BOLETIN
DEL ORATORIO DE ALBACETE. |
N.º 67. FEBRERO. 1968. |
EL GRAN DOLOR |
Hay un dolor de la
Humanidad hecha Cristo, en el Calvario del mundo: |
el dolor de los que mueren
de hambre cada día 40.000), el dolor de los que |
son destrozados por la
guerra, el dolor de los oprimidos por la injusticia. |
Es un dolor grande como el
mundo, en la noche de todas las angustias, mientras |
espera el amanecer del
reino de Dios. Un dolor que no cabe en el corazón; |
que hay que gritarlo. Un
dolor que comprime la vida, un dolor que derriba al |
hombre, un dolor que
insulta su esperanza... Unos quieren el bien y no lo al- |
canzan; otros pueden
alcanzarlo y no lo quieren. Unos se mueren de no tener, |
y otros del miedo de
perder lo que tienen. ¡Hay un gran dolor en el mundo! |
Es preciso entrar en ese
mar amargo y bautizarse en su dolor, para que |
no sea sólo lamento, sino
limpieza de las almas y todas las ansias se hagan pu- |
ras y seamos capaces de
apasionarnos por la verdad, y la verdad nos haga |
libres, y la libertad
capaces de amor. |
Hay un gran dolor en el
mundo —hambre, guerras, injusticias, porque |
no hay bastante amor.
Dolor universal, estigmas de Cristo en el corazón de |
todos los hombres, que se
retuercen gritando, y aspiran y quieren y exigen el |
bien y la paz y el amor.
El mundo desfallece de falta de amor. Los hombres |
gritan, pero no hablan;
los hombres miran, pero no ven; los hombres cuentan, |
pero no aman. |
1 (21) |
Si el amor no nos
convence, crujirá en llamas de dolor hasta quemar to- |
dos los mitos que separan
a los hombres. |
Hay un mundo por hacer y
no sólo una vida que vivir. El que vive su vida |
solo, se atrofia. El que
la vive en grupo, se hace sectario. Solamente el que la |
vive con el mundo, se hace
completo, universal; solamente vive el que se suma |
a la vida de todos. |
Hay un dolor en el mundo
que los cristianos hemos de convertir en espe- |
ranza: porque nosotros que
fuimos bautizados en el dolor y la muerte de Cristo, |
podemos comprender todos
los dolores y asumirlos para que sean resurrec- |
ción y vida. |
TU CUARESMA: |
– Ante todo, procura oír
misa todos los días. Sé regular y pun- |
tual: una misa recortada
es un racimo de gracias resbaladas. |
Ni el desorden ni la
pereza disponen para nada santo. |
Atiende a las lecturas del
sacerdote: repásalas en la Biblia |
antes o después, en tu
casa. Intenta retener y aplicarte las |
ideas de la homilía, si la
hay. |
Comulga. Una misa sin
comulgar es un convite sin comida, no |
salgas del templo en
ayunas de Dios. El abrazo de la Eucaris- |
tía te une el Señor y a su
Iglesia. Descubrirás tesoros para tu |
vida de cristiano. |
Luego, acuérdate del
Señor; pero trabaja y cánsate en el |
mundo que EL te ha dado
para que lo hagas mejor. |
Ve al templo que te coja
más cerca, o te sea más cómodo, o te sientas |
más a gusto: el Señor es
el mismo en todas partes Aquí en el Oratorio, los |
días laborales, tenemos la
celebración fija de la santa Misa a estas horas: |
7'45 de la mañana, y 8 de
la tarde, |
siempre con una brevísima
homilía, de modo que la celebración no dura |
más de 25 minutos. Se
puntual, si vienes, que nosotros también lo |
somos pensado en la
escasez de tu tiempo. |
2 (22) |
OTRAS HAMBRES |
La limosnería no puede
resolver los males del mundo. No todo lo que se |
entiende por
"caridad" basta para hacernos cristianos; ni lo de "hacer
caridad" |
es suficiente para hacer
el bien, el bien necesario, inaplazable. |
Otras hambres más
terribles que las de pan —con ser ésta tan grande— |
Padece y consumen al
mundo. La limosna apenas alcanza a cumplir la misión |
de símbolo, sin llegar a
remediar una parte solamente mínima de los males en |
cuyo nombre se invoca: es
más propaganda para despertar conciencias, que so- |
lución de los males que
padecemos. Tampoco basta adormecer con esperanzas |
eternas la urgencia
temporal de lo que la vida exige. Sería demasiado cómodo |
y egoísta, además de
despreciar estos dones recibidos de Dios: la vida y el mun- |
do en que se contiene. |
A propósito de la
"Campaña del Hambre" ha escrito el cardenal primado, |
doctor Pla y Daniel:
"El objeto que se pretende cubrir no es el de la ayuda |
momentánea y limosnera,
que escasamente podría paliar la verdadera realidad |
de un problema tan
sobrecogedor, como el que el 60 por ciento de la Humani- |
dad este deficientemente
alimentada, mientras la riqueza se concentra en unos |
pocos; sino en el
promoverlos cristianamente para que ellos mismos, por sí |
solos, ayudados con la
caridad cristiana de todos los hermanos, puedan llegar |
a encontrar la solución
definitiva de su problema, que en la mayoría de los |
casos no solamente es
problema de hambre material, sino que existen otras |
hambres más terribles y
amenazadoras: hambre de verdad, de justicia, de cultu- |
ra y de Dios". |
No es necesario estar
dotados de excesiva agudeza para poder adivinar, |
en todas las agitaciones
que conmueven a los hombres y, en especial, a la ju- |
ventud de nuestro tiempo
la exigencia consciente o inconsciente de una justicia |
que falta, de una
autenticidad que se esconde y prostituye entre enmascara- |
mientos exhibidos como
ideales que no resisten la menor dialéctica... Agitación |
de los espíritus que Dios
mismo despierta y conmueve, para que, más allá de |
las caducas estrecheces y
de moldes que ya no sirven, aceptamos como "signo |
de los tiempos" la
exigencia de ser más hermanos, todos los hombres de todos |
3 (23) |
los pueblos, derribando
cuantas barreras sea preciso para que, lo que Dios |
nos ha dado para todos,
sea realmente repartido entre todos. |
Dice aún el cardenal:
"Su Santidad Pablo VI en su reciente encíclica Po- |
pulorum Progressio, ha
hecho una vibrante llamada a todo el mundo urgiéndole |
a procurar, sin dilación,
el apremiante deber del desarrollo estable y perma- |
nente de los pueblos
pobres, no solamente con subsidios de emergencia, sino |
con soluciones adecuadas
al terrible problema del hambre en el mundo. Son |
palabras de Pablo VI en la
Populorum Progressio: "Vosotros todos los que |
habéis oído la llamada de
los pueblos que sufren; vosotros los que trabajáis por |
darles una respuesta:
vosotros sois los apóstoles del desarrollo auténtico y ver- |
dadero, que no consiste en
la riqueza egoísta y deseada por sí misma, sino en |
la economía al servicio
del hombre, el pan de cada día distribuido a todos, co- |
mo fuente de fraternidad y
signo de providencia.". |
Resumiendo el pensamiento
latente en esa encíclica papal, podríamos decir |
que hay que repartir
cultura, hay que instruir y promover ante todo los espí- |
ritus; sólo así serán
capaces de responsabilidades; sólo si son responsables po- |
drán tener cuanto les
falta. Sólo así, sabiendo, pudiendo y teniendo, podrán |
ser hombres totalmente. Y
entonces, esta Humanidad nueva, recibirá a Dios, |
no como la razón de todo
lo inexplicable, no como la bandera de un partido, no |
como el refugio de las
debilidades, ni como un premio añadido a los egoísmos |
"lícito de la tierra,
sino como la Vida, como la fuente de la vida, como el |
Padre de muchos hermanos,
de todos los hombres, nacidos de su amor, cre- |
cidos en su amor. |
SOBRE DIALOGO Y SILENCIO |
«Para quien ama la verdad,
la discusión siempre es posible. Pero obstáculos |
de índole moral aumentan
enormemente las dificultades por la falta |
de suficiente libertad de
juicio y de acción y por el abuso dialéctico |
de la palabra, dirigida no
ya a la búsqueda y expresión de la verdad |
objetiva, sino puesta al
servicio de fines utilitarios preestablecidos. |
Por eso el diálogo callo.
La Iglesia del silencio, por ejemplo, calla, |
hablando sólo con su
sufrimiento, y le acompaña el sufrimiento de |
una sociedad oprimida y
envilecida, donde los derechos del espíritu |
se ven atropellados por
los derechos de quien dispone de sus destinos». |
(Ecclesiam suam, nn. 95,
96). |
4 (24) |
PANCARTAS |
"La pancarta del
anticomunismo |
para justificar la lucha
vietnamita es |
una argumentación bastante
simplis- |
ta", escribía, hace
pocos días, Salvador |
Pániker, desde "La
Vanguardia". |
No obstante, es innegable
que, con |
esta pancarta, los
americanos han |
montado una propaganda,
dentro y |
fuera de su casa, capaz de
encandi- |
lar a muchos, incluso a
muchos cris- |
tianos (?), sobre todo
cuando se ha |
tratado de éstos que son,
antes que na- |
da, anticomunistas y
luego, si les que- |
da espacio y si les puede
servir para |
algo, también
cristianos... |
Ha sido necesaria la
propaganda |
inevitable, sangrienta y
gratuita —por |
lo menos esta vez— de los
desastres |
americanos en aquella
tierra quemada, |
para que el coro de
aduladores comen- |
zara a desafinar, se
redujera en segui- |
da al silencio y
recomenzara unos acor- |
des discretos de crítica
que le hagan |
aparecer como desligado
del posible |
vencido; y el descuido de
la censura |
que ha dejado pasar a todo
el mundo |
asesinatos televisados de
anticomunis- |
tas, ha despertado las
conciencias más |
aletargadas para unirse al
clamor de |
acusación por el genocidio
que allí se |
perpetra. |
El anticomunismo no
justifica to- |
do eso. El Cristianismo,
en absoluto, |
mucho menos. |
Cuando, hace algo más de
un año, |
por nuestras latitudes aún
habría sido |
interpretado, en más de
una ocasión, |
como enemigo de Dios quien
hubiese |
osado anticipar
afirmaciones tan ro- |
tundas, ya en Estados
Unidos, se pre- |
guntaba la revista
católica "Common- |
weal" si "eso
del anticomunismo no |
era acaso un mito"
para justificar cual- |
quier forma de violencia
de "los bue- |
nos"... Concretamente
hacía estas |
afirmaciones: "Los
Estados Unidos |
deben marcharse del
Vietnam, aun al |
precio de una victoria
comunista. La |
guerra en Vietnam es una
injusticia. |
Lo que allí se está
haciendo es un cri- |
men y un pecado". |
En defensa de lo más noble
del |
pueblo americano hemos de
alabar que, |
como éstas, muchas otras
palabras se |
dijeron en voz alta,
protestando de la |
violencia y de la
injustica: bastaría co- |
mo muestra el reciente
alegato de la |
célebre cantante de color
Eartha Kitt a |
la señora Johnson y el
sermón del re- |
verendo C. P. Lewis al
mismísimo pre- |
sidente, todo lo cual
demuestra, ade- |
más de las altas
cualidades cívicas, hu- |
manas y cristianas de sus
actores, la |
existencia de una fuerte
corriente de |
5 (25) |
censura contra la guerra
vietnamita que |
supera la pretendida
extravagancia co- |
lorista y el ardor juvenil
de las protes- |
tas "hippies" y
estudiantiles no tan le- |
janas y de sobra
elocuentes. |
Estados Unidos no está
solo en su |
pecado: sus amigos y sus
aliados, por |
temor o por egoísmo,
tienen parte en |
El. Los que quieren
arrimarse a su po- |
der, temen contristarle y
perder así el |
favor de participar en su
grandeza; y |
los que se saben demasiado
pobres y |
alejados, temen poner de
manifiesto su |
desaprobación por temor de
no poder |
sacarle tanto al país más
rico del mun- |
do... Y es así como, el
país más rico |
y poderoso del mundo,
carece de con- |
sejo desinteresado, en
constante riesgo |
con el error, y con el
fracaso... |
Así suben y bajan las
grandezas y |
las glorias de este mundo;
así van a |
menos los poderosos, entre
orgullos y |
pecados que traman las
historias de los |
pueblos, sucediéndose unos
a otros en |
la competencia y en el
relevo de hege- |
monías que no acaban de
entender la |
ley que Dios ha puesto
para que los |
hombres y los pueblos
crezcan, se co- |
nozcan y se amen como
hermanos. Pe- |
cados de cegueras, de
egoísmos y de |
orgullos colectivos que, a
pesar de to- |
do, no paralizan el
progreso de la Hu- |
manidad, pero que
dificultan y retar- |
dan su avance, penoso,
doloroso, san- |
griento, por los caminos
del tiempo... |
Pecados de muchos, pecados
sociales |
que, como diría Donoso
Cortés filoso- |
fando sobre la Historia,
luego han de |
expiar y hemos de expiar
muchos, con |
angustias y desastres que
revisten la |
forma de castigos
colectivos Provi- |
denciales, hasta que se
acepte el dolor |
y el desprendimiento como
redención, |
y hasta que el poder y la
riqueza, si |
viene por cauces justos,
estén al ser- |
vicio de la vocación de
hermanos de to- |
dos los hombres, y una más
alta res- |
ponsabilidad nos capacite
para amar a |
los que tienen menos y
pueden menos, |
en vez de esclavizarles
más y sacarles |
más... |
...Porque este comunismo
que se |
dice combatir no es hijo
del diablo, si- |
no de la injusticia; o,
por mejor decir, |
del diablo de la
injusticia. No será pues |
destruyendo efectos, sino
quitando las |
causas. No hay que ir pues
contra el |
comunismo, sino a favor de
la justicia; |
una justicia inspirada por
el amor, co- |
mo entre hermanos. Que,
ante Dios, |
todos los hombres lo
somos... |
Y, tal como están las
cosas, entre |
hermanos, tendría que
hacerse, por lo |
menos, de esta manera: los
comunistas |
de Asia son gente
hambrienta, mien- |
tras que los americanos
son gente |
rica. Lógicamente, toca a
éstos dar a |
sus hermanos pobres lo que
les falta |
para redimirlos de su
desesperada po- |
breza, en lugar de
condenarles, con el |
cultivo de la guerra, a
una mayor mise- |
ria y a la extinción o
contención numé- |
rica, diezmados por la
violencia. Du- |
rante cinco años, los
americanos, que |
nunca han conocido los
estragos béli- |
cos en su propio
territorio, han gasta- |
6 (26) |
do al día para la guerra,
más de 15.000 |
millones de pesetas, sin
que estas ci- |
fras les impidieran
mantener, en priva- |
do, el más alto nivel de
vida y de con- |
fort jamás conocidos. Pues
bien: con |
esta misma cantidad, o
incluso algo |
mejorada, ¿no se habría
podido soco- |
rrer, sobradamente, a
tanta miseria |
asiática, comunista,
etcétera, etcéte- |
ra...? ¿Es que no estaría
mejor, gastar |
por gastar, que tanto
dinero se emplea- |
ra, por ejemplo, en hacer
carreteras, |
fábricas, escuelas,
hospitales, casas... |
y no en armas y
municiones? No por- |
que sean ricos tienen
derecho, los ame- |
ricanos o quien sea, a
hacer lo que |
quieran con su dinero; y
menos a man- |
tener y atizar hogueras de
muerte. |
Aunque en nombre de Dios
no pudié- |
ramos invocar el deber de
hermanos |
unos con otros; basta ser
hombres. |
Claro: en Occidente, el
dinero, aún |
es una propiedad antes que
una res- |
ponsabilidad... Nuestro
Cristianismo se |
ha parado aquí. |
Y seguirán las guerras con
pancar- |
tas nuevas. |
Así las cosas, el
anticomunismo, no |
es solamente un mito, sino
un dios fal- |
so, contra el cual es
necesario predicar |
para no cometer el pecado
de idolatría. |
Con razón ha escrito Peter
Steinfels, en |
la moderna revista
teológica Conci- |
lium: "Elevar el
anticomunismo a la |
categoría de lo absoluto,
en cuyo |
nombre todo está
permitido, es tanto |
como ofrecer un sacrificio
sangriento a |
un ídolo". |
ORATORIO SECULAR |
DOMINGOS |
MUSICALES |
A las 8'15 de la tarde de |
de todos los domingos, en |
los locales del Oratorio, |
una hora de audición mu- |
sical comentada. |
TEATRO |
LEIDO |
El domingo, día 25 de fe- |
brero, a las 7'30 de la |
tarde, sesión de teatro
leí- |
do para jóvenes. |
7 (27) |
EL QUINTO EVANGELIO |
Pues sí, es verdad: el
QUINTO EVANGELIO existe. No gustó, ni ha gus- |
tado del todo lo que
escribieron San Mateo, San Marcos, San Lucas y San Juan, |
y se ha confeccionado otro
Evangelio más sensato, más prudente, más acorde con |
lo que es la vida y lo que
ésta puede dar de sí. Aunque San Juan sacara tantas |
veces a relucir lo de la
"vida", en realidad, igual que los demás, no pasaba de |
ser un buen discípulo del
Señor, pero sobre la vida seguía teniendo ideas poco |
realistas. Por otra parte,
además de que eran orientales, han pasado veinte |
siglos... |
Precisamente si el
Evangelio se ha de cumplir, si no ha de quedar olvidado, |
se ha de adaptar. El
Evangelio es tan elemental que siempre necesita de |
adaptación. |
Partiendo de esto han
surgido los "evangelistas" del QUINTO EVANGE- |
LIO. El suyo ni es el de
Cristo, ni lo custodia la Iglesia. Los cuatro Evangelios |
genuinos tienen la
inspiración del Espíritu Santo y la garantía de los sucesores |
de los Apóstoles; el
QUINTO EVANGELIO es nacido del espíritu del mundo, |
humano y temporal.
Aquéllos los escribieron los que oyeron y siguieron, dejándolo |
todo, al Señor; éste lo
han inventado los que, por principio, nunca quieren dejar |
nada ni seguir a nadie más
que a sí mismos, y son los sucesores de aquellos con- |
temporáneos de Jesús que
no le querían "oír", pero que le observaban para ver |
en qué le podían
acusar", y que una vez le dieron la espalda diciéndole con segu- |
ridad tradicionalista:
"A nosotros nos basta Moisés". Pero ni Moisés les bastaba, |
porque "si hubiesen
hecho caso de Moisés también habrían querido oír a Cristo". |
De todos los modos los
evangelistas del QUINTO EVANGELIO están con- |
vencidos que hacen un bien
a la causa de Cristo, porque disimulan los "años" |
que tuvo y que los
antiguos evangelistas no supieron ocultar. Es verdad que estos |
fallos se deben más bien a
excesos de expresión, como consecuencia de ciertos |
orientalismos mal
interpretados, que a fallos por defecto. Los orientales tienen |
mucha fantasía; las
parábolas eran poesías en prosa... |
Por esta razón, en
realidad, el QUINTO EVANGELIO está confeccionado |
con retales: recortes de
algunos detalles auténticos demasiado estridentes y si- |
lencio de significados que
comprometerían. Los huecos que quedan se llenan |
luego de exageraciones
falsamente espirituales, que sirven para tranquilizar las |
protestas íntimas de las
conciencias que se resisten a claudicar definitivamente, o |
a ser hipócritas hasta por
dentro. |
8 (28) |
Pero hay que citar el
QUINTO EVANGELIO como si fuese uno de los |
cuatro, porque tiene de
éstos lo "adaptable" a la propia conveniencia. No im- |
porta que sea un Evangelio
"censurado", o ¿es que el Evangelio también va |
a tener privilegios? El
Evangelio "sirve" para hacer el bien, pero no es el bien: |
y ha de servir como todo
lo que sirve: con docilidad y maleabilidad. De lo con- |
trario "no
sirve", y lo que no sirve, estorba. ¿O vamos a tener que decir un día |
que el Evangelio también
estorba? |
EL QUINTO EVANGELIO, como
todo Evangelio, se refiere a Cristo, |
porque Cristo existió. Su
figura es dulce y bondadosa, perdona siempre, mira |
con benignidad, acaricia a
los niños, serena los corazones, convierte a pecado- |
ras, adivina los
pensamientos, hace comparaciones bellísimas con las flores, las |
plantas, las aves y los
peces, y obra muchos milagros... Pero, eso sí, habla poco. |
En realidad, las palabras,
en Cristo y en todas las cosas, son lo menos importante. |
Siempre, lo que importa
son las obras. Por esto los "evangelistas" del QUINTO |
EVANGELIO, si pudieran ser
francos del todo y no pareciera que faltaban al |
respeto a Cristo —¡hay
tantos prejuicios aún! — dirían que Cristo casi no debía |
de haber hablado, porque
no estuvo acertado en eso de hablar: perdió tiempo |
con los ignorantes, calló
ante los poderosos, prescindió de los influyentes, hizo |
milagros a los que no se
lo agradecieron... Todo lo cual puede ser todo lo desin- |
teresado que se quiera,
pero no es práctico. Si Cristo quería traer una doctrina |
nueva al mundo, para bien
del mundo, lo que habría tenido que hacer es enten- |
derse y no discutir con
los sabios de entonces y no despreciar ni siquiera pres- |
cindir de los poderosos.
Con menos milagros de los que hizo para la chusma, ha- |
bría convencido, quisieran
o no, a Herodes, a Pilatos, al mismo Emperador... Y |
éstos, sin demagogias, ni
denuncias proféticas, ni juicios finales, habrían encon- |
trado la manera. Con los
viajes de San Pablo y los milagros de Cristo, homogé- |
neamente repetidos, habría
bastado para todo el mundo de entonces. ¿No tuvo |
finalmente la Iglesia que
claudicar, aceptando de algún modo la organización del |
imperio romano? Los
idealistas solamente retardan el logro práctico de los ob- |
jetivos sensatos. Además
de su muerte en la cruz, se habrían evitado casi todas |
las persecuciones. |
Con esto, los
"evangelistas" del QUINTO EVANGELIO, no querrían de- |
cir que el Evangelio
original esté mal: solamente es más bien "imprudente", |
porque sobran palabras.
Más milagros y menos palabras es lo que hacía falta. |
Los milagros siempre saben
a poco. Salvo en el caso de un milagro, relacionado |
con la palabra,
precisamente, y que por esto mismo no acaban de comprender, |
porque entraña cierta
contradicción: es el milagro del sordo-mudo, y lo de que |
el Señor le echó fuera el
demonio "que era mudo"... ¿Mudo el demonio? ¿A |
quién se le ocurre cuando
lo que decimos es que sobran palabras, cuando harían |
falta más milagros para
hacer callar a la misma Iglesia, impenitente en el hablar |
igual que Cristo y no
bastante escarmentada aún, a la que no basta, por lo visto, |
9 (29) |
la experiencia de
Cristo...? ¿O es que quiere que le pase lo que le pasó a Él? |
¿O es que no nos hace caso
y quiere parecerse a Cristo, con no tener bastante con |
rezar y decir misa, y
empeñarse en decir lo que está bien y lo que está mal, lo que |
es justo y lo que es
injusto y todo lo que se cuela después de estas palabras?... |
"¿A dónde va la
Iglesia? ¿Quo vadis Pablo VI?" pregunta, alarmada, una publi- |
cación católica (???)
española. ¿Es que Cristo no lo hizo ya todo, ni lo "cumplió" |
todo? ¿A dónde lleva ese
impertinente decir siempre que todo vuelve a comen- |
zar? ¿Qué más quiere?...
¿Y qué es eso de nueva "mentalidad y de conver- |
sión? ¿Es que nos juzga?
—¿a nosotros?..— ¿tontos o perversos? ¿Entender qué? |
¿convertirse a qué y de
qué? ¿O es que entiende por conversión alguna tontería |
imprudente, romántica y
cara? (Uno ya se ha convertido, si hacía falta, o más |
bien desligado de esas
pequeñas y humanas inmoralidades inelegantes, o de esos |
pecados comprensibles que
uno deja cuando le dejan a uno... ¿Qué más?...). |
Por lo visto la Iglesia no
se ha dado cuenta de que los buenos, a estas al- |
turas, ya son buenos para
siempre y que los malos, por desgracia, también son |
malos para siempre. No hay
que perder tiempo ni en diálogos" ni en estupideces, |
sino aprovecharlo para
reforzar las posiciones de los buenos y suprimir, o por lo |
menos alejar, a los malos.
Otra estrategia es estupidez. |
¿… Que hay pobres? Siempre
los ha habido y, además, lo profetizó Cristo: |
"Siempre tendréis
pobres entre vosotros". Esta vez Cristo habló bien y hasta fue |
lógico porque, sin pobres
¿cómo podríamos "hacer caridad"? |
Todo habría sido muy
diferente, para Cristo y para el porvenir de la Iglesia, |
si Cristo hubiera hablado
bien, así de bien, o si hubiese callado más. Cristo ha- |
bría sido para todos, lo
que tenía que ser: un testimonio de dulzura divina, y un |
gran recuerdo hermoso y
emocionante. Un recuerdo mudo y consolador, como el |
de las imágenes, mudas y
siempre prudentes, precisamente por ser mudas. Ve- |
lázquez hizo un Cristo al
que no se le ven los ojos, y así cada cual puede imagi- |
nar los ojos que quiera, y
perderse en la meditación. En cambio, Pasolini, en su |
película, precisamente por
poner palabras a Cristo no importa que fuesen las |
auténticas nos desfiguró
la imagen de Cristo... |
Un Cristo mudo; dulce y
mudo. Y cada uno que medite. Una imagen que |
se besa, y que calla y que
no piensa; una imagen que no sea un hombre. Porque |
los hombres que se parecen
a Cristo o son pobres y sucios, o son libres y ha- |
blan... y comprometen. Es
decir, son hombres. |
Ya que no tenemos
milagros, hagamos más imágenes de madera que re- |
presenten a Cristo, el
Cristo del QUINTO EVANGELIO: dulce y mudo. Y le |
haremos fiestas que serán
Calvarios, y Calvarios que serán fiestas. |
Seguirán los avaros con
sus negocios, los mentirosos con sus calumnias, los |
10 (30) |
viciosos con sus
despilfarros, los insolentes con sus escándalos, los violentos con |
sus crímenes, los
blasfemos usando en vano el nombre y la imagen de Dios, los |
ladrones con sus espolios,
los poderosos con sus injusticias... |
Y Cristo que calle. |
Si un
"imprudente" se atreviera a repetir su mensaje y lo dijera sin
censu- |
ra, sería inmediatamente
atajado y le diríamos, seguramente —irónicamente |
"en nombre de
Cristo", y con más seguridad que la de aquellos a quienes "les |
bastaba Moisés" y que
dieron la espalda a Cristo de carne y hueso: "Oiga, haga |
el favor y basta ya: hable
del Evangelio, si quiere, y nada más". |
Claro que, el increpado,
podría preguntar serenamente: "Pero... ¿de qué |
Evangelio dice usted? ¿DEL
QUINTO EVANGELIO?. |
Un párrafo del P. Arrupe |
Nuestro esfuerzo y deseo
ilimitado porque se ins- |
taure un orden social
justo y conforme al Evangelio, |
no nos permite tomar
partido con uno u otro bando |
Litigante, como tal,
nosotros somos partidarios exclusi- |
vamente de la verdad, de
la justicia, de la equidad, del |
amor; y a sus leyes nos
atenemos. Hemos de evitar el |
ser hirientes, ásperos,
demagogos, pero no vamos a ex- |
trañarnos si la verdad no
gusta a todos. Delicados sí; |
pero firmes, sin respeto
humano; esa es nuestra pos- |
tura ante la verdad, que
ciertamente desagradará a |
más de uno y posiblemente
repercutirá en alguna de |
nuestras actuales
relaciones con los poderosos. Nues- |
tra roca y nuestro fuerte
es sólo el Señor (Salmo 30,4), |
por cuyo amor nos
empeñamos en cooperar por un |
mundo mejor que el que
hemos recibido. |
Con este párrafo el padre
Arrupe |
nos recuerda qué es un
signo de con- |
tradicción para el
cristiano, uno de los |
signos de contradicción
más claramen- |
te manifestado en la vida
de Cristo y |
a través de la historia de
la Iglesia. "La |
verdad no gusta a
todos", viene a ser |
casi como la comprobación
de que la |
verdad es la verdad. Si
decimos la ver- |
dad y, sobre todo, una
verdad con sen- |
tido histórico, topamos
forzosamente |
con los intereses y las
estructuras que |
intentan encadenar esta
verdad. Cristo |
no calló ciertas verdades
por "respeto |
humano" hacia
aquéllos a los cuales |
sabía que no gustarían. La
prudencia |
11 (31) |
jamás podrá ser el
paliativo de la sin- |
ceridad. Casi podríamos
decir que |
una palabra que,
históricamente, no |
provoque conflictos no es
una palabra |
verdadera y, en todo caso,
no es una |
palabra profética. Si el
amor es impo- |
sible sin la justicia y la
verdad se pro- |
nuncia en un mundo
capitalista basado |
en la injusticia, se está
cerca de poder |
decir que la única
garantía de nuestra |
veracidad es precisamente
el conflicto |
que aquella palabra
provoca. Es decir, |
si no se da el conflicto
histórico, o sea, |
si la palabra no choca con
aquella in- |
justicia estructural que
intenta trans- |
formar, acercándola a la
justicia evan- |
gélica, no hay amor
verdadero. |
Mayormente si se tiene
cuenta de |
que esta palabra no se
pronuncia en el |
aire, sino en una
situación histórica |
condicionada
substancialmente por la |
lucha de clases, sobre un
conflicto so- |
cial extraordinariamente
grave, como |
es el que plantean las
sociedades capi- |
talistas. La siembra de la
palabra, la |
siembra de la verdad, para
que de fru- |
to no puede hacerse en el
hueco de |
una roca o en medio de los
abrojos |
atormentados de la duda,
sino que de- |
be hacerse, para que
fructifique, en la |
buena tierra que es el
reconocimiento |
de la historia tal como
es, con toda su |
realidad social. |
Por lo tanto, la
repercusión de la |
palabra en nuestras
relaciones actua- |
les con los más
poderosos" es garantía |
de que aquella palabra es
veraz y es |
signo de amor. Más de una
vez hemos |
recordado la famosa frase
de Van der |
Meersch: "La verdad,
Pilatos, es ésta: |
ponerse al lado de los
humildes y de |
los que sufren". Lo
cual quiere decir |
que la verdad que no toma
partido es |
inocua y carece de
contenido. Las pa- |
labras de Cristo adquieren
poder histó- |
rico porque nadie jamás
puso en duda |
su encarnación entre los
oprimidos. |
Precisamente el Cristo
histórico se re- |
vela a través de su
presencia entre los |
pobres, según la idea que
tanto gusta- |
ba a Bernanos. El pobre es
la encarna- |
ción de Cristo en la
historia. La pará- |
bola del juicio final es
bastante expre- |
siva en este punto, sin
que nadie pue- |
da elaborarse una exegesis
evasiva. |
"Lo que hicisteis con
ellos, a mí me lo |
hicisteis". Y hacer
algo en favor de |
los oprimidos
históricamente hablan- |
do, supone, de algún modo
hacer al- |
go contra los opresores.
Cosa que, co- |
mo es natural, desagrada a
estos últi- |
mos. El amor cristiano no
es algo pre- |
tendidamente angélico,
sino que es un |
amor combativo, un amor
que rompe y |
ultrapasa ciertas
situaciones de desor- |
den. Si somos coherederos
del Espíri- |
tu, significa que
participamos del ar- |
dor de un fuego que quema
las relacio- |
nes de injusticia. La
identificación del |
amor evangélico con el
amor burgués, |
que ha pretendido
instaurar la caridad |
sin justicia, es una
concepción bastarda |
de la doctrina cristiana.
Los militantes |
sindicales que sin
abandonar —ni mu- |
cho menos— su inspiración
evangélica |
luchan a través de la
historia alimen- |
tados precisamente por el
fuego del |
amor en la justicia,
poseen una honda |
experiencia de este signo
de contradic- |
ción. Su testimonio
evangélico, preci- |
samente, los conduce al
enfrentamiento |
inevitable con los
poderosos. La cons- |
tatación de este signo de
amor, que |
señala el padre Arrupe, la
constatación |
de este signo de la
verdad, es una de |
las grandes aportaciones
doctrinales de |
su carta y buena prueba de
su profun- |
da visión dialéctica de la
historia |
ALFONSO C. COMIN. |
(En nº 15 de Editorial
Nova Terra). |
12 (32) |
EL CAMPO OFRECE
SOCIALMENTE |
UN PANORAMA SOMBRÍO |
Instrucción Pastoral del
Sr. Obispo de Cádiz, |
publicada en el Boletín de
aquella Diócesis, de 20 de |
agosto de 1967 y que por
su innegable interés repro- |
ducimos íntegramente,
convencidos de ofrecer una |
buena información y un
estímulo a todas las personas |
preocupadas por elaborar
un orden social cristiano. |
LLAMAMIENTO A LA
CONCIENCIA SOCIAL CRISTIANA |
Acabo de recibir un
informe, elaborado con juicio y ponderación, sobre pro- |
blemas sociales planteados
en cierta zona rural de nuestra Diócesis. |
Por los datos que poseo,
situaciones semejantes se repiten en otros lugares. |
Los aspectos más
calificados son los siguientes: |
MODOS DE VIDA PRIMITIVOS |
Dos notas características:
Aislamiento que padecen entre sí las familias por |
la distancia, caminos
vecinales intransitables en largas épocas del año; numero- |
sas familias viven
permanentemente en chozas, y otras, durante la mayor parte |
del año. Decir chozas es
ofrecer un cuadro antihigiénico casi total; sin agua, sin |
luz, sin servicios, con
ventilación deficientísima, con frecuente peligro del fuego, |
en condiciones de
habitabilidad muy poco humanas. |
DESPRECIADOS EN LO MAS
INTIMO DE SU DIGNIDAD |
DE PERSONAS |
En general, no existe el
diálogo entre los trabajadores del campo y la em- |
presa agraria, y, por
tanto, nada cuentan los obreros a la hora de planificar pro- |
yectos, adoptar
resoluciones, cambios en la estructuración de la empresa, mejoras |
sociales, situación
económica empresarial, participación en beneficios, promoción |
humana, seguridad social,
etcétera. |
Por otra parte, en muchos
casos, el trato humano que reciben, no alcanza |
las elementales normas de
cortesía, atención, preocupación sincera por sus pro- |
blemas personales,
familiares, de integración en la comunidad social. La vida |
13 (33) |
entre rectores,
funcionarios y trabajadores discurre con frecuencia en una línea |
señorial; viven demasiado
distanciados unos de otros. |
LA PLAGA DEL EVENTUALISMO |
En recorrido por zonas
campesinas es lo más frecuente encontrarse con |
trabajadores eventuales,
que padecen las consecuencias de un trabajo inseguro, |
de unas condiciones de
vida deplorables; de ingresos proporcionales diarios muy |
insuficientes, a veces, de
desplazamientos agotadores. |
LOS MINIFUNDIOS Y
LATIFUNDIOS. |
Abundan los pequeños
propietarios con menos de cinco hectáreas. En al- |
gunos campos la penuria es
todavía más aguda. Hay que sobrevivir con el pro- |
ducto de dos o tres
fanegas de tierra. |
Un régimen de cooperativas
sería solución, pero antes es necesario atraer |
la confianza de estos
hombres del campo, que al golpe de su experiencia, ape- |
nas creen en palabras y
promesas. |
Al lado de este cuadro
minifundista, de economía ruinosa, aparecen los |
grandes y medios
latifundios. Algunos, los menos, en línea de intensa y estudiada |
explotación, con
proyección inicial hacia el bien común. La mayoría constituyen |
un mosaico heterogéneo de
grandes extensiones de tierra, organizadas con acu- |
sadas miras
individualistas y escasa atención a la colectividad. Fincas y más fin- |
cas destinadas a la fácil
explotación de la ganadería, no siempre justificada por |
las condiciones de la
tierra, o climatológicas, donde se emplean pocos brazos y |
se ahorran muchas
preocupaciones y ocupaciones de índole social. |
Propietarios ausentes que
arriendan sus tierras, desentendiéndose de verda- |
deras obligaciones de
justicia y pretendiendo descargar sus conciencias sobre |
los arrendatarios.
Obtienen una renta suficiente, a veces pingüe, para su prove- |
cho particular. |
ESCUELAS |
Mucho se ha adelantado en
la creación de escuelas por la campiña. Pero |
aunque se llegue al total
necesario en la multiplicación de centros de enseñanza, |
quedarán siempre agudos
problemas a resolver: |
a) Por razones económicas
muchos niños ayudan a sus padres en labo- |
res agrícolas o
complementarias. |
b) Es difícil la
permanencia de los maestros. Influyen motivos de higiene, |
de distancia, de
aislamiento, de tedio y soledad. |
c) Abundan los maestros
interinos que se relevan con demasiada frecuen- |
cia, con el natural
perjuicio para la continuidad de la enseñanza y ensamblamien- |
to de educadores y
alumnos. |
14 (34) |
En estas condiciones,
resulta difícil la elevación del nivel humano, cultural, |
social y religioso. |
AUSENCIA DE CONCIENCIA
SOCIAL |
Muchos obreros agrícolas,
por temor al despido, a la antipatía de capata- |
ces, administradores y
propietarios, con la consiguiente eliminación de lista, a |
pesar de verse privados de
derechos elementales, reconocidos por las leyes, como |
descanso dominical,
seguridad social, etc., no son capaces de exigir esos derechos |
ni encuentran el necesario
apoyo para reclamarlos, sin sufrir el quebranto de |
hábiles represalias. |
APLICACION DE PRINCIPIOS
CRISTIANOS |
Reflexionando sobre estas
elementales realidades, meramente señaladas, |
la conclusión es demasiado
evidente: el campo ofrece socialmente un panora- |
ma sombrío. |
¿Qué hacer? ¿Cómo eliminar
las causas que producen efectos tan perni- |
ciosos en orden al bien
común, a la convivencia pacífica, fraterna, a la justicia, |
a la caridad? |
Ante todo hay que
descubrir, fomentar los vínculos de solidaridad entre |
las personas; estimular el
cumplimiento de los graves deberes sociales. |
Importan mucho las leyes
que tratan de regular la justicia social, de elimi- |
nar las injustas
desigualdades, pero importa mucho más vivir y realizar las gra- |
ves obligaciones de
conciencia, que dimanan de la justicia social. |
Se acusan testimonios de
conciencia cristiana preferentemente ritualista o |
moralizante. Esas mismas
personas se muestran poco sensibles ante flagrantes |
transgresiones sociales,
verdaderos delitos contra la justicia y el bien común. |
Y esto es grave, con
profundas repercusiones de anti-testimonio cristiano, de |
lacerante escándalo, sobre
todo para los económicamente más débiles. Cumplir |
con los dictados de la
justicia social es un deber evidente, que nos responsabiliza |
ante Dios y ante los
hombres. |
Siento la responsabilidad
de iluminar con los principios doctrinales de la |
Iglesia la conciencia de
muchos cristianos, que no han parado mientes, no han |
profundizado en el
contenido obligante de los deberes sociales. |
ANTE TODO, EL HOMBRE |
Dice Pablo VI en la
Encíclica "Populorum Progressio"; "Todo programa |
concebido para aumentar la
producción, al fin y al cabo, no tiene otra razón de |
ser que el servicio de la
persona. Si existe, es para reducir las desigualdades, |
combatir las
discriminaciones, librar al hombre de la esclavitud, hacerle capaz |
de ser por sí mismo agente
responsable de su progreso moral, de su mejora ma- |
15 (35) |
terial, de su desarrollo
espiritual... No basta aumentar la riqueza común, para |
que sea repartida
equitativamente" (P.P. núm. 34). |
En cristiano no son
admirables los desarrollos económicos para el pro- |
vecho particular o de
grupos de presión, sino para el bien común de las personas. |
El Concilio, si cabe, es
todavía más explícito: "Creyentes y no creyentes |
están generalmente de
acuerdo en este punto: Todos los bienes de la tierra de- |
ben ordenarse en función
del hombre, centro y clima de todos ellos". |
"El orden social,
pues, y su progresivo desarrollo deben en todo momento |
subordinarse al bien de la
persona, ya que el orden real debe someterse al orden |
personal, y no al
contrario". |
Y la razón es obvia,
"de forma que cada uno, sin excepción de nadie, debe |
considerar al prójimo como
otro yo, cuidando en primer lugar de su vida y de |
los medios necesarios para
vivirla dignamente" (Const. Iglesia - Mundo |
núms. 12 y 27). |
De no hacerlo así, la
censura moral es clara: "El cristiano que falta a sus |
obligaciones temporales,
falta a sus deberes con el prójimo, falta, sobre todo, a |
sus deberes para con Dios
y pone en peligro su eterna salvación" (C. I. – M. |
número 43). |
Obligación que será tanto
más estricta y grave cuanto más padezca la dig- |
nidad y vida del hombre y
de los suyos. |
El deber social, por
tanto, no es algo de supererogación a los preceptos |
cristianos, sino que es
parte muy importante de los mandamientos. |
ESTIMULOS DE LA CONCIENCIA |
¿Dónde hallar la clave que
revitalice los estímulos de la conciencia? |
Para un cristiano el amor
de Dios es el primero y principal de los precep- |
tos. Pues bien, la
humanidad hallará el amor de Dios en la medida en que los |
cristianos lo vivan amando
a sus hermanos, a todos sus hermanos, a todos los |
seres con el amor
auténtico y verdadero de las obras. |
Al deber moral se añade el
del apostolado y conquista. Es mucho lo que |
pone en juego el cristiano
cuando no guarda la consideración debida al hom- |
bre. Y es mucho lo que la
Iglesia y el reino de Dios padecen de quienes pro- |
fesan amplias y generosas
opiniones, pero en realidad viven siempre como si |
nunca tuvieran cuidado
alguno de las necesidades sociales" (C.I. - M. núm. 30). |
O si parece mejor,
recordemos la profunda reflexión de Pablo VI: "El |
mundo está enfermo. Su mal
está menos en la esterilización de los recursos y en |
su acaparamiento, por
parte de algunos, que en la falta de fraternidad entre los |
hombres y entre los
pueblos" (P. P. núm. 66). |
16 (36) |
LA FALTA DE TRABAJO
PERMANENTE |
Manifestación evidente de
una sociedad carente de pulso cristiano es la |
plaga del eventualismo. |
Nos encontramos ante un
derecho natural del hombre: el de trabajar. Y |
ya que para la gran
mayoría de los hombres el trabajo es la única fuente de la |
que obtienen los medios de
subsistencia, es lógico que reporte a los trabajadores |
los medios suficientes
para su vida personal y la de los suyos. |
¿Al obrero eventual,
víctima de la falta de trabajo, de los paros estaciona- |
les, a veces de tres y
cuatro meses, se le ofrecen las elementales posibilidades pa- |
ra el ejercicio de su
derecho natural? |
¿Dispone de los exigentes
medios de subsistencia? |
¿Puede atender a las
mínimas necesidades vitales personales y de su familia? |
Las realidades conocidas
inclinan fuertemente la balanza hacia una con- |
clusión negativa. En cuyo
caso, estamos ante graves quebrantos de derecho na- |
tural, con implicaciones
de serias responsabilidades. |
¿Quiénes son los
responsables? "El deber y derecho de organizar el trabajo |
del pueblo pertenece ante
todo a los inmediatos interesados: patronos y obre- |
ros" (Pío XII, 1
junio 1941) ¿Y si éstos no logran la debida y justa organiza- |
ción del trabajo? |
"Es deber del Estado
intervenir en el campo del trabajo y en su división |
y distribución, según la
forma y medida que requiere el bien común" (Ibíd.). |
O lo que es lo mismo,
"la sociedad y, por consiguiente, el Estado que la |
rige, deben satisfacer ese
derecho, en todo caso, proveer los medios necesarios |
para que los trabajadores
en paro puedan subsistir dignamente" (Breviario de |
Pastoral Social). |
Al obrero eventual es
aplicable esta doctrina, por la inseguridad y el paro |
que muchos de ellos
padecen. |
ANTE LOS MINIFUNDIOS |
¿Qué es lo que la Iglesia
propugna para los minifundistas? |
1) La empresa de
dimensiones familiares debe ser vital, esto es, "que |
pueda obtenerse de ella
una renta suficiente para el decoroso tenor de vida de |
la respectiva
familia" (M. et M.) De otro modo entra en juego el principio de |
intervención del Estado
expuesto en el apartado anterior. |
2) "Es indispensable
que los cultivadores sean instruidos, puestos al día |
incesantemente y asistidos
técnicamente en su profesión" (M. et M.) Son medios |
eficaces para promocionar
a los agricultores y alcanzar niveles de mejo- |
res cultivos. |
3) "Es también
indispensable que establezcan una abundante red de |
17 (37) |
cooperativas. Para
beneficiarse en la producción con los progresos científico-téc- |
nico. para contribuir
eficazmente a la defensa de los precios de los productos, |
para ponerse en un plano
de igualdad frente a las categorías económico-profesio- |
nales de los otros
sectores productivos, ordinariamente organizados" (M. et M.). |
Es perjudicial, muy
perjudicial, el empeño de mantenerse en posturas indi- |
vidualistas. La asociación
es actualmente una exigencia vital; y lo es mucho |
más cuando se trata de
pequeñas empresas agrícolas. |
4) "Es indispensable
que estén profesionalmente organizados y activa- |
mente presentes en la vida
pública, tanto en los organismos de naturaleza admi- |
nistrativa, como en los
movimientos de finalidades políticas (M. et M.). |
Es necesario que la voz de
estos hombres pueda llegar a los organismos |
de la política y de la
administración. Juan XXIII hacía a este respecto una aguda |
observación: "Las
voces aisladas casi nunca tienen hoy posibilidades de hacerse |
oír y mucho menos de ser
acogidas". |
ANTE LOS LATIFUNDIOS |
La doctrina de la Iglesia
es clara y contundente sobre los latifundios abu- |
sivos, "que son
obstáculo a la propiedad colectiva". |
Ante todo, hay que tener
en cuenta "que la propiedad privada no consti- |
tuye para nadie un derecho
incondicional y absoluto. |
"El derecho de
propiedad no debe jamás ejercitarse con detrimento de la |
utilidad común" (P.P.
23). |
"El Concilio enseña
que son necesarias las reformas que tengan por fin… |
hasta el reparto de las
propiedades insuficientemente cultivadas a favor de quie- |
nes sean capaces de
hacerlas valer" (I. M. 7). |
Y Pablo VI no ha dudado en
afirmar: "El bien común exige, pues, algunas |
veces la expropiación, si
por el hecho de su extensión, de su explotación defi- |
ciente o pula, de la
miseria que de ello resulta a la población, del daño considera- |
ble producido a los
intereses del país, algunas posesiones sirven de obstáculo a |
la prosperidad
colectiva". |
Ahora bien, velando por
los intereses de la justicia, "siempre que el bien |
común exige una
expropiación debe valorarse la indemnización según equidad, |
teniendo en cuenta todo el
conjunto de las circunstancias". (I. M. 7). |
ANTE LA CULTURA |
Las obligaciones más
urgentes de los cristianos respecto a la cultura pue- |
den sintetizarse en estas
determinaciones: |
"Uno de los deberes
más propios de nuestra época, sobre todo de los cris- |
tianos, es trabajar con
ahínco... para que se reconozca en todas partes y se haga |
efectivo el derecho de
todos a la cultura, exigido por la dignidad de la persona". |
18 (38) |
"Esto se aplica de
modo especial a los agricultores y a los obreros, a los |
cuales es preciso procurar
tales condiciones de trabajo, que, lejos de impedir |
su cultura humana, la
fomenten" (I. M. 60). |
La Iglesia vive en el
convencimiento de que "el hambre de instrucción no |
es menos deprimente que el
hambre de alimentos". (P.P., 35). |
No es menos cierto que la
educación básica debe ser el primer objetivo |
de un plan de desarrollo.
Todo crecimiento económico depende, en primer lugar, |
del progreso social, y
éste no existe al margen de la cultura suficiente. |
En orden a la persona y a
la sociedad, la cultura proporciona ciertos valores |
de suma apreciación:
"recobrar la confianza en sí mismos; descubrir que se pue- |
de progresar al mismo
tiempo que los demás" (P.P., 35); "evitar que un gran |
número de hombres se vean
impedidos, por su ignorancia y por su falta de ini- |
ciativa, de prestar su
cooperación auténticamente humana al bien co- |
mún". (I. M. 60). |
Como epílogo de esta
reflexión sobre la cultura, conviene recordar las |
palabras de Pablo VI, en
el mensaje al Congreso de la Unesco de 1965: "La |
alfabetización es para el
hombre un factor primordial de integración social, no |
menos que de
enriquecimiento personal; para la sociedad un instrumento pri- |
vilegiado de progreso
económico, de desarrollo". |
NUESTRA VOZ QUIERE SER: |
Advertencia llena de
caridad y amor a todos. La exposición de los hechos |
es premisa imprescindible
para el planteamiento de la cuestión. Atended, sobre |
todo, al espíritu y a la
letra de los principios doctrinales, cuyas consecuencias |
son ineludibles. No os
dejéis llevar por la fuerza, a veces aplastante, del amor |
propio o de costumbres que
no resisten elementales pruebas de virtualidad cris- |
tiana. Abrid los ojos, el
espíritu, la voluntad, a las orientaciones previsoras de |
la Iglesia, siempre Madre
para todos. |
Todavía estamos a tiempo;
se pueden superar los obstáculos de la ética in- |
dividualista y acometer
las reformas necesarias de responsabilidad, participa- |
ción y comunitarismo. No
dejemos pasar las horas trascendentales de paz exterior. |
Más tarde, puede
resultarnos demasiado tarde. |
Son claras las
aspiraciones del hombre de hoy: "Verse libre de la mise- |
ria, hallar con más
seguridad la propia subsistencia, la salud, una ocupación |
estable; participar
todavía más en las responsabilidades, fuera de toda opresión |
y al abrigo de situaciones
que ofenden su dignidad de hombres; ser más ins- |
truídos; en una palabra:
"hacer, conocer y tener más para ser más" (P. P. 6). |
Todas estas justas y
cristianas aspiraciones reclaman una respuesta frater- |
na, generosa y al mismo
tiempo urgente. |
Muy de corazón os bendigo. |
Cádiz, 1 de agosto de
1967. |
† ANTONIO, Obispo. |
19 (39) |
«El Papa, los Obispos y
los Curas... ¡a decir misa!» |
Lo primero que conviene
destacar es seguramente la tendencia |
que se atreve a reducir y
limitar el poder de los obispos (sin omitir al |
romano pontífice), en
tanto que son pastores de la grey que les ha sido |
confiada. Tendencia que
limita su autoridad, su oficio y su vigilancia a fi- |
nes precisos concernientes
a las materias estrictamente religiosas, la pro- |
mulgación de las verdades
de la fe, la reglamentación de las prácticas de |
piedad, la administración
de los sacramentos de la Iglesia y la ejecución de |
las funciones litúrgicas.
Tendencia que pretende excluir a la Iglesia de |
todas las empresas y de
todos los asuntos que pertenecen a la vida real, a |
esa realidad de la vida,
porque, según dicen, están fuera del alcance de |
su poder..." |
Contra errores de este
género es preciso mantener clara y firme- |
mente que el poder de la
Iglesia no se limita a las cosas estrictamente |
religiosas", como
dicen, sino que todo lo que es materia de la ley natural, |
de sus principios de su
interpretación de su aplicación, siempre que haga |
referencia a su aspecto
moral, están sometidos a su poder. De acuerdo |
con la ordenación querida
por Dios, existe, en efecto, una relación entre |
la observancia de la ley
natural, y el camino que el hombre ha de seguir |
para atender a su fin
sobrenatural. Ahora bien: la Iglesia es guía y guar- |
diana de los hombres en el
camino que conduce al fin sobrenatural. Los |
apóstoles primero y luego,
desde sus orígenes, la Iglesia, observaron siem- |
pre, y observan aún hoy
este modo de proceder, y no como quien hace |
de guía o de consejero
privado, sino por mandato del Señor y con su |
misma autoridad. Pío XII
(2. 11. 1954). |
|
LAUS DEO |
Director: P. Ramón Mas, C.
O. |
Edita: Congregación del
Oratorio -Apartado 182.- Albacete. |
Imprime: LA VOZ DE
ALBACETE, S. López, 14 - 12-1-68. |
Depósito Legal: AB-103-62. |
20 (40) |
|