Boletín
del Oratorio de Albacete. |
Núm. 110. ENERO. Año 1973. |
SUMARIO |
TNA PAZ que no sea tregua
para preparar negocios |
de guerra en otra parte,
que no sea mentira para |
esconder otras violencias.
La paz todavía y siem- |
pre, en el deseo sincero,
en la esperanza mantenida; |
la paz fundada y guardada
en estas cuatro urgencias y |
cuatro burlas de nuestros
días: la verdad, la libertad, la |
justicia y el amor. |
TENER Y NO TENER TIEMPO |
EL TIEMPO Y LA ETERNIDAD |
LAS RELIGIONES EN EL MUNDO |
UNA HORA DE MENDICIDAD EN
LAS |
GENEROSAS CALLES
BARCELONESAS |
MENSAJE DE PABLO VI SOBRE
LA PAZ |
REVISTAS BÁSICAS PARA LA
FORMACIÓN |
PERMANENTE |
1 |
TENER |
NO |
TENER |
TIEMPO |
EN PRIMER lugar se nos
enseña a tener tiempo —y |
tenemos tiempo— para ganar
dinero o para ganar |
"más" dinero.
Luego, según el plazo que conceda- |
mos a la espera para
disfrutarlo, tenemos tiempo para el |
placer. Ya, en tercer
lugar, ocupamos el tiempo en inver- |
siones" o
"reinversiones" económicas o hedonistas, con |
lo que cerramos el círculo
de nuestros afanes temporales. |
Incluso el cultivo de las
amistades, o vida de relación, |
dependerá del placer
esperado, o de si decoran nuestra |
vanidad, o —aún más— de si
en el trato mantenido sub- |
yacen razones o intereses
económicos, que la urbanidad |
—prodigiosamente útil— y
las buenas maneras de la |
hipocresía mundana
disimulan, pero que el espíritu |
imaginativo y calculador
jamás echa en olvido. |
¿Y PARA Dios, tenemos
tiempo? |
¡QUÉ DUDA cabe que hay
fieles que a Dios nunca le da- |
rían los recortes, las
sobras de su tiempo o de su amor!.... |
Pero no abundan los que
quieran imitarles, aunque quie- |
ran pasar por
"fieles". Una gran mayoría se conforma |
con no rebasar las
elementales motivaciones del temor: |
hay que cumplir"
—¡sólo cumplir, y sin pasarse!—, casi |
como para defenderse de
Dios, castigador de los incum- |
plidores. Otros, que no
son pocos, añaden o suplen al |
temor el interés": no
se trata de defenderse, sino de sa- |
carle provecho a Dios,
bueno y poderoso, que "ayuda" en |
los negocios (no faltan
los que le ofrecen "participación" |
en los beneficios más
hipotéticos); puede librarnos de ma- |
les materiales,
accidentes, desgracias, (de los "morales", |
de los pecados, importa
menos, puesto que se cuenta |
con el fácil automatismo
de la confesión rutinaria, sin |
conversión); en la
educación de los hijos, el oportuno |
recuerdo de los castigos
eternos facilita la disciplina |
familiar y dispone a la
represión de vicios que dañan la |
salud o manchan el buen
nombre social... Etcétera. |
¡VED QUÉ poco tiempo
tienen para Dios los que a ese |
Dios utilizable,
inevitable y temido a medias, le ofrecen |
—simbolismo social,
sugestión beata— un raquítico y |
recortado
"cumplimiento" dominical! |
NO TIENEN apenas tiempo
para Dios, como tampoco lo |
tendrían para las
amistades limpias y desinteresadas. |
¿IDEALES, cultura,
amor?... Alguna fugaz dulzaina |
sentimental; instrucción
para ser más egoístas, y, de ni- |
ños, les ofrecían un duro
para que dieran un beso. |
2 |
El tiempo |
y la eternidad |
LOS HOMBRES nos empeñamos
en medir todas las cosas, y hemos |
querido medir, también,
ese moverse constantemente fugaz, nunca |
quieto, difícil de
aprehender, que llamamos tiempo. Pero, el tiempo, |
por más calendarios y
fechas y ciclos que imaginemos, es solamente la |
medida del movimiento. No
más. Ni siquiera en una cosa sin medida, el |
mismo movimiento, no es
tiempo. |
Hablamos de futuro y de
pasado, hablamos de tiempo presente, sin |
darnos cuenta que no
salimos de convencionalismos expresados simbólica- |
mente, cuando en realidad,
como existencia, se da solamente la de ese fluir |
actual, incesante, en el
que todo es presente y sólo presente. El pasado no |
existe, y tampoco existe
el futuro: existen nada más que estas tres dimen- |
siones del presente:
memoria presente del pasado, expectación |
presente del futuro, que
se enlazan en la intuición inmediata del pre- |
sente... presente. En ese
solo punto, en la fluidez viva, intuitiva, de este solo |
punto, lo abarca todo el
espíritu del hombre. Lo demás no existe para él, |
fuera de esta realidad
psicológica, no espacial, fuera de esta permanencia |
consciente que se extiende
hacia atrás, hacia lo que llamamos pasado, por |
la memoria, y se proyecta
hacia adelante, hacia el futuro, por la expectación. |
Espera, atención,
recuerdo: en el latido único del alma vigilante, imagen |
reducida de lo que ce la
eternidad propia sólo del Ser infinito, instante |
pleno, que podemos
concebir como la síntesis en la que se suman todos los |
tiempos. |
Nuestro espíritu de
criaturas está a medio camino entre el instante |
fluyente del cuerpo finito
y el instante pleno del Espíritu infinito. El tiempo |
Va está dentro de la
eternidad, envuelto, inscrito en ella; lo material ya está |
presidido y recibiendo
forma de lo espiritual. La vida de los hombres, como |
un andar que se conjuga en
el camino hacia la eternidad, constituye el haz |
de la Historia. La
historia de la humanidad es como un himno cantado a |
mil voces, que se eleva y
afina, día tras día, a través de la caravana de los |
siglos, como un poema al
Creador, que recibe el homenaje del hombre total |
Cantor inefable que pasa,
moviéndose, ascendiendo, purificándose, espiri- |
tualizándose, por la
Historia, hasta los umbrales del hogar eterno, donde |
ya no hay tiempo, porque
no cabe la medida y se alcanza la posesión del |
Ser infinito y eterno:
Dios. |
Pero, mientras tanto,
pasamos por el tiempo, proyectados por la tensión |
de un destino eterno. En
la medida que nuestra conciencia se actualice en |
la vida, sin esquivar esta
tensión, irán cobrando plenitud nuestras construc- |
ciones temporales. La
trascendencia de lo eterno nos envuelve, y seria vano |
querer sustituir o suplir
esta verdad por quimeras aberraciones sin sentido |
3 |
o simplemente sepultándose
estoicamente en la falsa lucidez del absurdo |
de los existencialismos
que renuncian a peregrinar. A moverse: hacia la |
Vida, en can atracción del
tiempo por la eternidad, del hombre y de todo lo |
creado por Dios. |
Si no deja de lado a Dios,
si el hombre se cierra a la eternidad, tiene |
razón en pensar que es,
solamente, —un ser para la muerte—. Pero. A la luz |
de la fe, el hombre es un
«ser para más allá de lo que llamamos «muerte» en |
la que acaba el tiempo de
cada hombre. El hombre es, ahora, un ser en el |
tiempo, en busca siempre
de lo estable y eterno: un ser entre los seres con |
hambre insaciable del Ser.
El hombre es un ser llamado por Dios, cl Ser |
en plenitud y eterno: Dios
llama a lo temporal, diría san Agustín, para |
convertirlo en eterno. |
Fuera de esta «vocación»
de este llamamiento, ni el tiempo ni la vida |
del hombre en el tiempo,
tienen sentido. |
LAS RELIGIONES EN EL MUNDO |
Población Mundial .
. . . . 3.593.475.000 |
Europa: |
Habitantes . . . . .
695.563.000 |
Católicos . . . . .
242.744.000 |
África: |
Habitantes . . . . .
346.000.000 |
Católicos . . . . .
38.046.000 |
América: |
Habitantes . . . . .
449.398.000 |
Católicos . . . . .
276.245.000 |
Asia: |
Habitantes . . . . .
2.033.608.000 |
Católicos . . . . .
44.179.000 |
Oceanía: |
Habitantes . . . . . .
18.900.000 |
Católicos . . . . .
4.404.000 |
TOTALES |
Católicos . . . . .
605.918.000; Confucianos . . . . . 376.000.000 |
Protestantes . . . .
. 280.000.000; Budistas . . . . . 176.000.000 |
Ortodoxos . . . . .
150.000.000; Sintoístas . . . . . 73.000.000 |
Musulmanes . . . . .
480.000.000; Taoístas . . . . . 56.000.000 |
Hinduistas . . . . .
430.000.000; Hebreos . . . . . 15.000.000 |
Otras religiones . .
. . . 915.457.000 |
Los católicos constituyen
aproximadamente el 18 por 100 de la pobla- |
ción mundial. En todo el
mundo el personal eclesiástico es de un millón |
y medio. Los sacerdotes
son 413.438 (de los cuales 267.969 son diocesanos |
y 145.469 religiosos). Los
religiosos no sacerdotes son 84.111 y las religio- |
sas más de un millón. Los
diáconos permanentes son unos 200, pero esta |
cifra se va incrementando
progresivamente. |
4 |
CASI UN CUENTO DE NAVIDAD: |
UNA HORA DE MENDICIDAD |
EN LAS GENEROSAS CALLES |
BARCELONESAS |
Experiencia periodística
sobre la actuación |
de los mangantes |
LAS monedas iban cayendo
en mi mano con la cadencia rápida y desigual |
de las gotas que previenen
el principio de una tormenta de otoño. La |
gente pasaba, miraba, se
detenía, rebuscaba en bolsos y bolsillos y depo- |
sitaba una moneda rápida,
medio vergonzosa, en la palma que yo les tendía en |
silencio. No me daban
limosna a mí, sino a la imagen que en ese momento |
veían de mí: una mendiga,
pálida, ojerosa, con un niño pequeño en brazos y |
un biberón vacío
depositado en la acera, en donde estaba sentada. |
Se trataba de ver hasta
qué punto llegaba la generosidad —bien o mal |
entendida— de los
barceloneses. De comprobar hasta qué punto tenían razón |
los que me decían que ser
mendigo era "el negocio del siglo". Le averiguar la |
eficacia de la policía
municipal en la detención de los mangantes. De divulgar, |
en fin, que no siempre es
una buena obra el dar por la calle, puesto que, muchas |
veces somos engañados en
nuestra buena fe. |
Era, poco menos o más, un
cuento de Navidad. Poco más o menos, un |
esbozo de investigación
sociológica. |
EL PLANTEAMIENTO |
Más de una vez, y más de
tres, se ha dicho en estas mismas páginas que, |
si bien somos dueños de
actuar de la forma que mejor nos parezca, a menudo, |
entregando limosna por la
calle, fomentamos la mendicidad profesional, y |
cerramos el círculo
vicioso de numerosos seres marginados, quienes, al obtener |
el dinero, recaen
voluntariamente en su marginación. Pero por mucho que se |
5 |
haya dicho y hablado de
las borracheras en cualquier callejuela después de |
una buena cosecha de
limosnas, los ciudadanos seguimos teniendo piedad de |
esas personas que no
plantean una imagen desastrosa de la vida, que, en cierto |
modo, no hacen
avergonzarnos de nuestro confort duramente adquirido. |
Fue hace pocos días cuando
se nos ocurrió una idea: Se trataba de com- |
probar, en vivo, si era
cierto que los mendigos podían "vivir del cuento" como |
reyes, si era verdad que
los barceloneses eran tan generosos. |
Como la mendicidad es una
actividad perseguida por la ley, y u represión |
corresponde a los
ayuntamientos, me dirigí, en primer lugar, a obtener el |
permiso para realizar la
experiencia, a la Policía Municipal. No sin cierta sor- |
presa por mi parte —pues
esperaba encontrar dificultades—, el señor Trepat, |
jefe de la Policía
Municipal, otorgó carta blanca enseguida. El señor Rico de |
entusiasmo con la idea
—«en cuarenta años que llevo ocupándome de ello, a |
nadie se le había ocurrido
hacer una cosa así», dijo disfrutando de antemano— |
y dictó las órdenes
oportunas al argento Bun. Bun, que lleva muchos años al |
frente del "Servicio
de represión de la mendicidad y la venta ambulante", es |
un viejo amigo con quien
habíamos ido en una ocasión a buscar mendigos" a |
las seis de la mañana. Con
él y con el señor Fernández Belimuht, comisario |
de Asistencia Social del
Ayuntamiento, se organizó todo el plan. Escogimos |
el lunes, 18 de diciembre,
para la experiencia. No es un buen día para los |
mendigos —dijo Bun—. Los
días buenos son el miércoles y el viernes, y además |
la gente todavía no ha
cobrado la paga de Navidad. Pero, como no se trata de |
recaudar mucho, sino de
recoger más o menos la cantidad media que puede |
ganar un mendigo en una
hora, el lunes, a las seis de la tarde, puede ser tan |
bueno como otro día
cualquiera». |
Se decidió el lugar:
Puerta del Ángel, entre el cine y los almacenes. |
EL NUDO |
A las cinco de la tarde
del lunes, un curioso equipo de gente llegó al |
"cuartel
general" de la organización: la Comisaria de Beneficencia, en la calle |
Ciudad. Josefina,
maquilladora de televisión, empezó su labor: cejas postizas, |
profundas ojeras, palidez
cadavérica. Maquillo también las manos, y ensució la |
ropa que el administrador
del Hogar de Asistencia Social de Emergencia, señor |
Savarau, había
proporcionado: era ropa, convenientemente esterilizada, proce- |
Los primeros artífices del
desarrollo son los que se |
dedican a capacitar al
hombre a realizarlo por sí |
mismo. |
Pablo VI, P.P. 35 |
6 |
dente de los mendigos que
llegan al Hogar: un viejo traje negro, una chaqueta, |
una toquilla verde, un
pañuelo de cabeza morado, una bufanda, medias y |
zapatillas negras. El
sargento Bun llegó, en compañía del agente Pla, vestidos |
ambos de paisano, con el
niño": un muñeco de cartón que una mendiga recien- |
temente detenida utilizaba
para dar el pego". En vuelto en una manta, fue la |
"bolsa" donde
deposité las monedas de los viandantes. En cuanto al biberón, |
lo había comprado yo en la
farmacia un par de días antes, y bastó que mi hija |
se encargara de
alimentar" a sus muñecas durante cuarenta y ocho horas para |
que adquiriera el adecuado
aspecto cochambroso. |
A las 17,50 horas salimos
de la Comisaria de Beneficencia, en el jeep de la |
policía municipal. Me
dejaron detrás de la oficina municipal de estadística, a |
cincuenta metros del sitio
elegido. |
Un poco temblorosa, crucé
la Puerta del Ángel y me senté junto a la pared. |
Bun y Pla se apostaron en
las inmediaciones, para prevenir cualquier emer- |
gencia. |
Abrazando al niño con la
cabeza baja, acurrucada en la acera, tendí mi |
mano. Cerré los ojos
cuando cayó la primera moneda. |
EL DESENLACE |
«Pobre mujer. Tan enferma,
y además con un niño». |
«Falta de glóbulos, yo de
eso entiendo». |
«Aixó no és un nano, és
una nina. Aquesta es una professional de la mendicitat». |
«Pobre, es tan anciana. Y
parece un poco mema». |
Los comentarios llegaban
de vez en cuando. Las más de las veces, la gente |
se limitaba a mirar, a
suspirar, a compadecer, a dar. En un noventa por ciento, |
eran mujeres las que
daban. Y pertenecían, por su aspecto, más a la clase media |
que a la clase alta.
Normalmente, la clase alta no se detenía y si lo hacía entregaba |
una peseta o dos. La clase
media, en cambio, entregaba monedas de hasta diez |
duros. |
Cada cuarto de hora, un
miembro del equipo pasaba delante de mí y encen- |
día un cigarrillo. Era mi
reloj. |
Debían ser aproximadamente
las seis y media cuando vi, con mi posición |
de cabeza gacha, unos
zapatos y unos pantalones que no podían ser más que |
los de un mangante. Se
paró junto a mí, rozando mi rodilla con su pie. Encendió |
una colilla con la colilla
que tenía en la boca. De pronto tuve miedo: ¿sería un |
mangante dispuesto a tomar
represalias por haberme metido en su "zona de |
influencia", o quería
colaborar conmigo y partir beneficios? Fue entonces cuando |
el mendigo vio avanzar por
un lado a Bun, por otro a Pla y por otro a Fernández. |
Los conocía demasiado... y
desapareció de la zona como por encanto. |
Poco después apareció mi
amigo Cristóbal. Iba con su mujer y sus cuatro |
hijos. Cada niño me dio
una pesetita. Cristóbal y su mujer también depositaron |
7 |
su óbolo. Cuando más tarde
se enteró no se lo quería creer. «Esas manos —repe- |
tía su mujer— no eran
manos de mendiga. Pero ¿quién podía sospechar nada? |
En una ocasión, Bun se
tuvo que adelantar porque un miembro del "rondín" |
de la Policía Municipal me
quería detener. En otra, un agente fuera de servicio |
estuvo dispuesto a hacer
lo mismo, y nuevamente Bun tuvo que identificarse. |
En otra, un sargento y un
número de la guardia urbana se acercaron dispuestos |
a "armar la
marimorena" con aquella mendiga. Desde luego, si una cosa se |
pudo demostrar en la tarde
del lunes, es la eficacia de la Policía Municipal a la |
hora de detener a los
mendigos... La gente, ajena a todo aquel trajín, seguía |
haciendo llover monedas
sobre mi mano. Cosa significativa, a la salida de la |
sesión de cine sólo un
muchacho dio limosna. Claro que la película era sobre |
la mafia, y no predisponía
precisamente al amor al prójimo. |
A las siete en punto del
servicio no sabían que yo era una mendiga de |
verdad. Sólo sabían que su
jefe les había hecho esperar un rato en la Plaza |
Nueva para luego detener a
una mendiga. |
A las siete y tres minutos
un agente me tocó en el hombro. Vamos, señora, |
ya está bien. Acompáñeme
al jeep». Yo tenía pensado todo un "show" de gritos |
a la hora de la detención
para comprobar la reacción de la gente. Pero ante |
aquella voz tranquila, tan
educada, me sentí desarmada. Me resistí apenas, |
farfullando algunas frases
de protesta. El público que seguía la escena reaccionó, |
mitad por mitad, a favor y
en contra de la detención. Cuando uno de los miem- |
bros del equipo soltó una
risa nerviosa de alivio, al comprobar que todo había |
ido bien, la reacción del
público fue violenta: «Si se lo llevaran a él no reiría, no». |
En el jeep había una
mendiga, con un chavalillo —esta vez, de verdad— |
vivo y coleando. Pla se
sentó enfrente de mí. Bun lo hizo junto al chofer. Había |
otros dos agentes más. En
el primer momento seguimos con la comedia. Pero |
luego Pla le pegó un
chupetón a su pipa y me guiñó un ojo. Y entonces la |
sonrisa de alivio fue
general. |
Se evita la mendicidad
profesional, canalizando las limosnas |
hacia las obras benéficas
—por ejemplo "Cáritas"— generalmen- |
te deficitarias. |
Y se evitan las causas de
la mayoría de tan tristes —reales o |
aparentes— miserias e
injusticias, ayudando generosamente a |
instituciones religiosas y
culturales, encargadas de difundir in |
Palabra de Dios y de
despertar la conciencia del hombre. |
Una "caridad"
irreflexiva y solamente sentimental tiende a |
favorecer lo mismo que
desea remediar. |
8 |
1.121 PESETAS: UN
"SUELDO" MUY ALTO |
De vuelta a la Comisaria
de Beneficencia, mientras despegaba con colonia |
las cejas postizas y
llegaban del bar cercano media docena de tés bien calientes, |
se hizo el recuento de lo
recaudado. El éxito sorprendió a la propia empresa: |
¡mil ciento veintiuna
pesetas con ochenta céntimos, en una hora y tres minutos! |
Lo recogido re repartió de
la siguiente forma: tres monedas de cincuenta pese- |
tas. Trece monedas de dos
cincuenta, ciento veintitrés de una, siete de dos reales |
y tres de diez céntimos. |
La cantidad recaudada ha
sido depositada en la cuenta específica 102 de la |
Intervención de Fondos del
Ayuntamiento de Barcelona, dentro de los denomi- |
nados "Valores
Independientes y auxiliares del presupuesto", en concepto de |
donativo a Beneficencia
Municipal, según consta en el duplicado del recibo que |
obra en mi poder. |
Mil ciento veintiuna
pesetas: trabajando cinco días por semana, durante |
ocho huras, eso
representaría, aproximadamente, ciento noventa y siete mil |
pesetas mensuales.
Trabajando una sola hora diaria, más de treinta mil pesetas |
al mes. En todo caso,
mucho más de lo que ganan, trabajando duro, la mayor |
parte de los que dieron
limosna en la tarde del lunes. Piénsese, además, que yo |
no pedí, sino que me
dieron. Que no fui detrás de nadie exhibiendo unas recetas |
médicas, o exigiendo con
los ojos y el gesto, un donativo. Si, en una hora conseguí |
mil cien pesetas, habría
que pensar lo que conseguiría el decano de los man- |
gantes barceloneses. |
No quisiera que nadie
pudiera sentirse ofendido por un engaño. La inten- |
ción de conciencia de los
que dan limosa por la calle no es lo que importa |
verdaderamente. Y piénsese
que, por una vez al menos, esa limosna ha sido |
destinada a un buen fin.
Pero piénsese también que un mendigo de oficio, que, |
está visto, gana mucho
dinero, sólo corre el riesgo de ser puesto fuera de la |
circulación durante una
semana. Devuelto a la sociedad, ese mendigo se niega |
sistemáticamente a
trabajar: poner ladrillos en una obra no es ciertamente, un |
buen negocio. Piénsese,
por fin, que los mendigos son los palos en las ruedas |
del carro de la asistencia
social: Be destina a ellos mucho dinero, tiempo, esfuer- |
zo de mucha gente, que
podrían ser destinados a cubrir las reales necesidades |
de muchísimas personas que
carecen de lo más elemental. De gente que, en |
lugar de mendigar, acuden
a los circuitos legales para intentar remediar su |
fatiga: Ayuntamiento,
Diputación, Cáritas, Auxilio Social y otras muchas Insti- |
tuciones, que a veces
pasan serios apuros para cubrir las necesidades que se |
les presentan. |
No se trata de moralizar
en un sentido o en otro. El lector puede juzgar |
por sí mismo y actuar en
consecuencia. |
En la tarde del lunes, una
mendiga pidió por la calle, durante una hora |
y reunió mil cien pesetas.
La generosidad —bien o mal entendida— de los |
barceloneses es grande. Se
trataba, poco más o menos, de un esbozo de estudio |
sociológico. Era, poco
menos o más, un cuento de Navidad. —Soledad BALA- |
GUER, en LA VANGUARDIA
ESPAÑOLA, 22 Dic. 1972. |
9 |
Mensaje de Pablo VI: |
«VIVAMOS SIN ODIAR |
Y SIN MATAR» |
«La violencia se reviste a
veces |
de la coraza de la
justicia» |
VOSOTROS, responsables de
los |
intereses supremos de la
Huma- |
nidad, gobernantes,
diplomáticos, |
representantes de las
naciones, políticos, |
filósofos y científicos,
publicistas, indus- |
triales, sindicalistas,
militares, artistas, |
todos cuantos intervenís
en los destinos |
de las relaciones entre
los pueblos, entre |
los Estados, entre las
tribus, entre las |
clases, entre las familias
humanas. |
A vosotros, ciudadanos del
mundo; a |
vosotros, jóvenes de la
generación que |
avanza; estudiantes,
maestros, trabajado- |
res, hombres y mujeres; a
vosotros, que |
pensáis, que esperáis, que
desesperáis, |
que sufrís; a vosotros,
pobres, huérfanos, |
y víctimas del odio, del
egoísmo y de la |
injusticia que sigue
predominando aún. |
A todos vosotros osamos
dirigir una |
vez más la voz humilde y
fuerte, en cuanto |
profeta de una palabra que
está por enci- |
ma de nosotros y nos
inunda; en cuanto |
abogado vuestro y no de
nuestros intere- |
ses, hermano de toda
persona de buena |
voluntad, samaritano que
se acerca a todo |
el que llora y espera
socorro; siervo, como |
nos declaramos, de los
siervos de Dios, |
de la verdad, de la
libertad, de la justicia, |
del desarrollo y de la
esperanza, para |
hablaros, también en este
nuevo año 1973, |
de la paz. Si, de la paz.
No rehuséis escu- |
charnos, por más que de
este tema todo |
lo conocéis, o creéis
conocerlo. |
Nuestro anuncio es tan
sencillo como |
un axioma: la paz es
posible. |
El luto de la guerra |
TODO un coro de voces nos
envuelve, |
más aún, nos acosa y nos
sofoca: no |
solo es posible, es real,
la paz es algo ya |
establecido, se nos
responde. Llevamos |
aún luto por las
innumerables víctimas de |
las guerras, que han
ensangrentado, más |
que los siglos pasados,
este siglo, ápice |
del progreso; se notan
todavía en el rostro |
de nuestra generación
adulta los surcos |
de las horribles
cicatrices producidas por |
los últimos conflictos
bélicos y civiles; las |
últimas llagas, que han
quedado abiertas, |
renuevan aun en los
miembros del pueblo |
nuevo el estremecimiento
del terror, cada |
vez que se presenta la
acostumbrada |
hipótesis de una nueva
guerra. La cordura |
ha triunfado finalmente.
Las armas callan |
y so enmohecen en los
depósitos, como |
instrumentos inútiles de
la locura supe- |
rada, instituciones
insignes y universales |
garantizan a todos la
incolumidad y la |
independencia; la vida
internacional está |
organizada a base de
documentos, de los |
que en realidad ya no se
discute, y sobre |
instrumentos de acción
inmediata en or- |
den a resolver con las
tablas del derecho |
y de la justicia toda
posible controversia; |
10 |
el diálogo entre los
pueblos es cotidiano |
y real; además, un tejido
formidable de |
comunes intereses hace
solidarios a los |
pueblos entre sí. La paz
es ya algo adqui- |
rido para la civilización.
No perturbéis |
la paz, se nos dice,
poniéndola en duda. |
Tenemos otras cuestiones
mutuas y origi- |
nales que tratar; la paz
es real, la paz es |
segura; esto queda ya
fuera de discusión. |
¿De veras? Ojalá fuese
así. |
La nueva violencia |
PERO la voz de estos
sostenedores de |
la paz victoriosa por
encima de toda |
realidad contraria a ella,
se va haciendo |
más tímida e incierta y
admite que real- |
mente, y por desgracia,
existen aquí y |
allá situaciones dolorosas
donde la guerra |
se enciende feroz. ¡Ah!
Entonces no se trata |
de conflictos sepultados
en los anales de |
la historia, sino
actuales; no son episodios |
efímeros, porque se trata
de conflictos que |
duran desde años; no
superficiales, porque |
repercuten profundamente
en las filas de |
los ejércitos, más que
armados, y en las |
muchedumbres inermes de
las poblacio- |
nes civiles, de no fácil
arreglo, porque |
todo el arte de las
negociaciones y de las |
mediaciones se ha
demostrado impotente; |
no innocuos al equilibrio
general del |
mundo, porque están
incubando un cre- |
ciente potencial de
prestigio herido, de |
venganza implacable, de
desorden endé- |
mico y organizado; mas son
episodios sin |
importancia, como si el
tiempo fuese su |
remedio natural, porque su
acción tóxica |
penetra en los ánimos,
corroe las ideolo- |
gías humanitarias, se hace
contagiosa y se |
transmite a las
generaciones más jóvenes |
con un fatal compromiso
hereditario de |
revancha. La violencia se
vuelve a poner |
de moda y se reviste
incluso de la coraza |
de la justicia. Se propaga
como una cosa |
normal, favorecida por
todos los ingre- |
dientes de la delincuencia
alevosa y por |
todas las astucias de la
vileza, del chanta- |
Construir en la verdad, en
la justicia, en la caridad y en la libertad la paz para los siglos venideros,
reivindicándola como posible. |
|
11 |
je, de la complicidad, y
se perfila como |
un espectro apocalíptico
armado de |
medios inauditos de
mortífera destruc- |
ción. Renacen los egoísmos
colectivos, |
familiares, sociales,
tribales, naciona- |
les, raciales. El delito
va no causa |
horror, la crueldad se
hace fatal, como |
la cirugía de un odio
declarado legíti- |
mo, el genocidio se
presenta como el |
monstruo posible del
remedio radical. |
Y detrás de estos
horribles fantasmas |
se planifica gigantesca,
con cálculo |
insensible e infalible, la
economía de |
los armamentos y de los
mercados que |
crean el hambre. La
política vuelve |
entonces por sus programas
irrenun- |
ciables de poder. |
¿Y la paz? |
La paz no es |
"una hipocresía
necesaria" |
¡AH, SÍ, la paz! Ella, se
arguye, |
14 puede sobrevivir
igualmente y |
convivir, en cierta
medida, aun en las |
condiciones más
desfavorables del |
mundo. En las trincheras
de la guerra, |
o en las pausas de la
guerrilla, o en |
medio de las ruinas de
todo orden |
normal hay también ángulos
y momen- |
tos de tranquilidad; la
paz se adapta |
enseguida y, a su modo,
florece allí |
dentro. Pero, ¿podemos
decir que este |
residuo de vitalidad sea
verdadera |
paz ideal de la Humanidad?
¿Es esta |
modesta y prodigiosa
capacidad de |
recuperación y de
reacción; es este |
desesperado optimismo lo
que puede |
aplacar la suprema
aspiración del |
hombre al orden y a la
plenitud de |
la justicia? ¿Llamamos paz
a sus falsi- |
ficaciones? Ubi
solitudinem faciunt |
pacem appellant" (C.
Tacito). O tam- |
bién, ¿daremos a una
tregua el nombre |
de paz? ¿A un simple
armisticio? ¿O a |
una prepotencia pasada ya
a rosa juz- |
gada? ¿A un orden externo
fundado |
sobre la violencia y el
miedo? ¿O inclu- |
so a un equilibrio
transitorio de fuerzas |
contrastantes? ¿A un brazo
de hierro en |
tensión inmóvil de
potencias opuestas? |
Una hipocresía necesaria,
de la cual |
está llena la historia. Es
verdad, mu- |
chas cosas pueden
prosperar pacífica- |
mente incluso en
situaciones precarias |
e injustas. Hay que ser
realistas, dicen |
los oportunistas: sólo
ésta es la paz |
posible; una transacción,
una acomo- |
dación frágil y parcial.
Los hombres |
no serían capaces de una
paz mejor. |
La paz absoluta, un sueño |
Por tanto, a finales del
siglo XX, ¿la |
Humanidad debería
contentarse de |
una paz resultante de un
equilibrismo |
diplomático y de una
cierta regulación |
de intereses antagonistas
y nada más? |
Admitimos que una perfecta
y esta- |
ble "tranquillitas
ordinis", es decir, |
una paz absoluta y
definitiva entre los |
hombres, y hasta con un
progreso de |
nivel elevado y universal
de civiliza- |
ción, no puede ser más que
un sueño, |
no falso pero sí
insatisfecho; un ideal |
no irreal, pero que hay
que realizar; |
porque todo es móvil en el
curso de la |
historia y porque la
perfección del |
hombre ni es unívoca ni
invariable. |
Las pasiones humanas no se
apagan. El |
egoísmo es una raíz mala,
que nunca se |
logra arrancar del todo de
la psicología |
del hombre. En la de los
pueblos asu- |
me comúnmente la forma y
la fuerza de |
la razón de ser; hace de
filosofía ideal. |
He ahí, pues, para
nosotros la amenaza |
de una duda que puede ser
fatal: ¿Es |
posible la paz? La duda se
transforma |
bastante fácilmente para
algunos en |
certeza desastrosa: ¡La
paz es imposible! |
12 |
Una nueva o más bien vieja
antro- |
pología está resucitando:
el hombre |
está hecho para combatir
al hombre, |
"homo homini
lupus". La guerra es |
inevitable. ¿Cómo evitar
la carrera |
de los armamentos? Es una
exigencia |
primaria de la política. Y
además una |
ley de la economía
internacional. |
Es una cuestión de
prestigio. |
Primero la espada, después
el arado. |
Parece como si esta
conjunción preva- |
leciese sobre todas las
demás, incluso |
para algunos pueblos en
vía de desa- |
rrollo que se van
encajando con fatiga |
en la civilización moderna
y que te |
imponen sacrificios
enormes sobre el |
presupuesto indispensable
para las |
necesidades elementales de
la vida, |
escatimando los alimentos,
las medici- |
nas, la instrucción, las
comunicacio- |
nes, la vivienda y hasta
la verdadera |
independencia económica y
política, |
con tal de estar armados,
de infundir |
temor e imponerse a los
propios veci- |
nos, muchas veces pensando
más en |
ofrecer no ya amistad, ni
colaboración, |
ni bienestar común, sino
un fiero as- |
pecto es el arte de la
afrenta y de la |
guerra. La paz, muchos así
lo piensan |
y afirman, es imposible ya
sea como |
ideal, ya sea como
realidad. |
Debe ser posible la paz |
HE AQUI en cambio nuestro
mensa- |
je, el vuestro, hombres de
buena |
voluntad, el mensaje du la
Humanidad |
universal: ¡La paz es
posible! ¡Debe |
ser posible! .... . .. |
Sí, porque este es el
mensaje que nos |
viene de los campos de las
dos guerras |
mundiales y de otros
conflictos arma- |
dos recientes, que han
ensangrentado |
la tierra; es la voz
misteriosa y tre- |
menda de los caídos y de
las víctimas |
Y la paz... ¿cuándo? |
Para este niño; |
para todos los niños; |
para todos los hombres, |
de los conflictos pasados;
es el gemido |
lastimoso de las
innumerables tumbas |
de los cementerios
militares y de los |
monumentos sagrados a los
soldados |
desconocidos: la paz, la
paz, no la |
guerra. La paz es la
condición y la |
síntesis de la humana
convivencia. |
Sí, porque la paz ha
vencido las |
ideologías que son
contrarias a ella. |
La paz es sobre todo una
actitud del |
espíritu. Finalmente, ella
ha penetrado |
como una necesidad lógica
y humana |
en las conciencias de
tantas personas y |
especialmente de las
jóvenes genera- |
ciones: debe ser posible,
dicen éstas, |
vivir sin odiar y sin
matar. Se impone |
una pedagogía nueva y
universal, la |
pedagogía de la paz. |
13 |
La O. N. U. |
SÍ, PORQUE la madurez de
la con |
ciencia civil ha formulado
este |
obvio propósito: en vez de
confiar la |
solución de las contiendas
humanas al |
irracional y bárbaro duelo
de la fuerza |
ciega y homicida de las
armas, funda- |
remos instituciones
nuevas, donde |
la palabra, la justicia,
el derecho se |
expresen y se hagan ley,
severa y |
pacifica, en las
relaciones internacio- |
nales. Estas
instituciones, la primera |
entre ellas la
Organización de las |
Naciones Unidas, han sido
ya funda- |
das, un humanismo nuevo
las sostiene, |
las honra; un empeño
solemne hace |
solidarios a los miembros
que a ellas |
se adhieren; una esperanza
positiva y |
universal las reconoce
como instru- |
mentos de orden
internacional, de |
solidaridad y de
fraternidad entre los |
pueblos. La paz encuentra
en ellas la |
propia sede y el propio
taller. |
Sí, repetimos, la paz es
posible por- |
que en estas instituciones
encuentra |
de nuevo sus
características funda- |
mentales, que una errónea
concepción |
de la paz hace olvidar
fácilmente: la |
paz debe ser racional, no
pasional; |
magnánima, no egoísta; la
paz debe ser |
no inerte y pasiva, sino
dinámica, |
activa y progresiva a
medida que justas |
exigencias de los
declarados y ecuáni- |
mes derechos del hombre
reclamen |
de ella nuevas y mejores
expresiones; |
la paz no debe de ser
débil, inútil y |
servil, sino fuerte, tanto
por las razones |
morales que la justifican
como por el |
consentimiento compacto de
las nacio- |
nes que la deben sostener.
Este punto |
es sumamente importante y
delicado: |
si estos organismos
modernos, de los |
que la paz debe obtener
apoyo y tutela, |
no se revelaran idóneos
para su propia |
función, ¿cuál sería la
suerte del mun- |
do? Su ineficacia podría
originar des- |
ilusión fatal en la
conciencia de la |
Humanidad; la paz saldría
derrotada, |
y con ella el progreso de
la civilización. |
Nuestra esperanza, nuestra
convicción |
de que la paz es posible,
quedaría |
sofocada primero por la
duda, más |
tarde por la irrisión y el
escepticismo, |
y al fin por la negación.
Repugna |
pensar en semejante ruina.
Es necesa- |
rio, por el contrario,
volver a plantear |
la afirmación fundamental
sobre la |
posibilidad de la paz en
estas dos afir- |
maciones complementarias: |
La paz es posible, si
verdaderamente |
se la quiere; y si la paz
es posible, es |
un deber. |
Una nueva justicia |
ESTO significa descubrir
que fuer- |
zas morales son necesarias
para |
resolver positivamente el
problema de |
la paz. Hay que tener,
como decíamos |
en otra ocasión, la
valentía de la paz. |
Una valentía de gran
altura, no la de la |
fuerza bruta, sino la del
amor: repeti- |
mos, todo hombre es mi
hermano, no |
puede haber paz sin una
nueva justicia. |
Hombres valientes y
conscientes, |
que con vuestra
colaboración tenéis el |
poder y el deber de
construir y de de- |
fender la paz. Vosotros
especialmente, |
guías y maestros de los
pueblos, si el |
eco de este cordial
mensaje llega a |
vuestros oídos, que baje
también a vues- |
tros corazones y
fortalezca vuestras |
conciencias con la
renovada certeza de |
la posibilidad de la paz.
Tened la sabi- |
duría de fijar vuestra
atención en esta |
paradójica certeza,
empeñad en ella |
vuestras energías, dadle,
a pesar de |
todo, vuestra confianza;
con vuestro |
poder persuasivo haced de
ella tema |
14 |
para la opinión pública,
no para debilitar los |
ánimos de la generación
joven, sino para co- |
rroborarlos hacia
sentimientos más humanos |
Y viriles: fundad,
construid en la verdad, en la |
justicia, en la caridad y
en la libertad la paz |
para los siglos venideros,
empezando desde el |
año 1973 a reivindicarla
como posible, salu- |
dándola como real. Este
era el programa que |
trazaba nuestro predecesor
Juan XXIII en su |
encíclica "Pacem in
terris", de la que se cum- |
plirán los diez años en
abril. Y como hace diez |
años recibisteis con
gratitud y respeto su voz |
paternal, igualmente
confiamos que el recuerdo |
de aquella gran llama, que
él encendió en el |
mundo, estimule los
corazones a nuevos y más |
decididos propósitos de
paz. |
Estamos con vosotros. |
Invitación a la reflexión |
YA VOSOTROS, hermanos e
hijos en la |
comunión católica y a
cuantos nos están |
unidos en la fe cristiana,
repetimos la invitación |
a la reflexión sobre la
posibilidad de la paz, |
indicándoos los senderos a
lo largo de los |
cuales esta reflexión
puede profundizar todavía |
más: son los senderos de
un realístico conoci- |
miento de la antropología
humana, en la cual |
los motivos misteriosos
del mal y del bien en |
la historia y en el
corazón del hombre nos |
descubren por qué la paz
es un problema |
siempre abierto, siempre
amenazado por solu- |
ciones pesimistas, y a la
vez siempre sostenido |
no solamente por el deber,
sino también por |
la esperanza de soluciones
felices. Nosotros |
creemos en un gobierno
frecuentemente indes- |
cifrable, pero real, de
bondad infinita que |
llamamos providencia y que
domina la suerte |
de la Humanidad, conocemos
las singulares, |
pero extraordinarias
reversibilidades de todo |
acontecimiento humano en
una historia de |
salvación (cfr. Rom 8,
28), llevamos esculpida |
en la memoria la séptima
bienaventuranza del |
sermón de la montaña:
«Bienaventurados los |
que trabajan por la paz,
porque ellos serán |
«LA |
PAZ |
ES |
POSIBLE». |
«¿DEBEMOS |
HACER |
VERDAD |
LAS |
INSTITUCIONES |
CREADAS |
PARA |
LA |
CONCORDIA?». |
«¿SE |
PUEDE |
LLAMAR |
PAZ |
AL |
ORDEN |
FUNDADO |
SOBRE |
LA |
VIOLENCIA |
EL |
MIEDO?». |
15 |
llamados hijos de Dios
(Malen 5, 9). |
No otros escuchamos,
abortos en una |
esperanza que no defrauda
(cfr. Rom |
5. 5), el anuncio navideño
de la paz a |
los hombres de buena
voluntad (cfr. |
Lucas 2.11). Tened
continuamente la |
paz en los labios y en el
corazón como |
don, saludo y auspicio
bíblico, prove- |
niente del Espíritu,
porque nosotros |
poseemos la fuente secreta
e inagotable |
de la paz, que es «Cristo
nuestra paz |
(Efes 2. 14). Y si la paz
es posible en |
Cristo y por Cristo, ella
es posible |
entre los hombres y para
los hombres. |
Que no muera la esperanza |
NO DEJEMOS que decaiga la
idea |
de la paz, ni la
esperanza, ni la |
aspiración, ni la
experiencia de la paz; |
sino que renovemos siempre
en los |
corazones el deseo de ella
en todos |
los niveles: en el
cenáculo secreto de |
las conciencias, en la
convivencia fami- |
liar, en la dialéctica de
los contrastes |
sociales, en las
relaciones entre las |
clases y las naciones, en
el apoyo a |
las iniciativas y a las
instituciones |
internacionales que tienen
la paz por |
bandera. Hagamos posible
la paz pre- |
dicando la amistad y
practicando el |
amor al prójimo, la
justicia y el perdón |
cristiano. Abrámosle las
puertas, allí |
donde haya sido excluida,
con nego- |
ciaciones leales y
ordenadas a sincera, |
conclusiones positivas; no
rehusemos |
cualquier clase de
sacrificio que, sin |
ofender la dignidad de
quien se vuelve |
generoso, haga la paz más
rápida, cor- |
dial y duradera. |
A los mentís trágicos e
insuperables |
que parecen constituir la
despiadada |
realidad de la historia de
nuestros días, |
a las seducción es de la
fuerza agresiva, |
a la violencia ciega que
descarga contra |
los inocentes, a las
insidias escondidas |
y que se mueven para
especular sobre |
los grandes negocios de la
guerra y |
para oprimir y subyugar a
las gentes |
más débiles; y finalmente,
a la angus- |
tiosa pregunta que
continuamente nos |
asalta: «¿Será posible la
paz entre los |
hombres? ¿Una paz
verdadera?», haga- |
mos surgir de nuestro
corazón, lleno |
de fe y fuerte en el amor,
la sencilla y |
vigorosa respuesta: ¡Sí!
Una respuesta |
que nos impulsa a ser
promotores de |
paz con sacrificio, con
amor sincero y |
perseverante por la
Humanidad. |
Sea la vuestra el eco a
nuestra res- |
puesta de bendición y de
auspicio en |
el nombre de Cristo: Sí. |
Ciudad del Vaticano, 8 de
diciembre |
de 1972. |
PABLO VI |
(Texto del mensaje para la
celebración de la "jor- |
nada mundial de la
paz"). |
La paz no puede darse en
la sociedad humana ni primero no |
se da en cada hombre, es
decir, si primero no guarda cada |
uno en sí mismo el orden
que Dios ha establecido. |
Pacem in terris, 165. |
16 |
Revistas Básicas |
para la |
Formación Permanente |
Tomamos en consideración
las recomendaciones contenidas en el Decreto |
conciliar sobre los Medios
de Comunicación Social y la Constitución sobre la |
Iglesia y el mundo actual,
en orden a la necesidad de la información honesta y |
de prensa genuinamente
católica, para ayudar al bien común de la sociedad, a |
cultivar la propia fe y a
interpretar los hechos históricos y culturales en la |
perspectiva del
providencialismo cristiano. |
Con la expresión
"FORMACIÓN PERMANENTE", queremos mostrar que |
se trata de continuar el
proceso formativo, sin interrupción, para satisfacer |
las exigencias profundas
de la personalidad humana en su desarrollo, y para |
responder a las demandas,
cada vez más apremiantes, de un mundo que se |
transforma. Todos
comprendemos hoy claramente que la vida de los individuos, |
la de las sociedades y la
de los pueblos no puede contentarse con un nivel de |
formación dada en un mundo
cuyas estructuras se hallan en constante transfor- |
mación. Por eso, la
Formación Permanente ha de ser continuada durante toda |
la vida y ha de adaptarse
a las exigencias sucesivas de las diferentes edades. |
Lleva consigo una manera
de estar en el mundo, y más concretamente, una |
manera de estar despierto
al mundo, ya que, la forma propia de la formación |
permanente, coloca a los
seres en una corriente de vida opuesta a esa especie |
de modorra, más o menos
disfrazada, en que viven inmersos quienes, en un |
determinado momento,
cesaron de formarse y se dejaron dominar progresiva- |
mente por los conformismos
o las estructuras establecidas. |
INFORMACIÓN |
Los medios de comunicación
social en un mundo en situación de cambio como |
el nuestro, nos aportan
unos hechos y unas situaciones sobre las cuales la Fe |
debe incidir como
respuesta vital. |
"VIDA NUEVA": |
Edita: P. P. C. Calle
Acebo, 54. Madrid-16. |
Publicación semanal. |
Precio suscripción anual:
500 ptas. |
Revista de información
religiosa. Muy apropiada para seguir, sobre todo, |
la marcha y vicisitudes de
la Iglesia en España en la hora actual. Inte- |
resantes los
"pliegos" semanales, reportajes monográficos sobre un tema |
de actualidad para la
Iglesia y el mundo. |
17 |
"CUADERNOS PARA EL
DIÁLOGO": |
• Edita:
"Edicusa". Calle Jarama, 19 (prolongación). Madrid. |
• Publicación mensual. |
• Precio suscripción
anual: 625 ptas. normal. |
Revista imprescindible
para seguir la evolución de la vida social espa- |
ñola. Trata de responder a
la ausencia de una formación política seria |
en los medios españoles
más cultos. Presenta soluciones y posturas que, |
dentro de lo discutible,
hay que valorar seriamente. |
"TRIUNFO": |
• Edita:
"Triunfo". Plaza Conde Valle Suchil, 20. Madrid. |
• Publicación semanal. |
Precio suscripción anual:
1.200 ptas. |
Semanario de gran
difusión, aunque con dificultades de índole legal. |
Muy buena información
internacional, aunque pocas referencias al mo- |
mento español. Peca, a
veces, de un lenguaje excesivamente culturalista. |
Interesante y discutible. |
"DESTINO": |
Edita: "Public. y
Revistas, S. A.". Consejo de Ciento, 425. Barcelona. |
Publicación semanal. |
Precio suscripción anual:
1.040 ptas. |
Semanario cultural. Más
que revista de actualidad, es literaria, y de gran |
calidad. Destacables sus
monografías y críticas literarias. |
PEDAGOGÍA DE LA FE: |
Es necesaria una profunda
reflexión para responsabilizarse de la comunicación |
del mensaje repensando la
propia fe personal. |
"IMÁGENES DE LA
FE": |
Edita: P. P. C. Calle
Acebo, 54. Madrid-16. |
Diez números al año. |
• Precio suscripción
anual: 175 ptas. |
Versión española de la ya
veterana "Fétes et Saisons" francesa. Cuidada |
presentación con números
muy logrados. Clara orientación catequética. |
Dirigida al público de
nivel medio. Es de lectura fácil. |
"LA BIBLIA Y SU
MENSAJE": |
Edita: P. P. C. Calle
Acebo, 54. Madrid-16. |
Precio suscripción anual:
130 ptas. |
Revista de divulgación
bíblica. Expone de forma catequística y vulgari- |
zada los grandes jalones
de la historia de la salvación. Pedagógica para |
ambientes de nivel medio.
Indicada para adquirir una visión de conjunto |
sobre la Sagrada
Escritura, para cuantos no podrían emprender un estu- |
dio sistemático sobre la
Biblia. |
18 |
REFLEXIÓN CARA AL MUNDO |
En los momentos como el
nuestro en el que se da una situación social de cambio |
es cuando se agudizan las
tensiones Iglesia-mundo. La fe nos sitúa en una ins- |
tancia critica para
rechazar o asumir los nuevos valores. |
"EL CIERVO": |
Editorial "El
Ciervo". Calvet, 56. Barcelona. |
Publicación mensual. |
Precio suscripción anual:
375 ptas. |
Fiel a su trayectoria,
sigue esta excelente revista informando con una |
perspectiva crítica y
amena. Tiene todas las secciones de una revista de |
actualidad. Muy buena para
seguir el panorama cultural. |
"HECHOS Y
DICHOS": |
Apartado 213. Zaragoza. |
Publicación mensual. |
Precio suscripción anual:
275 ptas. |
Después de transcurridos
dos años en la publicación de esta nueva |
versión de la Revista se
puede decir que responde magníficamente a lo |
que debe ser una revista
de orientación y pensamiento cristiano. Muy |
buenas colaboraciones. |
*MUNDO SOCIAL" |
Edita: "Casa de
Escritores de la Compañía de Jesús". Pablo Aranda, 3. |
Madrid-6. |
Publicación mensual (11
números al año). |
Precio suscripción anual:
250 ptas. |
Desde el mundo de los
problemas sociales surge esta Revista, que llena |
un gran vacío en el
panorama informativo español. Una visión objetiva |
y proposición de
soluciones valientes son la tónica de sus planteamientos. |
Responde así a lo que el
Concilio pidió en las relaciones Iglesia-mundo, |
de acuerdo con la
trayectoria de la nueva sociedad que nace. |
"RESEÑA DE LITERATURA
Y ESPECTÁCULOS": |
Edita: "Casa de
Escritores S. 1.". Pablo Aranda, 3. Madrid-6 |
Precio suscripción anual:
400 pts. |
Reseña de literatura, arte
y espectáculos. Revista "orientadora", que se- |
ñala el contenido
ideológico y el valor moral, estético y social de cada |
obra. Revista
"selectiva" que analiza de preferencia aquellas obras que |
pueden ejercer influjo en
la mentalidad actual. |
Vea ventajosas condiciones |
de suscripción en la
página |
siguiente. |
19 |
El principio del año es
una |
oportunidad para suscri- |
birse a alguna de las
revis- |
tas que les recomendamos |
en las páginas anteriores. |
Al formalizar la
suscripción de estas revistas |
es posible beneficiarse de
un descuento del 10 |
y, en alguna, hasta del 25
por 100, si se tramita |
por medio de la |
Institución Arzobispo
Claret |
Plaza de Ramales, 2, 2.
izq. |
Madrid - 13 |
Nos parece oportuno
aclarar que dicha "Institución Arzobispo Claret" |
no tiene relación alguna
con la a veces noticiosa "Hermandad Sacer- |
dotal", aunque exista
coincidencia de Patrón. |
LAUS |
Director: P. Ramón Mas,
C.O. - Edita e imprime: Congregación del Oratorio |
Placeta de S. Felipe Neri,
1 - Apartado 182 - Albacete - D.L. AB 103/62 - 19. 1. 73. |
20 |
|