Boletín del Oratorio de Albacete.
Núm. 110. ENERO. Año 1973.
SUMARIO
TNA PAZ que no sea tregua para preparar negocios
de guerra en otra parte, que no sea mentira para
esconder otras violencias. La paz todavía y siem-
pre, en el deseo sincero, en la esperanza mantenida;
la paz fundada y guardada en estas cuatro urgencias y
cuatro burlas de nuestros días: la verdad, la libertad, la
justicia y el amor.
TENER Y NO TENER TIEMPO
EL TIEMPO Y LA ETERNIDAD
LAS RELIGIONES EN EL MUNDO
UNA HORA DE MENDICIDAD EN LAS
GENEROSAS CALLES BARCELONESAS
MENSAJE DE PABLO VI SOBRE LA PAZ
REVISTAS BÁSICAS PARA LA FORMACIÓN
PERMANENTE
1
TENER
NO
TENER
TIEMPO
EN PRIMER lugar se nos enseña a tener tiempo —y
tenemos tiempo— para ganar dinero o para ganar
"más" dinero. Luego, según el plazo que conceda-
mos a la espera para disfrutarlo, tenemos tiempo para el
placer. Ya, en tercer lugar, ocupamos el tiempo en inver-
siones" o "reinversiones" económicas o hedonistas, con
lo que cerramos el círculo de nuestros afanes temporales.
Incluso el cultivo de las amistades, o vida de relación,
dependerá del placer esperado, o de si decoran nuestra
vanidad, o —aún más— de si en el trato mantenido sub-
yacen razones o intereses económicos, que la urbanidad
—prodigiosamente útil— y las buenas maneras de la
hipocresía mundana disimulan, pero que el espíritu
imaginativo y calculador jamás echa en olvido.
¿Y PARA Dios, tenemos tiempo?
¡QUÉ DUDA cabe que hay fieles que a Dios nunca le da-
rían los recortes, las sobras de su tiempo o de su amor!....
Pero no abundan los que quieran imitarles, aunque quie-
ran pasar por "fieles". Una gran mayoría se conforma
con no rebasar las elementales motivaciones del temor:
hay que cumplir" —¡sólo cumplir, y sin pasarse!—, casi
como para defenderse de Dios, castigador de los incum-
plidores. Otros, que no son pocos, añaden o suplen al
temor el interés": no se trata de defenderse, sino de sa-
carle provecho a Dios, bueno y poderoso, que "ayuda" en
los negocios (no faltan los que le ofrecen "participación"
en los beneficios más hipotéticos); puede librarnos de ma-
les materiales, accidentes, desgracias, (de los "morales",
de los pecados, importa menos, puesto que se cuenta
con el fácil automatismo de la confesión rutinaria, sin
conversión); en la educación de los hijos, el oportuno
recuerdo de los castigos eternos facilita la disciplina
familiar y dispone a la represión de vicios que dañan la
salud o manchan el buen nombre social... Etcétera.
¡VED QUÉ poco tiempo tienen para Dios los que a ese
Dios utilizable, inevitable y temido a medias, le ofrecen
—simbolismo social, sugestión beata— un raquítico y
recortado "cumplimiento" dominical!
NO TIENEN apenas tiempo para Dios, como tampoco lo
tendrían para las amistades limpias y desinteresadas.
¿IDEALES, cultura, amor?... Alguna fugaz dulzaina
sentimental; instrucción para ser más egoístas, y, de ni-
ños, les ofrecían un duro para que dieran un beso.
2
El tiempo
y la eternidad
LOS HOMBRES nos empeñamos en medir todas las cosas, y hemos
querido medir, también, ese moverse constantemente fugaz, nunca
quieto, difícil de aprehender, que llamamos tiempo. Pero, el tiempo,
por más calendarios y fechas y ciclos que imaginemos, es solamente la
medida del movimiento. No más. Ni siquiera en una cosa sin medida, el
mismo movimiento, no es tiempo.
Hablamos de futuro y de pasado, hablamos de tiempo presente, sin
darnos cuenta que no salimos de convencionalismos expresados simbólica-
mente, cuando en realidad, como existencia, se da solamente la de ese fluir
actual, incesante, en el que todo es presente y sólo presente. El pasado no
existe, y tampoco existe el futuro: existen nada más que estas tres dimen-
siones del presente: memoria presente del pasado, expectación
presente del futuro, que se enlazan en la intuición inmediata del pre-
sente... presente. En ese solo punto, en la fluidez viva, intuitiva, de este solo
punto, lo abarca todo el espíritu del hombre. Lo demás no existe para él,
fuera de esta realidad psicológica, no espacial, fuera de esta permanencia
consciente que se extiende hacia atrás, hacia lo que llamamos pasado, por
la memoria, y se proyecta hacia adelante, hacia el futuro, por la expectación.
Espera, atención, recuerdo: en el latido único del alma vigilante, imagen
reducida de lo que ce la eternidad propia sólo del Ser infinito, instante
pleno, que podemos concebir como la síntesis en la que se suman todos los
tiempos.
Nuestro espíritu de criaturas está a medio camino entre el instante
fluyente del cuerpo finito y el instante pleno del Espíritu infinito. El tiempo
Va está dentro de la eternidad, envuelto, inscrito en ella; lo material ya está
presidido y recibiendo forma de lo espiritual. La vida de los hombres, como
un andar que se conjuga en el camino hacia la eternidad, constituye el haz
de la Historia. La historia de la humanidad es como un himno cantado a
mil voces, que se eleva y afina, día tras día, a través de la caravana de los
siglos, como un poema al Creador, que recibe el homenaje del hombre total
Cantor inefable que pasa, moviéndose, ascendiendo, purificándose, espiri-
tualizándose, por la Historia, hasta los umbrales del hogar eterno, donde
ya no hay tiempo, porque no cabe la medida y se alcanza la posesión del
Ser infinito y eterno: Dios.
Pero, mientras tanto, pasamos por el tiempo, proyectados por la tensión
de un destino eterno. En la medida que nuestra conciencia se actualice en
la vida, sin esquivar esta tensión, irán cobrando plenitud nuestras construc-
ciones temporales. La trascendencia de lo eterno nos envuelve, y seria vano
querer sustituir o suplir esta verdad por quimeras aberraciones sin sentido
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o simplemente sepultándose estoicamente en la falsa lucidez del absurdo
de los existencialismos que renuncian a peregrinar. A moverse: hacia la
Vida, en can atracción del tiempo por la eternidad, del hombre y de todo lo
creado por Dios.
Si no deja de lado a Dios, si el hombre se cierra a la eternidad, tiene
razón en pensar que es, solamente, —un ser para la muerte—. Pero. A la luz
de la fe, el hombre es un «ser para más allá de lo que llamamos «muerte» en
la que acaba el tiempo de cada hombre. El hombre es, ahora, un ser en el
tiempo, en busca siempre de lo estable y eterno: un ser entre los seres con
hambre insaciable del Ser. El hombre es un ser llamado por Dios, cl Ser
en plenitud y eterno: Dios llama a lo temporal, diría san Agustín, para
convertirlo en eterno.
Fuera de esta «vocación» de este llamamiento, ni el tiempo ni la vida
del hombre en el tiempo, tienen sentido.
LAS RELIGIONES EN EL MUNDO
Población Mundial  . . . . . 3.593.475.000
Europa:
Habitantes  . . . . . 695.563.000
Católicos  . . . . . 242.744.000
África:
Habitantes  . . . . . 346.000.000
Católicos  . . . . . 38.046.000
América:
Habitantes  . . . . . 449.398.000
Católicos  . . . . . 276.245.000
Asia:
Habitantes  . . . . . 2.033.608.000
Católicos  . . . . . 44.179.000
Oceanía:
Habitantes . . . . . . 18.900.000
Católicos  . . . . . 4.404.000
TOTALES
Católicos  . . . . . 605.918.000; Confucianos . . . . . 376.000.000
Protestantes  . . . . . 280.000.000; Budistas . . . . . 176.000.000
Ortodoxos  . . . . . 150.000.000; Sintoístas . . . . . 73.000.000
Musulmanes  . . . . . 480.000.000; Taoístas . . . . . 56.000.000
Hinduistas  . . . . . 430.000.000; Hebreos . . . . . 15.000.000
Otras religiones  . . . . . 915.457.000
Los católicos constituyen aproximadamente el 18 por 100 de la pobla-
ción mundial. En todo el mundo el personal eclesiástico es de un millón
y medio. Los sacerdotes son 413.438 (de los cuales 267.969 son diocesanos
y 145.469 religiosos). Los religiosos no sacerdotes son 84.111 y las religio-
sas más de un millón. Los diáconos permanentes son unos 200, pero esta
cifra se va incrementando progresivamente.
4
CASI UN CUENTO DE NAVIDAD:
UNA HORA DE MENDICIDAD
EN LAS GENEROSAS CALLES
BARCELONESAS
Experiencia periodística sobre la actuación
de los mangantes
LAS monedas iban cayendo en mi mano con la cadencia rápida y desigual
de las gotas que previenen el principio de una tormenta de otoño. La
gente pasaba, miraba, se detenía, rebuscaba en bolsos y bolsillos y depo-
sitaba una moneda rápida, medio vergonzosa, en la palma que yo les tendía en
silencio. No me daban limosna a mí, sino a la imagen que en ese momento
veían de mí: una mendiga, pálida, ojerosa, con un niño pequeño en brazos y
un biberón vacío depositado en la acera, en donde estaba sentada.
Se trataba de ver hasta qué punto llegaba la generosidad —bien o mal
entendida— de los barceloneses. De comprobar hasta qué punto tenían razón
los que me decían que ser mendigo era "el negocio del siglo". Le averiguar la
eficacia de la policía municipal en la detención de los mangantes. De divulgar,
en fin, que no siempre es una buena obra el dar por la calle, puesto que, muchas
veces somos engañados en nuestra buena fe.
Era, poco menos o más, un cuento de Navidad. Poco más o menos, un
esbozo de investigación sociológica.
EL PLANTEAMIENTO
Más de una vez, y más de tres, se ha dicho en estas mismas páginas que,
si bien somos dueños de actuar de la forma que mejor nos parezca, a menudo,
entregando limosna por la calle, fomentamos la mendicidad profesional, y
cerramos el círculo vicioso de numerosos seres marginados, quienes, al obtener
el dinero, recaen voluntariamente en su marginación. Pero por mucho que se
5
haya dicho y hablado de las borracheras en cualquier callejuela después de
una buena cosecha de limosnas, los ciudadanos seguimos teniendo piedad de
esas personas que no plantean una imagen desastrosa de la vida, que, en cierto
modo, no hacen avergonzarnos de nuestro confort duramente adquirido.
Fue hace pocos días cuando se nos ocurrió una idea: Se trataba de com-
probar, en vivo, si era cierto que los mendigos podían "vivir del cuento" como
reyes, si era verdad que los barceloneses eran tan generosos.
Como la mendicidad es una actividad perseguida por la ley, y u represión
corresponde a los ayuntamientos, me dirigí, en primer lugar, a obtener el
permiso para realizar la experiencia, a la Policía Municipal. No sin cierta sor-
presa por mi parte —pues esperaba encontrar dificultades—, el señor Trepat,
jefe de la Policía Municipal, otorgó carta blanca enseguida. El señor Rico de
entusiasmo con la idea —«en cuarenta años que llevo ocupándome de ello, a
nadie se le había ocurrido hacer una cosa así», dijo disfrutando de antemano—
y dictó las órdenes oportunas al argento Bun. Bun, que lleva muchos años al
frente del "Servicio de represión de la mendicidad y la venta ambulante", es
un viejo amigo con quien habíamos ido en una ocasión a buscar mendigos" a
las seis de la mañana. Con él y con el señor Fernández Belimuht, comisario
de Asistencia Social del Ayuntamiento, se organizó todo el plan. Escogimos
el lunes, 18 de diciembre, para la experiencia. No es un buen día para los
mendigos —dijo Bun—. Los días buenos son el miércoles y el viernes, y además
la gente todavía no ha cobrado la paga de Navidad. Pero, como no se trata de
recaudar mucho, sino de recoger más o menos la cantidad media que puede
ganar un mendigo en una hora, el lunes, a las seis de la tarde, puede ser tan
bueno como otro día cualquiera».
Se decidió el lugar: Puerta del Ángel, entre el cine y los almacenes.
EL NUDO
A las cinco de la tarde del lunes, un curioso equipo de gente llegó al
"cuartel general" de la organización: la Comisaria de Beneficencia, en la calle
Ciudad. Josefina, maquilladora de televisión, empezó su labor: cejas postizas,
profundas ojeras, palidez cadavérica. Maquillo también las manos, y ensució la
ropa que el administrador del Hogar de Asistencia Social de Emergencia, señor
Savarau, había proporcionado: era ropa, convenientemente esterilizada, proce-
Los primeros artífices del desarrollo son los que se
dedican a capacitar al hombre a realizarlo por sí
mismo.
Pablo VI, P.P. 35
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dente de los mendigos que llegan al Hogar: un viejo traje negro, una chaqueta,
una toquilla verde, un pañuelo de cabeza morado, una bufanda, medias y
zapatillas negras. El sargento Bun llegó, en compañía del agente Pla, vestidos
ambos de paisano, con el niño": un muñeco de cartón que una mendiga recien-
temente detenida utilizaba para dar el pego". En vuelto en una manta, fue la
"bolsa" donde deposité las monedas de los viandantes. En cuanto al biberón,
lo había comprado yo en la farmacia un par de días antes, y bastó que mi hija
se encargara de alimentar" a sus muñecas durante cuarenta y ocho horas para
que adquiriera el adecuado aspecto cochambroso.
A las 17,50 horas salimos de la Comisaria de Beneficencia, en el jeep de la
policía municipal. Me dejaron detrás de la oficina municipal de estadística, a
cincuenta metros del sitio elegido.
Un poco temblorosa, crucé la Puerta del Ángel y me senté junto a la pared.
Bun y Pla se apostaron en las inmediaciones, para prevenir cualquier emer-
gencia.
Abrazando al niño con la cabeza baja, acurrucada en la acera, tendí mi
mano. Cerré los ojos cuando cayó la primera moneda.
EL DESENLACE
«Pobre mujer. Tan enferma, y además con un niño».
«Falta de glóbulos, yo de eso entiendo».
«Aixó no és un nano, és una nina. Aquesta es una professional de la mendicitat».
«Pobre, es tan anciana. Y parece un poco mema».
Los comentarios llegaban de vez en cuando. Las más de las veces, la gente
se limitaba a mirar, a suspirar, a compadecer, a dar. En un noventa por ciento,
eran mujeres las que daban. Y pertenecían, por su aspecto, más a la clase media
que a la clase alta. Normalmente, la clase alta no se detenía y si lo hacía entregaba
una peseta o dos. La clase media, en cambio, entregaba monedas de hasta diez
duros.
Cada cuarto de hora, un miembro del equipo pasaba delante de mí y encen-
día un cigarrillo. Era mi reloj.
Debían ser aproximadamente las seis y media cuando vi, con mi posición
de cabeza gacha, unos zapatos y unos pantalones que no podían ser más que
los de un mangante. Se paró junto a mí, rozando mi rodilla con su pie. Encendió
una colilla con la colilla que tenía en la boca. De pronto tuve miedo: ¿sería un
mangante dispuesto a tomar represalias por haberme metido en su "zona de
influencia", o quería colaborar conmigo y partir beneficios? Fue entonces cuando
el mendigo vio avanzar por un lado a Bun, por otro a Pla y por otro a Fernández.
Los conocía demasiado... y desapareció de la zona como por encanto.
Poco después apareció mi amigo Cristóbal. Iba con su mujer y sus cuatro
hijos. Cada niño me dio una pesetita. Cristóbal y su mujer también depositaron
7
su óbolo. Cuando más tarde se enteró no se lo quería creer. «Esas manos —repe-
tía su mujer— no eran manos de mendiga. Pero ¿quién podía sospechar nada?
En una ocasión, Bun se tuvo que adelantar porque un miembro del "rondín"
de la Policía Municipal me quería detener. En otra, un agente fuera de servicio
estuvo dispuesto a hacer lo mismo, y nuevamente Bun tuvo que identificarse.
En otra, un sargento y un número de la guardia urbana se acercaron dispuestos
a "armar la marimorena" con aquella mendiga. Desde luego, si una cosa se
pudo demostrar en la tarde del lunes, es la eficacia de la Policía Municipal a la
hora de detener a los mendigos... La gente, ajena a todo aquel trajín, seguía
haciendo llover monedas sobre mi mano. Cosa significativa, a la salida de la
sesión de cine sólo un muchacho dio limosna. Claro que la película era sobre
la mafia, y no predisponía precisamente al amor al prójimo.
A las siete en punto del servicio no sabían que yo era una mendiga de
verdad. Sólo sabían que su jefe les había hecho esperar un rato en la Plaza
Nueva para luego detener a una mendiga.
A las siete y tres minutos un agente me tocó en el hombro. Vamos, señora,
ya está bien. Acompáñeme al jeep». Yo tenía pensado todo un "show" de gritos
a la hora de la detención para comprobar la reacción de la gente. Pero ante
aquella voz tranquila, tan educada, me sentí desarmada. Me resistí apenas,
farfullando algunas frases de protesta. El público que seguía la escena reaccionó,
mitad por mitad, a favor y en contra de la detención. Cuando uno de los miem-
bros del equipo soltó una risa nerviosa de alivio, al comprobar que todo había
ido bien, la reacción del público fue violenta: «Si se lo llevaran a él no reiría, no».
En el jeep había una mendiga, con un chavalillo —esta vez, de verdad—
vivo y coleando. Pla se sentó enfrente de mí. Bun lo hizo junto al chofer. Había
otros dos agentes más. En el primer momento seguimos con la comedia. Pero
luego Pla le pegó un chupetón a su pipa y me guiñó un ojo. Y entonces la
sonrisa de alivio fue general.
Se evita la mendicidad profesional, canalizando las limosnas
hacia las obras benéficas —por ejemplo "Cáritas"— generalmen-
te deficitarias.
Y se evitan las causas de la mayoría de tan tristes —reales o
aparentes— miserias e injusticias, ayudando generosamente a
instituciones religiosas y culturales, encargadas de difundir in
Palabra de Dios y de despertar la conciencia del hombre.
Una "caridad" irreflexiva y solamente sentimental tiende a
favorecer lo mismo que desea remediar.
8
1.121 PESETAS: UN "SUELDO" MUY ALTO
De vuelta a la Comisaria de Beneficencia, mientras despegaba con colonia
las cejas postizas y llegaban del bar cercano media docena de tés bien calientes,
se hizo el recuento de lo recaudado. El éxito sorprendió a la propia empresa:
¡mil ciento veintiuna pesetas con ochenta céntimos, en una hora y tres minutos!
Lo recogido re repartió de la siguiente forma: tres monedas de cincuenta pese-
tas. Trece monedas de dos cincuenta, ciento veintitrés de una, siete de dos reales
y tres de diez céntimos.
La cantidad recaudada ha sido depositada en la cuenta específica 102 de la
Intervención de Fondos del Ayuntamiento de Barcelona, dentro de los denomi-
nados "Valores Independientes y auxiliares del presupuesto", en concepto de
donativo a Beneficencia Municipal, según consta en el duplicado del recibo que
obra en mi poder.
Mil ciento veintiuna pesetas: trabajando cinco días por semana, durante
ocho huras, eso representaría, aproximadamente, ciento noventa y siete mil
pesetas mensuales. Trabajando una sola hora diaria, más de treinta mil pesetas
al mes. En todo caso, mucho más de lo que ganan, trabajando duro, la mayor
parte de los que dieron limosna en la tarde del lunes. Piénsese, además, que yo
no pedí, sino que me dieron. Que no fui detrás de nadie exhibiendo unas recetas
médicas, o exigiendo con los ojos y el gesto, un donativo. Si, en una hora conseguí
mil cien pesetas, habría que pensar lo que conseguiría el decano de los man-
gantes barceloneses.
No quisiera que nadie pudiera sentirse ofendido por un engaño. La inten-
ción de conciencia de los que dan limosa por la calle no es lo que importa
verdaderamente. Y piénsese que, por una vez al menos, esa limosna ha sido
destinada a un buen fin. Pero piénsese también que un mendigo de oficio, que,
está visto, gana mucho dinero, sólo corre el riesgo de ser puesto fuera de la
circulación durante una semana. Devuelto a la sociedad, ese mendigo se niega
sistemáticamente a trabajar: poner ladrillos en una obra no es ciertamente, un
buen negocio. Piénsese, por fin, que los mendigos son los palos en las ruedas
del carro de la asistencia social: Be destina a ellos mucho dinero, tiempo, esfuer-
zo de mucha gente, que podrían ser destinados a cubrir las reales necesidades
de muchísimas personas que carecen de lo más elemental. De gente que, en
lugar de mendigar, acuden a los circuitos legales para intentar remediar su
fatiga: Ayuntamiento, Diputación, Cáritas, Auxilio Social y otras muchas Insti-
tuciones, que a veces pasan serios apuros para cubrir las necesidades que se
les presentan.
No se trata de moralizar en un sentido o en otro. El lector puede juzgar
por sí mismo y actuar en consecuencia.
En la tarde del lunes, una mendiga pidió por la calle, durante una hora
y reunió mil cien pesetas. La generosidad —bien o mal entendida— de los
barceloneses es grande. Se trataba, poco más o menos, de un esbozo de estudio
sociológico. Era, poco menos o más, un cuento de Navidad. —Soledad BALA-
GUER, en LA VANGUARDIA ESPAÑOLA, 22 Dic. 1972.
9
Mensaje de Pablo VI:
«VIVAMOS SIN ODIAR
Y SIN MATAR»
«La violencia se reviste a veces
de la coraza de la justicia»
VOSOTROS, responsables de los
intereses supremos de la Huma-
nidad, gobernantes, diplomáticos,
representantes de las naciones, políticos,
filósofos y científicos, publicistas, indus-
triales, sindicalistas, militares, artistas,
todos cuantos intervenís en los destinos
de las relaciones entre los pueblos, entre
los Estados, entre las tribus, entre las
clases, entre las familias humanas.
A vosotros, ciudadanos del mundo; a
vosotros, jóvenes de la generación que
avanza; estudiantes, maestros, trabajado-
res, hombres y mujeres; a vosotros, que
pensáis, que esperáis, que desesperáis,
que sufrís; a vosotros, pobres, huérfanos,
y víctimas del odio, del egoísmo y de la
injusticia que sigue predominando aún.
A todos vosotros osamos dirigir una
vez más la voz humilde y fuerte, en cuanto
profeta de una palabra que está por enci-
ma de nosotros y nos inunda; en cuanto
abogado vuestro y no de nuestros intere-
ses, hermano de toda persona de buena
voluntad, samaritano que se acerca a todo
el que llora y espera socorro; siervo, como
nos declaramos, de los siervos de Dios,
de la verdad, de la libertad, de la justicia,
del desarrollo y de la esperanza, para
hablaros, también en este nuevo año 1973,
de la paz. Si, de la paz. No rehuséis escu-
charnos, por más que de este tema todo
lo conocéis, o creéis conocerlo.
Nuestro anuncio es tan sencillo como
un axioma: la paz es posible.
El luto de la guerra
TODO un coro de voces nos envuelve,
más aún, nos acosa y nos sofoca: no
solo es posible, es real, la paz es algo ya
establecido, se nos responde. Llevamos
aún luto por las innumerables víctimas de
las guerras, que han ensangrentado, más
que los siglos pasados, este siglo, ápice
del progreso; se notan todavía en el rostro
de nuestra generación adulta los surcos
de las horribles cicatrices producidas por
los últimos conflictos bélicos y civiles; las
últimas llagas, que han quedado abiertas,
renuevan aun en los miembros del pueblo
nuevo el estremecimiento del terror, cada
vez que se presenta la acostumbrada
hipótesis de una nueva guerra. La cordura
ha triunfado finalmente. Las armas callan
y so enmohecen en los depósitos, como
instrumentos inútiles de la locura supe-
rada, instituciones insignes y universales
garantizan a todos la incolumidad y la
independencia; la vida internacional está
organizada a base de documentos, de los
que en realidad ya no se discute, y sobre
instrumentos de acción inmediata en or-
den a resolver con las tablas del derecho
y de la justicia toda posible controversia;
10
el diálogo entre los pueblos es cotidiano
y real; además, un tejido formidable de
comunes intereses hace solidarios a los
pueblos entre sí. La paz es ya algo adqui-
rido para la civilización. No perturbéis
la paz, se nos dice, poniéndola en duda.
Tenemos otras cuestiones mutuas y origi-
nales que tratar; la paz es real, la paz es
segura; esto queda ya fuera de discusión.
¿De veras? Ojalá fuese así.
La nueva violencia
PERO la voz de estos sostenedores de
la paz victoriosa por encima de toda
realidad contraria a ella, se va haciendo
más tímida e incierta y admite que real-
mente, y por desgracia, existen aquí y
allá situaciones dolorosas donde la guerra
se enciende feroz. ¡Ah! Entonces no se trata
de conflictos sepultados en los anales de
la historia, sino actuales; no son episodios
efímeros, porque se trata de conflictos que
duran desde años; no superficiales, porque
repercuten profundamente en las filas de
los ejércitos, más que armados, y en las
muchedumbres inermes de las poblacio-
nes civiles, de no fácil arreglo, porque
todo el arte de las negociaciones y de las
mediaciones se ha demostrado impotente;
no innocuos al equilibrio general del
mundo, porque están incubando un cre-
ciente potencial de prestigio herido, de
venganza implacable, de desorden endé-
mico y organizado; mas son episodios sin
importancia, como si el tiempo fuese su
remedio natural, porque su acción tóxica
penetra en los ánimos, corroe las ideolo-
gías humanitarias, se hace contagiosa y se
transmite a las generaciones más jóvenes
con un fatal compromiso hereditario de
revancha. La violencia se vuelve a poner
de moda y se reviste incluso de la coraza
de la justicia. Se propaga como una cosa
normal, favorecida por todos los ingre-
dientes de la delincuencia alevosa y por
todas las astucias de la vileza, del chanta-
Construir en la verdad, en la justicia, en la caridad y en la libertad la paz para los siglos venideros, reivindicándola como posible.
11
je, de la complicidad, y se perfila como
un espectro apocalíptico armado de
medios inauditos de mortífera destruc-
ción. Renacen los egoísmos colectivos,
familiares, sociales, tribales, naciona-
les, raciales. El delito va no causa
horror, la crueldad se hace fatal, como
la cirugía de un odio declarado legíti-
mo, el genocidio se presenta como el
monstruo posible del remedio radical.
Y detrás de estos horribles fantasmas
se planifica gigantesca, con cálculo
insensible e infalible, la economía de
los armamentos y de los mercados que
crean el hambre. La política vuelve
entonces por sus programas irrenun-
ciables de poder.
¿Y la paz?
La paz no es
"una hipocresía necesaria"
¡AH, SÍ, la paz! Ella, se arguye,
14 puede sobrevivir igualmente y
convivir, en cierta medida, aun en las
condiciones más desfavorables del
mundo. En las trincheras de la guerra,
o en las pausas de la guerrilla, o en
medio de las ruinas de todo orden
normal hay también ángulos y momen-
tos de tranquilidad; la paz se adapta
enseguida y, a su modo, florece allí
dentro. Pero, ¿podemos decir que este
residuo de vitalidad sea verdadera
paz ideal de la Humanidad? ¿Es esta
modesta y prodigiosa capacidad de
recuperación y de reacción; es este
desesperado optimismo lo que puede
aplacar la suprema aspiración del
hombre al orden y a la plenitud de
la justicia? ¿Llamamos paz a sus falsi-
ficaciones? Ubi solitudinem faciunt
pacem appellant" (C. Tacito). O tam-
bién, ¿daremos a una tregua el nombre
de paz? ¿A un simple armisticio? ¿O a
una prepotencia pasada ya a rosa juz-
gada? ¿A un orden externo fundado
sobre la violencia y el miedo? ¿O inclu-
so a un equilibrio transitorio de fuerzas
contrastantes? ¿A un brazo de hierro en
tensión inmóvil de potencias opuestas?
Una hipocresía necesaria, de la cual
está llena la historia. Es verdad, mu-
chas cosas pueden prosperar pacífica-
mente incluso en situaciones precarias
e injustas. Hay que ser realistas, dicen
los oportunistas: sólo ésta es la paz
posible; una transacción, una acomo-
dación frágil y parcial. Los hombres
no serían capaces de una paz mejor.
La paz absoluta, un sueño
Por tanto, a finales del siglo XX, ¿la
Humanidad debería contentarse de
una paz resultante de un equilibrismo
diplomático y de una cierta regulación
de intereses antagonistas y nada más?
Admitimos que una perfecta y esta-
ble "tranquillitas ordinis", es decir,
una paz absoluta y definitiva entre los
hombres, y hasta con un progreso de
nivel elevado y universal de civiliza-
ción, no puede ser más que un sueño,
no falso pero sí insatisfecho; un ideal
no irreal, pero que hay que realizar;
porque todo es móvil en el curso de la
historia y porque la perfección del
hombre ni es unívoca ni invariable.
Las pasiones humanas no se apagan. El
egoísmo es una raíz mala, que nunca se
logra arrancar del todo de la psicología
del hombre. En la de los pueblos asu-
me comúnmente la forma y la fuerza de
la razón de ser; hace de filosofía ideal.
He ahí, pues, para nosotros la amenaza
de una duda que puede ser fatal: ¿Es
posible la paz? La duda se transforma
bastante fácilmente para algunos en
certeza desastrosa: ¡La paz es imposible!
12
Una nueva o más bien vieja antro-
pología está resucitando: el hombre
está hecho para combatir al hombre,
"homo homini lupus". La guerra es
inevitable. ¿Cómo evitar la carrera
de los armamentos? Es una exigencia
primaria de la política. Y además una
ley de la economía internacional.
Es una cuestión de prestigio.
Primero la espada, después el arado.
Parece como si esta conjunción preva-
leciese sobre todas las demás, incluso
para algunos pueblos en vía de desa-
rrollo que se van encajando con fatiga
en la civilización moderna y que te
imponen sacrificios enormes sobre el
presupuesto indispensable para las
necesidades elementales de la vida,
escatimando los alimentos, las medici-
nas, la instrucción, las comunicacio-
nes, la vivienda y hasta la verdadera
independencia económica y política,
con tal de estar armados, de infundir
temor e imponerse a los propios veci-
nos, muchas veces pensando más en
ofrecer no ya amistad, ni colaboración,
ni bienestar común, sino un fiero as-
pecto es el arte de la afrenta y de la
guerra. La paz, muchos así lo piensan
y afirman, es imposible ya sea como
ideal, ya sea como realidad.
Debe ser posible la paz
HE AQUI en cambio nuestro mensa-
je, el vuestro, hombres de buena
voluntad, el mensaje du la Humanidad
universal: ¡La paz es posible! ¡Debe
ser posible! .... . ..
Sí, porque este es el mensaje que nos
viene de los campos de las dos guerras
mundiales y de otros conflictos arma-
dos recientes, que han ensangrentado
la tierra; es la voz misteriosa y tre-
menda de los caídos y de las víctimas
Y la paz... ¿cuándo?
Para este niño;
para todos los niños;
para todos los hombres,
de los conflictos pasados; es el gemido
lastimoso de las innumerables tumbas
de los cementerios militares y de los
monumentos sagrados a los soldados
desconocidos: la paz, la paz, no la
guerra. La paz es la condición y la
síntesis de la humana convivencia.
Sí, porque la paz ha vencido las
ideologías que son contrarias a ella.
La paz es sobre todo una actitud del
espíritu. Finalmente, ella ha penetrado
como una necesidad lógica y humana
en las conciencias de tantas personas y
especialmente de las jóvenes genera-
ciones: debe ser posible, dicen éstas,
vivir sin odiar y sin matar. Se impone
una pedagogía nueva y universal, la
pedagogía de la paz.
13
La O. N. U.
SÍ, PORQUE la madurez de la con
ciencia civil ha formulado este
obvio propósito: en vez de confiar la
solución de las contiendas humanas al
irracional y bárbaro duelo de la fuerza
ciega y homicida de las armas, funda-
remos instituciones nuevas, donde
la palabra, la justicia, el derecho se
expresen y se hagan ley, severa y
pacifica, en las relaciones internacio-
nales. Estas instituciones, la primera
entre ellas la Organización de las
Naciones Unidas, han sido ya funda-
das, un humanismo nuevo las sostiene,
las honra; un empeño solemne hace
solidarios a los miembros que a ellas
se adhieren; una esperanza positiva y
universal las reconoce como instru-
mentos de orden internacional, de
solidaridad y de fraternidad entre los
pueblos. La paz encuentra en ellas la
propia sede y el propio taller.
Sí, repetimos, la paz es posible por-
que en estas instituciones encuentra
de nuevo sus características funda-
mentales, que una errónea concepción
de la paz hace olvidar fácilmente: la
paz debe ser racional, no pasional;
magnánima, no egoísta; la paz debe ser
no inerte y pasiva, sino dinámica,
activa y progresiva a medida que justas
exigencias de los declarados y ecuáni-
mes derechos del hombre reclamen
de ella nuevas y mejores expresiones;
la paz no debe de ser débil, inútil y
servil, sino fuerte, tanto por las razones
morales que la justifican como por el
consentimiento compacto de las nacio-
nes que la deben sostener. Este punto
es sumamente importante y delicado:
si estos organismos modernos, de los
que la paz debe obtener apoyo y tutela,
no se revelaran idóneos para su propia
función, ¿cuál sería la suerte del mun-
do? Su ineficacia podría originar des-
ilusión fatal en la conciencia de la
Humanidad; la paz saldría derrotada,
y con ella el progreso de la civilización.
Nuestra esperanza, nuestra convicción
de que la paz es posible, quedaría
sofocada primero por la duda, más
tarde por la irrisión y el escepticismo,
y al fin por la negación. Repugna
pensar en semejante ruina. Es necesa-
rio, por el contrario, volver a plantear
la afirmación fundamental sobre la
posibilidad de la paz en estas dos afir-
maciones complementarias:
La paz es posible, si verdaderamente
se la quiere; y si la paz es posible, es
un deber.
Una nueva justicia
ESTO significa descubrir que fuer-
zas morales son necesarias para
resolver positivamente el problema de
la paz. Hay que tener, como decíamos
en otra ocasión, la valentía de la paz.
Una valentía de gran altura, no la de la
fuerza bruta, sino la del amor: repeti-
mos, todo hombre es mi hermano, no
puede haber paz sin una nueva justicia.
Hombres valientes y conscientes,
que con vuestra colaboración tenéis el
poder y el deber de construir y de de-
fender la paz. Vosotros especialmente,
guías y maestros de los pueblos, si el
eco de este cordial mensaje llega a
vuestros oídos, que baje también a vues-
tros corazones y fortalezca vuestras
conciencias con la renovada certeza de
la posibilidad de la paz. Tened la sabi-
duría de fijar vuestra atención en esta
paradójica certeza, empeñad en ella
vuestras energías, dadle, a pesar de
todo, vuestra confianza; con vuestro
poder persuasivo haced de ella tema
14
para la opinión pública, no para debilitar los
ánimos de la generación joven, sino para co-
rroborarlos hacia sentimientos más humanos
Y viriles: fundad, construid en la verdad, en la
justicia, en la caridad y en la libertad la paz
para los siglos venideros, empezando desde el
año 1973 a reivindicarla como posible, salu-
dándola como real. Este era el programa que
trazaba nuestro predecesor Juan XXIII en su
encíclica "Pacem in terris", de la que se cum-
plirán los diez años en abril. Y como hace diez
años recibisteis con gratitud y respeto su voz
paternal, igualmente confiamos que el recuerdo
de aquella gran llama, que él encendió en el
mundo, estimule los corazones a nuevos y más
decididos propósitos de paz.
Estamos con vosotros.
Invitación a la reflexión
YA VOSOTROS, hermanos e hijos en la
comunión católica y a cuantos nos están
unidos en la fe cristiana, repetimos la invitación
a la reflexión sobre la posibilidad de la paz,
indicándoos los senderos a lo largo de los
cuales esta reflexión puede profundizar todavía
más: son los senderos de un realístico conoci-
miento de la antropología humana, en la cual
los motivos misteriosos del mal y del bien en
la historia y en el corazón del hombre nos
descubren por qué la paz es un problema
siempre abierto, siempre amenazado por solu-
ciones pesimistas, y a la vez siempre sostenido
no solamente por el deber, sino también por
la esperanza de soluciones felices. Nosotros
creemos en un gobierno frecuentemente indes-
cifrable, pero real, de bondad infinita que
llamamos providencia y que domina la suerte
de la Humanidad, conocemos las singulares,
pero extraordinarias reversibilidades de todo
acontecimiento humano en una historia de
salvación (cfr. Rom 8, 28), llevamos esculpida
en la memoria la séptima bienaventuranza del
sermón de la montaña: «Bienaventurados los
que trabajan por la paz, porque ellos serán
«LA
PAZ
ES
POSIBLE».
«¿DEBEMOS
HACER
VERDAD
LAS
INSTITUCIONES
CREADAS
PARA
LA
CONCORDIA?».
«¿SE
PUEDE
LLAMAR
PAZ
AL
ORDEN
FUNDADO
SOBRE
LA
VIOLENCIA
EL
MIEDO?».
15
llamados hijos de Dios (Malen 5, 9).
No otros escuchamos, abortos en una
esperanza que no defrauda (cfr. Rom
5. 5), el anuncio navideño de la paz a
los hombres de buena voluntad (cfr.
Lucas 2.11). Tened continuamente la
paz en los labios y en el corazón como
don, saludo y auspicio bíblico, prove-
niente del Espíritu, porque nosotros
poseemos la fuente secreta e inagotable
de la paz, que es «Cristo nuestra paz
(Efes 2. 14). Y si la paz es posible en
Cristo y por Cristo, ella es posible
entre los hombres y para los hombres.
Que no muera la esperanza
NO DEJEMOS que decaiga la idea
de la paz, ni la esperanza, ni la
aspiración, ni la experiencia de la paz;
sino que renovemos siempre en los
corazones el deseo de ella en todos
los niveles: en el cenáculo secreto de
las conciencias, en la convivencia fami-
liar, en la dialéctica de los contrastes
sociales, en las relaciones entre las
clases y las naciones, en el apoyo a
las iniciativas y a las instituciones
internacionales que tienen la paz por
bandera. Hagamos posible la paz pre-
dicando la amistad y practicando el
amor al prójimo, la justicia y el perdón
cristiano. Abrámosle las puertas, allí
donde haya sido excluida, con nego-
ciaciones leales y ordenadas a sincera,
conclusiones positivas; no rehusemos
cualquier clase de sacrificio que, sin
ofender la dignidad de quien se vuelve
generoso, haga la paz más rápida, cor-
dial y duradera.
A los mentís trágicos e insuperables
que parecen constituir la despiadada
realidad de la historia de nuestros días,
a las seducción es de la fuerza agresiva,
a la violencia ciega que descarga contra
los inocentes, a las insidias escondidas
y que se mueven para especular sobre
los grandes negocios de la guerra y
para oprimir y subyugar a las gentes
más débiles; y finalmente, a la angus-
tiosa pregunta que continuamente nos
asalta: «¿Será posible la paz entre los
hombres? ¿Una paz verdadera?», haga-
mos surgir de nuestro corazón, lleno
de fe y fuerte en el amor, la sencilla y
vigorosa respuesta: ¡Sí! Una respuesta
que nos impulsa a ser promotores de
paz con sacrificio, con amor sincero y
perseverante por la Humanidad.
Sea la vuestra el eco a nuestra res-
puesta de bendición y de auspicio en
el nombre de Cristo: Sí.
Ciudad del Vaticano, 8 de diciembre
de 1972.
PABLO VI
(Texto del mensaje para la celebración de la "jor-
nada mundial de la paz").
La paz no puede darse en la sociedad humana ni primero no
se da en cada hombre, es decir, si primero no guarda cada
uno en sí mismo el orden que Dios ha establecido.
Pacem in terris, 165.
16
Revistas Básicas
para la
Formación Permanente
Tomamos en consideración las recomendaciones contenidas en el Decreto
conciliar sobre los Medios de Comunicación Social y la Constitución sobre la
Iglesia y el mundo actual, en orden a la necesidad de la información honesta y
de prensa genuinamente católica, para ayudar al bien común de la sociedad, a
cultivar la propia fe y a interpretar los hechos históricos y culturales en la
perspectiva del providencialismo cristiano.
Con la expresión "FORMACIÓN PERMANENTE", queremos mostrar que
se trata de continuar el proceso formativo, sin interrupción, para satisfacer
las exigencias profundas de la personalidad humana en su desarrollo, y para
responder a las demandas, cada vez más apremiantes, de un mundo que se
transforma. Todos comprendemos hoy claramente que la vida de los individuos,
la de las sociedades y la de los pueblos no puede contentarse con un nivel de
formación dada en un mundo cuyas estructuras se hallan en constante transfor-
mación. Por eso, la Formación Permanente ha de ser continuada durante toda
la vida y ha de adaptarse a las exigencias sucesivas de las diferentes edades.
Lleva consigo una manera de estar en el mundo, y más concretamente, una
manera de estar despierto al mundo, ya que, la forma propia de la formación
permanente, coloca a los seres en una corriente de vida opuesta a esa especie
de modorra, más o menos disfrazada, en que viven inmersos quienes, en un
determinado momento, cesaron de formarse y se dejaron dominar progresiva-
mente por los conformismos o las estructuras establecidas.
INFORMACIÓN
Los medios de comunicación social en un mundo en situación de cambio como
el nuestro, nos aportan unos hechos y unas situaciones sobre las cuales la Fe
debe incidir como respuesta vital.
"VIDA NUEVA":
Edita: P. P. C. Calle Acebo, 54. Madrid-16.
Publicación semanal.
Precio suscripción anual: 500 ptas.
Revista de información religiosa. Muy apropiada para seguir, sobre todo,
la marcha y vicisitudes de la Iglesia en España en la hora actual. Inte-
resantes los "pliegos" semanales, reportajes monográficos sobre un tema
de actualidad para la Iglesia y el mundo.
17
"CUADERNOS PARA EL DIÁLOGO":
• Edita: "Edicusa". Calle Jarama, 19 (prolongación). Madrid.
• Publicación mensual.
• Precio suscripción anual: 625 ptas. normal.
Revista imprescindible para seguir la evolución de la vida social espa-
ñola. Trata de responder a la ausencia de una formación política seria
en los medios españoles más cultos. Presenta soluciones y posturas que,
dentro de lo discutible, hay que valorar seriamente.
"TRIUNFO":
• Edita: "Triunfo". Plaza Conde Valle Suchil, 20. Madrid.
• Publicación semanal.
Precio suscripción anual: 1.200 ptas.
Semanario de gran difusión, aunque con dificultades de índole legal.
Muy buena información internacional, aunque pocas referencias al mo-
mento español. Peca, a veces, de un lenguaje excesivamente culturalista.
Interesante y discutible.
"DESTINO":
Edita: "Public. y Revistas, S. A.". Consejo de Ciento, 425. Barcelona.
Publicación semanal.
Precio suscripción anual: 1.040 ptas.
Semanario cultural. Más que revista de actualidad, es literaria, y de gran
calidad. Destacables sus monografías y críticas literarias.
PEDAGOGÍA DE LA FE:
Es necesaria una profunda reflexión para responsabilizarse de la comunicación
del mensaje repensando la propia fe personal.
"IMÁGENES DE LA FE":
Edita: P. P. C. Calle Acebo, 54. Madrid-16.
Diez números al año.
• Precio suscripción anual: 175 ptas.
Versión española de la ya veterana "Fétes et Saisons" francesa. Cuidada
presentación con números muy logrados. Clara orientación catequética.
Dirigida al público de nivel medio. Es de lectura fácil.
"LA BIBLIA Y SU MENSAJE":
Edita: P. P. C. Calle Acebo, 54. Madrid-16.
Precio suscripción anual: 130 ptas.
Revista de divulgación bíblica. Expone de forma catequística y vulgari-
zada los grandes jalones de la historia de la salvación. Pedagógica para
ambientes de nivel medio. Indicada para adquirir una visión de conjunto
sobre la Sagrada Escritura, para cuantos no podrían emprender un estu-
dio sistemático sobre la Biblia.
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REFLEXIÓN CARA AL MUNDO
En los momentos como el nuestro en el que se da una situación social de cambio
es cuando se agudizan las tensiones Iglesia-mundo. La fe nos sitúa en una ins-
tancia critica para rechazar o asumir los nuevos valores.
"EL CIERVO":
Editorial "El Ciervo". Calvet, 56. Barcelona.
Publicación mensual.
Precio suscripción anual: 375 ptas.
Fiel a su trayectoria, sigue esta excelente revista informando con una
perspectiva crítica y amena. Tiene todas las secciones de una revista de
actualidad. Muy buena para seguir el panorama cultural.
"HECHOS Y DICHOS":
Apartado 213. Zaragoza.
Publicación mensual.
Precio suscripción anual: 275 ptas.
Después de transcurridos dos años en la publicación de esta nueva
versión de la Revista se puede decir que responde magníficamente a lo
que debe ser una revista de orientación y pensamiento cristiano. Muy
buenas colaboraciones.
*MUNDO SOCIAL"
Edita: "Casa de Escritores de la Compañía de Jesús". Pablo Aranda, 3.
Madrid-6.
Publicación mensual (11 números al año).
Precio suscripción anual: 250 ptas.
Desde el mundo de los problemas sociales surge esta Revista, que llena
un gran vacío en el panorama informativo español. Una visión objetiva
y proposición de soluciones valientes son la tónica de sus planteamientos.
Responde así a lo que el Concilio pidió en las relaciones Iglesia-mundo,
de acuerdo con la trayectoria de la nueva sociedad que nace.
"RESEÑA DE LITERATURA Y ESPECTÁCULOS":
Edita: "Casa de Escritores S. 1.". Pablo Aranda, 3. Madrid-6
Precio suscripción anual: 400 pts.
Reseña de literatura, arte y espectáculos. Revista "orientadora", que se-
ñala el contenido ideológico y el valor moral, estético y social de cada
obra. Revista "selectiva" que analiza de preferencia aquellas obras que
pueden ejercer influjo en la mentalidad actual.
Vea ventajosas condiciones
de suscripción en la página
siguiente.
19
El principio del año es una
oportunidad para suscri-
birse a alguna de las revis-
tas que les recomendamos
en las páginas anteriores.
Al formalizar la suscripción de estas revistas
es posible beneficiarse de un descuento del 10
y, en alguna, hasta del 25 por 100, si se tramita
por medio de la
Institución Arzobispo Claret
Plaza de Ramales, 2, 2. izq.
Madrid - 13
Nos parece oportuno aclarar que dicha "Institución Arzobispo Claret"
no tiene relación alguna con la a veces noticiosa "Hermandad Sacer-
dotal", aunque exista coincidencia de Patrón.
LAUS
Director: P. Ramón Mas, C.O. - Edita e imprime: Congregación del Oratorio
Placeta de S. Felipe Neri, 1 - Apartado 182 - Albacete - D.L. AB 103/62 - 19. 1. 73.
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