BOLETIN
DEL ORATORIO DE ALBACETE. |
N.º 79. MAYO. 1969. |
EL SANTO DEL ESPÍRITU |
Todos los santos lo son
del Espíritu, por el Espíritu, en el Espíritu de Dios, |
el único que obra y
consuma la santidad. Pero séanos permitido, cuando recor- |
damos a san Felipe,
nuestro Fundador, una filial complacencia en esta verdad |
que en d tuvo rasgos tan
significativos. |
No vamos a repetir la
historia de su vida, ni detenernos en sucesos extraor- |
dinarios. También creemos
que lo más grande de los santos no son estos relatos, |
sino el conjunto de su
docilidad profunda el Espíritu de Dios y que su persona- |
lidad sobrenatural resultó
de la sinceridad radical de esta correspondencia. |
El orden del Espíritu, la
fuerza de amor, la oración que es latido, la espon- |
taneidad gozosa —¡la
alegría!— la libertad impenitente de bien, la exquisitez |
por lo sencillo y
auténtico, la juventud de corazón, la ironía acariciante de la |
sinceridad, el sentido
común de lo divino, la intuición de Iglesia... y más, mu- |
chas cosas más podrían
ponerse como título al estilo de san Felipe: él, que no |
quería tener estilo de
apostolado, ni método registrado de oración, ni progra- |
mas de reforma. Cuando
muchos se preocupaban, en aquel siglo XVI, en que |
fer organizar al mundo
para salvar a las almas, él, sin pretenderlo, organizaba" |
desde dentro a las almas,
para salvar al mundo. Necesito siempre mucho tiempo |
para estar con Dios y
mucho tiempo para estar con los hombres: en Roma fue |
"el santo de la
calle". Tenía siempre muchas cosas qué hacer y qué hacer hacer |
a los demás. Pero sabía
"scherzare" para evitar rigideces que pudieran con- |
dicionar o entorpecer los
caminos de Dios; respetaba el hacer de Dios. Des- |
pués de mucha
experiencia en las obras de bien, tan cerca del centro organi- |
zador de la Iglesia, ni
siquiera se le ocurría que debería fundar una nueva Con- |
gregación; no lo
pretendía. ¿Para qué fundar más congregaciones, si había ya |
muchas y buenas? Pero el
Papa Gregorio XI se empeñó, para que no le |
fueran, los envidiosos,
con más murmuraciones de que Felipe obraba a lo clan- |
destino. Que no lo era. |
1 (61) |
Difícil para san Felipe
eso de fundar una Congregación... En todo caso ten- |
dría que ser sin leyes, o
con muy pocas leyes; y si eran imprescindibles las leyes, |
que no fuesen un peso,
como tantas leyes de los hombres; y si habían de obligar, |
que fuese sólo por la
fuerza del amor. ¿Votos? ¿Y por qué votos? "Dios nos in- |
terrogará sobre nuestras
virtudes, y no sobre nuestros votos; pero el que los ne- |
cesite, vaya donde los
hacen muy santamente". |
Y resultó —siempre sin
pretenderlo, sin poner ninguna prisa en la "inven- |
ción"— que todo esto
era nuevo. Y nuevo el modo, el estilo con que iba cuajan- |
do. Sin estorbar a Dios,
al Espíritu de Dios y que haga. |
**Nos llaman del Oratorio.
Bien. Pero si yo tuviera que poner un nombre, |
diría del Espíritu
Santo". |
Luego, como una semilla,
la obra de san Felipe, el Oratorio, se ha esparci- |
do por el mundo. Pero sin
llegar a ser muy grande: ha crecido, en todo caso, |
no por eficacia de la
organización, sino por espontaneidad de familia: familia |
seglar y sacerdotal. De
vez en cuando han surgido figuras relevantes—Baronio, |
Tarugi, Bérulle, Newman,
Bevilacqua... —; pero, por encima de lo que de bien |
digan todos los que las
contemplen, hace falta referirlas siempre al Espíritu de |
Dios; sino no se
entienden, o se olvida lo principal. |
CONVERSACIONES DEL
ORATORIO |
Viernes, 23 de Mayo, a las
8’30 de la tarde |
«ESPIRITUALIDAD DEL
CONFLICTO EGLESIAL SEGUN S. PABLO» |
por el |
M. ILTRE. SR. D. JOSE
MARIA GONZALEZ-RUIZ |
Canónigo teólogo de la
catedral de Málaga |
Sábado, 24 de Mayo, a las
8'30 de la tarde |
«¿PRE-CRISTIANISMO O
POST-CRISTIANISMO?» |
por |
D. ENRIQUE MIRET MAGDALENA |
Escritor. |
2 (62) |
1. M. González-Ruiz |
Es la primera vez que
viene a Al- |
bacete. |
Nació hace medio siglo, en
Sevi- |
lla, y estrenó su
apostolado sacerdo- |
tal en el popular barrio
de Triana, du- |
rante los difíciles años
de la postgue- |
rra. |
Luego es profesor en el
Seminario |
de Málaga y maestro de
varias gene- |
raciones de jóvenes
sacerdotes. Doctor |
en Teología y Licenciado
en Sagradas |
Escrituras por el
Instituto Bíblico de |
Roma, es reconocido
mundialmente |
como especialista en San
Pablo. Le |
acreditan estas obras:
"El Evangelio |
de Pablo". "La
dignidad de la perso- |
na humana, según San
Pablo". "Di- |
mensiones cósmicas de la
soteriología |
paulina". |
Durante el Concilio
realiza una des- |
tacada labor en Roma,
especialmente a |
través del DO-C,
"Oficina de Docu- |
mentación holandesa
conciliar". Su |
"Teología del
mundo" fue especial- |
mente tenida en cuenta en
la redac- |
ción definitiva del
discutido Esquema |
XIII —la Constitución
Gaudium el |
spes, sobre la Iglesia y
el mundo de |
hoy―, y en la
Declaración Dignitatis |
humanae, sobre la libertad
religiosa. |
Otras obras suyas son:
"El cristia- |
nismo no es un
humanismo", "Hacia |
una teología de la
pobreza". "Marxis- |
mo y cristianismo frente
al hombre |
nuevo". "Creer
es comprometerse", y |
una serie numerosa de
conferencias y |
artículos en revistas
nacionales y ex- |
tranjeras. |
Ha participado en varios
Congre- |
sos de Teología y
colaborado en el |
diálogo abierto con los
no-creyentes. |
Nos hablará de la
"ESPIRITUA- |
LIDAD DEL CONFLICTO ECLE- |
SIAL, SEGUN SAN
PABLO". |
E. Miret Magdalena |
¿Hace falta presentar a
don Enri- |
que Miret Magdalena, entre
nosotros? |
En España es esperada su
palabra |
escrita, semana tras
semana, por nu- |
merosos lectores, para
recoger su pen- |
samiento incisivo,
luminoso de esa in- |
tuición cristiana que le
hace mirar, rea- |
lística y
esperanzadamente, el mundo |
y la Iglesia, sin
vértigos, con valentía. |
Los que le leen descubren,
con gozosa |
sorpresa, sus propios
pensamientos, |
esa esperanza con que se
resuelve la in- |
quietud del hombre ante el
mundo que |
se hace, que nos hace... y
que hace- |
mos. |
En Albacete—en el
Oratorianos |
acordamos, como si fuese
ayer, de |
aquella magnifica
conferencia, trans- |
parente y mansa (casi
franciscana), pe- |
ro viva, lúcida y
profunda, sobre la fe, |
que nos dio el año pasado. |
Ahora vuelve y nos plantea
este |
interrogante, que tantos
se hacen fren- |
te al Cristianismo:
"¿PRE-CRISTIA- |
NISMO O
POST-CRISTIANISMO?" |
MAYO |
26 |
LUNES |
S. Felipe Neri. |
3 (63) |
CUANDO MORÍA |
EL CARDENAL BEVILACQUA |
Hace cuatro años, el 6 de
mayo, moría el Padre Bevilacqua, del Oratorio de |
Brescia, recién creado
cardenal. La muerte no le sorprendía: tenía el corazón muy |
joven de tanto mirar a la
eternidad. |
No quiso que nadie fuese
impedido de subir a verle en el lecho de muerte. Los |
días inmediatos a su
tránsito, fueron un continuo desfilar: los de cerca y los de |
lejos, en el tiempo y en
el espacio. "No me lo impidáis, que es el último acto de |
caridad que puedo hacer,
porque dinero no tengo...". |
Subió el zapatero del
barrio, bien entendido en el arte de remendar zapatos... |
y de hacerlos, porque al
P. Bevilacqua, cuya horma conocía, le había hecho un |
par de zapatos rojos: era
su regalo. El Padre se los devolvió: "Ahora son mi re- |
galo para ti, y mira que
no los he roto. Estoy contento de haberte visto todos los |
domingos en misa y
cantar". Y el buen hombre acariciaba la frente del Padre, ro- |
gándole que no se cansase
hablando. |
Y fue un general, de las
tropas alpinas, en las que el P. Bevilacqua le había |
tocado servir, tantos años
atrás... El Padre hablaba con todos de su muerte, ya tan |
próxima. El general,
acertando o sin acertar le dijo que, a su muerte, escoltarían |
el féretro los bravos
soldados alpinos. Pero el Padre repuso a su viejo amigo: "¡Oh, |
no! Conozco bien a esos
chicos... Cuando me muera mandarles a beber un vaso de |
vino en memoria mía.
Estarán más contentos". |
Y un obispo: "¿Cómo
está, Padre?" Respondió: "Muy bien, vamos bien". |
El obispo no podía
disimular un tanto su extrañeza. El Padre explicó: "Sí, vamos |
bien, porque vamos al
encuentro del Señor". |
"Sé adónde voy, y voy
de buena gana". |
Al profesor de Liturgia
del Seminario: "Esta es la verdadera Liturgia: encon- |
trarnos con Cristo... no
el rubricismo". |
Abajo, en el patio,
gritaban, jugando, los chiquillos: "Cuando llegue la ago- |
nía, no les hagáis callar,
porque me gusta oírles debajo de mi ventana... La vida |
es un ciclo: ellos caminan
hacia la madurez, yo camino hacia la eternidad". |
"Cuando llegue el
momento ―decía al Prepósito― decirme muy despacio las |
oraciones para los
moribundos, que las entienda, que las siga". Y añadía: "Algunas |
jaculatorias, también, por
ejemplo la del buen ladrón, o las tradicionales...; final- |
mente leedme los últimos
versículos del Apocalipsis: el "¡Venio cito!". |
"Es hermoso morir
así: en tiempo pascual", decía. |
La fe no es una pregunta
que el hombre hace a Dios, |
sino una pregunta que Dios
hace al hombre. |
Jose Mª. GONZALEZ-RUIZ. |
4 (64) |
LA SANTIDAD |
Lo importante, en orden a
la san- |
tidad, no es solamente
admirarse de |
que hayan existido estos
hermanos |
nuestros, verdaderos
"signos del Espí- |
ritu de Dios en medio del
mundo", si- |
no intentar recomponer la
imagen de |
la santidad, acomodándola
a nuestro |
tempo, porque también
nuestra época |
es pródiga en figuras,
todavía desco- |
nocidas, pero que estar y
actúan co- |
mo "signos del
Espíritu". No en vano |
la constitución conciliar
Lumen gen- |
tium ha consagrado todo un
capitulo |
a "la vocación
Universal a la santi- |
dad". Este
llamamiento de la Iglesia |
de hoy es también un
verdadero "sig- |
no de los tiempos".
La santidad no |
solamente consagra la
unidad inter- |
na, sino que la vincula
inseparable- |
mente con el destino de
los hombres, |
porque es la vida del
hombre tal como |
Dios la quiere, v tal como
Cristo la ha |
querido encamar "para
gloria de Dios |
y al servicio del
prójimo". |
Las desviaciones que hayan
existi- |
do y que perdurar todavía,
como una |
herencia no superada de
residuos pa- |
ganos, en modo alguno
desvirtuar el |
verdadero concepto que la
Iglesia tie- |
ne de la santidad y sobre
los santos. |
La Iglesia tiene un
mensaje para el |
mundo que, también,
resulta ser la |
mejor solución para todos
sus proble- |
mas, pero la Iglesia no
ofrece progra- |
mas técnicos, sociales,
políticos, econó- |
micos o científicos,
porque lo que |
transmite a la humanidad
incide en el |
vértice mismo de cada
personalidad, |
enriqueciendo su libertad,
elevando su |
dinamismo y, desde ahí,
repercutiendo |
en toda la vida del
hombre, con una |
trascendencia que por
fuerza también |
supone el tiempo y se
inicia ya en es- |
te orden temporal, pero
que lo tras- |
ciende. |
Comienzan las dificultades
para la |
Iglesia cuando los
hombres, que en |
principio la aceptan,
intentan supedi- |
tar lo eterno a lo
temporal, lo tras- |
cendente a lo contingente,
para con- |
vertir a la Iglesia en
algo utilizable. O |
cuando, pecando de
angelismo, la pro- |
clamación de la primacía
del espíritu |
sirve para desertar de las
urgencias |
impuestas por el Creador a
la criatu- |
ra entera, el hombre. |
La santidad es el Amor. La
santi- |
dad es una pasión de
bien. Amar es |
hacer, buscar, comunicar
el bien. La |
bondad es realizarse según
los planes |
de Dios, que son los
únicos que 120 |
mutilar todo lo que
positivamente se |
contiene en cada una de
sus obras. El |
hombre, entre las que nos
son eviden- |
tes, es la mayor de todas. |
La santidad es parecerse a
Dios, |
que es Amor. La santidad o
suprime |
los límites de la
condición humana, ET |
cada uno de nosotros, con
todas las re- |
percusiones que puedan
tener estas li- |
mitaciones, pero consiste,
para cada |
uno, en amar lo más
posible, a pesar |
de todo, a Dios y a los
demás. |
Con todo lo que un tal
dinamismo |
de Amor supone, es difícil
identificar |
la santidad con el estado:
es más |
bien una búsqueda de Dios,
una ten- |
sión hacia Dios, sin lo
cual sería - |
posible encontrarnos con
El. |
Difícil también cifrarla
en un ideal |
de perfección moral.
Consiste, más |
bien, en una actitud de
escucha y de |
atención a la palabra de
Dios. Por eso |
esta palabra no la percibe
el que no |
está liberado de intimas
esclavitudes, |
y no la sigue si no está
educado en la |
generosidad. Para la
santidad no exis- |
5 (65) |
ten recetas: es oír,
dejarse penetrar |
por el llamamiento divino,
compro- |
meterse y seguir. |
Cierto que la frivolidad,
la disper- |
sión, la disipación, la
agitación, la pre- |
cipitación que se percibe
entorno a |
nosotros y que nos
envuelve o por la |
que nos dejamos arrastrar,
constitu- |
ye el principal escollo
para estar aten- |
tas al Mandamiento de Dios
o para |
mantenernos fieles a la
llamada. Por |
eso la ausencia del
sentido de la mor- |
tificación, si de por sí
ya constituye |
un grave inconveniente a
un nivel |
simplemente natural para
cualquier |
actividad temporal y
terrena, resulta |
Incompatible cuando se
contrasta con |
el espíritu del Evangelio.
Sin mortifi- |
cación permanece la
anarquía de nues- |
tras tendencias, y es
imposible tener |
educada muestra voluntad y
Ser ver- |
daderamente hombre. Sin
libertad no se |
puede amar y la santidad
—lo hemos |
dicho— es amor. |
Buscar la santidad es ir
en pos de |
una vida plenamente
conseguida, tan |
plenamente lograda que sea
"eterniza- |
ble": un amor cada
día más grande v |
total, posible porque Dios
Los lo co- |
munica. En realidad, es
algo que todo |
hombre desea en lo más
profundo de |
su querer, si bien no
siempre sabe iden- |
tificarlo. Amor y santidad
son pala- |
bras a menudo no
comprendidas y mu- |
chas veces deformadas.
Todo hombre |
arde en deseos de esta
vida divina, a |
pesar de que tantas veces
no se atre- |
va a enfrentarse
sinceramente con la |
profunda exigencia de este
deseo. Tal |
vez porque duda, a la hora
de creer, |
que un tal deseo pueda en
verdad rea- |
lizarse. Pero, en este
momento, ya el |
problema deriva hacia la
je: cuestión |
de fe, más que de
santidad: y cuestión |
a je para creer en la
presencia amar- |
te v actuante de Dios, que
llama y res- |
ponde a nuestra libertad |
Tal vez por eso, para que
nos ayu- |
den a creer en eso, es por
lo que nos |
convierte que la Iglesia
nos vaya re- |
cordando que ha habido
hombres, que |
han creído en este amor de
Dios, que |
han estado atentos a su
llamada, v |
que la han correspondido. |
Oír, consentir al don del
Amor de |
Dios y abandonarse tanto
como exige |
ese consentimiento
comprometedor, pa- |
ra hacer vida de su
verdad, para pro- |
clamarla y para
transmitirla, como una |
fe que se hace llama. |
También hoy nos hace falta
creer |
en la santidad. En el
pasado los santos |
nos han mostrado su
realidad: en el |
presente, los cristianos,
hemos de dar |
al mundo el signo de lo
que es reali- |
zable: el bien del hombre,
de todo el |
hombre, como dice el
Concilio, "para |
gloria de Dios y al
servicio del próji- |
mo". |
Existe una fuerza de amor
que no |
cesa de influir sobre los
hombres |
transformándolos y
construyendo su |
historia. Es necesario
creer en ello. San |
Juan y nos lo dijo:
"Nosotros hemos |
creído en el Amor".
Esta es la prime- |
ra y la última palabra
sobre la san- |
tidad. |
En el culto de los santos
debe aparecer de modo destacado y |
evidente el lazo
inseparable que vincula a cada santo con "el solo |
Santo, el solo Señor, el
solo Altísimo". En el culto de los santos, la |
falta de claridad ha dado
pie a graves desequilibrios en el culto, |
causando escándalo a los
intelectuales, aumentando las diferencias |
y la aversión con los
hermanos de las iglesias separadas. |
P. JULIO BEVILACQUA, C. O. |
6 (66) |
EL SANTO DE MAÑANA |
¿Cuáles son las formas de
la santidad para el futuro? He aquí algo que |
escapa a toda previsión
incluso profética. "Cada vida de santo —dice Bern- |
nos— es como un
florecimiento nuevo, como la efusión de una milagrosa y pa- |
radisíaca
ingenuidad". Porque la santidad es obra del Espíritu Santo, y el San- |
to Espíritu sopla donde
quiere, cuando quiere, como quiere. Es la plena liber- |
tad. Algo que se
identifica con la Novedad misma, la eterna e inalcanzable No- |
vedad de Dios. |
Pero no se trata de tener
en cuenta, solamente, lo imprevisible de las in- |
venciones del Espíritu
Santo; sino que se trata de especular, también, sobre |
las características y las
necesidades de una época cuya situación futura se nos |
oculta. |
De todas formas, será
bueno que nos prevengamos persuadiéndonos de que |
el santo que esperamos no
se avendrá demasiado a nuestras concepciones, a |
nuestros pronósticos, a
nuestros deseos. Cuando se nos presente, es probable que |
nos choque; 0, por lo
menos, que nos desconcierte. Si Dios lo suscita en medio |
de nosotros, pasaremos por
la tentación de rechazarlo, a no ser que estemos |
cerca de él sin darnos
cuenta, sin verle... |
Hablo del futuro,
naturalmente. Pero lo que acabo de decir pertenece a la |
historia que se repite y
comienza cada día. Es la parte del hombre viejo que no |
ha cambiado. Dentro de su
doble novedad, el santo que nosotros esperamos |
será también él, pero en
un sentido del todo diverso, un santo de siempre. Ma- |
nifestación doblemente
nueva de este único HOMBRE NUEVO que, puesto que |
no pertenece al tiempo,
jamás repite el pasado y es de siempre puesto que, a |
través de las
singularidades del tiempo, es un reflejo de lo eterno. |
Este hombre nuevo, este
santo, aunque deba ser tan diferente de sus nume- |
rosos predecesores,
reproducirá, sin embargo, sus rasgos esenciales, y son los |
únicos que podemos
nosotros enumerar sin equivocarnos. Será pobre, humilde, |
desposeído. Tendrá el
espíritu de las Bienaventuranzas. Ni maldecir, ni hala- |
gará a nadie. Amara.
Tomará el Evangelio al pie de la letra, es decir, en todo |
su rigor. Una ascética
dura lo habrá liberado de sí mismo. Habrá heredado toda |
la fe de Israel, pero
dándose cuenta de que ha pasado por Jesús. Tomará so- |
bre sus espaldas la cruz
de su Salvador y se esforzará por seguirle. A su manera, |
ciertamente imprevisible,
nos volverá a decir lo que a los hombres de su tiempo |
había anunciado Clemente
de Alejandría: "Ved que una luz ha brillado en |
nuestro cielo, más
luminosa que el sol y más dulce que la vida que conocemos |
en la tierra", y hará
penetrar un rayo de esta luz en la penumbra de nuestra |
noche. |
7 (67) |
Sin duda Inteligente,
Incomparablemente humano, tal vez sea de cultura |
simple o refinada... Será,
de todos modos, un ser excepcional, y su existencia |
constituirá un ejemplo y
un estímulo para nuestra humanidad mediana. Fali- |
ble como todo hombre, pero
dócil al Espíritu, participará en el discernimiento |
prometido a la Esposa, y
ni se asustará por las renovaciones más radicales ni se |
dejará seducir por las
novedades falsificantes. Como tantos de sus predeceso- |
res, por medio de gestos
nuevos que correspondan a nuevas situaciones, él será |
el defensor y el apoyo de
los oprimidos. Tal vez, Incluso, un conductor de hom- |
bres. Tal vez un fundador,
sin haberlo pretendido deliberadamente, y dará |
lugar a un Instituto de un
estilo capaz de sorprendernos 2 primera vista. Quién |
sabe si jugará un papel
importante en la ciudad y las mil trompetas de la |
opinión pública se
ocuparán de él. Quién sabe si, al contrario, permanecerá ais- |
lado, desapercibido de la
masa, y hasta de otra masa, menos voluminosa pero |
también más espesa y
pesada, de las "élites". A lo mejor pensarán de él que es |
un anacrónico. O será un
desconocido, traicionado, abandonado por los suyos: |
la simple verdad humana
del Evangelio, también ella, es siempre la misma... |
Bajo formas y en ocasiones
que no nos es posible prever, él se esforzará para |
progresar en el misterio
del sufrimiento, en el abandono, en la soledad intima, |
en la náusea del pecado.
Será, al mismo tiempo, otro Cristo: no porque quiera |
sobrepasar o superar a
Cristo, sino porque todo su ideal y toda su vida real |
consistirá en configurarse
con él. |
Entonces por medio de este
santo, lo mismo que a través de su Maestro, y |
en total dependencia de su
Maestro, se transparentará la Faz de Dios. Si, lo |
digo bien: la. Faz de
Dios. |
(HENRI DE LUBAC, S J) |
ESTO QUE LLAMAMOS |
«EL CATOLICISMO» |
En cuanto a esto que
llamamos "el catolicismo" |
(palabra aparecida, si no
me engaño, en el siglo |
XVID, si entendemos por
ello el sistema artificial |
forjado por la
Contrarreforma, endurecido por la re- |
presión contundente del
modernismo, no importa ya |
que se muera. Existen,
incluso, varios indicios de que |
ya se ha muerto, a pesar
de que nosotros no nos ha- |
yamos apercibido. La
Iglesia una, santa, católica y |
apostólica, donde Pedro y
sus sucesores "presiden |
en la caridad", ella
sola, tiene la promesa de la vida |
y su fe no será
confundida. |
P. LOUIS BOUYER, del
Oratorio. |
8 (68) |
¿Juan XXIII
"imprudente"? |
El aspecto bondadoso,
sencillo, be- |
nigno, de la figura del
Papa Juan |
XXIII, era suficiente para
desarmar |
cualquier acusación que
hubiera pre- |
tendido poner en duda la
rectitud de |
su proceder y la limpieza
de su alma. |
Por eso cuando se ha
querido, por lo |
menos, oscurecer el mérito
de su va- |
lentía por convocar el
Concilio, se ha |
recurrido, en alguna
parte, al califica- |
tivo de
"imprudente", que parece me- |
nos irrespetuoso y, al
mismo tiempo, |
mis fácil de difundir. |
¿Quiénes lo han difundido?
Los |
"prudentes"
según la carne, como diría |
San Pablo. Estos, mientras
pudieron |
suponer que el Concilio no
pasaría de |
simple acontecimiento
recapitulador y |
conmemorativo, no se
sintieron dema- |
siado preocupados. La
inquietud co- |
menzó cuando se iba viendo
que el |
Concilio modulaba hacia un
examen |
del mundo actual y de la
misma Igle- |
sia, y que este examen
proseguía con |
sinceridad y honradez.
Pero cuando |
comenzaron a formularse
conclusiones |
cada vez más difíciles de
aplazar en su |
aplicación concreta, la
inquietud col- |
mó su recelo y se hizo
dura, y es de |
esta dureza que se ha
alimentado la |
oposición que el Concilio
y todo cuan- |
to lo represente, ha
despertado en esas |
zonas de Intereses
pre-establecidos, |
cristalizados, cuyos
errores pone en evi- |
dencia el movimiento
"irreversible" |
suscitado por el Concilio.
No importa |
hacia quien vayan
dirigidos los ataques |
ni las formas que revista
la oposición. |
El fanatismo o los
intereses perecederos |
del reino de este mundo,
la hará im- |
penitente en su
obcecación. |
Y es lástima. Es lástima,
porque no |
se ha tratado de una
reserva instinti- |
va ante un cambio
inesperado, que re- |
sultaría explicable sin
necesidad de re- |
lacionarla con las
complicidades de re- |
sentimientos maligno:
porque así ha |
habido muchos que
comenzaron sien- |
do conservadores",
pero como a ello |
les decidía el recto deseo
de servir a la |
verdad, apenas
descubrieron la direc- |
ción de su dinamismo, se
abrieron a la |
evolución y al impulso
siempre joven |
del Espíritu de Dios que
se hacía pa- |
tente, con insistencia, en
su Iglesia. |
Mas cuando el
conservadurismo, o |
"prudencia", se
ha inspirado, no en el |
celo por la verdad ni por
el amor a la |
Iglesia, sino que, fijados
en su posición, |
los que la profesaban,
solamente ha- |
brían admitido como verdad
lo que |
consolidara sus intereses
antecedentes |
y solamente tolerarían sin
reservas a la |
Iglesia si podía ser
utilizada como una |
fuerza más en provecho
propio, enton- |
ces todo un remolino de
desconfianza |
y de acritud ha ido
acumulando, con |
mal disimulada
desesperanza, esa re- |
acción negativa, de tan
variados mo- |
dos manifestada, Imposible
de ocultar |
tras las efímeras razones
que sucesiva- |
mente se Inventen, que
pueden, en un |
primer momento, entretener
o descon- |
certar a los ingenuos,
pero que, inexo- |
rablemente, la perspectiva
histórica |
más cercana se encargará
de diluci- |
dar. Tal espíritu no podía
dejar indem- |
ne, como es obvio, al
primer responsa- |
ble del Concilio; si bien
era preciso |
hallar una palabra que no
desacredi- |
tara a sus inventores y
pudiera ser fá- |
cilmente introducida: la
"bondad" de |
Juan XXIII sugirió la
palabra "Im- |
prudente". |
En su número de 1 de marzo
de |
1969, la prestigiosa
revista Informa- |
tions Catholiques
Internationales, re- |
produce unas
manifestaciones de mon- |
9 (69) |
señor Loris Capovilla,
antiguo secreta- |
rio del Papa Juan XXIII,
en las que ex- |
plica cómo la convocación
del Concilio |
Vaticano II, no fue
producto de un |
arranque irreflexivo de un
Papa sola- |
mente "bueno",
sino el resultado de |
una ponderada reflexión,
concebida y |
madurada al calor
sobrenatural de la |
prudencia, de la esperanza
en Dios y |
del celo por el bien de
los hombres que |
la Iglesia ha de iluminar
con el Evan- |
gelio recibido de Cristo. |
Monseñor Loris Capovilla
refiere, |
por ejemplo, que, cinco
días después de |
ser elegido Papa, Juan
XXIII ya le ha- |
bía manifestado la
intención de convo- |
car un Concilio. A los que
le acusan de |
haber convocado el
Concilio de una |
manera intempestiva,
responde que |
tampoco habrían podido
demostrar que |
estaban maduros los
tiempos cuando |
Cristo nació en Belén.
"Para poder |
acusar de imprudente al
Papa Juan, |
habría que hacer antes un
proceso a |
Jesús por haber, no ya
permitido, sino |
mandado a Pedro, que
echara las redes |
al mar para la
pesca". |
El Papa Juan se esforzó
siempre por |
mantener una fidelidad
profética al |
mensaje del Evangelio.
Esta fidelidad |
no fue siempre comprendida
por cier- |
tos espíritus de
propensión sectaria, que |
le criticaron abierta o
solapadamente. |
Después del viaje de
Gronchi Rusia, |
se habló de la posibilidad
de un viaje |
de Khruixtxev a Italia
para correspon- |
der a la visita de
Gronchi, y alguien |
sugirió la conveniencia de
que el Papa |
se retirara a
Castelgandolfo, para no |
recibirle. Pero el Papa
Juan replico: |
"Me quedo en casa
porque no veo ra- |
zón alguna para
ausentarme". Y si este |
buen señor desea hacerme
una visita, |
le recibiré. Comenzaré por
oír lo que |
él me quiera decir y
luego, con amabi- |
lidad, le expondré mi
punto de vista. |
Porque, en este momento,
la Iglesia |
no busca ninguna clase de
proteccio- |
nismo, sino libertad para
anunciar el |
Evangelio".
Evidentemente, los que so- |
ñaban con la repetición de
anatemas, |
no podían comprender el
espíritu de |
Juan XXIII, como tampoco
habrían |
comprendido a Cristo, que
"no vino a |
condenar, sino a
salvar". Por otra par- |
te, el Papa, desde sus
jóvenes años de |
sacerdote, conocía los
estragos que el |
fascismo había causado a
la Iglesia en |
Italia y comprendía que,
ante cual- |
quier dictadura, comunista
o fascista, |
el problema, para la
Iglesia, era siem- |
pre el mismo: intentar
salvar la 11- |
bertad para la predicación
del Evan- |
gelio. |
Su encíclica "Pacem
in terris" des- |
pertó una fuerte polémica
y fueron |
muchas las críticas, de
una y otra par- |
te, que se levantaron para
acusarle, |
unos de reticente y otros
de político. |
Su fiel secretario dice:
"En aquella |
ocasión le vi más de una
vez profun- |
damente afligido hasta
derramar lá- |
grimas, pero sin que jamás
pudiera su- |
poner que se alterara su
paz interior. |
Poco antes de morir, me
decía: "He- |
mos trabajado, hemos
servido a la Igle- |
sia. Sin detenernos a
recoger las pie- |
dras que nos han lanzado
de una y |
otra parte: sin
devolverlas a nadie". |
Prudencia...
imprudencia... La de |
los hombres es locura para
Dios; In |
de Dios lo es para los
hombres que no |
tienen su espíritu. El
Papa Juan tenia |
el espíritu de Dios y por
esto era pru- |
dente su
"imprudencia". |
El catolicismo, como
fuerza de transformación del |
mundo, no lo es por su
doctrina abstracta, sino por los |
hechos concretos de los
católicos. |
ENRIQUE MIRET MAGDALENA. |
10 (70) |
MEDIOCRIDAD O SANTIDAD |
En este tiempo de la
historia de los hombres, en el que nadie está protegido |
de todo lo que nos penetra
a través de las imágenes, las ideas, los medios de |
comunicación audiovisual,
se hace más precisa la opción entre mediocridad y |
santidad. Los tibios o los
inútiles se excluyen por ellos mismos, porque son in- |
capaces de mantener y
reanimar, desde dentro, el medio humano donde se en- |
cuentran. |
Desde las profundidades de
la miseria y de la aflicción de los hombres se |
eleva como un llamamiento.
En nuestra vida cuotidiana y en nuestro trabajo, |
nos comportamos como seres
ordinarios; lo extraordinario permanece oculto. |
Y el mundo tiene necesidad
de seres extraordinarios, más por el peso de su ca- |
ridad, que por el de sus
cualidades naturales. |
UN SIGNO ENTRE LOS HOMBRES |
Lo que nos urge, como
cristianos, es comunicar a Cristo al hombre. Lo que |
profundamente nos conmueve
es el hombre, su promoción hacia Dios, su pro- |
moción espiritual al mismo
tiempo que su promoción humana. Y, más que nun- |
ca, lo que nos mueve y
empuja es el deseo de encontrar la verdadera relación |
con el hombre de hoy. |
Se dice que hoy, para
conocer a Dios es preciso tener en cuenta y conocer |
al hombre, y estamos
resueltos a ello. |
Pero si, a causa de
nuestra generosa apertura hacia el hombre, desapare- |
cieran de nuestra vocación
común los signos de lo intemporal, nos habríamos |
limitado a adquirir
solamente una capacidad particular de participación en el |
mundo contemporáneo: nos
habríamos detenido en una dimensión horizontal, |
la misma que alcanzan los
no creyentes. Y seriamos incapaces de descubrir al |
hombre a Dios, la
trascendencia, la irrupción vertical de Dios. |
Nuestra vida y nuestra
misma oración comunitaria carecerían de sentido |
si, desvinculados de lo
que es continuo en la Iglesia, prescindiéramos de esa con- |
tinuidad por la que se
deja presentir lo intemporal, a lo cual, tal vez, prestan |
más atención los no
creyentes que los mismos cristianos. Porque, ¿cuántas ve- |
ces no hemos sido
descubiertos y reconocidos por muchos agnósticos, precisa- |
mente a través de la
oración litúrgica? |
Dentro de un mundo
pluralista y secularizado, se imponen más que nunca |
las zonas donde la
trascendencia sea más sensible, lugares donde la ciudad de |
Dios se encuentre con la
ciudad de los hombres. Es decir, el punto donde la ver- |
tical de Dios incide en la
comunidad de los hombres, que es el lugar donde se |
quiere situar el cristiano
de hoy. |
Una vida contemplativa que
no sea integrada, no puede captarla el hombre |
11 (71) |
contemporáneo. Pero
tampoco es reconocido el cristiano que se ha dejado ab- |
sorber por el medio
humano. |
DIÁLOGO CON DIOS |
El diálogo con Cristo
tiene sus alternativas: la oración debe tenernos siempre |
en su presencia, con o sin
diálogo. . |
No falta quien vive, hoy
en día, como en aquel sábado santo, con un sen- |
timiento subjetivo de
ausencia de Dios, ante un Dios que calla, como si se hu- |
biese muerto. Pero, aún
sin diálogo, él nos mira y nos tiene en cuenta. Él nos |
compromete, no a hacer la
economía de la fe, sino a caminar sin ver, gozosos |
de creer sin haber visto.
Nos compromete a estar ante Cristo, en medio de los |
hombres y por los hombres. |
¿Es que estamos todavía en
las vigilias de la Pascua, en espera de nuevo |
paso para la Iglesia?
—Pascua significa "paso"— Del mismo modo que el sá- |
bado santo Cristo
descendió a las regiones inferiores de la tierra, hemos de |
aprovechar la calma de
este tiempo para dejar que también descienda en las |
profundidades de nosotros
mismos. |
A través de los sucesos,
como a través de cada época, él penetra y se hun- |
de en nosotros para
alcanzar las profundidades y destruir las raíces de amargura, |
para renovarnos. |
Dejemos que Cristo
descienda hasta las profundidades de nosotros mismos, |
en estas regiones de
nuestra persona que aún no están habitadas y que todavía |
rehúsan adherirse a
Cristo. El penetrará en las regiones de la inteligencia y del |
corazón y penetrará
nuestros sentidos y nuestro ser. |
Porque hasta nuestro
último día, tendremos siempre, en nosotros, algún rin- |
cón por penetrar, alguna
zona de incredulidad cuyo descubrimiento nos sorpren- |
derá. Nadie puede decir
"yo creo", sin que deba añadir inmediatamente, pero |
ayuda, Señor, mi
incredulidad". Pero, poco a poco, las zonas refractarias, las |
tierras secas, pero
sedientas, se aclararán, se iluminarán por la certidumbre de |
una presencia, la
presencia del Resucitado. |
Mantenernos ante el Señor,
no excede a nuestras posibilidades de hombres. |
La presencia objetiva de
Dios no está condicionada a nuestra sensibilidad. El |
permanece a pesar de que
desaparezca de nosotros el fervor de la resonancia |
sensible de Cristo. |
Confirmados otra vez, y
siempre de nuevo confirmados por la amistad de |
Dios, por su amparo, llega
el momento en el que domina en nosotros la certi- |
dumbre de una presencia. |
ROGER CHUTZ |
Prior de Taizé |
Para entender a San Pablo
es necesario sufrir un poco |
JOSE ANGEL UBIETA. |
12 (72) |
DESVIACIONES EN EL CULTO |
DE LOS SANTOS |
De una carta pastoral de
Monseñor Aurelio Sorrentino, obispo de |
Potenza (Italia),
publicada el pasado mes de marzo de este año, e- |
xtraemos los siguientes
párrafos: |
Nos referimos, al tratar
de las fiestas religiosas, a un punto muy sensible, y |
es preciso preguntarse:
¿perdura, todavía, en estas celebraciones, un verdadero |
residuo de religiosidad, o
se reducen para el pueblo, a explosiones de fanatismo, |
o a pretextos para
malgastar dinero y para divertirse? Y lo que resulta más |
grave es que no se
percibe, en muchas ocasiones, el contraste entre ciertas |
desviaciones y el
verdadero espíritu cristiano; en tales casos, cualquier voz de |
disentimiento es obligada
en seguida al silencio. |
Muchas veces, los mismos
organizadores son personas de fe dudosa y hasta |
de poca o ninguna
moralidad, y se confeccionan programas con dispendiosas |
manifestaciones a base de
fuegos artificiales y tracas, charangas y orquestas, |
jazz o canciones. En
nombre de la Virgen María y de los Santos se emplea di- |
nero en diversiones fatuas
e Incluso ilícitas. |
No pretendemos abolir las
fiestas; pero resulta de todo punto intolerable |
que, bajo pretendidos
motivos religiosos, se cometan despilfarros, mientras se |
agudiza la urgencia
―en las dimensiones mundiales que hoy dramáticamente |
han adquirido―, los
graves deberes de solidaridad humana y de caridad cristiana. |
Ante ciertas multitudes
que acuden a los santuarios, salvando graves inco- |
modidades, nos
preguntamos: ¿con qué sentimientos llegan hasta allí? ¿Se tra- |
ta de un verdadero
espíritu de fe o es a causa de un temor ancestral? ¿Acuden |
para rogar y dar gracias o
para conjurar epidemias y desgracias? |
Se nos ocurren las
palabras del profeta Amós (5, 21-24): "Odio, detesto |
vuestras fiestas, me
asquean vuestras solemnidades; no miro con favor vues- |
tras ofrendas, ni los
sacrificios que me ofrecéis. No quiero oír el ruido de vues- |
tros cantos ni el sonido
de vuestras arpas. Pero dejad que el derecho corra co- |
mo el agua, y la justicia
como un torrente perenne". |
Con lo cual no queremos
negar el bien que se hace en los santuarios, las |
conversiones saludables
que en ellos se obran, las confesiones para empezar |
vida santa. Lo que
denunciamos son las formas de fanatismo religioso, ciertas |
tradiciones ya
desplazadas, y algunas prácticas que no pueden agradar a Dios |
ni honrar a los Santos. |
No Ignoramos que la
Iglesia Practica y recomienda el culto a los Santos, |
pero también sabemos que
"el verdadero culto de los Santos no consiste tanto |
en la multiplicidad de los
actos exteriores como en la intensidad de nuestro amor |
13 (73) |
activo, con el cual, para
mayor bien nuestro y de la Iglesia, buscamos en los |
Santos el ejemplo de su
vida, el calor de su amistad y el auxilio de su interce- |
sión" (L G. 51).
Incluso al hablar de la Virgen también nos exhorta el Con- |
cilio "2 abstenemos
de toda falsa hipérbole", y añade: "recuerden los fieles que |
In verdadera devoción no
consiste en un afecto estéril y pasajero, ni en una |
cierta vana credulidad,
sino que procede de una fe auténtica" (núm. 67). En |
otro lugar, la misma
constitución Lumen gentium núm. 51) "exhorta con soli- |
citud pastoral a todos los
que corresponda, para que se tomen medidas para |
corregir los abusos
introducidos y se consiga, de este modo, una más plena |
alabanza de Dios y de
Cristo". |
En la actualidad tenemos
muchos abusos, excesos y defectos en nuestro |
culto. Basta, para citar
algunos, entrar en nuestras iglesias y darse cuenta de |
esa exposición exagerada
de estatuas, que recuerdan un muestrario: estatuas |
de toda clase, vestidas o
no, grandes y pequeñas, artísticas o vulgares (en una |
sola Iglesia tuve ocasión
de contar hasta cinco estatuas de la Virgen María, |
además de otras de varios
santos). Luego hay que añadir las oleografías, los |
cuadros y cuadritos, las
hornacinas: donde quiera que se ofrece un espacio |
libre, se corre a poner un
cuadro... |
Existen, además, los
Santos que "dan" más, hacia los cuales se encamina |
con preferencia el
pietismo de ciertas categorías de fieles. Y con las estatuas e |
Imágenes, luces, aureolas
e Inscripciones, y una hilera de altares, cada uno con |
su tabernáculo (vacío, por
supuesto), con candeleros, que por fuerza dan al |
templo un aspecto de
cementerio. |
No digamos nada de los
abusos con ocasión de los casamientos, cuando los |
altares adquieren el
aspecto de tienda de flores. Y otras celebraciones... |
¿Nos hemos preguntado,
alguna vez, como son juzgados, por los "alejados", |
éstos y otros abusos? ¿Y
si todas estas cosas atraen o repelen 1 los débiles en |
la fe? |
BUENOS MODALES |
EN EL TEMPLO |
Es contrario al buen gusto
y a los buenos modales, acudir a |
los actos del culto, o a
recibir los sacramentos, con prendas de |
vestir echadas al hombro.
Los padres y educadores harán muy |
bien en avisar a los más
jóvenes, si cometieran esa falta de res- |
peto. |
También es una falta de
educación llegar tarde a la Santa |
Misa o hablar en el
templo. |
14 (74) |
PALABRAS DE HONOR DE MONS.
CIRARDA |
No he tratado de defender
a mi vicario: he querido que los que pudieran |
acercarse a él, como todos
los que se acerquen a un sacerdote para hacerle al- |
guna consulta de orden
moral, se para que el abrir la propia conciencia ante un |
sacerdote, aunque no sea
en confesión sacramental, tiene la garantía del secreto, |
siempre y en todo, aun
ante tribunales de justicia, como exige el mismo Con- |
cordato. |
(HOMILIA DEL DOMINGO 27 DE
ABRIL). |
Es deber mío, sin embargo,
y urgente, el afirmar que el clero de Vizcaya, |
en general es un clero
lleno de virtudes, piadoso, trabajador, desprendido, fiel a |
su obispo, amante de su
tierra, pero abierto en catolicidad, como lo demuestra |
su desvivirse en Vizcaya
por los inmigrantes venidos de toda España y el núme- |
ro crecidísimo de
sacerdotes vizcaínos que trabajan en Madrid y en Andalucía |
y en las misiones de
África y América. |
Es un deber mío
proclamarlo hoy para reparar en alguna manera las noti- |
cias turbadoras de
posibles delitos de algunos, que han sido tan inconsiderada- |
mente difundidos en
informaciones al menos tendenciosas. |
(EXHORTACION PASTORAL, 3
MAYO 1969.) |
EL P. LOUIS BOUYER, del
Oratorio, |
en la Comisión Teológica |
de la Congregación para la
Doctrina de la Fe |
En la nueva Comisión que
ha nom- |
brado Pablo VI, para que,
como ha di- |
cho el mismo Papa, pueda
beneficiar- |
se la Santa Sede con el
concurso espe- |
cial de teólogos expertos,
escogidos de |
las diversas partes del
mundo y apro- |
vecharse así de contactos
más amplios y |
de experiencias más
variadas, siempre |
para la profundización y
la custodia de |
la fe", figura el
oratoriano francés. Pa- |
dre Louis Bouyer, entre
los treinta |
nombres de dieciocho
naciones. |
Toda persona medianamente
ente- |
rada en cuestiones de
espiritualidad ha- |
brá tropezado, más de una
vez, con el |
nombre del P. Louis
Bouyer: tiene |
muchos libros publicados,
sobre patrís- |
tica, liturgia,
espiritualidad, ecumenis- |
mo, teología... Algunas de
sus obras |
(Diccionario de Teología,
Introduc- |
ción a la vida espiritual,
El Misterio |
Pascual...) están
traducidas a nuestra |
lengua. Profesor en el
Institut Catholic |
de Paris, miembro de
comisiones con- |
ciliares, autor de
trabajos profundos, |
ha demostrado, sin
embargo, una mar- |
cada predilección por la
liturgia, ya |
desde mucho antes del
Concilio Vati- |
cano II, entendida y
predicada como |
fuente y coronamiento de
la vida y de |
la espiritualidad del
cristiano. |
Pero nosotros, los
oratorianos, le |
agradecemos, de manera muy
singular, |
no solamente su aportación
destacada |
en las ediciones francesas
de las obras |
de Newman, sino el que
haya escrito y |
publicado, en 1952, la
mejor biografía, |
indiscutiblemente, del
gran convertido |
de Oxford y fundador del
Oratorio en |
Inglaterra. |
15 (75) |
Lunes, 26 de Mayo |
FIESTA |
DE |
NUESTRO SANTO PADRE |
FELIPE NERI |
a las 8 de la tarde |
MONSEÑOR IRENEO GARCIA
ALONSO |
Obispo de Albacete |
celebrará la Santa Misa en
nuestra iglesia. |
Junto a él |
con nuestros amigos |
nos acercaremos
gozosamente |
al altar de Dios. |
LAUS DEO |
Director: P. Ramón Mas, C.
O. Edita: Congregación del Oratorio. - Apartado 182.- Albacete |
Imprime: LA VOZ DE
ALBACETE, S. López, 14 - 17-5-69. Depósito Legal: AB-103-62. |
16 (76) |
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