Boletín
del Oratorio de Albacete |
Ns. 113-114. ABRIL-MAYO.
Año 1973 |
SUMARIO |
COMUNIDAD y comunión de
santos es la Iglesia de |
Cristo. Se nos recuerdan
los nombres de los que |
A nos han precedido en la
fe y en la gracia, como |
estrellas lucientes en un
firmamento sobrenatural, |
a través de cuyas
constelaciones nos llega siempre la |
misma luz de Cristo, para
nuestro estimulo, mientras |
peregrinamos. |
SEGURAMENTE, UNA
COINCIDENCIA FELIZ |
NEWMAN, DESDE SAN FELIPE |
DIFICULTADES PARA LA
ORACIÓN |
NI SONADORES, NI
ROMÁNTICOS, |
NI ENAJENADOS |
LIBERTAD Y
RESPONSABILIDAD, |
SANTIDAD Y ALEGRÍA |
LOS NIÑOS ¿PUEDEN MEDITAR? |
PICASSO: PROTEICO EN EL
ARTE, |
ESTÁTICO EN LA FE |
SAN FELIPE NERI, FUNDADOR
DEL |
"ORATORIO
MUSICAL" |
1 (61) |
Seguramente, |
una coincidencia feliz |
HA HABIDO fundadores de
obras |
que, antes de llevar a la
prác- |
tica su pensamiento, han
ela- |
borado teóricamente su
realización, |
han estructurado
legalmente o estable- |
cido los principios
reguladores de su |
desarrollo y actividad, de
tal modo que |
se puede decir que el
ideal, la medita- |
ción reflexiva, ha sido
una previsión |
relativamente completa del
proyecto a |
realizar. Cuando nos
encontramos con |
san Felipe y su obra este
capitulo teó- |
rico, previo u legal, nos
falla. Fue |
llevado, ciertamente, de
una intuición |
sobrenatural, mantenida
con fidelidad |
poco común, a la que no
faltaron |
desprendimientos heroicos,
iniciati- |
vas insignes pero siempre
con una |
simplicidad desprovista de
cualquier |
apariencia de previsiones
humanas, |
incluso legitimadas según
una pru- |
dencia que pudiera
llamarse también |
cristiana, o compatible
con el espíritu |
cristiano. |
La vocación primero, y la
obra des- |
pués, en san Felipe, no
fueron fruto |
de previsiones, ni de
cálculos. Llegó al |
sacerdocio casi sin
habérselo propues- |
to, en pocos meses. Había
nacido en |
1515; en 1550 empezó a
hablarse de su |
ordenación, y a mediados
de 1551, |
recibía la ordenación
sacerdotal, cuan- |
do contaba el Santo
treinta y seis años |
de edad. En principio él
no había pre- |
visto que su entrega total
al Señor y a |
la Iglesia debieran de
incluir también |
el sacerdocio, y había
sido fiel a dicha |
entrega. |
En cuanto al Oratorio,
como institu- |
ción perpetuada legalmente
dentro de |
los estados de vida
evangélica recono- |
cidos por la Iglesia,
también se en- |
contró con que lo había
fundado sin |
pretenderlo. Le
sorprendieron las pri- |
sas del papa Gregorio XIII
cuando, |
en 1575, quería
estructurar con leyes |
canónicas aquella pequeña
comunidad |
que Felipe formaba con sus
principales |
adictos, en la que todos a
una llevaban |
una vida evangélica sin
por ello adop- |
tar las leyes que regían a
los religiosos. |
Pero la insistencia de
Gregorio XIII |
salvaría a la Congregación
de acusacio- |
nes malévolas por cuantos
la tachaban |
de grupo excesivamente
independiente |
y personalista, como había
ocurrido, |
con graves disgustos para
aquella me- |
dia docena de sacerdotes,
en tiempos |
del riguroso pontificado
de Pio V, mal |
aconsejado por sus
secretarios, alguno |
de ellos llevado de la
envidia por la |
popularidad de Felipe,
cuyo apostolado |
en la Roma de entonces,
paganizada y |
poblada de personas
ambiciosas, iba |
convirtiendo, poco a poco,
en modelo |
de piedad, por medio de
sus charlas, |
contactos personales,
dirección espiri- |
tual y vida de
sacramentos. |
2 (62) |
Todo ello, sin embargo,
tenía un |
denominador común de donde
partía |
el celo de Felipe y sus
discípulos, y a |
donde conducía a los
seglares, sacer- |
dotes y prelados de la
corte romana |
que, de alguna manera,
eran influidos |
por el equipo del
Oratorio: la oración. |
Tal vez sea éste el punto
capital de |
todo el intuicionismo
sobrenatural de |
san Felipe. Todo, para él,
sin oración, |
era nada; la oración lo
era todo. No |
temo nada de este mundo,
solía decir, |
con tal que se me conceda
un poco de |
tiempo para concentrarme y
poder |
tratar con Dios. |
La oración evitaba la
rutina de la |
vida de piedad, porque la
hacía cons- |
ciente y personal; la
oración purificaba |
la teatralidad de los
ritos, porque los |
convertía en solemnizados
encuentros |
con el Señor; la oración
sobrenatura- |
lizaba los actos
ordinarios de la vida |
entera, porque mantenía la
presencia |
de Dios en el caminar del
hombre; la |
oración daba paz y
seguridad al alma |
de buena voluntad y
rectitud de inten- |
ción en sus obras porque
era como un |
cielo anticipado que
crecía en el cora- |
zón. La oración era el
respirar del |
alma, era la compañía del
Señor, era el |
trato y la búsqueda de
Dios mientras |
se vive. La oración acerca
al Dios |
lejano, y conforta y hace
feliz la vida |
del hombre, que interpreta
la realidad |
con una visión divina de
la existencia, |
que transforma lo que
serían dificulta- |
des en ocasiones de
acercamiento al |
Señor. |
No se había pensado en el
nombre |
de la nueva Congregación
nacida casi |
sin esperar, pero sin
esfuerzo para |
imaginarlo, vino como cosa
natural, |
porque ya era el que todos
daban al |
conjunto de prácticas que
san Felipe |
y los suyos habían
adoptado, sin es- |
fuerzo para inventarlas.
De aquellas |
reuniones que se iniciaban
con alguna |
lectura o comentario y en
las que se |
incluía siempre la
oración, en los pen- |
samientos, en las palabras
y en los |
cantos, y que tuvieron
lugar en un |
espacio que no llegaba a
templo y que |
por eso llamaron
"oratorio", vino el |
que fuesen llamados
"del Oratorio" y |
fuese la nueva
Congregación apellidada |
igualmente del Oratorio.
Era una feliz |
coincidencia, tampoco
inventada; pero |
elocuente, significativa,
aceptada por |
todos y por todos
entendida porque lo |
resumía todo: la historia
y los propó- |
sitos. El camino hasta
donde les había |
conducido y el que
pensaban seguir, |
y que valía más que todas
las leyes |
del mundo. |
Nosotros queremos, |
sin más, |
con esperanza |
humilde, |
la plenitud eterna |
de la rosa, |
una suprema eternidad |
de flor. |
Mientras las casas de la
noche |
Se cierran, una a una, |
y las sombras se acercan |
al hontanar |
del alba, |
aprenden nuestros ojos |
del más sensible tacto |
de ciego. |
a mirar y saber, |
y entendemos |
con lento amor. |
Salvador Espriu |
3 (63) |
NEWMAN, DESDE SAN FELIPE |
IDEAS, CULTURA, ESTILO,
APOSTOLADO |
CALIFICAR a Newman
—¿filósofo, teólogo, historiador, periodista, místico, |
humanista...?— sería una
ardua tarea. Su dilatada cultura clásica, su |
respeto por la ciencia,
sus estudios de patrología, sus ideas sobre el des- |
arrollo del dogma, sus
puntualizaciones éticas, el rigor y honestidad de sus |
polémicas, la santidad de
su vida, el fervor y generosidad de sus esfuerzos |
prácticos por llevar a la
realidad sus ideales, su perseverancia en el estudio, su |
fidelidad martirizada en
servicio incomprendido de la Iglesia, la agudeza de sus |
puntos de vista
inaccesibles a la mediocridad reinante, su amor a la verdad y a |
las almas, nos permitirían
atribuirle cualquiera de las calificaciones apuntadas, |
u otras parecidas, o todas
a la vez. Sabio y artista, humano y santo, prudente y |
audaz, inglés y universal,
seria descubierto, finalmente, y reconocido, justificado |
y glorificado, por otra
inteligencia poco común y por ello capaz de comprender |
su siglo y hacer la
síntesis cristiana que aquel momento exigía, en sociología, |
política, ciencia y
apostolado: León XIII, el papa que fue recibido con recelo por |
gran parte de la burguesía
llamada "católica"; que fue desobedecido por las |
derechas monárquicas
francesas, retrógradas, apasionadas y resentidas; que |
liberalizó e impulsó la
cultura eclesiástica en el momento en que muchos se |
dedicaban a la caza de
brujas" a costa del progreso científico; que recordó el |
indeclinable deber de
todos los cristianos de responsabilizarse en los puestos |
seculares que la
Providencia les depara en la vida que, para el hombre, siempre |
es "en
sociedad", es decir, relacionada con los demás, en un mismo mundo. |
¿UN LIBERAL E INGENUO? |
La calificación o
condenación de "liberal", ha sido la más piadosa que se |
le ha ocurrido a la
ignorancia o a la pereza científica, pero suficientemente |
vanidosa para no querer
pasar por tal, cuando —aplicando aquí lo que Machado |
dice en un contexto más
concreto— su altivez «desprecia cuanto ignora». |
Incomprendido y
despreciado fue Newman, tachado de liberal, por los que, |
aunque más beatos, eran en
realidad menos rigurosos que él en las cuestiones |
esenciales, y, por
supuesto, menos generosos que él en los compromisos prácti- |
cos donde Newman se
encontró siempre, en los momentos decisivos, casi |
completamente solo y
abandonado: unas veces por la miopía provinciana de los |
que, escépticos o
perezosos, no alcanzan a comprender o desconfían de plantea- |
mientos demasiado
universales, cuando no parecen previstos en los esquemas |
elementales y monótonos de
la rutina que libera de problemas; y otras —más |
dolorosas— por las
inhibiciones o escamoteos y silencios medidos por la envi- |
dia, que no admite el bien
desinteresado de ningún agente, sin participación |
superior que absorba la
renta de gloria del que —aun sin buscarla— pudiera |
merecer en su solitaria
fatiga. |
4 (64) |
Cuando Newman, con tanto
afecto, hablaba del Oratorio como de su "nido", |
es porque conocía la
experiencia del consuelo restaurador que le aguardaba en |
casa, en su cuarto...
desde donde en estudio y oración volvería a salir, para otros |
y continuos nobles aunque
"malos negocios" apostólicos, de los que nunca se |
arrepintió, gracias a su
amor a Dios y a la Iglesia, y a pesar de las ingratitudes |
humanas. |
¿Era un ingenuo, Newman?
¿Le faltaba talento práctico o existía despropor- |
ción entre la grandeza de
sus miras y la capacidad de disposición de medios |
para realizarlas? La
respuesta la tendríamos en su ideal de caballerosidad" |
humana y cristiana, con
frecuencia evocado. Lo que le preocupaba no sólo era el |
hacer", sino el cómo
y la manera, y la nobleza del fin jamás le hubiera consen- |
tido ser indulgente con la
exigible nobleza de los medios. El no convirtió jamás |
su tacto en táctica, ni su
sinceridad en estrategia política de ninguna clase, ni sus |
obras apostólicas en
méritos recompensables con honores o dignidades. No fue |
incapacidad, sino
fidelidad iluminada a unos principios de rectitud en un alma |
superior a la mayoría de
las que le rodeaban. Sus esperanzas de bien distaban, |
por una parte, de la
confianza en resplandores sinaíticos y, por otra, de la falacia |
estratégica que,
demasiadas veces, también los buenos" llaman prudencia. |
Para él no se trataba
simplemente de "hacer", sino de cómo hacer. Cuando |
se prescinde de la calidad
en los medios, muy pocas cosas son demasiado difí- |
ciles: pero también es
verdad que los medios malos corrompen, antes de nacer, |
las obras buenas que
pudieran pretender realizar. |
LA IDEA SOBRE UNA
UNIVERSIDAD |
Uno de los capítulos más
interesantes de la vida del Newman católico, es |
el de sus esfuerzos por
llevar adelante su idea sobre la Universidad Católica en |
Dublín. No vamos a
analizar aquí los motivos de su fracaso porque, lo principal, |
aunque éste no se hubiese
producido, fueron las ideas sobre la educación uni- |
versitaria que, con motivo
de dicha empresa, nos legó. Sobre educación Newman |
pensaba, como católico,
evitar la tendencia del espíritu humano con tanta |
frecuencia inclinado a
sistematizar con exceso el conocimiento, o a buscar un |
fundamento por principio
de todo saber como si se pretendiera dar con una |
ciencia que abarcara todas
las demás ciencias. |
En el primer sermón
pronunciado ante la universidad irlandesa, afirmaba: |
«Quiero que el
entendimiento se expansione con la máxima libertad, y que la |
religión goce de igual
libertad; pero lo que estoy defendiendo es que ambos |
deben encontrarse en su
mismo lugar y de ellos deben dar ejemplo las mismas |
personas. Quiero destruir
aquella diversidad de centros que lo confunde todo |
al crear oposición de
influencias. Quiero que el mismo techo abrigue a la vez |
la disciplina intelectual
y la moral. La devoción no es un límite que se pone a |
las ciencias; ni la
ciencia es una especie de pluma en el gorro, un ornamento y |
compensación de la
devoción. Quiero que el laico intelectual sea religioso y que |
el devoto eclesiástico sea
intelectual». |
Y en su libro "The
Idea of a University" escribía: «Las ciencias físicas, la |
astronomía, la química y
el resto de las mismas, se ocupan, sin duda alguna, en |
5 (65) |
obras o trabajos
admirables y no pueden, por tanto, desembocar en conclusiones |
religiosas que sean
falsas. Pero, al mismo tiempo, ha de tenerse en cuenta que |
la revelación hace
referencia a circunstancias que no han surgido sino después |
de haber sido formados los
cielos y la tierra. Su origen es anterior a la intro- |
ducción del mal moral en
el mundo, considerando que la Iglesia católica es el |
instrumento reparador de
semejante mal». |
Newman escribía esto en
pleno movimiento científico europeo, acelerado |
desde los días de
Copérnico, y luego Galileo, Newton, Darwin —contemporáneo |
de Newman—, cuyo progreso
llegaría en nuestros días a las aportaciones de |
Freud y Einstein.
Movimiento que despertó tantos recelos —aun prescindiendo |
de la elaboración de las
teorías políticas y sociales que le eran paralelas—, |
porque se basaba en una
emancipación —hoy diríamos ya, sin vacilar, "se- |
cularización"— del
saber natural del hombre. Newman, hace ya más de un |
siglo, no temía esa
emancipación, que estimaba benéfica a la causa de la fe, |
mejor que cualquier forma
de polarización o monopolio fideísta, fautor de con- |
fusionismo. |
Pensaba que esta
emancipación consentía mejor una interpretación cristiana |
justa, sin extorsiones,
sino completando el conocimiento natural del hombre |
con la luz de la fe. La
ciencia, decía Newman, era como la historia de la natura- |
leza, de la misma manera
que la literatura era la historia del hombre; no sola- |
mente la historia del
hombre en equilibrio, natural, sino también del hombre |
en rebeldía. Moralmente la
ciencia es más aséptica; la literatura, más compro- |
metida con el bien y con
el mal». |
En la octava de las
conferencias del libro citado, escribía Newman: «Quizá |
alguno pueda decirme:
"Debemos preservar a nuestra juventud de la corrupción. |
Debemos renunciar a toda
clase de literatura, ya universal, ya nacional; debemos |
poseer una literatura
cristiana propia, tan pura y tan real como la israelita, por |
ejemplo." Pero esto
no podemos hacerlo: no digo que no podamos formar una |
literatura selecta para
jóvenes o para clases poco formadas; sin embargo ésta es |
otra cuestión. Yo hablo de
la educación universitaria, la cual incluye un amplio |
círculo de lecturas, que
ha de tratar y estudiar las obras de los genios, los |
llamados clásicos del
lenguaje, y si la literatura ha de ser el estudio de la |
naturaleza humana, no
podemos tener una literatura cristiana. Es una contra- |
dicción, pues, el querer
intentar una literatura pura que sea la historia del |
hombre pecador. Podemos
ciertamente, reunir algo que sea muy superior y más |
elevado que la literatura;
pero cuando hayamos hecho esto, veremos que lo |
conseguido no es
literatura en absoluto. Habríamos abandonado, sencillamente, |
la descripción del hombre
como tal, y sustituido por la del que debiera ser, |
supuestas ciertas
especiales ventajas o dones especiales. En cuyo caso renuncie- |
mos al estudio del hombre
como tal, pero digámoslo claramente. No vale decir |
que estudiamos al hombre,
su historia, su inteligencia y su corazón, cuando en |
realidad nos dedicamos al
estudio de otra cosa distinta... Hagamos caso omiso |
del hombre o tengámosle
presente; pero cualquiera cosa que hagamos no lo |
tomemos por lo que no es,
por algo divino y sagrado, por un ser completamente |
regenerado... Si queremos
tener una literatura de santos, lo primero que debe- |
mos hacer es formar una
nación de santos... Si la Universidad es la preparación |
6 (66) |
directa para este mundo,
dejémosla que cumpla su cometido. No se trata de un |
convento ni de un
seminario; es, por el contrario, un lugar donde se forman y |
capacitan hombres de mundo
y para vivir en él. No podemos evitar el que entren |
en el mundo con todos sus
principios y máximas, cuando les llegue su hora; pero |
podemos prepararles contra
lo que es inevitable; y no es el medio más apropia- |
do para aprender a nadar
en aguas turbulentas, el no poner pie en agua». |
No nos puede sorprender
que este planteamiento encontrara dificultades |
en más de una mente. Pero
él insistía «por muy difícil que pueda parecer la |
cuestión y por muy
divididas que sobre la misma puedan ser las opiniones de |
los católicos» que
debieran decidir sobre la misma. «No prohibir la verdad, de |
cualquier clase que ésta
sea, pero haciendo que la autenticidad del nombre de |
la verdad se atribuya
solamente a las doctrinas que lo merezcan». |
La misión de la
Universidad no era la de censurar doctrinas, sino de |
examinarlas honradamente
todas y señalar las buenas. |
¿Era pues, un liberal
Newman? No, en el sentido de aceptarlo todo por |
igualmente bueno; sí en el
respeto mientras se trabaja en la indagación de lo |
verdadero y en el
reconocimiento del realismo de la vida humana, a la que hay |
que llevar el mensaje
cristiano sin más imposición que la que se desprende de |
su misma autenticidad. Las
presiones las hacen los que dudan de la fuerza de |
la verdad por sí misma. La
verdad se basta. |
LA LECCIÓN DE SAN FELIPE |
Al final de su
argumentación, Newman, como descubriendo la última —la |
mayor— razón entre todas
las expuestas, escribe en su libro: «Tal es la lección |
que he podido aprender de
todo lo estudiado y leído sobre la materia, tal es la |
lección aprendida de la
historia de mi Padre y Patrón san Felipe Neri. Él vivió |
en una época tan desleal a
los intereses del catolicismo como cualquiera otra de |
las que le precedieron y
le siguieron. Vivió en unos momentos en que imperaba |
el orgullo y los sentidos;
en un período en que los reyes y los nobles nunca |
tuvieron más pompa ni
recibieron más honores, ni tuvieron menos responsabi- |
lidad personal en peligro;
cuando el invierno de la Edad Media se acababa y |
cuando el sol de la
civilización traía en sus hojas y en sus flores multitud de |
formas de placeres
voluptuosos; cuando un mundo nuevo de ideas y de bellezas |
se abría al espíritu
humano al descubrir los tesoros de la literatura y el arte |
clásicos. Vio al noble y
al sabio deslumbrados por el encanto de los placeres y |
embriagándose en su magia;
vio al poderoso y al prudente, al estudiante y al |
artista, la pintura y la
poesía, la escultura y la música, la arquitectura, todos |
dentro de su orden y al
borde del abismo; vio cómo las formas paganas se |
elevaban y estacionaban en
el aire denso; todo esto lo vio, y se dio cuenta de |
que al mal había que
enfrentarse, no con argumentos, no con la ciencia, no con |
protestas y amenazas, no
por medio del monje o del predicador, sino mediante |
la fascinación de la
pureza y de la verdad. Quiso llevar a cabo una obra pecu- |
liar dentro de la Iglesia,
sin pretender otro Jerónimo Savonarola, aunque san |
Felipe sentía verdadera
devoción hacia él y guardaba una tierna memoria de su |
casa florentina». Ni se
preocupó por entender la corriente cultural de su tiempo, |
7 (67) |
sino que entró en ella, en
«aquel torrente de la ciencia, la literatura, el arte y |
la moda que todo lo
llenaba, purificando y santificando lo que Dios había hecho |
bueno y el hombre
corrompido». |
«Y así, pues, consideraba
como la idea de su misión, no la propaganda de |
la fe, la exposición de la
doctrina o la fundación de escuelas catequistas, aunque |
todo esto le parecía bien,
pero no llegaba a convencerle; renunció a la regla |
monástica y a la oración
al igual que David había rechazado la corona de su rey. |
No, él no sería sino un
sacerdote como los demás y sus armas la sencilla |
humildad y el amor al
prójimo. Todo lo que hizo lo llevó a cabo por el fervor y |
la elocuencia convincente
de su carácter personal y de su fácil y amena conver- |
sación. Fue a la Ciudad
Eterna y en ella se quedó, y su casa y su familia fueron |
creciendo paulatinamente
con el gran número de personas que a él acudían, |
gentes de toda condición,
ricos y pobres, nobles e ignorantes...» |
Newman detalla el proceso
de cambio espiritual obrado en cuantos se |
acercaban a Felipe:
cardenales, obispos, el mismo papa; abogados, artistas, |
médicos, músicos
—Palestrina, Aminuccia, Soto...—. Finalmente, al cabo de |
unos años, cambió la faz
de Roma. Y Roma era el corazón de la Iglesia. |
Newman concluye: «En
cuanto a mí, si Dios dispone que en los años veni- |
deros haya de participar
en la gran empresa que ha dado materia para estas |
conferencias, puedo decir
que si he de hacer algo, lo haré siguiendo las huellas |
de san Felipe y ningunas
otras. Ni por mi estilo de vida, ni por mi edad, estoy |
en condiciones de llevar a
cabo una tarea de autoridad, de gobierno o de inicia- |
ción... Lo que sí puedo
hacer es aportar mi testimonio.» |
Por la naturaleza misma de
las cosas, el bien es menos |
ostentoso que el mal. Sólo
el Padre, que ve en lo escondido, |
ve plenamente el esplendor
de la ciudad situada sobre el |
monte. Cuánto bien no se
hace en la Iglesia por gentes cuyo |
nombre no se oye jamás:
por el hombre de la calle —sea la que |
sea la clase social—, por
la mujer de vulgar apariencia, por el |
sencillo niño piadoso. Los
hombres por quienes dijo Jesús los |
bienaventuranzas no salen
en el periódico. La Iglesia en una |
Iglesia de pequeños y de
pobres y por ende, do santos. No por |
ser tan grande la cúpula
de san Pedro de Roma llamamos a la |
Iglesia católica Iglesia
de Jesucristo, sino porque debajo de |
elle han sido beatificadas
o canonizadas tantas gentes |
sencillas. Ellos
representan a otros infinitos anónimos. |
Naturalmente, esta
santidad no es obra puramente humana. |
Todo servir se une e
Identifica con el servir de Cristo, que dio |
su vida por el mundo
entero. La celebración de ose don do su |
vida en la Eucaristía, y
aun todo lo que hace Cristo en su |
Iglesia, fundamento de
espíritu de servicio del pueblo de Dios |
respecto de la humanidad.
Si quisiéramos desarrollar más |
por extenso estas ideas,
habríamos de hablar de muchas cosas |
de los Sacramentos, de la
Palabra, de la oración... |
Del CATECISMO HOLANDÉS |
8 (68) |
Dificultades para la
oración |
De un discurso de Pablo
VI, en la |
audiencia general del 14
de febre- |
ro, 1973. |
¿SE REZA hoy? ¿Se advierte
qué significado tiene la oración en nuestra |
vida? ¿Se siente su deber,
se experimenta su necesidad, su confortación, |
su influjo en el ámbito
del pensamiento y de la acción? ¿Cuáles son los |
sentimientos que acompañan
nuestros momentos de oración: el aburrimiento, |
la prisa, la confianza, la
interiorización, la energía moral? ¿O acaso también el |
sentimiento del misterio?
¿Tinieblas o luz? ¿El amor, tal vez? |
Qué entendemos por oración |
Deberíamos, en primer
lugar, intentar hacer, cada uno por su cuenta, esta |
exploración y acuñar, para
uso personal, una definición de lo que entendemos |
por plegaria. Podríamos
proponernos una muy elemental: la oración es un |
diálogo, una conversación
con Dios. |
Inmediatamente vemos que
este diálogo, esta conversación, dependen del |
sentido de presencia de
Dios, que consigamos representar a nuestro espíritu, |
ya sea por intuición
natural, o por una cierta figuración conceptual, o por un |
acto de fe. La nuestra es
como una actitud de ciego que no ve, pero sabe que |
tiene ante sí un Ser real,
personal, infinito, vivo, que atiende, escucha y ama al |
que ora. Entonces nace la
conversación. Este otro es Dios. |
Si faltase esta
advertencia de que Dios está de algún modo en comunicación |
con el hombre que reza,
éste se prodigaría en un monólogo, no sería un diálogo |
su manera de orar... Un
monólogo, hermoso quizás, superlativo a veces, como un |
esfuerzo supremo de volar
hacia el cielo opaco e indefinido, pero que aclama y- |
en este capo con
frecuencia, llora en el vacío. Estaríamos en el reino de la más |
lírica y más profunda
fenomenología del espíritu, pero sin certeza, sin esperan- |
za, y más bien en
desolación de música callada. |
Pero no es así para
nosotros, que sabemos que la oración, es decir, el |
encuentro con Dios, es una
comunicación posible y auténtica. Ponemos esta |
afirmación entre las
certezas indiscutibles de nuestra concepción de la verdad, |
de la realidad en que
vivimos. |
9 (69) |
Ante la trascendencia y |
la inmanencia de Dios |
Puede producirse en el que
reza un estado de ánimo primordial e impor- |
tantísimo, resultante de
la síntesis de dos sentimientos diversos, aparentemente |
opuestos: el de la
trascendencia de Dios, deslumbrante, que nos abruma, y el de |
su inmanencia, es decir,
de su inmediata cercanía, de su inefable presencia. Dos |
sentimientos que se
integran en la pequeña y pobre celda de nuestro espíritu y |
encienden en él
inmediatamente una extraordinaria vivacidad religiosa, que |
puede de improviso
balbucear su doble expresión orante: la alabanza y la |
in vocación; o puede
también, en algunas almas místicas, permanecer absorta |
en un silencio
contemplativo, casi indescriptible. |
Esta es la génesis de la
oración que, elevada al plano de la fe y surgida de |
la escuela del Evangelio,
asume una voz queda, pacífica, casi hecha connatural |
con nuestro lenguaje
humano, autorizado como está a llamar al Dios inconmen- |
surable, con el nombre
amable y confidencial de "Padre". |
Dificultades para la
oración |
Pero aunque esto resulte
sublime, debemos admitir que el mundo de hoy |
no ora con gusto, no ora
fácilmente; no va a buscar nada en la oración, no la |
saborea y a menudo no la
quiere. |
Donde no ha llegado una
cierta instrucción religiosa es bien difícil que |
pueda formularse una
oración. El hombre, el joven permanece mudo ante el |
misterio de Dios. |
Donde se ha negado la
creencia en Dios, donde ha sido declarada vana, |
superflua, nociva, ¿qué
otras voces sustituyen a la oración? |
Y después de las
insistentes lecciones contra la espiritualidad, tanto contra |
la natural como contra la
educada por la fe; las lecciones de naturalismo, secu- |
larismo, paganismo,
hedonismo, de la aridez religiosa con la que tanta parte de |
la pedagogía moderna ha
asfaltado el alma de las muchedumbres, ¿cómo puede |
florecer en los corazones
el lenguaje sobrenatural de la oración? |
En nuestros días dos son
las dificultades típicamente contrarias a la oración. |
Una de índole psicológica,
que proviene de la sobreabundante, fantástica, |
profana y sensual
profusión de imágenes sensibles de las que los modernos y |
de por sí maravillosos
instrumentos de comunicación social llenan la psicología |
social. La otra dificultad
es el orgullo del hombre que ha progresado por los |
caminos de la ciencia y de
la técnica, maravillosas también, pero excesivamente |
autosuficientes. |
Sin embargo y por fortuna,
tenemos también muchos ejemplos insignes, |
contemporáneos, que nos
sirven de confortación para nuestra tendencia innata |
que busca en Dios el
complemento único, infinito, de nuestras limitaciones y la |
feliz plenitud de nuestros
deseos y de nuestras esperanzas. |
10 (70) |
Ni soñadores, |
ni románticos, |
ni enajenados |
LOS SANTOS no fueron unos
soñadores |
extraviados en fantasías
irracionales, |
incompatibles con la
realidad, sino personas |
muy ajustadas a la vida,
que consiguieron moverse |
en ella con sentido
práctico, profundamente |
sinceros, incapaces de
falacias y sin que les fallaran |
los reflejos. Les habría
costado admitir que |
hicieron grandes
renuncias; lo que en ellos nos |
puede parecer
extraordinario, más bien fue una |
elección que un
desprendimiento. Seleccionaron |
más que despreciaron nada
de esta vida. |
Descubrieron valores que
supieron cultivar por |
encima de
superficialidades. |
NO FUERON unos románticos.
Sin nostalgias |
de tiempos pasados, ni
lugares remotos, supieron |
interpretar con serenidad
y clarividencia |
sobrenatural la época y
situación que les tocó |
vivir, y sumaron su
entusiasmo por el bien al |
dinamismo de la historia
común a los demás |
hombres, sólo que con más
espíritu de fe, de |
valentía y de
responsabilidad cristiana. |
NO FUERON unos enajenados
que, huyendo del mundo, se desplazan —real o |
Imaginariamente— a las
regiones artificiales de la sugestión o ceden a las seducciones |
narcotizantes disimuladas
con la apariencia de consolaciones o justificaciones |
sobrenaturales que
compensen su incapacidad para aceptar la vida verdadera. Al |
contrario: ellos elevaron
el significado de la vida y el valor del tiempo, en un esfuerzo |
heroico, generoso y
enamorado por integrarlo en la trascendencia. ¡Tan vivo era su |
agradecimiento por la
vida, su amor por los hombres y su amistad con Dios! |
LOS SANTOS han sido, ni
más ni menos, lo mismo que somos y que podríamos ser |
nosotros. Otras cosas que
a veces decimos o pensamos de los santos, es un añadido |
que no les pertenece. O no
habrían sido santos. |
11 (71) |
Libertad y
responsabilidad, |
santidad y alegría |
INSTITUCIONALMENTE, lo que
ha |
constituido la
característica más pecu- |
liar del Oratorio de san
Felipe Neri, |
ha sido desde su origen
—hace cuatro |
siglos—, el deseo de
constituir un medio |
de "vida
apostólica", para los que formen |
parte del mismo como
miembros, por la |
práctica libre y
responsable de los con- |
sejos evangélicos, a nivel
y a beneficio |
sobrenatural de las
personas y de la |
comunidad, y en un clima
de serenidad |
y de alegría. |
Vida evangélica, sin votos |
En el Oratorio no existe
ningún tipo |
de consagración o votos al
estilo de lo que |
acostumbra solemnizar las
vinculaciones |
de las personas que las
integran, en las |
órdenes monásticas o en
las congregacio- |
nes
"religiosas". San Felipe reverenciaba |
y estimaba estas formas de
consagración |
a Dios, pero no las quiso
para si ni para |
los suyos. Entre otras
cosas por su reluc- |
tancia a lo excesivamente
legalizado y, |
sobre todo, porque él
mismo había hecho |
experiencia de la
posibilidad de llevar |
una vida de hecho
equivalente, pero de |
una manera libre y
espontánea. Por |
otra parte,
históricamente, lo que en los |
primeros siglos del
cristianismo se llamó |
"vida
apostólica", sabemos que era lo que |
luego se designaría como
"vida religiosa" |
o de consagración, si bien
en su origen |
careció de las
formalidades añadidas |
posteriormente por la
introducción de |
los "votos", que
solemnizaban y daban |
valor público y jurídico a
la consagración |
especial de la vida a
Dios. San Felipe |
quería "el
hecho" concreto, solamente, |
de tal entrega, que tenía
que ser de inten- |
ción y de propósito
"para siempre", pero |
no constreñida por lazo
alguno ni por |
efectos contractuales de
ninguna clase, |
sino simplemente y
honestamente mante- |
nida por una voluntad
siempre dispuesta |
y siempre libre. «No los
votos, decía; |
sino las virtudes de los
votos», |
Pero la realidad fue que,
a partir del |
concilio de Trento, y como
reacción asegu- |
radora, después de la
crisis de la Reforma, |
las obras surgidas para
facilitar la vida |
evangélica y de mayor
entrega al aposto- |
lado, no prescindieron de
los votos, y |
hasta se reforzó su
significado. De ningún |
modo puede dudarse que el
voto consti- |
tuye positivamente un
valor de carácter |
religioso, bien que sin
perder su cualidad |
de medio, para llegar a
otro fin superior. |
Y al ser realzada la
solemnización jurídica |
de la "vida
religiosa", el estilo conservado |
por san Felipe a través
del Oratorio, per- |
sistió como algo muy
especial. Más recien- |
temente, algunas obras
apostólicas, y de |
manera especial los
modernos "institutos |
seculares", han
tenido en cuenta algún |
aspecto de la experiencia
oratoriana. |
Libertad y responsabilidad |
Es claro que san Felipe no
daba al |
concepto de libertad la
legitimación del |
12 (72) |
capricho; ni cabe
imaginarlo en la expe- |
riencia de su vida
ejemplar, ni lo consin- |
tió jamás en los que se le
unieron al dar |
realidad a los primeros
pasos del Oratorio |
que, por esto mismo,
constituyó, original- |
mente, una comunidad más
bien reducida: |
estaba transformando la
faz entera de la |
ciudad de Roma y eran no
más que media |
docena de miembros. No
había apenas |
reglas y todo era en
realidad muy simple |
y elemental, pero,
precisamente por ello, |
hacía falta una mayor
capacidad personal, |
una mayor disposición para
la aptitud |
asociativa, en una
atmósfera de libertad, |
no dispersiva, sino
constructiva y perse- |
verante. |
Hacía falta un grado de
adultez, capaz |
de usar de la libertad
como de una condi- |
ción agilizadora del bien,
entendido como |
una elección, como una
entrega y como |
una respuesta a Dios; como
una respon- |
sabilidad que parte del
corazón, frente |
a Dios, frente a la
Iglesia y frente a los |
hermanos, y que hace más
generosa y |
entusiasta la contribución
a la realización |
personal y comunitaria de
una tarea que |
es para Dios. |
La estabilidad |
Este espíritu de libertad
evangélica |
unido a la capacidad de
responsabilidad |
apostólica y comunitaria,
son especial- |
mente necesarios en el
Oratorio, donde |
la permanencia de los
miembros prácti- |
camente por toda la vida
en la misma |
casa, requiere un sentido
de perseverancia |
y de dedicación poco
común, para el que |
no basta un solo
entusiasmo inicial, una |
intención más o menos
recta. Si bien, en |
otro sentido, es una
garantía que favorece |
la construcción, día a
día, menos espec- |
tacular, pero más eficaz,
de un bien |
apostólico y sobrenatural,
purificado de |
novelerías, curiosidades y
sensacionalis- |
mos, y, por ello, más
homogéneo, cons- |
tante, creciente y
dedicado al lugar." |
Perseverancia, |
santidad y alegría |
Newman decía que la
tentación y la |
gloria de un hijo de san
Felipe era preci- |
samente su libertad,
porque la libertad |
capacita para los mayores
errores cuando |
pretende ejercitarla quien
carece de adul- |
tez. El hombre es hombre
porque es libre; |
pero, si no acaba de ser
hombre, tampoco |
sabe ser libre. |
No obstante la libertad es
la condición |
del verdadero amor, y el
amor. lo es del |
bien y la felicidad: por
esto san Felipe la |
anteponía como
irrenunciable, porque |
pensaba que limitarla era
limitar o falsear |
lo que juzgaba esencial:
la autenticidad |
del amor, la espontaneidad
del gozo. Es |
decir, santidad y alegría,
santidad en la |
alegría. |
Tan lejos estaba san
Felipe del gozo |
facilón y chabacano como
de la melancolía |
y el misantropismo. En él
no es posible |
disociar la virtud y la
santidad de una |
sencillez que jamás
excluye la educación, |
13 (73) |
el buen gusto, el sentido
de lo bello y |
una atmósfera de alegría
sincera que |
es como una luz que todo
lo envuelve. |
Santidad y alegría: toda
la facilidad |
—la simpatía— contagiosa
de su apos- |
tolado estribaba en este
binomio inse- |
parable, en el que se
contenía no sólo |
el espíritu cristiano de
su alma limpia, |
sino también la claridad
de su ascen- |
dencia florentina. |
Una ciudad |
con nombre de flor |
San Felipe supo unir lo
festivo, lo |
bello, lo culto, con lo
sobrenatural y |
lo santo. Y supo llevarse
también, de |
Florencia, el estilo
democrático, ciuda- |
dano, en oposición a los
centralismos |
e imperialismos que
apuntaban y se |
disputaban eficacias
humanas al servi- |
cio, unas veces, de lo
divino, o sirvién- |
dose, otras, de lo
divino... |
En la Iglesia, san Felipe,
representa |
una síntesis difícil, muy
pegada al |
Evangelio y a la vida de
los primeros |
cristianos, pero ilustrada
con el mejor |
espíritu humanista del
Renacimiento. |
San Felipe ejerció su
apostolado en |
Roma, sin moverse jamás de
allí; pero |
no se le puede comprender
sin tener |
en cuenta su
florentinismo. Florencia |
no era imperial, sino
ciudadana; no |
era un reino, sino un
pueblo. La |
pasión de este pueblo fue
la cultura, |
el arte y la libertad y
resistió, hasta |
donde pudo, todos los
intentos extraños |
de injerencia que atentara
contra los |
valores de su ciudadanía y
de su cul- |
tura. |
En una época en que se
pretendía |
transformar, extender o
cambiar el |
mundo con la fuerza de las
armas, y |
se construían castillos o
glorificaban |
capitanes y estremecía la
tierra la |
avalancha de grandes
ejércitos o el |
mar las escuadras,
Florencia todavía |
gastaba más en libros,
escuelas, jardi- |
nes, esculturas, lienzos,
cerámicas y |
versos, que en la propia
defensa de los |
que querían dominarla por
la fuerza. |
Florencia era una ciudad
que tenía el |
nombre de flor, una ciudad
de sabios, |
artistas y santos. San
Felipe fue uno |
de éstos, y le alcanzó el
resplandor de |
aquel momento en que la
ciudad del |
Arno era la Atenas de
Europa, en la |
Europa del Renacimiento. |
Cuando en su adolescencia
san Felipe |
abandonaba Florencia, se
llevaba con |
el amor a su ciudad, el
dolor de los |
estragos de los extraños
que, ignoran- |
tes o envidiosos,
quisieron malograrla, |
sojuzgándola con razones
de fuerza, |
ultrajando la fuerza y la
justicia de su |
derecho y de su razón. San
Felipe no |
defendió con armas su
florentinidad, |
pero jamás renunció a su
espíritu y lo |
tradujo en Evangelio y
santidad. Supe- |
ró el espacio y la
circunstancia tempo- |
ral, no se detuvo en lo
simplemente |
humano, tampoco quiso
destruirlo, y |
lo hizo cristiano y
apostólico, en su |
vida y en el Oratorio. |
IDEAS, IDEALES. |
Una idea para algo bueno, |
difícil y |
posible, |
que merezca la entrega de
la vida; |
una idea para toda la
vida; |
una idea para convertir en
vida, |
tiene un nombre: IDEAL. |
14 (74) |
LOS NIÑOS, |
¿PUEDEN MEDITAR? |
Reflexiones principalmente
para los padres |
EI P. Klemens Tilmann, del
Oratorio de Múnich, y docente en aquella |
Universidad alemana, ha
dedicado la mayoría de sus trabajos a la pastoral |
de la infancia y de la
juventud. Nos brinda estas consideraciones que los |
padres cristianos pueden
convertir en provecho y bendición para sus hijos. |
EL AMBIENTE en que se
desenvuelve la vida de nuestros días está marcado |
por dos cambios
característicos. La técnica ha suplantado a la naturaleza. |
Nuestro mundo ge va
cargando cada vez más de productos artificiales y |
de tecnicismo. Lo
específico de la técnica consiste en que sus productos no se |
presentan al hombre como
el sol o la tierra, sino que son fabricados por el |
hombre mismo. Además, a
diferencia de las plantas y de los animales, los |
productos humanos no
crecen, no encierran los misterios de las cosas naturales, |
no subliman el sentido de
la vida ni confieren una dignidad existencial. Son |
hechuras del hombre mismo
que no pasan de pertenecer a la categoría de los |
útiles. Por eso los ojos y
la atención de nuestros niños están menos dirigidos |
en este medio ambiente a
la obra de la creación y al Creador. |
El segundo cambio está, a
nuestro juicio, en que la mentalidad de los |
hombres, entre los que
vive y se desarrolla el niño de hoy, va impregnándose |
más y más de la esencia
utilitarista, que es el alma del mundo técnico. A los |
sentimientos de
admiración, de reverencia y respeto y a la sensibilidad por lo |
bello se sobreponen el
afán y la ambición de conocer el mundo para sujetarlo, |
explotarlo y utilizarlo. |
Todo esto redunda en
perjuicio de muchas facultades humanas anímicas y |
religiosas, que no se
despliegan normalmente en los niños, llegando incluso a |
atrofiarse. Esto se puede
evitar cuidando de despertar, desarrollar y fomentar |
solícitamente la vida
interior de los niños, colmando su mundo con ideas |
profundamente vivas y
sentidas de la revelación. Tal es precisamente el objeto |
de la meditación. |
MEDITAR ES NECESARIO Y
FÁCIL |
La meditación es un
fenómeno primordial y elemental de la vida humana, es |
uno de los fenómenos más
naturales del mundo. Responde a una de las necesida- |
des más íntimas del
hombre, que se pregunta por el sentido de la vida y de "su" |
vida; lo encontramos en la
vida de cualquier hombre no cultivado y ni siquiera |
15 (75) |
está ausente de la vida
interior de los mismos niños. Hay muchas maneras de me- |
ditar y existe una
variadísima gama en cuanto a la profundidad y a la intensidad |
de la meditación, ya de
las materias religiosas, ya de las naturales o profanas. |
La necesidad de orientar y
dirigir a los niños y a los jóvenes en el arte de |
la meditación es hoy
especialmente apremiante. |
LA MEDITACIÓN ESPONTÁNEA Y
NATURAL DEL NIÑO |
Todos hemos observado el
deseo que manifiestan los niños de que se les |
repita el cuento que
acabamos de contarles. Sería un error responder a los |
deseos del niño
diciéndole: Ya lo sabes); esto manifestaría que nosotros |
estamos convencidos de que
el interés del niño se cifra en ir oyendo y apren- |
diendo cosas nuevas. Por
el contrario, el niño que pide la repetición del cuento |
no busca tanto aprender
cosas nuevas como profundizar las oídas y llegar a |
poseerlas mejor mediante
la repetición incansable de la historieta. |
Otro hecho que es también
muy conocido por todos: En los brazos del padre |
o de la madre, el niño
hojea un libro de figuras. Se le explican éstas, y él no se |
cansa y vuelve
constantemente a pasar y repasar las figuras. No siente solamente |
el placer de enriquecer su
mente con novedades; no es esto lo que le induce a |
hojear el libro sin
cansarse. Hay un trabajo más profundo de asimilación de las |
figuras y de su sentido;
revive de nuevo las anteriores vivencias, descubre |
nuevos aspectos, capta con
frescor y lozanía todo un mundo de cosas bellas |
cuyos contornos no había
podido captar o que quizá ha olvidado, y así sigue |
disfrutando sumido en el
libro. Está meditando. |
Hay otra forma de
meditación más profunda e intensa: El niño está con |
sus juguetes. Coloca las
piezas aquí y allá. Al verle, el observador superficial |
pensará que el niño se
entretiene sin ton ni son. Sin embargo, lo que va diciendo |
el niño cuando pone y
quita las piezas de su juguete manifiesta claramente que |
se trata de algo muy
distinto. Las piezas tienen su sentido y significan algo |
para el niño, que va
reconstruyendo con ellas sus vivencias y observaciones. |
En el juego, sirviéndose
de las piezas de su juguete en las que concentra los |
sentidos externos, ya va
tejiendo con los internos una meditación. El niño está |
completamente absorto en
su realidad. Y esta realidad no son simplemente las |
piezas del juguete, sino
lo que va meditando en el ir y venir de las piezas; va ela- |
borando y asimilándose las
vivencias, los conocimientos, las explicaciones dadas. |
El niño no tiene por
objeto de sus meditaciones los hechos y acontecimien- |
tos de la índole de los
tres ejemplos que acabamos de analizar; la mente del |
niño penetra más allá de
lo meramente visto u oído. Y cuando se pone a pre- |
guntarnos algo, va
buscando en el fondo de su alma, sin perder la atención, la |
solución de la serie de
cuestiones que plantea. |
¿CÓMO MEDITA EL NIÑO? |
El desenvolvimiento del
niño, como cualquier otra actividad mental y espi- |
ritual, requiere la
colaboración de los mayores, quienes lo facilitan y fomentan |
apartando los obstáculos,
estimulándole y, sobre todo, meditando junto con él. |
16 (76) |
Nunca y en ninguna parte
pueden desarrollarse las facultades meditativas del |
niño como cuando van
dirigidas y sostenidas por las palabras y los pensamien- |
tos piadosos de una madre
y de un padre creyentes. Los padres ponen en |
marcha en el alma de sus
hijos su proceso subterráneo y muchas veces lo |
realizan los niños en
forma de juego, evocándolo una y otra vez para saborearlo |
y apurarlo hasta el fondo. |
El primer paso y el más
sencillo a dar en la educación del niño en el arte |
de la meditación, consiste
en habituarle seriamente a recogerse en el momento |
que precede a la oración:
ante todo, el silencio y la compostura exteriores, luego |
el dirigir la mirada
interior hacia Dios. |
Puede también recurrirse a
la imaginación de los niños y hacer que piensen |
en el Señor con atención
interna. Y también las funciones religiosas exclusi- |
vamente preparadas para
los niños deparan oportunidades para ahondar su |
espíritu meditativo, con
tal que sean realmente un ejercicio interior al nivel de |
las capacidades
infantiles. |
Juega, por lo mismo, un
papel importantísimo el ambiente familiar. Donde |
el niño encuentra espacio
para ocupar sus facultades de meditación natural, la |
vida meditativa se
desarrollará felizmente. La vida religiosa del hogar, la piedad |
de la familia contienen
muchas veces en germen todo lo que ha de disponer el |
niño para su trato con
Dios. |
Por el contrario, es
hostil a la evolución de la vida meditativa el ambiente |
de excitación, de
intemperancia, de superficialidad y de banalidad de muchas |
familias; el lujo
inmoderado, los mimos y la condescendencia excesiva, que son |
una deformación del
verdadero cariño a los hijos; las disensiones familiares; la |
prisa y el desasosiego;
las largas sentadas ante el televisor; los viajes vertigino- |
sos, las impresiones
fuertes, en una palabra, aquellas vivencias vertiginosas y |
rápidas que el niño no
puede digerir e imposibilitan la meditación natural. |
Todo lo que perturba la
tranquilidad y el orden interior del alma es perjudicial |
al desarrollo de las
facultades meditativas de los niños. Pero no son perjudicia- |
les el movimiento y el
deporte sano. |
AYUDAR Y MANTENER LA
ORACIÓN DEL NIÑO |
La continua necesidad de
ayuda es propia de la edad infantil, así como la |
vida interior del niño no
se desarrolla sino en contacto y convivencia con la de |
las personas mayores. Pero
no olvidemos que no se trata solamente de iniciar al |
niño en la meditación,
sino que se trata de conservarle en ella. Lo cual se pre- |
senta como algo en
consonancia con la naturaleza y no es, por lo mismo, ninguna |
pretensión fuera de lugar
ni una exageración religiosa. Desde el punto de vista |
puramente natural, el niño
siente una auténtica necesidad de profundizar lo que |
ve, elaborar lo que oye,
coordinarlo todo y armonizarlo con su vida, dar una |
respuesta a las novedades
que se le ofrecen. La continua afluencia de estímulos |
externos desafortunados,
así como una postura falsa adquirida ante la vida, |
puede atrofiar y hasta
matar esa necesidad natural y, como consecuencia, |
incapacitar para la mirada
del alma a Dios, hasta borrar la fe. |
17 (77) |
PABLO PICASSO: |
proteico en el arte, |
estático en la fe |
LA ANTÍTESIS, la
contradicción, |
existe donde falta tiempo
u |
ocasión para la síntesis
entre |
las oposiciones reales o
aparentes. En |
los genios, la gloria es
la síntesis que |
sigue a su vida, y que
conjuga muerte |
e inmortalidad. Picasso
acaba de al- |
canzarla. |
Del azul al amarillo, y
del rojo al |
negro, su arte también fue
una síntesis |
crecientemente repetida y
superada, |
entre naturaleza y
espíritu, entre ojos |
del cuerpo y espejo
interior del alma, |
entre formas y luces que
se descompo- |
nen y reintegran, en
reiterada inven- |
ción de novedades
resplandecientes y |
prodigiosas. |
Los sabios alcanzan las
síntesis de la |
verdad; los santos las del
amor —pa- |
sión del bien—; los
artistas las de la |
belleza —forma, color y
canto—. Pica- |
sso fue un artista. Y tan
apasionada y |
libre su entrega al arte
—absorbido |
por la belleza que miraba,
absorto por |
la que descubría
multiforme e ina- |
gotable—. que,
despreocupadamente, |
dejaba sueltos otros
muchos contrastes |
y contradicciones de su
vida, que no |
tuvo tiempo de resolver, a
no ser que |
algunas, por sí mismas,
fueran inte- |
grables, o se extinguieran
al olvido del |
tiempo o, simplemente
permanecieran |
como testimonio de que,
también, los |
genios son seres con
limitaciones. |
Batallador y pacifista,
pintor de toros |
y palomas; clásico y
cubista, ateo y su- |
persticioso, antifeminista
y polígamo, |
español y universal,
andaluz y catalán, |
exaltador de la belleza y
redentor de |
lo feo, glorioso y
modesto... muerto e |
inmortal, queda ya fijado
como un |
símbolo: abstracción para
elocuencias |
inefables, no sólo
artísticas, sino tam- |
bién —quizá más todavía—
humanas. |
Pero... ¿y cristianas? Nos
parece |
que, a pesar de su
longevidad, murió |
demasiado pronto para
tener tiempo |
de deshacer y reconstruir
—como con |
las formas y los colores—
esa fe re- |
cibida elementalmente en
su infancia |
de esperanzas y de
dolores. El valor |
matemático de la edad es
relativo: el nú- |
mero de años no siempre
corresponde |
a la intensidad en la
vida. Y la suya, |
como artista, fue
maravillosamente |
intensa, aunque era tal el
potencial a |
desarrollar que no le
alcanzó desen- |
volver todas las
capacidades latentes |
personales, por falta de
tiempo, a la |
escala de su grandeza. |
Se sentía continuamente
joven por |
la conciencia de tantas
cosas que le |
quedaban todavía por
hacer. |
La síntesis intuitiva y
vital del arte |
de Picasso se contiene e
un misterio |
humano de dolor —su época
azul—, |
18 (78) |
luego gozoso —su época
amarilla—, |
más tarde, como un exceso
de libera- |
ción humana y formal,
traza aristas |
revolucionarias —el negro,
el rojo—, |
con el cubismo, como si
pretendiera |
hacer matemática la
belleza envasada |
en la exigencia de formas
nuevas y |
geométricas. Fue el
Picasso que des- |
truye formas, borra líneas
y apaga |
colores, para recoger las
astillas mor- |
tecinas y más humildes del
rescoldo |
del desastre, y
encenderlas de nuevo |
con fuego de hermosura
re-creada, a |
la luz amaneciente del
espejo de su |
allá, para extraer una
nueva —otra, |
insólita, inesperada—
naturaleza, inci- |
siva, esquematizada, más
pura, olvi- |
dando el hombre que era
por fuera y |
dejando solo, con formas y
colores |
siempre nuevos y
renovados, al niño |
que quedaba dentro,
mirándose en el |
espejo del espíritu, como
si fuese la |
ventana prodigiosa del
mundo, que co- |
mienza a existir de nuevo. |
Pero este hombre que supo
mirar, |
retener, destruir y
re-crear lo que |
abrazaban sus ojos
enormes, no dilató |
sus pupilas para fijarse y
penetrar la |
primera fe amanecida en su
infancia. |
Su fe murió de no ser
mirada, como |
mueren los amores
incipientes. Protei- |
co en el arte, pero
estático en la fe; |
fluyente en la naturaleza,
pero crista- |
lizado en la
trascendencia, convertida |
en dato más que en vida,
se le paró el |
corazón para Dios. |
La grandeza unidimensional
desfasa |
el desarrollo paralelo de
las restantes |
virtualidades humanas y
espirituales; |
la síntesis total es
difícil en este |
mundo. Más difícil
todavía, cuando |
en la cuadriga de las
tensiones ga- |
lopantes, descuella más
veloz que las |
demás, la genialidad
vertiginosa que |
se adelanta sin compasión
para las |
rezagadas... |
El que ama |
está más cerca |
de Dios que el |
que es amado. |
El amor, en un |
artista, es un |
pensamiento |
que puede |
hacerse |
sentimiento y |
un sentimiento |
que puede |
hacerse |
pensamiento. |
Thomas Mann |
19 (79) |
Tal vez por esta razón,
para llegar |
a ser cristiano —para
"re-crear" su |
cristianismo— le faltaron
años a Pica- |
sso. No sabemos de ese
paréntesis de |
misterio entre lo que
llamamos tiempo |
y el encuentro de cada
mortal con |
Dios; pero a Picasso le
faltó edad para |
descubrir la fe, como
había descubier- |
to colores y formas y
llegado a saber |
que no bastaba copiarlos y
guardarlos, |
sino que era preciso jugar
y luchar con |
ellos hasta hacerlos
manantial rena- |
ciente que surge del alma,
de la per- |
sonalidad del artista.
Atareado, no |
tuvo tiempo para reconocer
que la |
fe —ese paisaje más
sorprendente y |
más profundo que el teatro
de lo |
visible—, exige más atenta
mirada, |
y una más íntima comunión,
en el |
vértice del ser, hasta
asimilarla y con- |
vertirla en algo que ya no
se recibe y |
guarda solamente, sino que
se asimila |
en el espíritu, convertido
en fuente de |
donde mana en renovación
transfor- |
mante más radical,
profunda y gozosa |
que la que los ojos del
artista puedan |
vislumbrar en sus éxtasis
frente al |
volumen de las formas y
las luces del |
color. |
Al artista verdadero no le
basta la |
exactitud del copista,
porque el copista |
no crea. Al fiel tampoco
le basta una |
fe elemental si no crea
con ella una |
nueva vida. No basta ser
neutral res- |
pecto a la fe, no basta
guardarla como |
una lucecita al lado de
colosales ho- |
gueras encendidas sin la
llama de Dios, |
sin integrar la fe en una
síntesis que |
no limita, sino que dilata
horizontes, si |
se entiende lo que es fe,
si su claridad |
se hace presente en la
totalidad de la |
vida como tal. |
La primera inspiración de
las pintu- |
ras de Picasso, las que le
descubrieron |
al mundo como artista,
fueron cristia- |
nas: "Ciencia y
Caridad", "Primera |
Comunión"... Luego,
dejando de lado |
la fe, ha exaltado valores
a ella vincu- |
lados: la paz, la
libertad, la justicia... |
Por lo demás fue siempre
respetuoso |
con la religión y con los
que tenían fe. |
Consecuencia sin duda de
su sentido |
de la libertad y del
recuerdo de los |
ejemplos domésticos y su
experiencia |
infantil. |
Pero a una vida de fe no
le bastan |
los sentimientos de
veneración hacia |
una madre cristiana, ni el
aniversario |
de una primera comunión
infantil. La fe |
no es un sentimiento, como
la belleza |
no es una vibración de la
sensibilidad. |
Ha de ser mucho más. |
Estas líneas no pretenden
añadir a |
silenciadas polémicas, la
última sobre |
Picasso y Dios. Ni tampoco
son lásti- |
mas de dolidos
triunfalismos defrau- |
dados. Pero sí son
constatación de un |
fenómeno que, si es verdad
que se |
hace más visible en la
vida de un ser |
extraordinario, no deja de
ser frecuen- |
te en la de los seres
comunes, para los |
que, incomprensiblemente,
la fe, algu- |
nas veces, es un legado
estático sin |
preocupación ni entusiasmo
por ali- |
mentar y renovar su
integración en la |
vida, arte supremo de toda
existencia. |
Cuando alguien nos dice
que alguna |
vez creyó en Dios, pero
que la fe se le |
ha apagado, si de veras
fue creyente, |
es que, de todas formas,
la fe repre- |
sentó para él algo
secundario y acceso- |
rio; o que, todo
analizado, en realidad |
nunca tuvo fe. |
20 (80) |
LA MÚSICA, DESDE SAN
FELIPE A HAENDEL: |
San Felipe Neri, |
fundador del
"oratorio musical" |
(De la HISTORIA DE LA
MÚSICA, |
por Federico Sopeña) |
AN FELIPE Neri aparece en
la historia de la música como el protagonista |
del "oratorio
musical". Nacido en Florencia, educado en un ambiente |
humanista, buen poeta,
encauza estas inclinaciones naturales al servicio |
de las ideas de la
Contrarreforma, que da silueta austera y preocupada a la |
Roma que conserva el
rescoldo de los alegres renacentistas. |
San Felipe Neri combina
las dos facetas esenciales de su tiempo: junto |
a una elevación religiosa
de la "amistad" humanista —la "Congregación del |
Oratorio" es su
trascendencia—, coloca una piedad profunda. San Felipe |
Neri es un hombre
perfectamente situado en su tiempo, con una forma de |
piedad bellamente
ecléctica que prolongará su influencia hasta nuestros días: |
el cardenal Newman, buen
músico, es el símbolo más reciente de esta línea del |
"oratorio". |
Por ello puede dar un
impulso decisivo al "oratorio". Como "pequeño |
sermón en música" lo
definen entonces. Se trata de excitar sensiblemente la |
piedad mediante la puesta
en música de un trozo bíblico, intercalado entre la |
predicación. Aunque se
busque siempre una música digna, recostada en la |
mejor tradición
polifónica, esa misma llamada al sentimiento exigía una reco- |
gida del afán melódico.
Junto al "oratorio" de san Felipe Neri, el amigo de |
Victoria y de Palestrina,
ponía, sin saberlo, las bases de un gran capítulo de la |
historia musical europea.
Ya sabemos cómo Victoria y Palestrina gozaban de su |
tutela espiritual. |
LOS PRECURSORES: LA
ESCUELA ROMANA |
En los músicos del
*oratorio" fundado por san Felipe Neri se adivinan ya |
los pasos iniciales de la
evolución posterior. De la ingenua Laude filippina, de |
Animuccia, hasta
Carissimi, hay una serie de nombres, como Ancine, el español |
Soto, Isabelli, Rossini,
Martini y los seguidores del estilo palestriniano, que, por |
21 (81) |
las mismas exigencias de
la vida espiritual de la "Congregación del Oratorio"" |
van tomando elementos y
signos de la música profana en torno. Ya en el Teatro |
spirituale, de Anerio, se
ofrecen los elementos esenciales del oratorio: narración, |
diálogo, meditación, pero
en forma impersonal, sin encontrar todavía, ni en la |
música ni en la letra, una
disposición adecuadamente dramática. Francesco |
Balducci, muerto en 1643,
con sus textos y sus escritos, toma ya la palabra |
"oratorio" en su
especifico sentido de forma musical: el oratorio en lengua |
vulgar y el latino se
juntan. La palabra "oratorio" define, de manera esencial, |
las nuevas vías de la
música religiosa en el siglo XVII. Esta forma aparece como |
un intento de síntesis
entre la tradición polifónica y la avalancha monódica del |
melodrama. |
SENTIDO Y FORMAS |
El "oratorio" no
ha nacido con fines puramente musicales, ni mucho menos |
eruditos; no hay en sus
protagonistas complejo alguno de resurrección de |
antigüedades griegas. El
fin es plenamente piadoso: que la música preste a las |
palabras bíblicas un
sencillo apoyo de sentimiento. Por eso la famosa Rappre- |
sentazione di anima e di
corpo (1600). de Cavalleri, no es un oratorio", sino |
un melodrama con argumento
religioso. Como en toda época de aurora, las |
formas se influyen
confundiéndose muchas veces. |
El "oratorio"
musical, como inmediato derivado del melodrama, cuando |
no de la sencilla
"laude" sacra, toma sus elementos de la polifonía clásica: |
modalidad arcaica,
ausencia de innovaciones armónicas, huida del cromatismo, |
austeridad. Ahora bien:
cuando se trata de poner en música episodios bíblicos, |
narrativos sin ejemplo
cercano de procedimiento en la polifonía o, sobre todo, |
cuando se quiere una mayor
intensificación de la piedad individual" —la |
polifonía clásica es
objetiva", sometida al texto—, la época, inconscientemente, |
presta todo ese caudal
melódico, ineludible ya para un espíritu culto de ese |
siglo. El equilibrio
romano entre tradición y novedad gana caracteres de |
genialidad en Carissimi. |
Después de Carissimi, el
"oratorio" musical sufre una doble transforma- |
ción: en Roma se continúa
como tradición". Como forma ecléctica deriva ya a |
la forma de
"melodrama" espiritual, ya hacia lo hagiográfico. Luego evoluciona |
de forma que lo
"representativo" vence a lo "narrativo". Sin embargo,
dentro |
de la escuela romana sigue
conservándose el estilo polifónico y el tratamiento |
sencillamente fugado de
los coros. |
EL ORATORIO HAENDELIANO |
La esencia del oratorio
italiano se recoge y se alza en el oratorio haende- |
liano: la voz unánime
llega aquí a su apoteosis. El coro de Carissimi se movía |
en grandes cuadros
estáticos, sostenidos por una armonía sencilla y a veces |
arcaica. El coro de
Haendel nos da siempre la impresión de plenitud, plenitud |
movida y ondulante desde
muy dentro. Carissimi conservaba la objetividad de |
22 (82) |
la polifonía clásica: esa
castidad expresiva que impide al compositor meter entre |
el pentagrama dolores o
gozos individuales. |
Goethe veía en la música
de Haendel una gran línea: "homérica" se ha |
dicho, y no mal. La
vacilación entre el oratorio "narrativo" y el
"meditativo" se |
resuelve maravillosamente
en Haendel. Toma de los relatos bíblicos lo más |
ligado con el pueblo
entero que dialoga a grandes voces y sin sobresalto; |
encuentra un tono de
'epopeya" donde la expresión lírica tiene esa apasionada |
serenidad de los coros de
la tragedia antigua. Diálogos monumentales, "música |
de bronce", última
trascendencia de ternuras y de dolores colectivos. |
RASGOS ESENCIALES DEL
ORATORIO. |
—Prevalencia de la caridad
sobre la ley. |
—Espíritu de fe y oración,
y de caridad y servicio, |
estimulado y alimentado
por el estudio familiar |
de la Palabra de Dios y el
trato espiritual. |
—La Eucaristía como centro
de toda la vida. |
—Dedicación al bien y
progreso de la Iglesia, por |
la peculiar vinculación
del Espíritu a su misterio. |
—Entrega a la
Congregación, de sus miembros, |
por la libre voluntad de
permanecer siempre |
en ella hasta la muerte.
Sin votos, juramentos o |
promesas. Libertad que
concuerde al máximo |
con el espíritu del
Evangelio. |
—Su fuerza, como en las
primeras comunidades |
cristianas, debe consistir
más en el mutuo cono- |
cimiento, en el respeto y
en el verdadero amor |
de la convivencia
familiar, que en la multitud |
de miembros. |
(De las Constituciones) |
23 (83) |
EL SÁBADO, DÍA 26 DE MAYO |
EN LA MISA DE LAS 8 DE LA
TARDE |
CELEBRAREMOS LA |
FESTIVIDAD |
DE |
NUESTRO SANTO PADRE |
FELIPE NERI |
FUNDADOR DEL ORATORIO |
EN ALABANZA DE DIOS |
LAUS |
Director: P. Ramón Mas,
C.O. - Edita e imprime: Congregación del Oratorio |
Placeta de $. Felipe Neri,
1. Apartado 182 - Albacete - D.L. AB 103/62-22- S. 73. |
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