Boletín
del Oratorio de Albacete. |
Núm. 120. FEBRERO. Año
1974. |
SUMARIO |
N ARECE que vamos a Dios;
pero Dios ya está aquí: |
sólo falta descubrirlo
desde lo concreto, no para |
reducirlo a este mundo, ni
para suplantar nuestra |
vida, sino para ser
nuestra vida y para proclamar el |
sentido del mundo. Sin
destruir nada, pero transformándolo |
Lodo. No lejos, no luego,
no al lado; sino ahora y desde |
dentro. |
PREDICAR EL EVANGELIO |
COMO LOS DEMÁS |
EL PROCESO DE LA
SECULARIZACIÓN |
¿QUÉ CLASE DE FE TENEMOS? |
AYUDAR A LOS JÓVENES |
INJURIAS |
UNA MISA PARA LOS NIÑOS |
ELOGIOS DE LOS MÉDICOS |
EL DERECHO Y LA PAZ |
1 (21) |
Predicar el Evangelio |
ante las injusticias
evidentes |
LA MISIÓN de predicar el
Evangelio en el tiempo |
presente requiere que nos
empeñemos en la libe- |
ración integral del
hombre, ya desde ahora en su |
existencia terrena (citaba
el Sínodo). Ciertamente, no |
se agota la misión de la
Iglesia en la promoción de la |
justicia aquí en la
tierra, pero esa promoción es uno de |
sus elementos
constitutivos. El Dios de la Biblia es el |
Dios libertador de los
pobres y de los oprimidos ya |
en este mundo. El pacto de
Yahvé con su Pueblo elegido |
tiene romo contenido
básico el ejercicio de la justicia. |
El Mesías prometido y
esperado sigue siendo todavía |
un libertador que hará
justicia a los pobres y a los |
oprimidos. |
La pertenencia o exclusión
del Reino anunciado |
por Jesús se deciden en la
actitud del hombre ante los |
pobres y oprimidos. La
gran novedad está en que Jesús |
hace de esos hombres
despreciados y marginados "sus |
hermanos"; se
solidariza personalmente con todos los |
pobres y desvalidos, con
todos los que padecen hambre |
y la miseria. |
La jerarquía, como tal, no
está llamada a proponer |
autoritariamente
soluciones a los problemas concretos |
de orden temporal, su
tarea principal en este campo |
es proclamar, de palabra y
de obra, el mensaje evan- |
gélico de amor y de
justicia, denunciar las injusticias |
que han sido probadas como
tales, recordar los princi- |
pios y normas éticas que
deben gobernar la implantación |
de un orden social justo;
inspirar, apoyar, orientar a |
los que luchan contra la
injusticia, y también ayudar |
—a la luz de la concepción
cristiana del hombre y |
de la sociedad— a todos
aquellos que tienen res- |
ponsabilidad y competencia
en el campo social, para que |
puedan llegar a soluciones
prácticas de los problemas |
de justicia. |
Existen hoy injusticias
evidentes, frente a las cuales |
la Iglesia jerárquica no
puede permanecer en silencio, |
no puede tomar una postura
neutral. Con frecuencia, |
no intervenir y ser
neutral significa, de hecho, estar de |
parte de la injusticia. |
(Del discurso del padre
Arrupe, en el Congreso de Ex- |
alumnos de los Colegios
jesuitas, celebrado en Valencia) |
2 (22) |
COMO LOS DEMÁS |
COMO los demás hombres y
mujeres de su pueblo, acuden |
al templo María y José,
llevando en brazos al niño Jesús, |
a cumplir lo prescrito
para todos los judíos en la ley de |
Moisés, para la
purificación de María y para presentar al Señor |
y entregar la oblación por
el primogénito. |
Pasamos demasiado deprisa
por la consideración de que este gesto es un acto |
de humildad, porque no
había razón para someterse, precisamente ellos, a tales |
prescripciones legales. No
hace falta excluir la humildad ni la devoción ejemplar por |
la Ley. Pero esto no es lo
principal. |
Si Cristo tenía que
parecerse en todo a sus hermanos, los hombres, porque la |
humanidad entera, con él,
teníamos que formar una familia, ya que los hijos de una |
familia son todos de la
misma carne y sangre, y por esto participó él de nuestra carne |
y nuestra sangre —como
remacha san Pablo (Hebreos, 2, 14-17)—, podemos comprender, |
con más sencillez, porque
Cristo y los que más directamente aparecen asociados 1 su |
misión ya su misterio, se
distinguen lo menos posible de los demás hombres y mujeres |
vecinos y coetáneos.
Estos, como única calificación que podemos recoger atribuida |
a Cristo, es que le
llamaron «el hijo del carpintero», y los discípulos le llamaron |
«Maestro». A pesar de que,
en las últimas horas de la vida no tuvo inconveniente |
de reconocerse verdadero
«Rey» ante el representante del poder temporal que le |
interrogaba, y en confesar
que era, en efecto, «el Hijo de Dios», al Sumo Sacerdote |
que representaba la máxima
autoridad religiosa. Pero éste le condenó por blasfemo, |
y Pilato lo tomó por loco. |
Cristo no se tomó ninguna
molestia en exhibir, ante estos dos poderes, sus creden- |
ciales divinas para que le
trataran como algo más que un hombre cualquiera. Nosotros |
solemos acentuar mucho el
pecado de "deicidio" (?) cometido por las autoridades que |
condenaron a Cristo a
muerte. Pero aparte de que Dios "no puede ser matado", el |
pecado fue que no le
respetaron ni siquiera como a un hombre como los demás. Cristo |
se movió, se comportó, se
sometió humanamente. Como un seglar, como un laico, |
como los demás, sin
privilegios. Los que le trataron mal, le trataron como habrían |
tratado a otro hombre,
como trataban a los otros hombres, como trataban a los demás. |
Este fue su pecado. De lo
contrario no habría sido verdad lo que el mismo había dicho: |
«Lo que hacéis al más
pequeño, al más pobre, a mí me lo hacéis». |
Cristo no quiso aparecer
ni como sacerdote de la antigua Ley. |
Secularismo no es
destrucción o abandono de la fe, de la referencia a Dios. Como |
la naturaleza humana de
Cristo fue, dicen los teólogos, la «causa instrumental» de la |
3 (23) |
liberación de los hombres
—san Pablo dice que «vino a tender la mano a los hombres, |
non los ángeles...»–, no
sometida, como instrumento, a ningún poder humano, sino a |
la sola divinidad, si, el
contemporáneo secularismo cristiano, busca que la Iglesia |
—extensión instrumental de
Cristo— sea depurada de injerencias o estilos que la |
confundan con poderes
mundanos, cualquier que sea el revestimiento que adopten. |
El secularismo cristiano
contemporáneo parte de la meditación sobre el aspecto |
secular de Cristo. El
cristiano debe ser un hombre como los demás y es desde ese |
nivel desde el que ha de
santificarse y santificar el mundo. No olvidando lo humano, |
sino desde lo humano. |
ORACIÓN |
POR |
LO |
ESENCIAL |
Señor… |
dame no demasiada
inteligencia, |
sino la suficiente para
comprender la vida |
y a los hombres que
encuentro. |
Dame no demasiada fuerza, |
sino la suficiente para
trabajar. |
Dame no demasiado trabajo, |
sino el suficiente para
que construyamos tu ciudad. |
Dame no demasiado éxito, |
sino el suficiente para
vivir y para ayudar. |
No me des tampoco el ser
demasiado bondadoso, |
sino el ser bastante
generoso para cumplir mi deber, |
bastante valiente para
comprometerme por lo bueno. |
Señor… |
la mezcla de felicidad y
de penas |
que quieres darme, la dejo
a tu decisión |
con tal que Tú me ayudes a
mantenerme alegre hoy. |
Una cosa, Señor, |
pido sin condición ni
medida: |
dame siempre un amor más
grande, por Ti y por todos, |
en unión con Jesús, tu
Hijo, |
nuestro compañero y Señor, |
por los siglos de los
siglos. Amén. |
4 (24) |
El proceso de |
la secularización |
HAY dos maneras de
considerar el cristianismo: como una cuestión cerra- |
da, completada ya,
inmobilizable, para defenderla a toda costa, porque, |
a la vez, ella nos
defiende; o como algo cuya esencia precisamente diná- |
mica le lleva paso a paso
hacia posibilidades todavía inéditas. En esta segunda |
hipótesis es posible una
consideración del proceso de secularización que con- |
mueve nuestro mundo, que
nos lleve a la visión optimista del futuro, aunque |
el mismo optimismo no nos
pueda evitar los riesgos que acompañan todo aque- |
llo en lo que interviene
el hombre. |
No es necesario
identificar el concepto de "secularización" con el de im- |
piedad o de desprecio por
todo lo sagrado; en cuyo caso nos encontraríamos |
con una nueva ideología
suplantadora de las mismas actitudes que intenta neu- |
tralizar. La palabra
"secularización" hay que entenderla de manera positiva, en |
el sentido de mentalidad y
organización científico-técnica de la sociedad, sin |
necesidad de una
referencia explícita a valoraciones religiosas o —en nuestro |
caso— cristianas. |
La movilidad, la
provisionalidad en que el mismo pueblo hebreo se pre- |
paraba para los tiempos
del reino de Dios", nos dan un fundamento bíblico |
para la justificación del
proceso de secularización de la humanidad, camino de |
Dios. Las prisas, el afán
institucionalizador y, sucesivamente, sacralizador, de |
las cosas provisionales y
humanas, parte de los hombres y es frenado por Dios. |
Bastaría, como ejemplo, la
meditación de lo relatado en el capítulo octavo del |
primer libro de Samuel y,
en el Nuevo Testamento, la conducta de Jesús. La |
sacralización ha conducido
a la idolatría, ha cultivado supersticiones, ha divi- |
nizado los poderes de los
hombres, ha bendecido las violencias colectivas de |
las guerras, ha recargado
de peso institucional lo evangélico, ha prescindido de |
lo sobrenatural, ha
sofocado el Espíritu... Y no lo ha hecho, por lo menos siem- |
pre, de mala fe, sino por
debilidad de la fe, por el deseo de apoyar o defender |
lo bueno y santo con
medios y garantías que no se avenían con el Evangelio. |
En ocasiones, del modo
como san Pedro sacó la espada en el huerto... |
Y diremos que no solamente
por debilidad de la fe, sino por debilidad de |
la misma razón, por falta
de evolución de la inteligencia humana, por carecer |
de un conocimiento más
perfecto del mundo. Las razones que los paganos subs- |
tituían con sus
mitologías, los cristianos a veces hemos pretendido suplirlas con |
ideologizaciones
sacralizantes, sobre todo cuando los poderosos del mundo han |
5 (25) |
podido invadir el campo de
la Iglesia e intervenir proporcionándole modelos |
de organización y
controlándola. No hay posibilidad de oposición entre un |
César justo y la santidad
de Dios: pero no es buen camino, para evitar toda po- |
sible rivalidad,
establecer la amalgama de una confusión, luego siempre difícil |
y dolorosa de
desenmalgamar. No existe contradicción entre ciencia y fe, pero |
resulta igualmente absurdo
el apriorismo ateo o la negación de la trascendencia, |
como el oscurantismo
dogmatizador que se atreve a negar la autonomía y la |
prioridad humana de la
inteligencia y la libertad. |
Los errores de los hombres
y el apasionamiento interesado de los egoísmos |
—es decir, el pecado"
del mundo— hace difícil una actitud de constante aper- |
tura y conversión de
espíritu para que, a la vez que se auxilia de los progresos |
de la mente humana, sin
necesidad de referencias sobrenaturales que ahorren |
el trabajo de la
investigación y el esfuerzo del pensamiento, vaya adelantando |
en la interpretación de la
vida y del mundo que camina hacia Dios. |
Copérnico, Newton,
Laplace. Darwin, Pasteur... Einstein, han cambiado el |
concepto de la
organización física del mundo, desde su esfuerzo inteligente, |
desde su libertad y su
razón, sin necesidad de despreciar a Dios. Cabalmente, |
esas fuerzas con que han
trabajado, el tesón de que han dado prueba en sus |
investigaciones, lo habían
recibido de Dios. No es necesario negar a Dios para |
usar noblemente las
fuerzas de la razón y administrar respetuosamente la |
naturaleza. Tampoco es
honesto recurrir, a sabiendas y abusivamente, a Dios, |
para que, libres del
esfuerzo, premie nuestras perezas, con su atribución y |
sus milagros. |
No es lícito —y
generalmente resulta injusto— condenar el pasado histórico, |
cuando sabemos que carecía
de datos que ahora están a nuestra disposición. |
Igualmente sería una
injusticia negar la realidad de los progresos actuales y |
cerrarnos a mayores
adelantos, para continuar interpretando, desde lo esencial |
de la fe, el inundo en que
nos movemos y el sentido de su camino. |
El Cristianismo no es una
oposición con lo secular; menos una confusión |
con lo que domina el
mundo; tampoco puede realizarse huyendo de este mun- |
do... Ni oposición, ni
confusión, ni evasión; sino «levadura en el mundo», |
verdad de Dios para la
vida de los hombres. |
También ahora, desde aquí,
en este momento histórico marcado por un |
profundo cambio social que
coincide con la corriente secularizadora, propia de |
la era técnica en que
vivimos. |
No sirve de gran cosa
entretenerse en investigar sobre las faltas |
de los demás, porque es
buena señal de tener poca vergüenza |
preferir el papel de
critico que censura al de poeta que crea. |
COPÉRNICO |
6 (26) |
¿Qué clase |
de fe |
tenemos? |
CON MUCHA frecuencia, y
como consecuencia de la vaguedad en que |
permanecen relegados los
contenidos implícitos de lo que llamamos |
nuestra fe, se puede
comprobar un gran desconocimiento de lo que es el |
cristianismo, no solamente
entre personas que, por sus limitaciones culturales |
han tenido menos ocasión
de profundizar en las formulaciones de sus convic- |
ciones, sino incluso en
personas cultas, entre las que suelen darse desniveles |
sorprendentes entre lo que
han reflexionado sobre el contenido de lo que |
aceptan como creencia suya
y lo que su nivel cultural requeriría. |
Gran parte de las críticas
que se dirigen a la Iglesia no pueden ser eficaces |
por proceder, aunque de
posible buena fe, de niveles sorprendentemente des- |
conocedores de lo que es
más esencial al cristianismo; por lo cual las críticas |
se reducen a repeticiones
moduladas de tópicos inútilmente resucitados. Una |
sana crítica también le es
útil y necesaria a la Iglesia, si procede de reflexiones |
serias, informadas, y si
se establece al nivel objetivo de la autenticidad, de la |
búsqueda honesta de la
verdad. Diversas veces el papa ha hecho referencia a |
esta clase de crítica
lúcida, y no como el lenitivo de una tolerancia del desaho- |
go para calmar
impaciencias, sino como elemento que ayuda positivamente al |
acercamiento de esa
sinceridad que la Iglesia persigue, caminando por el mis- |
mo camino y pisando el
mismo polvo que los hombres, y ni siquiera para hon- |
rarse o defenderse a sí
misma, sino para poder mejor transmitir su mensaje |
sobrenatural y universal a
la humanidad. |
No queremos referirnos a
las críticas de mala fe apoyada en la ignorancia |
vencible e interesada; a
las críticas farisaicas, con énfasis de fingido escándalo |
que denuncia aspectos
accesorios y poco importantes, o que incluso tiende a |
interpretar como malos los
detalles que, todo bien considerado, son más bien |
señales de espíritu
renovador y sincero de fidelidad evangélica. Son los profe- |
sionales de la denuncia,
los propagandistas del miedo, los disciplinaritas sin |
fe, los cristianos sin
caridad, los utilizadores del nombre de Dios en vano... |
Queremos, sí, referirnos a
las críticas y a los comportamientos procedentes de |
la ligereza y de la
ignorancia; a los juicios sin conocimiento, a los razona- |
mientos ambiguos de tantos
que, sin ni siquiera definirse de si están o no den- |
tro de la Iglesia, de si
aceptan o no el contenido de la fe que ella les propone, |
7 (27) |
se refieren a
contradicciones cristianas sin caer en la cuenta de la continua |
ambigüedad, en el mejor de
los casos, en que ellos inconscientemente se deba- |
ten... porque, en
realidad, ocurre que se critican a sí mismos. |
Es uno de los resultados,
a largo plazo, de un cristianismo de tipo socioló- |
gico que no ha sabido o
podido superar, en su círculo, la pervivencia de los |
restos de la mentalidad de
cristiandad. Por eso nos encontramos con cristianos |
que han recibido, o les
han inscrito o se han adscrito, a una fe heredada y no |
por conversión espiritual.
El cristianismo comienza siempre por una verdadera |
conversión, y se sigue y
prospera en la medida en que esa actitud de conversión |
permanece abierta, desde
la vida y cara a Dios. |
La herencia de unas ideas,
aunque sean religiosas, puede lograr muy poco |
más por encima de
convertirse en factor cultural. Todo lo más, y sin mala: |
intenciones, puede llevar
a confundir fácilmente lo espiritual con el sentimen- |
talismo. Algunas veces
puede dar lugar a derivaciones éticas tranquilizadoras |
en lo íntimo,
conformadoras en lo social. Lo social —el "parecer"— adquiere |
mucha importancia, cuando
lo religioso es valorado como decoro y hasta patente |
de honestidad. Más allá de
este reconocimiento asegurador y confortante, la fe |
se deforma hasta
categorías de ideología enajenadora y colabora con el espíritu |
del inundo, en vez de
transformar a los hombres y las estructuras en que se |
mueven para la preparación
del «Reino de Dios». Este queda bloqueado. |
Tales reducciones,
deformaciones y errores pertenecen a los hombres. Es |
de admirar la acción de la
Providencia que, a pesar de la proclividad humana |
hacia estas confusiones,
ha mantenido la integridad del Evangelio en las manos |
de la Iglesia, hasta
nosotros, a pesar de que estas manos han sido las nuestras; |
es decir, las de todos los
bautizados, convertidos o no convertidos... |
Por esto, los mismos
hombres, en la medida en que precisamente ellos re- |
capaciten y se esfuercen
en purificar su fe, en ilustrarse con el contenido y el |
sentido espiritual y
universal, a todos los niveles, del Evangelio, conseguirán |
elevar a convicción lo que
no puede ser imaginación o prevalencia sentimental, |
para que, como levadura en
la masa, no se impida la proyección y el influjo de |
la integridad salvadora de
la Redención cristiana auténtica. |
La verdadera alternativa a
una religión opio del pue- |
blo no es un ateísmo
positivista, porque el positivismo |
no es solamente un mundo
sin Dios, sino también un |
mundo sin el hombre. La
verdadera alternativa es una |
fe militante y creadora
para la cual lo real no es sólo |
lo dado. sino todo lo
posible acerca de un porvenir |
que aparece siempre como
imposible a quien no tiene |
el poder de la esperanza. |
Roger Garaudy |
8 (28) |
jóvenes: |
Ayudar a los jóvenes |
NOS sorprendemos, algunas
ve- |
ces, de las tremendas
exigen- |
cias con que los jóvenes
se |
plantan frente a los
mayores y, al |
mismo tiempo, de cómo, los
mismos |
jóvenes. Sin tardar mucho,
se sienten |
inseguros, hasta reclamar
la ayuda de |
los adultos. Radicalismo e
inseguridad |
se alternan, con
frecuencia, en la acti- |
tud juvenil. No faltan
aquellos que |
fundamentan esta
oscilación como |
característica de nuestra
época. |
Posiblemente no hace falta
suponer |
tanto. Nuestra época se
significa, es ver- |
dad, por la proclamación
de lo juvenil: |
el alargamiento de la vida
media del |
hombre, la extensión de la
promoción |
cultural, la masificación
relacional del |
hombre, han contribuido
poderosamen- |
te a derribar fronteras y
clasificaciones |
y ha dilatado el espacio
de este parénte- |
sis para la agilidad y el
descubrimiento, |
para la sorpresa y el
ansia de vivir, |
como si alargara la
adolescencia falta de |
espacio para asimilar la
multiplicación |
de perspectivas que
preparan a la vida. |
Todo ello, sin duda, ha
contribuido, |
por una parte a un empuje
más fuerte |
hacia adelante para
conquistar la auto- |
nomía de vivir, pero, al
mismo tiempo, |
sin haber podido lograr,
con el debido |
equilibrio, el proceso de
asimilación |
que convierte en serenidad
la posesión |
de la apetecida autonomía. |
La juventud no es la
madurez y la |
independencia, sino el
despegue hacia |
esas dos cualidades
humanas, intuidas, |
deseadas, buscadas, casi
estrenadas, |
pero todavía no acabadas
de alcanzar. |
La madurez es la capacidad
de autono- |
mía humana: capacidad no
de prestado, |
sino construida noblemente
y perso- |
nalmente". La
capacidad de autonomía |
no puede ser rompimiento
por envidia |
de no tener, ni desprecio
cristalizado |
en la mezquindad, ni
ingratitud esclava |
del propio complejo; sino
culminación |
normal de un paciente
esfuerzo gozoso |
y perseverante. La
autonomía surge |
de la creatividad, lo
mismo que esta |
precisa de la iniciativa. |
Los valores psicológicos
de la madu- |
rez, del hombre adulto,
son pues la |
autonomía personal creada
y creativa, |
con la iniciativa lúcida,
imaginativa y |
rica. Está claro que no
podemos exigir |
al joven el equilibrio de
estos tres im- |
portantes rasgos. Vemos
que él quiere |
"ser diferente de los
demás", aunque no |
lo especifique: pero en
ello se descubre |
su capacidad de
afirmación. Vemos que |
quiere participar en la
totalidad de la |
realidad humana: Dios le
ha hecho |
sociable y esta apertura,
alternando |
entre riesgos y timideces,
le prepara a |
la integración con los
demás hombres |
para construir el orden de
la providen- |
cia, comunitario y
múltiple. La presen- |
cia de los mayores, junto
a él, que, a |
pesar de todo, espera sin
pedir —o |
espera...
"criticando"— le librará de |
los miedos propios al
disponerse a |
seguir adelante, hacia la
madurez. |
Nuestra época no cambia el
modo de |
ser de los jóvenes, ni sus
problemas: |
los acelera y multiplica.
Ayudar a |
resolverlos,
comprenderlos, es multi- |
plicar la calidad del
hombre futuro. 3 |
9 (29) |
INJURIAS |
EL CONCILIO recuerda que |
«como Cristo realizó la |
obra de la redención en
pobreza |
y persecución, de igual
modo la |
Iglesia está destinada a
recorrer |
el mismo camino a fin de
comu- |
nicar los frutos de la
salvación a |
los hombres»; por ello,
cuando en |
la Iglesia —Obispos,
sacerdotes, |
religiosos y militantes—
cons- |
cientemente se han
comprome- |
tido a la tarea de
anunciar el |
Evangelio con el
testimonio de |
sus vidas y de su palabra,
saben |
bien que no les han de
faltar en |
su tarea hondas amarguras
y |
constantes
incomprensiones. |
«No es el siervo mejor que
su |
señor —nos dijo Cristo—;
si me |
persiguieron a mí, también
os |
perseguirán a vosotros»
(Jn., 15, |
20). |
SIN EMBARGO, nuestra
seguridad en |
estas convicciones no
puede eliminar el |
legítimo dolor cuando
vemos injustamen- |
te injuriados a nuestros
hermanos, y la |
humildad y paciente
resignación de los |
ofendidos no nos eximen de
nuestros |
deberes de necesaria
solidaridad, debida |
reparación y justa defensa
pública. Por- |
que desde hace meses —como
es bien |
sabido—, con períodos de
mayor o menor |
insistencia, se han
producido manifesta- |
ciones graves y públicas
de reprobable |
hostilidad contra la
Iglesia y contra los |
obispos, pastores y padres
del pueblo de |
Dios, hacia los cuales
hemos de tener no |
sólo sentimientos de
respeto y venera- |
ción, sino verdadera
piedad filial. |
LAS VOCES denigratorias no
han |
respetado ni la persona ni
el honor del |
Cardenal presidente de la
Conferencia |
Episcopal Española, en
quien, sin duda, |
han visto
significativamente representado |
al Episcopado y toda la
línea de renova- |
ción posconciliar de la
Iglesia española. |
Han sido, evidentemente,
voces minorita- |
rias, en cierto modo
aisladas y, tal vez, |
fruto directo del
nerviosismo y apasiona- |
miento del momento.
Manifestaciones |
que han lesionado tanto el
prestigio de |
un venerable prelado, como
el inviolable |
derecho a la fama y al
respeto debido a |
toda persona humana,
inexplicablemente |
toleradas. El hecho de que
afloren estos |
sentimientos tan
fácilmente muestra la |
existencia en las
conciencias de un mal, |
por desgracia, más hondo y
mucho más |
grave. |
10 (30) |
¿DONDE se encuentra este
mal? Mu- |
chos creerán descubrir el
problema en |
las dificultades de
asimilar y poner en |
práctica el Concilio
Vaticano II. Y es |
verdad que las reformas y
el espíritu |
conciliares todavía no han
sido compren- |
didos, ni aceptados por
algunos sectores, |
sin que en ello dejen de
tener parte de |
culpa las exageraciones y
las interpre- |
taciones unilaterales de
otras posturas |
posconciliares. No
obstante, estas defor- |
maciones, que el
magisterio de la Iglesia |
ha deplorado abiertamente,
a ningún |
católico le eximen del
deber de fidelidad |
al Concilio, ni de la
obligación de esfor- |
zarse por vivirlo
plenamente y de no |
poner obstáculos a su
realización concre- |
ta, superando con caridad
y firmeza las |
desviaciones, pero
colaborando positiva- |
mente a la necesaria y
urgente renovación. |
A los obispos, unánimes y
concordes con |
el Papa, les corresponde
guiar y promo- |
ver esta renovación,
nacida del impulso |
fecundo del Espíritu
Santo, que —como |
ha dicho recientemente
Pablo VI— «ha |
venido a despertar en la
Iglesia energías |
adormecidas y a suscitar
carismas dur- |
mientes». |
PERO, de toda la dinámica
posconciliar, |
lo que parece provocar
mayores incom- |
prensiones y rechazos es
la dimensión |
social de la acción
pastoral de la Iglesia; |
su decidido compromiso en
favor de la |
justicia, de los derechos
de la persona |
humana y de la promoción
integral del |
hombre. Dicha dimensión
social no es |
una invención del Vaticano
II, que en |
este punto ha reafirmado
la permanente |
doctrina de la Iglesia,
desarrollándola y |
aplicándola según las
necesidades de |
nuestro tiempo, dado que
la dimensión |
social del cristianismo es
inherente al |
anuncio del Evangelio. |
EN ESTE sentido, los
pastores de la |
Iglesia siempre han tenido
que elevar su |
voz contra la injusticia,
las situaciones de |
opresión y violencia y los
pecados indivi- |
duales y colectivos. Esta
aportación suya |
de incalculable valor para
el mejoramien- |
to y transformación de la
convivencia |
ciudadana no es siempre,
ni por todos, |
comprendida y aceptada.
Más aún, secto- |
res política o
religiosamente radicalizados, |
cuando el magisterio moral
de la Iglesia |
toca cuestiones sociales
que afectan sus |
intereses y sus
situaciones, recelan de |
está obligada intervención
pastoral, la |
califican injustamente de
injerencia polí- |
tica y la atacan como si
fuese una extra- |
limitación clerical. |
NO SON nuevas, sin
embargo, estas |
posturas, ni han nacido
principalmente |
con ocasión del Concilio,
como pudiera |
parecer. Hace casi un
siglo que comenza- |
ron y las de hoy son
herederas de viejas |
«No es el siervo mejor que
su señor —nos dijo Cristo—, si me persiguieron a mí, también a vosotros os perseguirán». |
(Juan, 15, 20) |
11 (31) |
actitudes anticlericales
que esgrimie- |
ron similares argumentos
contra las |
enseñanzas de la Rerum
novarum |
y la figura venerable de
León XIII. |
Entonces —recuerda Pío XI
en la |
«Quadragesimo anno»—, no
faltaron |
quienes mostraron cierta
inquietud; |
de lo que resultó que una
tan noble y |
tan elevada doctrina como
la de León |
XIII fuera considerada
sospechosa |
para algunos, incluso
católicos, y otros |
la vieron hasta
peligrosa... los tardos |
de corazón tuvieron a
menos aceptar |
esta nueva filosofía
social y los cortos |
de espíritu temieron
remontarse a tales |
alturas. Las injurias, por
esta causa, |
contra aquel insigne
pontífice fueron |
también numerosas y
públicas. |
EL FENÓMENO de
incomprensión |
y recelo perdura. Pío XII
lo analizó |
certeramente con estas
palabras: «So |
pretexto de defender a la
Iglesia contra |
el riesgo de haberse
extraviado en la |
esfera de "lo
temporal", una consigna, |
lanzada ya hace decenas de
años, |
continúa ganando terreno
en el mundo: |
el retorno a lo puramente
"espiritual". |
Y, con ello, se entiende
el confinarla |
estrictamente al terreno
de la enseñan- |
za exclusivamente
dogmática, a la |
ofrenda del santo
sacrificio, a la ad- |
ministración de los
sacramentos, al |
prohibirle toda
intervención, incluso |
todo derecho de
observación, en el |
terreno de la vida
pública, toda inter- |
vención en el orden civil
o social. ¡Co- |
mo si el dogma nada
tuviera que ver |
en todos los campos de la
vida humana; |
como si los misterios de
la fe con sus |
riquezas sobrenaturales
debieran abs- |
tenerse de mantener y
tonificar la vida |
de los individuos y, por
lógica conse- |
cuencia, de armonizar la
vida pública |
con la ley de Dios y de
impregnarla |
con el espíritu de Cristo!
Esta vivisec- |
ción es totalmente
anticatólica». |
POR TANTO, las
manifestaciones de |
recelo y las injurias, que
han afectado |
a nuestros prelados,
expresan algo |
más que un apasionamiento
personal, |
están señalando
desgraciadamente la |
falta de conocimiento,
inconsciente o |
voluntario, que algunos
católicos tie- |
nen de la misión de la
Iglesia, en toda |
su plenitud y
autenticidad. Ello exige |
a la Iglesia y a sus
pastores intensificar |
los medios de una más
perfecta edu- |
cación en la fe de todos
sus hijos y a |
nosotros un serio y
progresivo com- |
promiso de formación. Sin
olvidar |
jamás que la Iglesia va
peregrinando |
entre las persecuciones
del mundo y |
los consuelos de Dios,
anunciando la |
cruz del Señor hasta que
venga. Está |
fortalecida, con la virtud
del Señor |
resucitado, para triunfar
con paciencia |
y caridad de sus
aflicciones y dificulta- |
des, tanto internas como
externas, y |
revelar al mundo fielmente
su misterio, |
aunque sea entre
penumbras, hasta que |
se manifieste en todo su
esplendor al |
final de los tiempos. |
Editorial de ECCLESIA, |
(12.1.1974 ) |
Muchos invocan
revoluciones para |
cambiar el mundo; pero
pocos se |
atreven a poner su
colaboración. |
Sólo el que acepta sufrir
para |
salvar a sus hermanos en
peligro |
conseguirá hacer algo que
pueda |
cambiar el mundo. |
Cardenal LÉGER |
12 (32) |
liturgia: |
UNA MISA |
PARA LOS NIÑOS |
PARA referirnos con la
debida propiedad a la santa Misa, no podemos |
hacerlo sin precisar que
esta celebración litúrgica de la Iglesia católica |
es un acto en el cual, por
encargo de Cristo, se realiza la confección —no |
encontramos traducción más
exacta que exprese el concepto técnico de los |
teólogos— del sacramento
de la Eucaristía, en renovación y aplicación de la |
misma ofrenda de Cristo
—Cena y Calvario— para ser participada por los fieles. |
En ella lo ritual no está
ordenado a presentar un espectáculo —es decir, a que |
los fieles "vean lo
que la Iglesia hace"—, sino, esencialmente, a disponer a |
la verdadera y personal
participación, por medio de la lectura y aceptación |
(comprensión) de la
Palabra y por medio de la recepción (comunión) del Sacra- |
mento. |
Este sacramento de la
Eucaristía tiene, como cada uno de los sacramentos, |
su propio
"sujeto", que ha de ser capaz de "comprender" y capaz de
"recibir" |
el don sagrado que
contiene. No puede haber sujeto de la Eucaristía sin la |
debida capacidad en la
inteligencia para una actitud atenta y consciente de |
verdadera
"participación", ni el mínimo de dignidad sin la rectitud de
intención |
con el deseo de acercarse
a Dios en estado de gracia. Todo lo cual se recuerda |
en los formularios
catequísticos de siempre. Los más curiosos pueden encontrar |
en las leyes positivas de
la Iglesia (cánones nn. 12 y 854, párrafos 1 y 5) una |
prueba más de este celo
encargado de velar por la dignidad de los que participan |
en el sacramento
eucarístico. |
"Cumplo" y
"miento |
El hecho de que muchas
personas tomen la celebración de la santa Misa |
por un acto social, por un
espectáculo piadoso, o por una costumbre ritual, sin |
relación personal con la
debida participación en la Eucaristía, constituye una |
deformación, en muchas
partes generalizada, que ha dado lugar a las misas ya |
de tiempo llamadas de
"cumplimiento" —de "cumplo" y "miento", como
pre- |
cisaba el cardenal
Tabera—. Ir a Misa, para muchos, es un signo externo de |
cristianismo —a veces el
único...—, o un modo de "defenderse" del pecado de |
no santificar la fiesta, y
tampoco faltan padres inconscientes que imaginan que |
educan cristianamente a
sus hijos porque les acostumbran a asistir, aburrién- |
dose, a actos de culto que
les resultan incomprensibles. En la adolescencia de |
13 (33) |
liberarán de lo que tan
absurdamente se les hace soportar; a no ser que, al |
llegar a la conciencia,
conversión a tiempo les vuelva indulgentes con sus |
pub.es padres que no
supieron educarles... O que emperezados de alma les |
quede, de cristianismo,
esa versión de "costumbre" o de matiz social, para seguir |
*cumpliendo" y, más o
menos, mintiendo, y nada más. |
«Dejad que los niños se
acerquen a mí» |
Para los que, en su
ignorancia, toman la Misa y la simple asistencia pasiva |
y hasta inconsciente, como
manifestación válida y suficiente de cristianismo, no |
puede extrañarnos que,
para llevar los niños a Cristo los lleven... a Misa, |
aunque —como ellos mismos—
tampoco la entiendan. |
Los niños han de ser
llevados a Cristo, pero preparados para ello. Y, una |
vez conseguida esta
preparación, todavía es conveniente ver cómo prácticamente |
se les introduce en la
participación de la santa Misa. |
Con esta preocupación la
Sagrada Congregación para el Culto Divino ha |
publicado un Directorio
compuesto con la colaboración de especialistas en |
psicología infantil y
expertos en la organización de celebraciones para niños |
ya despiertos de
conciencia pero todavía en edad preadolescente. Oraciones, |
cánticos, gestos,
plasticidad ambiental, oportunidad de tiempo, manera de |
participación y otros
aspectos son considerados con atención. |
Aun cuando son «los padres
los que se habían obligado a adecuar religio- |
samente a sus hijos,
cuando pidieron para ellos el bautismo», la Iglesia les |
quiere ayudar. |
El Documento reconoce que,
a pesar de la facilidad que representa la |
liturgia en lengua
vernácula, «no se han eliminado todas las dificultades que |
impiden a los niños la
plena comprensión de la liturgia» y aunque, como |
tendencia, los niños
disfrutan cuando imitan en su comportamiento, a los |
adultos, una aplicación
indiscriminada de este principio «comportaría el peli- |
gro de hacer experimentar
a los niños, durante años, unas realidades no bien |
comprendidas por ellos». |
Otro principio es: «que la
celebración eucarística, con los niños no se |
considera como un punto de
partida para su educación religiosa, sino como la |
meta a la que se ha de
llegar». |
Es de esperar que, al
aliento de las directrices de la Santa Sede, la pastoral |
eucarística de los
preadolescentes ocupe, en adelante, una atención todavía |
mayor en todas partes. |
Por descontado que el
Documento de referencia nada tiene que ver con |
esos padres cómodos que
llevan niños a Misa como si los llevaran a paseo y que, |
en su ignorancia, creen
que las palabras de Cristo — «Dejad que los niños se |
acerquen a mí»— fueron
pronunciadas en la última Cena, o en el Calvario. E |
14 (34) |
elogios: |
De los médicos |
LA PROFESIONALIDAD, o el |
profesionalismo, si se
prefiere, |
puede desvirtuar, en
apariencia, |
los aspectos humanos de
las activida- |
des que especifica. La
tecnificación |
es deshumanizadora, se ha
dicho. Y |
puede ser cierto si se
piensa que tiende |
a convertirlo todo en
datos, funciones, |
problemas y soluciones
mecanizadas, |
cuantificables. En cuyo
caso los valo- |
res, la calidad moral, son
posteriores |
a los resultados que se
buscan inme- |
diatamente o con
independencia de su |
calidad humana. Pero
entonces hay |
que olvidar que, el buen
profesional, |
es un técnico
superhumanizado, un |
especialista que ha de
aplicar —que ha |
de saber" aplicar—
sus conocimientos, |
su ciencia, para servir a
los demás. |
No tengamos escrúpulo en
admitir |
la distinción que Lutero
hacía entre |
"vocación" y
"profesión" al referirse a |
la actividad de los
hombres: ésta tenía |
una exigencia y proyección
inmediata- |
mente social, hacia los
hombres; aqué- |
lla era esencialmente
espiritual y una |
respuesta a Dios, que es
el que llama. |
Servir a los demás —no
"servirse de |
los demás"— resulta
imposible si, a la |
capacidad técnica
requerida, no se le |
añade el entusiasmo, la
generosidad, |
la iniciativa, la
imaginación y hasta el |
arte por todo buen hacer
humano. Un |
buen hacer y gusto
espiritual no ya |
como elegancia, sino como
dedicación: |
la elegancia muchas veces
es mirarse, |
la dedicación siempre es
entregarse. |
Cuando este buen espíritu
falta, aunque |
el saber exista, se reduce
a mercancía |
comerciable, y lo que
debería ser servi- |
cio no pasa de miserable
explotación. |
Hay profesiones, sin
embargo, que |
por su especial y más
evidente carácter |
humanitario, ofrecen a los
que las |
ejercen mayores ocasiones
para la |
nobleza y fidelidad
profesional. No |
vamos a citarlas, pero sí
nombrar la |
de los médicos al
detenernos en una |
noticia que acaba de
recorrer el mundo |
entero por los rincones de
las páginas |
de los periódicos de estos
días. |
Se trata de un médico
argentino |
que, mientras volaba a dos
mil metros |
de altura, acompañando en
el avión a |
un enfermo que había sido
sometido a |
una traqueotomía y era
conducido a |
un hospital especializado,
del modo |
más rápido, para un
tratamiento a vida |
o muerte, comprobó a mitad
de camino |
que se había agotado el
oxígeno que |
se administraba al
enfermo. Rápido, |
sin dudarlo, el médico le
practicó la |
respiración boca a tráquea
hasta que, |
después de enorme fatiga,
el avión |
aterrizo en el aeródromo
de La Plata. |
Allí una ambulancia,
perfectamente |
equipada, recogió al
enfermo, que fue |
conducido al Instituto del
Tórax de la |
ciudad donde, con todos
los medios |
convencionales, se logró
la recupera- |
ción del enfermo. |
Ciertamente admirable la
pericia, |
la imaginación y, en fin,
el comporta- |
miento ético de este
médico ejemplar. |
Pero, no hace tanto, en
una de nuestras |
playas cercanas, cuando
yacía sobre la |
15 (35) |
arena, amoratado y tenido
por ahogado, |
el cuerpo de un niño
rodeado de miro- |
nes inactivos, como
testigos inútiles |
de la fatalidad, un hombre
en traje |
de baño se abrió paso, se
echó sobre |
el niño ahogado —como el
profeta |
bíblico— le aplicó la
respiración boca |
a boca y logró reanimarle.
El bañista |
era un médico. |
Curiosamente, nadie le dio
las gra- |
cias ni, perdidos en el
gozo de verle |
renacer, los mismos padres
del niño |
"resucitado".
Cuando más tarde alguien |
le alabó la acción, el
médico respondió |
con sinceridad y
sencillez: «¡Oh, esto |
lo habría hecho del mismo
modo cual- |
quiera que lo hubiese
sabido hacer y |
se encontrara con un caso
parecido, |
sobre todo si era médico!» |
Nos admiró profundamente:
por su |
gesto noble, eficaz y
oportuno, recom- |
pensado por una alegría
intima sin |
precio y sin vanidad. Nos
admiró por |
sus palabras sobrias y
verdaderas, y |
porque, pensándolo bien,
como buen |
profesional, llevaba toda
la razón. |
«La Iglesia no puede ser
el instrumento |
de aquellos que extienden
el temor al comunismo |
para conservar sus
privilegios». |
A últimos del pasado mes
de enero se ha celebrado, en Río de Janeiro, |
el congreso de la
Confederación Anticomunista Latinoamericana, |
en el que fue designada
una comisión especial para el estudio de la |
pretendida infiltración
comunista en la Iglesia, considerada, por algu- |
nos, como «uno de los
mayores problemas actuales de América Latina». |
El cardenal Araujo Sales,
arzobispo de Río Janeiro, salió al paso de |
las afirmaciones del
congreso: |
«Sólo abogar por el
reforzamiento de los sindicatos, por la libertad |
o el cambio de las
estructuras sociales injustas, o por el respeto |
a los seres humanos y el
desarrollo de la comunidad, es motivo su- |
ficiente para que uno sea
acusado de someterse a los comunistas». |
«No podemos ser el
instrumento de aquellos que extienden el |
temor de la amenaza
comunista y su oposición radical a la Iglesia |
como medio de conservar
sus privilegios injustos y desiguales». |
Y pidió a los cristianos
que permanecieran firmes en su doctrina aun |
cuando «fueran acusados
injustamente de comunistas». |
El diario «The New York
Times» concede especial importancia a las |
palabras del cardenal
Araujo Sales, precisamente porque es bien |
conocido por su actitud
moderada. |
16 (36) |
EL DERECHO Y LA PAZ |
La Declaración Universal
de los Derechos |
del Hombre necesita de
aplicación concreta |
Con motivo del XXV
aniversario de la Declaración Universal |
de los Derechos del
Hombre, Pablo VI hizo llegar al presidente de la |
XXVIII Asamblea General de
las Naciones Unidas, excelentísimo |
señor don Leopoldo
Benítez, los párrafos de este mensaje: |
EGÚN afirmamos en otra
circunstancia, la Declaración de los Derechos del |
Hombre «sigue siendo ante
nuestros ojos uno de los más hermosos títulos |
de gloria» de vuestra
Organización, especialmente cuando se piensa en la |
importancia que se le
atribuye como camino cierto de paz. En realidad, la paz y |
el derecho son dos bienes
en relación directa y recíproca de causa y efecto: no |
puede existir paz
verdadera donde no hay respeto, defensa y promoción de |
los derechos del hombre.
Si una tal promoción de los derechos de la persona |
conduce a la paz, al mismo
tiempo la paz favorece su realización. |
Nos no podemos, permanecer
indiferente ante la urgencia de construir una |
comunidad de vida humana,
que garantice en todas partes al individuo, a los gru- |
pos y particularmente a
las minorías el derecho a la vida, a la dignidad personal |
y social, al desarrollo en
un ambiente protegido y mejorado, y a la distribución |
equitativa de las riquezas
de la naturaleza y de los frutos de la civilización. |
La Iglesia, interesada en
la promoción de los derechos |
«La Iglesia, preocupada,
en primer lugar, por los derechos de Dios —dijimos |
el año pasado al
secretario general, Mr. Kurt Waldheim— jamás podrá desinte- |
resarse de los derechos
del hombre, creado a imagen y semejanza de su Creador, |
ella se siente herida
cuando los derechos del hombre, cualquiera que sea y |
dondequiera que esté, son
despreciados y violados». |
Por esta causa, la Santa
Sede da su pleno apoyo moral al ideal común |
contenido en la
Declaración Universal, como igualmente a la profundización |
progresiva de los Derechos
del Hombre que allí se expresan. |
La Declaración y la
comunidad de los pueblos |
Los derechos del hombre
están fundados sobre la dignidad reconocida de |
todos los seres humanos,
sobre su igualdad y su fraternidad. El deber de |
respetar estos derechos es
un deber de carácter universal. La promoción de |
17 (37) |
estos derechos es un
factor de paz; su violación es una causa de tensiones y |
agitaciones, incluso a
nivel internacional. |
Si los Estados tienen
interés por cooperar en los campos de la economía, |
de la ciencia, de la
tecnología de la ecología, deben tenerlo todavía más en |
colaborar —la Carta de la
Organización de las Naciones Unidas los invita a |
ello expresamente— para
proteger y promover los derechos del hombre. |
Se objeta a veces que esta
colaboración de todos los Estados para promover |
los derechos del hombre
constituye una injerencia en los asuntos internos. Pero |
¿no es verdad que el medio
más seguro para un Estado de evitar injerencias del |
exterior es precisamente
reconocer y asegurar, por su parte, sobre los territorios |
de su jurisdicción el
respeto a los derechos y a las libertades fundamentales? |
Sin querer entrar en el
detalle de cada una de las fórmulas de la célebre |
Declaración, pero
considerando la altura de su inspiración y la totalidad de su |
redacción. Nos podemos
decir que dicho documento sigue siendo la expresión |
de una conciencia más
madura y concreta de los derechos de la persona humana, |
y continúa representando
el fundamento seguro del reconocimiento, para todo |
hombre, de un derecho de
ciudadanía honorable en la comunidad de los pueblos. |
Necesidad de colaboración
por parte de todos |
Pero sería verdaderamente
deplorable para la humanidad que una procla- |
mación tan solemne se
redujese a un vano reconocimiento de valores o a un |
principio doctrinal
abstracto, sin recibir una aplicación concreta y cada vez |
más coherente en el mundo
contemporáneo, como usted lo puso justamente de |
relieve al asumir la
presidencia de la Asamblea. |
Sabemos perfectamente que,
en lo que concierne a los poderes públicos, la |
aplicación no se realiza
sin dificultades; pero es necesario, al mismo tiempo, |
poner en marcha todos los
resortes para garantizar el respeto y la promoción |
de estos derechos, por
parte de los que tienen el poder y el deber de hacerlo, |
y, simultáneamente, para
desarrollar cada vez más, en los pueblos, la conciencia |
de los derechos y de las
libertades fundamentales del hombre. Es necesario |
recurrir a la colaboración
de todos a fin de que estos principios se respeten por |
todos, en todas partes y
para todos. ¿Es verdaderamente posible, sin grave |
peligro para la paz y la
armonía de los pueblos, permanecer insensible frente |
a tantas violaciones
graves y con frecuencia sistemáticas de los derechos del |
hombre, tan claramente
proclamados en la Declaración como universales, |
inviolables e
inalienables? |
Preocupaciones |
Nos no podemos ocultar
nuestras graves preocupaciones ante la persistencia |
o la agravación de
situaciones que deploramos en gran medida, tales como, por |
ejemplo, la discriminación
racial o étnica, los obstáculos para la autodetermina- |
ción de los pueblos, las
violaciones repetidas del sagrado derecho de la libertad |
religiosa bajo sus
diversos aspectos y la ausencia de un acuerdo internacional |
18 (38) |
que la apoye y matice sus
consecuencias, la represión de la libertad de expre- |
sar las opiniones sanas,
los tratamientos inhumanos con los prisioneros, la |
eliminación violenta y
sistemática de los adversarios políticos, las demás formas |
de violencia, y los
atentados contra la vida humana, particularmente en el seno |
materno. A todas las
víctimas silenciosas de la injusticia, Nos prestamos nuestra |
voz para protestar y
suplicar. No basta, sin embargo, con denunciar, por otra |
parte frecuentemente
demasiado tarde y de forma ineficaz; es necesario también |
analizar las causas
profundas de las situaciones y comprometerse decididamente |
a enfrentarse con ellas y
resolverlas correctamente. |
Signos de esperanza |
Es alentador, sin embargo,
observar hasta qué punto los hombres de nues- |
tro tiempo se muestran
sensibles ante los valores fundamentales contenidos en |
la Declaración universal.
La multiplicación de denuncias y de reivindicaciones |
¿no es, en efecto, síntoma
significativo de esta sensibilidad creciente frente a la |
multiplicación de los
atentados contra las libertades inalienables del hombre y |
de las colectividades? |
Con gran interés y viva
satisfacción, Nos hemos enterado de que la Asamblea |
General celebrará, con
ocasión del XXV aniversario de la Declaración universal, |
una especial sesión
durante la cual será proclamado el Decenio de la lucha contra |
el racismo y la
discriminación racial. Esta empresa, eminentemente humana, en- |
contrará, una vez más,
codo con codo, a la Santa Sede y a las Naciones Unidas —si |
bien a niveles distintos y
con medios diferentes— en un esfuerzo común para |
defender y proteger la
libertad y la dignidad de todo hombre y de todo grupo, |
sin distinción alguna de
raza, color, idioma, religión o condiciones sociales. |
Nos, queremos subrayar
también en este mensaje, el valor y la importancia |
de otros documentos ya
aprobados por las Naciones Unidas y relativos a los |
derechos del hombre.
Inspirados por el espíritu y los principios de la Declara- |
ción Universal de los
Derechos del Hombre, dichos documentos representan |
un paso adelante en la
promoción y la protección concreta de muchos de estos |
derechos cuya cuidadosa
aplicación y fidelidad quieren garantizar. La ratificación |
de los mismos asegurará su
eficacia a nivel nacional e internacional. La Santa |
Sede, por su parte, da su
adhesión moral a los mismos y ofrece su apoyo a las |
aspiraciones laudables y
legítimas que los inspiran. |
Si los derechos
fundamentales del hombre representan un bien común de |
toda la humanidad en
marcha hacia la conquista de la paz, es necesario que todos |
los hombres, al tomar
conciencia cada vez más perfecta de esta realidad, sepan |
también que, en este
campo, hablar de derechos supone enunciar deberes. |
Nos, renovamos nuestros
votos a vuestra noble e ilustre Asamblea, confiando |
en que continuará
incansablemente promoviendo entre las naciones el respeto y |
la aplicación de los
principios solemnemente enunciados en la Declaración |
universal, en un esfuerzo
sincero por transformar a la familia humana en una |
comunidad mundial
fraternal, en la que todos los hijos de los hombres puedan |
llevar una vida digna como
corresponde a los hijos de Dios. |
19 (39) |
Un mundo que se está
haciendo cristiano. |
El valor del mundo
cristiano, en un determinado |
momento histórico, no se
puede medir por los éxitos |
de sus heraldos, o la
genialidad de sus intelectuales. |
y menos todavía por las
concesiones que pudieran |
haberse logrado de los
Césares, sino que se mide, |
por encima de todo, según
el grado de tensión que |
empuja a las almas hacia
la meta suprema. |
Gusta a los hombres hablar
de épocas cristianas, |
identifican lolas con
períodos de grandes éxitos |
exteriores. Esto son
ilusiones de ciego, son cálculos |
que pretenden solidarizar
los propios frágiles egoís- |
mos con la seguridad
eterna del mundo de Cristo. |
El mundo de hoy no es un
mundo que se descristia- |
niza, sino, quizás, un
mundo que, por caminos más |
dolorosos y misteriosos,
se está haciendo cristiano. |
Card. Giulio Bevilacqua,
C. O. |
LAUS |
Director P. Ramón Mas,
C.O. - Edita a imprime: Congregación del Oratoria |
Placeta do S. Felipe Neri,
1 - Apartado 182 - Albacete - D. L. AB 103/62 - 12 2. 74. |
20 (40) |
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