Publicación
mensual del Oratorio. |
Núm. 138. FEBRERO. Año
1976. |
SUMARIO |
HACER más consciente la
vida de fe, cultivando esta |
fe, que es mirada,
compañía, conocimiento y vida |
L en el Señor. No es que
las obras nos lleven a la fe; |
sino la vida de fe que nos
llevará, sin darnos cuenta casi, |
al obrar como hijos de
Dios. Pero la fe ha de ser cultivada; |
Dios ha de ser tratado,
conocido, vivido. La fe no es un |
título, sino una gracia y
una experiencia. |
EL BAUTISMO COMO LO
QUE ES |
ENTRE EL SUEÑO Y LA PRISA |
DESDE MÁS ALTO |
MONTALE Y MARAGALL |
CANTO SPIRITUALE |
DIOS, PARA INTELECTUALES |
HOMILÍAS MULTADAS |
1 (21) |
EL BAUTISMO |
COMO |
LO QUE ES |
Habrá que insistir una y
mil veces que, para |
ser cristianos, hay que
superar cualquier he- |
rencia sociológica y
esforzarse por establecer |
y mantener un contacto
personal con Dios. El |
Bautismo es una inserción
en la vida de Dios, |
que no puede limitarse al
reconocimiento de |
vinculación automática,
por obra de la Gracia |
que santifica, con la
divinidad. La Gracia es |
para el hombre, y el
hombre es un ser perso- |
nal, y debe responder a
Dios "personalmente", |
y no solamente con algunos
actos, sino con la |
entera vida de su ser, en
fuerzas, inteligencia |
y libertad. |
Con las fuerzas, no sólo
porque con ellas nos |
movemos y actuamos, sino
dirigiéndolas a una |
finalidad que la
inteligencia nos muestra con- |
ducente a Dios. Y
libertad, que no es antojo |
ni capricho ni anarquía
indomesticada del |
deseo, ni transferencia de
complejos a la zona |
de la rebeldía, sino
opción por lo bueno según |
Dios, por generosidad, con
alegría de conver- |
ger con Dios, desde la
humildad y pequeñez |
de cada uno pero
perseverando en la esperan- |
za de un bien —el Reino de
Dios— que se va |
haciendo universal. |
Si el Bautismo no se toma
como lo que es, es |
decir, como algo que debe
transformar la vida |
entera de cada cristiano
para que apunte a esta |
vocación, no vale de mucho
llamarse "cristia- |
no". No pasa de
añadido cultural o de senti- |
miento, o de ideología, o
de doctrina, o de |
moral. Pero no es vida. Y
Cristo dijo, precisa- |
mente: «YO HE VENIDO PARA
QUE, LOS QUE |
CREAN EN MÍ, TENGAN VIDA
REBOSANTE». |
2 (22) |
Entre el sueño |
y la prisa |
PARECEN antitéticos el
sueño y la prisa. Pero si nos fijamos en el tipo |
de hombre que tenemos
cerca y sobre el que las fuerzas sociales |
ejercen mayor influjo,
podríamos resumir el efecto de su presión en |
estos dos sentidos que,
paradójicamente, se complementan y hasta, en oca- |
siones, coinciden. |
Soñar: cerrar los sentidos
y la capacidad racional de juicio sobre la |
realidad, o abrir
paréntesis fantasmagóricos que nos distraigan, alejen o |
entretengan mentalmente,
como espita por donde escape la ilusión —por lo |
menos— de vivir, hasta
sugestionarnos de que "vivimos". |
Correr: no profundizar
nada, no detenerse en la verdad inevitable. O |
por lo menos, aplazar
siempre su urgencia. Dejarlo atrás prometiendo |
volver a lo importante,
pero no volver nunca. Y correr más y, finalmente, |
olvidarse, hasta que
coincida la prisa con el sueño y el vivir sea un "correr |
dormidos" o —que es
lo mismo— enajenados. |
¿Y el hombre: dónde está? |
El hombre ha cedido porque
no ha sabido, o no ha podido, o —gratifica- |
do su instinto— no ha
querido pensar, juzgar y elegir. Cuando a la renuncia |
se le han ofrecido
"apariencias" lo suficientemente ambiguas para utilizar- |
las como coartada, se ha
vendido incluso a la evidente iniquidad. Compuesta |
la apariencia,
tranquilizada la conciencia. |
Si, además, el hombre
vacilante, desprovisto de datos para resolver los |
problemas que le
envuelven, mira a su alrededor y observa actitudes pa- |
3 (23) |
recidas a la suya, la
facilidad mimética le enrola en el flujo masivo que le |
arrastra y ya,
despersonalizado, no piensa más. O "piensa" la materia con- |
sumible que se le
suministra, para que siga creyéndose "pensador" de algo, |
sin que se le conceda
pensar realmente nada. |
į Es el problema del
"hombre-masa" en nuestra sociedad llamada de |
consumo. Concepto de
"consumo" que restringimos con demasiada facili- |
dad a la dimensión física,
biológica y comercial, pero que es preciso que nos |
demos cuenta que también
alcanza —y es donde se hace más temible— el |
campo de las ideas, de la
libertad, de la capacidad de entender y juzgar. Es |
decir, la misma
racionalidad humana. |
1 El peligro no está en
que los pocos que disponen de la acumulación de |
medios para hacer
publicidad de sus productos, o monopolizan los de la |
propaganda de sus ideas,
comuniquen a los demás hombres —en mayoría |
numérica, pero desprovista
de poder— la oferta de sus productos o, los |
ideólogos, sus propósitos
de organizar el mundo. El mal está en que se olvi- |
den de que, esta mayoría
inerme, es depositaria, en cada uno de sus miem- |
bros, de la misma radical
dignidad que ellos que la dominan y, con fre- |
cuencia, la manipulan.
Cuando los demás nos interesan sólo porque en |
cada uno de ellos hay un
posible comprador o un sufragista, y el que influ- |
ye actúa de modo que otra
opción sea imposible, se ha cometido un abuso |
contra la dignidad del
hombre. |
Pero en la sociedad
"de consumo" de productos y de ideas, lo peor, |
todavía, no es esto. Lo
peor no es engañar al hombre, ni tratarle como si |
fuera imbécil: lo peor es
imbecilizarle; es incapacitarle para pue no pueda |
ni sepa elegir; es hacerlo
a él mismo "mentira de hombre" descentrando |
su atención o alejándola
de la tierra firme de la objetividad. Porque, cuan- |
do se generalizan, a ello
llegan las omnímodas presiones colectivas dirigi- |
das técnicamente a la
estimulación de aquellos resortes primarios —miedo, |
codicia, placer, venganza,
orgullo...— que es siempre posible rastrear en el |
subconsciente de todo ser
humano, pero que no es lícito alcanzar o descu- |
brir sin ayudar, al mismo
hombre, a que los domine y ordene, de modo que |
su dignidad no sufra
menoscabo. |
Cuando esto no se hace
—muchas veces incluso se impide— la "respuesta" |
a la estimulación no
supera lo irracional, cualquiera que sea el valor ficticio |
que la propaganda o la
publicidad pretendiera atribuir o extraer, o la pompa |
de los nombres con que se
enmascare la utilización —excitativa o inhibito- |
ria— del fondo primario y
pasional humano manipulado. |
El hombre espiritual y
racionalmente "dormido" o el activo, pero super- |
ficial, disperso y
novelero, queda deshumanizado, porque llega a "necesi- |
tar" lo mismo que le
desnaturaliza. Cualquier esfuerzo cristianizador debe |
comenzar, desde luego, por
devolver la conciencia al recto uso racional y |
libre de las capacidades
verdaderamente humanas, sin lo cual, la invoca- |
ción o atribución de la
fe, no pasaría de decoración cultural, sin relación |
ninguna con la
transformación y elevación sobrenatural que su autentici- |
dad exige. |
4 (24) |
Desde más alto |
NO HABRÍA ninguna duda
para l- |
amente ninguna angustia
para |
el corazón, ningún dolor
para |
los sentidos, si el hombre
fuese, ya, |
un ser terminado,
completo; si una |
Bola individualidad humana
hubiese |
sido capaz de haber
alcanzado la ple- |
nitud de todos sus
desarrollos, previs- |
tos por la Sabiduría, la
Fuerza, el Amor |
—es lo mismo: por Dios—,
cuando le |
dio la existencia. |
Si al hombre le asalta la
duda, es |
que todavía busca, si pasa
por el dra- |
ma de sus sentimientos es
que toda- |
vía espera, y si siente el
dolor de sus |
limitaciones —físicas o
morales— es |
que todavía crece. El
hombre es una |
incompletez en movimiento,
es un |
dinamismo inteligente que
indaga, es- |
pera, se desarrolla. No se
puede medir |
por una sola unidad, ni
por la suma |
de todas ellas tomadas,
transversal- |
mente, en un solo momento.
Hay que |
subir más alto y, desde la
atalaya de |
una síntesis prodigiosa
que recoja el |
pasado, otee el porvenir,
y considere el |
presente, mire y valore un
momento, |
O se pare en una
individualidad, pero |
relacionándolos con la
perspectiva es- |
bozada de una totalidad
inmensa, del |
proyecto humano total, que
se inicia |
en la creación y acaba en
el destino |
glorioso —de uno y de
todos—. Si |
fuésemos capaces de
meditar en el |
hombre desde esta actitud,
habría |
habido menos iconoclastas,
menos |
perseguidores de herejes,
menos ven- |
gativos de su propia
ignorancia. |
No todo es verdad, por
supuesto; |
pero hemos corrido mucho
en llamar |
"mentira" a
aquello que simplemente |
éramos incapaces o
perezosos para |
analizar. Y esa misma
inhibición, en |
ocasiones, ha despertado
la reacción |
simétrica de convertir en
perversión |
la bondad original, en un
principio |
inocente, pero enseguida
abandonada |
y pasando, de la soledad
del abandono |
y la desesperanza, a lo
negativo del |
resentimiento, imitando el
mismo esti- |
lo del primero que la
despreció. |
Primero una afirmación,
después |
defensa de esta
afirmación, luego sólo |
autodefensa, como lámpara
que se |
preocupa de su cristal y
se olvida —y |
se le apaga— la llama que
debería ser |
razón y substancia de su
ser. Hemos |
tenido cerca
"católicos" que han hecho |
de este nombre una coraza
para com- |
batir o escarnecer
principios auténti- |
camente evangélicos; hemos
visto "ca- |
tólicos" a quienes de
Dios, solamente |
les interesaba lo que
coincidía con |
atrincheramientos de
intereses abier- |
tamente injustos o muy
discutibles, |
pero que una manera
irracional de |
interpretar la fe,
convertía a ésta en |
falaz argumento protector
de egoísmos |
privados o tribales. Hemos
visto, no |
sólo el recelo, sino la
oposición a los |
esfuerzos de la Iglesia,
cuando ésta |
busca, renovando
generosidades, ayu- |
dar al hombre, también de
nuestros |
días. |
El drama no es nuevo, sino
de siem- |
pre. Lo que ocurre es que
se agudiza |
5 (25) |
en nuestra época, cuando
los cambios |
y transformaciones ponen
más en evi- |
dencia lo urgente de
evitar desfases, |
para que, también esta
situación cul- |
tural de hoy pueda ser
evangelizada y |
contribuya, en un grado
más, al desa- |
rrollo de esa humanidad
que ha de |
ser cristiana, no desde
una posición |
de dominio, sino desde una
evangeli- |
zación de la Verdad, más
nueva que |
la realidad en que incide
porque tiene |
más cosas que estrenar;
más valiente |
que los proyectos de los
hombres a |
quienes se dirige, porque
quiere ir aún |
más lejos y más deprisa;
más fuerte |
que todos sus impulsos,
porque los su- |
pera, estaba antes y
seguirá después. |
El Cristianismo es más que
una reli- |
gión, es más que una
manera o que la |
manera de relacionarnos o
tratar con |
Dios. El Cristianismo no
es una opo- |
sición a lo creado, tal
vez ni la supe- |
ración de lo creado, sino
la transforma- |
ción, la
"redención" espiritualizadora, |
la liberación
santificante, la restitu- |
ción a Dios, la vuelta al
sentido de una |
creación que es
"nueva" y mejor: |
siempre, cada día, todo es
mejor; el |
mundo se mueve mejorando,
emer- |
giendo incesantemente
perfecciona- |
mientos latentes que se
descubren |
hora tras hora. |
Esa meta gloriosa, que
llamamos |
"cielo" no es la
revancha frente a los |
males o incapacidades de
este mundo, |
sino que es el fin de este
mundo: fin |
no como desastre, como
ruina; sino fin |
como acabamiento ya
perfecto, a punto |
de estreno para la
eternidad, marco |
de la gloria de Dios y de
todos sus |
hijos, las creaturas
racionales y libres. |
¡Un cielo nuevo y una
tierra nueva, |
un hacer nuevas todas las
cosas, un |
Dios todo en todos, una
liberación de |
la creación! |
Se trata de recoger todo
impulso, |
todo aliento; se trata de
descubrir el |
sentido de crecimiento de
nuestra pro- |
pia vida y del universo
entero; se trata |
de reconocer esta
presencia y presi- |
dencia de Cristo en todo –
¡auténtica |
anticipación de la medida
de todo lo |
humano hacia Dios!. Se
trata de dila- |
tar la fe: hambre y sed de
una visión |
más amplia: generosa,
totalizante, |
trascendente. |
El amor es la fuerza más
humilde, pero la más poderosa |
de que dispone el mundo. |
El mundo ya está cansado
de tanto odio. |
Las naciones no podrán
unirse verdaderamente y concurrir |
al bien común de la
humanidad, a menos que reconozcan expre- |
samente y acepten la ley
del amor en las relaciones nacio- |
nales e internacionales.
Las naciones no pueden alcanzar la |
verdadera civilización
sino en la medida en que acepten esta ley. |
Yo me siento incapaz de
odiar. Gracias a una larga discipli- |
na, basada principalmente
en la oración, he intentado, desde |
hace cuarenta años, amar a
todos. |
Mahatma Gandhi |
6 (26) |
Dos poetas |
Montale y Maragall |
A VECES el hermetismo es
la |
única libertad cuando,
frustrada |
toda esperanza, «como si
todos |
estuviéramos ya muertos,
sin saberlo» |
—diría Montale—, es hacia
adentro |
que se mira y se habla a
los demás. O |
se piensa en voz alta para
que, tam- |
bién otros, buceen en el
misterio de la |
verdad creciente, a la que
cada uno ha |
de añadir su mirada. |
Pensar es mirar, pensar es
vivir, y |
pensar y mirar es juzgar.
Existe una |
lógica, asentada en la
esperanza, in- |
cluso cuando ella hace
crisis, que no |
admite la dureza
categórica de lo de- |
finitivo e inmóvil, sino
que se desarro- |
lla y crece hacia adentro,
cuando no |
puede hacerlo hacia
afuera: como en |
los árboles, que crecen
por las raíces, |
cuando el frío congela el
desarrollo |
de sus ramas. |
Hay inviernos para el
corazón, y el |
hombre más sensibilizado y
lúcido, e, |
igualmente, más generoso y
leal, no |
puede resignarse ni al
silencio ni a la |
muerte, y sigue hablando y
mirando. |
Su porfía se agudiza hasta
describir |
un arco más amplio
apoyándose en |
más profundos cimientos.
Habla a los |
demás, tan fuerte que
puedan oírlo to- |
dos, tan claro que puedan
entenderlo. |
Pero el vigor de su fuerza
se consoli- |
da cuando más hacia
adentro hinca |
Bus raíces, cuando más
profundamen- |
te encuentra su razón. Y
la claridad, |
en un esfuerzo supremo por
superar |
toda confusión momentánea,
pueble- |
rina, fácil y oportunista,
se nutre de |
transparencias
espirituales que la pu- |
rifican para hacer
perdurable su vi- |
gencia de modo que ya en
el mismo |
momento, pero no sólo para
este mo- |
mento, valga y alcance a
todos y para |
todos. Para todos los que,
abiertos al |
esfuerzo, añadan a la
corriente inicia- |
da en un manantial
anterior, como al |
río el afluente, su
personal y propia |
claridad, su sinceridad,
su generosa |
sed de verdad. Para éstos
hablan los |
verdaderos poetas; para
estos estilizan |
su verdad en forma de
belleza, y ma- |
nifiestan esta belleza en
claridades de |
pensamiento, cuya luz no
perciben los |
que no son —o son menos—
"limpios |
de corazón". |
Por esta razón los poetas
son, con |
frecuencia, menos
comprendidos por |
sus coetáneos, que por las
generacio- |
nes que les siguen; su
intuición es |
más veloz que la
vulgaridad que les |
circunda y que,
paradójicamente, les |
estimula. Ahora
comprendemos y po- |
demos interpretar mejor a
Quevedo |
que los de su mismo siglo,
como poeta |
y como creyente. Y =
siempre cerca |
de nosotros comenzamos a
com- |
prender a Machado, a pesar
de los |
complejos de culpa y de
oportunismo |
de varios de los que lo
evocan: su sin- |
ceridad, su tristeza, su
búsqueda de |
Dios, en todo lo que le
era "prójimo" |
—indiferente, ignorante u
hostil, con |
no demasiadas consoladoras
excepcio- |
nes—. Más tarde, todavía,
compren- |
deremos y podremos
interpretar a |
Espriu. Y otros, cuya
tristeza impreg- |
7 (27) |
nó o impregna su
misteriosa sereni- |
dad; que parecen cerrados,
pero que |
en realidad elaboran,
trabajosamente, |
espiritualmente, cantos de
esperanza, |
clamores de absoluto,
desgarro o pro- |
testa en nada teatral, de
pudor inman- |
cillado, sin apartar la
mirada del |
mundo, jamás indiferentes
ni confor- |
mistas, y por esto
esperanzados. |
Desesperanza y esperanza.
El deses- |
perado que habla y mira
hacia adentro, |
todavía espera, porque
tiene la con- |
ciencia de que aventa el
inextinguido |
rescoldo de la vocación
humana. |
Poetas y profetas. Su voz,
idéntica |
o paralela, buscan el
mismo absoluto |
y van hacia el mismo fin.
Hay una |
validez perenne, afinada,
sin escorias, |
de las palabras, de los
pensamientos |
que denominamos
clásicos" porque |
jamás pierden actualidad.
Como hay |
la palabra
"clásica" —los creyentes |
denominamos
"sagrada"— de Dios, |
siempre abierta a mejor y
más profun- |
da interpretación, si
sumamos nuestra |
mirada al mirar de Dios,
"si miramos |
con la mirada de Dios
dentro de noso- |
tros" —nos dijo
Maragall—. Los san- |
tos, los profetas, los
poetas —los ver- |
daderos poetas, no meros
esteticistas |
o estilistas, nos
recordaría Carlo |
Cassola— no pueden
prescindir de |
Dios cuando contemplan el
mundo, ni |
pueden mirar el mundo sin
descubrir, |
de alguna manera, a Dios,
en la abso- |
lutidad de sus exigencias.
Por esto |
tropiezan con lo vulgar y
con lo des- |
pótico. Aun sin
pretenderlo, lo ponen |
en evidencia, y lo
denuncian, en un |
afán impenitente de
elevación, de pu- |
rificación, de
aproximación a la tras- |
cendencia. |
Eugenio Montale, el último
Nobel |
de literatura, pertenece a
la genera- |
ción de los poetas,
afinador de una |
verdad, exquisita y
hermética, patética |
a veces, que contenía la
única reacción |
posible, indescifrable a
la vulgaridad |
del despotismo fascista,
precisamente |
denunciado, en aquellos
veinte años de |
silencio impuesto a
Italia, cuyo final |
era el absurdo. «No
podemos decir lo |
que no somos, ni lo que no
queremos», |
exclamaba Montale. |
De él conocemos una
hermosa tra- |
ducción al italiano de la
tal vez mejor |
poesía de Joan Maragall:
Cant espiri- |
tual. La ofrecemos en
páginas centra- |
les, seguida del original
catalán y |
traducción castellana. |
No es ésta la ocasión de
establecer |
una relación literaria
entre Maragall |
y Montale, ambos
verdaderos poetas. |
Pero Maragall, el más
auténtico de |
los románticos de la
historia literaria |
española, aunque posterior
a la época |
del romanticismo,
representa más bien |
una búsqueda de la
trascendencia en |
el mundo anterior a la
Primera Guerra |
Mundial; Montale, en
cambio, es una |
reacción de uno de sus
efectos, el fas- |
cismo. Y para establecer
una relación |
literario-religiosa,
habría que extender |
a Manzoni la referencia,
también ro- |
mántico y de corte
especial, a la par |
que Maragall. |
Desde el punto de vista
religioso, a |
nosotros, nos ha llamado
la atención |
el hecho de que Montale
recogiera y |
vertiera a la lengua de
Dante, la mara- |
villa del Cant espiritual.
Y otra cir- |
cunstancia: la simpatía
por Florencia, |
la ciudad de la oriundez
de san Felipe, |
plataforma de una etapa
importante |
de Eugenio Montale, donde
tenía su |
sustento y su pretexto en
el cargo de |
bibliotecario, pero la
verdadera y es- |
piritual profesión de
poeta, en lo me- |
jor de su producción,
contemporáneo |
del entonces cecuciente
Giovanni Papi- |
8 (28) |
ni, entusiasta de san
Felipe y, como él, |
visitador de aquella
iglesia que detrás |
de Piazza della Signoria,
es el ejemplo |
más característico del
barroco de la |
ciudad del Arno, y
recuerda al santo |
florentino que, hace
cuatro siglos, emi- |
gró a Roma para cambiar
espiritual- |
mente la ciudad de los
Papas. |
San Felipe: nacido y
educado en una |
tierra de artistas, fue y
ha sido siempre |
un nombre que ellos han
respetado y |
muchas veces amado,
especialmente |
poetas y músicos.
Curiosamente, Mon- |
tale es poeta y músico a
la vez. |
Otro tanto de Maragall: no
ya porque |
dedicó uno de sus más
célebres |
artículos periodísticos
—L'església cre- |
mada— al Oratorio
barcelonés de |
Gracia, sino porque un
Padre joven de |
aquella comunidad —Xavier
Jordana— |
guio su espíritu de
fervoroso cristiano, |
en la vida, en la
enfermedad y en la |
muerte, que fue en 1911. |
Maragall y la muerte
constituirían |
un tema más que literario.
«La muerte |
no existe» decía y repetía
Maragall. |
Poesía, verdad y vida, no
eran hui- |
das de la realidad, sino
su profundi- |
zación. Y en esto sí
coincidiría con |
Montale. Como Novalis
—otro román- |
tico purificado— creía
Maragall: «La |
poesía es la verdad...
Cuanto más poé- |
tico, más verdadero». |
Cuando leemos a los
profetas del |
Antiguo Testamento, son
poesía y ver- |
dad; son historia y
anuncio, relato y |
exhortación. |
Cuando leemos las
parábolas evan- |
gélicas —como género
literario todavía |
no superadas— su belleza
se nos ofre- |
ce como elocuencia
inagotable, si acu- |
dimos con corazón abierto,
si nos |
hacemos afluente de su
rio, claridad |
de su luz... Son poesía y
son verdad. |
Purificado de cualquier
baja es- |
coria, de toda plebeyez,
sus predi- |
lecciones. sus amores, nos
llevan |
concordemente a Florencia:
la te- |
naz admiración que s.
Felipe Neri |
profesó siempre por
Savonarola: la |
disposición para escribir
poesías; |
el gusto por la música
(Florencia |
era la patria del nuevo
estilo ma- |
drigalista), que ha dado
celebridad |
al Oratorio, incluso entre
los profa- |
nos; su predilección por
el pensa- |
miento platónico que
precisamente |
en Florencia había
resucitado un |
siglo antes y todavía se
mantenía |
vivo en el alma de
Buonarrotti: y, |
finalmente, el carácter
democrático |
de la constitución de la
Congrega- |
ción que el fundó. |
Todo ello nos recuerda su
patria, |
jamás olvidada: y prueba
así, una |
vez más, nuestro santo, si
preciso |
fuera, que lo impreso en
el corazón |
y cl carácter del
adolescente, es lo |
que se revela y da color
al resto de |
toda la vida. |
Giovanni Papini |
No es extraño que los
poetas, estili- |
zadores —y por eso
artistas— de la |
verdad, se acerquen a Dios
y nos acer- |
quen a Dios. Y anuncien y
prediquen |
las exigencias divinas en
esta vida, |
hondamente, por encima de
toda vul- |
garidad, frente a
cualquier opresión, |
con la palabra y con el
silencio (al fin |
y al cabo, paréntesis de
atención, en el |
espíritu despierto, para
mejor reso- |
nancia de la
palabra"). |
No es extraño que Montale,
se acer- |
que a la benignidad
interior y pacífi- |
ca de otro poeta que
lleva, en el cora- |
zón, un mundo mayor que el
que |
contemplan los ojos del
rostro: Joan |
Maragall. |
9 (29) |
CANTO SPIRITUALE. |
Joan Maragall, |
Trad. de Eugenio Montale |
SE il mondo è tanto bello,
se si speccia |
la tua pace nei nostri
occhi, tu |
potrai darci più in
un'altra vita? |
Perciò tengo così,
Signore, agli occhi, |
al volto, al corpo che
m'hai dato e al cuore |
che vi batte; e perciò
temo la morte. |
Con che altre sensi mi
farai vedere |
sulle montagne questo
cielo azzurro, |
e il mare immenso e il
sole ovunque acceso? |
Metti tu nei miei sensi
eterna pace, will |
e non vorrò che questo
cielo azzurro. |
Chi mai non disse
«fermatil» a un momento, |
fuor di quello che gli
portò la morte, |
non lo intendo, Signore;
io che vorreio |
fermar tanti momenti
d'ogni giorno :* |
per farli eterni nel mio
cuore. —O questo |
«farli eterni» è già la
morte? —E che sarebbe |
allora mai la vita? Ombra
del tempo, |
illusione del
"qui" e del "laggiù"; 409 89 |
10 (30) |
e il calcolo del poco e il
molto e il troppo |
solo un inganno, perchè il
tutto è il nulla? |
Non importa. Sia il mondo
ciò ch'esso è, |
così diverso, esteso e
temporale, |
questa terra con cuanto in
essa cresce |
è la mia patria; e non
potrà, Signore, |
essere la mia patria
celestiale? |
Uomo sono e la mia misura
umana : |
per ciò che posso credere
e sperare; |
se qui fede e speranza in
me si fermano, |
nel'aldilà me ne farai tu
colpa? |
Nel'aldilà io vedo cielo e
stelle, |
anche lassù vorrei essere
un uomo: ....- |
se ai miei occhi le cose
hai fatto belle, |
se per esse m'hai fatto
gli occhi e a sensi, |
con un altro
"perchè" dovrò rinchiuderli? |
Tu sei, lo so; ma dove,
chi può dirlo? |
In me ti rassomiglia ciò
que vedo... |
Lasciame creder dunque que
sei qui. |
E quando verrà l'ora del
timore |
che ciuderà questi miei
occhi umani, |
aprimene, Signore, altri
più grandi |
per contemplare la tua
immensa face, |
e la morte mi sia un più
grande nascere. |
11 (31) |
VERSIÓN EN CASTELLANO |
DEL "CANT
ESPIRITUAL" |
DE JOAN MARAGALL |
Si el mundo es va tan
bello, si se mira —con tu paz dentro de nuestros ojos, —¿qué más |
nos puedes dar en otra
vida? —Por esto quiero tanto estos ojos, y el rostro. —y el cuerpo |
que me has dado, Señor, y
el corazón —latiendo siempre por esto temo la muerte. —¿Con |
que otros sentidos harás
que ven el cielo azul por encima de las montañas, y el mar |
inmenso y cl sol
resplandeciente por todas partes? —Ponme en estos sentidos la paz |
eterna —y no querré mus
ciclo que este azul. —Al que a ningún momento dijo "detente, - |
sino solamente al que le
trajo la muerte. —yo no lo comprendo, Señor: yo, que querría - |
detener tantos momentos
cada día —para hacerlo eternos en mi corazón. —¿O es que |
este eternizarlos ya es la
muerte? —¿Pero, entonces, la vida, que sería? —¿La sombra, |
tal vez, del tiempo que
pasa, —o la ilusión de lo lejano y de lo próximo, —o el contar |
de lo mucho y poco y
demasiado, —como un engaño, porque ya todo es nada? —No |
importa. Este mundo, sea
como sea, —tan diverso, tan extenso, tan temporal: —esta |
tierra, con todo lo que en
ella cobra vida, —es mi patria. Señor: ¿y no podría —ser, |
también mi patria
celestial? —Yo soy un hombre, y humana es mi medida —en todo lo |
que alcanzo a creer y a
esperar: —si mi fe y mi esperanza se detienen aquí –¿me lo |
echarás en culpa más allá?
—Más allá veo el cielo y las estrellas, —y todavía allí quisiera |
estar: —si has hecho las
cosas tan bellas a mis ojos, —y éstos y mis sentidos me los has |
dado para ellas, —¿por qué
cerrarlos esperando otro "por qué? —Si para mí no habrá |
nada mejor. —ya sé, Señor,
que existes pero ¿dónde y quién lo sabe? —Todo cuanto |
veo se te me representa en
mí. —Deja que crea, pues, que estás aquí. —Y cuando venga |
la hora del temor —que
cerrará calos ojos humanos. —Ábreme, Señor, otros ojos mayo- |
res —para contemplar tu
faz inmensa. —Y sea para mí la muerte un más grande naci- |
miento. |
LAUS |
se reparte gratuitamente a
los amigos |
del Oratorio que lo
solicitan. |
LAUS |
Apartado 182 |
ALBACETE |
12 (32) |
CANT ESPIRITUAL |
SI EL MÓN ja és tan famós,
Senyor, si es mira |
amb la pau vostra a dintre
de l'ull nostre, |
què més ens podeu dar en
una altra vida? |
Per'xò estic tan gelós
dels ulls, a el rostre, |
i el cos que m'heu donat.
Senyor, i el cor |
que s'hi mou
sempre... i temo tant la mort! |
Amb quins altres sentits
me'l fareu veure |
aquest cel blau damunt de
les muntanyes, |
i el mar immens a el sol
que per tot brilla? |
Deu-me en aquests sentits
l'eterna pau |
i no voldré més cel que
aquest cel blau. |
Aquell que a cap moment li
digué: —Atura't—, |
sinó al mateix que li
dugué la mort, |
jo no l'entenc, Senyor,
jo, que voldria |
aturar tants moments de
cada dia |
per fê'ls eterns a dintre
del meu cor!... |
O és que aquest "fer
etern" és ja la mort? |
Mes llavores, la vida què
seria? |
¿Fóra l'ombra només del
temps que passa, |
la il·lusió del lluny a de
l’a prop, |
i el compte de lo molt a
el poc a el massa, |
enganyador, perquè ja tot
ho és tot? |
Tant se val! Aquest món,
sia com sia, |
tan divers, tan extens,
tan temporal; |
aquesta terra, amb tot lo
que s'hi cria |
és ma pàtria, Senyor; a i
no podria |
ésser també una pàtria
celestial? |
Home só i és humana ma
mesura |
per tot quant puga creure
a esperar: |
si ma fe a ma esperança
aquí s'atura, |
me'n fareu una culpa més
enllà? |
Més enllà veig el cel a
les estrelles, |
i encara allí voldria
ésser-hi hom: |
si heu fet les coses a mos
ulls tan belles, |
si heu fet mos ulls a mos
sentits per elles, |
per què acluca'ls cercant
un altre com? |
Si per 'mi com aquest no
n'hi haurà cap! |
Ja ho sé que sou, Senyor;
pro on sou?, qui ho sap? |
tot lo que veig se vos
assembla en mi... |
Deixeu-me creure, doncs,
que sou aquí. |
I quan vinga aquella hora
de temença |
en què s'acluquin aquests
ulls humans, |
obriu-me'n, Senyor, uns
altres de més grans |
per contemplar la vostra
faç immensa. |
Sia'm la mort una major
naixença! |
Joan Maragall |
13 (33) |
Todas las semanas en |
vida nueva |
Una completa información
de la Iglesia |
en España y en el mundo |
—Un estudio del problema
de mayor ac- |
tualidad —Una visión
cristiana del mundo político, |
social, cultural, y
artístico |
vida |
nueva |
Revista semanal de |
información general |
y religiosa |
P.P.C. - E. Jardiel
Poncela, 4 |
Apartado 19.049 - Madrid
(16) |
14 (34) |
DIOS, |
para intelectuales |
NO ES VERDAD que los
buenos |
intelectuales, por ser
intelec- |
tuales, pierden la fe, si
la tenían, |
o les resulta más difícil
que a las per- |
sonas sólo medianamente
instruidas, |
admitir a Dios en su vida. |
Lo más probable es que se
produzca, |
en ellos, un desnivel
entre el progreso |
que alcanzan en los demás
saberes y |
la in movilidad de los
escasos conoci- |
mientos y experiencias de
Dios origi- |
narios; origen que por lo
común se |
remonta a la infancia y
saber que a |
buen seguro no excedía ese
mínimo |
irrisorio de un catecismo
de primera |
comunión... Por de pronto
les aver- |
güenza volver a ser niños. |
Pero si, además, el
Cristianismo es |
una vida, la paralización
mantenida |
hasta la adultez, no se
compensa sin |
un verdadero esfuerzo sin
la genero- |
sidad de una redoblada
abnegación |
que, indudablemente,
obliga a replan- |
teamientos profundos, de
perspectivas |
finales siempre hermosas,
que, gene- |
ralmente, se alcanza
siempre y sólo a |
través de inmediatas
renuncias. |
Otro Cristianismo, el de
un barniz |
hipócrita o de apariencia
superficial y |
sociológica, tampoco es un
verdadero |
Cristianismo y, por poco
que su inte- |
ligencia se detenga a
considerarlo, lo |
rechazan. Otro tanto de la
versión bea- |
til o
fanático-sentimental, compensa- |
dora asequible de la
humillación no |
aceptada que viene de las
humanas |
limitaciones. |
Es un problema, y se
rechaza. |
Pero acostumbrados a
razonar más |
o menos todo, habrá que
razonar tam- |
bién este rechazo y el
hacerlo apo- |
yándose en cualquier
pretexto cientí- |
fico, es el modo más
cómodo de hacer |
la réplica imposible a los
menos cul- |
tos que pudieran atreverse
a contra- |
decirles. |
El dinamismo de nuestra
época, es |
comentado por todo el
mundo; pero |
tanto si se lamenta como
si se alaba, |
al fin nadie deja de
acoplarse y aco- |
modarse al ritmo que
impone. Lo |
contrario sería perecer.
Las costum- |
bres, los horarios, la
organización de |
las actividades, la
selección de los |
productos y su consumo...
todo acaba |
siendo finalmente
admitido. Tal vez |
llevados del cansancio de
tanto cam- |
biar, referente a las
cosas de Dios se |
haya convenido que allí
por los me- |
nos teníamos algo estático
y fijo con |
la garantía de lo siempre
permanente, |
y que por ello nos
compensaba de la |
fatiga impuesta por el
continuo movi- |
miento. Pero ello es sólo
parcialmente |
verdadero: Dios
necesariamente es |
siempre el mismo, pero la
vida tam- |
bién necesariamente, es
siempre cam- |
biante en su fluidez
inagotable. Y, |
finalmente, Dios es para
esta vida |
15 (35) |
siempre en renovación. El
no tenerlo |
en cuenta ha podido
influir en favore- |
cer una falsa imagen de
Dios, simplifi- |
cada en el éxtasis
infantil o enajenado, |
de una idea desplazada de
la realidad |
vital e irrenunciable. |
Pero hay también una
cuestión de |
generosidad y de humildad
que los |
que encuentran inadecuado
o inútil |
el pensamiento de Dios, en
no pocas |
ocasiones les atañe. |
Generosidad, decimos,
porque Dios |
es gratuito, Dios y lo que
sepamos de |
él y lo que hagamos por él
en esta vi- |
da, no tiene compensación,
no es gra- |
tificado al portador como
las demás |
aportaciones de otros
esfuerzos, de |
otras dedicaciones, de
otros saberes, |
de otros prestigios. A
nadie, en unas |
oposiciones, le hacen o
pueden hacer, |
una radiografía espiritual
para que, |
de acuerdo con su grado y
vida de fe, |
le den mejor empleo.
Luego, para mu- |
chos hombres, Dios, como
adorno, |
como añadido, va bien,
pero lo prime- |
ro es lo gratificable, y
lo que tiene pre- |
cio es preferido a Dios. |
No vamos a entrar aquí en
si son |
convenientes o no las
asignaturas de |
Religión en los estudios
secundarios |
y en los universitarios;
pero sí que |
podemos preguntarnos qué
interés |
representan los
conocimientos de Dios |
en comparación de los
preferidos real- |
mente, que son los
literarios y los |
científicos. No digamos de
nuestras |
Universidades donde
todavía existe la |
asignatura de Religión,
pero por el |
fácil procedimiento de
abonar, por su- |
puesto, la matrícula,
entregar a fin de |
curso una papeleta al
bedel y pasar |
unos días después a
recoger un "apro- |
bado" sin clases, sin
lecciones, sin |
profesor... |
Un ingeniero, un médico,
un abo- |
gado, un filósofo... ¿qué
sabrán de |
Dios, en relación y a la
altura de los |
demás conocimientos que
han adqui- |
rido, o se presume que han
adquirido? |
Pero el grado y la medida
en que |
esto es así, no la
carguemos toda en las |
instituciones. Los
cristianos de verdad, |
por sí mismos, deberían
interesarse |
por ir nivelando las
adquisiciones que |
van haciendo de otras
experiencias y |
de otros conocimientos,
con el conoci- |
miento y la experiencia de
Dios. |
Sólo que, la sabiduría de
Dios no es |
un honor, ni título para
un sueldo. |
Por este motivo unos optan
por el |
respetuoso silencio. Otros
por la abs- |
tención de lo que "no
entienden" por |
pura ignorancia. Otros
inventan pseu- |
do-sabidurías donde
amparar su dis- |
crepancia. Otros abren
paréntesis de |
puro sentimentalismo para
Dios, pero |
sin dejarle entrar en los
egoísmos de |
su propia vida;
sentimentalismo que |
les cure de algún miedo,
pero que |
nunca les acaba de llevar
a un verda- |
dero amor. |
Y algunos —tal vez más de
los que |
pensamos— creen
sinceramente en |
Dios mientras se esfuerzan
por inte- |
grarlo en todo lo nuevo
que descubren |
con su saber y se admiran,
agradeci- |
dos, de la belleza de la
verdad siempre |
creciente. |
Para juzgar de las COSAS
es preciso no sólo el conocimiento |
de ellas, sino también
poseer un sentimiento vivo de la época |
en que se realizaron. -
Jaime Balmes |
|
16 (36) |
Predicación conflictiva en
la España posconciliar: |
HOMILÍAS |
MULTADAS |
EL TEÓLOGO protestante,
George Casalis, escribió (hace años) un |
libro, cuyo título en
español seria "LA HOMILIA, PROBLEMA POLÍTICO". |
Y cuando uno de nuestros
editores quiso traducirlo, le fue pro- |
hibido. |
Las homilías multadas han
venido a ser en los últimos años una de |
las partidas fuertes de
las sanciones gubernativas, y el delito (?) que —por |
impago— ha llevado más
sacerdotes a la cárcel. Ha sido también uno de |
los puntos más agrios en
las relaciones (o no "relaciones") entre el Estado |
y la Iglesia. |
Las causas de esta
escalada conflictiva, sin par y sin precedentes, |
esclarecen algunas
peculiaridades españolas del proceso en que la predi- |
cación entró por obra y
gracia del Vaticano II. Digamos que este hecho |
se ha vivido en nuestra
Iglesia entre el asombro indignado de unos, el |
aplauso de otros y el
humor de casi todos, pues los chistes vistos y leídos |
son varias docenas. |
Vamos, pues, a los datos
que están en las crónicas recientes. |
En marzo de 1975, las
revistas VIDA NUEVA e INCUNABLE publi- |
caron la lista más
completa que se ha hecho de las homilías sancionadas. |
Esa lista enumera 109
homilías multadas en menos de tres años. La suma |
de las sanciones es de
11.095.000 pesetas. Barcelona tiene dos, Bilbao 30, |
Madrid 10, Málaga una,
Mondoñedo tres, Oviedo una, Pamplona 41, Sala- |
manca una, San Sebastián
12, Valladolid tres, Vitoria una, Zaragoza tres, |
Las Palmas una. Los
confeccionadores de la lista no pudieron conocer |
exhaustivamente las formas
de pago, pero supieron que 43 sacerdotes |
sufrieron arresto
sustitutivo, con cárcel o reclusión en monasterios o en |
conventos. |
17 (37) |
De marzo a noviembre de
1975 he contabilizado sin esfuerzo (han |
podido escapárseme
bastantes) otras 23 homilías multadas, que suman |
3.350.000 pesetas.
Corresponden a Granada, seis homilías; a Cádiz, cuatro; |
a Algeciras, cuatro; a
Valencia, tres; y una a La Coruña, Pamplona, Bar- |
celona, Tarragona, Murcia
y Albacete. |
La sanción máxima por una
homilía ha sido de 600.000 pesetas. Pero |
la máxima tensión
conflictiva ha correspondido a dos homilías episcopa- |
les que, sin ser multadas,
tuvieron muy graves consecuencias: las homilías |
de monseñor Añoveros, en
febrero de 1974, y una homilía de monseñor |
Iniesta, en octubre de
1975. |
En un comentario a la
lista citada, Lamberto de Echeverría precisa |
que, para sancionar las
homilías y para imponer la prisión subsidiaria, se |
ha aplicado un sistema de
urgencia administrativa sin intervención de |
los tribunales
competentes, y que en ningún caso ha precedido un dicta- |
men pastoral de la
autoridad eclesiástica. |
Frente a estos hechos, la
Iglesia ha recordado insistentemente, por |
diversos medios, los
principios conciliares y la doctrina del Magisterio, |
que establece y proclama
el derecho a predicar con libertad el Evangelio |
y a aplicarlo a las
circunstancias humanas y al orden social y político. |
Todo el país vio el
fantasma de las homilías multadas detrás de aquel |
enérgico párrafo del
cardenal Tarancón a Su Majestad el Rey Juan Car- |
los I: «...la Iglesia
predicará el Evangelio, y lo gritará si es necesario». Los |
obispos del sur de España,
en nota de protesta de 27 de octubre de 1975, |
a raíz de una racha de
homilías multadas, señalan dos puntos claves de |
este asunto: «No podemos
menos de lamentar la dureza injustificada de |
tales sanciones, sin
suficiente comprobación de los hechos, a los que no |
pocas veces se califica
indebidamente de delictivo. Aún es más de repro- |
char la actitud de algunos
fieles de denunciar desconsideradamente a los |
sacerdotes ante las
autoridades civiles sin acudir previamente a los pas- |
tores de la Iglesia». |
(Pero, ¿no es excesivo
llamar "fieles" a tales denunciantes? ¿"fieles" de qué |
fe?,
¿"cristianos" de qué Iglesia?...) |
Teófilo Cabestrero,
C.M.F., |
(ECCLESIA, n.º 1774) |
La verdadera generosidad
con el porvenir consiste |
en dar todo el presente. -
Albert Camus |
|
18 (38) |
CONFERENCIAS |
CUARESMALES |
EN EL ORATORIO |
SEÑORAS DÍAS DEL 15 AL 18
DE MARZO |
(DE LUNES A JUEVES), A LAS |
4,30 DE LA TARDE. |
JÓVENES |
DÍAS DEL 15 AL 17 DE MARZO |
(DE LUNES A MIÉRCOLES), A |
LAS 8,30 DE LA TARDE. |
HOMBRES |
DEL 12 AL 14 DE ABRIL (DE
LU. |
NES A MIÉRCOLES), A LAS
8,30 |
DE LA TARDE. |
En cada una de las series
de conferencias, pre- |
cederá la celebración de
la santa Misa: para las |
señoras, a las 4 de la
tarde: para la juventud y |
para los hombres, a las 8
de la tarde, |
en la capilla del
Oratorio. |
19 (39) |
Inventar el futuro |
y realizarlo |
Inspirado por la cólera y
las esperanzas de |
la juventud, es primero a
la juventud a quien |
me dirijo. A la juventud
de edad, pero tam- |
bién a la juventud del
espíritu y del corazón: |
a los que creen que la
vida del hombre no |
está hecha únicamente para
aceptar o para |
maldecir, sino para
comenzar y para crear. |
Tenemos menos necesidad de
sistemas —que |
no harían del presente más
que historia, como |
se hace la de los muertos—
que de pensa- |
mientos en fusión que
puedan ser incitacio- |
nes, instrumentos o
fuerzas para inventar el |
futuro y realizarlo. |
Roger Garaudy. |
LAUS |
Director. Ramón Mas
Casanelles - Edita e imprimo: Congregación del Oratorio |
Placeta de S. Felipe Neri,
1 - Apartado 181 - Albacete - D.L AB 100/62 - 20.2.76. |
20 (40) |
|