Publicación
mensual del Oratorio |
Núm. 134. OCTUBRE. Año
1975 |
SUMARIO |
MISIONES. Todos tenemos
alguna, ni remota, ni |
indefinida. Misión desde
la fe; encargo de Dios, |
no añadido a la vida, sino
para que esté en el |
centro mismo de nuestra
vida. Vida que no cabe, ni acaba |
con el tiempo; misión que
trasciende el solo ser personal, |
y que va más allá del
quehacer temporal, porque nos lleva, |
y nos impulsa a llevar a
los demás a la transformación |
del mundo y hacia Dios. |
EVANGELIZAR NO ES HACER
PROPAGANDA |
TIERRA DE MISIÓN: ¿DÓNDE
ESTÁ? |
¿QUIÉN ES QUIÉN? |
EL PERIODISMO CATÓLICO |
EL ANUNCIO MISIONERO |
REVOLUCIONES |
EL "OPIO DEL
PUEBLO" |
VOCES LEJANAS QUE HACEN
REFLEXIONAR |
1 (121) |
Evangelizar |
no es |
hacer |
propaganda |
HAY PALABRAS que se nos
gastan |
o cuyo significado genuino
dege- |
nera, porque se introducen
otros |
nuevos o porque se
corrompe el original. |
Al vocablo
"propagar" ―y su derivado |
"propaganda"―
le ha ocurrido esto: an- |
tes de que pasara a
significar las técni- |
cas de difusión y de
imposición de las |
ideologías voluntaristas
contemporáneas |
―comunismo,
fascismos y degeneraciones |
liberales―, servía
para expresar la predi- |
cación de ideas e ideales,
sin menoscabo |
de la aportación
reflexiva, sin desprecio |
de la racionalidad, y sin
olvido de la |
libertad del ser humano a
quien se propo- |
nía. Se partía del
significado equivalente |
a crecimiento, extensión,
prolongación |
del linaje, el retoño, el
vástago o el sar- |
miento... |
Por esta razón la Iglesia
lo empleaba |
adecuadamente aplicándolo
a la labor |
misionera y así existía en
ella un alto |
organismo llamado de
"propagación de |
la fe". En la
actualidad, para evitar ambi- |
güedades, se le denomina
"para la evan- |
gelización de los
pueblos". |
Pero el reciente cambio de
denomina- |
ción expresa algo más que
el deseo de |
evitar confusiones
indicativas. La Iglesia |
ha querido dar a entender
que la Palabra |
de Dios debe ser anunciada
sin coacción |
psicológica alguna. Cuando
no fuera así, |
se podrían obtener
adhesiones exteriores, |
provisionales, fanáticas,
interesadas o |
sectarias, mas no hombres
que descubren |
que son "hijos de
Dios" y se esfuerzan |
para traducirlo en sus
vidas y en la visión |
del mundo, con el afán de
prepararlo |
para una renovación que
desemboque en |
su Reino. |
EI Evangelio respeta la
libertad huma- |
na, no ya por mera
elegancia o cortesía |
respecto a la obra natural
de Dios, sino |
por pura y radical
necesidad: porque el |
hombre no puede llegar a
aceptar nada |
como válido y verdadero si
él mismo no |
se descubre como ser
inteligente y libre |
y si no acepta libremente
la verdad que |
le enriquece el espíritu,
en la más noble |
de sus capacidades. Es así
que Cristo |
decía: «la verdad os hará
libres». No era |
una frase hermosa
solamente, sino una |
profunda y radical
evidencia. |
La Iglesia, allí donde ha
podido actuar |
sin mediatizaciones, ha
propuesto siem- |
pre la Buena Nueva de Dios
sin olvido |
de las exigencias de la
naturaleza y de la |
dignidad humana. Al
hacerlo así, no sola- |
mente ha sido fiel al
mandato de Cristo, |
sino que ha proporcionado
un ejemplo |
de conducta a todos los
hombres de buena |
voluntad para que, incluso
en el área de |
lo profano, tengan en
cuenta proceder |
con el mismo respeto.
También en lo |
profano, ese respeto,
confiere, a la postre, |
eficacia a todas las ideas
nobles, a todos |
los proyectos y empresas
generosas en |
las que el hombre se abra
y ofrezca la |
participación de los
demás. |
¡Cuánta razón se ha
perdido y cuánta |
verdad se ha traicionado
por causa de |
haber querido defenderla o
imponerla |
por medios o métodos que
se han olvida- |
do o han despreciado al
hombre y, en |
general, el orden y
derechos naturales! |
2 (122) |
Tierra de misión: |
¿dónde está? |
EL LÍMITE establecido
entre el "mundo cristiano" y el |
llamado "mundo
pagano" ha desaparecido. Cuando aho- |
ra hablamos de
"misiones" hemos de modificar el con- |
cepto del objeto a que nos
referimos y el de la posición desde |
la cual lo establecemos. |
Tal suerte de división
pudo más |
o menos ser aceptada por
el sentir |
de los hombres
occidentales hasta |
la Revolución Francesa, a
costa de |
conceder que, para ciertos
aspectos, |
la Edad Media yo hubiese
extendido |
hasta allí. Hasta este
momento, nues- |
tro mundo occidental,
confesional- |
mente cristiano en su casi
totalidad, |
se había tenido por
depositario do |
una verdad sobrenatural
que se |
creía cristalizada en
logros de ins- |
tituciones seculares,
después de las |
cuales, como plenitud,
cabía sola- |
mente esperar un
"reino eterno" pa- |
sado el "reino
cristiano temporal". |
Pero al iniciarse una
revisión de |
las motivaciones que
interfirieron o |
condicionaron la
predicación evan- |
gélica inmediata al
descubrimiento |
de "nuevos"
mundos y, también, al |
valorar el alcance de la
profundidad |
significativa de las
adjetivaciones |
cristianas concedidas o
asumidas |
como definitivas en las
estructuras |
seculares, fue quedando al
descu- |
bierto la precipitación
con que tal |
rotundez cristiana se
había empleado |
en su denominación. |
Y es que, el fin de la
Edad Media |
no se iniciaba solamente
con el des- |
cubrimiento de nuevos
continentes |
sino, todavía más, con el
de nuevas |
dimensiones humanas. A
partir de |
ellas, el ámbito por
cristianizar se |
ha extendido al valor, a
la dignidad, |
3 (123) |
a la grandeza y A la
responsabilidad |
del hombre, como urgencias
que, |
sin negar el alcance de un
destino |
sobrenatural ―sino,
bien entendido, |
reforzándolo― le
comprometen ya |
sobre la tierra para
completar con |
su esfuerzo inteligente,
ordenado y |
libre, el mundo temporal
en el cual |
se mueva y evoluciona cada
vez más |
aceleradamente. |
Lo que parecía definitivo,
hecho y |
concluido, resulta que
está a medio |
hacer: ni el mundo está
terminado, |
construido y realizado en
el marco |
del orden posible que el
hombre |
debe imprimirle, ni
―desde la fe― el |
Evangelio ha sido
comprendido, |
Aceptado y vivido
debidamente por |
la sociedad que no sin
énfasis, se |
ha denominado cristiana,
mientras |
se ha hecho tantas veces
ostensible |
la contradicción de tal
calificativo. |
El Cristianismo, pues. ¿ha
sido |
inútil? ¿ha fracasado? No:
simple- |
mente le queda por
penetrar y redi- |
mir lo que va amaneciendo
de nuevo |
en el progreso humano. Las
tensio- |
nes surgen cuando se
quiere un |
Cristianismo sin progreso
o se quie- |
re progreso y evolución
con éxtasis |
cristiana. En el primer
caso se utiliza |
como enajenación: en el
segundo |
como etiqueta
enmascaradora de la |
profanidad, más temible
que el des- |
carado ateísmo porque, en
definitiva |
y aunque pretenda negarlo,
es una |
forma de ateísmo, sin
presentarse |
como tal y sembradora, por
consi- |
guiente, de confusión. |
Hoy en día se ha de
entender por |
"tierra de
misión" la que se denomi- |
naba "tierra de
cristianos" y es "mi- |
sión" tan difícil
―o más, en determi- |
nados casos― como lo
que hasta |
hace poco la denominábamos
pro- |
piamente Así. En ella,
cuando se |
produce el rechazo
misionero, se |
evidencia tanto más la
ignorancia o |
el orgullo que se cierra a
la Palabra |
de Dios, y prospera la
indiferencia |
o el endurecimiento que
desvincula |
fe y compromiso en el
mundo. Poco |
importa, cuando esto
ocurre, que |
las estadísticas de
bautizados sean |
altas o proclamadas las
declaracio- |
nes de ortodoxia o te
cristiana, sl |
la coherencia con el
Evangelio se |
abandona, si la Iglesia se
desprecia. |
En tales circunstancias,
los "po- |
bres" que han de ser
evangelizados |
son, todavía más que los
que enca- |
bezan las
bienaventuranzas, los que |
junto a una sabiduría
simplemente |
humana, están ayunos de la
verdad |
divina o pretenden que les
baste in |
comparablemente ínfima que
res- |
pecto de Dios poseen: los
que junto |
a las riquezas y al poder
de este |
mundo, siguen necesitados
de gra- |
cia, sentido cristiano de
la justicia y |
Paz y bondad evangélicas. |
Ésa es la "tierra de
misión" en el |
Occidente otrora llamado
Cristiano, |
el cual, si realmente lo
fuera ahora, |
bastaría como predicación
y ejemplo |
para todos los pueblos
jóvenes en |
Apariencia alejados de la
fe en Cris- |
to. El Cristianismo no se
hereda |
COITO Un nombre, COMO un
apellido: |
su ostentación carece de
sentido |
cuando no se encarna en la
vida de |
los hombres y en sus
instituciones; |
el Cristianismo se
reconoce allí don- |
de da sus frutos; no está
en los bla- |
sones, sino en la vida
individual y |
colectiva, cuando se
respeta y se- |
cunda el orden natural
oreado y se |
completa con el esfuerzo
por la |
fidelidad al Evangelio,
mientras es |
anunciado. |
4 (124) |
¿Quién es quién? |
LA INTERDEPENDENCIA entre |
lo sagrado y la profanidad
es |
una relación que
constantemen- |
te recuerdan los
sociólogos religiosos. |
Un estudio de sociología
religiosa |
debe empezar, siempre, por
un estudio |
de la sociedad profana,
civil, política, |
en la que tiene lugar el
fenómeno |
religioso, la apariencia y
el dato que |
sometemos a análisis. |
Todavía así, un estudio de
sociología |
religiosa ofrece no pocas
dificultades |
a la hora de querer
aproximarse a |
algo más que lo meramente
indiciario. |
Por lo menos en Europa
―que es la |
parte del mundo donde se
han conso- |
lidado especialmente tales
estudios, a |
pesar de las anteriores
iniciativas |
americanas― la
sociología religiosa ha |
partido principalmente de
las averi- |
guaciones sobre la
"práctica religiosa" |
y no pocos lamentan que se
haya |
detenido ahí. Esta
preocupación no |
existe entre los
reformados o protes- |
tantes porque ellos
acentúan la justifi- |
cación entendiéndola
exclusivamente |
como resultado de la fe,
desvalorizan- |
do los aspectos prácticos
y de organi- |
zación de la religión. |
Ciertamente, el progreso
de la Gra- |
cia no es reducible a
fenómenos empí- |
ricos ni encasillables en
estadísticas. |
Tampoco sería Cristianismo
lo que |
desvinculáramos de una
referencia |
sobrenatural o bien, por
el lado opues- |
to, consideráramos como
evanescencia |
sin traducción práctica.
No se deberá |
prescindir de los datos,
pero no se |
podrán absolutizar. De
donde la im- |
portancia de un previo
estudio o cono- |
cimiento de lo profano. |
Por este motivo, cuando
nos fijamos |
en los cuadros
estadísticos más recien- |
tes sobre la composición
religiosa de |
los países europeos, y nos
resulta que |
España casi va a la cabeza
de los "cató- |
licos" con el 99,3
por ciento de la |
población total del país,
nos asaltan |
dudas de la credibilidad
que nos me- |
rezca como medida de
nuestro catoli- |
cismo, esta cifra por
demás optimista. |
O habrá de buscar
explicaciones para |
que se matice lo que por
aquí tomamos |
por
"Catolicismo". |
Evidente que, este tanto
por ciento, |
no puede referirse ni a la
"práctica |
religiosa"
(asistencia preceptual al cul- |
to y regular participación
sacramental) |
tal como la entienden los
sociólogos, |
ni, menos todavía, si
"práctica" se |
refiere a comprobables
manifestacio- |
nes de moralidad
cristiana. Aquí la |
hipocresía ha sido
diligente en inven- |
tar las acomodaciones o en
imponer |
los silencios que según
especiales inte- |
reses convinieran al mejor
situado. Y |
hemos llegado a la
contradicción de |
una sociedad que presume
más de lo |
que puede, en punto a
poder blasonar |
de cristiana. El cardenal
Angel Herre- |
ra, no demasiado bien
oído, nos recor- |
dó con claridad este vicio
nacional. |
5 (125) |
¿Quién es católico, pues? |
No hace mucho, en
Inglaterra, la |
Newman Association, al
sospechar |
que las cifras que se
daban sobre el |
número de católicos no
correspondía a |
la realidad que computaba
el Catholic |
Directory, emprendió por
su cuenta |
una encuesta científica y
llegó a la |
conclusión de que, en los
países de |
Inglaterra y Gales la
cifra de católicos |
convencidos y
practicantes, se remon- |
taba a algo más de cinco
millones, lo |
que suponía casi dos
millones más de |
lo que contemporánea y
oficialmente |
figuraba en los registros. |
En España no se trata del
mismo |
problema. El llamarse
católico aquí |
un ciudadano o el llamarse
el país |
como tal católico, es un
hecho que se |
produce en otro contexto
social, que |
hay que tener en cuenta y
analizar |
desde él mismo antes de
hacerlo desde |
el propio catolicismo.
Aquí ha habido |
falta de libertad para
"no ser" católico, |
lo cual no solamente
revela la produc- |
ción artificial y
sociológica de un tipo |
especial de catolicismo,
sino que pone |
de manifiesto un modo muy
peculiar de |
entender el ser católicos
por quienes, |
prácticamente, eran la
coacción que |
producía la casi obligada
adscripción |
católica. Lo importante,
al estudiar el |
catolicismo español, no es
estudiar el |
catolicismo, sino estudiar
a España, la |
actual y descubrimos, por
ejemplo, |
esa sorprendente
contradicción: que |
siendo el país que más
blasona de ser |
católico es aquel en el
que, al mismo |
tiempo, ha encontrado
mayores difi- |
cultades para aceptar
―todavía en |
trance― la
renovación surgida del |
Concilio Vaticano II, con
la ironía de |
que, cuantos se habían
olvidado del |
Tridentino, ahora lo
resucitan, estu- |
dian e invocan, como
argumento con- |
tra el Vaticano II. |
La Iglesia, en España y en
todas |
partes, como todo hombre,
como toda |
institución que se mueve
en la Histo- |
ria, tiene sus problemas.
La felicidad |
como consecuencia de la
consolidación |
pacífica de los triunfos,
no pertenece a |
este mundo, siempre en
camino. Pero |
cuando se habla de
problemas de la |
Iglesia en España, no son
problemas |
suyos: son los problemas
de la época |
y del mundo, y, más
concretamente, |
son los problemas del
país, sus contra- |
dicciones, porque insiste
en llamarse |
"católico"
mientras se deteriora, día |
tras día esta presumida
calificación, |
por causas que son ajenas
a la Iglesia. |
Ha habido demasiados
"católicos": |
demasiadas minas,
demasiadas bendi- |
ciones, demasiadas cruces,
demasiada |
vida de sociedad
desplazando la vida |
apostólica... Demasiados
se han apro- |
vechado del nombre de
católicos o del |
mismo Catolicismo,
mantenido en la |
ambigüedad del oportunismo
que faci- |
lita el poder, o favorece
la vanidad, o |
aprovecha al egoísmo, o
justifica la |
posición. Demasiadas
cruces, porque |
luego las desdeñamos, las
desprecia- |
mos, cuando ya no nos
sirven para |
mantener las propias
corrupciones. + |
Sólo si Dios existe, y si
Jesucristo es Dios, cabe en |
el mundo la posibilidad de
la fraternidad humana. |
J. Gomis, en EL CIERVO |
6 (126) |
El periodismo |
católico |
«Desgraciadamente nuestra
época es de desinformación |
organizada. Jamás en el
pasado se ha volcado sobre el |
mundo un torrente de
noticias y de informaciones paran- |
gonable al que hoy sumerge
nuestro planeta; pero se trata |
de una información
manipulada y distorsionada o volunta- |
riamente parcial y
partidista, de una información converti- |
da en instrumento de
propaganda política o de publicidad |
comercial». |
Es, el transcrito, un
párrafo de la |
revista Civiltá Cattolica,
que editan |
los jesuitas romanos,
revista cuya tra- |
yectoria, superado el
siglo de existen- |
cia, hay que tener en
cuenta a la hora |
de repasar los últimos
cien años de la |
historia de la Iglesia, es
decir, desde |
los tiempos tan difíciles
del papa Pío |
IX hasta los nada fáciles
de nuestros |
días, con Pablo VI. |
Es la revista acaso el más
acreditado |
y antiguo o, por lo menos,
uno de los |
más sólidos pilares del
periodismo |
católico. No es extraño,
pues, que al |
recurrir el centenario de
su existencia |
haya recogido la doctrina
del papa |
actual y ofrecido una
síntesis de lo |
que, según el pensamiento
pontificio, |
debe ser el periodismo
católico. |
El magisterio papal, dice
la revista, |
ha trazado las tres
funciones funda- |
mentales para todo
periodismo, pero, |
en especial, del
periodismo católico: |
el de la observación, el
del juicio y el |
de la proyección o mirada
hacia el fu- |
turo. Recoger, ofrecer
noticias, es más |
que publicar crónicas
coleccionables. |
La noticia |
Otto Groth, el fundador de
la Cien- |
cia Periodística o, por lo
menos, el |
más enconado defensor, en
el período |
entre-guerras, del
Periodismo como |
ciencia cultural
independiente, decía |
que «la actualidad es la
parte sobresa- |
liente de la
universalidad». La noticia |
―materia prima y
substancial del |
periodismo― está en
esta actualidad; |
pero no es sola y mera
"actualidad" |
palpitante: esperada,
puede ser lo |
corriente, el tópico, pero
con alguna |
carga de interés presente;
inesperada |
e importante, incide con
mayor carga |
significativa en la
presentidad y el |
interés de su contenido.
Es siempre |
una parte más o menos
urgente y viva |
de lo universal que se
ofrece al interés |
7 (127) |
del hombre que lo reclama.
Por esto |
informar, dar noticias, es
un deber, y |
es un derecho el ser
informado correc- |
tamente, es un derecho
humano. |
¿Cómo ha de ser esta
información? |
«Amplia y objetiva», dice
el papa. |
«Pero nos encontramos con
que la |
información está
subordinada de ma- |
nera preponderante y
excesiva a la |
ideología política o a los
intereses co- |
merciales de quienes
tienen en su |
mano los instrumentos para
recoger y |
difundir las noticias,
hasta el punto |
que, a veces, basta
conocer de antema- |
no la orientación
ideológica de un |
diario para saber qué
informaciones |
dará o silenciará, y en
qué términos». |
El juicio |
Ver y juzgar. |
La objetividad es difícil
dado que, |
por lo común, los hechos
que se ven, |
se observan y se recogen
como noti- |
ciosos, no son hechos
"neutrales". Hay |
modos de no decir, hay
silencios sobre |
lo que se debe decir, que
constituyen |
ya un comentario, un
pronunciamiento |
parcial. Seleccionar
noticias ya es |
juzgarlas. |
Se impone, en estricta
moral, un |
primer paso consistente en
distinguir |
claramente la observación
del hecho, |
sin relatarlo
deformadamente ―«am- |
plia y objetiva»
información, dice el |
papa― y añadir el
juicio que al relator, |
como tal, le merece.
«Comments are |
free, but facts are
sacred», decían las |
primeras generaciones de
periodistas |
americanos. El que recibe
la noticia ha |
de poder distinguir bien
entre "hecho" |
libre de manipulación y
comentario |
subjetivo del
transmitente. Cuando no |
ocurre esto, se debe a
fallos técnicos, |
o defectos fisiológicos o
psicológicos |
(morales, ideológicos)
humanos. |
El juicio ha de ser
sereno, sincero y |
fuerte, con una fortaleza
que le libre |
de prejuicios y
prevenciones. Por des- |
contado que el periodista
católico ha |
de juzgar las ideas y los
hechos que |
sean noticia a la luz de
los principios |
del pensamiento católico, |
Proyección al futuro |
Ver y juzgar el presente
para mirar, |
entender y construir el
futuro. |
El tercer momento que el
Santo Pa- |
dre indica es el de
proyectar el juicio |
cristiano de la noticia,
con la mirada |
profética y dinámica hacia
el porvenir. |
El cristiano es capaz de
divisar, aun en |
las peores situaciones,
«un vislumbre |
de esperanza»; es capaz de
aprender |
más allá del mal
rumorosamente ago- |
biante, lo bueno, lo
positivo, que no |
falta jamás. |
El periodismo católico
―concluye |
la Civiltá
Cattolica― tiene «la función |
de iluminar y alentar,
pero, sobre |
todo, la de formar a los
cristianos en |
la maraña atormentada y
dramática |
de la historia humana».
Debe ayudar- |
les a descubrir su
sentido. |
Entonces, lo noticioso,
contribuye al |
engrandecimiento del ser
humano y |
lo hace más abierto a lo
universal. A |
través de la verdad
convertida en dato |
para más bien. |
No obstante, hace algunos
años que |
Emil Dovifat, otro gran
teórico del |
Periodismo, lamentaba:
«Los sistemas |
totalitarios han invertido
la función |
esencial del periódico». |
Razón de más para el
ejercicio del |
periodismo desde el
compromiso pro- |
fesional y la integridad
de la fe. |
8 (128) |
El anuncio misionero |
EL ANUNCIO misionero del
Evangelio de Jesucristo, es diferente, en su |
estilo, de la propaganda
de las ideologías. |
Las ideologías pasan; el
Evangelio ―la Palabra de Dios― permanece |
y se desarrolla, como lo
siempre "bueno", como lo siempre "nuevo". Evangelio |
es Buena Nueva". |
Las ideologías se imponen
y temen y suprimen toda oposición razonada; |
el Evangelio, en cambio,
"se ofrece" ―"Si quieres..."― como sabe que
es |
semilla de la Verdad. |
La impaciencia de las
ideologías parte de su inicial envejecimiento; el |
Evangelio es un continuo
"renacer", descubrir y estrenar vida. El Evangelio es |
exigencia pacífica de
bien. Más fuerte que la vida, y por esto no teme ni la |
muerte. |
Anunciar la verdad de
parte de Dios, a partir de esta serenidad, que parece |
indefensa frente a las
enormes precauciones que los mundanos emplean para |
proteger sus pequeñas
seguridades, es la actitud del predicador evangélico. |
«Vosotros decid: paz. Y si
son dignos de la paz la recibirán; si no son dignos, |
volverá, aumentada, a
vosotros». |
Una vez más: el Evangelio
no es una propaganda. Por esto sus métodos se |
diferencian del de los
grandes propagandistas". |
LENIN había dicho: |
«Para nuestro triunfo lo
principal es la agitación y |
la propaganda en todos los
estamentos del pueblo». |
HITLER, por su parte: |
«La propaganda nos ha
permitido permanecer en NL |
el poder; la propaganda
nos permitirá imponernos al |
mundo». |
CRISTO, en cambio, dijo: |
«Anunciad el Evangelio a
todo el mundo, y quien |
crea será salvado...; la
verdad os hará libres..., lo que |
habéis recibido gratis,
dadlo gratuitamente... quien |
os reciba, a mí me recibe,
y quien os rechace, a mí |
me rechaza... » |
El Evangelio comienza,
siempre, por "redimir" o liberar de corrupciones |
los medios y cauces a
través de los cuales se expresa y transmite a los hombres. |
Otros procedimientos
pertenecen a falsas liberaciones, o falsean la auténtica |
cristiana. |
9 (129) |
REVOLUCIONES |
«Los últimos serán los
primeros» |
«Su Nombre puesto como
Bandera de contradicción» |
«He venido a traer fuego
en el mundo» |
«Sólo los esforzados
conseguirán el Reino» |
«Quien apueste su vida por
mí, la ganará» |
«Nacer de nuevo» ... |
HAN habido pocas
revoluciones. |
Pero es posible que, en el
futu- |
ro, cuando se escriba la
historia |
de nuestros dos últimos
siglos, se le |
substituya el calificativo
de CONTEM- |
PORANEA y se le llame EDAD
0, más |
modestamente, EPOCA DE LAS
REVOLU- |
CIONES. Podemos sospechar
que sea |
acertado denominarla así,
porque, en |
apariencia ―en
nuestra apariencia, por |
lo menos― se nos
presenta derivando |
hacia cambios o
transformaciones ra- |
dicales y tan rápidas que
ya hemos |
de comenzar a reservarnos
el uso de la |
palabra
"revolución" para no agotar |
su significado en lo
puramente anecdó- |
tico que vemos, en
seguida, destinado |
a integrarse en más amplio
marco que |
lo abarque y contenga y
que ha de |
ser, irreversiblemente,
culminación |
de un cambio más
"revolucionario" y |
total. |
El hombre, incansable
buscador de |
la verdad o, más bien, de
sí mismo, |
ha consumido etapas
revolucionarias |
antes de la presente, pero
con más |
lentitud, aunque pudieran
merecer |
igual nombre. Los
antropólogos, los |
historiadores, los
filósofos, sospechan |
que, el primer cambio
radicalizador |
se obró en el hombre, por
primera |
vez, sólo luego de
transcurrir proba- |
blemente medio millón de
años de |
existencia, cuando dejó de
andar por |
el mundo cono animal
depredador |
―cazador, pescador o
antropófago― |
cuya actividad más
inocente habría |
sido la de arrancar de los
vegetales |
sus frutos salvajes para
subsistir, y |
comenzó a hacerse
sedentario en el |
modo de organizar más
pacíficamente |
su vida, ya sin la
aventura diaria del |
esfuerzo problemático y
violento, por- |
que tenía el propio
cultivo cerca de |
su vivienda y pastos
conocidos para |
su ganado. Esto habría
ocurrido hace |
solamente unos diez mil
años, y algu- |
nos sabios se resisten a
llamar propia- |
mente
"revolución" a otros cambios |
en la vida del hombre,
porque los |
juzgan, por ahora, menos
radicales |
que éste que llaman
REVOLUCION |
AGRICOLA. |
Restos ancestrales de
aquellos mie- |
dos y rudezas atávicas de
violencias |
salvajes subsisten
todavía, con descaro |
10 (130) |
o disimulo ideologizado.
El hombre |
sigue buscando la verdad,
pero el |
miedo salpica su camino
con baches |
de hipocresía. |
Se sabe espiritual y, por
lo tanto, |
capaz de dominio sobre el
mundo, y lo |
supera, poco a poco,
porque no lo pue- |
de contener. El hombre se
pasa de sí |
mismo. Esta superación
acaba en Dios. |
Pero incluso el
pensamiento del |
hombre cuando ha albergado
la idea |
de Dios, ha ido
progresando. Los cre- |
yentes admitimos que la
primera fe |
es siempre una gracia, un
don impo- |
sible de alcanzar por las
solas fuerzas |
del hombre; pero del mismo
modo se |
nos evidencia, en la
historia de la |
relación del hombre con
Dios, que la |
Revelación ha sido gradual
y no súbi- |
ta, automática, sino que
ha tenido en |
cuenta los datos y el
apoyo natural. |
El Creador no ha anulado
su obra, |
sino que la ha
engrandecido dándose |
a conocer a ella y ha
sido, cabalmente, |
esa posibilidad de
conocer, de algún |
modo, à Dios, lo que le ha
co- |
municado su verdadera
grandeza y |
dignidad, y ha sido en la
expansión |
y desarrollo de este
conocimiento, |
donde ha sentido el
crecimiento de |
su libertad. Conocimiento,
verdad y |
libertad se conjugan. |
¿Dónde está esta verdad
que el |
hombre, al conocerla, le
propicia la |
libertad, le aureola con
la mayor dig- |
nidad? |
La verdad es Dios. |
El hombre tiene
inteligencia para |
poder conocer a Dios. Ese
conoci- |
miento le hace libre. No
se trata de un |
conocimiento aséptico, de
una simple |
idea que se archiva en la
mente; sino |
que ha de traducirse
vitalmente y, |
sólo así, libera. |
Esa traducción de Dios en
la vida |
del hombre, en la historia
de la huma- |
nidad, es Cristo. Por esto
Cristo es |
el "libertador"
porque da la libertad |
cuando es seguido y
reproducido, |
cuando creer en él es
reproducir su |
vida en la propia. |
Los que tenemos fe,
creemos que |
eso es revolucionario; que
esto cambia |
radicalmente la vida del
hombre y |
todas sus relaciones. En
este sentido, |
Cristo es la gran
REVOLUCION, porque |
11 (131) |
el cambio que introduce en
la |
humanidad que lo acepta,
desborda |
los límites, las simples
posibilidades |
naturales, sin
destruirlas, o más |
bien comprometiéndolas en
el des- |
tino de este misterio que
llamamos |
"reino de Dios". |
Así considerado, Cristo es
el gran |
revolucionario. |
¿En qué consiste la
"revolución" |
cristiana? En que Cristo
es el Hijo |
de Dios y es también
verdadero |
Hombre y en que, por él,
los demás |
hombres han de ser hijos
de Dios, |
de un Dios único y, por
consiguien- |
te, Padre de toda la
humanidad. Y |
que, esta verdad, ha de
"hacerse". |
Lo revolucionario, para la
humani- |
dad, es emprender
seriamente, este |
quehacer. |
El Cristianismo no es
revolución |
si, adulterado o mutilado,
se reduce |
a un religiosismo
talismánico-sen- |
timental en el cual, sin
negar inclu- |
so los principios, se
desista de la |
buena voluntad y de la
honradez de |
llevarlos a la práctica, o
se pretexte, |
con falsa humildad,
aplazarlos para |
demasiado tarde o para la
eterni- |
dad, a modo de apoteosis
utópica, |
invocada para otra época
con el fin, |
egoísta y cobarde, de
narcotizar las |
exigencias presentes. Es
una de las |
más sutiles tentaciones
que pueden |
desfigurarlo. |
Han existido movimientos,
se |
han propuesto doctrinas o
reformas |
que se han llamado
"revoluciona- |
rias". Y, en parte, a
veces lo han |
sido. Lo han sido en
aquella parte |
en que han recogido algún
aspecto |
de las exigencias
cristianas: justicia, |
igualdad, libertad,
verdad, amor... |
Cierto que, estas mismas
palabras |
se han deteriorado con
frecuencia: |
que los hombres han
profanado la |
justicia con la venganza,
la igualdad |
con el aprovechamiento, la
libertad |
con la desvergüenza, la
verdad con |
la mentira, y el amor con
la limos- |
nería. Pero cada vez que,
aun fuera |
del campo cristiano, se
han profe- |
sado y defendido los
valores de |
estas palabras, en
realidad cristia- |
nas, con sinceridad de
labios hones- |
tos, se hubiera podido
repetir, con |
el Evangelio, que «no
estaban lejos |
del reino de Dios». |
La verdadera revolución de
la |
humanidad está en el
propósito de |
llevar adelante el
"reino de Dios", |
en no dejarlo en pura
teoría imagi- |
nada para el futuro,
compensadora |
fantástica de
frustraciones presentes |
en las que, lo que ni
sirve como |
valor natural, se pretende
barnizar |
de falso sobrenaturalismo,
donde |
el orgullo teológico se
esconde en |
beata apariencia de
humildad o la |
hipocresía farisaica a
duras penas |
contiene resentimientos no
digeri- |
dos. Ni pura teoría para
el futuro, |
ni añoranza del pasado
prescrito. |
Es la misma dialéctica de
los |
tiempos de Cristo, cuando
él inició |
su REVOLUCION: esa que
está en el |
Evangelio, en sus
principios, en la |
raíz misma de sus
verdades, más |
que en los moralismos
acomodati- |
cios que le intentáramos
extraer |
y que se envejecerían
demasiado |
pronto. |
12 (132) |
El "opio del
pueblo" |
DESDE el marxismo, se dice
de |
la religión. Si el
Cristianismo |
se reduce a
"religión" y ésta se |
interpreta como ideología
―es decir, |
como un reflejo invertido,
mutilado y |
deformado de lo real,
instrumentaliza- |
do como fuente de
resignación para |
los oprimidos y
justificación trascen- |
dente para los
opresores― no habría |
más remedio que aceptar la
acusación. |
Como cualquier otra fuente
de enaje- |
nación o de perversión de
la verdad y, |
en especial, la violencia
intelectual de |
la persistente y unísona
propaganda |
política, el bombardeo
publicitario |
materializante y la
aturdidora gratifi- |
cación de hedonismo, todos
ellos más |
inmediatos y menos
repelibles a la |
humanidad indefensa,
serían otras |
tantas formas o técnicas
de ador- |
mecimiento de la
conciencia y de la |
dignidad y responsabilidad
del hom- |
bre, cuya única
posibilidad de promo- |
ción aunque deformada,
sería la de |
avenirse a colaborar con
los sistemas |
corruptores establecidos,
corrompién- |
dose él mismo. |
Desde una actitud
inicialmente crí- |
tica, pero superficial, ya
no es posible |
decir del Cristianismo que
es "opio" |
de la conciencia del
hombre. Los que |
lo hayan dicho antes y,
más especial- |
mente, los que lo digan
ahora que |
tendrían más datos para
analizar sus |
observaciones, no sólo en
los prin- |
cipios que el Cristianismo
mantiene |
desde siempre, sino hasta
en muchos |
ejemplos, no llevan razón
al descargar |
acusaciones de esta
índole. Cuando |
esto ocurre, analizando de
cerca a |
quien las profiere, se
llega a la alter- |
nativa de que, si procede
de buena |
fe, lo hace, no obstante,
con ligereza |
irreflexiva o, si usa de
la reflexión, |
busca en la acusación
autojustificacio- |
nes de perversiones peores
y más |
reales que las que
denuncia. Toda de- |
nuncia que no es un
anuncio, procede |
del resentimiento, de la
ligereza o de |
la mala fe. |
El Cristianismo, antes que
una de- |
nuncia, es un anuncio.
Anuncio que |
se hace denuncia,
evidentemente, por- |
que toda afirmación
―y el Cristianismo |
es esencialmente
positivo― suscita una |
oposición simétrica
contraria, vencible |
sólo por la conversión a
la verdad del |
anuncio que se afirma. Las
tinieblas |
se oponen a la luz, hasta
que se hacen |
claridad. |
La fe como ilusión |
De las ideas de Feuerbach
tomó |
Marx el concepto
ideológico, ilusorio |
de la fe integrada en la
superestruc- |
tura de la sociedad
primitiva, para |
explicarse
complementariamente lo |
desconocido, para
defenderse de los |
"miedos" o
canalizar en un super- |
hombre la fuerza
deficitaria de los |
débiles; o integrada en la
sociedad de |
clases ―ya solamente
en la capitalista― |
13 (133) |
como justificación de
instituciones |
opresivas en beneficio de
sólo los esta- |
blecidos en las más altas. |
La acusación no es
desdeñable sin |
más, y afina en el blanco
de lo que |
puede pervertir la
autenticidad de la fe |
cristiana, en un Dios
único, y una |
hermandad universal. Fe
que, si se |
lleva adelante, excluye la
perversión; |
pero que fácilmente se
traduce en ella |
si permanece ideologizada.
En este |
sentido el marxismo ha
sido un des- |
pertador de la reflexión
cristiana, |
vuelta sobre sí misma,
redescubridora |
de las elementales,
urgentes y trascen- |
dentes exigencias del
Evangelio, que |
es "verdad y
vida", no ilusión de |
visionarios ni propaganda
de miedos |
de fantasmas, reservando
lo positivo |
para un estratégicamente
aplazado |
"más allá". |
Marx cuando habla de la
religión |
relativa a la sociedad que
critica, desea |
una ―otra―
sociedad en la que las |
ilusiones no sean
necesarias para po- |
derse mantener; él
criticaba ese "valle |
de lágrimas que la
realidad rodea de |
un halo de santidad".
Y decía: «La |
superación de la religión
como dicha |
ilusoria del pueblo es la
exigencia de |
su dicha real». Pero la
defensa de esta |
realidad es una exigencia
cristiana, |
aunque los cristianos la
olvidaren, la |
silencien o la aplacen. |
Olvidar, |
silenciar, |
aplazar |
Este olvido, silencio o
demora pue- |
de ser el pecado de los
cristianos. El |
reino de Dios padece
violencia, impo- |
ne la impaciencia de su
realización. El |
marxismo no ha conseguido
lo que no |
ha conseguido el
cristianismo; pero |
una más profunda
eficiencia cristiana |
no habría dado lugar a la
acusación |
marxista. |
Lenin, generalizando, ha
podido |
escribir: «La religión es
uno de los |
aspectos que pesa por
todas partes |
sobre las mazas populares,
aplastadas |
continuamente por el
trabajo en pro- |
vecho de otro, por la
miseria y la |
abyección. La debilidad de
las clases |
explotadas en la lucha
contra los ex- |
plotadores engendra
inevitablemente |
la creencia en una vida
mejor de |
ultratumba, del mismo modo
que la |
debilidad del salvaje en
la lucha con- |
tra la naturaleza engendra
la creencia |
en los dioses, en los
diablos, en los |
milagros... La religión
predica humil- |
dad y resignación en este
mundo a |
aquellos que pasan la vida
en el tra- |
bajo y en la miseria,
consolándolos |
con la esperanza puesta en
la vida |
celestial. Y, al
contrario, a quienes |
viven del trabajo ajeno,
la religión les |
enseña que les basta la
beneficencia |
en este mundo, ofreciendo
así una |
fácil justificación a sus
exigencias de |
explotadores y
vendiéndoles barato |
los billetes de ingreso en
la felicidad |
eterna. "La religión
es el opio del |
pueblo. La religión es una
especie de |
bebida alcohólica
espiritual, en la que |
los esclavos del capital
anegan su per- |
sonalidad humana y sus
reivindicacio- |
nes de una vida
suficientemente digna |
de hombres». |
La no verificación de esta
acusación, |
toca a los cristianos. |
Las narcotizaciones |
Si queremos ser
imparciales, hoy, |
las narcotizaciones no se
intentan ya |
14 (134) |
a través de la religión:
son los mono- |
polios informativos, las
deformaciones |
de la comunicación sobre
las masas, la |
creación técnica de ídolos
colectivos |
que polaricen hacia puntos
neutros |
(?) o que desvíen, por lo
menos, la |
atención y la fuerza del
hombre cuando |
se reúne con sus
semejantes; ofertas |
fáciles del placer o de la
diversión |
estúpida... Estas y otras
cosas son la |
nueva "religión"
utilizada: que el |
hombre sienta ―lo
inás superficial- |
mente posible nada
más―, pero que |
no piense, o que lo haga
con datos |
deformados que le
incapaciten o le |
desesperen de llegar a la
verdad. Feu- |
bach, Marx y seguramente
el mismo |
Lenin, hoy dejarían en paz
la religión, |
y acometerían contra estos
narcóticos |
sociales que la técnica al
servicio del |
dinero concentrado en
pocas manos, |
convierten en el medio más
poderoso |
de fuerza efectiva sobre
la sociedad. |
Afortunadamente el hombre,
criatu- |
ra de Dios, no podrá ser
finalmente |
destruido, porque Dios no
lo ha creado |
para que muera, sino para
que viva |
y su vida sea
exuberante". Y sin que |
sean necesarios milagros
para eso, |
sino porque como ser
natural, Dios, |
creador, lo ha equipado
con fuerzas |
bastantes al repartirlas
en el universo. |
Y es misión del hombre no
solamente |
no destruir lo creado,
sino continuarlo, |
acabar la Creación. Esta
tarea ha sido, |
además, reforzada después
de Cristo. |
Las corrupciones que se
señalan, a |
veces, al Cristianismo, o,
más propia- |
mente a los cristianos u
hombres que |
así se llaman, son en
realidad regresos |
al pre-cristianismo o,
simplemente |
extrañas a él, aunque
acomodaticia- |
mente le pongan su nombre. |
El Cristianismo no es, no
puede ser |
una "razón general de
consolación y |
La libertad es medio, no
fin; |
no hay libertad para nada, |
sino para algo, para un
fin. |
La libertad no consiste en |
poder hacer lo contrario
de |
lo hecho hasta ahora, sino
en |
poder hacerse a sí mismo |
definitivamente y de una
vez |
para siempre. |
Esquivar la libertad |
refugiándose en el recinto
de |
la pura seguridad vital,
es |
sencillamente inmoral. |
Karl Rahner |
justificación". Esta
falsa concepción |
no haría falta que la
combatieran los |
de fuera, los extraños a
la fe, porque |
ya se rechaza desde
dentro, desde la |
ortodoxia. |
La fe cristiana no es un
sopor, sino |
una "sabiduría"
para ver mejor la |
realidad y más allá,
trascendiendo de |
ella misma, sin
abandonarla, sino en- |
grandeciéndola. |
Es evidente que esta
realización del |
"reino de Dios"
no se opera de un |
modo automático,
talismánico. En el |
hombre todo es discursivo,
todo tiene |
forma de desarrollo y
crecimiento y |
hasta lo que parece
obstáculo, es redi- |
15 (135) |
mible desde la perspectiva
de la fe, no |
como algo que hay que
soportar fatal- |
mente, sino como lección
desde la que |
hay que aprender una
superior agili- |
dad que purifica y, en
definitiva, ace- |
lera el verdadero
desarrollo. La fe no |
es una ilusión, sino una
superior luci- |
dez, en el hombre, para el
hombre, en |
esta vida y para esta
vida. Progreso |
dialéctico, dirán los
marxistas; históri- |
co-providencial, creativo,
re-creativo, |
diremos los cristianos. Y
nos diferen- |
ciaremos de ellos porque
no nos limi- |
tamos al simple valor y
dato material; |
pero no lo desdeñamos.
Teilhard de |
Chardin recordará a todos
que «el es- |
píritu es la
incandescencia de la mate- |
ria» y nos advertirá de no
caer en el |
maniqueísmo de una
oposición que |
mutilaría y descompondría
el sentido y |
el fin de toda la obra
externa de Dios. |
Los creyentes no estamos
esperando a |
ver si triunfa el
"bien" o el "mal" en |
debate en el mundo: los
creyentes tra- |
bajamos en el desarrollo y
esperamos |
el crecimiento del bien.
Por "mal" no |
entendemos más que la
contradicción |
de su demora. |
Un hombre nada sospechoso,
como |
lo es Roger Garaudy, nos
ha dicho |
hace muy poco: «La
verdadera alterna- |
tiva entre una religión
opio del pueblo |
no es un ateísmo
positivista, porque el |
positivismo no es sólo un
mundo sin |
Dios, sino también un
mundo sin el |
hombre. La verdadera
alternativa es |
una fe militante y
creadora para lo |
cual lo real no es
solamente lo dado, |
sino todo lo posible
acerca de un por- |
venir que aparece siempre
como im- |
posible a quien no tiene
el poder de la |
esperanza». Y luego añade:
«La pala- |
bra de la Biblia y del
Evangelio no es |
propiamente la verdad en
el sentido |
aristotélico del término:
es decir, una |
correspondencia entre cosa
y espíritu. |
Porque hay una
contradicción entre |
Palabra de Dios y la
realidad. La fe en |
esta Palabra no engendra,
pues, la |
resignación, sino la
impaciencia, el |
conflicto con el mundo, y
se desgaja de |
lo dado. El momento
profético de la |
vida va definido por la
decisión según |
la cual nos distanciamos
de toda idola- |
tría, de toda presente
alienación. La |
vida del hombre debe estar
hecha de |
tales decisiones. Porque
si el hombre |
no es sólo naturaleza,
sino historia, |
entonces es menester
considerar que |
la historia no se acaba.
No podemos, |
pues, estar nunca
satisfechos. La fe no |
puede ser justificación de
la historia, |
sino su obertura». |
Las vacilaciones |
de los jóvenes |
De una reciente encuesta
realizada |
en Italia sobre una amplia
muestra de |
la que algo más de la
mitad se declara- |
ba "creyente y
practicante" o simple- |
mente creyente un setenta
y siete por |
ciento, resultaba que el
"personaje |
histórico preferido"
era, en un sesenta |
y cinco por ciento,
Jesucristo. Luego, |
a gran distancia, seguían
Garibaldi, |
Martin Luther King, Marx,
Gandhi, |
Mao. Por orden de edades
todavía los |
jóvenes preferían a
Cristo; pero aun |
cuando las preferencias
por Marx en |
ellos no superaran el once
por ciento, |
este nivel era diez veces
mayor que el |
de las preferencias de los
adultos por |
el mismo personaje. |
¿Por qué los jóvenes
superan a los |
mayores en sus
preferencias por el |
padre del marxismo? |
No hemos de dar la
respuesta. Sólo |
desear que los jóvenes, en
especial los |
16 (136) |
que llevados de alguna
verdadera in- |
quietud intelectual
pretenden tomarla |
en serio, que no se
limiten a un estu- |
dio superficial ni de Marx
ni tampoco |
de Cristo. |
Da lástima tropezar en las
aceras de |
las universidades, con
jóvenes de re- |
cién estrenada vanidad de
licencia- |
dos o próximos a ella,
que, superficial- |
mente, arremeten contra el
"fenómeno |
religioso" desde
posiciones positivistas |
mal digeridas, apuntaladas
apenas en |
hervores irreflexivos, y
muchas veces |
sin ni siquiera haber
leído los más |
elementales textos de
Marx, al que |
nombran profusamente y, lo
más cu- |
rioso, que se dicen
ex-cristianos, pero |
que son verdaderos
analfabetos bíbli- |
cos, con apenas poder
disimular su |
radical ignorancia sobre
las verdades |
esenciales del
Cristianismo, y sólo |
aduciendo fragmentos
mordidos de |
historia que no es
historia, para embo- |
bar a mamás y abuelas
iletradas o |
asustar a beatos. Da
lástima porque, |
si en las demás cosas de
la vida pro- |
ceden con igual
superficialidad, ni se- |
rán marxistas, ni serán
cristianos, ni |
serán buenos profesionales
de nada, |
ni darán cabida a ideal
alguno en su |
vida, y ni serán ni harán
felices a |
nadie. Da lástima por
ellos mismos y |
da lástima por el bien que
podrían |
hacer. Porque es de
presumir que, por |
lo común, llegarán a
mayores, se en- |
cerrarán en su egoísmo,
protestarán |
menos, pero se
aprovecharán todavía |
más y, aburguesados y con
hipocresía |
de buenos modales, no
podrán devol- |
ver a esta vida nada de lo
que ella les |
ha dado. |
Pero no todos los jóvenes
son así, |
ni mucho menos. El
espíritu despierto, |
la inquietud del buscador
honesto de |
la verdad ―que
también existe en |
muchos de los que van a
ser la futura |
generación― no debe
alarmarnos |
aunque, desde el reto
marxista, ana- |
lice la religión y se
encare con Cristo: |
el mismo exceso momentáneo
de sus |
críticas ponen al
descubierto su porfía |
por una mayor lucidez,
cuando busca, |
coteja y discute, ni por
vanidad, ni |
por esconder gritando su
egoísmo, ni |
para resarcirse de
frustración alguna. |
No está lejos del reino de
Dios, ni «se |
irá triste» si al cabo de
recoger y de |
preguntar y de meditar
sobre todos |
los datos que le alcanzan,
el Señor se |
le acerca y le invita a la
fe. |
Las nuevas medidas |
del universo |
Freud, Marx, Einstein...
Do fueron |
hombres deshonestos, ni
superficiales, |
ni perezosos. Es imposible
entender |
nuestra época o prepararse
a vivirla |
sin tenerlos en cuenta.
Como es impo- |
sible ―¡qué duda
cabe!― compren- |
derlos al margen de Dios
creador y |
Cristo redentor, del mundo
y de los |
hombres. |
Hay personas que lo creen
todo por- |
que no creen nada; que lo
aceptan |
todo porque no les importa
nada, o |
que lo desprecian todo
porque no |
entienden nada. |
Que ni la fe, ni la
ciencia, ni la vida |
de los jóvenes que nos
siguen conoz- |
can estas vaciedades y
perversiones. |
Y se admirarán al
descubrir nuevas |
medidas al universo, más
profundida- |
des al alma y, en
definitiva, la vocación |
a la libertad – la
"redención", para |
todos los hombres. Si son
sinceros y |
cultivan, austeramente,
esperanzados, |
esta limpieza de corazón,
no están lejos |
del "reino de
Dios". |
17 (137) |
VOCES LEJANAS QUE HACEN
REFLEXIONAR |
De África crucificada: |
paz y perdón |
para Europa |
A los pies del África mía
crucificada desde |
hace cuatrocientos años y
que todavía respira, |
deja que te diga, Señor, |
mi plegaria de paz y de
perdón. |
¡Señor Dios, perdona a la
Europa blanca! |
¡Es verdad, Señor! |
Desde hace casi cuatro
siglos ella ha arrojado |
la espuma y los ladridos
de sus perros |
feroces sobre mi tierra. |
Y los cristianos, |
renunciando a tu luz y a
tu mansedumbre, |
han quemado, han matado y
han hecho |
esclavos... |
Pero es necesario que Tú
olvides, Señor. |
Y bendigas a estos pueblos
blancos, |
que nos han traído la
Buena Noticia |
y han abierto nuestros
ojos a la luz de |
nuestra fe |
y nuestros corazones al
conocimiento del |
mundo y de los hermanos, |
y con ellos bendice a
todos los pueblos |
del Asia, de América, del
mundo; |
a los pueblos que sudan
sangre y sufrimiento. |
Y haz que las manos
cálidas de mi pueblo |
estrechen sus manos |
en una cadena de manos
fraternas, |
que rodee al mundo |
bajo el Arco Iris de tu
paz. |
Leopoldo Senghor, |
Presidente del Senegal. |
18 (138) |
El Cristianismo |
no es |
una |
ideología |
«Sé que en el África de
hoy los jóvenes, para estar |
a la moda, rechazan la
religión como una superstición |
primitiva. Sobre todo
desde que van a la clínica, en vez |
de consultar al hechicero,
cuando les duele la cabeza. |
En otras palabras, juzgan
el cristianismo en términos |
ideológicos. Es un
instrumento de la opresión colonia- |
lista. Creen ellos que el
Dios de los cristianos ha aban- |
donado el país como lo
hizo el gobernador una vez |
obtenida la independencia.
Me entristece ver que los |
jóvenes intelectuales son
tan necios. |
Para mí, Dios es más que
una presencia, que un |
concepto filosófico. Soy
consciente, sobre todo cuando |
me encuentro en soledad,
que no estoy solo y que mis |
gritos de angustia y de
súplica son escuchados... » |
Kenneth Kaunda, |
Presidente de Zambia. |
Capitalismo, no: |
Cristianismo, si |
«Tanzania no tiene
religión, el Partido no tiene reli- |
gión, el Gobierno no tiene
religión, pero la mayoría de |
los habitantes de Tanzania
son religiosos, y el Partido |
y el Gobierno garantizan a
todo ciudadano la libertad |
de escoger la propia
religión... Nos oponemos al capi- |
talismo y no al
cristianismo, aunque muchos cristianos |
son capitalistas. Si los
cristianos desean propagar el |
capitalismo junto con el
cristianismo, nos opondremos |
a ello... Por otra parte,
la Iglesia en Tanzania es pobre |
y no hace inversiones
capitalistas». |
Julius Nyerere, |
Presidente de Tanzania. |
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¡Ay de mí, |
tanto tiempo forzado a
vivir |
con los que no quieren la
paz! |
Yo les hablo de paz y
justicia, |
pero ellos siguen pensando
en la guerra. |
SALMO 119 |
LAUS |
Director: Ramón Mas
Casanelles - Edita e imprime: Congregación del Oratorio |
Placeta de S. Felipe Neri,
1 - Apartado 182 - Albacete - D.L. AB 103/62 - 21. 10.75 |
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