Boletín
del Oratorio de Albacete. |
Núm. 126. NOVIEMBRE. Año
1974. |
SUMARIO |
V ENOS organización
externa; pero más vida interior. |
Sin angelismos; pero más
espirituales. Sin mate- |
rialismo, pero más
humanos. Sin derrotismos; |
pero más realistas. Sin
vanidades, ni triunfalismos; pero |
sinceros reconocedores de
todo el bien que debemos a la |
Iglesia, purificándonos
con ella, extrayendo de la fe y de |
la vida de gracia, sentido
y fuerza, esperanza y alegría |
de seguir caminando. |
LAS COSAS IMPORTANTES |
LA IGLESIA NO TIENE FUTURO |
¿QUÉ ES LA VOCACIÓN? |
CARTA AL CARDENAL TARANCÓN |
EL DERECHO A LA ESPERANZA |
DERECHOS HUMANOS |
TENDENCIAS DE LA
EVANGELIZACIÓN |
OPINIÓN PÚBLICA Y
EVANGELIZACIÓN |
VITTORIO DE SICA |
1 (141) |
LAS COSAS |
IMPORTANTES |
POR PRINCIPIO no nos
atrevemos |
a negar la primacía de los
valores |
supremos. Incluso los
hacemos |
objeto de nuestras
conversaciones. Otras, |
de nuestras denuncias,
otras nos lamen- |
tamos sobre nosotros
mismos. |
Pero no basta darse
cuenta, pensar, |
juzgar, entender. Menos
hasta limitarnos |
al juego de la
justificación propia, esta- |
bleciendo comparaciones
desvalorativas |
frente a los demás, o
derivando al pe- |
simismo de las quejas
sobre la propia |
incapacidad. La
dialéctica, si no es pa- |
ra la praxis, de cada
vale, encerrada |
o detenida en el armario
de cristal de |
teorías centelleantes,
pero inútiles y pa- |
ralizadas. |
"Deberíamos
hacer", "hace falta que |
me decida",
"comenzaremos"... Sí; pero |
ya.. Porque hacemos
demasiadas cosas |
sin pensar demasiado. Del
mismo modo |
que, con frecuencia,
hacemos poco de lo |
que pensamos mucho. |
La primaria de lo
espiritual, no como |
huida de la trama de la
vida, vino para |
que la vida no se nos
escape, como una |
cadena de automatismos
somnolientes, |
neutros de humanidad y
desconectados |
de la dinámica de la le. |
Tantas cosas son
necesarias... Tantas |
nos empujan incesantemente
nos atraen |
o nos arrastran. E,
preciso, sin embargo, |
abrir un paréntesis al
propio recogi- |
miento, para no
desperdigar fuerzas y |
aplicarlas a lo que,
también tantas veces, |
decimos que es primordial.
Centrar el |
espíritu, concederle
respiro, acercarse y |
actuarse en la presencia
de Dios, atender |
A su Palabra, no perder el
trato fraternal, |
desde la Eucaristía, hacia
el mundo y la |
vida abierta del deber, de
los contactos |
personales, del bien que
se busca para |
multiplicarlo y
repartirlo, con lucidez y |
sencillez purificada de
insinceridades y |
beaterías. |
¡Hay tanto por hacer: no
solamente |
porque hace falta que
alguien lo haga, |
sino porque "nos hace
falta" que lo haga- |
mos! Y es muy importante. |
El futuro del hombre. |
Desde que Jesús nació,
creció, murió y resucito, todo ha |
continuado moviéndose,
porque Cristo no ha terminado |
de formarse: no ha
terminado de hacer que se le acaben |
los últimos pliegues del
Traje de carne y de amor que le |
forman sus fieles. El
Cristo místico no ha alcanzado aún |
su pleno crecimiento. Y en
la prolongación de este irse |
engendrando está colocado
el resorte último |
de toda actividad creada. |
Teilhard de Chardin |
2 (142) |
La Iglesia |
no tiene futuro |
EL FUTURO de la Iglesia se
invoca por los que desean una mayor radica- |
lización espiritual de su
institución; por los que se afanan en preparar |
su aptitud ante el
amanecer de nuevas edades para el mundo, envuelto, |
en esta época, todo él, en
presentimientos de profundas transformaciones; por |
loe vigilantes celosos que
no quisieran ver jamás llegar tarde el mensaje que |
Cristo urgió transmitir: y
hasta por los bien intencionados, pero animados por un |
secreto triunfalismo,
amoroso y partidista a la vez y, por lo mismo, que podría |
merecer alguna parte de la
reprensión que el Señor dirigiera al bueno de Pedro, |
cuando éste pretendía
disuadirle de penalidades y fracasos. Y no digamos de |
cuando, impulsivo, quiso
defenderle violentamente. |
También se invoca, el
futuro de la Iglesia, por los falsos profetas de cala- |
midades, contagiados, en
el fondo, de fiebre maniquea y que someten, por lo |
tanto, a la contingencia
de las alternativa, temporales, de las incertidumbres |
desesperanzadas, la
posibilidad del Reino de Dios, como si se tratara de una |
apuesta, o de la
superación de un naufragio. |
Es equivoca la apelación
al futuro, referida a la Iglesia de Cristo, como |
Reino de Dios. Este no
tiene futuro: ya está en el presente, ya ha llegado, ya es |
inextinguible, ya se ha
superado, para siempre, el dilema repetido sólo en la |
tragedia, "ser o no
ser.. |
La Iglesia, como Reino de
Dios, no tiene perspectivas de futuro, sino de |
eternidad. |
La preocupación presente,
no puede disponer el futuro; en cambio, la visión |
contemplada de eternidad,
sí que transforma el presente. |
Cierto, se trata de un
presente entre caminos de contingencias; pero supe- |
rables, en cristiano, sólo
desde la visión de lo eterno. |
En cierto modo un
cristiano no es un ser que va hacia lo eterno; sino que |
viene de la eternidad.
Entenderlo es dejar florecer la esperanza en los caminos |
3 (143) |
de la vida. Y no como una
apelación al quietismo falsamente espiritual, ni |
como un refugio de pereza
disfrazada de inactividad prudente, sino como una |
razón y una fuerza que nos
enseña y nos ayuda a inferir en lo que en pagano |
se llama presente, y lo
que en fiel se llama inmortalidad. |
Para el fiel, el presente
es ya eternidad. La eternidad no tiene futuro, porque |
es un presente inmenso. |
No podemos medir a la
Iglesia de Cristo con las medidas de los reinos o |
de las cosas de este
mundo. Está en el mundo, pero no es del mundo. |
Con frecuencia, las
apelaciones al "futuro" de la Iglesia, tienen su motiva- |
ción en miedos o en
nostalgias de triunfo. No hay lugar para el miedo ―No |
tengáis miedos, dijo
Cristo―, ni para preparar triunfos, porque ya tenemos el |
de Cristo ―«Yo he
vencido el mundo»― para siempre. Se trata nada más, de |
anunciar, desde esta
visión de eternidad, el triunfo de Cristo para que sea vida |
del mundo. |
La victoria de Cristo, no
es la derrota, sino la vida del mundo. |
No podemos der avaros del
presente; no podemos temer el porvenir; no se |
nos permite cultivar
nostalgias de nada perdido, pasado. Vivimos de la fe, que |
no es solamente un modo
superior de ver lo temporal, sino de vivirlo. Pero la |
fe que la Iglesia de
Cristo predica, que su mensaje extiende, que transforma a |
los hombres que lo
aceptan, ni cuino verdad puede compararse a las doctrinas |
que convencen y congregan
a los adheridos o militantes de los partidos huma- |
nos, o de las
conveniencias de las solidaridades sociológicas, o de los movimien- |
tos humanitarios, o de las
corrientes culturales, ni, como vida, a un acontecer |
medido en el tiempo, .n
cuyo paréntesis ha de resolver alternativas problemá- |
ticas. |
El paréntesis temporal del
peregrinar de la Iglesia, tomado, juzgado o vivido |
con abstracción de una
perspectiva de eternidad, no tiene sentido para la fe |
cristiana |
Solamente podemos entender
la vida de cristianos, la vida de Iglesia, si |
aprestamos nuestra mirada
y todas nuestras fuerzas, y precisamente con mayor |
generosidad si cabe,
porque creemos, porque sabemos que la eternidad ya ha |
comenzado. |
Por eso decimos que la
Iglesia no tiene futuro. La Iglesia tiene eternidad. + |
Pertenece a la esencia
misma de la fe el hacer presentes las |
cosas invisibles; el
actuar desde su misma simple perspectiva como |
ni ya se poseyeran
realmente: y el lanzarse a la aventura de apostar |
todo lo presente en aras
de la eternidad. |
John H. Card. Newman, C.O. |
4 (144) |
¿Qué es |
la vocación? |
¿Acaso una elección, |
una respuesta, |
una necesidad de la
Iglesia, |
una disponibilidad |
incondicionada?... |
NOSOTROS, los que somos
cris- |
tianos, los que tenemos
alguna |
noticia de Cristo y
agradecemos |
ser bautizados en la fu
que nos une a |
él, sabemos que lo debemos
a los que |
nos han precedido en esta
misma fe, |
y nos la han anunciado;
sabemos que, |
desde Cristo hasta
nuestros días, no |
ha bastado, para esta
transmisión, la |
simple adscripción
sociológica o histó- |
rica a pueblos y
generaciones, sino que, |
dentro de ellas, ha habido
siempre |
algunos cristianos
plenamente dedica- |
dos al anuncio del
Evangelio de Cristo, |
han existido grupos de
fidelidad inten- |
sa al Señor, desde cuya
enucleación |
se ha visto amplificada y
asegurada la |
misión que Cristo confió a
los primeros |
apóstoles y, más
ampliamente, también |
a la primera generación
cristiana. |
Sabemos que esta misión no
termi- |
naba con el primer mandato
directo |
de Cristo, y que tampoco
termina con |
que haya llegado a
nosotros mismos |
u mensaje. El mundo sigue,
las ge- |
neraciones alcanzan, los
hombres se |
multiplican y continúa la
necesidad, |
además del deber general
de todo cris- |
tiano de hacer llegar a
los demás lo |
que para él ha sido el
bien de la fe, esa |
necesidad de proseguir
específicamen- |
te el cumplimiento de la
misión que |
diera a los apóstoles el
mismo Señor. |
Podemos decir que la
respuesta a esta |
llamada, para una plena
dedicación |
apostólica, es lo que
podemos denomi- |
nar "vocación". |
A veces creemos que la
fuerza de |
esta llamada, y el mismo
deber de no |
dejarla in respuesta
obedece a la |
necesidad" que
Cristo, la Iglesia, el |
mismo bien del mundo,
tienen de nos- |
otros. Estamos a punto de
decir, o |
decimos, que
"vamos" porque nos |
necesitan". |
Pero es preciso aclarar
que esta sola |
razón no bastaría para dar
solidez a |
nuestra entrega. Sin falsa
postura de |
humildad, la realidad de
una respuesta |
correcta a la
"vocación" ha de superar |
esta disposición de ser
útiles a un plan |
de difusión del mensaje, o
de extensión |
de la beneficencia y de la
caridad que |
el Evangelio nos pueda
inspirar en |
5 (145) |
orden a los demás. De no
superarlo |
podríamos correr el riesgo
de detener- |
nos en lo inmediato de
éxitos compro- |
bables, o de perdernos en
fantasías |
románticas y aventureras,
y hasta en |
hacer consistir el hecho
de la vocación |
más como un abandono o
huida de |
ambientes profanos
ingratos que del |
positivo encuentro o
descubrimiento |
del Señor que se acerca y
nos habla, |
para que prosigamos juntos
con él, |
haciendo y obrando fu
Evangelio. El |
ir lejos o el quedarnos
lejos de donde |
mismo nos llama, no puede
ser una |
condición de su
seguimiento: Él está |
en todas partes, y también
aquí. Pero |
aquí, no para justificar
nuestros apegos |
egoístas, sino para
espiritualizar y |
transformar nuestra vida,
desde dentro |
mismo del alma. Lo de
lejos o lo de |
cerca es algo posterior,
que ha de ser |
purificado de fantasías,
de planifica- |
ciones programáticas,
porque está su |
providencia que lo
realiza, y nos lleva |
con él. El camino es hacia
dentro. |
La respuesta a una llamada
de Cristo |
comienza a crecer en
nosotros, a edifi- |
car el ser apostólico, no
por lo que |
materialmente hagamos
―no por "ju- |
gara
apostolados"―, sino por la sincera |
y pura actitud de
disponibilidad sin |
condiciones; no porque
Cristo nos ne- |
cesita, sino porque somos
nosotros que |
le necesitamos. La
respuesta surge |
de descubrir que nos llama
y de la |
necesidad que tenemos de
entregarnos |
a él. |
Y el modo de responderle
casi nunca |
está demasiado lejos. No
puede ser a |
través de una exaltación
romántica |
que necesitaría el cultivo
de renovadas |
emociones para agitar las
velas de la |
fantasía y del
sentimentalismo... so- |
brenatural (?). Ha de ser
convirtiendo |
en pan de la verdad de
cada día, la |
prosa de la existencia que
el amor |
―t o las
circunstancias― renueva sin |
cesar. Y, aun así, tal vez
no de inme- |
diato como un logro
cuajado y completo, |
Fino como algo que es
posible hacer y |
que de cierto re está
haciendo, cerca, |
aquí mismo, como cuando se
hace una |
familia, algo que empeña
la vida y que |
es creativo y que, casi
sin palabras, |
es anuncio del Reino de
Dios. Lo exte- |
rior viene como una
añadidura que |
surge de una sinceridad
espontánea, |
como la vida, de una
generosidad |
limpia, como el verdadero
amor. |
¿Cómo fue, si no, el
seguimiento |
de los primeros discípulos
del Señor, |
cuando, a orilla: del
Jordán, le pre- |
guntan dónde vives? ¿Cómo
sería el |
trato de Pablo con
Timoteo, con Tito, |
con Lucas...? ¿Cómo ha
sido el surgido |
de los núcleos de hombres
y mujeres |
que, en humildad y
perseverancia, se |
han dado a Dios y han sido
semilla de |
su Evangelio? |
No es por lástima a los
pueblos |
no evangelizados, ni por
correr a de- |
nunciar injusticias, ni
por responder |
emocionalmente a la
reparación de |
los males del mundo... Es
por haber |
encontrado a Cristo, e:
por responderle |
a él mismo, es por
quererle amar, es |
por darse a él
enteramente, es por |
necesitarle a él. |
Lo demás es una
consecuencia que |
él sacará de nuestro
verdadero amor. |
Si estableciéramos otro
planteamien- |
to, u otro orden en el
planteamiento, |
convertiríamos los
apostolados en |
empresariales,
profesionalizaríamos la |
vida evangélica o, at lo
rumo, nos en- |
gañaríamos con estímulos
sentimenta- |
les y fantasías que
periódicamente |
necesitan renovarse para
conseguir |
alguna permanencia jugando
a apos- |
tolados". |
Para el apóstol "la
vida es Cristo". |
6 (146) |
De una |
CARTA |
AL CARDENAL |
ENRIQUE |
Y TARANCÓN |
Eminencia: |
Desde estas cálidas
playas, donde |
viene casi a fenecer el
"Mare Nostrum", |
hemos seguido muy de cerca
el desa- |
rrollo del Sínodo Mundial
de Obispos |
realizado en Roma. |
Es curioso observar cómo
el cuarto |
poder" empieza
también a sucumbir a |
las maniobras ocultas de
no se sabe |
quién, hasta llegar a
presentar las |
cosas exactamente al revés
de como |
han sucedido |
Y digo esto, porque
sectores muy |
dignos de nuestra prensa
nacional han |
caído inconscientemente en
la trampa |
de presentar una Iglesia
dividida, sobre |
todo en España, creando
para ello la |
noticia superinflada y
sensacionalista |
de que al margen del
Sínodo auténtico |
se desarrollaba un
contrasínodo" a |
cargo de los rebeldes de
costumbre. |
Yo mismo he sufrido en mis
propias |
carnes las consecuencias
de esta des- |
información cuando, por
arte de birli- |
birloque, me he visto
actuando como |
**padre
contrasinodal" en la Ciudad |
Eterna, siendo así que me
encontraba |
arropado en mi propia
ciudad de Mála- |
ga, atento a lo que pasaba
en el Sínodo |
"auténtico". |
Tengo a la vista las notas
que cierta |
agencia de prensa española
distribuye, |
en las que se destaca este
título: Aná- |
lisis muy confuso y lleno
de dudas de |
Monseñor Lorscheider en el
Sínodo. |
A continuación viene a
decir lo si- |
guiente: la primera
intervención del |
Sínodo, el pasado día 27,
ha corrido a |
cargo de Monseñor
Lorscheider, arzo- |
bispo brasileño, a quien
se le ha en- |
cargado hacer una
"panorámica" del |
momento actual de la
Iglesia, que el |
prelado ha llevado a cabo
con escasa |
fortuna. El método de su
relación era |
hacer un elenco de los
aspectos positi- |
vos y negativos de la
Iglesia actual, y lo |
único que ha conseguido es
sembrar |
nueva confusión (por si en
la Iglesia |
no la hay en los momentos
actuales)- |
sobre todo porque se
limitó a plantear |
problemas sin darles
solución alguna. |
Esta última frase, que he
subrayado |
yo, es la verdadera madre
del cordero: |
7 (147) |
de la Iglesia – de los
obispos – se |
espera la solución mágica
de todo. En |
el fondo, es una actitud
idolátrica, que |
ya apuntó en las primeras
comunida- |
des cristianas, tal como
se desprende |
de la lectura del Nuevo
Testamento, |
Los responsables vendrían
a consti- |
tuirse en sucedáneos de
Cristo, y, como |
tales, también podrían
presentarse an- |
te sus comunidades como
auténticos |
"señores". Pablo
es uno de los que |
reacciona más vivamente
contra esta |
usurpación, y así escribe
a su comu- |
nidad de Corinto:
«Nosotros no nos |
proclamamos a nosotros
mismos, sino |
a Cristo Jesús como Señor,
y a nos- |
otros como servidores
vuestros por |
amor a Jesús» (2 Cor.
4,5). |
Así se explica que lo que
para algu- |
nos es negativo, para
nosotros sea |
positivo. |
Señor Cardenal: en su
relación ve- |
mos un tono humilde,
objetivo, busca- |
dor, que nos da muchas
esperanzas. |
Es un documento que no
gustará a los |
que de los jerarcas
eclesiales esperan |
una auténtica postura de
"señores", y |
no de servidores
vacilantes de la co- |
munidad cristiana. Pero le
aseguro |
que una gran mayoría de
españoles |
―dentro o fuera de
la Iglesia― empie- |
zan a mirarnos con
respeto, con sim- |
patía e incluso con
esperanza. |
Usted mismo lo dice muy
bien: «Con |
sus luces y sus sombras,
creemos |
que el camino emprendido
es de gran |
esperanza, porque la
Iglesia se ha |
acercado más a los pobres
y a los |
oprimidos; porque se ha
robustecido, |
aunque no suficientemente,
el sentido |
comunitario de la fe y su
compromiso |
con la justicia; porque se
ha abierto |
la participación en la
vida de la Iglesia |
a muchos sectores, sobre
todo en lo |
que se refiere al ámbito
de la renova- |
ción litúrgica, y porque,
como balance |
total, creemos que ha
aumentado la |
credibilidad de la
Iglesia, especial- |
mente por sus esfuerzos de
mostrarse |
libre de todo poder
terreno, Asu- |
miendo su papel de
conciencia crí- |
tica de la sociedad,
aunque se haya |
producido la confusión en
ciertos |
ambientes», |
Esta inesperada y rápida
caída de |
las cadenas triunfalistas
que atenaza- |
ban a nuestra Iglesia ha
producido, |
como usted dice muy bien,
la confu- |
sión en ciertos ambientes.
Era inevita- |
ble. Pero puestas en la
balanza esta |
confusión y aquella
liberación, el |
platillo de esta última se
inclina para |
abajo de una manera
inequívoca. |
Usted hace muchas
alusiones con- |
cretas; pero quiero
destacar lo que |
dice al hablar del difícil
diálogo con |
los jóvenes: «Los pasos
dados por los |
obispos al aceptar el
riesgo del cambio, |
al intentar vivir en mayor
libertad y |
pobreza evangélica,
creemos que han |
sido comprendidos por los
jóvenes y |
les han predispuesto
favorablemente |
a la aceptación del
mensaje». Usted |
mismo nos da un ejemplo de
ello, que |
le agradecemos mucho. Me
refiero a |
la nueva imagen pública de
"obispo" |
que se produce en su
propia diócesis |
de Madrid, y así en la
zona IV ―la |
de Vallecas―, que es
la que conozco |
mejor, da gusto ver
mezclado con |
la gente, que lo acepta
como suyo, |
a un hombre joven,
pequeño, amable |
e inteligente a quien todo
el mundo |
llama cariñosamente
"Alberto". Es el |
obispo auxiliar encargado
de aquella |
zona. |
José M. González Ruiz |
en SÁBADO GRÁFICO. n. 909. |
8 (148) |
El derecho a la esperanza |
Sí, también es un derecho.
Contra el |
pesimismo y contra los
sembradores |
de pesimismo. El reciente
Sínodo |
de obispos, tras enumerar
aquello que |
considera como síntesis de
los derechos |
fundamentales del hombre,
terminaba su |
mensaje con la
proclamación del derecho |
a la esperanza. Necesitan
levantar sus |
corazones a la esperanza
los pusilánimes, |
para quienes las primeras
impresiones |
inmediatas de cualquier
contrariedad, les |
sumergen en turbaciones
que les impiden |
una visión más amplia del
mundo y de la |
vida, de cuanto ocurre y
de la acción de |
la Providencia, no ya para
soportar las |
penalidades del esfuerzo
momentáneo en |
la tarea del bien, sino
para presentir y |
entrever que todo se
integra en el proceso |
perfeccionador del mundo y
de la histo- |
ria del hombre, mientras
crece y se acerca |
a las metas que le
preparan a la visión de |
Dios. Son de doler los
errores, hay que |
señalar los males y
corregir las desvia- |
ciones para que se
acelere, y no se retrase |
por culpa de nadie, la
hora del reino |
de Dios; pero éste está
asegurado. «Del |
Señor es el mundo y todo
lo que en él se |
contiene», cantaba ya el
salmista. |
Proclamar el derecho a la
esperanza |
es necesario y oportuno
siempre, porque, |
para el fiel, la vida en
la tierra únicamente |
tiene sentido si se
convierte en explicita- |
ción de la esperanza
cristiana. |
La esperanza cristiana no
es una suerte |
de tozudez espiritual; no
es una pseudo- |
mística de la cabezonería
indomesticada, |
miópica o perezosa, de
cómoda o estúpida |
referencia a Dios, porque
no se ve, no se |
sabe o no se quiere estar
en la vida y |
tomar la vida como una
tarea personal, |
lúcida y consciente, en la
que vale tanto |
la fe como la abnegación
laboriosa y la |
diligencia entusiasta: sin
éstas resultaría |
imposible la fe sincera al
no ser actuante. |
Es necesario proclamar el
derecho a la |
esperanza cuando los
malévolos se entris- |
tecen de no poder
registrar fracasos a |
cuenta de la Iglesia cuyo
dominio se les |
escapa y cuyo aplauso ya
no reciben. |
¿Quién ha dicho que el
pasado Sínodo ha |
sido un fracaso?... La
iglesia no tiene |
éxitos ni tiene fracasos:
sirve al Señor, |
busca su rostro y se
esfuerza, venciendo |
debilidades y purificando
sus palabras |
y sus gestos, en ofrecer
el mensaje del |
Evangelio a los hombres.
Eso es todo. |
¿Debilidades?
¿Vacilaciones?... Las que |
puedan tener los demás
hombres, mien- |
tras esté formada por
hombres, aunque |
caminen hacia Dios. Pero
ojalá que todos |
los humanos aun los que la
miran, la |
juzgan, la
"observan" ―¡también al Señor |
le
"observaban"!― se esforzaran como |
Ella, como los más
conscientes de sus |
bautizados, como los más
sencillos de sus |
fieles, como los más
reflexivos de sus |
sabios... para
purificarse, para ser fiel al |
encargo recibido del Señor
y para hacer |
el bien a los hombres. |
Tenemos derecho a la
esperanza, por- |
que Dios rige el mundo y
lo ama. Y porque |
una de las pruebas de este
amor es la |
existencia de la Iglesia y
las verdades |
que anuncia a los
hombres.... |
9 (149) |
DERECHOS HUMANOS |
UNA VEZ más se observa que
la afirmación de |
los derechos de Dios
engendra la de los derechos |
del hombre. La religión
del Evangelio es así: la |
caridad hacia Dios es la
raíz de la caridad hacia el |
prójimo, y todo el mundo
es nuestro prójimo. La |
renovada afirmación del
valor y del deber |
humano y sociológico de
estos consecuentes y |
lógicos derechos del
hombre viene a propósito |
hoy, cuando tanto se habla
de la liberación y de |
la promoción de la
humanidad hacia arduos |
niveles de la justicia, de
la igualdad, de la |
fraternidad y de la
solidaridad. La dignidad |
humana aparece así
reivindicada, en virtud de |
aquel sentimiento
religioso, que tantos no |
consideran en su justo
valor, y en el momento en |
que la convivencia civil,
tocando el vértice de su |
feliz y progresiva
evolución, aún tolera hipótesis |
y condiciones
contradictorias y representa |
peligros de nuevas y
espantosas conflagraciones. |
La historia es siempre un
drama de oscuros |
destinos. Y la Iglesia,
impávida y amorosa, levanta |
su bandera de justicia y
de paz. — PABLO VI. |
CON el título de
"Derechos humanos |
y reconciliación" y
apoyándose en |
la cita de la encíclica
"Pacem in |
Terris" y la
declaración de las Naciones |
Unidas sobre los Derechos
Humanos, los |
obispos reunidos en el
Sínodo del pasado |
octubre, en unión con el
Santo Padre, |
redactaron un mensaje
dirigido a la |
Iglesia y al mundo,
puestas las miras |
especialmente en aquellos
que ocupan |
posiciones de mayor
responsabilidad, ya |
que de ellos depende, en
gran parte, el |
necesario y deseado
progreso en la pro- |
tección y desarrollo de
los valores y de |
los derechos de todos los
hombres. |
La preocupación por la
defensa de estos |
derechos está en el
mandato de Cristo; la |
Iglesia «cree firmemente
que la promoción |
de los derechos humanos es
requerida por |
el Evangelio y es central
en su ministerio. |
Por ello, la Iglesia
quiere respetarlos |
más en su propia vida, con
un continuo |
examen y purificación de
sus leyes, de |
sus instituciones y de sus
programas. |
La conciencia de nuestras
limitaciones, |
carencias y fallos en la
justicia nos ayuda |
a comprender mejor las de
otras institu- |
ciones e individuos.
Ninguna nación está |
hoy sin culpa cuando se
trata de derechos |
humanos. Y aunque no es
función del |
Sínodo mencionar
violaciones concretas |
―ello se hace mejor
a nivel local―, |
señalamos, sin embargo,
ciertos derechos |
hoy día más amenazados». |
10 (150) |
El mensaje se refiere a
cuatro cate- |
gorías de derechos: el
primordial de la |
vida física, el derecho a
la alimentación |
directamente implicado en
el orden de la |
economía; los derechos
político-culturales, |
y, finalmente, el de la
libertad religiosa. |
No es de extrañar que en
estos cuatro |
polos se conjuguen todos
los problemas |
del ser, de la dignidad y
de la libertad |
del hombre, tan agudizados
en la hora |
de nuestra historia; hora
de un mundo |
de nuestra historia; hora
de un mundo |
en rápida transformación,
en el que la |
avidez y el despotismo, o
la envidiosa y |
triste pereza, o el miedo
impotente de los |
más pobres, nublan las
esperanzas de |
felicidad y aun de
supervivencia. Pero la |
Iglesia nos invita a
superar los temores |
mientras nos recuerda su
perenne lección |
de amor, desde el mismo
Evangelio. |
«Impávida y amorosa, como
ha recordado |
el Papa, mientras levanta
su bandera de |
justicia y de paz». |
El derecho de los |
hombres a la vida |
Es el primero a que se
refiere el men- |
saje. Santo Tomás ya nos
recordaba que |
el primer y principal don
que hemos de |
agradecer a Dios es que
nos haya dado |
un ser. El ser no lo dan
los hombres, |
y por eso no lo pueden
quitar. Dios solo |
es el autor de la vida. Lo
que Dios ha |
dado al hombre nadie tiene
derecho a |
arrebatárselo, a
discutirlo, a impedirlo, a |
maltratarlo. Los demás
dones que Dios |
otorgue al hombre
necesitan de esa pri- |
mera plataforma que haga
posible el don, |
es decir, necesitan de la
existencia previa |
del ser humano en su
propia naturaleza, |
que ha de ser respetada,
favorecida, pro- |
tegida. Hay que desmontar
los pretextos |
que pretenden falsas
justificaciones ale- |
gando beneficios para la
humanidad, pero |
a base del absurdo de
impedir la vida, |
o de herir al hombre o de
organizar |
o consentir o comerciar
con horribles |
matanzas. |
El mensaje denuncia que
este primer |
derecho – el derecho a la
vida – está |
«gravemente violado en
nuestros días por |
el aborto y la eutanasia,
por la extensión |
de la tortura, por hechos
de violencia |
contra víctimas inocentes,
por el flagelo |
de la guerra». Al citar la
guerra se refiere |
al escándalo de los
armamentos, «como |
una locura que pesa sobre
el mundo». En |
efecto, la carrera de
armamentos agota |
11 (151) |
las pocas reservas de los
países pobres, |
víctimas del comercio
inicuo de los |
vendedores de armas, y los
precipita |
en el círculo vicioso de
una miseria |
desesperada e incapaz de
liberarse a |
sí misma, reducida y
explotada por |
los que controlan y
determinan, en |
provecho propio, la
fluidez económica |
mundial. |
Si se tiene en cuenta que
el presu- |
puesto estadounidense del
año 1973 |
dedicaba para armas, la
cantidad de |
21.000 millones de dólares
y que esta |
cantidad es superior al
doble del total |
del presupuesto nacional
español, para |
toda clase de gastos del
Estado, en |
el transcurso del año
económico, se |
comprenderá la enormidad
de los |
gastos para armamento.
Además, y |
precisamente en Estados
Unidos, si se |
paralizara la fabricación
de armamen- |
tos, a los cinco millones
de parados |
actuales, habría que sumar
doce millo- |
nes más… ¿No es triste que
los hombres |
no alcancemos a
organizarnos de tal |
manera que las actividades
a que nos |
dediquemos, se orienten a
la construc- |
ción positiva de un mundo
mejor, sin |
la pérdida de tantas y tan
cuantiosas |
energías solamente útiles
para la des- |
trucción y la muerte? |
... Y al pan |
Estrechamente vinculado al
derecho |
a la vida, está el derecho
a la alimen- |
tación. Es imposible
pensar en una |
humanidad en vías de
reconciliarse, es |
inútil hablar de paz entre
los hombres, |
si un sector de ellos
carece de lo que |
es indispensable para
mantenerse en |
fuerzas y con vida.
Corresponde a los |
gobiernos la búsqueda
diligente, sin |
pérdida de tiempo, de los
medios para |
remediar la carencia o
mala distribu- |
ción de los alimentos. Las
masivas |
desigualdades de poder y
de riqueza |
se oponen a la necesaria
hermandad |
de todos los hombres. En
orden a los |
derechos socioeconómicos
«la concen- |
tración del poder
económico en manos |
de unas pocas naciones y
de grupos |
multinacionales, el
desequilibrio es- |
tructural en las
relaciones comerciales |
y en los precios de los
recursos, el |
fracaso en la combinación
adecuada |
del crecimiento económico
con la justa |
distribución
―nacional e internacio- |
nalmente―, el paro
forzoso extendido |
y las prácticas
discriminatorias de |
empleo, así como los
sistemas de con- |
sunción global de los
recursos, todo |
esto exige ser reformado
si la recon- |
ciliación ha de ser
posible». |
En este mes de noviembre,
precisa- |
mente, la P.A.O. se dedica
a estudiar |
los problemas de la
escasez y distribu- |
ción de alimentos en el
mundo. Al |
más alto nivel
―participan Jefes de |
Estado y ministros de
Exteriores y |
Agricultura―, tendrá
lugar la Confe- |
rencia Mundial de la
Alimentación, en |
Roma: países ricos y
pobres, ideologías |
políticas opuestas,
exponentes de las |
naciones más poderosas y
representan- |
tes de los movimientos de
liberación |
afro-asiáticos, hombres de
todos los |
continentes se reúnen para
discutir |
y buscar solución al
hambre de la |
humanidad. Es posible que
sus debates |
causen menos emoción que
las confe- |
rencias sobre cuestiones
de armamento |
o de precarios "altos
al fuego", pero |
tendrían, a buen seguro,
más impor- |
tancia y eficacia para la
paz si consi- |
guieran convencer a todos
para que |
dedicaran, al pan y a la
cultura de |
todos los hombres, las
astronómicas |
cantidades todavía
destinadas al servi- |
cio del miedo y de la
guerra, para |
desgracia del mundo y
riqueza de unos |
pocos. |
12 (152) |
Los derechos |
político-culturales |
La cultura ―el pan
del espíritu del |
hombre―, el
desarrollo de todas sus |
potencialidades interiores
y de su cre- |
cimiento en la verdad. De
la verdad |
que hace librea, según el
aserto de |
Cristo. Porque la
humillación de tener |
que soportar la mentira y
vivir en la |
obscuridad de la
ignorancia en la peor |
de las esclavitudes, como
comentaba |
Pablo VI; a propósito de
los derechos |
de la inteligencia humana. |
Al tratar de los derechos
político-- |
culturales, el texto
redactado por el |
Sínodo fe refiere a la
participación |
política, al derecho al
libre acceso a la |
información, a la libertad
de palabra |
y de prensa. «Condenamos,
dice, la |
negación o limitación de
los derechos |
humanos por causa de la
raza. Reque- |
rimos de las naciones y de
los grupos |
en conflicto que procuren
la reconci- |
liación, suspendiendo la
persecución |
de otros y concediendo la
amnistía, |
benevolente y equitativa,
a los prisio- |
neros políticos y a los
exilados». |
Está claro que las tan
frecuentes |
negaciones y recortes
hechos a la |
libertad en materia
cultural y política, |
suelen ir acompañados de
razones que |
quieren justificar el
sacrificio impuesto, |
cuando ya no puede
ocultarse tal |
imposición, en aras de
beneficios supe- |
riores que lo compensan.
Es posible, |
incluso, que la imposición
proceda de |
una practicidad poco
ilustrada o sin |
mala fe; pero aun en tales
casos, debe |
evitarse ―como
recordaba Pablo VI |
en la P. P., n. 33―
el riesgo de orde- |
namientos o
planificaciones arbitrarias |
que, al negar la libertad,
excluyen el |
ejercicio de los derechos
fundamenta- |
les de la persona humana. |
El hambre |
del mundo. |
Los ricos y los pobres, |
los poderosos y los
débiles, |
los sabios y los
ignorantes… |
se encuentran, discuten, |
Acusan, prometen, |
protestan, engañan, |
compran, venden, |
prestan, recobran... |
«Somos demasiados», |
dicen los ricos. |
«¡Que se repara todo!», |
gritan los pobres. |
Cuando hay bastante |
Para que todos tengan, |
sin faltar, sin sobrar, |
para vivir sin rencores, |
sin envidias, |
sin despilfarro. |
Pero sigue el hambre. |
Y no sólo de pan. |
Hambre de vida: |
de salud, |
de justicia, |
de información, |
de verdad, |
de fraternidad, |
de responsabilidad, |
de trabajo, |
do fiesta, |
de libertad... |
De existir, simplemente. |
13 (153) |
La libertad religiosa |
Es evidente que las
convicciones |
más profunda, del ser
humano surgen, |
en el creyente, de su fe
en Dios, y que, |
de tal fundamento obtienen
su fuerza |
indestructible. Por esto
no es extraño |
que, cuando desde el
exterior del mis- |
mo hombre no se puedan
erradicar |
los ideales fundamentados
en instan- |
cias que trascienden el
orden humano |
Y temporal, se desalen
manifiestas o |
larvadas persecuciones, o
por lo menos, |
discriminaciones
religiosas. Por esta |
razón se explica que el
derecho a la |
libertad religiosa sea
«hoy negado y |
restringido por diversos
sistemas polí- |
ticos, de modo que se
impide el culto, |
la educación religiosa y
la acción |
social. Hacemos, dicen los
obispos, un |
llamamiento a todos los
gobiernos no |
sólo para que reconozcan
de palabra el |
derecho a la libertad
religiosa, sino para |
que eliminen cualquier
discriminación |
e, independientemente de
sus convic- |
ciones religiosas,
concedan, a todos, |
los plenos derechos y
oportunidades |
propios de los
ciudadanos». |
Dios ha muerto. |
¡Dios! Me dicen que estás
muerto. |
Lo dice Nietzsche, lo dice
el Time, lo dicen los marxistas. |
Y con tu muerte juegan
todos: filósofos y teólogos. |
La palabra de ahora ya no
es Cristo. |
«¡Revolución total,
liberadora y santa! |
¡Que mueras Tú y el hombre
renazca!» |
Pero aunque muerto, vives
en mi humana nostalgia, |
quemante herida, pasión
absurda de esperanzas. |
Te siento lejos,
inmensamente lejos, |
y sin embargo, sé que
estás adentro, |
pero sé que eres Tú. |
y ese Tú me doblega. |
Y donde hay muerte y frío
y hambre y odio |
me obliga a ver amor, luz
que renace, |
flor de fango y de
lágrimas. |
Hernán Larraín Acuña |
14 (154) |
A propósito de la
evangelización, tres tendencias: |
ESPIRITUALISMO DUALISTA. |
TEMPORALISMO, FILOMARXISMO |
De la intervención del
card. Jubany, en el Sínodo, el día 11 |
de octubre de 1974, en
nombre de la Conf. Episcopal Española. |
1. TENDENCIA |
DE TIPO ESPIRITUALISTA O
DUALISTA |
La más ampliamente
extendida entre los católicos de España. |
He aquí algunas de sus
características. |
El Reino de Dios es una
realidad exclusivamente trascendente, sin relación |
explícita con los problema
de la sociedad humana; la vida cristiana debe quedar |
reducida al culto y a la
moral individual. |
La preocupación de los
cristianos debe ser, por lo tanto, la de "vivir en |
gracia", sin
explicitar más las consecuencias que de ello derivan en el orden |
temporal; la acción
cristiana en el mundo debe orientarse sólo hacia los indivi- |
duos (con el fin de que
obren según su propia conciencia), no hacia las institu- |
ciones, grupos o
estructuras. Los problemas sociales políticos o económicos de |
la sociedad son de orden
puramente técnico, que deben ser resueltos por los in- |
dividuos; la esfera de
influencia de la moral cristiana se reduce al matrimonio, |
la familia, el trabajo
profesional, como testimonio de vida, y la beneficencia. |
De esto nace un dualismo
rígido entre evangelización y promoción humana. |
2. TENDENCIA |
DE TIPO TEMPORALISTA |
Se da en grupos
minoritarios n.uy significativos. |
Algunos cristianos
defienden con tesón que la promoción humana siempre |
ha de ser previa a la
evangelización. Otros, en cambio, parten del principio de |
que la humanidad está
dividida en dos grupos: el de los opresores y el de los |
oprimidos; la culpa de
ello está en las vigentes estructuras socioeconómicas de |
carácter capitalista. El
encuentro del hombre con el Cristo de la fe se verifica |
exclusivamente a través
del encuentro con los oprimidos. |
Por su parte, la Iglesia
institucional, en virtud de compromisos históricos |
seculares, es obstáculo
para el acercamiento del hombre con los oprimidos: por |
esto, frente a ella debe
surgir la fraternidad de los oprimidos, cuyo vínculo |
substancial es el
compromiso solidario de suprimir, mediante la revolución, la |
opresión en el mundo. |
La celebración actual de
la Eucaristía no tiene sentido porque reúne a opre- |
sores y oprimidos; la
auténtica eucaristía debe ser la reunión de los oprimidos |
que, mediante su
celebración, han de fortalecer su solidaridad y su unidad. → |
15 (156) |
3. TENDENCIA |
DE TIPO MARXISTA |
Propia de algunos grupos
cristianos, clérigos e intelectuales. |
Algunos de los seguidores
de la segunda tendencia optan por el marxismo |
militante y se esfuerzan
en conciliarlo con la fe cristiana. Su argumentación |
parte del hecho de que el
marxismo es un método de análisis científico de la |
realidad social y
política, que ha descubierto el funcionamiento de los mecanis- |
mos de opresión propios
del sistema capitalista, y un cambio científicamente |
fundado, que permite
elaborar una alternativa global a dicho sistema. El cristiano |
marxista descubre en su fe
una exigencia de liberación integral de la persona |
humana y de la sociedad;
así su fe, sui esperanza y su caridad tienen una dimen- |
sión política y llevan
consigo una exigencia de cambio radical de la sociedad. |
La opción por el
socialismo deriva, pues, del análisis científico de la realidad |
política actual, que
descubre en el socialismo marxista la única salida válida |
ante las contradicciones
internas del capitalismo. |
La lectura del Evangelio,
hecha a la luz del compromiso político revolucio- |
nario, ayuda al cristiano
marxista: el análisis y la praxis revolucionarias se |
erigen en criterios de
interpretación del mensaje cristiano de salvación. |
No podemos pasar por alto,
dada su actualidad e importancia, la postura de |
estos cristianos que han
hecho una opción marxista. Por una parte se trata de |
una cuestión que es muy
difícil, porque las ideologías son plurales y cambiantes |
y el lenguaje no es
unívoco. Por otra parte, existen, entre otros, unos problemas |
de orden teórico-pastoral
que estos mismos cristianos se plantean y aún no han |
aclarado debidamente. |
EVANGELIZACIÓN |
Y LIBERACIÓN DEL HOMBRE |
Creemos que es urgente y
necesario, ante las posturas antes indicadas, pro- |
fundizar más en la
relación que existe entre evangelización y progreso humano |
o liberación integral del
hombre. Se trata, según el Santo Padre, de dos comple- |
mentos que «aunque
distintos y subordinados entre sí, se corresponden recípro- |
camente por la
convergencia hacia el mismo objetivo: la salvación del hombre». |
Se trata, por una parte,
de superar el dualismo que experimenta hoy nuestra |
pastoral tradicional, al
tener que dar respuesta al hombre de muestro tiempo, |
especialmente sensible a
toda opresión social, económica o política, sin que esta |
pastoral haya descubierto
la relación intrínseca que todos estos problemas |
tienen con la le
cristiana. |
Por otra parte, hay que
salir al paso de cualquier reduccionismo del mensaje |
evangélico ya sea de tipo
espiritualista o temporalista. No es suficiente, según |
nuestro modo de entender,
optar por dar prioridad a uno de los dos aspectos; |
porque esto equivaldría a
seguir dividiéndolos, privando de unidad a la acción |
evangelizadora que se
enfrenta con una realidad única, en la que la esfera per- |
sonal se encuentra cada
vez más implicada en contextos sociales de opresión, |
de injusticia o de simple
subdesarrollo. |
16 (156) |
mass media: |
OPINIÓN PÚBLICA |
Y EVANGELIZACIÓN |
LA OPINIÓN pública es una
de las grandes fuerzas sociales |
del mundo actual. Lo
demuestran los conatos políticos y |
hombres de negocios para
influenciarla y movilizarla, a |
fin de conseguir sus
objetivos partidistas y comerciales. |
Pío XII definió la opinión
pública como «el eco natural, |
la resonancia común, más o
menos espontánea, de los sucesos |
y de la situación actual
en los espíritus y en los juicios de los |
hombres». |
En nuestros días, la
multiplicación |
y creciente rapidez de los
medios de |
comunicación, un nivel más
elevado |
de educación, una mayor
socialización |
y democratización, y una
conciencia |
más viva del derecho a la
información, |
han desarrollado e
enormemente el in- |
flujo social de la opinión
pública, |
la Iglesia no puede
ignorar este |
fenómeno que constituye un
verdadero |
"signo de los
tiempos". La formación |
de la opinión pública, y
su liberación |
de la fuerzas que la
quieren suprimir |
o deformar, deberían
constituir hoy día |
uno de los principales
objetivos de la |
tarea evangelizadora de la
Iglesia. |
La adecuada formación y
expresión |
de la opinión pública es
necesaria para |
el desarrollo humano
integral que la |
evangelización quiere
promover. Por |
consiguiente, como el
Concilio Vatica- |
no II declaró: «Todo esto
pide también |
que el hombre, salvados el
orden |
moral y la común utilidad,
pueda |
investigar libremente la
verdad y ma- |
nifestar y propagar su
opinión y que |
se le informe verazmente
acerca de |
los sucesos públicos»
(Gaudium et spes, |
n. 59). |
Los dos elementos
principales que |
de hecho forman y definen
la opinión |
pública son: por una
parte, la informa- |
ción que se difunde sobre
los hechos |
y las ideas, sobre la
realidad histórica |
en que vivimos; por otra,
los valores, |
esquemas mentales y
actitudes que |
condicionan la recepción
de esa reali- |
dad y a veces hasta la
deforman. |
Esforzarse a fin de que la
opinión |
pública no sea manipulada,
sino que |
sea informada de una
manera objetiva |
e imparcial, para que esta
información |
se reciba e interprete a
la luz de una |
visión cristiana del
mundo, del hombre |
y de la sociedad, es hacer
obra de |
evangelización. |
17 (157) |
No cabe duda de que los
medios de |
comunicación social son de
los más |
eficaces para informar y
formar la opi- |
nión pública. Con
frecuencia estos |
medios están controlados
por intereses |
políticos o económicos y
la informa- |
ción que dan es, si no
falsa, por lo |
menos parcial e
incompleta, filtrada |
y viciada en su misma
fuente. |
Aun cuando se esfuercen
por ser |
objetivos, los
responsables de los me- |
dios de comunicación
social se en- |
cuentran con frecuencia
sometidos a |
una triple tiranía que
constantemente |
les oprime: la tiranía del
tiempo... la |
tiranía del interés...; la
tiranía de la |
originalidad... Estos
condicionamientos |
y tensiones explican, en
gran parte, |
las inexactitudes de
información, la |
abundancia de casos
extraños y es- |
candalosos, y la
presentación a veces |
deformada de un hecho o de
una in- |
formación.- P. Pedro
Arrupe, S. J. (en |
el Sínodo). |
El respeto, el amor. |
Cuando digo a un hombre: |
―Te respeto, |
te admiro, |
te venero...". |
¿no puedo decirte, ya,
nada que sea más elevado, |
que sea más digno? |
¿He agotado las palabras
del lenguaje humano? |
No; todavía me queda algo
que decir. |
Me queda una palabra, |
una palabra única, |
la última de todas... |
Puedo decirle: |
«Te quiero». |
Miles de palabras la
preceden; |
tras ella, sin embargo, ya
no hay ninguna otra, |
en ningún idioma del
mundo. |
Solamente es posible,
cuando ha sido pronunciada, |
repetirla otra vez. |
Lacordaire |
18 (158) |
el cine: |
Vittorio De Sica |
HACE una treintena de años |
que aquellos niños del
Ora- |
torio de la Garbatelia, en
la |
periferia romana, a
quienes |
un dudoso artista quería
utilizar en |
una película de éxito
incierto, porque |
había que partir de
recursos muy |
elementales, por
necesidad... y por |
convicción, no habrían
podido sos- |
pechar que eran candidatos
a un |
protagonismo de ficción,
que luego |
no solamente marcaría un
hito en |
la historia del Cine, sino
que, ya sin |
duda, hasta los
historiadores que |
querrán asomarse a la
tristeza de |
las caras, a los rostros
de los sen- |
cillos de corazón que
hubieron de |
padecer la locura de las
guerras |
contemporáneas, sin saber
por qué, |
tendrán que volver a
contemplar. |
Charlie Chaplin, con
ironía y con |
ternura, criticó los
despotismos con- |
temporáneos. Vittorio De
Sica, dulce |
y triste, supo recoger la
debilidad y |
la belleza de lo elemental
que, en el |
hombre, ni las guerras
destruyen y |
que tal vez excitan.
«Tiempos moder- |
nos», de Charlie Chaplin,
y «Ladrón |
de bicicletas», de
Vittorio De Sica, |
valdrán, para nuestra
época, lo que |
la escritura cuneiforme
para las |
remotas, o los pergaminos
para la |
Edad Media, si la Historia
es más |
que lista de fechas y
crónica de |
batallas. |
Las grandezas históricas
que se |
pudieron asentar en el
solar italiano |
son tan antiguas, que el
pueblo |
que lo habita ya no puede
ser |
ni Soberbio por
presumirlas. ni |
resentido por recordarlas
demasia- |
do. La grandeza política y
militar |
del Imperio romano quedó
disuelta |
o emigró. Pero como
péndulo medi- |
terráneo, Italia no quedó
inactiva: |
tuvo sabios y allí nació
la primera |
universidad europea; tuvo
artistas, |
que recogieron las luces,
los colores |
y las formas de la
belleza; tuvo un |
buen puñado de santos para
quienes |
el bien y el amor fueron
una forma |
exquisita de sabiduría, de
orden, de |
belleza, de fortaleza y de
verdad. |
Los últimos totalitarismos
que la |
cercenaron no pudieron
suprimir |
esa herencia, casi
solamente espi- |
ritual. Vittorio De Sica
participa de |
ella, con Rossellini, como
por otra |
parte ―aunque se
proclame marxis- |
ta― el mismo
Pasolini. |
No se trata de hacer una
apología |
italianizante de la
cultura occidental. |
Pero nadie puede dejar de
reconocer |
esa nota de humildad, de
sencillez |
humana que, desde Italia,
ha inten- |
tado repartir claridad,
descubriendo |
la belleza de lo elemental
y la digni- |
dad de la pobreza limpia,
y la fuerza |
irresistible de la verdad
que se de- |
fiende sola, y se basta,
«umile, casta |
e chiara» como del agua
pregonaba |
san Francisco; con
«distacco», ágil, |
como quería san Felipe. |
Vittorio De Sica ha
muerto, y de él |
nos conforta, no sólo la
autenticidad |
de su obra, es decir, su
«neorrea- |
lismo» que fue una lección
ante la |
19 (159) |
grandilocuencia hueca del
arte me- |
canizado, derrochón pero
estética y |
hasta moralmente
irrelevante, sino |
porque, hace muy poco, de
paso por |
España ―su esposa
María Mercader |
es catalana― decía,
con sencillez |
que no tenía miedo a la
muerte, |
porque no podía separarle
del re- |
cuerdo de lo bello. Que es
resplandor |
del Bien. |
También dijo que «el cine
de hoy, |
en general, es
pseudointelectual, |
irresponsable, deshonesto
y porno- |
gráfico porque sí». Que de
la vida, |
dolerle o arrepentirse lo
hacía de |
«haber trabajado con
dinero ame- |
ricano y haberse sometido
a su ser- |
vidumbre». Que su mejor
recuerdo, |
o sus preferencias como
creador |
estaban en «Ladrón de
bicicletas» |
y «Umberto D»... Tal vez,
pensamos, |
porque en la silenciosa
elocuencia |
de este último se veía él
mismo des- |
crito, y también porque en
su primer |
film neorrealista
reverdecía la ter- |
nura de su incipiente
vejez. |
Descanse en paz. |
LAUS |
Director: Ramon Mas
Casanelles. · Edita e imprima: Congregación del Oratorio, |
Placeta de S. Felipe Neri,
1 - Apartado 182 - Albacete - D.L. AB 103/62. 26. 11. 74 |
20 (160) |
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