BOLETIN DEL ORATORIO DE ALBACETE.
N.º 76. FEBRERO. 1969.
EL MAYOR PELIGRO
Uno de los mayores peligros que ha de vencer el hombre cristiano ―en cier-
to modo peor que no serlo― es considerarse un ser "completo" respecto a
Dios, apoyarse en esta seguridad.
Otros errores pueden mermar o frenar el crecimiento cuantitativo del Rei-
no de Dios entre los hombres; pero éste afectaría a su misma calidad, y cau-
saría su corrupción. No importa que pudieran ser factores de progreso nu-
mérico, si, fatalmente, iban a desvirtuar la eficacia del Evangelio ―luz que se
expande, semilla que germina, levadura que fermenta...― hasta impedir que,
los tenidos por fieles, pudieran realmente ser testigos de Cristo en el mundo.
Si esa convicción de lograda madurez y suficiencia cristiana pasaba, de lo
simplemente individual, a lo colectivo e institucionalizado, no digamos las
aberraciones a qué daría lugar.
Las primeras Oposiciones y las más graves con las que tropezó el Cri-
stianismo provinieron precisamente de los considerados "buenos", "completos".
"perfectos", según las ideas religiosas de su tiempo. No vinieron las dificul-
tades de los "pobres según el espíritu", sino de los ricos y maduros en ser, en
saber y tener ideas sobre Dios: así eran los fariseos que se opusieron a Cristo,
así los judaizantes que hostigaban a San Pablo...
El cristiano es un ser en crecimiento sobrenatural constante. Sabe que
"hay que volver siempre al Evangelio", como diría Pablo VI: que hay que
volver siempre a Dios; que hay que renacer, una vez más. Lo que llamamos
"muerte" será el último y definitivo "renacimiento".
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si lográramos hacer de esta disposición una actitud profunda y mante-
nida, se desperdiciarían muy pocas fuerzas al margen del desarrollo del Rei-
no de Dios, y seriamos santos, es decir, lógicos con el Bautismo abrazado.
La Cuaresma está a las puertas, otra vez. Preparemos nuestra Cuaresma
renunciando a la seguridad y suficiencia farisaica, que sólo nos haría discu-
tidores y exigentes con los demás, y ciegos con nuestra propia actitud viciada.
Se trata de disponernos, otra vez, a una conversión.
¿TODAVÍA PAGANOS?
Para muchos que se llaman ―incompren-
siblemente― cristianos, el avi-
so de la proximidad de la Cuaresma,
consiste en un carnaval, más o menos
sonado. Desearían más cuaresma Dara
tener, así, más carnavales. Son, toda-
vía, paganos.
Pero... ¿y su Bautismo?
Los que los llevaron a bautizar, ade-
más de inscribirles en un registro e
Imponerles un nombre, sabían muy
poco o nada lo que era un sacramento
y menos, si cabe, lo que era el Bautis-
mo. Llegados, más tarde, a la edad
adulta, o no tuvieron ocasión de ha-
cer consciente la fe recibida, o no se
interesaron, por simple ignorancia o
por temor de comprometerse más de
lo que les sugería el egoísmo y las de-
más pasiones.
¿Puede decirse, de ese número de
bautizados así, y así de inconscientes
respecto a la fe, que "son Iglesia de
Cristo"?
Si son ignorantes y pobres mate-
rialmente, Cristo y la Iglesia les inte-
resa muy poco, salvo si se les presenta
como agencia benéfica de socorros y
colocaciones.
Si son instruidos, es frecuente que
se dé en ellos una fuerte despropor-
ción entre sus elementales y recorta-
das ideas sobre el Cristianismo y sus
conocimientos humanos no relaciona-
dos con la religión. Entonces, Cristo,
lo aceptan, a lo sumo, como un ideal
descomprometido, lirico y lejano. Mi-
rado de cerca les molesta y por eso, de
variadas maneras, acusan o despre-
cia a la Iglesia, de la que no acaban
de saber si son o no miembros.
De ellos diría San Pablo, que si son
capaces de pensar y razonar, "no tie-
nen excusa", porque deberían revisar
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sus ideales, examinar lo que, de algún
modo, llaman fe, elevar su pensamien-
to a Dios, e instruirse para despertar
de la inconsciencia y facilitar su acer-
camiento a la verdad. Hay muchas per-
sonas relativamente cultas, que per-
manecen en una disimulada ignoran-
cia religiosa, simplemente por vani-
dad: creen que si demostraban inte-
rés por lo religioso, delatarían la ca-
rencia de algo que debían tener, ¡No
digamos de las personas que pasan por
cultas y no lo son, ni siquiera "relati-
vamente"... Hay mucho "subdesarro-
llo mental" en materia de cristianis-
mo.
La fe es la primera gracia, lo pri-
mero que Dios da y aumenta en quien
sinceramente abre su alma y no se
opone al don.
La fe es algo más que ese demasia-
do  general envoltorio ambiguo de apa-
riencia cristiana y contenido pagano,
sensual y avariento, convencionalmen-
te disimulado.
La fe es la visión comprometida de
nuestro ser y del mundo, desde Dios y
hacia Dios. El Bautismo es este com-
promiso, generador de una vida, s-
obrenatural . Es más que un barniz su-
perficial, más que un título de salva-
ción individual, más que un tranquili-
zante o una solución ante el misterio
de la vida que sorprende y de la muer-
te que aterra...
¿Sabemos que somos cristianos?
¿Sabemos que es ser cristiano? Tal vez
no, o no bastante. Por esto seguimos
en un paganismo que pretendemos ha-
CONFERENCIAS
CUARESMALES
HOMBRES, del 31 de
marzo al 2 de abril, a las
8'30 de la tarde.
SEÑORAS, del 24 al 29
de marzo, a las 4'30 de la
tarde.
SEÑORITAS de 30 a 50
años, del 20 al 22 de mar-
zo, a las 8'30 de la tarde.
JUVENTUD, del 24 al 29
de marzo, a las 8'30 de la
tarde.
cer compatible, en el mejor de los ca-
sos —no faltan "fórmulas"— con la
realidad y las exigencias de hijos de
Dios.
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UN PROGRAMA
DE
CUARESMA
— Procura, ante todo asistir a mis
todos los días. Sé regular y puntual: eli-
ge  una hora y mantenla; no llegues tar-
de, que sería una falta de buenos moda-
les para con Dios. El desorden y la pere-
za, por otra parte, no pueden dispone
jamás para nada bueno y santo.
— Presta atención a las lecturas que
el sacerdote hace en la misma: repásalas
en la Biblia, antes o después cuando es
tés en tu casa. La palabra de Dios Sa-
cramentalizará tus ideas y te ayu-
dará a encarnarlas en tu vida de cristia-
no. Intenta retener y aplicarte la homi-
lía, si la hay.
— ¿Hace falta que te digan que co-
mulgues en la misa? Una misa sin comul-
gar es un convite sin comida, un encuen-
tro sin abrazo. La costumbre de acudir a
misa sin acercarse a comulgar es una la-
mentable degeneración y un absurdo de
cierta piedad atrofiada, debido a la falta
de verdadera fe o de auténtica conver-
sión y vida de gracia.
— Acude a alguna tanda de conferen-
cias o instrucciones cuaresmales. Ello te
permitirá revisar tus esquemas mentales
cristianos, o simplemente instruirte algo
más en orden a tus relaciones con Dios
y la realidad de la Iglesia. No vayáis de
un lugar a otro, llevado de la curiosidad,
superficial y Sensualoide, sino asiste a to-
dos los actos, enteros, del ambiente que
has elegido porque crees que te puede ir
mejor, y persevera ahí".
— Mira el fondo de tu alma: tus peca-
dos... Pero aún más que tus pecados, des-
cubre sinceramente y do histerias senti-
mentales, tus ACTITUDES PROFUNDAS,
y enderézalas hacia Dios... Es posible que,
sólo, te cueste mucho: busca a un sacer-
dote, ábrete totalmente, déjate iluminar.
— Eres pecador: no te olvides que
tienes necesidad de la misericordia de
Dios. Haz penitencia, mortifícate en tus
codicias, en tu orgullo, en tu sensualidad.
Si te resistes a hacerlo, o si no lo haces
de veras, nunca serás libre; si no eres li-
bre, no podrás amar; si no amas, no se-
rás  jamás feliz.
— Haz limosna. Sé generoso con los
pobres y con la Iglesia. Cuando pienses
en los pobres no detengas tu pensamien-
to en las solas visibles miserias materia-
les. Remédialas, sí; pero eso no es lo
principal. Piensa en la pobreza de ideas,
en la ignorancia, en la desoladora vacie-
dad de ideales en que viven tantos hom-
bres, incluso no tenidos por pobres sién-
dolo más. Y ayuda a remediar tanta mi-
seria mental y espiritual, porque ésta es
la causa principal de todas las demás po-
brezas. Ayuda a los que trabajan por
la cultura, porque haya ideales de bon-
dad, porque haya justicia y libertad y
amor, porque la doctrina de la Iglesia sea
conocida, por el Evangelio...
— Y trata con Dios. Su pensamiento
que te acompañe: trabaja y cánsate pen-
sando en El, amándole. Él siempre está
cerca. Cuando te parezca que lo llevas en
el corazón, es El que t lleva en el suyo.
Vuelve a leer y pensar en todas estas co-
sas, y te ayudarán a «convertirte» otra
vez.
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Seguridades, no;
sólo humildes certezas.
Hace solo unos meses, EDICIONES PENÍNSULA ofrecía la versión
castellana de "VIELLARDS DE CHRETIENITE ET CHRETIENS DE
L'AN 2000", de Jean-Marie Paupert. Este joven periodista católico ha
llamado la atención, en el país vecino, por el nervio con que, desde su
posición de laico, ha sabido captar el dinamismo que el Concilio ha im-
primido a la Iglesia de 12uestros días. Una sólida formación religiosa
adquirida en la Universidad Gregoriana de Roma, complementada con
enseñanzas recibidas de los PP. Garrigou-Lagrange, Chez y Congar,
y otros estudios cursados en el Angelicum, le han capacitado para d-
irigir importantes colecciones de editoriales católicas y ser, durante va-
rios, redactor-jefe de la revista "Ecclesia". Entre sus libros más
conocidos, pueden citarse: "Pour une politique évangélique", que des-
pertó amplios comentarios en la última sesión del Vaticano II y fue
uno de los libros más leídos en Europa, en el año 1965, "Taizé ou l'Egli-
se de demain" y "Peut-on étre chrétier aujour'hui?". Esta última
publicada con el título "Es todavía pobre la fe?", también por EDI-
CIONES PENINSULA.
Los párrafos que reproducimos, a continuación, constituyen el cuer-
po del epilogo de la obra "ANCIANOS DE CRISTIANDAD Y CRISTIA-
NOS DEL AÑO 2000":
En el fondo soy solamente un integrista asaz mezquino, convertido al
Evangelio.
Más o menos bien convertido. Por otra parte, mi primera naturaleza era
de dureza, de cólera, de reprobación, de inquisiciones, de fuegos, llamas y
hogueras, de seguridad en fin. Estaba seguro de mí mismo, seguro de la ver-
dad, admiraba a Bloy y... a Maritain.
Y luego encontré a un hombre sin prestigio (¡pero cómo brillaba a los
ojos del corazón que ven a Dios!), un hombre de ojos claroscuros, como de
un agua profunda, que casi no hacía más que mirarnos con amor y pronun-
ciar de nuevo el Evangelio. Pero esa mirada y este amor y este Evangelio
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redivivus me planteaba una cuestión extraña y sencilla, que siempre era la
misma: ¿te reconoces pecador ante el Señor?
Me empapé en el agua profunda de esta mirada; y todo mi baratillo de re-
lámpagos y truenos, de filosofía eterna y seguridad, se fue a pique y se quedo
en el fondo. Reconocí que la seguridad: hay cosas para eso, y policías para
eso, y administraciones para eso, e incluso ministerios para eso. Y que la se-
guridad, y todo el prestigio de la seguridad, y todas las pompas y todas las
obras de la seguridad, no son otra cosa en el fondo que unos mecanismos de
defensa, como dicen los psicólogos; argollas y corsés, esqueletos de crustá-
ceos que sólo tienen sentido y utilidad en cierto paganismo del espíritu y del
corazón, en cierto cristianismo de crustáceos y de ghetto, duro en el exterior
y totalmente blando en el interior, un cierto cristianismo blando endurecido
en los fuegos del paganismo, un cierto cristianismo de cristiandad que su-
stituye, por las murallas y la rigidez de conceptos, la verdadera talla y la ver-
dadera fuerza del cristiano, que consisten en reconocerse pecador ante Dios.
Entonces ya no he estado seguro de nada, salvo del Símbolo de los Após-
toles  y del Evangelio, y de algunas verdades muy sencillas, como aquéllas en
las que mi amigo François Houang —sacerdote del Oratorio, nacido en el
budismo, y luego militante marxista, convertido a Cristo por un "ideósofo"
judío de la existencia, Jean Wahl, y algunos santos sacerdotes como Mon-
chanin, abiertos a las Ideosofías— resume admirablemente el Cristianismo:
Dios es Amor, Cristo es la encarnación del Amor, la Iglesia es la encarnación
del Amor prolongada. Y podría decirse también que este amor de la Iglesia
es camino, y que el amor de Cristo es verdad, y que el amor de Dios es vida.
+ Pero estas humildes certezas eran bastante fuertes, y el vacío que creaban
lo bastante profundo para obrar, por combinación de esta presión y de esta
depresión, una gran apertura, una inmensa súplica de aire. El Espíritu se
hundía por ahí con toda su obra, los hermanos reconciliados y su valor cri-
tico; era, me parece, alguna leve corriente de ese viento impetuoso que desde
el Génesis y Pentecostés no cesa de planear sobre la faz de la tierra y de
girar por encima de nuestras cabezas, presto a penetrar en ellas desde el
momento en que oramos juntos, en nuestra desnudez, presto a otorgarnos el
don del testimonio en todas las lenguas y en todas las ideosofías, el ha-
bitus teológico virtual en todo hombre.
Sólo que, como decía, me convertí mal. Soy, pues, un violento que sé que el
Evangelio no es violento, un aprendiz teólogo que no ha perdido totalmente
el gusto de la sabiduría filosófica eterna, y que no obstante sabe que el Evan-
gelio es una locura encarnada en el tiempo.
No siempre el sentimiento se opone al amor. Pero amar no es sentir
el bien, sino hacerlo.
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TRES
TENTACIONES
Ofrecemos un fragmento de una conferencia del Padre François
Houang, del Oratorio, que junto con otras pronunciadas en el Institu-
to Católico de Paris, apareció en el libro editado por "Editions Caster-
man", con el título "AME CHINOISE ET CHRISTIANISME".
Alguna otra vez nos referimos al Padre Houang, cuyo doloroso it-
inerario espiritual, hasta llegar al Cristianismo, hace sumamente inte-
resante el testimonio de su vida. Chino de nacimiento, fue educado en
el budismo; hizo sus estudios en Pekín, Lyon y Paris. Desde el budismo,
sinceramente profesado, había sido orientado, más tarde, hacia el ra-
cionalismo, pero en esta última universidad fue adquiriendo, poco a
poco, una visión cristiana del mundo, hasta que, en 1945, se coinvirtió al
Catolicismo. Al año siguiente ingresaba en la Congregación del Oratorio.
Seis años después —1952— era ordenado sacerdote, cuando acababa de
profundizar sus estudios de filosofía y se doctoraba, por la Sorbona.
Ha ejercido un dilatado apostolado entre intelectuales y estudiantes
universitarios.
El libro del que hacemos referencia, constituye una llamada angus-
tiosa y conmovedora de un cristiano chino a los cristianos occidenta-
les, únicos responsables del mensaje cristiano hasta el momento. Es
elocuente la dedicatoria del libro, que dice: "A la memoria de mi -
madre que, educándome en la fe y la piedad budista, me preparó para co-
nocer la luz de Cristo"
¿Qué pueden esperar los católicos chinos de sus hermanos de Occidente?
Que les amen,
En primer lugar, amar a los católicos que viven China. Estos comprenden
todas las aspiraciones legítimas de sus compatriotas no católicos, aunque sean
tratados como si estuvieran fuera de la ley, como a extranjeros. Por ser cri-
stianos es conocido su deber de fidelidad a Roma, pero sólo pueden cumplir-
lo mediante el martirio. Si es razonable que recéis por ellos, también deberíais
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evitar hacer algo que pudiera comprometer y crear dificultades a su existen-
cia. En cuanto sea posible, procurad no pronunciar palabras que asocien la
Iglesia a un anticomunismo negativo. La Iglesia es portadora de un mensa-
je divino de amor universal, y no tiene nada que ver con ninguna política oc-
cidental. En el mundo moderno, en el que la Prensa y la radio propagan con
tanta rapidez las noticias, todo juicio desconsiderado o ligero, puede provocar
la persecución en China.
Directamente, por los católicos que viven en China, no podéis hacer más;
en cambio, si podéis con los que estamos exilados en Europa. Nosotros tene-
mos tres grandes tentaciones, comprendiéndonos y amándonos podéis ayu-
darnos a no sucumbir.
La primera tentación que nos asalta cada día, es la TENTACION DEL TA-
BOR. Recordad que San Pedro, al ver a Cristo transfigurado, quiso permane-
cer con El en estado de gloria. Esto mismo nos ocurre a nosotros cada vez que,
ante las dificultades que surgen, deseamos refugiarnos en el cobijo provisio-
nal ofrecido por la cristiandad occidental. Pero así como Jesús bajó de la mon-
taña para cumplir su misión y morir en la cruz, así nosotros, católicos chinos,
debemos desear ocupar el sitio que nos corresponde al lado de nuestros her-
manos en China. Porque, aunque seamos derribados, no debemos perder ja-
más el ánimo.
Es vuestra obligación, católicos europeos, no apagar nunca en nosotros es-
ta  esperanza.
La segunda es la que podríamos llamar TENTACION DEL BRAZO SECU-
LAR. Condenados a vivir para siempre en tierra extraña, ¡cuántas veces he-
mos deseado en secreto que estalle una nueva guerra mundial que, en el caso
de vencer los anticomunistas, nos permitiera regresar a nuestro país en los
furgones de los extranjeros! Pero esta tentación es en realidad diabólica:
¿quién tendría la ligereza de aceptar la destrucción de la mayor parte de la
humanidad para liberar a la pequeña minoría de católicos chinos? Por otra
parte, regresar a la Patria bajo la protección del ejército extranjero seria
desprestigiar la Iglesia y provocar el odio del pueblo.
Existe otra tentación, más sutil aún que las dos anteriores: es la TENTA-
CION DE JUDAS. Desconozco los argumentos dados por los exégetas para ex-
plicar el móvil que empujó a Judas a traicionar a Cristo. Por mi parte no
creo que su traición fuera motivada por las treinta monedas de plata, sino
por la decepción que le causó Jesús, al renunciar a ser un Mesías nacional,
para convertirse en Mesías universal.
Poco importa que mi explicación sea auténtica o errada; sólo quiero ilus-
trar  mediante este ejemplo la tentación experimentada por ciertos exilados.
¿Habéis estado nunca obligados a vivir fuera de vuestro país? ¿Sabéis lo que
es estar desterrado? El exilado en todas partes se encuentra solo. Al principio
se interesa por las cosas nuevas, por los conocimientos del país en que se ha-
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lla; incluso se divierte. Pero el día en que cae enfermo, no tiene a nadie cer-
ca para que le consuele, para que le hable. Todo acrecienta la nostalgia de la
patria y el deseo de regresar a ella. Entonces puede preguntarse: "¿por qué
he renunciado a mi familia, a mis amigos, a mi país, sino por amor a Cristo?;
pero, ¿qué he encontrado en los países europeos que se llaman cristianos?;
lo más frecuente, la indiferencia; alguna vez, el desprecio, incluso la hostil-
idad". Se convierte entonces en una presa fácil de la "tentación de Judas", de
la tentación nacionalista. Arde en deseos de volver a China, participar en la
edificación de un estado fuerte que sepa hacerse respetar y hacerse temer, In-
tenta consolarse diciendo: "la próxima vez que venga a Europa, lo haré con
un ejército poderoso, y no seré yo quien mendigue un pedazo de pan en nom-
bre de la caridad cristiana, sino los cristianos occidentales quienes me supli-
carán de rodillas perdón y protección", Que Dios guarde a los católicos exila-
dos de caer en semejante tentación. Pero está en vuestras manos hacer más
soportable su doloroso exilio.
Al hablar de los chinos católicos, no quiero olvidar a los que no lo son,
pero que están también desterrados. Junto a ellos tenéis asimismo una mi-
sión que cumplir. Tened en cuenta que vuestro encuentro con alguno de ellos
es quizá la única ocasión que se les presenta para conocer a Cristo. ¿Cómo
se explica que un hombre como Chu-En-Lai, antiguo obrero de la fábrica Re-
nault y luego primer ministro en la China comunista, conociera en Francia
el Marxismo, y no el Cristianismo? He conocido chinos convertidos al Catoli-
cismo, y todos han llegado a él por haber descubierto en los cristianos un
verdadero testimonio de amor.
Este testimonio es el que os pido, porque vuestros hermanos chinos tie-
nen derecho a él.
Que no falte, a tu Cuaresma, la Misa diaria, bien oída, es decir,
con generosa disposición: sin recortar tiempo, recogiendo tu
espíritu, comulgando en ella.
Ve al templo que te coja más cerca, o te sea más cómodo, o te
sientas más a gusto: el Señor es el mismo en todas partes.
Aquí, en el Oratorio, los días laborables, tenemos la celebración
fija de la Santa Misa a estas horas:
7'45 de la mañana y 8 de la tarde
Siempre con una brevísima homilía. Se puntual, si vienes, que
nosotros también lo somos pensando en la escasez de tu tiempo.
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EL HAMBRE
Todos los años, por estas fechas de febrero, se nos viene recordando, in-
sistiendo, sobre el problema del hambre en el mundo. Sabemos todos que, fun-
damentalmente, no se debe a la escasez de alimentos, sino al mal reparto de
los bienes materiales, a la incultura y, aún más, a la falta de amor de los que
tienen, saben y pueden.
Recientes sucesos del Brasil ―donde hay zonas en las que la vida me-
dia del hombre, de las barracas al cementerio, no va más lejos de los 27 años―
nos han dado la noticia de encarcelamientos de religiosos y sacerdotes, acu-
sados de "subversivos", pero de los que sus superiores y obispos han podido ga-
rantizar que no ha habido indisciplina alguna en lo que se refiere a su pre-
dicación y apostolado". La misma Conferencia Episcopal del Brasil ha recha-
zado de plano toda acusación formulada por las autoridades militares brasi-
leñas, añadiendo, entre otras cosas, dicha Conferencia Episcopal y tradu-
cimos directamente de la información aparecida en "L'OSSERVATORE RO-
MANO" del 30 de enero último—que "la Iglesia que es acusada hoy de sub-
versiva en sus miembros, reivindica una participación activa en la tarea de
desarrollar integralmente al hombre, ya que, con ello, no se aparta de su cam-
po especifico religioso, porque esa tarea forma intrínsecamente parte de su
misión al servicio de la humanidad".
Recientemente, en el mundo, el problema del hambre ha sido tema de es-
tudio  y reflexión, e incluso puede decirse, en cierto modo, que ha surgido una
"literatura del hambre". Todo ello puede servir para acelerar el esperado re-
medio, que exige una revisión profunda de todas las relaciones humanas en
orden a facilitar el acceso indiscriminado a todos los bienes, en favor de to-
dos los hombres.
No resistimos la tentación de reproducir unos párrafos de una mujer bra-
sileña, que en un admirable libro, titulado "CUARTO DE ESPEJO", con un
gran espíritu de observación y notable carga poética, unido todo ello a un
gran sentido de la dignidad humana, nos ha dejado escritas varias de sus im-
presiones y aleccionadoras vivencias.
He aquí algunas:
Sufro mucho viendo a mis hijos con hambre. Cuando ven algo de comida,
gritar: "viva mamás/" Su contento me produce alegría, pero he perdido va
el hábito de sonreír.
Esta mañana me he levantado triste, porque llovía. Hay un gran desorden
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en la barraca. Es que no tengo jabón, ni siquiera para lavar los platos. Digo
platos" por la costumbre, pero en realidad son latas. Si tuviese jabón lava-
ría la ropa, porque no soy una mujer sucia y holgazana. Si voy sucia es debido
a vivir en un suburbio.
Me he dado cuenta que es terrible tener solamente aire en el estómago. He
Comenzado a sentir la boca amarga. He pensado: ¿no son suficientes las amar-
guras de la vida? Parece que, cuando nace, la vida me marcó con la palabra
"hambre".
Dormí. Y tuve un sueño maravilloso. Soñé que era un ángel. Mi vestido era
amplio: mangas anchas color de rosa. Yo iba de la tierra para el cielo. Y co-
gía las estrellas en la mano para contemplarlas. Conversaba con las estrellas.
Ellas organizaban un espectáculo en mi honor. Danzaban a mi alrededor y
formaban un surco luminoso.
Cuando me desperté pensé: soy tan pobre que no puedo ir a ningún es-
pectáculo, y por eso Dios me manda estos sueños deslumbrantes para mi al-
ma  dolorida. A Dios que me protege envió mi agradecimiento.
Hoy estoy alegre. Estoy tratando de aprender a vivir con el espíritu. Me pa-
rece que es porque en estos días he tenido que comer.
Ha muerto un niño aquí, en el suburbio. Si hubiera vivido iba a pasar
hambre.
Yo no nací ambiciosa. Recuerdo estas palabras de la Biblia: "No acumules
tesoros, porque allá estará tu corazón".
Siempre oí decir que el rico no tiene tranquilidad de espíritu. Pero el po-
bre tampoco la tiene, porque lucha para conseguir dinero para comer.
... Miles de palabras más. Esa mujer brasileña, Carolina María de Jesús,
por ser inteligente, aguzada su sensibilidad, tal vez sufría más. Le quedaba,
empero, la compensación de su alma refinada.
En cambio, ¿tantos pobres y hambrientos materiales que, sin saberlo qui-
zá, lo son mucho más en el alma?..
No nos extrañe, pues, que haya sacerdotes de Cristo, los cuales, como el
Maestro, "tengan compasión de las multitudes, que desfallecen, sin tener que
comer"... por los caminos del mundo.
11 (31)
CONVERSACIONES DEL ORATORIO
Dentro de sus normales actividades, en este curso, la Pia
Unión del Oratorio Secular anuncia, para este mes
de febrero,
TRES CONVERSACIONES
con el tema
PRINCIPIOS CRISTIANOS
SOBRE LA PROPIEDAD
que tendrán lugar los días:
26, MIERCOLES
27, JUEVES y
28, VIERNES
a las 8'30 de la tarde
En el próximo número de LAUS publicaremos los textos
que sirvieron de base para las conversaciones sobre
«LOS DERECHOS HUMANOS Y LA DOCTRINA
DE LA IGLESIA»
LAUS DEO
Director: P. Ramón Mas, C. O.
Edita: Congregación del Oratorio - Apartado 182.- Albacete.
Imprime: LA VOZ DE ALBACETE, S. López, 14-12-2-69.
Depósito Legal: AB-103-62.
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