Boletín
del Oratorio de Albacete. |
Núm. 112. MARZO. Año 1973. |
SUMARIO |
TIRARNOS cada uno y mirar
el mundo con el |
deseo eficaz de la
conversión cristiana, es entrar |
en una actitud penitente.
La penitencia, en la |
Biblia, es conversión
personal y colectiva: la voz |
de los Profetas, las
exigencias del Evangelio, la predica- |
ción de la Iglesia, la
vida —sin mitos— de los Santos, lo |
atestiguan. Ya no es
Nínive, ni una orilla del Jordán: |
somos nosotros y la
sociedad en la cual vivimos. |
TIEMPO DE CUARESMA |
UN PROGRAMA |
¿QUÉ CLASE DE AUSTERIDAD? |
ALBACETE: EL 83,8 POR
CIENTO DE LOS |
HOMBRES NO PRACTICAN |
CRISTIANISMO SOCIOLÓGICO Y |
CRISTIANISMO SIMBÓLICO |
MORAL SOCIAL |
LOS RICOS |
UN MILLÓN DE EMIGRANTES
DEL |
SUR ESPAÑOL |
1 (41) |
Tiempo |
de Cuaresma |
EL TIEMPO de Cuaresma,
desde |
el Miércoles de Ceniza al
Jue- |
ves Santo, prepara,
durante |
cinco semanas, a la
celebra- |
ción de la Pascua del
Señor. |
La liturgia cuaresmal
conduce a los |
catecúmenos adultos, paso
a paso, |
hasta la recepción de los
Sacra- |
mentos de iniciación
cristiana en la |
Vigilia Pascual, que es el
momento |
bautismal por excelencia.
Este mis- |
mo carácter de preparación
aconse- |
ja que se difiera hasta el
tiempo |
Pascual el Bautismo de
adultos y de |
niños. |
El aspecto penitencial,
que desde |
los orígenes de la
Cuaresma carac- |
teriza la liturgia de este
santo tiempo, |
se nos ofrece en la
tipología bíblica |
de los "cuarenta
días" y en la extra- |
ordinaria riqueza de
textos eucoló- |
gicos y del leccionario
tanto ferial |
como dominical. |
Hemos de tener presente en
todo |
momento que este
itinerario bautis- |
mal y penitencial de la
Cuaresma |
hacia Pascua no lo ha de
recorrer |
cada cristiano por su
cuenta, sino |
toda la Iglesia unida: es
el pueblo de |
Dios que se reúne para
orar y escu- |
char la Palabra, que pide
perdón, |
practica el ayuno y vive
la caridad |
con los hermanos. |
A medida que los días
cuaresmales |
nos acercan al Triduo
Sacro, la |
piedad de los fieles ha de
centrarse |
con mayor intensidad en la
persona |
de Jesucristo y en su
pasión salva- |
dora. |
La liturgia, renovada por
el Conci- |
lio Vaticano, ha
recuperado para los |
domingos cuaresmales los
cinco |
temas evangélicos que en
la mejor |
tradición de la Iglesia
constituyen el |
núcleo de su catequesis
bautismal: |
Tentación de Jesús, |
Transfiguración, |
Samaritana, |
Ciego de nacimiento y |
Resurrección de Lázaro. |
Los textos evangélicos de
las mi- |
sas feriales siguen la '
temática |
tradicional de Cuaresma,
aunque sin |
orden sistemático: |
conversión, |
sinceridad, |
aceptación del
sufrimiento, |
fidelidad a la ley divina, |
oración, |
limosna, |
perdón de las ofensas... |
Para los últimos días de
la Cuares- |
ma se reserva la lectura
semiconti- |
nua del Evangelio de san
Juan, de |
los capítulos 4 al 11. |
Cal. L. P. 1973 |
CONFERENCIAS, |
Señoras: 2 al 6 de abril |
Hombres: 16, 17 y 18 de
abril |
Juventud: 23, 24 y 25 de
abril |
A Más detalles en página 6 |
2 (42) |
UN PROGRAMA |
DEBERÍAMOS hacernos un
programa y dedicar algún tiempo a repensar |
nuestro Bautismo. Es
posible que llegáramos a la conclusión de la |
necesidad de simplificar,
todavía más, nuestras ideas sobre el Cristianis- |
mo, pero seguramente se
perfilarían y harían más insistentes y más exigentes |
las principales. El
peligro del Cristianismo está en que los bautizados lo vivié- |
ramos como una renta de
gracia y de misericordia divina sin más que una |
implícita adhesión a una
fe no profundizada. No se nos pide todo de una vez, |
pero sí se nos pide de una
vez el propósito sincero y mantenido de un crecimiento |
en esta vida de gracia, no
reducible, para que realmente lo sea, a simples |
automatismos divinos. La
fe ha de ser como la claridad creciente de un sol que |
ilumina y llama a la vida:
una purificación que progresa, un compromiso que |
insiste, una liberación
que se dilata y una gozosa y desprendida provisionalidad |
que va dejando espacio a
la penetración de Dios en nosotros, en espera de la |
hora en que, sin fe,
podamos unirnos a él en la visión, limpios, transformados, |
revestidos totalmente de
Cristo. |
Hemos de repensar nuestro
Bautismo a partir de la iluminación de la |
Palabra de Dios: hemos de
meditar esta Palabra refiriéndola a nosotros, y |
hemos de hacernos Palabra
nosotros mismos para referirnos al mundo que nos |
envuelve, no porque es
inevitable, sino porque es la circunstancia y el medio |
en el que nos ha colocado
el Padre, hasta que volvamos a él luego de haber |
ensayado aquí nuestra vida
en su amor. No maldecimos el mundo; lo bendeci- |
mos. El mundo nos interesa
porque es interés de Dios; nada puede sernos |
indiferente y todo debe
ser penetrado de su verdad y debe ser ordenado en su |
justicia, hasta que se
obre, plenamente, su redención, su liberación. |
El bautizado es un agente
comprometido, participante y difusor de esta |
liberación. Cree lo que
enseña, posee lo que da, vive lo que comunica. El bau- |
tizado es hijo de Dios y
ama lo que es del Padre, y guarda lo que el Padre le |
confía, cuidando de no
perder lo que ha recibido; el bautizado busca ser una |
misma cosa con el Padre.
El mundo es su campo y, para que el mundo conozca |
que ama al Padre, se
entrega generosamente por el mundo. Cristo le ha prece- |
dido y es extensión de
Cristo. |
Por esto necesita
repensar, día tras día, su Bautismo. Palabra, Sacramento, |
plegaria, contemplación,
compenetración con el misterio de Cristo. Pero, supe- |
rando todo individualismo,
desde la personalidad que se abre al mundo, que |
por el mundo se interesa,
se compromete y se entrega. El Bautismo es una |
consagración. |
3 (43) |
Se han inventado
interpretaciones cristianas, o se han detenido, compri- |
miéndolos, desarrollos de
exigencias cristianas, hasta esconder el Bautismo |
tras una simple moral que
ha resultado de angustia y miedo; o se ha sepultado |
en teorías filosóficas
estáticas y cristalizadas; o se ha reducido a sentimentalismos |
consoladores con
intermitencias tranquilizantes... Pero esto es mutilar la fe, es |
engañoso, enajenante. No
puede llenar la vida ni puede transformarla. |
Hace falta repensar el
Bautismo y Cuaresma es una ocasión propicia para |
proponernos una renovación
de la vida de la fe. La fe no es solamente una |
verdad: es la substancia
de la vida del bautizado, con forma de gracia, mientras |
camina hacia Dios. |
Oración, estudio,
sacramentos, austeridad y fiarse de ese principio de gozo |
que está amaneciendo en lo
profundo de cada uno de nosotros, si no hemos |
extinguido la llama del
Espíritu que nos engendró a nueva vida. Purificar el |
corazón, iluminar el
pensamiento, confortar la voluntad, entrenar y disciplinar |
ideas, afectos y sentidos,
para la agilidad de la gracia que nos configuró en Cristo, |
que ha de ser traducido a
nuestras vidas. |
Fiarse de Dios, tratarle,
y no dejarlo en el ápice de sublimes y olvidadas |
teorías, sino buscarlo y
atender a su voz, siempre cercana a todo el que llama |
a las puertas de su reino. |
Las gentes corren, tienen
tiempo y se afanan por muchas cosas menos |
necesarias, golosos de
gratificaciones inmediatas, aunque no sean profundas. |
Pero para un bautizado ésa
es la primera y, bien entendido, la única cosa |
necesaria, y clave de
todas las demás. Debemos dedicarle un tiempo, una aten- |
ción, unas energías. Más
que las sobras, más que recortes de tiempo, más que |
una implícita adhesión a
la fe. La verdadera vida de fe no se desarrolla de una |
manera simplemente
automática, porque somos personas. Y, como personas, |
hemos de profundizar en el
misterio cristiano para llevarlo a la vida y des- |
arrollarlo en ella, con la
bendición de Dios y con inteligencia, generosidad y |
libertad. |
Somos fácilmente abnegados
en lo que dura poco, en lo que |
tiene sabor de nuevo o
complace curiosidades de adolescente; |
pero gomo9 más
calculadores y rezagados en lo que exige |
pureza y fe en la entrega
al bien que Dios nos presenta. Per- |
severar en el bien con el
mismo afán y constancia, por lo |
menos, con que los
mundanos perseveran en sus afanes |
materiales: ¡he aquí el
problema, cuando vamos descubriendo |
que la fe es una cosa
seria, que el Cristianismo no es un juego! |
4 (44) |
¿Qué clase |
de austeridad? |
UN CUERPO regalado, una
mente dispersa, una voluntad consentida, unas |
pasiones desatadas, jamás
permitirán llevar una vida cristiana, ni mirar |
el Evangelio sino como una
carga insoportable, destinada, en todo caso, |
"a los santos",
y alejándolos lo más posible de nosotros... Pero, sin purificar |
los sentidos, sin
disciplinar la mente, sin ordenar nuestras fuerzas, ¿cómo |
podremos elevar nuestro
pensamiento a Dios, cómo llegaremos a tratarle, a |
entenderle, a dejarle que
penetre y transforme nuestra vida? |
La penitencia, de todos
modos, la austeridad nunca es un fin en sí misma, |
y por esto nada valen unas
cuantas prácticas de mecanismos que nos parecen |
ascéticos, si no ponemos y
mantenemos la mirada en Dios y en cómo mejor |
amarle. |
Pero veamos lo que nos
dicen los santos; por ejemplo san Thomas More, |
en su UTOPIA, ese precioso
libro saturado de sentido común y cristiana sabidu- |
ría: «Despreciar la
belleza del cuerpo, debilitar las propias fuerzas, convertir |
la agilidad en pesadez,
extenuarse con ayunos, arruinar la salud, en una |
palabra, despreciar todos
los favores de la naturaleza y eso para poder dedi- |
carse más eficazmente a
trabajar para la felicidad de la humanidad, con la |
esperanza de que Dios
recompensará un día estas penalidades con éxtasis de |
felicidad eterna, es un
acto sublime de religión. Pero crucificarse la carne, |
sacrificarse por un
fantasma vano de virtud, o para acostumbrarse anticipa- |
damente a una vida de
miserias que tal vez no llegue jamás, es un acto de |
estupidez, de cobarde
crueldad hacia sí mismo, y de orgullosa ingratitud |
hacia la naturaleza; es
despreciar los beneficios del Creador, como si nos |
pesara tenerle que
agradecer algo de |
pesara tenerle que
agradecer algo de |
lo que nos ha dado». Y
puntualiza el |
Santo: «En todas las cosas
hay que |
buscar la justa medida,
para que lo |
que parece un bien, no
impida otro |
bien mayor». |
Hemos dicho, más arriba,
"sentido |
común" y
"sabiduría cristiana": esas |
dos cosas serán, en todo
caso, las que |
nos situarán en el
necesario equilibrio |
generoso y sincero de la
abnegación |
cristiana: fuente de paz,
de libertad in- |
terior, puerta de la
oración, y agilidad |
para todas las formas de
hacer el bien. |
Perseverar en el |
bien no es arras- |
trarse por el mis- |
mo camino, sino |
caminar con es- |
peranza. |
5 (45) |
CONFERENCIAS |
DE RENOVACION CRISTIANA |
— TEMAS Y HORARIO — |
Señoras: «El misterio |
Pascual» |
Días: del 2 al 6 de abril |
(de lunes a viernes), |
a las 5,30 de la tarde. |
Hombres: «Actitudes |
éticas |
fundamentales» |
Días: 16, 17 y 18 de abril |
(de lunes a miércoles), |
a las 8,30 de la tarde. |
Juventud: «Contemplación |
y proyecto |
del mundo» |
Días: 23, 24 y 25 de abril |
(de lunes a miércoles), |
a las 8,30 de la tarde. |
6 (46) |
Albacete: el 83,8 por
ciento |
de los hombres viven al
margen |
de las prácticas
religiosas |
tradicionales |
LOS VARONES están alejados
de la Iglesia en su gran mayoría (83.8 |
por ciento), al menos en
la práctica religiosa, según los resultados |
aportados por un detallado
estudio socio-religioso realizado en el |
arciprestazgo de Almansa,
sobre un total de 31.501 habitantes. En el |
mencionado estudio están
englobadas las localidades de Almansa, Alpera, |
Bonete, Caudete, Fuente
Álamo y Montealegre. |
Las emigraciones se
constatan especialmente más en los pueblos que |
en las ciudades de Almansa
y Caudete. Un 42 por ciento emigran en los |
pueblos rurales:
principalmente de los más jóvenes, por lo que la población |
queda empobrecida y
envejecida. |
La escasa asistencia de
los varones A misa se comprueba a partir de |
los 15 años, llegando a un
13,4 por ciento en el grupo de edad de 50 a 60 |
años. Destaca el
alejamiento del mundo obrero, tanto especializado como |
no especializado. Ochenta
y dos de cada cien obreros, no practican «y no |
consta que esta masa de
alejados tenga un contacto con lo religioso fuera |
del templo», dice el
estudio. |
En los cinco últimos años
no se ha producido ninguna vocación para el |
sacerdocio o la vida
religiosa tanto en institutos masculinos como en feme- |
ninos. |
Respecto a la acción
sacerdotal so comprueba que las horas dedicadas |
a la pastoral están en
proporción inversa a las necesidades: «Casi toda la |
Acción pastoral debiera
ser profética y apostólica, dado el alto grado de |
alejamiento religioso de
esto arciprestazgo». |
El estudio socio-religioso
concluye con una reflexión sociológico-pasto- |
ral en la que se afirma,
entre otros puntos, que «no se ven síntomas de un |
mejor porvenir religioso.
No existe una pastoral que esté dando respuesta |
suficiente a los problemas
reales». |
La nota que precede, y con
el mismo |
título que la encabeza, ha
aparecido en |
algunos periódicos
españoles. Alguien |
podrá pensar que, las
pocas veces que |
los diarios hablan de
nuestra tierra |
cienicienta, es para
relatar sucesos |
desagradables o bajas
temperaturas. |
En verdad no es para
entusiasmos el |
relato de esta noticia.
Pero sería más |
lamentable desconocer las
realidades |
que ella pone de
manifiesto. Demuestra |
en primer lugar la
honradez y diligen- |
7 (47) |
cia de los que han
realizado el estudio. |
La verdad es siempre un
bien y el |
esfuerzo por acercarse
todo lo posible |
a ella es una virtud. |
Algunas reflexiones |
Tampoco se trata de
establecer valo- |
raciones definitivas al
querer comparar |
un cristianismo de ahora
con otro de |
tiempo atrás. Las cifras
son síntomas |
estimables, pero
insuficientes para la |
medición de lo cristiano.
En cristiano |
la cantidad no está
siempre directa |
y necesariamente
relacionada con la |
calidad. Número y valor
pueden coin- |
cidir o no coincidir. La
vida de la fe |
y de la gracia no se
miden, no son |
computables. Pero pueden
ser punto |
de partida para
reflexiones y para |
preguntas, aun cuando las
respuestas |
no resulten ser de un solo
sentido ni |
categóricas. |
Dos cosas llaman
principalmente la |
atención en los datos de
este estudio: |
en primer lugar el
alejamiento de los |
hombres y de la masa de
obreros, que |
no solamente no acuden a
misa sino |
que no consta que tengan
otro contacto |
con lo religioso fuera del
templo; en |
segundo lugar la
esterilidad vocacional |
de un núcleo de población
bautizada |
que sobrepasa los 30.000
habitantes y |
del cual, en cinco años,
no ha surgido |
ningún candidato ni al
sacerdocio ni |
a la vida religiosa, tanto
de hombres |
como de mujeres. |
Si antes iban más hombres
a la igle- |
sia, ¿lo hacían por
inercia, por costum- |
bre, por ceder a la
presión social del |
ambiente, porque todavía
era bien |
visto...? En tal caso
habría sido una |
asistencia sin fe, sin
convicción. ¿De |
qué podría servir una
asistencia al |
templo si es inconsciente,
o si no es |
libre y sincera? En tal
hipótesis, esos |
hombres que iban y ya no
van, han |
ganado en sinceridad, han
mejorado. |
Lo que puede parecer un
mal, es un |
error o una ficción
eliminada, es una |
aproximación a la verdad,
es un bien. |
Bueno es que, por lo menos
sean sin- |
ceros; mejor sería que,
además, fueran |
cristianos; peor que
parecieran serlo |
si no lo eran. |
¿Qué pensar de pasados
entusiasmos |
colectivos, de obras
apostólicas que |
parecían arrolladoras?...
Pensar que |
lo que tenían de bueno
tuvo su fecun- |
didad en el bien, véase o
no; y que |
lo que tuvieran o se les
añadiera de |
espuma de apariencias, de
sentimenta- |
lismo momentáneo o de
irracionalidad |
y fanatismo, se ha
desvanecido, como |
debía de ocurrir, y se ha
recuperado |
el nivel de lo real. |
Las vocaciones |
En cuanto al desolador
panorama |
de la falta de vocaciones,
es cierto que |
han cambiado
circunstancias externas |
que hacen menos cómodo,
menos ala- |
bado, menos honrado por el
mundo, |
el gesto mantenido de una
entrega |
auténtica al Señor para su
servicio en |
la Iglesia. Pero el mundo
siempre ha |
sido igual y, cuando ha
prodigado |
demasiadas alabanzas y
concedido |
honores a sacerdotes, a
jerarquías de |
la Iglesia y a personas
que profesaban |
una vida evangélica, no lo
hacía con |
desinterés, sino para
prestigiarse con |
el honor y el poder que en
la Iglesia |
creía descubrir, y del que
pretendía |
apropiarse. Cuando el
mundo tenga |
otros medios o cuando la
Iglesia le |
diga toda la verdad,
prescindirá de |
ella o la despreciará y
deshonrará |
porque le resulta incómoda
su ense- |
8 (48) |
ñanza. Si encima la
Iglesia continúa |
exhortando a la justicia,
al desprendi- |
miento, si insiste
predicando a Cristo |
crucificado, y el mundo se
hedoniza, |
razón de más para que sea
abandonada |
al ser incompatible con
las apetencias |
y gratificaciones del
mundo y de los |
sentidos. |
Sigue siendo verdad que la
Iglesia |
necesita vocaciones,
porque ¿cómo van |
a creer los hombres si no
les predica, |
y cómo van a tener
predicadores si no |
se les mandan?... Pero
tampoco serían |
buenos y verdaderos
predicadores los |
que pudieran venir a
buscar en la |
Iglesia un medio de
promoción o un |
porvenir honorable, a
falta de los que |
el mundo menos fácilmente
pudiera |
proporcionarles. Es cierto
que, en |
muchas partes, donde en un
tiempo |
la pobreza y la escasez
daban pocas |
posibilidades de promoción
a la juven- |
tud, una
"vocación", o unos años de |
seminario, podía ser una
salida, o un |
intento de salida con
porvenir humano, |
a falta de otro medio, y
que, cuando |
los medios de cultura y de
promoción |
material han mejorado,
"se han perdi- |
do las vocaciones".
Pero, éstas, ¿eran |
vocaciones?... |
La hora |
de la sinceridad |
A estas reflexiones cabría
añadir |
otras de carácter más
general e histó- |
rico que, en conjunto, nos
llevarían a |
pensar que una mayor
sinceridad es |
la que se impone a la hora
de meditar |
sobre una entrega a Dios y
que, las |
circunstancias actuales
favorecen gran- |
demente esta sinceridad.
No pueden |
venir a la Iglesia los que
pretendieran |
"hacer carrera":
afortunadamente las |
circunstancias exigen un
mayor acer- |
...¿Cómo podrán |
invocar el nombre del |
Señor si no creen en |
él? ¿Cómo van a creer |
si no oyen hablar de |
él? ¿Y cómo podrán |
oír sin alguien que les |
predique? ¿Y cómo |
habrá predicadores si |
no se los envía? |
La Escritura dice: ¡Qué |
hermosos los pies de |
los que van a llevar la |
buena nueva! |
Pero no todos han |
aceptado la buena |
nueva del Evangelio. |
Lo dice Isaías:
"Señor, |
¿quién ha dado fe a |
nuestro mensaje?" |
Porque la fe nace del |
mensaje, y el mensaje |
consiste en la palabra |
de Cristo. |
San Pablo |
(Romanos, 10, 14-17) |
9 (49) |
camiento al espíritu del
Evangelio. |
Es cierto que algunos,
pusilánimes, |
desoirán la voz de la
llamada de Dios, |
y seguirán en la hibridez
de una vida |
indecisa entre el egoísmo
y la genero- |
sidad, pero la providencia
no dejará |
sin pastores a quien los
necesite y los |
merezca; y da siempre algo
más de lo |
que nos merecemos. |
Otra reflexión que suscita
este in- |
forme es el hecho de las
migraciones, |
con todo lo que supone de
dispersión |
de las familias, de
destrucción de ho- |
gares. ¿No tiene ello su
origen en for- |
mas de injusticia
colectiva que somos |
demasiado remisos en
denunciar? |
Las crisis no son de
desear, pero |
aclaran situaciones. La
lástima es el |
tributo negativo que a
veces arrastran, |
los esfuerzos incipientes
que paralizan, |
la fe y las virtudes que,
al ponerlas a |
prueba pueden hacer
vacilar. Pero |
forma parte de la ley y
del desarrollo |
de la misma vida. Sin
dolor no hay |
crecimiento ni liberación.
El Cristia- |
nismo es precisamente una
respuesta |
a todos estos
interrogantes. No somos |
—a veces lo hemos
olvidado—, no |
somos Iglesia triunfante,
sino peregri- |
nante, desde la verdad,
hacia la vida |
de Cristo. ¿Quién,
todavía, quiere se- |
guir a Cristo? |
¿Pesimismo |
o realismo? |
Para el pueblo español ser
católico se refie- |
re a ser bautizado,
casarse por la Iglesia y |
ser enterrado
religiosamente... Este pueblo |
no profesa ya su fe
católica... La aristocra- |
cia, la burguesía
católica, la gente de Acción |
Católica, practican, no en
virtud de senti- |
mientos religiosos, sino
de resentimientos |
políticos... Para ellos la
religión no es un |
elemento para consolar al
pueblo.... sino lo |
que se llama un freno para
contener las |
masas, un método para
conservar el orden |
de sus negocios. |
MIGUEL DE UNAMUNO |
10 (50) |
CRISTIANISMO |
SOCIOLOGICO |
Y CRISTIANISMO |
SIMBOLICO |
SON el recuerdo de glorias
pasadas y grandezas perdidas, como señores |
venidos a menos, nos
resistíamos a reconocer realidades que estuvieran |
en desacuerdo con nuestros
sueños e ilusiones. ¿Cuántas veces se ha |
ponderado el catolicismo
español hasta encumbrarlo por encima de cualquier |
otro (?) catolicismo? |
No obstante, desde un
tiempo a esta parte, no han faltado voces sensatas |
que han puesto en duda tal
primacía y hasta han señalado algunos puntos flacos |
capaces, por sí mismos,
para despertarnos de ilusiones y desmontar inútiles |
ficciones. |
Hace una veintena de años
que, el cardenal Herrera, ponía el dedo en la |
llaga de la mayor
debilidad de este catolicismo, al que si bien no dejaba de |
reconocer como valor
positivo el arraigo de los vínculos familiares (efecto |
moralizador de influencia
religiosa), le faltaba, en cambio, la diligente preocu- |
pación por cumplir los
deberes de justicia social. |
No hace tanto, y a
propósito de las primeras sorpresas por las "novedades** |
del catolicismo holandés,
calificadas desde aquí como plagado de errores, casi |
cismático y relajado, en
contraste con la supuesta integridad del español, no |
faltó alguna figura
representativa de la jerarquía española que se sintiera |
impulsada a amonestar
fraternalmente a la de aquel país... Lo curioso es que, |
comprobando, por aquellas
mismas fechas, las cifras de secularizaciones llevadas |
a cabo en la Iglesia,
España ocupaba uno de los lugares primeros y que Holanda |
iba muy por detrás. En
aquella circunstancia, el cardenal Alfrink dijo que su |
país tenía los mismos
problemas que había en otras partes; lo único, que allí |
solían afrontarlos y
discutirlos, lo que tal vez no ocurría en otros países". |
Durante el Concilio había
dicho ya algo semejante. |
Pero es que en la
actualidad, y según las últimas estadísticas, conservamos |
todavía, en números
simplemente absolutos, la primacía por encima de Francia, |
Alemania o Italia —las
cifras relativas al número de habitantes serían todavía |
mayores—. Esto ocurre no
solamente con las secularizaciones, sino también |
con las causas de
separaciones matrimoniales en curso...con lo cual, después |
11 (51) |
de veinte años, ya no
podría repetir el cardenal Herrera que la familia española, |
por lo menos, era de mayor
solidez cristiana que la de otras naciones europeas... |
Hemos encontrado una
denominación, usada en otras latitudes, pero espe- |
cialmente válida para
nosotros, que es la de cristianismo sociológico": sirve |
tanto para explicar como
para definir la masificación folklórica y tradicional |
en la que no faltan
cristianos sinceros y óptimos, pero en la que domina una |
mayoría que sabe
distinguir poco entre lo que es una partida de nacimiento y |
una certificación de
bautismo. Hace pocas semanas, en nuestra misma ciudad, |
en una reunión de personas
interesadas en oír directrices apostólicas dirigida |
por el Consiliario
Nacional de A. C., hubo una intervención —una de las más |
interesantes— sincera y
espontánea, que nos confirmaba el nivel real del |
"pueblo", cuando
salimos de la minoría —siempre la misma— adicta. No era |
para reír, sino para
meditar. |
En un aspecto más amplio
podríamos citar lo de los bautizos de los hijos |
del famoso torero "El
Cordobés": ¿qué padrinaje, quién respalda la seriedad de |
un sacramento a criaturas
cuyos padres no reciben el del matrimonio? Se trata |
de "otra" fiesta
de sociedad?... Pocos se han sorprendido, lo cual confirma, a |
todos los niveles, la
vanidad de la apelación cristiana. Las sorpresas, los "escán- |
dalos" vienen cuando
se da algún intento serio de respeto a lo santo, porque |
entonces se choca con las
ficciones "sociológicas" a las que no queremos renun- |
ciar. Y conste que
"El Cordobés' es libre de vivir como quiera, pero también |
él merece que se le
advierta de no trivializar los sacramentos; probablemente |
no los conoce, aunque sea
tan rico... |
Diversas circunstancias,
que ahora no estudiamos, han facilitado la pros- |
peridad de un crecimiento
aparente, superficial, hueco de espíritu, de cultivo |
sentimental y folklórico,
menos formativo, sin responsabilidad ni compromiso. |
Ya no vale, en muchos
casos, ni siquiera la calificación de cristianismo so- |
ciológico". Son muy
frecuentes las situaciones —y más entre clases elevadas que |
entre los
"pobres"— en las que el cristianismo que se dice profesar o al que
se |
está adherido, no pasa de
merecer la denominación de cristianismo simbólico". |
Es...lo nuestro. Cualquier
intento sincero y clarividente de rectificación debe |
tenerlo en cuenta. Otra
cosa sería persistir en la narcotización de sueños inútiles |
o vegetar en
pintoresquismos que nada tienen que ver con el mensaje cristiano. |
"Cristianismo
sociológico" en las masas, "cristianismo simbólico" en |
minorías privilegiadas,
son los dos grandes engaños producto de ignorancias, |
inercias, vanidades,
pactos mundanos, silencios y desigual aceptación de las |
verdades evangélicas,
según sirvan o no para justificación de las posiciones y |
apetencias temporales de
riqueza y de poder. |
Según las últimas
estadísticas en el mundo, la comunidad |
católica que recientemente
ha tenido más defecciones ha |
sido la norteamericana; en
Europa, ha sido la española. |
12 (52) |
MORAL SOCIAL |
De una homilía del
cardenal Ángel Herrera Oria, |
pronunciada en la catedral
de Málaga, a su vuelta |
de un viaje a Inglaterra,
reproducida en el Boletín |
de aquel obispado de
octubre de 1952. |
LA MORAL familiar de
España |
es elevada; tal vez única
en el |
mundo. Ese debe ser
nuestro |
mayor orgullo y ése es el
fundamento |
de la esperanza de una
sólida consti- |
tución social futura. |
En cambio, en lo que
respecta a |
moral social hay muchas
cosas que |
aprender fuera de España.
La propia |
Inglaterra da ejemplo de
ello. Eviden- |
temente, el pueblo ha
gozado allí de |
una mayor tutela y
protección. La |
justicia social se ha
cumplido con |
mucha más perfección. En
breves años |
se ha atenuado
extraordinariamente |
la diferencia de fortunas.
Clases ente- |
ras han sido desplazadas
de sus posi- |
ciones económicas y
sociales. Maravilla |
la energía y la suavidad
con que el |
Gobierno, a sangre fría y
por cauces |
jurídicos, ha realizado
esta revolución |
desde arriba, que yo no sé
que tenga |
par en la Historia. |
Impresiona pensar en la
abnegación |
con que las clases
castigadas se han |
sometido a las duras
exigencias de la |
autoridad establecida. |
No palabras huecas y
vacías. Tre- |
mendas realidades.
Verdaderas anato- |
mías sociales sin más
instrumento que |
la ley. |
Avenidas enteras en el
centro de |
Londres formadas por
palacetes del |
mismo tipo arquitectónico,
elegantes y |
suntuosas; moradas
individuales que |
fueron de familias
opulentas, abando- |
nadas hoy por los dueños
que las |
edificaron, y que acaso
por generacio- |
nes las vivieron, y
alquiladas... no a |
nuevos ricos, que les
suplan en el dis- |
frute total de la
vivienda; ni siquiera |
alquiladas por pisos —que
en tales zo- |
nas serían carísimos—,
sino arrendadas |
por piezas o habitaciones
a familias |
que se defienden con
modestas rentas |
de trabajo o con ínfimas
pensiones. |
JUSTICIA DISTRIBUTIVA |
¿Se han guardado siempre,
en este |
reparto de gravámenes, los
cánones de |
la justicia distributiva?
Muchos creen |
que no. Sinceramente, no
me atrevo a |
opinar. Es cuestión
complejísima aun |
para los que poseen todos
los datos |
necesarios para dictaminar
con pru- |
dencia. No sé si
exactamente en la |
proporción debida, mas es
un hecho, |
a flor de vida social, que
el peso del |
sacrificio gravita sobre
los hombros de |
todos los ingleses. |
No será, empero,
inoportuna una |
consideración de orden
general. Cuan- |
do en un país se desnivela
la balanza |
13 (53) |
política, es muy probable
que se desni- |
vele la balanza social.
Cuando se pierde |
el equilibrio de los
poderes en favor |
de una clase, tal clase se
convierte en |
opresora de las demás. |
Balmes visitó Londres hace
exacta- |
mente ciento diez años, en
el verano |
de 1842, y consignó que el
pueblo in- |
glés, miserable y
hambriento, estaba |
oprimido por una
aristocracia, sobera- |
na política de hecho,
acaparadora de |
la riqueza nacional.
Balmes previó una |
lucha a muerte, que él
temía que fuera |
terriblemente sangrienta,
entre la aris- |
tocracia y el obrerismo, y
pronosticaba |
el triunfo de los obreros. |
La lucha no ha sido
sangrienta. La |
batalla, más que social,
ha sido política. |
Inglaterra, que conoció el
equilibrio |
político en los días de la
reina Victoria, |
lo perdió a fines del
siglo XIX y prin- |
cipios del XX. Desde 1911,
la soberanía |
se aloja en la Cámara de
los Comunes. |
Después de la primera gran
guerra, la |
Constitución inglesa se
despeñó por la |
pendiente democrática. Hay
tiene la |
Gran Bretaña una
Constitución demo- |
crática radical, que no
responde a sus |
tradiciones políticas. |
Y desde el tiempo de
Aristóteles |
es un axioma de la ciencia
del Esta- |
do: democracia radical en
lo político, |
opresión de los ricos en
lo social. |
¿Es el caso de la
Inglaterra actual? |
Digo que no lo sé. Pero
afirmo que |
lo será. De ella y de
todas las na- |
ciones que entreguen a la
masa la |
soberanía. |
¡Dios nos conceda sensatez
para no |
perder la lección! ¡Dios
nos conceda |
situarnos en la zona
templada de la |
legitima libertad
cristiana, que armo- |
nice para todos las justas
exigencias |
de una autoridad fuerte
con los legíti- |
mos derechos de un
ciudadano digno! |
CONSECUENCIAS |
Qué consecuencias tendrá
para el |
porvenir de Inglaterra la
extinción de |
la alta burguesía? Sólo
Dios lo sabe. |
Mas es justo reconocer que
a esta alta |
burguesía laboriosa, culta
y rica en |
virtudes cívicas,
Inglaterra ha debido |
en gran parte su poderío y
su grandeza. |
Una clase así, cuando
cumple con |
sus deberes, es el nervio
de una gran |
nación. |
Las circunstancias tal vez
hayan |
obligado al Gobierno
inglés a liqui- |
darla. |
El visitante que penetra
en el miste- |
rio de las cosas no puede
menos que |
acordarse de la frase del
poeta latino: |
«Sunt lachrymae rerum»:
«También las |
cosas lloran». Se
experimenta en tales |
momentos una sensación de
silencio |
espiritual, de abandono,
de muerte... |
Invade el alma una solemne
melan- |
colía de caída de la tarde
en un día |
espléndido. |
URGE ACORTAR DISTANCIAS |
Y, sin embargo, a un día
sucederá |
otro día, y a una forma de
civilización, |
otra forma de
civilización, y acaso más |
bella. |
Las grandes diferencias en
la distri- |
bución de los bienes no
están confor- |
mes con los principios de
la justicia |
social. Hay en el mundo
una tendencia |
a acortar distancias que
no es socialis- |
ta, que es cristiana. En
esa dirección |
caminan las grandes
naciones. Y hacia |
ese norte impulsan los
Pontífices a |
todos los pueblos. |
Hace un repaso, Monseñor
Herrera, |
de los intentos de reforma
emprendidos |
en diversas naciones
europeas, en con- |
firmación de su discurso y
repite frag- |
14 (54) |
mentos de la doctrina
social de los |
Pontífices León XIII, Pío
XT y Pío XII, |
relativos al reparto de la
renta nacional, |
al derecho de libre
asociación de los |
obreros para defender sus
intereses: |
cita la voz de los
profetas y palabras |
de Jesucristo, y concluye: |
El gran problema
espiritual de Espa- |
ña es el de formar la
conciencia social. |
LOS RICOS |
HEMOS de reconocer que en
la colaboración de los hombres para el mejo- |
ramiento de la humanidad,
ha sido la más destacada la de aquellos que, |
desde su riqueza, la han
proyectado al bien de los demás. En realidad |
el bien lo han hecho los
ricos pocos ricos, pero ricos al fin, porque ellos solos |
han podido tener seguridad
y libertad para organizar ese poco de bien con que |
han impulsado el caminar
del mundo hacia el perfeccionamiento. Moisés pudo |
hacer el bien a su pueblo
después de enriquecerse en poder y sabiduría. Pero |
en seguida es necesario
puntualizar que, ni el poder ni el saber fueron un |
fin para él, sino un medio
y, a la hora de ponerlo en juego para el fin de la |
liberación de Israel, supo
depauperarse de lo que estorbaba a todo su equipaje |
mundano. Le habría podido
interesar, mundanamente, desbancar al emperador |
egipcio y establecer una
nueva dinastía inaugurada por él, en la que su pueblo |
pasara de oprimido a
opresor; pero sabemos que no lo hizo. Otros sí lo habrían |
hecho; otros lo hacen. |
Con fe y esperanza en un
Dios, o sin ella, podría hacerse una lista conspicua |
de nombres célebres en los
que se confirma que han hecho acopio de riqueza |
para luego emplearla en el
bien. Esa minoría de hombres "ricos", apasionados |
por el bien de la
humanidad, se ha compuesto, a la vez, de dos clases de |
hombres: los meramente
especulativos y sentimentales, y los activos y com- |
prometidos. Los primeros
se han detenido en la elegancia tranquilizadora de |
comprender sin hacer o sin
hacer bastante, y los segundos han sido la verdadera |
minoría que ha ido
transformando el mundo. En realidad nos referimos a éstos |
generosos adelantados de
la humanidad, que han sabido, han podido y han |
querido hacer el bien, y
por esto lo han hecho. No siempre han acertado en el |
modo de hacer, pero su
proceder ha puesto en evidencia las inhibiciones de los |
cómodos y perezosos, por
no decir de los egoístas, sensuales y reaccionarios. |
Tal vez convenga que
aclaremos que, cuando decimos "riqueza", queremos |
significar no solamente la
de los bienes materiales, las comodidades y el dinero |
—¡somos tan materialistas
que sólo eso valoramos!...—, sino también las ideas, |
15 (55) |
el conocimiento. La peor
pobreza no es la de no tener, sino la de no saber; la |
peor esclavitud es la de
mantener a otros en la ignorancia, pudiéndoles —de- |
biéndoles, por lo tanto—
instruir, concienciar, informar. No faltan, ni en nuestros |
días, ni cerca de
nosotros, esos otros ricos que quieren que pase por la censura" |
hasta el Evangelio, o que
permiten que se predique pero dándole la interpretación |
que a ellos conviene,
según la cual, por supuesto, debería de aceptarse la falsa |
doctrina fatalista de que
siempre habrá pobre" como justificación de los ricos, |
y no en el cristiano
sentido de que éstos, los ricos, han de buscar "siempre" el |
hacer el bien a los menos
favorecidos. Y hacer el bien no será solamente el dar |
cosas, sino el instruir,
el capacitar, el promover, el responsabilizar, el liberar. |
No se trata de dar cosas a
los hombres, para que, como niños golosos, se dis- |
traigan o entretengan
mientras se les fomenta la minicodicia de los placeres que |
enajenan; sino que se
trata de poner toda la capacidad del que puede y sabe, en |
hacer más hombres, en
preparar para la libertad, en capacitar para la vida, en |
enseñar a ser
responsables, en contagiar el deseo de hacer el bien a los demás, |
multiplicando así el
aceleramiento de la perfección de la humanidad... No se trata |
de complacer
bestializando, sensualizando, sino de elevar formando, humani- |
zando. |
Esos pocos ricos que han
querido hacer el bien a sus hermanos; esos ricos |
para quienes,
sinceramente, la riqueza en sabiduría o en poder, no ha sido una |
comodidad, sino el peso de
un deber irrenunciable a la generosidad, no han |
encontrado facilidades en
sus empresas. Han tropezado con la gran mayoría de |
las codicias y del orgullo
de los demás ricos, han tenido que luchar con ella, han |
sucumbido, a veces, en esa
lucha. Sólo unos pocos han conseguido liberarse del |
mundo. Porque es muy
difícil para el rico, entender los planes de Dios, y es |
muy difícil, después de
entenderlos, tener la valentía y la sinceridad de llevarlos |
a la práctica. Lo más
probable es que, después de un sentimentalismo pasajero, |
piadoso o humanitario, se
encierren en un ir tirando, desde una media tinta |
entre paternalista y
desconfiada, para dejarse engullir en el espíritu prostituido |
del mundo: el rico y los
suyos, las más de las veces, se refugian en la placidez |
cómoda y separada, y el
mundo sigue con las injusticias que ellos no han querido |
ayudar a resolver.
¡Demasiado difícil! Demasiado difícil luchar con la ignorancia |
de los pobres, con la
codicia y resentimiento de los envidiosos y con la soberbia |
de los grandes... |
Cristo nos pudo hacer el
bien, porque "era rico", dice san Pablo. Pero no vino |
a presumir de su riqueza,
sino a enriquecernos. Y nos vino a dar ejemplo para |
que le imitemos. ¿Qué otro
rico le quiere imitar? |
Serán pocos, porque pocos
son los ricos cristianos. Los ricos que pueden |
llamarse cristianos son
los que toman la riqueza de lo que son, pueden, saben |
y tienen, como una
provisionalidad para emplear en el bien sin límite de |
LAUS se reparte
gratuitamente. Si quiere recibirlo man- |
de su nombre y dirección
a: Apartado 182, Albacete. |
16 (56) |
los demás. Para esos
pocos, es difícil |
llevar el ideal evangélico
a la vida: las |
primeras dificultades les
vendrán de |
los de su misma clase,
cuando los |
encuentren en un consejo
de adminis- |
tración, en una junta de
gobierno, en |
un proyecto de reforma
social sincera; |
allí tropezarán con el
materialismo de |
la mayoría, para quienes
lo único que |
cuenta es el reino de este
mundo. No |
importa que haya un
crucifijo en la |
sala de reunión: es una
decoración |
accidental, apariencia tal
vez calcu- |
lada. |
Podrán, sin embargo,
entender por |
qué el Señor, desde el
Evangelio, alaba |
la pobreza, esa
disposición interior |
incontaminada con pactos y
debilida- |
des ante el poderoso o
ante lo que el |
mundo engañoso supone como
agente |
de poder. Sin la pobreza y
el despren- |
dimiento interior, es
imposible que sea |
beneficioso para uno mismo
y para los |
demás el acervo de bienes
materiales o |
intelectuales que podemos
tener. Hom- |
bres bautizados y ricos
bautizados hay |
muchos; pero cristianos
hay pocos. No puede tener e por tales, aunque griten |
lo contrario, los que
ignoran qué es el bautismo que recibieron; acostumbrada |
su psicología a imponer y
a mandar, tampoco aceptarían ser instruídos. Muchos |
de ellos compartimentan su
vida por lo que, en realidad, creen que el cristianis- |
mo les salva de casi nada;
más bien suponen que son ellos los que prestigian y |
hasta
"defienden" el cristianismo. La "clase" da por verídicas
una serie de |
ficciones que dificultan
todo intento de catequización, para ellos no hay pastoral. |
Aceptarán ser alabados y
que se cuente —nominalmente— con ellos, pero |
jamás ser catequizados. El
sacerdote o el obispo que lo intente o parezca que |
haya podido intentarlo,
será denunciado o increpado. |
A pesar de todo, los pocos
ricos cristianos o los que, sin ser cristianos, han |
procedido con generosidad,
son los que han hecho el bien en la historia. Cuando |
la fe no ha servido para
desertar del mundo y aplazar para el más allá el bien, |
sino que ha sido estímulo
y exigencia radical del dinamismo de la bondad, han |
tenido ocasión de
verificar, en sí mismos, el parecido del Señor, el de los |
Apóstoles, el de los
Santos. Y, como ellos, han recibido incomprensiones, han |
sido causa de
desprestigio, han padecido acusaciones, como si estuvieran siem- |
pre condenados a
muerte", como si, por ellos, "Cristo de nuevo volviera a
morir" |
por los hombres para que,
su muerte, refloreciera en vida y fuese levadura de la |
transformación del mundo. |
LA UNICA RIQUEZA, |
EL ÚNICO VALOR. |
Tener o parecer, he aqui
dos grandes pre- |
ocupaciones de los
hombres. Tener dinero |
0, cuando no lo podemos
alcanzar, parecer |
sabios, o parecer buenos,
o parecer ricos. |
Pero esto no aquilata la
calidad humana. |
La ilusión, el estudio, el
trabajo del ser |
humano debe enderezarse
hacia un ideal |
de bien, que le haga
superar egoísmos |
y vanidades, y enardecerse
en la trans- |
formación del mundo, para
despertar en |
él todas las
potencialidades de bien que |
contiene. Y preparar a
otros para que |
hagan lo mismo. |
No se trata de tener o de
parecer, sino |
de ser y de entregarse a
lo que perfec- |
ciona el ser y se confunde
con él: el bien. |
La única riqueza, el único
valor es una |
entrega. Tenemos, valemos
y somos lo |
que damos. |
17 (57) |
Los que se han preocupado
de hacer el bien y decían que no tenían fe, en |
realidad se han movido en
el sentido benéfico de un impulso heredado de la |
misma fe, aunque
desconocida. Al fin se hará la unidad del bien, porque todo |
bien coincidirá con el
único Bueno, de quien todo bien procede, y a quien se |
restituye. Y el bien es
tan dinámico y su difusión tan eficaz, que el poco que |
hacen los pocos, se
multiplica y expande y, día a día, a pesar de las dificultades |
—ya veces precisamente a
causa de las dificultades— progresa en el mundo. |
Porque Dios no ha dejado
el mundo a la deriva, sino que, sin exclusivas para |
nadie, lo empuja hacia la
madurez de la Bondad, que es él mismo, y en este |
crecimiento colaboran
fieles e infieles, con tal que el egoísmo no les cierre el |
camino. Porque, en último
término, la verdadera riqueza es la generosidad. |
¡vocaciones! |
La vocación nace |
en la comunidad cristiana |
No es comunidad: |
— la simple reunión
sentimental |
— la sola convivencia
interesada |
— la colaboración pactada
de egoísmos |
Comunidad es un grupo
humano |
— de entrega mantenida
para edificar el bien |
— de entrenamiento para la
generosidad |
— de camino hacia la
comunión |
Tendremos verdaderas
vocaciones, si partimos de |
verdaderas comunidades. |
Tendremos comunidades si
contamos con un prin- |
cipio de buena voluntad y
de calidad personal" |
en los individuos. |
18 (68) |
Un millón de emigrantes |
del Sur español |
LOS CATORCE OBISPOS DEL
SUR DE ESPAÑA PUBLICAN |
UN IMPORTANTE DOCUMENTO
SOBRE LOS PROBLEMAS |
MIGRATORIOS EN SU REGIÓN |
LA PASTORAL se abre con la
com- |
probación del grave
problema |
migratorio en Andalucía:
mien- |
tras en la última década
la población |
española crecía en un 11,1
por ciento, |
la población andaluza
crecía sólo en |
un 1,3 por ciento. Dato
que resulta más |
llamativo si se piensa que
en este |
mismo período de tiempo
Cataluña |
crecía en un 30 por ciento
y el País |
Vasco en un 32 por ciento. |
En cifras absolutas,
Andalucía tenía |
en estos diez años un
crecimiento ve- |
getativo de 920.000
personas, pero al |
tiempo salían por
emigración 843.000 |
personas. Como si hubieran
emigrado |
en bloque las enteras
provincias de |
Sevilla y Almería. Si se
piensa que |
además de emigrar, sobre
todo la po- |
blación activa y joven, se
comprende |
lo que esto supone para
una región. |
¿Por qué emigran esos
hombres? Los |
obispos responden
taxativamente: |
«Aunque cada sector de
esta pobla- |
ción desplazada presenta
sus rasgos |
propios, se da un común
denominador |
de todos ellos: salen casi
siempre en |
busca de un puesto de
trabajo que no |
encuentran en su tierra de
origen. Se |
trata, pues, de una
emigración forzada |
por factores que no
dependen del pro- |
pio emigrante». |
La emigración obrera
extranjera, que |
se presentó hacia 1955
como provisio- |
nal, se ha ido
institucionalizando hasta |
constituir en nuestros
días una de las |
estructuras fundamentales
para el de- |
sarrollo económico de la
nueva Europa. |
Entre nosotros, el III
Plan de Desarro- |
llo, que se propone el
pleno empleo |
como objetivo fundamental,
prevé en |
este cuadrienio un
incremento de la |
población activa muy
superior al de la |
creación de puestos de
trabajo. |
NUEVO |
ORATORIO. |
Con esperanza de frutos |
apostólicos, damos gracias |
a Dios por la fundación de |
la CONGREGACIÓN DEL |
ORATORIO DE SAN FE- |
LIPE NERI, en Tepetlapa, |
México, que tuvo lugar el |
14 de febrero último. Una |
nueva casa de san Felipe |
que se une a la secular y |
benemérita labor de nues- |
tros hermanos en aquellas |
benditas tierras. |
19 (59) |
De todo lo dicho cabe
deducir que, |
por ahora, no lleva visos
de cerrarse |
el flujo migratorio que
veníamos pade- |
ciendo. Y aunque sabemos
que el |
crecimiento industrial ha
llevado his- |
tóricamente aparejado un
"cambio de |
trabajo," con el
desplazamiento, inevi- |
table muchas veces, del
campo a la |
ciudad, tampoco se nos
ocultan las |
amenazas del urbanismo,
desmesura- |
do, del hacinamiento
industrial, del |
deterioro del medio
ambiente, de la |
despersonalización
colectiva, que aca- |
rrea un desarrollo sin
premisas mora- |
les profundas, no siempre
atento al |
precio humano del
bienestar. |
La Iglesia reconoce y
predica el de- |
recho humano a emigrar en
busca de |
horizontes más amplios
para el des- |
arrollo personal y
familiar. Negar ese |
derecho o impedir su
realización sin |
motivos superiores es a
todas luces |
recusable e injusto. Pero
hacer o permitir- |
—cuando caben otras
soluciones— |
que ese derecho se
convierta para |
muchos en una necesidad
equivale a |
violar un derecho
anterior: el de vivir |
donde se ha nacido. Cuando
para |
sobrevivir no queda otra
alternativa |
que emigrar, la tan
aireada libertad de |
emigración, afirman los
obispos, se con- |
vierte en tapadera de la
injusticia. |
PENITENCIA |
Y JUSTICIA SOCIAL. |
El que cree en Jesucristo
no puede ser superficial: ha |
de mirar con ojos de fe el
mundo en que vive y las |
reacciones, tanto las
propias y personales como las |
de aquellos que con el
conviven. Si así consideramos |
los problemas de hoy y nos
fijamos en cómo son |
provocados 0, al menos,
aprovechados por un egoís- |
mo que a menudo dificulta
gravemente su solución, |
podremos entonces advertir
que el pecado y el olvido |
de Dios son la raíz y la
última causa de todos los |
desórdenes y que la
penitencia es, para todos ellos, |
la radical solución. |
CONF. EPISC. TARRACONENSE |
Cuaresma de 1973 |
LAUS |
Director: P. Ramón Mas,
C.O. - Edita o Imprime: Congregación del Oratoria |
Placeta de S. Felipe Neri,
1 - Apartado 182 - Albacete - D.L. AB 103/62 - 23.3. 73. |
20 (60) |
|