Boletín
del Oratorio de Albacete. |
Núm. 115. JUNIO. Año 1973. |
SUMARIO |
HACE DIEZ AÑOS que Juan
XXIII decía: «La paz |
en la tierra, anhelo
profundo de los seres huma- |
nos de todos los tiempos,
puede ser instaurada y |
consolidada sólo con el
pleno respeto del orden |
establecido por Dios...
orden cimentado en la verdad, |
construido según la
justicia, vivificado e integrado por |
la caridad y puesto en
práctica en la libertad». Cualquier |
apologética, cualquier
moral deberán apoyarse siempre en |
estos cuatro pilares,
todavía no aceptados sinceramente |
por los hombres. Por esto
no tienen paz. |
UNA VOCACIÓN Y UN GRAN |
SERVICIO AL MUNDO |
DEBER DE LA APOLOGÉTICA |
EN LA HORA PRESENTE |
LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN
SOCIAL |
Y LOS VALORES ESPIRITUALES |
ÉTICA Y TRASCENDENCIA |
HOMBRES JUSTOS |
1 (85) |
UNA VOCACIÓN Y |
UN GRAN SERVICIO |
AL MUNDO |
UNA de las más grandes
bendiciones de nuestro tiempo |
en el progreso tecnológico
y el gran avance cons- |
eguido en las
comunicaciones sociales. Ahora, como |
nunca había ocurrido, los
valores espirituales pueden ser |
afirmados y difundidos
entre los confines de la Tierra. LA |
maravillosa providencia de
Dios ha reservado este prodigio |
pага
nuestrо tiempo. |
Pero los hombres de buena
voluntad sienten inquietud |
al ver cómo estos medios
de comunicación social son usa- |
dos, demasiado a menudo.
para contradecir o corromper |
los valores fundamentales
de la vida humana y producir |
la discordia y la maldad
(«Communio et Progressio», 9). |
Los abusos y consiguientes
perjuicios que causan son bien |
conocidos. La difusión de
ideologías falsas y la excesiva |
preocupación por el simple
progreso material frecuente- |
mente trastoca lo que
concierne a la verdadera sabiduría |
y a los valores
permanentes. |
Lo que hoy pedimos es una
noción positiva por parte de |
los católicos. y
especialmente de aquellos comprometidos |
profesionalmente en los
medios de comunicación social, |
para difundir en toda su
plenitud los valores del mensaje |
vivificante de Cristo
haciendo resonar el universo con sus |
convicciones, con la voz
de su fe y con la palabra de Dios. |
Ésta es una importante
vocación y un gran servicio al |
mundo. Y les llamamos del
mismo modo a una completa |
Asociación con todos los
hermanos cristianos y todos los |
hombres de buena voluntad
de cualquier país para afirmar |
de manera eficaz los
principios comunes de los cuales |
depende la dignidad del
hombre. Vamos a pedir a todos |
los que trabajan en la
comunicación social que hagan la |
crónica del sacrificio y
dedicación que se da en el mundo, |
que den a conocer el bien
que abunda, y el dinamismo, |
entusiasmo y generosidad
de tantos, especialmente de los |
jóvenes. |
Así como los medios de
comunicación social afirman |
y promueven los valores
espirituales de una humanidad |
siempre empeñada, también
ayudan a preparar el día en |
que tendrá lugar una nueva
creación, en el cual la paterni- |
dad de Dios será
universalmente reconocida y la fraterni- |
dad, justicia y paz
prevalecerán. |
PABLO VI. |
(1 mayo 1973) |
2 (86) |
DEBER DE LA APOLOGÉTICA |
EN LA HORA PRESENTE |
El P. Lucien
Laberthonnière, del Oratorio francés, merece- |
ría una más amplia
presentación. Intelectual, al corriente |
de las tendencias
filosóficas y pedagógicas de su época, |
preocupado por la crisis
modernista que siguió de cerca, |
ecumenista, amigo de
Blondel, merece ser calificado entre |
los existencialistas
cristianos. Murió a los 72 años, en 1932. |
El fragmento que
traducimos a continuación pertenece |
a una visión de lo que él
llamaba "situación del mundo |
cristiano", en un
artículo publicado en 1905. |
LO QUE caracteriza nuestra
época, desde el punto de vista religioso, es, sin lugar |
a dudas, que para la mayor
parte de los espíritus el Cristianismo ha perdido |
su "sentido". Lo
cual no es solamente verdadero para la masa que lo ignora, |
sino que lo es sobre todo
y particularmente para los que saben, para los que viven |
en las Academias, las
Universidades, las Escuelas. Y si la masa ya no comprende el |
Cristianismo y le vuelve
la espalda sistemáticamente, es precisamente porque desde |
los diferentes núcleos
donde se elaboran la ciencia y la filosofía, resplandecen en ella, |
en la masa, por los
periódicos, las novelas, los discursos y la legislación, las ideas que |
la dirigen en sentido
contrario. |
He aquí el hecho. Un mundo
intelectual que se ha edificado fuera del Cristianismo |
y en contra de él. Y es
este mundo el que domina sobre los espíritus, que se hace oír, |
que escribe, que enseña y
que es oído. Hasta aquí nosotros nos hemos complacido |
pensando que él ocupaba
solamente un lugar entre nosotros, que por lo menos noso- |
tros seguíamos siendo un
pis católico y que en consecuencia él estaba dentro como |
un enemigo que nos había
invadido. Y desde cate punto de vista nosotros podíamos |
creer que, establecido
dentro de nuestras posiciones, no nos quedaba más remedio |
que defendernos y
preservarnos contra sus invasiones y repeler sus doctrinas para |
tener los espíritus a
salvo de sus embestidas. Pero ha sucedido, mientras tanto, que |
lo que ocurre, es que
somos nosotros los que estamos dentro de él, y hace ya algún |
tiempo que nos lo ha hecho
sentir. |
Colocar los espíritus al
abrigo de sus ataques ha resultado imposible: lo ha pene- |
trado todo, lo domina
todo. Es el mundo mismo en que nos encontramos. Y es de él |
3 (87) |
de donde emana la
atmósfera intelectual que, lo queramos o no, estamos respirando. |
No puede ser ya pues
cuestión de defendernos, de preservarnos, levantando contra |
él fronteras protectoras.
La ilusión que nos hacía creer que podríamos lograrlo ya |
no se puede invocar o ya
no nos sirve de excusa. Si queremos subsistir, es preciso |
que intentemos y que nos
atrevamos a resistirle desde dentro. Todavía más, es preciso |
que intentemos y que hoy
atrevamos a abordarlo cara a cara y cuerpo a cuerpo: |
porque sólo resistir, de
cualquier manera que sea, es siempre algo negativo. |
Estamos invadidos por él y
también, podría decirse, sumergidos en él. ¡Desgra- |
ciados de los que no
quieran reconocerlo! Y nuestro único remedio es conseguir |
recuperarnos para hacernos
invasores a la vez: se trata de emprender valientemente |
su conquista, corriendo
por nuestra cuenta riesgos y peligros, y jamás sin duda alguna, |
por la fuerza ni con el
auxilio de un César, obligando a que las cabezas se dobleguen, |
sino por la verdad de
Cristo y con nuestra fe en esa verdad, y así levantar y orientar |
las almas. Se trata, en
una palabra, de convertirlo como los primeros cristianos con- |
virtieron el mundo griego
y el mundo romano. |
Lo cual es totalmente
diferente de limitarnos a defendernos ya preservarnos, de |
refutar sus errores y
rechazar sus doctrinas para poder seguir en nuestras posiciones. |
He aquí lo que
esencialmente conviene que comprendamos en este momento. Con |
precedencia a preconizar
cualquier medio para ponernos en obra, es indispensable, |
si no queremos lanzarnos a
la esterilidad, definir claramente el propósito que se |
quiere alcanzar, la
característica de la tarea a cumplir con el fin de entrar del mejor |
modo en las disposiciones
que exige. |
Luchar por la conversión |
de los espíritus |
Lo que es preciso notar
desde el principio, es que detrás de la falta de fe, detrás |
de las doctrinas y de los
errores, hay espíritus que las profesan y que, más o menos, |
los viven. Cuando
combatimos las doctrinas y los errores —como con frecuencia suce- |
de— considerados en sí
mismos, de manera abstracta y dentro de su concreción lógica, |
nos entregamos sin
dificultad a un triunfo siempre fácil. Así planteadas, no hay |
doctrinas que no se dejen
efectivamente combatir más o menos, por cualquiera; no |
hay errores contrarios al
Cristianismo que los teólogos no hayan triturado varias |
veces con sus argumentos.
Pero un triunfo de la lógica no es un triunfo real; Y, |
cuando alguien se
satisface con tales triunfos en lo abstracto, nada cambia de lo que |
existe. |
Es pues hacia los
espíritus, realidades complejas, movientes y modificables, a |
las que hay que dirigirse.
Es en ellos en los que hay que pensar y a los que hay que |
apuntar para triunfar
sobre ellos. Y triunfar sobre los espíritus no es rechazarlos, |
como se rechazan los
enemigos en las luchar a mano armada; tampoco es dominarlos |
una vez se ha logrado
vencerlos; y menos todavía eliminarlos. Es, al contrario, saber- |
los conducir, ganarlos
haciéndose aceptar por ellos y haciendo nacer en ellos la ver- |
dad amada por sí misma; es
hacerles vivir y hacerles triunfar consigo mismo, en lugar |
de rechazarlos o
destruirlos. |
4 (88) |
Ese es el resultado al que
hemos de apuntar: ésa es la conquista que hemos |
de llevar a cabo. Es
preciso reconocer que se trata de una cosa particularmente |
difícil, porque tenemos en
realidad todo un mundo que se ha establecido moral |
e intelectualmente en una
actitud contraria a la nuestra; un mundo que dispone |
de un considerable caudal
de ciencia a su servicio, acostumbrado a pensar, en- |
trenado en todas las
disciplinas mentales, que establece problema, y remueve |
ideas con un atrevimiento
que nada detiene: un mundo que, al tiempo que se |
declara doctrinalmente
escéptico y pesimista, coloca por encima de todo lo que |
el llama el derecho de la
razón, es decir el derecho a que cada individuo lo pueda |
juzgar todo. |
El Cristianismo no es,
para él, un asunto desconocido, sino desfigurado. Pretende |
que después de haberlo
abandonado con pleno conocimiento de causa es capaz de |
dominarlo completamente
por su crítica. Su debilidad, ciertamente, es que no dispone |
absolutamente de nada que
tenga consistencia para apoyarse y atacar. Pero esto le |
ha causado poco estrago
puesto que dispone inconscientemente del beneficio de |
creencias pasadas
subsistentes, más o menos, en los hábitos sociales. Si no mantiene la |
moral doctrinal de otro
tiempo, conserva, a pesar de ello, una moral de opinión como |
residuo que le sigue
protegiendo contra sí mismo. Esto es lo que le permite dedicarse |
confiadamente a la alegría
de sus destrucciones. |
He aquí pues lo que
constituye la mentalidad real y viva de nuestro tiempo, |
mentalidad que se afirma y
que se extiende bajo todas las formas. Es pues esta |
mentalidad la que hemos de
convertir y no otra. |
BOLETÍN DEL ORATORIO DE
ALBACETE |
LAUS |
No se publica durante los
meses de julio, agosto y |
septiembre. Reaparecerá en
octubre. |
. Para inscripciones y
aviso de cambios de domicilio, |
escriban a: |
"LAUS" |
Boletín del Oratorio, |
Apartado 182, |
ALBACETE. |
Se manda gratuitamente a
todos los amigos del Ora- |
torio que lo solicitan. |
5 (89) |
LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN
SOCIAL |
Y LOS VALORES ESPIRITUALES |
NO ES POSIBLE exage- |
rar la importancia de |
las comunicaciones socia- |
les para la difusión de
los |
valores espirituales. No
so- |
lamente de los religiosos. |
También de los culturales |
y de todos los que se
rela- |
cionan con la salvaguarda |
de la dignidad de la
perso- |
na humana y de la unidad |
de los pueblos. Podría de- |
cirse que hoy, por primera |
vez en la historia humana, |
cuentan los hombres con |
la posibilidad de hacer
que |
la instrucción y el
recono- |
cimiento de los derechos |
sean patrimonio de la hu- |
manidad entera, gracias al |
progreso tecnológico en
las |
comunicaciones sociales. |
MONS. CIRARDA, |
presidente de la Comisión
Episcopal de Medios de Comunicación Social |
6 (90) |
ÉTICA |
TRASCENDENCIA |
REZAGADA, una moral
casuís- |
tica, todavía deja
percibir su |
reclamo, de vez en cuando,
con |
denominaciones diversas,
pero como |
un esfuerzo a la vez de
radicalización |
y de simplificación, se
experimenta, |
en la literatura y la
filosofía del bien, |
una predilección por el
vocablo "éti- |
ca", en lugar de
"moral", como si éste |
fuese envejeciendo. En
ocasiones se |
trata de una intención
secularizadora, |
para separar la dinámica
humana re- |
lacionada con el bien, de
in vocaciones |
trascendentes o
metafísicas, que la |
exijan o fundamenten. Este
deseo no |
excluye necesariamente la
aceptación |
de Dios, porque la
afirmación de las |
capacidades humanas, en sí
mismo, |
no significa una oposición
al Ser su- |
premo. |
El hecho de que el hombre
sea capaz |
de discernir y de cumplir
su tarea |
vital ordenada al bien,
aun sin dirigir |
su pensamiento a Dios, no
es una |
negación de la divinidad,
sino que, |
para los creyentes,
representa más |
bien una confirmación de
las cuali- |
dades que el Creador ha
depositado |
en el hombre. Cuando el
hombre "se |
independiza",
podríamos decir, no |
hace más que usar "de
la indepen- |
dencia que ha recibido de
Dios". Por |
eso Bonhoeffer ha podido
escribir, |
desde su profunda vida de
fe cris- |
tiana, que «la honradez
exige que |
vivamos en el mundo como
si Dios |
no estuviera en él». Lo
cual tiene al- |
gún parecido con estas
otras palabras |
de Ortega: «No es solución
apelar |
de continuo a la
intervención di- |
vina o explicar lo
conocido por lo |
desconocido, lo empírico
por lo tras- |
cendente.» |
Newman hubiera procedido a
la |
inversa: «Nuestra mente,
precisamente |
por ser algo nuestro, es
lo que tiene |
más autoridad para
nosotros, y sus |
informaciones nos dan la
regla por |
la cual podemos probar,
interpretar |
y corregir lo que se nos
presenta |
para creer, sea a través
del testi- |
monio universal de la
humanidad o |
mediante el de la historia
del mundo |
y de la sociedad». Nuestro
gran ma- |
estro íntimo, afirmaba, es
nuestra |
conciencia. |
7 (91) |
En el Cristianismo, desde
san Pablo |
hasta nuestros días, la
obligación na- |
tural del hombre respecto
al bien, no |
ha sido condicionada por
la aceptación |
de más testimonios. No es
blasfema |
esta expresión de Sartre,
a pesar del |
evidente desenfado: «La
justicia es |
cosa de los hombres y no
tengo ne- |
cesidad de Dios para que
me lo en- |
señe». |
De donde la ética
filosófica ha sur- |
gido como una
secularización de la |
religión, afirma
Aranguren, que no |
solamente es cristiano
sino el mejor |
moralista contemporáneo de
habla |
española. |
Pero tampoco nos
resignaríamos |
aceptando que la religión
o, más |
propiamente el
Cristianismo, fuese |
reducible a una moral. Lo
cual repre- |
sentaría una atrofia desde
tiempo de- |
nunciada, aunque no
todavía superada |
suficientemente. |
El grande y honesto
esfuerzo de |
Kant por
"secularizar" la moral, no |
ha prescindido —aun
proclamando la |
autonomía de la razón
humana— de |
esa piedra que traba el
arco de su |
filosofía ética, con el
triple postulado |
de la libertad del hombre,
de la in- |
mortalidad del alma y de
la existencia |
de Dios. |
Otros filósofos
posteriores, preocu- |
pados, de manera
particular, por la |
ética, han partido de
posiciones teó- |
ricamente asépticas
respecto a la tras- |
cendencia —Dewey, Scheler,
Joad...— |
pero finalmente la han
incluido de |
manera explícita o
equivalente. En |
realidad los filósofos que
han pres- |
cindido de una última
referencia a |
la divinidad o, por lo
menos, a la |
metafísica, han edificado
substitucio- |
nes absolutizadas, o han
desembocado |
en el absurdo. |
Ética y santidad |
El prestigio creciente que
nuestra |
época dedica, desde las
mentes más |
esclarecidas, a la ética
con aparente |
relegamiento del orden
sobrenatural, |
se debe a un intento de
autenticidad |
para estimular la
fidelidad a los valores |
sociales de justicia,
libertad y verdad, |
para los que el progreso
humano se |
ha hecho más capaz,
respondiendo |
mejor que en épocas
anteriores a la |
naturaleza social del
hombre. La afir- |
mación de estos valores
naturales y |
sociales, no perjudicará,
finalmente, |
al Cristianismo, porque
son valores |
cristianos. Precisamente
por esta razón |
podrán ser redimidos, en
los ensayos |
de su expresión y
realización, de los |
desequilibrios que un
impulso menos |
iluminado pueda producir.
Las dos |
tendencias extremas, en
cierto modo |
opuestas, pero en realidad
hermanas |
entre sí por haber sido
influidas por |
la misma teoría hegeliana
que ponía |
al Estado como fuente de
moralidad |
—nos referimos al marxismo
y a los |
fascismos modernos—,
representan |
maneras de realizar o
imponer un |
bien social, y por eso los
teóricos |
que pretenden
justificarlas hablan de |
"ética social",
con menoscabo de la |
personal de los
individuos, porque |
el individuo, como
"persona" —subs- |
tancia intelectual,
independiente y |
libre— no les interesa.
Consiguien- |
temente no hay ética
personal porque |
no se admite un fundamento
tras- |
cendente, divino y eterno,
es decir |
se parte del ateísmo; o,
si se admi- |
te, es solamente en el
campo teórico |
y domesticado de la
utilidad en bene- |
ficio de determinado
concepto de so- |
ciedad o política, que
prescinde de |
la naturaleza y de las
exigencias de la |
persona. |
8 (92) |
Los males y los riesgos de
nuestra |
época, mas que en las
anteriores, tie- |
nen un carácter social,
conjurables |
solamente a partir de una
ética que |
se base en la
trascendencia y que |
apunte a Dios, respetando
el orden |
natural, en nuestro
espacio, y en este |
tiempo. Pero una ética
así, acelerada |
hacia todas sus
consecuencias, termina |
en la santidad. Además la
santidad es |
siempre
"personal". |
Nuestra época no necesita
estadistas, |
o filósofos, o políticos,
o economis- |
tas, o científicos... o,
por mejor decir, |
también los necesita; pero
más que |
a ellos, comienza por
necesitar hom- |
bres honestos, veraces,
desprendidos, |
justos... personas",
que sean todo |
eso, y que lo empleen en
beneficio |
de todos. El progreso de
la honradez, |
de la aceptación de la
verdad, de la |
realización de la
justicia, del respeto |
de la libertad, permitirá
la fecundidad |
de la Gracia —cuya misión
no es suplir |
Tu que el hombre ya tiene,
sino añadir |
impulso sobrenatural a la
naturaleza, |
que no puede estar ausente
cuando |
Dios actúa en el hombre—.
El orden |
sobrenatural no puede ser
considerado |
como una alternativa entre
el bien |
personal y el social, sino
como un |
coronamiento, ya que no un
simple |
desarrollo, del orden
natural supuesto. |
No se puede ser santo, si
antes no se |
es hombre; ni es
compatible afirma- |
ción alguna de valores
cristianos con |
la negación, teórica o
práctica, de la |
personalidad humana. |
En las épocas de grandes
transfor- |
maciones históricas
—culturales, so- |
ciales, políticas— se ha
sentido la |
necesidad de profundas
renovaciones |
e, incluso, se han
intentado. Los que |
se han hecho adelante en
su búsqueda |
y realización han tenido
más o menos |
La Iglesia fiel a su
misión |
de desinteresado servicio, |
no puede ser indiferente a |
las justas aspiraciones,
que |
cada día bullen con mayor |
viveza y conciencia en el |
espíritu humano, ni perma- |
necer neutral ante los
proce- |
sos de cambio que se
operan |
en el mundo, en los que |
están en juego valores
fun- |
damentales de orden
espiri- |
tual y moral, como el amor |
fraterno, la justicia, la
liber- |
tad cívica y religiosa.
Por |
eso asume responsablemen- |
te el empeño de colaborar
al |
auténtico progreso,
tratando |
de impregnar todo el
contex- |
to social con la fuerza
vital |
e inspiradora de su
proyec- |
ción eterna y de su
vocación |
renovadora en medio del |
mundo. |
Mediante la libertad y la |
independencia en el cum- |
plimiento de esta tarea de |
servicio, la Iglesia
quiere |
que su voz, desinteresada
y |
convincente, llegue con
fa- |
cilidad y credibilidad a
lo |
más íntimo del alma huma- |
na para guiarla en el
camino |
recto de la realización
per- |
sonal y del bien común. |
PABLO VI, al embajador de
España |
ante la Santa Sede
(5-2-1973). |
9 (93) |
éxito, según se hayan
apoyado, tam- |
bién más o menos, en la
propia perso- |
nal actitud ética natural,
si prescindían |
de Dios, proyectándola
como servicio |
de los demás hombres; o
bien, si eran |
cristianos —en Occidente,
por lo me- |
nos—, si han emprendido la
tarea |
de renovación social
partiendo de |
un deseo sincero y
comprometido de |
santificación. Jacques
Maritain, que ha |
tratado en sus libros
tales alternativas |
históricas, resume la que
llamamos |
cristiana de esta manera:
«Una reno- |
vación social vitalmente
cristiana será |
obra de la santidad de los
que la em- |
prenden o no será nada. Y
conste que |
me refiero a una cantidad
vuelta a lo |
temporal, lo secular, lo
profano». |
Santidad y |
renovación del mundo |
Ortega ha dicho en alguna
parte |
que, en cuanto a las
revoluciones, con- |
fiaba más en la
profundidad y eficacia |
de las no violentas, que
en el ruido de |
las que han roto, por la
fuerza, o por |
la fuerza han impuesto los
cambios |
renovadores que, en
principio, las |
justificaban. Así,
excluida la violencia, |
Cristo sería el mayor
revolucionario |
y, también resultaría que
él habría |
obrado la mayor renovación
en el |
mundo. Y después de él,
los santos, |
que son, de alguna manera,
una exten- |
sión suya; que son,
todavía, su influjo |
renovador perdurable... |
La fuerza del espíritu es
superior |
a la fuerza física; la
máxima fuerza |
espiritual es la santidad,
y es, para |
un cristiano, desde esta
palanca del |
bien que hay que renovar
el mundo, |
que hay que transformarlo.
El recurso |
a la fuerza física es el
recurso de los |
débiles. La fuerza, en el
mundo, co- |
mienza con las ideas, se
mantiene |
con la honradez en
mantenerlas y se |
corona, alcanza su punto
más elevado, |
en la cantidad. Por esto
el Cristianismo |
ha sido una fuerza y por
esto sigue |
siéndolo. No para que sea
recordado |
con satisfacción
triunfalista, sino para |
tenerlo en cuenta cuando
más urgente |
parezca la necesidad de
seguir trans- |
formando el mundo. La
fuerza física |
jamás alcanza un triunfo
que dure |
un siglo; la fuerza del
espíritu no |
cabe en el mundo, ni en el
tiempo: |
necesita la eternidad. |
TODA LA VERDAD SOBRE LA
IGLESIA |
El en |
vida nueva |
vida nueva |
pídala a PPC |
E. Jardiel Poncela, 4 -
Apartado 19.049 - MADRID 16 |
10 (94) |
HOMBRES JUSTOS |
HA DE HABER, todavía,
hombres justos, herederos de los patriarcas, de |
todas las generaciones
pasadas. Ha de haber hombres justos y buenos, |
de esos que Dios puede
asociar a sus planes, porque le serán fieles y no |
le suplantarán malgastando
en el pueril juego de la vanidad el tesoro de fuerzas |
y confianza con que Dios
los bendice. Hombres que puedan ser guardianes de |
la bondad y de la
justicia; que puedan ser maestros de los que se inician y |
prudencia de los que
vacilan; hombres con fuerza, constancia y valentía tanta |
como para alentar a los
pusilánimes, estimular a los temerosos, a los tristones, |
a los rezagados y
desconfiados, a los débiles e indefensos. |
Hombres dispuestos siempre
al esfuerzo sereno y entusiasta, pero sencillo, |
sin que ellos mismos se
puedan dar cuenta de su heroísmo mantenido. Hombres |
siempre al pie de su
tarea, sin perder la ilusión, sin medir el tiempo, sin llevar |
contabilidad del esfuerzo,
pródigos en la abnegación raramente comprendida, |
que los demás suponen, a
veces, con ligereza, divertida y fácil o incluso, con |
dureza egoísta, un
"deber" exigible. |
Son hombres de fe. De fe
en Dios o en algún valor absoluto que un día |
descubrirán que coincide
con Dios. Cuando de verdad es una fe de creyentes |
que se mantiene presente
en todos los actos y viva en el corazón, si la observa- |
mos sin desconfianza, ni
recelo, ni envidia, podemos darnos cuenta que es una |
fe, un modo de ver el
mundo y la vida "desde Dios", pero que no utiliza a Dios. |
En apariencia se muestran,
muchas veces, menos activos o como si su actividad |
no agotara todas sus
capacidades, mientras otros que parecen más fuertes y |
más ágiles son menos
generosos. Menos generosos aunque crean que poseen |
más conocimientos, pero no
los comunican: narcisos para mirarse a sí mismos |
y juzgar, o tolerar a los
demás, según el provecho goloso de su seguridad o su |
comodidad o su vanidad.
Sin haberse olvidado de sí mismos ni salir a los |
caminos del mundo y
pisarlos mirando con alegría el horizonte y bendiciendo |
su luz. |
Pero aun éstos —tantos y
tan adolescentes en la fe y en el corazón—, o |
muchos de éstos, un día
vencerán los egoísmos, se olvidarán de llevar la cuenta |
de sus fatigas, imitarán
las generosidades ajenas, pensarán más en dar que en |
recibir y se convertirán
en prolongación providencial de los brazos que les |
ampararon para amparar y
alentar y empujar a los demás; a otras generaciones |
que les seguirán para ser,
como otros y como ellos, hombres justos sobre la |
tierra, llamas sobre la
rusticidad de la arcilla seca, señales del aliento de Dios |
que reverbera en la
limpieza de los corazones de buena voluntad, como la de |
los patriarcas, como la de
los justos de todos los tiempos. |
11 (95) |
HORARIO DE MISAS |
JULIO - AGOSTO -
SEPTIEMBRE |
DOMINGOS Y DÍAS FESTIVOS: |
10 Y 11 DE LA MAÑANA Y 8
DE LA TARDE |
SÁBADOS Y VÍSPERAS DE
FIESTA: |
8 DE LA TARDE |
DÍAS LABORABLES: |
7'45 DE LA MAÑANA Y 8 DE
LA TARDE |
EN OCTUBRE SE REPONDRÁ LA
MISA FESTIVA DE LAS DOCE |
LAUS |
Director: P. Ramón Mas,
C.O. - Edita e imprime: Congregación del Oratorio |
Placeta de S. Felipe Neri,
1 - Apartado 142 - Albacete - D.L AD 103/62 - 23. 6. 73. |
12 (96) |
|