Publicación
mensual del Oratorio |
Núm. 131. ABRIL. 1975 |
SUMARIO |
PASCUA es el tiempo de la
"presentidad" del Señor |
en medio de los que han
creído en él. La Iglesia |
se forma a partir de esta
conciencia, de este descu- |
brimiento: «Hemos visto al
Señor». La Iglesia viene del |
Señor, de verlo, de creer
en él. No vamos a Dios; venimos |
de Dios. |
LOS VIEJOS DESFILES
PROCESIONALES |
LOS CRISTIANOS DE VALLECAS |
SÓCRATES Y CRISTO |
LA ESCUELA CATÓLICA ¿ES
NECESARIA? |
PARA RESPONDER A LOS NIÑOS |
EL AGRADECIMIENTO DE LA
VIDA |
CRISIS DE CRECIMIENTO |
TIEMPO Y ETERNIDAD |
EXAMINAR LA CONCIENCIA |
1 (61) |
LOS VIEJOS DESFILES |
PROCESIONALES |
UN ASPECTO del precio que
ha |
tenido que pagar esta
cristian- |
dad española por haber
dormi- |
tado hasta ayer mismo, es
decir, por |
haber tenido que
enfrentarse desde su |
talante o sensibilidad
tridentinos con |
el mundo moderno, es el de
desgarros |
y apresuramientos,
confusionismos y |
terrores... El otro
aspecto no menos |
importante es el de la
tremenda frag- |
mentación de sí misma en
parcelas |
totalmente heterogéneas,
de una diver- |
sidad y hasta de una
oposición, las unas |
frente a las otras, que
ofrecen la ima- |
gen precisamente
apocalíptica y que |
tanto gusta a algunos. En
cuanto se ha |
derrumbado la fachada de
unidad, des- |
de luego sólo muy externa
y cuyas grie- |
tas apenas podían
disimularse, de la |
Iglesia de los tiempos de
Pío XII en que |
entre nosotros si uno no
aceptaba, pon- |
gamos por caso, a don
Marcelino Me- |
néndez Pelayo ya resultaba
herético, |
la cristiandad española ha
mostrado, |
por un lado, las terribles
mordeduras |
del mundo moderno en punto
a incre- |
encia y a indiferencia
religiosa, que, |
por lo demás, ya eran un
hecho muy |
notable en el siglo XVIII
y desde luego |
en tiempos de la Segunda
República, |
y, por el otro, ha
florecido en mil pe- |
queños reinos de taifas
religiosos, pa- |
ra decirlo de alguna
manera... |
El país era o es católico
de real or- |
den, pero, por ejemplo,
las pasadas va- |
caciones de primavera, que
coinciden |
con la Semana Santa por
puro homena- |
je a la tradición de las
ordenanzas labo- |
rales, no creo que se
diferencien gran |
cosa de las vacaciones de
primavera de |
otros países que
oficialmente están de- |
sacralizados y
secularizados, y este no |
es más que un pequeño
signo de otras |
realidades más serias que
tampoco des- |
cubren las famosas
encuestas y demás |
expedientes sociométricos
sobre la reli- |
giosidad o la
secularización. Pero, a la |
vez, siguen saliendo por
toda la ancha |
piel de toro las viejas
procesiones |
barrocas que, a su vez,
irritan a otros |
cristianos o no
cristianos, quizá por esa |
condición tan hispánica
que nos torna |
impotentes para afirmar
cualquier con- |
vicción propia, sin que
sea contra al- |
guien, de manera
dialéctica y agresiva. |
¿Hasta qué punto estas
procesiones ba- |
rrocas están arraigadas en
el sentir re- |
ligioso popular y hasta
qué punto son |
pura supervivencia incluso
folklórica |
alimentada por la voluntad
de religio- |
sidad oficial o por los
intereses de la |
industria turística?... |
En cualquier caso, no se
ve todavía |
con alguna claridad qué
clase de cato- |
licismo popular puede
sustituir al cato- |
licismo popular barroco.
De momento, |
no se ve otro sucedáneo
que el de la |
indiferencia religiosa o
el de esas va- |
caciones primaverales por
otra parte |
bien merecidas en esta
cultura indus- |
trial y su religión del
trabajo y de la |
producción. |
Yo creo que sólo la
reflexión com- |
prensiva y profunda de
todo lo que nos |
está ocurriendo en este
instante: desde la |
supervivencia de estas
procesiones bas- |
ta el "asunto
Vallecas" cuyas noticias |
me siguen llegando
mientras escribo |
estas líneas, puede
ayudarnos en esta |
para nosotros difícil
transición del ba- |
rroco, la contra
―Reforma y contra― mun- |
do moderno al corazón del
siglo XX... |
En realidad, es un drama
imbricado |
además de la peor manera
en que pu- |
diera estarlo: a la
política. |
JOSÉ JIMÉNEZ LOZANO |
(en DESTINO, n" 1957) |
2 (62) |
Los cristianos |
de Vallecas |
LOS cristianos de Vallecas
no |
pensaban que llegaran a
ser |
tan famosos. Lo han conse- |
guido sin pretenderlo.
¡Hasta |
alguna revista americana,
que tira |
siete millones de
ejemplares, se ha |
ocupado positivamente de
ellos! No |
digamos de los diarios
europeos y, |
por supuesto, también en
buen sen- |
tido, la prensa más
independiente |
de nuestro país. |
El interés que despierta
lo genui- |
no en la Iglesia es
altamente conso- |
lador. Ciertamente estamos
en un |
Amanecer de renovaciones
que el |
Concilio suscitó y que son
impara- |
bles. Es el Espíritu del
Señor que |
las suscita. Lo folklórico
y ornamen- |
tal, lo arqueológico y
fosilizado se |
Amortiza, y la riqueza de
vida rever- |
dece en el tronco secular
y al mismo |
tiempo joven de la
Iglesia. Los c011- |
trutos y críticas no deben
sorpren- |
der a nadie: representan
el contra- |
punto secular del progreso
de la |
Iglesia en el mundo,
cuando, paso a |
paso, se esfuerza por
transmitir el |
Evangelio a los hombres,
por 100m- |
pañarlos y comprender hoy
en su vi- |
da y por llevarlos a Dios. |
La notoriedad que han
adquirido |
ha despertado el interés
de muchos |
por el contenido de lo que
allí se |
había estudiado y se ponía
a discu- |
sión, de tal modo que lo
que allí por |
causas ajenas no se ha
podido dis- |
cutir, ha sido el tema de
discusión |
en muchas más partes y ha
llegado |
a conocimiento de
tantísimos que, |
en otras circunstancias,
no se ha- |
brían enterado. El bien se
ha multi- |
plicado. |
El temario era bien
sencillo: "Cua- |
lidades de la
Iglesia", "La Iglesia en |
el mundo" y "La
Iglesia en su vida |
interna". Aprobado,
por supuesto, |
por la Jerarquía y en
estrecha con- |
sonancia con los
documentos del |
concilio Vaticano II.
Temario y aspi- |
raciones que son las que
la Iglesia |
recoge en todas las partes
del mun- |
do: por lo cual tampoco
representan |
ninguna novedad, sino el
consentir |
de la generalidad de los
cristianos |
de todas partes, mientras
se mueven |
deseosos de la renovación
iniciada |
por el papa Juan XXIII y
seguida |
luego por el sector más
dinámico y |
espiritual de la Iglesia. |
Como muestra bastaría
repasar el |
común sentir de la mayoría
respecto |
a la forma en que al
presente se |
administran los
58oramentos Y como |
se desearía verla
modificada. Nos |
referimos a este aspecto
sacramen- |
tal porque es, junto con
la predica- |
ción actualizada, la tarea
esencial de |
la Iglesia, encomendada
por Cristo |
que, luego, a través de
los tiempos, |
ha de ir acomodándose a
las necesi- |
dades espirituales de los
hombres, |
tomados no sólo
individualmente, |
sino en comunidad, por ser
el hom- |
bre esencialmente social. |
3 (63) |
Así, la mayoría admitían
que el |
Bautismo se administrara a
los ni- |
ños, aunque con reservas y
matiza- |
ciones, en el sentido de
no ser im- |
puesto, ya que los padres
deben, en |
todo caso, asumir la
responsabilidad |
de educarles en la fe,
puesto que no |
se trata de un rito
simbólico, sino de |
un compromiso en el pueblo
de Dios. |
También que la
Confirmación se |
debería de administrar en
la juven- |
tud y previo un
catecumenado juvenil |
que preparase a la adultez
cristiana. |
Que la Eucaristía no se
administra- |
ra antes de los diez o,
tal vez incluso |
los diecisiete. Se juzga
necesaria una |
preparación a oscilar
entre dos o |
cinco años, vinculada a la
comuni- |
dad cristiana en la cual
se recibe la |
"primera
comunión". No se trata de |
jugar o trivializar en la
inconscien- |
cia infantil ese encuentro
con el Se- |
ñor en el abrazo
eucarístico. |
En términos generales se
prefiere |
la celebración comunitaria
de la Pe- |
nitencia. Este sacramento
es, proba- |
blemente, el que mayor
evolución |
experimentará en el
futuro, puesto |
que guarda relación con
otras trans- |
formaciones. |
Se desea un nuevo estilo
para la |
celebración de la santa
Misa. Debe |
ser más que un
"cumplimiento": ha |
de convertirse en
verdadera reunión |
de cristianos que superen
la distan- |
cia del desconocimiento
recíproco, |
de la masificación y
superficialidad |
de espectadores. El pueblo
cristiano |
debería intervenir más.
Tolo lo cual |
presenta problemas
urgentes: cómo |
abrir una mayor
participación, cómo |
celebrar asambleas
eucarísticas que |
no se reduzcan, en el
esfuerzo de |
renovación que se
auspicia, a novele- |
rismos de curiosidad
irresponsable |
o exhibicionista, etc. |
En cuanto al Matrimonio,
se pre- |
tende una dignificación
del sacra- |
mento que
"significa" la unión y el |
Amor de Cristo a la
Iglesia. En los |
casos que esto no pueda
ser o no se |
pretenda, ce preferible el
matrimonio |
civil, tanto para evitar
la profanación |
del signo sagrado
sacramental, co- |
mo por respeto a la
libertad de los |
contrayentes. |
Etcétera. Todo esto,
volcado así, |
necesitaría ser discutido,
matizado, |
puntualizado, estudiado
más profun- |
damente. Sirva, sin
embargo como |
indicativo de una
vitalidad y preo- |
cupación por hacer más
efectivo y |
sincero un Cristianismo
que no se |
resigna a la simple
apariencia ritual, |
convencional y de fe
ausento. No |
puede llamarse cristiano
lo que no |
es cristiano. |
Un ejemplo de este aliento
de vida |
y sincera fe cristiana nos
lo han |
dado los cristianos de
Vallecas. Fa- |
mosos, sin pretenderlo. |
¿Qué ha cambiado en el
mundo después de Pascua? Yo diría que nada y |
todo. Nada: porque para
las miradas no iluminadas por la luz de la fe, sigue |
existiendo el dolor, la
injusticia y la muerte. Todo: porque, gracias a la Pas- |
cua, es el hombre mismo el
que cambia, descubriendo un nuevo sentido en |
su vida. Sabe que esta
vida es la de Dios; experimenta, en sí mismo, que si |
Cristo vive, vive para
nosotros, vive en nosotros. Entonces, a la luz de Pas- |
cua, el dolor y la muerte,
el pecado y la injusticia adquieren nuevas di- |
mensiones y son
contempladas con ojos llenos de fe. Pascua también nos |
revela lo que somos y lo
que seremos. Por esto es la fiesta |
de la esperanza, de la
vida, del amor. |
NARCISO JUBANY, |
cardenal-arzobispo de
Barcelona |
4 (64) |
SÓCRATES Y CRISTO |
HAN SIDO comparados muchas |
veces, por su vida y,
principal- |
mente, por su muerte:
vivieron |
para la Verdad y murieron
en manos |
de la injusticia, con
tanta serenidad, |
con tanta dignidad, que
todavía acusan, |
en silencio, a sus
jueces... y a los su- |
cesores de sus jueces. |
Sócrates, casi más que
humano. Cris- |
to, Dios que se traduce en
hombre. Hay |
una convergencia de
grandezas en es- |
tas dos figuras. Grandezas
que pueden |
ser propuestas como ideal,
especial- |
mente a los jóvenes. A esa
masa que |
amanece en la humanidad
contempo- |
ránea, cuando la sociedad
le ofrece, |
merced al desarrollo,
posibilidades |
para una mejor
participación en la |
responsabilidad de hacer
un mundo |
mejor. |
Un mundo mejor que saldrá
no |
solamente de una mejor
ordenada |
actividad humana, de una
mejor admi- |
nistración de las fuerzas
y capacidades |
de todos, sino del
espíritu de todos, |
cuando en la propia
realización no |
tenga que ver el
entrenamiento para |
el egoísmo, para la
vanidad latente en |
tantas formas de fingida
generosidad |
o alteza de miras. Cuando
los jóvenes |
vayan a la vida, no a
aprovecharse, ni |
a desplazar, desde la
envidia, a nadie, |
ni a despreciar lo que no
entienden, |
ni a construirse oropeles
miserables |
de fama, ni a asegurarse
una medida |
de codicia. Sino cuando
vayan a cons- |
truir y trabajar,
creativamente, con |
todo lo que permita su
esfuerzo: sabien- |
do, por un lado, reconocer
y agradecer |
el acervo que se les ha
transmitido y, |
por otro, no limitarse a
copiar. Cuando |
se les acierte a enseñar y
se decidan |
a aprender que lo que
deben hacer, |
más que las cosas, es el
modo de hacer |
las cosas que vean en los
mayores. |
Cuando sea el estilo y no
el plagio |
lo que tomen por estímulo.
Cuando |
triunfar no sea parecer,
sino realizar. |
Cuando tener no sea
esconder, sino |
emplear para el bien.
Cuando no mi- |
ren a los lados, sino
adelante. Cuando |
ni temerarios, ni
protegidos, ellos mis- |
mos eviten el
aburguesamiento que |
critican, y en el que
acaban, tantísimas |
veces, sepultándose,
apenas han de |
aceptar algo que parezca
responsabili- |
dad, o para no
aceptarla... Aranguren |
ha dicho muy bien que
burgués es el |
que teme la vida, la
enfermedad, la |
inseguridad, y pacta con
el fariseísmo |
que sea para ampararse y
defenderse |
de lo que teme. Nosotros
no vamos a |
la muerte, sino que
venimos de la vida |
porque somos cristianos. A
no ser que |
convirtiéramos el
Cristianismo, defor- |
mándolo, en otra
"seguridad". |
La Iglesia ha ido
canonizando cris- |
tianos que nos pudieran
servir de |
modelo para esta vida. La
Iglesia ha |
procedido con acierto,
aunque luego |
5 (65) |
los hombres hemos
deformado el |
valor de estos cristianos
ejemplares, y |
hemos oscurecido su
grandeza, para |
hacer sus figuras más a
nuestro gusto, |
pero traductoras de un
evangelio equí- |
voco. Por esto hace falta
volver siempre |
a los modelos originales,
que no en- |
vejecen, que se resisten a
la deforma- |
ción. Los jóvenes de hoy
los buscan, |
y piensan, a veces,
descubrirlos en los |
artífices de las
ideologías más radica- |
les. Nos lamentamos los
mayores. Pero |
es sano que busquen la
figura arque- |
típica de una verdad que
quisieran |
realizar en lo que la
vida, apenas |
comenzada, les depara. La
lástima |
puede ser, en todo caso,
que no acier- |
ten en el modelo y que sus
cansancios |
desemboquen, desalentados,
en la pos- |
terior decepción, o en el
error de una |
construcción inútil. ¿Por
qué no se |
fijan en Cristo? |
Pablo VI, en el día de
Pascua pro- |
ponía la novedad de vida
del Señor |
resucitado a las
juventudes deseosas |
de ideal. |
Hace, también, unas
semanas, Salva- |
dor de Madariaga
―uno de esos viejos |
jóvenes que, como un
milagro, nos re- |
serva la Providencia de
vez en cuando: |
Juan XXIII, Adenauer,
Pisasso...― ha- |
blando precisamente de la
juventud, |
decía que debería de
solemnizarse la |
entrada del hombre joven
en la edad |
adulta, cuando ya puede
participar en |
los compromisos cívicos, y
que esta |
solemnización podría
comprender, en- |
tre otras cosas, la
entrega de un libro |
en el que se narrara la
muerte de |
Sócrates tal como la
refiere Platón, y |
la de Cristo, tal como la
refieren los |
evangelios. Y que, en el
momento de |
entregarle este libro, se
le debería de |
decir lo siguiente: «No
hagas nunca |
nada que pueda envenenar a
Sócrates. |
No hagas nunca nada que
pueda cru- |
cificar a Cristo». |
La Verdad, la Vida. Buscar
la Verdad |
porque venimos de la Vida.
Y no en- |
trar a arañazos en el
campo de la dis- |
puta para triunfos que
luego entriste- |
cen, o fracasos que crean
resentidos. I |
El regalo. |
Quiero todas las manos de
los hombres |
para amasar montañas |
de pan y recoger |
del mar todos los peces, |
todas las aceitunas |
del olivo, |
todo el amor que no
despierta aún |
y dejar un regalo |
en cada una de las manos |
del día. |
Pablo Neruda |
6 (66) |
La escuela católica |
¿es necesaria? |
CUANDO los padres quieren
que |
sus hijos vayan a un
colegio |
"religioso" o,
más propiamente, |
confesional, ¿qué buscan,
qué desean |
para sus hijos? |
La respuesta lógica y más
sencilla |
debiera ser la de que
pretenden un |
complemento, a través de
la educación |
escolar, de la formación
cristiana que, |
principalmente ellos como
padres su- |
puestamente cristianos,
tienen el de- |
ber de dar a sus hijos en
el seno de la |
familia. |
Pero una tal respuesta no
puede dar- |
se en todos los casos en
las familias |
llamadas cristianas o, si
se da, no |
siempre puede valer como
exacta, ya |
que sucede con frecuencia
que los pu- |
dres apenas cumplen las
obligaciones |
de una educación cristiana
de sus hi- |
jos, a pesar de que estas
obligaciones |
las aceptaron al
bautizarlos. |
En el mejor de los casos,
estos pa- |
dres delegan en el colegio
el deber que |
no cumplen ellos mismos o
cumplen |
imperfectamente, sea por
descuido, |
por incapacidad o por
ignorancia. En |
tal situación es muy
difícil que pros- |
pere la formación
cristiana del niño, |
puesto que han de ser
frecuentes los |
desacuerdos entre las dos
influencias: |
la familiar y la escolar.
Nos referimos, |
naturalmente, a la
influencia escolar |
evangelizadora, no a la
mera instruc- |
ción científica y
humanística, que suele |
ser la que valoran con
preferencia |
tales familias. |
En otros casos, sin
disimulo alguno, |
lo que los padres quieren
de un tal |
colegio, es sólo la
eficiencia en la |
enseñanza, el orden
disciplinado y un |
trabajo académico mejor
controlado |
que asegura el éxito en
los exámenes |
clave y en la capacitación
profesional |
a que se aspire o se desee
para el hijo. |
El influjo religioso, como
domestica- |
ción de la conducta
juvenil, se suele |
aceptar; pero enseguida se
desmonta |
todo asomo de verdadera
influencia |
que pudiera incidir en las
conviccio- |
nes del joven, que la
familia cuida de |
paganizar inmediatamente:
premios |
con dinero a los
aprobados, suntuosi- |
dades disipantes (para que
"se hagan |
hombres"...),
estímulos a base de re- |
galos costosos, y
oportunas salpicadu- |
ras de crítica o sutilezas
irónicas a |
costa de los maestros
religiosos o de |
las instituciones de que
forman parte. |
¡No sea que les
conquistaran al hijo, o |
que la hija se les hiciera
monja! Para |
eso están los hijos de los
picapedreros |
que necesiten
promocionarse, o las |
muchachas de pueblo que no
quieran |
servir. Cuando hay un
"porvenir" por |
delante... |
7 (67) |
Por esto, cuando dicen de
alguien |
que ha sido alumno de un
colegio con- |
fesional y,
paradójicamente, ha perdi- |
do la fe después de
frecuentar aquel |
colegio, habría que
preguntarle qué es |
lo que primaria y
principalmente fue |
a buscar a dicho colegio.
Y se aclara- |
rían muchas cosas. Tal vez
no era fe |
el bagaje espiritual con
que llegó a él, |
ni lo que en él buscaba. |
Cuando se alaba la calidad
de la |
enseñanza impartida en los
colegios |
religiosos se cree
constatar en ellos el |
fruto de una dedicación
que supera el |
simple deber profesional,
y una cons- |
tancia y abnegación
ejemplares. Si en |
la calidad se reconoce
esto, desde el |
punto de vista
cuantitativo es verdad |
que, en muchas ocasiones,
llena el va- |
cío de las imprevisiones
públicas y |
privadas en materia de
enseñanza, lo |
cual también debe ser
reconocido, y |
hasta agradecido. |
Pero discurrir sobre el
concepto que |
de la enseñanza
confesional tienen los |
que la contemplan desde
fuera, nos |
llevaría demasiado lejos.
Lo que real y |
objetivamente es
interesante, forzosa- |
mente ha de referirse al
concepto que |
los mismos religiosos que
a ella se de- |
dican tienen de su misión,
generalmen- |
te incomprendida o pasada
por alto por |
los que la juzgan desde
prejuicios utili- |
taristas, o simplemente
malinformados. |
F Mientras en la
actualidad, ante las |
transformaciones sociales
por las que |
pasamos, no faltan los que
afirman que |
«la formación religiosa no
corresponde |
a la escuela, sino a los
padres y a la |
comunidad cristiana»,
otros ―como |
el "Consejo General
de la Enseñanza |
Católica" de
Holanda― llegan a la con- |
clusión de que
precisamente «en este |
mundo pluralista, la
escuela católica |
es más necesaria que
nunca, porque |
tiene como misión dar una
respuesta a |
las cuestiones
existenciales del sentido |
del nacimiento, de la vida
y de la |
muerte, del sentido del
mundo y de la |
relación con el hombre, y
de todas las |
posiciones éticas en
derredor de estos |
problemas. Y también
porque la |
evangelización integra y
abierta de los |
jóvenes con el anuncio del
mensaje |
de salvación, y su
preparación para |
una vida a la que este
mensaje de un |
sentido profundo, es la
misión más |
específica de la escuela
católica». |
Naturalmente, aunque
siempre los |
complete y en ocasiones
supla o reme- |
die sus deficiencias, esta
dedicación |
que parte de la iniciativa
generosa de |
la Iglesia, no dispensa
del deber pri- |
mordial de los padres a
dar una for- |
mación cristiana a sus
hijos bautizados, |
ni a la sociedad civil de
asegurar la |
debida y gratuita
instrucción a todos |
los ciudadanos, |
se reparte gratuitamente a
los |
LAUS |
amigos del Oratorio que lo
so- |
licitan. Envíen su
dirección a: |
Apartado 182 - Albacete |
8 (68) |
Para responder |
a los niños |
"POR QUÉ" esto y
"por qué" lo |
otro. Sobre todo a cierta
edad, |
el "por qué"
cándido, pero |
asediante, está siempre en
los labios |
rosados y en la claridad
confiada de |
los limpios ojos de los
niños. Pero |
todo este encanto no
impide que llegue |
el "por qué" al
sobresaltado corazón |
de los padres como un
incómodo y |
pícaro aldabonazo, sin
acertar a res- |
ponder a la precoz
―pero natural y |
explicable―
curiosidad de los niños. |
Para superar, de momento,
la mo- |
lestia y la dificultad de
este asedio |
inocente, se ha recurrido
a la leyenda, |
a los convencionalismos o,
simple- |
mente, a auténticas
mentiras, más o |
menos adornadas de
candidez y melo- |
sidad. |
"¿Entonces...?",
replicarán muchos |
padres. |
Sí, que sepan solamente
―y clara- |
mente―, que a un
niño, por pequeña |
que sea, nunca debe ni
puede decírsele |
una mentira. (La mentira
nunca hace |
bien, ni evita el mal;
todo lo que pare- |
ce que retarda el mal,
aumenta el mal, |
lo madura, lo hace mayor). |
Es cierto que el niño no
es capaz de |
recibir ni de entender
toda la verdad. |
Y ahí entra en juego la
prudencia de |
los padres, en saber
dosificarles, con |
acierto y oportunidad, lo
que, en cada |
momento, los niños pueden
recibir, |
de tal manera que, no sólo
no les sea |
nunca un daño, sino
siempre una oca- |
sión de bien. Porque la
verdad punca |
es ni puede ser un mal, si
se adminis- |
tra bien. |
"... Pero
―insistirá alguien― ¿cómo |
se dicen ciertas
cosas?" |
Sencillamente: cuando la
casa, el |
hogar, no es una pensión
de hombre |
y mujer y una guardería de
niños, |
sino cuando es una
verdadera familia, |
donde esposos, padres e
hijos convi- |
ven sin prisas ni
formalidades de ho- |
tel; donde los padres
están con los |
hijos mucho tiempo, y
todos los días, |
hablando con ellos,
hablando de ellos, |
pensando en ellos; viendo
sus juegos, |
vigilando sus estudios,
oyendo sus |
conversaciones, y hacen
todo esto sin |
demostrar cansancio. |
Hay quien no sabe hablar
con los |
niños, ni adaptarse a los
niños, porque |
apenas trata con ellos...
Esta es la |
razón principal, o el
"por qué", mu- |
chos padres, no saben
responder a los |
"por qué" de sus
hijos. |
9 (69) |
El agradecimiento |
de la vida |
Hay, en nuestra odisea, un
men- |
saje grande de esperanza:
pero |
nosotros hemos sido sólo
el vehí- |
culo de este mensaje; su
autor |
es Dios. |
En la inmensidad de esas
monta- |
ñas y esos cielos donde el
silen- |
cio azota el alma, nos
preguntá- |
bamos una y otra vez
quiénes |
éramos y para qué
vivíamos. |
Sufrimos y supimos ofrecer |
nuestro dolor. |
Cuando la angustia invadía
el |
ánimo de alguno,
inmediatamen- |
te había dos o tres a su
lado |
para darle conversación y
co- |
municarle nuestra fe
común. |
El canto era como una
oración. |
Con él la confianza
sucedía a la |
angustia y la alegría a la
tristeza. |
Le habíamos perdido el
miedo a |
la muerte, pero no
creíamos que |
llegaría. |
Teníamos tres o cuatro
frases que |
nos repetíamos unos a
otros todo |
el día: «Dios no nos
abandonará |
nunca», «Si nos llama a la
muer- |
te es por algo». |
Repartir las fuerzas de
todos en |
razón de las necesidades
de cada |
uno. |
Lo importante es el grupo,
no |
uno de ellos. Nos hemos
hecho |
hermanos. |
Al cabo de todo este
tiempo |
―setenta y dos
días― estamos |
nuevamente en este mundo
al |
cual hemos aprendido tanto
a |
querer. |
En su día, el noticierismo
sensacionalista |
y hasta morboso, se fijó
en otros detalles |
de aquella catástrofe
aérea, a cuatro mil |
metros de altura, entre
viento y nieve y la |
muerte de diez compañeros.
Sobrevivieron |
dieciséis que se sintieron
volver a la vida |
y más cerca de Dios. Hemos
seleccionado |
arriba algunas de sus
frases, después del |
rescate. |
10 (70) |
HACE un par de años
solamente, que |
daba la vuelta al mundo la
noticia |
del rescate de los
dieciséis urugua- |
yos supervivientes de un
desastre aéreo, |
salvados después de más de
dos meses |
de hambre y soledad, de
frío y angustia, |
de enfermedades y muertes,
de peligros y |
contratiempos que les
obligaron, en con- |
junto, desde el
aislamiento de su dramá- |
tica convivencia, a
repensar, viviéndolas, |
sus ideas de la muerte, de
la vida, de |
Dios. Su vuelta a la
normalidad vino a |
ser parecida a la
resurrección de Lázaro. |
Eran los mismos, pero todo
era visto |
diferente, porque todo
había sido pro- |
fundizado. No era
obstáculo a la juventud |
de los protagonistas la
seriedad ilumina- |
da de gozo de todas sus
palabras y el tes- |
timonio de su
comportamiento. «Desde la |
muerte, dijeron, hemos
logrado conocer |
la vida, y desde la vida
conocer a Dios». |
Se vive, pero no se conoce
la vida; no |
se conoce, no se reconoce,
no se agradece. |
Se está ahí, como el
glotón que la traga, |
o el resignado que la
soporta, o el in- |
consciente que la
desprecia. Pero no se |
estima, no se descubre y
valora, como un |
don que se revela y crece
en cada uno de |
nosotros, dilatando
nuestra capacidad pa- |
ra algo superior que nos
trasciende. |
Algunos esperan la
felicidad para "más |
allá" de esta vida.
Otros, glotones, se pre- |
cipitan a saciar la avidez
que en ella, |
ahora y cuanto antes,
puedan colmar. |
Superan, éstos, a lo sumo
―se le llama |
"educación"
muchas veces― el aprendi- |
zaje de la mínima
corrección convencio- |
nal e hipócrita, mientras
que se lanzan |
desenfrenados o astutos a
la máxima |
posesión y al goce y
destrozo de todo. |
Son dioses de sí mismos,
calculadores, |
egoístas, aprovechados,
despegados, crue- |
les, sin más límite que el
que les pone la |
propia inteligencia para
ver y ambicionar |
más, y el solo freno del
disimulo que |
asegure mantener abierta
la cantera de |
donde proveerse,
envidiosos de quien les |
parezca que la tienen
mejor y resentidos |
si no la pueden arrebatar.
No tienen tiem- |
po para olvidarse un poco
de sí mismos |
y mirar fuera con silencio
de admiración |
sin romper el don de las
cosas creadas y |
gozar de su claridad
serena. Para ellos |
nunca es primavera. |
Tampoco lo es para los que
se resignan, |
aturdidos, renunciando al
bien y al mal. |
Los que no asumirán nunca
una respon- |
sabilidad, capaces,
solamente, del esfuer- |
zo para alcanzar la
apariencia que la |
vanidad disfraza,
teatralizando mediocri- |
11 (71) |
dades que no arriesgan
nada; que bas- |
tan para conservar, sin
peligros, el |
lote miserable de las
codicias que no |
crecen, y pretenden ser
respetables has- |
ta el fin, inútiles y
falsas. Nunca es |
primavera en un jardín de
flores arti- |
ficiales. |
La vida no es un don que
ha de |
absorber la codicia, ni
una mentira |
que ha de representar la
mezquindad. |
Conocer la vida desde la
muerte, y |
no como una oposición
entre todo y |
nada, existir o
desaparecer; sino sope- |
sar la existencia en el
tiempo y el es- |
pacio, valorándola hasta
este paso que |
nos enfrente
definitivamente a Dios. |
Ni siquiera como un
juicio, sino como |
un cambio de vida, como
una transfor- |
mación de la vida a través
del misterio |
de la trascendencia.
Misterio porque |
rebasa nuestra actual
visión, porque |
ninguna experiencia nos la
puede evi- |
denciar. Solamente, desde
la fe y con |
la fe, es posible aguzar
el pensamiento |
cuando se hace probable su
inmediatez. |
Conocer la vida desde la
muerte no |
como una liberación del
miedo, o como |
una alternativa del dolor,
sino como |
un descubrimiento del
valor y la gran- |
deza a donde apunta. |
En la naturaleza hay un
ensayo per- |
manente y cíclico de la
muerte a la |
vida y de la vida a la
muerte. La pri- |
mavera es una resurrección
florida |
sobre los troncos rugosos
de los árbo- |
les; es un volverse a
vestir de hojas |
las ramas que ha desnudado
el frío; es |
extender el manto verde de
la espe- |
ranza fecunda sobre el
ocre de la tierra |
que sepulta silencios
generosos de se- |
millas que se mueren para
multipli- |
carse y dar fruto. |
En el universo espiritual
de cada |
hombre y de todos los
hombres, tam- |
bién ruedan el dolor y la
esperanza, la |
aspereza del trabajo
perseverante y el |
consuelo de crecimiento
con que se |
dilata la vida. Y no hay
una sola con- |
tradicción, o un solo
riesgo o fracaso |
medido a nivel terreno que
no se pue- |
da traducir y, por lo
tanto, multiplicar, |
en significación de
madurez existen- |
cial y trascendente.
Cuando esto no |
ocurre es que la
oportunidad no la |
capta debido al
apresuramiento me- |
canizado de la
precipitación egoísta, |
miope o superficial. La
vida se descu- |
bre día a día, y vale cada
vez más, y se |
aproxima a Dios ―a
la fe y al amor, a |
la referencia y a la
amistad con Dios― |
en la medida en que su
valor crece. |
Como ocurrió, hace poco
más de dos |
años, a este grupo de
cristianos, en la |
forzada y austera soledad
de la cordi- |
llera andina, que ya les
daba igual |
vivir o morir, porque todo
era vivir y |
que, precisamente por
ello, volvieron |
transformados a la vida. |
La vida no es para ser
absorbida, ni |
para ser despreciada. Es
para ser en- |
tendida, paso a paso, sin
separarla de |
Dios, y sin separar a Dios
de la vida. |
Entonces es agradecimiento
y es gozo |
y esperanza. |
¿Qué es la vida? ¿Qué es
la muerte? ¿Existe alguna conti- |
nuación para nosotros? ¿Es
todo un puro sueño o esta vida |
y esta muerte tienen un
significado? Nos vemos forzados |
a contestar a esta
pregunta si queremos seguir viviendo. |
Gustav Mahler |
12 (72) |
CRISIS DE CRECIMIENTO |
CON MENOS pánico, pero más
honda y dilatadamente, se extiende, en es- |
te año de 1975, la
preocupación por la gran crisis que, parecida a la de |
1929, afecta a todo el
mundo. Han cambiado las circunstancias porque |
se han multiplicado las
interdependencias, y el conocimiento del hombre se ha |
enriquecido con la
experiencia técnica y con el dato de lo que fue aquella ca- |
lamidad económica del 29,
repetida ahora, pero que aparece no imprevista, |
sino esperada y dominable.
Tenía que llegar: aquélla pagó la guerra del cator- |
ce, ésta la del treinta y
nueve. Las guerras se pagan, no por quienes las deciden, |
sino por los que las
padecen: tienen, primeramente, el precio del dolor y la |
muerte, y luego el de la
pobreza y el hambre. El mecanismo por el cual llega |
esta última factura
retardada, es complejo, pero la efectividad es imprescriptible. |
Cierto que, en último
término, la Humanidad avanza, no a causa del hecho |
de las guerras, sino a
pesar de las guerras que alguna vez no han sido otra co- |
sa que rompimiento de la
oposición al inevitable desarrollo del devenir positi- |
vo de la Historia. Pero
este progreso del hombre en el tiempo y en el espacio, |
hubiera sido posible y
hubiera sido mejor sin las guerras. |
La magnitud de las
violencias colectivas que llamamos guerras ha hecho |
reflexionar siempre a los
hombres, una vez terminadas. Hoy recogemos una |
palabra cristiana, escrita
por un sacerdote jesuita, hace casi treinta años, ante |
la perspectiva del final
de la segunda Guerra Mundial, en un momento de me- |
ditación y recogimiento,
sin pensar en que verían la luz pública. Se trata del |
padre Alberto Hurtado
Cruchaga, tan vinculado a la Universidad Católica de |
Chile y de una revista
cristiana nacida a su impulso. El padre Hurtado, todavía |
muy recordado allí, murió
el año 1952, y lo que reproducimos estaba entre sus |
papeles personales, en
forma de notas escritas, después de una meditación. El |
mismo las encabezaba así,
después de trazar una cruz sobre el papel: Medita- |
ción: ¿Cómo vivir la vida?
A los que confundan "meditación" con análisis inti- |
mista, o búsqueda
sentimental de lo absoluto, o huida espiritual de la realidad, |
les puede sorprender el
tono de estas palabras que siguen que son, a pesar de |
todo, verdaderamente
cristianas, precisamente porque miran fuera. |
1. Desorientados |
Buscamos una orientación
consciente |
y nos sentimos
desorientados; la deso- |
rientación es tan profunda
que nos alcan- |
ce a nosotros mismos
educadores. |
Razón de esta
desorientación: el mundo |
en que vivimos, dominado
por problemas |
materiales formidables. En
unos el pro- |
blema es como ganarse la
vida cuando la |
lucha por la existencia ha
llegado a tér- |
minos formidables; la
desocupación que |
13 (73) |
al terminar la guerra
pasada inmovilizó |
a 10.000.000 de hombres...
y que ahora |
se asoma como espectro en
muchos hoga- |
res; en otros, la
competencia económica |
de empresas nacionales o
extranjeras que |
concentra todas las
energías en una mejor |
producción y a menor
costo; en el estu- |
diante, su carrera
universitaria llena de |
exigencias, en la que teme
ver a veces |
puertas que se le cierran
por temor de |
los que ahora son
profesionales, a la com- |
petencia de los que vienen
detrás de |
ellos, y al término de sus
esfuerzos no |
sabe que logrará después
de tanto sacri- |
ficio... Situación de
profesionales jóvenes |
que andan a la caza de
trabajitos minús- |
culos porque no hay más.
Empleados |
amargados en su trabajo
sin horizontes, |
mecánico, incapaz de
despertar un entu- |
siasmo y cuyo sueldo no
les permite |
afrontar el problema de su
matrimonio... |
Políticos, asqueados de su
propio voca- |
bulario de promesas
huecas, que se dan |
cuenta que no afrontan los
problemas |
reales, que no saben de
qué manera so- |
lucionarlos. |
Soldados que han peleado
una guerra… |
sin saber por qué, ni que
ha ganado el |
mundo después de ella.
Militares que |
lucen un uniforme y
limpian armamento |
que nunca han de usar...
preocupados |
con el porvenir y con el
ascenso... |
Solteros que no saben
cuándo podrán |
casarse; y casados, con
mil problemas de |
corazón, de dinero, de
conciencia atrope- |
llada a diario y que los
hace vivir una |
vida doble... |
Una amargura está oculta
en medio de |
la trama de la vida,
debajo de la máscara |
de aparentes alegrías, y
se acude 1 di- |
versiones ininterrumpidas,
precisamente |
para desechar ese microbio
que, como el |
de la tisis, está allí,
limando, royendo el |
alma. En algunos 28
amargura los consu- |
me materialmente, a muchos
los vence |
con las mil formas de
perturbaciones |
psíquicas, a algunos
incluso los lleva al |
suicidio. |
Si somos sinceros nos
daremos cuenta |
que éste es también
nuestro caso; y su |
aún no ha llegado esa
hora... es muy de |
temer que llegue pronto. |
¿Alrededor de qué idea
orientarnos? |
¿En qué terreno firme
edificar una casa |
que no echen abajo las
tormentas? |
2. La religión |
¿La religión? Para muchos
es una be- |
lla canción de cuna de
pueblos primiti- |
vos; un ideal del corazón,
pero que no |
soporta la prueba de la
edad adulta; una |
emoción sana, hermosa pero
irrealizable |
en su forma integral: un
ideal que se ve |
hertr050 en unos
ejercicios espirituales |
pero que es incompatible
en su forma |
integral con la vida real
que hay que |
vivir ahora. |
Y este último aspecto es
el que temo |
sea nuestro enemigo
preciso: peligroso a |
más no poder como esas
heladas intem- |
pestivas que matan el
fruto aún en flor... |
Y se guarda la religión,
si: prácticas; aún |
bastantes prácticas...
pero no se le entre- |
ga lo único que puede
satisfacerla: la |
donación completa de la
voluntad deci- |
dida a vivir su fe, a
vivirla en cada |
momento del día y de la
noche... con más |
o menos prácticas, si
fuera necesario con |
menos, pero a vivir por un
motivo de |
fe, a tener los ideales de
su fe y también |
a guiarse por ellos aunque
lo estén ma- |
tando... |
Por otra parte, al mirar
la vida religio- |
sa ya con ojos de adulto,
encuentra tanto |
de que escandalizarse...
La ignorancia, |
los vicios... superstición
de la masa |
popular, la falta horrenda
de caridad |
de parte de tanta gente
culta que pa- |
recen contentarse con
querer asegurarse |
un cielo en la otra vida
con su dinero, |
y tomar para sí toda la
felicidad en esta |
tierra... |
La mezcla irritante de
religión y polí- |
tica para cubrir con
aquélla tantas atroci- |
dades en nombre del orden. |
14 (74) |
3. Materialismo |
Por un lado una fuerza
brutal que lleva |
al hombre a lo material,
que centra su |
alma, sus preocupaciones
en lo terreno, |
en lo terreno que
necesita, en exigencias |
que no puede postergar y
que se hacen |
presentes a cada hora,
hasta en el sueño |
de la noche y tan pronto
despierte, allí |
están ellas. |
Y por otro lado el querer
asirse a |
la religión le parece algo
tan etéreo, |
tan poco consistente, tan
incierto. Pro- |
blemas que no sabe
resolver y que están |
allí, a pesar de todo,
pidiendo una solu- |
ción. |
El ambiente de placer, de
la atracción |
de los sentidos que punza
su carne con |
vehemencia en un mundo
todo organi- |
zado para gozar. La
prensa, la radio, la |
música, el cine, las
mujeres en la calle, las |
conversaciones, todo habla
de esa juven- |
tud que se vive una vez, y
que él está |
malogrando tontamente... |
4. La juventud |
¿Qué sucederá en el alma
joven ―en |
el que está llamado a ser
jefe no puede |
menos de presentarse este
problema―? |
¿Qué será de su vida
religiosa?, ¿de su fe |
misma? En muchos
sucumbirá... en otros |
pasará una crisis más o
menos duradera, |
en otros saldrá airosa y
afianzada y a |
semejanza de esos árboles
plantados en |
lo alto del monte: los que
resisten quedan |
más firmemente arraigados
y con sus |
hojas limpias, purificadas
del polvo, mien- |
tras a su lado yacen
muchos tumbados... |
Pero los más, me temo,
harán un com- |
promiso: guardarán su fe,
sus prácticas |
―muchas al
menos―, pero no le darán lo |
único que a la fe puede
contentar: una |
voluntad entera, pronta,
toda ella entre- |
gada a Cristo para vivir
la fe, para hacer |
en todo la voluntad
divina. |
Esta vida de fe supone un
gran amor, |
un inmenso amor y una
renunciación |
entera: es el holocausto,
el sacrificio com- |
pleto. Pero si no se
concibe así, en los que |
son capaces de concebirla,
no durará... se |
irá extinguiendo y
terminará por no |
brillar, como con tanta
pena lo podemos |
constatar en quienes un
tiempo brillaron |
externamente, pero sin
realizar jamás la |
entrega completa de sus
vidas. |
5. ¿Cómo vivir, |
por tanto, |
la vida? |
Vivirla en espíritu de fe.
Lo que |
supone, antes que nada,
comprensión de |
que Dios es Dios y yo soy
yo. Que Él lo es |
todo, la primera, la
grande, In inmensa |
realidad nunca pasada de
moda. El pri- |
mer sitio es el suyo: a su
luz deberé mirar |
todas las demás cosas...
Para el sacerdote |
lo mismo que para el
seglar, la voluntad |
divina es la suprema
realidad. |
Luego, el padre Hurtado,
resume la realización de esta voluntad divina en |
la santificación, por
medio de un gran amor a Cristo, proyectado hacia fuera |
«cayendo en la cuenta de
que Cristo y yo somos uno: que trabajamos», para |
hacer bueno y feliz el
mundo, «sin salir del mundo», pero precisamente así |
para «ser sal del mundo y
su luz»). |
Las dificultades no son
obstáculos, sino un reto acaso, un estímulo, una |
invitación a crecer más.
Para un cristiano las crisis siempre han de ser de cre- |
cimiento. |
15 (75) |
Tiempo y eternidad |
Fragmento del libro
"SECULARITZACIÓ I CRISTIA- |
NISME", de Lluís M.
Xirinacs, presbítero, premio "Carles |
Cardó 1968". |
LA ETERNIDAD no es un
tiempo sin fin, puesto al final de |
nuestra vida. Esto
continuaría siendo el tiempo de la cro- |
nología. La Eternidad está
en el mismo centro de nuestra |
vida, a nuestro alcance en
cada momento del tiempo. |
En el transcurso de
nuestra breve existencia, todos podemos |
recordar la experiencia de
algunos "momentos eternos", descri- |
tos como "elevados
estados de conciencia" por los psicólogos, |
y como "anticipación
del paraíso" por los drogadictos. Para la |
Ciudad Secular, aprovechar
el tiempo significa hacer muchas |
cosas en poco espacio de
tiempo; lo cual es radicalmente distinto |
de la condensación del
tiempo que conduce a la Ciudad Eterna. |
El aprovechamiento secular
del tiempo se alcanza por la des- |
carga de trabajo sobre los
electrones que corren a grandes velo- |
cidades por medio de
complicadísimos ordenadores electrónicos. |
Es el mismo sistema que
emplea la naturaleza desde hace millo- |
nes de años en el sistema
nervioso de los animales. |
En cambio, la
densificación del tiempo que conduce a la Ciu- |
dad Eterna consiste en una
sensación de plenitud alcanzada por |
un contenido de conciencia
simplicísimo. El tiempo pasa "fuera" |
sin que nos apercibamos.
El amor humano nos ofrece experien- |
cias aproximadas al
"momento eterno", pero es la larga tradición |
de enamorados de Dios la
que nos proporciona la máxima abun- |
dancia de testimonios.
«Vale más un día en la casa del Señor que |
mil fuera de ella», canta
el salmista. Cuando alguien cae prisio- |
nero del Único necesario,
se convierte en un ser insobornable, |
irresistible, eficaz de
una eficacia radical. |
16 (76) |
EXAMINAR LA CONCIENCIA |
Creemos útiles estas
consideraciones del padre KLEMENS TILMANN, |
del Oratorio de Múnich, y
profesor de la Universidad de aquella ciu- |
dad alemana, las cuales
pueden, por lo menos parcialmente, ayudar |
a una revisión del llamado
"examen de conciencia", puesto que, junto |
con la crítica a los
formularios erróneos, ofrece un cauce positivo por |
donde orientarse a la hora
de analizar cómo entendemos y cómo rea- |
lizamos nuestro modo de
ser cristianos, nuestra vida con Dios. |
LA VIDA cristiana es algo
esencialmente distinto de la abstención de actos |
prohibidos expresamente y
del cumplimiento de obligaciones jurídica- |
mente especificadas. Se
diferencia de ello en estructura y naturaleza, |
como la forma de un árbol
se diferencia de una reproducción plástica. |
El principio informante de
la vida cristiana no es la ley que viene de fuera |
(ésta tiene sólo el
carácter de seguridad exterior, cuando falta lo verdaderamen- |
te propio), sino un nuevo
principio de vida interior que san Pablo llama "la ley |
del Espíritu" o
"la ley de Cristo". Es la respuesta de vida y de amor al Dios que |
se nos revela, nos ama y
tiene misericordia de nosotros, respuesta que brota de lo |
más profundo del corazón
del hombre. Es la vida tomando por modelo a Cristo, e |
imitándolo; el
cumplimiento del primero y más grande mandamiento, que nos |
exhorta a que
correspondamos a la prueba del amor de Dios; es el renacimiento |
en el Bautismo y la
incorporación a Cristo; es el Espíritu Santo que nos ha sido |
infundido. Por eso dice
santo Tomás de Aquino que "la nueva ley es principal- |
mente la gracia del
Espíritu Santo", con lo que no hace sino repetir lo dicho por |
san Pablo en la epístola a
los Romanos y en la primera a los Corintios. |
Sólo un formulario de
examen inspirado en esta ley del Nuevo Testamento |
puede servir de verdadero
espejo para la vida cristiana. Es necesario, natural- |
mente, que en él se
mencionen, con ejemplos concretos de las respectivas trans- |
gresiones, los ámbitos de
la realización de la ley de Cristo, como familia, pro- |
piedad, respeto al
prójimo, etc. |
Errores en algunos
formularios |
Si consideramos los
formularios de examen estructurados sólo sobre la |
base de los diez
mandamientos, enfrentándolos con la naturaleza, ya conocida, |
de la vida cristiana,
inducen a error: |
1. EL COMIENZO |
NO ES LA LEY |
SINO EL AMOR |
Los formularios de examen
producen con frecuencia |
la impresión de que los
diez mandamientos son el co- |
mienzo al que debe seguir
nuestra respuesta median- |
te su cumplimiento. Y no
es así, ya que el comienzo |
no consiste en
mandamientos y leyes, sino en el amor |
y misericordia divinos, en
la encarnación, muerte y |
17 (77) |
resurrección de Cristo; en
la vocación y el perdón; en |
nuestra condición de hijos
adoptivos de Dios. |
2. EL PRINCIPIO |
INFORMATIVO |
Parece como si los
mandamientos fueran el principio |
informativo de nuestra
vida, de modo que el cristiano |
podría creer que, si en el
formulario de examen no |
halla ningún otro pecado,
está ya en paz con Dios |
(como creía el fariseo de
la parábola que comparaba |
Bu actitud con la del
publicano); cuando la verdad es |
que el principio
informativo está constituido por el |
amor a Dios inspirado por
el Espíritu Santo, amor que |
Be acuerda con la
soberanía divina, es una respuesta al |
amor divino y se realiza
de conformidad con el orden |
de la creación, con la
situación de cada momento y, |
sobre todo, con el
llamamiento y la obra salvífica. |
3. LA COMPLETEZ |
Sólo mencionan las
transgresiones y no inquieren so- |
bre la buena intención,
único origen de la bondad del |
acto. Preguntan casi
exclusivamente por el acto come- |
tido, y dan lugar a que
pase inadvertida de la concien- |
cia la culpa derivada de
la omisión. Inducen a creer |
que lo que Dios quiere de
nosotros es el cumplimien- |
to de una serie de
preceptos aislados, bien definidos; |
creencia muy parecida a la
del niño para quien la vi- |
da de familia significara
cerrar las puertas sin estré- |
pito, dar un cariñoso beso
de despedida al acostarse, |
no quitar Dada a sus
hermanos, etc. Por el contrario. |
Dios quiere en realidad
algo total, la vida con él en |
obediencia, amor,
devoción. |
4. DEBERES ABIERTOS, |
PERSONALES, |
SOCIALES |
Dan la impresión de que la
voluntad de Dios se re- |
fiere a prohibiciones y
deberes delimitados, cuando |
ella queda expresada
principalmente en los grandes |
e ilimitados preceptos
perfectivos, preceptos que no |
aconsejan, sino que
obligan, y cuyo cumplimiento ha |
de ser siempre la meta a
que debemos dirigirnos. |
Los formularios de examen
dan a entender que los |
deberes son los mismos
para todo el mundo, con lo |
cual dan lugar a que pasen
inadvertidos los deberes |
individuales que derivan
del modo de ser de cada |
persona, de sus dotes, de
su misión en la vida, del |
medio ambiente y de la
situación. Muchos formula- |
rios de examen proceden
todavía de la época del in- |
dividualismo, y de ahí que
la mayoría de ellos hagan |
caso omiso de los deberes
sociales, ya sean los que |
incumben a cada individuo
respecto a la comunidad, |
ya los que atañen a la
comunidad respecto a cada |
individuo y que éste
comparte. |
18 (78) |
5. PROGRESAR |
EN EL BIEN |
Y DIALOGAR |
CON DIOS |
Los formularios de examen
inducen a desatender la |
ley del progreso. Cuando
mayor es la madurez de un |
cristiano en el amor,
tanto mejor sabe aquél cómo se |
halla obligado respecto a
Dios, tanto más patente se |
le hace la culpa de quien
desobedece a un claro llama- |
miento de la gracia, ya
que la condición cristiana no |
es estática. La vida
cristiana no es algo definitivamen- |
te acabado: preceptos
prohibitivos y preceptos perfec- |
tivos, orden de la
creación, cualidades personales. |
Olvidan la iniciativa de
Dios, quien, tanto por la si- |
tuación como por su
gracia, puede presentarnos hoy |
tareas que ayer no
teníamos. Dios puede llamarnos |
hoy, incluso de modo
obligatorio, a lo que ayer no |
nos llamó ni estábamos
obligados. La voluntad de |
Dios ni es una ley rígida
ni un objetivo definitivo, |
sino la voluntad del Padre
y Señor que nos guía, nos |
prepara para empresas
mayores y nos confía nuevas |
misiones; nos otorga por
su gracia conocimiento más |
profundo y amor más vivo,
y espera de nosotros que |
respondamos más
sinceramente, con mayor ánimo, |
más preparados y con menos
limitaciones. Así se rea- |
liza la vida con Dios:
abriendo el corazón a la llamada |
de Dios y estando
dispuesto a corresponder con gozo a |
la voluntad divina a
medida que la vamos conociendo. |
Pese a varios intentos de
mejora en estos últimos años, la mayoría de nues- |
tros formularios de examen
se fundan en los diez mandamientos y, con ello, al |
interpretarlos, se corre
el gran peligro de engañar y engañarse, puesto que en |
principio, no es aceptable
una moral sólo de mandamientos. |
En el caso de estructurar
el formulario de examen a base de los diez manda- |
mientos, debería hacerse
resaltar claramente la importancia del primer man- |
damiento y sus diferencias
cualitativas respecto de los demás. Claramente se vería |
que las relaciones
inmediatas y personales con Dios implican algo cualitativa- |
mente distinto que no se
encuentra en los demás mandamientos; que se trata de |
una conversión personal al
Dios viviente, que estamos a la base de la reforma de |
toda la vida y del
cumplimiento de cada uno de los otros mandamientos. |
Para dar una idea
aproximada de lo que llevamos dicho, presentaremos un |
texto concreto, aunque no
resuelve la cuestión de cómo tendría que ser tratada |
la materia según las
edades y condición de las personas, clases sociales y gra- |
dos de madurez de la vida
religiosa. |
VIVIR CON DIOS |
1. ¿Qué ha hecho Dios? |
Dios me ha creado y me ha
dado al mun- |
do como espacio vital.
Todo lo bueno que |
tengo y recibo, es regalo
personal suyo. |
Además, Dios me ha
llamado, santificado y |
adoptado como hijo. Me
habla en su Pala- |
bra, en las inspiraciones
de la gracia. Cuida |
de mí, me ama, me guía si
quiero ir con El. |
19 (79) |
Me ha enviado a su Hijo
como mensaje- |
ro de la verdad, como
maestro de la vida, |
como víctima expiatoria de
mis pecados, |
como fuente de nueva vida. |
Dios ha dado a mi corazón
el Espíritu |
Santo, me ha incorporado a
su pueblo, a |
la gran familia de los
hijos de Dios, me ha |
dado innumerables hermanos
y hermanas |
para que nos amemos unos a
otros. |
Nos ha confiado el mundo,
este mundo |
extraviado, dolorido,
despiadado y necesi- |
tado de amor, para que
ayudemos a erigir |
el reino de su verdad y de
su amor, hasta |
que El vuelva y complete
la obra, dándo- |
nos un mundo completamente
glorioso. |
Dios me regala su
constante, misterioso |
amor paternal, piensa en
mi quiere li- |
brarme de todos los males
y llevarme a |
la verdad, al amor ya su
gloria eterna. |
2. ¿Cómo he respondido a
Dios? |
¿Tomo a Dios en serio? ¿Es
mi voluntad |
vivir con Él? ¿Cómo se lo
muestro? ¿Me |
cuido de pensar más
frecuentemente en |
Dios, de escuchar sus
llamadas? ¿Tengo |
viva conciencia de ser
hijo de tal Padre? |
¿Me complazco en Dios, en
su bondad, |
en sus planes, en el fin
sublime a que me |
destina? |
¿Le alabo y glorifico? |
¿Adoro a Dios? ¿Me postro
ante su |
santidad? ¿Me someto a su
sabiduría y |
amor? ¿Me entrego sin
reservas? ¿Siento |
de corazón cuanto afecta a
su honra? |
¿Creo que Dios quiere
siempre lo me- |
jor para mí? |
¿Atiendo a su Palabra?
¿Trato de |
conocer sus designios? ¿Me
esfuerzo para |
ajustar mi vida a su
Palabra y a las ins- |
piraciones de su gracia? |
¿Tengo la firme voluntad
de servir a |
Dios y vivir con Él en
confianza filial? |
¿Me pongo siempre de su
parte? |
¿Considero todos los
bienes como rega- |
los suyos? ¿Le expreso
siempre mi agra- |
decimiento, especialmente
por la gracia |
de ser cristiano? ¿Acudo a
Él, lo más |
pronto posible, con todas
mis culpas y le |
pido perdón? ¿Acepto todas
las tribula- |
ciones como permitidas por
él y como |
una misión que cumplir?
¿Tomo mi cruz |
y sigo a Cristo? |
¿Procuro practicar la
oración cotidiana |
(quietud, recogimiento,
reverencia, dedi- |
cación de tiempo, oración
personal, ofre- |
cer toda nuestra vida a
Dios, corresponder |
a su Palabra y acción,
decírselo todo...)? |
¿Me preocupo por aquello
por que Dios |
se preocupa, por los
hombres y su salva- |
ción, el prójimo, los
hermanos y herma- |
nas en el Señor, los que
buscan, los que |
están en el error, los que
odian, los amar- |
gados, los necesitados,
los jóvenes y los |
ancianos, los mundanos?
¿Por la exten- |
sión de su Reino en mi
ambiente y por la |
evangelización del mundo?
¿Qué hago por |
esto? ¿Trabajo por esta
causa como traba- |
jan muchos enemigos de la
Iglesia contra |
las cosas de Dios? ¿Oro
con este senti- |
miento? |
¿Busco constantemente
nuevas |
fuerzas en la Sagrada
Escritura, en la |
Eucaristía? ¿En el trato
con católicos fer- |
vientes? ¿Procuro ir
formándome en el |
servicio de Dios y en el
amor a El y al |
prójimo? |
LAUS |
Director. Ramon M
Cassanelles - Edita e imprime: Congregación del Oratorio |
Placeta de S. Felipe Neri,
1 - Apartado 102 - Albacete - D. L. AB 103/G2 - 17. 4. 75 |
20 (80) |
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