dará por añadidura. (Mt 6, 33).
—Las raposas tienen cuevas y las aves del cielo nidos, pero el Hijo del
hombre no tiene donde reclinar la cabeza. (Mt 8, 20).
10 (78)
2. RENUNCIAMOS para siempre a la apariencia y a la realidad de la riqueza,
especialmente en los vestidos (telas ricas, colores llamativos), las insignias de
materiales preciosos, porque estos signos deben ser realmente evangélicos.
—Envió a los doce... encargándoles... que se calzasen con sandalias y no
llevasen dos túnicas (Mc 6, 9).
—No llevéis oro rad plata ni cobre en puesto cinto, ni alforja para el ca-
mino, Ni dos túnicas, ni sandalias, ni bastón, porque el obrero es acree-
dor de su sustento. Mt 10, 9-10).
—Y Pedro dijo: no tengo oro ni plata. (Act 3, 6).
3. No poseeremos ni Inmuebles, ni muebles, ni cuentas bancarlas, u otras
cosas a nuestro propio nombre; y si es preciso poseer, pondremos todo a nom-
bre de la diócesis o de las obras sociales o caritativas,
—No alleguéis tesoros en la tierra, donde la poluta y el orín los corroen
y donde los ladrones horadan y roban. Donde está tu tesoro allí estará
tu corazón. (Mt 8, 19, 21).
—Vended vuestros bienes y dadlos en limosna: haceos bolsas que no se
gastar, un tesoro inagotable en los cielos, donde ni el ladrón llega ni
La polilla corroe. (Lc 12, 33).
4. Siempre que sea posible confiaremos la gestión financiera y material en
nuestras diócesis a un comité de seglares competentes y conscientes de su fun-
ción apostólica, con el fin de ser menos administradores y ser mas pastores y
apóstoles.
—Lo que recibís gratis, dadlo gratis. (Mt. 10,8).
—No es justo que nosotros desatendamos la palabra de Dios para servir
las mesas. Elegid, pues, oh hermanos, de entre vosotros, a siete va-
rones de buena fama, menos de espíritu y sabiduría, a los cuales en-
treguemos este cargo. Nosotros, empero, perseveraremos en la oración
y el ministerio de la palabra. (Act. 6. 2-4, y contexto).
5. Renunciamos a ser llamados de palabra o por escrito con nombres y
títulos que indican grandeza y poder (eminencia, excelencia, monseñor). Pre-
ferimos ser llamados con el nombre evangélico de Padre,
6. En nuestro proceder y en nuestras relaciones sociales evitaremos lo que
puede parecer que damos privilegio, prioridad e incluso cualesquiera título de
preferencia a los ricos y los poderosos, por ejemplo, banquetes ofrecidos o
aceptados, clases en los servicios religiosos.
11 (79)
—Viéndola Jesús la llamó y le dijo: Mujer, estás curada de tu enferme-
dad. Le impuso las manos y al instante se enderezó, v glorificaba a
Dios. Interviniendo el jefe de la sinagoga, lleno de ira porque había
curado en sábado, decía a la muchedumbre: Hay seis días en los cua-
les se puede trabajar, en éstos, venid y curaos, y no en día de sábado.
(Lc. 13, 12-14).
—Ha ordenado el Señor que los que anuncian el Evangelio vivan del
Evangelio. Yo, por mi parte, no me aprovecho de nada de esto... De
todos me hice esclavo para ganar al mayor número posible. (1 Cor. 9.
14... 19).
7. Igualmente evitaremos fomentar o adular la vanidad de nadie con la
Intención de recompensar o solicitar dones, o por cualquier otro motivo. In-
vitaremos a nuestros fieles a considerar estas aportaciones como una partici-
pación normal en el culto, en el apostolado y en la acción social.
—Cuando hagas limosnas no vayas tocando la trompeta delante de ti,
como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser
alabados de los hombres, en verdad os digo que ya recibieron su recom-
pensa. Cuando des limosna, no sepa tu izquierda lo que hace tu dere-
cha, para que tu limosna sea oculta, y el Padre, que de lo oculto, te lo
premiará. (Mt. 6, 2-4).
—Alegraos conmigo... La alegría de los ángeles en el cielo por un pecador
que hace penitencia. (Lc. 15, 9-13).
—No os seré cargoso; que no busco lo vuestro, sino a vosotros. (2 Cor.
12, 14).
8. Daremos cuanto sea necesario de nuestro tiempo, reflexión, corazón, me-
dios, etc., al servicio apostólico y pastoral de las personas y grupos de trabaja-
dores y económicamente débiles y subdesarrollados, sin que esto perjudique &
los demás grupos y personas de la diócesis. Apoyaremos a los seglares, reli-
giosos, diáconos o sacerdotes que el Señor llame 4 evangelizar a los pobres y
obreros participando de la vida obrera y del trabajo.
—El Espíritu Santo está sobre mí, porque me ungió para evangelizar a los
pobres... (LC. 4, 18).
Ningún profeta es tenido en poco sino en su patria y entre sus pa-
rientes y en su familia. (Mt. 8, 4).
—Venid a mi todos los que estáis fatigados y cargados, que yo os aliviaré.
(Mt. 11, 28).
12 (80)
—Y por ser del mismo oficio se quedó con ellos, y trabajaba, porque eran
de oficio fabricantes de tiendas de campaña. Discutía cada sábado en
la sinagoga y se esforzaba en convencer a judíos y a griegos. (Act. 18,
3-4).
—Plata, oro o vestido, de nadie lo codicié. Vosotros mismos bien sabéis
que a mis necesidades y a las de los que andan conmigo han proveído
estas manos. Siempre os mostré que así, trabajando, hay que socorrer
a los débiles, y acordarse de las palabras del Señor, que dijo: Mejor
felicidad es dar que recibir. (Act. 20, 33-35).
—Nos fatigamos trabajando con nuestras propias manos. (1® Cor. 4, 12.—
Ver también 9, 1-27).
9. Conscientes de las exigencias de la justicia y de la caridad y de sus re-
laciones mutuas, intentaremos transformar las obras de "beneficencia" en obras
sociales basadas en la Justicia y la caridad, que tengan en cuenta a todos y
todas las exigencias, como un humilde servicio a los organismos públicos com-
petentes.
—..Venid benditos de mi Padre... tuve hambre y me disteis de comer…
cuantas veces hicisteis esto a uno de estos hermanos míos más peque-
ños, a mí me to hicisteis... (Mt. 25, 31-46).
10. Haremos todo lo posible para que los responsables de nuestro gobierno
y de nuestros servicios públicos decidan y pongan en aplicación las leyes, las
estructuras y las instituciones sociales necesarias para la justicia, la igualdad
y el desarrollo armónico y total de todo el hombre y, por este camino para
el establecimiento de un orden social distinto, nuevo, digno de hijos de hom-
bre y de hijos de Dios.
—Todos los que habían abrazado la fe vivían unidos y tenían las cosas
en común; y vendían las posesiones y los bienes, y lo repartían entre
todos, según la necesidad de cada cual. (Act. 2, 44-45).
—La multitud de los creyentes tenía un solo corazón y una sola alma, y
ninguno decía ser propia suya cosa alguna de las que poseía, sino que
para ellos todo era común. (Act. 4, 32 y siguientes).
—2ª Cor. capítulos 8 y 9 enteros.
—Si alguna mujer fiel tiene viudas allegadas, socórralas de lo suyo y no
sea grabada la Iglesia, a fin de que se pueda socorrer a las que verda-
deramente son viudas. (14 Tim. 5, 16).
13 (81)
11. Puesto que la colegialidad de los obispos encuentra su más evangélica
realización en el interés común por las masas humanas en estado de miseria
física, cultural y moral—los 2/3 de la humanidad nos comprometemos:
—a participar, en la medida de nuestras posibilidades, en las inversiones ur-
gentes de los episcopados de las naciones pobres;
—a conseguir juntos, en el plano de los organismos internacionales, pero como
testimonio del Evangelio, tal como hizo el Papa Paulo VI en la O.N.U., la
puesta en marcha de estructuras económicas y culturales que no fabriquen
naciones proletarias en un mundo cada vez más rico, sino que permitan a
las masas pobres salir de su miseria.
12. Nos comprometemos a compartir con amor pastoral nuestra vida con
nuestros hermanos en Cristo, sacerdotes, religiosos y seglares, para que nuestro
ministerio sea un verdadero servicio; por lo tanto:
—nos esforzaremos en "revisar nuestra vida" con ellos,
—suscitaremos colaboradores, con el fin de ser más bien animadores según el
espíritu, que jefes según el mundo;
—procuraremos que nuestra presencia sea más humana y acogedora;
—nos mostraremos abiertos a todos, sea cual sea su religión.
—El que quiera venir en pos de mi, niéguese a sí mismo, tome su cruz y
sígame. Pues quien quiera salvar su vida, la perderá, y quien pierda la
vida por mí y el Evangelio, ese la salvará. (Mc 8, 34-35).
—Que los diáconos sean respetables, sin doblez en sus palabras, que no
sean bebedores, ni dados a sórdidas ganancias; que guarden el miste-
rio de la fe con una conciencia pura. Probados primero; luego ejer-
citados en las funciones del diaconado, si fueren hallados irreprensi-
bles. (Act 3, 8-10).
13. Vueltos a nuestra diócesis respectivas, daremos a conocer a nuestros
diocesanos nuestra decisión, rogándoles nos ayuden con su comprensión, su
colaboración y su alegría.
Que Dios nos ayude a ser fieles.
Toda la vida he luchado para que se avengan este poeta y
este león que viven dentro de mí.
Cardenal LEGER.
14 (82)
Holanda, o la osadía del
Espíritu
Todas las revistas católicas, más o menos preocupadas por dar a sus lecto-
res las noticias o estados generales de opinión o conocimiento de los movimien-
tos importantes suscitados en el seno de la Iglesia, se han ocupado del "fenó-
meno de Holanda", porque lo que allí ocurre no es un suceso o una serie de
sucesos más, en la línea de lo avanzado, sino una verdadera reacción o cambio
de actitud, si se tienen en cuenta las características de un pasado tradicional-
mente conservador, hasta colocarse en la vanguardia, osada y valientemente,
de la renovación despertada por el Concilio Vaticano II.
Al enjuiciar el "fenómeno holandés", se manifiestan inevitablemente los pre-
juicios progresistas o conservadores de los que dan su parecer, sea porque ven
en Holanda un anuncio esperanzador hacia el paso que debe dar la Iglesia en
todas partes, o sea, por el contrario, porque piensan encontrar motivos para te-
mer una incipiente herejía o cisma religioso. Como quiera que se juzgue, no
puede pasarse por alto la significación que todo ello tiene para la Iglesia y, por
este motivo, es conveniente se conozca, de algún modo, lo que allí ocurre.
En vez de resumir las interpretaciones que, de uno u otro bando, se han da-
do desde fuera de Holanda, nos parece más útil reproducir el texto de unas
declaraciones hechas a un periodista por un eminente monje benedictino, de la
Abadía de S. Pablo, en Oosterhout: un hombre en el que convergen la expe-
riencia de la edad nació en 1880...) y la juventud de corazón; de la generación
de Jacques y Raisa Maritain, autor de numerosos libros —¿quién no conoce
"Nostalgia de Dios"?— traducidos a todas las lenguas europeas, director de la
Editorial Desclée de Brouwer, por los 30; varias veces condecorado... Se trata
del P. Pieter van der Meer de Walcheren, O.S.B., holandés. Reproducimos, a
continuación, sus palabras:
"A los ojos de muchos, los católicos holandeses, somos neoprotes-
tantes. Nuestras grandes figuras teológicas, como Schillebeeckx, Schoo-
nenberg y otros, son a veces consideradas como herejes por ciertos am-
bientes. Herejes de una herejía que aún no se le ha dado nombre, pero
que no por eso les parece menos peligrosa. Estos teólogos, que yo conoz-
co personalmente y de los que he leído atentamente la obra, son sin
15 (83)
embargo gente que osa pensar. Es quizá esa osadía la que se les toma
mal. Si esa gente, que muy frecuentemente se preocupa con la mejor
voluntad, me preguntara lo que yo pienso, los tranquilizaría. Les diría
que Holanda vive un tiempo de maravilloso rejuvenecimiento, de re-
novación. Y como no puede ser de otro modo: también un tiempo de
transición. Pero es que el Espíritu Santo es así: es un Espíritu renova-
dor y creador, que cada día, como decimos en la oración, "renueva la
faz de la tierra", que cada día "envía su Espíritu y son creadas todas
las cosas".
"Porque Dios no es un rentista; Dios es Creador, un continuo Crea-
dor. Y ese es el Dios que se ha despertado como una primavera en la
sangre de los católicos holandeses. Nuestro pueblo no es un pueblo de
entusiastas y de ilusos; el temperamento holandés es flemático, realista."
"Ahora hemos abierto las ventanas y las puertas... y se nos han
enfriado los viejecitos de corazón. Pero respiramos aire fresco".
"A los que nos pregunten si lo que pasa entre nosotros es una crisis
de adolescencia o el mal de la anarquía, que minará, por fin, hasta la
autoridad de los obispos sobre el clero y los fieles, hemos de contes-
tarles que los holandeses tenemos una larga historia como defensores
de la libertad de conciencia. Desde Descartes y Espinosa, pasando por
los Anabaptistas hasta Ortega y Gasset, son muchos los que han en-
contrado en Holanda un lugar donde refugiarse en su destierro y pro-
nunciar profecías que no eran comprendidas o toleradas en su patria".
Nuestro pueblo aprecia la sinceridad. El ecumenismo lo llevábamos
en la sangre y sólo haciendo violencia a nuestra naturaleza hemos
construido una estructura intolerante. Hoy descubrimos nuestro ser
profundo y comprendemos que hemos vivido a contrapelo. Y nuestros
obispos saben lo que es sinceridad. El tiempo de la centralización y el
clericalismo han pasado aquí. Quizá la transición vaya acompañada de
algunos excesos, como cuando los jóvenes cambian de voz, que se les
escapan gallos disonantes. Pero el crecimiento trae un progreso de la
conciencia católica de los fieles, que ahora se hace adulta y que com-
pensa con creces esas pequeñas disonancias".
"Personalmente, pues, no me alarma lo que veo aquí. Soy optimista
por naturaleza y por gracia. Existen católicos a los que falta sensibili-
dad para integrar lo humano en su fe, y yo me inclino a creer que esta
insensibilidad es pecado".
"Si los que buscan abrirse al mundo y a los hombres como Cristo
lo hizo, pueden parecer anarquistas, es porque hay quienes se empeñan
en considerarse amenazados o agredidos. En realidad, nadie piensa en
16 (84)
agredirlos: son ellos los que se tornan agresivos. Pero esta es una vieja
historia y se repite cada vez con los que promueven la renovación.
"A veces se ha dicho que la transformación que se opera aquí se
debe 4 estar encerrados en un espíritu provincial, falto de visión uni-
versal. Pero basta para rebatirlo el enunciado de este hecho: en Ho-
landa somos cuatro millones y medio de católicos y contamos con 15.000
sacerdotes. De ellos 5.000 trabajan diseminados por todo el mundo. Solo
en Brasil hay 1.000 sacerdotes holandeses. Fuera de Holanda hay se-
tenta diócesis de misión 4 cargo de obispos misioneros holandeses,
cuando resulta que Holanda no tiene más que siete diócesis. Y eso que
con estas cifras no contamos con los religiosos y religiosas y apóstoles
laicos. (Compárese con las cifras que pueden ofrecer otros países ma-
sivamente "más" católicos...)".
"El clima de rejuvenecimiento que hoy vivimos en Holanda es con-
secuencia y prolongación de la renovación del catolicismo europeo, en
el que se destacaron las figuras de Jacques Maritain, León Bloy. Peguy,
Lagrange, en los últimos cincuenta años. León Bloy, por ejemplo, era
un hombre de Iglesia, a pesar de sus críticas a obispos y sacerdotes,
huraños y alejados del mundo, e lo sumo gente de libros. León Bloy
había reconocido en los sacerdotes obreros al sacerdote de sus sueños:
hombre para los hombres, que no se siente "élite" ni "elegido". Cuando
yo veo en el fin de mi vida este despertar y rejuvenecerse de la Iglesia
con el que soñé toda mi vida, pienso que el presente es siempre más
hermoso que todo lo pasado. Uno experimenta que Cristo está en el
centro de lo que ocurre".
Veo cómo dentro y fuera de Holanda surgen nuevas figuras que
recogen la antorcha de los precursores. Hombres extraordinarios que
viven la responsabilidad de la hora".
"Hay quienes se asustan viendo lo que está pasando. Se asustan de
la voz del Señor, como los Apóstoles cuando lo veían resucitado. Pero
Él nos tranquiliza: "No temáis, yo estoy con vosotros y yo he vencido
el mundo".
"Si nos asustamos es porque somos hombres de poca fe y nos falta
la osadía del Espíritu".
HOMBRE, JOVEN..
asiste a las
CONFERENCIAS DE ADVIENTO.
17 (85)
LA VOZ
DE LOS SEGLARES
Nada nos parece mejor, para dar una idea del dinamismo eclesial imprimido
on el III Congreso Mundial del Apostolado Seglar, celebrado en Roma el pasado
mes de octubre, que ofrecer resumido, el discurso de clausura, interesante por
diversos motivos. En primer lugar, porque ocupó, en el programa general, el
lugar en que debía polarizar la aportación de todos los seglares, como último y
significativo latido de una asamblea viva e impaciente, que quería hacerse voz
concreta ante los pastores (por descontado ante el Papa, que luego recogería
y refrendaría en su discurso memorable; y también por la circunstancia de
celebrarse, paralelamente, el Sínodo de Obispos); en segundo lugar, por la re-
presentación del orador, presidente internacional de Paz Romana y miembro
del Consejo de los Laicos, de nombramiento pontificio; y en último lugar, y
sin apasionamientos nacionalistas, por ser un español, seglar y español, aun
cuanto su presencia y su cometido sobrepasaba la simple representación patria,
pero precisamente por este motivo aún más elocuente y esperanzador, si cabe,
porque él solo bastaba para demostrar, ante el mundo, que no todo el catolicis-
mo español es "catolicismo viejo", cuando hay hombres de espíritu tan univer-
sal, tan verdaderamente católicos, que nos los pueden poner en la cima de las
asambleas de la Iglesia, cuando éstas rebasan el cerco doméstico, en el que
demasiadas veces, el catolicismo es sólo un adjetivo nacional,
He aquí el resumen del discurso de Joaquín Ruiz Jiménez:
18 (86)
Ha sido éste un Congreso masivo, con el mérito de la universalidad y el
defecto del agobio, de espacio y de tiempo; ha sido un Congreso ambicioso, con
el afán de abarcar todo el panorama de la problemática humana de nuestra
época, de oír los gritos de los hombres y hasta los tremendos y acusadores si-
lencios de los pueblos mudos... Ha sido un Congreso caliente y vibrante. No ha
sido, en suma, un Congreso de ángeles, intemporal y etéreo, sino una apasiona-
da e impaciente asamblea —¡Iglesia!— de cristianos en el corazón de una tierra
de hombres.
Hemos experimentado tres acuciantes sensaciones:
—La sensación de marcha, de movimiento, porque en pocos años se ha ca-
minado un trayecto de siglos en la apertura de la Iglesia al mundo, en la bús-
queda de la unión de los cristianos, y en la participación activa de los seglares
en la misión de la Iglesia.
—La sensación de urgencia, de marcha acelerada, atosigante a veces, porque
ese es el ritmo de la historia y ante ese ritmo cualquier detención—10 ya cual-
quier retroceso—sería un tremendo pecado colectivo, que tal vez el Señor no
nos perdonaría...
—La sensación de que, en esa marcha—muy imperfectamente todavía, pero
con pasos inequívocos— los obispos y los fieles, la Jerarquía y los seglares avan-
zamos juntos y dialogamos cada vez más y aunque nosotros seamos impacien-
tes, lo hacemos por amor a la Iglesia misma y a sus Pastores...
Para el futuro se adivinan tres perspectivas fundamentales:
—La perspectiva de una Iglesia cada vez más comunitaria y vital, con san-
gre del Pueblo de Dios desde abajo, y luz y orientación y guía desde arriba...
No se trata de contra poner a la Jerarquía una especie de "sindicato de laicos",
ni armar una lucha de clases en la Iglesia: los Jerarcas con el "poder" y los
fieles más o menos a su conquista... Se trata de algo inmensamente más hondo
y más sencillo: la coparticipación activa (desde la Liturgia hasta la transfor-
mación del orden temporal querido por Cristo) en una enorme tarea común.
—La perspectiva de una Iglesia cada vez más testimonial desde el corazón
del mundo, más coparticipe de toda ella —Jerarquía, sacerdotes, seglares— de
las angustias y de las esperanzas de los hombres... Pero eso, a su vez, requiere
iniciativa, audacia, incluso en los seglares, y verdadero respeto a la legitima
órbita de libertad en la reestructuración del orden temporal. Para dar ese tes-
timonio hay que hablar el lenguaje de los hombres, no sólo el de los hombres
19 (87)
de Roma, ni el de los de Occidente, sino el de todos los pueblos del mundo: un
lenguaje nuevo, con categorías mentales nuevas, con sentimientos nuevos...
―La perspectiva de una Iglesia en marcha donde todos palpitaremos con
una fe a la vez sencilla y existencial. Es el año de la fe. El Papa nos lo recuer-
da una y otra vez y se lo debemos agradecer desde lo más hondo y pedirle que
nos ayude a ser fieles a esa fe, no sólo en roce con los que no la temen, sino
también en contacto con los que tienen "demasiada fe"... Esos, los que ten pe-
ligros por todas partes y quisieran guardar a la Iglesia como un bastión, y es-
conder la luz bajo el celemín... A ellos nos atreveríamos a decirles: "Hombres
de mucha fe ¿por qué dudáis?" Porque nosotros, seglares en la brecha, con
nuestra fe pequeña, erosionada por la vida, una fe agónica más de una vez,
pero que se reactiva v nos hace vivir, nosotros... no dudamos de la marcha de
la Iglesia, nosotros tenemos la viva esperanza de que el Pueblo de Dios camina,
tiene que caminar, a la cabeza de la enorme caravana de los hombres.
LAUS DEO
Director: P. Ramón Mas, C. O.
Edita: Congregación del Oratorio - Apartado 182.-Albacete.
Imprime: LA VOZ DE ALBACETE, S. López, 14 - 4-12-67.
Depósito Legal: AB 103-62.
20 (88)