Boletín
del Oratorio de Albacete |
N.º 125. OCTUBRE. 1974. |
SUMARIO |
COMO las hojas que el
viento se lleva, pasan los días, |
los meses, los años. Pasan
las cosas, pasamos nos- |
otros. Pero la vida no
sólo es pasar. Vivir es estar |
y crecer; vivir es hacer y
crear. Aunque los árboles |
pierdan las hojas, el
viento no alcanza a arrancar las raí- |
ces. Sigue la vida también
para el árbol. Las nubes de |
otoño no apagan el sol, ni
pueden subir y arrancar las |
pupilas del cielo —
estrellas altísimas... |
Otoño es crecer todavía.
Hacia dentro. Hacia arriba. |
OCTUBRE, OTRA VEZ |
DIOS Y DINERO |
ACERTARÉIS, ACERTARÉIS... |
MODOS Y MANERAS |
EL ESPÍRITU DE TAIZÉ |
TAIZÉ: "CARTA AL
PUEBLO DE DIOS". |
DENUNCIAS Y CELO
INSINCEROS |
CÓMO ANUNCIAR EL EVANGELIO
HOY |
EVANGELIZAR |
LAS "BUENAS" Y
LAS MALAS NOTICIAS |
IGLESIA Y ESTADO EN CHILE |
1 (121) |
Octubre, |
otra vez |
QUERÁMOSLO o no, práctica- |
mente recogidas las
cosechas, |
mitigado el calor estival,
y con |
el pensamiento en la
siembra |
próxima, octubre marca un
reco- |
mienzo cíclico en los
campos, otra |
vez un principio. |
También, en especial para
la gente |
joven y, de rechazo, en
las familias, |
la reapertura del curso
escolar in- |
terviene en la
reordenación de los |
horarios domésticos. |
La misma vida pública, la
adminis- |
tración y la política,
reemprenden |
igualmente el ritmo que ha
relentado |
el verano.
Consiguientemente los tra- |
bajos y los negocios, los
proyectos |
y todas las actividades se
sienten |
influidas, aceleradas,
reordenadas.) |
Se trata de un fenómeno
que al prin- |
cipio de cada otoño se
reproduce y |
que arrebata importancia
al simbo- |
lismo inicial que en otros
tiempos se |
concentraba en la fecha
del principio |
de año, cada mes de enero.
Si se ha |
podido, además, gozar de
algún des- |
canso verdadero, de unas
mínimas |
vacaciones, esta sensación
otoñal |
de recomienzo, se hace más
real. |
La sensación de
recomenzar, es |
siempre buena, porque
ayuda a la |
juventud de corazón:
porque cultiva |
la ilusión y apunta a ella
el esfuerzo, |
que lo es menos si un poco
de gene- |
rosidad y de esperanza en
nosotros |
mismos y en los demás no9
despierta |
en camino de vida siempre
nuevo. |
Que la menor parte de todo
nuestro |
recomienzo no sea para
Dios. Y ojalá |
que no sea sólo "una
parte", sino que |
nos ingeniemos para que
constituya |
el "todo", de
modo que todo lo inspire, |
lo dirija, lo impulse y
fecunde, revita- |
lizando todas las
actividades, empre- |
sas, trabajos, ideales y
esperanzas. |
No como simples sueños,
sino como |
un vigor puesto
certeramente en sur- |
cos abiertos, en campo
nuevo para |
más cosechas, de las que
no acaban |
con las estaciones, ni se
contienen en |
los graneros. Y que,
después de otros |
vientos y lluvias, fríos y
calores, car- |
dos y flores, conducen a
la bendición |
del Señor. Otra vez. |
MISAS EN EL ORATORIO |
(DESDE OCTUBRE A JUNIO) |
DÍAS LABORABLES: 7,45 de
la mañana y 8 de la tarde. |
DOMINGOS Y FESTIVOS: 11,
12 y 13 de la mañana y 8 |
de la tarde. |
SÁBADOS Y VÍSPERAS DE
FESTIVOS: 8 de la tarde |
(Misa anticipada). |
2 (122) |
Dios y dinero |
DIOS o dinero, dinero o
Dios; dinero en lugar de Dios, o Dios en lugar de |
dinero. La disyuntiva no
nos va y, acto seguido —tan seguido que "sigue" |
todavía— pasamos a la
copulativa: Dios "y" dinero. Posiblemente, no |
sea ninguna exageración
afirmar que la mayoría de hombres vive pendiente, |
preocupada por el dinero;
posiblemente tampoco lo sea el suponer que la |
mayoría de fieles vivan
preocupados —los capaces de preocupaciones— no |
tanto por elegir entre
Dios "o" el dinero, sino por conciliar Dios "y" el
dinero. |
Pero, ¿es posible tal
conciliación? Aunque la leamos deprisa, la afirmación |
de Jesús es tajante: «No
podéis servir a Dios y al dinero». La leíamos, una vez |
más, en el Evangelio de
una Misa dominical, hace muy pocas semanas, y al |
recorrer la mirada por
cerca o lejos de nosotros misinos, nos podíamos dar |
cuenta, también una vez
más, que el deseo de conciliación persiste, tanto como |
las lecciones patentes de
su imposibilidad. |
La humanidad, o por lo
menos los que nos declaramos fieles, creyentes en |
algún Dios que pueda serlo
(bueno, infinito, justo), ¿estamos locos? |
Preocupa menos la actitud
de los que, de antemano, niegan a Dios o, sin |
hacer explícita esta
negación, nos podemos dar verdadera cuenta de que lo |
arrinconan, lo olvidan o
lo rebajan a caricaturas inofensivas, sin enmarañarse |
en discusiones teóricas,
pero erigiendo y dando culto práctico (lo que polariza, |
lo que es lo primero, lo
que absolutiza el resto vital) al dinero, o lo que con |
el dinero se valora de uno
u otro modo. Ricos de corazón y ricos prácticos, |
"creyentes en el
Becerro de oro", liberales respecto a los medios para el fin |
(dinero), libres a su
modo, servidores y esclavos al fin de lo que creen que les |
independiza y les prepara
la felicidad. |
Más libertad tienen los
pobres, por lo menos negativamente, para encontrar |
y servir al verdadero
Dios. Aunque, también los pobres prácticos, reales, si el |
mal ejemplo de los ricos
desata su codicia, su envidia, su resentimiento, pueden |
arder en la misma pasión
—«no sirvas a quien sirvió, ni pidas a quien pidió», |
dice el refrán popular—
del oro deseado, hasta renegar del único verdadero |
Señor de todos, si creían
en él, y hacerse aduladores, serviles y hasta ladrones de |
los ricos, con tal de
escalar, poco a poco, su rango. Ni faltan, de vez en cuando, |
los impacientes que, todo
de una, y aun a costa del crimen, apuesten como sea |
por la riqueza. Es la
respuesta enloquecida al reto del escándalo de los ricos. |
3 (123) |
Aunque luego el
convencionalismo de la sociedad se olvide o pase por alto la |
culpa de los muchos y
quiera tranquilizar su conciencia eligiendo un solo reo, |
por todos, y digan: «He
aquí el criminal». |
La gran masa, la
mediocridad estandardizada, puede que lo crea así. Pero |
lo peor no es que esta
masa sea lo mismo incapaz del crimen que de un acto de |
heroísmo; lo peor es que,
presa de la estupidización difusa que la envuelve, |
no se detiene para
alcanzar, reflexivamente, cada uno y todos, un mínimo de |
sensatez para una visión
honesta y humana, de lo que ha de ser la vida de |
cada uno de los hombres, y
las relaciones de unos con otros. Porque, cuando los |
que más tienen o más
codician, pidan y exijan y hasta paguen por un orden |
externo que evite
desasosiegos y crímenes demasiado patentes, no lo hará para |
proteger, promocionar y
salvar a cada hombre y a todos los hombres, sino para |
salvar el propio
patrimonio y la propia favorecida situación que lo acrecienta. |
Los demás hombres
interesan sólo si pueden ser utilizados para este fin, que |
llaman "orden".
La parte mínima que dediquen a fines buenos desinteresados, |
es meramente decorativa y
simbólica: nada o muy poco más. |
En esta gran masa están,
seguramente, la mayoría de los que se denominan |
creyentes, para los
cuales, el deber de procurar un mundo mejor, no se basa |
únicamente en
consideraciones de mera justicia o de razón natural, sino en la fe |
que admite la excelencia
infinita de Dios y su Paternidad universal sobre los |
hombres. |
Pero ocurre que la mayoría
gastan la vida, a lo sumo, en la pretensión de |
integrar a Dios con su
dinero, en conciliar a Dios con... el anti-Dios. No se |
niega al Dios teórico,
pero se adora al dios del dinero. El verdadero Dios se sub- |
ordina a los valores del
mundo y, esta clase de fiel, saca de "su" fe, un "seguro |
de eternidad".
Quiere, aquí, una vida buena, rica, cómoda, exitosa, placentera, |
colmada. Y quiere más:
quiere "otra vida", quiere dos vidas. En estas vidas, |
Dios es el talismán de la
primera y un saldo a favor para la segunda. |
Se prefiere todo a Dios, y
ese "todo" es el dinero, o lo que con él se valora. |
No es extraño, a pesar de
las apariencias impuestas que éstas, de vez en cuan- |
do, artificiales como son,
se rompan, y surjan crímenes interesados, y existan |
y prosperen negocios
—legalizados o no— sucios, y se desaten guerras econó- |
micas —todas lo son— y la
sucesión de escándalos y locuras, tiranías v revo- |
luciones, despilfarros y
miserias, nos hagan menos fácil distinguir entre verdad |
y mentira, justicia y
corrupción, orden y opresión, honestidad y culpa. ¿Quién |
es el inocente? ¿Quién es
el culpable, más allá del chivo expiatorio elegido? |
Es dramático. Drama que se
traduce en dolor, aunque el dolor más agudo |
no toque cada día a todos.
Pero toca algún día. Como el dolor de la muerte, el |
máximo dolor. |
Si reuniéramos todas
nuestras fuerzas y, con valentía, analizáramos y qui- |
siéramos llegar a la raíz
de estos dolores, de las violencias más agudas y apa- |
rentemente más absurdas
que nos aterrorizan, y nos aguantáramos la primera |
reacción de desesperanza y
el primer grito de protesta, tal vez llegaríamos a |
descubrir en el árbol del
mal que nos da frutos tan amargos, la savia maléfica, |
que teje codicias y compra
placeres, soborna jueces y paga guerras, obliga adu- |
laciones y cubre
verdades... y que se llama —un nombre para todo— dinero. |
4 (124) |
Acertaréis, |
acertaréis!... |
ACERTARÉIS si, en vez de
deteneros en un solo culpable, buscáis la culpa. |
Acertaréis, o faltará muy
poco, preguntando y respondiendo, más o menos, |
así:. |
Móvil de un crimen? ...
Dinero. |
¿Motivos de una guerra?
... Dinero. |
¿Riñas de familia? ...
Dinero. |
¿Envidias de vecinos? ...
Dinero. |
¿Traición de un amigo? ...
Dinero. |
¿Mentiras por verdad?...
Dinero. |
¿Justicia negada o
demorada? ... Dinero. |
¿Venganza por justicia?
.... Dinero. |
¿Excepción del deber? ...
Dinero. |
¿Profesión alabada? ...
Dinero. |
¿Porvenir feliz?...
Dinero. |
¿Placeres
"honestizados"? … Dinero. |
¿Constancia sorprendente?
... Dinero. |
¿Robos legítimos? ...
Dinero. |
¿Poder asegurado? ...
Dinero. |
¿Razón por adelantado? ...
Dinero. |
¿Buen "partido"?
... Dinero. |
¿Decencia? ... Dinero. : |
¿Buena
"familia"? ... Dinero... |
¿Puertas abiertas? ...
Dinero. |
¿Don (...)? ... Dinero. |
Dinero, dinero, dinero,
dinero… |
Es triste que muchas cosas
sean, o que sean así. Pero la gente, tanto si presume |
desafiando, como si
envidia con resentimiento, continuará llamando "felicidad",
"bue- |
na suerte" y
"bien" al dinero. |
Llenan el aire palabras de
sonido fuerte y ensucian las paredes letras grandes |
"millones",
"hágase rico", "gane mucho", "le damos
dinero".... |
La propaganda es prometer
dinero; |
5 (125) |
el premio es dar dinero; |
la razón es tener dinero; |
el mérito es ganar dinero; |
el valer es hacerse rico; |
la inteligencia es
entender de dinero; |
el negocio es comprar y
vender dinero ... de los demás, y que- |
darse con el precio,
porque el negocio es el negocio. |
No sería tan triste si se
dijera en los mercados, en las sociedades anónimas, en los |
bancos ... solamente. Lo
más triste es que, a pesar de todas las hipocresías domésticas, |
de todos los disimulos
sociales, de todas las astucias educadas, de todas las mentiras |
para "servir a dos
señores", muchos padres —padres bien, padres... decentes, "cristia- |
nos"— desean, enseñan
y transmiten a sus hijos, al "prepararles para la vida", como |
prudencia, la codicia;
como estímulo, la ganancia; como honor, la riqueza; como segu- |
ridad, el dinero. Son
ricos de corazón, pero tan pobres de todo verdadero bien, que |
desconocen otra cosa
mejor. |
Es triste, porque si el
dinero no sirve para algo más, para mucho, para muchísimo |
más que para hacer
negocios y para tantas mentiras, tenerlo, y aun desearlo cuando |
no se tiene, es la peor de
las maldiciones, porque pudre al que lo toca o lo espera. Da |
igual que lo gane —¿a qué
llamamos "ganar"?, o ¿quién y cómo "gano"?, y ¿quién |
es Señor de algo?...— o
que lo robe. |
Después de esto, aunque
"además" les hablen de Dios, no sirve para nada. Si el |
primer dios es el dinero,
el verdadero Dios les sonará como añadido, molesto, inútil o |
falso. Ni confíen
demasiado en posteriores conversiones; porque, en tales condiciones, |
la mayoría de éstas no son
para volver a Dios y entregarse a El, sino para acudir a |
Dios y "sacarle"
lo que ya no da de sí lo demás. Es otra codicia; no santidad. |
Si no fuisteis de fiar en
el vil dinero, |
¿quién os confiará lo que
vale de veras?... |
Ningún siervo puede servir
a dos amos; |
porque o bien aborrecerá a
uno y amará |
al otro, o bien se
dedicará al primero y |
no hará caso del segundo.
No podéis |
servir a Dios y al dinero. |
San Lucas, 16, 11-13 |
6 (126) |
Temas morales: |
Modos y maneras. |
VIOLENCIA, PORNOGRAFÍA,
JUEGO, EDUCACIÓN, POLÍTICA... (DINERO) |
TODOS y maneras de
entender o |
de tomarse la moral, se
descu- |
bren cada día: basta
reseguir |
las columnas de un
periódico en su |
rúbrica de
"sucesos", o harta de polí- |
tica; basta atender a una
conversación |
condenatoria o apologética
y detener- |
se en la consideración y
análisis de |
expresiones arquetípicas
acerca de la |
bondad, los deberes y las
actitudes |
humanas, para poder
componer una |
variada antología de
conceptos, o de- |
masiado generales, o poco
profundos, |
o simplemente
superficiales, frecuen- |
temente con salpicaduras
de tópicos |
emocionales y hasta de
verdaderos |
disparates. Nos podemos
dar cuenta, |
al instante, de la poca
atención que se |
presta, en la mayoría de
los casos, a |
la idea básica de bien, y
al valor de |
integridad que debe
contener, para su |
coherencia, y para su
realidad. Perdi- |
dos entre vaguedades y
ambigüedades |
que lo hagan compatible
con la |
capacidad de egoísmo de
cada cual, |
emergen conceptos
envueltos en apa- |
riencias convencionales
que inútilmen- |
te pueden servirnos como
expresión |
del auténtico bien: por lo
menos, de |
esta realización de cada
sujeto sin que |
implique daño para los
demás. . |
Cuando ocurre algo
extraordinario |
que sacude la conciencia
colectiva, o |
simplemente impresiona a
un grupo |
humano más o menos
considerable, es |
la hora propicia para
recoger tal va- |
riedad de conceptos o
analizar las di- |
versas actitudes morales
de las perso- |
nas que se manifiestan. Lo
cual ocurre |
cada día, en un lugar u
otro. Nos com- |
placemos en citar unos
ejemplos rela- |
tivamente recientes, cada
uno de ellos |
merecedor de análisis y,
probablemen- |
te, de distinto juicio
según el modo y |
manera de entender y ser
la moral de |
quien los medite. |
Ahí van: |
Hace sólo unas semanas, en
la Cámara |
de los Comunes británica,
uno de los |
diputados más jóvenes
proponía un ex- |
perimento para reducir los
delitos de |
violencia, que, por lo
visto, proliferan o, |
por lo menos, preocupan, a
la población |
inglesa. Se trataría,
según él, de suprimir |
totalmente, durante tres
años, en los |
programas de TV del país,
cualquier film |
que incluyera escenas de
violencia, temas |
policíacos, combates de
boxeo, propagan- |
da y venta de juguetes de
guerra, etc. |
¿Nos atrevemos a decir que
no tiene |
razón? |
En el "Bulletin
municipal officiel de |
la ville de Paris",
se leía, en el mes de |
septiembre pasado, una
admonición del |
consejero comunal Gilbert
Gantier, en la |
cual, además de proponer
restricciones |
en el anuncio de los films
eróticos que |
infectan la mayoría de las
salas de proyec- |
ción de l'Avenue de
Champs-Elysées, y |
que merecen la atención de
gran cantidad |
7 (127) |
de turistas, para los
cuales, sin tales filme |
y algunas otras
expansiones más. "París |
no sería París",
pedía que tales proyec- |
ciones fuesen gravadas con
un fuerte |
impuesto especial, cuyo
producto sería |
destinado a la
financiación de actividades |
verdaderamente culturales,
menos ren- |
tables, pero más
aconsejables. ¿Se trata |
de una multa anticipada?
Cuestión ardua, |
ciertamente, en la que
intervienen las |
contradicciones entre
medio y fin, o que |
nos lleva a suponer, por
lo menos, y tal |
vez sin errar demasiado,
que allí toleran la |
pornografía
cinematográfica por razones |
parecidas a las que aquí
nos llevan a |
desfiguraciones como las
de construir |
plazas de toros en Sant
Feliu de Guixols |
o "tablaos" en
Palamós. |
Hace pocos meses, el
magnate y es- |
tratega de las finanzas
mundiales |
(casinos, barcos,
petróleo, financiaciones |
estatales...) Onassis,
"de paso" por España |
—Málaga y adyacentes—,
después de |
dedicar unas alabanzas
sospechosamente |
interesadas, al Jefe del
Estado Español, |
dejaba caer, como quien no
dice nada, |
que, «dado el nivel
turístico de la zona que |
visitaba, quedaría muy
bien que además |
hubiese allí algún casino
de juego... mo- |
derado, naturalmente».
¿Quería despertar |
adhesiones para que luego
no dudaran |
otros en proponer un
cambio en las leyes |
españolas, prohibitorias
del juego? Un ca- |
sino de juego, atrae a los
turistas selectos |
—ricos—, y siempre es
negocio... para el |
dueño del casino. Si luego
algún señor |
feudal apuesta y pierde el
precio de su |
cosecha, a consecuencia de
lo cual los |
obreros de sus campos no
cobren nada o |
cobren muy poco, y emigren
—nueva y |
contemporánea forma de
esclavitud— a |
buscar el pan donde se
sientan forasteros, |
nadie o muy pocos se
impresionarán, con |
tal de que no se produzcan
atracos contra |
la tesorería del casino, o
de los bancos |
que operan con el mismo.
Porque un |
atraco —no lo discutimos—
es inmoral... a |
pesar del mayor riesgo de
los protago- |
nistas, y tal vez de la
menor ganancia. |
Una pudorosa señora, algo
alarmada, |
decía a su marido —un
"cristiano" |
caballero—, después de
descubrir un ma- |
nojo de revistas
pornográficas, evidente- |
mente extranjeras, en el
pupitre de su |
hijo universitario:
«¡Mira... nuestro hijo, |
tan "bien"
educado! ¿Qué hemos de ha- |
cer?» (Aunque más propio
hubiera sido, |
preguntarse: «¿Qué
debiéramos de haber |
hecho?»). Y le respondió
el marido: «Mu- |
jer, no te preocupes: son
los veinte años. |
Con tal que no se meta en
política...» |
Claro, que hay mala
política, en cuyo |
caso se pueden discutir
los pareceres. |
Pero si se entiende por
política algo re- |
ferente a la preocupación
por el bien |
común, regulada por el
derecho, organi- |
zada según justicia, para
la convivencia |
y promoción de todos los
ciudadanos, el |
tal "padre"
prefería para su pobre hijo un |
egoísmo glotón, cerrado, a
la generosidad |
abnegada abierta a un bien
para todos. |
Pero el padre,
probablemente, ya no |
pensó más en el incidente,
y la madre |
—¡cuesta entender a los
hombres!— a lo |
sumo diría alguna avemaría
a la Virgen… |
por su hijo. La fe
"sirve" para mucho. |
Y podríamos seguir con más
ejem- |
plos, que podría entender
sólo el que |
quisiera entender. Y —ya
ven... — |
casi no hemos dicho nada
del dinero |
inicuo", aunque, bien
mirado, tal vez |
descubriríamos que,
patente o escondi- |
do, es el diablo de todo
mal, incluidos |
estos ejemplos,
naturalmente, |
Una buena información
sobre la Iglesia, ayuda |
a robustecer nuestra fe.
Lea semanalmente |
VIDA NUEVA |
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P.P.C. Jardiel Poncela, 4
Madrid - 16 |
8 (128) |
jóvenes: |
El espíritu de Taizé |
LA EXPERIENCIA ecuménica
de |
Taizé, tan cerca del
corazón de |
Juan XXIII, ha
protagonizado |
este verano la apertura
del "Concilio |
de los jóvenes", como
resultado de los |
preparativos que tienen su
origen en |
los encuentros juveniles
iniciados en |
1966, cuando por primera
vez, dos mil |
jóvenes llegados de unos
sesenta paí- |
ses, recibieron, con el
gozo de la Pas- |
cua, el anuncio de este
"Concilio". Este |
verano, a principios de
septiembre, se |
congregaron cerca de
sesenta mil mu- |
chachos y muchachas de
edades entre |
los 16 y los 25 años,
procedentes de 120 |
países, para algo más que
para un fes- |
tival "pop". Les
acompañaron persona- |
lidades como el cardenal
Willebrands, |
presidente del
Secretariado Romano |
para la Unidad de los
Cristianos, que |
representaba al Papa; el
obispo angli- |
cano de Worcester, en
representación |
del arzobispo de
Cantorbery, y el pas- |
tor Philip Poter,
secretario general del |
Consejo Ecuménico de las
Iglesias. |
En el intento de buscar
una expre- |
sión clave que de alguna
manera sin- |
tetizara todos los anhelos
de aquella |
juventud cristiana, se
enarbolaba el |
lema de "Lucha y
contemplación". |
Porque un mundo mejor no
se debe |
esperar del milagro, sino
de la entrega |
comprometida del hombre
que no re- |
húye el esfuerzo, mientras
vive de la |
fe y, desde ella, mira e
interpreta el |
mundo contemplando a Dios. |
El "Concilio" de
Taizé no se ha |
fijado ningún objetivo de
antemano; |
pretende mantenerse en la
espontanei- |
dad para preservar la
capacidad crea- |
dora, suscitar la
liberación de energías |
y reconciliar el ideal de
acción y con- |
templación. No se pretende
formular |
un programa, sino suscitar
un espíritu. |
¿Lo conseguirá? |
Los panegiristas de este
"Concilio" |
ven en él una
manifestación exaltante |
capaz de movilizar las
reservas de |
idealismo de los jóvenes
del mundo |
entero. Los detractores,
en cambio, |
hacen notar su aspecto
emotivo, pero |
ambiguo, que permite
encontrar a cada |
cual lo que le acomoda o
sugestiona, e |
incluso participar en sus
denuncias de |
aspecto profético, pero
sin compromiso |
mantenido. |
Los participantes en el
pertenecen a |
todas las clases sociales,
aunque, entre |
los europeos, se nota la
preponderan- |
cia de los procedentes de
familias |
acomodadas y de tradición
cristiana |
intelectual; los
sudamericanos perte- |
necen en mayor número a la
clase |
trabajadora. |
"Lucha y
contemplación"... El tiem- |
po nos dirá hasta qué
punto la belleza y |
oportunidad de este tema
despierta una |
vocación de intrepidez y
santidad, más |
allá del impacto de una
simple interpe- |
lación, para que, además
de un clamor |
profético, sea un
compromiso apostóli- |
co generosamente
mantenido. |
9 (129) |
TAIZÉ: Texto de la
"Carta |
al Pueblo de Dios" |
JÓVENES CRISTIANOS DE TODO
EL MUNDO DIRIGEN UN LLAMAMIENTO DE INTERPELACIÓN A TODAS LAS IGLESIAS. |
HEMOS nacido en una tierra
que es |
inhabitable para la
mayoría de los |
hombres. Una gran parte de
la |
humanidad es explotada por
una minoría |
que goza de privilegios
intolerables. Son |
muchos los regímenes
policiales que pro- |
tegen a los poderosos. Las
sociedades |
multinacionales imponen
sus leves. Rei- |
nan el lucro y el dinero.
Los que ostentan: |
el poder casi nunca
escuchan a los hom- |
bres sin voz. |
Y el pueblo de Dios, ¿qué
camino de |
liberación abre? No puede
esquivar este |
interrogante. |
Cuando los cristianos de
los primeros |
tiempos se encontraron
delante de una |
cuestión insoluble y
vieron que iban a |
dividirse, decidieron
reunirse en conci- |
lio. De ello nos acordamos
en Pascua de |
1970, cuando buscábamos
respuesta para |
nuestro tiempo. Y optamos
no por un |
fórum de ideas, tampoco
por un congre- |
so, sino por un concilio
de los jóvenes, es |
decir, una realidad que
reúne a jóvenes |
de todos los países y que
nos comprome- |
te sin ambigüedad a causa
de Cristo y del |
Evangelio. |
En el corazón del concilio
de los jóve- |
nes se encuentra Cristo
resucitado. Es a |
él a quien celebramos,
presente en la |
Eucaristía, vivo en la
Iglesia, escondido |
en el hombre nuestro
hermano. |
Durante cuatro años y
medio de pre- |
paración, nos hemos hecho
incesantes vi- |
sitas los unos a los
otros. Hemos recorri- |
do la tierra en todos los
sentidos, a pesar |
de los medios muy
precarios. En ciertos |
lugares, las condiciones
políticas nos han |
hecho atravesar
situaciones graves. |
Poco a poco ha ido
surgiendo una con- |
ciencia común. Ha sido
marcada muy |
particularmente por la voz
de los que |
entre nosotros están
sometidos a la de- |
pendencia, a la opresión,
o de los que es- |
tán reducidos al silencio. |
Y hoy tenemos una certeza:
Cristo re- |
sucitado prepara a su
pueblo para que |
llegue a ser, a la vez,
pueblo contempla- |
tivo, sediento de Dios,
pueblo de justicia, |
viviendo la lucha de los
hombres y de |
los pueblos explotados,
pueblo de comu- |
nión donde el no creyente
encuentre |
también su lugar de
creatividad. |
Nosotros somos parte
integrante de ese |
pueblo. Es por eso que le
dirigimos esta |
carta, para compartir con
él las inquietu- |
des que existen en
nosotros y las espe- |
ranzas que nos devoran. |
Numerosas iglesias, tanto
en el hemis- |
ferio sur como en el
hemisferio norte, |
están vigiladas,
molestadas, incluso per- |
seguidas. |
Algunas de ellas
demuestran que, des- |
ligadas del poder
político, sin medios de |
poder, sin riquezas, la
Iglesia puede co- |
nocer un nuevo nacimiento,
llegar a ser |
fuerza liberadora para los
hombres e |
irradiar a Dios. |
Otra parte del pueblo de
Dios, tanto en |
el hemisferio norte como
en el hemisferio |
sur, pacta con la
desigualdad. Hay cris- |
tianos que —de manera
individual, así |
como muchas instituciones
de Iglesia— |
10 (130) |
han capitalizado los
bienes, amontonado |
inmensas riquezas en
dinero, edificios, |
tierras, acciones en los
bancos. Hay paí- |
ses en donde las iglesias
permanecen liga- |
das a los poderes
políticos o financieros. |
De lo superfluo de lo que
poseen dan |
grandes cantidades para el
desarrollo, |
pero no modifican, sin
embargo, sus |
propias estructuras. Hay
instituciones de |
Iglesia que se procuran
los medios más |
eficaces para llevar a
cabo su misión, |
animar sus actividades,
reunir sus comi- |
siones; pero muchos
comprueban que, |
poco a poco, la vida
desaparece dejando |
a las instituciones
girando en el vacío. |
Las iglesias son cada vez
más abandona- |
das por los hombres de
nuestro tiempo. |
Su palabra pierde
credibilidad. |
Los cristianos de los
primeros tiempos |
lo ponían todo en común.
Se reunían cada |
día para orar. Vivían en
la alegría y en la |
simplicidad. En eso se los
reconocía. |
Durante los últimos años
de prepara- |
ción del concilio de los
jóvenes, en medio |
de la extrema diversidad
de sugestiones |
expresadas, he aquí las
intuiciones que se |
destacan sobre las demás y
a las cuales |
dedicamos el primer
período del Concilio |
de los Jóvenes: |
Iglesia, ¿qué dices de tu
futuro? |
¿Vas a renunciar a los
medios de poder, |
a los compromisos con los
poderes políti- |
cos y financieros? |
¿Vas a abandonar los
privilegios, re- |
nunciar a capitalizar?
¿Vas a llegar a ser |
finalmente «comunidad
universal que |
comparte», comunidad al
fin reconcilia- |
da, lugar de comunión y de
amistad para |
toda la humanidad? |
En cada lugar, y en toda
la tierra, ¿vas |
a llegar a ser semilla de
una sociedad sin |
clases y sin privilegios,
sin dominación |
de un hombre sobre otro,
de un pueblo |
sobre otro pueblo? |
Iglesia, ¿qué dices de tu
futuro? |
¿Llegarás a ser «pueblo de
las bien- |
aventuranzas», sin otra
seguridad que |
Cristo, un pueblo pobre,
contemplativo, |
Creador de paz, portador
de la alegría y |
de una fiesta liberadora
para los hom- |
bres, a riesgo de ser
perseguida a causa |
de la justicia? |
Si somos parte integrante
de ella, sa- |
bemos que no podemos pedir
nada exi- |
gente a los otros, in
arriesgar nosotros |
mismos el todo por el
todo. ¿Qué podemos |
temer? Ya nos dice Cristo:
«¡He venido a |
encender un fuego sobre la
tierra y cómo |
quisiera que ya ardiera!»
Nos atreveremos |
a vivir el Concilio de los
jóvenes como |
una anticipación de todo
lo que pedimos. |
Tendremos la audacia de
comprometer- |
nos juntos y de manera
definitiva a vivir |
lo inesperado, para hacer
brotar el espí- |
ritu de las
bienaventuranzas en el pueblo |
de Dios, para ser fermento
de una socie- |
dad sin clases y sin
privilegiados. |
Dirigimos esta primera
carta al pueblo |
de Dios, escrita en
nuestros corazones, |
para compartir esto que
nos está que- |
mando. |
Apertura del Concilio de
los Jóvenes. |
Taizé, 1 de septiembre
1974 |
11 (131) |
DENUNCIAS |
Y CELO |
INSINCEROS |
NO PRETENDEMOS quitar nada
a la necesaria lógica de una vida en la |
I que se manifieste, entre
los que profesan el Cristianismo, la fe que han |
abrazado. Pero no podemos
estar de acuerdo con el socorrido latiguillo |
de los acusicas farisaicos
que, sin apostar nada ellos, desde una posición de |
meros espectadores, se
escandalizan (?) de los que "todos los días se dan golpes |
de pecho, y en cambio
—dicen— no dan ejemplo..."; o de los que señalan |
actitudes o modos de
proceder de sacerdotes o religiosos, que les desagradan, |
y hacia los cuales apuntan
acusaciones con un celo por demás sospechoso. En |
general les importa muy
poco el bien o el mal: les duele, en cambio, lo que no |
colabora con sus intereses
o puntos de vista, y, ante la inseguridad de la propia |
posición interesada, la
ocultan y utilizan pretextos para conseguir oficios cla- |
morosos, distantes del
bien o el mal pretextado. |
Tales acusaciones suelen
proceder de despechados resentidos o de aprove- |
chados desagradecidos.
Unos porque, finalmente, han dado en hueso al intentar |
aprovecharse, una vez más,
envueltos en sonrisita o sin ella, de todo lo que |
tratan; otros por envidia
de imaginarias ventajas y por secreta frustración ante |
la incapacidad y el
egoísmo para cualquier verdadera abnegación, que tanto |
más enérgicamente
exigirían en los demás cuanto menos ellos mismos asumi- |
rían. Todo lo cual, en no
pocas ocasiones, resulta menos difícil de explicar si |
recurrimos a la teoría
freudiana compensatoria de las "transferencias"... |
La mayor parte de las
críticas —las más resonadas, por lo menos— que se |
hacen en nuestra vida
sociológicamente cristiana (desde el supuesto cuantitativo, |
hereditario, sentimental y
folklórico que con frecuencia la informa), contra |
sacerdotes y religiosos y
seglares cristianos significados por la limpieza de su |
amor a la Iglesia, y por
parte de elementos equívocamente autodefinidos como |
fieles a la doctrina de
Cristo, se debe a que les duele que tales personas no |
colaboren en mantener las
apariencias externas —lo interior no les interesa— |
de lo que ellos,
desautorizada y monopolísticamente, interpretan como cristia- |
nismo, como "su"
cristianismo. Pueden impresionar a los no informados, a los |
12 (132) |
superficiales; pero
bastaría un ligero |
análisis para descubrir
que, en tales |
falsos celadores, nunca ha
existido la |
preocupación por un
cristianismo total: |
les ha interesado,
únicamente, las ven- |
tajas que se pudieran
extraer de una |
apariencia (solamente).
Por esta razón, |
cuando en aras de la
sinceridad evan- |
gélica se les desmontan
tales supuestos, |
arremeten contra los no
colaboradores, |
y acusan y fingen
escandalizarse, y |
encarnan aquel tipo de
"profetismo de |
mal agüero"
denunciado por el papa |
Juan XXIII, extendiendo,
sobre el |
porvenir de la Iglesia,
sombras y hasta |
predicciones de derrotismo
y desespe- |
ranza. |
La Iglesia es eterna. Para
ellos, sin |
embargo, la eternidad no
existe; salvo |
la imaginada por puertas
custodiadas |
por espantajos con
guadaña. Pero la |
Iglesia es eterna y
espiritual y, por |
ello mismo, más interesada
y mejor |
interesada —más total y
profundamen- |
te interesada— en la
realidad temporal, |
desde una perspectiva de
objetividad, |
de verdad, de libertad, de
esperanza, |
solamente posible desde
superiores |
perspectivas e intereses
no contingen- |
tes. |
Evidentemente, esto supera
las |
mezquinas visiones de
cualquier tin- |
glado sociológico, y
escapa del control |
de las imposiciones y
domesticaciones |
terrenas. Porque en la
misma medida |
en que ahínca en lo eterno
y se purifica |
en lo espiritual, su
existencia alcanza |
también hasta las
actitudes temporales |
y presentes, las
simplifica y tiende |
vigorosamente a su
transformación, |
por supuesto no querida
por los inmo- |
vilistas avariciosos de
"su" presente |
—¡oh, si lograran
detenerlo!—. Lo |
eterno les interesa, de
rechazo, sólo en |
función de la presentidad
codiciada. Y |
«Los casos del obispo |
Añoveros, del cura de |
Fabara, son signos de una |
Iglesia en la que hay
vida, |
hay problemas, hay |
libertad, hay diversidad |
de tendencias, hay |
inquietudes, hay |
esperanza, y en la que el |
compromiso y la |
inestabilidad se mezclan», |
afirmaba el obispo |
auxiliar de Oviedo y |
secretario de la |
Conferencia Episcopal |
Española, mons. Elías |
Yanes, en unas: |
declaraciones al diario |
"La Tarde" de
Santa |
Cruz de Tenerife. |
Y proseguía: «Sería sin |
embargo un error reducir |
la vida de la Iglesia a
una |
problemática particular, |
y un error más grave aún |
reducirla a los hechos |
que saltan a la prensa». |
En cuanto al futuro de |
la Iglesia en España, lo |
contemplaba «con una |
gran esperanza: veo que la |
Iglesia aquí ofrece cada |
día un rostro más |
evangélico. Pero no se |
hará sin sufrimiento y sin |
amor». |
13 (133) |
tiemblan o se irritan
cuando presienten el desamparo de apelaciones misterio- |
sas que se la garanticen,
si ya no con cielos por premio a quienes se la respeten, |
por lo menos con miedos de
infierno a los que se la discutan. |
Por eso se enfadan con los
no colaboradores, y les acusan, y pretenden |
denigrarlos. |
En la sociedad donde
viven, ellos estarían dispuestos, incluso, a pagar |
—en su mente, todo es
comprable y vendible— todos los "uniformes" para |
"buenos", si con
tal medida se pudiera mantener la decoración de una aparente |
bondad colectiva,
oficializada, en calles y plazas, en ambientes y convenciona- |
lismos, importándoles muy
poco los corazones y las' conciencias. |
¡Que todo parezca bueno...
por lo menos por fuera! ¡Que haya especialistas |
dedicados a organizar y
mantener la apariencia, a exaltar el símbolo, al precio |
que sea! |
Estiman que, todo
considerado, bien vale la pena poner precio para sufra- |
gar el esfuerzo de unos
pocos que cumplan (?) por todos, con tal que de ello no |
se aperciban demasiado los
más ignorantes y embaucados, si así se ocultan o |
disimulan los vicios de
los avariciosos impenitentes, de los explotadores estra- |
tegas, de los injustos, de
los depredadores, de los falsificadores, mentirosos, |
lascivos, soberbios;
pero... dispensados, ellos mismos, de "dar ejemplo" porque |
ya pagan para el
espectáculo ferial de la apariencia de bondad, que les permite |
decir, desahogados:
«Aquí?... Aquí todos SOMOS católicos». |
En el supuesto de que, al
acusar, llevaran razón alguna vez, olvidan, sin |
embargo, otras cosas
importantes. Olvidan, en primer lugar, que el que es capaz |
de ver el mal donde
debiera haber un bien, puede —y debe—, por esto mismo, |
ir él a hacer el bien que
echa de menos. Pero no va: no le duele el mal que |
finge descubrir. |
Cristo tuvo, y la Iglesia
de hoy tiene los que merodean acechando para |
"encontrar en qué
puedan acusar": el escándalo que fingen cuando llegan a |
construir y manipular
alguna acusación, el celo por el bien que blasonan, es |
farisaico. Si el mal les
doliera por el mismo mal, no dirían nada, sino que irían, |
corriendo a hacer el bien. |
Olvidan, también, que una
acusación no justifica a nadie. Justifica la con- |
versión. pero no la
quieren. |
LAUS se reparte
gratuitamente a los |
amigos del Oratorio que lo
solicitan. |
Manden su dirección a: |
LAUS - Apartado 182 -
Albacete |
14 (134) |
Cómo anunciar el Evangelio |
en el mundo de hoy |
SE TRATA de un tema
apasionante, sobre el cual la Iglesia |
de hoy se interroga sin
cesar: ¿Cómo anunciar el Evan- |
gelio a los hombres de
nuestro tiempo? ¿De qué modo |
proclamar la Buena Nueva a
un mundo que se está |
secularizando? ¿Cuáles son
los obstáculos que frenan o se |
oponen a esta
evangelización? |
El mandato de Cristo a su
Iglesia de anunciar el Evangelio |
a toda criatura (Marcos,
16, 15) es la misión que la define como |
Iglesia de Jesucristo. No
podrá jamás dejar de cumplirla si |
quiere ser fiel al Señor. |
Pero hoy estamos viviendo
un fenómeno peculiar. Durante |
siglos nos hemos movido en
un contexto social en el que la |
gran mayoría de los
nacidos en nuestro país eran creyentes. |
La tarea de la Iglesia
estaba orientada principalmente a con- |
servar y alimentar la fe
de sus miembros. Ahora, en cambio, |
cada vez son más los que
prescinden e incluso abandonan la |
fe cristiana. Comprobamos
también la existencia de personas |
a las cuales no ha llegado
el anuncio eficaz del Evangelio de |
Jesucristo, porque o bien
han sido marginadas, o bien siste- |
máticamente lo han
rechazado e incluso combatido. |
¿Vamos a replegarnos sobre
nosotros mismos, lamentán- |
donos del presente y
viviendo nostálgicamente de la añoran- |
za del pasado?
Rotundamente, no. Las circunstancias |
cambian; pero las
dificultades que ahora se oponen a la pro- |
clamación del Evangelio no
son mayores que las vividas por |
la Iglesia primitiva en su
predicación a los gentiles y a los |
judíos de aquellos
tiempos. Ciertamente las dificultades son |
otras; pero la asistencia
del Espíritu y la fuerza de Cristo re- |
sucitado —que están
presentes y actúan en la Iglesia— son |
las mismas. |
No miremos pues la tarea
del Sínodo como algo que in- |
cumbe al Papa y a los
obispos. Debe ser una preocupación |
de toda la Iglesia. |
NARCISO JUBANY, |
Cardenal - Arzobispo de
Barcelona, Septiembre 1.974 |
15 (135) |
Evangelizar |
Suponer que el mundo que
llamamos "cristiano" lo es en realidad, es mucho |
suponer. Pero hacer como
los derrotistas que imaginan un cristianismo en |
regresión, es falta de
conocimiento del Evangelio y falta de verdadera fe |
cristiana, y no cuesta
demasiado aclarar, con un poco de examen, que lo que |
verdaderamente les mueve,
no es el progreso o regreso de la Iglesia que invocan |
y cuya
"fidelidad" proclaman, sino posiciones e intereses de honor
temporal, de |
control de riqueza, de
situación política. Es sencillo también poder descubrir |
que son estos intereses
los que sufragan la exagerada noticiosidad que se con- |
ceden a sus nostalgias
derrotistas, a su falso espiritualismo, lanzado como una |
estrategia más por el
sanedrín de las codicias contra la Iglesia del Señor. |
Los intereses de la
Iglesia no son, como los de Cristo, de este mundo, y por |
esto Ella aquí no puede
perder nada. Eso que a veces dicen que pierde, no es |
suyo. La misma Inquisición
era una policía al servicio del Estado, disfrazada |
por éste de clericalismo,
con objeto de sacralizar el derecho a la represión, no |
para defender la fe, sino
para defender una determinada situación política, don- |
de la sola alegación de
deberes civiles no bastara. |
Exigir,
retrospectivamente, que las cosas en el pasado se hubieran hecho |
mejor, es pretender que
hubieran tenido, mucho antes que nosotros, la visión |
que, gracias al tiempo y
al progreso, podemos tener nosotros ahora, cuando |
gozamos de la ventaja de
podernos corregir de los errores en que ellos cayeron. |
Las perspectivas se han
dilatado. |
. El reino de Dios que
Cristo trajo para que se inicie en este mundo, sabernos |
que no queda establecido
poniendo, en las cabezas de los soberanos temporales, |
coronas que rematen en
cruz; sino que es preciso evangelizar, es decir, anunciar |
la verdad —algo más que
proclamar un triunfo— de Dios, como mensaje de |
libertad para todos los
hombres, y que esto es lo que quiere decir "salvación" y |
"redención". |
No es que el cristianismo
comience ahora; pero tampoco es que antes hubie- |
ra llegado a su plenitud,
ni mucho menos. A través de la historia de la Iglesia el |
fiel puede ir constatando
un progreso, a épocas en las que la Iglesia ha ganado |
aparentemente en
extensión, o cuantitativamente, suceden otras que señalan un |
interés depurador,
cualitativo. Posiblemente nuestra época constituye un mo- |
mento de purificación y
profundización porque, a despecho de los materialismos |
del signo que sea —sin
descontar el de los políticos del clericalismo cortesano, |
oscurantista—, se acentúa
una preocupación espiritual, una sinceridad que |
arrincona nostalgias
interesadas, porque se proyecta hacia esperanzas renova- |
doras de la Iglesia y del
mundo. |
El mundo todavía no es
cristiano. La Iglesia no ha agotado su misión. La |
verdad que tiene que decir
a los hombres, no ha terminado de anunciarla toda- |
vía. Evangelizar no es
regresar, sino continuar, hasta los confines de la Tierra, |
hasta el fin del tiempo. |
16 (136) |
Las "buenas" |
y las malas noticias |
BUENA noticia» es el
Evange- |
lio, el anuncio del Reino
de |
Dios a todos los hombres,
la |
liberación espiritual del
hombre y, |
desde el vértice del
espíritu, de todo |
su ser. Y no solamente del
hombre, |
remacharía san Pablo, sino
de «toda la |
creación, que está
gimiendo mientras |
espera ser liberada, para
participar en |
la libertad de la gloria
de los hijos de |
Dios» (Rom 8, 21). |
Pero cuando este anuncio
gozoso |
tropieza con las miras
egoístas de los |
que creen imposible su
propia libertad |
(?) si no es a costa del
sometimiento |
injusto de los demás o del
acapara- |
miento de lo creado, el
gemir del |
mundo, el rechinar del
orden creado |
en busca de la paz
necesaria para el |
bien que debe prosperar,
se propaga |
en forma de miedos, de
dudas, de |
temores, de desconciertos,
de vacila- |
ciones en los corazones de
las gentes |
más sencillas, con
frecuencia incapaces |
o no bastante capaces, por
sí solas, de |
reaccionar con un
esforzado acto de fe |
en la Providencia, para
salvar la sereni- |
dad a pesar de los
anuncios contrarios, |
de las anti-noticias, del
contra-Evan- |
gelio, de la astucia
tecnificada que se |
especializa, incluso con
apariencias |
de objetividad, en
propalar noticias |
incompletas, o en ocultar
noticias |
verdaderas, o en no
desmentir las |
erróneas, o en no
apostillar debida- |
mente las inverosímiles,
intentando |
o permitiendo que la
confusión, el |
desconcierto o la sospecha
turbe las |
mentes de los más
sencillos, práctica- |
mente indefensos,
desarmados frente |
al bombardeo noticiero al
servicio de |
otros intereses que el de
la verdad, de |
objetivo y principal
interés público. |
Nos referimos, por lo que
a nosotros |
respecta, a las noticias
desorientadoras |
de tema religioso,
confeccionadas o |
difundidas a partir de una
selección |
temática o de una
incompletez de |
detalles que, por sí
mismas, ofrecen un |
aspecto deformado, y por
consiguiente |
desorientador, respecto al
carácter |
espiritual de la Iglesia,
como institución |
o de sus pastores: el
mismo Papa, los |
obispos, sus sacerdotes... |
No pretendemos aquí que se
divini- |
cen tales personas, ni que
se proclame |
la perfección triunfante
de la Iglesia, |
ya en este mundo. Pero es
sospechosa |
la insistencia de ciertos
medios (Radio, |
Televisión, determinados
periódicos y |
agencias) en seleccionar
lo que produce |
sorpresa turbadora sobre
la ingenuidad |
popular. |
No somos partidarios de
ocultar las |
verdades de interés
público, ni siquie- |
ra, como es natural, las
de carácter |
17 (137) |
eclesiástico. Pero por la
misma razón |
nos parece injusta toda
tendenciosidad |
en manipular lo noticioso
de la Iglesia, |
tanto si se hace para
procurar su des- |
prestigio, como si se hace
para ocultar |
otras verdades o noticias
de relativa |
mayor vigencia. Mientras
noticias inte- |
resantes —eclesiásticas o
no— se omiten |
o desvirtúan, se procede a
seleccionar, |
abultar y destacar
desproporcionada- |
mente y con evidente
deformación, |
sucesos o hechos de la
Iglesia que no |
pueden ser, y finalmente
resulta que |
no son, tal como se
presentan. La |
clarificación o la
rectificación, no sigue |
luego, o llega tarde y
semi-oculta, con |
evidente injusticia y
fraude a quien |
tiene derecho al total
silencio respe- |
tuoso o a la verdad
completa. |
Es perfectamente posible y
hasta |
fácil, a la par que
triste, poder hacer |
colección de esas noticias
(a veces |
solamente
"fabricadas", otras veces |
incompletas o deformadas,
producto |
de un acecho interesado y
malévolo) |
que aparecen con
regularidad periódica |
y estratégica, en páginas,
en ondas o |
en imágenes (no importa
que se llamen, |
además de otros adjetivos,
"católicas"). |
La falta de independencia
y de impar- |
cialidad en la información
explica |
este triste fenómeno. Por
esta razón, |
en lo que respecta a la
Iglesia y a su |
información, con
reiteración aconseja- |
mos, desde aquí, que todo
buen católico |
se procure medios
informativos y |
formativos que, aun con el
riesgo de |
limitaciones de espacio y
tiempo, le |
puedan ayudar a mantener
sus crite- |
rios sin injerencias
espurias, en lo |
que a la Iglesia y a su
vida se refiere. |
Cuando por otros medios,
aunque |
sean más poderosos, nos
alcance una |
noticia turbadora para
nuestro amor a |
la Iglesia o el buen
sentido cristiano, |
suspendamos, por lo me os,
nuestro |
juicio, y esperemos: lo
más probable y |
casi seguro es que, cuando
nos llegue la |
posible mejor información,
se disipen |
nuestras dudas al
descubrir el juego |
de la manipulación
informativa. Y tal |
vez podamos ayudar,
además, a los |
espíritus débiles que,
desorientados, |
nos pregunten o se
expansionen con |
nosotros. |
La Iglesia, en el mundo,
es, ha sido |
y será siendo, un
"signo de contradic- |
ción" consigo misma
porque no puede |
cesar en su esfuerzo de
superación |
y purificación,
incomprensible a los |
mundanos; y frente a los
mundanos, |
que la adularán, si pueden
utilizarla, |
la desprestigiarán si se
les escapa de |
las manos, y la
perseguirán si les dice |
una verdad de parte de
Dios. |
Nada importa que los que
la persi- |
guen, difamen o utilicen
digan «Dios, |
Dios, Dios...» |
No me gustan los beatos:
los que como no tienen fuer- |
za para ser de la
naturaleza, creen que son de la gra- |
cia; los que creen que
están en lo eterno porque no |
tienen el coraje de lo
temporal; los que como no están |
con el hombre creen que
están con Dios; los que se |
creen que aman a Dios
simplemente |
porque no aman a nadie. |
CHARLES PEGUY |
18 (138) |
NINGUNA CELEBRACIÓN
RELIGIOSA, EN CHILE, |
PARA EL ANIVERSARIO DEL
"GOLPE" DE ESTADO |
EL PASADO mes de
septiembre se cumplió el primer aniversario del golpe |
militar chileno. El
cardenal Silva Henríquez, arzobispo de Santiago, no se |
ha prestado a colaborar
con ninguna clase de manifestación religiosa. Esta |
y otras actitudes
precedentes del cardenal, ha disgustado a la dictadura de Pinochet |
y, por esta misma razón,
en estos últimos días, arrecia en la prensa, una violenta |
campaña denigratoria que,
a través de los periódicos, lleva a cabo la "junta" militar. |
En efecto, el general
Pinochet no puede tolerar que la Iglesia no le haya concedido |
ni tampoco prometido el
apoyo necesario para conferir a la dictadura violentamente |
establecida, una mayor
oficialidad, dada la casi totalidad de la población católica |
chilena. No ha tenido
lugar ninguna celebración religiosa, en todo el país, para |
celebrar el recuerdo del
golpe de estado. |
Según una comunicación de
los obispos, los ataques al cardenal primado y a otras |
personas de la Iglesia
católica en Chile, constituyen «procedimientos degradantes de |
un periodismo que
descalifica y deshonra nuestro país». |
Dirigiéndose a los obispos
reunidos, el mismo cardenal Silva Henríquez, ha re- |
cordado que «la obra
redentora de Cristo, aunque se proponga la salvación espiritual |
de los hombres, se refiere
también a la restauración del orden temporal en la justi- |
cia», y que «la misión de
la Iglesia no se agota con transmitir el mensaje de Cristo, |
sino que incluye el
compromiso de llevar el espíritu del Evangelio en el interior del |
orden temporal». |
Ha recordado las palabras
de san Pablo: «Cristo me ha enviado no solamente a |
bautizar, sino a
predicar». |
El cardenal ha terminado
afirmando que «los obispos de Chile, siguiendo el ejem- |
plo del Hijo de Dios
encarnado, están dispuestos a sufrir la Cruz y a sacrificarse por |
la paz, el amor y la
verdadera liberación del país». |
También el secretario de
la conferencia episcopal, monseñor Carlos Camus Lare- |
nas, ha puntualizado que
los obispos chilenos, en conformidad con los documentos |
conciliares y las palabras
del Papa, saben bien que «la Iglesia está obligada a llevar |
el Evangelio a todas las
circunstancias de la vida. Es nuestra misión —ha dicho— eli- |
minar el odio, porque el
odio no es cristiano». |
Es imposible un
cristianismo auténtico sin un interés vivo por la Igle- |
sia: no ya por su pasado,
del que podemos desprender lecciones, sino |
por el momento presente en
que vivimos: un interés que tienda a glo- |
balizar la comprensión de
su presencia en el mundo, sintiéndonos parte |
de ella. Ella... somos
nosotros, los bautizados. |
19 (139) |
El pan y la verdad. |
Dos terceras partes de la
humanidad pasan hambre |
física. Pero estas dos
terceras partes casi coinciden con |
la geografía humana que
aún no conoce ni participa del |
don de Cristo. |
Pretender llevar a estos
hombres la fe sin el pan pue- |
de ser una alienación.
Pero no lo es menos llevarles el |
pan y la promoción humana
sin llevarles al mismo tiem- |
po el Mensaje del
Evangelio. |
En el ámbito de las cosas
y de las realidades humanas |
no todos podemos repartir.
Los pobres, los que no tienen |
voz, los que carecen de
poder de decisión, ¿de qué po- |
drán desprenderse? Son los
ricos, los influyentes, aqué- |
llos cuya voz cuenta, los
que deben dar acceso a los |
demás a un más justo
disfrute, a una más equitativa |
participación, a un
sentirse escuchados y valorados. |
Pero no sucede lo mismo,
me refiero a los cristianos, |
en el ámbito de la Fe. En
este campo, todos los cristianos |
somos poderosos, ricos y
decisivos. |
Pretender vivir la fe
cristiana sin colaborar a su difu- |
sión universal sería lo
mismo que creer que Jesucristo |
sólo ha muerto por mí. |
Mons. J. M. LARRAURI, |
Ob. aux. de Pamplona : |
LAUS |
Director: Ramón Mas
Casanelles - Edita e imprime: Congregación del Oratorio |
Placeta de S. Felipe Neri,
1 - Apartado 182 - Albacete · D. L. AB 103/62 - 23. 10. 74 |
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