Boletín
del Oratorio de Albacete. |
Núm. 119. ENERO. Año 1974. |
SUMARIO |
IDEALES, verdaderos
ideales, como el que puso en |
camino a los magos, como
las esperanzas de los pro- |
fetas, como la
transformación del hombre y del mundo |
propuesta y obrada por
Cristo, como la entrega de la |
fe, como las abnegaciones
de todos los hombres de buena |
voluntad que han querido y
quieren hacer el bien y obrar |
lo justo. Ideal de una
Iglesia cada vez más purificada, |
ideal de un mundo mejor,
ideal difícil de la paz, ideal de |
verdadera justicia... Así
comenzar el año, y comenzar |
todos los días, y vivir
toda la vida. |
UNA IGLESIA SERVIL |
LA IDEA DE LA PAZ |
HOMBRES DE IDEAS |
«¿POR QUÉ HAS HECHO
ESTO?..» |
JUSTICIA Y PAZ |
EL FRÍO, EL SILENCIO, LA
ESPERANZA |
EL HOMBRE, LA FE |
EN FAVOR DE UN PROFUNDO
HUMANISMO |
REVISTAS BÁSICAS PARA LA
FORMACIÓN |
1 |
Una |
Iglesia |
Servil |
LA IGLESIA de Cristo no es
servil, sino |
servidora de los hombres.
Una Iglesia |
servil no sería la Iglesia
de Jesucristo. |
Una Iglesia es servil
cuando vende su |
libertad y se resigna a la
simple custodia |
y repetición de ritos sin
relación con la |
presentidad y sin influjo
espiritual en los |
participantes (?), más o
menos ajenos a |
la significación
sacramental originaria, |
reducida a arqueología, a
encuentro de |
convencionalismo cívico o
de prestigio |
social, en espectáculo
mágico. |
Una Iglesia servil es
muda, o substituye |
la predicación de la
Palabra por conside- |
raciones abstractas,
etéreas, literarias o |
lejanas, ajenas a las
necesidades espiri- |
tuales y morales de los
hombres a quienes |
pretendidamente se dirige,
con lo cual se |
hace insalvable el escollo
del precedente |
ritualismo formulario,
anquilosante y si- |
nagógico. La razón es el
temor de causar |
disgusto al sector
dominante del cual la |
Iglesia es instrumento
servil. |
Una Iglesia es servil
cuando se hace fin |
de sí misma y pretende
salvar apariencias |
cuantificables al precio
de renunciar a su |
misión esencial: predicar
el Evangelio a |
los hombres, a los de
aquí, a los de ahora. |
Una Iglesia es servil
cuando, por fin, |
dice la verdad y predica
la justicia, pero |
de forma tan genérica y
ambigua, que no |
cumple la misión de
evangelizar, sino la de |
una justificación
simbólica, descompro- |
metida e ineficaz. Desde
fuera parecerá |
oportunismo; desde dentro
sugestión para |
vencer escrúpulos de mala
conciencia. |
Una Iglesia es servil
cuando desfallece |
su fe y abandona el estilo
de Cristo por la |
táctica y las prudencias
mundanas. |
Una Iglesia servil se
olvida de los pobres |
del cuerpo y, todavía más,
de los pobres |
del alma —los pobres de
verdad, de liber- |
tad, de justicia—,
postrados, desorientados |
o desesperados en la
miseria de su suerte. |
Una Iglesia servil pierde
las generaciones |
jóvenes y pone a prueba
constantemente |
la fe y la esperanza de
los apóstoles. Una |
Iglesia servil desmiente a
Cristo y no sir- |
ve ni para anunciarlo a
los mismos por |
quienes se deja
monopolizar. |
Una Iglesia servil no es
la Iglesia de |
Jesucristo. |
Una |
Iglesia |
Libre |
La Iglesia de Jesucristo
predica la |
Redención, es decir, la
liberación del |
hombre. No podría hacerlo
si no perma- |
nece libre. La verdad no
se puede vivir, |
mi se puede decir sin la
libertad. |
Una Iglesia libre no es
enemiga de |
nadie y está dispuesta a
servir para el |
bien de todos: sin
autocensuras que con- |
viertan en adulación las
palabras que |
dirija al poderoso, sin
mudez que se burle |
del hambre y sed de
justicia del pobre de |
corazón. Una Iglesia libre
es servidora |
de todos, sierva de nadie. |
Aunque no a todos agrade
una Iglesia |
libre. Una Iglesia libre
no ha de buscar la |
persecución, pero no puede
sorprenderse |
de ella. Una Iglesia libre
ha de partir de |
la pobreza, ha de soportar
la incompren- |
sión, ha de resistir la
difamación y la |
calumnia, ha de pasar por
la persecución. |
Como Cristo. |
Una Iglesia libre no puede
olvidar las |
dificultades con que
inició su camino por |
la Historia y las que ha
tenido que atra- |
vesar cada vez que ha
profundizado en su |
misión o ha sido
purificada. Una Iglesia |
libre, incluso, no debe
olvidar que, log |
primeros que la
persiguieron, se declara- |
ban fieles creyentes en el
Dios verdadero. |
Una Iglesia libre se
parece a Cristo y su |
presencia le acompaña
hasta el fin de los |
siglos. |
2 |
LA IDEA DE LA PAZ |
Porque son las ideas las
que guían |
al mundo, ha dicho el Papa |
LO QUE finalmente triunfa,
no es la fuerza; en todo caso es la fuerza al |
servicio de una idea. Y lo
que finalmente triunfa, podemos añadir, no es |
cualquier idea, sino la
idea del bien, puesto que somos providencialistas, |
aunque nos puedan poner el
fin muy lejos... |
El hombre es un ser
pensante y su vida se organiza y desenvuelve a partir |
del pensamiento, de la
cristalización de sus ideas. De cómo sean éstas dependerá |
su vida y su actuación. |
Por esto el Papa, en el
mensaje de la Jornada Mundial de la Paz, ha desta- |
cado el valor de las ideas
y, en concreto, el valor de la idea de la paz, de la buena |
idea de la paz. Si no hay
paz, o si las hay fingidas, es que el hombre no la quiere; |
no la quiere a partir de
su mente, de su pensamiento; no deja que la paz se |
eleve en él como la
substancia de una idea. O cultiva otras ideas incompatibles |
con las de la paz y
entonces sus fuerzas, todos sus recursos, están al servicio de |
estas ideas, y no de la de
la paz. |
La paz, afirma, debe
tomarse como un axioma que brote «de una concepción |
fundamental, espiritual de
la humanidad: la humanidad debe ser pacífica, es |
decir, unida, coherente
consigo misma, solidaria en lo más profundo de su ser. |
La falta de esta
concepción radical ha sido y es todavía el origen profundo de |
las desgracias que han
devastado la historia». |
El Papa condena la tutela
del propio interés egoísta en perjuicio del legítimo |
interés de los demás;
condena la mercantilización de la dignidad humana, con- |
dena las injusticias y
todo abuso. Y llega a afirmar que la idea de la paz es un |
deber que debe entrar en
la conciencia de los hombres como supremo objetivo |
ético, porque se trata de
algo esencialmente natural, obligatorio y, por lo tanto, |
posible. «Hay que ver la
humanidad, la historia, el trabajo, la política, la cultura, |
el progreso, en función de
la paz». |
Pero, para alcanzar la
paz, ¿basta con aceptar, con mantener conscientemen- |
te su idea en cada hombre?
La idea de que la paz consista en el establecimiento |
3 |
de un orden y en su
mantenimiento coercitivo, es muy común. Los escépticos |
no se preocupan de
conseguirla a partir de convicciones o de ideales. Con |
lo cual se consiguen
órdenes, paréntesis de calma, contenciones, que son con |
frecuencia el simple pacto
de conveniencias por lo común minoritarias, que |
aplazan alternativas de
venganza, de codicia o de resentimiento, porque no |
proceden, como un fruto,
de la inteligencia y de la espiritualidad del hombre. |
De donde la precariedad y
hasta la falsedad de las paces humanas basadas en |
la amenaza, la disuasión,
la prepotencia, la imposición. |
La paz verdadera, aun en
el orden natural, se ha de construir desde dentro |
del hombre, desde su
espíritu, y ha de comenzar con el respeto a este espíritu. |
El primer acto de este
respeto es creer en tal espiritualidad y en la primordia- |
lidad de su valor. |
El hombre es respetado
cuando se reconocen sus derechos, cuando es posi- |
ble ejercitarlos, cuando
las prerrogativas naturales que le son propias están |
protegidas, cuando él
mismo se hace digno de ellas porque son irrenunciables |
sin destruirse a sí mismo.
Por esto el Papa alude a estos "derechos naturales y |
humanos", versión
contemporánea de los que los antiguos venían incluyendo |
en la "ley
natural", esa ley eterna que afecta a los hombres y cuenta con ellos. |
Para un creyente, para un
cristiano, está la urgencia pacífica y pacífera del |
Evangelio y la
confortación vigorizante de la gracia. Pero incluso prescindiendo |
de esta vertiente
sobrenatural, la paz es posible y es obligatoria, y su idea debe |
ser aceptada por todo ser
racional. |
La paz depende de las
ideas de los hombres. Porque, en último término, |
influyen, deciden y
dominan las ideas en el mundo. |
Incluso: mueren los
idealistas; pero las ideas son inmortales. |
1974 |
revistas básicas |
para la |
formación |
permanente |
vea las que le
recomendamos en las págs. 17-19. |
4 |
Hombres de ideas |
EN LOS albores de nuestro
siglo, y por nuestras latitudes, llamarle a al- |
guien "hombre de
ideas", podía significar calificarle de presunto subver- |
sivo, de hombre desplazado
de la realidad o, en el mejor de los casos, |
de ser anormal con encima
la absurdidad de querer complicarse la vida o hasta |
de poder complicarla a los
demás. Retrasada la marea de las transformaciones |
sociales que conmovían,
más lejos, a los hombres continentales, chocaban las |
palabras, las ideas
expresadas, los planteamientos y las actitudes de los primer |
informados, o de los
intuitivos precoces, o de los simplemente más preocupados |
por el desarrollo humano,
con la pasividad y la sorpresa del conformismo bur- |
gués, muy pegado al
provecho económico, a las seguridades minoritarias ad- |
quiridas, y desinteresado
o receloso por todo lo que pudiera derivarse más allá |
de sus inmediatos
intereses, o pudiera conmoverlos. |
La expresión se acuñó
entonces. Pero "hombres de ideas" había habido |
antes —Quevedo, Feijoo,
Jovellanos, Larra, Balmes...— y en todos los tiempos, |
y los ha habido después y
seguirá habiéndolos. Es curioso que, aunque de lejos |
no nos cuesta demasiado
reconocer que llevaban razón, en su tiempo fueron |
pocos los que se la
dieron, y el sufrimiento, los desencantos y las persecucio- |
nes, de un modo u otro,
fueron el salario amargo por la verdad que decían y |
por el bien que querían
hacer. Pero los dolores, las incomprensiones que pade- |
cieron éstos y otros
hombres, no venían de las razones que les pudieran oponer |
los que les combatieron, o
difamaron, o abandonaron, o encarcelaron; venían |
de las pasiones de sus
oponentes, es decir, de la vanidad que peligraba en su |
estrado, del poder cuya
legitimidad era discutible, del dinero que se podía |
perder o se dejaría de
alcanzar. Todavía ahora —y seguirá siendo así en el |
futuro— cuando alguien
ponga objeciones o arremeta contra ideas o actitudes |
demasiado claras y justas,
preguntémonos qué puede perder el que se opone, o |
cuánto gana, o de qué
manera lo gana... Nadie quiere ser inelegante y todo el |
mundo procura añadir a la
verdadera razón brutal de la pasión, de la vanidad |
o del interés,
artificiales y sofisticados argumentos pseudo-ideales; pero el |
verdadero motivo está en
querer salvar el orgullo, en no querer dejar el poder, |
en asegurarse la riqueza o
el sueldo. La verdad, la justicia, si queda lugar, viene |
luego; o simplemente se
queda fuera. Lo elegante es accesorio, cuando el conte- |
nido válido de verdad y de
justicia, no se acepta absolutizándolo. |
Los hombres de ideas"
han tropezado con esta clase de oposiciones. Y sólo |
cuando, en la lejanía, no
han supuesto un peligro demasiado próximo para |
intereses inferiores y
particulares en peligro, pero momentáneamente triun- |
5 |
fantes, se han podido
hacer más generales las voces que, finalmente, han |
reconocido la razón y
hasta el mérito de los desaparecidos. Hay que morir para |
llevar razón. |
Es el caso de Cristo que,
en el más noble sentido de la expresión, fue un |
Hombre de ideas": las
ideas que él dio a la humanidad constituyen, sobrenatu- |
ralizadas, el contenido de
la fe para el creyente. |
Porque Cristo fue
condenado y crucificado por las ideas que expresó: tildado |
de subversivo por los que
detentaban el poder y la influencia en su pueblo, |
compadecido como infeliz o
visionario por los prudentes según el mundo, amado |
y comprendido a medias por
una minoría aturdida, sólo después de la muerte, |
en el respiro que
comenzaban a otorgar aquellos que creían no poder temer nada |
de él, se inició la
recuperación reflexiva de sus más fieles y confundidos discí- |
pulos. Robustecidos por la
gracia, tendrían que pasar, a la vez, por parecidas |
contradicciones, como el
Maestro —«Si a mí me han perseguido, también lo |
harán con vosotros...»—,
y, de esta manera, el Evangelio comenzó a introducirse |
en el mundo, y de esta
manera va, todavía hoy, penetrando auténticamente en |
el corazón de los hombres.
La gracia de Dios no añadía verdades a las ideas de |
Jesús; sólo confortaba,
robustecía a los creyentes que las aceptaban. La verdad |
de Cristo debía extenderse
y aceptarse por su propia razón, sin fuerzas extrañas. |
Los cristianos, los
apóstoles, fueron los hombres de ideas" que iniciaron una |
transformación de la
humanidad todavía en proceso. |
Mirando hacia atrás,
también ahora vamos dando la razón y concediendo |
a Cristo y a sus
seguidores ya muertos, honores y alabanzas; pero cada vez |
que surge un nuevo
"hombre de ideas" —en nuestro caso cristianas—. Y |
en la medida en que más
auténticamente correspondan a la originalidad del |
Evangelio y sirvan para
una dada situación actual del hombre y de la sociedad, |
hombre y sociedad
instalada adoptarán actitudes críticas, despectivas, o persecu- |
torias, reluctantes a la
conversión que no se quiere aceptar y que el Evangelio |
exige con su anuncio.
Simplemente con su anuncio cuando pretende ser integro |
y no alejado de la
realidad del hombre, ni disimulado por idolatrías pseudo- |
cristianas. |
Hay personas para quienes
su amor por la Iglesia |
depende de su amor al
mundo, de modo que si el |
orden de su mundo y el
bien de la Iglesia llegaran |
a estar en contradicción,
se inclinarían en favor |
del mundo y en contra de
la Iglesia. |
J. H. Newman, C. O. |
6 |
Jóvenes: |
«¿Por qué has hecho esto?» |
ESTA pregunta de María a
Jesús |
la han repetido mucho:
padres |
a sus hijos, cuando han
llegado |
a la adolescencia, al
umbral de la |
juventud. En este momento,
el "por |
qué" de la curiosidad
candorosa de |
los niños, dirigido a sus
padres, se ha |
cambiado por la pregunta
angustiada |
de éstos a los hijos.
Hijos que, a esta |
edad, se yerguen como un
misterio |
amado —más amado todavía—,
pero |
ya indominable. |
Es la pregunta dicha, o
contenida en |
el corazón —la Virgen
también guar- |
daba palabras,
pensamientos, en el |
corazón...—, al hijo,
cuando al ano- |
checer vuelve a casa desde
su primer |
lugar de trabajo, del
corro de sus |
compañeros nuevos, o
cuando, de los |
primeros cursos
universitarios, las va- |
caciones restituyen a la
convivencia |
familiar a los jóvenes de
voz recia |
recién cuajada,
impresionados por |
ideas centelleantes
recogidas en el ho- |
rizonte más dilatado de la
inteligencia: |
aulas, profesores,
compañeros... Se han |
asomado a un mundo que les
parece |
inmensamente mayor que el
heredado |
de los adultos. Algo mayor
que no hay |
que ganar, que no hay que
merecer, |
como a veces les decimos,
sino que hay |
que hacer, que hay que
construir. |
Y hablan, y exigen. O
callan, porque |
piensan que no les
podríamos compren- |
der, o porque no nos
quieren disgustar |
inútilmente. A veces
también callamos |
nosotros, los mayores.
Otras no pode- |
mos callar: «¿Por qué has
hecho esto?...» |
El paralelo evangélico de
esta situa- |
ción es la escena de Jesús
encontrado |
en el Templo, después de
haber estado |
con los maestros,
escuchándoles y |
haciéndoles preguntas). El
Templo era |
la "universidad de
los hebreos, y |
hasta era allí donde los
jóvenes po- |
drían prestar el único
"servicio" fuera |
del hogar, porque los
hebreos rehusa- |
ron prestar el servicio
militar y los |
dominadores romanos
respetaron esta |
voluntad. La experiencia
de salir |
fuera de casa", para
un joven hebreo, |
comenzaba en la
adolescencia, cuando |
era admitido a participar
en los viajes |
para "peregrinar a
Jerusalén". Jesús |
pasó por esta experiencia,
y de ella |
Los quedan los únicos
detalles escri- |
turísticos sobre la
adolescencia y la |
juventud de Cristo. Lo
cual todavía |
hace más preciosas las
consecuencias |
que los cristianos podamos
sacar de |
esta escena honda, rica,
profundamente |
humana, familiar.
Aleccionadora espe- |
cialmente para los padres. |
María y José «no
comprendieron las |
razones que él les daba».
No es extra- |
ño que otros padres no
comprendan |
siempre a sus hijos. |
Es verdad que Jesús era un
hijo |
"especial"; pero
lo son todos los hijos |
para sus propios padres.
Los primeros |
brotes de la personalidad
que se revela |
en los hijos serían
fáciles de compren- |
der si todos los hombres
fuésemos |
iguales, si la Creación
hubiese sido |
7 |
concebida como un proceso
standard. |
Pero cada ser humano tiene
su propio |
temperamento, a desembocar
también |
en una peculiar
personalidad. Y ade- |
más, lo que pueda
suministrar la |
experiencia, a los mayores
cuando |
recuerden la propia
adolescencia y la |
comparen con la de sus
hijos, les sirve |
sólo parcialmente, porque
la vida, el |
desarrollo de la
humanidad, las condi- |
ciones culturales, no se
detienen en su |
evolución; por lo cual,
todo intento de |
comparación hacia las
generaciones |
futuras, desde las
pretéritas, no puede |
ser una ecuación. Para
juzgar y com- |
prender a los jóvenes de
hoy es preciso, |
junto con la experiencia
precedente, |
acumular la ponderación de
las cir- |
cunstancias variantes,
progresivas, que |
se van ofreciendo, sin
precipitarnos |
a calificar de ruptura lo
que solamente |
es síntoma de evolución, y
observar el |
curso de la vida con
apertura de mente, |
con amor esperanzado, con
generosi- |
dad que se proyecta hacia
adelante en |
constante y noble esfuerzo
por abarcar |
con una visión cada vez
más universal, |
a la vez sintética y
progresiva, el valor |
del hombre, su dimensión
social y las |
responsabilidades
consiguientes. |
En la Virgen se dio, sin
duda, este |
esfuerzo, esta nobleza.
Ella comenzó |
"no
entendiendo"; sin embargo, siguió |
meditando y terminó
aceptando y |
comprendiendo hasta
sumarse, hasta |
identificarse con el
proyecto cristiano: |
no "se guardó"
el Hijo, llegó a com- |
prender que no debía ser
sólo "suyo", |
que debía ser de todos,
universal. Y |
resultó que, al
comprender, al dar y al |
ayudar a su Hijo a darse,
ella misma |
se creció proyectada en la
magnitud |
liberadora, redentora, del
Hijo. No |
desvió la misión de éste,
ni condicionó |
el modo cómo éste tenía
que llevar a |
cabo su obra. La obra de
Cristo fue |
divina, pero humana, y en
lo humano |
pura, desprendida,
generosa, limpia, |
universal, espiritual. Con
los pocos |
medios que nosotros
tenemos para lo |
poco que hemos de hacer,
nos cuesta |
comprender por qué los
recursos del |
poder divino no fueron
empleados |
para hacer más
"confortable", más |
cómoda a la par que
automática, la |
obra de Cristo. Somos
menos espiri- |
tuales y menos generosos.
O decimos, |
para justificarnos, que
«ellos eran más |
santos»... |
Pero Cristo no nos pidió
que le |
admiráramos, sino que le
siguiéramos. |
Es camino abierto que
muestra el que |
y el cómo. |
No sabemos cómo sería la
reacción |
de la Virgen (y de José,
mientras |
estuviera) cada vez que
Jesús hablaba |
de redención, de
liberación, de liber- |
tad, de salvación con
sacrificio; cuando |
hablaría del mundo de
todos los |
hombres, del bien de su
gracia —que |
nosotros hemos reducido a
contraste o |
validez talismánica—.
Cuando hablaba |
de la injusticia, de la
verdad, de la |
paz, del amor: por
supuesto del amor |
verdadero, no de
melifluidades empa- |
lagosas, de degeneraciones
vaporosas |
del sentimiento, de sueños
de hadas |
angelizados; sino de una
pasión de |
bien por el Padre y toda
su obra, |
por el mundo y por el
hombre, por |
el orden de Dios y por la
ley de la |
Creación. |
Hoy nos asustan los
jóvenes si nos |
hablan de libertad, de
exigencias ele- |
mentales de justicia, de
deshipocritaci- |
zación de las conductas;
en fin, de los |
"derechos
humanos" que, con ser sim- |
ple enumeración de la ley
natural o la |
consecuencia inmediata de
la misma, |
derivada de la Ley eterna
de Dios, |
8 |
levanta ampollas a las
sensi- |
bilidades arcaicas. |
No queremos decir que |
siempre las exigencias
juve- |
niles sean justas o, tal
vez, |
correctas en su
planteamiento. |
Pero tampoco podemos hacer |
menor salvedad cuando ana- |
lizamos las actitudes de
los |
que se oponen a ellas.
Muchas |
veces, cuando se da el
error, |
en el objeto o en las
maneras |
de lo que los jóvenes
preten- |
den, ello es debido a que
les |
hemos dejado solos y, a la |
hora de concretar y
desarro- |
llar sus intuiciones de
justicia |
y de bondad sin
fariseísmos, |
nuestro moralismo santón, |
parcial y egoísta, les ha
con- |
vencido de que no podían |
contar con nosotros. |
Otras veces, lo que en
ellos, |
de momento, nos sorprende |
o sobresalta, se nos
revela, |
finalmente, como el fruto
de |
la generosidad, de los
buenos |
ideales que les hemos dado |
como semilla, en su
infancia |
y que, más tarde —ahora—, |
recogemos o comprobamos |
fructificada a su medida y
a la |
de las esperanzas del
mundo |
que les aguarda.
Finalmente |
su obra es, además,
nuestra |
obra. |
También hay unos hijos |
que jamás crean problemas
a |
sus padres: son los
estúpidos, |
de conciencia dormida o
sen- |
sibilidad bestializada. Y
ade- |
más los egoístas, si los
padres |
también lo son. |
Justicia y Paz |
PARA «construir la paz»
hay que partir |
de la justicia. Lo ha
repetido el Papa |
al felicitar a la ONU, el
pasado 10 de |
dic., con ocasión del XXV
aniversario de |
la Declaración Universal
de Derechos del |
Hombre, «una de las
mayores glorias de |
las Naciones Unidas». |
Los Derechos Humanos son
formulacio- |
nes basadas en la Ley
Natural, y ésta es, |
decía santo Tomás, «la
participación de la |
misma Ley eterna de Dios
dada a la creatura |
racional». Por eso
subrayaba el Papa: «La |
Iglesia no podrá jamás
desinteresarse de lo |
derechos del hombre». Y
declaraba: Pres- |
tamos nuestra voz a todas
las víctimas |
silenciosas de la
injusticia, para protestar |
Y suplicar por ellas. |
Todos sabemos que Pablo
VI, el día 6 de |
enero de 1967, instituía
la Comisión Pontifi- |
cia de Estudio Justicia y
Paz, para que, |
tal como su nombre indica,
suministrara |
criterios y propusiera
objetivos concretos |
en orden a la edificación
de la paz y a las |
exigencias de la justicia
amenazada en el |
mundo. A imitación de
dicha Comisión |
Pontificia, se han
establecido también Co- |
misiones de Estudio
«Justicia y Paz» a |
nivel nacional. |
La tarea de tales
Comisiones no es técni- |
ca, sino orientadora desde
una perspectiva |
cristiana, objetiva y
documentada. Las de- |
claraciones y documentos
que de ellas |
emanan son, por lo menos,
dignos de estudio |
y de reflexión respetuosa. |
Es un servicio que
personas cristianas, |
inteligentes, amantes del
Papa y muy fami- |
liarizadas con los
documentos conciliares, |
prestan a sus hermanos de
fe, bien sean sim- |
ples ciudadanos o,
eventualmente, ocupen |
cargos con responsabilidad
pública. |
9 |
El frío, el silencio, la
esperanza |
«En el silencio y en la
esperanza |
Estará vuestra fuerza»
(Isaías, 30,15) |
INVIERNO es el tiempo del
frio. Y el |
tiempo del silencio y de
la esperanza. |
En el silencio oscuro,
lujo tierra, |
crecen las raíces, cuando
por fuera la |
vegetación se inhibe, en
el silencio, ocul- |
tas, sepultadas germinan
las semillas y |
fe prepara la
multiplicación prodigiosa |
de las cosechas para
cuando el verano |
vuelva. |
También para el hombre, y
todavía |
mas para el creyente, en
el silencio se |
desarrolla la esperanza, y
en la esperanza |
construye su futuro y
remansa la fuerza |
para la vida. Pensar y
esperar para actuar, |
desde la inmanencia del
espíritu hasta la |
realidad expresiva de las
palabras de los |
estos y de los actos.
Porque la esperanza, |
cuando es virtud, es —como
las demás—, |
operativa, diligente,
volcada al objeto que |
la especifica. El que nada
tenga que decir |
ni quiero hacer, nada
puede esperar. |
Es en el aparente frío
interior de la |
soledad, en el silencio,
donde se profun- |
dizan, como en su tierra,
las raíces de los |
pensamientos que sostienen
el tronco de |
la vida; allí es donde las
convicciones se |
hacen radicales y
reestructuran en fuerza |
para ser proyectada, para
convertir en |
plenitud, en realización
y, al mismo |
tiempo. En generosidad y
beneficio. En el |
silencio interior del
alma, pensamientos y |
convicciones en
laboriosidad expectante, |
extraen el sentido de la
propia vida y |
descubren y valoran el de
la vida de los |
demás. Vivir es andar y
descubrir y |
descubrirse y encontrar;
es hablar y |
escuchar, decir y
comprender, dar y reci- |
bir, mostrar y admirar.
Desde el silencio. |
En el silencio se elabora
la palabra |
encendida por el
pensamiento y, para |
decirla, necesitamos,
también, un espacio |
de silencio que pueda ser
ocupado por |
nuestra voz. El que quiera
recibirla y |
comprenderla tendrá que
otorgarnos a la |
Tez, también en silencio,
un poco de su |
atención: un paréntesis de
calma, un |
cobijo de buena voluntad
acogedora, sin lo |
cual sería imposible
cualquier experien- |
cia o intento de
comunicación personal, |
humana. Necesitamos del
silencio para |
pensar y expresar, para
oír y comprender, |
nosotros a los demás y los
demás a nos- |
otros. El ruido neutraliza
a destruye la |
comunicación: paraliza la
atención, nar- |
cotiza la conciencia,
maltrata y rompe los |
significados. |
La esperanza no es la
pereza beata |
que aguarda inoperante,
sino la diligencia |
iluminada que busca
mientras construye |
afanosamente, y que
construye con los |
demás. Como la planta que
crece, no sola, |
sino con la tierra, con el
agua, con el aire |
y con el sol; pero que
devuelve pureza al |
aire, que, florida,
hermosea el color de la |
luz y que regala,
finalmente, la generosi- |
dad del fruto. |
El hombre, en silencio,
con esperanza, |
se siembra en el surco de
la abnegación, |
10 |
para la cosecha de la
vida. Porque «si el |
grano no muere, no puede
dar fruto...» |
En el silencio puede
comenzar a creer |
en estas palabras. En el
silencio se puede |
descubrir que, la aparente
renuncia, se |
ha convertido en siembra,
y In siembra |
en promesa de fecundidad,
en esperanza |
de cosecha. Y por lo tanto
en gozo y en |
fuerza. |
La Biblia exalta la
fortaleza que pro- |
viene del gozo exuberante
de la bondad. |
Otra fuerza es solamente
corteza endu- |
recida que oculta, hasta
que se rompa, la |
vergüenza de la debilidad
y de la mentira. |
Isaías, mientras oleaba
horizontes de |
consolación para su
pueblo, y por encima |
de las previsiones
políticas de otros con- |
temporáneos suyos, clamaba
el anuncio |
de la paz sobre los
caminos diciendo: |
«En el silencio y en la
esperanza estará |
vuestra fuerza». |
Fuerza del pensamiento y
fuerza de |
la acción; fuerza
clarividente de la verdad, |
fuerza y fecundidad del
bien, que crece, |
que se va haciendo. |
Nos quejamos, muchas
veces, de lo |
que no se puede hacer, de
la que no |
se puede decir. Y llevamos
razón: en el |
mundo la verdad es
maltratada y el bien, |
muchas veces impedido. Y,
todavía, el |
valor positivo de lo que
se dice o el |
Influjo del bien que, a
pesar de todo, se |
hace, en gran parte se
inutiliza a desvir- |
túa, al dar can In
ignorancia indefensa, |
al tropezar con la tozudez
errónea, o con el |
bombardeo aturdidor,
unilateral y ruido- |
so de mensajes hueros,
sentimentaloides, |
primitivos, superficiales
y vulgares y, |
por lo mismo, aptos para
dirigirlos a la |
manipulación de las masas,
a su paraliza- |
ción ideológica, a su
fatal enajenación. |
Pero todo esto no es lo
más grave. El |
mayor mal puede estar,
solamente en la |
renuncia consciente al
silencio interior |
que restaura y que ordena
el espíritu, |
y lo mantiene vigilante y
abierto para |
relacionare con el mundo y
para mante- |
ner su interpretación
correcta desde la |
serenidad de la
inteligencia y de la fe. |
Son menos temibles los
influjos exter- |
nos, los ruidos de fuera,
que las perezas |
interiores, las
comodidades negligentes, |
la falta de atención y
discernimiento, |
de sinceridad y confianza,
de diálogo y |
comprensión, de esfuerzo
por hacerse |
comprender, de nobleza por
merecer la |
confianza. |
Los influjos externos poco
podrían si |
no encontraran zonas del
hombre al que |
se destinan, que son
tierra de nadie", |
espacios inermes del
pensamiento y de |
11 |
la conciencia incultivados
y todavía no |
despiertos. |
El pensamiento, la
conciencia, se |
cultivan desde dentro,
desde el silen- |
cio. He aquí lo primero
que hemos |
de defender en nosotros
mismos, y |
lo que hemos de respetar y
defen- |
der en los demás. De esta
defensa, y |
de este respeto, se puede
deducir la |
esperanza sólida del bien
futuro del |
hombre. |
El pueblo de Dios fue
adoctrinado |
en el desierto para las
esperanzas |
mesiánicas; el cristiano
lo es en la |
oración para cualquier
proyecto de |
bien; todo hombre lo es en
la sereni- |
dad reflexiva para su
propio desarrollo |
y el de la humanidad que
le envuelve. |
Tenemos la imagen en este
frío |
de invierno, en el
silencio vegetal de |
la naturaleza, que sabemos
que es |
crecimiento interior,
radicación de |
esperanzas para el
consuelo de otra |
primavera, para la riqueza
del verano, |
en el gozo y la fuerza del
gozo, desde |
el silencio activo de la
esperanza. |
Dos tareas urgentes y
cristianas: |
EL HOMBRE, |
LA FE |
NO ES suficiente decir que
nuestra época atraviesa por un nuevo huma- |
nismo, como si las
transformaciones culturales y la evolución de la vida |
del hombre en el mundo de
hoy fueran la simple repetición de las |
tales renacentistas, a
cuatro siglos de distancia. Porque el |
hombre es una síntesis del
universo y porque lleva en sí mismo la imagen del |
Ser absoluto e infinito
que le trasciende, la actividad de la inteligencia y de la |
voluntad humana no agota
los objetos de su interés ni puede paralizarse la |
profundización en la
conciencia de su propio valor. No se repite nada: simple- |
mente han crecido sus
conocimientos, ha progresado en sus síntesis, ha perfec- |
cionado la conciencia de
su dignidad. |
Por esto no nos puede
sorprender que la Iglesia, en esta época nuestra, en |
uno de los documentos que
es imprescindible tener en cuenta —la Gaudium |
et spes—, comience
declarando que «es el hombre, pero el hombre todo entero, |
cuerpo y alma, corazón y
conciencia, inteligencia y voluntad» en el que centra |
Fu atención, para
respetarlo, defenderlo y servirlo. Creyentes y no creyentes, |
afirma (GS, 12), están de
acuerdo en que todos los bienes de la tierra deben |
ordenarse en función del
hombre, centro y cima de todos ellos. |
12 |
No se equivoca el hombre
al afirmar su superioridad sobre el universo |
material. Por su
interioridad es superior al universo entero (GS, 14). |
La constitución conciliar
Gaudium et spes ofrece la complementación |
cristiana actualizada para
una reflexión sobre los «naturales, irrenunciables e |
inviolables» derechos
humanos. |
Se acaba de anunciar, como
de inminente aparición, un libro de la UNESCO, |
cuyo título EL DERECHO DE
SER HOMBRE, alberca el contenido de mul- |
titud de documentos
históricos, a través de los cuales se puede seguir esa odisea |
de la conciencia humana en
pro de la justicia y de su propia dignidad. Será un |
libro conmemorativo del
XXV aniversario de la Declaración de los Derechos |
Humanos, alabada, por
Pablo VI, como una gloria de la ONU. |
Pero el valor de cualquier
conmemoración no se puede limitar a que sea |
registrada en los anales
que se archivan, sino que debe traducirse en motivo |
de interés y
profundización en lo que merece ser recordado. Por esta razón |
destacamos aquí el
documento conciliar y este libro también básicamente docu- |
mental. |
Sobre la fe |
Nos referimos a otro
libro, igualmente de próxima aparición, en el que su |
autor, el padre Teófilo
Cabestrero, recoge sus entrevistas con diversos teólogos |
centroeuropeos, españoles
y latinoamericanos. Está anunciado con el título de |
«CONVERSACIONES SOBRE LA
FE». |
Sorprendidas o asustadas,
críticas o inquietas, y también curiosas o irónicas, |
son muchas las personas
que hablan, opinan o juzgan sobre la fe de los cris- |
tianos de hoy. Este libro
está desprovisto de objetivos apologéticos y no será |
demasiado útil para los no
creyentes; pero sí tendrá muchísimo interés para |
los cristianos capaces de
seguir los diálogos que en él se ofrecen, en los que se |
tratan los problemas
actuales de la fe, los peligros y riesgos que puedan afectarla |
y las tareas más urgentes
que deban asumir los creyentes, es decir, la Iglesia, |
en relación con la fe. |
Seriedad, franqueza,
incluso cierta profundización sin academicismos, viva |
actualidad, competencia de
los interviuados (Ladislaos Boros, Marcel van Caster, |
Heinrich Fries, Francois
Houtart, Hans Küng, René Laurentin, André Liegé, |
René Marlé, Jürgen
Moltmann, Joseph Ratzinger, Edward Schillebeeckx, Jean |
Marie R. Tillard, José
Gómez Caffarena, José M. González Ruiz, Evangelista |
Vilanova, Enrique Dussel,
Segundo Galilea, Gustavo Gutiérrez, Juan Luis |
Segundo...), son sus notas
más destacadas. Creemos, sinceramente, que este |
libro está llamado a hacer
un gran bien". |
Como una muestra del
mismo, ofrecemos la conversación" con José M. |
González Ruiz, no
solamente porque es uno de los teólogos españoles más |
destacados, sino porque,
en Albacete, tenemos el buen sabor de su paso por el |
Oratorio en una
inolvidable conferencia, en mayo de 1969. |
13 |
{T<} La «fe» y la FE. |
Por José M. Gonzales Nuis |
LA FE es esencialmente una
opción libre del hombre, y gratuita por parte de |
Dios. Es un diálogo entre
Dios y el hombre, pero es Dios quien tiene la iniciativa. |
Un auténtico creyente
tiene plena consciencia de la gratuidad de su fe, y a la hora |
de la verdad no sabe dar
"razón" de ella: cree, y no puede decir lo contrario. Así |
se explica que los
verdaderos creyentes sean los más comprensivo, con el fenóme- |
no del ateísmo: si para
ellos la fe fuera el resultado de una rigurosa investigación, |
no comprenderían cómo
otros hombres no llegan al mismo resultado. Pero, como |
tienen esa profunda
experiencia de la gratuidad de su fe, son comprensivos con |
sus hermanos ateos. |
Ahora bien, en un clima de
"cristianismo convencional" se da frecuentemente el |
caso de que por
"fe" se entiende otra cosa distinta: es una especie de convicción
que |
justifica todo el universo
vital y cultural en el que se mueve el individuo. Por eso, |
cuando por una causa u
otra se derrumba ese universo, vemos a esos "creyentes" |
aferrarse desesperadamente
a los elementos que constituían ese universo, creyén- |
dose que efectivamente va
a desaparecer la fe. Ahora bien, es cierto que la fe", va |
a desaparecer, pero de
ninguna manera la Fe. Esta —la auténtica Fe— se desarrolla |
más fácilmente en un clima
de resistencia, que hará más fácil la opción gratuita. |
Cuando en una sociedad el
ser creyente" es prácticamente exigido para ser ciuda- |
dano de primera clase, lo
más natural es que se produzca el fenómeno de la "fe", |
pero no de la Fe: le falta
el suficiente clima para que se produzca la dinámica de la |
gratuidad. No olvidemos
que la edad de oro del cristianismo la constituyen los |
primeros siglos, en que
ser cristiano era reato mortal según los cánones de la |
seguridad del Imperio
romano. |
EL MÁS GRAVE PELIGRO. |
Para mí, el más grave
riesgo es el intento de encerrar la Fe en una fórmula y |
eternizarla de esa manera.
Los grandes teólogos medievales hablaban del Dios |
siempre mayor: o sea, que
jamás la comprensión humana puede agotar toda la |
riqueza de la revelación
de Dios. Y entiendo por "revelación" lo que propone la |
Biblia: no sólo la
manifestación de un determinado saber sobrenatural, sino el |
desvelamiento de Dios que
se manifiesta precisamente en el gesto de liberación de |
toda clase de
esclavitudes. En el pórtico de la gran revelación de Dios en el Sinaí, |
a propósito de la
promulgación del Decálogo, aparece esa declaración: |
«Yo soy Yahvé, tu Dios,
que te he hecho salir de la tierra de Egipto, de la casa |
de la esclavitud» (Ex 20,
2). |
LAS TAREAS DE LA FE. |
La tarea esencial y más
urgente es, sencillamente, vivirla. La Fe no es un "depó- |
sito" que se posee
como una cuenta bancaria, sino una vida que se desarrolla en |
presencia de ese Dios que
manifiesta el poder de su brazo «derribando el trono de |
los poderosos y ensalzando
a los humillados». (Job 5, 11, 12, 19; Sal 147, 6; Luc 1, 52). |
Si la Iglesia no vive ese
riesgo vital de la Fe, corre entonces el riesgo de perderla |
y sustituirla por la
"fe". |
14 |
EN FAVOR DE UN PROFUNDO
HUMANISMO |
Y DE UNA IGLESIA JOVEN Y
DINÁMICA |
Nos parecen muy
interesantes unas palabras del cardenal Vicente |
Enrique y Tarancón, que
sacamos de un reciente discurso suyo. Manifiestan |
la actitud de la Iglesia
ante la cultura, ante las ciencias humanas, para |
la fecundidad
espiritualizadora del Evangelio que ella ha de comunicar |
al mundo. Fueron
pronunciadas con motivo de la apertura de curso en |
la Universidad Pontificia
de Salamanca, el día ocho del pasado octubre, |
en un acto académico, en
el aula magna de la Universidad. Son, no sólo |
interesantes, sino
significativas porque el cardenal Tarancón, además de |
Gran Canciller de aquella
Universidad, es el presidente de la Conferencia |
Episcopal Española. Entre
otras cosas, dijo el cardenal: |
¿Qué es la Universidad? |
La Universidad es como una
confluencia de personas empeñadas en la investi- |
gación, en la docencia, y
en el aprendizaje, que ponen en común sus saberes, |
sus preguntas y sus
respuestas, sus dudas y opiniones, para crear un clima |
humano en el que la verdad
aparezca y se difunda de la manera más limpia, |
más honesta, más completa
y más enriquecedora posible. |
La Universidad católica |
y los saberes humanos |
Las mismas facultades
eclesiásticas necesitan vivir enclavadas en este contexto |
más amplio de los saberes
humanos para mantenerse en la línea donde real- |
mente están las
preocupaciones de las demás ciencias y disciplinas y para no |
perder el contacto con la
realidad de la vida que ha de ser uno de los estímulos |
en orden a su
florecimiento y eficacia. Además, todos los saberes, y particu- |
larmente los saberes sobre
el hombre, despiertan en el creyente importantes |
cuestiones acerca de las
exigencias concretas de la fe. |
Pensar, enseñar y aprender |
para ayudar a los obispos |
Los obispos, para realizar
nuestra misión magisterial y pastoral, necesitamos |
de grupos de hombres
estrechamente vinculados con nosotros, que se dediquen |
a pensar, a enseñar, a
aprender. Pero no sólo en el ámbito estricto de las cien- |
cias eclesiásticas, como
podría parecer a primera vista; necesitamos también |
grupos de hombres que
sepan mantener y desarrollar continuamente un diálogo |
15 |
fecundo entre las ciencias
eclesiásticas y las ciencias humanas y, más amplia- |
mente, entre la Iglesia y
el mundo. |
Para que este diálogo sea
eficaz, parece casi necesario que quienes cultivan las |
ciencias eclesiásticas se
asomen al mundo de las ciencias humanas e incluso |
convivan con sus
especialistas para que puedan recoger sus preguntas y sus |
aportaciones, y que haya
también especialistas en las ciencias humanas que |
convivan y trabajen juntos
con los que se dedican a las ciencias eclesiásticas. |
Esta es la manera práctica
—a mi juicio— de ir construyendo entre todos la |
armonía entre el mundo y
la Iglesia, entre la historia y la salvación, entre la |
ciencia y la fe. |
No es posible ignorar |
la realidad cultural
secular |
Está haciendo mucha falta
que acortemos distancias entre la Iglesia y la cultura. |
Ya quedan lejos aquellos
tiempos en que Iglesia y cultura eran cosas tan estre- |
chamente unidas que casi
parecían hermanas y muy bien avenidas. |
El desarrollo ha traído,
entre otras cosas, la universalización y la secularización |
de la cultura. Y en la
Iglesia no podemos vivir y actuar acertadamente ignoran- |
do lo que piensan y lo que
sienten los que se dedican a las ciencias humanas. |
Incluso tenemos la
obligación de encarnarnos en la cultura actual para poder |
evangelizar eficazmente. |
En favor de un profundo
humanismo |
y de una Iglesia joven y
dinámica |
Es necesario, también, que
los hombres de España —los que se declaran ca- |
tólicos y los que se
consideran marginados de la Iglesia— puedan tener una |
comprensión cada vez mejor
de lo que es la religión, de lo que es verdaderamen- |
te la fe cristiana, de la
misión o intención salvadora de la Iglesia. Incluso creo |
que es necesario que se
multiplique la figura del universitario y del profesional |
que se mueva en su
actividad civil con una percepción profunda de lo que ha de |
ser la Iglesia en el mundo
de hoy y del mañana, con un verdadero compromiso |
cristiano en favor de los
valores auténticamente humanos: en favor de la verdad, |
de la justicia, de un
profundo humanismo en todos los aspectos de la conviven- |
cia social. Y
comprometido, al propio tiempo, en mantener una Iglesia joven, |
dinámica, alerta siempre a
lo que ocurre en torno nuestro para proyectar sobre |
la realidad la luz de la
fe y el espíritu del Evangelio. |
El principio del año que
comienza es una ocasión para suscribirse a |
VIDA NUEVA |
Si ya la recibe, regale
una suscripción a un amigo y ayudará a la buena |
información respecto a la
Iglesia. |
16 |
1974: |
PARA UNA |
FORMACIÓN |
PERMANENTE |
Tomamos en consideración
las recomendaciones contenidas en el Decreto |
conciliar sobre los Medios
de Comunicación Social y la Constitución sobre |
la Iglesia y el mundo
actual, en orden a la necesidad de la información, para |
ayudar al bien común de la
sociedad, a cultivar la propia fe y a interpretar los |
hechos históricos y
culturales en la perspectiva del providencialismo cristiano. |
Con la expresión
«FORMACIÓN PERMANENTE», queremos mostrar que |
se trata de continuar el
proceso formativo, sin interrupción, para satisfacer |
las exigencias profundas
de la personalidad humana en su desarrollo, y para |
responder a las demandas,
cada vez más apremiantes, de un mundo que se |
transforma. Todos
comprendemos hoy claramente que la vida de los individuos, |
la de las sociedades y la
de los pueblos no puede contentarse con un nivel de |
formación dada en un mundo
cuyas estructuras se hallan en constante transfor- |
mación INFORMACIÓN |
Los medios de comunicación
social en un mundo en situación de cambio como |
el nuestro, nos aportan
unos hechos y unas situaciones sobre las cuales la Fe |
debe incidir como
respuesta vital. |
«VIDA NUEVA» |
. Edita: P. P.C. - E.
Jardiel Poncela, 4 - Madrid-16. |
. Publicación semanal. |
. Precio suscripción
anual: 500 ptas. |
Revista de información
religiosa. Muy apropiada para seguir, sobre todo, |
la marcha y vicisitudes de
la Iglesia en España en la hora actual. Intere- |
santes los
"pliegos" semanales, reportajes monográficos sobre un tema |
de actualidad para la
Iglesia y el mundo. |
«CUADERNOS PARA EL
DIÁLOGO» |
. Edita: «Edicusa» -
Jarama, 19 (prolongación) – Madrid. |
17 |
Publicación mensual. |
Precio suscripción anual:
725 ptas. normal. |
Revista imprescindible
para seguir la evolución de la vida social española. |
Trata de responder a la
ausencia de una formación política seria en los |
medios españoles más
cultos. Presenta soluciones y posturas que, dentro |
de lo discutible, hay que
valorar seriamente. |
«TRIUNFO» |
Edita: Triunfo - Plaza
Conde Valle Suchil, 20 - Madrid-15 |
Publicación semanal. |
Precio suscripción anual:
1.200 ptas. |
Semanario de gran
difusión. Proporciona muy buena información inter- |
nacional, aunque pocas
referencias al momento español. Culturalista. |
Interesante y discutible. |
«DESTINO» |
Edita: «Public. y
Revistas, S.A.» - Consejo de Ciento, 425 – Barcelona. |
Publicación semanal. |
Precio suscripción anual:
1.040 ptas. |
Semanario cultural. Más
que revista de actualidad, es literaria, y de gran |
calidad. |
PEDAGOGÍA DE LA FE |
Es necesaria una profunda
reflexión para responsabilizarse de la comunicación |
del mensaje repensando la
propia fe personal. |
«IMÁGENES DE LA FE» |
Edita: P. P. C. - E.
Jardiel Poncela, 4 - Madrid-16. |
Diez números al año. |
Precio suscripción anual:
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Versión española de la ya
veterana «Fêtes et Saisons» francesa. Cuidada |
presentación con números
muy logrados. Clara orientación catequética. |
Dirigida al público de
nivel medio. Es de lectura fácil. |
«LA BIBLIA Y SU MENSAJE» |
Edita: P. P.C. - E.
Jardiel Poncela, 4 - Madrid-16. |
Precio suscripción anual:
130 ptas. |
Revista de divulgación
bíblica. Expone de forma catequística y vulgari- |
zada los grandes jalones
de la historia de la salvación. Pedagógica para |
ambientes de nivel medio.
Indicada para adquirir una visión de conjunto |
sobre la Sagrada
Escritura, para cuantos no podrían emprender un estu- |
dio sistemático sobre la
Biblia. |
18 |
REFLEXIÓN CARA AL MUNDO |
En los momentos como el
nuestro en el que se da una situación social de cambio |
es cuando la fe nos sitúa
en una instancia crítica para rechazar o asumir los |
nuevos valores. |
«EL CIERVO» |
Editorial El Ciervo -
Calvet, 56 - Barcelona-6. |
Publicación mensual. |
Precio suscripción anual:
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Fiel a su trayectoria,
sigue esta excelente revista informando con una |
perspectiva crítica y
amena. Tiene todas las secciones de una revista de |
actualidad. Muy buena para
seguir el panorama cultural. |
«HECHOS Y DICHOS» |
Apartado 243 – Zaragoza. |
Publicación mensual. |
Precio suscripción anual:
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Después de transcurridos
tres años en la publicación de esta nueva ver- |
sión de la Revista se
puede decir que responde magníficamente a lo que |
debe ser una revista de
orientación y pensamiento cristiano. Muy buenas |
colaboraciones. |
«MUNDO SOCIAL» |
Edita: «Casa de Escritores
S. L.» - Pablo Aranda, 3 - Madrid-6. |
Once números al año. |
Precio suscripción anual:
250 ptas. |
Desde el mundo de los
problemas sociales surge esta Revista, que llena |
un gran vacío en el
panorama informativo español. Una visión objetiva y |
proposición de soluciones
valientes son la tónica de sus planteamientos. |
Responde así a lo que el
Concilio pidió en las relaciones Iglesia-mundo, |
de acuerdo con la
trayectoria de la nueva sociedad que nace. |
«RESEÑA DE LITERATURA Y
ESPECTÁCULOS» |
Edita: «Casa de Escritores
S. L.») - Pablo Aranda, 3 - Madrid-6. |
Precio suscripción anual:
400 ptas. |
Reseña de literatura, arte
y espectáculos. Revista "orientadora", que |
señala el contenido
ideológico y el valor moral, estético y social de cada |
obra. Revista
"selectiva" que analiza de preferencia aquellas obras que |
pueden ejercer influjo en
la mentalidad actual. |
El principio del año es
una oportunidad para |
Suscribirse a alguna de
las revistas que les |
recomendamos en estas
páginas. |
19 |
HORARIO DE MISAS |
A partir del mes de enero
se suprime la misa |
festiva y dominical de las
diez de la mañana |
y se establece la de la
una del mediodía. |
EI HORARIO DE MISAS queda
fijado así: |
DÍAS LABORABLES: 7,45 de
la mañana y 8 de |
la tarde. |
DOMINGOS Y FESTIVOS: 11,
12 y 13 de la ma- |
ñana y 8 de la tarde. |
SÁBADOS Y VÍSPERAS DE
FESTIVOS: 8 de |
la tarde (Misa
anticipada). |
LAUS |
Director. P. Ramón Max,
C.O. - Edita o imprima: Congregación del Oratorio. |
Placeta de S. Felipe Neri,
1 - Apartado 182 - Albacete - D. L AB 102/62 - 14. L. 74. |
20 |
|