BOLETIN DEL ORATORIO ALBACETE.
Nº 98. OCTUBRE. 1971.
ESPERANZA DE OTOÑO
Otoño nos viene encima, en transición rápida —especialmente en La Man-
cha— del calor al viento y del viento al frío. La vegetación tiembla y se desploma.
Enseguida, los árboles desnudos, como manos huesudas, envejecidas, estáticas,
abiertas al aire frío de la tierra y a la luz helada del ciclo, comenzarán en silencio
la larga súplica anhelando la lejana primavera, también breve, pero consoladora
—ángel anunciador del verano—, cuando recomienza el ciclo de las claridades y
de las cosechas, de las promesas y de las recolecciones que acabarán, otra vez,
en el silencio invernal.
Es la imagen de la vida, de la historia y del camino de los hombres, cuando
lo entendemos no como un círculo que se cierra poco a poco, sino como una
espiral que se encarama con Dios al centro: una abertura hacia arriba, modulada
sobre la repetición cíclica de recogimiento, esperanza, trabajo y madurez co-
sechada, subiendo, recomenzando siempre, purificados en la interiorización, en
el optimismo sereno, en la laboriosidad constante, en el fruto pacifico que nos
acerca a Dios, mientras se simplifica la visión, se amplía la perspectiva, se espi-
ritualiza el esfuerzo y sublima la generosidad.
La vida no es un paréntesis que se abre con la cuna y se cierra con la
sepultura; ni un círculo que repite monótonamente su camino como las norias.
Nada se repite. Ningún otoño es igual. Dios y su obra y el mundo siempre
es nuevo. Nuevo sin desorbitarse de la constante ascendente del bien que crece.
Nada muere: esos mismos árboles que el frío depaupera y paraliza por fuera, irán
creciendo en sus raíces, más deprisa que en verano. Así sucede con el hombre
y con las instituciones en las que él es actor. Así sucede en la Iglesia, continua-
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mente renovada, purificándose, encaramada a Dios, digan lo que digan los
manipuladores que hasta de lo santo quieren hacer estrategia para sus débiles
construcciones terrenas. La Iglesia se purifica. No es un círculo cerrado de
intransigencias, sino una espiral creciente de pureza, mientras va creciendo en la
comprensión del hombre, en la perspectiva del mundo, en el acercamiento a
Dios, y en la esperanza de más primaveras, predicando este sueño que parece
imposible de creer, pero que todos los hombres anhelan cuando limpian su
corazón de egoísmos: la hermandad universal de la humanidad, como un árbol
de vida" cuyo tronco es Dios.
OBISPOS Y SACERDOTES
Ha sido de una importancia extraordinaria para la Iglesia, en España,
la reciente Asamblea de obispos y sacerdotes. Sobre la misma nos ha llegado
información buena y mala, e incluso tendenciosa, como han lamentado varios
obispos, entre los cuales monseñor Mauro Rubio, de Salamanca, el doctor
Pont y Gol, arzobispo de Tarragona y el mismo cardenal primado Enrique
Tarancón.
La misma extraordinaria trascendencia de la Asamblea, dentro de la his-
toria de la Iglesia, en España, puede haber sido motivo para ello. El diario
de Murcia, LA VERDAD, ha dicho en un expresivo párrafo: "Ya es la Igle-
sia española, con su jerarquía al frente, la que con voz unánime, pide sinceri-
dad. libertad, desasimiento de apoyos temporales, testimonio de pobreza, ho-
nestidad y denuncia de la injusticia y de la opresión donde quiera que las haya".
La mejor y más completa información publicada en España ha venido en
la excelente revista semanal
"VIDA NUEVA"
en el ejemplar con los números 799/800, del 25 de septiembre y 2 de octubre.
Puede pedirse a
Propaganda Popular Católica
Acebo, 54 — Apartado 19049.
Madrid (16)
2 (54)
LA IGLESIA
EN LA SOCIEDAD MODERNA
El cardenal Joseph Hoeffner, arzobispo de Co-
lonia  y miembro del Secretariado para los no Creyen-
tes, estableció en diez tesis las diferentes relaciones
entre la Iglesia y la sociedad moderna. Las formula-
ciones del cardenal han gozado de notoria difusión
especialmente en Alemania. Entre nosotros un aspecto
de su pensamiento puede ser conocido a través de
una obra suya, editada por Rialp, con el título de
DOCTRINA SOCIAL CRISTIANA, precioso com-
pendio, por su claridad, brevedad y solidez.
Reproducimos el enunciado de las Diez Tesis, con
sucintos comentarios del mismo cardenal.
TESIS 1
LA MISION DE LA IGLESIA, QUE ES ANUNCIAR LA SALVACION DE
CRISTO, NO EXCLUYE LA ACCION SOCIAL, SINO LA INCLUYE
Esto significa que Cristo ha liberado al hombre total, tanto en el plano del
individuo cuanto en el plano de la comunidad. Sería traicionar el mensaje cris-
tiano de salvación reducirlo a una llamada al alma aislada y limitarlo a una
tentativa de consuelo individual. Contra un sobrenaturalismo ampliamente difun-
dido hay que afirmar que, aun después de la caída, existe un orden de la vida
humana colectiva enraizado en la disposición social del hombre, querido por
Dios. Las oposiciones "Iglesia y mundo", "Iglesia y Estado", "gracia y naturaleza"
"fe y razón" tienen, ciertamente, su significación, pero no deben ser entendidas
como si la Iglesia se encontrara absolutamente fuera del mundo. Pero también
sería falso disolver el misterio de la Iglesia en la sociología.
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TESIS 2
EN EL PLURALISMO RELIGIOSO E IDEOLOGICO DE NUESTRO
TIEMPO. LA IGLESIA SOLO PUEDE ESTAR PRESENTE Y ACTIVA
EN LA MEDIDA EN QUE CUENTE CON EL TESTIMONIO DE LOS
CRISTIANOS
Sería una reducción nefasta descansar sobre tradiciones superadas y
posiciones jurídicamente aseguradas. Cuando falta el testimonio
vivo de los cristianos que deben obrar en su medio de trabajo, de profesión, de
estudio, de habitación, de recreación, de colectividad local" (Decreto conciliar
sobre los laicos, núm. 13), la Iglesia ya no puede llenar el espacio espiritual de
la sociedad moderna, y otras fuerzas se introducirán y se impondrán.
TESIS 3
EN LA SOCIEDAD PLURALISTA, ES EL DEBER DE LA IGLESIA
PROCLAMAR LOS VALORES FUNDAMENTALES, SIN LOS CUALES
ES IMPOSIBLE LA VIDA COLECTIVA
El pluralismo, en sí mismo, no comporta ninguna fuerza integrante. Un plu-
ralismo integral contendría un germen de muerte. Sin el reconocimiento de
valores y de derechos fundamentales, ninguna sociedad es posible entre los
hombres y los pueblos. La Iglesia estima que su misión consiste en proclamar
"la justicia y el amor" y en crear "por su universalidad misma, un vínculo muy
estrecho entre las diferentes comunidades humanas y entre las diferentes nacio-
nes" (Const. "Gaudium er spes", núm. 42 y 76) La Iglesia busca lo que liga a
los hombres entre sí y reconoce que todos los hombres, creyentes o no cre-
yentes, deben trabajar en la justa construcción de este mundo, en el cual
vivimos juntos. Por lo cual la tolerancia reviste una importancia decisiva. Nadie,
dice el Concilio, debe ser obligado a "obrar contra su conciencia"; pero, igual-
mente, ninguna persona ni ninguna comunidad pueden ser impedidas de vivir
de conformidad con su propia convicción. (Decl. conciliar sobre la libertad re-
ligiosa del Concilio Vaticano II).
TESIS 4
LA IGLESIA TIENE EL DEBER DE DIRIGIR ADVERTENCIAS Y DE
ELEVAR PROTESTAS CADA VEZ QUE EN LA SOCIEDAD Y EL
ESTADO ESTAN EN CAUSA EL DERECHO A LA VIDA, A LA
LIBERTAD YA LA INTEGRIDAD CORPORAL
El hombre, afirma el Concilio (Cons. "Gaudium et spes", núm. 12, 14, 24 y
41), supera "al universo de las cosas", pues no puede ser considerado únicamen-
te como una parcela de la naturaleza" o como un "elemento anónimo de la
sociedad humana". Por lo cual el Evangelio rechaza "cualquier esclavitud".
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TESIS 5
CUANDO LA IGLESIA SE COMPROMETE POR EL DERECHO Y LA
DIGNIDAD HUMANA. LO HACE EN VIRTUD DE LA AUTORIDAD
QUE SACA DE SU MISION Y NO EN VIRTUD DE UNA AUTORIDAD
COERCITIVA, CUALQUIERA QUE FUERE EL SENTIDO QUE SE
LE ATRIBUYA
La Iglesia no ejerce ninguna compulsión física; es, en efecto la comunidad
de los que creen en el Señor por una libre decisión y que reconocen libremente el
orden y la forma de la Iglesia previstos y queridos por Cristo. Por esta razón, la
tensión entre la autoridad y la libertad no tiene la misma acuidad en la
Iglesia que en el Estado. Mientras que en el Estado se trata de una pertenencia
obligatoria, nadie es obligado a pertenecer en la Iglesia. En las recientes discu-
siones sobre la autoridad y la libertad de la Iglesia, se confunde frecuentemente
a la Iglesia con un Estado. Los discípulos de Jesús tienen una misión de pre-
dicación, no de imposición o retorsión. "Si no los quieren recibir ni escuchar lo
que digan, váyanse de esa casa o de esa ciudad y sacudan hasta el polvo de sus
pies" (Mateo, 10, 14). Violencia y anuncio de buena noticia Evangelio se
oponen irreconciliablemente. La Iglesia no ha venido a perseguir a nadie, aun-
que ella misma, prolongación de Cristo vivo, sigue el camino comenzado por
Cristo cargado con la cruz y perseguido. Su fuerza reside en la verdad y en la
gracia, no en la fuerza exterior ni las guerras.
TESIS 6
EN SU COMPROMISO POR EL DERECHO Y LA DIGNIDAD HUMANA,
LA IGLESIA UTILIZARA DOS METODOS: EL LLAMAMIENTO A LA
CONCIENCIA PERSONAL Y, CUANDO ESTO NO BASTE, LA PROTESTA
PUBLICA
El segundo procedimiento fue empleado frecuentemente, y no en vano,
durante la época del nazismo, por los obispos alemanes, como podría verse en
la carta colectiva de octubre de 1943, contra los excesos de las autoridades nacio-
nalsocialistas de aquella época.
TESIS 7
EN LAS CUESTIONES SOCIALES Y POLITICAS EN LAS CUALES
LOS CRISTIANOS PUEDEN TENER UNA OPINION DIFERENTE SIN
PELIGRO PARA SU FE, LA IGLESIA NO TOMARA POSICION
AUTORITARIA
A la hora de tratar de la forma concreta que hay que dar a la sociedad y
al Estado, los cristianos pueden, como declara el Concilio, llegar a un juicio di-
ferente, con una igual sinceridad, sobre la misma cuestión ("Gaudium et spes"
núm. 43). En tales casos, nadie tiene el derecho de "reivindicar exclusivamente
para su opinión la autoridad de la Iglesia".
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TESIS 8
EN LA SOCIEDAD PLURALISTA MODERNA. LA IGLESIA NO SOLO
HARA ADVERTENCIAS Y ELEVERA PROTESTAS, SINO QUE
OFRECERA SUS SERVICIOS, SOBRE TODO, EN EL TERRENO
EDUCATIVO Y SOCIAL
En la sociedad actual, pluralista desde el punto de vista ideológico de tole-
rancia exige también que se acepte una ampliación en el terreno educativo y so-
cial. El abandono al Estado de todas las instituciones sociales y educativas cau-
saría daño a la libertad de conciencia y a la tolerancia. El Concilio Vaticano II
rechaza el monopolio del Estado en estos términos: "Todo monopolio de este
género es opuesto a los derechos innatos de la persona humana, al progreso de
la difusión de la cultura misma, a la concordia entre los ciudadanos, en fin, al
pluralismo que es hoy la regla en gran número de sociedades ("Gaudium et spes",
núm. 84).
TESIS 9
EN EL TERRENO SOCIAL, ES NECESARIO ESTABLECER UNA DISTINCION
ENTRE LA RESPONSABILIDAD DEL FIEL INDIVIDUAL O DE
GRUPOS DE FIELES Y LA RESPONSABILIDAD DE LA IGLESIA EN
CUANTO COMUNIDAD ORDENADA JERAROUICAMENTE
Los fieles se referirán a los valores fundamentales y cristianos en el ejercicio
de sus deberes y derechos; pero, por otros medios, obrarán en función de su
responsabilidad propia.
TESIS 10
EL FIN DEL APOSTOLADO EN EL TERRENO SOCIAL NO ES LA
CREACION DE UN PARAISO TERRESTRE, SINO LA CREACION
DE UN ORDEN SOCIAL DONDE EL HOMBRE TENGA LA POSIBILIDAD
DE CUMPLIR LO MEJOR POSIBLE LA VOLUNTAD DE
DIOS Y DE LLEVAR UNA VIDA CRISTIANA
Una evasión, en este siglo, fuera de la finitud y de la limitación del hombre
para acceder a la esfera de la libertad defensiva y eterna, no es posible. Todas
las instituciones serán, finalmente, superadas y juzgadas por Cristo a su retorno.
Pero el realismo de nuestra contingencia humana, terrena y temporal, lejos de
inhibirlos frente a la superación de que la humanidad es capaz de ir alcanzando,
nos estimula al continuo mejoramiento, fieles a este camino, u orden", sabedor
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de la corruptibilidad de toda instalación estática, tendente, por ello mismo, a dis-
traernos de la esperanza y de la construcción activa de lo mejor, indefinidamente
superable.
Por ejemplo: lo social
El amor a la Iglesia y la pertenencia a la misma como miembro vivo, no
se satisface con autoconfesiones de fe católica, blasonadas según la vanidad o
el oportunismo aconsejen, sino siguiendo de cerca su vida y asimilando la ver-
dad del Evangelio en nuestro pensamiento, en nuestros compromisos aun sim-
plemente humanos y en la totalidad de nuestra conducta. Ver, juzgar, actuar
con integridad cristiana, sin mutilaciones utilitaristas a la fe: depurarnos de
sentimentalismos engañosos, de etiquetajes farisaicos, de acomodaciones aprove-
chadas que conducen a la profesionalización demagógica con pretextos idealistas.
Cada vez que el Cristianismo deja de considerarse como algo muy privado
o interior, para proyectarlo hacia los demás y la realidad amplia y compleja de
la vida, surge este peligro. Por otra parte, el signo de nuestra época es emi-
nentemente social. Es preciso revisar continuamente nuestra formación y ase-
gurarnos una información merecedora de confianza, como cristianos.
Para seguir con atención el pensamiento social de la Iglesia, aplicándolo
a la situación presente histórica del mundo y de España, nos permitimos re-
comendarle.
"MUNDO SOCIAL"
Pablo Aranda, 3 — Madrid (6).
Es una revista publicada por la Casa de Escritores de la Compañía de
Jesús. También puede adquirirla en Albacete, en la Librería BIBLOS, Con-
cepción, 7 (59)
ELOGIO DEL ARTE
Dijo Dios: «Que exista la luz». Y la luz
existió. Y vio Dios que la luz era bella.
Génesis 1, 3-4.
Parece una tarea inútil, la del artista, y sus obras se consideran, muchas ve-
ces, como el producto de una ociosidad privilegiada. Cierto que es tarea difícil
la de establecer fronteras entre lo que es necesario y lo que consideramos super-
fluo, o entre el bien urgente y el aplazable; pero esta misma tendencia clasifica-
dora, llevada al extremo, es una de nuestras grades debilidades que nos inclinan
a perpetuar la absurda visión maniquea de la vida, y a considerarla más como
una división entre el bien y el mal, que como una ascensión a la cumbre del
bien, única meta de lo absoluto.
. Para entusiasmarnos con el bien hace falta percibir, dejarse bañar por su
resplandor. A ese resplandor le llamamos belleza. Y al que sabe expresarla, de
manera consciente y reflexiva, bajo formas sensibles, le llamamos artista. Arte
es la expresión sensible y reflexiva de lo bello.
Si decimos que el mundo es bello y que es la gran obra de Dios perceptible
a los hombres, es evidente que proclamamos que Dios es el primer y el más grande
artista y fuente, además, de toda belleza: desde el mismo inagotable, desde nos-
otros inalcanzable —luz, "resplandor inaccesible", diría San Pablo—. Pero el
resplandor de la bondad divina envuelve toda la vida humana: reconocerlo y pro-
pagarlo es ser artista; el arte es siempre una comunicación, además de un éxtasis,
de una vibración profunda del espíritu en presencia de las harmonías del bien,
porque piden ser expresadas.
ARTE Y BONDAD
El bien y el arte concurren. No puede haber arte sin expresión de lo bueno;
sin transformar, por lo menos, lo malo en bueno mientras es expresado. Los san-
tos han sido artistas, los "artistas de la Gracia", y los artistas y los amigos de
los artistas de la expresión sensible de lo bueno. Hay maneras de presentar una
santidad tan "utilitaria" y contabilizada, que nada o poco tiene que ver con la
verdadera santidad. ¿Hemos reparado en la belleza de las parábolas de Cristo,
en lo que sería su gesto, su mirada, el tono de su voz..? Reducimos lo sobrenatu-
ral, a veces, a un automatismo mágico y extraterreno, como si se condenara o
marginase la obra sensible de la creación, toda ella elocuencia de la bondad y de
la santidad de Dios.
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Joubert decía: "Nada hay más bello que Dios; después de Dios la cosa más
bella es el alma; después del alma el pensamiento; después del pensamiento la
palabra." Y nos atreveríamos a añadir a esta gradación: después de la palabra
el signo, después del signo el silencio. Con estas condiciones: cuando el silencio
se hace elocuencia; cuando la palabra es vehículo expresivo del pensamiento;
cuando el pensamiento es la nitidez reflejada del alma; cuando el alma es espejo
de Dios.
De Dios fluye, a Dios lleva toda belleza. Puede equivocarse el artista en
la denominación de la Divinidad, pero la luz que aureola su arte es divina y,
tarde o temprano, descubrirá su origen, si lo ignorara. Por esto los artistas casi
nunca son blasfemos, porque están cerca o se acercan siempre al Absoluto, con
la avidez pura del niño que estrena el beso del bien en el camino, todavía nuevo
para él, de la vida.
NECESITAMOS ARTISTAS
Utilitarismo y pereza se confabulan contra el arte, estandarizan la existen-
cia humana y la paralizan para que no sea capaz de descubrir el resplandor vir-
gen de lo bueno, o de añadir bondad a su descubrimiento. Y así impiden el
gozo o lo hacen engañoso y doblemente efímero, desplazando la inevitablemente
pequeña, pero posible, felicidad de esta vida.
Los artistas nos ayudan a salvar este riesgo y hasta nos demuestran que todos
podemos ser un poco artistas, si sabemos captar la belleza que ellos nos ofrecen
con ánimo de hacer participantes de algún modo a los demás de tal ofrenda.
Porque el arte no es solamente para que aprendamos a valorar el equilibrio,
la proporción, la completez e integridad y el gusto que causa la contemplación o
percepción de lo bello, sino que, como hace referencia siempre a lo bueno
—redime en buenas todas las cosas— pide ser comunicado. Todo bien incomuni-
cable (?) deja de ser, por ello mismo, un bien verdadero. De donde tanta falsa
belleza y tanta ignorada belleza...
DESCUBRIR. ELEGIR
El bien, la verdad o autenticidad, la belleza, no están siempre señalizados,
en el camino de la vida. Hay bien y belleza inexplorada. En la óptica de lo
bello existe siempre un resplandor inédito que se deja descubrir y recoger; y en
el corazón del verdadero artista, se despierta una generosidad creadora y comuni-
cadora irresistible, por la que al mismo tiempo que ve, añade, y, al contem-
plar, se suma a la belleza descubierta mientras se abre a comunicarla. Como una
misma agua no pasa dos veces por un río, así la captación estética no se realiza,
ni siquiera en el mismo individuo, a modo de repetición matemática. La iteración
del gozo estético es irrepetible, jamás idéntica. Esa novedad añadida es un gozoso
descubrimiento.
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Pero también es una elección. El artista no solamente ha de tener la capacidad
transparente para percibir, sino que ha de afrontar el riesgo, prudente y valiente
a un mismo tiempo, de elegir. Elegir es completar y añadir algo subjetivo, propio,
a la percepción de la belleza. Un artista no es un copista; todavía menos, no es
un glotón precipitado, catador de todo lo que le parece deleitable, manoseador
de apariencias, que relega y olvida enseguida, ávido de nuevas presas para su
sensibilidad superficial o estragada.
El artista no es un sensual. Elegir es purificarse, muchas veces dolorosamente,
por un gozo espiritual que, aunque se presiente, no pide compensaciones o hala-
gos a la sensibilidad: la música no es ruido, la forma no es masa, el color no es
mancha, la luz no es fuego, la palabra no es enigma... Toda borrosidad se per-
fila, se define, se afina, señala, conspira hacia el equilibrio expresivo, elocuente
y luminoso de la belleza, conjugada en la integridad simplificada de los medios
elegidos para ser transmitida. En aras de esa comunicabilidad el artista ha de
hacer previos y verdaderos esfuerzos de simplificación de elección y lograr
decir o expresar lo más posible y lo más sinceramente posible, en lo menos y más
inteligible, añadiendo a su ofrenda la humildad de saberse inacabado en la obra
que brinda y que hace comunicable para que crezca, se reparta, se haga social,
se difunda como corresponde a lo verdaderamente bueno. El que sea capaz de
elegir el gesto, el movimiento, el color, la luz, la forma y el volumen, el sonido,
la voz, la palabra, el silencio y el momento para conseguir la mejor comunicación
de lo bello, ese es un artista.
LA BELLEZA CERCANA
Pero, con la belleza nos sucede lo que con tantas cosas más o menos buenas:
la mitificamos en algún símbolo externo a nosotros mismos pero que consideramos
"nuestro", evitando identificaciones incómodas, demasiado cercanas. Ser com-
patriotas de un pintor célebre o espectadores de una competición deportiva, ni
nos hace artistas ni deportistas. Lo bueno no debe ser lujo, ni exhibición, ni
capricho. Confundir el bien del arte con alguna de estas cosas, denota plebeyez.
El artista es un evangelizador de la simplicidad, no de la dejadez; de la sinceri-
dad, no de la rudeza o del insulto. La educación para captar y transmitir lo bello
que él brinda a la sociedad, no estriba en hacernos visitadores asiduos de los
museos para poder colocar etiquetas culturales a nuestras conversaciones vul-
gares, sino que debe enseñarnos a descubrir la belleza de las cosas más cercanas,
tanto de las que encontramos como de las que tenemos que hacer, venciendo
rutinas, desprofesionalizando los esfuerzos hasta comunicar a nuestro cotidiano
quehacer el calor personal de una harmonía y generosidad interiores que nos
hacen descubridores y creadores de belleza en lo pequeño y lo grande que hemos
de hacer para que, al ofrecerlo a los demás, lo sepamos transmitir puro y lumino-
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so, como un acto de amor capaz de ser enriquecido por quien nos lo acepte,
para que "lo más precioso no sea destinado a la inmundicia ni pisoteado", como
nos diría Cristo en su evangelio.
Dicen que el arte se estudia; pero en las escuelas pueden enseñar a descubrir
la generosidad creadora, pueden disciplinar en una ascesis depuradora, pero no
pueden hacer creadores, como deben ser los artistas. El artista no se hace, nace.
De donde, todos nacemos, más o menos, artistas; todos podemos depurarnos, más
o menos, en la expresión y transmisión luminosa del bien; todos debemos inten-
tarlo... Los más adelantados, esos que llamamos "artistas", nos preceden como
un estímulo ejemplar, no como figuras míticas a las que basta aplaudir sin
imitar.
Precisamente, en este fin de verano, se ha celebrado en Londres, muy cerca
del Oratorio, en el mismo barrio de Brompton, una exposición artística insólita y
aleccionadora, cuya divisa podía ser muy bien Arte Cristiano para el Hogar. En
ella un grupo de artistas católicos pretendían sensibilizar a sus visitantes en orden
a relacionar el cristianismo y su expresión artística en el seno del hogar, conven-
cidos del valor del influjo ambiental para la educación de la sensibilidad y del
buen gusto. No era mera sugerencia para una mejor decoración hogareña: se
pretendía, más allá de las pinturas, esculturas, cerámicas y complementos arte-
sanos expuestos, insistir en estos dos conceptos: en la de relación entre arte y
cristianismo y el de ambiente y arte.
Pero no supongamos que el sentido artístico se adquiere por el solo hecho
de cubrir paredes con lienzos comprados en exposiciones o colocar cerámicas
sobre tablas de caoba. Es preciso y —es lo que principalmente querían decirnos
aquel grupo de artistas— saber descubrir en las cosas y los elementos sencillos
de la vida diaria, el resplandor de lo bueno y de lo bello, para ser cristianos,
para ser felices, y para hacer más felices a los que tenemos junto a nosotros.
Arte también es ese buen gusto para realizar las tareas cuotidianas y los mismos
quehaceres profesionales o domésticos. No es la abundancia de medios y de re-
cursos lo que favorece el descubrimiento de lo bello y lo que estimula a par-
ticiparlo con los demás, sino más bien la inteligente simplicidad del corazón
capaz de descubrir y agradecer el resplandor que también contiene lo escaso
que, por serlo, da más gusto cuando se descubre. Antonio Gaudí había dicho
al final de una reunión de artistas, como si despertara de una profunda medi-
tación: "La verdadera elegancia se descubre en la pobreza". Como en ese per-
sonaje de Pasolini, de la deliciosa fábula que nos ofrece en Le Streghe: la po-
bre sordomuda recién casada que, al llegar a la choza inmunda que ha de ser
su hogar, cierra los ojos de su marido y de su hijastro para que puedan ver,
transformada por la magia de su trabajo y su limpieza, el resplandor ingenuo de
la pobreza ordenada y limpia, como el heno de la campiña romana, sin añadir
nada más que la simplicidad ordenadora del amor y la alegría de hacer felices
a los demás.
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ARTE Y AMOR
El arte no depende de la riqueza, sino del amor. La riqueza, o el despecho
que origina la envidia, aunque se envuelva en cortezas de humildad, hace dege-
nerar lo bello hacia el esplendor quincallero, brillante y facilón. Donde no hay
tradición y cultivo de la belleza, tampoco hay amor ni espíritu creativo: a lo
sumo se vive del aprovechamiento de una renta a extinguir, progresivamente de-
formable. hasta el recuerdo arqueológico, posteriormente útil nada más para
una cita que adorne la vanidad. Del mismo modo que la palabra "amor" se
aplica abusivamente para encubrir tantas variedades de egoísmo, también se
llama "arte", con frecuencia, a residuos del mal gusto, a falsedades del orden
estético, a quincalla dorada. El arte es esplendor del bien y de la verdad. Don-
de no haya búsqueda de ese bien y afán de autenticidad, no brotarán artistas
y menos la masa que forma la sociedad, poseerá ese nivel medio de buen gusto
que le ayude a aureolar la vida con la unción de la belleza que Dios ha repar-
tido en toda la creación. Por esta razón, Dios, el Cristianismo, tienen que ver
con el arte. Sin Dios, o sólo con ídolos deformaciones de Dios en el alma,
no se puede ser artista, ni descubrir belleza. Sólo con el afán del Absoluto en el
espíritu se puede leer, con los sentidos, o acusar en las vibraciones profundas
del alma, el bien traducible en expresión lúcida que se ofrece con generosidad
y aumenta con su ofrenda.
Bien, verdad, belleza, arte, Dios: son palabras siempre relacionadas, conver-
gentes del amor. Tal vez del arte no pueda decirse que es el mismo amor; pero
es su signo o su lenguaje, o la modulación de este lenguaje. De todas formas,
si no es el mismo amor, por lo menos sí es, siempre, adverbio del amor, si el
amor es la dinámica del bien.
LAUS DEO
Director: P. Ramón Mas, C. O. Edita: Congregación del Oratorio - Apartado 182.- Albacete
Imprime: LA VOZ DE ALBACETE, S. López. 24. 16-10-71 Depósito Legal: AB-103-62.
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