Boletín del Oratorio de Albacete.
Núm. 118. DICIEMBRE. Año 1973.
SUMARIO
PALOMAS picassianas como símbolo de la paz. Pero,
además, y sobre todo, lealtad a Cristo y a los hom-
bres para anunciarla; gozo por los mártires y los
perseguidos que la proclaman; buena voluntad para
recibirla, y riqueza de imaginación para edificarla, ven-
ciendo el miedo, superando las tristezas —las debilidades―
de todas las violencias. Conmemoraciones significativas:
«Pacem in terris», «Derechos de los hombres». Siempre la
paz: de la justicia, en la libertad, con la verdad, para el
amor, desde el amor.
ADVIENTO
DERECHOS DEL HOMBRE, CRIATURA DE DIOS
MONS. PEDRO CASALDÁLIGA, POETA
NO SÓLO POESÍAS
EL MENSAJE DE LA PAZ
HALCONES Y PALOMAS
CUANDO LA CARIDAD ES CLANDESTINA
«HE OÍDO EL CLAMOR DE MI PUEBLO»
LEXISMO Y SEMÁNTICA
LA FE NO ES UNA EVASIÓN
1 (137)
ADVIENTO:
tiempo de esperanza,
de historia abierta
TENER esperanza significa es-
tar preparado en todo momen-
to, estar atento a todo lo que
quiere nacer para acogerlo y
cuidarlo, sin llegar nunca a actitudes
de desesperanza si el acontecimien-
to, el nacimiento que se espera, se
retrasa.
Quien espera favorece todos los
signos de la nueva vida; colabora sin
desmayar en el advenimiento de lo
que está en condiciones de nacer.
Cuando muere la esperanza, en ese
mismo momento se trunca la vida
y todo lo mejor que ella tiene. La
esperanza anida en la dinámica más
profunda del ser humano y avanza
acompañada de la fe y la fortaleza.
La historia está abierta. Es la ho-
ra de despertar de este sueño de
pereza en que nos hemos sumido; es
hora de concretar las tareas adven-
ticias, de rescatar este tiempo de sus
limitaciones puramente cronológi-
cas devolviéndole la esperanza libe-
radora en acción.
Tenemos que acercarnos y apro-
ximarnos al adviento en actitud de
redefinirle para nuestro hoy; y esto
significa tomar conciencia de que
vivimos enmarcados en una larga
marcha por la liberación, en una
etapa de progreso hacia el Reino de
Dios en su manifestación definitiva.
La historia nunca se ha clausura-
do; nunca ha dado marcha atrás;
nunca ha cedido a impulsos de la
desesperanza. La historia ad-viene
todos los días y siempre de forma
nueva, con nuevos amaneceres.
La historia avanza por etapas,
camino de un futuro siempre nuevo,
al hilo de la promesa de Dios que no
se agota detrás de cada aconteci-
miento histórico, sino que está abier-
ta hacia horizontes sin descubrir.
La historia y el hombre están
inacabados, por eso es posible el
adviento; la historia y el hombre
viven en provisionalidad, en trance
de plenitud, pero sin haber llegado
a esa plenitud de una vez para siem-
pre, por eso es posible caminar sin
descanso hacia la planificación; la
historia y el hombre se sitúan en un
compás de procesualidad, por eso es
posible la esperanza; la historia y el
hombre viven en el horizonte de una
palabra pronunciada no para un
pasado estático ni para un presente
que anochece, sino para lo porvenir;
la historia y el hombre son trama de
libertad, de igualdad fraterna, de
justicia y de construcción, por eso
es posible emprender la conquista
de estas promesas que todavía no
son realidad; la historia y el hombre
son proyecto, por eso es posible
aterrizar el proyecto en la praxis
real.
Cada hombre que trabaja con
esperanza y con espíritu de futuro
va poniendo los pilares y los cimien-
tos de una liberación que nunca cede
a los desánimos, ni a las represiones
que imponen los señores del mundo,
ni a las persecuciones.
Cada hombre que cree en sus
hermanos y espera la llegada defini-
tiva de Cristo va colocando, conscien-
te o inconscientemente, unas bases
para el nacer y el crecer de un futuro
original más libre que el pasado,
más justo que el presente.
Cada hombre que se ha tomado
en serio la vida —no sólo la suya,
sino también la vida de sus herma-
nos— es capaz de luchar con decisión
y con optimismo para que se hagan
realidad las aspiraciones más pro-
fundas de la humanidad.
J. J. Tamayo Acosta
2 (138)
LOS DERECHOS DEL HOMBRE,
CRIATURA DE DIOS
Ante las injusticias:
la tentación de los ultrajados es la violencia,
la tentación de la Iglesia es el silencio
SE HABLA tan a diario de injusticias, que podría parecer que se trata de
algo nuevo, propio de nuestro tiempo. Pero no cuesta ningún esfuerzo
demostrar que tanto las violencias físicas sobre los cuerpos, como las
morales e intelectuales sobre las almas, vienen padeciéndose, bajo otras formas,
desde antiguo. El hambre, las cárceles, las torturas, las guerras, que han maltra-
tado al hombre, que han diezmado la humanidad, son nuevas solamente en sus
manifestaciones, evolucionadas, perfeccionadas. Y lo mismo las opresiones
sobre los espíritus: las ideologizaciones impuestas, las informaciones tenden-
ciosas, fragmentarias o simplemente falsas, las manipulaciones de la opinión
pública a través de los monopolios de comunicación, las restricciones injuriosas
de la libertad que, cuando inciden en el aspecto intelectual y espiritual del
hombre, constituyen, en frase del Papa Pablo VI, «la peor de las tiranías». Ocu-
rre que el mismo desarrollo de la vida humana se hace ambivalente: frente al
progreso positivo de la madurez de la humanidad, no excluye la multiplicación
de los problemas que el mismo progreso plantea al tener que ser participado
por todos, como responsabilidad y como beneficio. El progreso, por sí solo, no
elimina las debilidades humanas, no resuelve sus vacilaciones, no cura de todas
las ignorancias, ni redime del egoísmo, capaz de tantas brutalidades y raíz de
las injusticias y falsificaciones de las que el hombre no se acaba de poder salvar,
aunque haya cada vez un sentido general más agudo para descubrirlas y una
más viva exigencia que reclama la corrección y la reparación de todo mal, sea
material o sea del espíritu.
Hoy, como siempre, la injusticia, el pecado, está de parte de los estáticos,
de los que se cierran, en la práctica, al desenvolvimiento, al crecimiento del
hombre, como ser temporal, social, inteligente y, por lo tanto, espiritual; de
los que, paralelamente a su desarrollo, no admiten la reflexión, la discusión
razonada, la crítica leal, la superación de las durezas y defectos reconocibles,
el cambio en favor del hombre, total en su ser natural y total en el conjunto de
la humanidad.
En teoría nadie se atreve a negar la dignidad humana ni los derechos anejos
a la misma. En la práctica asistimos a grandes conculcaciones y a escandalosas
y pactadas hipocresías.
3 (139)
felicidades
y la gracia
con la paz
del Señor
para
todos
nuestros
amigos
y lectores
en esta NAVIDAD
El hombre, en el lugar y en el tiempo, tiene derecho a la vida: al alimento
—no faltan alimentos: falta el repartirlos mejor—, al cobijo, a la seguridad, a la
integridad. El hombre, ser social, ser para la convivencia, necesita poder vivir
relacionado, organizado y, al mismo tiempo, necesita sentirse y ser libre. El
hombre, «para alimento de su inteligencia, decía san Agustin, necesita de la
verdad» y, por lo mismo, tiene derecho a ella, a saberla, a buscarla, a comuni-
carla. El hombre, ser espiritual, debe ser respetado en lo más profundo y sagrado
de su dignidad, porque pertenece al Creador.
Sí, todo hermoso y aceptable mientras se mantenga sólo en los principios;
pero todo difícil y problemático si se ha de llevar a la realidad. Adhesiones,
proclamaciones, aceptaciones solemnizadas no faltan. Muchos se honran con
ellas, aunque la práctica desmienta luego lo proclamado. Nadie quiere pasar
por enemigo del hombre, por despreciador de su libertad, por burlador de la
4 (140)
veracidad. Pero la realidad de cada
día nos descubre la existencia pe-
rsistencia del engaño, de la mentira, de
injusticia, la opresión y el desprecio
hacia los que carecen de fuerza física
o de poder económico, que suele ser lo
que más se respeta y, en no pocas
ocasiones, lo único que se respeta.
Llegados a esta situación surge la
tentación de la violencia, como único
recurso de autodefensa, por parte de
los débiles Vejados, los miserables, los
marginados u ofendidos. Hay otras
tentaciones, como puede ser la del
pacto de la adulación, a cambio de la
cual se pueden alanzar sucesivas cer-
tificaciones y hasta alguna forma de
participación en el botín de la tiranía:
aprovechados y rastreros se avienen
a ella. Y hay la envidia rencorosa, el
resentimiento de los vengativos silen-
ciosos, de los oportunistas retrasados,
capaces únicamente de poner remedios
a base de imitaciones deterioradas de
lo mismo que pretenden remover, pues
carecen de imaginación.
No es difícil descubrir estas actitu-
des en el mundo de hoy, debatido entre
injusticias, deseoso, necesitado de paz.
Pero la verdadera paz la ofrece
solamente el Evangelio. Es una paz
difícil, pero verdadera. Una paz que
algunos confunden con la inhibición,
hasta con el silencio, con la "pruden-
cia" natural de las políticas humanas.
Es verdad que el Evangelio no ofrece
técnicas concretas, pero sí verdades
claras, nada difíciles de concretar. Y
es en la fe, en el anuncio constante de
estas verdades —anuncio que resume
el contenido primario y esencial de la
misión de la Iglesia, sin el cual todo el
resto sería traición al encargo recibido
por Cristo— donde la paz se basa y se
ofrece al mundo, y uno como la paz
del mundo».
La Iglesia no tiene armas: ni las
fabrica, ni las compra, ni las vende, ni
—sería sacrilegio— las bendice. Su
arma, dice san Pablo, «es la Palabra».
Esta Palabra «es eficaz para dar la
salvación y la paz. Es una palabra de
verdad y de justicia, no declamatoria,
sino para hacerse concreta. Cuando la
Iglesia la dice, entera, es salvadora y
libertadora; pero los violentos según el
mundo, no la alcanzan a entender, y
arremeten contra quien la pronuncia.
Tampoco entenderán nunca, obcecados
y endurecidos en su error, la afirmación
de Cristo, sencilla pero exasperante:
la verdad os hará libres».
No es extraño que, ante las iras y
las amenazas disuasorias de la violen-
cia física o de la calumnia —o de ambas
a la vez— la Iglesia esté siempre ex-
puesta —sus fieles, sus pastores— a la
Sed fuertes en el Señor para
que podáis resistir el mal...
Velad constantemente, todos
juntos, rogando por todo el
pueblo santo y también por mí,
para que Dios ponga su
Palabra en mis labios y la
anuncie con valentía, porque
soy su enviado, incluso estando
en la cárcel, para que, sin
miedo, siga hablando de él.
EFESIOS, 6: 10, 18-20
5 (141)
tentación, humanamente comprensi-
ble, del silencio, aunque incompatible
con el encargo recibido por Cristo, que
ya le recordó que sería perseguida
como Él lo fue y a causa de Él. Cuando
Cristo habla de persecuciones y de
Iglesia, se refiere al futuro, y el futuro
de Cristo no acabó con la inútil di-
suasión de las persecuciones de los
primeros siglos cristianos; el futuro de
Cristo, además, somos también noso-
tros: los cristianos, los sacerdotes, los
obispos que le recordemos, que anun-
ciemos su Palabra; Palabra que seguirá
tropezando —también inútilmente,
pero también dolosamente— con los
poderes del mundo que han sucedido
—que son el futuro— de los primeros
perseguidores.
Si alguna vez nos parece que la
Iglesia no llega bastante a tiempo con
su mensaje, no la acusemos. Antes
bien, examinemos nuestro propio
comportamiento —sobre todo si nos
llamamos cristianos— y hagamos un
esfuerzo por comprender lo difícil que
es salir a campo libre a decir una
verdad y no ser perseguido.
A pesar de todo, y a pesar de las
amenazas, de las presiones, de las im-
posiciones e intervenciones espúreas
que a través de los siglos han mante-
nido el intento de frenar, escamotear
o desvirtuar su palabra, que es la
Palabra de Cristo en el esfuerzo de
aplicarla a las situaciones concretas
del mundo en cada época y lugar), no
se puede negar que ha llegado hasta
nosotros la integridad de su mensaje,
todavía válido y, por lo mismo, todavía
combatido. Y esto basta para todo «el
que tenga oídos y quiera oír», para el
que lo quiera aceptar. La Iglesia ha
cumplido y sigue cumpliendo su mi-
sión. Algunos testimonios de ello se
incluyen en estas páginas.
Mons. Pedro Casaldáliga
obispo y poeta
POBREZA EVANGÉLICA
No tener nada.
No llevar nada.
No poder nada.
No pedir nada.
Y, de pasada,
no matar nada:
no callar nada.
Solamente el Evangelio, como una faca afilada.
Y el llanto y la risa en la mirada
Y la mano extendida y apretada.
Y la vida, a caballo dada.
Y este sol y estos ríos y esta
tierra comprada,
para testigos de la Revolución
ya estallada.
¡Y "mais nada"!
PROCLAMA SUBVERSIVA
Voy a cambiaros el revólver chulo
por un bolígrafo de cuentas.
Para que no os engañen nunca
ni los fazendeiros, ni los comerciantes,
ni el Ministro de Hacienda.
¡Disparad hojas de libros
entre las hojas de la floresta!
¡Bebed, en las noches claras,
la "pinga" de otra Fiesta!
¡Emborracharos de sabiduría
y de belleza,
sertanejos mozos,
hijos biennacidos
6 (142)
de los legítimos emperadores de América!
Dios se hace Pan de familia
sobre esta mesa.
En Brasilia y en Washington
ni lo saben ni lo esperan.
Pero el sol y la lluvia
sellan
la única ley de Derechos Humanos
de validez cierta.
RECTIFICACIÓN
Saber esperar, sabiendo,
al mismo tiempo, forzar
las horas de aquella urgencia,
que no permite esperar...
EQUÍVOCOS
Donde tú dices ley,
yo digo Dios.
Donde tú dices paz, justicia, amor,
¡yo digo Dios!
Donde tú dices Dios,
¡yo digo libertad,
justicia,
amor!
SALMO
¡Oh Dios, escucha!
¡Vuelve por tus pobres!
¡Libértanos del yugo!
¡Sálvanos de las aguas que nos llegan,
crecientes, poderosas, concordadas!
POSTDATA URGENTE
Contra la compañía X y contra
otras muchas facendas.
Con mucha ira.
Con más amor aún.
¡Voz del pueblo,
voz de Dios:
condenada!
Campo de esclavitud, patrocinado
por el silencio,
por la ausencia,
por el consorcio.
¡Cebada prostituta del Progreso!
¡Concubina pagada ante la Ley!
Ganado, grueso,
ricas "lavouras",
grandes "estradas":
¡Futuro esplendoroso del Brasil
asentado en los huesos
de los peones muertos de malaria,
clavados a pistola de negrero,
desangrados de hambre y de mentira!
Hélder, Vandré, ¡gritad!
¡gritadle a Dios, los muertos!
Lloremos de vergüenza
nosotros, los cobardes.
MIÉRCOLES DE CENIZA
"Recuerda que eres polvo" ¡y algo más!
¡Ayuna del ayuno! ¡Sal del miedo!
¡Rasga las vestiduras... de los demás!
¡Echarte todavía más ceniza, no puedo!
7 (143)
No sólo
poesías
CON verdadero consuelo espiri-
tual nos llega la noticia de la
cárcel de este compatriota nues-
tro, nacido hace cuarenta y cinco años
en el pueblo de Balsareny (Barcelona),
y actualmente obispo de la diócesis de
Sao Felix, en el Brasil: nos referimos
al Padre Pedro Casaldáliga, algunas de
cuyas poesías también insertamos en
nuestra revista, y de quien hicimos
mención, tiempo ha, reproduciendo su
Romance guadalupano.
Consuelo, no porque de él dependa
que podamos tener fe en la Iglesia y
en sus pastores, sino porque nos con-
firma que la Iglesia los tiene y no para
la mudez santona, decorativa y utili-
zada por los instalados que dominan,
ni para entretener y suministrar sopo-
ríferos sobrenaturales (?) a todas las
formas de pobreza material o vejación
de la dignidad humana, sino para
recordar y defender los derechos del
hombre, como criatura de Dios y que,
precisamente porque de Él los ha reci-
bido, son sagrados e irrenunciables.
El cultivo de las variadas formas
folklóricas de la religiosidad no suele
provocar, en casi ninguna parte, com-
plicaciones ni oposiciones cuando el
Cristianismo se reduce a tales mani-
festaciones: por lo común no van más
allá de una forma de propaganda sen-
timental y no pasan de recuperaciones
modificadas de precedentes formas
paganas y mitológicas anteriores a
Cristo. Los problemas de la Iglesia, de
sus fieles sinceros, de sus pastores
responsables, se presentan inevitable-
mente en el preciso momento en que,
apoyados en la Palabra de Cristo,
intentan hacer deducciones aplicables
a las situaciones concretas de la vida
humana, tanto personal como social. Y
se puede llegar a los casos agudos en
que, perseguidos, desarmados frente
a las tácticas calumniadoras de los
poderosos, aparezcan, momentánea-
mente, como malhechores frente a las
malas, aunque no frente a los más
cercanos, pero pobres y, por lo mismo,
escasamente influyentes.
Éste es el caso de lo que acaba de
ocurrir con Monseñor Pedro Casaldá-
liga, en el lejano Brasil, cuando ha
intentado ilustrar el conocimiento de
sus diocesanos para que, a la luz del
Evangelio, fuesen respetados los dere-
chos de unas pobres gentes, diocesanos
suyos, a pesar de apoyarse en medios
pacíficos: solamente la palabra, la pre-
dicación, la instrucción y la invocación
de las leyes que, aún imperfectas, en
teoría ofrecían cauces para suavizar la
miseria y para evitar, de ser aplicadas
también para los pobres, las peores
injusticias.
Pero ha sido en vano. Ni ha valido,
tampoco, que otros obispos le apoyen
con sus declaraciones y denuncias. Se
han interpuesto, como en otras situa-
ciones históricas, intereses políticos y
económicos y, tras la táctica precedente
de privarle de sus mejores ayudantes
seglares y sacerdotes para mantenerle
aislado e inoperante —como ha pasado
con otros obispos— mientras se des-
encadenaban campañas difamatorias
desde los monopolios de información,
8 (144)
ha ido a parar a la cárcel para ser
procesado.
En otras páginas de este mismo
número, reproducimos fragmentos de
un documento episcopal colectivo,
también del Brasil, que ha de inscri-
birse dentro de la misma crisis que
allí se agita. Y también, el testamento"
de otro sacerdote compatriota nuestro
que acaba de ser asesinado en Chile
con ocasión del golpe militar de
septiembre.
Del mismo modo, muchos de nues-
tros lectores se habrán enterado, por la
prensa, del regreso a España, después
de do años de cárcel en Mozambique, y
ahora puestos en libertad y expulsados
de allí, de los dos misioneros Martín
Hernández Robles y Alfonso Valdés
de León, que habían denunciado las
atrocidades cometidas por las fuerzas
portuguesas contra los indígenas.
¿Cómo es posible que en países y
sociedades que se llaman cristianas, o
que se consideran civilizadas, ocurran
semejantes contradicciones?
Muy en general se puede responder
que, el Cristianismo, es joven en la
historia de la Humanidad, si se tiene en
cuenta que grandes zonas de las que se
denominan católicas o, simplemente,
cristianas, proceden de conversiones
masivas y que todavía no han profun-
dizado, a pesar de las proclamaciones y
las apariencias, en el espíritu del Evan-
gelio, del que han hecho reducciones
de tipo moral o abstracciones ideoló-
gicas, relegando el verdadero sentido
espiritual, universal y profundamente
renovador que le es propio. Es evi-
dente que el egoísmo humano, que el
hombre "pecador", ha retrasado y
sigue retrasando el bien del reino de
Dios, del reino de la paz verdadera
que Cristo vino a traer a los hombres.
Pero también lo es que, paso a paso, y
a través de la buena voluntad del
esfuerzo de los que más se acercan il-
la fe en el Señor, y de las purificacio-
nes con que la persecución perfecciona
a la Iglesia en su dimensión humana
y temporal, los hombres se van con-
virtiendo y las verdades cristiana
clarificantes, mientras el mundo cami-
na y los hombres progresan, a pesar
de todo, dolorosa pero seguramente,
hacia la meta que Dios ha propuesto
al mundo, y que se ha de alcanzar,
vencidos los miedos, la: ignorancias,
las malicias y los pecados —finalmen-
te— de todos los hombres.
Continuamente damos prueba
de que somos servidores de
Dios con lo mucho que
pasamos: luchas, infortunios,
apuros, golpes, cárceles,
motines, fatigas, noches sin
dormir y días sin comer;
procedemos honestamente,
sabemos lo que decimos,
tenemos paciencia y somos
amables... Nos tratan como
impostores, y decimos
precisamente la verdad.
II CORINTIOS, 6, 4-8
9 (145)
MENSAJE DE LA PAZ
Para llegar al gozo de contemplar a la humanidad
entera fundida en un abrazo fraternal
El día 24 de octubre de 1971, Pau Casals,
que ya contaba noventa y cuatro años de
edad, dirigía el estreno de su Himno de
las Naciones Unidas, interpretado por
una orquesta de ciento cincuenta ilustres
profesores. Fue como un rito el acto que
tuvo lugar en el palacio neoyorquino de
la 0. N. U. Y el abrazo que, al final, le
daba el secretario, U Thant, rubricaba
la fe y la energía de las palabras del
«Mensaje» que, con tal motivo, Pau Casals
pronunciaba para que fuese oído por los
más poderosos del mundo, y que ofrecemos
aquí como un testimonio humano y cris-
tiano, lleno de resonancias navideñas,
casi como un eco del gran oratorio mu-
sical «El Pessebre», que el maestro ha-
bía escrito, hacía poco, como
su testamento artístico. Es-
ta es la traducción del
«Mensaje de la Paz»
de Pau Casals:
CUANDO, en octubre de 1958 y con
ocasión del décimo aniversario
de la fundación de las Naciones
Unidas, se me ofreció el privilegio de
comparecer ante este foro supremo donde
se debaten las causas que más profunda-
mente afectan a la conciencia humana,
utilicé dos medios para expresar las
angustias que conturban mi espíritu, y, a
la vez, para decir la esperanza con la que
persisto en afirmar mi fe en los mejores
dones con los cuales el Creador forjó la
creatura que El hizo a imagen suya.
Quise valerme de la música y de la
expresión verbal para manifestar el aba-
timiento que aflige a la humanidad ante
el inmenso y, tal vez, mortal peligro que
la amenaza. Me refería a la confusión y
al temor que aniquila la conciencia del
hombre como consecuencia del nacio-
nalismo mal concebido, del fanatismo
ciego, de las falacias de los dogmas
políticos y de las negaciones de la
libertad y de la justicia. El
miedo, la desconfianza y la
hostilidad son los
impulsos regresi-
vos que nos arras-
tran a la catástrofe,
que aparece como
más cercana y horripilante,
a medida que el hombre progresa en sus
ensayos sobre los extraordinarios descu-
brimientos nucleares, para intimidarse
frente a la devastación que ocasionaría ·
no solamente con la destrucción material
y física irreparables, sino también, la
degradación moral y espiritual de sí
mismo.
10 (146)
En aquella ocasión afirmé mi fe en los
supremos recursos de la espiritualidad del
ser humano y en el relieve de sus básicos
anhelos de supervivencia. Hice referencia
a esa chispa de divinidad que puede
unirse salvadoramente al deseo de paz.
Ahora me reafirmo en la convicción
de que, a despecho de la actual confusión,
el hombre quiere la paz. Creo profunda-
mente que las grandes masas de todos
los países del mundo se mueven afanosa-
mente en ansias de comprensión y desean
la cooperación recíproca de todos los
hombres.
Son las naciones más poderosas a las
que incumbe un deber mayor y una más
grande responsabilidad en el manteni-
miento de la paz. Corresponde a los
Gobiernos y a cuantos hombres estén
investidos de autoridad la tarea de hacer
todo cuanto sea posible para que este
deseo universal no quede frustrado. Para
la solución de los problemas que tengan
las fuerzas en conflicto, es preciso que
tomen como base de sus discusiones la
inhumanidad y la inutilidad de la guerra,
condenada por todos los pueblos. La
comprensión y la cooperación mutuas
son los medios que no pueden postergarse,
y vuelvo a insistir, con mayor ardor si
cabe, en esta convicción para exhortar
con el máximo anhelo en pro de un
acercamiento entre todos los pueblos.
Y, una vez más, vuelvo a deciros que
la música —este maravilloso lenguaje
universal, comprendido por todo el mun-
do— ha de contribuir, y puede contribuir,
a la comunicación y al acuerdo entre los
hombres. Y exhorto, de nuevo, a todos
los músicos del mundo para que pongan
la pureza de su arte al servicio de la
humanidad para unir a los hombres con
lazos de hermanos.
Con este objetivo en mi pensamiento,
me siento en el deber de aportar mi
humilde contribución en favor de esta
cruzada personal. ¡Que cada uno de noso-
tros, como mejor pueda, sume sus fuerzas
para alcanzar el resplandor de este ideal!
¡Y unamos nuestras plegarias para que,
en un futuro lo más próximo posible,
podamos llegar al gozo de contemplar
a la humanidad entera fundida en un
abrazo espiritual!
11 (147)
HALCONES
Y PALOMAS
CON estos dos nombres —halcones y palomas— no queremos expresar ni
la persecución sanguinaria de los primeros contra la inocencia inerme
de las palomas, ni la inmolación resignada de estas a la ira y a la sed
enrojecida de los halcones. Es claro que, si somos cristianos, nuestra opción es
por el pacifismo; pero al defender la paz, no confundimos esta actitud con la
inhibición de la pereza comodona y egoísta, ni con el conformismo del silencio
frente a la injusticia, ni con la huida enajenada hacia lo descomprometido, ni con
la huera bondad de la tontería... En este sentido es en el que Cristo dijo: "No
he venido a traer la paz...''; en este sentido es un riesgo anunciarla. Porque
anunciarla quiere decir construirla, y construirla quiere decir señalar y barrer
la injusticia, la mentira, y no sólo genéricamente. Por otra parte, la paz tampo-
co puede ser una imposición, porque no puede haber paz digna de tal nombre,
y menos paz cristiana, si no es fruto de la libertad, además de inspirarse en la
justicia, es decir, en el verdadero respeto al hombre.
Se ve, por lo tanto, lo difícil que resulta construir la paz.
Difícil desde la posición de los que tienen alguna capacidad decisoria en
la organización del mundo; difícil, también, de los que, ultrajados, resentidos y
explotados, han de reducir a cauces de razón las exigencias vindicativas de la
justicia en ellos herida y burlada tantas veces.
Las formas de violencia temporales no son cristianas. Si de violencia cris-
tiana se puede hablar, es de la violencia del espíritu — "sólo los violentos alcan-
zarán el reino de Dios", dijo Cristo—. La violencia del espíritu es el esfuerzo
que agola todos los recursos del pensamiento, de la imaginación, de la palabra,
del testo, de la acción expresiva, sin herir ni ultrajar al hombre. Se recurre a
la violencia hiriente cuando se renuncia a este superior esfuerzo racional, tanto
más difícil de aceptar, cuando más se prescinda de la idea de Dios.
Frente a las violencias, y a las tentaciones de violencia de nuestro pobre
mundo, los cristianos hemos de anunciar y construir la paz evangélica, la paz
de Cristo. Los halcones no arreglarán el mundo, no le darán la paz: endure-
ciéndose podrán, a base de contenciones forzadas, de propaganda de miedos,
aplazar los problemas — lo que equivale, en realidad, a agravarlos— pero no
trabajar por la verdadera superación de los males del hombre. Estos encontra-
rán remedio en las inspiraciones de la verdad cristiana, de la justicia, y en el
cansancio generoso por llegar a formas concretas, lo más inmediatas posible, de
realización.
Alguna vez —ya no será la primera— el cristiano que lo pretenda así, pre-
cisamente porque no renuncia, ni provisionalmente, a seguir siendo cristiano,
be expondrá a la ira irracional de los halcones. No importa: su dolor y su testi-
monio serán anuncio martirial de la verdadera paz.
12 (148)
Cuando la caridad es clandestina
Juan Alsina Hurtos, un sacerdote casi de la edad de Cristo, que había estu-
diado en el seminario gerundense, llevado del deseo de remediar en lo posible la
escases de sacerdotes en Latinoamérica, allí voló hace casi seis años; fue detenido,
el día 19 de septiembre último, en el Hospital de San Juan de Dios, de Santiago
de Chile, al atardecer. Al día siguiente, su cuerpo muerto, con diez balazos a la
espalda, fue recogida del río Maipo, próximo a la ciudad.
La noche anterior a su muerte había dejado escritas estas reflexiones.
¿POR QUÉ?
Hemos querido poner vino en odres
viejos y nos hemos quedado sin odres
y sin vino... por ahora.
Hemos acabado el camino, hemos
hecho senda nueva y ahora nos encon-
tramos en las piedras. Seguiremos
andando los que todavía quedamos.
¿Hasta cuándo? Ojalá encontremos
árboles para ampararnos de las balas.
Nadie de los que han mojado pan en
las ollas de Egipto alcanzarán a ver la
Tierra Prometida sin pasar por la
experiencia de la muerte».
Ya no hay profetas entre nosotros.
Sólo el becerro de oro. Desde hace un
par de días ya no falta nada. No se
puede hablar, pero se puede mascar.
Echamos de menos el pan duro, com-
partido, cortado entre sonrisas. Toda-
vía no habíamos comprendido aquello
de san Pablo: «Todos seréis probados
con fuego». ¡Y cuánta paja ha ardido!
¿Dónde están los que querían resistir
hasta las «últimas consecuencias»?
EE. UU. nos había permitido partici-
par en un juego tan asqueroso y con
arreglos tan limitados, que nosotros
misinos nos hemos cansado. «Santa
Democracia, pray for us».
Es muy difícil resignarse —pero fácil
predicar la resignación— a perder.
Porque "perder" quiere decir dejar de
TENER y comenzar a SER. Y los que
más TENIAN y siguen teniendo, eran
los que menos ERAN. Y eran menos.
Pero tenían el poder y la fuerza. El
Verbo se iba haciendo carnes. Y esto
no lo aguantaban. Es el escándalo de
la Cruz. Jamás lo hemos aguantado.
«Respetaremos todas las ideologías»...
Mientras no se hagan carne y realidad.
Si se atreven, las convertiremos en
sangre y carne triturada.
¿Y AHORA?
Son muchos los que han sido señala-
dos, marcados, purificados. Setenta y
dos, dicen las cifras". Cuarenta mil
en el Éxodo. Y aquí también. De un
lado y de otro, ¿qué importa? Es pue-
blo, es tropa, da igual. «Haremos un pa-
ís nuevo, libre, independiente», «Otras
voces, otros ámbitos». No, las voces son
las mismas. Y la dialéctica... también.
13 (149)
Falta conexión interior. No saber quién
soy, de dónde vengo, a dónde voy,
Llegaré a mi casa. Este me mira. Este
me puede arrestar. Escondido, depen-
der de una llave, de una voluntad, de
una intuición, de una confesión"
arrancada. Sudor frío, sudor caliente.
Una pieza pequeña, sola, helada.
¿Quién ove tras el "fono"? ¿Quién lla-
ma a la puerta a esta hora? No se trata
de saber lo que voy a hacer, sino qué
me harán. Y lo más tremendo: ¿POR
QUÉ? Esto es la inseguridad. Y la
consecuencia de la inseguridad es el
miedo. ¡Ahora entiendo esa canción
que habla de luchar contra el miedo!
Y siguen los disparos, sobre todo de
noche. ¿Quién contra quién? Pueblo,
pueblo, pueblo. De un lado y de otro.
Ellos: o son muertos —los que ERAN—
o huyen, o ¡están arriba! Estrategias,
bandos, declaraciones. Y el pueblo,
tendido, o dormido, o muerto.
Y la impotencia. La sangre que hierve.
Las palabras que no se encuentran. Y
saber que —palabras y obras— son
condenados al polvo, a la sangre y a la
carne triturada, ultrajada. ¿Y nuestra
Santa Madre? No se puede improvisar.
El equilibrio sirve solamente para el
tiempo de "paz".
ESPERANZAS
«Si el grano de trigo no muere, no
puede dar fruto». Un monte quemado
es algo terrible. Pero es preciso aguar-
dar a que, de la ceniza húmeda, negra,
pegajosa, vuelva a brotar la vida.
La vida. La descubrimos cada día. A
cada minuto. Descubrimos el valor de
los pequeños gestos de cada momento.
La sonrisa en la calle triste, la voz
amiga – en clave – al teléfono. La
preocupación por el que ha caído. La
mano que se tiende. La cara que se
atreve a un chiste...
Recuerdo un relato de «Vol de nuit» de
Saint-Exupéry. Volaba por encima de
un país y, solamente entonces, descu-
bría el sentido de la casa en la soledad
del monte, la luz, las ovejas, el pastor.
Para descubrir el sentido de las pe-
queñas realidades hace falta que nos
separemos de ellas o que nos fuercen
a separarnos.
Ahora entiende lo de san Pablo: «La
caridad no se hincha». La auténtica
caridad es clandestina. Porque es el
Verbo hecho Carne.
«Vamos de un lugar a otro como ovejas
llevadas al matadero». En tus manos
encomiendo mi espíritu...
No es literatura. En los momentos de
peligro es preciso recurrir a los simbo-
los. De lo contrario no nos podríamos
expresar.
Esperamos vuestra solidaridad. ¿Os
dais cuenta, ahora, lo que significa el
Cuerpo de Cristo? Si nosotros nos hun-
dimos, es un poco de vuestra esperanza
lo que se hunde. Si desde las cenizas
alcanzamos de nuevo la vida, es que
algo vuelve a nacer en vosotros.
Adiós. Él nos acompaña siempre, don-
dequiera que estemos.
Juan
14 (150)
«He oído el clamor de mi pueblo»
(Éxodo, cap. 3, v.7)
ENCABEZADO con estas palabras
bíblicas, los obispos y superio-
res religiosos de los estados del
nordeste del Brasil, han publicado, a
principios del verano pasado, un deta-
llado documento cobre la situación de
aquella parte del país, porque «ante
los sufrimientos de nuestras gentes,
humilladas y oprimidas durante tantos
siglos, nos sentimos llamados por la
palabra de Dios a tomar una posición
al lado del pueblo; posición con todos
los que, con el pueblo, se comprometen
en favor de su verdadera liberación.
A ejemplo de Moisés, queremos cum-
plir nuestra misión de pastores y de
profetas, ante el pueblo de Dios».
Declaran, como Moisés a Jahvé:
«¿Quién soy yo para ir a hablar con el
faraón?» Pero en este año jubilar de
la Declaración universal de los derechos
del hombre y en el décimo aniversario
de la encíclica Pacem in terris del papa
Juan XXIII, deciden publicar tal docu-
mento ilustrado con datos objetivos,
fruto de investigaciones y observacio-
nes técnicas para que el juicio que
formulan en nombre de Dios, declaran,
no se deduzca de impresiones superfi-
ciales o de actitudes subjetivas.
Estos datos se refieren a la renta
per cápita, al trabajo y desocupación,
a la alimentación, a la habitación, a la
educación, a la sanidad. Y, acto seguido,
se examinan las causas de la persis-
tencia del subdesarrollo como opresión
de los marginados, la falacia de lo que
se ha llamado «milagro brasileño», la
ausencia de libertad, la violencia de la
represión, las injusticias, el empobre-
cimiento del pueblo y la enajenación
de los intereses nacionales en beneficio
del capital extranjero... en lugar de
seguir la auténtica vocación de progre-
so que derivará de la capacidad que
tendremos utilizando los vastos re-
cursos materiales y humanos de que
disponemos, para conseguir una socie-
dad fundada en las tradiciones propias
Y sobre los valores humanísticos y
verdaderamente cristianos, para poder
cumplir una misión en el conjunto de
los pueblos, en vistas a la construcción
de un mundo en el que se superen los
antagonismos de religión, de clase, de
raza, de agresión y de explotación
internacional).
Dan por supuesto que su voz no
será oída «por muchos que no pueden
o no quieren atenderla ni siquiera
ante la evidencia de los hechos, porque
ceden a intereses de naturaleza egois-
tica. Son los defensores complacidos
del statu quo; hacen de la fe, por moti-
vos obvios, solamente una cuestión de
relación personal con Dios sin interfe-
rencia alguna en la acción política y
social del hombre; hacen de la religión
una cuestión privada, aunque si la uti-
licen como un instrumento ideológico,
15 (151)
para defender grupos e instituciones
que en absoluto no se ponen al servicio
del hombre y, por esto mismo, se
oponen a los designios de Dios».
Llama de manera muy particular
la atención, en este documento, a la
hora de juzgar en qué puntos esencia-
les hay que preparar y operar los
cambios, la referencia a la economía
capitalista y la necesaria evolución
hacia la propiedad colectiva de los
medios de producción. Emiten este
diagnóstico: «Subalimentación, morta-
lidad infantil, prostitución, analfabe-
tismo, desocupación, discriminación
cultural y política, exploración, cre-
cientes desigualdades entre ricos y
pobres y muchas otras consecuencias
que caracterizan una situación de vio-
lencia institucionalizada» en aquel
país, en el que «la necesidad de la
represión para garantizar el funciona-
miento y la seguridad del sistema
capitalista asociado, se manifiesta cada
vez más imperiosa y se muestra ine-
xorable en el envolvimiento de los
poderes legislativos, en la censura, en
los medios de persecución contra
obreros, campesinos e intelectuales, en
las vejaciones infligidas a sacerdotes y
militantes cristianos, asumiendo, todo
ello, las formas más variadas de cárcel,
torturas, mutilaciones y asesinatos».
«El capitalismo internacional y los
que con él se han comprometido en
nuestro país —que forman la clase
dominante—, imponen con todos los
medios de comunicación y de educa-
ción, un tipo de cultura dependiente».
La clase dominada no tiene otra
salida, para su liberación, que el largo
y difícil camino, ya en curso, en pro
de la propiedad social de los medios
de producción. Este es el fundamento
principal del gigantesco proyecto his-
tórico para la transformación global
de la sociedad actual, en una sociedad
nueva en la que sea posible crear las
condiciones objetivas en las que los
oprimidos puedan recobrar su huma-
nidad expoliada, ser liberados de la
esclavitud del sufrimiento, vencer el
antagonismo de clase y conquistar,
finalmente, la libertad".
Termina con las palabras del evan-
gelio de san Lucas (21, 28). «Levanta
y alzad el rostro, que se acerca vuestra
redención».
Lleva la fecha del 6 de mayo de
este año y lo firman trece arzobispos
y obispos, que son los de aquella
región brasileña, el abad benedictino
del monasterio de Bahía, y los supe-
riores provinciales de los jesuitas,
franciscanos y redentoristas que allí
colaboran apostólicamente.
Una buena información sobre la Iglesia, sus sacerdotes,
sus obispos, robustece la fe. Lea semanalmente
VIDA NUEVA
Pídala en librerías católicas o, mejor, suscríbase solicitándola a
P.P.C. E. Jardiel Poncela, Madrid - 16
y estará a salvo, con buen sentido cristiano, de la desinformación
o la mala información.
16 (152)
LEXISMO Y
SEMÁNTICA
LA NOVEDAD de los tiempos
también se patentiza con el
nacimiento y el uso de nuevas
palabras; a tiempos nuevos, palabras
nuevas. Aunque sería muy triste que
la fuerza renovadora del curso inci-
tante del mundo que no se detiene, se
redujera únicamente a alargar —a cada
paso, a cada impulso, a cada nuevo
efluvio primaveral— la lista de los
sinónimos para reemplazar, por las de
moda, las grafías y articulaciones gas-
tadas. Una palabra, aunque se trate
de una palabra nueva, no puede ser
tomada como una pieza de reposición
en el lenguaje humano. No llega para
substituir nada, sino para enriquecer
la capacidad expresiva, como el resul-
tado de una creación significativa,
descubierta, integrable en la vida, a la
que le faltaban medios para decir,
para contener el espíritu nuevo. Por-
que no cabía en el molde y el signo
usado, se rompe la palabra vieja para
modificarla o, simplemente, se crea la
nueva.
Qué duda cabe, también, que la
fuerza renovadora del Concilio se ha
querido expresar en la proliferación de
palabras nuevas —"aggiornamento" ha
sido la primera, casi intraducible...—
palabras nuevas por inventadas, o
nuevas por la incisión intencionada
de un significado, y hasta de un énfasis,
verdaderamente urgente y comprome-
tedor. Después del Concilio, nadie, o
Declaración acerca de LAUS.
En lo que el Artículo 24 de la vi-
gente Ley de Prensa e Imprenta
afecta a esta publicación, se hace
constar:
Que LAUS, Boletín del Ora-
torio, es propiedad de la Con-
gregación del Oratorio de san
Felipe Neri, persona jurídica
debidamente inscrita en el
Registro de Empresas Perio-
dísticas, del Ministerio de
Información y Turismo.
Que, lo mismo que las demás
obras apostólicas del Orato-
rio, se mantiene, económica-
mente, por las aportaciones
espontáneas de los fieles y
el producto del trabajo de los
miembros de la Congregación.
Que el padre Ramón Mas
Casanelles, como Director de
la revista, es el responsable
de su contenido.
Al cumplir con estas declaraciones,
lo que prescribe la Ley y, en espe-
cial, en orden a enterar a los lec-
tores de los recursos y situación
económica de la publicación, toma-
mos ocasión para expresar nuestro
agradecimiento a cuantos nos alien-
tan y ayudan en el sostenimiento
de nuestra modesta tarea.
17 (153)
muy pocos, ha querido ser anti-conci-
liar, y no va por la inercia humana en
aceptar fácilmente lo que triunfa, con
esa conformación posterior a la que
es propensa la mediocridad humana o
la astucia oportunista, sino por convic-
ción, siquiera haya sido poco reflexiva
en muchos casos, como beneficio de la
complejidad y complicidad entre obe-
diencia y comodidad, que consiste en
delegar en los de más arriba la fatiga
de elaborar principios y normas nue-
vas, luego aceptadas con ahorro de
riesgos y con el honor de la actua-
lidad. Cuando esto ha sucedido así,
cuando ha faltado una verdadera
actitud colaboradora y reflexiva, una
responsabilidad personal e integra-
dora, una disposición espiritual y de
conversión, dócil y al mismo tiempo
imaginativa, hemos caído en el "le-
xismo": hemos repuesto palabras sin
descubrir y asimilar nuevos signifi-
cados.
"Reponer" es demasiado parecido a
"poner", y nos hemos "puesto" las
palabras, como el que se pone un traje
o un complemento de adorno, sin pre-
ocuparnos demasiado en profundizar,
en convertir en ser la fuerza de la
significación; coleccionando palabras,
renovando léxico, pero como variado
envoltorio de actitudes invariables.
Por ignorancia, por pereza, por miedo,
poniendo sordina a la voz del Espíritu,
o recubriendo de prudencia humana
la incandescencia cristiana demasiado
directa, tajante y clara. Inmóviles,
anclados en la incapacidad para la
espiritual clarividencia de la fe; 0,
simplemente, disimulando resistencias,
de verdadera y vergonzosa bea-
tería.
"Aggiornamento", compromiso, diá-
logo, participación, responsabilidad,
concienciación, opinión, testimonio…
etcétera, etcétera, etcétera: toda una
teoría de palabras que se nos hacen
viejas antes de darles tiempo para
vivir, para agotar el significado que
estrenan, porque el mismo ha nacido
muerto.
No, no basta cambiar o pedir pres-
tado el léxico; no basta coleccionar y
exhibir palabras. Si la palabra no es
"signo", es sonido de bronce que no
dice nada. El problema es de semánti-
ca. de significación y, por lo tanto, de
lógica entre pensamiento, expresión y
actitud y vida. Es decir: el problema
es de inteligencia, de sinceridad, de
voluntad y de conversión. No podemos
jugar a decir para, por lo menos.
"parecer"; sino que intentamos vivir
para aproximarnos a "ser". Y a "ser"
sin el prejuicio de corrupciones pre-
vias motivadas por la preocupación
de lo simplemente o primordialmente
"aparente".
Sin inteligencia es ciega la voluntad,
absurdas sus decisiones, infantilismo
su energía. Sin voluntad es inútil la
inteligencia, inoperante la capacidad
humana, negativo el pensamiento. Si
una y otra no se armonizan, es impo-
sible la conversión. Y la conversión
es aceptar el significado constante de
la vida tomada en serio —para un
cristiano, vista con fe—. Muy dife-
rente del oportunismo léxico, apre-
surado por no quedarse fuera de toda
novedad y, en el fondo, de toda vani-
dad.
La vida que acepta el "signo" de la
palabra que la boca dice porque la
inteligencia entiende y la voluntad
acepta, jamás se reduce a la sola apa-
riencia, sino que es fuerza, sencillez,
sinceridad, creación, riqueza, creci-
miento.
18 (154)
La fe no es una evasión,
sino un compromiso
por la justicia
y por el reino de Dios
HEMOS de proclamar de una manera clara y contundente
que nosotros, los cristianos, confesamos hoy como ayer
que Jesucristo es Dios y hombre verdadero. No en el dilema
"divinidad o humanidad" se resuelve la pregunta de «¿quién
es Jesucristo?», sino en la síntesis de ambas realidades.
El misterio de la vida cristiana es un misterio de encarna-
ción, en el que ocupa un lugar imprescindible la relación del
hombre con los demás. De esta aseveración se sacan, entre
otras, las siguientes consecuencias:
. La inspiración evangélica de la vida del creyente no puede ser con-
cebida como una evasión o un no inmiscuirse en las tareas de este
mundo bajo pretexto de una mayor relación con Dios. La fe asume y
trasciende lo humano y lo mundano.
.La madurez cristiana del creyente consiste en la completa integración
y absolutización de Cristo en su vida. El compromiso cristiano surge
espontáneamente de vivir a Cristo y su mensaje como valores abso-
lutos.
Esperar es estar dispuesto a acoger el futuro como un don, pero este
don se recibe trabajando por la justicia y luchando por un mundo
mejor y más humano. Por eso la esperanza de los creyentes en Cristo
realiza una función liberadora en el curso de la Historia de la Huma-
nidad.
Jesucristo, Dios y hombre, es, pues, el punto central de
toda la vida cristiana y de toda la historia humana.
Card. NARCISO JUBANY,
Arzobispo de Barcelona
19 (155)
NAVIDAD
DE N. S. JESUCRISTO
MISA
DE MEDIANOCHE
TAMBIÉN EN LA NOCHE DE AÑO NUEVO,
OCTAVA DE NAVIDAD
LAUS
Director: P. Ramón Mas, C. O. - Edita e imprime: Congregación del Oratorio
Placeta de S. Felipe Neri, 1 - Apartado 182 - Albacete - D.L. AB 108/62 - 12. 12. 78
20 (156)