Boletín
del Oratorio de Albacete. |
Núm. 111. FEBRERO. Año
1973. |
SUMARIO |
EL PAN y la verdad, y el
pan de la verdad. Pida, |
pensamiento, libertad. Ni
hambre en los cuerpos, |
ni esclavitud de mentira
en los espíritus. El hom- |
bre ha sido creado a
imagen de Dios, vivo, libre, |
abierto, para que sea
comunidad con los demás hombres; |
no cifra, ni pieza del
mundo, sino espíritu en el mundo. |
EL HAMBRE DEL MUNDO ES
OBRA DEL |
CORAZÓN HUMANO |
LA MORALIDAD DE LOS MEDIOS
DE |
COMUNICACIÓN SOCIAL |
EL HONOR DEL PERIODISMO ES
LA |
INDEPENDENCIA |
ACTITUDES PARCIALES O
ERRÓNEAS |
DERECHOS GENERALES DEL
HOMBRE |
LOS ESTADOS Y LA IGLESIA |
EL SENSACIONALISMO |
¿PUEDE UN OBISPO PREDICAR
EL |
EVANGELIO? |
1 (21) |
El hambre del mundo es
obra |
del corazón humano: |
es obra del pecado
personal |
y colectivo de los hombres |
Dice Mons. Araujo
Iglesias: |
EL PROBLEMA del hambre, no |
debemos reducirlo
exclusiva- |
mente al hombre de pan,
sino |
también al hombre de
cultura |
e incluso al hambre de
Dios. |
El hombre no ha sido ni es
obra de |
la Providencia. El hambre
es obra |
del corazón humano. |
El hambre es obra, en gran
parte, |
de esta sociedad de
consumo en que |
vivimos y In que se nos
arrastra |
cada día más y por todos
los medios: |
de los imperialismos
económicos y |
políticos que siguen
vigentes con ai- |
res democráticos
falsificados; de las |
carreras locas de
armamentos para |
defender aquellos. |
Alguien dirá que el hambre
es |
obra, sobre todo, de las
estructuras |
sociales, económicas y
políticas in- |
justas y opresoras. No lo
negamos, |
sino que lo admitimos.
Pero no debe- |
mos olvidar que tales
estructuras |
son obra del hombre.
Entonces, ra- |
dicalmente, el hombre es
obra del |
pecado personal y
colectivo. |
Pero tampoco son
suficientes las |
ayudan permanentes. No
basta ven- |
cer el hambre y la
miseria. Hay que |
hacer algo mucho más
importante: |
Edificar un mundo más
humano y |
por ello más justo donde
—hombres y |
pueblos— puedan ejercitar
el derecho |
natural que tienen al uso
y disfrute |
de todos los bienes
temporales. |
CRISTIANISMO |
IMPARCIAL |
Y CRÍTICO. |
Al anunciar el Evangelio,
el Cristianismo no puede ser |
"partidista",
pero debe ser crítico, respecto al mundo. |
Algunos no lo entienden, o
no les gusta, o no les con- |
viene. Podrían caber en
uno u otro de estos extremos: |
«Hay cristianos que están
dispuestos a aplaudir la intervención de sus |
sacerdotes y obispos en el
orden temporal siempre que esta intervención |
sirva para justificar el
sistema económico, social y político en que viven; |
desearían que la Iglesia
considerase como realización político-social de |
los valores evangélicos el
sistema en el que ellos participan... También |
hay cristianos que quieren
que la Iglesia apoye una política determinada |
en oposición a la
establecidas. — MONS. JAVIER OSES |
2 (22) |
La moralidad de los medios |
de comunicación social |
Intermediarios entre la
verdad y el público, |
entre la realidad del
mundo exterior |
y la intimidad de las
conciencias. |
NADA año, al recurrir la
festividad |
de san Francisco de Sales
y |
también en la Jornada
dedicada |
a los Medios de
Comunicación Social, |
el Papa recuerda los
valores de la alta |
misión y de la
responsabilidad de la |
profesión periodística. |
El poder de las noticias y
de los |
comentarios y pensamientos
que ellas |
suscitan y que pueden ser
transmitidos |
por la letra impresa, que
tan fácilmente |
multiplica la difusión, ya
se había |
intuido antes de esta
época que estamos |
viviendo y que podríamos
llamar, sin |
temor a equivocarnos,
"época de las |
comunicaciones". San
Francisco de |
Sales, aun desde el lejano
tiempo de |
los Zeitung, de las
Gacetas, de los |
Mercurios... ya tuvo
conciencia del |
poder de la pluma y de su
eficacia |
apostólica. Si tuviéramos
que buscar |
un precedente todavía más
válido, por |
fuerza sería preciso
destacar la enorme |
figura de san Pablo, a
quien de tantas |
diversas maneras se le ha
llamado "el |
periodista del
Evangelio", de la "buena |
noticia". |
Hoy día, no obstante, la
difusión y |
el comentario de noticias
ya no puede |
concebirse ceñido
únicamente a la |
prensa escrita o impresa,
pues aunque |
ésta siga manteniendo su
especifica |
significación e
importancia, se han |
añadido a los medios de
comunicación |
social, la radio y la
televisión, los |
cuales, como algunos
suponen, tienden |
a transformar, por sí
solos, las carac- |
terísticas culturales de
nuestro tiempo, |
y a convertirse en
sistemas de ideolo- |
gización masiva, con la
amenaza de |
disminuir y aun de
comprometer el |
progreso de la libertad
humana, tanto |
por la capacidad que
tienen de ser |
convertidos en sistemas de
evasión y |
narcotización mental, como
por ser |
utilizados y monopolizados
para bom- |
bardeos ideológicos sin
posibilidad de |
diálogo, discusión o
respuesta, que ase- |
gure una verdadera
"comunicación". |
Por esta razón no debe
sorprender- |
nos que, en todas las
ocasiones en que |
la palabra del Papa hace
alusión o |
toma por tema estos
"medios de comu- |
nicación social", su
discurso incluye, |
de minera constante, la
exhortación |
al respeto de la libertad
humana, que |
únicamente es posible si
tales "medios" |
son utilizados y dirigidos
con profundo |
sentido de responsabilidad
moral ante |
la sociedad. |
3 (23) |
Se llaman medios de
comunicac- |
ión", pero, en
realidad, la "comuni- |
cación no se produce,
porque no |
existe la posibilidad de
respuesta en |
el que recibe el mensaje.
El progreso |
técnico de los medios de
comunicación |
habría podido incluir un
desarrollo |
paralelo entre la
posibilidad de trans- |
misión y la de respuesta:
pero esto no |
ha sido jamás seriamente
pretendido, |
por lo cual se han
convertido, en la |
mayoría de ocasiones, en
medios de |
influencia mental y
cultural, positivos |
o negativos, según las
capacidades y |
las intenciones del que
posee el domi- |
nio en el uso de tales
medios transmi- |
sivos. De donde la
honestidad de los |
**dominadores"
prácticos es todavía |
más indispensable. |
Por otra parte, el
conjunto de la |
experiencia comprobable,
de nuestra |
que el adelanto técnico de
la humani- |
dad excede al de su
desarrollo huma- |
nístico, en nuestra época,
con lo cual |
el contenido del mensaje
que los |
"medios"
suministran está en franca |
desproporción de
inferioridad respecto |
a la potencia del
desarrollo técnico y de |
su influjo, porque el
adelanto técnico, |
entre otras razones, ha
recibido los |
mayores impulsos bajo la
urgencia y el |
alán partidista de poder
que ha dado |
lugar al vergonzoso drama
de las dos |
últimas Grandes Guerra
Mundiales. |
En ellas, lo mismo que en
las guerras |
menores que
periféricamente, como |
un eco, las han
acompañado, ha tenido |
la misma importancia el
armamento |
que la propaganda. |
Desde Napoleón, el
inventor de |
todos los centralismos y
el gran «gra- |
mático de la fuerza y de
la pólvora», |
como le llamaba nuestro
cardenal |
Newman, todos los
dictadores lo han |
tenido en cuenta y, desde
el extremo |
paradójico de los teóricos
de la provi- |
sionalidad marxista, según
los cuales |
"hay que obligar al
hombre a ser |
libre", hasta la
inhumana dureza de |
las preventivas impuestas
contrarre- |
voluciones fascistas, ni
siquiera en |
las sociedades que se han
envanecido |
de ser democráticas, se
han visto libres |
de la tentación al recurso
manipulador |
de mentes que ofrece, tan
fácilmente, |
el control de las
comunicaciones de |
El cardenal |
Alfrink |
se queja |
a la prensa. |
A últimos del mes de enero
pasado, y con motivo de la |
celebración del DIALOGO
PASTORAL NACIONAL de |
Holanda, el cardenal
Alfrink, primado de aquel país, há |
recibido a unos
periodistas italianos. Y se quejaba con |
ellos de que la prensa, al
tratar de informar sobre la |
Iglesia en Holanda,
pusiera en relieve aspectos |
anecdóticos menos
importantes que los motivo y |
estudios de aquellas
Jornadas. Achacaba al poco interés |
de la prensa por los
mensajes sociales de la Iglesia el |
que la doctrina tan
claramente expuesta en las recientes |
encíclican MATER ET
MAGISTRA, de Juan XXIII. Y |
POPULORUM PROGRESSIO, de
Pablo VI, no hayan |
llegado a la base del
público. Las jornadas celebradas |
en Holanda tenían por
objeto, precisamente, promover |
Aquel conocimiento, al que
sería de alabar que la |
prensa, por encima de
curiosidades inútiles, prestara |
más atención. |
4 (24) |
masas, no importa cuáles
fueran las |
leyes o las ficciones
legales que preten- |
dieran remediarlo o
disimularlo. |
Libertad, independencia,
honestidad |
en las informaciones. Los
problemas |
económicos de los medios
informativos |
dificultan enormemente su
indepen- |
dencia, subsidiaria de los
intereses o |
ideologías que defienden o
secundan, |
y por los que son
estipendiados. La |
calidad profesional se
reduce, en tales |
casos, en aptitud para la
docilidad |
servil, con abstracción de
la honestidad |
de conciencia. Lo cual es
una forma |
de esclavitud para el
mismo periodista, |
obligado, además, a
colaborar en la |
opresión ideológica del
público. |
Tales riesgos con
evitables, solamen- |
te, en la medida en que no
existan |
monopolios de información,
a los que |
hacía referencia
recientemente el Pa- |
pa. Entonces se hace
posible lo que |
también Pablo VI decía en
una de las |
Jornadas Mundiales
dedicadas a los |
Medios de Comunicación (2
de mayo |
de 1967): |
Nos dirigimos a los que
están llamados a prestar a sus hermanos |
una misión que les hace
intermediarios, y casi maestros y guías, entre |
la verdad y el público, la
realidad del mundo exterior y la intimidad |
de las conciencias. |
Y lo mismo que ellos
tienen el derecho de no sufrir la influencia de |
inoportunas presiones
ideológicas, políticas o económicas que limiten |
su justa y responsable
libertad de expresión, así también su coloquio |
con el público exige que
sea respetada la dignidad del hombre y de |
la sociedad. Todos los
esfuerzos estén, pues, dirigidos a difundir en |
las mentes la verdad, en
los corazones la adhesión al bien, en las |
obras la acción coherente.
Así contribuirán a la elevación de la |
humanidad, y su
contribución será constructiva en la edificación de |
una sociedad nuera más
libre, más responsable, más fraternal y más |
digna. |
Demasiadas veces los
criterios éticos |
del periodismo se han
reducido a cues- |
tiones meramente
marginales o par- |
ciales. Pero la única
honestidad es la |
que se cimienta en el
respeto y en la |
integridad de la verdad.
La verdad es |
la única liberadora de las
mentes: su |
ocultación es la forma más
sutil de |
opresión, porque puede
hacer esclavos |
sin conciencia de que lo
son, a los |
hombres desprovistos de
capacidad |
reflexiva para reaccionar
al engaño. |
La selección de noticias,
la ocultación |
de otras, los chistes
intencionados |
y destructivos, la
parcialidad aparen- |
temente desinteresada que
destaca |
lo que puede ofender o
denigrar al |
adversario, la información
incompleta, |
la búsqueda de
sensacionalismos y |
de morbosidades que
complacen al |
público pero le denigran,
son pecados |
sociales en los que caen
no pocos. |
Porque, por desgracia, no
abundan |
los periódicos que pueden
alcanzar el |
prestigio del "The
Times" británico, |
ni la independencia y
probidad de Le |
Monde" francés, que
son, por otra |
parte, dos ejemplos
mundiales de cali- |
dad técnica. |
Por esto el Papa acaba de
decir a los |
periodistas que su mayor
gloria, su |
honor, es la
independencia. |
5 (25) |
EL HONOR DEL PERIODISMO |
ES LA INDEPENDENCIA |
«Sentimos —dice el Papa—
que muy a menudo |
sólo un aspecto de nuestra
palabra |
es puesto de relieve». |
LA INDEPENDENCIA en el
periodismo es uno de los aspectos más complejos |
de su ejercicio, aunque
sea de capital importancia, porque sin indepen- |
dencia no podemos contar
con objetividad, con la necesaria verdad de lo |
que se suministre como
información. Los dos más grandes peligros de |
faltar a esta
independencia —como yo había señalado el mismo Pablo VI en otras |
ocasiones— son las
presiones políticas o las económicas, o ambas a la res. Donde |
el periodismo sea
concebido primordialmente como un negocio o al servicio de un |
negocio, o donde sea el
ejercicio de un servicio a un monopolio ideológico político, |
desaparecen las garantías
de seriedad y de honradez. «El periodista serio y |
honrado —había dicho Pablo
VI (Oss. Rom. 7 nov. 1968)— debe estar libre de |
presiones políticas y
económicas». |
No solamente los
periodistas, sino también los simples cristianos, tendrán que |
aprender siempre de las
palabras del Papa para valorar la calidad de las infor- |
maciones que reciban. Por
esto ofrecemos los párrafos más destacados del discurso |
que dirigió el pasado día
24 de enero, festividad de san Francisco de Sales, a los |
profesionales de la
prensa. |
Representáis una fuerza
inmensa en nuestra civilización. Ninguna institu- |
ción puede prescindir de
la opinión pública que vosotros contribuís a formar. |
Y ha citado la conocida
frase del padre Gabel: |
La información es el
sistema nervioso de la vida moderna. |
Y ha proseguido sobre las
exigencias de la profesión: |
Los lectores esperan de
vosotros una documentación honesta, precisa, lo |
más completa posible, que
les permita un juicio responsable. En este sentido |
no debéis aparecer como
maestros, sino como servidores. La independencia |
constituye, a nuestro modo
de juzgar las cosas, el honor del periodismo. → |
6 (26) |
Amor incorruptible a la
verdad |
Ante todo debéis resistir
la tentación de lo sensacional, que simplifica o |
deforma la realidad.
Existen otros condicionamientos mucho más insidiosos |
que pueden ejercitarse
sobre vosotros: de orden económico, político, ideológico, |
de grupos de presión cuya
opinión parece ser la ley del dix. Pese a todo, los |
imperativos de la
deontología de la prensa permanecen: amo corruptible a la |
verdad, búsqueda
laboriosa, rectitud, humildad, aptitud pira el diálogo. No se |
trata de una moral
negativa, hecha de prohibiciones, que pueda desalentaros. |
Vuestra labor supone un
sano pluralismo en la prensa, que permita una con- |
frontación de puntos de
vista, un diálogo abierto con los lectores. En este |
concierto tenéis pleno
derecho a expresar vuestras ideas y a defender vuestras |
diferencias, pero jamás en
detrimento de una información objetiva o de un |
juicio equitativo, se
trate de instituciones o de personas. |
Información sobre la vida
de la Iglesia |
El Papa se ha referido a
los límites que pueden exigir la discreción y el bien |
común, más en la Iglesia,
que en otras sociedades. |
L1 razón es sencilla: las
decisiones de la Iglesia surgen del Evangelio y se |
apoyan en él y en su
propia tradición viva, no en el espíritu o en el modo de |
entender las cosas que
tiene el mundo ni en la opinión pública, a la que a |
menudo escapa la
complejidad de los problemas teológicas o pastorales. No |
prendemos haber agotado
nuestra colaboración a vuestro trabajo. Nuevos |
pasos de sincera
colaboración pueden darse. Vosotros queréis formar un puente |
entre Iglesia y humanidad,
lo sabinos y aun de la audiencia haréis noticia. |
Efectivamente, el mundo
espera de Nos respuestas a su esperanza e inquietud. |
Nos esforzamos por
dárselas. De todos modos sentimos que muy a menudo |
sólo un aspecto de nuestra
palabra e: puesto de relieve. |
El bien no hace ruido |
El Papa ha manifestado que
solamente quería poner de relieve algunas líneas |
de su pontificado: |
Vigilamos para aplicar
firme e integralmente el Concilio Vaticano II. Si los |
múltiples actos
legislativos y pastorales que han jalonado nuestro pontificado |
han requerido tanto
esfuerzo y colaboración de los episcopados, la presentación |
de los mismos al gran
público os exige a vosotros, periodistas, una reflexión |
seria. Sois también
testigos de los problemas de la Iglesia, las reformas que |
Un periodista no debe
falsear los hechos, o, separándolos de su |
verdadero contexto,
alterar su verdadera significación, o ahogar |
la verdad que debería ser
oída en justicia. (PIO XII, 23-1-1950) |
7 (27) |
siguen a un Concilio
necesitan cada día de un ajustamiento laborioso. En medio |
de tantos fenómenos
marginales y contestatarios, que son presa fácil para el |
periodismo, ¿cómo no
pediros que sepáis tener la justa medida en el discerni- |
miento de lo que puede ser
leal a una actitud evangélica de lo que lleva la |
marca de una aventura
estéril? A menudo el bien no suele hacer ruido... |
Lealtad para interpretar a
la Iglesia |
No os pedimos que hagáis
apologías "a priori", sino que deis el valor que |
tiene a los progresos
positivos. La Iglesia está hecha de hombres y de relaciones |
sociales. La misma Santa
Sede utiliza un aparato externo del que la opinión |
pública tiene tendencia a
no ver más que detalles insignificantes. Conocéis bien |
los lugares comunes"
que circulan sobre el Vaticano y que dan una imagen |
insólita y falsa de la
realidad sin dejar a menudo ni la posibilidad práctica de |
hacer las rectificaciones
necesarias. Acaso podéis caer en la sutil tentación de |
buscar en los hechos de la
Santa Sede sólo las intenciones políticas. Nos os |
estimamos capaces de
elevaros de esta visión parcial o deformada. La lealtad |
exige que se interrogue a
la Iglesia tal cual es en realidad: una institución cuyos |
móviles no son políticos,
sino espirituales, y cuyas raíces son evangélicas. |
Optimismo y esperanza |
Sois testigos —ha
finalizado Pablo VI— de todo lo que fuera de la Iglesia |
nos preocupa: los derechos
del hombre, la familia, la cultura, los problemas |
socioeconómicos, la
construcción de la comunidad internacional. Nuestra visión |
es optimista. Estamos
seguros de que Dios ha salvado al mundo y prometido a |
los hombres su espíritu.
Dad largo eco a nuestra esperanza. Un acto de amor es |
más importante que uno de
odio, depende de vosotros que la humanidad sea |
más optimista. En cuanto a
la paz, bien conocéis nuestras convicciones. Si la |
solución práctica de los
conflictos escapa a nuestra competencia, queremos, al |
menos, ejercer el
ministerio d: la reconciliación que el Señor nos ha encargado. |
Y cuando hablamos de paz
no la separamos jamás de la justicia. |
¿Podemos expresaros un
último deseo? Os invitamos a escapar de una cierta |
conspiración del silencio
que re hace sobre problemas vitales para la humanidad |
y para la Iglesia. Hay
toda una categoría de gentes que podrían ser llamados los |
"olvidados de la
información", que no crean problemas internacionales, pero |
que son olvidados en su
miseria, en sus derechos humanos elementales, en |
su dignidad humana, en su
libertad, en sus exigencias espirituales. La esclavitud |
no ha quedado totalmente
abolida y los llamados prisioneros políticos en pocas |
ocasiones han sido tan
numerosos como ahora. Permitidnos citar situaciones |
particularmente dolorosas
para la Iglesia en determinados países, injustas y |
dolorosas porque personas
y comunidades no pueden expresar libremente su |
fe ni disponer de los
medios normales para transmitirla a sus hijos. |
8 (28) |
ACTITUDES PARCIALES |
O ERRÓNEAS |
A PESAR de la reiteración
y desarrollo del pensamiento de la Iglesia sobre |
su misión respecto al
orden social y político, continúan dándose entre |
nosotros las más diversas
posiciones. |
• Unos estarían dispuestos
a admitir la intervención de la Iglesia en el |
orden temporal, siempre
que sirviera para justificar el sistema econó- |
mico, social o político
existente. |
• Otros postulan la
intervención de la Iglesia en favor de una política |
partidista de oposición a
la establecida. |
• Hay quienes propugnan la
abstención total de la Iglesia en estas |
materias y acusan a los
obispos y sacerdotes de salirse de su misión |
siempre que con sus
enseñanzas se refiera a determinadas situaciones. |
• Algunos le conceden a la
jerarquía el derecho a predicar principios |
muy generales, pero le
niegan autoridad para enjuiciar situaciones |
concretas a la luz de
aquellos principios. |
• Estiman muchos que su
particular concepción política o social, o el sis- |
tema de soluciones
concretas y particulares que proponen, constituyen |
la única manera de llevar
a la práctica la enseñanza social de la Iglesia. |
• No faltan quieres
amplían tanto el concepto de pluralismo dentro de |
la Iglesia, que llevan a
considerar coherente con el mensaje cristiano |
cualquier comportamiento
de individuos o de grupos de signo tota- |
litario, de oposición a
una mayor igualdad entre los hombres, de |
explotación del hombre por
el hombre, etc. |
• Y no pocos cristianos,
desoyendo las enseñanzas y orientaciones de |
la Iglesia, estiman, por
si parte, que el análisis marxista proporciona |
el único principio válido
de explicación y las injusticias sociales. |
Consideran que la lucha
sistemática de clases es el instrumento eficaz |
para acabar con las
injusticias y para instaurar una sociedad más justa, |
la que identifican con el
socialismo más absoluto; y no oponen a tales |
proyectos ninguna objeción
desde el punto de vista cristiano. |
Esta multiplicidad de
posiciones acrecienta las dificultades de la etapa |
Posconciliar en España,
cuando hay quienes —para imponer su particular con- |
cepción de la misión la
Iglesia en relación con los problemas temporales— |
se valen de los recursos
del poder económico político, o de su influencia |
en medios de comunicación
social; y parecen experimentar en ocasiones la |
tentación de querer
sustituir al magisterio de los obispos en la orientación del |
pueblo cristiano. |
De la declaración
colectiva del Episcopado español, |
al término de su XVII
Asamblea plenaria. |
9 (29) |
Derechos |
generales |
del hombre |
PUESTOS a desarrollar, en
primer término, el tema de los |
derechos del hombre,
observamos que éste tiene un dere- |
cho a la existencia, a la
integridad corporal, a los medios |
necesarios para un
decoroso nivel de vida, cuales son, princi- |
palmente, el alimento, el
vestido, la vivienda, el descanso, la |
asistencia médica y,
finalmente, los servicios indispensables |
que a cada uno debe
prestar el Estado. De lo cual se sigue que |
el hombre posee también el
derecho a la seguridad personal |
en el caso de enfermedad,
invalidez, viudedad, vejez, paro y, |
por último, cualquier otra
eventualidad que le prive, sin culpa |
suya, de los medios
necesarios para su sustento. |
El hombre exige, además,
por derecho natural el debido |
respeto a su persona, la
buena reputación social, la posibilidad |
de buscar la verdad
libremente y, dentro de los límites del |
orden moral y del bien
común, manifestar y difundir sus |
opiniones y ejercer una
profesión cualquiera, y, finalmente, |
disponer de una
información objetiva de los sucesos públicos. |
También es un derecho
natural del hombre el acceso a los |
bienes de la cultura. Por
ello, es igualmente necesario que |
reciba una instrucción
fundamental común y una formación |
técnica o profesional de
acuerdo con el progreso de la cultura |
en su propio país. Con
este fin hay que esforzarse para que los |
ciudadanos puedan subir,
si su capacidad intelectual lo permite, |
a los más altos grados de
los estudios, de tal forma que, dentro |
de lo posible, alcancen en
la sociedad los cargos y respon- |
sabilidades adecuados a su
talento y a la experiencia que hayan |
adquirido. |
Pacem in terris, nn. 11,
12 y 13 |
10 (30) |
LOS ESTADOS |
Y LA IGLESIA |
Respuesta de Pablo VI a la
felicitación del |
Cuerpo Diplomático
acreditado ante la Santa |
Sede, con motivo del año
nuevo. |
HABÉIS evocado lo que
caracteriza no solamente la actividad de nuestro |
pontificado, Fino también
los motivos del espíritu y del corazón que |
caracterizan nuestras
actitudes diarias, dan el tono a nuestras inter- |
venciones, suscitan
nuestras iniciativas. Buscáis nuestra propia imagen, tal |
como se refleja, al igual
que en un espejo, en nuestras palabras y en nuestras |
obras; escrutáis el
sentido de la función que tratamos de realizar en medio |
de todos vosotros, y
respecto a los pueblos de los que sois aquí los nobles |
representantes. |
Las relaciones entre la
Iglesia y los Estados |
Y de hecho, queridos
señores, esta función no es comparable a aquella otra |
de la que habéis podido
ser los testigos en otros puestos diplomáticos. Vuestra |
presencia nos invita en
cierto modo a definir de nuevo el sistema de las rela- |
ciones originales entre la
Iglesia y los Estados, entre la Santa Sede y el campo |
de la actividad
internacional, constituido por las relaciones entre países o con |
los más altos organismos
universales. |
A decir verdad, no habrá
necesidad, hoy, de un largo discurso sobre este |
tema. El año pasado
expusimos ampliamente la misión particular de la Iglesia, |
ajena a la acción política
como tal y, por tanto, muy presente en la búsqueda |
de los hombres por los
caminos de la justicia, más todavía, trabajando al servicio |
de los hombres para educar
sus conciencias y colaborar, a su manera, en la |
promoción cultural y
social. Hoy día no vamos a demostrar su puesto totalmente |
original en el concierto
de las naciones. Todo hombre de buena voluntad com- |
prende que Nos no tenemos
otra línea de conducta que la trazada por nuestro |
Divino Fundador: «Dad al
César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios» |
(Mt 22, 21). |
11 (31) |
Los órdenes distintos |
Los dos órdenes
verdaderamente distintos constituye una suerte |
en nuestra época el haber
definido de nuevo esta distinción capital del poder |
temporal y el Reino de
Dios que encarna la Iglesia, por encima de las vicisitudes |
las necesidades de la
historia, todas las cuales han podido conducir a ciertas |
confesiones. En nuestra
condición de portavoz del Evangelio no nos corres- |
ponde señalar los caminos
políticos, los medios concretos de los ciudadanos en |
esa coyuntura determinada,
del empatizar para conseguir el progreso de su país. |
Os pedirnos no saquéis de
ello la conclusión, queridos señores, de que lo |
los órdenes deben mantener
relaciones profundas. Vuestra presencia aquí, |
fruto de un deseo común de
vuestro país y de la Santa Sede, ¿no demuestra lo |
contrario? Es precisamente
sobre este punto sobre el que desearíamos insistir |
hoy. A pesar de que
vuestra función de embajador ante la Santa Sede reviste |
un carácter singular, y os
impone una forma de actividad particular, es una |
misión muy importante,
cuya utilidad se revela cada día más fecunda, y que |
está perfectamente de
acuerdo con la situación moderna. |
Deseamos delimitar mejor
las fronteras |
de muestra respectiva
competencia |
Deseamos, en primer lugar,
entiéndase bien, delimitar mejor las fronteras |
De nuestra respectiva
competencia, vosotros podéis observar también, como |
Testigos amistosos, las
posiciones o las líneas de actuación de la Santa Sede, para |
Haceros eco de las mismas
ante vuestros Gobiernos. Deseamos, sobre todo, |
Colaborar juntos para el
bien común de cada uno de vuestros países y de toda |
La humanidad. Tal es la
panorámica que nos permitimos ofrecer a vuestra |
Comprensión y a vuestras
posibilidades de acción. |
La Iglesia no puede ser
neutral |
En este sentido lo sabéis
perfectamente. Nos no somos neutral. Queremos |
decir: el Evangelio nos
prohíbe ser indiferente cuando se debate el bien del |
hombre, su salud única, el
de aquello de su espíritu, sus derechos fundamentales, |
su vocación espiritual: de
igual manera cuando las condiciones sociales pade- |
cidas por algún pueblo
pone estos bienes en peligro, o incluso cuando una |
institución internacional
tiene necesidad de ser apoyada para desempeñar el |
papel humanitario que se
espera de ella. |
La Santa Sede, como
testigo activo y órgano central de la gran familia cató- |
lica, acepta con
benevolencia las confidencias, los anhelos, los proyecta, que |
tenéis a bien confiarle.
Sabe que resulta grato dar a conocer, a los que repre- |
sentáis, sus propios
deseos, que son los de la conciencia cristiana, a pesar de que |
constituye por su parte
con los diversos medios de que dispone, incluidos los de |
las comunicaciones
sociales, a educar en este sentido el corazón de los hombres. |
12 (32) |
Estas relaciones,
establecidas libremente y al más alto nivel entre la Iglesia |
la sociedad civil,
aparecen desde entonces como una forma nueva de presencia |
de la Iglesia en el mundo,
siguiendo la línea de la constitución conciliar |
"Gaudium et
Spes". Semejante presencia excluye subordinación, compromiso, |
concesión o conclusión
entre las dos instituciones. Las relaciones que aquí se |
establecen con la Santa
Sede tienen como finalidad inmediata, sin duda alguna, |
la solución de los
problemas que pueden surgir entre el Estado y la comunidad |
cristiana local, incluso
cuando esta comunidad es muy reducida. Pero hoy |
día no nos podemos quedar
ahí. Se trata, dentro del respeto reciproco de las |
competencias, de asegurar
la conjunción de esfuerzos que tienden a promover |
las iniciativas humanas y
las obras sociales benéficas para todos. Consideramos |
este como uno de los
objetivos actuales de la diplomacia pontificia. |
Trabajamos para el bien
espiritual |
y temporal de los mismos
individuos |
Ved, pues, lo que podéis
esperar de este centro de la Iglesia. No se trata |
de un regateo de
intereses, como entre dos Estados cuyos objetivos pueden |
discrepar u oponerse.
Vosotros y Nos trabajamos aquí por el bien espiritual y |
temporal de los mismos
individuos y de la misma comunidad. Y la Santa Sede |
no reclamará, lo sabéis,
privilegio alguno, a excepción de los derechos de la |
libertad religiosa. |
Prácticamente, la Iglesia
está comprometida con vosotros para hacer más |
eficientes los principios
rapaces de ilustrar y de orientar lo mejor punible la |
vida su sociedad de todos
estos hombres, cuyo destino afecta profundamente |
tanto a los responsables
de las naciones como la Iglesia. Ahora bien, los |
cambios de la vida moderna
alteran de tal forma las costumbres, que unos y |
otros debemos abordar
valientemente los problemas nuevos y vigilar en todo |
instante el camino que
tomamos, porque incide profundamente en el futuro. |
Por ejemplo ¿cómo
garantizar la libertad de los individuos y de los grupos, |
alentar las iniciativas
liberadoras y mantener al mismo tiempo las exigencias |
del bien común o, más
bien, infundir el gusto de este bien común a promover? |
¿Cómo establecer o
restablecer la justicia para todas las categorías sociales sin |
que algunas queden
ofendidas, o al menos en la miseria, frente a la prosperidad |
de las otras? ¿Cómo
favorecer la expansión económica y al mismo tiempo |
permitir a los hombres que
la dominen, asegurar un equilibrio ecológico, |
conceder fu mérito al
progreso cualitativo de las personas, de su espíritu, de |
su corazón de su alma?
¿Cómo adaptar la legislación a las legítimas aspiraciones |
del mundo moderno y a las
posibilidades científicas nuevas, Fin que el mismo |
hombre, la calidad del
amor, el respeto a la vida, el valor de la familia, la |
responsabilidad de la
conciencia humana no sufraguen sus gastos, hoy o mañana? |
Tales son, no es verdad,
los intereses profundos que juntos debemos garanti- |
zar. Esta Sede Apostólica
no aspira a otra cosa que a contribuir a ello, y vosotros |
estáis, señores
embajadores, en el primer plano de este diálogo entre ella y los |
Gobiernos de vuestros
países. |
13 (33) |
Fraternidad entre diversos
países del mundo |
Al lado de la búsqueda de
estos principios comunes podéis igualmente |
Hacer aquí la experiencia
de una fraternidad apreciable entre los diversos países |
del mundo. Algunos de
estos conocen entre si diferencias que, ciertamente, no |
pueden encontrar su
solución en el Vaticano. Pero el nivel en el que se sitúan |
aquí las relaciones con la
Iglesia, apasionada por la paz y respetuosa de todos |
los derechos, y más
todavía el colocarse en presencia del misterio de la fe |
cristiana, crean un clima
que debería contribuir a aproximar los corazones, at |
situarlos ante su máxima
responsabilidad, a preparar la paz. |
Además de esta atmósfera
de fraternidad, la Santa Sede, vosotros los sabéis, |
está dispuesta a hacer
todo lo que está a su alcance para imprimir a la vida |
internacional una mayor
consistencia orgánica. Existe, en electo, un egoísta |
internacional que parece
impedir a los Estados que traduzcan en acción colectiva |
los buenos sentimientos de
sus pueblos. Por tanto, en esta tierra, el mundo no |
se salvara —ésta es
nuestra convicción—, sino por una solidaridad creciente, |
más allá de los
nacionalismos recelosos. Sin duda será necesario todavía un |
largo entrenamiento para
enseñar a las naciones a respetarse, a intercambiar |
sus puntos de vista en la
justicia y en la paz, a repartir, a volverse justas hacia |
los objetivos
prioritarios, incluso a aceptar, si ello fuera necesario, el control |
de una autoridad
internacional. |
Hacia una ley que regule |
las relaciones
internacionales |
La Iglesia católica, por
su vocación, es particularmente sensible a esta uni- |
versalidad. Si el
concierto mundial hubiera de retrasarse o atrofiarse, dejando |
las grandes decisiones
efectivas en manos de dos o tres potencias, esto consti- |
tuiría, a nuestros ojos,
un retroceso y una amenaza. Las instituciones int- |
nacionales, que la
humanidad al fin se ha procurado, están llamadas, gracias a |
una representación
equitativa de todas la naciones participantes, a expresar |
y a poner en práctica la
razón, el derecho, la justicia: a realizar, con la coope- |
ración de todos, o al
menos de una casi unanimidad, una ley severa y pacífica |
capaz de regular las
relaciones internacionales (cfr. Mensaje para la jornada de |
la paz 1973). Ellas
representan a nuestros ojos, no dudamos en repetirlo, «el |
camino obligado de la
civilización moderna y de la paz mundial» (Discurso de |
las Naciones Unidas, 4 de
octubre de 1965. A. A. S., 57, 1965, p. 8. 8.). Nos no |
cesaríamos de invitar a
los pueblos a elevarse al nivel de este bien común univer- |
sal, que corresponde al
designio del Creador del género humano y que, en |
definitiva, garantizaría
su propio bien. |
La violencia: fijar la
atención sobre |
las causas y preparar los
remedios |
¿Es necesario citar un
ejemplo? El mundo entero comienza a inquietarse |
por el recrudecimiento de
la violencia. Hablamos del terrorismo internacional. |
14 (34) |
Se trata de un problema
grave y urgente, que corresponde a todos los interesa- |
dos resolver juntas, por
una leal aproximación, sin dejar de fijar también la |
atención sobre las causas
de este fenómeno, sus modalidades y sus motivos. |
Pero, ¿quién se atrevería
a sostener que el fin justifica los medios, que el terror |
puede ser un arma para las
causas legítimas, que la acción violenta contra los |
inocentes sirve
válidamente la causa que se considera buena? Esperemos que |
se sabrán encontrar los
medios adecuados para hacerse oír y para preparar los |
remedios eficaces, dentro
de un concierto amplio. |
En cuanto al Evangelio,
que es la carta de la Iglesia, contribuye, ésta es |
nuestra convicción y
nuestra experiencia, a situar a los hombres no solamente |
en el camino de Dios, sino
en el camino de un humanismo pleno. Los valores |
morales, a los que educa,
aportan un poderoso remedio a los males que desfi- |
guran el rostro de la
humanidad y que llegan a su corazón: dichos valores se |
llaman verdad, justicia,
libertad, perdón, paz. Tienen su fuente en el amor, |
cuyo dinamismo debe
suplantar por todas partes el del odio. Y traen con ellos |
la confianza, más aún, una
esperanza inquebrantable: con lo mejor del hombre |
y la ayuda de Dios, lo que
deseamos es posible. ¿Por qué, entonces, detenerse en |
las desilusiones
inevitables, dejarse desalentar por ciertos hechos; por qué |
esperar antes de reanudar
pacientemente los caminos del acuerdo? Sabemos |
que habéis recordado con
guato esta esperanza de nuestro último mensaje: sí, la |
paz es posible. |
La voz del Evangelio |
Este es, queridos señores,
en el plano temporal, el significado de esta Sede |
Apostólica y del diálogo
amistoso que mantiene con vuestros Gobiernos, por |
vuestra mediación; éste es
también el sentido de nuestras representaciones pon- |
tificias que corresponden
a vuestras embajadas: ayudar al mundo para que no sea |
más que uno, allanar
constantemente los caminos de su unidad de su solidaridad. |
Nuestra voz quiere hacerse
eco del Evangelio. Ella puede parecer débil, Nos lo |
sabemos, ella está
desprovista de los medios que hay en las manos de los Estados, |
pero ella no está sola:
con ella se eleva la voz de nuestros múltiples hermanos |
en el episcopado, cuya
misión —¿es necesario recordarlo?— es inseparable de |
la nuestra, y la voz
también de los que comparten la fe, la esperanza y la caridad |
cristiana, y que trabajan,
en su puesto, en favor del mismo testimonio. |
Oss. Rom., 12-1-73 |
ESTA CONGREGACIÓN DEL
ORATORIO NO RECIBE NINGUNA CLASE |
DE SUBVENCIÓN DEL ESTADO
NI DE NINGUN OTRO ORGANISMO. |
ATIENDE A SUS MINISTERIOS
Y MANTIENE SU APOSTOLADO CON EL |
TRABAJO DE SUS MIEMBROS Y
LAS LIMOSNAS VOLUNTARIAS |
DE LOS FIELES. |
15 (35) |
el sensacionalismo |
CADA día nos despierta la
novedad del sol que amanece, pero su luz, a |
pesar de ser nueva, no es
noticia. Solamente si un día fuera extraordina- |
rio, muy extraordinario,
su resplandor, los diarios le concederían algún |
título. En esa búsqueda de
lo extraordinario como condición de lo noticioso |
consiste el
sensacionalismo informativo. El lector medianamente avisado ha de |
aprender a descontar la
magnitud de los titulares y el valor de los adjetivos, |
como si aventara la paja
del grano, para tratar de quedarse, si existe, con la |
realidad verdaderamente
interesante que debiera de ofrecérsele. El lector |
desprevenido, el oyente
superficial, cede con facilidad a la emoción que le causa |
lo sorprendente, aunque su
misma superficialidad impide cualquier arraigo |
profundo: es lamentable
que a base de titulares catastróficos y truculencias |
sensacionalistas se haya
desperdiciado la oportunidad de una pedagogía masiva |
en beneficio de la
sensatez que respeta, enseña a respetarse y estimula al respeto |
los valores humanos, no
solamente propios sino del prójimo. |
El cultivo del
sensacionalismo sistemático es destructivo e inmoral, tanto |
si de dedica a la
aparentemente innocua exaltación de ídolos deportivos o can- |
zonetistas, como si
trivializa, manosea y deforma ideales o recoge aspectos |
incompletos de sucesos o
actitudes protagonizadas por el hombre. En el caso en |
que pueda aparecer más
inofensivo, actúa de verdadero enajenante, frenando y |
encerrando en la
mediocridad al gran público, que carece de otros medios de |
promoción espiritual o
cultural. Con el sensacionalismo se puede complacer la |
morbosidad de los incultos
y prepararles para la degeneración intelectual sin |
que lo perciban los mismos
que lo padecen. |
En diversas ocasiones los
pastores de la Iglesia, tanto en las noticias que se |
difunden respecto a ella,
como en las informaciones profanas, han denunciado |
la inmoralidad del
sensacionalismo, que obedece siempre, por lo menos a inte- |
reses económicos y, más
frecuentemente, a intereses ideológicos o sectarios. De |
donde, cuando una noticia
llama demasiado la atención, es preciso suspenden el |
juicio y tratar de
comprobar, con la espera, de si se relata sólo un aspecto de la |
realidad, o de si ni
siquiera tiene base para ser presentada como se refiere. Con |
ocasión del II Concilio
Vaticano el sensacionalismo aplicado a sucesos y a |
personas de la Iglesia, ha
subido de grado, de tal modo que ya no basta que un |
medio informativo presuma
de cristiano —o "católico"— para poder confiar en |
la probidad informativa
respecto a la religión, sino que habrá que comprobar, |
por el cotejo y sentido en
que la suministra, hasta qué punto es sincera su |
profesión, o hasta qué
punto es solamente un pretexto para mejor introducir |
16 (36) |
inexactitudes, confusiones
y difama- |
ción. Es cierto que las
informaciones |
sobre un suceso particular
no pueden |
ser, muchas veces,
exhaustivas, pero |
siempre deben ser
equilibradas; la |
presentación de sólo un
aspecto ya |
constituye una lesión de
la verdad, y |
es por lo tanto inmoral. |
Es sorprendente, con
frecuencia, |
el silencio que se guarda
respecto a |
materias de interés humano
y público, |
social, económico o
político, y cómo |
se destacan matices
intrascendentes, |
anecdóticos referentes a
la Iglesia, |
mientras que lo más
interesante se |
relega al olvido. Este
olvido tendría |
muy poca importancia y,
hasta cierto |
punto, sería de agradecer
si, como |
contrapartida, no tuviera
la presenta- |
ción sonorizada de lo
trivial de lo |
folklórico y de lo
inexacto. |
Con razón Juan XXIII se
quejaba |
a los corresponsales
extranjeros (24, |
oct., 1961) de las
"fantasías" con que |
algunos periodistas y
agencias lesiona- |
ban la "exacta,
respetuosa y discreta" |
manera en que debe ser
presentada al |
público la información
relativa a la |
Iglesia. Y, una vez más,
exhortábales |
al servicio de la verdad:
«Éste es el |
honor de vuestra
profesión; no aceptéis |
nunca traicionar o ir en
contra de la |
verdad. Más vale el
silencio lleno de |
dignidad y respeto que la
difusión sin |
control de una noticia que
se lanza |
imprudentemente al dominio
público |
y que se advierte en
seguida falsa y |
deformada». |
Y terminaba diciéndoles
que «tra- |
bajando por la verdad,
trabajarían |
también en favor de la
felicidad humana, |
porque es el error y la
mentira lo |
que divide a los hombres;
la verdad |
los une». |
Cuando leemos u |
oímos una |
información |
turbadora respecto |
a la Iglesia, a sus |
pastores o a sus |
ministros, |
sensatamente |
podemos suponer |
que se trata de |
una noticia o |
suceso que se nos |
comunica de |
manera incompleta |
y por lo tanto que |
tiene un |
significado |
diferente o |
contrario al |
presentado. |
17 (37) |
¿Puede un obispo |
predicar el Evangelio? |
Don Juan Huarte, de la
conocida familia de financieros e |
industriales navarros,
entregó a la agencia nacional de noti- |
cias "Cifra",
para su difusión, una carta abierta dirigida a |
monseñor Javier Osés,
obispo auxiliar de Huesca, en la que |
le acusaba de desviaciones
marxistas, a propósito de una |
conferencia dada
recientemente en Tudela por dicho prelado. |
Acusaba al obispo de
"falta total de cultura... o algo mucho |
más grave", de
"audacia" al no tener en cuenta "los momen- |
tos actuales de
Navarra" y de "ligereza" en su concepto |
de la riqueza. También
trataba al obispo, despectivamente, |
no de pastor, sino de
"empresario"... |
Monseñor Osés, al día
siguiente publicó, por otros medios, la |
siguiente respuesta: |
ME DIRIJO directamente a
las personas que han podido leer u oír comen- |
tarios de la carta abierta
que don Juan Huarte me ha dirigido y que se |
l ha hecho pública en
bastantes periódicos. |
No voy a responder a los
ataques a mi persona, sino quiero llamar la |
atención de lo que, a mi
juicio, reviste mayor gravedad en la carta de don Juan |
Huarte: me refiero al
fondo doctrinal implicado en la carta y que afecta grave- |
mente a la misma fe
cristiana. |
Precisaciones |
En primer lugar, creo que
para opinar era obligado haber oído, y oído en |
su integridad, la
conferencia que pronuncié en Tudela el día 29 del pasado mes |
de enero. Sólo así se
puede emitir juicio, aunque no sea más que de una frase |
de dicha conferencia, que
duró cerca de una hora. |
En segundo lugar, esta
conferencia, a la que me invitaron mis hermanos en |
el episcopado y encargados
de las diócesis de Pamplona y Tudela, está en rela- |
ción exclusiva con la
campaña que, desde hace unos meses se viene preparando |
en las dos diócesis,
Pamplona y Tudela, y cuyo lema es "Hacia una Iglesia más |
evangélica y
solidaria". |
Mi conferencia, dentro de
este plan diocesano, consistió en unas considera- |
ciones, sugeridas por el
mismo lema de la campaña, basadas en el Evangelio y |
aplicadas a la vida
concreta, a fin de promover más el movimiento de reforma |
personal y comunitaria de
mayor solidaridad y espíritu evangélico. |
18 (38) |
La fraternidad, la
solidaridad, la justicia y la pobreza |
En tercer lugar, en la
carta de don Juan Huarte se intenta desviar —y esto |
a mi juicio es lo más
grave de la carta— lo que es núcleo del Evangelio: la |
fraternidad, la
solidaridad, la justicia, la pobreza, vividas en Jesucristo y que |
fue el objeto central de
la charla hacia lo que puede resultar odioso para muchas |
personas: el marxismo,
presentando como doctrina marxista lo que, desde luego, |
es Evangelio. |
En todo lo que resonaba en
mi mente y creo que también en mis palabras |
no hubo en absoluto
reminiscencia alguna marxista, sino ideas fundamentales |
de la Biblia, tanto de los
profetas del Antiguo Testamento como de los Evangelios |
y Cartas de los Apóstoles,
siguiendo la línea clara de los santos Padres de la |
Iglesia y de la doctrina
de los pontífices, especialmente de León XIII, Pío XII, |
Juan XXIII y Pablo VI, y
del Concilio Vaticano II. |
Como resumen, cito un
párrafo de la encíclica Populorum Progressio, ya |
que en ella recoge el Papa
oportunamente una frase del evangelista san Juan y |
otra del Padre de la
Iglesia san Ambrosio: |
«Si alguno tiene bienes de
este mundo y, viendo a su hermano |
en necesidad, le cierra
sus entrañas, ¿cómo es posible que resida |
en él el amor de Dios?»
(primera carta de san Juan, capítulo |
III, 17). |
Sabido es con qué firmeza
los Padres de la Iglesia han preci- |
sado cual debe ser la
actitud de los que poseen respecto a los que |
se encuentran en
necesidad: «No es parte de tus bienes —dice |
san Ambrosio— lo que tú
des al pobre; lo que le das le pertenece. |
Porque lo que ha sido dado
para el uso de todos, tú te lo apropias. |
La tierra ha sido dada
para todo el mundo y no solamente para |
los ricos». Es decir, que
la propiedad privada no constituye para |
nadie un derecho
incondicional y absoluto. No hay ninguna razón |
para reservarse en uso
exclusivo lo que supera a la propia nece- |
sidad cuando a los demás
les falta lo necesario. (Hasta aquí |
Pablo VI en la Populorum
Progressio). |
Y... lo personal |
Por mi parte, acepto de
buen grado la culpa que tengo de no ser testimonio |
de pobreza en la Iglesia y
en el mundo y me siento parte de esa Iglesia que |
necesita, y busca
conversión, pero aunque mi conducta personal no responda |
a los deseos de Dios y de
la Iglesia, no por eso quedo exento del grave deber |
de anunciar el Evangelio y
la doctrina de la Iglesia, como lo pide a la Iglesia el |
mismo Vaticano II en el
número 13 del Decreto dedicado a los obispos: |
«Expliquen la doctrina
cristiana con métodos acomodados a |
las necesidades de los
tiempos, es decir, que responda a las difi- |
19 (39) |
cultades y problemas que
agobian y angustian a los hombres y |
miren también por esa
misma doctrina enseñando a los mismos |
fieles a defenderla y
propagarla. Al enseñarla, muestren la |
materna solicitud de la
Iglesia para con todos los hombres, fieles |
o no fieles, y consagren
cuidado peculiar a los pobres y débiles, |
a quienes nos envió el
Señor para darles la Buena Nueva». |
(Hasta aquí la cita del
decreto Christus Dominus, 13). |
La Jornada del Hambre en
el Mundo, que se celebra precisamente hoy, |
puede ser para todos un
motivo de conversión a mayor caridad y justicia. En |
el "slogan" de
este año podemos encontrar todos, en este momento difícil, |
motivo de reflexión y luz
para avanzar por este camino: «Si todos los hombres |
nos damos la mano, no
habrá manos pidiendo pan». |
Con afecto para todos,
Javier Osés, obispo auxiliar de Huesca. |
MIÉRCOLES DE CENIZA |
7 DE MARZO |
LITURGIA PROPIA DEL DÍA, A
LAS 8 DE LA TARDE |
LAUS |
Director: P. Ramón Mas,
C.O. - Edita e imprime: Congregación del Oratorio |
Placeta de S. Felipe Neri,
1 - Apartado 182 - Albacete - D.L. AL 103/62 - 16. 2. 73. |
20 (40) |
|