BOLETIN DEL ORATORIO DE ALBACETE.
N.º 79. MAYO. 1969.
EL SANTO DEL ESPÍRITU
Todos los santos lo son del Espíritu, por el Espíritu, en el Espíritu de Dios,
el único que obra y consuma la santidad. Pero séanos permitido, cuando recor-
damos a san Felipe, nuestro Fundador, una filial complacencia en esta verdad
que en d tuvo rasgos tan significativos.
No vamos a repetir la historia de su vida, ni detenernos en sucesos extraor-
dinarios. También creemos que lo más grande de los santos no son estos relatos,
sino el conjunto de su docilidad profunda el Espíritu de Dios y que su persona-
lidad sobrenatural resultó de la sinceridad radical de esta correspondencia.
El orden del Espíritu, la fuerza de amor, la oración que es latido, la espon-
taneidad gozosa —¡la alegría!— la libertad impenitente de bien, la exquisitez
por lo sencillo y auténtico, la juventud de corazón, la ironía acariciante de la
sinceridad, el sentido común de lo divino, la intuición de Iglesia... y más, mu-
chas cosas más podrían ponerse como título al estilo de san Felipe: él, que no
quería tener estilo de apostolado, ni método registrado de oración, ni progra-
mas de reforma. Cuando muchos se preocupaban, en aquel siglo XVI, en que
fer organizar al mundo para salvar a las almas, él, sin pretenderlo, organizaba"
desde dentro a las almas, para salvar al mundo. Necesito siempre mucho tiempo
para estar con Dios y mucho tiempo para estar con los hombres: en Roma fue
"el santo de la calle". Tenía siempre muchas cosas qué hacer y qué hacer hacer
a los demás. Pero sabía "scherzare" para evitar rigideces que pudieran con-
dicionar o entorpecer los caminos de Dios; respetaba el hacer de Dios. Des-
pués  de mucha experiencia en las obras de bien, tan cerca del centro organi-
zador de la Iglesia, ni siquiera se le ocurría que debería fundar una nueva Con-
gregación; no lo pretendía. ¿Para qué fundar más congregaciones, si había ya
muchas y buenas? Pero el Papa Gregorio XI se empeñó, para que no le
fueran, los envidiosos, con más murmuraciones de que Felipe obraba a lo clan-
destino. Que no lo era.
1 (61)
Difícil para san Felipe eso de fundar una Congregación... En todo caso ten-
dría que ser sin leyes, o con muy pocas leyes; y si eran imprescindibles las leyes,
que no fuesen un peso, como tantas leyes de los hombres; y si habían de obligar,
que fuese sólo por la fuerza del amor. ¿Votos? ¿Y por qué votos? "Dios nos in-
terrogará sobre nuestras virtudes, y no sobre nuestros votos; pero el que los ne-
cesite, vaya donde los hacen muy santamente".
Y resultó —siempre sin pretenderlo, sin poner ninguna prisa en la "inven-
ción"— que todo esto era nuevo. Y nuevo el modo, el estilo con que iba cuajan-
do. Sin estorbar a Dios, al Espíritu de Dios y que haga.
**Nos llaman del Oratorio. Bien. Pero si yo tuviera que poner un nombre,
diría del Espíritu Santo".
Luego, como una semilla, la obra de san Felipe, el Oratorio, se ha esparci-
do por el mundo. Pero sin llegar a ser muy grande: ha crecido, en todo caso,
no por eficacia de la organización, sino por espontaneidad de familia: familia
seglar y sacerdotal. De vez en cuando han surgido figuras relevantes—Baronio,
Tarugi, Bérulle, Newman, Bevilacqua... —; pero, por encima de lo que de bien
digan todos los que las contemplen, hace falta referirlas siempre al Espíritu de
Dios; sino no se entienden, o se olvida lo principal.
CONVERSACIONES DEL ORATORIO
Viernes, 23 de Mayo, a las 8’30 de la tarde
«ESPIRITUALIDAD DEL CONFLICTO EGLESIAL SEGUN S. PABLO»
por el
M. ILTRE. SR. D. JOSE MARIA GONZALEZ-RUIZ
Canónigo teólogo de la catedral de Málaga
Sábado, 24 de Mayo, a las 8'30 de la tarde
«¿PRE-CRISTIANISMO O POST-CRISTIANISMO?»
por
D. ENRIQUE MIRET MAGDALENA
Escritor.
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1. M. González-Ruiz
Es la primera vez que viene a Al-
bacete.
Nació hace medio siglo, en Sevi-
lla, y estrenó su apostolado sacerdo-
tal en el popular barrio de Triana, du-
rante los difíciles años de la postgue-
rra.
Luego es profesor en el Seminario
de Málaga y maestro de varias gene-
raciones de jóvenes sacerdotes. Doctor
en Teología y Licenciado en Sagradas
Escrituras por el Instituto Bíblico de
Roma, es reconocido mundialmente
como especialista en San Pablo. Le
acreditan estas obras: "El Evangelio
de Pablo". "La dignidad de la perso-
na humana, según San Pablo". "Di-
mensiones cósmicas de la soteriología
paulina".
Durante el Concilio realiza una des-
tacada labor en Roma, especialmente a
través del DO-C, "Oficina de Docu-
mentación holandesa conciliar". Su
"Teología del mundo" fue especial-
mente tenida en cuenta en la redac-
ción definitiva del discutido Esquema
XIII —la Constitución Gaudium el
spes, sobre la Iglesia y el mundo de
hoy―, y en la Declaración Dignitatis
humanae, sobre la libertad religiosa.
Otras obras suyas son: "El cristia-
nismo no es un humanismo", "Hacia
una teología de la pobreza". "Marxis-
mo y cristianismo frente al hombre
nuevo". "Creer es comprometerse", y
una serie numerosa de conferencias y
artículos en revistas nacionales y ex-
tranjeras.
Ha participado en varios Congre-
sos de Teología y colaborado en el
diálogo abierto con los no-creyentes.
Nos hablará de la "ESPIRITUA-
LIDAD DEL CONFLICTO ECLE-
SIAL, SEGUN SAN PABLO".
E. Miret Magdalena
¿Hace falta presentar a don Enri-
que Miret Magdalena, entre nosotros?
En España es esperada su palabra
escrita, semana tras semana, por nu-
merosos lectores, para recoger su pen-
samiento incisivo, luminoso de esa in-
tuición cristiana que le hace mirar, rea-
lística y esperanzadamente, el mundo
y la Iglesia, sin vértigos, con valentía.
Los que le leen descubren, con gozosa
sorpresa, sus propios pensamientos,
esa esperanza con que se resuelve la in-
quietud del hombre ante el mundo que
se hace, que nos hace... y que hace-
mos.
En Albacete—en el Oratorianos
acordamos, como si fuese ayer, de
aquella magnifica conferencia, trans-
parente y mansa (casi franciscana), pe-
ro viva, lúcida y profunda, sobre la fe,
que nos dio el año pasado.
Ahora vuelve y nos plantea este
interrogante, que tantos se hacen fren-
te al Cristianismo: "¿PRE-CRISTIA-
NISMO O POST-CRISTIANISMO?"
MAYO
26
LUNES
S. Felipe Neri.
3 (63)
CUANDO MORÍA
EL CARDENAL BEVILACQUA
Hace cuatro años, el 6 de mayo, moría el Padre Bevilacqua, del Oratorio de
Brescia, recién creado cardenal. La muerte no le sorprendía: tenía el corazón muy
joven de tanto mirar a la eternidad.
No quiso que nadie fuese impedido de subir a verle en el lecho de muerte. Los
días inmediatos a su tránsito, fueron un continuo desfilar: los de cerca y los de
lejos, en el tiempo y en el espacio. "No me lo impidáis, que es el último acto de
caridad que puedo hacer, porque dinero no tengo...".
Subió el zapatero del barrio, bien entendido en el arte de remendar zapatos...
y de hacerlos, porque al P. Bevilacqua, cuya horma conocía, le había hecho un
par de zapatos rojos: era su regalo. El Padre se los devolvió: "Ahora son mi re-
galo para ti, y mira que no los he roto. Estoy contento de haberte visto todos los
domingos en misa y cantar". Y el buen hombre acariciaba la frente del Padre, ro-
gándole que no se cansase hablando.
Y fue un general, de las tropas alpinas, en las que el P. Bevilacqua le había
tocado servir, tantos años atrás... El Padre hablaba con todos de su muerte, ya tan
próxima. El general, acertando o sin acertar le dijo que, a su muerte, escoltarían
el féretro los bravos soldados alpinos. Pero el Padre repuso a su viejo amigo: "¡Oh,
no! Conozco bien a esos chicos... Cuando me muera mandarles a beber un vaso de
vino en memoria mía. Estarán más contentos".
Y un obispo: "¿Cómo está, Padre?" Respondió: "Muy bien, vamos bien".
El obispo no podía disimular un tanto su extrañeza. El Padre explicó: "Sí, vamos
bien, porque vamos al encuentro del Señor".
"Sé adónde voy, y voy de buena gana".
Al profesor de Liturgia del Seminario: "Esta es la verdadera Liturgia: encon-
trarnos con Cristo... no el rubricismo".
Abajo, en el patio, gritaban, jugando, los chiquillos: "Cuando llegue la ago-
nía, no les hagáis callar, porque me gusta oírles debajo de mi ventana... La vida
es un ciclo: ellos caminan hacia la madurez, yo camino hacia la eternidad".
"Cuando llegue el momento ―decía al Prepósito― decirme muy despacio las
oraciones para los moribundos, que las entienda, que las siga". Y añadía: "Algunas
jaculatorias, también, por ejemplo la del buen ladrón, o las tradicionales...; final-
mente leedme los últimos versículos del Apocalipsis: el "¡Venio cito!".
"Es hermoso morir así: en tiempo pascual", decía.
La fe no es una pregunta que el hombre hace a Dios,
sino una pregunta que Dios hace al hombre.
Jose Mª. GONZALEZ-RUIZ.
4 (64)
LA SANTIDAD
Lo importante, en orden a la san-
tidad, no es solamente admirarse de
que hayan existido estos hermanos
nuestros, verdaderos "signos del Espí-
ritu de Dios en medio del mundo", si-
no intentar recomponer la imagen de
la santidad, acomodándola a nuestro
tempo, porque también nuestra época
es pródiga en figuras, todavía desco-
nocidas, pero que estar y actúan co-
mo "signos del Espíritu". No en vano
la constitución conciliar Lumen gen-
tium ha consagrado todo un capitulo
a "la vocación Universal a la santi-
dad". Este llamamiento de la Iglesia
de hoy es también un verdadero "sig-
no de los tiempos". La santidad no
solamente consagra la unidad inter-
na, sino que la vincula inseparable-
mente con el destino de los hombres,
porque es la vida del hombre tal como
Dios la quiere, v tal como Cristo la ha
querido encamar "para gloria de Dios
y al servicio del prójimo".
Las desviaciones que hayan existi-
do y que perdurar todavía, como una
herencia no superada de residuos pa-
ganos, en modo alguno desvirtuar el
verdadero concepto que la Iglesia tie-
ne de la santidad y sobre los santos.
La Iglesia tiene un mensaje para el
mundo que, también, resulta ser la
mejor solución para todos sus proble-
mas, pero la Iglesia no ofrece progra-
mas técnicos, sociales, políticos, econó-
micos o científicos, porque lo que
transmite a la humanidad incide en el
vértice mismo de cada personalidad,
enriqueciendo su libertad, elevando su
dinamismo y, desde ahí, repercutiendo
en toda la vida del hombre, con una
trascendencia que por fuerza también
supone el tiempo y se inicia ya en es-
te orden temporal, pero que lo tras-
ciende.
Comienzan las dificultades para la
Iglesia cuando los hombres, que en
principio la aceptan, intentan supedi-
tar lo eterno a lo temporal, lo tras-
cendente a lo contingente, para con-
vertir a la Iglesia en algo utilizable. O
cuando, pecando de angelismo, la pro-
clamación de la primacía del espíritu
sirve para desertar de las urgencias
impuestas por el Creador a la criatu-
ra entera, el hombre.
La santidad es el Amor. La santi-
dad  es una pasión de bien. Amar es
hacer, buscar, comunicar el bien. La
bondad es realizarse según los planes
de Dios, que son los únicos que 120
mutilar todo lo que positivamente se
contiene en cada una de sus obras. El
hombre, entre las que nos son eviden-
tes, es la mayor de todas.
La santidad es parecerse a Dios,
que es Amor. La santidad o suprime
los límites de la condición humana, ET
cada uno de nosotros, con todas las re-
percusiones que puedan tener estas li-
mitaciones, pero consiste, para cada
uno, en amar lo más posible, a pesar
de todo, a Dios y a los demás.
Con todo lo que un tal dinamismo
de Amor supone, es difícil identificar
la santidad con el estado: es más
bien una búsqueda de Dios, una ten-
sión hacia Dios, sin lo cual sería -
posible encontrarnos con El.
Difícil también cifrarla en un ideal
de perfección moral. Consiste, más
bien, en una actitud de escucha y de
atención a la palabra de Dios. Por eso
esta palabra no la percibe el que no
está liberado de intimas esclavitudes,
y no la sigue si no está educado en la
generosidad. Para la santidad no exis-
5 (65)
ten recetas: es oír, dejarse penetrar
por el llamamiento divino, compro-
meterse y seguir.
Cierto que la frivolidad, la disper-
sión, la disipación, la agitación, la pre-
cipitación que se percibe entorno a
nosotros y que nos envuelve o por la
que nos dejamos arrastrar, constitu-
ye el principal escollo para estar aten-
tas al Mandamiento de Dios o para
mantenernos fieles a la llamada. Por
eso la ausencia del sentido de la mor-
tificación, si de por sí ya constituye
un grave inconveniente a un nivel
simplemente natural para cualquier
actividad temporal y terrena, resulta
Incompatible cuando se contrasta con
el espíritu del Evangelio. Sin mortifi-
cación permanece la anarquía de nues-
tras tendencias, y es imposible tener
educada muestra voluntad y Ser ver-
daderamente hombre. Sin libertad no se
puede amar y la santidad —lo hemos
dicho— es amor.
Buscar la santidad es ir en pos de
una vida plenamente conseguida, tan
plenamente lograda que sea "eterniza-
ble": un amor cada día más grande v
total, posible porque Dios Los lo co-
munica. En realidad, es algo que todo
hombre desea en lo más profundo de
su querer, si bien no siempre sabe iden-
tificarlo. Amor y santidad son pala-
bras a menudo no comprendidas y mu-
chas veces deformadas. Todo hombre
arde en deseos de esta vida divina, a
pesar de que tantas veces no se atre-
va a enfrentarse sinceramente con la
profunda exigencia de este deseo. Tal
vez porque duda, a la hora de creer,
que un tal deseo pueda en verdad rea-
lizarse. Pero, en este momento, ya el
problema deriva hacia la je: cuestión
de fe, más que de santidad: y cuestión
a je para creer en la presencia amar-
te v actuante de Dios, que llama y res-
ponde a nuestra libertad
Tal vez por eso, para que nos ayu-
den a creer en eso, es por lo que nos
convierte que la Iglesia nos vaya re-
cordando que ha habido hombres, que
han creído en este amor de Dios, que
han estado atentos a su llamada, v
que la han correspondido.
Oír, consentir al don del Amor de
Dios y abandonarse tanto como exige
ese consentimiento comprometedor, pa-
ra hacer vida de su verdad, para pro-
clamarla y para transmitirla, como una
fe que se hace llama.
También hoy nos hace falta creer
en la santidad. En el pasado los santos
nos han mostrado su realidad: en el
presente, los cristianos, hemos de dar
al mundo el signo de lo que es reali-
zable: el bien del hombre, de todo el
hombre, como dice el Concilio, "para
gloria de Dios y al servicio del próji-
mo".
Existe una fuerza de amor que no
cesa de influir sobre los hombres
transformándolos y construyendo su
historia. Es necesario creer en ello. San
Juan y nos lo dijo: "Nosotros hemos
creído en el Amor". Esta es la prime-
ra y la última palabra sobre la san-
tidad.
En el culto de los santos debe aparecer de modo destacado y
evidente el lazo inseparable que vincula a cada santo con "el solo
Santo, el solo Señor, el solo Altísimo". En el culto de los santos, la
falta de claridad ha dado pie a graves desequilibrios en el culto,
causando escándalo a los intelectuales, aumentando las diferencias
y la aversión con los hermanos de las iglesias separadas.
P. JULIO BEVILACQUA, C. O.
6 (66)
EL SANTO DE MAÑANA
¿Cuáles son las formas de la santidad para el futuro? He aquí algo que
escapa a toda previsión incluso profética. "Cada vida de santo —dice Bern-
nos— es como un florecimiento nuevo, como la efusión de una milagrosa y pa-
radisíaca ingenuidad". Porque la santidad es obra del Espíritu Santo, y el San-
to Espíritu sopla donde quiere, cuando quiere, como quiere. Es la plena liber-
tad. Algo que se identifica con la Novedad misma, la eterna e inalcanzable No-
vedad de Dios.
Pero no se trata de tener en cuenta, solamente, lo imprevisible de las in-
venciones del Espíritu Santo; sino que se trata de especular, también, sobre
las características y las necesidades de una época cuya situación futura se nos
oculta.
De todas formas, será bueno que nos prevengamos persuadiéndonos de que
el santo que esperamos no se avendrá demasiado a nuestras concepciones, a
nuestros pronósticos, a nuestros deseos. Cuando se nos presente, es probable que
nos choque; 0, por lo menos, que nos desconcierte. Si Dios lo suscita en medio
de nosotros, pasaremos por la tentación de rechazarlo, a no ser que estemos
cerca de él sin darnos cuenta, sin verle...
Hablo del futuro, naturalmente. Pero lo que acabo de decir pertenece a la
historia que se repite y comienza cada día. Es la parte del hombre viejo que no
ha cambiado. Dentro de su doble novedad, el santo que nosotros esperamos
será también él, pero en un sentido del todo diverso, un santo de siempre. Ma-
nifestación doblemente nueva de este único HOMBRE NUEVO que, puesto que
no pertenece al tiempo, jamás repite el pasado y es de siempre puesto que, a
través de las singularidades del tiempo, es un reflejo de lo eterno.
Este hombre nuevo, este santo, aunque deba ser tan diferente de sus nume-
rosos predecesores, reproducirá, sin embargo, sus rasgos esenciales, y son los
únicos que podemos nosotros enumerar sin equivocarnos. Será pobre, humilde,
desposeído. Tendrá el espíritu de las Bienaventuranzas. Ni maldecir, ni hala-
gará a nadie. Amara. Tomará el Evangelio al pie de la letra, es decir, en todo
su rigor. Una ascética dura lo habrá liberado de sí mismo. Habrá heredado toda
la fe de Israel, pero dándose cuenta de que ha pasado por Jesús. Tomará so-
bre sus espaldas la cruz de su Salvador y se esforzará por seguirle. A su manera,
ciertamente imprevisible, nos volverá a decir lo que a los hombres de su tiempo
había anunciado Clemente de Alejandría: "Ved que una luz ha brillado en
nuestro cielo, más luminosa que el sol y más dulce que la vida que conocemos
en la tierra", y hará penetrar un rayo de esta luz en la penumbra de nuestra
noche.
7 (67)
Sin duda Inteligente, Incomparablemente humano, tal vez sea de cultura
simple o refinada... Será, de todos modos, un ser excepcional, y su existencia
constituirá un ejemplo y un estímulo para nuestra humanidad mediana. Fali-
ble como todo hombre, pero dócil al Espíritu, participará en el discernimiento
prometido a la Esposa, y ni se asustará por las renovaciones más radicales ni se
dejará seducir por las novedades falsificantes. Como tantos de sus predeceso-
res, por medio de gestos nuevos que correspondan a nuevas situaciones, él será
el defensor y el apoyo de los oprimidos. Tal vez, Incluso, un conductor de hom-
bres. Tal vez un fundador, sin haberlo pretendido deliberadamente, y dará
lugar a un Instituto de un estilo capaz de sorprendernos 2 primera vista. Quién
sabe si jugará un papel importante en la ciudad y las mil trompetas de la
opinión pública se ocuparán de él. Quién sabe si, al contrario, permanecerá ais-
lado, desapercibido de la masa, y hasta de otra masa, menos voluminosa pero
también más espesa y pesada, de las "élites". A lo mejor pensarán de él que es
un anacrónico. O será un desconocido, traicionado, abandonado por los suyos:
la simple verdad humana del Evangelio, también ella, es siempre la misma...
Bajo formas y en ocasiones que no nos es posible prever, él se esforzará para
progresar en el misterio del sufrimiento, en el abandono, en la soledad intima,
en la náusea del pecado. Será, al mismo tiempo, otro Cristo: no porque quiera
sobrepasar o superar a Cristo, sino porque todo su ideal y toda su vida real
consistirá en configurarse con él.
Entonces por medio de este santo, lo mismo que a través de su Maestro, y
en total dependencia de su Maestro, se transparentará la Faz de Dios. Si, lo
digo bien: la. Faz de Dios.
(HENRI DE LUBAC, S J)
ESTO QUE LLAMAMOS
«EL CATOLICISMO»
En cuanto a esto que llamamos "el catolicismo"
(palabra aparecida, si no me engaño, en el siglo
XVID, si entendemos por ello el sistema artificial
forjado por la Contrarreforma, endurecido por la re-
presión contundente del modernismo, no importa ya
que se muera. Existen, incluso, varios indicios de que
ya se ha muerto, a pesar de que nosotros no nos ha-
yamos apercibido. La Iglesia una, santa, católica y
apostólica, donde Pedro y sus sucesores "presiden
en la caridad", ella sola, tiene la promesa de la vida
y su fe no será confundida.
P. LOUIS BOUYER, del Oratorio.
8 (68)
¿Juan XXIII "imprudente"?
El aspecto bondadoso, sencillo, be-
nigno, de la figura del Papa Juan
XXIII, era suficiente para desarmar
cualquier acusación que hubiera pre-
tendido poner en duda la rectitud de
su proceder y la limpieza de su alma.
Por eso cuando se ha querido, por lo
menos, oscurecer el mérito de su va-
lentía por convocar el Concilio, se ha
recurrido, en alguna parte, al califica-
tivo de "imprudente", que parece me-
nos irrespetuoso y, al mismo tiempo,
mis fácil de difundir.
¿Quiénes lo han difundido? Los
"prudentes" según la carne, como diría
San Pablo. Estos, mientras pudieron
suponer que el Concilio no pasaría de
simple acontecimiento recapitulador y
conmemorativo, no se sintieron dema-
siado preocupados. La inquietud co-
menzó cuando se iba viendo que el
Concilio modulaba hacia un examen
del mundo actual y de la misma Igle-
sia, y que este examen proseguía con
sinceridad y honradez. Pero cuando
comenzaron a formularse conclusiones
cada vez más difíciles de aplazar en su
aplicación concreta, la inquietud col-
mó su recelo y se hizo dura, y es de
esta dureza que se ha alimentado la
oposición que el Concilio y todo cuan-
to lo represente, ha despertado en esas
zonas de Intereses pre-establecidos,
cristalizados, cuyos errores pone en evi-
dencia el movimiento "irreversible"
suscitado por el Concilio. No importa
hacia quien vayan dirigidos los ataques
ni las formas que revista la oposición.
El fanatismo o los intereses perecederos
del reino de este mundo, la hará im-
penitente en su obcecación.
Y es lástima. Es lástima, porque no
se ha tratado de una reserva instinti-
va ante un cambio inesperado, que re-
sultaría explicable sin necesidad de re-
lacionarla con las complicidades de re-
sentimientos maligno: porque así ha
habido muchos que comenzaron sien-
do conservadores", pero como a ello
les decidía el recto deseo de servir a la
verdad, apenas descubrieron la direc-
ción de su dinamismo, se abrieron a la
evolución y al impulso siempre joven
del Espíritu de Dios que se hacía pa-
tente, con insistencia, en su Iglesia.
Mas cuando el conservadurismo, o
"prudencia", se ha inspirado, no en el
celo por la verdad ni por el amor a la
Iglesia, sino que, fijados en su posición,
los que la profesaban, solamente ha-
brían admitido como verdad lo que
consolidara sus intereses antecedentes
y solamente tolerarían sin reservas a la
Iglesia si podía ser utilizada como una
fuerza más en provecho propio, enton-
ces todo un remolino de desconfianza
y de acritud ha ido acumulando, con
mal disimulada desesperanza, esa re-
acción negativa, de tan variados mo-
dos manifestada, Imposible de ocultar
tras las efímeras razones que sucesiva-
mente se Inventen, que pueden, en un
primer momento, entretener o descon-
certar a los ingenuos, pero que, inexo-
rablemente, la perspectiva histórica
más cercana se encargará de diluci-
dar. Tal espíritu no podía dejar indem-
ne, como es obvio, al primer responsa-
ble del Concilio; si bien era preciso
hallar una palabra que no desacredi-
tara a sus inventores y pudiera ser fá-
cilmente introducida: la "bondad" de
Juan XXIII sugirió la palabra "Im-
prudente".
En su número de 1 de marzo de
1969, la prestigiosa revista Informa-
tions Catholiques Internationales, re-
produce unas manifestaciones de mon-
9 (69)
señor Loris Capovilla, antiguo secreta-
rio del Papa Juan XXIII, en las que ex-
plica cómo la convocación del Concilio
Vaticano II, no fue producto de un
arranque irreflexivo de un Papa sola-
mente "bueno", sino el resultado de
una ponderada reflexión, concebida y
madurada al calor sobrenatural de la
prudencia, de la esperanza en Dios y
del celo por el bien de los hombres que
la Iglesia ha de iluminar con el Evan-
gelio recibido de Cristo.
Monseñor Loris Capovilla refiere,
por ejemplo, que, cinco días después de
ser elegido Papa, Juan XXIII ya le ha-
bía manifestado la intención de convo-
car un Concilio. A los que le acusan de
haber convocado el Concilio de una
manera intempestiva, responde que
tampoco habrían podido demostrar que
estaban maduros los tiempos cuando
Cristo nació en Belén. "Para poder
acusar de imprudente al Papa Juan,
habría que hacer antes un proceso a
Jesús por haber, no ya permitido, sino
mandado a Pedro, que echara las redes
al mar para la pesca".
El Papa Juan se esforzó siempre por
mantener una fidelidad profética al
mensaje del Evangelio. Esta fidelidad
no fue siempre comprendida por cier-
tos espíritus de propensión sectaria, que
le criticaron abierta o solapadamente.
Después del viaje de Gronchi Rusia,
se habló de la posibilidad de un viaje
de Khruixtxev a Italia para correspon-
der a la visita de Gronchi, y alguien
sugirió la conveniencia de que el Papa
se retirara a Castelgandolfo, para no
recibirle. Pero el Papa Juan replico:
"Me quedo en casa porque no veo ra-
zón alguna para ausentarme". Y si este
buen señor desea hacerme una visita,
le recibiré. Comenzaré por oír lo que
él me quiera decir y luego, con amabi-
lidad, le expondré mi punto de vista.
Porque, en este momento, la Iglesia
no busca ninguna clase de proteccio-
nismo, sino libertad para anunciar el
Evangelio". Evidentemente, los que so-
ñaban con la repetición de anatemas,
no podían comprender el espíritu de
Juan XXIII, como tampoco habrían
comprendido a Cristo, que "no vino a
condenar, sino a salvar". Por otra par-
te, el Papa, desde sus jóvenes años de
sacerdote, conocía los estragos que el
fascismo había causado a la Iglesia en
Italia y comprendía que, ante cual-
quier dictadura, comunista o fascista,
el problema, para la Iglesia, era siem-
pre el mismo: intentar salvar la 11-
bertad para la predicación del Evan-
gelio.
Su encíclica "Pacem in terris" des-
pertó una fuerte polémica y fueron
muchas las críticas, de una y otra par-
te, que se levantaron para acusarle,
unos de reticente y otros de político.
Su fiel secretario dice: "En aquella
ocasión le vi más de una vez profun-
damente afligido hasta derramar lá-
grimas, pero sin que jamás pudiera su-
poner que se alterara su paz interior.
Poco antes de morir, me decía: "He-
mos trabajado, hemos servido a la Igle-
sia. Sin detenernos a recoger las pie-
dras que nos han lanzado de una y
otra parte: sin devolverlas a nadie".
Prudencia... imprudencia... La de
los hombres es locura para Dios; In
de Dios lo es para los hombres que no
tienen su espíritu. El Papa Juan tenia
el espíritu de Dios y por esto era pru-
dente su "imprudencia".
El catolicismo, como fuerza de transformación del
mundo, no lo es por su doctrina abstracta, sino por los
hechos concretos de los católicos.
ENRIQUE MIRET MAGDALENA.
10 (70)
MEDIOCRIDAD O SANTIDAD
En este tiempo de la historia de los hombres, en el que nadie está protegido
de todo lo que nos penetra a través de las imágenes, las ideas, los medios de
comunicación audiovisual, se hace más precisa la opción entre mediocridad y
santidad. Los tibios o los inútiles se excluyen por ellos mismos, porque son in-
capaces de mantener y reanimar, desde dentro, el medio humano donde se en-
cuentran.
Desde las profundidades de la miseria y de la aflicción de los hombres se
eleva como un llamamiento. En nuestra vida cuotidiana y en nuestro trabajo,
nos comportamos como seres ordinarios; lo extraordinario permanece oculto.
Y el mundo tiene necesidad de seres extraordinarios, más por el peso de su ca-
ridad, que por el de sus cualidades naturales.
UN SIGNO ENTRE LOS HOMBRES
Lo que nos urge, como cristianos, es comunicar a Cristo al hombre. Lo que
profundamente nos conmueve es el hombre, su promoción hacia Dios, su pro-
moción espiritual al mismo tiempo que su promoción humana. Y, más que nun-
ca, lo que nos mueve y empuja es el deseo de encontrar la verdadera relación
con el hombre de hoy.
Se dice que hoy, para conocer a Dios es preciso tener en cuenta y conocer
al hombre, y estamos resueltos a ello.
Pero si, a causa de nuestra generosa apertura hacia el hombre, desapare-
cieran de nuestra vocación común los signos de lo intemporal, nos habríamos
limitado a adquirir solamente una capacidad particular de participación en el
mundo contemporáneo: nos habríamos detenido en una dimensión horizontal,
la misma que alcanzan los no creyentes. Y seriamos incapaces de descubrir al
hombre a Dios, la trascendencia, la irrupción vertical de Dios.
Nuestra vida y nuestra misma oración comunitaria carecerían de sentido
si, desvinculados de lo que es continuo en la Iglesia, prescindiéramos de esa con-
tinuidad por la que se deja presentir lo intemporal, a lo cual, tal vez, prestan
más atención los no creyentes que los mismos cristianos. Porque, ¿cuántas ve-
ces no hemos sido descubiertos y reconocidos por muchos agnósticos, precisa-
mente a través de la oración litúrgica?
Dentro de un mundo pluralista y secularizado, se imponen más que nunca
las zonas donde la trascendencia sea más sensible, lugares donde la ciudad de
Dios se encuentre con la ciudad de los hombres. Es decir, el punto donde la ver-
tical de Dios incide en la comunidad de los hombres, que es el lugar donde se
quiere situar el cristiano de hoy.
Una vida contemplativa que no sea integrada, no puede captarla el hombre
11 (71)
contemporáneo. Pero tampoco es reconocido el cristiano que se ha dejado ab-
sorber por el medio humano.
DIÁLOGO CON DIOS
El diálogo con Cristo tiene sus alternativas: la oración debe tenernos siempre
en su presencia, con o sin diálogo. .
No falta quien vive, hoy en día, como en aquel sábado santo, con un sen-
timiento subjetivo de ausencia de Dios, ante un Dios que calla, como si se hu-
biese muerto. Pero, aún sin diálogo, él nos mira y nos tiene en cuenta. Él nos
compromete, no a hacer la economía de la fe, sino a caminar sin ver, gozosos
de creer sin haber visto. Nos compromete a estar ante Cristo, en medio de los
hombres y por los hombres.
¿Es que estamos todavía en las vigilias de la Pascua, en espera de nuevo
paso para la Iglesia? —Pascua significa "paso"— Del mismo modo que el sá-
bado santo Cristo descendió a las regiones inferiores de la tierra, hemos de
aprovechar la calma de este tiempo para dejar que también descienda en las
profundidades de nosotros mismos.
A través de los sucesos, como a través de cada época, él penetra y se hun-
de en nosotros para alcanzar las profundidades y destruir las raíces de amargura,
para renovarnos.
Dejemos que Cristo descienda hasta las profundidades de nosotros mismos,
en estas regiones de nuestra persona que aún no están habitadas y que todavía
rehúsan adherirse a Cristo. El penetrará en las regiones de la inteligencia y del
corazón y penetrará nuestros sentidos y nuestro ser.
Porque hasta nuestro último día, tendremos siempre, en nosotros, algún rin-
cón por penetrar, alguna zona de incredulidad cuyo descubrimiento nos sorpren-
derá. Nadie puede decir "yo creo", sin que deba añadir inmediatamente, pero
ayuda, Señor, mi incredulidad". Pero, poco a poco, las zonas refractarias, las
tierras secas, pero sedientas, se aclararán, se iluminarán por la certidumbre de
una presencia, la presencia del Resucitado.
Mantenernos ante el Señor, no excede a nuestras posibilidades de hombres.
La presencia objetiva de Dios no está condicionada a nuestra sensibilidad. El
permanece a pesar de que desaparezca de nosotros el fervor de la resonancia
sensible de Cristo.
Confirmados otra vez, y siempre de nuevo confirmados por la amistad de
Dios, por su amparo, llega el momento en el que domina en nosotros la certi-
dumbre de una presencia.
ROGER CHUTZ
Prior de Taizé
Para entender a San Pablo es necesario sufrir un poco
JOSE ANGEL UBIETA.
12 (72)
DESVIACIONES EN EL CULTO
DE LOS SANTOS
De una carta pastoral de Monseñor Aurelio Sorrentino, obispo de
Potenza (Italia), publicada el pasado mes de marzo de este año, e-
xtraemos los siguientes párrafos:
Nos referimos, al tratar de las fiestas religiosas, a un punto muy sensible, y
es preciso preguntarse: ¿perdura, todavía, en estas celebraciones, un verdadero
residuo de religiosidad, o se reducen para el pueblo, a explosiones de fanatismo,
o a pretextos para malgastar dinero y para divertirse? Y lo que resulta más
grave es que no se percibe, en muchas ocasiones, el contraste entre ciertas
desviaciones y el verdadero espíritu cristiano; en tales casos, cualquier voz de
disentimiento es obligada en seguida al silencio.
Muchas veces, los mismos organizadores son personas de fe dudosa y hasta
de poca o ninguna moralidad, y se confeccionan programas con dispendiosas
manifestaciones a base de fuegos artificiales y tracas, charangas y orquestas,
jazz o canciones. En nombre de la Virgen María y de los Santos se emplea di-
nero en diversiones fatuas e Incluso ilícitas.
No pretendemos abolir las fiestas; pero resulta de todo punto intolerable
que, bajo pretendidos motivos religiosos, se cometan despilfarros, mientras se
agudiza la urgencia ―en las dimensiones mundiales que hoy dramáticamente
han adquirido―, los graves deberes de solidaridad humana y de caridad cristiana.
Ante ciertas multitudes que acuden a los santuarios, salvando graves inco-
modidades, nos preguntamos: ¿con qué sentimientos llegan hasta allí? ¿Se tra-
ta de un verdadero espíritu de fe o es a causa de un temor ancestral? ¿Acuden
para rogar y dar gracias o para conjurar epidemias y desgracias?
Se nos ocurren las palabras del profeta Amós (5, 21-24): "Odio, detesto
vuestras fiestas, me asquean vuestras solemnidades; no miro con favor vues-
tras ofrendas, ni los sacrificios que me ofrecéis. No quiero oír el ruido de vues-
tros cantos ni el sonido de vuestras arpas. Pero dejad que el derecho corra co-
mo el agua, y la justicia como un torrente perenne".
Con lo cual no queremos negar el bien que se hace en los santuarios, las
conversiones saludables que en ellos se obran, las confesiones para empezar
vida santa. Lo que denunciamos son las formas de fanatismo religioso, ciertas
tradiciones ya desplazadas, y algunas prácticas que no pueden agradar a Dios
ni honrar a los Santos.
No Ignoramos que la Iglesia Practica y recomienda el culto a los Santos,
pero también sabemos que "el verdadero culto de los Santos no consiste tanto
en la multiplicidad de los actos exteriores como en la intensidad de nuestro amor
13 (73)
activo, con el cual, para mayor bien nuestro y de la Iglesia, buscamos en los
Santos el ejemplo de su vida, el calor de su amistad y el auxilio de su interce-
sión" (L G. 51). Incluso al hablar de la Virgen también nos exhorta el Con-
cilio "2 abstenemos de toda falsa hipérbole", y añade: "recuerden los fieles que
In verdadera devoción no consiste en un afecto estéril y pasajero, ni en una
cierta vana credulidad, sino que procede de una fe auténtica" (núm. 67). En
otro lugar, la misma constitución Lumen gentium núm. 51) "exhorta con soli-
citud pastoral a todos los que corresponda, para que se tomen medidas para
corregir los abusos introducidos y se consiga, de este modo, una más plena
alabanza de Dios y de Cristo".
En la actualidad tenemos muchos abusos, excesos y defectos en nuestro
culto. Basta, para citar algunos, entrar en nuestras iglesias y darse cuenta de
esa exposición exagerada de estatuas, que recuerdan un muestrario: estatuas
de toda clase, vestidas o no, grandes y pequeñas, artísticas o vulgares (en una
sola Iglesia tuve ocasión de contar hasta cinco estatuas de la Virgen María,
además de otras de varios santos). Luego hay que añadir las oleografías, los
cuadros y cuadritos, las hornacinas: donde quiera que se ofrece un espacio
libre, se corre a poner un cuadro...
Existen, además, los Santos que "dan" más, hacia los cuales se encamina
con preferencia el pietismo de ciertas categorías de fieles. Y con las estatuas e
Imágenes, luces, aureolas e Inscripciones, y una hilera de altares, cada uno con
su tabernáculo (vacío, por supuesto), con candeleros, que por fuerza dan al
templo un aspecto de cementerio.
No digamos nada de los abusos con ocasión de los casamientos, cuando los
altares adquieren el aspecto de tienda de flores. Y otras celebraciones...
¿Nos hemos preguntado, alguna vez, como son juzgados, por los "alejados",
éstos y otros abusos? ¿Y si todas estas cosas atraen o repelen 1 los débiles en
la fe?
BUENOS MODALES
EN EL TEMPLO
Es contrario al buen gusto y a los buenos modales, acudir a
los actos del culto, o a recibir los sacramentos, con prendas de
vestir echadas al hombro. Los padres y educadores harán muy
bien en avisar a los más jóvenes, si cometieran esa falta de res-
peto.
También es una falta de educación llegar tarde a la Santa
Misa o hablar en el templo.
14 (74)
PALABRAS DE HONOR DE MONS. CIRARDA
No he tratado de defender a mi vicario: he querido que los que pudieran
acercarse a él, como todos los que se acerquen a un sacerdote para hacerle al-
guna consulta de orden moral, se para que el abrir la propia conciencia ante un
sacerdote, aunque no sea en confesión sacramental, tiene la garantía del secreto,
siempre y en todo, aun ante tribunales de justicia, como exige el mismo Con-
cordato.
(HOMILIA DEL DOMINGO 27 DE ABRIL).
Es deber mío, sin embargo, y urgente, el afirmar que el clero de Vizcaya,
en general es un clero lleno de virtudes, piadoso, trabajador, desprendido, fiel a
su obispo, amante de su tierra, pero abierto en catolicidad, como lo demuestra
su desvivirse en Vizcaya por los inmigrantes venidos de toda España y el núme-
ro crecidísimo de sacerdotes vizcaínos que trabajan en Madrid y en Andalucía
y en las misiones de África y América.
Es un deber mío proclamarlo hoy para reparar en alguna manera las noti-
cias turbadoras de posibles delitos de algunos, que han sido tan inconsiderada-
mente difundidos en informaciones al menos tendenciosas.
(EXHORTACION PASTORAL, 3 MAYO 1969.)
EL P. LOUIS BOUYER, del Oratorio,
en la Comisión Teológica
de la Congregación para la Doctrina de la Fe
En la nueva Comisión que ha nom-
brado Pablo VI, para que, como ha di-
cho el mismo Papa, pueda beneficiar-
se la Santa Sede con el concurso espe-
cial de teólogos expertos, escogidos de
las diversas partes del mundo y apro-
vecharse así de contactos más amplios y
de experiencias más variadas, siempre
para la profundización y la custodia de
la fe", figura el oratoriano francés. Pa-
dre Louis Bouyer, entre los treinta
nombres de dieciocho naciones.
Toda persona medianamente ente-
rada en cuestiones de espiritualidad ha-
brá tropezado, más de una vez, con el
nombre del P. Louis Bouyer: tiene
muchos libros publicados, sobre patrís-
tica, liturgia, espiritualidad, ecumenis-
mo, teología... Algunas de sus obras
(Diccionario de Teología, Introduc-
ción a la vida espiritual, El Misterio
Pascual...) están traducidas a nuestra
lengua. Profesor en el Institut Catholic
de Paris, miembro de comisiones con-
ciliares, autor de trabajos profundos,
ha demostrado, sin embargo, una mar-
cada predilección por la liturgia, ya
desde mucho antes del Concilio Vati-
cano II, entendida y predicada como
fuente y coronamiento de la vida y de
la espiritualidad del cristiano.
Pero nosotros, los oratorianos, le
agradecemos, de manera muy singular,
no solamente su aportación destacada
en las ediciones francesas de las obras
de Newman, sino el que haya escrito y
publicado, en 1952, la mejor biografía,
indiscutiblemente, del gran convertido
de Oxford y fundador del Oratorio en
Inglaterra.
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Lunes, 26 de Mayo
FIESTA
DE
NUESTRO SANTO PADRE
FELIPE NERI
a las 8 de la tarde
MONSEÑOR IRENEO GARCIA ALONSO
Obispo de Albacete
celebrará la Santa Misa en nuestra iglesia.
Junto a él
con nuestros amigos
nos acercaremos gozosamente
al altar de Dios.
LAUS DEO
Director: P. Ramón Mas, C. O. Edita: Congregación del Oratorio. - Apartado 182.- Albacete
Imprime: LA VOZ DE ALBACETE, S. López, 14 - 17-5-69. Depósito Legal: AB-103-62.
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