BOLETIN
DEL ORATORIO ALBACETE |
N.° 88. MAYO. 1970. |
HOMBRES DE FE |
Afortunadamente nos vamos
alejando del barroquismo milagrero y fabu- |
loso con que a veces se ha
querido envolver la cantidad, y nos quedamos con lo |
mis genuino, con la raíz
de su esencia, que es la fe. Fe viva, encendida, cre- |
ciente; no concebida como
algo definitivo, estático y rotundo, sino como un |
crecimiento perseverante
en la búsqueda para una mejor aceptación de la ver- |
dad, para una más lúcida
comprensión de los planes de Dios y para una entrega |
más generosa, sin
aplazamientos ultra-terrenos, a sus designios, que lo abarcan |
todo, lo de aquí y lo de
ahora, en su gloria y en su eternidad. |
La santidad es una
entrega, a través de la fe, que abarca todo el ser y todas |
las influencias del ser,
hecho incandescencia de vida en Dios. Los santos, |
antes que nada, fueron
hombres de fe. Por eso, en ellos, más que el espectáculo |
de sus actos y de sus
prodigios, hemos de buscar, en la profundidad de su cora- |
zón. esa actitud que
determinó toda su vida, simplificándola de las complica- |
ciones con que nosotros
solemos enmarañar la nuestra, no para hacer más |
sino para restar, mediante
clasificaciones, el egoísmo de la generosidad. |
San Felipe Neri solía
decir: "Si tuviera diez hombres de fe, verdaderamente |
desprendidos, me vería en
ánimo de cambiar el mundo". Y no decía ninguna |
exageración. |
En este mes de mayo, una
vez más, celebramos la festividad de nuestro San- |
Padre y Fundador. En esta
ocasión, desde estas páginas, no vamos a relatar, |
como en otras, aspectos de
la vida de nuestro Santo, sino referir los resultados |
de la fe que él suscitó en
algunos de sus hijos más insignes. |
¡Ojalá sean estímulo para
nosotros! |
1 (41) |
"CRISIS" DE FE |
El célebre
"Diario" del escritor Ju- |
lien Green, acaba de
aparecer en una |
nueva edición castellana,
que consta |
de dos volúmenes, de 800
páginas cada |
uno, y en los que se
recogen ocho de |
sus obras escritas entre
1928 y 1966, |
reflejándose las diversas
épocas de la |
vida del escritor. Con tal
motivo, la |
revista
"Palabra" ha entrevistado a |
Julien Green. |
Julien Green nació en
Paris, en 1900, |
de una familia americana
protestante. |
En 1916 se convirtió al
catolicismo. A |
partir de 1922 se aparta
de la le cató- |
lica, que el escritor
reencontrará defi- |
nitivamente en 1938. |
El escritor afirma que en
su vuelta |
a la fe católica han
influido una serie |
de libros, pero
"sobre todo hay un 11- |
bro que me ha ayudado: la
Biblia. |
También la lectura de San
Juan de la |
Cruz, de Santa Teresa de
Jesús, de |
Santa Catalina de Siena,
que ha teni- |
do en mi una influencia
determinan- |
te". |
En una época en que los
libros |
abundaban menos que ahora,
hace |
cuatro siglos, San Felipe
Neri también |
decía que era preciso leer
para culti- |
var la fe,
"especialmente libros que |
comenzaran con S, es
decir, los libros |
santos y libros de
santos". |
¿Leemos nosotros,
cultivamos nues- |
tra fe ilustrando la
inteligencia, infor- |
mando nuestro pensamiento?
¿O, por |
el contrario, pierdo
capaces de más, |
nos resignamos con un
estilo de fe |
que no pasa de ser la
renta sentimen- |
tal de nuestra adhesión
perezosa, siem- |
pre distante de la vida? |
Esto equivaldría a
mantener una |
desproporción constante
entre los va- |
lores del espíritu y, cada
vez que |
—siquiera fugazmente— se
avivara nues- |
tra reflexión
comprometida, se pon- |
dría en evidencia el
desequilibrio ínti- |
mamente doloroso, con esa
proclividad |
para la duda o para la
"crisis" —como |
a veces se dice— de fe:
pero que es, en |
realidad, crisis de vida. |
Hay "crisis de
fe", perfectamente |
comprensibles, porque las
ha prepara- |
do la pereza mental. Son
la agudiza- |
ción morbosa de un
desequilibrio de un |
descuido. |
Hay que leer los Libros
Santos, y |
meditarlos. Y hay que
mirar a las vi- |
das de los Santos, y
comprenderlas. |
MARTES |
26 de MAYO |
FIESTA |
DE |
NUESTRO SANTO PADRE |
FELIPE NERI |
2 (42) |
"DE LOS CARDENALES
....." |
"De los Cardenales
decía San Felipe— solamente las virtudes". Para si |
mismo, él pudo evitar ser
investido de la púrpura, como el que se salva de |
Algo verdaderamente
terrible. Cuando más tarde fue imposible a sus dos dis- |
cípulos más queridos
Baronio y Tarugi, deshacerse de la imposición pontificia, |
fue recibido, su
cardenalato, como una desgracia, con vergüenza, pensando 90- |
lamente en la posibilidad
de huir de Rara para evitar la aceptación obligada. |
No había afectación alguna
en esta actitud, que era comprendida, casi secun- |
dada por los demás
miembros de la comunidad, con verdadera sencillez; pues |
tanto caso habían hecho de
las enseñanzas de San Felipe. Las Reglas del |
Oratorio eran bien claras:
"No procurar para sí, ni para otros, dignidad al- |
guna..." Desde Tarugi
y Baronio, hasta Bevilacqua, han sido dieciséis los hijos de |
San Felipe que,
precisamente por las virtudes", han tenido que aceptar esta |
formularia dignificación
eclesiástica que se conoce con el nombre de "carde- |
nalato". No es de
Institución evangélica y, en un mundo más perfecto, cier- |
tamente sobraría; pero no
se ha demostrado, todavía, que, en este mínimo de |
organización de que
precisa también la Iglesia como estructura entre los hom- |
bres, sea posible
prescindir totalmente de grados entre los mismos, para bien |
de todos. Se trata,
entonces, de someter esas cosas a una constante revisión |
espiritual. El criterio
debe ser la santidad, fácil de exigir, difícil de medir, más |
difícil de vivir. |
No es que haya que
mantener un convencional malabarismo de dignidades |
"para ver cómo allí
se es santo", sino que no hay que establecer distinciones, |
si no son necesarias para
el bien, ni usarlas si no es para el servicio del Evan- |
gelio, sin
mixtificaciones. Ni crearlas inútilmente, ni corromperlas en su ejercicio. |
Cuando en este número de
LAUS nos referiros a Newman y a Baronio, cree- |
mos que citamos unos casos
muy claros de cardenales por virtudes". En ellos, |
hasta la ciencia era
virtud. Además del ejemplo de libertad evangélica, de amor |
puro a la Iglesia, de
valentía frente a la verdad. |
Tal vez tendríamos que
referirnos al más reciente de todos, a Giulio Bevi- |
lacqua, creado cardenal
por Pablo VI, para el cual mayo también contiene una |
efemérides de gracia:
"su encuentro con Cristo", dijo él. La muerte dirían otros. |
Pero dejamos para otra vez
a este a quien Pablo VI ha llamado "Inolvidable |
padre y amigo", del
que había recibido lecciones para el espíritu, en su ju- |
ventud, y compartido las
dificultades de la Iglesia bajo el fascismo y, más re- |
cientemente, las
esperanzas de la renovación de la Iglesia conciliar con su en- |
tusiasta colaboración. |
3 (43) |
NEWMAN |
Si tuviéramos que elegir
un mes del año en el que las efemérides newma- |
nianas fueran capaces de
admitir un significado especial, nos inclinaríamos, sin |
género de dudas, por el
mes de mayo. No solamente porque encontraríamos que |
en algún día de este mes
comienzo, en su infancia, a frecuentar la escuela, o |
ingresaba más tarde en el
Trinity College, de la Universidad de Oxford, sino |
porque en el mes de mayo
(1825) seria ordenado presbítero anglicano y exac- |
tamente veintidós años más
tarde, recibiría el sacerdocio católico. Finalmente, |
el 12 de mayo de 1879,
León XIII, lo elevaría a Cardenal. |
Parece como si el mes de
mayo, para Newman, se reservara el símbolo de su |
sabiduría, de su santidad,
de su gloria. Para la Iglesia universal tenía una sig- |
nificación especial su
cardenalato. Este significado estaba intencionadamente |
previsto en la iniciativa
de León XIII, que había dicho, poco antes, al iniciar |
su pontificado, cuando le
preguntaron qué línea imprimiría al gobierno de la |
Iglesia: "Lo sabréis
cuando nombre mi primer cardenal". Antes de tres meses, |
en el nombre de John Henry
Newman, Prepósito del Oratorio de Birmingham, |
cristalizó la respuesta
del Papa. |
¿Por qué le hizo cardenal?
¿Quién era Newman? |
EL MOVIMIENTO DE OXFORD |
León XIII, al agregar al
P. Newman al Colegio cardenalicio, no le sacaba |
del anonimato, porque su
celebridad era notoria en la Iglesia, desde hacía casi |
cincuenta años, al
iniciarse el llamado "movimiento de Oxford", que desem- |
bocó en la conversión de
un millar de pastores anglicanos al catolicismo y cuya |
alma fue, sin discusión,
aunque sin pretenderlo, ese antiguo ministro angli- |
cano y profesor de la
universidad de Oxford que, al proponerse indagar las |
raíces de donde partiera
una posible reforma del anglicanis.1.0 que, a su juicio |
se desintegraba, se
encontró con la lógica Inevitable de la respuesta católica, |
después de un doloroso y
concienzudo peregrinar interior, hecho de inteligencia |
y corazón y nunca bastante
comprendido por sus coetáneos, ya fueran angli- |
canos o católicos; más
admirado que entendido por los que le siguieron; más |
criticado que iluminado
por los que le observaban, no tan malos como para des- |
preciarle, pero bastante
miopes para ser recelosos de sus aciertos, y bastante |
pobres de corazón para
dejarse comer de la envidia secreta ante los pequeños |
éxitos no pretendidos, que
eran por otra parte, bien pequeña compensación de |
tantas penas y
abnegaciones que el mundo, superficial, ni ve, ni descubre, ni |
supone. |
4 (44) |
El "movimiento de
Oxford" fue el despertar católico de la conciencia reli- |
giosa Inglesa, dormida
bajo la piedra sepulcral del estatalismo. Este despertar |
se produjo en el mismo
momento en que en Europa surgían crisis parecidas, en |
busca de sustraerse a la
servidumbre política e Intelectual que afectaba al fe- |
nómeno religioso.
Lamennais, Montalember, Lacordaire, Rosmini... bajo dis- |
tintas formas, eran un
caso paralelo. |
En el seno de la Iglesia
anglicana, que a principios de siglo, con una je- |
rarquía que gozaba
satisfecha de una situación privilegiada, suntuosa e in- |
consciente, con el
liberalismo de sus estudios, la agitación nació entre un grupo |
de clérigos que formaban
parte de la Universidad de Oxford, singularmente re- |
presentados por la figura
venerable de John Keble, por Pusey y por el que pasó |
en seguida a ser el alma
de todo el movimiento, John Henry Newman. Proce- |
dían de formaciones
diferentes, pero coincidían, fundamentalmente, en ad- |
vertir estos dos peligros
para el anglicanis.ro: la intromisión del Estado que |
convertía a la Iglesia de
Inglaterra en una religión política y dinástica, y la |
progresiva
protestantización racionalista que diluía el carácter sobrenatural y |
original del cristianismo. |
Se trataba de aclarar si
la Iglesia era un órgano del Estado con el encargo |
de atender a ciertos
deberes más o menos vagamente definidos, o si era con- |
tinuadora de los
Apóstoles. El conflicto se daba entre una nación que había |
alcanzado un general
estado de secularización a causa de un progresivo Indi- |
ferentismo religioso, y la
Iglesia que le había prestado, hasta entonces, el so- |
porte complementario de su
estructura tradicional. |
La ocasión para el
estallido del "Movimiento" fue la intervención, por parte |
del Estado, en orden a
suprimir ciertas diócesis. Ocasión en seguida olvidada, |
pero que demostraba, una
vez más, ese hacer y deshacer del poder civil en ma- |
teria de religión. Keble
pronunció un sermón histórico, que constituía un lla- |
mamiento emocionado
dirigido a los ministros anglicanos, acompañado de un |
acto de fe en la libertad
y el futuro de la Iglesia. |
A este primer sermón
siguió un "tract", y otros hasta alcanzar el número |
de 90, por medio de los
cuales se razonaba la crisis existente. Lo más decisivo |
contenido en estos
"tracts" era obra de Newman, cuya agilidad de pensamiento |
y su genio terriblemente
sincero, al exponer la naturaleza originaria de la Igle- |
sia, llevaron, a él y a
muchos, a la conclusión de que la verdadera Iglesia su- |
cesora de los Apóstoles,
era la católica. |
LAS CONVERSIONES |
Las conversiones que se
originaron de tal "movimiento", constituyeron el |
fenómeno más
impresionante, tanto en la misma Inglaterra como fuera de ella, |
y era como una
compensación consoladora para la Iglesia católica, envuelta |
5 (45) |
en dificultades por todas
partes, en aquella Europa inquieta política e ideoló- |
gicamente, surgida de la
Revolución Francesa, convulsionada por las guerras |
napoleónicas, turbada por
las ambiciones de los más grandes que le sucedieron, |
o de los más astutos que
pretendían organizarla según la medida de los propios |
egoísmos, mientras la
ciencia y las máquinas chocaban con las concepciones |
Ideológicas estáticas y
desanquilozaban los módulos sociales hasta las allá de |
la misma transformación
Impuesta inmediatamente por la Revolución de 1789. |
En medio de las
conversiones causadas por el "movimiento de Oxford", la |
de Newman, representa una
de las más meditadas y mejor preparadas, no por |
resistencia a la gracia
urgente, sino por la profundidad y serena responsabili- |
dad asumida, purificada,
extremadamente celosa de su alcance sobrenatural. |
Newman se convirtió al
catolicismo en 1845, pero sin que ello le impidiera man- |
tener un amor leal y
agradecido por la vieja Iglesia anglicana, donde conoció |
a Cristo y encontró su
primera fe: tanto, que mientras los anglicanos confiaban |
que "volvería" a
ella, los católicos menos despiertos para reconocer la grandeza |
de aquella alma
extraordinaria, desconfiaban de la sinceridad de su conver- |
sión. También le
reprochaban que no hicieran valer bastante su influencia en |
los medios Intelectuales
para acelerar y aumentar la procesión de conversio- |
nes. Pero Newman se
resistió siempre a cualquier actitud que pudiera ser colec- |
tiva para con ninguno de
sus amigos. "Me piden conversiones, decía, pero yo |
pienso que ésta no es la
cosa que más interesa, sino la consolidación de los ca- |
tólicos. La Iglesia debe
de prepararse para los convertidos, tanto, por lo menos, |
como éstos se han de
preparar para la Iglesia. Me acuerdo de mi propia histo- |
ria..." Newman era
tan sincero consigo mls.ro, como respetuoso de la concien- |
cia ajena. No le
convencían ni las estadísticas, ni la fiduciosidad talismánica. |
Pero tampoco, su proceder,
fue el de un inhibido cauteloso y distante, sino |
todo lo contrario, porque,
más que ninguno, se adelantó hasta el compromiso |
arriesgado, cuando su celo
por el bien y la verdad le convencían de ello, cua- |
lesquiera que pudieran ser
las desventajas probables que se derivaran de su de- |
cisión generosa. De tal
manera, que no fue comprendido cuando se colocó de |
Intermediario entre la
jerarquía excesivamente conservadora y la fogosidad de |
los seglares li pacientes:
ni cuando medio camino le abandonaron los que |
más debían beneficiarse de
su proyecto de la Universidad católica de Dublín, |
ni en otras empresas
científicas y literarias que luego la historia ha demostra- |
do clarividentes y
necesarias. |
EL "DESARROLLO" |
La teoría del
"desarrollo", que otros llamarían de la "evolución" o del
"de- |
venir" ―el
"werden" de Hegel y de Marx―, desde in biología hasta la
historia |
y la filosofía, late en
todas las mentes del siglo XIX. En parte, por lo menos, |
porque tantas
transformaciones y tan rápidas como nunca el mundo las había |
experimentado, favorecidas
por el progreso de las comunicaciones y de la in- |
6 (46) |
formación, junto con la
inquietud científica, hacían al hombre más capaz para |
reconstruir la trama de
todo su saber, impregnando de dinamismo la visión del |
mundo y de las ideas,
buscando la lógica de una solución que no podía contenerse |
en la 11LT.Obilidad
medieval, de cuando los horizontes parecían más absolutos, |
pero porque resultaban más
reducidos. |
Newman aplicó la doctrina
del "desarrollo" a la teología. Su teoría de la |
historia de los dogmas,
desde la patrística hasta las más recientes definiciones |
que condensan la verdad
católica, son el precedente ortodoxo de lo que podría |
Llamarse "modernismo
católico", influyente en los teólogos contemporáneos, de |
antes y de después del
Concilio Vaticano II. |
Precisamente la agudeza de
su pensamiento y la exquisita fidelidad de su |
honrada conducta—siempre
respetuoso con todos, pero igualmente reacia a las |
adulaciones y
componendas—le hizo parecer muchas veces enigmático, ante men- |
tes superficiales, o
suscitó el recelo de los envidiosos. Aunque al Papa Pio IX le |
llegara el rumor de las
agitaciones ideológicas despertadas por el "movimiento |
de Oxford" y había
recibido y secundado, en lo posible, su aspecto positivo, |
iniciado antes de su
pontificado, anciano y angustiado por tantos problemas cer- |
canos (Inglaterra,
entonces, estaba "más lejos"...) no pudo deshacer a tiempo, |
las dudas que se cernían
sobre la gran figura de Newman, cuyas obras eran |
más discutidas que
conocidas realmente, por la dificultad idiomática que re- |
presentaba el inglés para
los latinos, que constituían la mayoría influyente del |
catolicismo. Polémica,
sobre todo, por su obra "An Essay on the Development |
of Christian
Doctrine", fruto de su itinerario intelectual hasta el catolicismo y |
dirección del crecimiento
en madurez de la verdad católica. Si, poco más tarde, |
Loisy la hubiese
comprendido, no habría llegado a sacrificar la identidad histó- |
rica de la doctrina
cristiana por la continuidad vaga de un espíritu y de una |
experiencia inefable,
imprecisa, que confundía el hecho religioso con una serie |
de transformaciones
indefinidamente relativizadas y que Pio X condenaría |
bajo la denominación de
"modernismo". |
El concepto de
"desarrollo", años antes de que Darwin lo aplicara a la bio- |
logía con el nombre de
"evolución", o Hegel a la historia con el concepto de |
devenir, o se convirtiera
en el eje de la sociología en la dialéctica marxista, |
Newman lo había empleado
para explicar el crecimiento de la te. |
+ Por esto decimos que, lo
más importante del movimiento de Oxford" no |
era el hecho de las
múltiples conversiones a que dio origen, sino la prolonga- |
ción del pensamiento
newmaniano, capaz de engarzar, en una época de inne- |
Si tuviera diez hombres
llenos de fe y verdaderamente des- |
prendidos, me vería en
ánimo de cambiar el mundo. |
San Felipe Neri |
7 (47) |
gables cambios profundos,
lo que de cambio pudiera obrarse en los descubri- |
mientos y exposición de la
verdad cristiana. Lo Importante, para Newman, no |
era la cantidad de
convertidos, sino la calidad de su pensamiento. Otros, más |
precipitados, más
"proselitistas ―Manning, por ejemplo— no pensaban lo mismo |
León XIII, sin embargo,
que, mucho antes de ser Papa, desde Bélgica, pudo |
captar la situación
inglesa y cotejarla con todo el movimiento intelectual euro |
peo, quiso deshacer todo
posible equivoco, e incluso dar un significado especial |
a su pontificado,
nombrando su primer cardenal a Newman. Ello quería decir |
que este Papa entendía
estrechamente vinculado al resurgir de la Iglesia |
contemporánea, la
primacía, en el esfuerzo humano, de la inteligencia, espe- |
cialmente cuando ésta se
asentaba en la virtud, harto probada, de hombres co- |
mo Newman. Tal vez, el
Papa Pecci, recordaba las palabras de aquél, también |
clarividente, pero
desafortunado Lamennais, cuando dijo en 1828: "Los enemi- |
gos de la Iglesia no son
fuertes por lo que ellos saben, sino por lo que ignoran |
los que deben
defenderla". |
El 12 de mayo de 1879.
Newman escribiría, simplemente, en su diario: "Me |
han hecho Cardenal".
Conseguiría, todavía, que el Papa no le confiara ningún |
cargo de curia y que
pudiera continuar en su Oratorio. ¡Con cuánta alegría lo |
comunicaría, desde Roma, a
sus hermanos de Congregación, en Birmingham: |
"¡Vuelvo, vuelvo...
To come home again!". |
Casi por diez años más se
alargaría su vida, y seguiría confesando, predi- |
cando sermones, revisando
sus libros y el corazón siempre abierto a los que ha- |
bían sido sus amigos,
aunque no todos le hubiesen seguido en la conversión. |
Un día Pio XII diría a
Jean Gitton: "Confío que no tardaréis en ver a New- |
man, no solamente santo,
sino doctor de la Iglesia". |
· Todo el que ama, crece
como hombre aquí y en la eterni- |
dad. Dios es hasta tal
punto amor, que todo el que ama se |
acerca más a él. |
· El amor es acción, es
salirse de sí mismo. Por muy nece- |
sario que sea el
sentimiento para que el amor sea cálido, |
humano y humilde, su banco
y su piedra de toque es lo |
que realmente queremos
hacer. El amor no es, en primer |
término, sentimiento, sino
acción. |
· Pero ¿no debe la sana
razón moderar el amor? La sana |
razón no tiene por qué
moderar el amor real, sino apoyarlo, |
ayudar a que sea auténtica
realidad. |
(Catecismo Holandés) |
8 (48) |
EL ORATORIO, |
INSTITUCIÓN CIUDADANA |
El Oratorio nació en Roma
y a imi- |
tación del romano, surgió
y prospero |
en otros lugares, como una
institución |
ciudadana. Es decir, como
una obra |
apostólica llamada a
ejercer su bené- |
fico influjo a toda una
ciudad, y no |
sólo a un sector o parte
limitada de la |
misma, como podría ser un
distrito o |
barrio ciudadano. Seria,
por la misma |
razón, menos propio del
Oratorio el |
establecerse es lugares
demasiado pe- |
queños: la ciudad,
entendida como un |
núcleo de población no
limitado y ge- |
neralmente grande, es su
lugar ade- |
cuado. |
San Felipe Neri fue el
apóstol de |
Roma, de la ciudad de
Roma, de toda |
la ciudad de Roma. No es
posible Ima- |
ginarlo de otra manera
cuando repro- |
ducimos la memoria de los
hechos; ni |
en modo alguno podríamos
considerar |
su obra, el Oratorio, sólo
como un as- |
pecto de su vida y de sus
actividades |
o un testimonio parcial de
sus ideales, |
o una faceta de su
apostolado: el Ora- |
torio fue toda su vida, y
toda su vida |
la dedicó a Roma desde el
Oratorio. |
Hubo entonces, en Roma,
otros san- |
tos contemporáneos y
amigos suyos |
que llevaron a cabo obras
magnificas, |
de repercusión universal,
fecundos de |
bien y de gran consuelo de
la Iglesia; |
pero ninguno de aquellos
santos fue |
más romano que San Felipe
Neri a |
pesar de no haber nacido
éste en Ro- |
ma: ninguno conocía mejor
que San |
Felipe los lugares y las
iglesias de Ro- |
ma, ni cruzó más veces sus
plazas, ni |
caminó más por sus calles,
ni trato con |
más gente, ni oyó más
confesiones, ni |
convirtió a más pecadores,
ni conforto |
a más almas, ni fue más
popular que |
San Felipe Neri. Para él,
en Roma, no |
había frontera en ningún
lugar, ni |
puerta en ninguna casa, ni
secretos en |
los corazones. Era el
Santo de Roma: |
él y su obra eran romanos,
lo más ro- |
mano que la iglesia vio
surgir enton- |
ces en esta ciudad, que
era como su |
corazón. |
La Iglesia .12 querido
asegurar por |
medio de las leyes que ha
dado al |
Oratorio, la permanencia
de esta cua- |
lidad ciudadana, es decir,
no ceñida a |
un perímetro limitado,
porque así que- |
daría desfigurada su
genuina finali- |
dad y sofocada su vida, en
perjuicio |
del bien propio del
Oratorio y del bien |
general de la Iglesia. |
La misión del Oratorio es
trabajar |
para Dios sobre toda la
ciudad y bene- |
ficiar así, no solamente a
las almas |
que más de cerca le
tratan, sino a las |
demás organizaciones y
obras eclesiás- |
ticas inscritas en la
misma ciudad, |
tanto si éstas ejercen su
labor en lu- |
gares determinados o sobre
definidas |
clases de personas, como
si la ejercen |
en forma más amplia, al
estilo del |
Oratorio. Luego, en el
Cuerpo Místico, |
se opera esa misteriosa
Ósmosis sobre- |
natural, que descubre y
reconoce todo |
el que tiene verdadero
espíritu de fe, |
por medio de cuya
operación todo se |
equilibra y compensa y
apoya en la edi- |
ficación del único Cristo
total. Y la |
Iglesia de Dios, que se
adorna con la |
Variedad', como dicen
nuestras Cons- |
tituciones, también
necesita obras y |
Apostolados del estilo del
Oratorio, co- |
mo entre los seres vivos
los cuerpos ne- |
cesitan músculos y huesos
de diferen- |
tes medidas, o les
quitaría la vida el |
que intentara reducirlos
todos a una |
misma dimensión. |
En una ciudad, el
Oratorio, es ante |
todo, una casa de Dios,
donde sacer- |
9 (49) |
dotes, clérigos y laicos
hacen corona |
alrededor de su altar para
alabarle y |
bendecirle, y luego
trabajan para ex- |
tender su gracia y su
gloria entre las |
alias. Es una familia
sacerdotal, her- |
mana de los demás
sacerdotes de Cris- |
to: es un hogar donde se
mantiene en- |
cendida la llama de la
oración para |
que prenda en los que
pasan su um- |
bral; es un templo donde
te reza y se |
canta y se hace llegar
ejemplarmente |
la unción sobrenatural de
los actos li- |
túrgicos al pueblo de
Dios: es un cen- |
tro de cultura y una
escuela de forma- |
ción religiosa donde se
forman las al- |
mas de todos los que
buscan el reino |
de Dios, su verdad, la
fuerza de su pa- |
labra y el sentido de
Cristo, y a su |
vera oyen y siguen la voz
del Señor y |
se despiertan vocaciones
sacerdotales |
y religiosas que
benefician y consue- |
lan a toda la Iglesia, y
se preparan |
para la vida corazones
generosos y ale- |
gres que van a rejuvenecer
el cristia- |
nismo en el mundo y a
fundar familias {1}. |
cristianas. |
En cada ciudad donde se
estable- |
ce, el Oratorio acaba
integrándose tan |
profundamente en ella que,
aun cuan- |
do la observancia de las
mismas leyes |
y la fidelidad a un mismo
espíritu |
mantiene los años
esenciales comunes |
entre todos los Oratorios
del mundo, |
como hermanos de una gran
familia, |
cadi uno adquiere, sin
embargo, los |
matices Inconfundibles de
la propia |
personalidad surgida de
ese arraigo |
ciudadano o encarnación
local que le |
distingue. |
Cada una de nuestras
Congrega- |
ciones del Oratorio de San
Felipe Ne- |
ri —que así se llaman—
recibe, además, |
el nombre de la ciudad
donde tiene la |
sede y, de ley ordinaria,
es una misma |
ciudad, no debe existir
más de una |
Congregación. |
Cada diócesis es una
Iglesia peque- |
ña; cada ciudad nos
recuerda Roma. |
Nosotros quisiéramos
siempre, donde |
estamos, recordar a
nuestro Padre San |
Felipe y, aún más, hacer
el bien que |
él haría, si Roma
estuviese aquí y si |
San Felipe fuésemos
nosotros. |
CORTINAS DE HUMO |
Es curioso: las noticias
referentes a la Iglesia ―exageradas, incompletas, defor- |
madas― que pueden
resultar, no sólo desagradables, sino chocantes entre la |
generalidad de personas
poco o mal informadas en materia de religión, siem- |
pre proceden de los que
deberían tenerlas al corriente de otros asuntos de |
mordiente actualidad y que
serían más de su competencia, entre las cosas |
del siglo; pero que
―¡ay!― no les conviene, ni poco ni mucho referir, y por |
eso "utilizan"
una vez más ―¿cuándo será la última?― a la Iglesia para ten- |
der, a costa suya, hábiles
cortinas de humo. |
La celebración de la
JORNADA MUNDIAL DE LOS MEDIOS DE COMUNICA- |
CION SOCIAL, que la
Iglesita ha establecido y que tiene lugar en este mes de |
mayo, no quedaría sin
fruto si, por lo menos, nos pusiera sobre aviso y em- |
pleáramos todos nuestros
medios para aclarar y tranquilizar a las personas |
fácilmente escandalizables
a causa de las malas informaciones. Digan lo que |
digan "Los profetas
del mal agüero"—como les llamaba Juan XXIII—, nunca |
como en nuestra época ha
habido, en la Iglesia, un ansia más universal de |
dureza y de fidelidad al
Evangelio, y de sincera preocupación para testimo- |
niarlo ante el mundo. |
10 (50) |
JUAN XXIII |
Y EL CARDENAL BARONIO |
También el mes de mayo nos
recuerda algunos hitos importantes en la his- |
toria del Cardenal
Baronio: hitos de la inteligencia y de la gracia. En este mes |
recibió el doctorado en
ambos derechos (1561); en este mes fue ordenado sa- |
cerdote (1564); en este
mes de 1596 pasó una de las mayores tribulaciones de |
su vida, cuando, con todas
las fuerzas de la persuasión y las súplicas de sus |
lágrimas, quería evitar
que fuese nombrado cardenal por Clemente VIII: "Ha- |
ce treinta años que no
cesó de hablar en contra de los clérigos que van en busca |
de ser promovidos à
obispos o cardenales y no os dais cuenta del mal ejemplo |
que yo daría si, por fin,
aceptara cosa semejante". Pero el Papa le impuso el |
cardenalato bajo pena de
excomunión, si se resistía. Desolado, obedeció. A los |
pocos días—4 de junio—un
emisario papel llamaba al Oratorio para hacerle |
entrega del
"capello". |
Pero también en el mes de
mayo, nueve años después (1905), la angustia vol- |
vió a visitar el pobre
corazón del ejemplar hijo de San Felipe Neri: lo iban a |
hacer Papa. En el cónclave
anterior ya había corrido el mismo riesgo; pero se |
vio salvado por la
interposición del peto del rey más poderoso de Europa que |
temía a aquel gran
defensor de la Iglesia. Esta vez, sin embargo, los cardenales |
parecía resueltos a
prescindir de las injerencias seculares y ya se dirigían a la |
capilla Paulina casi
arrastra do a Baronio para tributarle el debido homenaje |
como Papa, mientras él,
abrazado a las columnas, no consentía ser arrancado |
de su negativa. Esta
actitud, y la repetición del peto, por el mismo rey, llevaron |
a los demás cardenales a
elegir a otro, y recayó el sumo pontificado en el car- |
denal Borghese, que tomó
el nombre de Pablo V. |
¿Por qué era amado y por
qué era temido Baronio? |
Por su amor a la verdad,
por su integridad en la defensa de la Iglesia, por |
su incorruptible
fidelidad. El gran restaurador de la Historia de la Iglesia, com- |
parable, en esta materia,
a la misión teológica de Santo Tomás de Aquino, ha- |
bía impresionado a Europa
entera con la publicación de los Annales ecclesiastici. |
Basta recordar que, a
pesar de lo rudimentario de las artes gráficas de aque- |
11 (51) |
llos tiempos, fueron 21
las ediciones integrales de la obra y 15 las compendia- |
das, con las traducciones
contemporáneas al italiano, alemán, polaco, francés, |
todas en el mismo siglo
XVI. Si en alguna otra parte de Europa faltó la difusión |
del original en latín o la
traducción en idioma vivo, se debió, principalmente, |
4 las represiones llevadas
a cabo por la Inquisición que, como se sabe, a pesar |
de su apariencia
religiosa, era un instrumento al servicio de la política de los |
reyes que la
establecieron. En cambio, se compres de la predilección y la con- |
fianza con que le trataron
y requirieron su consejo, en los asuntos más graves. |
Papas como Gregorio XIII,
Sixto V. Inocencio IX, Clemente VIII y Pablo V, |
coetáneos suyos. |
Después de estos Papas, no
han faltado los recuerdos honrosos de los Sumos |
Pontífices hacia la figura
de este virtuoso y sabio hijo de San Felipe y fiel ser- |
vidor de la Iglesia, en
particular Benedicto XIV, que lo declaró "venerable" y |
|
luego León XIII, Pio XI,
Pio XII y Juan XXIII. En particular Pio XI ―que |
había sido, de cardenal,
prefecto de la Biblioteca Vaticana, lo mismo que Ba- |
ronio― se sorprendía
de que Baronio no hubiese sido canonizado. Pero, en el |
Oratorio, ha habido
siempre una falta de afición para la tramitación de pro- |
cesos: el mismo que ahora
se lleva adelante para Newman, aunque secunda- |
do por el Oratorio, se
debe al arzobispo de Birmingham. |
Pio XI publicó una
estimable colección de documentos relativa a Baronio. |
No obstante, todavía mayor
significado reviste el afecto de siempre que el Papa |
Roncalli tuvo por Baronio.
Sería posible confeccionar una antología de referen- |
cias sacadas de documentos
y discursos. Incluso nos bastaría, por todo, repro- |
ducir un punto ―el
último― de los de Ángel Roncalli, en marzo de 1925, escri- |
bía en su
"Diario", cuyas son estas palabras: "Pongo en mi escudo las
palabras |
OBOEDIENTIA ET PAX, que el
Padre César Baronio pronunciaba todos los días |
besando en San Pedro el
pie del Apóstol. Estas palabras son, en cierto modo, |
mi historia y mi vida.
¡Que sean ellas la glorificación de ml pobre nombre por |
los siglos!" así
escribía en el retiro que le preparo a la consagración episcopal. |
Pero tal admiración no era
fruto de última hora, sino que tenía su origen |
en los años jóvenes de su
sacerdocio, cuando estudiaba en Roma y, en sus in- |
vestigaciones, descubrió y
apreció el valor del hombre y de la obra de César |
Baronio. De entonces—año
1907–, el sacerdote Ángel Roncalli, tenía publica- |
da una obra sobre Baronio:
obra posteriormente reeditada ―1961― por "Edizio- |
ni di Storia e
Letteratura", en la que, con brevedad y precisión, conservaba to- |
do el interés y atractiva
agilidad que, medio siglo, no había evaporado. Carlo |
Dionisotti así comentaba
la publicación: "No serán muchas las disertaciones y |
conmemoraciones que
invitan a una lectura después de haber pasado medio si- |
glo o más. Pero en este
caso Roncalli resiste bien, y resiste con independencia del |
Papa, y precisamente
también porque ya es Papa. Este encuentro lejano del |
joven Roncalli y de
Baronio constituye un momento destinado a ser como un |
marco, a distancia, en
función del presente". |
12 (52) |
EL HOMBRE |
El primer aspecto en el
que Roncalli se detiene en su estudio, es el hombre. |
Para ello, afirma,
"no basta detenerse en las simples apariencias de la corteza, |
sino penetrar en aquello
que realmente era: un gran carácter, un formidable |
trabajador, un
santo". |
Baronio era sincero y
sencillo, con "pocas ideas fundamentales", capaces pa- |
ra obrar en él la total
transformación de su espíritu". |
En Roma, y precisamente
por esta gran sencillez, aparecía espiritualmente |
situado por encima de
todas las pequeñeces del ambiente, de las habladurías |
de corte, de las
ambiciones seductoras, su mirada puesta en lo profundo de la |
gran causa que debía
servir siempre y en todas partes con la imperturbable se- |
renidad de espíritu que,
por ello mismo, comunicaba a sus juicios y a sus con- |
sejos la mayor estira y
veneración". |
Roncalli elenca las
diversas actividades desarrolladas por Baronio: como |
escritor e historiador da
cola publicación de los 12 gruesos volúmenes de los |
Anales "podían haber
bastado para agotar la vida de un hombre"), como ilus- |
trador de la vida de la
Iglesia en las conversaciones del Oratorio. Al mismo |
tiempo mantenía una
copiosísima correspondencia y cumplía sus deberes sacer- |
dotales en los ministerios
propios de la Congregación. Todo lo cual le empleaba |
bien doce horas del día,
sin contar las que luego dedicaba al cultivo del espí- |
ritu y a la oración. Tanta
laboriosidad podría haberse juzgado, en aquellos tiem- |
pos, como una locura, pero
él la consideraba como un deber para con Dios y |
para la Iglesia. |
Habla luego—resumimos
siempre a Roncalli— de su santidad, no consistente |
en exterioridades, ni en
lo que llama la atención, sino "en el saber abnegar |
constantemente, y en el ir
destruyendo los motivos que otros buscarían para |
provocar la alabanza del
mundo; el amor puro a Dios, por encima de todo lo |
terreno, darlo todo,
sacrificarse en beneficio de los hermanos y, al presentarse |
la humillación, seguir los
caminos marcados por la Providencia en el amor a |
Dios y al prójimo, que es,
en definitiva, lo que conduce a las almas elegidas al |
cumplimiento de su propia
misión; porque toda la cantidad está en eso". |
En el ejercicio de las
obras de misericordia, Baronio "se anticipa, ya en aque- |
llos lejanos días, en los
cuales, el pueblo, traicionado por las vanas promesas del |
mundo, volvería a los
brazos de la Iglesia por los caminos del corazón y por me- |
dio del divino concepto de
la fraternidad cristiana", extendido a todos. |
EL ESCRITOR |
En aquella época, la
pasión de los reformistas que abandonaron a la Iglesia |
de Roma, les llevó a no
pocas tergiversaciones históricas en las que pretendían |
apoyar nuevas razones
& su actitud. Ataques que, muchas veces, habían dejado |
13 (53) |
a los católicos
"humillados, afligidos, destrozados". Los Anales constituyeron no |
solamente una defensa,
sino además un resurgir de la ciencia histórica: "Co- |
mo el joven David
descendió al torrente de la verdad en busca de unas pocas |
piedras para derribar al
gigante", así Baronio, con sus verdades, defendía a la |
Iglesia de los que
equivocados o maliciosos la atacaba, o de los aprovechados |
que pretendían utilizarla
para fines temporales. |
Como escritor, Baronio,
amo, por encima de todo, la verdad. "Dios, para de- |
fenderse, no necesita de
nuestras mentiras, o de las vueltas de nuestro pensa- |
miento: la mejor apología
de la Iglesia es la historia sincera de su vida". |
Desde el punto de vista
científico la obra de Baronio constituía "una revi- |
sión serena y concienzuda
de todas las famosas Indagaciones alegadas en los |
prejuicios heréticos....
una ilustración grandiosa de la obra de la Iglesia y del |
Pontificado a través de
los siglos: una significación imponente de la seria re- |
novación de los estudios
históricos que, con él, se iniciaba, y cuyo valor no era |
posible, entonces, medir
cumplidamente, pero que hoy estamos obligados a re- |
conocer y admirar". |
Fue Baronio, "el
profeta bíblico que lanzó el primer anuncio de la resurrec- |
ción", porque puso
"los documentos de la historia al servicio de la verdad". |
"La vida de Baronio
en Roma, como Sacerdote y como cardenal, fue un aviso |
para todos, para seguir
una vida cristiana, y no mundana; tuvo el significado |
de una acusación y de una
enérgica reacción contra la fastuosidad de entonces: |
fue una señal de retorno a
la pureza de los principios evangélicos. Y su obra, |
la inmortal obra de los
Annales ecclesiastiel, fue una batalla admirablemente |
conducida, victoriosa para
la Iglesia; hoy, todavía, cuando se derrumban tantas |
cosas que ya se olvidan
para siempre, permanecen inmortales como un mo- |
numento." Capecelatro
―también oratoriano, también cardenal, también bibliotecario va- |
ticano...― dice de
Baronio, simplemente, "que era como un fruto de un árbol y |
que, el árbol, era San
Felipe". San Felipe pudo y supo conducirlo y, en deter- |
minadas ocasiones, casi a
la fuerza, hasta la madurez espiritual e intelectual de |
que era capaz. Baronio fue
el primer sucesor de San Felipe, el segundo Prepó- |
sito del Oratorio. Tal
vez, en el corazón de nuestro Santo Padre, era también, su |
primer hijo espiritual. |
Apenas nombrado Papa, Juan
XXIII, regresaba al Vaticano, en coche des |
cubierto, de la ceremonia
de "posesión" de San Juan de Letrán. Al pasar por la |
plaza de la Chiesa Nuova,
entre los aplausos de la gente, se quitó el sombrero y - |
señalando el Oratorio,
explicó: "Es que aquí hay los sepulcros de San Felipe |
Neri y de César
Baronio". |
14 (54) |
VIVIR ENTRE JESUITAS |
"¿Qué es lo que yo he
visto durante |
los siete años que he
vivido entre los |
jesuitas? La vida más
laboriosa, la |
más frugal, la más
reglamentada; to- |
das las horas distribuidas
entre los |
cuidados en que nos
envolvían y los |
ejercicios de su austera
profesión... Me |
atrevo a decirlo: no
existe nada tan |
contradictorio, tan
insólito, tan ver- |
gonzoso, como acusar de
relajación |
moral a los hombres que
llevan en Eu- |
ropa la vida más dura y
que marchan |
a buscar la muerte en los
confines de |
Asia y América...". |
¿Quién ha escrito estas
palabras? |
Alguien del que es
imposible la menor |
sospecha de beatería:
Voltaire, la en- |
carnación más cruda del
espíritu de la |
Ilustración del siglo
XVIII, ese hom- |
bre escéptico en muchas
cosas, pero |
apasionado defensor de las
que creía |
verdaderas. En el caso de
los jesuitas, |
los conocía bien por haber
convivido |
con ellos, y porque era
bastante inteli- |
gente para reconocer su
mérito, y sin- |
cero para proclamarlo. |
La Iglesia y sus obras son
tanto |
más censuradas cuanto más
eficientes |
se muestran, sobre todo
cuando esta |
eficiencia no es
convertible, hasta el |
agotamiento, en provecho
del que es |
capaz de censurar. |
Entre los maldicientes de
las obras |
de Dios encontramos
siempre dos cla- |
ses de hombres: a los
ignorantes y su- |
perficiales que trasladan
su mundo |
vulgar, de pequeñas
codicias, a todos |
los demás hombres
"Piensa el ladrón, |
que todos son de su misma
condi- |
ción"— y a los
verdaderamente ma- |
lévolos, que censuran y
espían, dolidos |
solamente de que les
falten más pre- |
textos para denigrarlas,
tan bajos en |
su envidia, en su avaricia
y en sus pa- |
siones, que necesitan
hundir todo lo |
que resplandece para medio
flotar |
ellos. |
Por eso hay que desconfiar
de lo |
que se dice en contra de
la Iglesia, de |
sus obras, de sus hombres.
Porque lo |
dicen los que, ellos
mismos, más nece- |
sidad tienen de
reformarse, y reformar |
sus obras y sus
instituciones. |
"Nos llaman del
Oratorio. Bien. Pero si yo tuviera que poner un nombre |
a nuestra Congregación, la
llamaría del Espíritu Santo". |
San Felipe Neri |
15 (55) |
Martes, día 26 de Mayo |
FIESTA |
DE |
NUESTRO SANTO PADRE |
FELIPE NERI |
Esperamos a todos nuestros
hermanos y amigos |
en la Misa de las 8 de la
tarde |
para honrar a nuestro
Santo |
LAUS DEO |
Director: P. Ramón Mas C.
O. Edita: Congregación del Oratorio - Apartado 182.- Albacete |
Imprime: LA VOZ DE
ALBACETE S. López. 24. 20-5-70 Depósito Legal: AB 103-62. |
16 (56) |
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