Boletín del Oratorio de Albacete.
Núm. 122. ABRIL. Año 1974.
SUMARIO
TRABAJAR por la verdad es trabajar con la frater-
nidad de los hombres, había dicho Juan XXTII: Y
ésa es la misión de la Iglesia. Porque a ella corres-
ponde extender el beneficio de la Redención a todos.
«La verdad os hará libres» había dicho Cristo. Verdad y
libertad, temerlas o impedirlas sería una contradicción
cristiana.
CREER EN DIOS
¡RENOVARSE... Y VIVIR!
EL COMPROMISO
¡CUIDADO CON LA "RECONCILIACIÓN''!
ESTAR INFORMADOS
LA ACCIÓN, EXPRESIÓN AUTÉNTICA
DEL CRISTIANO
CUANDO LLUEVE
A PROPÓSITO DE LAS ENCUESTAS
CONTENIDO, MOTIVACIONES Y
EXPRESIÓN DE LA FE
1 (61)
Creer en Dios para liberarse del miedo y del odio
y transformar el mundo hacia su reino
CREO EN DIOS,
creador de un mundo no terminado,
como algo que está ahí y así debe seguir;
que no promulga un eterno plan de desarrollo,
en el que no podemos participar.
Creo en Dios,
que no ha dividido a los hombres en pobres y ricos,
en especialistas e ignorantes, amos y esclavos.
CREO EN JESUCRISTO,
que vio la situación de este mundo
y tomó postura ante ella.
Le tomo por ejemplo
y reconozco con cuánta precaución
nos tenemos que organizar,
hasta qué punto nuestra inteligencia está atrofiada,
nuestra imaginación empobrecida
y nuestros esfuerzos equivocados.
Cada día tengo miedo
de que El haya muerto inútilmente,
porque no vivimos como Él vivió,
porque hemos traicionado su mensaje.
Creo en Jesucristo,
que resucitó para nuestra vida,
para que nos liberemos
de los prejuicios y de la presunción,
del miedo y del odio;
para que transformemos el mundo hacia su reino.
CREO EN EL ESPIRITU,
que vino con Jesús al mundo.
CREO EN LA COMUNIDAD de todos los pueblos
y en nuestra responsabilidad
sobre lo que haremos en la tierra:
o un valle de miseria, hambre y violencia,
o la ciudad de Dios.
CREO EN LA PAZ justa,
que es posible construir,
CREO EN UNA VIDA posible
y con plenitud de sentido para todos los hombres.
y en el futuro de este mundo de Dios. Amén.
(Leída en la celebración ecuménica
de "Perskirche", en Frankfurt)
2 (62)
¡Renovarse… y vivir!
DEJEMOS lo de «renovarse o
morir»... Un cristiano no ha de
tomar la renovación de la vida,
el esfuerzo por superarse a fin de ser
más fiel a su bautismo, simplemente
como una defensa vital. Los cristianos
no pretendemos abrirnos al progreso
de un mundo en constante evolución,
sólo por defendernos de la muerte.
Estamos en la vida más para hacer que
para evitar; más para vivir que para
no morir.
No somos fatalistas, ni estamos asus-
tados. Los aldabonazos del martillo
del tiempo no nos conmueven, no nos
turban no nos acomplejan. Son el
ritmo y el latido del mundo, que no
puede parar, mientras crece, porque
Dios le ha dado un impulso irrefrena-
ble, en el que la quietud congeladora
del miedo o el sueño de la pereza no
tienen sitio.
La vida avanza; la vida es nueva
cada día; la primavera rompe en
flor cada año. Se amortizan invier-
nos y tristezas, oscuridades y dudas,
cansancios y trabajos; sin embargo
amanece prometedora una aurora de
vida que resucita esperanzas y las
dilata.
La vida es una tarea siempre a punto
de estrenar; siempre estrenándose.
Renovarse es vivir; renovarse es en-
trar en este día siempre nuevo que la
Providencia nos depara, en el que hay
problemas que resolver, dificultades
para superar y esperanzas para realizar.
Renovarse no es aceptar el último
recurso del cambio impuesto para no
abdicar de la existencia, como si
pactáramos con lo irremediable, como
si se cerrara toda alternativa. Reno-
varse no es para huir de nada, sino
para apostar gozosamente todas las
fuerzas, toda la capacidad del ser que
crece, se eleva y se acerca a un ideal
de realización, sin tiempo para mirar
atrás, ni para lamentar pérdidas, ni
para confiar en rentas, fijo única-
mente en la novedad que se acerca a
lo eterno; más nueva cuando más lo
supone.
Vivimos mientras andamos. Y vivi-
mos —diría san Pablo— «de lo que
esperamos», no porque nos llega de
atrasos recuperados, sino porque lo
alcanzamos de esfuerzos entusiasma-
dos que la gracia de Dios hace fe-
cundos.
Poco tenemos que atesorar, que
guardar, que proteger, que no perder.
No tuvimos, no tenemos, no tendremos.
Simplemente queremos ser, y estrena-
mos siempre. No fuimos; seremos.
Y nos renovamos para vivir. No pen-
samos en la muerte. La muerte no
existe.
No se trata de «renovarse o morir»,
sino de renovarse para vivir. Solamente
nos espera la vida.
3 (63)
Una buena información sobre la Iglesia le
ayudará a robustecer la fe. Lea semanalmente
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4 (64)
jóvenes:
El compromiso
UNA REVISTA mallorquina, "Lluc", se refería, hace muy poco, a un
estudio sociológico humano-religioso, llevado a cabo en aquella diócesis,
para descubrir el grado de la fe-creencia y fe-vivencia, entre la juventud,
y poder apreciar el desnivel entre ambas.
No pormenorizaremos las cifras todas y las respuestas a cada una de las
cuestiones planteadas en el estudio-encuesta. Puede darnos una idea de la
calidad personal de la muestra interrogada, si tenemos en cuenta que la mitad
de las respuestas procedía de estudiantes y la otra mitad de trabajadores, si
bien un cincuenta por ciento de éstos (y éstas) además de dedicarse a su profe-
sión también estudiaban en vistas a una promoción mejor.
Valores y actitudes
Pero ¿sobre qué valores humanos y desde cuáles actitudes fundamentales
se obtenían las respuestas? El resultado sobre los valores humanos preferidos,
en una lista presentada, daba esta selección ordenada de mayor a menor, en la
que se destacaban los diez siguientes:
1.º sinceridad
2.º fuerza de voluntad
3.º justicia
4.º libertad
5.º honradez
6.º paz
7.º inteligencia
8.º servicio de los demás
9.º salud física y mental
10.º educación humana
El resto, de más a menos preferidos, era el siguiente: pulcritud, progreso
técnico, prestigio, puntualidad, laboriosidad, éxito, generosidad, simpatía,
formación intelectual y alegría.
Las actitudes fundamentales elegidas fueron, por orden, las tres siguientes:
1.º la derivada de tener fe en Dios
2.º la de estar en paz con la propia conciencia
3.º la de emplear la vida en luchar por una causa justa
Nos parece que estas respuestas reflejan el criterio medio de una juventud
creyente en el ambiente común de nuestra sociedad, y que sirve como presu-
5 (65)
puesto para un enjuiciamiento de los jóvenes de hoy, con una capacidad inicial
de discernimiento que no puede considerarse negativa.
Personaje preferido
Con todo lo que pueda tener de condicionante el hecho de la sugerencia
—puesto que se ofrecía para la elección una lista más o menos extensa a los
Encuestados—, la mayoría seleccionaba a Jesucristo, entre los personajes histó-
ricos en su concepto más importantes.
El hecho de que, todavía, el Evangelio continúe siendo el "best seller"
permanente en todas las librerías del mundo, no permite que nos sorprenda
que también prefiera a Cristo la juventud de hoy. Nos llegan noticias, precisa-
mente, de que la obra más vendida, durante los primeros meses de este año,
en el Japón, es una "Vida de Cristo", del autor católico japonés Shusaku Endo;
hecho que reviste una significación especial, puesto que, como sabemos, en el
Japón, el número de habitantes se eleva a ciento cuatro millones, de los cuales
son cristianos poco más de un millón (los católicos apenas suman los trescientos
sesenta mil).
Evidentemente, Cristo interesa también a los hombres de hoy y, en espe-
cial, a los jóvenes.
El desnivel entre fe y compromiso de vida
En verdad que el libro de los cuatro Evangelios está en casi todas las
bibliotecas y se vende en todas las librerías. Pero as curioso comprobar, en la
encuesta que comentamos, que esa juventud interrogada y creyente —se trata
siempre de la muestra sobre la cual se ha hecho el estudio—, cuando se les
pregunta si han leído personalmente el Evangelio, solamente responde afirma-
tivamente un seis y medio por ciento.
Además: a la pregunta de si «El hecho de ser cristiano ¿te ha empujado a
dedicarte más a los demás?», el conjunto de los que francamente responden
«No» y los que responden «No sé qué responder», alcanza el porcentaje global
del 57,7 —¡casi el sesenta! — por ciento.
Las reflexiones que este resultado sugiere saltan a la vista: porque aquí
ya no se trata de que la fe, las creencias, lo entendido como religiosidad esté
reducido a sentimentalismos vagos, sino que tenemos motivos para pensar que
la idea de lo cristiano existe sobre una base bien razonada de aspiraciones
lógicas, justas y humanas. Lo que ocurre es que las ideas no se traducen en
obra, hacia los demás. No acaban de impregnar el programa de toda una vida,
no se traduce la convicción en acción, no arrastra al compromiso frente al
mundo.
Es un cristianismo, todavía, inmaturo.
Pero esto tal vez sea válido no solamente para los jóvenes, sino para más
amplios sectores de nuestra sociedad.
6 (66)
¡Cuidado con
la "reconciliación"!
EL SEÑOR obispo de Astorga ha
vertido reflexiones muy acerta-
das y prudentes, recientemente,
al hablar de la reconciliación", pala-
bra buena, pero que podemos deterio-
rar para que nos sirva de recurso en el
que quepan todas las sobras de lo inso-
luble, hasta hacer de ella un ritornello
beato o moda léxica de temporada.
La impostación cristiana es ésta:
Cristo nos ha reconciliado con el Padre
y, la Iglesia —extensión de Cristo: los
cristianos— han de reconciliar a la
humanidad, el mundo entero, con Dios.
«Es urgente, dice monseñor Briva,
dejar de generalizar y dramatizar el
fenómeno de la división referida a la
Iglesia». Cuando se dan contrastes «tie-
nen su raíz en una tierra que no es la
eclesial». Bastaría observar la lamen-
table frecuencia con que se presentan
noticias relativas a la Iglesia y a sus
ministros; noticias seleccionadas desde
un punto de vista político, interpreta-
das con parcialidad y objetivamente
incompletas que, evidentemente, tur-
ban al lector u oyente sorprendido e
indefenso en su buena fe.
En la dimensión perfectible de esta
etapa temporal, todos, y también la
Iglesia que peregrina hacia el Padre,
debemos aplicarnos a una incesante
superación. Li "conversión" es una
actitud cristiana, esperanzada y volca-
da a la acción fecundada por la gracia
de Dios, que no permite retrasos ni
perezas. Pero la fe y la esperanza, la
generosidad abierta de Dios y el gozo
de haberle descubierto como Padre,
limpia de pesimismos y de tentaciones
derrotistas silbadas desde fuera. En
la Iglesia no se derrumba nada; las
demás cosas se derrumban, si acaso.
La Iglesia no pierde nada: lo que de
ella, en apariencia, se desprende, le
era ajeno. La Iglesia se purifica, se
convierte a Dios sin cesar, se aproxima
día a día al ideal del Evangelio, no
precisamente cuando se aísla del
mundo, cuando abandona el camino
polvoriento de los hombres, sino
cuando y porque camina junto a ellos
y les dice la verdad de Dios, verdad
muchas veces intolerada, y siempre
incompatible con los egoísmos, los
orgullos, los despotismos de la tierra.
Estos son los que hacen por acusarla,
por denigrarla, por dividirla.
Pero la Iglesia de Cristo, vuelve cada
vez que sucede esto, sobre sí misma, y
redescubre a Dios, y repite su verdad,
convertida, perseguida, renovando la
presencia de Cristo en el mundo, de
quien ella es extensión, cierto que
imperfecta; pero dispuesta en continua
aproximación hacia Él y hacia los
hombres, en el afán nunca acabado de
reconciliarles con Dios, de preparar
ese otro reino inasimilable por los de
este mundo, a pesar de los intentos,
de los errores y de las culpas de los
hombres de poca fe, o sin fe.
Reconciliar no es pactar con el error;
no es rebajar la fuerza de la verdad,
7 (67)
no es falsear el bien, silenciar la justi-
cia... Reconciliar es repetir, renovar,
decir una vez más esa verdad de Dios,
y decirla cada vez más cerca de cada
hombre y de cada situación que nece-
sita ser configurada, corregida según
ella. Y hacerlo, decirlo, no solamente
donde, por lo menos en teoría, se ad-
mita la fe, sino incluso donde se pres-
cinde de Dios. No importa: donde
Dios, teórica o prácticamente es recha-
zado, por lo menos perdura en la pre-
sencia de su obra, en la criatura huma-
na y, entonces, la predicación, el
anuncio, la "verdad buena" de Dios ha
de dirigirse a la inmediatez de los va-
lores y de la dignidad humana, para
que, si ya no es posible, o todavía no
es posible descender de la considera-
ción de Dios a las de sus obras que
somos nosotros mismos, nos acer-
quemos a sus obras, respetuosamente
y, desde ellas, ascendamos hasta Dios.
De un modo o de otro, de un modo y
de otro, la Iglesia prosigue la reconci-
liación de lo creado con el Creador.
Es su misión.
La autonomía de lo temporal signifi-
ca que la Iglesia no pretende —no de-
be pretender— dar soluciones o fór-
mulas técnicas concretas a todos los
problemas humanos; sino recordar los
principios sobrenaturales, repetir la
verdad divina sobre lo creado, denun-
ciar las desviaciones, condenar el pe-
cado. Bien entendido que «cuando la
Iglesia denuncia los problemas, no los
crea» (recordaba el cardenal Bueno
Monreal), y que pecado es lo que se
opone a la Ley de Dios, la ley natural,
los derechos de los hombres (expre-
sión evolucionada de la misma), la
verdad, la justicia, el bien. La Iglesia
hace un servicio a la sociedad cuando
se esfuerza por iluminarla exhortándo-
la para que enmiende los errores, ofre-
ciéndole perspectivas de bien, que, en
definitiva, favorecen la verdadera paz
y la felicidad social.
Dice monseñor Briva, el prelado de
Astorga, además de señalar "la raíz
no eclesial" de los contrastes entre
creyentes, que evidencian y son ma-
nifestación, por otra parte, del dina-
mismo desbordante de la doctrina
cristiana y católica, la cual tiende a
vivificar toda la vida social. La auto-
nomía de las realidades temporales,
incluyendo en ellas las sociales, eco-
nómicas, políticas y culturales, no pre-
coniza la asepsia religiosa de las mis-
mas. Y a medida que estas realidades
se acercan más a lo humano, se inten-
sifica el rechazo de esta asepsia. Se
comprende, por consiguiente, que el
cristianismo seglar y aun los mismos
pastores presten continua atención a la
información evangélica de las realida-
des temporales. Pero ello no ha de sig-
nificar un germen de división eclesial,
sino un objeto de atención y de empeño
del crecimiento del reino de Dios).
Tranquilidad (?) "camp".
Es para hacer pensar un poco la agudeza de "Mingote" en uno de sus
chistes publicados, durante la cuaresma pasada, en "ABC": un peque-
ño grupo de personas disconformes, al salir de una iglesia, comentan
la homilía habida:
—¿Por qué no se limitarán a hablar del infierno, como antes, que
estábamos tan tranquilos?
8 (68)
Estar informados
LAS PERSONAS mayores pueden recordar pretéritas campañas en pro de
la "buena prensa", en épocas en las que parecía indispensable el esfuerzo
por contrarrestar el ateísmo más o menos de moda, o la procacidad de
exhibicionismos gráficos que lesionaban el pudor. En nuestros días, sin quitar
mérito a aquellos esfuerzos, fruto, sin embargo, de la evolución del mundo, nos
impresiona menos el ateísmo cerrado, teorizante, que el práctico, que la desvin-
culación de fe y vida.
Diríase que, antaño, buscábamos razones absolutas en Dios y, desde él,
descendíamos a las consecuencias morales; en la actualidad, sin que deje de ser
verdad esencial que de Dios desciende toda bondad, nos parece haber descu-
bierto o nos hemos fijado más en la realidad horizontal de la vida y, desde ella,
hemos mirado a Dios. Discutimos menos los principios, los dogmas, y nos preo-
cupamos más por lo humano: derechos, deberes, dignidad de la persona, cultura,
organización de la convivencia.
Para el cristiano, desde la fe, esto no constituye ningún obstáculo. Precisa-
mente la fe es para la vida; la fe sólo es para esta vida. Es posible que Dios nos
conduzca por la aparente horizontalidad de las presentes valoraciones precisa-
mente para que la fe, que decimos profesar, no se nos haga inservible, despla-
zada, inútil para la vida.
Nos conviene mirar esta vida, desde su misma llanura, sin abandonar la
fe. La fe, precisamente, es para mirar la vida; no para alejarnos de ella, no
para suplirla.
Karl Barth, uno de los mejores teólogos cristianos de nuestros días, ha
dicho, a propósito de interpretar la palabra de Dios en orden a la fe viva, que
es imposible hacerlo «sin leer al mismo tiempo la Biblia y el periódico». Hay
que mirar a la vida, al mundo, y hay que interpretar esta vida y los sucesos
del mundo, día a día.
Es decir: hace falta creer, ilustrar la fe, meditar sus fundamentos, tratar a
Dios en la oración, impregnar con su pensamiento toda nuestra existencia. Pero
al mismo tiempo es preciso mirar hacia fuera, enterarnos, conocer y deducir el
sentido del camino del mundo, sobre los hitos de los hechos que se suceden en el
tiempo, cuyos protagonistas somos los hombres, cuya finalidad, para el creyente,
desemboca en Dios.
Cada vez que, desde estas mismas páginas, nos referimos a la necesidad de
estar informados —bien, honestamente informados—, no lo hacemos para dete-
nernos en preocupaciones apologéticas, ni triunfalistas. Fe e Iglesia nos interesan;
pero nos interesan como algo vivo, que nos duele ver torcer o falsear. Por esto
no falta, con alguna insistencia, nuestra recomendación para que nuestros
lectores se suscriban a alguna de las revistas católicas que les indicamos.
Creemos que, de este modo, les ayudamos a ver y a creer mejor. A ser más
cristianos y a preparar un mundo mejor.
9 (69)
LA ACCIÓN,
EXPRESIÓN AUTENTICA DEL CRISTIANO
Sobre la RESPONSABILIDAD DEL CRISTIANO AN-
TE LA PROBLEMÁTICA SOCIAL Y CÍVICA, el obispo
auxiliar de Oviedo y secretario del Episcopado Español,
monseñor Elías Yanes, ha publicado un interesante traba-
jo, parte del cual transcribimos. Al pie de esta reproducción
explicitamos las "siglas" de los documentos en él citados,
según el orden de su primera referencia.
EL HIJO de Dios, al hacerse
hombre y morir por los
hombres en la Cruz, es para
nosotros la nueva alianza de
amor entre Dios y la humani-
dad, signo evidente del valor
que el hombre tiene a los ojos
de Dios. Dios toma en serio al
hombre, a cada hombre. Dios
quiere la liberación y salvación
del hombre. Aceptar la Encar-
nación del Hijo de Dios, su
muerte y resurrección, es acep-
tar como norma de vida el amor
y el servicio a todo hombre, sin
distinción, sin condiciones.
La fe viva en Cristo Jesús ha
de incluir el esfuerzo por liberar
al hombre de todas las escla-
vitudes a través de cauces con
el Evangelio. El cristiano debe
reconocer que, cuando no es
justo con los demás hombres, se
quiebra su relación con Dios.
Trabajar por la justicia
Trabajar por la justicia es algo que
compromete a toda la persona. Antes que
la programación concreta en favor de la
justicia, está la actitud propia del hombre
apasionado por la justicia; y antes que el
amor a la justicia está el amor concreto y
total a cada persona singular como signo
del amor a todos los hombres. Ser justo es
un aspecto de la vida nueva del cristiano.
Cada bautizado, al asociarse al misterio
de Cristo, por el bautismo y la fe, por la
penitencia, por la Eucaristía, ha de dar
muerte a su propio egoísmo y renacer
libre para amar la verdad, para dar la
vida, para entregarse y comprometerse
por los demás.
Esta actitud radicada en el ser mismo
del cristiano, para ser auténtica, ha de
tender a expresarse en la acción concreta.
Hay que remediar los casos que se ofrecen
10 (70)
cotidianamente en el entorno de cada uno
y participar en la solución de los proble-
mas más generales que afectan a todo un
amplio sector social, a todo un país, a la
humanidad entera. Pablo VI nos lo dice
así en la 0A, 48.
El propósito de construir un mundo
más justo implica para el cristiano el
compromiso por construir una sociedad
más fraterna. No basta para ello la sola
transformación de las actitudes o de la
conducta individual. Es necesario proce-
der a la profunda transformación de las
estructuras sociales.
Es preciso lograr que la organización
misma de la vida económica, cultural, so-
cial y política, y el ordenamiento jurídico
de la sociedad tiendan, por su propio
dinamismo, a crear unas relaciones más
fraternales entre todos los hombres.
Hacia un mundo más justo
¿Cómo construir este mundo más fra-
terno y más justo?
Es necesario actuar en el campo de la
educación, información, vida asociativa,
economía; es preciso tomar decisiones
políticas tendentes a crear una atmósfera
social de concordia, cooperación, igualdad
social, libertad responsable.
Pero no es competencia mía entrar en
la determinación precisa de los medios
concretos más aptos. Todo hombre res-
ponsable ha de sentirse llamado a la
creatividad, a la búsqueda incesante, a la
revisión crítica de lo realizado y a la
investigación de nuevas posibilidades.
Quiero limitarme a llamar la atención
sobre los valores morales cristianos que
deben guiar el esfuerzo de todos los
miembros del cuerpo social.
Una concepción de la convivencia
social que se inspire en el reconocimiento
de la dignidad del hombre, a la luz del
misterio de Cristo, debe traducirse en
líneas de acción.
Según la enseñanza social de la Iglesia,
podríamos indicar las siguientes:
1.º Promover la igualdad entre los hom-
bres. Esto exige:
—Luchar, con medios conformes al Evange-
lio, por superar el clasismo (cfr. GS, 29,
11 (71)
58: MM, 73, 58: PT. 56: OA, 21. 47. 16):
procurar que disminuyan todo lo posi-
ble las desigualdades (GS, 66, 69).
—Admitir con todas sus consecuencias la
función social de la propiedad (cfr. GS,
71).
—Reconocer de manera efectiva el dere-
cho de todo hombre al trabajo; reducir
2 sus justas proporciones las diferencias
existentes —manifiestamente injustas—
en la retribución del trabajo (cfr. GS,
67: PT, 18-19: MM, 70).
—Rechazar el capitalismo en el sentido
en que lo rechaza el magisterio reciente
de los Papas (cfr. PP. 26); rechazar la
concepción materialista de la vida (cfr.
GS. 63).
2.º Promover la solidaridad.
Esto exige:
—Educar para la paz y para la justicia
(cfr. GS. 78; S, 1971).
—Luchar por la superación del indivi-
dualismo (cfr. GS, 30).
—Desarrollar el sentido de responsabili-
dad ante las exigencias del bien común
(cfr. PT. 60-61; GS, 74; DH, 6).
—Desarrollar la vida asociativa en gene-
ral (cfr. RN, 35: GS, 73; PT, 23-24; OA,
24).
—Desarrollar la actividad sindical (cfr.
MM, 97; GS, 68: OA, 14).
3.º Promover la participación activa de
todos en la elaboración de las deci-
siones que afectan a todos.
Esto exige:
—Luchar por la superación del confor-
mismo individualista, de la comodidad
indiferente, del escepticismo estéril.
—Luchar contra los extremismos del
"todo" o "nada" (cfr. MM, 238).
—Suscitar actitudes de esperanza, de
apertura hacia el futuro, de confianza
en Dios (cfr. 0A, 48).
—Promover la participación activa en el
ámbito de la empresa, del sindicato,
en la educación, etc. (cfr. MM, 73, 83)-
multiplicar los cauces de participación.
4.º Promover la libertad y el diálogo.
Esto exige:
—Que la limitación de la libertad no sea
la norma, sino la excepción (cfr. GS. 75;
DH, 7).
—Aceptación del pluralismo (cfr. GS, 73-
76, 43, 58).
—Promover el diálago y la comunicación
entre las personas y los grupos (cfr. ES,
65, 69, 75).
—Promover la información veraz (cfr,
CP, 24-33).
—Respetar el principio de subsidiariedad
(cfr. MM, 53; GE, 3, 6: GS, 86).
—Rechazar el autoritarismo (cfr. GS, 75)
y la violencia (cfr. PP. 30-31).
—Rechazar el modelo marxista en el sen-
tido en que lo rechaza el magisterio
de los Papas (cfr. OA, 26. 31-35; ES, 92-
94).
5.º Promover la subordinación de la
economía al bien integral de la per-
sona humana.
Esto exige:
—Rechazar el crecimiento económico
puramente cuantitativo (cfr. OA, -11).
—Dar prioridad a los aspectos humanos
del desarrollo: educación, servicios sa-
nitarios, convivencia familiar, vivienda
humana, medio ambiente, participación
activa, diálogo (efr. CS, 58, 63; PP, 21,
6.º Promover el desarrollo y perfec-
cionamiento de un ordenamiento
jurídico, en el que los derechos y
deberes de la persona humana que-
den garantizados cada día con mayor
eficacia (cfr. PT, 51, 68).
7.º Promover una relación Estado-so-
ciedad en virtud de la cual sea la
sociedad realmente protagonista y
12 (72)
artifice de su propia evolución, y el
Estado, dentro de la esfera de su
especifica competencia, promotor y
garante de la igualdad, de la soli-
daridad, de la participación, de la
libertad, del desarrollo integral de la
persona humana.
Esto exige:
—Control social del poder político (cfr.
PT. 60-61; MM. 20,58; GS, 74-76; PT, 76).
La plena aceptación de estos valores
lleva a no canonizar ninguna realiza-
ción histórica concreta como el logro
ideal de las exigencias sociales y polí-
ticas que derivan del concepto cristia-
no del hombre y mueve constantemente
a los hombres hacia metas más eleva-
das. Si, por una parte, el servicio a los
hombres y la fidelidad a la verdad
exige de cada uno que reconozca todo
lo que hay de positivo en la sociedad
a la que pertenece; por otra parte, to-
dos los hombres están obligados a
promover la realización de un mundo
más justo y más humano. A nadie le
es lícito desistir del intento de colabo-
rar en la construcción de una sociedad
más fraterna.
El valor trascendente de la persona
humana impulsa hacia el amor y el
reconocimiento del hombre concreto
que tenemos a nuestro lado y al mis-
mo tiempo hacia la superación de la
situación presente de la comunidad
humana en tensión de constante aper-
tura hacia el futuro.
La fuerza que nos mueve es la espe-
ranza del reino definitivo, del reino
que es promesa de Dios en Cristo y
que ya en germen crece en la Tierra
(OA, 45).
Siglas.
OA - Octogésima adveniens
GS - Gaudium et spes
MM - Mater el Magistri
PT - Pacem in terris
PP - Populorum progressio
S 71 - Sínodo de obispos de 1971
DH - Dignitatis humanae
RN - Rerum novarum
ES - Ecclesiam suam
CP - Communio et progressio
GE - Gravissimum educationis
Documentos conciliares, encíclicas o
instrucciones pastorales pontificias
que existen coleccionados en edicio-
nes económicas, al alcance de todo
cristiano medianamente cultivado.
Las cifras hacen referencia a la nu-
meración de los párrafos respectivos.
LA IGLESIA CATÓLICA ESTÁ BUSCANDO SU LUGAR EN EL MUNDO MODERNO.
Recientemente el Vaticano ha tomado la decisión de declarar vacante la sede
arzobispal de Esztergom (la sede de Mindszenty). Esto ha desencadenado una
tempestad en parte de la prensa occidental. Los reaccionarios se han irritado
con el Papa, y se han hecho correr rumores de que el Papa Paulo VI tomó
dicha decisión bajo la presión del Gobierno comunista húngaro. Y pienso que
los que suponen que el Papa Paulo VI desposeyó a Mindszenty de la sede
de Esztergom a consecuencia de nuestras presiones sobreestiman nuestra
influencia y minusvaloran al Vaticano. Las cosas han sucedido de forma
muy distinta: la Iglesia católica está buscando su lugar en el mundo moderno.
JANOS KADAR, jefe del partido comunista de Hungría.
13 (73)
Cuando
llueve
CUANDO llega marzo y llueve sobre los campos, sobre esta
tierra llana que todo lo espera del cielo, y la humedad
silenciosa del aire amaneado impregna la luz y cala en los
ojos, los más humildes de los hombres que pisan nuestros caminos
mojados – tal vez con orillas de nieve, se alegran pensando en
cosechas que guardan los campos; los campos del pan que se
espera, de la espiga que está por nacer, como un don de la tierra
que devuelve a la luz el regalo que ahora recibe con el agua
llovida del cielo.
El silencio de los hombres que miran los campos lloviendo,
todavía sin gritos de pájaros, se hace oración de los pobres
y gozo de espera. Habrá pan, y el resto de todo lo poco que
se necesita para vivir y volver a esperar. Y el que tenga podrá
dar y el que aguarde recibir, y el cansancio del trabajo no
será maldición para nadie: solamente promesa a medio camino
del logro.
Como la gracia de Dios en las almas, cuando cala en la tierra
—en la vida, en la planta— del hombre. Dios y tú, Dios y el
hombre, como nube y semilla. Todo es gracia, cuando el tacto
invisible, divino, penetra los campos de la verdad, del sentimiento,
de los trabajos y empresas humanas; cuando Dios, en el creyente,
no es sólo un dato lejano que ayuda a aceptar los misterios del
mundo, sino penetración aceptada de su fuerza para cosechas de
bien. Después de aceptar ser semilla que apuesta gozosa su vida,
en los surcos del tiempo, después de saber, por la fe, que somos,
cada uno, un campo de Dios, para darle cosechas multiplicadas
de vida, preparando su Reino.
Viene el Señor a nosotros como lluvia; como la
lluvia de primavera que riega la tierra. (Oseas, 6,3).
14 (74)
A PROPÓSITO
DE LAS ENCUESTAS
LAS ENCUESTAS están al orden
del día y, a pesar de que al
aplicar su método al fenómeno
religioso no es posible apurar lo último
y más profundo porque pertenece al
orden de la gracia y la intimidad de
las conciencias, como síntoma exterior
más o menos comprobable, ofrecen
datos orientadores para apreciaciones
y juicios, provisionales, si se quiere,
pero que se acercan a la realidad. Entre
nosotros no ha tenido poca importancia
la llevada a cabo por la revista VIDA
NUEVA, por ejemplo, sobre el proble-
ma concordatario español: la inmensa
mayoría (90 por ciento) se mostraba
contraria a la confesionalidad del
Estado, el 73 por ciento eran partida-
rios de la libertad de la Iglesia en los
nombramientos episcopales, el 65 por
ciento deseaban la abolición del fuero
eclesiástico, el 52 por ciento que la
enseñanza de la religión no fuese obli-
gatoria, etcétera.
De manera parecida podríamos refe-
rirnos a los trabajos del Instituto de
Sociología y Pastoral Aplicadas (ISPA)
de Barcelona, y los importantes estu-
dios que ha llevado a cabo en Valencia,
Vitoria, Salamanca, Murcia, Asturias,
Menorca, Málaga, Tierra de Campos,
Tarrasa, Sabadell, Mataró, Campo de
Gibraltar, Costa Brava, San Sebastián,
Sevilla, Bilbao, Granollers, Pamplona,
Gerona, Mallorca y Barcelona. Dicho
Instituto posee ya un verdadero banco
de datos socio-religiosos que le capacita
para más precisas y ulteriores investi-
gaciones hasta poder ofrecer, dentro
de poco, un objetivo y valioso análisis
sociológico del catolicismo español,
que superará notablemente el que, el
mismo Instituto, publicó hace diez
años, el primero en España.
Aspecto interesante,
no pretendido
Los estudios sociológicos, las inves-
tigaciones, las encuestas religiosas
tienen interés no solamente para los
estudiosos del fenómeno específico
de lo religioso y su aplicación a la
pastoral, sino que son tenidos muy
en cuenta, desde su especial interés y
finalidades, por los mismos políticos y
los economistas. Pero se da un aspecto
interesante, no directamente preten-
dido, que suscita una conciencia de
revisión, de responsabilización y de
examen serio en cuantos intervienen
conscientemente, ya sea como agentes
investigadores o como participantes
en las muestras elegidas para que sean
estudiadas o interrogadas. Hasta cierto
punto es como un examen de concien-
cia aunque simplificado en su objeto,
amplificado sin embargo en su alcance
y matizado por la introducción, al
menos implícita, de las inter-relaciones
sociales, complementarias y explicati-
vas, por lo menos, de las conductas y
actitudes individuales, y correctoras
15 (75)
del significado de muchas interpreta-
ciones aparentes.
La evangelización jamás se podrá
reducir, por ejemplo, a lo que en la
actualidad se entiende por "propagan-
da", ni la planificación apostólica a
una campaña de estrategia parecida a
la publicidad comercial o a las manipu-
laciones tecnificadas de mentalización
monopolizada y política; sin embargo,
las técnicas de investigación social
suministrarán datos aproximativos de
la realidad como para permitir, si cabe,
un mayor respeto de la persona y de
su libertad a la hora de anunciarle el
mensaje evangélico y, por lo tanto, de
convertir en más eficaz la predicación
cristiana y la presencia de la Iglesia
en el mundo.
Una ciencia
todavía joven
La Sociología es, todavía, una ciencia
demasiado joven, pero con perspecti-
vas inmensas. Sus primeros pasos han
descubierto, a pesar de las inevitables
imprecisiones iniciales, la importancia
inestimable de su valor realístico. Si a
ella se aplica la psicología de masas, o
psicología social, ofrece posibilidades
todavía inexploradas a las relaciones
y comunicaciones humanas, a los influ-
jos y reciprocidades grupales y a las
dependencias de polos de dominio, con
el riesgo de masivas manipulaciones
enajenadoras y degradantes para la
persona —los fascismos contemporá-
neos y las guerras han sido una triste y
vergonzosa muestra—, pero, al mismo
tiempo, aplicadas a la concienciación,
a la educación para la convivencia,
la responsabilidad y la libertad, pue-
den suministrar medios agilísimos
para un progreso humano y un mundo
mejor.
Ese mundo anunciado por las espe-
ranzas de todos, cuya proximidad y
exigencias se evidencian en la magni-
tud de las crisis presentes; crisis de tan
dilatado y dramático alcance porque
en ellas se ha de decidir el dominio
del hombre sobre la técnica y vencer
el riesgo de ser destruido por ésta. Ese
riesgo sería —no hay otra palabra—
la "deshumanización" del hombre; el
triunfo, la superación, ha de ser el
crecimiento, el perfeccionamiento, el
redescubrimiento de los valores que
Dios ha puesto en su criatura racional
y libre.
Tenemos tesoros cerca.
Posiblemente uno que los cristianos tenemos muy cerca y que no
Aprovechamos bastante, es la Sagrada Escritura, que leemos muy
poco, y que, en muchas ocasiones, no atendemos bastante ni cuando
Acudimos a las celebraciones de la Eucaristía. Nos quejamos de las
lecturas y de las homilías de los celebrantes: pero permanecemos
incorregibles en el poco aprecio que hacemos de ese tesoro que
tenemos tan cerca, que tratamos tan mal por una mezcla de igno-
rancia y ligereza, que nos impide iluminar nuestra vida con la fe, y
elevar la fe a oración y trato con Dios.
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CONTENIDO,
MOTIVACIONES
Y EXPRESIÓN DE LA FE
LA REVISTA cristiana VIDA NUEVA publicaba, hace pocas semanas, uno
de sus excelentes pliegos sobre "El Dios de los españoles", para ser conti-
nuado con otros pliegos sobre "El Cristo de los españoles" y "La Iglesia
de los españoles", preparados por varios miembros del Departamento de
Investigación Sociológica, a cargo de los jesuitas. No nos referiremos con
detalle a los mismos, porque suponemos que muchos de nuestros lectores
son, además, suscriptores de VIDA NUEVA y los han leído o leerán direc-
tamente en sus páginas. Pero esta clase de análisis recuerdan la utilidad de
una revisión o examen personal y colectivo sobre los aspectos más elementa-
les y esenciales de nuestra profesión de cristianos.
Nosotros extraemos aquí, de una revista francesa —I.C.I. — un cuestionario
mucho más resumido sobre el contenido, las motivaciones y la expresión de la
fe en el creyente. Una lectura atenta y personal puede ayudarnos a puntua-
lizar nuestra identidad cristiana. Constituye, por decirlo de alguna manera,
como una especie de "examen de conciencia" de nuestra fe.
I ¿En qué o en quién creemos?
En el caso de tener que elegir entre las formulaciones siguientes, ¿cuál
sería la preferida?:
1. Creo en Dios que nos ha manifestado su amor mandándonos a su único
Hijo entre nosotros.
2. Creo en Jesucristo que nos ha revelado el amor del Padre.
3. Creo en Jesús de Nazaret como en la más elevada realización de la
humanidad.
17 (77)
4. Creo en el Espíritu que, lo mismo en la actualidad que en tiempos
pasados, nos permite reconocernos reunidos como hijos de Dios.
5. Creo en las enseñanzas de la Iglesia y, en particular, lo que ella proclama
sobre la divinidad de Jesucristo.
II ¿Por qué creemos?
1. Porque he recibido una educación cristiana:
—principalmente de mis padres,
—principalmente de la escuela,
—o principalmente en el catecismo.
2. Porque me he convertido (en la adolescencia, en la edad adulta):
—al contacto de una comunidad cristiana,
—al encontrarme con un creyente cuya fe me ha afectado de modo
particular.
—como consecuencia de acontecimientos personales,
—después de una lectura (Biblia, testimonios diversos...)
III ¿Cómo creemos?
1. ¿Nos parece que la fe pertenece al dominio de las certezas inmóviles,
inquebrantables, o al de las convicciones difíciles?
2. ¿Qué papel concedemos a la voluntad por el hecho de que permanecemos
en la fe?
3. ¿Qué papel concedemos a la razón?
¿Sabe cómo trabajan los misioneros
en los países menos desarrollados?
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En uno y otro caso ¿se trata de un papel capital, secundario o irrelevante?
¿Suponemos que la fe es algo "razonable", susceptible de ser demostrado,
de pruebas, de explicaciones?...
4. Si la fe suponemos que ha de ser alimentada, ¿dónde encontramos
principalmente este alimento o apoyo?:
—en la oración,
—en una comunidad, qué clase de comunidad,
—en la lectura, qué libros,
—en la enseñanza catequética, teológica.
IV Fe y práctica cristiana
1. ¿Cómo influye la fe en nuestro comportamiento moral?
2. ¿Cómo influye la fe en nuestra actividad profesional y en nuestros
compromisos sociales y políticos?
3. ¿Qué influjo ejerce la fe en nuestra esperanza de una vida más fuerte
que la muerte?
V El futuro de la fe
1. La evolución general del mundo (ritmo y condiciones de vida, estados
de espíritu...) tal como nos es dado prever, ¿nos parece que ha de favo-
recer la fe cristiana o, por el contrario, que ha de hacerla más difícil?
¿Por qué?
2. ¿Suponemos que seremos capaces de transmitir" la fe a los más jóvenes
que nos suceden en la vida? En caso afirmativo, ¿cómo pensamos hacerlo?
En caso negativo, ¿a qué será debido?
El cuestionario que transmitimos casi de forma completa, ha sido confeccio-
nado esquemáticamente, en vistas a una encuesta. Juzgamos que, incluso reducido
a reflexión personal, no carece de interés.
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VALORES
FUNDAMENTALES.
Para alcanzar la plenitud de su destino en
la sociedad, necesita el hombre algunos
valores fundamentales, entre los cuales so
deben mencionar la libertad, la justicia
y la paz. Son valores tan íntimamente
ligados a la dignidad del ser humano, que
el hombre no puede realizarse plenamente
si carece de algunos de ellos. Esta
carencia dificulta la reconciliación y
genera odios y rencores de imprevisibles
consecuencias. Nuestra palabra no tiene
otra esperanza que la de ayudar a
mirarnos como iguales, como hermanos.
Pensemos que el mejor aporte que la
Iglesia puede dar a un país es entregarle
cristianos amantes de la verdad y de la
justicia.
Conferencia Episcopal Uruguaya
Nov. 1973
LAUS
Director P. Ramón Mas, C. O. - Edita e imprime: Congregación del Oratorio
Placeta de S. Felipe Neri, 1 - Apartado 189 - Albacete - D. L AD 10162 - 16. 4. 74.
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