Boletín
del Oratorio de Albacete. |
Núm. 121. MARZO. Año 1974. |
SUMARIO |
CUARESMA, conversión,
transformación según la |
imagen de Cristo, porque
somos ciudadanos del |
cielo; pero desde la
tierra. Porque queremos una |
transformación del mundo;
pero desde nosotros, |
desde cara hombre. Porque
aspiramos a la fecundidad |
de la gracia sobrenatural;
pero desde la naturaleza. Y |
amortizar el carnaval
fanfárrico de un cristianismo folk- |
lórica; pero sin destruir
los signos, sino purificándolos. |
Difícil, pero necesario.
Otra cosa, puede entretener, pero |
no es cristianismo. |
LA FE TAMBIÉN ES UNA
CERTEZA |
LA SUPERACIÓN DE LOS
TÓPICOS |
Y EL
"CUARESMISMO" |
SUPRIMIR A CRISTO |
CERTEZA Y BÚSQUEDA |
DILES TÚ... |
¿TODAVÍA... UN AÑO SANTO? |
ELOGIOS: DE NORUEGA |
DIOS, EL PRÓJIMO, TÚ MISMO |
LA INDEPENDENCIA DE VIDA
NUEVA |
LA MISIÓN DE LA IGLESIA |
1 (41) |
La fe también es una
certeza |
LA VIDA de la Iglesia no
es una exaltación continua, |
un entusiasmo perenne, un
triunfalismo —si se quiere—, |
vacío; pero tampoco es
aridez, pesimismo, incertidum- |
bre, elevada a categoría
de principio. La Iglesia tiene |
auténticas seguridades. La
más grande de ellas es in- |
dudablemente la seguridad
de la fe en Jesucristo. |
Estamos pasando por una
etapa de la historia de la |
Iglesia, en la cual parece
que muchos gustan de pre- |
sentar la fe como un salto
en el vacío, como el desasi- |
miento de toda seguridad y
certeza, como una aventura |
incierta, como un oscuro
caminar. Sería faltar a la ob- |
jetividad teológica no
resaltar la plena certeza que es |
propia de la fe: certeza
que es, ciertamente, sobrena- |
tural porque proviene de
la revelación divina como |
fundamento y de la gracia
de Dios como principio. |
Al hablar de la fe
cristiana, no puedo dejar de |
recordar su aspecto
paradoxal; como paradojas son |
innumerables afirmaciones
y verdades proclamadas |
por Cristo. Podemos decir
al mismo tiempo que la fe |
es absolutamente cierta y
esencialmente oscura. Es |
decir, cuando nos
adherimos a la verdad de un misterio, |
no lo aceptamos porque lo
entendemos de una manera |
exhaustiva, sino que,
fiándonos de los signos externos, |
de la revelación divina y
con la garantía de la llamada |
interior de la gracia,
aceptamos libremente la palabra |
de Dios, que es
absolutamente digna de ser creída por |
sí misma. Es en esta fe
donde se encuentra la auténtica |
seguridad de la Iglesia y
de todos sus miembros. |
Vivir la fe ahora y aquí
supone un auténtico esfuerzo |
para aceptar la sublime
paradoja del ritmo vital de |
Cristo —muerte y
resurrección— como norma de toda |
existencia cristiana. |
Narciso JUBANY,
cardenal-arzobispo |
de Barcelona. |
2 (42) |
liturgia: |
La superación |
de los tópicos |
y el
"cuaresmismo" |
EL TÓPICO es el
cumplimiento |
del consumismo aplicado a
las |
referencias cíclicas o
inventadas. |
De modo parecido a como,
por inercia, |
se pide una bebida
disetante cuya |
denominación la publicidad
se ha |
encargado de sugerirnos y
evocarnos |
con suma facilidad, de tal
modo, que |
en cualquier bar de pueblo
o en la |
cafetería del aeropuerto
de cualquier |
parte del mundo nos pueda
ser servi- |
da, sin esfuerzo por
nuestra parte, |
corremos el riesgo de
"consumir" |
tópicos de espiritualidad. |
Vivimos de ideas en gran
parte |
prestadas y nos
acostumbramos a no |
pasar de la
superficialidad tópica. No |
es que el pensamiento ha
de cambiar |
de verdad, pero sí que es
preciso que |
la profundice
continuamente, reestre- |
nándola sin cesar,
evitando la pereza |
inconsciente o disimulada
del tópico |
convencional, acrítico,
supuesto, que |
fácilmente se introduce,
incluso, en lo |
más elevado. |
El tópico puede ayudarnos,
puede |
sugerirnos, recordarnos.
Pero puede |
igualmente, trivializar
nuestra aplica- |
ción consciente, nuestra
apertura de |
personas, para que
resbalemos, sin |
profundización ninguna,
sobre la ver- |
dad y el bien sugerido o
recordado. El |
tópico puede reducir a
simple recurso |
de evocación desvanecida
en la insipi- |
dez, en la
superficialidad, en la pereza, |
en el olvido de lo
esencial, en la vul- |
garidad sin sentido. Es el
tópico que |
queremos utilizar para que
nos sirva |
para todo" y, en
realidad, ya no nos |
sirve para nada; o el
tópico que vuelve |
siempre y que no nos
cambia nunca. |
Los tópicos nuevos |
Los tópicos de nueva
acuñación, |
como slogans, como divisas
o lemas, |
que en realidad no vienen
a decir |
nada nuevo, pero sí, en
muchas oca- |
siones, representan el
esfuerzo para |
hacer entender lo de
siempre en unas |
circunstancias que sí son
nuevas. Y |
que verdaderamente pueden,
de alguna |
manera, conseguirlo con la
condición |
de que no sean presa del
novelerismo, |
afanoso por el juego
modulador de lo |
nuevo, pero como pretexto
sin interés |
por la sustancia del
contenido. |
¿No comienza a sucedernos
un poco, |
acaso, con la hermosa
palabra "recon- |
ciliación", apenas
inaugurada y ya |
en trance de erosión por
pretender |
que, como otras que se
deterioraron |
enfermas de novelerismo,
nos sirva |
"para todo", sin
preocuparnos dema- |
siado del trasfondo de sus
exigencias |
radicales? Porque
"reconciliación es |
comprensión, búsqueda
humilde del |
hermano, caridad, olvido
de la injuria |
(¡tantas veces solamente
imaginada!...), |
y es muchas más cosas.
Pero no es |
pacto facilón con el
error, no es desplazamiento, |
olímpico —"sine
die"— de |
los problemas candentes,
no es pana- |
cea o cajón de sastre
donde cabe todo, |
3 (43) |
пo е
justificación para demagogias a |
costa de pieles en contra
de los valores |
que no se pueden mutilar
ni posponer. |
Los tópicos cíclicos |
Son las referencias que
vuelven |
ordenada y periódicamente
para des- |
pertar reacciones
parecidas que, no |
obstante, encuentran
siempre la nove- |
dad del tiempo, cambiante
y a veces |
sorprendente. |
Los llamados "tiempos
litúrgicos" |
son un ejemplo de estos
tópicos: cada |
año se repiten las
sugerencias en la |
incesante renovada
presentación "po- |
liédrica" del
misterio cristiano: superfi- |
cies de luz sobrenatural
que se reflejan |
en la vida de los hombres
en el mundo, |
desde el núcleo de la
Redención cris- |
tiana y de su mensaje
siempre vigente. |
La Cuaresma es uno de
estos tiempos |
—"tiempos
fuertes" (¡palabra nueva!) |
se dice ahora... —, que el
cristiano no |
puede desperdiciar. |
No es inútil la
repetición; es peda- |
gógica, podríamos decir,
dentro de la |
misión de la Iglesia
respecto a sus |
hijos. La Iglesia acompaña
a sus hijos |
y les repite, no por
machaconería |
insistencia de un celo
impertinente, |
sino porque sabe que la
vida es movi- |
miento, y el movimiento
cambio y |
que, a cada nueva
situación, necesitan |
la evocación de una verdad
que se |
repite pero que es nueva
en su encarna- |
ción y en cada una de las
etapas de |
su crecimiento. Oírla para
no enten- |
derla, o entenderla para
no vivirla, |
sería rutinarismo inútil,
tópico estéril. |
Superar los tópicos |
Algo parecido con relación
a otros |
tiempos litúrgicos
–"nativismo", res- |
pecto a la Navidad,
recientemente, |
el padre José M. de
Llanos, ha procla- |
mado la necesidad de
precavernos |
contra el
"cuaresmismo". Hay que |
superar el tópico. |
El tópico convertido en
rutina admi- |
te la toma en cuenta o la
celebración |
meramente simbólica de
cualquier |
suceso o evocación
religiosa que de |
vueltas al calendario, sin
asumirla |
desde la fe viva. |
No faltan los que se
quieren liberar, |
dicen ellos, de tópicos y
que, para ser |
"modernos" o
para no ser beatos"… |
se borran de todo, lo
suprimen todo. |
Pero no nos referimos a
estos porque, |
lo más probable, es que
tampoco hubie- |
sen ante: aceptado nada
plenamente: |
aceptarían, puede ser, la
moda de |
entonces que era
inscribirse en lo |
mismo que ahora, creen
también por |
modo, rechazan. Son
actitudes de falsa |
personalidad, de carencia
de convic- |
ciones, con simples
"moderías". |
Hay que superar la rutina
que sería |
detenernos como si todo ya
se hubiese |
logrado en nuestra vida de
cristianos. |
Sería olvidar que el
cristiano es un |
ser humano que vive en
continuo |
estado de conversión;
Sería haber en- |
vejecido de espíritu.
Sería, tal vez, |
mantenerse como siervo
viejo de Dios, |
pero no como hijo de Dios. |
La conversión no es un
juego, pe- |
ro tampoco es una
celebración. La |
conversión es el crecer y
desarro- |
llarse de la vida, desde
la fe, desde el |
vértice del espíritu. La
liturgia cuares- |
mal —¡esos textos de las
lecturas y |
oraciones de las misas de
todos los |
días!— es un aldabonazo
para desper- |
tar, acelerándola, la
voluntad de los |
hijos de Dios que
prosiguen la "con- |
versión" a Cristo.
Otra vez. Siempre. |
4 (44) |
SUPRIMIR A CRISTO |
SUPRIMIRLO, o substituirlo
o, si es imposible, desfigurarlo, recortarlo, |
mantener la denominación,
pero alterar lo sustantivo de su verdad, lo |
más comprometido de sus
exigencias; o aplazarlas, cuando ya no sea posi- |
ble la falsificación. Ése
es el pecado del mundo. |
El que todavía no haya
encontrado a Cristo, anda camino de él, y un día |
se aproximará a su
realidad, porque él atrae todo y a todos hacia sí. Pero |
aquel que le ha encontrado
y lo rechaza, es como si se arrancara los ojos para |
no ver. |
Ante Cristo es imposible
permanecer indiferentes, desinteresarse. El en- |
cuentro con Cristo —hace
poco señalaba Pablo IV— nos propone un empeño |
ciertamente libre, pero
tremendo y formidable que determina nuestra decisión |
acerca del género de vida
en que queremos definirnos. El encuentro con Cristo |
se transforma en vocación. |
Si nos declaramos
cristianos. ¿cuándo hemos encontrado a Cristo? |
En el Bautismo, sin duda,
como sacramento regenerador, es decir, que |
implica otro nacimiento,
desde el vértice de lo espiritual, y que abarca todo el |
ser y toda la vida.
Encuentro sacramental, regenerador, vital. |
Cuando la inteligencia y
la voluntad, cuando el hombre entero y despierto, |
adulto y libre, puede ir
midiendo esta verdad, que es misterio en la vida, ha de |
hacer su opción, porque el
cristianismo no es una herencia, aunque la sociedad y |
la cultura puedan disponer
a él también pueden disuadirnos, y esta opción |
comporta la transformación
de la existencia. |
Entonces el cristiano debe
seguir a Cristo, aceptado como un compromiso |
irrescindible que se
manifiesta en un estilo de vida; una vida que es como una |
fortuna imposible de
valorar, porque trasciende los datos de la experiencia |
sensible. |
Haber encontrado a Cristo
explica «la fidelidad de nuestra profesión reli- |
giosa, el genio de nuestro
modo de estar en el mundo, la obligación de nuestro |
comportamiento moral, el
manantial de nuestra capacidad para el ejercicio de |
virtudes sobrehumanas, la
íntima confortación ante toda miseria terrena, la |
urgencia de nuestra
caridad misionera y social», decía también el Papa. |
Hace algún tiempo, un
cristiano "convertido" expresaba con profunda |
convicción: «Es imposible
volverle la cara a Cristo cuando, por lo menos una |
vez, se le ha mirado de
frente, con sinceridad, con amor verdadero». |
Respecto a Cristo, a la fe
cristiana, generalmente lo único que se deja, que |
se abandona, es lo que
nunca se tuvo. Encontrarle es convertirse. Después de |
esto, es muy difícil
suprimirlo de la vida. Suprimirlo es el pecado. |
5 (45) |
CONFERENCIAS |
CUARESMALES |
EN EL ORATORIO |
SENORAS: Días 20, 21 y 22
de marzo |
(de miércoles a viernes), |
a las 5,30 de la tarde. |
JUVENTUD: Días 25, 26, 27
y 28 de |
marzo (de lunes a jueves), |
a las 8,30 de la tarde. |
Días 8, 9 y 10 de abril |
(de lunes a miércoles). |
A las 8,30 de la tarde. |
En cada una de las series
de conferencias, precederá |
la celebración de la santa
Misa: para las señoras a |
las 5 de la tarde: para la
juventud y para los hombres, |
A las 8 de la tarde, en la
capilla del Oratorio. |
6 (46) |
A propósito de la fe: |
Certeza |
y |
búsqueda |
LOS que carecen de fe no
llegarán |
a ella a fuerza de
argumentacio- |
nes ni por conclusiones
silogís- |
ticas. Es gracia la
primera fe. Los |
creyentes, lo más que
pueden hacer |
respecto a los que no
creen, es darles |
ejemplo de coherencia.
Esta coheren- |
cia no se limita a la
ejemplaridad de |
vida, a la conducta que
resplandece |
de la observancia de
códigos deriva- |
dos de la verdad que se
profesa. Sin |
excluir los actos, hay una
actitud, res- |
pecto a la fe, que a veces
olvidamos |
los creyentes y que se
desprende de |
la misma provisionalidad
de la fe |
teológica. Porque la fe no
es una segu- |
ridad: no acaba todo, no
se logra todo, |
no se explica todo, con la
fe. La fe |
también
"pasará", diría san Pablo. |
Mientras no pasa, la fe se
desarrolla, |
crece, se purifica. A
nivel personal y |
en las corrientes de su
expresión co- |
munitaria. Este desarrollo
es movi- |
miento, y todo movimiento
es crítico. |
Las crisis de fe no son
una negación |
de la fe. Las verdaderas
crisis de fe son |
el dolor de una búsqueda
desde la fe |
sincera que se purifica,
que se eleva. No |
hace falta para admitirlo
así, repetir la |
expresión del cardenal
Newman, que |
decía: «Hay personas que
no tienen |
nunca dificultad en
creerlo "todo"… |
porque en realidad no
creen nada». |
La fe es la proyección
desde el |
espíritu al contenido del
misterio |
que se acepta. Sui
asentimiento no |
excluye la búsqueda, no
elimina la |
tensión desde lo más
profundo del |
ser creyente. |
Ante este mundo que
venimos repi- |
tiendo que padece una
"crisis de fe", |
los creyentes, hemos de
saber compren- |
der las tensiones a que
está sometido |
mientras se debate en la
búsqueda de |
razones absolutas que, a
veces, no se |
atreve a identificarlas
expresamente |
con la idea de Dios, pero
que le buscan |
sin darse cuenta, sin
saberlo. |
El esfuerzo personal,
doloroso y |
consolador a la vez, que
todos hemos |
de hacer, como cristianos,
para con- |
vertir en vida esa Palabra
oída en el |
fondo del alma y que
creemos pro- |
nunciada por Dios a
nosotros y que |
llamamos fe, nos ha de
llevar a mejor |
saber interpretar los
dolores y las es- |
peranzas, las angustias y
las alegrías de |
los hombres con quienes
convivimos |
y acompañamos. Nuestro
camino es |
paralelo en la fuerza,
pero convergente |
en la intencionalidad, que
cada uno |
llamamos con nombre
diferente. |
7 (47) |
Nos acusan, a veces, de
que con la |
fe, los creyentes,
intentamos explicár- |
noslo todo, perezosamente,
para no |
buscar más. Y es lo
contrario: porque |
creemos se dilata la
exigencia de nues- |
tra búsqueda con la
anchura del mis- |
terio, de su profundidad
todavía no |
alcanzada. El esfuerzo nos
purifica |
porque despierta, pone y
mantiene en |
movimiento todas nuestras
capacida- |
des, las libera, las
dedica, capaces de |
una entrega que comprende
Dios y |
las cosas, porque todo es
de Dios. |
Conjugarlo todo en Dios,
sin dejar |
las humildes apariencias
de lo tempo- |
ral, sin salirse del
discurrir sencillo y |
pacífico de este mundo
creado, sin |
triunfalismos ni éxtasis,
es un esfuerzo, |
es la tensión hacia el
equilibrio que |
descubre para integrare
integra pu- |
rificándose
incesantemente. |
Las certezas primeras de
la fe nos |
dan, amorosamente, las
razones de |
una paz interior, que no
suprime afa- |
nes y riesgos, esperanzas
y dolores, |
pero que, en todo caso,
también ellos |
son transformados, poco a
poco, en |
beneficio de la verdad en
el amor de |
Dios —que esto es la fe—,
simplificán- |
dolo todo e iluminándolo
todo. |
Una fe sin lucha, sin
problemas, |
sin búsqueda, sería una fe
apagada, |
una fe muerta. Mejor, no
sería fe; se- |
rían pensamientos,
saberes, ideas. Ni |
a nosotros, ni al mundo,
le bastan |
ideas y pensamientos para
encontrar la |
razón de la vida. Esta
tiene su razón |
en lo que la trasciende:
la fe es la ten- |
sión consciente de esa
transcendencia |
hacia Dios. La fe es
tensión desde la |
certeza, pero no es
seguridad. |
Podemos comprender el
pasaje de |
san Marcos en el cual el
padre de un |
epiléptico dice al Señor,
que, antes de |
curar a su hijo, le
pregunta si tiene fe: |
"Creo, Señor; pero
aumenta mi fe". |
Las homilías. |
Difícilmente se puede
soportar si no se tiene interés |
por la Palabra de Dios,
esta Palabra que está en la |
Biblia y esta Biblia que,
por desgracia, los cristianos |
conocemos todavía tan
superficialmente. Cualquier |
comentario que no se ciña
a la media docena de |
tópicos convencionales y
descomprometidos, o de |
elevaciones piadosas
desplazadas, |
nos resulta insoportable. |
Ligereza, ignorancia,
(miedo), hipocresía... Que nos |
entretengan, que nos
consuelen. Pero que se olviden |
que La Palabra de Dios es
como una espada cor- |
tante, porque esto lo dijo
san Pablo, y |
San Pablo era un
exagerado. |
¿Por qué se olvidan,
mientras desean eso, que esta |
espada abre para la vida?
Porque, también, |
la Palabra de Dios es
Vida". |
8 (48) |
¿Quién es Dios?... |
Diles tú |
Diles tú |
lo que dice el viento a
las rocas, |
lo que el mar dice a las
montañas. |
Diles tú |
que una inmensa bondad |
penetra el universo. |
Diles tú |
que Dios no es lo que
ellos creen, |
que es como un vino que se
bebe, |
como un festín compartido |
donde todos dan y reciben. |
Diles tú |
que es como el sonido de
una flauta |
en la luminosidad de pleno
día: |
que se acerca, que se va |
saltando hacia los
manantiales. |
Diles tú |
que su voz, ella sola, |
podría sostener tu nombre. |
Diles tú |
su semblante de inocencia, |
el claro-oscuro de su
risa. |
Diles tú |
qué es tu espacio y tu
noche, |
tu dolor y tu gozo. |
Pero diles también |
que él no es lo que tú
dices |
y que no sabes |
nada de él. |
(Del libro «La nuit, le
jour», compuesto por |
un grupo de monjes y
monjas cistercienses) |
9 (49) |
¿Todavía… |
un año santo? |
CONTARÁS siete semanas de
años, siete veces |
U siete años; de modo que
el tiempo de las |
siete semanas de años
vendrá a sumar cuarenta |
y nueve años. |
Declararéis santo el año
cincuenta, y |
proclamaréis en la tierra
liberación para todos |
sus habitantes. |
Será para vosotros un
jubileo; cada uno recobrará |
su propiedad y cada cual
regresará a su familia. |
Este año cincuenta será
para vosotros un jubileo; |
no sembraréis, no segaréis
los rebrotes, ni |
vendimiaréis la viña que
ha quedado sin podar, |
porque es el jubileo que
será sagrado para |
vosotros. Comeréis lo que
el campo dé de sí. |
En este año recobraréis
cada uno vuestra |
propiedad. |
La tierra no puede
venderse para siempre, |
porque la tierra es mía;
vosotros sois como |
forasteros y huéspedes. En
todo terreno de |
vuestra propiedad
concederéis derecho a |
rescatar la tierra. |
(Cap. XXV, Levítico). |
PUEDE parecer anacrónico
que, en nuestra |
época, el papa se decida
todavía a convo- |
car otro "año
santo". En este tiempo de |
proclamada renovación
cristiana, de des- |
mitificaciones, de
sinceridad y asepsia |
propagandística a costa de
lo espiritual, si |
por "año santo"
se entiende una especie |
de feria santa mundial o
de acontecimien- |
to piadoso turístico,
tenemos motivos para |
recelar. Porque es verdad
que no hace |
falta peregrinar a Roma
para proporcio- |
narnos unas vacaciones
viajeras, y menos |
que sea la Iglesia,
precisamente, la que se |
esfuerce en brindar la
oportunidad o |
suministrar el pretexto. |
10 (50) |
Pero sería temerario
atribuir a los |
papas semejantes
intenciones al persistir, |
desde tanto tiempo, en
mantener la cos- |
tumbre, cada cinco
lustros, de abrir un |
año jubilar. Su finalidad
ha sido apostó- |
lica y espiritual, a pesar
de las posibles, |
humanas y hasta cierto
punto inevitables |
deformaciones ajenas y
posteriores a la |
inspiración y motivaciones
originales. |
Por ejemplo, no hemos
llegado todavía |
al año 1975 y podemos ya
darnos cuenta |
de interpretaciones
deformadas y debili- |
tadas del lema que para el
mismo ha da- |
do el papa Pablo VI, que
quiere que sea |
un "año de
reconciliación". Cualquier |
cosa no es
"reconciliación", a no ser que |
nos resignemos a que se
nos gaste la pa- |
labra antes de aplicarla a
las urgencias |
reales. |
En cualquier caso, el
anunciado año |
santo de 1975, ha de ser
diferente de los |
anteriores. Las
necesidades espirituales |
de los hombres, los
relativos problemas |
de cada época, la
capacidad de enfrentar- |
nos conscientemente con lo
sagrado y de |
hacerlo con más purificada
participación, |
ha ido evolucionando con
el mismo pro- |
greso del hombre. Los
llamados "años |
santos" no le son
esenciales a la Iglesia, |
pero de acuerdo con lo que
ha juzgado |
más conveniente para los
fieles, ella ha |
organizado sus
celebraciones tratando de |
lograr, en substancia, un
acercamiento a |
la vida sacramental por
medio de la pre- |
dicación cristiana como
estímulo concien- |
ciador de la fe. |
El origen del "año
santo" |
La fundamentación de las
celebraciones |
jubilares se remonta a una
antiquísima |
costumbre de los hebreos,
prescrita por |
la ley mosaica, tal como
aparece en el |
capítulo XXV del Levítico.
Cada cincuen- |
ta años —el año siguiente
a cada "semana |
de siete años" (siete
por siete son cuaren- |
ta y nueve)— se proclamaba
una gran |
remisión y reconciliación
para todos: las |
propiedades que hubiesen
pasado a otros |
dueños, volvían a los
primitivos; los es- |
clavos recobraban la
libertad; las deudas |
materiales de unos con
otros se anulaban; |
las tierras no se
cultivaban... ¡Era la fies- |
ta de todo un año,
extendida a todos, de |
un pueblo que caminaba
hacia Dios!... |
La Iglesia católica, a
partir de 1300, y |
tomando pie de aquellas
celebraciones |
judías, introdujo, para
cada fin de siglo, |
un jubileo espiritual por
iniciativa del |
papa Bonifacio VIII. Es el
momento en |
que prospera la
formulación de las doc- |
trinas sobre remisión de
las "penas tem- |
porales" debidas por
los pecados y de las |
"indulgencias":
de este modo se creía es- |
11 (51) |
piritualizar el sentido
material y jurí- |
dico de las remisiones y
reconciliacio- |
nes liberadoras de los
jubileos judíos. |
La intención de celebrar
un año san- |
to" cada cien años,
se redujo luego a |
cada cincuenta,
posteriormente a cada |
treinta y tres —supuesta
edad de Cristo |
y aniversario de la
Redención, o libe- |
ración espiritual de la
Humanidad—, |
y, finalmente, en 1470,
Pablo II esta- |
bleció la celebración
jubilar para cada |
veinticinco años y la
llamó 'año santo". |
En busca de un sentido
actual |
No todos los cristianos
—católicos o |
no católicos— han recibido
del mismo |
modo el anuncio del
"Año Santo 1975". |
Prescindimos, aquí, de las
oposiciones |
sistemáticas y recogemos,
como mues- |
tra, alguna crítica de
matización po- |
sitiva. |
Nos parece particularmente
intere- |
sante la del doctor Lukas
Vischer, |
miembro del Consejo
Ecuménico de |
las Iglesias. Propone,
desde el punto |
de vista protestante, que
se prescindie- |
ra de los aspectos que
pudieran acen- |
tuar las diferencias entre
las diversas |
confesiones cristianas y
que, sobre la |
base de lo que fueron las
antiguas ce- |
lebraciones judías, se
aunaran los es- |
fuerzos de todos en el
intento de un |
retorno hacia la justicia. |
Los judíos, para expresar
que no les |
pertenecía la tierra en
propiedad y |
que, por lo tanto, no la
podían usar |
indiscriminadamente,
suspendían du- |
LAUS se manda gratui- |
tamente a los amigos del |
Oratorio que lo solicitan |
rante un año las faenas
del campo. |
Nosotros deberíamos
aprender, de su |
ejemplo, un respeto hacia
la naturale- |
za, del que estamos muy
necesitados y, |
de este modo, disponernos
a una ver- |
dulera repuesta a la
crisis ecológica; |
repuesta que no puede
darse si no es- |
tablecemos una nueva
relación entre |
la producción, el
crecimiento, el desa- |
rrollo y el progreso). |
Además, los judíos
consideraban |
que la tierra y sus frutos
son propie- |
dad de Dios y que, por
tanto, a los |
hombres les corresponde
disfrutarlos |
sin prevalencias, en un
plano de igual- |
dad. El doctor Vischer
piensa que no |
es difícil trasponer a la
época ac- |
tual el espíritu que a
ellos les hacía, |
restituir las propiedades
a los antiguos |
dueños y perdonarse las
deudas, y se |
pregunta: «¿por qué no
podría ser el |
año santo una ocasión de
las iglesias |
de comprometerse juntas a
la hora |
de reclamar una justicia
mayor, a la |
hora de luchar contra la
explotación |
económica y en favor del
desarrollo del |
orden social y para
conseguir una |
legislación que
imposibilite la espe- |
culación de la tierra,
especialmente en |
los suburbios de las
grandes ciudades |
en continuo crecimiento?» |
Para los judíos el año
jubilar era |
el momento de la
liberación de los |
esclavos. La esclavitud,
sin embargo, |
tenía causas económicas.
Actualmente |
las iglesias deberían
meditar juntas y |
predicar al mundo el
significado que |
tienen hoy las palabras
"liberación" y |
"libertad";
tienen necesidad de esta |
predicación aun las mismas
naciones |
"cristianas". Y
se pregunta también: |
«¿Por qué un año santo no
ha de ser |
un año de los derechos del
hombre y |
la ocasión de un esfuerzo
especial en |
favor de los prisioneros
políticos bajo |
12 (52) |
regímenes totalitarios,
sean de dere- |
chas o de izquierdas?» |
Un año santo con este
programa |
interesaría a todos los
cristianos juntos, |
favorecería su hermandad y
sería un |
beneficio positivo para el
mundo de |
hoy. |
Todo tiempo es santo... |
Las actitudes críticas más
frecuentes |
se fundamentan en la
resistencia a |
relacionar la
santificación con tiempos |
"especiales",
determinados. Tal vez |
recuerden las viejas
palabras con que, |
no hace tantos años, en
las misas |
dominicales, después de
anunciar las |
fiestas del santoral y
días señalados |
en el calendario semanal,
el sacerdote |
celebrante concluía los
avisos con ésta |
u otra parecida fórmula:
«Todos los |
días son santos y buenos
vividos en la |
gracia de Dios». |
Es verdad: todos los días
son santos. |
Pero tampoco parece
correcto suponer |
que al establecer un año
santo", éste |
se sacramentaliza en
perjuicio de la |
constante y universal
disponibilidad |
de la gracia de Dios para
todos los |
que, dondequiera y cuando
sea, sin- |
ceramente le buscan. La
calificación |
o, mejor, la denominación
es tópica, |
relativa y no excluyente. |
Pero veamos, en las
críticas nobles |
y leales, el buen deseo
por salvar los |
aspectos primordiales de
lo espiritual, |
de lo cristianamente
auténtico. Un año |
santo no puede tomarse
como parte de |
una "operación
prestigio", de apolo- |
gismo triunfalista, o bajo
los aspectos |
de las ventajas económicas
de las |
agencias de turismo. Ni la
Iglesia es un |
reino de este mundo, ni el
Evangelio |
una propaganda, ni el
templo ha de |
ser para los mercaderes. |
Tratad de dejar el |
mundo en mejores |
condiciones de las |
que tenía cuando |
entrasteis en él. De |
esta manera, |
cuando os llegue la |
hora de morir |
podréis hacerlo |
sintiéndoos felices |
porque, por lo menos, |
no perdisteis el |
tiempo e hicisteis |
cuanto os fue |
posible por hacer |
el bien… |
Que Dios os ayude |
a hacerlo así. |
Baden Powell |
13 (53) |
elogios: |
De Noruega |
EL MÁS afortunado de los
Premios Nobel no ha sido precisamente el de la |
11Paz. Los pocos aciertos
más o menos reconocidos quedan Oscurecidos |
por la contradicción de
los desaciertos; a s veces porque no ha habido |
candidato; otras porque el
candidato, por pudor (como el reciente Le Duc Tho), |
no lo han aceptado, aunque
no haya ocurrido lo mismo con Kissinger, con quien |
lo comparte. |
Esta última concesión ha
parecido, no solamente a los noruegos, sino a gran |
parte del mundo, una
transigencia excesiva con los intereses propagandísticos |
de la hegemonía de moda, y
el pueblo noruego ha querido reparar el lamentable |
desacierto con una campaña
de pocos meses, no solamente para protestar por |
la decisión del Comité
Nobel, sino para crear un nuevo Premio de Paz: el des- |
tinatario ha sido ese
candidato "universal" al que sólo hacían silencio o cuya |
labor ponían en entredicho
los conservadurismos opresores de la humanidad. |
Helder Camara, arzobispo
de Recife, en el Brasil, al que llamaban "obispo rojo" |
porque defendía a los
pobres frente a la injusticia, o tildaban de subversivo" |
porque es pacifista. |
Pero aquí nosotros no
alabamos al arzobispo católico, sino la conciencia de |
ese pueblo civilizado y
honrado que ha querido deshacer equívocos: un Premio |
de la Paz ha de ser para
un "pacifico". Y eso han visto en Helder Camara, aunque |
se trate de un arzobispo
católico y ellos sean luteranos en mayoría y los católi- |
cos allí alcancen una
cifra irrisoria. No importa. Son, antes que nada, gentes |
honradas, a pesar de la
imagen desfigurada que la vanidad latina de "señor |
venido a menos" ha
creado respecto a los países que blasonan menos de sus |
creencias. |
Monseñor Helder Camara,
hombre espiritual, no necesita estos estímulos |
para perseverar en su
apostolado evangélico; pero el mundo tal vez si necesite |
del ejemplo de este
«Premio del Pueblo para la Paz», para descubrir que la |
conciencia de los hombres
no está dormida. Esta vez el ejemplo lo da Noruega; |
pero podría haber sido en
otra parte donde los hombres de conciencia quisieran |
ponerla en acto, supieran
hacerlo y pudieran lograrlo. Esto: Premio Popular para |
la Paz no ha sido creado
de la renta ni de los remordimientos del inventor de |
la pólvora, sino de la
aportación masiva, espontánea y bien ordenada del pueblo |
que transita sencillamente
por las calles; de la buena voluntad de todos. |
14 (54) |
exámenes de conciencia: |
Dios, el prójimo, tú mismo |
NO SE TRATA de proponer el
último formulario de moda para examinar |
la conciencia: pero sí
puede tener utilidad para introducir una visión |
menos juridicista del
pecado. Por esto reproducimos cae apéndice del |
nuevo ritual sobre la
penitencia en el que se contiene un cuestionario agrupado |
junto a tres frases del
Señor, relacionadas como una gradación que nos lleva |
en primer lugar, a
referirnos a Dios mismo, a mirar luego a nuestro prójimo y, |
desde nuestra propia
realidad. Tres puntos que pueden determinar todo el |
plano de nuestra vida de
cristianos. |
No es infrecuente que se
considere la propia perfección sin tener en cuenta |
la estrecha relación que
tiene con el ejercicio del amor y de la justicia; ni es |
infrecuente que imaginemos
que hacemos bien a los demás, con abstracción de |
considerarlos como
hermanos en un Padre que nos es común. Por esto es ade- |
cuado, para una
perspectiva sobrenatural y cristiana, que comencemos mirando |
hacia Dios, y, desde Dios,
considerar a los que él mismo pone en relación con |
nuestra vida y, por
último, nosotros mismos. |
Es posible que, haciéndolo
así, lo que entendemos por nuestra perfección |
personal nos ofrezca menos
problemas si, olvidados de nosotros, somos más so- |
lícitos con nuestro
prójimo. Y es también muy posible que, si nos preocupamos |
de amar a Dios y de
servirle como deben hacerlo los buenos hijos, no sea tan |
difícil el amor al
prójimo, y el compromiso por la justicia. |
Por esto es bueno que
comencemos por repasar si amamos a Dios "con |
todo el corazón". |
I. DICE EL SEÑOR: «AMARÁS
A TU DIOS |
CON TODO EL CORAZON» |
1. ¿Tiende mi corazón a
Dios de manera que en verdad lo ame sobre todas las |
cosas en el cumplimiento
fiel de sus mandamientos, como ama un hijo a su |
padre, o, por el
contrario, vivo obsesionado por las cosas temporales? ¿Obro |
en mis cosas con recta
intención? |
2. ¿Es firme mi fe en
Dios, que nos habló por medio de su Hijo? ¿Me adhiero |
firmemente a la doctrina
de la Iglesia? ¿Tengo interés en mi instrucción cris- |
tiana escuchando la
Palabra de Dios, participando en la catequesis, evitando |
cuanto pudiera dañar mi
fe? ¿He profesado siempre, con vigor y sin temo- |
res, mi fe en Dios? ¿He
manifestado mi condición de cristiano en la vida |
pública y privada? |
15 (55) |
3. ¿He rezado mañana y
noche? ¿Mi oración es una auténtica conversación |
—de mente y corazón— con
Dios o un puro rito exterior? ¿He ofrecido a Dios |
mis trabajos, dolores y
gozos? ¿Recurro a Él en mis tentaciones? |
4. ¿Tengo reverencia hacia
el nombre de Dios o le ofendo con blasfemia, falsos |
juramentos o usando su
nombre en vano? ¿Me he conducido irreverente- |
mente con la Virgen María
y los santos? |
5. ¿Guardo los domingos y
días de fiesta de la Iglesia participando activa, atenta |
y piadosamente en la
celebración litúrgica, y especialmente en la misa? ¿He |
cumplido el precepto anual
de la confesión y comunión pascual? |
6. ¿Tengo, quizá, otros
"dioses", es decir: cosas por las que me preocupo y en |
las que confío más que en
Dios, como son las riquezas, las supersticiones, el |
espiritismo o cualquier
forma de inútil magia? |
II. DICE EL SEÑOR: «AMAOS
LOS UNOS A |
LOS OTROS COMO YO OS HE
AMADO» |
1. ¿Tengo auténtico amor a
mi prójimo o abuso de mis hermanos usándoles para |
mis fines o portándome con
ellos como no quisiera que se portasen conmigo? |
¿Los he escandalizado
gravemente con palabras o con obras? |
2. ¿He contribuido, en el
seno de mi familia, al bien y a la alegría de los demás |
con mi paciencia y
verdadero amor? Han sido los hijos obedientes a sus |
padres, prestándoles
respeto y ayuda en sus necesidades espirituales y |
temporales? ¿Se preocupan
los padres de educar cristianamente a sus hijos, |
ayudándoles con el ejemplo
y con la paterna autoridad? ¿Son los cónyuges |
fieles entre si en el
corazón y en la vida? |
3. ¿Comparto mis bienes
con quienes son más pobres que yo? ¿Defiendo en lo |
que puedo a los oprimidos,
ayudo a los que viven en la miseria, estoy junto |
a los débiles o, por el
contrario, he despreciado a mis prójimos, sobre todo a |
los pobres, débiles,
ancianos, extranjeros y hombres de otras razas? |
4. Realizo en mi vida la
misión que acepté en mi Confirmación? ¿Participo en |
las obras de apostolado y
caridad de la Iglesia y en la vida de mi parroquia? |
¿He tratado de remediar
las necesidades de la Iglesia y del mundo? ¿He ora- |
do por ellas,
especialmente por la unidad de la Iglesia, la evangelización de |
los pueblos, la
realización de la paz y la justicia? |
5. ¿Me preocupo por el
bien y la prosperidad de la comunidad humana en la que |
vivo o me pago la vida
preocupado tan sólo de mí mismo? ¿Participo, según |
mis posibilidades, en la
promoción de la justicia, la honestidad de las costum- |
bres, la concordia y la
caridad en la convivencia? ¿He pagado mis tributos? |
¿He cumplido con mis
deberes cívicos? |
6. ¿En mi trabajo o empleo
soy justo, laborioso, honesto, prestando con amor |
mi servicio a la sociedad?
¿He dado a mis obreros o sirvientes el salario |
justo? ¿He cumplido mis
promesas y contratos? |
7. ¿He prestado a las
legítimas autoridades la obediencia y respeto debidos? |
16 (56) |
8. Si tengo algún cargo o
ejerzo alguna autoridad a ¿los uso para mi utilidad |
personal o para el bien de
los demás, en espíritu de servicio |
9. ¿He mantenido la verdad
y la fidelidad o he perjudicado a alguien con pala- |
bras falsas, con
calumnias, mentiras o violación de algún secreto? |
10. ¿He producido algún
daño a la vida, la integridad física, la fama, el honor |
o los bienes de otros? ¿He
procurado o inducido al aborto? He odiado i |
alguien? ¿Me siento
separado de alguien por riñas, injurias, enemistades |
u ofensas? ¿He rehusado,
por egoísmo, presentarme como testigo de In |
inocencia de alguien? |
11. ¿He robado o deseado
Injusta y desordenadamente cosas de otros o les he |
infligido algún daño? ¿He
restituido o reparado ese daño? |
12. Si alguien me ha
injuriado ¿me he mostrado dispuesto a la paz y a conceder, |
por el amor de Cristo, el
perdón o mantengo deseos de odio y venganza? |
III. CRISTO, EL SEÑOR,
DICE: «SED PER- |
FECTOS COMO VUESTRO PADRE
ES |
PERFECTO» |
1. ¿Cuál es la dirección
fundamental de mi vida? ¿Me anima In esperanza de la |
vida eterna? ¿Me esfuerzo
en avanzar en la vida espiritual por medio de la |
oración, In lectura y la
meditación de la Palabra de Dios, la participación en |
los sacramentos y la
mortificación? ¿Estoy esforzándome en domar mis vicios, |
mis inclinaciones y
pasiones malas como la envidia o la gula en comidas |
y bebidas? ¿Me he
levantado contra Dios, por soberbia o jactancia, o he |
despreciado a los demás
sobreestimándome a mí mismo? ¿He impuesto mi |
voluntad a los demás en
contra de su libertad y derechos? |
2. ¿Qué uso he hecho de mi
tiempo, de mis fuerzas, de los dones que Dios me |
dio? ¿Los le usado en
superarme y perfeccionarme a mí mismo? He vivido |
ocioso o sido perezoso? |
3. ¿He soportado con
serenidad y paciencia los dolores y contrariedades de la |
vida? ¿He mortificado mi
cuerpo para ayudar a completar «lo que falta a la |
Pasión de Cristo»? ¿He
observado la ley del ayuno y la abstinencia? |
4. ¿He mantenido mis
sentidos y todo mi cuerpo en la pureza y la castidad como |
templo que es del Espíritu
Santo llamado a resucitar en la gloria y como |
signo del amor fiel que
Dios profes a los hombres, signo que adquiere toda |
su luz en el matrimonio?
¿He manchado mi carne con la fornicación, con la im- |
pureza, con palabras o
pensamientos indignos, con torpes acciones o deseos? |
¿He condescendido a mis
placeres? ¿He mantenido conversaciones, realizado |
lecturas o asistido a
espectáculos o diversiones contrarias a la honestidad |
humana y cristiana? ¿He
incitado al pecado a otros con mi falta de decencia? |
¿He observado la ley moral
en el uso del matrimonio? |
5. ¿He actuado alguna vez
contra mi conciencia, por temor o por hipocresía? |
6. ¿He tratado siempre de
actuar dentro de la verdadera libertad de los hijos |
de Dios, según la ley del
espíritu, o soy siervo de mis pasiones? |
17 (57) |
La independencia |
de VIDA NUEVA |
ALGÚN periódico nacional
ha presentado a «VIDA |
NUEVA como órgano oficioso
de la Conferencia |
Episcopal». «LE MONDE» nos
presentaba como |
portavoces del Cardenal
Tarancón. Alguien dice que |
es la voz de la nunciatura
la que transmitimos. Y hasta |
un divertido gamberro nos
ha enviado una carta sin |
más dirección que el
nombre de la revista y el subtítulo |
de «Revista de la
Conferencia Episcopal». |
Si esta carta ha llegado a
nuestras manos es más |
gracias a la imaginación
admirable del cuerpo de Co- |
rreos que a la exactitud
de la dirección. VIDA NUEVA |
no es órgano de nadie.
Nadie exterior al grupo que |
la publica dirige sus
ideas, nadie controla o supervisa |
sus editoriales, de nadie
recibimos protección y mucho |
menos dinero o cualquier
tipo de ayudas. |
„VIDA NUEVA se siente muy
feliz al oír que sus |
editoriales coinciden con
el pensamiento de los obispos. |
Hacia ellos siente y trata
de practicar una cristiana |
obediencia, pero no es su
órgano. Quienes nos conocen |
bien saben que la
Jerarquía puede contar siempre con |
nuestro cariño y nuestro
apoyo. Apoyo que será de |
aplauso cuando coincidamos
plenamente con sus direc- |
trices prácticas y que
será de filial crítica cuando en |
algo nos sintamos
obligados a discrepar. |
No nos gusta vestirnos con
plumas ajenas. #VIDA |
NUEVA a nadie representa.
Es simplemente el esfuerzo |
de un grupo de cristianos
que trata de interpretar y |
ayudar a la comunidad
católica española, parte fun- |
damental de la cual es,
evidentemente, la Jerarquía. |
Quienes nos lean deben
saber que sólo nos leen a |
nosotros. Que nuestras son
nuestras ideas y nuestros |
son los aciertos y los
desaciertos. Nadie habla a través |
de nuestras páginas.
Tenemos la valentía suficiente |
para aceptar nuestros
riesgos y la elemental discrec- |
ión de no comprometer a
nadie en nuestras opciones. |
(Editorial del n. 919, |
9, Febr. 74) |
Suscríbase a VIDA NUEVA,
Ap. 19.049, Madrid |
|
18 (58) |
SEMANA SANTA |
DOMINGO DE RAMOS |
Mañana, a las 11,15,
BENDICIÓN DE RA- |
MOS, en el portal de la
primitiva capilla; |
PROCESIÓN; acto seguido,
SANTA MISA, |
en la iglesia, que
permanecerá cerrada |
hasta la entrada
procesional de los fieles. |
Las demás misas se
celebrarán con el |
horario de costumbre: 11 y
13 de la ma- |
ñana y la vespertina de
las 8. |
JUEVES SANTO |
Tarde, a las 8. MISA DE LA
CENA DEL |
SENOR. |
Podrá visitarse el
Santísimo Sacramento |
sólo hasta la medianoche
de este día. |
VIERNES SANTO |
Mañana, a las 8,
VIA-CRUCIS por el |
parque. |
Tarde, a las 8.
CELEBRACIÓN DE LA |
PASIÓN DEL SEÑOR. |
VIGILIA PASCUAL |
A las 11 de la noche del
sábado. La Misa |
de esta noche es ya la de
Pascua, cuya |
celebración se completa
con la participa- |
ción en la liturgia del
DOMINGO. |
La iglesia se abre siempre
media hora |
Antes de comenzar los
cultos. |
19 (59) |
"Original y
propia" |
es la misión de la Iglesia |
UN EDITORIAL de «Ecclesia»
(16. 3. 74), en el que se hace referencia al |
llamado «caso Añoveros»,
destaca las características del «deber sagrado |
que tiene la Iglesia de
tutelar y reivindicar, sin paliativos, su derecho |
a ejercer libremente su
misión evangélica». Misión que no puede ser |
dictada, ni sugerida, ni
limitada, ni, por supuesto, impedida o deformada |
por extraños; sino misión
sagrada "original y propia". Y añade: «Libertad |
e independencia por la que
ha tenido que luchar constantemente y le han |
ocasionado innumerables
sufrimientos e incomprensiones. Esta inviola- |
ble libertad de acción
pastoral, libertad de predicar el Evangelio y de |
iluminar con su verdad la
vida entera de los hombres, supone una apor- |
tación original y propia
de la Iglesia, que en el transcurso de los siglos |
ha enriquecido las
culturas y ha elevado y madurado hondamente la |
convivencia social de los
pueblos. La voz de la Iglesia, guiada siempre |
por el deseo de promover
los valores morales de justicia, amor, concor- |
dia y paz, puede resonar
en algunas ocasiones con acentos críticos que |
produzca desasosiego en
los oyentes, pero el cristiano consciente sabe |
bien cuánto necesita de
este estímulo para superarse Individual y co- |
lectivamente. Silenciar la
voz libre de la Iglesia sería privarnos de un |
elemento esencial de
nuestro progreso». |
LA COMISIÓN Permanente de
la Conferencia Episcopal hizo público un comu- |
nicado oficial, el día 9
de marzo, en el que los obispos proclaman la fraterna |
comunión con el obispo de
Bilbao y su rectitud de intención. |
TAMBIÉN, los obispos de la
provincia eclesiástica de Sevilla (a la que había |
pertenecido monseñor
Añoveros), reunidos el 5 y 6 de este mes, expresaron «su |
dolor por las acusaciones
hechas públicas contra el señor obispo de Bilbao, que |
lesionan, de una parte, su
dignidad personal y siembran, de otra, la confusión y |
la desconfianza entre los
fieles. El juicio de prudencia pastoral sobre una deter- |
minada situación diocesana
corresponde al obispo propio y, sobre la actuación |
de éste, al Romano
Pontífice». |
LAUS |
Director P. Ramón Mas,
C.O. - Edita e imprima Congregación del Oratorio |
Placeta de S. Felipe Neri,
1 - Apartado 182 - Albacete - D. L AB 103/13 - 18.3. 74. |
20 (60) |
|