BOLETIN
DEL ORATORIO DE ALBACETE. |
N.º 75. ENERO. 1969. |
EVANGELIZAR LA PAZ |
Lo mejor no se impone, no
se establece por la fuerza: se anuncia, se ofre- |
ce y se recibe. Lo mejor
necesita, para serlo, ser acogido por el hombre con el |
entusiasmo de su libertad,
sumada generosamente al bien que recibe. |
Por eso el Evangelio no es
una imposición, sino un anuncio, anuncio paci- |
fico de bien: anuncia la
liberación del pecado y la obra de la santificación |
del hombre, en Jesucristo. |
La Iglesia, depositaria
del Evangelio, tampoco impone nada, Renuncia a la |
fuerza y al apoyo de la
violencia —instalada o revolucionaria— como medio pa- |
ra instaurar el bien que
ha de comunicar a los hombres. Sabe que, en el mo- |
mento en que cediera a su
tentación, dejaría de ser fiel a lo mismo que |
anuncia. |
Pero la Iglesia no calla:
el clamor de su voz es llama de profecía que nun- |
ca se extingue, y exhorta,
predica, trabaja y sufre, sin descanso, mientras si- |
gue recordando a los
hombres el mensaje evangélico, señalando abusos y pe- |
cados, injusticias y
desgracias que es preciso evitar y remediar. |
La voz de la Iglesia se
dirige al corazón y a la voluntad de los hombres, |
para que sumen su libertad
en el esfuerzo por ese bien —compendio de todos |
los bienes— que anhelan,
pero no aciertan a encontrar. |
Tal vez porque,
precisamente, quieren imponerlo, en vez de recibirlo, libres |
y agradecidos. |
Una vez más, la Iglesia,
les evangeliza la Paz. |
1 |
CONVERSACIONES DEL
ORATORIO |
Con el tema general de |
LOS DERECHOS HUMANOS Y LA
DOCTRINA DE LA IGLESIA |
El pasado día 10 de enero
ha tenido lugar la «conversación» sobre |
«DERECHOS HUMANOS
PERSONALES», dirigida por don Pedro García |
de Leániz. Tan interesante
resultó que, a propuesta de varios asistentes, |
estudiamos la posibilidad
de proceder a la impresión de su base doctrinal. |
El próximo viernes, día 24
de enero, a las 8:30 de la tarda, y con el tema: |
«DERECHOS HUMANOS
SOCIALES» |
se tendrá otra
«conversación» a cargo de |
DON ENRIQUE VILLAMANAN
VALVERDE |
«La paz no se puede
«establecer» por decreto» |
A la paz le pasa lo que al
amor; no se puede hablar de él sin sentirlo, sin |
vivirlo, sin haber luchado
y sufrido por él. |
La paz no se puede
"establecer" por decreto. |
La paz, la alegría, y el
amor se viven, y al vivirlos dan sabor, como la sal. |
Y entonces en el mundo hay
paz, amor y alegría, que van prendiendo de uno |
en uno, en cada hombre. |
La paz brota del corazón
de cada hombre como brota de su alma la son- |
risa. No es una maniobra,
ni una técnica; no es una idea, ni un partido. Es |
una actitud interior que
se derrama y sorprende, contagia, crea, reparte feli- |
cidad y perdón, estalla en
mil detalles y servicios, se multiplica en la entrega |
constante y repetida a las
tareas pacificadoras de cada día en la familia, en |
la profesión, en la
sociedad. |
Para lograrlo necesita
algo más que hacer planes o dar el nombre a orga- |
nizaciones. Se necesita
tener un corazón abierto a todos los sacrificios, el de |
la pureza interior, el de
la humildad constructiva, el de la fe en la Providen- |
cia de Dios. |
Unos cuantos hombres
reunidos en torno a una mesa, no harán nunca la |
paz. Ellos solos no pueden
producir la conversión del corazón. Necesitamos de |
Dios. |
MONS. MARCELO GONZALEZ, |
Arzob. de Barcelona |
2 |
¿Qué espera de nosotros |
el nuevo Obispo? |
El 25 de este mes de
enero, será consagrado obispo, en la Cate- |
dral de Albacete, monseñor
Ireneo García Alonso, para suceder, en es- |
ta sede, a su primer
obispo, el Padre Tabera. Nos parece oportuna la |
ocasión para formularnos
la pregunta que encabeza estas líneas: ¿Qué |
espera de nosotros el
nuevo obispo? |
Y nos atrevemos,
espontáneamente, a suponerlo. |
En primer lugar, espera
SINCERIDAD, llaneza transparente y res- |
petuosa, sin necesidad de
apoyar la manifestación de nuestra verdad |
en la acusación, ni la
referencia a los defectos de nadie. La sinceridad |
es la primera forma de
amar, porque el amor comienza siempre siendo |
una verdad. Y una
sinceridad sin amor sería una mentira del corazón. |
En segundo lugar,
COLABORACION: no se puede esperar todo del |
obispo, ni lo puede hacer
todo el obispo. Hay una forma de obedien- |
cialismo, que consiste en
relegar y cargar todo lo gravoso a quien os- |
tenta un cargo, hasta
sofocarle. Cada uno en su lugar, según la diver- |
sidad que adorna y
enriquece a la Iglesia, debe dar lo mejor que tiene. |
Es un pecado contra la
piedad no "compadecerse", también, de los |
que ostentan más alta
responsabilidad y se les abandona a sus solas |
limitadas fuerzas, o se
les abruma con problemas, sin ayudarles en las |
soluciones. |
Y; por fin, AMOR, que ya
lo es todo y lo comprende todo. Pero hay |
que amarle y ayudar a
amarle. No hacer, no decir nada que impida |
que sea amado de los
demás, y no sólo de nosotros. No intentar se- |
cuestrar su afecto, ni
creernos objeto exclusivo de predilecciones que |
mermarían el afecto de
nuestros hermanos hacia él: porque también |
necesitan amarle, y porque
también necesita ser amado de ellos. |
Nos parece que esto le
ayudará a ser y sentirse Padre de la dió- |
cesis, hermano mayor de
los sacerdotes y amigo de todos. |
Y que así se puede
"hacer Iglesia". |
3 |
EL MENSAJE DE LA PAZ |
De mensaje
"histórico" ha sido calificado el del Papa, en esta II Jornada |
de la Paz, por el profesor
Luigi Bassani, miembro de la Comisión Pontífica |
"Iustitia et
Pax". Mensaje añade. "dirigido a todos los responsables del curso |
de la Historia:
llamamiento a toda la opinión pública, a la juventud deseosa |
de una renovación mundial.
Esta invitación mundial a la paz se dirige espe- |
cialmente a los hijos de
la Iglesia católica, a los que se les proporciona una |
enseñanza en la última
parte del documento. El texto está redactado en un |
espíritu ecuménico y como
un servicio que la Iglesia rinde al mundo, aportan- |
do el mensaje de amor, de
justicia y de paz de Cristo, exponiendo pública- |
mente el ánimo que la
comunidad eclesiástica leva a todos aquellos que hoy |
militan por la paz. |
En este mismo Boletín
ofrecemos los párrafos más significativos de las |
palabras pontificias. Aquí
vamos a resumir los ocho puntos principales a los |
que hace referencia el
Papa: constituyen una válida síntesis Introductoria, |
He aquí los ocho puntos
principales del citado mensaje: |
1.- La paz está
intrínsecamente unida al reconocimiento ideal y a la |
restauración efectiva de
los derechos del hombre, |
2.- La paz es un deber
universal y perpetuo. |
3.- La paz es un orden
Justo y dinámico que debe construirse conti- |
nuamente. |
4.- Cualquiera que sea el
sentido del hombre, no puede ser mas que |
un artesano de la paz. |
5.- La paz debe ser un
resultado moral. |
6.- La paz debe estar
antes en las almas para poder estar presente |
después en los
acontecimientos. |
7.- La paz exige revisión
de los abusos y coincide con la causa de la |
justicia |
8.-La paz terrestre y
temporal es el reflejo y el preludio de la paz |
celestial y eterna, y
Cristo, Príncipe de la paz, es el defensor de |
todos los derechos
humanos. |
Con este título rotulamos
los siguientes párrafos del mensaje |
de Pablo VI, para la
Jornada Mundial de la Paz, fechado en el |
Vaticano, el 8 de
diciembre último. |
4 |
EL DEBER DE LA PAZ |
Con este título rotulamos
los siguientes párrafos del mensaje de |
Pablo VI, para la Jornada
Mundial de la Paz, fechado en el Vaticano el |
8 de diciembre último. |
La paz está hoy
intrínsecamente vinculada al reconocimiento teórico y a |
la instauración efectiva
de los derechos del hombre. A estos derechos fun- |
damentales corresponde un
deber fundamental; éste es precisamente el deber |
de la paz. |
SENTIDO Y VALOR DE LA PAZ |
Todo lo que el mundo
contemporáneo viene tratando sobre el desarrollo |
de las relaciones
internacionales, sobre la interdependencia de los intereses de |
los pueblos, sobre el
acceso de nuevos Estados a la libertad y a la independen- |
cia, sobre los esfuerzos
que la civilización va haciendo para procurarse una |
organización jurídica
unitaria y mundial, sobre los peligros de incalculables |
catástrofes en la
eventualidad de nuevos conflictos armados, sobre la psico- |
logía del hombre moderno
deseoso de prosperidad tranquila y de relaciones |
humanas universales, sobre
el progreso del ecumenismo y del recíproco respe- |
to de las libertades
personales y sociales, nos persuade que la paz es un bien |
supremo de la vida del
hombre sobre la tierra, un interés de primer grado, |
una aspiración común, un
ideal digno de la humanidad dueña de sí misma |
y del mundo, una necesidad
para mantener las conquistas alcanzadas y para |
alcanzar otras nuevas, una
ley fundamental para la circulación del pensa- |
miento, de la cultura, de
la economía, del arte, una exigencia actualmente |
insuprimible en la visión
de los destinos humanos. Un orden justo y diná- |
mico que continuamente
debe ser construido. |
Sin la paz no existe
confianza y sin confianza no existe progreso. Una con- |
fianza fundada en la
justicia y en la lealtad. |
Solamente en el clima de
la paz se reconoce el derecho, avanza la justicia, |
respira la libertad. |
Si éste es el sentido de
la paz, si éste es el valor de la paz, la paz es un |
deber. |
Es un deber de la historia
presente. |
La razón, no la fuerza,
debe decidir el destino de los pueblos. El entendi- |
miento, las negociaciones,
los arbitrajes, no el ultraje, la sangre o la escla- |
vitud, deben medrar en las
difíciles relaciones entre los hombres. Ni tam- |
5 |
poco una tregua precaria,
un equilibrio inestable, un terror de represalia y |
de venganza, un engaño
bien conseguido, una prepotencia afortunada pue- |
den ser garantía de paz
digna de tal nombre, |
Es necesario querer la
paz. Es necesario amar la paz. Es necesario crear la |
paz, Debe ser un resultado
moral; debe brotar de espíritus libres y generosos. |
La proclamamos como un
deber. Un deber inderogable. Un deber de los |
responsables de la suerte
de los pueblos. Un deber de los ciudadanos del |
mundo: porque todos deben
amar la paz; todos deben contribuir para crear |
aquella mentalidad
pública, aquella conciencia común que la hace deseable |
y posible. |
La paz debe estar primero
en los ánimos, para que después se traduzca en |
los acontecimientos. |
INVITACION A LOS JOVENES |
Nos atrevemos a esperar
que, entre todos, destacarán los jóvenes en reci- |
bir esta invitación como
una consigna capaz de interpretar cuanto de nuevo, |
de vivo y de grande se
agita en sus ánimos exacerbados, porque la paz exige |
la revisión de los abusos
y coincide con la causa de la justicia. |
DERECHOS HUMANOS |
Una circunstancia favorece
nuestra respuesta: se acaba de celebrar el XX |
aniversario de la
proclamación de los Derechos del Hombre. Es un aconteci- |
miento que afecta a
todos los hombres: individuos, familias, grupos, asocia- |
ciones, naciones. Nadie lo
debe olvidar, nadie lo debe descuidar, porque à to- |
dos nos recuerda el
fundamental reconocimiento de una digna y plena ciu- |
dadanía de todos los
hombres sobre la tierra. De este reconocimiento nace el |
primigenio título de la
Paz, expresado así: "La promoción de los derechos del |
hombre, camino hacia la
paz". |
Para que al hombre se le
garantice el derecho a la vida, a la libertad, a la |
igualdad a la cultura, al
disfrute de los bienes de la civilización, a la digni- |
dad personal y social, es
necesaria la paz, donde esta pierde su equilibrio, |
el derecho pierde su
aspecto humano. Donde no existe respeto, defensa, pro- |
moción de los derechos del
hombre, donde se comete violencia o se defraudan |
sus libertades
inalienables, donde se Ignora o se degrada su personalidad, don- |
de se ejercitan la
discriminación, la esclavitud, la intolerancia, no puede exis- |
tir verdadera paz. Porque
paz y derecho son recíprocamente causa y efecto |
el uno del otro: la paz
favorece el derecho, y, a su vez, el derecho ayuda & |
la paz. |
Queremos esperar que estas
razones sean válidas para cada persona, para |
cada grupo de personas,
para cada nación, y que la trascendente importan- |
cia de la causa de la paz
difunda su reflexión y promueva su aplicación. |
CONCEPTO CRISTIANO DE LA
PAZ |
La paz, para nosotros
cristianos, no es solamente un equilibrio exterior, un |
6 |
orden jurídico, un
conjunto de relaciones públicas ordenadas. Para nosotros |
la paz es, ante todo, el
resultado de la actuación del plan de la sabiduría y |
del amor con el que Dios
ha querido establecer relaciones sobrenaturales con |
la humanidad. Es el primer
efecto de lo que llamamos gracia: es un don de |
Dios, que se convierte en
estilo de vida cristiana; es una fase mesiánica, que |
refleja su luz y su
esperanza también sobre la ciudad temporal, y que confor- |
ta con sus más altas
razones los motivos sobre los que ésta funda su pro- |
pia paz. |
A la dignidad de los
ciudadanos del mundo, la paz de Cristo añade la de |
hijos del Padre celestial;
a la igualdad natural de los hombres, añade la de |
la fraternidad cristiana;
a las contiendas humanas que comprometen siem- |
pre y violan la paz, la
paz de Cristo desvirtúa los pretextos y rebate los mo- |
tivos, presentando las
ventajas de un orden moral, ideal y superior, y mani- |
fiesta la prodigiosa
virtud religiosa y civil del perdón generoso; a la insufi- |
ciencia de la habilidad
humana para producir una paz sólida y estable, la |
paz de Cristo le presta la
ayuda de su inagotable optimismo; a la falacia de |
la política del prestigio
orgulloso y del interés material, la paz de Cristo pre- |
senta la superior política
de la caridad; a la justicia demasiadas veces cobar- |
de e impaciente, que
sostiene sus exigencias con el furor de las armas, la |
paz de Cristo infunde la
energía invicta del derecho derivado de las profun- |
das razones de la
naturaleza y del destino trascendente del hombre. |
No es miedo a la fuerza y
a la resistencia la paz de Cristo, que deriva su |
espíritu del sacrificio
que redime, y no es cobardía transigente con las des- |
gracias y con las
deficiencias de los hombres sin fortuna y sin defensa, por- |
que la paz de Cristo tiene
el sentido del dolor y de las necesidades humanas y |
sabe encontrar amor y
dádivas para los pequeños, para los pobres, para los |
débiles, para los
desheredados, para los que sufren, para los humillados, para |
los vencidos. Es decir, la
paz de Cristo es más que otra fórmula humanita- |
ria, porque se preocupa de
los derechos del hombre. |
Esto es, queridos hermanos
e hijos todos, lo que quisiéramos que recorda- |
rais y anunciarais en la
"Jornada de la paz", con cuyo augurio se abre el año |
nuevo, en el nombre de
Cristo, Rey de la paz, defensor de todos los auténticos |
derechos humanos. |
«Bienaventurados los
pacíficos, porque ellos serán llamados hijos de |
Dios», dice el Evangelio
(Mt. 5, 9). |
Bienaventurados no los que
combaten valerosamente, ni los que ganan |
la guerra, ni los héroes;
sino bienaventurados los que hacen reinar la paz |
en sí mismos y en torno a
ellos; bienaventurados los que con su vida, im- |
piden que llegue la
guerra; bienaventurados los que, de tal modo aman a |
los demás, que por su
parte hacen imposible la guerra. |
7 |
HAY UNA ENCÍCLICA QUE
LEER: |
LA «PACEM IN TERRIS» |
Muchos hombres de nuestra
época, piensan que están a tono con ella, só- |
lo porque atienden a las
noticias que la salpican continuamente con mil cu- |
riosidades y sorpresas;
pero no se detienen, superficiales y distraídos o ávi- |
dos de algo aún más nuevo,
a meditar, a reflexionar sobre el sentido de lo |
que se nos dice. Esto
sucede, especialmente, con las noticias sobre la Iglesia y |
las enseñanzas de su
magisterio. No pensamos referirnos a los que, intencio- |
nadamente, escamotean o
mutilan las verdades que se contienen en las pala- |
bras de los Papas o de los
obispos, para que los incautos o prácticamente in- |
capacitados para conseguir
mejor información, interpreten de manera dirigida |
y prefabricada los sucesos
y las verdades religiosas; sino simplemente a la |
gran masa, curiosa
ciertamente, pero apresurada y superficial, que le es sufi- |
ciente conocer el nombre
de un tema o el título de un documento para ima- |
ginarse que conoce, del
mismo modo, su contenido. |
Precisamente, en nuestra
época, y a propósito del Concilio Vaticano II y |
de los últimos documentos
pontificios y episcopales, hemos tenido no pocas |
confirmaciones de este
vicio, tan próximo a la ignorancia y, más temible que |
ésta, tal vez por cuanto
pasa por sabedor el que no sabe, incluso cediendo a la |
buena fe; a esa buena fe
"sui generis", contaminada de prejuicios estáticos, |
de anquilosamientos
beatiles, o de conveniencias mentalmente suicidas y de |
inhibiciones que han ido
arrinconando la misma exigencia del buen sentido y |
de la conciencia,
apabullada por todos esos razonamientos que comienzan por |
distinguir lo teórico de
lo práctico, lo absoluto de lo relativo, lo humano de |
lo divino, pero que acaban
falseando la teoría, desvirtuando lo absoluto y so- |
metiendo a las
conveniencias y egoísmos humanos los mismos valores divinos. |
Hay que leer y releer los
Documentos del Concilio; hay que leer y estudiar |
las encíclicas papales y
los escritos de los obispos. Contienen, actualizada, la |
doctrina y el pensamiento
de la Iglesia, que necesitamos tener en cuenta y |
aceptar profundamente
convencidos, si es que decidimos seguir llamándonos |
cristianos. Porque el
cristianismo no puede ser solamente un nombre. Es una |
vida y un compromiso,
anterior a todo para quien lo profesa. |
Se da, demasiadas veces,
entre personas medianamente instruidas, un des- |
equilibrio escandaloso y
trágico entre el acopio de conocimientos profesiona- |
les, por ejemplo, o
simplemente mundanos y frívolos, y la escasa, incomple- |
ta y deforme cultura media
religiosa, Mientras lo que ellos llaman "religión", |
"Cristianismo" o
"Iglesia" no exceda de esos fosilizados y embotellados con- |
ceptos inservibles, están
en paz, pero apenas se vean precisados a cotejarlos |
con otros más auténticos,
vivos y comprometidos, es inevitable el desasosiego |
8 |
y la crisis de sus almas,
en ese fondo de sinceridad profunda que hay en todo |
hombre. |
No hay que volver a la
Universidad para "estudiar la carrera de cristiano"; |
pero sí que es preciso
profundizar algo más, hasta donde consienta la capaci- |
dad media de nuestra
cultura personal, para no sólo tener noticia, sino cono- |
cimiento, de la doctrina
de la Iglesia. De ello depende nuestra personal tran- |
quilidad y felicidad
interior, y también el saludable influjo que podemos y de- |
bemos ejercer en torno a
nosotros mismos, en nuestra familia, en nuestra pro- |
fesión, en todas nuestras
responsabilidades de cristianos y ciudadanos. |
A propósito de la paz
—tema impuesto en este número de Laus— es indis- |
pensable, por ejemplo,
volver a leer la encíclica "Pacem in terris", de Juan |
XXIII. Leerla y meditarla,
párrafo tras párrafo. ¿Qué médico, qué abogado, |
qué maestro o bachiller o
persona medianamente instruida no lo ha hecho ya?.. |
No basta hablar de la paz
o adherirse a la paz; ni basta vitorear a Cristo o |
proclamarse "más
papista que el Papa.". Hay que conocer y que asimilar el |
pensamiento vivo y
dinámico de la Iglesia, día a día. |
No damos ningún resumen de
la "Pacem in terris"; no hay espacio. Pero |
sí insistimos en nuestro
ruego. Y lo mismo de los Documentos del Concilio, y |
así de todo lo que
contenga la doctrina general de la Iglesia. |
De lo contrario,
reduciríamos nuestra religiosidad a "una simple supersti- |
ción llamada
cristianismo", pero no seríamos cristianos. |
«CINCO GRANDES MENSAJES» |
Con este título, en su
colección de bolsillo, la B. A. C. ha |
editado, en un solo
volumen, estos cinco grandes documentos |
que no puede desconocer
todo cristiano instruido y consciente: |
Encíclicas «Mater et
magistra», «Pacem |
in terris», «Ecclesiam
suam», «Populorum |
progressio» y constitución
«Gaudium et |
spes». |
Contienen la respuesta que
el humanismo cristiano da a los |
problemas del hombre de
hoy. Introducciones, sumarios e índices |
la hacen sumamente
manejable. |
Cuesta 80 pesetas |
9 |
LA VERDADERA PAZ |
El Papa ha repetido este
año su |
invitación sugiriendo que
la segunda |
jornada mundial de la paz,
coinciden- |
te casi con el vigésimo
aniversario de |
las Declaraciones de los
Derechos del |
Hombre, se celebre bajo el
lema que |
da título a esta
exhortación: "La pro- |
moción de los derechos del
hombre |
camino hacia la paz". |
La palabra paz es una de
las que |
se emplean hoy más
frecuentemente |
cuando se habla de las
relaciones en- |
tre los individuos o entre
los pueblos. |
Pero no todos parecen
entenderla de |
la misma manera, Es
necesario por |
ello que reflexionemos
sobre la verda- |
dera naturaleza de la paz. |
No hay paz completa sin
orden pú- |
blico. El orden público es
un valor su- |
mamente apreciable y
contribuye a |
fomentar el desarrollo
social que, se- |
gún su Santidad Pablo VI,
es en nues- |
tro tiempo el
verdadero nombre de la |
paz. Pero no cualquier
clase de orden |
puede identificarse con la
paz. La paz |
verdadera supone el orden
en el respe- |
to teórico y práctico de
los derechos |
de la persona humana. |
Hay una paz superficial y
engaño- |
sa que procede del
endurecimiento de |
la conciencia que nos hace
insensibles |
a la propia maldad y
ciegos para los |
desórdenes materiales y
morales de la |
sociedad en que vivimos. Y
hay otra |
paz profunda, auténtica,
que brota de |
la orientación de toda
nuestra vida |
hacia Dios en el servicio
generoso y |
desinteresado a nuestros
hermanos, |
Si la verdadera paz es
fruto de la |
justica, no puede haber
paz donde no |
hay justicia, o lo que es
lo mismo, don- |
de no es posible el
disfrute de los dere- |
chos de la persona humana. |
Esta relación íntima entre
la paz y |
los derechos del hombre,
subrayada |
por el Papa ante la
Segunda Jornada |
Mundial de la Paz, es tan
evidente que |
no hay ningún ser
civilizado que la |
ponga en duda, al menos en
teoría. Y |
todos los Estados, con muy
raras ex- |
cepciones, sea cual fuere
su naturale- |
za, reconocen teóricamente
los dere- |
chos del hombre. |
El camino de la paz supone
una |
auténtica conversión de
nuestras vi- |
das personales y una
renovación de las |
instituciones sociales,
racionales e in- |
ternacionales. Los
gobernantes de las |
naciones tienen por esto
gravísimas |
obligaciones en sus
servicios a la cau- |
sa de la paz, tanto en el
interior de |
sus pueblos como en la
gestión de un |
orden internacional más
justo. Pero |
todos, cualquiera que sea
la situación |
que ocupamos en la vida
social, tene- |
mos también nuestros
deberes en este |
orden de cosas. Todos, por
ello, apar- |
te de hablar de la paz, y
orar por ella, |
podemos y debemos hacer
mucho en |
nuestros propios
ambientes, rectifican- |
do conductas injustas para
dar a to- |
dos los hermanos lo que en
justicia les |
sea debido. |
Es deber nuestro trabajar,
en la |
medida de nuestras
posibilidades y se- |
gún el puesto que cada uno
ocupa en |
la vida, para que
desaparezcan todas |
las desigualdades que sean
injustas e |
irritantes; para que
llegue a todos |
equitativamente lo que es
fruto del |
trabajo de todos,
empresarios, técnicos |
y obreros, y se ofrezca a
todos una |
participación activa y
eficaz en el |
planteamiento y ejecución
de las res- |
ponsabilidades comunes. |
MONS. JOSE M. CIRARDA, |
Ob. de Santander y A.A. de
Bilbao |
10 |
NATURALEZA DE LA PAZ |
SEGÚN EL CONCILIO |
Al lector medianamente
observador no le pasará desapercibida la descrip- |
ción de la paz que, en la
Constitución conciliar "GUADIUM ET SPES", y en |
su bien meditado número
78, se hace yendo bastante más lejos del clásico |
concepto de la
"tranquillitas ordinis". A continuación reproducimos las pala- |
bras del Concilio, que se
aclaran en el comentario que luego añadiremos: |
No es la paz la mera
ausencia de la guerra, ni se reduce al solo equi- |
librio de las
fuerzas adversarias, ni surge de una hegemonía despótica, |
sino que con toda
exactitud y propiedad de la llamada obra de la jus- |
ticia (Isaías 32, 7). La
paz es el fruto de un orden inscrito en la socie- |
dad humana por su divino
Fundador, y que los hombres, sedientos siem- |
pre de una más perfecta
justicia, han de llevar a cabo. Aunque, en efec- |
to, el bien común del
género humano se rige primariamente por la ley |
eterna, está no obstante
sometido a continuos cambios, en sus exigen- |
cias concretas, a través
del tiempo. Como además la voluntad humana |
es frágil y herida por el
pecado, el cuidado de la paz reclama de cada |
uno constante dominio de
las propias pasiones y la vigilancia de la |
autoridad legítima. |
Pero esto no es aún
suficiente. Esta paz en la tierra no se puede lo- |
grar si no se asegura el
bien de las personas y la libre y confiada co- |
municación entre los
hombres de las riquezas de su espíritu y de sus fa- |
cultades creadoras. Es
absolutamente necesario el firme propósito de |
respetar a los demás
hombres y pueblos, así como su dignidad, y es ne- |
cesario el apasionado
ejercicio de la fraternidad en orden a construir |
la paz. Así la paz es
también fruto del amor, el cual sobrepasa todo lo |
que la justicia pueda
realizar. |
La paz terrena, nacida del
amor al prójimo, es imagen y efecto de la |
paz de Cristo, que procede
de Dios Padre. Porque el propio Hijo encar- |
nado, Príncipe de la paz,
ha reconciliado con Dios a todos los hombres |
por medio de su sacrificio
en la cruz, y, reconstituyendo en un solo |
pueblo y en un solo cuerpo
la unidad del género humano, ha dado |
muerte al odio en su
propia carne (Ver: Efesios 2, 16; Colosenses 1, 20- |
22) y, después del triunfo
de su resurrección, ha difundido el Espíritu de |
amor en el corazón de los
hombres. |
Por esto se llama
insistentemente la atención de todos los cristianos pa- |
11 |
ra que, "viviendo con
sinceridad en la caridad" (Efesios 4, 15), se unan |
con los hombres
verdaderamente pacíficos para implorar y para instau- |
rar la paz. |
Llevados por este mismo
espíritu, no podemos dejar de alabar a |
aquellos que, renunciando
a la acción violenta en la defensa de sus de- |
rechos, recurren a los
medios de defensa, que, por otra parte, están al |
alcance incluso de los más
débiles, con tal que esto pueda hacerse sin |
lesión de los derechos y
obligaciones de otros o de la comunidad. |
En tanto que los hombres
son pecadores, les amenaza el peligro de |
la guerra, y será así
hasta el retorno de Cristo; pero en la medida en |
que los hombres, unidos
por el amor, superen el pecado, pueden también |
superar la violencia hasta
que se cumpla aquella palabra: "Las naciones no levanta- |
rán ya más la espada una
contra otra y jamás se llevará a cabo la gue- |
rra" (Isaías 2, 4). |
Evidentemente, la
"tranquilidad del orden" no puede ser una definición |
completa de la paz. Esa
definición la cogió San Agustín de los estoicos y la |
transmitió al pensamiento
medieval. Ha sido hasta aquí, una definición clá- |
sica, pero no es
suficientemente válida para expresar el necesario dinamismo |
de la paz, que el
Concilio, igual que los Papas modernos tiene decidido inte- |
rés en destacar. . |
Como dice la Constitución,
la paz es algo más que "ausencia de guerra"; |
menos aún puede ser el
orden impuesto por "una dominación despótica". El |
Concilio expresa lo que es
la paz como el fruto de la justicia y el fruto del |
amor, todo a un mismo
tiempo. No es difícil descubrir el equilibrio de los dos |
párrafos consagrados a
estos dos aspectos. |
A través del curso
cambiante de todo lo humano, la justicia constituye una |
búsqueda jamás totalmente
lograda, y tanto más si tenemos presente que |
nuestra capacidad de pecar
se une a lo precario de nuestras construcciones. |
Esa exigencia de justicia
puesta por Dios mismo en el corazón humano y en |
los fundamentos de la
sociedad, obliga, pues, incesantemente a cada indivi- |
duo a un examen de
conciencia y a un vencimiento de sí mismo, para evitar |
la injusticia que se
desencadena de las pasiones no dominadas. Y otro tanto |
a la autoridad, puesto que
las estructuras, cuando se hacen gravosas, ponen |
inevitablemente la paz en
peligro. |
Pero el amor, es decir, la
comunicación entre las personas, el intercambio |
y participación de toda
clase de bienes, el respeto recíproco, no es menos ne- |
cesario. Porque no puede
decirse que exista una verdadera "comunidad" allí |
donde nos limitemos a dar
a cada cual lo que le es debido —es decir lo "ju- |
to"—, sin cuidar de
que pase además, de unos a otros, una corriente de amis- |
tad y de solidaridad,
tanto si se trata de personas como de naciones enteras |
entre sí. |
12 |
Al establecer la paz
también sobre el amor, hay que hacer referencia a |
Cristo, como lo hicieron
ya Pío XII y Juan XXIII, aduciendo los célebres tex- |
tos de las epístolas a los
Efesios, a los Gálatas y a los Romanos: "Cristo es |
nuestra paz". Una paz
buscada incesantemente en el vencimiento de sí mis- |
mo y en el acercamiento a
los demás, según la abnegación y la generosidad, |
cuya causa y cuyo ejemplo
tenemos en Cristo. De donde, la contribución cris- |
tiana a la causa de la paz
consiste en convencer y llevar a los hombres y a los |
pueblos hasta más allá de
los simples equilibrios de fuerzas, de las contencio- |
nes provisionales o de la
dureza de la represión, Implorar y trabajar para es- |
ta paz es el deber de los
cristianos. |
Si los cristianos viven
sinceramente el amor y en el amor que les une a |
Cristo, sabrán, no sólo
entre ellos, sino entre los demás hombres, aún no cris- |
tianos, pero deseosos
sinceros de la paz, encontrar colaboradores para su em- |
presa. |
Mientras tanto, ese mismo
amor les inspirará de qué medios no violentos |
podrán valerse para
defender pacíficamente el derecho atropellado. Estos |
medios pacíficos, más de
una vez, resultarán escandalosos a los ojos del mun- |
do; pero el tiempo y,
sobre todo, el juicio de Dios, los identificará, sin duda, |
con el escándalo de la
Cruz, de los mártires y de los profetas. |
EL PADRE BEVILACQUA |
entre dos guerras |
Cuando Pablo VI elevó al
cardenalato al Padre Julio Bevilacquia, del Ora- |
torio de Brescia, le dijo:
"Padre: elija entre venir a Roma y ayudarme en al- |
go que le confié cerca de
mí, o permanezca en Brescia y desde allí también ser |
útil a la Iglesia".
El Padre Bevilacqua, recordando seguramente el precedente |
de Newman, en el Oratorio
de Birmingham, eligió permanecer en Brescia, en |
su Congregación, cerca del
apostolado suburbial que le tenía absorbido en estos |
últimos años, aunque ello
le obligara a continuas idas y venidas, a las que, |
por otra parte, ya estaba
acostumbrado, en sus largos años de activísimo |
apostolado, en los que se
simultaneaba el ministerio más sencillo y humilde, |
entre los pobres, los
enfermos y los niños y jóvenes, y las tareas y responsa- |
bilidades más arduas en el
servicio fiel de la Iglesia y en la asistencia a la mis- |
ma persona del Papa. |
Pronto se cumplirán cuatro
años de su muerte, pobre en aquel barrio de |
gente también pobre: no
cambió de cuarto, ni de cama, ni compró más libros, |
ni necesito capilla
privada, ni sede en el altar, ni dejó su sotana negra (la roja |
usada en la ceremonia del
Consistorio solemne, era vieja y prestada, por for- |
13 |
tuna bastante aproximada a
su talla; otro tanto de la morada de obispo, usa- |
da en su consagración
episcopal...) |
Pero el Padre Bevilacqua,
sin orden pretendido, y a pesar de que era más |
orador que escritor, ha
dejado diseminados una gran cantidad de escritos, |
además de los libros que
había publicado en vida, cristalización del pensa- |
miento en épocas de
silencio impuesto, o efusión encendida de sus inquietu- |
des cristianas ante las
ansias, los problemas y las exigencias de su tiempo, que |
él sabía iluminar con
particular intuición. Su palabra sacudía las conciencias, |
escribe G. L. Masetti
Zannini, en el "Obsservatore Romano", del 11 del pasado di- |
ciembre, "Bevilacqua,
dice, no era para los indiferentes, aunque también sa- |
bía atraerlos por medio
del paciente conversar hasta despertar el fuego escon- |
dido de una llama dormida;
era hecho para los generosos, a los que descubría |
sus conciencias,
vivificaba los propósitos y decisiones, solicitando la belleza de |
la coherencia", es
decir, de la correspondencia práctica con los principios, de |
la sinceridad cristiana
profesada en los actos, de la mentalidad evangélica en- |
carnada en la vida. |
"Bevilacqua, dice el
mismo escritor, era coherente, campeón de la libertad |
que sabía afrontar el
riesgo si era preciso, siempre abierto, siempre atento, |
siempre persiguiendo, no
quimeras, sino ideales, verdades. El sufrimiento, la |
renuncia, la humildad, la
obediencia, la misma tragedia conducen al puerto |
de la alegría interior. El
Padre Bevilacqua lo repetía incesantemente sin in- |
ventar nada, sin añadir
nada que no fuese el testimonio de su vida. Era un |
corazón grande, que
respetaba la conciencia de los demás, que respetaba al |
hombre, la libertad. Como
sacerdote supo hablar de verdad, de libertad, de |
justicia; desafió los
peligros de la guerra, las venganzas de los políticos, la im- |
popularidad fabricada por
los instigadores del mal". |
Sus escritos, dispersos
antes, acaban de aparecer en un grueso volumen, en |
forma de antología,
recogida y ordenada por el profesor Ennio Giammancheri, |
que ha escrito una larga
introducción en la que se destacan detalles históricos |
interesantes relativos a
la vida religiosa y civil de la ciudad de Brescia, mar- |
co de la figura del Padre
Bevilacqua, de quien nos ayuda a admirar aún más |
el tesoro de su cultura,
los dones de su ingenio, y que nos conmueve incluso |
con los vuelos inesperados
de la elevación mística, al tiempo que aplaca el co- |
razón herido y doliente
con la fuerza misteriosa y granítica de una fe que, en |
cualquier momento de la
vida del hombre, da testimonio de la verdad y de la |
palabra de Dios. |
Son los escritos del Padre
Bevilacqua comprendidos entre las dos guerras |
últimas que ha sufrido
Italia y que, en tantos detalles, marcaron la vida del |
célebre y humilde
oratoriano de Brescia. |
El mundo actual no es un
mundo que se descristianiza, sino, por el contra- |
rio, un mundo que, por
caminos dolorosos y misteriosos, se está |
haciendo más cristiano. |
Card. Julio Bevilacqua, C.
O. |
14 |
LA CRISIS DE LA IGLESIA |
"Por rotunda
convicción, fundada en la experiencia y en la fe, cree- |
mos, con el Papa, que en
la Iglesia de hoy hay muchas más cosas dig- |
nas de admiración que de
reproche y caminamos hacia una realidad re- |
ligiosa indiscutiblemente
mejor que la que, tranquilamente, eso sí, here- |
damos de nuestros
mayores". Con estas palabras cerraba su editorial |
VIDA NUEVA, en su número
del 28 de diciembre último, al ofrecernos |
un balance de la Iglesia
en el año 1968. A nosotros nos parecen muy |
apropiadas como
introducción a las más extensas que ofrecemos a con- |
tinuación, y que son del
padre dominico Yves M, Congar, uno de los |
teólogos más destacados
del mundo, cuya idea sobre "la crisis actual de |
la Iglesia católica",
se publicaba en el diario francés "Le monde", el día |
2 de este mes de enero.
Resumimos así: |
El padre Congar se detiene
en la palabra "crisis" y opina que, aplicada a la |
vida actual de la Iglesia,
no puede parecer demasiado fuerte si se tienen en |
cuenta los conflictos,
revisiones diseminadas a lo largo del año, "contestacio- |
nes"... Valores que
se tienen por universales y radicales se discuten o se revisan. |
Un hombre de mi formación
y de mis convicciones, dice el padre Congar, |
se encuentra como un
náufrago en el océano: apenas ha logrado sacar la ca- |
beza para respirar, que
una nueva ola de agua salada se abate sobre él. Inclu- |
so se tiene la impresión
de ahogarse. Todo, hoy, adquiere un ritmo de violen- |
cia y un cariz de
agresividad. Parece como si nadie estuviese a gusto en su piel. |
¿Será por la urgencia de
los problemas? Ya no se quiere esperar más, y se pa- |
sa, con gran facilidad, a
la solución de los hechos consumados. |
LAS FUERZAS JOVENES |
¿Todo esto justifica que
hablemos de "crisis"?, se pregunta el célebre |
teólogo. |
Creo que sí, ya que los
problemas que son fundamentalmente los mismos en |
todas partes, son de una
tal profundidad, que ponen en cuestión las estructu- |
ras consideradas hasta el
presente tradicionales e incluso esenciales. |
Se trata de un cambio de
civilización que interpela a la conciencia que el |
hombre tiene de sí mismo y
de las condiciones sociales de su vida. No hay nin- |
guna necesidad de acusar a
los sacerdotes de haberse convertido al mundo, |
aunque el riesgo exista,
ni hay que hablar de adoración de lo temporal. La |
aguda conciencia de las
condiciones reales en las cuales la Iglesia debe ejer- |
cer eficazmente su misión
—conciencia que cada vez se ha hecho más intensa |
15 |
y más precisa— basta para
explicar muchos de los más radicales planteamien- |
tos de hoy. Porque el
problema es siempre este: ¿Cómo llegar a los hombres |
para darles a Cristo? |
Intentarlo permaneciendo
en los moldes heredados de una situación dis- |
tinta de la actual
requiere, en opinión de muchos, integrar las fuerzas jóvenes, |
que pertenecen a un nuevo
mundo cultural y que respiran a su ritmo. En este |
nivel y en esta línea hay
que buscar el común denominador de las contesta- |
ciones", de las
búsquedas e incidentes que nos ha ofrecido la crónica religiosa |
del año. |
VISION DE PROFUNDIDAD |
¿Dan todos estos hechos
una visión real de lo que la Iglesia es y vive? |
La vida de la Iglesia,
responde el padre Congar, es mucho más que todo |
esto. Tomando como punto
de partida unas palabras de Pablo VI, al abrir la |
cuarta sesión del Concilio
("¿Qué hacia la Iglesia en este momento?, se pre- |
guntará el historiador. La
respuesta será: la Iglesia amaba, con un corazón |
pastoral, misionero,
ecuménico..."), el padre Congar prosigue: Si; mientras |
un grupo protestario
ocupaba una catedral, mientras crecía la "contestación" |
de la "Humanae
vitae", mientras se añadían firmas a este o aquel manifies- |
to, mientras se
desarrollaba el conflicto entre una parroquia y su obispo, la |
Iglesia amaba. |
La Eucaristía era
celebrada en todas partes, la Palabra de Dios anunciada, |
los pecadores
reconciliados, los cursos de teología profesados en escuelas y |
facultades. Y, al mismo
tiempo, en todas partes se iniciaban libremente expe- |
riencias positivas y, con
admirables ejemplos de generosidad, se buscaba una |
forma de vida más
verdaderamente evangélica; y ocurría así en todos los |
continentes. |
Pero esto no es aún
suficiente, porque: ¿quién se atrevería a afirmar que, |
en los hechos evocados
sólo a título de ejemplo, aún dentro de modos des- |
concertantes y que pueden
inspirar reservas, no está presente también la Igle- |
sia que ama? |
LA INFORMACION RELIGIOSA |
Lo que ocurre es que todo
esto es nuevo, que todo esto impresiona, que es, |
por lo tanto, materia de
información. Si yo escribiera un artículo contra el |
celibato sacerdotal, por
ejemplo, tendría derecho a dos columnas en los perió- |
dicos: mi fidelidad
mantenida, día tras día, en cambio, no les interesa, porque |
es normal y, por esto
mismo, no constituye materia de información. Ahora |
bien: este hecho merece
reflexión, porque plantea los límites y las condiciones |
de la información
religiosa. En cuanto a los límites son bastante claros. Por |
esto insistiré sobre un
aspecto, al menos, de las condiciones. |
En su alocución de la
audiencia general del 18 de septiembre de 1968, Pablo |
16 |
VI denunció y deploró un
hecho: "Hay periódicos y revistas que parecen no |
tener otra función que la
de insertar noticias desagradables acerca de hechos |
o personas del ámbito
eclesiástico..." |
El informador no se siente
responsable más que de los hechos o ideas que |
comunica. Su regla es la
del historiador: decir sólo lo verdadero, pero todo lo |
verdadero. El informador,
ciertamente, no es un moralista, pero no deja de |
estar sujeto, en su
función, a una moral. La tentación del informador consis- |
te en no tener en cuenta
ningún peligro derivado de su información, servida en |
nombre de la objetividad,
pero sin liberarse de esa preferencia hacia lo más |
excitante, privilegiando
lo picante, lo sensacional, hasta más allá de su misma |
importancia real. |
Es natural que, en este
caso, el pastor se inquiete y se preocupe por los |
comportamientos que
seguirán a tal información, y los efectos que provocará. |
Su experiencia le ha
instruido y no puede dejar de tenerla en cuenta. |
Hace alusión también, el
padre Congar, al sensacional desarrollo que ad- |
quieren, en nuestro
tiempo, las "ciencias humanas": psicología, psicoanálisis, |
análisis estructural, etc.
Son técnicas para un mejor conocimiento de la reali- |
dad, que tienen su parte
entre los factores que liberan al individuo de ciertas |
subordinaciones
empobrecedoras. Pero, como simples técnicas, no ofrecen nor- |
mas; con sus análisis
pueden ser, igualmente, medios de subversión, y no so- |
lamente contribuir a
desmitificar ciertas realidades religiosas, sino hacerlas es |
tallar y volatizarlas.
Porque no hay fe, ni puede haber vida religiosa sin normas, |
es decir sin un apoyo en
la tradición y en la obediencia. Por esto se comprende |
que el pastor se inquiete. |
Por lo demás, el papa se
limita a denunciar el gusto por lo sensacional, la |
complacencia deliberada en
aguzar todo lo que perturba o agita a la autoridad |
o las posiciones
tradicionales y, de esta suerte, disemina la inquietud y la in- |
docilidad. |
Hijo de un periodista, el
Papa, ama la información. En Brescia, junto al pa- |
dre Bevilacqua fue
educado en el coraje y no rehúsa el planteamiento de pro- |
blemas. Pero opina que
ello debe hacerse con un gran sentido de la responsabi- |
lidad y en un cierto clima
de amor hacia aquello de lo que se trata. Porque és- |
tas son, & su juicio,
las condiciones de la verdad. |
Porque la verdad debe ser
servida en el tono adecuado, respetando sus mis- |
mas proporciones, más
integra, más lúcida y menos trucada. Cuando así se hace, |
debemos un inmenso
reconocimiento a los que nos aseguran una información a |
la medida de la vitalidad
que, incluso en sus desbordamientos, muestra la vida |
religiosa actualmente allí
donde goza de libertad. |
Cada vez que no amamos a
uno de nuestros hermanos, |
le declaramos la guerra. |
17 |
Sí, somos pobres... |
No se trata de fomentar la
avaricia, pero sí, por lo menos, de revisar los |
gastos innecesarios, los
vicios, pequeños o grandes, que nada tienen que ver |
con la virtud, que
perjudican la salud, que nos esclavizan a gastar en cosas |
inútiles y perjudiciales
lo que, nosotros o los demás, necesitarían para cosas |
indispensables, tal vez
urgentes. |
Y puesto que somos más
fáciles a criticar y murmurar que a examinar- |
nos y corregirnos, por vía
de ejemplo, y para de este modo aplicar el ejerci- |
cio a otras materias,
vamos a referirnos a un par de cosas: |
Primeramente: ¿Sabe usted
que España es el país del mundo que más pu- |
ros habanos consume? ¿Y
sabe usted que en 1967 quemamos puros importa- |
dos de La Habana por valor
de 1.200.000.000 —¡mil doscientos millones!— de |
pesetas? ¿Sabe usted que,
como cada año gastamos aproximadamente un 15 |
por ciento más, en 1968
habremos gastado en puros habanos solamente, unos |
1.380.000.000 de pesetas?
En las otras clases de tabaco, elaborado o producido |
por la industria española,
hemos gastado, en 1968, cerca de 11.000.000.000 de |
pesetas. Una pira en
tabaco, por lo tanto de 12.380.000.000 pesetas. |
En segundo lugar, el
whisky, que cada día se consume más en España, al |
ritmo de un aumento del 11
al 13 por ciento anual: en los nueve primeros |
meses de 1968 entraron en
España 2.408.005 litros de esa bebida extranjera, |
que costaron 232.400.000
pesetas. Además, hay el whisky español.... |
Y más cosas. |
Después decimos que somos
pobres. Y somos pobres: los ricos gastan lo que |
no deben gastar; los
pobres gastan lo que no pueden gastar. |
¿Queréis mayor pobreza que
ésta, que ya no es de dinero? |
No ser amado es sólo mala
suerte; pero no amar es una |
desgracia. La sangre y los
odios descarnan el corazón; la larga |
reivindicación de la
justicia agota el amor que, no obstante, fue |
quien le dio la vida. |
ALBERT CAMUS |
18 |
UNA |
PROTESTA |
Es verdad que esta Navidad
nos ha |
deparado la maravillosa
felicitación |
de los astronautas Anders,
Lovell y |
Borman, mientras volaban
sobre los |
cráteres de la Lura. Nos
han deseado |
"una feliz Navidad y
que Dios os ben- |
diga a todos vosotros en
la Tierra". |
Estas palabras augurales
del coman- |
dante Borman habían sido
precedidas |
por la lectura alternada
de los diez |
primeros versículos del
Génesis, que |
comenzó Anders: "En
el principio |
creó Dios los cielos y la
Tierra..." |
Grandioso, consolador,
ejemplar. |
Pero mientras nos llegaba
la no- |
ticia de este gesto
hermoso, serenísi- |
mo, valiente y espiritual,
veíamos, no |
lejos de nosotros, otros
gestos y acti- |
tudes, conocidísimos,
reiterados, tris- |
temente
"clásicos" en nuestra Navi- |
dad ciudadana: disfraces,
borracheras |
y desmanes carnavalescos,
consenti- |
dos en plena calle, como
cada año; |
profanación insultante y
escandalosa |
de lo que debiera ser una
fiesta cristia- |
na. |
Este lamentable y
canceroso espec- |
táculo junto al evidente
despilfarro de |
tantos otros a los que
cualquier fecha, |
religiosa o profana, les
va siempre bien |
para quemar dinero en
comilonas, vi- |
cios y vanidades,
estragado todo gozo |
legítimo, lejos del calor
del hogar, que |
es el único marco decoroso
de la ale- |
gría limpia y cristiana de
Navidad, |
nos ha causado, una vez
más, profun- |
da tristeza. |
AVISO |
Con motivo de la consagra- |
ción episcopal de Monseñor |
Ireneo García Alonso, que
ha |
de tener lugar en la tarde |
del sábado, día 25, en la |
santa iglesia Catedral de |
Albacete, suprimiremos, en |
este día, la misa
vespertina |
de las ocho de la tarde,
en |
esta iglesia del Oratorio |
de San Felipe Neri |
Por un momento hemos
compren- |
dido el significado de
aquellas pan- |
cartas airadas con las que
se echaron |
a la calle unos jóvenes de
Helsinki, |
que habían escrito en
ellas: "¡Abajo |
Navidad!". |
Nosotros, ante el
espectáculo que |
contemplamos, también
diríamos co- |
piando a los jóvenes
finlandeses y con- |
denando el carnaval y el
despilfarro |
pagano que lamentamos:
"¡Abajo |
nuestra Navidad!". |
19 |
¡ALERTA! |
La presentación de
determinadas noticias, hechos, circunstan- |
cias y supuestos
religiosos de dentro y de fuera de nuestro país, se |
hace no pocas veces con un
matiz demoledor, si no escandaloso para |
las gentes que no están en
condiciones de calibrar el sentido e inten- |
ción de la información
recogida. Parece como si se tuviese interés en |
suscitar la desconfianza
hacia personas e instituciones eclesiales v |
poner de relieve sus
fallos humanos que descorazonen a la vez que |
asombren. |
Todo ello entraña,
llamando a las cosas por su nombre, un |
anticlericalismo más o
menos solapado contra el que convendrá estar |
y poner en guardia al
pueblo fiel. |
ECCLESIA, Órgano de la A.
C., |
5.10.68 |
Le conviene suscribirse a
una revista cristiana que le ponga |
a salvo de malas
informaciones y le ayude a seguir, día |
tras día, la vida de la
Iglesia, nosotros le recomendamos |
VUA NUEVA |
Mande sus señas al
apartado 19.049 - MADRID |
La recibirá semanalmente.
Su precio: 150 pts. cada semestre |
o 300 anuales. |
LAUS DEO |
Director: P. Ramón Mas, C.
O. |
Edita: Congregación del
Oratorio - Apartado 182.- Albacete. |
Imprime: LA VOZ DE
ALBACETE, S. López, 14-17-1. 69. |
Depósito Legal: AB.
103-62. |
20 |
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