BOLETIN
DEL ORATORIO DE ALBACETE. |
N.º 70. MAYO. 1968. |
ANIVERSARIO |
Pocas cosas son tan
convencionales como los aniversarios: convenciona- |
les como la división del
tiempo y como el significado que le queramos dar. |
Pero en nuestra vida y en
nuestras obras los aniversarios marcan hitos que |
miden caminos imaginarios
sobre cosas reales, y hasta dan pie a organizar |
la expresión de los
sentimientos y a congregar para la alegría. Los padres |
también cuentan primero
los días y luego los meses y los años de sus hijos... |
Y como todos somos padres
de algo y nunca somos padres solos de nada, es |
natural que miremos por la
ventana del tiempo, codo a codo con los que han |
condividido nuestro afán
creador, y que dejemos que el amor contemple, |
mientras parece crecer, la
medida de lo que nos es hijo, porque la paternidad |
siempre es algo en plural:
todo calor de vida surge del rescoldo de muchas |
brasas. |
Por eso miramos esta
iglesia que es nuestra y que es de todos, porque |
ha sido ilusión, afán y
esperanza nuestra y de muchos, y mientras el amor |
se complace al
contemplarla y parecerle hermosa—con este gozo que hay |
que disculpar y permitir
siempre a los padres—el mismo amor nos hermana a |
todos los que tenemos
cerca, también mirando y amando, porque nos senti- |
mos unidos por lo que ha
sido afán común. |
Hace un año que se
bendecía la iglesia y se consagraba su altar, y nos dá- |
bamos cuenta que lo
simplemente material y sensible se convertía en miste- |
rio y signo: "piedras
vivas, muro santo, casa de Dios", como nos decía el |
señor Obispo. Nuestra
iglesia no necesita imágenes, porque realiza la figura- |
ción descrita por San
Pablo. Y los "santos" simbolizados en esas piedras, so- |
mos nosotros con los del
cielo. Y la piedra —el Altar— es Cristo". |
Pero hace un año que, en
el Oratorio, ya había edificación de "santos", |
más bella que la que los
sentidos, por fin, contemplan. Eran y son los amigos |
1 (81) |
de casa, los que habían
venido a buscar a Dios: la paz de Dios, el perdón de |
Dios, la verdad de Dios,
la vida de Dios, el reino de Dios... Esos son los que |
condividen nuestra
paternidad, porque son padres con nosotros de todo lo visi- |
ble, convertido en signo
de lo espiritual, y que por esto lo tratan y lo miran |
con amor y alegría como a
un hijo que crece, y con gratitud y respeto como |
hijos de Dios para
quienes, esta Casa, es imagen del cielo. |
Edificio visible, bien
trabado, estático; pero que mientras estamos en el y |
nos cobija, nos parece que
se mueve y avanza, como una nave que nos lleva |
cortando las olas de la
vida, y levanta, en la esquina del mundo, un brazo |
enorme —mástil de
esperanzas— con una mano que toca el cielo, abierta, para |
bendecir, mientras las
golondrinas, cerca de los pinos, abren también las alas |
y cortan el viento
imitando otro signo de la cruz. |
CONVERSACIONES |
DEL ORATORIO |
Marzo y Abril han sido
meses particularmente activos, en el |
Oratorio: además de las
cuatro tandas de CONFERENCIAS CUARESMA- |
LES y la preparación de la
SEMANA SANTA, hemos tenido las CONVER- |
SACIONES del Oratorio
secular. |
Antonio Barba y Pedro
Mancebo, aun siendo «de Casa», supieron |
despertar interés nuevo
entre nosotros al hablarnos de la Mujer en el mun- |
do de hoy, en su dimensión
humana y cristiana. |
El P. D. Gustavo Felten,
C. O. nos descubrió lo que representa |
para la Iglesia, en este
momento, el continente americano. |
D. Enrique Miret Magdalena
nos dio una lección de optimismo y |
seguridad cristiana, con
la visión de un mundo y una Iglesia en renova- |
ción evangélica. |
Finalmente, D. José M.
Ballestero, despertó el entusiasmo de la |
mayoría de los jóvenes y
alguna reserva en los mayores que tuvieron, en |
el diálogo, ocasión para
todas las aclaraciones deseables. |
Muchas palabras de aliento
hemos recibido de los buenos amigos |
del Oratorio, y serán
nuestro mejor estímulo para superarnos en la progra- |
mación de las
CONVERSACIONES para el próximo curso. |
2 (82) |
26 de Mayo |
El 26 de mayo a la fiesta,
en el calen- |
dario universal de San
Felipe Neri, nues- |
tro Padre y Fundador. En
esta misma fe- |
cha del año 1595, moría en
Roma, rodea- |
do de sus discípulos, los
primeros que ha- |
blan recibido el beneficio
de su apostolado |
y que se le habían unido,
casi sin darse |
cuenta de que iban a
formar una nueva |
familia espiritual. Ni
siquiera se les habría |
ocurrido, a no ser por la
insistencia del |
Papa, Gregorio XIII, que
quiso librarles |
de acusaciones y sospechas
despertadas |
por los envidiosos, que
más de una mo- |
lestia les habían causado
con sus denuncias, |
incapaces de comprender el
bien que por el |
Oratorio se hacía en medio
de la Roma |
paganizada de entonces,
pomposa y corroída |
a la que el espíritu
aparentemente menos |
ordenado, sencillo,
espontáneo y sin de- |
masiado aparato de
organización de San |
Felipe y sus discípulos,
le iba restituyendo |
a la autenticidad del
Evangelio y del es- |
píritu de los primeros
cristianos. San Fe- |
lipe moría cuando la faz
de Roma ya ha- |
bía cambiado y se hacía
patente a todos |
su resurgir cristiano. San
Felipe, apóstol |
de la ciudad de Roma, es
venerado en la |
Ciudad Eterna como el más
popular de |
los santos que la
habitaron, a pesar de no |
haber nacido allí, pero
por haberla amado |
tanto hasta gastar su
vida, generosa y go- |
zosamente y devolverle el
sentido de Dios, |
respetando todo lo humano
y legítimo de |
su esplendor; pero
haciéndolo más senci- |
llo, más auténticamente
humano, compa- |
tible con la alegría
serena de los hijos de |
Dios. |
Cuando la Iglesia no
solamente canoni- |
za a sus Santos, sino que,
a alguno de |
ellos, le institucionaliza
su obra —en San |
Felipe es el Oratorio—, es
que a ésta la ha- |
ce depositaria y
transmisora del espíritu y |
del estilo del Santo,
porque juzga que es |
útil mantenerlo para bien
general de to- |
dos los fieles. Por esto,
los hijos de San |
Felipe, juntando nuestro
gozo al de la |
Iglesia es la celebración
de la fiesta de |
nuestro Santo, nos damos
cuenta, además, |
del compromiso de nuestra
filiación, co- |
mo de una urgencia
especial a la que he- |
mos de dedicar toda
la vida, esforzándo- |
nos en amar a Albacete
—nuestra peque- |
ña Roma—, con el mismo
amor que San |
Felipe dedicó a la ciudad
le los Papas. |
Pero además de este
estímulo para |
nuestra vocación, el 26 de
mayo de cada |
año a nosotros, los
oratorianos de la Con- |
gregación de Albacete, nos
viene recordan- |
do, por amoroso designio
de la Providen- |
cia, los pasos de nuestra
breve historia. |
El 26 de mayo del año 1953
tenía lugar |
el «nacimiento» de esta
Congregación del |
Oratorio de San Felipe
Neri, mediante su |
erección canónica por la
Santa Sede. Ha- |
bíamos llegado aquí en los
angustiosos, |
pero esperanzados momentos
de la reciente |
creación de la Diócesis,
cuando su Pas- |
tor iniciaba la ingente
tarea de organizar, |
desde la nada y con
escasísimos elementos, |
los primeros pasos de esta
parcela de la |
Iglesia de Dios. Nacíamos
nosotros y todo |
nacía en aquellos días
difíciles, pero her- |
mosos. Y aun cuando han
cambiado tan- |
tas cosas, están tan cerca
de nosotros, |
que todo es joven aún. |
El 26 de mayo de 1957 se
bendecía e |
Inauguraba la capilla que,
hasta hace un |
año, era el lugar de
nuestro culto: marco |
modestísimo de nuestros
primeros minis- |
terios sacerdotales en la
ciudad; nido que- |
rido desde donde comenzó,
en realidad, |
3 (83) |
nuestro verdadero
apostolado oratoriano |
de formación de las almas,
y alrededor de |
cuyo altar germinaron,
florecidos de espe- |
ranza, los proyectos que
se han ido suce- |
diendo. |
El 26 de mayo de 1959
inaugurábamos, |
junto a la capilla,
nuestra casa, morada |
sencilla, donde además de
la vivienda con: |
seguíamos ese espacio, que
llamábamos |
la y que nos parecía
grande en las |
primeras reuniones
apostólicas del Orato- |
rio Secular, pero que
pronto se nos achi- |
co. Y fue entonces cuando,
casi más los |
de fuera hombres y jóvenes
del Orato- |
rio que los que
componíamos la peque- |
ña comunidad, comenzaron a
pensar en |
dilatar los espacios. Y se
habló de locales, |
y de iglesia mayor, y
fueron ellos los que |
nos empujaron, casi sin
darnos cuenta nos- |
otros... |
Y llegamos al 26 de mayo
de 1963, |
cuando el señor Obispo
venía a bendecir |
aquella primera piedra,
colocada como |
semilla de esperanza.
Esperanza que iba |
cuajando, mezclando afanes
y trabajos, en |
las paredes que crecían.
La iglesia era co- |
mo un ideal que hacía
buenos a los que |
nos hacían el bien. Y
propusimos no ha- |
blar jamás de dinero en
nuestra predica- |
ción, pesar de las no
pequeñas dificul- |
tades: era como un
homenaje de pureza a |
la intención de nuestra
empresa. Y mu- |
chos, de cerca y de lejos,
quisieron ayudar- |
nos, y hasta pudimos
ayudar... No porque |
nos sobrara, sino como el
que siembra pa- |
ra que el Señor le dé más.
Y el Señor da- |
ba. Siempre pobres y
siempre «ricos». |
Y el 26 de mayo de 1967
venía el señor |
Obispo y bendecía la
iglesia y consagraba |
su altar. Todo terminado,
todo «casi» ter- |
minado. |
Y hace un año. Un año de
esta «iglesia |
nueva», y quince años de
nuestro «nac- |
imiento». Todo es joven
aún: joven por |
los inicios, por la vida,
por las obras y |
por las personas; joven
por la Diócesis |
que aún conserva —¡y que
sea por muchos |
años!— su primer Padre y
Pastor. Joven, |
sobre todo, por la hora de
la Iglesia uni- |
versal, en que da gusto
sentirse nacer y |
comenzar a crecer, cuando
Ella renace y |
se quita «mantos viejos»
—como dijera el |
Papa— y descubre vida suya
en el mundo |
y en los hombres que la
miran y esperan |
—sabiéndolo o no—, el
fermento del Evan- |
gelio, de amor, de
justicia, de verdad, de |
libertad y de paz, que
renueve la faz de La |
tierra con la juventud de
la santidad. |
«Quien ama otra cosa que
no sea Dios, se engaña miserablemente». |
«El que rehúsa una cruz
ahora, encontrará otra más pesada luego». |
«El que dice que no puede
hacer oración, |
es que no se mortifica en
nada». |
«Jamás he pedido nada a
nadie y nunca me ha faltado |
la ayuda de Dios». |
«Un santo triste es un
triste santo». |
SAN FELIPE NERI. |
4 (84) |
EL CARDENAL BEVILACQUA |
Y SAN FELIPE |
El 6 de mayo de 1965 murió
el Padre Bevilac- |
qua. Esta página quiere
ser un homenaje a su recuer- |
do, unido a San Felipe, en
las siguientes palabras |
de Jean Guitton: |
Es raro que, a mi edad,
surja una nueva amistad de las raíces de la |
admiración. Durante el
Concilio un amigo me presentó al Padre Julio Bevilac- |
qua. Me dijo: "Es un
hombre único en su género, desconocido, pero magní- |
fico". Vi a un
oratoriano con el cuello blanco y pensé enseguida en Bérulle, |
Malebranche, Gratry,
Newman; pero era diferente. |
Bevilacqua me llevó al
Oratorio de Roma (yo había dado allí una confe- |
rencia sobre Newman); como
recompensa me subió a visitar la capilla y las |
reliquias de San Felipe
Neri, su fundador. Cansado, se sentó en un banco |
frente a la mascarilla,
perfectísima, de San Felipe, humana, sacerdotal. Me |
cogió de la mano y comenzó
a decirme: "Ese Felipe que veis fue poco com- |
prendido. Era el santo más
original que se pueda imaginar. Nada tenía de |
especial ni siquiera en la
santidad. Ningún programa. Sólo el corazón lleno, |
encendido del Espíritu
Santo, y la inspiración del momento. Todo estaba ahí: |
plenamente consciente y
lanzado del todo al viento de Dios. Sin teatralizar, sin |
hacer composiciones.
Alegría, alegría, y lágrimas. Toda la vida asumida en |
la Cruz y en la alegría. Y
hablar todo el día con todo el mundo... Acoger a |
todos, sublimar las cosas
de todos. Un poco de fantasía, de imprevisible, de |
burla y de broma, a veces,
pero siempre divino. Tratando familiarmente con |
el más alto y con el más
bajo. Felipe fue el tipo más completo de italiano: |
tenía la gallardía, la
simpatía, el humor y el espíritu de independencia de los |
florentinos, y tenía el
sentido romano del buen pueblo de Roma: una noble |
simplicidad abierta a
todos los seres. Contemplad, contemplad este rostro |
que la muerte no ha podido
apagar". |
Oía las palabras del Padre
Bevilacqua y, por dentro, en silencio, iba |
pensando que me daba dos
pequeñas llaves de oro, una de las cuales me ser- |
vía para conocerle
precisamente a él. |
5 (85) |
¿DEJAR EL MUNDO? |
Tendríamos que volver a
escribir las vidas de muchos santos, porque, de- |
masiadas veces, nos hemos
complacido en presentar la santidad como una |
huida del mundo. En parte
se comprende que se haya caído en este fallo por |
la falta de nobleza con
que, demasiadas veces también, abusamos de la in- |
mediatez del mundo
sensible y, se comprende, que quien no sabe usar mo- |
deradamente, no imagina
como posible más salida que la huida. Pero los |
Santos no han sido los que
"han huido del mundo", sino los que han triun- |
fado del mundo. |
Ellos vivieron en su
tiempo y captaron las circunstancias que les envol- |
vían y, cuando nos parece
que "se retiraron del mundo", no hicieron otra |
cosa que alejarse, no como
el que huye, sino como el que se sitúa en po- |
sición que le permite
tomar perspectiva del conjunto. Y, por eso, superan- |
do lo impaciente y goloso
de la inmediatez sensible, han sabido contemplar |
englobadas todas las cosas
y referirlas a Dios. El Santo siempre es un ser |
proyectado especialmente
hacia lo universal; si no, no sería santo. |
Hoy diríamos que el Santo
es un hombre que sabe dialogar con lo que |
le rodea, con lo que le
toca vivir. No maldice, no se asusta de la vida, no |
desprecia la existencia,
no se aleja de sus hermanos; sino que los ama y, |
si por un momento parece
que se distancia de las realidades que atan a |
todos, no es para
desentenderse de ellas, sino para comprenderlas y juzgar- |
las mejor, y para volver a
ellas y mejorarlas con la entrega de su vida. |
No se cree en posesión
definitiva de la verdad. La verdad es algo que |
crece y se desarrolla. No
es que la verdad sea variable para él, sino que es |
"creciente". Y
por esto dialoga. El que quiera ser santo tendrá que "santi- |
ficar" su vida
dialogando con este mundo que le toca vivir: abierto a todo |
lo que aún le queda por
añadir al bien comenzado de la propia vida. Por- |
que el bien nunca se nos
da en exclusiva. |
Esos santos que
contemplamos lejanos a nosotros, hicieron esto en su |
tiempo, en su lugar, con
su vida. |
En nuestro tiempo, para
santificarnos, para hacer "buena" nuestra vida, |
hemos de abrirla al
diálogo: tomar perspectiva y dialogar. Desde Dios a los |
hombres; desde el alma a
los demás. |
Por eso decía San Felipe:
"¿Yo dejar el mundo?.. Nunca lo he dejado". |
6 (86) |
NO DESTRUIR, SINO
COMPLETAR |
A muchos parecerá que los
intentos, |
libres o cuasi anárquicos,
de las pequeñas |
comunidades cristianas
tienden a sustituir |
a la macro-iglesia por la
micro-iglesia. Es |
posible que así sea en no
pocos casos, Y |
sería verdaderamente
lamentable. |
La macro-iglesia es —en
lenguaje evan- |
gélico y paulino— la
«Ley», o, en lenguaje |
moderno, la «estructura»,
el sistema, |
Jesús declaró expresamente
que el no ha- |
bía venido a «destruir la
Ley, sino a darle |
su cumplimiento y
plenitud» (Mt 5, 17). |
No se trataba de sustituir
a la Ley por la |
ley o por las leyes. Lo
interesante era |
adoptar frente a la Ley
una actitud de |
libre, no de esclavo.
Jesús infringió cons- |
cientemente algunas
prescripciones de la |
Ley para demostrar
gráficamente que la |
Ley no tenía un poder
tiranizador sobre |
el hombre. Los cuatro
evangelistas descri- |
ben con profusión de
detalles esta osadía |
de Jesús, que tanto
escandalizaba a los |
«legalistas» escribas y
fariseos. En Mc 2, |
27 tenemos ya una
formulación lapidaria |
en boca del propio Jesús:
«El sábado se |
instituyó para el hombre,
no el hombre |
para el sábado». |
Pablo siguió literalmente
esta misma |
línea de liberación legal.
El procedía de |
la más estricta
observancia farisaica. Le- |
yendo sus cartas, se tiene
a primera vista |
la impresión de que
estamos ante un anar- |
quista romántico, que
desprecia el encor- |
setamiento del sistema y
camina a campo |
traviesa a impulsos de una
eventual ins- |
piración carismática. Sin
embargo, nada |
más lejos de la realidad.
A Pablo —como |
a toda la Biblia—, hay que
leerlo con cate- |
gorías mentales
dialécticas. Pablo, como |
Jesús, no intenta
sustituir la Ley —más o |
menos judaica— por otra
Ley evangélica. |
«La Ley es santa... Bien
sabemos que la |
Ley es obra del Espíritu»
(Rom 7, 12, 14). |
«¿Es que destruimos la Ley
para sustituir- |
la por la fe? ¡De ninguna
manera! Sino |
que la confirmamos» (Rom
3, 31). |
Lo que Pablo, como Jesús
no tolera es |
que frente a la Ley se
adopte una actitud |
de esclavo: el cristiano
ano está sometido |
a la Ley, sino a la
Granda» (Rom 6, 14). |
Y el propio «Dios envió a
su hijo, nacido |
de mujer y constituido
súbdito de la Ley, |
para rescatar a los que
estaban bajo la |
Ley y pudieran a obtener
la adopción |
filial» (Gal 4, 4-5). |
Tampoco hoy nosotros,
cristianos del |
siglo XX, nada tenemos
contra la Ley, |
contra el sistema
eclesial, contra la es- |
tructura de la
macro-iglesia. Ciertamente, |
todos estamos de acuerdo
en que la estruc- |
tura necesita una profunda
renovación, y |
a eso ha venido,
principalmente, el Con- |
cilio Vaticano II y las
consiguientes re- |
formas que se van llevando
a cabo. Como |
miembros activos de la
Iglesia, tenemos el |
derecho y la obligación de
criticar cons- |
tructivamente el sesgo de
esas reformas, |
que no siempre satisfacen
aspiraciones le- |
gítimas de un pueblo de
Dios que se adul- |
tifica rápidamente. |
Pero en todo caso nuestra
actitud an- |
te el sistema ha de ser,
no de esclavos, si- |
no de libres. Somos hijos
y, como tales, |
no podemos adoptar ante la
macro-iglesia |
una postura servil. Somos
hijos, pero no |
hijos pródigos. No
queremos abandonar la |
«casa del Padre» para
construirnos en otra |
parte un hogar que nos
haga la ilusión de |
sustituir la vieja casona
que nos ha deja- |
do de gustar. Por eso
quedamos dentro y |
exigimos un puesto en las
deliberaciones |
que se toman para reformar
unas estruc- |
turas que, a ojos vista,
no nos satisfacen |
a muchos de nosotros. |
Recientemente, a los que
hemos adop- |
7 (87) |
tado esta actitud —libre y
filial— de que |
darnos dentro y expresar
nuestra protesta |
dentro de las fronteras de
la macro-igle- |
sia se nos ha acusado de
«apostasía inma- |
nente» (J. Maritain, Le
Paysan de la Ga- |
ronde, París 1966). Nos
parece demasiado |
fuerte la acusación. Yo
creo que, por el |
contrario, se trata de un
caso extremo de |
fidelidad. Nos quedamos
dentro de una |
Iglesia que no nos gusta,
precisamente |
porque creemos en ella. |
JOSE MARIA GONZALEZ RUIZ, |
en el prólogo de «HOLANDA
¿RIESGO INUTIL?», de la editorial NOVA TERRA |
HELDER CAMARA, |
PROFETA DE LA PAZ |
La violencia es de todos
los tiempos, pero en la actualidad está más ex- |
tendida que nunca;
podríamos decir que es masiva: se encuentra en todas |
partes; es multiforme:
brutal, racionalizada, abierta, sutil, ciega, insidiosa, |
sinuosa, física,
científica, consolidada, anónima, obstinada, irresponsable... |
Es fácil hablar de la
violencia cuando se trata de condenarla desde lejos y |
en bloque, sin distinguir
aspectos y sin profundizar en sus causas. Y también |
es fácil incitar a ella
cuando se siente vocación de "guerrillero de salón". Lo |
difícil es hablar de la
violencia cuando uno se encuentra mezclado, vecino y |
como envuelto en ella;
cuando se ve que a veces los más generosos y capaces |
de entre los nuestros
padecen la tentación de la violencia o se han dejado ya |
arrebatar por ella. |
Yo quiero decir lo
siguiente: El mundo entero tiene necesidad de una |
revolución estructural. En
el mundo subdesarrollado esto es evidente. Hay que |
hacer una revisión a
fondo, hay que realizar un cambio rápido. ¿Quién no |
sabe que en los mismos
países subdesarrollados existe un colonialismo inter- |
no, un grupo de
privilegiados cuya riqueza es mantenida a costa de la mi- |
seria de millones de
conciudadanos? Se trata a veces de un régimen semi- |
feudal en el que el pueblo
se encuentra falto de derechos reconocidos, en |
una situación infrahumana
de verdadera esclavitud. Los trabajadores rurales |
no tienen acceso a la
propiedad de las tierras que grandes terratenientes man- |
tienen casi improductivas. |
Hoy el 85 por 100 de la
población mundial se desliza hacia la miseria |
8 (88) |
para que el 15 por 100
restante pueda disfrutar de un súper-confort. En el |
mundo subdesarrollado, las
masas en situación infrahumana están violen- |
tadas por pequeños grupos
de privilegiados poderosos... Si esas masas se or- |
ganizan en sindicatos o
cooperativas, sus líderes son acusados de subversivos o |
comunistas y se les
condena a desaparecer, "para que reine el orden", es |
decir, el
"orden-desorden". |
El derecho es muchas veces
un instrumento de violencia contra los dé- |
biles o permanece como
algo altisonante o hueco en el texto de declaraciones, |
como la de los derechos
fundamentales del hombre, cuyo vigésimo aniver- |
sario se celebra ahora.
Una buena manera de celebrarlo sería que la O.N.U |
comprobase si alguno de
esos derechos es tenido en cuenta y respetado en |
los dos tercios de la
humanidad. |
La violencia existe
también en el mundo desarrollado tanto en el co- |
munista como en el
capitalista. Millones de hombres temen la paz, porque |
viven de la guerra, porque
comen de la muerte. Hay "trusts" más poderosos |
que los mismos Estados. Y
cuando deciden eliminar a una persona que les |
molesta, no hay manera de
dar con el asesino... |
Permítaseme tomar ahora,
valientemente, posición como obispo de la |
Iglesia para decir que yo
respeto a los que en conciencia se han sentido obli- |
gados a optar por la
violencia... Acuso a los verdaderos fautores de la violen- |
cia, a todos aquellos que
por egoísmo conculcan la justicia o impiden la paz. |
Pero proclamo que mi
vocación personal es la de ser peregrino de la paz, si- |
guiendo el ejemplo de
Pablo VI. Prefiero mil veces ser muerto antes que |
matar. Opto en absoluto
por la no violencia, por el amor que nos enseña el |
Evangelio. Y hago esta
opción con profunda fe en el hombre y en sus posibi- |
lidades de progreso a
través de la paz. |
Mons. HELDER CAMARA, |
Arzobispo de Recife. |
«Hay que entregarse a Dios
enteramente, sin reserva». |
«No tengo miedo de nada
con tal que me dé tiempo para rogar». |
San Felipe Neri. |
9 (89) |
LA FE NOS OBLIGA A LA PAZ |
El mundo entero suspira
por la paz. Las demostraciones diarias y las |
manifestaciones públicas,
que no deben desaprobarse por sistema, demues- |
tran de qué forma la
humanidad entera, y especialmente los jóvenes, están |
preocupados por la paz
mundial. La Iglesia de Cristo ha recibido una nueva |
misión: la de predicar la
paz y la de colaborar a la paz. |
Es significativo que en el
corto lapso de seis años hayan sido dirigidas al |
mundo tres encíclicas
papales dedicadas a la paz y a la renovación de la vida |
social. |
La paz no es algo
marginal. La paz debe ser en nuestra vida y en nuestra |
fe la idea central. Cree
en Dios, meditar sobre Dios, está íntimamente ligado |
al trabajo por un porvenir
mejor, por un mundo mejor; un mundo de jus- |
ticia, de caridad: un
mundo de paz. |
Por eso la teología debe
mezclarse a la realidad social. Por eso, por su |
orientación hacia el
futuro, nuestra fe no puede resignarse a un determinado |
orden y menos considerarlo
como el único posible para conseguir la felicidad |
del hombre. El compromiso
del cristiano con la sociedad es, por definición, |
un compromiso basado en un
espíritu crítico para obtener del presente un |
porvenir mejor. |
Cuando se habla de
compromiso político, muchas personas se muestran |
temerosas o dubitativas, y
se comprende; pero hay que decir que en esta |
época mundial la Iglesia
debe encontrarse siempre en la vanguardia de la |
historia. En el sentido
más profundo, la toma de posición crítica del cris- |
tiano frente a las
estructuras existentes se base en lo que el Evangelio llama |
el amor. Amor que
representa, desde el punto de vista de lo social, una vo- |
luntad incondicional de
equidad y de libertad en favor de los demás. Esta |
incondicionalidad no
exceptúa a nadie. La Iglesia no puede tener otra posi- |
ción de poder que la que
se desprende de su búsqueda de un reino de amor |
y de justicia. |
La paz no es la victoria
de una ideología sobre otra, sino la capacidad de |
vivir juntos y dialogar. |
Cardenal BERNARD ALFRINK, |
Primado de Holanda. |
10 (90) |
"JUVENTUD, |
Esperanza de la
Iglesia" |
LA JUVENTUD ESPAÑOLA |
DEBE ENCONTRAR EN LA |
ESTRUCTURACION JURIDICA |
DE LA VIDA NACIONAL LAS |
CONDICIONES BASICAS PARA |
SU PROMOCION INTEGRAL. |
El cardenal secretario de
Estado en su |
carta a esta Semana Social
(la XXVII es- |
pañola), dos recordaba a
este propósito un |
texto de la «Gaudium et
spes». Hay que |
prestar gran atención a la
educación cívi- |
ca y política, que hoy día
es particular- |
mente necesaria para el
pueblo y sobre to- |
do para la juventud, a fin
de que todos |
los ciudadanos puedan
cumplir su misión |
en la vida de la comunidad
política y |
añadía por su cuenta: «Si,
por una parte, |
el deber de conciencia
prohíbe romper el |
ritmo de los tiempos, por
otra, la anticipa- |
da madurez que el hombre
contemporáneo |
adquiere... exige que la
formación para el |
futuro Impartida a los
jóvenes, disponga |
de cauces y estructuras
que les consientan |
un entrenamiento en el
autogobierno dis- |
ciplinado». |
Las libertades básicas que
los jóvenes |
reclaman no solamente para
su formación, |
sino también para asegurar
el porvenir del |
país, son, sobre todo las
de asociación y |
reunión, la libertad de
expresión y la po- |
sibilidad de encuadrarse
en sindicatos |
verdaderamente
representativos. De la |
sociabilidad natural de
los hombres se de- |
riva el derecho de reunión
y asociación; |
el de dar a las
asociaciones que creen, la |
forma más idónea para
obtener los fine |
propuestos; el de actuar
dentro de ellas |
libremente y con propia
responsabilidad y |
el de conducirlas a los
resultados previs- |
tos», dice textualmente la
«Pacem in t- |
erris», y continúa: «Como
ya advertimos |
con gran insistencia en la
«Mater et ma- |
gistra», es absolutamente
preciso que se |
funden muchas asociaciones
y organismos |
intermedios, capaces de
alcanzar los fines |
que los particulares por
sí solos no pueden |
obtener eficazmente. Tales
asociaciones y |
organismos deben
considerarse como ins- |
trumentos
indispensables en grado sumo, |
para defender la dignidad
y la libertad de |
la persona humana, dejando
a salvo la |
responsabilidad». |
Hágase todo esto de forma
—y ahora |
hablo yo— que no produzca
graves pertur- |
baciones, hágase
escalonadamente y con |
los debidos
asesoramientos, hágase con el |
necesario control de la
autoridad, enséñe- |
se a los jóvenes a que el
entrenamiento en |
el uso de estos derechos
vaya siempre |
acompañando del
cumplimiento de sus de- |
beres, pero hágase clara y
decididamente. |
Los jóvenes no se forman
tan sólo con |
los libros y las
lecciones; se forman tam- |
bién partiendo de su misma
vida y en su |
propia acción, que orienta
sus iniciativas |
dándoles un sentido muy
concreto de res- |
ponsabilidad social que
les ayudará, sin |
duda alguna a descubrir
simultáneamente |
sus posibilidades y
limitaciones y les ejer- |
citará en las virtudes de
la convivencia, el |
diálogo y el respeto a las
opiniones contra- |
rias, tan necesario en un
país como el |
nuestro. |
11 (91) |
De lo contrario, la
Juventud, desenten- |
diéndose de los grandes
deberes naciona- |
les, desembocará en la
frivolidad, o lo que |
es peor, terminará en el
gamberrismo o la |
delincuencia. |
NUESTRA COMUNIDAD ECLE- |
SIAL, Y NO DIGO SOLAMENTE |
LOS OBISPOS, TIENE QUE HA- |
CER UN ESFUERZO SINCERO |
DE ADAPTACION A LOS |
TIEMPOS QUE VIVIMOS. |
Es decir, todos tenemos
que estar mu- |
cho más en contacto con la
realidad. Unos |
vivimos demasiado
absorbidos por la buro- |
cracia; otros —las
asociaciones y movi- |
mientos apostólicos—
demasiado dedica- |
dos a sí mismos, a sus
pocos o muchos |
miembros, pero tantas
veces vueltos de es- |
paldas a la gran
masa; otros, demasiado |
preocupados de fermentar
en sus propias |
masas, como ocurre con
bastantes parro- |
quias... Todos, el primero
yo, tenemos que |
hacer un serlo propósito
de vivir más cer- |
ca de nuestros hermanos y
de sus proble- |
mas, de compartir con
ellos sus alegrías |
y sus sufrimientos. |
No podemos olvidar, por
otra parte, |
que el mundo que se
construye ante nues- |
tros ojos necesita
una inspiración evangé- |
lica. No puede faltar en
medio de él nues- |
tro testimonio y nuestra
palabra. Esto nos |
obliga a todos, también a
los obispos, a |
pronunciarnos con claridad
y caridad, an- |
te todo lo que vaya contra
la dignidad de |
la persona o contra el
marco básico en |
que ésta tiene que
realizar su compromiso |
humano; ante todo lo que
atente, directa |
o indirectamente, contra
la vocación so- |
brenatural del hombre. No
siempre serán |
necesarias ni convenientes
grandes decla- |
raciones, pues aún en esto
hay que tener |
también la preocupación de
ser humildes |
y sencillos. Algunos
obispos españoles nos |
han dado en esta última
temporada emo- |
cionante ejemplo de
ello. |
Mons. MAURO RUBIO
RIPULLES. |
Obispo de Salamanca, en la
XXVII Semana Social de España. |
«No busquéis nada fuera de
la gloria de Dios, y tened confianza |
que el que os ha dado
fuerza para comenzar la obra os |
la dará para terminarla». |
Estad siempre alegres, y
haced lo que queráis con tal que |
no pequéis) |
«Bienaventurados vosotros,
los que sois jóvenes, porque tenéis |
tiempo de haceros santos». |
«El entusiasmo de los
jóvenes es como el fuego de la paja, |
dura poco». |
De muchos es comenzar el
bien; de santos el perseverar |
hasta el fin. |
SAN FELIPE NERI. |
12 (92) |
MÁS SOBRE |
EL NOMBRAMIENTO DE LOS
OBISPOS |
No solamente por tratarse
de los derechos de la Iglesia, sino por la ac- |
tualidad que ha adquirido
el tema en la Prensa nacional, donde ha hecho irrup- |
ción con suma delicadeza
por parte de los que defienden la doctrina conciliar, |
nos parece interesante una
vez más hacer referencia a esta materia que resulta |
tan decisiva y vital en
esta hora para el porvenir del catolicismo español. Pre- |
via una consideración de
carácter general, ofrecemos el texto de unas pala- |
bras emitidas por la Radio
Vaticana, con todas las aprobaciones, y el pare- |
cer de un destacado seglar
español, Enrique Miret Magdalena, ya conocido de |
cerca por todos los amigos
del Oratorio. |
EL SIGNIFICADO DE UN RUEGO |
El ruego del Decreto
"Christus Dominus", por el que el Concilio Va- |
ticano II pide a los
Estados que lo poseen, la renuncia al privilegio de "elec- |
ción, nombramiento,
presentación o designación" de los obispos, no puede |
ser interpretado de otro
modo que como una delicada y urgente reclamación |
para que se liquiden las
últimas huellas legales o consuetudinarias de la in- |
jerencia del poder civil
en el gobierno y misión de la Iglesia. |
La historia de la Iglesia
está llena de dolores y desgracias padecidas |
por este abuso. No hace
falta remontarnos a la Edad Media, ni resucitar la |
historia de las
investiduras para que sea bien patente que el Concilio Va- |
ticano II de nuestros
días, no ha proclamado nada nuevo; sino que se ha |
limitado a reclamar, una
vez más, como hace siglos y como desde hace si- |
glos, la devolución de una
libertad a cuya limitación jurídica, envuelta en |
la fórmula que sea, sólo
con dolor y profunda repugnancia había accedido |
cuando el poder civil
ponía precio, de algún modo, al derecho divino de la |
predicación evangélica, y
fue siempre en los casos en que los príncipes no |
tenían fe suficiente y
consideraban como simple hecho histórico la realidad |
de la Iglesia, o porque
creían que una cierta sumisión de la Iglesia fevorecería |
sus miras políticas.
Luego, con enorme contrasentido, cada vez que la Igle- |
sia hacía el menor gesto
de independizarse de tal injerencia, era acusada, |
sistemáticamente, de
"política" o, como diríamos hoy, de temporalismo", |
y no se daban cuenta que
formulaban tal acusación precisamente en nombre |
de una política y por
mantener un temporalismo determinado con que, a |
toda costa, pretendían
comprometer la transparencia del mensaje cristia- |
13 (93) |
no, que, como dice el
mismo Concilio, "no se confunde en modo alguno con |
la comunidad política ni
está ligada a sistema político alguno" (G. S. núm 76). |
En el "ruego"
del Concilio que comentamos, la Iglesia ha tenido muy |
en cuenta la debilidad de
los hombres y por esta razón no ha formulado una |
exigencia o una denuncia,
sino que ha elegido la palabra "ruego", aunque |
solemne y universal; por
dos razones: primera, porque si los gobiernos afec- |
tados no son creyentes,
vean en la mansedumbre de la actitud de la Iglesia, |
una razón más para no
resistirse a devolverle lo que les reclama, y segunda, |
porque si los gobiernos
afectados son cristianos y católicos, tengan en este |
solemne ruego maternal, la
ocasión de una rápida y generosa reacción para |
demostrar que son buenos
hijos de la Iglesia, sin reticencias en su leal de- |
voción y obediencia,
porque los hijos buenos no precisan de mandatos... |
Otras interpretaciones
serían fruto de una crasa ignorancia sobre la na- |
turaleza y misión de la
Iglesia o estarían inspiradas en intereses que nada tie- |
nen que ver con el bien de
las almas. |
«FUERTE PARADOJA» |
En la noche del 25 de
Abril último, la Radio Vaticana difundió las |
siguientes palabras: |
A continuación, vamos a
leer unas |
páginas sobre uno de los
problemas más |
graves que afectan hoy a
la Iglesia en Es- |
paña y que a nuestro
entender explica, al |
menos en parte, ese
fenómeno que se ob- |
serva en España y
que algunos han llama- |
do antijerarquismo. |
El panorama eclesiástico
español pre- |
senta en los últimos años
una situación de |
especial anomalía, que se
va acentuando |
progresivamente. En el
momento actual, |
seis diócesis españolas
(Huesca, Tarazona, |
Menorca, Valencia, Lérida
y Santander) |
—el 10 por ciento del
total— están ju- |
rídicamente vacantes. |
Por otra parte, habiendo
rogado enca- |
recidamente el Papa a los
obispos —si- |
guiendo las prescripciones
conciliares— |
que renuncien al cargo del
gobierno de su |
diócesis a partir de los
setenta y cinco |
años, hay en España once
obispos que, te- |
niendo ya cumplida esa
edad, siguen al |
frente de sus diócesis sin
que haya sido |
aceptada su renuncia
cuando ha sido pre- |
sentada. Otra diócesis más
entrará este |
año en la misma situación.
La edad me- |
dia de esos once obispos
es de ochenta |
años y cinco meses. |
Esto significa que casi el
30 por cien- |
to de las diócesis
españolas se encuentran |
en situación anómala. |
No olvidemos que el
Concilio Vaticano |
II ha proclamado
claramente en la cons- |
titución «Christus
Dominus» que del de- |
recho de nombrar o
instituir a los obispos |
es propio, peculiar y de
por sí exclusivo |
de la autoridad
eclesiástica competente». |
El mismo Concilio saca de
este principio |
dos consecuencias
terminantes, una cara |
al futuro, otra respecto a
la situación ac- |
tual: Por lo cual... desea
el sagrado Con- |
cilio que en lo sucesivo
nunca más se |
concedan a las autoridades
civiles ni de- |
rechos ni privilegios de
elección, nombra- |
miento, presentación o
designación para |
el ministerio episcopal; y
a las autoridades |
14 (94) |
civiles, cuya voluntad
obediente a la Igle- |
sia reconoce agradecido y
tiene en gran |
estima el Concilio, se les
ruega con toda |
delicadeza que tengan bien
renunciar |
por su propia voluntad, de
acuerdo con la |
Sede Apostólica, a los
derechos o privile- |
gios referidos de que
disfruten actualmente |
por convenio o por
costumbres, |
El Concilio no ha podido
ser más ex- |
plícito. Pablo VI
remachaba ese deseo de |
la magna asamblea en su
discurso de clau- |
sura del Concilio ante las
naciones extran- |
jeras presentes al acto:
«La Iglesia pide a |
los Gobiernos que
consientan en recono- |
cerle o restituirle su
plena y entera libertad |
en lo que concierne a la
elección y el nom- |
bramiento de sus
pastores». |
Estas palabras se
pronunciaron en 1965. |
¿Por qué en 1968 no ha
aparecido toda- |
vía ninguna indicación,
que haya llegado |
la conciencia pública, de
que el Estado |
español vaya a restituir a
la Iglesia a |
plena libertad que ella ha
reclamado para |
el nombramiento de sus
pastores? ¡Fuerte |
paradoja la de esa
continua profesión de |
catolicismo por parte del
Estado español |
en contraste con ese
reiterado silencio! |
Paradoja desconcertante
para los que |
creen en la sinceridad de
esa profesión de |
le y son puestos en la
tentación de pen- |
sar que su pureza puede
estar en ocasiones |
subordinada intereses
políticos, que si |
son genuinos no podrán
estar nunca en |
contradicción con ella). |
OBISPOS ELEGIDOS POR EL
PUEBLO |
Pero no se trata de
vindicar el derecho de la Iglesia, ni discutir situa- |
ciones cuyo origen no
atañe, a veces, a los contemporáneos, sino que hay que |
dar soluciones, no
solamente justas y prácticas, sino cristianas y evangélicas, |
por grandes que sean las
reformas que haya que emprender. |
Enrique Miret Magdalena,
desde "TRIUNFO", ha tratado el tema de la |
elección de los obispos y
señala hacia la solución total, "eclesiástica", que, |
por lo menos, hay que
preparar con urgencia y entusiasmo. Escribe: |
Los primeros siglos —que
tenían to- |
davía cercano el recuerdo
de la época |
apostólica —fueron más
sensibles a algo |
que se ha perdido hoy
completamente: la |
intervención del pueblo en
las cosas de |
la Iglesia. |
Historiadores de todas las
tendencias |
lo han reconocido así.
Desde el agnóstico |
profesor Ch. Guignebert,
que afirma de |
aquel tiempo: «El
Obispo... es elegido por |
el pueblo y ordenados por
los Obispos |
vecinos» («El Cristianismo
Antiguo»). Co- |
mo el teólogo X. Arnold ha
repetido en |
sus varios trabajos
pastorales, o como el |
historiador católico
Vacandard señalaba |
que «las elecciones
episcopales se realiza- |
ban —entonces— por el
pueblo y el clero |
de la ciudad». |
Tres grandes Papas lo
exigieron así. |
San León Magno decía sin
eufemismo algo |
de sentido común: «Quien
ha de mandar a |
todos, sea elegido por
todos», San Celesti- |
no I exigía: «A nadie
demos Obispo con- |
tra su voluntad, y por eso
debe requerir- |
se el consentimiento y
deseo del clero, del |
pueblo y de los Obispos y
cuando se per- |
dió en plena Edad Media,
esta costum- |
bre, otro Papa —Gregorio
VII— devolvió |
al pueblo esta
intervención, que algunos |
consideraban peligrosa y
que había pasado |
abusivamente manos de
cabildos ecle- |
siásticos y gobernantes
civiles». |
Las normas de los primeros
siglos son |
tajantes «Que se consagre
como Obispo al |
que ha sido elegido por
todo el pueblo» |
(San Hipólito, «Tradición
Apostólica»). Y |
15 (95) |
el rígido Obispo de
Cartago, San Cipriano, |
«en el siglo III declara
que la comunidad |
tiene el poder de elegir
su Obispo, o de |
desecharlo cuando se le
imponga» (A. Du- |
mas, «Catholicicisme»). |
...Tenemos pues que
plantearnos dos |
problemas: Uno, el de
Independizar más |
—como la Iglesia quiere—
el poder ecle- |
siástico del poder civil,
y éste es cometi- |
do urgente e inmediato. Y
el otro, encon- |
trar —poco a poco y
pensándolo bien— |
un sistema más popular de
elección de las |
personas, cosa no fácil,
desde luego, pero |
que d queremos ser
conscientes de la tra- |
dición católica más
antigua y más ejem- |
plar, deberíamos hacer lo
imposible por |
alcanzar esta meta sin
tardar mucho. |
...El primer paso a dar
será, por tanto, |
desligar el poder civil de
esa Intervención |
en el nombramiento de
Obispos. Pero es- |
ta renovación debía
hacerse ampliando |
además el criterio de
selección y haciendo, |
por tanto, intervenir
decisivamente un |
organismo más universal
como la Secreta- |
ría de Estado y la
Nunciatura, en vez de |
dejar la decisión en manos
de un ora |
mismo eclesiástico
nacional. La interven- |
ción eclesiástica nacional
debía ceñirse, en |
forma análoga a otros
siglos cristiano |
colaborar los Obispos de
la región en la |
simple sugerencia —sin
limitación— de |
posibles candidatos, pero
dejando las ma- |
nos totalmente libres a la
Santa Sede. |
Después —y deseamos que
sea rápida- |
mente una realidad—
vendría la tan anhe- |
lada colaboración del
pueblo y clero a es- |
ta propuesta de nombres,
como ahora —a |
veces— se hacía a título
privado, pero sin |
suficiente cauce
institucional, que es lo |
que hay que buscar y
establecer. |
ULTIMO COMENTARIO |
Es natural que, como
simples católicos y como ciudadanos, deseemos que |
sea restituida la plena
libertad a la Iglesia en lo que se refiere al nombramiento |
de Obispos en España: por
el bien de las almas y por el bien de los mismos |
Obispos que son también
más de una vez, víctimas de un sistema que ya no |
funciona. La Radio
Vaticana ha hecho clara alusión al antijerarquismo que, |
por desgracia, cunde entre
los católicos españoles y que se explica, en parte |
por lo menos" por el
modo como aquí se designa a los Obispos. Los Obispos |
necesitan la confianza y
el amor de su clero y de su pueblo, y los azares po- |
líticos no pueden ser los
encargados de fomentar esa confianza ni de garanti- |
zar ese amor. Lo cual no
sólo es causa de gran dolor en el corazón humano |
de todo Obispo consciente
y en comunión con todo el Colegio Episcopal y la |
Sede Apostólica, sino que
colapsa la eficacia de su apostolado, porque no se |
puede exigir tanta fe a la
gran masa del pueblo de Dios, hasta superar cual- |
quier recelo de
temporalismo o compromiso político en sus pastores, cuando |
el poder civil interviene
en su designación o nombramiento. Y esto es muy |
grave, porque de esta
desconfianza se derivan trágicas consecuencias para el |
apostolado y para la
Iglesia en general. Baste, por ejemplo, la parte que |
corresponda como causa a
esas 106 dimisiones de cargos nacionales de la |
Acción Católica Española,
ocurridos en los últimos 18 meses. Y, en otro as- |
pecto, la poca simpatía
con que muchos juzgarían que pasaran, los privilegios |
del Estado, a la
Conferencia Episcopal nacional, por suponerla emanada del |
Concordato, por lo menos
en gran parte de sus miembros. Lo cual, si por los |
16 (96) |
fieles católicos españoles
no puede significar inculpación en ninguno de los |
Obispos componentes,
víctimas de unas circunstancias que de seguro les de- |
ben repugnar, sí en cambio
que exigirá el paso de algunos años hasta purifi- |
carse de todas suspicacias
de remota influencia política, ya no deseada ni |
por los buenos políticos. |
Por esto nos chocaban las
endebles razones que el diario "ARRIBA", |
una vez más, exponía en su
largo editorial del día 5 de mayo. Editorial re- |
producido, en todo o en
parte por algunas publicaciones y diarios españoles |
menos leídos, y cuyas
razones principales se desmontan con estas simples |
observaciones: |
1ª. No debe confundirse el
concepto conciliar de "Iglesia local" por |
el de "Iglesia
política". |
2ª. Es falsa la suposición
de que la Iglesia, para ponerse en contacto |
con sus hijos, debe
hacerlo a través del Estado; ni que los fieles tengan de- |
rechos, respecto a la
Iglesia, que deban defender los Estados. Eso es cesarismo. |
3ª. Todo buen católico es,
al mismo tiempo, siempre, buen ciudada- |
no. (No es preciso que
todo buen ciudadano deba ser buen católico, ni si- |
quiera católico...). El
Estado es incompetente para calificar o depurar el |
grado de catolicismo de
los ciudadanos. |
4ª. La Iglesia no necesita
protecciones especiales. Le bastan las que |
han de existir para todos
los ciudadanos y que el poder civil tiene el deber |
de fomentar. |
Ello es suficiente. En
realidad se trata de que, entre todos, superemos |
muchos prejuicios para que
lleguemos a la distinción evangélica original: |
"Dar al César lo que
es del César y a Dios lo que es de Dios". |
Porque es preciso darse
cuenta de esto: el régimen de Cristiandad ha |
terminado. |
La Iglesia, ni aún antes,
jamás ha vendido nada; ni menos, ahora, tiene |
nada que vender ni
hipotecar, a pesar de la irrespetuosa y hasta insultante |
referencia con que algunos
han pretendido aludir a la compensación eco- |
nómica, que todos podemos
reconocer, leyendo las estipulaciones concorda- |
tarias además de recordar
la Historia, que no es más que una mínima, po- |
brísima y nunca acabada
restitución... Pero también a ello sabe renunciar |
la Iglesia si puede
interpretarse como contrasigno, en especial por el torcido |
modo de comentarla. |
La Iglesia no necesita
ningún privilegio, ni amparo especial de ningún |
poder de este mundo. Lo
que Ella ha podido pedir y ha pedido en el pasado |
y pide ahora y pedirá
siempre, vale para Ella y para todos: unas condiciones |
jurídicas de paz, de
justicia y de libertad válidas para todos los hombres. |
Esto le basta. Lo demás
corre exclusivamente de su cuenta y es indelegable. |
17 (97) |
No puede renunciar lo que
ha recibido de Dios: quien la invade la man- |
cilla. No tiene nada que
vender: sólo tiene para dar, porque si se vendiera se |
prostituiría. Su ideal es
la fe, sus armas el Evangelio, su vida la gracia. No |
busca ni quiere ser
perseguida; pero cuenta con que lo pueda ser, porque se |
lo anunció el Maestro.
Pero si llega el caso de tenerse que defender, no sería con |
los poderes, ni con las
armas de los hombres —"¡No con la espada!", sino |
con la virtud, con la
fuerza del amor, a la luz de la fe. Otra cosa sería des- |
cender al nivel de los
reinos y de los príncipes de este mundo, o apuntarse |
solamente los triunfos
externos de la coacción. La Iglesia se respeta demasiado |
para no respetar a los
demás. Ella es libre y hace libres a los hombres; les |
da la máxima libertad: los
hace hijos de Dios |
ESPAÑA Y EL CONCILIO |
Pocas naciones tan poco
preparadas para el Concilio como |
España; pero también pocas
naciones tan a punto para el poscon- |
cilio. El Vaticano II, a
los españoles, nos cogió de sorpresa, incluso |
a los obispos. España era
una nación un poco aislada del resto del |
mundo. |
La originalidad de la
crisis de fe del catolicismo español, |
se manifiesta por una
ignorancia de la misma fe y su falta de |
dinamismo. Fe más
preocupada y más celosa de la ortodoxia que |
de la caridad; más
defensiva que vital. |
Pero ahora está en
nuestras manos llevar a cabo la reno- |
vación profunda de nuestro
catolicismo, o dejar perder la única |
ocasión que nos brinda el
Concilio. |
Mons. José M.* CIRARDA,
Ob, aux, de Sevilla |
PRIMERAS COMUNIONES |
De acuerdo con los deseos
de nuestro Prelado, recomen- |
damos a los padres
interesados, que lleven a sus hijos a |
hacer la primera comunión
a las Parroquias respectivas. |
18 (98) |
LENTITUD EXCESIVA |
Hay una lentitud excesiva
en la Iglesia. El Concilio ha lanzado en el seno |
del Pueblo de Dios un
fermento dinámico de cambio y de conversión radical. |
Existen laicos y
sacerdotes lúcidos y auténticos que luchan por lavar el rostro |
de la Iglesia de sus
pecados y de todo lo que la desfigura. En el fondo ellos |
pretenden construir una
Iglesia resurgida en Cristo y en la Palabra y al mis- |
mo tiempo capaz de animar
y servir al mundo de hoy. Sucede, a veces, que |
nosotros, la jerarquía,
nos sentimos llamados a ser defensores de "tradicio- |
nes". En tal caso
nosotros hacemos de freno y no de motor para esos laicos |
y esos sacerdotes
renovadores. No siempre aceptamos el diálogo con el clero |
co-responsable y con el
laicado adulto y creador. |
Yo estimo que todo esto
llevará a las más graves consecuencias. El can- |
sancio y el desaliento de
los más auténticos les llevará, tal vez, a la evasión o |
la desesperación. Los
"instalados", cierto, permanecen fieles; los "instalados" |
no tienen dudas. |
Es urgente que nos hagamos
verdaderos hermanos de nuestros sacerdotes |
y de los laicos que son
los verdaderos servidores del pueblo y del mundo. Nues- |
tra "conversión"
ha de ser tomada en serio sobre nosotros mismos y para el |
pueblo de Dios. |
Estoy convencido de que
existe ya un nuevo Pentecostés, un empuje re- |
novador. Casi todos los
episcopados del mundo hacen su examen, se reúnen, |
elaboran planes
pastorales, investigan... Pero, de todos modos, la lentitud me |
parece excesiva y eso dará
lugar a muy graves consecuencias. El tiempo nos |
empuja. Para los que saben
interpretar el tiempo a la luz de la fe purificada y |
desmitizada, es el Señor
mismo quien nos fuerza y nos empuja. |
Monseñor ANTONIO B.
FRAGOSO, |
Obispo de Crateus (Brasil) |
En el fondo de la renuncia
o no renuncia al derecho de |
presentación hay una
confianza o una desconfianza en ese Papa |
a quien rebozan de elogios
a diario precisamente quienes, a la |
hora de la verdad,
prefieren no poner en sus manos nuestro |
futuro religioso, no nos
lo vaya a romper. Pero ¿en qué queda- |
mos? Pablo VI es el Papa
conservador que frena a los progresis- |
tas según nos cuenta a
diario la prensa, o es un peligroso |
progresista que nos
conduciría a la ruina a poco que confiáse- |
mos en él. ¡Ah,
obediencia, obediencia, cuánta hipocresía se |
esconden detrás de tu
nombre! |
J. A. REVILLO — N.º 626 de
VIDA NUEVA. |
19 (99) |
Domingo, día 26 de Mayo |
FIESTA |
DE |
NUESTRO SANTO PADRE |
FELIPE NERI |
Esperamos a todos nuestros
hermanos y amigos |
a la Misa de las 10 de la
mañana. |
LAUS DEO |
Director: P. Ramón Mas, C.
O. |
Edita: Congregación del
Oratorio. - Apartado 182.-Albacete. |
Imprime: LA VOZ DE
ALBACETE, S. López, 14- 18-5-68. |
Depósito Legal: AB-103-62. |
20 (100) |
|