Boletín
del Oratorio de Albacete. |
Núm. 116. OCTUBRE. Año
1973. |
SUMARIO |
AR A la juventud también
otoño es primavera; para |
la cultura, más; para el
espíritu, siempre, porque |
no puede envejecer, aunque
caigan todas las hojas |
de los árboles del mundo.
En éste, siempre, mientras |
dura, florecen nuevas
esperanzas y despiertan amaneceres |
de luz para todo el que
los quiera ver, mirar y recoger |
con los ojos y con el
corazón los horizontes que se dilatan. |
LOS JÓVENES DE AHORA |
CON EL TIEMPO |
LA JUVENTUD QUE ESTUDIA |
CUANDO SE BUSCA, CUANDO SE
HUYE |
BEBER Y APURAR |
CONOCER EL HOMBRE,
INTERPRETAR EL |
MUNDO, DISPONER EL REINO
DE DIOS |
TENDENCIAS DE LA JUVENTUD |
DE NUESTRO TIEMPO |
CRITICAR A LA IGLESIA |
COMEDIA (NADA CÓMICA) EN
DOS ACTOS |
LIBERTAD RELIGIOSA PARA |
LA UNIÓN SOVIÉTICA |
1 (97) |
Los jóvenes de ahora |
«Nuestra juventud prefiere
ahora el lujo y la molicie. |
Tiene modales chabacanos y
desprecia la autoridad. |
Ha perdido el respeto por
los mayores. |
Prefiere parlotear y
divertirse al honrado esfuerzo del trabajo. |
Los jóvenes de ahora
contradicen a sus padres, |
comen sin urbanidad |
y tiranizan a sus
profesores». |
¿QUIÉN ha pronunciado
afirmaciones tan severas para los jó- |
venes? Cuando se exalta y
se alaba todo lo joven, ¿quién se |
atreve a soltar
afirmaciones tan tajantes?, ¿quién no teme |
incurrir en la antipatía
general? |
En cualquier caso, ¿es
exacto este juicio? ¿Manifiesta la rea- |
lidad de la juventud
actual, o lo dice algún resentido, para |
vengarse de su juventud
perdida y lejana, o realmente proce- |
de de alguien que ha
observado y reflexionado seriamente |
antes de hablar, sin
alegrarse en nada por los defectos que |
podía señalar, sino más
bien con tristeza forzada a la since- |
ridad por el amor? |
Los cristianos sabemos de
la predilección de Cristo por la |
juventud: entre tantos
testimonios que podríamos extraer |
del Evangelio, de actos,
de palabras, de elecciones de Jesús, |
bastaría por todo recordar
que fueron principalmente los |
jóvenes quienes le
vitorearon en la efímera gloria de su |
entrada en Jerusalén,
entre ramos y hosannas". Y, en la |
historia de la Iglesia,
los santos han demostrado constante- |
mente amor por los
jóvenes, si bien no han sido excesivos |
en las alabanzas que les
dedicaban y más bien señalaron el |
bien latente, las
esperanzas que podían despertar por sus |
disposiciones sinceras y
generosas, cuando la corrupción |
no les había alcanzado y,
superando egoísmos que envejecen |
prematuramente el corazón,
se abrían al entusiasmo de un |
ideal de verdad, de
justicia y de gozo compartido. |
¿Quién ha pronunciado,
pues, esas tremendas palabras? |
Son muy antiguas: hace dos
mil cuatrocientos años que las |
dijo un profundo conocedor
del hombre y de los jóvenes, |
Sócrates. Tal vez
entristecido por el espectáculo o por el |
resultado de una infancia
que había sido a ratos mimada, |
pero que había carecido de
verdadera educación doméstica. |
2 (98) |
Con el tiempo |
EL NUEVO REY que acaba de
ocupar el trono de Suecia, ha elegido y ha |
anunciado el lema de su
reinado, que será: "Por Suecia, con el tiempo, |
Todos han entendido que
deseaba significar la identificación con el sen- |
tido de juventud de que
siempre ha hecho gala, en su comportamiento, en sus |
palabras, en su estilo, en
medio de un pueblo donde la monarquía no parece ser |
ningún obstáculo a la
organización de una convivencia democrática que algunos |
no han dudado en calificar
de "república coronada". Pero en nuestra época no |
solamente los reyes
quieren ser jóvenes: para todos, la juventud es el estilo de |
nuestro tiempo, porque
cuando decimos tiempo", tiempo vivo en oposición a |
tiempo arqueológico, a
tiempo de nostalgias o recuerdos, a tiempo para hito de |
conmemoraciones y
aniversarios, queremos significar la agilidad y el dinamismo |
creador e iluminado de la
juventud, porque ella está siempre "con el tiempo". |
El tiempo es la vida;
nuestro contacto con él es ese latir de nosotros con su |
presencia. Lo demás carece
de interés, porque carece de vida. Lo pasado o el |
hipotético futuro, son
maneras de "presentificación" que valen lo que valga |
el rastreo o anticipación
ahora presentada. Cuando hablamos de Dios y de su |
eternidad, queremos decir,
entre balbuceos, algo como un simple, condensado |
y universal presente,
infinito, no mensurable y, por lo tanto, que no es tiempo, |
sucesión de presencias
medidas. |
Cuando decimos "con
el tiempo", queremos decir con el sucederse carac- |
terístico de la presencia
de la vida en él. Interpretar la inscripción de esta vida |
que, para el creyente, es
un ensayo de la eternidad, constituye la verdadera |
sabiduría, di miramos a
Dios, al que decimos que esperamos, pero que ya nos |
envuelve. |
Interpretar esta vida,
actualizar —es una redundancia— su latido ex ser |
joven, es mantener al
compás del tiempo, con el tiempo, la inserción que agiliza |
toda nuestra capacidad
dinámica, toda nuestra inteligencia y entusiasmo. No |
podemos decir que vivimos,
con la densidad propia de esta palabra, si no |
mantenemos esa tensión de
juventud en nuestros actos, si no miramos con |
esperanza nuestro camino,
como un amanecer que nos invita a continuas |
estrenas, a la serenidad
honda de un entusiasmo siempre nuevo y agradecido, |
a un ensayo de plenitud,
cuya meta es Dios. |
3 (99) |
Por lo tanto, no podemos
atarnos a lo que pasa. Pero, como la autogénesis |
no existe, no podemos
maldecir lo que llamamos pasado, porque nos soporta, |
nos alcanza, y, en cierto
modo, sigue con nosotros, desbloqueándonos, abrién- |
donos y transmitiéndose
hasta más allá de nosotros mismos. Saberlo, creerlo, |
no impedirlo y fomentarlo
es lo que hace hermosa la vida, es lo que hace |
fecundo cada momento de
ella. |
Cuando discutimos de
comprender o no comprender a la juventud de hoy, |
hemos de situarnos en el
hilo de este discurso. Cierto que llamamos o se llama |
"juventud de
hoy" a jóvenes que ya no lo son o no lo han sido nunca, cualquiera |
que sea la escasez de su
edad o el atuendo con que nos sorprendan; pero no |
podemos negar que nuestra
época está particularmente afectada por la preva- |
lencia de lo joven, no ya
como una moda, o un estilo de simple apariencia más |
o menos convencional, sino
entendida la juventud como un espíritu, como una |
actitud para valorar y
medir lo positivo de la existencia, como una exigencia |
que nos fuerza a
universalizar todas las capacidades humanas de simpatía y de |
bien compartido, como la
justicia, como la verdad, como la libertad, como el |
amor. Es posible, aun en
la buena intención que despierta tales impulsos, que |
falte a veces la
proporción en lo mismo que se exige, que la ceguera apasionada |
de lo que se reclama ponga
en peligro su mismo logro; pero es igualmente |
innegable que tales
exigencias surgen de intuiciones que no se pueden despre- |
ciar y que, tenidas en
cuenta, asociadas a la perennidad de una vida atenta, que |
sintoniza con el tiempo,
que interpreta su significado, que no deja envejecer el |
corazón, tales exigencias
permiten y, hasta cierto punto, son necesarias, para |
que no se apague o detenga
la constante renovación del corazón humano, siem- |
pre en estrena de gracias
a cada momento nuevas, que nos enriquecen la visión |
—que dilatan la fe— de
todos los que creemos y hasta de los que, prescindiendo |
de Dios, no pueden por
menos de experimentar la maravilla de la vida. |
Comprender a los jóvenes
no es transigir con sorpresas que no acabamos |
de entender, para que no
nos califiquen anticipadamente como "viejos"; no es |
pactar para no perderlo
todo; no es contemporizar añadiendo puerilidades ridí- |
culas para recoger con
ligereza los últimos miserables aplausos ganados a base |
de ficciones oportunistas,
porque ahora la juventud está de moda. Comprender a |
los jóvenes es comprender
la vida y comprenderla con el tiempo. Y compren- |
derla con el tiempo, y
desde una perspectiva de fe y de gratitud, es preparar |
lo que llamamos vida para
la eternidad, que es la juventud de Dios. |
Los cristianos en marcha
hacia la ciudad celestial deben |
buscar y gustar las cosas
de arriba; lo cual en nada dis- |
minuye, antes por el
contrario aumenta, la importancia |
de la misión que les
incumbe de trabajar con todos los |
hombres en la edificación
de un mundo más humano. |
Decr. IM, 57 |
4 (100) |
LA JUVENTUD |
QUE |
ESTUDIA |
EN la Edad Media se dejaba
el |
estudio para los clérigos
o para |
aquéllos a quienes faltaba
va- |
lentía para el oficio de
guerrear; no se |
creía demasiado en la
superior valentía |
del pensamiento. Fue el
humanismo y |
sobre todo fue a partir
del Renaci- |
miento que el hombre se
sintió en el |
centro del universo con
curiosidad |
para descubrirlo, con
entusiasmo para |
conocerlo y con lucidez
para interpre- |
tarlo. En realidad la
aparición de la |
imprenta facilitó
enormemente este |
impulso, remansado y
protegido, hasta |
ese momento, por la
paciencia benéfica |
de la cultura de los
monasterios: ellos |
nos transmitirían —sagrado
o profa- |
no— todo el acervo
cultural de la |
antigüedad cristiana o
precristiana; era |
el eclesiástico, un
monopolio o polari- |
zación, sin imposiciones
ni usurpación |
de ningún género, sino
resultado es- |
pontáneo de recoger lo que
la sociedad |
descuidaba y, algunas
veces, incluso |
despreciaba. Aunque
hubiera excep- |
ciones insignes como
Alfonso el Sabio, |
Alfonso el Magnánimo... |
No es extraño que, en el
siglo XVII, |
sorprenda un René
Descartes al em- |
prender la aventura de
buscar una |
razón filosófica partiendo
de la auto- |
nomía del pensamiento
secular, para |
proyectar una construcción
de certezas |
a partir, por sistema, de
la única certeza |
de la propia duda. Él no
era ningún |
clérigo, ni hasta entonces
se había |
visto que se escribiera
sobre filosofía |
en otra lengua que no
fuese el latín, a |
no ser que se regresara
hasta el siglo |
XIII para encontrar a
Ramón Llull, |
empeñado en buscar razones
del pen- |
samiento que bastaran para
convencer |
para la fe a los que
todavía no conocían |
a Cristo, sin necesidad de
imponérsela |
por la fuerza de las armas
o la coerción |
de los decretos de los
reyes a quienes |
el fenómeno religioso
interesaba e |
interesaría, en general,
más como |
recurso o elemento que
ayudara a la |
unidad política de sus
reinos, que |
como bien espiritual de
sus súbditos. |
Descartes era un seglar y
Llull un |
ermitaño por dentro y un
andariego |
por fuera, que se sabía
todos los cami- |
nos de Europa al impulso
de su celo |
santo y utópico a la vez,
y que no fue |
comprendido, simplemente,
porque |
era demasiado pacífico.
Ambos profun- |
damente creyentes además
de sinceros. |
Y jóvenes de corazón.
Pertenecían a |
tiempos en los que
estudiar era un |
ideal, una profesión tal
vez, pero toda- |
vía no un oficio: eso que
nunca debiera |
ser y cuya amenaza se nos
echa encima |
contrarrestando el
beneficio de la |
ampliación de acceso a la
cultura que |
se da en nuestro tiempo. |
Conocer, saber, pensar.
Para descu- |
brir la vida, para
construir la persona, |
para perfeccionar el
mundo. ¿Son éstas |
las miras de la juventud
que estudia? |
La "clase"
estudiantil |
Hace siglo y medio que
apareció, en |
Occidente, el obrerismo,
como resul- |
tado de la
industrialización. Era una |
nueva "clase" de
hombres: ellos, junto |
con los grandes intereses
económicos, |
5 (101) |
por otra parte, han
protagonizado las |
mayores convulsiones de
toda una |
época todavía no
amortizada, cuando |
ya se enlaza con ésta en
la que la |
juventud y, de manera
especial, la |
juventud estudiantil, la
comienza a |
distinguir, porque es otra
clase" de |
hombres que ahora aparece
y que llega |
equipada con instrumentos
intelectua- |
les para el despertar de
una concien- |
ciación que no se limita a
ellos mismos. |
No importa que grandes
sectores |
estudiantiles transiten
dormidos por |
los pasillos de la
cultura, o que la |
soliciten únicamente como
aval para |
un posterior
mercantilismo, en ese |
mundo en que todo se
pretende vender |
o comprar, o todo quiere
convertirse |
en objeto. Quedan todavía
los que cre- |
en, no solamente en Dios,
sino también |
en el hombre —porque
"hace falta |
creer también en el
hombre", decía |
Juan XXIII— y quedan
los que, a |
veces sin nombrar a Dios,
lo confiesan, |
sin embargo, porque
apuntan y quie- |
ren, para este mundo, la
misma justicia |
que Dios ha estado siempre
exigiendo |
por la voz de sus
profetas. |
Esa juventud que estudia,
élite de la |
nueva clase que viene a
revolucionar |
el mundo, podrá cambiarlo,
como |
sueña o exige a gritos,
con la condición |
de que sus protestas y
exigencias |
actuales, sean algo más
que la sintoma- |
tía de complejos o
reacciones compen- |
satorias de frustraciones
que buscan |
en la anticipada venganza
de la acusa- |
ción lo que sólo se podrá
alcanzar, |
además de denunciar y
protestar, con |
el esfuerzo y la
perseverancia de la |
propia responsabilidad
mantenida, sin |
ceder a las posteriores
claudicaciones |
y aburguesamientos con que
nos en- |
tristecen hoy los
disconformes de ayer. |
Cuando la nueva clase no
solamente |
tenga razón, sino la
mantenga. |
Con esperanza |
La cultura se secularizó a
partir del |
Renacimiento, se
racionalizó con el |
positivismo y se ha
generalizado —al- |
gunos dicen
"masificado"— después |
de las dos últimas grandes
guerras. La |
nueva "clase" de
los que estudian |
llegará a ser universal
dentro de muy |
poco y a despecho de los
restos de |
privilegios que subsistan
en las zonas |
subdesarrolladas, y tendrá
caracterís- |
ticas nuevas, porque
superará la falta |
de movilidad de la antigua
"clase" |
obrera. Los obreros
difícilmente deja- |
ban de serlo; lo mismo que
los ricos, |
todavía más seguros en su
clase. La |
clase de los estudiantes,
en cambio, |
será clase de una época de
la vida del |
hombre, será clase de una
edad. Pron- |
to, estudiar, no será un
privilegio y, |
por lo tanto, no será una
tentación que |
puede llevar al hombre a
capacitarlo |
mejor para oprimir o
explotar a su |
prójimo en vez —como
debiera de |
ser— de servirlo mejor.
Pues, aunque |
sea cierto que el estudio
y las titulacio- |
nes universitarias han
dado a grandes |
servidores de la sociedad,
no lo es |
menos que también han dado
acceso |
a los buscadores de
patentes para |
empleos, cargos o ascensos
en los |
que, con mínimo esfuerzo y
servicio, |
pudieran conseguir fáciles
ventajas |
económicas y un
"status" social privi- |
legiado. Pero esto, merced
a la gene- |
ralización del acceso a la
cultura, ya |
resulta cada vez,
afortunadamente, |
más problemático. |
Desde que vamos
comprendiendo |
mejor que la fe no puede
suplir todo |
lo que la comprensión
racional pueda |
proporcionarnos, hemos de
abrirnos a |
la esperanza al ver que el
número de |
los que estudian aumenta.
La inteli- |
gencia nos la ha dado Dios
y desarro- |
6 (102) |
llarla y enriquecerla es
un medio de |
realización humana y de
comprensión |
del mundo. Por lo tanto es
un medio |
para perfeccionar el
mundo. En la |
medida, sin embargo, en
que la cultura |
se libere del egoísmo y de
la vanidad |
y se conciencie y
responsabilice, para |
una mejor comprensión
humana: lo |
cual nos lo proporcionará
la fe y la |
clara visión cristiana de
la vida. De |
esta fe no hipocritizada
surgirá la idea |
de que los estudios y la
capacitación |
universitaria o técnica,
no pueden |
tomarse, ni ofrecerse. ni
exigirse como |
medios principales para la
obtención |
de títulos, sino para la
adquisición |
comprometida de
responsabilidades. |
Esta mentalidad, si
prospera, permitirá |
la superación de los males
del buro- |
cratismo impersonal y
asfixiante de |
nuestra sociedad y nos
curará del |
cáncer del empleadismo,
para redu- |
cirlo todo al concepto
verdadero de |
servicio del prójimo.
Pablo VI lo ha |
previsto en su encíclica
"Octogésima |
adveniens" (núm. 47). |
La primacía cultural |
Entendida la cultura como
desarro- |
llo de la persona y de la
sociedad, |
como atesoramiento de
conocimientos |
y experiencias que se
transmiten y |
modelan el crecimiento del
hombre y |
su organización de
convivencia, gene- |
radora de principios y
convicciones |
que la vinculan a la
libertad, a su |
ejercicio, a la ordenación
generosa de |
las fuerzas vitales, a la
comunicación, |
constituye una de las
ideas que domi- |
nan casi todos los
discursos del papa |
Pablo, como algo
naturalmente indis- |
pensable para el soporte
de todo bien |
espiritual creciente. Por
esto es lícito |
creer que, la juventud que
estudia, |
prepara este futuro mejor. |
A despecho de apariencias |
contrastantes y de |
actitudes exhibicionistas |
y contestatarias, tenemos |
confianza en los jóvenes. |
A aquellos que buscan |
nuevos caminos de |
compromiso personal, les |
quisiéramos repetir la |
frase inquietante del |
Evangelio: «¿Por qué |
estáis ahí todo el día sin |
hacer nada?». Su sed de |
absoluto no puede ser |
colmada con los |
sucedáneos de ideologías |
o de experiencias |
prácticas aberrantes. |
No, los jóvenes tienen en |
sí mismos la capacidad, el |
ingenio, la inventiva, la |
imaginación, la fuerza, el |
espíritu de entrega, y de |
sacrificio para poder |
prestar su contribución a |
la salvación de los |
hermanos: «¡Id también |
vosotros!...» |
PABLO VI, |
22. 6. 73 |
7 (103) |
Cerca y lejos de Dios: |
Cuando se busca, |
cuando se huye |
HAY GENTES que no están
con Dios, porque todavía le |
|buscan. Y gentes que no
están con Dios, porque huyen |
de Dios. De los primeros
Cristo diría que no están lejos de su |
Reino, de los segundos que
su mirada hacia lo que llaman |
verdad, no es limpia de
corazón. |
Los que buscan a Dios, lo
identifican, anticipadamente, con las exigencias |
positivas absolutas de lo
que consideran el bien. Si un día lo descubren, no se |
detendrán en la posesión
del hallazgo, sino que continuarán buscando: Dios es |
infinito. Muchos de ellos
tal vez mueran sin haber encontrado, o sin haberse |
dado cuenta que su
búsqueda no acabada apuntaba hacia la divinidad; muchos |
de ellos serán de aquéllos
de los que se dice en el Evangelio: «Pero, Señor, |
¿cuándo te encontramos,
cuando te visitamos, cuándo te hicimos el bien si no |
te conocíamos?». Y a los
que Cristo respondería: «Sí, cada vez que lo hacíais, o |
encontrabais, o servíais,
u os preocupabais por uno de estos más pequeños, más |
pobres, a mí me lo
hacíais, a mí me encontrabais... Pasad, pasad a participar |
de mi gozo». |
Los que huyen de Dios,
aunque suplan o busquen substituirlo con alguna |
de las falsificaciones que
se venden por esos mundos; aunque se nos presenten |
como los rebeldes que
reaccionan contra todas las reales o supuestas injusticias |
de nuestra época y de esta
tierra, se parecen al pseudorrebelde que satiriza ese |
todavía joven autor
americano, Murray Shisgal, en su obra The tiger, cuyo |
héroe, cargado de nociones
filosóficas postizas, y que invoca el ideal del hombre |
primitivo de la sociedad,
el hombre natural lawrenciano, al que la sociedad |
actual es hostil, en el
fondo no es más que un ser momentáneamente insatis- |
fecho, cuyos miedos y
pobreza de personalidad intenta esconder, y que está |
totalmente dominado por
los valores de la clase media y sucumbe, finalmente, |
a la tentación de la
comodidad y de los placeres burgueses. Porque más que |
ideales, lo que le movía
era el resentimiento. Y era un resentido porque le faltaba |
limpieza de corazón, la
transparencia de la buena voluntad, la valentía generosa |
de un entusiasmo por la
nobleza desinteresada del bien. Era un egoísta que |
gritaba; ni un profeta, ni
un apóstol, ni un idealista. |
8 (104) |
Beber y apurar |
HAN pasado las fiestas de
nuestra ciudad y de muchos pueblos y ciudades |
que, por estas calendas,
celebran el gozo de las cosechas; gozo legítimo |
después del trabajo y del
fruto por él conseguido que, además, entre |
cristianos, tienen el
significado de agradecer los bienes que nos depara la Pro- |
videncia, manifestada, de
manera particular, por esta convergencia del esfuerzo |
humano con el continuo
manar de la naturaleza, dócil al orden que el Creador |
ha impreso en ella. Las
fiestas son legítimas, son justas, porque revisten el sig- |
nificado de una gozosa y
colectiva acción de gracias al Padre de todo lo creado: |
de la tierra, de las
plantas, de toda semilla, del agua, de todo ser viviente, y de |
la fuerza y de la
inteligencia y voluntad del hombre, que cuida, recoge, trans- |
forma y usa y goza,
mientras transforma y domina todo cuanto aparece y se |
mueve en la superficie de
la tierra. |
Inscrita en una de estas
celebraciones, a últimos del mes pasado, venía en |
algunos diarios de
circulación nacional, una noticia no comentada, pero que |
juzgamos lamentable por sí
misma y porque se refería a una parte de un pro- |
grama de festejos de un
pueblo de nuestra provincia manchega —que no citare- |
mos— en ella se daba
cuenta del triunfo de un joven en un concurso de bebida |
celebrado en aquella
localidad con motivo de sus fiestas patronales", y relataba |
la hazaña del vencedor
—¡cuatro litros de cerveza en menos de veinte minutos!—, |
quien después de obtener
el premio en metálico asignado al ganador, dijo, |
pidiendo más cerveza, que
"pensaba gastar aquel dinero en beber para celebrar |
el triunfo". Había
sido un concurso para mozos, con notoriedad suficiente para |
que el corresponsal de la
agencia Cifra recogiera el suceso y fuese lanzado a los |
teletipos de las
redacciones. Sin comentarios, porque éstos se los haría ya el |
lector, bien fuese por lo
chocante y divertido del impenitente bebedor, bien por |
lo chabacano del suceso. |
¿No basta ya que, en
España, existan algo más de dos millones de alcoho- |
lizados, para que la poca
imaginación de los que organizan festejos, aunque |
pongan a un Santo por
patrón, tenga que recurrir a la burdez de los concursos |
de bebedores? ¿Qué clase
de deporte es ése? ¿Qué exponente de cultura? ¿Qué |
mérito se pretende
realzar? ¿Qué valores exalta o qué ejemplaridad promueve? |
Nos escandalizamos del
consumo de drogas, como de una corrupción por lo |
común externa y exótica de
la que nos sentimos todavía libres: pero nos deja in- |
diferentes que sigamos con
uno de los índices mundiales más elevados de afectos |
y enfermos por el abuso
del alcohol, y somos campeones en el descontrol de su |
publicidad y en las
facilidades comerciales de su venta y consumo. Además, en |
9 (105) |
amplios sectores de
nuestra sociedad se mantiene el concepto de que el uso |
precoz del alcohol es una
nota de nuestro machismo hispánico. Hay padres y |
personas mayores cuya
ignorancia no les advierte del daño que causan dando |
de beber bebidas
alcohólicas, aunque sea en pequeña proporción, a los niños: |
pero otros lo hacen
creyendo que, de este modo, "se hacen más hombres" o se |
preparan para ser más
fuertes". |
Cualquier estudio sobre
las enfermedades, llevado de forma estadística, nos |
llevaría a tener que
admitir que, directa o indirectamente, tienen el origen, en |
elevado porcentaje, en el
alcoholismo, que se caracteriza por la perturbación |
fundamental del sistema
nervioso central, y un conjunto de derivaciones físicas |
que no solamente afectan
al individuo bebedor, sino que alcanzan a su herencia; |
este tanto por ciento se
eleva enormemente —cerca del 50— en lo relativo a las |
perturbaciones y
enfermedades mentales. |
Si el examen se hiciera
sobre la delincuencia, veríamos la espantosa y |
crecida relación que
guarda con el alcoholismo. |
Pero todo esto no descubre
nada nuevo. Por lo común son cosas sabidas y |
repetidas. Ni siquiera
hace falta dosis alguna de filosofía para sacar consecuen- |
cias, si todavía nos queda
un mínimo de sentido común y de moralidad. 0, si |
lo preferimos, de amor a
nosotros mismos y de justicia y de amor a nuestros |
prójimos. |
¡Cuánto cuestan los
libros! |
Llevan razón, seguramente,
los padres que los han de com- |
prar este principio de
curso para sus hijos: uno con otro, |
cada alumno español
necesitará gastar 1.250 pesetas. Hace |
sólo cuatro años que esta
suma se reducía al 80 por ciento. |
Pero, moralicemos un poco:
por aquellas mismas fechas, cada |
español gasto en sus
diversiones anuales, 5.000 pesetas —na- |
turalmente, los grandes
por los chicos y los ricos por los |
pobres, mejoraron dicha
cantidad—. Si al finalizar este ano |
se mantienen las
proporciones, cada español habrá gastado |
en divertirse unas 7.000
pesetas: y también, lo que no gasten |
unos, lo gastarán de más
otros. |
Esta cifra no incluye
aperitivos, bebidas alcohólicas, tabaco, |
discotecas, cabarets, etc. |
Sería interesante, además,
esperar a Reyes para ver cuánto |
en juguetes y en regalos
se gastará, en más o en menos, |
para los mismos que ahora
necesitan los libros. |
…Aunque es verdad que los
libros son demasiado caros. |
10 (106) |
CONOCER EL HOMBRE, |
INTERPRETAR EL MUNDO, |
DISPONER EL REINO DE DIOS |
HOMBRE, mundo y
trascendencia. Vivir es saber llegar a la coherencia que |
integra esta trilogía: yo,
lo que me rodea y el más allá. Yo en el mundo y el |
mundo en mí. Y yo y el
mundo en Dios, y Dios latiendo en mí y moviendo el |
mundo, cálido de su
presencia. |
La fe no me sirve para
defenderme del mundo o para dominarlo: la fe tampoco |
me sirve para explicarme
lo que ignoro o los misterios que los demás no pueden |
desvelarme. La fe no
explica, la fe integra. Con ella he de ir descubriendo lo que soy |
y de interpretar lo que me
rodea, armonizándolo todo con la referencia a Dios. No |
puedo caminar con los ojos
cerrados, con la mente en trance de justificar su pereza a |
base de docilidades
estratégicas y fingidas, o de esconder su ignorancia con el barniz |
de filan asimilaciones,
que pueden engañar o engañarme, pero que, a la postre, no |
consiguen otra cosa, con
su plagio, que detener o deformar el crecimiento sereno de |
mi personalidad de
creyente. |
Mi personalidad no está en
la apariencia diferenciadora que logre revestir mi |
conducta comprobable; no
es lo que me singulariza sin más. Si fuera solamente esto |
podría coincidir
fácilmente con los complejos y envidias fruto de las comparaciones |
ociosas que miran el
entorno sin referirse al fin. No es el destacar de otros o entre |
otros lo que pone en
evidencia mi personalidad; es el despertar, el poner a flote y |
desarrollar las semillas
de las potencialidades que Dios ha sembrado en mí para ser |
"yo". sin
complacerme en la propia contemplación, sin entristecerme en la compara- |
ción ajena, sin despreciar
ni olvidar a los demás es profundizar en ese "yo" sincero y |
humilde, generoso y
abierto, que busca más el dar que el esperar recibir, y que por |
esto no juzga, ni las
cualidades ajenas le entristecen, ni roba ni se aprovecha, sino |
que descubre el gozo en el
reconocimiento de lo que recibe de Dios y en el despren- |
dimiento de lo que da a
los demás, sin llevar la cuenta. |
Es posible desde una
actitud de le, desde la serenidad profunda que ella comunica, |
para encontrarme a mí
mismo sin detenerme en mí, porque me abre a la admiración |
ante lo que Dios me
muestra y me da, y me infunde respeto hacia los demás, impul- |
sándome a ayudarles sin
absorberles y sin invadirles, reconociendo y agradeciendo |
—con la lógica del amor, a
la cual no basta el cumplido— la instrumentalidad provi- |
dencial que me sostiene y
me guía. Ese mundo en el que tanto he recibido y desde |
el que se me dilata la
visión de horizontes más amplios en esperanza, cuando voy |
descubriendo, a lo largo
del caminar de la vida, la inmensa tarea, todavía por estrenar, |
ante la humanidad que
sufre y espera. Deseos y esperanzas de verdad y de justicia, y |
sufrimientos porque
todavía no se realizan. |
11 (107) |
Todo el mundo, hoy, habla
de justicia y de verdad, y al tiempo que su invocación |
y su exigencia prosperan
en todas las proclamaciones, aumenta el silencio de su refe- |
rencia a Dios. Algunos
porque dan por perdida su fe en lo trascendente, por la simple |
razón de que no es
simplemente comprobable o porque suponen que, los que defienden |
a Dios y la trascendencia,
proceden de la enajenación y conducen a ella. Otros, a pesar |
de conservar integra la
fe, por temor de que, una vez más, no sea aceptada su since- |
ridad. Es cierto que la
razón de Dios no se defiende con peleas y con cruzadas y ni |
siquiera desde posiciones
polemistas: la hora de la apologética ha pasado, y la de la |
fuerza nunca ha sido
cristiana. Pero la de la verdad serena y el de la honradez de su |
afirmación, aunque incluya
la trascendencia en quien la proclama, es más legitima |
que nunca. |
La proclamación del
Evangelio no incluye ninguna vindicación monopolística |
del bien, ni apaga la
mecha humeante ni rompe la caña quebrada, porque el Evangelio |
es integrador, como luz
que abraza todo lo que toca, y es transformador, como leva- |
dura que fermenta todo lo
que penetra. El Evangelio no es una "propaganda", sino |
un anuncio de bien para
todos los que se abran a la esperanza de lo que se incluye |
en el Reino de Dios.
Cuando Bertrand Russell se refería, prescindiendo de Dios, a este |
mundo y a las tres
pasiones que lo debían liberar de sus miserias, que debían ser |
como los pilares de la
nueva ética —necesidad de amar, sed de conocimiento y piedad |
ante los sufrimientos
humanos— incluía la trascendencia, a pesar suyo. |
La fe me dice que la
trascendencia es lo sobrenatural, pero ya desde aquí, sin |
aplazamientos que hagan
cómoda mi responsabilidad de ahora. Porque el Reino de |
Dios no es reducible a una
esperanza de premio para el más allá, sino que se edifica |
con el esfuerzo de una
verdad que quiere realizarse, que debe comenzar a realizarse |
ahora mismo: por esto me
interesa el mundo, porque es en su marco donde únicamente |
puedo realizar toda esta
labor, y se me entusiasma el corazón y se conmueve de |
reverencia todo mi ser
porque lo he de hacer yo al lado de todos los que también |
creen o, por lo menos,
buscan. |
Esa tarea comprendida, esa
gracia correspondida, me transforma y me compro- |
mete. Es una vida y es ya
en este mundo que necesito comprender y acompañar, y |
es hacia Dios, porque Él
resume todo el bien que yo mismo y todos los demás |
podamos desear en una
comunión universal de esperanza, desde aquí, para Dios. Es |
ya el Reino de Dios, que
comienza. |
El mensaje cristiano no
aparta a los hombres de la edifica- |
ción del mundo ni los
lleva a despreocuparse del bien aje- |
no, sino que, al
contrario, les impone como deber el hacerlo. |
Deer. IM, 34 |
12 (108) |
Tendencias de la juventud |
de nuestro tiempo |
LA JUVENTUD de nuestro
tiempo |
ha sido fuertemente
marcada |
por los acontecimientos
políti- |
cos, por las
transformaciones sociales, |
por los movimientos
ideológicos y por |
los desastres bélicos que
han constitui- |
do la agitada historia de
estas últimas |
décadas. Como si se
hubieran derriba- |
do todas las murallas, la
rapidez y |
difusión masiva de sus
efectos y el |
influjo de sus
derivaciones inconteni- |
bles ha llevado, en lo
religioso, a una |
disociación entre
trascendencia y vida |
civil. Se han secularizado
todos los |
órdenes de la cultura y de
la natura- |
leza, y el mundo que nos
ha tocado |
vivir, se ha tomado más
como una |
tarea que hay que hacer,
que como un |
lugar donde Dios se
manifiesta. Un |
humanismo superior en
fuerza al que |
cerraba la Edad Media, ha
surgido |
imponiendo la figura del
Hombre, |
como un proyecto enfocado
hacia el |
futuro, cuya atracción
priva sobre el |
pasado e incluso sobre las
mismas |
vigencias del presente.
Las teorías o |
planteamientos
intelectuales de otros |
tiempos sólo se aceptan en
tanto que |
permiten ser
re-interpretados para in- |
tegrarse en esa visión
hacia el futuro. |
El hecho religioso, como
consecuen- |
cia de la
"secularización, se privatiza: |
la época de la
"cristiandad" ha pasado, |
cualquiera que sean los
intentos de |
remodelamiento póstumo:
los reinos |
cristianos, las guerras de
religión, la |
cesarización de lo divino
ya han sido |
amortizados. Pero, casi
inmediatamen- |
te, como una reacción que
no acepta |
demoras, se despierta, en
nuestros días, |
una tendencia de
exigencias políticas |
para una renovación de la
sociedad |
civil, de sus estructuras
sociales, de |
la necesidad de participar
—contra |
toda inhibición— en el
proceso histó- |
rico de la humanidad, todo
lo cual |
supera, evidentemente, y
transforma |
desde su raíz la
privatización religiosa |
yendo mucho más allá del
ámbito de |
la vida individual. |
Los adultos cristianos han
podido |
seguir la parábola, por lo
menos en la |
última parte del proceso,
de esta evo- |
lución del mundo actual, y
han tenido |
la ventaja de poderlo
contemplar y de |
participar en ella con la
serenidad que |
confiere la posesión
vivida de más |
datos otros, es posible,
que hayan |
asistido al fenómeno
inhibidos y asus- |
tados, porque sus mentes
cristalizadas |
y cerradas, no habían sido
educadas |
para ninguna integración
posterior, |
rectificadora o
enriquecedora. Pero en |
cuanto a los jóvenes, han
despertado a |
la razón en pleno hervor
de la rápida |
y universal transformación
que se |
opera. Por eso no debe
extrañar de- |
masiado que en ellos se
manifieste la |
prevalencia de estas
tendencias, cuan- |
do la influencia de un
conservadurismo |
13 (109) |
a ultranza no ha
conseguido enveje- |
cer tan prematuramente,
que hayan |
despertado a la vida sin
conciencia ni |
visión del proceso en que
les corres- |
pondía participar. Tienen
un interés |
mayor: |
por lo futuro que por lo
pasado |
por lo dinámico que por lo
estático |
por lo esencial que por lo
accidental, |
por los contenidos que por
las formas, |
por el compromiso
arriesgado que por la preservación autodefensiva, |
por lo exterior que por lo
interior, |
por lo inmediato que por
lo remoto, |
por la eficacia que por la
sola buena voluntad, |
por la crítica que por el
talento constructivo, |
por lo personal que por lo
institucional, |
por lo comunitario que por
lo individual, |
por lo reivindicativo que
por el paternalismo asistencial. |
Estas oposiciones deberían
de ser |
valoradas, y los problemas
prácticos |
que resultan cuando se
traducen en |
conductas están en la raíz
de la crisis |
generacional por las
dificultades de |
comprensión y de
compensación recí- |
proca, difíciles de
equilibrar en un |
momento de cambio tan
rápido. Ese |
es el problema. |
Estas tendencias apuntadas
se dan, |
inevitablemente, en los
jóvenes en los |
que es posible descubrir
algo positivo |
o una cierta profundidad
capaz de |
hacerles buscar un sentido
a la vida, |
más allá y por encima de
esos también |
jóvenes en edad, pero
incapaces de |
sobreponerse a la vida
consumista y |
erótica que les destruye
o, por lo |
menos, les detiene o los
enajena. Aquí |
nos referimos no al tiempo
biológico |
de la juventud, sino a la
denominación |
relativa a la época en que
se despierta |
y va construyéndose la
verdadera |
personalidad, al paso que
descubre el |
mundo que le envuelve, sus
esperanzas |
y sus problemas, con la
progresiva |
consolidación de la
personalidad, que |
no le permite mirar la
realidad y el |
horizonte con
indiferencia. |
Algo de mí, precisamente
ahora. |
Dios quiere algo que es
parte "de su Reino y de su justicia": lo quiere |
precisamente de mí,
precisamente ahora. Me lo hará conocer no por |
experiencias
extraordinarias e iluminaciones, sino por medio de las |
cosas sencillas y de la
verdad en ellas oculta: mediante el sentido que |
revela la situación tan
pronto yo la contemple, no con los ojos del |
mundo o de mi propio punto
de vista personal, sino al llevarla delante |
de Dios y examinarla con
la disposición de hacer su voluntad. |
Romano Guardini. |
14 (110) |
Criticar a la Iglesia: |
¿Porque nos sentimos más
libres, |
por ligereza, por
ignorancia, por odio, por amor? |
EN NUESTRA época somos más
sensibles que en épocas pasadas a la |
idea y al ejercicio de la
libertad, esa prerrogativa en la que se basa |
la dignidad y la
responsabilidad del hombre. Y una de las formas |
en las que con más
frecuencia se ejercita, es la crítica, es decir el análisis |
y valoración de lo que
destaca en la experiencia de la convivencia humana. |
Podría ser ésta la ocasión
para reflexionar y puntualizar en qué consiste, |
más concretamente, la
crítica, en cuáles han de ser sus cualidades y que |
efectos debe pretender;
pero bástenos tomar la acepción generalizada con |
que el término se emplea
para ver que se trata de señalar los defectos, de |
denunciarlos y, en muchas
ocasiones, de provocar reacciones contestataria: |
o protestas que refuercen
el vigor del mal descubierto y denunciado. |
En general el hombre es
más propenso a denunciar a los demás que |
a sí mismo; y todavía,
cuando denuncia a los demás, toma con frecuencia |
las precauciones de
dirigir sus denuncias de manera que adquieran la |
máxima sonoridad, pero que
le lleven las menores consecuencias desa- |
gradables. Por esta razón
la Iglesia es denunciada con tanta frecuencia, |
porque, sensiblemente,
tienen poco alcance las puniciones que de ella |
pudieran caernos. Las
denuncias que ella formula, en cambio, o simplemen- |
te los
"anuncios" de la Buena Nueva de Dios que expone a los hombres, |
suelen acarrearle no pocas
penas y represalias. |
Con lo cual no queremos
decir que en la Iglesia no haya defectos. Los |
que la formamos,
cualquiera que sea el lugar que en ella ocupemos, somos |
pecadores y, por lo tanto,
con o sin razón, siempre ofreceremos motivos |
para el que observe con
ánimo para la denuncia. Si el que señala defectos |
lo hace con el amor del
que la desea más santa, la crítica no será de temer. |
Si el que denuncia lo hace
por el odio —será menos veces—, en realidad es |
lamentable para el mismo
denunciante más que para la Iglesia. Lo más |
corriente es que las
denuncias o críticas proceden de la ligereza, de la |
ignorancia, de la mala
información, de mentes deformadas, de conceptos |
errados que se dan incluso
en personas en otros aspectos instruidas pero |
faltas de un sencillo y
elemental criterio sobrenatural, imprescindible a la |
hora de juzgar el bien y
el mal de los hombres que componen la Iglesia. |
De nada, ni de nadie que
estamos a como en este mundo, ni de la misma Iglesia |
mientras camina por el
tiempo, podemos estar satisfechos ni creer en |
bondades y perfecciones
rotundas. Pero no se puede decir que la Iglesia |
este inactiva en su
esfuerzo por promover el bien la justicia, la libertad, |
la paz... Tiene, como
institución temporal, los defectos que los hombres |
15 (111) |
le ponemos y, en general,
menos defectos que otras instituciones y, en |
conjunto, suele ser
siempre menos de lo que los hombres nos merecemos |
y nos devuelve más de lo
que le entregamos. Lo que ocurre es que la |
comparamos demasiado con
todo lo que es simplemente humano y, si le |
atribuimos alguna
santidad, es para delegar en ella exigencias de perfec- |
ción que no quisiéramos
asumir nosotros mismos. Con todos los defectos |
que indudablemente acarrea
su dimensión humana, no ha recortado nunca |
un ápice del Evangelio que
nos transmite, nunca en las partes que pueden |
ser esgrimidas para
echarle en cara sus actuales deficiencias. Las reconoce, |
las sabe y, de algún modo,
se esfuerza en superarlas. |
Mitificamos las exigencias
que en ella delegamos y formulamos críticas |
que encierran verdaderas
contradicciones. Por ejemplo, le exigimos que, |
por un lado, sea más
efectivamente pobre —y este deseo es justo—, mientras |
por otro la acusamos de
falta de agilidad y de presencia, de notoriedad y |
universalidad en palabras
y juicios, sobre todo lo que ocurre en el mundo, |
para la prudencia de cuyos
juicios o la oportunidad de cuyas acciones le |
sería indispensable una
información solamente posible de obtener, por si |
misma y con seguridades de
exactitud y veracidad, si disponía de enormes |
y universales recursos
técnicos —es decir, de riqueza— para que ello se |
pudiera llevar a cabo.
Exigimos a su jerarquía lo que bastaría que hicieran |
los cristianos por el solo
hecho de su bautismo. Pedimos definiciones y sen- |
tencias, sólo para
ahorrarnos el tener que afrontar las responsabilidades |
de nuestras personales
decisiones. Y, en no pocas ocasiones, nos escan- |
dalizamos de lo que carece
de realidad, porque aceptamos cualquier infor- |
mación o interpretación
turbadora sin dar tiempo a la reflexión, o porque |
nos falta fe en ella para
desconfiar de las informaciones manipuladas que |
falsifican sus gestos o su
imagen. Muchas veces por no habernos educado |
en sólidos criterios de
prudencia humana y sobrenatural, nos pasan por |
alto palabras y gestos de
hombres y hasta de jerarquías de la Iglesia que |
nos llenarían de
consolación. |
Ello explica, además, por
qué tantas veces nos resulta excesivamente |
comedida cualquier
declaración del papa o de los obispos: se dan cuenta |
de que son observados y
del riesgo de ser utilizados y manipuladas sus |
palabras y tergiversados
sus actos, por la malicia, por los intereses o por |
la ligereza humana. |
Creamos en la Iglesia. Y
no por ello nos resignemos a pactar fatalmente |
con los defectos que le
descubramos: son, en realidad, nuestros propios |
defectos. Pero seamos
cautos y no precipitemos juicios cuando algo pueda |
sorprendernos demasiado.
Además, procurémonos informaciones más |
completas y
principalmente, eduquémonos en la serenidad de juicio, en |
la apertura de la mente y
en la rectitud de criterio. |
Y antes de dudar o de
criticar de ella, mirémonos al corazón y exami- |
némonos sobre el amor a
Dios, a ella, a los hombres y a nosotros mismos. |
Porque la libertad, cuando
no es ejercida con el amor, se traduce en estu- |
pidez que da arañazos o en
malicia que destruye. |
16 (112) |
Comedia (nada cómica) |
en dos actos |
QUÉ CÓMODO sería para la
Iglesia no tener los pies en |
Y la tierra. Esta queja de
Pablo VI vuelve hoy a nuestra |
memoria al comprobar —una
vez más— qué difícil resulta |
valorar cualquier suceso
en el que valores religiosos y proble- |
mas políticos se juntan.
El drama de Chile nos plantea de |
nuevo la cuestión. |
HACE una semana abríamos
la televisión y el general Pinochet en persona |
iniciaba una entrevista
contándonos que acababa de venir "de un Te Deum de |
acción de gracias".
No vamos a ocultar que la noticia nos dejó de piedra. ¿Un |
himno de acción de gracias
cuando los muertos seguían cayendo por las calles, |
cuando las noticias
hablaban aún de miles de fusilamientos? ¿Se montaba la |
Iglesia chilena en la
carreta del vencedor y se felicitaba del golpe de estado? |
Se olvidaba de sus
esfuerzos de imparcialidad política y se disponía a servir |
generosamente a los nuevos
amos prestándole su cobertura moral? Honrada- |
mente no podíamos dudar de
la palabra del general presidente y, por si nos |
quedaba alguna duda, los
periódicos de la mañana publicaban lo que la víspera |
podíamos haber oído
precipitadamente. Era real: Pinochet afirmaba acabar de |
venir de tal Te Deum. |
Pero pronto las noticias
empezaban a ser menos claras. Otros periódicos |
negaban la existencia de
tal exaltación jubilosa de acción de gracias y hablaban |
de la simple coincidencia
del aniversario de la fiesta nacional en el que el car- |
denal de Santiago había
rezado por los muertos. Declaraciones posteriores del |
cardenal Silva Henríquez
aclararían del todo los hechos: «La Junta militar |
quería que el día 18,
fiesta nacional, oficiara un Te Deum en la Escuela Militar. |
Yo manifesté —dice el
cardenal— que no estaba de acuerdo. Que estaba dis- |
puesto, por el contrario,
a participar en un acto ecuménico en cualquier iglesia |
de Chile para orar por la
paz. Ellos comprendieron y aceptaron». |
La distinción del cardenal
era matizada y correcta. No es lo mismo un him- |
no de felicitación a los
vencedores que una oración no jubilosa por la paz. Pero |
¿quién ve, quién mide las
distinciones por muy justas que sean? El cardenal |
distingue. Pero, a
continuación, el general tiene un pequeño "lapsus" y la noti- |
cia del Te Deum celebrado
corre por el mundo entero y con ella la idea de que la |
Iglesia chilena se ha
vendido. Alguna revista minoritaria tratará de aclarar los |
hechos, pero eso lo leerán
unos cuantos miles de interesados mientras el mundo |
se convence una vez más de
que la Iglesia juega su papel oportunista. |
17 (113) |
PERO la comedia tiene un
segundo acto. Dos días después del presunto e in- |
existente Te Deum se
celebra en Roma una misa por Allende. Asisten cinco mil |
personas. En ella el
celebrante —el abad Franzoni, conocido puntero del |
progresismo— lanza su
ataque sobre la jerarquía chilena. Nunca estrechará la |
mano —proclama— de obispos
que han festejado con un himno religioso la |
violencia del capitalismo
armado. El orador no otorga a la jerarquía chilena |
ni siquiera el privilegio
de la duda, no espera a informarse suficientemente. |
Parte del supuesto de que
un obispo es un presunto servidor de los ricos. No |
parece siquiera haberse
preguntado si la misa que está celebrando no es una |
manifestación política
gemela, desde el otro extremo, de las políticas misas por |
Hitler o Mussolini, cuyas
celebraciones ha repudiado cuando se han llevado a |
cabo. Por lo visto en su
caso la utilización política de la eucaristía está autori- |
zada porque esta
utilización coincide con sus ideas personales. |
Y ASÍ es como siempre y
desde todos los lados, la Iglesia, la jerarquía, la |
eucaristía misma son
utilizadas por los espadachines de distintos colores. Unos |
y otros confunden y
mezclan, unos y otros camuflan sus puntos de vista perso- |
nales bajo la capa del
Evangelio. |
¿Es que no es posible
distinguir? ¿Es que no es posible aclarar? ¿Es que la |
condición humana es este
caminar entre dudas y la realidad de vivir en cristiano |
coincide con la certeza o
la probabilidad de equivocarse cada mañana y cada |
tarde? |
Probablemente. Pero al
menos sería bueno que viviéramos en constante |
revisión de nosotros
mismos, en constante sospecha de que nuestro evangelio |
puede terminar siendo
mucho más "nuestro" que "evangelio", en permanente |
desconfianza de si no
estaremos todos y cada uno de nosotros utilizando nuestra |
fe y nuestra Iglesia para
imponer nuestros personales dogmatismos. |
La lección de Chile podría
conducirnos a una pequeña "cura de humildad", |
a una renovación del
propósito de no juzgar, que no nos incite a la inactividad, |
pero que sí nos frene en
la precipitación. A no ser que queramos escribir cada |
uno de nosotros un tercer
acto a esta nada cómica comedia. |
Vida nueva |
(29. 9. 73) |
Creo que no se producirá
ningún progreso |
hacia la paz hasta que
logremos compenetrar |
la juventud hacia lo que
tiene de sagrado y de |
permanente la naturaleza
humana. (Pau Casals) |
18 (114) |
LIBERTAD RELIGIOSA PARA LA
UNIÓN SOVIÉTICA |
Con motivo del viaje a
Alemania occ., de Leónidas Brejnev, fue |
entrada la siguiente carta
a la embajada soviética en Bonn. |
CON VIVO interés, todo el
pueblo alemán se dispone a seguir vuestro viaje |
a través de la República
federal alemana. Esta visita es considerada como |
una contribución a una
comprensión creciente y a una colaboración más |
estrecha entre nuestros
pueblos. La acompañan grandes esperanzas para un |
futuro pacífico de Europa. |
Por su parte, los
cristianos de nuestro país mantienen sus esfuerzos por |
contribuir a la paz,
incluso entre pueblos que se diferencian por la diversidad |
de las concepciones
fundamentales y de los sistemas sociales. Nos consta que, |
en sus esfuerzos en pro de
la paz, el pueblo alemán ha de soportar sacrificios, |
hasta superar los
recuerdos dolorosos del pasado. A pesar de ello, es preciso |
declarar abiertamente que
una paz duradera entre los pueblos es posible sola- |
mente si los derechos
esenciales del hombre están garantizados y efectivamente |
realizados en todos los
países. Y no dudamos que la libertad religiosa forma |
parte de estos derechos
fundamentales. |
Es precisamente sobre este
punto que muchos de ellos se sienten invadidos |
por una profunda
preocupación, porque actualmente —y no solamente ellos— |
han recibido informaciones
según las cuales en vuestro país, a pesar de lo que |
claramente se estipula en
la Constitución sobre la libertad religiosa, personas y |
grupos enteros son
perjudicados y oprimidos. |
Os rogamos queráis
comprender que, frente a este problema, no podemos |
permanecer en silencio. En
la línea de un mejoramiento de las relaciones entre |
nuestros pueblos, nos
creemos en el deber de aprovechar la ocasión de vuestra |
visita a Alemania federal
para poner de relieve la realidad de tales informacio- |
nes y el estado de opinión
pública de nuestro país en lo que se refiere a este |
asunto. Os pedimos con
insistencia que examinéis estas informaciones y que |
pongáis remedio a los
hechos que revelan. |
Es comprensible que las
informaciones que nos han llegado se refieran de |
manera particular a los
cristianos evangélicos y católicos. Como un ejemplo de |
lo que decimos, queremos
citar la situación de las comunidades baptistas y la |
de los católicos de
Lituania. |
Estamos en disposición de
transmitir las informaciones recibidas bien a la |
embajada de vuestro país
en Alemania federal, bien a otra dirección que nos |
queráis indicar. Y estamos
convencidos de que el contenido de estas informa- |
ciones es de la mayor
importancia para la reconciliación durable entre nuestros |
pueblos. Os
agradeceríamos, señor Secretario general, que tomarais en consi- |
deración este problema con
la atención que merece. |
Con la expresión de
nuestra más alta consideración, |
Dr. HERMANN
DIETZFELBINGER, y Cardenal JULIO DOEPFNER, |
pres, del Cjo. de la Igl.
Ev. Alemana, y pres, de la Conf. Episc. Alemana. |
19 (115) |
HORARIO DE MISAS |
(DESDE OCTUBRE A JUNIO) |
DIAS LABORABLES: 7.45 de
la mañana y 8 de |
la tarde. |
DOMINGOS Y FESTIVOS: 10,
11 y 12 de la ma- |
ñana y 8 de la tarde. |
SÁBADOS Y VÍSPERAS DE
FESTIVOS: 8 de la |
tarde (Misa anticipada). |
LAUS |
Director: P. Ramón Mas, C.
O. Edita e imprime: Congregación del Oratorio |
Placeta de S. Felipe
Neri.1 - Apartado 182 - Albacete - D.L. AB 103/62 - 15. 10. 73. |
20 (116) |
|