BOLETIN DEL ORATORIO ALBACETE.
N.º 86. MARZO. 1970.
RESPONDER A DIOS
Cristo nos llama a lo largo de toda nuestra vida. Nos llamó al principio en
el bautismo y también más tarde; obedezcamos o no a su voz, de manera miste-
riosa, nos sigue todavía llamando. Si faltamos a las promesas del bautismo, nos
llama al arrepentimiento; si nos esforzamos por cumplir nuestra vocación, nos
impulsa siempre hacia adelante, de gracia en gracia, y de santidad en santidad,
mientras nos dure la vida.
A todos se nos llama sin cesar de una cosa a otra, siempre para ir más
lejos, "que no tenemos aquí morada permanente" (Hebreos, 13, 14), sino que
vamos subiendo hacia lo eterno, amoldándonos a una disposición de Dios sólo
para disponernos a recibir otra. Nos llama constantemente a fin de justificar-
nos sin cesar, y sin cesar hacemos más santos y más capaces de participar de
su gloria.
Sería estupendo comprender esto. Pero somos lentos en darnos cuenta de
esta gran verdad: que Cristo camina en cierto modo como entre nosotros y con sus
manos, sus ojos y su voz nos impulsa a seguirle...
Sucede que, entre las ideas que son en sí buenas, algunas lo son sólo en
parte, otras son imperfectas, otras andan muy mezcladas con el mal; y una sola
es la mejor. La verdad es una sola, la verdad perfecta: nadie sabe cuál es, tal
vez ni los que la posean. Pero Dios sí la conoce, y nos va conduciendo hacia
esta sola y única verdad. Conduce a los redimidos, impulsa a los elegidos, a
cada uno y a todos, hacia el único y perfecto conocimiento y obediencia de
Cristo, aunque no sin su cooperación, sino por incitaciones que deben ser se-
cundadas; si no lo son, pierden su rango y se regazan en su camino.
O también sucede algo que nos fuerza a tomar partido por Dios o contra
Dios; porque el mundo nos hace una oferta tentadora, o porque se nos amenaza
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con algún reproche o descrédito, o porque se nos piden sacrificios, o bien tene-
mos que decidir y confesar dónde está el error y dónde está la vanidad. Lo
cierto es que aunque contamos con lo necesario para obrar como Dios querría
vernos obrar, lo hacemos sumidos en el temor y perplejidad. No vemos claro
nuestro camino, no adivinamos el resultado de cuanto hemos hecho, ni qué in-
fluencia tendrá sobre el conjunto de nuestras ideas y de nuestra conducta; y,
sin embargo, las consecuencias pueden ser muy importantes. Una leve acción
que se nos pide repentinamente, que decidimos y ejecutamos casi al instante,
puede ser la puerta de entrada al segundo o tercer cielo; el paso a un estado de
santidad más elevado, a una visión de las cosas más conforme con la verdad que
la que hasta entonces teníamos.
Hay una cosa cierta: algunos hombres se sienten llamados a cumplir debe-
res graves y a realizar grandes obras, mientras que a otros no parece que se les
exigen. Ignoramos la razón: quizá porque los no llamados traicionan la llamada
por haber sucumbido en pruebas anteriores, porque fueron llamados y no obe-
decieron; quizá porque Dios, aunque a todos da su gracia, no elige a todos para
lo mismo. Lo cierto es que ocurre así: uno ve cosas aparatosas que permanecen
ocultas a otro, o tiene una fe más grande, un amor más ardiente, una inteligen-
cia espiritual más desarrollada. Pero sea como sea, nadie tiene derecho a tomar
como ideal de su santidad el ideal inferior de otro.
No temamos, por lo tanto, al orgullo espiritual, cuando seguimos la lla-
mada de Cristo, si le seguimos con verdadero celo. Si nuestro celo es auténtico
nos faltará tiempo para entretenernos en comparaciones con el prójimo: la in-
quietud sobrenatural que suscita es incompatible con el orgullo. El celo busca,
simplemente, hacer la voluntad de Dios. Y dice con sencillez: "Habla, Señor,
que tu siervo escucha" (1 Samuel, 3, 9); "Señor, ¿qué quieres que haga?" (He-
chos, 9, 6).
JOHN HENRY CARD. NEWMAN C. O.
en Parochial and Plain Sermons VIII, 2.
VIERNES SANTO
8 DE LA MAÑANA
VIA-CRUCIS
POR EL PARQUE
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"VIDA NUEVA"
CRECE
La revista "VIDA NUEVA" cre-
ce en suscripciones: en el último año
han aumentado, en total, en un 32 por
ciento.
Nos alegramos, porque estamos
convencidos del bien que hace esta
puntual y meritoria publicación sema-
nal de la P.P.C.
Pero, especialmente, nos alegramos
por razones todavía más próximas: en-
tre todas las provincias españolas, ha
sido la de Albacete ―solamente prece-
dida por la de Lugo― la que ha alcan-
zado un porcentaje mayor de nuevas
suscripciones; casi el doble en relación
al año anterior, puesto que ha sido el
86 por ciento. Esto demuestra el cre-
ciente interés que aquí se siente por se-
guir, día a día, la vida de la Iglesia, y
el acierto en elegir un cauce sano y
digno de confianza, tanto más indispen-
sable cuando por otros medios se di-
funden noticias mutiladas o tendencio-
sas y, por lo tanto, desorientadoras o,
por lo menos, panfletarias y cultiva-
doras del sensacionalismo consumista
y cotillero.
También nos causa gozo poder pen-
sar—si se nos permite que una pe-
queña parte de este aumento puede ser
la respuesta a las recomendaciones que,
desde estas mismas páginas de LAUS,
hemos repetido con cierta frecuencia,
para que nuestros amigos se suscriban
a "VIDA NUEVA", convencidos del
beneficio y satisfacción que en dicha
revista encontrarían.
Si ya tiene la suerte de recibir, ca-
da semana, "VIDA NUEVA", hable
de ella y enséñela a sus amigos, y aní-
meles a que se suscriban. Ya conoce las
señas: PPC-Acebo, 54. -  aparta-
do 19.049.– Madrid (16).
SEMANA SANTA
¿Días de vacaciones?
¿De relajamiento?
¿De turismo?..
Si, para los paganos.
Sin embargo, un cristiano
debe aprovecharlos para
meditar y agradecer a Cris-
to, su Redención.
Un cristiano acude al
templo y participa en el cul-
to que le acerca a los mis-
terios del Señor.
¿Eres cristiano o pagano?
3 (23)
SACERDOCIO
Hace algunos meses, el cardenal Pellegrino, arzobispo de Turín, no dudaba
en señalar el relieve positivo que encerraba, en nuestros días, el interés o "cu-
riosidad" despertado por los hechos eclesiásticos y, más especialmente, por el
sacerdote católico. "A pesar de todos los equívocos, decía, esta curiosidad de-
muestra que en la conciencia de los hombres de hoy el sacerdote ocupa un pues-
to relevante". La dificultad con que se tropieza, cuando se le observa y critica,
depende, en buena parte, de que los que miran al sacerdote no saben ponerse
siempre en el punto de vista exacto para juzgar su realidad y, en general, la
realidad religiosa.
Con independencia de la fundamentación evangélica del sacerdocio cristia-
no—que es a la que habría que referirse en todo momento, existen imágenes
históricas, no solamente eclesiásticas, sino paganas y judías de las que no se e-
stá totalmente purificado y, a través de las cuales, se mira y confunde la verda-
dera realidad cristiana. Puede seguirse, a través de la historia de la Iglesia, to-
dos los esfuerzos que, a partir del Evangelio, se han realizado para acercarse
a esta realidad: el celo de los pastores, la vida de los santos, las órdenes reli-
giosas y los movimientos que despertaron nos lo atestiguarían. A pesar de todo,
el sacerdocio cristiano se mueve en medio de una realidad humana, que le con-
diciona e influye, a la vez que también él influye y penetra esta misma realidad
en evolución, marcada ya inevitablemente por el cristianismo. Aunque se erijan
criticando o atacando a la Iglesia, cada vez que al hacerlo también defiendan
ideas de "libertad", "igualdad", "fraternidad", "paz", "justicia", "unión", "pa-
tria universal", "hermandad de todos los hombres", y otras, no pueden hacerlo
sin reproducir ideas cristianas, bien que no explicitadas. Al final, inevitable-
mente, los caminos volverán a encontrarse. Lo dijo Cristo: "Otros vendrán de
Oriente y Occidente...".
SACERDOCIO PAGANO
Primitivamente, las funciones cultuales y proféticas eran realizadas por
los jefes de los clanes o tribus, o por carismáticos esporádicos. En la civilización
agrícola, al tener que dividirse el trabajo, surgió la "clase" sacerdotal. Era com-
petencia de la misma ocuparse de los mitos, del derecho y de la organización
de la vida social. Función muy relacionada con el ejercicio del poder; y como
el poder va unido a la riqueza, el sacerdocio pagano constituía una clase rica.
Presidía; pero estaba separado del pueblo, no sólo por esta diferencia social
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―el pueblo siempre ha sido pobre— sino de acuerdo con la tendencia a la separa-
ción acusada entre lo considerado sacro y lo profano: el mundo era considerado
cada vez más impuro y dependiente de fuerzas misteriosas y fatales. En medio
de esta visión pesimista, la clase sacerdotal, y solamente ella, tenía acceso a lo
sagrado y desde allí ejercía su poder mágico. En realidad, era el reflejo de la si-
tuación del mundo, anterior a Jesucristo: un mundo roto, separado de Dios.
SACERDOCIO JUDIO
El sacerdocio judío, frente al pagano, supone un cambio trascendental: en el
existe un poder personal de Dios, de modo que el hombre no puede disponer
de sí mismo de manera mágica: es él el que está a disposición de Dios y abierto
totalmente a su poder. Ciertamente que el sacerdocio judío no estará libre de
las tentaciones paganas; pero la profecía lo advierte y salva de caer, una y otra
vez, en el sacerdocio mágico-ritualista del paganismo.
Existe además, una visión optimista de lo sagrado: todo el pueblo de Israel
es "el pueblo santo de Jahve". Ello no obstante existen limitaciones, como la
de una casta sacerdotal vinculada a la tribu de Leví, al linaje de Aarón y a la
familia de Sadoc (el sumo pontífice); existe, todavía, la separación entre sagrado
y profano; el ejercicio del poder no está ajeno a la institución sacerdotal, de
modo que, cuando desaparece la monarquía es la clase sacerdotal la que toma
el poder total sobre el pueblo y da lugar al régimen teocrático.
SACERDOCIO DE CRISTO
En el Nuevo Testamento se nos presenta una figura de Cristo radicalmente
diferente de la del sacerdote judío: Jesús no pertenece a la casta sacerdotal ni
a la tribu de Levi, aparece independiente del poder sacral tanto como del políti-
co; se opone a una interpretación abusiva de la Ley: posee una dimensión pro-
fética inaudita y habla con el poder de Dios; rompe la anquilosis farisaica y es
rechazado como un cuerpo extraño por los que habían "organizado" la predi-
lección divina de su pueblo.
Se trata de un sacerdocio único y eterno; es El este único sacerdote. No
ofrece en sacrificio cosas materiales ni externas: se ofrece a sí mismo y se da
por amor. Este amor causa la reconciliación del mundo con Dios. El mundo ya
está salvado, el pueblo ya puede penetrar en el santuario, y desaparece, así, la
separación entre sagrado y profano, porque ya todo queda santificado, porque
toda la vida, como dirá San Pablo (Romanos, 12, 1), entera, se hace materia de
sacrificio y todo el pueblo se hace pueblo sacerdotal, profético y señor.
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Pero, para el servicio de este pueblo sacerdotal ha de existir un ministerio
visible, desde el mismo inicio de la vida de la Iglesia. El Nuevo Testamento, sin-
gularmente el libro de los Hechos de los Apóstoles, nos habla de este ministe-
rio que fue la primera figura histórica del sacerdocio cristiano. Esta figura sa-
cerdotal, administradora de los beneficios inmutables obtenidos por Cristo, irá
evolucionando en matices importantes, aunque no esenciales a su carácter ra-
dical; evolución arriesgada, pero benéfica, asociada vehicularmente a la exten-
sión del reino de Cristo, que no es como los reinos de este mundo.
LA HISTORIA
La última figura histórica que ha llegado hasta nosotros de este ministerio
O sacerdocio cristiano es, en conjunto, la que salió del concilio de Trento, por-
tadora, ciertamente de muchos valores contingentes estimables, positivos, pero
que, a medida que ha prosperado la gran crisis de secularización del mundo,
también ella ha entrado en la necesidad de evolucionar, a pesar de los cuatro si-
glos de actitudes prevalentemente defensivas", hasta desembocar en el Conci-
lio Vaticano II, el cual, por un lado, habla de la función profética del ministerio
sacerdotal y, por otro, del sacerdocio de los fieles.
La figura tridentina, "barroca", del sacerdote como persona relevante en la
sociedad, como personaje, desaparece; desaparecen igualmente ciertas funcio-
nes sociales con los honores y privilegios que les acompañaban; desaparece la
apariencia de casta comprometida con el poder político, desaparece el altar que
sostiene al trono. Se va, en cambio, hacia una presencia" o inserción en la
vida: se trata de una opción de la Iglesia (basta repasar la Gaudium et Spes),
que está más de acuerdo con el fundamento evangélico. Se camina hacia una
figura de sacerdocio cristiano que vive más cerca de los hombres, no para mun-
danizarse, sino para ser "sal de la tierra".
Después de la Pascua de Cristo ya no hay razón para separaciones, excepto
el pecado. Y se vislumbra un pluralismo de figuras que, lejos de reducir la efi-
cacia del ministerio sacerdotal cristiano, la enriquecerán notablemente.
Basta leer despacio el sermón de la montaña, o meditar en las tentaciones
del desierto, que venció el primer Sacerdote Cristo, para darse cuenta de lo que
ha de ser el sacerdocio de hoy. Caen conceptos paganos, anacronismos judíos y
polvo de los siglos; pero cada vez es más nítida, si la referimos al Evangelio, la
figura del sacerdote.
ANTES DE JUZGAR
Los que se atreven a juzgar y a exigir a los sacerdotes de hoy, que miren
cerca, en su misma casa, en su familia; que revisen su conducta, sus ideas, sus
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palabras y deduzcan si, como consecuencia de la rectitud que las inspira, puede
allí despertarse una auténtica vocación entre los que todavía no han elegido ca-
mino en la vida.
Consagrarse a Dios es todavía más hermoso hoy, que siglos atrás, cuando
lo hicieron San Benito, o San Francisco, o Santo Domingo, o San Felipe, o San
Bernardo, o Santa Teresa, y tantos otros. Estos dígase lo que se diga, no hu-
yeron del mundo, sino que lo santificaron. Y cran épocas parecidas a la nuestra,
que llamamos de crisis.
LA MUJER SACERDOTE,
¿POR QUÉ NO?
No podríamos tener otra cosa que admiración, para el culto y piadoso sa-
cerdote florentino, Divo Barsotti, cuyas obras espirituales son bastante conoci-
das, especialmente en Italia, y que causaron, veinte años atrás, innegable buena
impresión en aquella promoción sacerdotal. Su libro "Il mistero cristiano
nell'anno liturgico" marcó un hito de profundidad en las corrientes litúrgicas de
la patria de Dante, tal vez no superado en otras obras posteriores, aunque muy
interesantes, como "Meditazioni sulla preghiera" o "Verso la visione".
Divo Barsotti se asoma, con frecuencia, a diarios y revistas católicas. En
estos días, precisamente, acabamos de leer uno de sus últimos artículos, titulado
"Il fondamento della vocazione al Sacerdozio", que nos ha causado sorpresa, y
no por la postura que sostiene, sino por la argumentación esgrimida. Pensamos
que se trata de una réplica apresurada a la ya conocida proposición holandesa
relativa a la ordenación sacerdotal de la mujer. Decimos apresurada, porque, de
no mediar la urgencia de concurrir al tema debatido, no comprendemos, en la
calidad del escritor, que pueda considerar suficientes las solas razones que adu-
ce, en apoyo de su tesis contraria a la ordenación femenina. Su tesis no satisface
como conclusión de un razonamiento; sino que parece, más bien, un apriorismo
que luego intenta razonarse, apresuradamente. El caso es que, el artículo de don
Divo Barsotti ha adquirido cierta instantánea celebridad, incluso fuera de Ita-
lia, debido sin duda, también, al contraste con que concurre en ese debate que
la Prensa ha hecho rápidamente famoso.
Pero el tema no es nuevo. Podríamos reproducir palabras, casi proféticas,
de nuestra Concepción Arenal; palabras tristes, inteligentes. Más cerca en el
tiempo, podríamos reflexionar sobre las palabras del Concilio Vaticano II: "Co-
mo quiera que en nuestros días las mujeres tienen una parte cada vez más acti-
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va en toda la vida de la sociedad, es muy importante que aumente su partici-
pación en los diversos sectores del apostolado de la Iglesia". Y más concreta es,
todavía, la resolución adoptada el 17 de octubre de 1967, en el III Congreso
para el Apostolado de los Laicos, celebrado en Roma, en la que se declara
"convencido del lugar que corresponde a la mujer dentro de la Iglesia", y
formula "el voto de que se concedan a la mujer todos los derechos y todas las
responsabilidades del cristiano en la Iglesia Católica, y que se emprenda, con
toda seriedad, un estudio doctrinal sobre el lugar que corresponde a la mujer
en el orden sacramental y en la Iglesia".
No ha pasado mucho tiempo; pero estudios doctrinales positivos si han
aparecido algunos; contrarios, que sepamos, solamente breves disquisiciones co-
mo el artículo de referencia.
"No tenemos más remedio que reconocer que Jesús no llama a las mujeres al
ministerio, no comunica a las mujeres la misión que ha recibido del Padre", afir-
ma Barsotti. Hace un análisis del sacerdocio del pueblo cristiano y del sacer-
docio ministerial. Aquél comprende a todos, también a las mujeres; éste solamente
a los hombres, "por voluntad positiva de Cristo", que, por lo tanto, "la Igle-
sia no podría cambiar", porque es la voluntad positiva de Cristo y no la igual-
dad de naturaleza" en que debe apoyarse "el fundamento de la dignidad sacerdotal".
Pero, en el Evangelio, la manifestación de esta voluntad positiva de Cristo,
de manera concreta y singular se da solamente en la elección de los doce, que
resulta que cran hombres. A las mujeres, explícitamente, ni se las llama ni se
las excluye. En toda la conducta de Jesús respecto a ellas y en la de ellas res-
pecto a Jesús) no encontramos nada que pueda significar discriminatorio u ob-
jetable a la "dignidad sacerdotal". Sería fácil, pero demasiado largo, detallar,
desde el Evangelio, los aspectos reivindicativos de Cristo frente al concepto dis-
criminatorio y hasta el desprecio de los judíos para la mujer: y otro tanto, desde
las primitivas comunidades cristianas, respecto a la discriminación pagana de
sexos.
La realidad de la encarnación de Cristo implicaba el condicionamiento de la
cultura, del ambiente social y de las tradiciones, más aptas o menos aptas, para
recibir, inmediatamente o más tarde, el mensaje de redención universal. Parece
más obvio admitir que, realísticamente Cristo hubo de tener en cuenta aquellas
circunstancias sociales de su mundo, porque allí la mujer no habría podido ejer-
cer misión pública alguna de enseñanza, de gobierno o de culto. Y, puestos a ad-
mitir, admitamos también que, hoy todavía, es posible que no hayan cambiado
tanto las mentalidades, lo cual, si explica que la mujer siga siendo considerada, en
tantos aspectos, como un ser humano de segunda clase, no justifica en modo al-
guno, desde el punto de vista cristiano, que podamos resignarnos, y mucho me-
nos colaborar, con el mantenimiento de tal discriminación. Si son las circunstan-
cias y las mentalidades, habrá, necesariamente, que luchar por cambiarlas, con
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el fin de que los planes de Dios sobre la humanidad, sean universalmente realizables.
Bueno es que observemos lo que Cristo hizo, pero teniendo en cuenta sus mo-
tivos reales; sin atribuirle jamás elecciones caprichosas, sólo porque así quedara
más patente que es su voluntad. Si apuráramos el hecho de la elección de los doce,
tendríamos que concluir que, por la misma razón que eran varones los elegidos,
como también cran judías, en adelante judíos y varones tendrían que haber sido
los sujetos del Orden. Podríamos llegar a suponer que, la profesión de carpintero,
es un estado de perfección...
Es verdad que, salvada la esencia del sacramento, en lo que Cristo no haya
determinado, la Iglesia, como admiten los teólogos, tiene poder para determinar.
Tal vez éste sería uno de los puntos. Pero sospechamos que no llegará a pronun-
ciar, más allá de lo que pueda ser un estatuto disciplinar, la exclusión de la mu-
jer en este sacramento. Y si llega a pronunciarse en este sentido, cuando más
tarde otros analicen las razones, descubrirán que, todavía en nuestra época, ape-
drearíamos a las adúlteras y dejaríamos en paz a los libertinos.
Si el Evangelio no excluye, no excluyamos nosotros.
EL ANTICLERICALISMO,
ANTES BURGUÉS QUE MARXISTA
"Negar la existencia de Jesucristo
es contradecir conclusiones científicas
universalmente admitidas", acaba de
afirmar la revista soviética "NOVY
MIR", con palabras del investigador
soviético Koublanov. Y añadía: "La
propaganda atea de los años 1920-40,
ha equivocado el camino, al seguir ser-
vilmente las tesis anticlericales burgue-
sas contra la existencia de Jesús
Casi como decir que lo peor que el
comunismo haga, respecto al cristia-
nismo, no le es original.
Lo sabíamos. Anterior al ateísmo
marxista se ha dado, y persiste, el
ateísmo burgués. Sin este precedente
le habría sido muy difícil teorizar con-
tra la idea de Dios, y más concreta-
mente contra el cristianismo occidental,
a Marx y a los comunistas. No importa
que luego aquellos ateos prácticos se
profesaran, corrompiendo conceptos,
"defensores" de la religión. ¿Defen-
dían a la religión, o se defendían con
la religión?
No se puede negar, globalmente y
sin más, la buena fe, incluso en el error,
de los que la han defendido o la han
atacado. Y mucho menos cuando lo
hayan hecho deponiendo toda acción
violenta, porque entonces el Evangelio
9 (29)
Mismo les justifica. Sin embargo, en to-
dos los casos no ha existido esta bue-
na fe. Y ha sido posible, y es todavía
posible, sin demasiado esfuerzo, com-
probar el daño que han hecho y hacen
a la sencillez de tantos creyentes, los
que, sin profesarse enemigos de la reli-
gión, y hasta a veces alardeando de de-
fensores, la comprometen y procuran
maliciosamente desprestigiarla cuando
"ya no les sirve para sus intereses te-
rrenos, avariciosamente apoyados en
tantas inseguridades humanas, hasta
quererlas reforzar con la apariencia
sacralizadora de su pseudo-religión.
Estos han sido los maestros del
ateísmo marxista.
TELEGRAMAS
Hace algunos días, una ilustre personalidad eclesiástica se asomó a la pan-
talla de TVE para dirigir un mensaje a los católicos españoles. La ilustre perso-
nalidad pintó ante los televidentes un negro panorama de la situación actual de
la Iglesia. Y como conclusión pidió que Instituciones, organismos y particulares
de la "católica España" dirigieran al Papa ―¡pobre y solitario Papa!― telegra-
mas de adhesión. Parece que la ilustre personalidad eclesiástica se asomó a la
pantalla a eso: a pedir telegramas.
Ante el televisor, fresca aún la imagen del ilustre eclesiástico, no pudimos
menos de hacernos una serie de preguntas que transmitimos ahora a nuestros
lectores.
¿De quién partió la idea de este mensaje" peticionario de telegramas? En
la presentación del "mensajero" se dijo que era hombre "muy cercano al Papa".
¿Significa eso que se trata de un hombre "que está en los secretos pontificios
y por tanto es poco menos que un "enviado especial"? ¿Partió la idea del mismo
Vaticano? ¿De TVE? ¿De algún organismo oficial? Preguntas que se quedan
sin contestación y que arguyen un estado de confusión lamentable.
Tratamos de imaginar la reacción del "buen cristiano de la calle" : un dig-
natario vaticano que viene a dar un grito de alarma y a sugerir, casi oficialmente,
la solución: enviar telegramas de adhesión al Papa para que se sienta menos
solo, más apoyado por todos los "buenos". Imaginamos al "buen cristiano
corriendo a la oficina de telégrafos más próxima para decir... (pero, ¿qué de-
cir telegrama? Lenguaje deportivo: "Cuente conmigo, Santidad".
Lenguaje fervoroso: "Siempre estaremos con la Iglesia de Dios". Lenguaje...).
Nos resulta demasiado sospechoso el partido" que determinados órganos de
difusión están sacando al actual clima de tensión. Los mismos órganos que tan
poco interés dedicaron al Concilio y tan pocas armas batieron ante manifesta-
ciones del Magisterio eclesiástico como las encíclicas "Mater et Magistra" y
"Populorum Progressio".
10 (30)
Sospechamos ―¿nos pasamos de listos?— que tras todo esto no son intereses
puramente religiosos los que se mueven, sino trastiendas que no pueden tener
cabida en ningún índice del Evangelio.
Por supuesto, después de la emisión televisiva nos quedamos sin saber en
carácter de qué acudió a los estudios la ilustre personalidad eclesiástica. Por-
que traer de Roma a alguien "muy cercano al Papa" para que pida telegramas
**de consuelo" a los españoles, nos parece, en el mejor de los casos, un recurso
que no tenemos más remedio que lamentar. Y sin ánimo de ofender a nadie nos
atreveríamos a preguntar: ¿tiene noticia el Papa de esta "solemne" llamada a
la conciencia tradicional de España, de esta incitación a ser "consecuentes con
la historia "defensiva" de nuestro catolicismo"?
España ha debido superar su "complejo" de defensora de la Iglesia, adalid
de Occidente, hija predilecta del Papa… y demás calificativos historiados que
disimulan muy mal un orgullo poco cristiano.
De lo que debe tratarse no es de "defender" sino de "vivir". Vivir intensa-
mente el compromiso evangélico con todas sus consecuencias. Ahí está el mejor
servicio a la Iglesia, al Papa, a Cristo. Es decir: a la Verdad.
Revista VIDA NUEVA, número 720
UNA VOCACIÓN
POR CADA VEINTE CATÓLICOS
En Yamanashi (Japón) entre una población de 780.000
habitantes, existe una comunidad de 925 católicos. De ella
han surgido, y existen actualmente, 47 vocaciones entre hom-
bres y mujeres; es decir, una vocación por cada veinte
católicos.
Cabe preguntarse si, donde hay demasiados» católi-
cos, ha de ser menor la generosidad. Porque Dios sigue
llamando en todas partes.
11 (31)
SEMANA SANTA
DONINGO DE RAMOS
Mañana, a las 9-45. BENDICION DE RAMOS, desde el portal de la
primitiva capilla; acto seguido PROCESION; al regresar, SAN-
TA MISA, en la iglesia mayor, que permanecerá cerrada hasta
la entrada procesional de los fieles.
Las demás misas se sucederán según el horario de costumbre:
11 y 12 de la mañana y la vespertina de las 8.
JUEVES SANTO
Tarde, a las 8. MISA DE LA CENA DEL SENOR.
El Monumento podrá visitarse solamente hasta la medianoche
de este día.
VIERNES SANTO
Mañana, a las 8. VIA-CRUCIS por el Parque.
Si el mal tiempo lo impidiese, se celebraría en el interior de
la iglesia.
Tarde, a las 8. ACCION LITURGICA DE LA PASION Y MUERTE DEL
SENOR: Lecturas, Pasión según San Juan, Oración de los fieles,
Adoración de la Cruz, Comunión.
SABADO SANTO
Noche, a las 11. VIGILIA PASCUAL: Bendición del fuego y del cirio
pascual. Pregón pascual. Lecturas, Letanías, Renovación de las
promesas del Bautismo, segunda parte de las Letanías, Santa
Misa.
DOMINGO DE PASCUA
Las MISAS, se celebrarán según el horario acostumbrado: 10, 11 y
12 de la mañana y la vespertina de las 8.
Los fieles que hayan comulgado en la Misa de la Vigilia Pas-
cual, pueden hacerlo laudablemente en la del día de Pascua.
El lunes, martes y miércoles de Semana Santa tienen el horario de
los días laborables, es decir: celebración de la Santa Miss a las 7.45
de la mañana y a las 8 de la tarde.
La iglesia se abre siempre media hora antes de la de comenzar
los cultos.
LAUS DEO
Director: P. Ramón Mas C. O. Edita: Congregación del Oratorio - Apartado 182.- Albacete
Imprime: LA VOZ DE ALBACETE S. López. 24. 18-3-70 Depósito Legal: AB-103-62.
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