BOLETIN DEL ORATORIO DE ALBACETE.
N.º 81. OCTUBRE. 1969.
LA SANTIDAD
DE HOY
A decir verdad, la santidad no es de hoy, ni de ayer, ni de mañana; la
santidad debe ser algo más permanente y más fluido también. Lo que antes
era verdaderamente santo, lo ha de ser siempre; lo que lo sea hoy, tam-
bién lo será siempre. Cuando de algo se dice que antes era bueno y santo y
que ahora no lo es, se debe a que tampoco lo era entonces. Algo parecido a
lo de aquellos timoratos o sorprendidos, o supersticiosos inconscientes, que
un buen día dicen: "He perdido la fe, me han hecho perder la te", y no se
dan cuenta que no la han perdido, porque tampoco la tenían. Simplemente,
estaban confundidos y tomando por fe, lo que solamente se le parecía, pero
que no era más que una falsificación, culpable o inconsciente, según los casos,
Pero cuando decimos "santidad hoy", es preciso mirar a este "hoy con
los ojos bien abiertos, y ser capaces de captar el relieve providencial que en
todo se revela y mirar a Dios, buscando sincera rente su voluntad, y mirar
las cosas, "la vida", desde esta actitud orientada totalmente hacia Dios. Por-
que lo que si es cierto, que hoy no se puede ser santo, olvidándonos, pres-
cindiendo del conjunto circunstancial y providencial que nos envuelve. Nin-
gún santo prescindió jamás del suyo.
Existen Ideas, se confeccionan planes, se elaboran técnicas de santidad,
que son obra de hombres, y es preciso no confundirse. La confusión nos ha-
ría sectarios, nos separaría o nos retrocaría, por lo menos, en nuestro camino,
1 (93)
La santidad es una vida de le llevada hasta las últimas consecuencias, i-
nteligentemente , pero generosamente, hasta los más totales compromisos. Es
algo muy grande y muy sencillo al mismo tiempo. Exige generosidad, capa-
cidad de amar y limpieza de corazón.
No nos hagamos un Dios a imagen nuestra: no nos hagamos una religión
a la medida de nuestras conveniencias egoístas, ni una moral para atrinche-
rar privilegios. No seamos tan abstractos, tan asépticos y parciales, en nuestra
"vida de fe", porque entonces no sería "vida", ni seria "fe". No nos defenda-
mos con Dios, no tomemos el nombre de Dios en vano, no utilicemos a Dios.
Mirémosle simplemente, con fe suplicante, que se sabe siempre incompleta, y
abrámonos a la vida, ésta que tenemos aquí, tan cerca, que es la que Dios nos
da precisamente a nosotros, ahora, para que la iluminemos con nuestra fe. Y
no aplacemos para más tarde–la eternidad por medio de una esperanza
más perezosa que teológica, todo el esfuerzo, toda la entrega que es preciso
que hagamos de nosotros mismos, para que ese tan etéreo, vago y melifluo
ideal de amor, de igualdad y de paz, se haga pronto concreto ―se encarne―,
con sacrificio si es preciso ―es preciso―, en la realidad cotidiana, La santidad
no es para luego; es para hoy, y para que la hagamos nosotros aquí, con los
medios que Dios nos da. Hemos de convertirnos sin cesar, nosotros mismos, y
hemos de cambiar profundamente lo que nos envuelve para hacerlo cristiano.
Porque hoy ya no basta poner letreros.
CONVERSACIONES DEL ORATORIO
Viernes, día 31, a las 8'30 de la tarde,
conversación abierta sobre el libro de
JOSE LUIS L. ARANGUREN
La crisis del Catolicismo,
NOTA.― Este libro es el n.º 184 de la colección El libro de bolsillo de
Alianza Editorial: consta de 206 páginas y su precio es de 50 pesetas.
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LO PROPIO DEL ORATORIO
Cuando la Iglesia asume e Insti-
tucionaliza las obras de los santos y
fundadores, lo hace no solamente por-
que reconoce la oportunidad de exal-
tar el valor universal de las mismas,
sino porque vienen a enriquecer con
nuevas modalidades, la encarnación
del Evangelio en la vida. Cada obra
de apostolado, cada empresa de vida
de perfección, cada sociedad o Institu-
to religioso constituyen otras tantas
manifestaciones de un mismo dina-
mismo apostólico y santificador, ejer-
cido en nombre de Cristo, vivido en
Cristo. Unidad y variedad que son,
providencialmente, fuerza y agilidad
a un mismo tiempo, indispensables a
su misión.
Cada una de estas empresas es ce-
losa de lo que la distingue y especifica
dentro de la Iglesia. Se trata de un
celo perfectamente justificado: por-
que en esta razón especifica está su
propio origen y la motivación de su
existencia.
No pocas veces ha sido tarea difí-
cil pretender encuadrar o "envasar"
en leyes, necesarias a toda institución,
lo más original y propio, lo más ca-
racterístico de las obras de los san-
tos. Los oratorianos sabemos la repug-
nancia que san Felipe profesaba ha-
cia el exceso de leyes, y como se avi-
no, urgido finalmente por el mismo
Papi en persona, a erigir en Congre-
gación aquella comunidad espontánea
―diríamos hoy― de tiempo reunida
en torno a él mismo, gobernada sin
leyes, con sólo la caridad.
Pero ¿qué era lo propio y especifi-
co en la obra de san Felipe? ¿Qué era
lo nuclear en el Oratorio? ¿Qué era
lo que podía dar motivo para que su
obra se institucionalizara? ¿Qué lla-
maría la atención de los hombres de
Iglesia para empujarle a aceptar la
erección de su obra en Congregación?
Li denominación "del Oratorio",
que luego ha prevalecido, vino del lu-
gar donde se celebraban las reunio-
nes: pasados los años de aquellos pri-
meros encuentros, en pequeño núme-
ro de asistentes, que tenían lugar en
su misma habitación, de una mane-
ra Informal y espontánea, fue necesa-
rio disponer de un lugar más espacio
so, medio salón medio templo, para
el que li palabra "oratorio" parecía
adecuada. De esta palabra, y también
de una parte de lo que en tales reu-
niones se hacia, se quiso deducir ―tal
vez demasiado precipitadamente―
que la obra de san Felipe era una co-
mo genial empresa de "apostolado de
la oración". No se podría negar que
el Santo fue tanto un hombre de ora-
ción que, en ciertas épocas de su vida,
por lo menos, ocupó el ejercicio de la
misma muchas horas del día y noches
enteras, y que siempre fue el respirar
de su alma, gozosa rente amiga de
Dios. Y que supo enseñar a los demás
a tratar con Dios, enfervorizándoles,
hasta elevar sus mentes y convertir
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en oración los pensamientos y la vida.
Pero todo esto era más bien el fruto;
la obra del Oratorio tenía otro centro.
El "ejercicio propio del Oratorio
consistía en el peculiar modo de tra-
tar de la Palabra de Dios: los "sermo-
ni", los "ragionamenti", el modo es-
pontáneo de las "conversaciones", ge-
neralmente dialogadas, pero no tan
divagantes, en las que sacerdotes y
seglares participaban, sin aires docto-
rales, "sin buscar aplauso, a la mane-
ra popular, como hacia san Francisco
de Asís", escribía el discípulo predilec-
to de Felipe, Tarugi (29. 6. 1584).
En los primeros tiempos en que es-
ta forma comienza a prosperar, exis-
te, en la comunidad oratoriana inme-
diatamente formada por san Felipe,
un celo muy concreto e interesado en
mantener la pureza original de su es-
tilo "sobre la conversación de la for-
ma antigua del Oratorio en la cual
Intervienen todos los que hablan en
él". Repetidas revisiones quieren ase-
gurar la fidelidad a lo que se reputa
como peculiar y característico del
ejercicio del Oratorio, es decir, "la pa-
labra de Dios, tratada de manera sen-
cilla, familiar, con fruto y dignidad".
Los primeros padres del Oratorio (Tal-
pa) atribuyen a Tarugi el saber inter-
pretar este estilo de manera magistral
por lo que es llamado "Maestro y dux
verbi del Oratorio".
Cuando el Oratorio, abierto a to-
dos, sacerdotes amigos y seglares que
reciben el Influjo espiritual de san Fe-
lipe, parece que tiende a desviarse o
perder algo de este estilo y modo pe-
culiar de tratar la "palabra de Dios",
se comienzan a tomar precauciones
y establecer normas (Lib. II Decr.,
16. 7. 1587: 18. 10. 1589; Lib. III Decr.,
1. 1. 1594) para que los invitados a
hablar, que no son del Oratorio, se
avengan a su estilo. Finalmente se
llega a excluir a los eclesiásticos aje-
nos al Oratorio (Drec. 20. 5. 1596).
En cambio, cuando los Escolapios
redactan sus Constituciones se dice en
ellas (Pars III, cap. 7) que se observe
en la predicación la elocuencia fami-
liar "que usan los RR. Padres del Ora-
torio de Roma".
"Nosotros hablamos al corazón",
decía Tarugi. Era un género nuevo de
elocuencia, muy distante del usado en
aquel tiempo: nuevo hasta formar es-
cuela, hasta ser algo típicamente pe-
culiar del Oratorio, hasta constituir
lo más "original" de sus reuniones, a
las que acudían las almas ansiosas de
verdad y sinceridad. Eran, estas reu-
niones, "una conversación con los
En realidad, para ser cristiano, más que guardar un depósito,
se trata de incorporarse a una «historia»: la historia de la
acción de Dios en la tierra, la historia de la Iglesia en
marcha.
JOSE LUIS L. ARANGUREN.
4 (96)
oyentes; así lo entendían unánime-
mente todos los Padres: la predica-
ción familiar era la característica
esencial del Oratorio" (Ponnelle-Bor-
det).
J. H. Newman, en una de sus con-
ferencias sobre el Oratorio, refiere el
testimonio del P. Manni, hijo espiri-
tual del Santo, que recordaba que "el
oír diariamente la palabra de Dios, va-
le por todos los demás ejercicios de
piedad".
El P. Gulden, del Oratorio de Leip-
zig escribe: "Por palabra de Dios, no
se entendía solamente in palabra de
las Sagradas Escrituras, sino también
el "verbum", que había tomado forma
en la historia de la Iglesia, en su vida
y en sus obras, y también el "verbum"
que nosotros podemos encontrar en
todo ser humano, hermano nuestro, si
estamos dispuesto u recoger su "inge-
nium" y lo que el Espíritu Santo le
dicta. No se trata, hoy, de detenernos
a estudiar escolásticamente todos es-
tos aspectos de la palabra de Dios",
sino de meditarla Individual y colo-
quialmente, y responder con la oración
y asimilarla y fundirla en nosotros
con la plegaria, hasta realizarla en las
obras. Dispuestos a llegar hasta las
fuentes, y hacer que nos influya, aco-
giéndola dentro de nosotros, pero con
referencia siempre al ser humano, tal
como hoy se presenta..."
Luego la oración es sobre este ob-
jeto, es el trabajo interior del espíritu
desde este objeto, hacia Dios...
Y, desde aquí, podría añadirse lo
de la "sola caritas", el capítulo de la
alegría, de la libertad. Y hasta llegar
a la predilección tradicional del Ora-
torio por la Liturgia, que siempre co-
mienza, o debe comenzar, siendo el
anuncio del Evangelio, palabra que
ha de hacerse vida, sin lo cual reduci-
ríamos a esquemas rituales inútiles, lo
que debería ser el encuentro gozoso
del hombre con Dios.
Hace cuatro siglos, pues, que el
Oratorio trajo a la Iglesia esa vuelta
a la simplicidad del anuncio del Evan-
gelio, del comentario vivo, sencillo, se-
rio, espiritual, encarnado, de la pala-
bra de Dios. Entonces impresiono, por-
que respondía a la realidad. Que es la
urgencia que subsiste siempre, cuan-
do se trata del Evangelio, de la pala-
bra de Dios, del Dios que habla en las
Santas Escrituras, en la vida de la
Iglesia, en la Historia del mundo y en
la conciencia de los hombres.
LAS REUNIONES
DEL ORATORIO
Además de otras reuniones espe-
ciales, todos los jueves, a las 8:30 de
la tarde, tiene lugar un Oratorio gene-
ral, para jóvenes y adultos de uno y
otro sexo.
― Los sábados por la tarde, a las 5:30,
la del Oratorio infantil, para
niños y niñas de más de 8 años.
— Los domingos, después de la misa
de 12, la de los adolecentes
— El retiro para Señoras cada primer
jueves de mes, a las 4'30 de la
tarde.
Las «conversaciones» se anuncian
cada vez y suelen coincidir en
Viernes.
5 (97)
CUANDO LA IGLESIA ES NOTICIA
La Iglesia, hoy más que nunca, es objeto de interés informativo en su doc-
trina, en su jerarquía y sacerdotes, en sus estructuras, en los acontecimientos
que en su seno se producen, en sus realizaciones y experiencias, tanto en el
aspecto religioso como en el social y humano. Esto es, ciertamente, un progreso
en el mundo, un avance de la verdadera civilización, a la que interesa en gran
manera el fenómeno religioso.
Pero es también cierto que la información que se hace sobre la Iglesia es
muchas veces incompleta, cuando no tendenciosa o quizás falsa, tanto en la se-
lección como en el contenido de los hechos y noticias, cultivando el sensaciona-
lismo en la exposición presentación e interpretación que acompaña al dato infor-
mativo. Además, sabemos que hoy se vive tan deprisa, que apenas hay tiempo
para pensar y profundizar  ni para leer y analizar la información que se nos
ofrece. De ahí proviene el hecho de que mucha gente se forma sus criterios a
base de los titulares de la prensa.
Esta situación acucia y apremia a la Iglesia cada vez más a ejercer su dere-
cho y su deber de informar objetiva y ampliamente sobre los sucesos que en su
seno se producen. Nadie mejor que ella misma puede conocerlos.
MONS. JUAN HERVAS, OB. DE C. REAL
«Los curas jóvenes sufren un proceso muy semejante al de los
anarquistas: están haciendo un sacrificio personal porque han llegado
a la idea, por otra parte muy cristiana, de que sin sacrificio no hay
autenticidad. Y como han llegado a esta idea y quieren justificar una
larga historia de inautenticidad ―incluso, a veces, una biografía de
inautenticidad― hacen lo que hacían los anarquistas: justificar su
propia vida con el sacrificio».
Así habla Tierno Galván; pero nosotros llegaríamos un poco
más lejos en una buena justificación del sacrificio, porque lo relacio-
naríamos con Cristo. Tal vez, las palabras del ilustre ex catedrático
no excluyan esta relación.
6 (98)
PARA QUE NO HAYA GUERRAS
Pablo VI, en la populorum progressio, dice: "Son muchos los jóvenes que se
han puesto espontáneamente a disposición de organismos oficiales y privados
que colaborar con los pueblos en vías de desarrollo. Sentimos viva satisfacción
al saber que en ciertas naciones el servicio militar puede ser reemplazado por
otro, de carácter social. Bendecimos estas iniciativas y la buena voluntad de
quienes las secundan".
El cristiano es un hombre encarnado en la realidad. No se evade de ella
porque no la teme. Al contrario, quiere animarla de un espíritu nuevo con su
mensaje de esperanza. Por eso tiene que reconocer que mientras subsista el pe-
cado de la división y la injusticia entre los hombres, la violencia seguirá vigen-
te en el mundo. Esto justifica desde un punto de vista ético la existencia de un
aparato defensivo contra los enemigos externos e internos que conspiran contra
el orden y la seguridad. Así pues, los que conforman este aparato cumplen una
misión necesaria en la época en que vivimos.
El cristiano es "realista", pero también es "profeta". En sus palabras y en
su vida está llamado a mostrar etapas futuras de la historia de la Humanidad,
que es la obra lenta, pero irreversible, de la unión de todos los hombres en una
sola gran e inmensa nación, la Tierra, y en Cristo, principio y fin de todo lo
que existe.
Por eso, el cristiano es un futurista" que sueña y trabaja por un mundo sin
fronteras y, por lo tanto, sin guerras. En este sueño está en germen la realidad
del mañana.
En la película "Las Sandalias del Pescador", de Morris West, uno de los per-
sonajes futuristas ―el Padre Tel´dmond―, hace una reflexión muy pertinente:
Durante mucho tiempo el asesinato no constituyo delito. Más aún, era hasta
una forma de adoración de la divinidad (¿Qué otra cosa fue el frustrado homi-
cidio de Isaac que iba a perpetrar Abraham?). Hoy en día, la conciencia natural
censura el homicidio, pero todavía acepta la guerra, que es una forma de asesi-
nato colectivo. Yo sueño el día en que la humanidad condene las guerras como
algo indigno de la condición humana y recuerde con horror los conflictos bélicos
que hemos provocado".
7 (99)
Algunos cristianos se sienten especialmente llamados a esta vocación de fu-
turistas, de profetas. Esto no significa que sean mejores que los demás, pero si
es cierto que han descubierto una dimensión nueva y más profunda de su fe. A
ellos les corresponde plantear ―con respeto, humildad y auténtico afán de ser-
vicio― al resto de la comunidad nacional un proyecto que permita la realización
de un servicio social a quienes rechazan toda forma de violencia.
El servicio social propuesto debería tener las siguientes características fun-
damentales: — Podrían enrolarse en él todos los muchachos que manifestaran oponerse,
por razones de fondo, al servicio militar. Y también las mujeres jóvenes deseosas
de participar en esta labor.
— El trabajo se desarrollaría bajo las órdenes de las autoridades del país
respectivo, las cuales determinarían también el tipo y lugar de acción a realizar.
— El servicio social se sujetaría a normas disciplinarias tan estrictas como
el militar, porque no se trata de proponer una alternativa para los flojos o có-
modos, sino para los que desean honestamente servir a la comunidad en una
forma diferente,
— El trabajo se realizaría absolutamente al margen de cualquier intención
política o proselitismo de otro tipo.
EL GIBRALTAR VATICANO
El paréntesis que el Papa hace en relación a las sedes
vacantes, toca ciertamente un punto en carne viva que colea
desde el Concilio y desde que otras naciones han renunciado
al privilegio de presentación de obispos. Yo le llamaría a este
punto «el Gibraltar del Vaticano». Con toda sinceridad digo
que, lo mismo que no entiendo a los ingleses, tampoco entien-
do a los que no saben, o no tienen el coraje de decir que en
esto, no nos defienden ni los mejores amigos.
PADRE ARIAS.
8 (100)
CUENTA ATRÁS
DE LA
CREACIÓN
"FRÈRES DU MONDE", en su número 59,
reproduce el siguiente texto, sacado de una
revista de la Sinagoga Americana.
DÍA
SEPTIMO
Al fin el hombre destruyó el cielo que había llamado
tierra. Porque la tierra habia sido magnifica y feliz has-
ta que el espíritu destructor del hombre la animó. Este
fue el día séptimo antes del fin.
DÍA
SEXTO
El hombre dijo: "Posea yo todo poder sobre la tie-
rra". Y vio que el poder parecía bueno y llano Grandes
Jefes a quienes detentaban el poder y dio el nombre de
débiles, comprometidos, pacifistas, a quienes únicamen-
te querían servir y buscar la reconciliación. Este fue el
sexto día antes del fin.
DÍA
QUINTO
El hombre dijo: "Que se produzca una escisión en me-
dio del pueblo y se pongan a un lado las naciones que
están a ni favor y a otro las que están en contra mía".
Este fue el quinto día antes del fin
9 (101)
DÍA
CUARTO
El hombre dijo: "Juntemos nuestras fortunas en
un lugar y creemos más instrumentos de poder para de-
fendernos: la radio para controlar el espíritu de los hom-
bres, la movilización y el registro para controlar los cuer-
pos de los hombres, los uniformes y los símbolos de poder
para adueñarnos de las almas de los hombres". Este es
el cuarto día antes del fin.
DÍA
TERCERO
El hombre dijo: "Que haya una censura para distin-
guir la propaganda de la verdad". Y creó dos grandes
instituciones de censura para controlar los pensamientos
de los hombres; una para decir solamente la verdad que
desea dar a conocer al extranjero y otra para la verdad
que desea se conozca en el interior. Este fue el tercer día
antes del fin.
DÍA
SEGUNDO
El hombre dijo: "Fabriquemos armas que puedan des-
truir  ingentes multitudes, millones, centenas de millones,
a distancia". De este modo perfeccionó la guerra bacte-
riológica, arsenales de muerte, submarinos, proyectiles
teledirigidos, grandes escuadrillas de aviones de comba-
te y una potencia destructora que llega a decenas de mi-
les de millones de T.N.T. Este fue el día segundo antes
del fin.
DÍA
PRIMERO
El hombre dijo: "Hagamos a Dios a nuestra propia
imagen. Digamos que Dios obra como nosotros obramos,
que quiere lo que nosotros queremos y que mata cuando
nosotros matamos". Y el hombre encontró los medios de
matar con la potencia y el polvo atómicos incluso a los
que todavía no han nacido. Y dijo: "Es necesario: no
hay otra alternativa. Es la voluntad de Dios".
Y el último día se produjo un enorme ruido sobre to-
da la superficie de la tierra, y el hombre y todas sus
obras dejaron de existir. Y, al fin, la tierra, desolada,
descanso.
10 (102)
LA ACTITUD DE LOS CRISTIANOS
FRENTE A LA VIDA
Hay varias actitudes equivocas frente al mundo.
A) EL INTEGRISTA.
Así se llama al cristiano que vive soñando con un mundo perfecto en el
cielo y que, sin saberlo, menosprecia su condición humana actual,
Mira el mundo en forma despreciativa y no quiere contaminarse con la
maldad que flota en el ambiente. Posiblemente, sin darse cuenta, vive pen-
sando que todo tiempo pasado fue mejor", y tiene grandes nostalgias de
otras épocas en la Historia.
El integrista no logra entender que cada época tiene su bondad y su mal-
dad. Confunde cristianismo con ciertas tradiciones humanas y no tiene sen-
tido de adaptación. Tiene miedo a todo cambio, en la Iglesia o en el mundo.
El integrista quiere conservar toda tradición y estima que la solución a la
actual crisis estaría en el regreso a lo antiguo, a las tradiciones...
b) EL DUALISTA.
Así se llama el cristiano que separa la vida de la religión.
El mundo, "la vida", los negocios son una realidad. El cristianismo, la fe y
el Evangelio son otra realidad. Ambas realidades existen, pero no se comple-
mentan.
El dualista defiende la libertad del pensamiento: quiere "vivir su vida" y
desea una Iglesia que sólo hable de religión abstracta y no toque el problema,
social, el mundo del trabajo, los problemas familiares.
El Evangelio puede servir para la vida privada y si la Iglesia dice algo
sobre la vida social o económica, el dualista lo recibe con indignación, por-
que "la Iglesia opina de política".
c) EL PROGRESISTA.
Así se llama al cristiano que se quedó en el hombre y olvidó a Jesucristo.
Es el cristiano que desea ver en la Iglesia una institución de desarrollo y
11 (103)
de progreso. Para él seria mejor que, en lugar de Misas, hubiera reuniones de
promoción social.
Califica de "momio" al que no piensa como el. Habla mucho de "alienación",
de "etapas superadas". Pero jamás hace una reflexión seria y profunda de
esas realidades que critica.
El progresista y el integrista son parecidos. Opinan de todo con gran segu-
ridad y afirman saber y conocer la historia, el pasado y el porvenir.
Estos tres tipos de cristianos no existen químicamente puros, y hay motivos
en las personas que dificultan clasificarlas e forma rígida en alguno de es-
tos grupos.
¿CUAL ES, PUES, LA ACTITUD VERDADERAMENTE CRISTIANA FRENTE
AL MUNDO?
Es la actitud del que ha entendido la frase del Concilio: "El mundo es la
familia completa, con el conjunto universal de las realidades entre las que se
vive; es el teatro de la historia humana, con sus afanes, fracasos y victorias".
(Igl. y mundo actual, núm. 2).
Ha entendido la palabra del Génesis: "Vio Dios que todo era bueno" (Gen.
1. 21) y, al apreciar que Cristo se ha hecho hombre, ha logrado asimilar la
bondad de la creación y del ser humano.
El cristiano bien orientado reconoce que la creación es el lugar privile-
giado de la acción de Dios y que se está construyendo aquí en la tierra el Reino
de los cielos.
Sabe que algún día tendremos "cielos suevos y tierras nuevas", como dice
el Apocalipsis (21, 1).
Ve lo bueno, está interesado por el progreso y por la Historia, pero no es
un ingenuo porque ve el mundo incompleto, ve la miseria, la angustia y la
desorientación.
El cristiano sabe que el pecado es la causa profunda que trastorna el co-
razón del hombre y es la explicación a las situaciones dolorosas y opresoras.
Ve el progreso humano y está atento a sus peligros. Sabe que en el mundo
hay bondad y reconoce que está mezclada con la maldad y el egoísmo
.
El cristiano bien orientado es fundamentalmente optimista. Ve la fuerza
que hay en la vida y en el mundo y reconoce que Dios gobierna y orienta la
marcha de los acontecimientos.
Finalmente sabe que vive en una época de la Historia, en un país deter-
minado, en una región y en un ambiente propio. Se sabe solidario y respon-
sable del mundo en el cual vive, en lo bueno y en lo malo. Acepta el desafío
de afrontar con valentía los problemas de nuestro tiempo.
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La Iglesia debe ser signo de unidad": tiene el papel de ser "constructora
de la solidaridad". Debería buscar caminos concretos y no quedarse en un ver-
balismo para aligerar li conciencia.
Los cristianos necesitan examinar los problemas reales para infundir en
estos problemas el espíritu del Evangelio. El Concilio ha dicho que "el divor-
cio entre la fe y la vida diaria, en el que incurren muchos, debe ser conside-
rado como uno de los más graves errores de nuestra época" (Igl. y mundo, s. 43).
LA SOCIEDAD ACTUAL
Nos encontramos ante una situación profundamente ambigua. Por una par-
te, gracias al progreso de la técnica, hay una creciente dominación del hom-
bre sobre la naturaleza, que abre la posibilidad de satisfacer mejor las nece-
sidades del hombre.
Por otra parte, no faltan los motivos de inquietud. Porque los valores nue-
vos que deberían servir al hombre, se vuelven en su contra. En el momento
actual, la organización social, en muchos casos no libera al hombre, el dinero,
factor indispensable del progreso y de la producción, se transforma en un
ídolo que todo lo devora. El hombre conoce nuevas formas de esclavitud.
Se puede decir que el centro de la crisis del mundo occidental está en el
tipo de sociedad que hemos heredado, aceptado o construido. El motor y la
meta de esta sociedad es la producción de bienes materiales y el dinero. Esto
es lo que enseñaba el Papa Pablo VI en su Encíclica Populorum progressio
(número 25 y 26).
Nuestra sociedad se define como una sociedad de consumo. El afán de ga-
nancia desencadena el proceso: producción, propaganda, consumo. Se trata de
ganar dinero haciendo que el hombre consuma productos. La propaganda se
encarga de crear hábitos y reflejos condicionados de consumo.
El dinero y el afán de ganancia es el centro dinámico de nuestra sociedad.
Son brújula del hombre.
Una serie de ideales a los cuales el hombre aspira, son efecto de este vivir
centrados en el dinero. Ellos a menudo no son plenamente conscientes en el
hombre: ni queridos libremente ni racionalmente. Pero la sociedad los Impo-
ne. Solo una lúcida conciencia crítica puede tomar distancia intelectual para
detectarlos. Estos valores generados por el dinero son (sin pretender exclusivi-
El esteticismo, la belleza por la belleza, no puede ser el único justifi-
cativo de una vida.
RAMON J. SÉNDER
Premio Planeta 1969
13 (105)
zar zar ni jerarquizar): individualismo, confort, comodidad, pasarlo bien, mínimo
esfuerzo para máxima ganancia, disolaridad, éxito, ambición de poder, ambición
de destacar, búsqueda del placer, etc.
Estas son las reglas del juego de la sociedad movida por el dinero. La pro-
paganda se encarga de difundirlas, de convertirlas en reflejos condicionados:
en imágenes de valor grabadas hasta la inconsciencia. Basta hojear un diario
o una revista y estudiar críticamente las motivaciones valorativas de la pro-
paganda para descubrir esta distorsión del hombre. Se percibe, incluso, cuando
se le quiere educar o emprende estudios. No se trata de formar un hombre,
sino un instrumento apto para producir, y estimularlo con las promesas de 1a-
yol ganancia.
Esta situación se ha visto intensificada, hace pocos años, con la invasión de
los medios de comunicación social (Cine. TV. Radio, diarios, revistas...). Esta
situación es máximamente grave en el caso de la juventud, porque es más per-
meable al impacto de la propaganda.
Para muchos, el actual sistema político que rige la sociedad, imposibilita
el cambio profundo de esta situación. Para otros, al menos, la dificulta enor-
memente. En todo caso, es más un juego de poder, el que existe, que una bús-
queda del Bien Común. El Bien Común existe sólo cuando se da cierta Igual-
dad real y no sólo legal). Cuando tal igualdad es inexistente, la sociedad se par-
cela en grupos oligárquicos de presión: oligarquías sindicales, empresariales,
bancarias, políticas, parlamentarias, etc. Ellas pretenden crear y mantener pri-
vilegios. Ya no se busca el Bien Común, aunque se nombre, sino el triunfo o
equilibrio de las oligarquías.
SOCIEDAD QUE BUSCAN LOS CRISTIANOS
UNA SOCIEDAD CENTRADA EN EL HOMBRE Y EN EL BIEN COMUN.
Una sociedad cuyo centro dinámico no sea el dinero, sino el hombre.
Una sociedad en que el hombre sea el centro, la causa y el fin de toda ac-
ción, plan, estructura.
Una sociedad en qua le economía, el dinero, el urbanismo, la educación, la
diversión, etc., todo esté al servicio del hombre.
Una sociedad no alienadora, sino servidora del hombre; no al servicio del
"tener", sino del "ser"'.
Entre realizarse como persona o ser feliz, la burguesía elige ser feliz.
JOSE L. MARTIN DESCALZO
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Una sociedad centrada en el bien común y no en el egoísmo individualista.
Los cristianos buscan una sociedad en la que los esfuerzos y las energías con-
sigan realmente el bien de las mayorías y en que el resultado común del es-
fuerzo productivo sirva a todos. Una sociedad que ofrezca oportunidades a to-
dos y que disponga de los medios para defenderse de cualquier grupo de presión.
UNA SOCIEDAD QUE HAGA POSIBLE UN HOMBRE NUEVO.
Esto significa una sociedad centrada en valores nuevos, centrada en el hom-
bre y en los valores que de él se derivan: solidaridad, servicio, generosidad, fra-
ternidad, sentido comunitario, trabajo, aprecio de las cualidades y virtudes hu-
manas, de la cultura.
Una sociedad en que todo el esfuerzo productivo esté al servicio del hom-
bre, en que el desarrollo sea integral. "Desarrollar ―ha dicho Mons. Manuel Larrain―
es promover al hombre, a todos los hombres y a todo el hombre. El
desarrollo es un humanismo. Debe responder a la triple hambre: física, cultu-
ral y espiritual que atormenta al hombre individual y a la sociedad moderna,
Se trata de ser hombre y más hombre".
UNA SOCIEDAD QUE HAGA POSIBLE LA VIDA CRISTIANA.
Pablo VI, en su mensaje de Pascua de este año, invitaba a construir una
sociedad terrena "donde el hombre pueda vivir como hombre, en la verdadera
libertad, en la justicia social, en la búsqueda del saber, en la laboriosidad, en
la justa distribución del pan y del bienestar, en el amor honesto y amigo, en
el orden siempre nuevo y en la paz; en una palabra, esa alegría de vivir que
Cristo mismo ha anunciado como fruto abundante, para quien busca por en-
cima de todo el Reino de Dios".
La Iglesia debe denunciar una sociedad deshumanizada y estimular la cons-
trucción de otra sociedad humana, porque en Cristo encuentra la revelación
plena del misterio del hombre.
En el misterio de Cristo "la Iglesia muestra al hombre el sentido de la pro-
pia existencia, es decir, la verdad más profunda acerca del ser humano". (Igl.
y mundo, número 14).
La Iglesia adquiere en Cristo, el sentido del hombre y puede por ello criti-
car lo que atenta contra el hombre.
Sólo una sociedad basada en el hombre, hará posible que el hombre y la
sociedad encuentren a Dios y logren una vida religiosa verdadera.
MONS. CARLOS GONZALEZ, Ob. DE TALCA
El hombre perfecto es el que más inteligentemente se entrega a los
demás.
ENRIQUE MIRET MAGDALENA
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«NO HUYAS
DE TI...»
No huyas de ti,
quédate unido contigo.
Pues, ¿qué te infundirá
ánimo, al caer de la noche,
quién te bajará las persianas
o te apoyará cuando
el portón resuene
bajo el puñetazo del mundo?
No huyas de ti,
quédate unido contigo.
Es que nadie te llama,
escuchas tan sólo el vierto,
y la canción de la alondra
engaña a la muerte
en la cara,
y el mundo que te deslumbra
sólo oculta sus achaques.
No huyas de ti,
quédate unido contigo.
Te dejan solo,
para que te abandones;
es lo que quiere el mundo.
Te incita
extorsionando a la alondra,
mira cómo posa sus garras
sobre las garras de porcelana.
No huyas de ti,
quédate unido contigo.
Que los vientos alienten
el fuego de tu hogar.
y al grillo del atardecer
escucha que escuches su canto.
Zumba en las venas del silencio
tan dulce como tu sangre.
No huyas de ti,
quédate 272ido contigo.
¿Quién estará a tu lado
en el cuarto o
quién te ayudará a callar?
No huyas de ti,
el mundo posa en garras de pájaro,
su canto te está engañando.
WLFDIETRICH SCHNURRE
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DECLARACIONES DEL P. ARRUPE
La revista ÍNDICE, en su número del 15 de sep-
tiembre pasado, ha hecho un buen servicio al obte-
ner y publicar unas declaraciones del P. Arrupe,
general de los Jesuitas, cuyas palabras, aplicadas
directamente a la Compañía de Jesus, pueden servir
igualmente para comprender la actitud de la Iglesia
en general, comprometida en transmitir el mensaje
evangélico al mundo y a los hombres de hoy. Trans-
cribimos un fragmento continuo de tales declaracio-
nes, por juzgarlo singularmente esclarecedor y
ecuánime.
Cambio de estructuras
La Compañía de Jesús, que reconoce la necesidad del cambio de estructuras,
toma una posición enteramente constructiva. Es decir, procura elaborar, en lo
posible, la aplicación de la doctrina social de la Iglesia, que especialmente se
presenta en la "Mater et Magistra" y en la "Populorum progressio". Estudia
con decisión los problemas, trata de descubrir en cada país la aplicación con-
creta de esa doctrina. Estamos convencidos de la necesidad de esos cambios de
estructura, que ha de verificar a través de una reforma fundada, no tanto en
la parte negativa y critica de las situaciones actuales, cuanto en la elaboración
de unos programas positivos, en los que realmente se puedan encontrar las
soluciones viables.
¿La Compañía ha de participar en la política?
Si y no. Según lo que se entienda por política. Lo primero que la Compañía
quiere que se reconozca es que el apoliticismo, como rechazo sistemático de
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toda presencia en lo político, es inaceptable para el hombre apostólico de hoy,
No pocas veces, las decisiones y las acciones en el terreno de lo político lesionan
o pueden lesionar los valores radicales del hombre y desvirtuar el verdadero
sentido de la existencia humana, personal y socialmente considerada. Por ejem-
plo, ante una política" racista, los miembros de la Compañía no pueden perma-
necer pasivos: si no nos comprometiéramos en casos como este, o en otros co.IO
el de la "violencia institucionalizada", según la expresión de los obispos america-
nos en el documento de Medellín, faltaríamos a nuestra vocación.
La misión propia de la Compañía, como la de la Iglesia, no es de orden
"político". El fin que asignó Cristo es de orden religioso. Por lo tanto, cuando los
miembros de la Compañía intervienen, deben hacerlo por motivos evangélicos
"en la medida en que las funciones, luces y energías que derivan de su misión
religiosa pueden construir y fortalecer la comunidad humana según la ley divi-
na" ("Gaudium et Spes". 42). Nuestra presencia en el mundo debe respetar la
autonomía propia de lo político.
Frente a la injusticia
Nos oponemos diametralmente a aquellos que pretenden deducir directa-
mente del Evangelio una actitud política pasiva ante la injusticia social. Esta
posición nos parece una traducción indebida del mensaje evangélico en términos
políticos, una complicidad con la iniquidad vigente. Tampoco es válido pretender
deducir directamente del Evangelio una ideología y una estrategia revolucio-
narias. El Evangelio exige "transformaciones profundas, innovadoras" (P.P. 32).
Es decir, una profunda reforma en el sentido amplio de la palabra, a base de
una conversión colectiva y personal. Implica un proyecto histórico de cambio
que los laicos deben traducir en términos políticos. Pero la misión de la Iglesia
y, por lo tanto, de la Compañía no es armar ideológicamente una operación
política, sino dejar que los laicos tomen libremente sus opciones políticas y
ayudarlos para que se inspiren en el espíritu evangélico. Y esto en todas las
ocasiones, aun en las revolucionarias en que puedan encontrarse. Por consiguien-
te, respecto del "compromiso temporal", no puede la Compañía sustituir a los
laicos en su tarea propia; no puede tomar la forma de un poder ante el poder
establecido, porque la Iglesia no tiene ninguna jurisdicción en la sociedad civil
y no puede ejercer presiones de tipo partidista. La libertad, con respecto a las
"ideologías políticas", es la condición de nuestra audacia en las acciones nece-
18 (120)
sarias. Hay que insistir sobre esta conducta cuando se hallan comprometidos en
el sector político el sentido del hombre y el de la humanidad.
Cuando se encuentren ante lo Injusto o lo Inhumano, los miembros de la
Compañía pueden o, mejor, deben actuar no sólo con sus predicaciones, sino
también con sus orientaciones y manifestaciones doctrinales. Actúan, entonces,
en nombre de una ley divina que supera a toda ley humana. No pretenden sus-
tituir a los poderes políticos en el cumplimiento de su tarea propia. Les ayudan,
ni contrario, a orientarse de acuerdo con los valores del hombre y de la humani-
dad. Muchas veces, en el pasado, no hemos cumplido suficientemente con nues-
tra misión en este campo. Por falta de libertad, por compromisos políticos con
la sociedad vigente y con los poderosos, hemos dejado de ser, tal vez, la sal de la
tierra y la luz del mundo. Y el hecho de que algunos hayan caído en cierto
extremismo, que puede proceder de la misma falta de libertad, no justifica la
pasividad ante lo injusto y lo inhumano.
LAS IGLESIAS « NACIONALES
El primado de Pedro es de derecho divino: y, sin embargo, la
autoridad de las conferencias episcopales es discutible. La Iglesia está
dividida en diócesis y no en naciones. Los cismas todos han nacido
por nacionalismos; de ahí que exista un peligro en la denominación
de «conferencias nacionales, ya que éstas tienden a estar influidas
por la política de los propios países.
Me parece muy bien que se reúnan los obispos del país, de va-
rios países y hasta de varios planetas, si en el futuro allí hay habitan-
tes y es necesario nombrar obispos para los nuevos descubrimientos
del espacio.
Es necesario profundizar en la teología de las iglesias locales.
Pero no hay una teología de las Iglesias nacionales.
CARDENAL WRIGTH,
Presidente de la S. Congregación del Clero,
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LAS MISAS DEL ORATORIO
Las MISAS de los Domingos y días festivos, en el Oratorio se
celebran a las 10, 11 y 12 de la mañana y 8 de la tarde. También, los
Sábados y vísperas de fiesta, tenemos la Misa anticipada, a las 8 de
la tarde.
Pero por poco que te sea posible, no te resignes con este «cum-
plimiento». Si consigues ordenar el tiempo de tus ocupaciones hasta
conseguir acudir a la santa Misa en los días de diario, no tardarás
en darte cuenta que te acercas, día a día, a Dios, y que también
creces en la hermandad con los demás hombres. Las Misas en los
días laborables, en el Oratorio, se celebran a las 745 de la mañana
y 8 de la tarde, y se tiene siempre una breve homilía.
Finalmente, un consejo: procura llegar con puntualidad, a ser
posible algún minuto antes de la hora exacta, no sólo por motivos
de corrección y respeto hacia lo santo en que te dispones a participar.
Sino para que te permita la necesaria concentración de espíritu.
LAUS DEO
Director: P. Ramon Mas CO. Edita: Congregación del Oratorio - Apartado 182.- Albacete
Imprime: LA VOZ DE ALBACETE, S. López, 24. 24-10-69 Depósito Legal: AB 103-62.
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