BOLETIN
DEL ORATORIO DE ALBACETE. |
N.º 101. ENERO. 1972. |
SUMARIO |
La paz que está en la
justicia ―en el respeto del |
Hombre― y no en la
fuerza ―en la imposición de un |
Orden―, se desprende
del misterio navideño, ese acerca- |
miento de Dios a la
humanidad con el anuncio de una |
renovación iniciada con
Cristo, pero todavía no acabada |
V por eso urgente. Todo el
esfuerzo de la Iglesia se centra |
en la fidelidad a la
transmisión de este mensaje, del Evan- |
gelio. Siempre nuero,
siempre necesario, coincide con las |
aspiraciones más nobles y
constantes de los hombres que |
buscan, con mejor o peor
acierto, conscientemente o sin |
saberlo, lo que coincide
con el ofrecimiento de Cristo. |
Este número contiene: |
FALSAS IMÁGENES DE LA PAZ |
POR LA PAZ |
BANALIZACIÓN DE LA NAVIDAD |
IDEALES E IDEOLOGÍAS |
ORACIÓN POR LA PAZ |
"VIVIR SOBRIA, JUSTA,
PIADOSAMENTE" |
LA REFORMA LITÚRGICA |
«JESUS CHRIST SUPERSTAR» |
COINCIDENCIAS |
1 |
FALSAS IMÁGENES DE LA PAZ |
La paz no es una insidia.
La paz no es |
un engaño sistemático,
mucho menos es una |
tiranía totalitaria y
despiadada, y de ningu- |
na manera violencia, pero
al menos la |
violencia no osa
apropiarse del nombre |
augusto de la paz. |
Pensamos que es sumamente
importante tener una idea exacta |
de la paz, despojándola de
las seudo-concepciones, que muy a menudo |
la revisten, deformándola
y alterándola, lo diremos en primer lugar |
a los jóvenes: la paz no
es un estado de estancamiento de la vida, la |
cual encontraría en ella,
al mismo tiempo, su perfección y su muerte: |
la vida es movimiento, es
crecimiento, es trabajo, es esfuerzo, es con- |
quista… ¿Lo es también la
paz? Si, por la misma razón de que ella |
coincide con el bien
supremo del hombre peregrino en el tiempo y |
este bien jamás es
conquistado totalmente, porque está siempre en |
trance de nueva e
inagotable posesión: la paz es, por lo tanto, la idea |
central y motora de la
fogosidad más activa. |
Pero esto no quiere decir
que la paz coincide con la fuerza. Esto |
lo decimos especialmente a
los hombres con responsabilidades, |
porque ellos, que tienen
el interés y el deber de mantener una |
normalidad de relaciones
entre los miembros de un determinado |
grupo ―familia,
escuela, empresa, comunidad, clase social, ciudad, |
estado― se ven
constantemente tentados a imponer por la fuerza |
tal normalidad de
relaciones, que asume la figura de la paz, en ese |
cano la ambigüedad de la
convivencia humana se convierte en el |
tormento y en la
corrupción de los espíritus humanos: se convierte |
en impostura vivida la
atmósfera resultante unas veces de una victoria |
sin gloria, otras de un
despotismo irracional, de una represión opreso- |
ra e incluso de un
equilibrio de fuerzas en continuo contraste. |
PABLO VI. |
2 |
POR LA PAZ |
La estrategia de los
poderosos según el mundo, suele ser la que permite |
alcanzar éxitos a corto
plazo; estrategia de la intrascendencia. Se justifican con |
la aplicación inmediata
del derecho (7) que se apoya en el realismo de los hechos |
consumados. No se da
tiempo a ninguna reflexión, a ninguna revisión o, si |
alguna apariencia de esto
se consiente, ha de ser para manipular dialécticas |
que conduzcan rápidamente
a la prevalencia formal de la razón del más fuerte, |
no a reconocer la fuerza
de la razón. La razón impoluta, estorbaría. |
Deshilvanar la historia de
los pueblos es, muchas veces, concatenar los |
efectos de las mayores
razones de fuerza y de las conculcaciones de la fuerza |
de la razón. De donde el
proverbial "si quieres la paz, prepara la guerra" ―de |
los latinos, "si vis
pacem, para bellum"―. Libros de historia o páginas de |
periódicos, muestran
ejemplos continuos de este aserto, todavía válido entre los |
hombres, porque todavía no
hemos aceptado la paz que nos daba Cristo, que |
no es como las paces
―precarias, ficticias, impuestas, aparentes...― que, sin |
Dios, construimos los
pobres hombres. La paz de Cristo no es una paz impuesta, |
ni cristalizada en el
éxtasis de ninguna satisfacción inmovilizante; no es una |
paz que puede apoyarse en
la fuerza. "La fuerza de este mundo, es debilidad |
ante Dios": las
fuerzas son expresión desorbitada y desorbitante del miedo del |
que las exhibe, aunque
pretenda causar miedo, porque siempre, quien más |
teme, no es el que soporta
la amenaza, sino el que la aplica. La garantía de la |
paz cristiana está por
encima de las fuerzas humanas. |
De esta paz nos ha hablado
el Papa cuando ha dado esta consigna para la |
JORNADA DE LA PAZ de este
año. El Papa dice: si quieres la paz, trabaja |
por la justicia. Porque
esta paz es la única paz segura y verdadera; todo lo |
demás no es paz, no son
paces, sino provisionalismos hueros o, sencillamente, |
falsedades. |
No hace muchas semanas,
con ocasión de la audiencia concedida a un |
grupo de hombres que
habían sufrido muy de cerca la guerra ―antiguos |
combatientes, luchadores
de la resistencia, ex deportados y prisioneros, prove- |
nientes de dieciocho
países europeos―, el Papa les decía: |
Vosotros no os resignáis a
recordar las emociones que tan profundamente |
marcaron vuestro destino;
ni siquiera os basta proveer al socorro y a la |
confortación necesarios a
los supervivientes de esta historia dramática |
que concluyó con el
balance de tantos millones de víctimas. Lo cual sería |
ciertamente digno de
alabar. Esta desgraciada y trágica experiencia os |
incita a promover un
porvenir más pacífico. |
3 |
¿Pero quién, actualmente,
se atrevería a decir que no desea la paz?... No |
obstante ¡cuánta
inconsciencia subsiste, todavía, en el mismo corazón de |
muchas manifestaciones que
quieren ser pacifistas! ¡Cuántas mentiras o |
maniobras con afán de
dominio se ocultan tras ciertas pretensiones de |
paz! |
Y el Papa alentaba a estos
supervivientes de la última Guerra Mundial, a |
que, no obstante haber
pertenecido, entre ellos mismos, a campos contrarios |
en la pasada contienda,
dieran testimonio de verdadero y de humano y cristiano |
pacifismo. Y señalaba
algunos puntos que era preciso tener en cuenta y respe- |
tar: El derecho de las
personas y de los pueblos a ser considerados de acuerdo |
con su dignidad, con su
propia originalidad y soberanía y, por consiguien- |
te, eliminando el recurso
a la fuerza ofensiva, la renuncia a la escalada |
ruinosa de armamentos cada
día más mortales, el alejamiento del odio y |
de las discriminaciones de
cualquier clase que sean. |
Pero, puntualizaba: |
No obstante, esto no
basta. SI QUEREIS LA PAZ, TRABAJAD POR LA |
JUSTICIA. La piedra de
toque para un mundo justo y fraternal. |
Dirigiros a las nuevas
generaciones. Conocéis la generosidad de gran |
número de estos jóvenes,
lo mismo que os dais cuenta de sus protestas y |
de su impaciencia ante un
mundo que no les puede satisfacer... Orientad |
con el realismo que os da
la experiencia estas fuerzas vivas hacia los |
nobles ideales que tenéis
en vuestro corazón: la justicia entre los pueblos, |
la amistad, la paz. |
Que el nuevo año, sea para
los creyentes, un estímulo rejuvenecedor de los |
mismos propósitos. La paz
han de hacerla los grandes, los que presiden y rigen |
los destinos de los
pueblos; la paz también pueden malograrla o escarnecerla |
ellos. Pero no desplacemos
demasiado nuestras propias responsabilidades |
cristianas, a nivel
personal, familiar o social. Seamos justos. Si en la sociedad |
donde nos integramos
acudimos con las insaciables apetencias y egoísmos que |
buscan estabilidades al
margen de Dios, o con un Dios que nos sirva en vez de |
servirle, tendremos que
suplementar nuestra propia debilidad con apoyos de |
fuerza, de amenaza, de
coacciones y de estrategias mezquinas que nos llevarán |
y encerrarán en un círculo
cerrado de egoísmos, aunque, aparte de ello, nos |
construyamos y cumplamos
con un convencional y adornador código moral que |
disimule provisionalmente
nuestras grandes debilidades. La paz cristiana es |
dinámica, es creciente, es
trascendente, es espiritual: no es envasable ni puede |
fingirse por el martilleo
sugestivo de las propagandas. Cristo, la hermandad |
universal, el respeto a
los derechos ―al ser― de cada hombre y de cada comu- |
nidad, sin prescripciones,
sin atropellos, sin justificaciones fariseas de "hechos |
consumados". |
4 |
Cuando a nivel personal,
la fe nos sirva para revisar las propias actitudes |
y el enjuiciamiento, según
Dios, del mundo en el cual estamos colocados, hare- |
mos, entre todos, que sea
posible —más posible— la paz, y que la veamos |
crecer, como expansión
libre y fecunda del bien. |
BANALIZACIÓN |
DE LA |
NAVIDAD |
Lo peor de las
banalizaciones no es que ocurran, sino que pasen desaperci- |
bidas. Toda banalización
es el resultado de una presión o de una negligencia |
corruptoras que destruyen
la calidad de lo que tocan y lo vaporizan. |
El concepto de la Navidad
ha sufrido el contagio degenerador consumista, |
explotado ―como
tantas otras cosas santas― con miras propagandísticas que |
lo convierten en un
pretexto comercial más. Varios periódicos, por ejemplo, |
nos han reproducido la
fachada de unos grandes almacenes de Tokio ―donde |
el catolicismo y las
iglesias cristianas constituyen una exigua minoría― con |
un soberbio y tebeesco
"Papá Noel" y su saco a cuestas. Dentro, en los alma- |
cenes, venden los regalos
para la felicidad navideña. Es un detalle de estandar- |
ización occidentalista,
allí también admitida, como se digieren aquí los filmes |
y los reclamos americanos. |
En otros periódicos se nos
exhibía ese colosal abeto de unos veinte metros |
plantado en una céntrica
vía madrileña donde constituía, decía una crónica, la |
«apoteosis de este gran
alarde navideño». |
La celebración de la
Navidad cristiana –por lo menos en países de bautiza- |
dos— ni es una
"apoteosis" ni un "alarde". |
Es preciso descubrir y
señalar estas banalizaciones. Si fuesen excesivamente |
sutiles, pasarían
desapercibidas y no provocarían reacción alguna. El contraste |
evangélico de luz y
tinieblas, de verdad y mentira, de lo que da vida y de lo que |
conduce a la muerte, es
ley de la existencia y del crecimiento de la fe. Creer |
quiere decir elegir
continuamente, seleccionar y crecer en la fe; no significa |
llegar, situarse y
permanecer, como algunos quisieran, en posiciones inmovi- |
listas de logro
cristalizado. La fe no es una seguridad, sino una luz para caminar, |
y la vida todavía es
camino. |
No hace falta que citemos
el delirio luminoso y tenderil de las ciudades: un |
infarto colectivo de
tránsito en las calles, y luz y ruidos y prisas y dinero que se |
5 |
gasta, tenido o esperado o
sin tener —¡ay cuentas de enero!...— Alegría incons- |
ciente, despilfarros,
aunque también mezclado con el deseo de hacer felices a |
los que se quiere. Pero no
tantas veces. |
Es obvio que no existe
proporción entre la celebración gozosa y cristiana de |
la Navidad y esa
banalización ruidosa, comercial y pagana que toma pretexto |
de cualquier conmemoración
religiosa no sólo mitificándola, sino desplazando |
más lejos incluso del
simple sentimentalismo, olvidando y destruyendo valores |
que no acierta ni siquiera
a substituir reflexivamente por otros elegidos con |
libertad, sino cediendo a
la embriaguez que transforma el mundo en gran super- |
mercado de todas las
frivolidades enajenadoras y deshumanizadoras. |
Cristo gozo y liberación
de los hombres, Cristo bendición de los pobres, Cristo |
bienaventuranza luminosa
de los corazones limpios, es olvidado, relegado, co- |
mo un pretérito decorativo
de la historia del mundo. |
Nosotros creemos, sin
embargo, que esta banalización corrosiva, lo misino |
que otras abdicaciones o
reniegos, dejarán paso, finalmente, a una purificación |
de la idea misma del
cristianismo, porque esta banalización engañosa sólo puede |
identificarse con el falso
cristianismo, vaporizarlo y hundirlo, y que servirá |
para forzar el contraste
entre lo falso y lo genuino, haciendo a éste más recono- |
cible, aunque de momento
retrase su progreso e induzca a confusiones colecti- |
vas lamentables. |
La encrucijada del 1 de
enero de 1972, tiene una importancia especialísima |
como JORNADA DE LA PAZ. Se
constata falta de paz en nuestras comunida- |
des. Hay turbación en los
espíritus. Queramos o no, son tiempos de tensión. |
Lo lamentable es que las
tensiones degeneren en conflictos en lugar de discer- |
nir, con la ayuda del
Espíritu Santo, en comunión con los Obispos respon- |
sables, en diálogo con los
demás hermanos cristianos y todos los hombres |
de buena voluntad, las
opciones y los compromisos que conviene asumir |
(Oct. adv., 4). Los medios
de información enturbian con frecuencia las tensio- |
nes. Y las actitudes
pasionales o irreflexivas impiden un entendimiento |
constructivo y pacífico.
Pidamos al Señor que, tanto los compromisos del año |
1970 para luchar contra la
pobreza, como las justas aspiraciones de la |
Asamblea Conjunta en el
presente año, cristalicen dentro de 1972 en frutos |
de verdad, de libertad, de
amor y de Paz. |
IRENEO, Obispo de Albacete |
(dic. 1971). |
6 |
IDEALES |
E IDEOLOGÍAS |
No hace mucho, un teólogo
peruano, de gran influencia intelectual en todo |
el continente americano
―fue el principal redactor del famoso documento epis- |
copal de Medellín―,
decía que, por lo menos en América latina, no era ya el |
caso de hablar de diálogo
teórico entre marxistas y cristianos. Nos referimos a |
Gustavo Gutiérrez,
profesor de teología en la Universidad de Lima y profundo |
conocedor de Marx. |
«La nueva generación
―decía― rehúsa del mismo modo la ideología |
marxista que las que
pudieran venirle de la Iglesia. En todo caso, lo único que le |
interesa, respecto al
marxismo, es un método político y "na eficacia realizadora; |
respecto a la Iglesia, le
interesa solamente el Evangelio. Los cristianos de hoy |
viven un riesgo y una
búsqueda. Hoy la fe vuelve a ser nómada como en los |
tiempos de Abraham: deberá
atravesar desiertos antes de penetrar en una tierra |
prometida, que será
siempre algo provisional que se mueve entre las vicisitudes |
temporales». |
Los críticos más radicales
de la sociedad actual ―Marx el primero― han |
entendido por ideología
las construcciones intelectuales posteriores a una deter- |
minada situación humana,
elaboradas para justificar, mediante la consiguiente |
enajenación, las
diferencias e injusticias mantenidas. Es evidente que las mismas |
experiencias marxistas han
caído en los males que pretendían desterrar, porque |
han elaborado
"otra" ideología. También es evidente que el cristianismo puede |
ser tomado y manipulado
como una ideología cualquiera; pero se resiste a ello |
si se analiza con una
referencia constante al Evangelio. Por esto es buena señal, |
en esta época de crisis de
las ideologías, que incluso las críticas de los que más |
exigen de la Iglesia,
invoquen siempre el Evangelio. |
Buena señal, si lo hacen
con honradez, si también buscan en él esa luz que |
hay que levantar en el
camino de los hombres; si lo enarbolan como un ideal |
purificado y purificador
de todas las ideologías. Porque el Evangelio es el ideal |
para un camino, no un
pretexto ideológico para perezas y egoísmos. |
Si el Evangelio fuese
reducible al solo anuncio de una forma de la grandeza |
y del esplendor del hombre
y de la historia, no pasaría de una ideología más, |
diría Paul Tillich, que
dejaría paso al cinismo y a la desesperación. El Evange- |
lio es un ideal para un
camino, una vertical de eternidad, de espíritu, sobre la |
horizontalidad de lo
secular y sensible, que no destruye, pero que trasciende. |
7 |
ORACIÓN |
POR |
LA |
PAZ |
Señor, Dios de la paz, |
Que has creado a los
hombres, queriéndolos, |
para que participen de la
intimidad de tu gloria: |
te bendecimos y te
agradecemos |
que nos hayas mandado a
Jesús, tu hijo amado, |
artífice de toda
liberación, |
manantial de la paz |
y lazo fraternal entre los
hombres. |
Te agradecemos todos los
deseos, |
todos los esfuerzos |
y todas las realizaciones |
que su espíritu de paz |
ha suscitado en nuestro
tiempo, |
porque es posible, si
queremos, |
sustituir el odio por el
amor, |
la desconfianza por la
comprensión, |
la indiferencia por la
solidaridad. |
Pero abre todavía más
nuestro espíritu |
a las exigencias concretas
del amor |
de todos nuestros
hermanos, |
para que podamos ser, con
más acierto todavía, |
los constructores de la
paz en la tierra. |
Padre de misericordia: |
te encomendamos a todos
los que padecen y trabajan |
para el alumbramiento de
un mundo más fraternal. |
Que para todos los
hombres, |
cualquiera que sea su
raza, |
cualquiera que sea su
lengua, |
venga tu reino de
justicia, de paz y de amor. |
Y la tierra se llene del
resplandor de tu gloria. |
Amén. |
PABLO VI. |
8 |
"Vivir sobria, justa, |
piadosamente" |
Del libro de Jesús
Aguirre, SERMONES EN |
ESPAÑA, Edicusa, M. 1971.
La cita de san Pablo |
(Tito. 2. II) corresponde
a la segunda lectura de |
la misa de medianoche de
Navidad. |
A través de todas las
humanas incertidumbres, que no desaparecen; a través |
de todas las zozobras, que
en modo alguno quedan aminoradas, el futuro cris- |
tiano es siempre futuro de
esperanza. |
A su discípulo le dice el
Apóstol: «Vive sobria, vive justa, vive piadosamente». |
Piedad |
Ante el adjetivo
"piadosamente" reaccionamos con instintivo movimiento de |
repulsa, porque a la
piedad la hemos degradado a mojigatería, a beatería y, en |
el mejor de los casos la
hemos convertido nada más que en humanismo, en deseo |
por nuestra parte de ser
mejores. Está claro que vivir religiosamente implica |
que el hombre busque a
Dios, que escudriñemos nuestro corazón y en el cora- |
zón del prójimo para ir
levantando piedras enteras de la realidad por ver si Dios |
está debajo. Pero
primordialmente vivir en piedad es que el hombre se deje él |
buscar por Dios mismo.
Nosotros lo buscamos a él, y el sentido de esa búsqueda |
es un ciego tanteo de
quienes no tenemos ojos para un camino que es el de los |
ojos de Dios buscándonos. |
El humanismo ocupará un
segundo lugar, un sitio de entretenimiento en |
nuestra preocupación
religiosa. Porque dejarse buscar por Dios es vivir esa fe |
que no podemos
administrar, ni podemos dominar por entero. |
Sobriedad |
Vivir sobriamente. La
pobreza es una virtud evangélica dramáticamente |
imposible en nuestro mundo
de desarrollo y de miseria. No sabemos, hace ya |
mucho tiempo que no
sabemos que es pobreza. Sabemos lo que es desahucio, |
9 |
lo que es tener que vivir
miserablemente. Los otros, si nos ponemos a su alcan- |
ce, nos lo enseñan muy
bien. ¿Hay una distinción entre pobreza como virtud y |
pobreza como situación?
Empecemos modesta, burguesamente por ser sobrios, |
como ejercicio que tal vez
nos lleve al descubrimiento de la pobreza. Antes de |
poseer debemos necesitar.
A través de esa necesidad, medida a escala de todos |
y no únicamente de la que
sería la nuestra, haremos que las cosa, que poseemos |
sean humanas. Nuestra
misión es dominar la tierra, hacerla cercana al hombre, |
porque en el hombre Dios
ha dejado su imagen de preferencia. Poseer algo es |
humanizarlo. Pero las
cosas seguirán siendo nada más que cosas, enemigas |
nuestras en su peso que se
nos adhiere, si no tardamos en ir hacia ellas, si nos |
apresuramos a apetecerlas
sin haber antes calculado nuestra fuerza de dominio |
sobre ellas. El servicio a
los otros, nuestra comunicación con ellos, entrarán |
también, por justicia, por
caridad y por inteligencia, como elemento prepon- |
derante en la medición de
esa capacidad dominante y humanizadora. |
Justicia y Amor |
Vivir justamente en el
amor y en la paz. La justicia en el amor consiste en |
aceptar y comprender el
duro hecho de que tenemos que desear amar siempre |
más de lo que nos aman.
Nos afanamos porque nos quieran, con esa seguridad |
que depara saber que nos
quieren más aventajadamente de lo que queremos |
nosotros. Es nuestro
egoísmo el que queda humillado por la mayor fidelidad |
nuestra a nuestro amor.
Porque nos equivocamos al pensar que nuestro amor |
y el menor que nos
tuvieran terminan en nosotros mismos. El amor de un |
cristiano es un serio,
denso, responsable juego para ir haciendo tiempo mien- |
tras nos llega el otro
amor definitivo, que alumbra lo que no somos todavía, lo |
que nos hace capaces de
desear perdernos en un misterio insondable, amor que |
salva ―que
condena― porque sí ama él mismo más: Dios. |
Justicia y Paz |
La justicia en la paz. La
paz no es algo que se detenta, no es algo que se |
ostenta; la paz es algo
que se busca. Cuando la paz se detenta y se ostenta, |
cuando se ha dejado de
buscar, se ha convertido en guerra. Ha dejado de ser |
el deseo de cobijar a más
amplias y distintas comunidades para degradarse en |
grito polémico de un
grupo, en bandera electoral, legítima en sí tal vez ante- |
riormente, pero ilícita a
partir de tal momento, de los que siguen venciendo |
porque no se transforman.
No sabemos lo que es la paz, ni debemos jamás |
llegar a saberlo. Cuando
nos convencemos de haber llegado a adivinarlo, que- |
remos siempre administrar
nosotros esa paz y defenderla en contra de quienes |
no creen en ella. Entonces
comienza la guerra. Si se trata de una paz intima, |
comenzará la guerra a
asolar nuestros corazones. Si es de paz pública de la que |
se trata, será una guerra
sobre los corazones y los mapas. |
10 |
LA REFORMA |
LITÚRGICA |
Problemas y esperanzas de
su evolución |
11 |
Desde siempre, los poderes
centrales de la Iglesia han dedicado particular |
atención a la vida
litúrgica. A pesar de lo cual se había producido un anquilo- |
samiento tal que la había
sumido a rudimentarismos arcaicos. Se habían |
subestimado los aspectos
pastorales de la liturgia, mientras que el culto a las |
rúbricas impedía nuevas
experiencias y movimientos. |
El paso decisivo lo dio el
Concilio al hacer posible el uso de las lenguas |
vernáculas en las
celebraciones. De este modo las comunidades cristianas |
pudieron, por primera vez,
entrar en contacto con el tesoro de los textos de la |
Iglesia y se hacía posible
una mejor participación: se suprimía la separación |
entre la lengua del pueblo
y la del sacerdote, entre la lengua hablada y la reser- |
vada al culto. |
LA SAGRADA ESCRITURA |
A pesar de esta evolución
positiva ―que solamente es lamentada o encuentra |
oposición entre los
fanatismos tradicionalistas―, es ahora cuando han aparecido |
los verdaderos problemas
litúrgicos: el recurso multiplicado a la sagrada Es- |
critura, que había
permanecido discretamente desconocida por muchos fieles, |
requiere una
interpretación seria de los textos y suscita cuestiones críticas que |
antes no se habían
planteado; tampoco las oraciones antiguas satisfacen siempre |
las exigencias
comunitarias. La estructura de la misa, nacida en la antigüedad, |
necesita nuevas
adaptaciones para responder a las exigencias pastorales de hoy. |
Falta todavía mucho para
el logro de una reforma satisfactoria de la liturgia |
solemne, en especial por
lo que se refiere al aspecto musical. Por una parte, las |
melodías tradicionales,
sin perder su calidad, no siempre encajan con los textos |
vertidos al lenguaje
moderno; por otra parte, la formulación de los nuevos |
textos tampoco resulta en
todos los casos satisfactoria, unas veces debido a la |
rapidez con que se
procedió a las traducciones, otras por evidente pobreza |
cualitativa que ha puesto
en evidencia una inferioridad del concepto lingüístico. |
11 |
LITURGIA Y MUNDO |
Pero el problema esencial
no parece que pueda ser el de las traducciones a |
una lengua menos arcaica o
el de introducir en la liturgia una teología más rica |
en los textos, sino en
conjugar un entrelazamiento entre la liturgia y la vida |
familiar, profesional y
política de los fieles. No puede satisfacer una liturgia |
concebida como un enclave
religioso en medio de un mundo secularizado. La |
construcción de un mundo
sagrado al lado de un mundo que se proclama pro- |
fano conduce,
inevitablemente, a una perniciosa duplicidad. Las relaciones |
entre las obligaciones
sociales del cristiano ―que son una forma de amor al |
prójimo y por lo tanto de
amor a Dios― y de la liturgia en sentido estricto, |
precisan de una previa
reflexión para ser luego traducidos en hechos. La separa- |
ción de la vida cristiana
en vida sagrada y en vida profana, en vida "natural" |
y vida "sobrenatural'
debe ser abandonada. La liturgia no puede ser ni justificar |
una fuga del mundo, sino
que ha de convertirse en fuente de inspiración para |
una actividad social y
fraterna del cristiano proyectado en él. |
Un problema importante de
la reforma litúrgica se refiere al abandono de |
toda mentalidad
arcaico-mágica a propósito de los sacramentos. Aunque el hom- |
bre contemporáneo no es,
en modo alguno, enemigo de los símbolos, como lo |
prueba la importancia
creciente que concede a las artes en la variada multitud |
de sus manifestaciones. |
LITURGIA Y COMUNIDAD |
En el futuro la liturgia
no puede ser concebida sino en relación con la vida |
total de la comunidad. Lo
que ocurre es que esta misma comunidad está en |
crisis. Las tendencias
técnicas y urbanizadas de la sociedad moderna provocan, |
a consecuencia del
crecimiento progresivo de las ciudades, un aumento territorial |
y numérico de las
comunidades. Estas comunidades carecen de dimensiones |
humanas y también, en gran
parte, de contactos sociales internos. El pueblo de |
la Iglesia reunido en
asamblea litúrgica, tiene poquísimos contactos sociales |
fuera del lugar y de los
actos de la misma celebración. No existe más contacto, |
dentro de un acto
litúrgico, que el que se establece entre el sacerdote y la |
comunidad, y falta el
debido entre los miembros que constituyen la total asam- |
blea. Con frecuencia
existe una verdadera separación entre la liturgia y la vida |
de esta comunidad, y la
mayor parte de los miembros no participan, de hecho, |
en los actos litúrgicos
(con una abstención que alcanza el 80 y el 90 %). La |
liturgia no da vida a una
comunidad permanente que subsiste más allá de la |
misma celebración, y
también existen grupos cuya comunión no encuentra, en |
la liturgia, su expresión
suprema. |
Otto Mauer. |
(En el IX Congreso mundial
de UCIP, de Luxemburgo) |
12 |
«Jesus Christ |
Superstar» |
Ha tenido cierta
resonancia mundial la representación teatral que en New |
York se ha montado y
mantenido en cartel, con entusiástica afluencia de público |
especialmente juvenil, con
largas colas en la taquilla y aplausos rallantes en el |
frenesí al final de los
cuadros. Ha llamado la atención en diversos medios |
informativos, americanos y
europeos, porque esta vez no se polarizaba la aten- |
ción en el mito
catalizador de un cantante de moda o de un líder que lanza |
proclamas calificables,
desde algún punto de vista, como subversivas. |
Esta vez se trataba de un
grande y soberbio espectáculo con un argumento |
sacado literalmente
―y puede decirse también que respetuosamente― del |
Evangelio. El personaje
central era Jesús, y se exponía el drama de su última |
semana de vida. |
No es posible relacionar
dicho espectáculo con las representaciones de la |
Pasión que se conocen, un
poco por todas partes, y dignísimas algunas de ellas. |
Muy brevemente puede
decirse que se trata de una escenificación concebida |
para jóvenes, y que éstos
han comprendido y aceptado de un modo inmediato |
con una respuesta
calurosa, verdaderamente extraordinaria, y que ello se ha |
producido sin que haya
mediado, en dicha teatralización, ni irreverencias, ni |
mutilaciones ideológicas,
ni extorsiones del texto sagrado. Se ha conseguido |
mantener, con integridad
teológica, un espectáculo modernísimo en su montaje |
y versión que, si algún
defecto se le puede achacar, ha de ser únicamente técnico |
teatral; pero sin daño
cara al éxito global del espectáculo extraordinario y |
fascinante. |
Dos reflexiones se nos
ocurren al interpretar este suceso y este éxito |
innegable. |
En primer lugar, nos
parece que evidencia la necesidad de permanecer en |
el esfuerzo por presentar
a Cristo e interpretar su vida y sus palabras en rela- |
ción más inmediata con la
fluidez vital de cada época, de cada edad, de cada |
momento: y ahora en el
nuestro. Y decimos esto sin dejar de reconocer que |
sea posible haber
incurrido en la arcaización de su figura a tantos niveles del |
sentimiento cristiano, en
parte por el mismo "respeto*con que se le ha tratado: |
por el temor de perder,
deteriorándola con inseguridades interpretativas, la |
integridad y validez
redentora que en él se centra. No obstante, es preciso |
recordar que el cristiano
no puede serlo con solo guardar y conservar lo que |
13 |
Cristo dijo y fue, sino
que ha de conectarlo y extenderlo hasta meter su espíritu |
en la plasticidad de la
vida actual y actuante. Cristo ha de ser inteligible y vivido, |
en tránsito continuamente
superador y generoso. Gracia y mensaje, don y trans- |
misión, aceptación y
entrega, fe y encarnación. Lo cual no es posible sin la |
generosidad pobre de
seguridades, dinámica de esperanzas, limpia de intencio- |
nes y liberadora y
sobrenaturalizadora de la existencia tal como fluye. |
En segundo lugar, cuando
esa popularización de lo sagrado se realiza a |
base de los recursos y de
los medios "consumistas" y espectaculares, se nos |
antoja detectar, más que
un síntoma de hambre y sed de Cristo, un ansia menos |
definida de algo grande e
ideal, ciertamente, pero todavía no descubierto, ni |
siquiera en Cristo, aunque
se le aclame y vitoree al ritmo de la música nueva |
y a la claridad de las
luces artificiales del cielo eléctrico y centelleante de un |
escenario que ha costado
millones montar. Cristo no es un personaje estelar, |
ni un famoso, ni un
caudillo, ni un revolucionario. Hay en él una dimensión |
superior cuya
trascendencia y reconocimiento no se satisface con su proclama- |
ción. Estos jóvenes que
han aplaudido en el Manhattan neoyorquino al "Lamb |
of God" y al
"King of Kings" y al protagonista del fascinante Jesus Christ |
Superstar, han aplaudido
las coincidencias de su vida con la "forma" en que se |
les ha presentado la de
Cristo; pero es más probable que no hayan reconocido |
en él una meta o un molde
según los cuales debería configurarse. Han presen- |
ciado y
"consumido" una ración excelente de un producto consumista, de una |
cultura vendible y, como
tal, síntoma de un fideísmo decadente, tan criticable |
como las caducas beaterías
sonoras pero estériles, faltas de auténtica vida y |
de creatividad. Ha sido un
espectáculo, otro espectáculo, pero no un paso |
adelante en el anuncio del
Evangelio, cuya eficacia no puede descansar en el |
soporte de unos
costosísimos decorados ―aunque hayan sido diseñados por |
el artista-comerciante
Salvador Dalí―, ni en los mil reflectores o los sonidos |
del "rock"
musical compuesto con acierto, es verdad, por Andrew Lloyd |
Webber sobre el libreto de
Tim Rice. |
Y conste que no apuntamos
esta reflexión como una crítica despreciativa |
sino, simplemente, porque
demasiadas veces, cuando se ha pretendido hacer |
asequible lo sagrado, o lo
hemos convertido en un signo espectacular que ha |
durado lo que el afán
novelero nuestro o de las gentes superficiales ha tolerado, |
o hemos descendido a
vulgaridades triviales, igualmente beatas, o más beatas |
que las que pretendíamos
amortizar. |
El mejor teatro o película
o narración u obra de arte cristiana, no será, |
necesariamente, la que
tenga por protagonistas obligados a Cristo o a los |
* santos, sino la que tome
la realidad terrena y la impregne de sentido cristiano, |
sin demasiadas candilejas,
ni orquestaciones himnódicas. |
Cristo no es un
súper-astro, sino, todavía, el salvador, el libertador de |
este mundo, de esta vida
nuestra de ahora, si cuidamos de no elevar el pretexto |
de su proclamación para
sucesivas enajenaciones luminosas, pero estériles. |
14 |
coincidencias |
GANDHI NOS HABLA DE LA
NAVIDAD |
Los que no quieren la paz
para todos los hom- |
bres, tampoco la quieren
para sí mismos, ya que no |
es posible alcanzarla si,
al mismo tiempo, no existe |
por parte de todos el
mismo intenso deseo de paz. |
Entonces no pensaremos en
la Navidad sola- |
mente como en un
aniversario, sino también como |
en un acontecimiento que
puede realizarse toda |
nuestra vida. |
Lo importante es vivir la
vida que nunca se |
para, que continuamente
marcha hacia la paz. |
Es posible, por cierto,
sentir la paz incluso en |
un ambiente de lucha, pero
sólo a condición de |
sacrificarse y
crucificarse para que desaparezcan |
las causas de los
conflictos. |
Así que, como el
nacimiento de Cristo es un |
acontecimiento, la cruz
también es un aconteci- |
miento en esta vida de
lucha. |
Por esta razón nosotros no
tenemos derecho a |
la Navidad, sin pensar
también en la muerte de |
cruz. |
Cristo vivo, significa
Cruz viva. |
GANDHI (1932). |
ATLAS DE LA LIBERTAD |
Si consiguiéramos hacer
resonar por toda la tierra |
la pregunta: "Hombre:
¿quieres ser libre?", tendría- |
mos grandes sorpresas. |
En el tercer mundo las
masas están sumidas en |
una situación infrahumana
y no podrían dar una |
respuesta auténtica.
Aplastados a un mismo tiempo |
por el colonialismo
interno y por el neocapitalismo, |
una especie de subhombres
han caído en el fatalismo, |
en la falta de esperanza,
en el miedo. |
A la religión, tal vez,
con su fuerza moral le gus- |
taría amparar a estos
oprimidos de los países desarro- |
llados. ¿Pero no estamos
viendo que, tanto en los |
países pobres como en los
países ricos, existe una |
tendencia a utilizar la
religión?... La religión gozará |
de prestigio y de dinero
en la medida en que ayude a |
mantener la situación
establecida. Será tolerada, in- |
cluso alabada, en la
medida en que interceda por los |
pobres ante los poderosos
y los ricos. Pero será invi- |
tada a callar en la medida
en que tenga la audacia de |
reclamar derechos y de
plantear el problema de las |
relaciones sociales en
términos de justicia y de exigen- |
cia de cambio de
estructuras. |
En apariencia podríamos
llegar a imaginar que |
solamente los ricos y los
poderosos son libres. Pero si |
nos acercamos y penetramos
en su interior, descubri- |
remos fácilmente que son
los esclavos de su egoísmo, |
de su posición social, de
su dinero y del miedo de per- |
derlo todo. |
Un atlas de la libertad es
muy difícil de diseñar y |
también muy triste. La
penumbra de la esclavitud no |
tiene límites. |
Mons. HELDER CAMARA,
arzobispo |
de Olinda (17.7.71,
Centenario de "Pax |
Romana", Friburgo). |
LA IGLESIA, TODAVÍA EN
BELÉN |
La Navidad es nuestra
fiesta. Para nosotros la |
encarnación de Cristo no
es algo sucedido allá en el |
fondo de los siglos; es
algo que sigue sucediendo, |
floreciendo en la Iglesia.
Dios sigue viniendo, la |
Iglesia sigue estando en
Belén. Y todo huele aún a |
recién nacido. |
Nos gusta incluso
imaginarnos a esta Iglesia, de |
la que somos apasionados
hijos, como un bebé que |
crece y a quien al mismo
tiempo amamantamos y |
nos amamanta. Un bebé
perseguido por todos los |
Herodes, ignorado por
todos los comerciantes, ama- |
do por los sencillos de
corazón, cuidado y protegido |
por José y María. |
Quizá por eso vivimos
asustados, porque sabe- |
mos que con el primer Niño
no pudieron los fríos, |
ni las mediocridades, ni
las persecuciones. Esta Ni- |
ña-Iglesia que hoy sigue
su tarea tampoco acabará |
pereciendo en esas
trampas: crecerá, madurará, |
infantil, juvenil. Y
nosotros creceremos y madura- |
remos con Ella. |
Mas si no vivimos
asustados, sí vivimos inquie- |
tos. Sabemos bien que
―como decía el villancico― |
"no la debemos
dormir, la noche santa; no la debe- |
mos dormir". Hoy
también la Iglesia atraviesa ráfa- |
gas de noche y zumban los
vientos del peligro como |
en los rincones oscuros de
las fábulas. Pero sabemos |
que esta noche que
cruzamos es "noche santa" como |
la primera. Y no nos
gustaría estar dormidos cuando |
tantas cosas enormes y
magníficas nacen y crecen |
a nuestro alrededor, en
una Navidad permanente. |
Por ello quisiéramos ser
―y quisiéramos que |
nuestros lectores
fuesen― inquietos, pero no amar- |
gados; críticos, pero no
derrotistas; descontentos, |
pero siempre fieles;
insatisfechos de corazón alegre. |
Y dúctiles en todo, pero
en la esperanza tercos. |
VIDA NUEVA (18.12.71). |
15 |
El principio de año |
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