Publicación mensual del Oratorio.
Núm. 138. FEBRERO. Año 1976.
SUMARIO
HACER más consciente la vida de fe, cultivando esta
fe, que es mirada, compañía, conocimiento y vida
L en el Señor. No es que las obras nos lleven a la fe;
sino la vida de fe que nos llevará, sin darnos cuenta casi,
al obrar como hijos de Dios. Pero la fe ha de ser cultivada;
Dios ha de ser tratado, conocido, vivido. La fe no es un
título, sino una gracia y una experiencia.
EL BAUTISMO COMO LO QUE  ES
ENTRE EL SUEÑO Y LA PRISA
DESDE MÁS ALTO
MONTALE Y MARAGALL
CANTO SPIRITUALE
DIOS, PARA INTELECTUALES
HOMILÍAS MULTADAS
1 (21)
EL BAUTISMO
COMO
LO QUE ES
Habrá que insistir una y mil veces que, para
ser cristianos, hay que superar cualquier he-
rencia sociológica y esforzarse por establecer
y mantener un contacto personal con Dios. El
Bautismo es una inserción en la vida de Dios,
que no puede limitarse al reconocimiento de
vinculación automática, por obra de la Gracia
que santifica, con la divinidad. La Gracia es
para el hombre, y el hombre es un ser perso-
nal, y debe responder a Dios "personalmente",
y no solamente con algunos actos, sino con la
entera vida de su ser, en fuerzas, inteligencia
y libertad.
Con las fuerzas, no sólo porque con ellas nos
movemos y actuamos, sino dirigiéndolas a una
finalidad que la inteligencia nos muestra con-
ducente a Dios. Y libertad, que no es antojo
ni capricho ni anarquía indomesticada del
deseo, ni transferencia de complejos a la zona
de la rebeldía, sino opción por lo bueno según
Dios, por generosidad, con alegría de conver-
ger con Dios, desde la humildad y pequeñez
de cada uno pero perseverando en la esperan-
za de un bien —el Reino de Dios— que se va
haciendo universal.
Si el Bautismo no se toma como lo que es, es
decir, como algo que debe transformar la vida
entera de cada cristiano para que apunte a esta
vocación, no vale de mucho llamarse "cristia-
no". No pasa de añadido cultural o de senti-
miento, o de ideología, o de doctrina, o de
moral. Pero no es vida. Y Cristo dijo, precisa-
mente: «YO HE VENIDO PARA QUE, LOS QUE
CREAN EN MÍ, TENGAN VIDA REBOSANTE».
2 (22)
Entre el sueño
y la prisa
PARECEN antitéticos el sueño y la prisa. Pero si nos fijamos en el tipo
de hombre que tenemos cerca y sobre el que las fuerzas sociales
ejercen mayor influjo, podríamos resumir el efecto de su presión en
estos dos sentidos que, paradójicamente, se complementan y hasta, en oca-
siones, coinciden.
Soñar: cerrar los sentidos y la capacidad racional de juicio sobre la
realidad, o abrir paréntesis fantasmagóricos que nos distraigan, alejen o
entretengan mentalmente, como espita por donde escape la ilusión —por lo
menos— de vivir, hasta sugestionarnos de que "vivimos".
Correr: no profundizar nada, no detenerse en la verdad inevitable. O
por lo menos, aplazar siempre su urgencia. Dejarlo atrás prometiendo
volver a lo importante, pero no volver nunca. Y correr más y, finalmente,
olvidarse, hasta que coincida la prisa con el sueño y el vivir sea un "correr
dormidos" o —que es lo mismo— enajenados.
¿Y el hombre: dónde está?
El hombre ha cedido porque no ha sabido, o no ha podido, o —gratifica-
do su instinto— no ha querido pensar, juzgar y elegir. Cuando a la renuncia
se le han ofrecido "apariencias" lo suficientemente ambiguas para utilizar-
las como coartada, se ha vendido incluso a la evidente iniquidad. Compuesta
la apariencia, tranquilizada la conciencia.
Si, además, el hombre vacilante, desprovisto de datos para resolver los
problemas que le envuelven, mira a su alrededor y observa actitudes pa-
3 (23)
recidas a la suya, la facilidad mimética le enrola en el flujo masivo que le
arrastra y ya, despersonalizado, no piensa más. O "piensa" la materia con-
sumible que se le suministra, para que siga creyéndose "pensador" de algo,
sin que se le conceda pensar realmente nada.
į Es el problema del "hombre-masa" en nuestra sociedad llamada de
consumo. Concepto de "consumo" que restringimos con demasiada facili-
dad a la dimensión física, biológica y comercial, pero que es preciso que nos
demos cuenta que también alcanza —y es donde se hace más temible— el
campo de las ideas, de la libertad, de la capacidad de entender y juzgar. Es
decir, la misma racionalidad humana.
1 El peligro no está en que los pocos que disponen de la acumulación de
medios para hacer publicidad de sus productos, o monopolizan los de la
propaganda de sus ideas, comuniquen a los demás hombres —en mayoría
numérica, pero desprovista de poder— la oferta de sus productos o, los
ideólogos, sus propósitos de organizar el mundo. El mal está en que se olvi-
den de que, esta mayoría inerme, es depositaria, en cada uno de sus miem-
bros, de la misma radical dignidad que ellos que la dominan y, con fre-
cuencia, la manipulan. Cuando los demás nos interesan sólo porque en
cada uno de ellos hay un posible comprador o un sufragista, y el que influ-
ye actúa de modo que otra opción sea imposible, se ha cometido un abuso
contra la dignidad del hombre.
Pero en la sociedad "de consumo" de productos y de ideas, lo peor,
todavía, no es esto. Lo peor no es engañar al hombre, ni tratarle como si
fuera imbécil: lo peor es imbecilizarle; es incapacitarle para pue no pueda
ni sepa elegir; es hacerlo a él mismo "mentira de hombre" descentrando
su atención o alejándola de la tierra firme de la objetividad. Porque, cuan-
do se generalizan, a ello llegan las omnímodas presiones colectivas dirigi-
das técnicamente a la estimulación de aquellos resortes primarios —miedo,
codicia, placer, venganza, orgullo...— que es siempre posible rastrear en el
subconsciente de todo ser humano, pero que no es lícito alcanzar o descu-
brir sin ayudar, al mismo hombre, a que los domine y ordene, de modo que
su dignidad no sufra menoscabo.
Cuando esto no se hace —muchas veces incluso se impide— la "respuesta"
a la estimulación no supera lo irracional, cualquiera que sea el valor ficticio
que la propaganda o la publicidad pretendiera atribuir o extraer, o la pompa
de los nombres con que se enmascare la utilización —excitativa o inhibito-
ria— del fondo primario y pasional humano manipulado.
El hombre espiritual y racionalmente "dormido" o el activo, pero super-
ficial, disperso y novelero, queda deshumanizado, porque llega a "necesi-
tar" lo mismo que le desnaturaliza. Cualquier esfuerzo cristianizador debe
comenzar, desde luego, por devolver la conciencia al recto uso racional y
libre de las capacidades verdaderamente humanas, sin lo cual, la invoca-
ción o atribución de la fe, no pasaría de decoración cultural, sin relación
ninguna con la transformación y elevación sobrenatural que su autentici-
dad exige.
4 (24)
Desde más alto
NO HABRÍA ninguna duda para l-
amente ninguna angustia para
el corazón, ningún dolor para
los sentidos, si el hombre fuese, ya,
un ser terminado, completo; si una
Bola individualidad humana hubiese
sido capaz de haber alcanzado la ple-
nitud de todos sus desarrollos, previs-
tos por la Sabiduría, la Fuerza, el Amor
—es lo mismo: por Dios—, cuando le
dio la existencia.
Si al hombre le asalta la duda, es
que todavía busca, si pasa por el dra-
ma de sus sentimientos es que toda-
vía espera, y si siente el dolor de sus
limitaciones —físicas o morales— es
que todavía crece. El hombre es una
incompletez en movimiento, es un
dinamismo inteligente que indaga, es-
pera, se desarrolla. No se puede medir
por una sola unidad, ni por la suma
de todas ellas tomadas, transversal-
mente, en un solo momento. Hay que
subir más alto y, desde la atalaya de
una síntesis prodigiosa que recoja el
pasado, otee el porvenir, y considere el
presente, mire y valore un momento,
O se pare en una individualidad, pero
relacionándolos con la perspectiva es-
bozada de una totalidad inmensa, del
proyecto humano total, que se inicia
en la creación y acaba en el destino
glorioso —de uno y de todos—. Si
fuésemos capaces de meditar en el
hombre desde esta actitud, habría
habido menos iconoclastas, menos
perseguidores de herejes, menos ven-
gativos de su propia ignorancia.
No todo es verdad, por supuesto;
pero hemos corrido mucho en llamar
"mentira" a aquello que simplemente
éramos incapaces o perezosos para
analizar. Y esa misma inhibición, en
ocasiones, ha despertado la reacción
simétrica de convertir en perversión
la bondad original, en un principio
inocente, pero enseguida abandonada
y pasando, de la soledad del abandono
y la desesperanza, a lo negativo del
resentimiento, imitando el mismo esti-
lo del primero que la despreció.
Primero una afirmación, después
defensa de esta afirmación, luego sólo
autodefensa, como lámpara que se
preocupa de su cristal y se olvida —y
se le apaga— la llama que debería ser
razón y substancia de su ser. Hemos
tenido cerca "católicos" que han hecho
de este nombre una coraza para com-
batir o escarnecer principios auténti-
camente evangélicos; hemos visto "ca-
tólicos" a quienes de Dios, solamente
les interesaba lo que coincidía con
atrincheramientos de intereses abier-
tamente injustos o muy discutibles,
pero que una manera irracional de
interpretar la fe, convertía a ésta en
falaz argumento protector de egoísmos
privados o tribales. Hemos visto, no
sólo el recelo, sino la oposición a los
esfuerzos de la Iglesia, cuando ésta
busca, renovando generosidades, ayu-
dar al hombre, también de nuestros
días.
El drama no es nuevo, sino de siem-
pre. Lo que ocurre es que se agudiza
5 (25)
en nuestra época, cuando los cambios
y transformaciones ponen más en evi-
dencia lo urgente de evitar desfases,
para que, también esta situación cul-
tural de hoy pueda ser evangelizada y
contribuya, en un grado más, al desa-
rrollo de esa humanidad que ha de
ser cristiana, no desde una posición
de dominio, sino desde una evangeli-
zación de la Verdad, más nueva que
la realidad en que incide porque tiene
más cosas que estrenar; más valiente
que los proyectos de los hombres a
quienes se dirige, porque quiere ir aún
más lejos y más deprisa; más fuerte
que todos sus impulsos, porque los su-
pera, estaba antes y seguirá después.
El Cristianismo es más que una reli-
gión, es más que una manera o que la
manera de relacionarnos o tratar con
Dios. El Cristianismo no es una opo-
sición a lo creado, tal vez ni la supe-
ración de lo creado, sino la transforma-
ción, la "redención" espiritualizadora,
la liberación santificante, la restitu-
ción a Dios, la vuelta al sentido de una
creación que es "nueva" y mejor:
siempre, cada día, todo es mejor; el
mundo se mueve mejorando, emer-
giendo incesantemente perfecciona-
mientos latentes que se descubren
hora tras hora.
Esa meta gloriosa, que llamamos
"cielo" no es la revancha frente a los
males o incapacidades de este mundo,
sino que es el fin de este mundo: fin
no como desastre, como ruina; sino fin
como acabamiento ya perfecto, a punto
de estreno para la eternidad, marco
de la gloria de Dios y de todos sus
hijos, las creaturas racionales y libres.
¡Un cielo nuevo y una tierra nueva,
un hacer nuevas todas las cosas, un
Dios todo en todos, una liberación de
la creación!
Se trata de recoger todo impulso,
todo aliento; se trata de descubrir el
sentido de crecimiento de nuestra pro-
pia vida y del universo entero; se trata
de reconocer esta presencia y presi-
dencia de Cristo en todo – ¡auténtica
anticipación de la medida de todo lo
humano hacia Dios!. Se trata de dila-
tar la fe: hambre y sed de una visión
más amplia: generosa, totalizante,
trascendente.
El amor es la fuerza más humilde, pero la más poderosa
de que dispone el mundo.
El mundo ya está cansado de tanto odio.
Las naciones no podrán unirse verdaderamente y concurrir
al bien común de la humanidad, a menos que reconozcan expre-
samente y acepten la ley del amor en las relaciones nacio-
nales e internacionales. Las naciones no pueden alcanzar la
verdadera civilización sino en la medida en que acepten esta ley.
Yo me siento incapaz de odiar. Gracias a una larga discipli-
na, basada principalmente en la oración, he intentado, desde
hace cuarenta años, amar a todos.
Mahatma Gandhi
6 (26)
Dos poetas
Montale y Maragall
A VECES el hermetismo es la
única libertad cuando, frustrada
toda esperanza, «como si todos
estuviéramos ya muertos, sin saberlo»
—diría Montale—, es hacia adentro
que se mira y se habla a los demás. O
se piensa en voz alta para que, tam-
bién otros, buceen en el misterio de la
verdad creciente, a la que cada uno ha
de añadir su mirada.
Pensar es mirar, pensar es vivir, y
pensar y mirar es juzgar. Existe una
lógica, asentada en la esperanza, in-
cluso cuando ella hace crisis, que no
admite la dureza categórica de lo de-
finitivo e inmóvil, sino que se desarro-
lla y crece hacia adentro, cuando no
puede hacerlo hacia afuera: como en
los árboles, que crecen por las raíces,
cuando el frío congela el desarrollo
de sus ramas.
Hay inviernos para el corazón, y el
hombre más sensibilizado y lúcido, e,
igualmente, más generoso y leal, no
puede resignarse ni al silencio ni a la
muerte, y sigue hablando y mirando.
Su porfía se agudiza hasta describir
un arco más amplio apoyándose en
más profundos cimientos. Habla a los
demás, tan fuerte que puedan oírlo to-
dos, tan claro que puedan entenderlo.
Pero el vigor de su fuerza se consoli-
da cuando más hacia adentro hinca
Bus raíces, cuando más profundamen-
te encuentra su razón. Y la claridad,
en un esfuerzo supremo por superar
toda confusión momentánea, pueble-
rina, fácil y oportunista, se nutre de
transparencias espirituales que la pu-
rifican para hacer perdurable su vi-
gencia de modo que ya en el mismo
momento, pero no sólo para este mo-
mento, valga y alcance a todos y para
todos. Para todos los que, abiertos al
esfuerzo, añadan a la corriente inicia-
da en un manantial anterior, como al
río el afluente, su personal y propia
claridad, su sinceridad, su generosa
sed de verdad. Para éstos hablan los
verdaderos poetas; para estos estilizan
su verdad en forma de belleza, y ma-
nifiestan esta belleza en claridades de
pensamiento, cuya luz no perciben los
que no son —o son menos— "limpios
de corazón".
Por esta razón los poetas son, con
frecuencia, menos comprendidos por
sus coetáneos, que por las generacio-
nes que les siguen; su intuición es
más veloz que la vulgaridad que les
circunda y que, paradójicamente, les
estimula. Ahora comprendemos y po-
demos interpretar mejor a Quevedo
que los de su mismo siglo, como poeta
y como creyente. Y = siempre cerca
de nosotros comenzamos a com-
prender a Machado, a pesar de los
complejos de culpa y de oportunismo
de varios de los que lo evocan: su sin-
ceridad, su tristeza, su búsqueda de
Dios, en todo lo que le era "prójimo"
—indiferente, ignorante u hostil, con
no demasiadas consoladoras excepcio-
nes—. Más tarde, todavía, compren-
deremos y podremos interpretar a
Espriu. Y otros, cuya tristeza impreg-
7 (27)
nó o impregna su misteriosa sereni-
dad; que parecen cerrados, pero que
en realidad elaboran, trabajosamente,
espiritualmente, cantos de esperanza,
clamores de absoluto, desgarro o pro-
testa en nada teatral, de pudor inman-
cillado, sin apartar la mirada del
mundo, jamás indiferentes ni confor-
mistas, y por esto esperanzados.
Desesperanza y esperanza. El deses-
perado que habla y mira hacia adentro,
todavía espera, porque tiene la con-
ciencia de que aventa el inextinguido
rescoldo de la vocación humana.
Poetas y profetas. Su voz, idéntica
o paralela, buscan el mismo absoluto
y van hacia el mismo fin. Hay una
validez perenne, afinada, sin escorias,
de las palabras, de los pensamientos
que denominamos clásicos" porque
jamás pierden actualidad. Como hay
la palabra "clásica" —los creyentes
denominamos "sagrada"— de Dios,
siempre abierta a mejor y más profun-
da interpretación, si sumamos nuestra
mirada al mirar de Dios, "si miramos
con la mirada de Dios dentro de noso-
tros" —nos dijo Maragall—. Los san-
tos, los profetas, los poetas —los ver-
daderos poetas, no meros esteticistas
o estilistas, nos recordaría Carlo
Cassola— no pueden prescindir de
Dios cuando contemplan el mundo, ni
pueden mirar el mundo sin descubrir,
de alguna manera, a Dios, en la abso-
lutidad de sus exigencias. Por esto
tropiezan con lo vulgar y con lo des-
pótico. Aun sin pretenderlo, lo ponen
en evidencia, y lo denuncian, en un
afán impenitente de elevación, de pu-
rificación, de aproximación a la tras-
cendencia.
Eugenio Montale, el último Nobel
de literatura, pertenece a la genera-
ción de los poetas, afinador de una
verdad, exquisita y hermética, patética
a veces, que contenía la única reacción
posible, indescifrable a la vulgaridad
del despotismo fascista, precisamente
denunciado, en aquellos veinte años de
silencio impuesto a Italia, cuyo final
era el absurdo. «No podemos decir lo
que no somos, ni lo que no queremos»,
exclamaba Montale.
De él conocemos una hermosa tra-
ducción al italiano de la tal vez mejor
poesía de Joan Maragall: Cant espiri-
tual. La ofrecemos en páginas centra-
les, seguida del original catalán y
traducción castellana.
No es ésta la ocasión de establecer
una relación literaria entre Maragall
y Montale, ambos verdaderos poetas.
Pero Maragall, el más auténtico de
los románticos de la historia literaria
española, aunque posterior a la época
del romanticismo, representa más bien
una búsqueda de la trascendencia en
el mundo anterior a la Primera Guerra
Mundial; Montale, en cambio, es una
reacción de uno de sus efectos, el fas-
cismo. Y para establecer una relación
literario-religiosa, habría que extender
a Manzoni la referencia, también ro-
mántico y de corte especial, a la par
que Maragall.
Desde el punto de vista religioso, a
nosotros, nos ha llamado la atención
el hecho de que Montale recogiera y
vertiera a la lengua de Dante, la mara-
villa del Cant espiritual. Y otra cir-
cunstancia: la simpatía por Florencia,
la ciudad de la oriundez de san Felipe,
plataforma de una etapa importante
de Eugenio Montale, donde tenía su
sustento y su pretexto en el cargo de
bibliotecario, pero la verdadera y es-
piritual profesión de poeta, en lo me-
jor de su producción, contemporáneo
del entonces cecuciente Giovanni Papi-
8 (28)
ni, entusiasta de san Felipe y, como él,
visitador de aquella iglesia que detrás
de Piazza della Signoria, es el ejemplo
más característico del barroco de la
ciudad del Arno, y recuerda al santo
florentino que, hace cuatro siglos, emi-
gró a Roma para cambiar espiritual-
mente la ciudad de los Papas.
San Felipe: nacido y educado en una
tierra de artistas, fue y ha sido siempre
un nombre que ellos han respetado y
muchas veces amado, especialmente
poetas y músicos. Curiosamente, Mon-
tale es poeta y músico a la vez.
Otro tanto de Maragall: no ya porque
dedicó uno de sus más célebres
artículos periodísticos —L'església cre-
mada— al Oratorio barcelonés de
Gracia, sino porque un Padre joven de
aquella comunidad —Xavier Jordana—
guio su espíritu de fervoroso cristiano,
en la vida, en la enfermedad y en la
muerte, que fue en 1911.
Maragall y la muerte constituirían
un tema más que literario. «La muerte
no existe» decía y repetía Maragall.
Poesía, verdad y vida, no eran hui-
das de la realidad, sino su profundi-
zación. Y en esto sí coincidiría con
Montale. Como Novalis —otro román-
tico purificado— creía Maragall: «La
poesía es la verdad... Cuanto más poé-
tico, más verdadero».
Cuando leemos a los profetas del
Antiguo Testamento, son poesía y ver-
dad; son historia y anuncio, relato y
exhortación.
Cuando leemos las parábolas evan-
gélicas —como género literario todavía
no superadas— su belleza se nos ofre-
ce como elocuencia inagotable, si acu-
dimos con corazón abierto, si nos
hacemos afluente de su rio, claridad
de su luz... Son poesía y son verdad.
Purificado de cualquier baja es-
coria, de toda plebeyez, sus predi-
lecciones. sus amores, nos llevan
concordemente a Florencia: la te-
naz admiración que s. Felipe Neri
profesó siempre por Savonarola: la
disposición para escribir poesías;
el gusto por la música (Florencia
era la patria del nuevo estilo ma-
drigalista), que ha dado celebridad
al Oratorio, incluso entre los profa-
nos; su predilección por el pensa-
miento platónico que precisamente
en Florencia había resucitado un
siglo antes y todavía se mantenía
vivo en el alma de Buonarrotti: y,
finalmente, el carácter democrático
de la constitución de la Congrega-
ción que el fundó.
Todo ello nos recuerda su patria,
jamás olvidada: y prueba así, una
vez más, nuestro santo, si preciso
fuera, que lo impreso en el corazón
y cl carácter del adolescente, es lo
que se revela y da color al resto de
toda la vida.
Giovanni Papini
No es extraño que los poetas, estili-
zadores —y por eso artistas— de la
verdad, se acerquen a Dios y nos acer-
quen a Dios. Y anuncien y prediquen
las exigencias divinas en esta vida,
hondamente, por encima de toda vul-
garidad, frente a cualquier opresión,
con la palabra y con el silencio (al fin
y al cabo, paréntesis de atención, en el
espíritu despierto, para mejor reso-
nancia de la palabra").
No es extraño que Montale, se acer-
que a la benignidad interior y pacífi-
ca de otro poeta que lleva, en el cora-
zón, un mundo mayor que el que
contemplan los ojos del rostro: Joan
Maragall.
9 (29)
CANTO SPIRITUALE.
Joan Maragall,
Trad. de Eugenio Montale
SE il mondo è tanto bello, se si speccia
la tua pace nei nostri occhi, tu
potrai darci più in un'altra vita?
Perciò tengo così, Signore, agli occhi,
al volto, al corpo che m'hai dato e al cuore
che vi batte; e perciò temo la morte.
Con che altre sensi mi farai vedere
sulle montagne questo cielo azzurro,
e il mare immenso e il sole ovunque acceso?
Metti tu nei miei sensi eterna pace, will
e non vorrò che questo cielo azzurro.
Chi mai non disse «fermatil» a un momento,
fuor di quello che gli portò la morte,
non lo intendo, Signore; io che vorreio
fermar tanti momenti d'ogni giorno :*
per farli eterni nel mio cuore. —O questo
«farli eterni» è già la morte? —E che sarebbe
allora mai la vita? Ombra del tempo,
illusione del "qui" e del "laggiù"; 409 89
10 (30)
e il calcolo del poco e il molto e il troppo
solo un inganno, perchè il tutto è il nulla?
Non importa. Sia il mondo ciò ch'esso è,
così diverso, esteso e temporale,
questa terra con cuanto in essa cresce
è la mia patria; e non potrà, Signore,
essere la mia patria celestiale?
Uomo sono e la mia misura umana :
per ciò che posso credere e sperare;
se qui fede e speranza in me si fermano,
nel'aldilà me ne farai tu colpa?
Nel'aldilà io vedo cielo e stelle,
anche lassù vorrei essere un uomo: ....-
se ai miei occhi le cose hai fatto belle,
se per esse m'hai fatto gli occhi e a sensi,
con un altro "perchè" dovrò rinchiuderli?
Tu sei, lo so; ma dove, chi può dirlo?
In me ti rassomiglia ciò que vedo...
Lasciame creder dunque que sei qui.
E quando verrà l'ora del timore
che ciuderà questi miei occhi umani,
aprimene, Signore, altri più grandi
per contemplare la tua immensa face,
e la morte mi sia un più grande nascere.
11 (31)
VERSIÓN EN CASTELLANO
DEL "CANT ESPIRITUAL"
DE JOAN MARAGALL
Si el mundo es va tan bello, si se mira —con tu paz dentro de nuestros ojos, —¿qué más
nos puedes dar en otra vida? —Por esto quiero tanto estos ojos, y el rostro. —y el cuerpo
que me has dado, Señor, y el corazón —latiendo siempre por esto temo la muerte. —¿Con
que otros sentidos harás que ven el cielo azul por encima de las montañas, y el mar
inmenso y cl sol resplandeciente por todas partes? —Ponme en estos sentidos la paz
eterna —y no querré mus ciclo que este azul. —Al que a ningún momento dijo "detente, -
sino solamente al que le trajo la muerte. —yo no lo comprendo, Señor: yo, que querría -
detener tantos momentos cada día —para hacerlo eternos en mi corazón. —¿O es que
este eternizarlos ya es la muerte? —¿Pero, entonces, la vida, que sería? —¿La sombra,
tal vez, del tiempo que pasa, —o la ilusión de lo lejano y de lo próximo, —o el contar
de lo mucho y poco y demasiado, —como un engaño, porque ya todo es nada? —No
importa. Este mundo, sea como sea, —tan diverso, tan extenso, tan temporal: —esta
tierra, con todo lo que en ella cobra vida, —es mi patria. Señor: ¿y no podría —ser,
también mi patria celestial? —Yo soy un hombre, y humana es mi medida —en todo lo
que alcanzo a creer y a esperar: —si mi fe y mi esperanza se detienen aquí –¿me lo
echarás en culpa más allá? —Más allá veo el cielo y las estrellas, —y todavía allí quisiera
estar: —si has hecho las cosas tan bellas a mis ojos, —y éstos y mis sentidos me los has
dado para ellas, —¿por qué cerrarlos esperando otro "por qué? —Si para mí no habrá
nada mejor. —ya sé, Señor, que existes pero ¿dónde y quién lo sabe? —Todo cuanto
veo se te me representa en mí. —Deja que crea, pues, que estás aquí. —Y cuando venga
la hora del temor —que cerrará calos ojos humanos. —Ábreme, Señor, otros ojos mayo-
res —para contemplar tu faz inmensa. —Y sea para mí la muerte un más grande naci-
miento.
LAUS
se reparte gratuitamente a los amigos
del Oratorio que lo solicitan.
LAUS
Apartado 182
ALBACETE
12 (32)
CANT ESPIRITUAL
SI EL MÓN ja és tan famós, Senyor, si es mira
amb la pau vostra a dintre de l'ull nostre,
què més ens podeu dar en una altra vida?
Per'xò estic tan gelós dels ulls, a el rostre,
i el cos que m'heu donat. Senyor, i el cor
que  s'hi mou sempre... i temo tant la mort!
Amb quins altres sentits me'l fareu veure
aquest cel blau damunt de les muntanyes,
i el mar immens a el sol que per tot brilla?
Deu-me en aquests sentits l'eterna pau
i no voldré més cel que aquest cel blau.
Aquell que a cap moment li digué: —Atura't—,
sinó al mateix que li dugué la mort,
jo no l'entenc, Senyor, jo, que voldria
aturar tants moments de cada dia
per fê'ls eterns a dintre del meu cor!...
O és que aquest "fer etern" és ja la mort?
Mes llavores, la vida què seria?
¿Fóra l'ombra només del temps que passa,
la il·lusió del lluny a de l’a prop,
i el compte de lo molt a el poc a el massa,
enganyador, perquè ja tot ho és tot?
Tant se val! Aquest món, sia com sia,
tan divers, tan extens, tan temporal;
aquesta terra, amb tot lo que s'hi cria
és ma pàtria, Senyor; a i no podria
ésser també una pàtria celestial?
Home só i és humana ma mesura
per tot quant puga creure a esperar:
si ma fe a ma esperança aquí s'atura,
me'n fareu una culpa més enllà?
Més enllà veig el cel a les estrelles,
i encara allí voldria ésser-hi hom:
si heu fet les coses a mos ulls tan belles,
si heu fet mos ulls a mos sentits per elles,
per què acluca'ls cercant un altre com?
Si per 'mi com aquest no n'hi haurà cap!
Ja ho sé que sou, Senyor; pro on sou?, qui ho sap?
tot lo que veig se vos assembla en mi...
Deixeu-me creure, doncs, que sou aquí.
I quan vinga aquella hora de temença
en què s'acluquin aquests ulls humans,
obriu-me'n, Senyor, uns altres de més grans
per contemplar la vostra faç immensa.
Sia'm la mort una major naixença!
Joan Maragall
13 (33)
Todas las semanas en
vida nueva
Una completa información de la Iglesia
en España y en el mundo
—Un estudio del problema de mayor ac-
tualidad —Una visión cristiana del mundo político,
social, cultural, y artístico
vida
nueva
Revista semanal de
información general
y religiosa
P.P.C. - E. Jardiel Poncela, 4
Apartado 19.049 - Madrid (16)
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DIOS,
para intelectuales
NO ES VERDAD que los buenos
intelectuales, por ser intelec-
tuales, pierden la fe, si la tenían,
o les resulta más difícil que a las per-
sonas sólo medianamente instruidas,
admitir a Dios en su vida.
Lo más probable es que se produzca,
en ellos, un desnivel entre el progreso
que alcanzan en los demás saberes y
la in movilidad de los escasos conoci-
mientos y experiencias de Dios origi-
narios; origen que por lo común se
remonta a la infancia y saber que a
buen seguro no excedía ese mínimo
irrisorio de un catecismo de primera
comunión... Por de pronto les aver-
güenza volver a ser niños.
Pero si, además, el Cristianismo es
una vida, la paralización mantenida
hasta la adultez, no se compensa sin
un verdadero esfuerzo sin la genero-
sidad de una redoblada abnegación
que, indudablemente, obliga a replan-
teamientos profundos, de perspectivas
finales siempre hermosas, que, gene-
ralmente, se alcanza siempre y sólo a
través de inmediatas renuncias.
Otro Cristianismo, el de un barniz
hipócrita o de apariencia superficial y
sociológica, tampoco es un verdadero
Cristianismo y, por poco que su inte-
ligencia se detenga a considerarlo, lo
rechazan. Otro tanto de la versión bea-
til o fanático-sentimental, compensa-
dora asequible de la humillación no
aceptada que viene de las humanas
limitaciones.
Es un problema, y se rechaza.
Pero acostumbrados a razonar más
o menos todo, habrá que razonar tam-
bién este rechazo y el hacerlo apo-
yándose en cualquier pretexto cientí-
fico, es el modo más cómodo de hacer
la réplica imposible a los menos cul-
tos que pudieran atreverse a contra-
decirles.
El dinamismo de nuestra época, es
comentado por todo el mundo; pero
tanto si se lamenta como si se alaba,
al fin nadie deja de acoplarse y aco-
modarse al ritmo que impone. Lo
contrario sería perecer. Las costum-
bres, los horarios, la organización de
las actividades, la selección de los
productos y su consumo... todo acaba
siendo finalmente admitido. Tal vez
llevados del cansancio de tanto cam-
biar, referente a las cosas de Dios se
haya convenido que allí por los me-
nos teníamos algo estático y fijo con
la garantía de lo siempre permanente,
y que por ello nos compensaba de la
fatiga impuesta por el continuo movi-
miento. Pero ello es sólo parcialmente
verdadero: Dios necesariamente es
siempre el mismo, pero la vida tam-
bién necesariamente, es siempre cam-
biante en su fluidez inagotable. Y,
finalmente, Dios es para esta vida
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siempre en renovación. El no tenerlo
en cuenta ha podido influir en favore-
cer una falsa imagen de Dios, simplifi-
cada en el éxtasis infantil o enajenado,
de una idea desplazada de la realidad
vital e irrenunciable.
Pero hay también una cuestión de
generosidad y de humildad que los
que encuentran inadecuado o inútil
el pensamiento de Dios, en no pocas
ocasiones les atañe.
Generosidad, decimos, porque Dios
es gratuito, Dios y lo que sepamos de
él y lo que hagamos por él en esta vi-
da, no tiene compensación, no es gra-
tificado al portador como las demás
aportaciones de otros esfuerzos, de
otras dedicaciones, de otros saberes,
de otros prestigios. A nadie, en unas
oposiciones, le hacen o pueden hacer,
una radiografía espiritual para que,
de acuerdo con su grado y vida de fe,
le den mejor empleo. Luego, para mu-
chos hombres, Dios, como adorno,
como añadido, va bien, pero lo prime-
ro es lo gratificable, y lo que tiene pre-
cio es preferido a Dios.
No vamos a entrar aquí en si son
convenientes o no las asignaturas de
Religión en los estudios secundarios
y en los universitarios; pero sí que
podemos preguntarnos qué interés
representan los conocimientos de Dios
en comparación de los preferidos real-
mente, que son los literarios y los
científicos. No digamos de nuestras
Universidades donde todavía existe la
asignatura de Religión, pero por el
fácil procedimiento de abonar, por su-
puesto, la matrícula, entregar a fin de
curso una papeleta al bedel y pasar
unos días después a recoger un "apro-
bado" sin clases, sin lecciones, sin
profesor...
Un ingeniero, un médico, un abo-
gado, un filósofo... ¿qué sabrán de
Dios, en relación y a la altura de los
demás conocimientos que han adqui-
rido, o se presume que han adquirido?
Pero el grado y la medida en que
esto es así, no la carguemos toda en las
instituciones. Los cristianos de verdad,
por sí mismos, deberían interesarse
por ir nivelando las adquisiciones que
van haciendo de otras experiencias y
de otros conocimientos, con el conoci-
miento y la experiencia de Dios.
Sólo que, la sabiduría de Dios no es
un honor, ni título para un sueldo.
Por este motivo unos optan por el
respetuoso silencio. Otros por la abs-
tención de lo que "no entienden" por
pura ignorancia. Otros inventan pseu-
do-sabidurías donde amparar su dis-
crepancia. Otros abren paréntesis de
puro sentimentalismo para Dios, pero
sin dejarle entrar en los egoísmos de
su propia vida; sentimentalismo que
les cure de algún miedo, pero que
nunca les acaba de llevar a un verda-
dero amor.
Y algunos —tal vez más de los que
pensamos— creen sinceramente en
Dios mientras se esfuerzan por inte-
grarlo en todo lo nuevo que descubren
con su saber y se admiran, agradeci-
dos, de la belleza de la verdad siempre
creciente.
Para juzgar de las COSAS es preciso no sólo el conocimiento
de ellas, sino también poseer un sentimiento vivo de la época
en que se realizaron. - Jaime Balmes
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Predicación conflictiva en la España posconciliar:
HOMILÍAS
MULTADAS
EL TEÓLOGO protestante, George Casalis, escribió (hace años) un
libro, cuyo título en español seria "LA HOMILIA, PROBLEMA POLÍTICO".
Y cuando uno de nuestros editores quiso traducirlo, le fue pro-
hibido.
Las homilías multadas han venido a ser en los últimos años una de
las partidas fuertes de las sanciones gubernativas, y el delito (?) que —por
impago— ha llevado más sacerdotes a la cárcel. Ha sido también uno de
los puntos más agrios en las relaciones (o no "relaciones") entre el Estado
y la Iglesia.
Las causas de esta escalada conflictiva, sin par y sin precedentes,
esclarecen algunas peculiaridades españolas del proceso en que la predi-
cación entró por obra y gracia del Vaticano II. Digamos que este hecho
se ha vivido en nuestra Iglesia entre el asombro indignado de unos, el
aplauso de otros y el humor de casi todos, pues los chistes vistos y leídos
son varias docenas.
Vamos, pues, a los datos que están en las crónicas recientes.
En marzo de 1975, las revistas VIDA NUEVA e INCUNABLE publi-
caron la lista más completa que se ha hecho de las homilías sancionadas.
Esa lista enumera 109 homilías multadas en menos de tres años. La suma
de las sanciones es de 11.095.000 pesetas. Barcelona tiene dos, Bilbao 30,
Madrid 10, Málaga una, Mondoñedo tres, Oviedo una, Pamplona 41, Sala-
manca una, San Sebastián 12, Valladolid tres, Vitoria una, Zaragoza tres,
Las Palmas una. Los confeccionadores de la lista no pudieron conocer
exhaustivamente las formas de pago, pero supieron que 43 sacerdotes
sufrieron arresto sustitutivo, con cárcel o reclusión en monasterios o en
conventos.
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De marzo a noviembre de 1975 he contabilizado sin esfuerzo (han
podido escapárseme bastantes) otras 23 homilías multadas, que suman
3.350.000 pesetas. Corresponden a Granada, seis homilías; a Cádiz, cuatro;
a Algeciras, cuatro; a Valencia, tres; y una a La Coruña, Pamplona, Bar-
celona, Tarragona, Murcia y Albacete.
La sanción máxima por una homilía ha sido de 600.000 pesetas. Pero
la máxima tensión conflictiva ha correspondido a dos homilías episcopa-
les que, sin ser multadas, tuvieron muy graves consecuencias: las homilías
de monseñor Añoveros, en febrero de 1974, y una homilía de monseñor
Iniesta, en octubre de 1975.
En un comentario a la lista citada, Lamberto de Echeverría precisa
que, para sancionar las homilías y para imponer la prisión subsidiaria, se
ha aplicado un sistema de urgencia administrativa sin intervención de
los tribunales competentes, y que en ningún caso ha precedido un dicta-
men pastoral de la autoridad eclesiástica.
Frente a estos hechos, la Iglesia ha recordado insistentemente, por
diversos medios, los principios conciliares y la doctrina del Magisterio,
que establece y proclama el derecho a predicar con libertad el Evangelio
y a aplicarlo a las circunstancias humanas y al orden social y político.
Todo el país vio el fantasma de las homilías multadas detrás de aquel
enérgico párrafo del cardenal Tarancón a Su Majestad el Rey Juan Car-
los I: «...la Iglesia predicará el Evangelio, y lo gritará si es necesario». Los
obispos del sur de España, en nota de protesta de 27 de octubre de 1975,
a raíz de una racha de homilías multadas, señalan dos puntos claves de
este asunto: «No podemos menos de lamentar la dureza injustificada de
tales sanciones, sin suficiente comprobación de los hechos, a los que no
pocas veces se califica indebidamente de delictivo. Aún es más de repro-
char la actitud de algunos fieles de denunciar desconsideradamente a los
sacerdotes ante las autoridades civiles sin acudir previamente a los pas-
tores de la Iglesia».
(Pero, ¿no es excesivo llamar "fieles" a tales denunciantes? ¿"fieles" de qué
fe?, ¿"cristianos" de qué Iglesia?...)
Teófilo Cabestrero, C.M.F.,
(ECCLESIA, n.º 1774)
La verdadera generosidad con el porvenir consiste
en dar todo el presente. - Albert Camus
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CONFERENCIAS
CUARESMALES
EN EL ORATORIO
SEÑORAS DÍAS DEL 15 AL 18 DE MARZO
(DE LUNES A JUEVES), A LAS
4,30 DE LA TARDE.
JÓVENES
DÍAS DEL 15 AL 17 DE MARZO
(DE LUNES A MIÉRCOLES), A
LAS 8,30 DE LA TARDE.
HOMBRES
DEL 12 AL 14 DE ABRIL (DE LU.
NES A MIÉRCOLES), A LAS 8,30
DE LA TARDE.
En cada una de las series de conferencias, pre-
cederá la celebración de la santa Misa: para las
señoras, a las 4 de la tarde: para la juventud y
para los hombres, a las 8 de la tarde,
en la capilla del Oratorio.
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Inventar el futuro
y realizarlo
Inspirado por la cólera y las esperanzas de
la juventud, es primero a la juventud a quien
me dirijo. A la juventud de edad, pero tam-
bién a la juventud del espíritu y del corazón:
a los que creen que la vida del hombre no
está hecha únicamente para aceptar o para
maldecir, sino para comenzar y para crear.
Tenemos menos necesidad de sistemas —que
no harían del presente más que historia, como
se hace la de los muertos— que de pensa-
mientos en fusión que puedan ser incitacio-
nes, instrumentos o fuerzas para inventar el
futuro y realizarlo.
Roger Garaudy.
LAUS
Director. Ramón Mas Casanelles - Edita e imprimo: Congregación del Oratorio
Placeta de S. Felipe Neri, 1 - Apartado 181 - Albacete - D.L AB 100/62 - 20.2.76.
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