Publicación mensual del Oratorio.
Núm. 142. JUNIO. Año 1976.
SUMARIO
CONSUBSTANCIAR la fe con la vida; no una fe para
después de la vida, ni una fe al lado o adjetivando
la vida del hombre. La Iglesia de Cristo es el pro-
yecto de esta inserción de su Evangelio en todo el existir,
pensar, querer, poder y hacer del hombre en este mundo,
desde este mundo, para transformarlo en "Reino de Dios".
PEDRO Y PABLO
¿QUÉ LE PEDIMOS A LA IGLESIA?
LA PROGRAMACIÓN RELIGIOSA DE RTVE
«NO TE PIDO QUE LOS SAQUES DEL MUNDO»
EXAMEN DE CONCIENCIA PARA POLÍTICOS
CRUELDAD Y PECADO DE LA TORTURA
1 (101)
PEDRO
Y PABLO
ORIGINALMENTE, la Iglesia
tuvo la base y el impulso de
dos grandes figuras a las que
es preciso referirse siempre que
nos remontemos a su nacimiento:
Pedro y Pablo. Diferentes en el
descubrimiento de Cristo, coinci-
dentes, una vez hallado, en su ab-
soluta fidelidad; intérpretes del pro-
yecto de una comunidad universal
que parte de la presencia de Jesu-
cristo en medio de su pueblo, pero
que se extiende a todo el mundo.
Proyección posterior, extensa en
el espacio, perdurable en el tiempo,
profunda en las realidades que
quiere penetrar y transformar.
Pedro y Pablo representan dos
estilos diversos, pero complemen-
tarios de la capacidad de virtua-
lidades de una tradición que se
hace levadura y fermento de trans-
formación, hasta ir más allá del
ámbito del primer inicio, casi de
pueblo, en familia, en grupo peque-
ño de amigos, pero que, sin perder
la autenticidad primigenia de todo
lo puro, auténtico, sincero y espiri-
tual que la sencillez guardaba, ha
de ser transportado a "toda la crea-
ción", a todos los seres sin distin-
ción de raza, cultura, lugar o condi-
ción, quienquiera que sea el hom-
bre al que alcance.
Esta nueva, grande y universal
hermandad humana es la Iglesia,
cuerpo vivo de Cristo en la historia
de los hombres, todavía peregrinos
por los caminos de la tierra, pero,
de alguna manera, ya abrazados,
enracimados, "en comunión" con el
sobrenatural organismo misterioso
del Cristo que prepara, al alcanzar
la suya, nuestra glorificación. To-
davía en la tierra, la Iglesia, pero
alcanzando las primeras claridades
del albor de la gloria de los santos.
Nada importa el polvo que, ahora,
mientras camina, salpique sus pies
al andar.
LAUS
se reparte gratuitamente a los
amigos del Oratorio que lo so-
licitan. Envíen su dirección a
Apartado 182 - Albacete
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¿Qué le pedimos
a la Iglesia?
LOS CRISTIANOS no le pedimos; «estamos» en la Iglesia. Más que
suceder a Cristo, in tomamos como su desarrollo misterioso en
el mundo, como el «Cuerpo místico de Cristo», o, como Bossuet
señalaba, «la extensión de Cristo en la Historia». Estar en la
Iglesia, vivir la gracia, compenetrarnos con el Señor, preparar
la comunión de los santos, el abrazo en y con Cristo.
Los cristianos le pedimos POCAS COSAS A la Iglesia: más bien nos las
pedimos a nosotros mismos y unos de otros las pedimos, las deseamos, las
esperamos, las fomentamos.
Es el mundo el que le pide a la Iglesia. El mundo o, más exactamente, el
espíritu de este mundo que, a pesar de sus protestas, se concibe como fin
de sí mismo y se organiza para el goce egoísta de lo individual; este mundo
que si se afana cambiando y transformando las cosas que maneja, no lo
hace para mejorarlas o ennoblecerlas, sino para dominarlas y absorberlas.
Este mundo no le pide que sea transformado, sino que ella se transfor-
me y le sirva. Individualista, le consentirá a ella que predique y trate de
organizar el perfeccionamiento —un perfeccionamiento— individual, que
llamará interior, que calificará de espiritual: pero con tal de que no lleve
demasiado lejos la proyección exterior nacida de una sincera conversión
personal a Cristo. Consentirá las apariencias y basta aceptará las utilidades
de un moralismo individualista, de un sentimentalismo periférico, capaz de
proporcionar sugestiones tranquilizadoras, desplazando la responsabilidad,
enajenando al hombre. El hombre que así so emboba mirando al cielo, no
estorba a los pillos de la tierra.
Si la Iglesia, si los cristianos no se resignan a esa versión mutilada del
Cristianismo, a esa adoración a un Dios recortado, 'oreado a la imagen de
las insatisfacciones o de los complejos de la pobre criatura humana, ávida
de una superación que no encuentra en sí mismo, el espíritu del mundo
tendrá todavía otros consejos que darle, por vía de consentimiento: cuando
los cristianos —es decir.... algo más que simples bautizados— se refieran a
la universalidad y profundidad del mensaje que tienen para el mundo, no
3 (103)
sin cierto recelo, se les permitirá que lo proclamen, pero con estrategias
bien calculadas de «dosificación» y oportunidad: todo será posible, pero lo
espiritual ha de quedar disuelto en la vaguedad de lo genérico y etéreo, de
doce las concreciones no se alcancen nunca, fuera de pequeños cotos
simbólicos. Dejarán que la Iglesia influyo cuando el influjo converja en
los intereses terrenos que ellos cultivan y dominan.
El concepto de influjo es mundano, porque pretende efectos. Aunque
puedan ser bien intencionados, que se producen de fuera adentro. LA
Iglesia no está en el mundo para influir, sobre nada, sino para cambiarlo y
transformarlo todo. La influencia parte del exterior y logra su fin por la
imposición, por lo menos psicológica o propagandística. Cristo no influyó:
reclamó la conversión y la fe, que son interiores, que obran desde dentro.
La conversión no viste, ni envuelve, ni fuerza, sino que cambia, transforma
y convierte. La Iglesia no es una sociedad dentro de la sociedad, no es un
grupo de presión entre las presiones del mundo: ella, con su «presión
buena», los demás con las malas. Cristo dijo: «el que se convierta y crea». Ni
siquiera un moralismo, sino un cambio interior que se traduce en un com-
promiso exterior sobre todas las cosas, para transformar el mundo en reino
de Dios.
Pero, llegados aquí, el mundo no aceptará, prácticamente, jamás, este
planteamiento. Y ya no le pedirá nada. La despreciará si no logra munda-
nizarla: la perseguirá si no logra utilizarla: la consentirá si se anquilosa en
beaterías inútiles, desprestigiándose a sí misma, porque le ahorra la tarea
de infamarla y deshacerse de ella. Pero, ya, no le pedirá nada.
El Cristianismo "pactado".
Un cristianismo "instalado" en este mundo,
que ha hecho su "paz" con este mundo,
tan poco forzado a superarlo
como demasiado preocupado
en no tener conflictos con él,
no ha sido jamás otra cosa
que un cristianismo en decadencia.
Louis Bouyer, C. O.
4 (104)
Problemas candentes:
La programación religiosa
de Radio Televisión Española
Periodistas especializados opinan que la presencia
religiosa en RTVE ha sido pobre, nefasta, alienante,
detestable, que no ha servido para evangelizar ni ha
dado la imagen de lo que es la Iglesia, no ha enca-
jado la transición del Concilio y ha resultado inefi-
caz, monocorde, unilateral, tendenciosa ...
La revista "ECCLESIA", órgano de la 4. C. española, ha hecho una encuesta
a diferentes personas responsables en MCS, con motivo de la "X JORNADA MUN-
DIAL DE LAS COMUNICACIONES SOCIALES". Aquí nos fijamos en el punto
referente a RTVE y su programación religiosa, omitiendo otros. La valoración
que hacen las personas preguntadas, es negativa, excepto en una de ellas —Anto-
nio González, director de "La Gaceta del Norte"— que, además de alabar muchas
cosas que considera "positivas" pasa a lamentar «que no hayan tenido continuidad
intervenciones autorizadas, como las que realizaron el cardenal-arzobispo de Tole-
do y el obispo de Cuenca, monseñor Guerra Campos».
Las restantes opiniones son las siguientes, que responden a una misma pre-
gunta: «¿Qué juicio le merece la presencia actual de lo religioso
en la programación de Radio Televisión Española? »
Juan CANTAVELLA,
director del diario
"Menorca"
«Por lo general, nefasta. Televisión Española, fiel a lo
que siempre ha sido como órgano de unos Gobiernos
que practican un acendrado nacional-catolicismo, man-
tiene unos programas y unos hombres nada representa-
tivos de la Iglesia española actual y de las corrientes
más dinámicas que se manifiestan en su seno. Las ex-
cepciones, ahora y en los últimos tiempos, sólo confir-
marían la regla».
5 (105)
Carmen ALVEAR,
redactora de
"La Gaceta Ilustrada"
«Un juicio pobre y alienante, porque no refleja la reali-
dad de la Iglesia española ni del pueblo de Dios hoy,
sino de una parte muy pequeña. El tono es generalmen-
te triunfalista, el lenguaje desconectado del que está en
uso, los planteamientos ingenuos. Todo sale siempre
demasiado redondo para ser real. Por otra parte, no
veo por qué para hablar de lo religioso tenga que haber
siempre un sacerdote; sería interesante que participaran
también seglares».
Andrés BARRIALES,
de "Iglesia-Noticia"
en Radio Popular y
redactor de Ecclesia"
«No basta la presencia de personas religiosas en un
medio para pensar que en ese mismo medio está pre-
sente lo religioso. Lo religioso puede y debe estar pre-
sente en la radio y en la televisión, usando el lenguaje
específico de esos medios, sin convertirlos en púlpitos
o cátedras exclusivamente».
Salvador PETIT,
director de la
Oficina Diocesana
de Inf. de Sevilla
«Creo que la presencia de lo religioso en RTVE necesita
un replanteamiento en función de la prioridad que debe
darse a la tarea evangelizadora de la Iglesia. También
la información sobre la vida eclesial es, en líneas ge-
nerales, incompleta y parcial. Falta, singularmente, la
presencia de los mejores teólogos españoles, con tal
que éstos no quisieran hacer de este medio una tri-
buna de discusión académica ni sometan al pueblo al
zarandeo y desconcierto de los tanteos y búsquedas no
logrados».
Aurelio ALZOLA,
director del
Secr. Diocesano
de MCS de Bilbao
«Si por "religioso" se quiere expresar algo "piadoso",
al margen de la vida, hay que decir, con dolor, que casi
todo es "estupendo". Pero, si por religioso se entiende
"cristiano", o sea, una reflexión y un compromiso desde
la fe, con "los gozos, las esperanzas, las tristezas y las
angustias de los hombres de nuestro tiempo..." no hay
más remedio que decir, con gran dolor, que no sólo no
aporta casi nada positivo, sino que es una presencia que
deja en ridículo a la Iglesia como institución, indiferen-
tes a muchos, indignados a bastantes, escandalizados a
muchos hombres de buena voluntad».
6 (106)
Antonio PELAYO,
redactor de "YA"
«Con contadísimas excepciones, la programación reli-
giosa de RTVE me parece detestable. De hecho, en
primer lugar, va por libre, sin conexión alguna con la
línea y preocupaciones pastorales de la Iglesia española.
En segundo lugar, es monocorde, unilateral, cuando no
abiertamente tendenciosa en aspectos dejados por el
magisterio al libre pluralismo entre los cristianos. En
tercer lugar, informativamente merece un cero sin pa-
liativos: ¿Qué visión de la Iglesia española tendría un
español del año 2000 si se le proyectaran lo que son los
actuales espacios "informativos" de RTVE sobre tema
religioso? En cuarto lugar, y en el terreno de lo profe-
sional carecen de lenguaje apropiado para llegar al gran
público al que están destinados esos programas y es
una constante negación del medio del que se sirve. En
resumen, creo que esos programas religiosos de RTVE
hacen más mal que bien en su actual estructura, y, por
supuesto, están dilapidando unos espacios de tiempo,
unos caudales de dinero y unas posibilidades de expre-
sión que son valiosísimas. Algún día se nos pedirá cuenta
de ese derroche».
Pilar URBANO,
redactora de "ABC"
«O "lo religioso" tiene una presencia en el fundamento
mismo de la ordenación y programación de RTVE, o no
tiene sentido otro tipo de presencia. Por razones varias
(improvisación, colonización de programas Made in
USA; búsqueda del éxito fácil sirviendo a los instintos
animales del hombre; miedo a las etiquetas", etc.), la
programación de RTVE vulnera, una y otra vez, la fe y
la moral católica (que sigue siendo la fe de la mayoría
de los receptores españoles).
Que exista algún espacio específicamente religioso no
quiere decir que exista una presencia real de "lo reli-
gioso" en RTVE.
Sobre los llamados "espacios religiosos" desearía apor-
tar sugerencias. Me parece fundamental que estos pro-
gramas se ciñan a los temas que le son propios, que
hablen sólo de Dios y dejen las otras cuestiones (cultu-
rales, sociológicas, folklóricas, políticas, etc.) a los espe-
cialistas. De este modo se garantiza un serio tratamiento
profesional, de estos problemas, y se respeta ese ele-
mental derecho a la libertad de los telespectadores y
oyentes, a quienes no se puede imponer, como deberes
religiosos, cuestiones sobre las que pueden opinar li-
bremente».
7 (107)
Manuel JIMÉNEZ QUÍLEZ,
ex director general
de prensa
Mis noticias son que se estudia el problema por quien
compete. La presencia actual de lo religioso en Tele-
visión Española resulta deshilachada y sospecho que
ineficaz.
Rafael de ANDRÉS,
director del Secr.
Nacional de MCS
Pienso que el problema fundamental de la presencia
religiosa en RTVE radica en que no se planteó desde
un principio un diálogo de la Administración con la
jerarquía para acordar las personas y los programas
religiosos en las emisoras nacionales, siendo siempre
tales espacios y sus programadores de exclusiva compe-
tencia de los responsables de RTVE. Y, en este decenio
posconciliar, hubiera sino conveniente, por no decir
necesario, que la presencia cristiana en las ondas y en
la pantalla fuera orientada por la jerarquía española, a
fin de ayudar al Pueblo de Dios a encajar la crisis de
transición del Vaticano II.
Conclusión: falta en RTVE un doble tipo de divulgación religiosa que conten-
ga una información adecuada sobre lo que hace la Iglesia en la actualidad, y
una exposición sistemática que presente el verdadero rostro del Cristianismo ac-
tual en todas sus facetas: personal, familiar y social.
LAUS
no se publica durante los meses
de JULIO, AGOSTO Y SEPTIEMBRE.
Reaparecerá el mes de OCTUBRE.
En los casos de cambio de domicilio, y para
evitar molestias a los carteros y retrasos en
la recepción, manden el nuevo domicilio a:
Apartado 182
ALBACETE
8 (108)
El hombre moderno prefiere:
• el conocimiento de lo inmediato al de la
substancia de las cosas;
• la apariencia al ser;
• lo visible a lo invisible;
• la materia al espíritu;
• las causas próximas a las últimas y supe-
riores; • los propios intereses a los del prójimo;
• el presente al pasado y al futuro;
• la tierra al Cielo;
• lo útil a lo honesto;
• el placer al deber;
• el mundo al paraíso;
• el hombre a Dios.
Nuestra sociedad está faltada de seres ricos
en interioridad, de grupos y comunidades en
las que prevalezca lo espiritual y elevado, de
corazones que acompañen y sepan dirigir el
camino de la humanidad hacia su destino su-
premo.
PABLO VI
9 (109)
«No te pido que los saques
del mundo»
«Para que ellos tengan mi alegría cumplida: les he dado tu Palabra, y el mundo les ha des-
preciado porque no son del mundo. Conságralos en la Verdad: tu Palabra es la Verdad».
EN COPENHAGUE existe un ba-
rrio que el municipio ha con-
cedido a un grupo de jóvenes
disconformes con los módulos de con-
vivencia y las estructuras impuestas
en el resto de la población. Detalles
aparte, es una experiencia que se ha-
brá de tener en cuenta, tanto si confirma
la validez del proyecto surgido de la
contestación de esa juventud, como
si, al fin, fracasa diluida, condiciona-
da, asfixiada o recuperada por el con-
junto ciudadano del que voluntaria-
mente se ha segregado. ¿Será un
experimento anti-burgués? ¿O será
"otra" burguesía? ¿O volverá, pasado
el hervor de los comienzos, al abur-
guesamiento que maldijo?
Huir del mundo que no nos gusta,
y hacer otro mejor, posiblemente le-
jos, independientes. No discutir más
nada, pero huir y salvar la libertad
para el experimento óptimo. Esta es
la reacción a veces apuntada ante la
disconformidad del mundo que no
nos entiende, o no nos quiere enten-
der, o que no entendemos o no sabe-
mos entender.
El Cristianismo también tiene que
ver con el mundo. El cristiano está
en el mundo, pero su dimensión no
cabe, ni acaba en este mundo. Las
contradicciones de tal planteamiento
son evidentes cuando el Evangelio es
asumido de manera radical, cuando la
Verdad que se profesa no puede ser
archivada, sino proclamada y tradu-
cida en exigencia de vida.
¡Habría sido todo tan fácil si el an-
tagonismo con el espíritu del mundo
se hubiese resuelto, desde un princi-
pio, para el cristiano, con la huida!
Pero el cristiano no puede huir, y ni
siquiera encerrarse.
"Padre, no te pido que los saques del
mundo, sino que los preserves del
mal". ¡Ese es el problema!
10 (110)
No es posible ni siquiera construir
un mundo paralelo, de modo que sean
evitadas las intersecciones conflictivas
con la verdadera historia de los hom-
bres. La Iglesia está atada al tiempo,
está de pies en el mundo. No tendría
misión alguna fuera de este mundo.
No ha recibido el encargo de abrirse
un paréntesis en la historia para cons-
truir, entre los siglos, un refugio de
afortunados; ni para hacer la selección
de los justos; ella no puede discrimi-
nar ni repartir predilecciones. Ni ri-
val de nadie, ni monopolista de nada,
tiene sólo el deber esencial de repetir
y repartir a todos la Palabra de la
Verdad recibida de Cristo.
Si huyera lejos del mundo, no al-
canzaría al mundo, no sería "salvado
el mundo".
El drama de este conflicto inevita-
ble, pero al fin glorioso, fue la expe-
riencia profunda de Cristo, transmiti-
da, como algo inacabado, como lega-
do misterioso, a la Iglesia.
Por eso la Iglesia, como Cristo las
tuvo, tendrá dificultades cuando diga
entera la Verdad, en el momento
oportuno (no más tarde, como poste-
rior justificación), en el lugar que se
encuentre (no más lejos, inhibición
disfrazada), y sin ambigüedades apo-
yadas en el pretexto de salvar el me-
dio (pero sacrificando el fin). Si cedie-
ra a los silencios y a las estrategias
de diplomacia y autoprotección hu-
mana, cuando callarían los cristianos,
"hablarían las piedras", si falta hiciera.
A veces "han hablado las piedras"
...Piedras vivas.
Ha sido cuando las estadísticas de
los bautizados no corresponden a la
tensión de santidad que, por princi-
pio, debiera darse en su ámbito. O
cuando, rezagados en la historia
11 (111)
―¿"confiados" en la eternidad?―
ha faltado, momentáneamente o en
algún lugar, a sus hijos, la simple
capacidad de visión del parámetro
de la fe en la parábola de la vida,
en un mundo cambiante y que exi-
ge igualmente al cristianismo una
fe inquebrantable y la inteligencia
lúcida y despierta para intuir y re-
coger a tiempo los valores nuevos
que había que redimir. Porque el
Cristianismo no es vivir de una
"renta" de fe, sino vivir —morir y
vivir, convertirse— en un proceso
de liberación, de redención: hasta
que la Verdad colme el corazón,
hasta que el gozo sea pleno, y la Ver-
dad libere todas las inteligencias,
comprendiendo todas las cosas, en
Dios: «todo es vuestro, vosotros
sois de Cristo, y Cristo es de Dios».
Pero, si la Iglesia ha de estar en
el mundo, si no puede huir, podría
seguir en él evitando lo más difícil.
El mundo le consentirá todo, la
asociará a sí mismo, dejándole y
sugiriéndole todas las apariencias
de santidad y de honorabilidad que
reclame, con tal de que guarde si-
lencio. Si, poco experta en vanida-
des, necesita pompas, el mundo le
prestará las suyas y, para cuando
éstas no sean suficientes, le hará
reverencias o mitificará a sus mi-
nistros transfiriendo a ellos el sím-
bolo de supuesta santidad, y los
domesticará para honrarse a sí mis-
mo, sin la molestia de tenerse que
convertir: que recen ellos por todos.
La Iglesia tendrá paz con el mun-
do si se limita a montar diversio-
nes inocentes; si se preocupa para
entretener a todos los ociosos plan-
tados mirando al cielo; si reparte
promesas eternas sin exigir, a los
más responsables, deberes terrenos;
si organiza la caridad, pero no re-
cuerda la justicia; si da consejos
morales, pero no denuncia atrope-
llos... El mundo no le consentirá
que repita, adecuada, una sola pala-
bra de Cristo: cada vez que se atre-
va a ello habrá una réplica, y hasta
una amonestación: los más materia-
listas le recordarán que su misión
es espiritual"; los violentos le di-
rán que hable sólo del amor; los
tiranos, que no se salga del Evan-
gelio; los que le pidan el Evangelio,
se referirán a los datos arqueológi-
cos de hace veinte siglos, o a los
aspectos poéticos que enajenan. Pe-
ro de "anuncio nuevo", nada de
absoluto. Para el mundo, lo "nuevo"
nunca es la verdad: es el placer
"nuevo" (más placer), es el ascenso
alcanzado (más poder), es el dinero
más fácil (orgullo y poder). Eso es
el mundo, su espíritu.
Por esto el Señor pedía al Padre
que guardase a la Iglesia de este
espíritu malo, del mal del mundo.
No pedía que la sacase del mundo,
porque tenía una misión en él, no
terminada todavía: decir al mundo
una Verdad de parte de Dios. Una
Verdad que lo puede hacer libre y
feliz: que Dios es Padre de todos y
que todos son ―¡han de llegar a ser!... ―
hermanos. Decirlo, y decirlo para
concretarlo en este mundo: esa es
la misión hermosa y difícil de la
Iglesia.
Por hacer, por acabar de hacer,
todavía.
12 (112)
Examen
de conciencia
para políticos católicos
en el poder
I
¿Está convencido de que cada español, por ser humano, es amado perso-
nalmente por Dios y, por ello, y por lo que es, merece respeto a sus ideas,
opiniones y derechos? En consecuencia (si contesta afirmativamente como todo
católico) ¿evita votar y hacer cumplir leyes o decretos o reglamentos que im-
pidan pensar, hablar, expresarse, reunirse, asociarse que son derechos inalie-
nables de la persona según la doctrina de la Santa Madre Iglesia cuyos princi-
pios se ha obligado usted a acatar al jurar su cargo oficial? Y en este orden de
cosas ¿tolera, disimula o trata de evadir su parte de responsabilidad en activi-
dades coactivas de tales derechos ejercitadas desde el poder?
II
¿Cómo anda de dinero? ¿Tiene el mismo que al empezar a ejercer su
cargo? ¿Acepta sobres, recompensas, regalos, cuentas abiertas a su nombre
para fomentar ciertos permisos o establecer ciertas concesiones? ¿Tiene dinero
en bancos o empresas en el extranjero o tolera que otros lo tengan en lo que
dependa de usted? ¿En el empleo de fondos públicos ―que son de todos― ex-
trema la delicadeza, la vigilancia, la exquisitez en su uso?
III
¿Se preocupa de leer y meditar las actuales orientaciones de la Iglesia
docente? ¿Busca usted a los eclesiásticos complacientes con el dinero o el po-
13 (113)
der que están en contra o al margen de la doctrina de la Iglesia tal como la
expresa el Santo Padre y los obispos cuando tienen propósito de enseñar la
doctrina moral o de costumbres? ¿Desprecia al Papa y a log obispos cuando no
dicen lo que a usted le gustaría que dijeran? ¿Coarta la libertad de la Iglesia
para reunirse, hablar, predicar todo el Evangelio? ¿Tolera que los que depen-
den de usted lo hagan, da órdenes en este sentido o consiente sin hacer saber
su opinión que tales cosas pudieran hacerse en el país?
IV
¿Ora usted? ¿Se relaciona en la intimidad de su cuarto cerrado con el Pa-
dre celestial que todo lo ve y sabe lo que hace falta antes que se lo pidamos?
¿Frecuenta como un fiel más la eucaristía y los sacramentos de la Iglesia?
¿Extrema la educación de su vida práctica familiar, social y política a la profe-
sión de cristiano que hizo al jurar los Principios Fundamentales y que avala
con su asistencia a actos de culto a lo largo de su vida pública? ¿Le preocupa
el escándalo que una posible no adecuación pueda causar en los no creyentes?
¿Utiliza como arma de propaganda su fe, su calidad de católico, su posible per-
tenencia a organizaciones religiosas?
V
¿Abusa de su autoridad para imponer sus ideas o su provecho personal?
¿Le preocupa el trato que pueda darse a los que no piensen de acuerdo con lo
oficial actual? ¿Hace cumplir a sus subordinados estrictamente la ley para la
protección de los derechos de terceras personas? ¿Odia de corazón la violencia
y, en consecuencia, actúa con energía frente a los que la emplean aunque de-
pendan de usted y pertenezcan a la Administración? ¿Extrema la delicadeza
al remitir a la justicia oficial de los Tribunales lo que sólo a ellos corresponde
evitando dar la impresión de utilizar vías administrativas para conculcar leyes
de rango superior, incluso constitucional?
VI
¿Es fiel a su esposa, caso de que la tenga? ¿Participa en fiestas, reuniones
o actos sociales en los que se compromete gravemente la moral de la Iglesia en
materia de castidad? ¿Se preocupa desde su puesto de la salud moral del país
impidiendo que se ofrezca el sexo como medio barato de desviar la atención
del pueblo de otros temas importantes, aprovechando de la tendencia a satisfa-
cer pasiones primarias que todos tenemos? ¿Tiene querida o flirtea poniendo
14 (114)
en peligro la institución matrimonial o dando la impresión de que no da valor
a la castidad que el católico tiene como consigna y señal de respeto exquisito
a la mujer?
VII
¿Emplea adecuadamente su tiempo, energías y conocimientos en bien de
la nación? ¿Se mantiene informado, en contacto con la vida real, con lo que
desean hoy los ciudadanos? ¿Estudia a fondo los asuntos, se informa con espe-
cialistas, consulta en el silencio de su conciencia con su fe y su actitud moral
antes de tomar decisiones que puedan afectar a otros? ¿Acepta que se le corrija
y que se equivoca? ¿Se ensoberbece por lo que es o ha llegado a ser? ¿Deja
que lo adulen o fomenta usted la propaganda falsa de su persona o de sus actos?
VIII
¿Miente usted en público o en privado, deformando la verdad o consin-
tiendo que sus subordinados o representantes de la autoridad de que partici-
pa la deformen en beneficio propio, del Estado o de las ideologías dominantes?
¿Considera que diciendo la verdad no se hace política? ¿Tolera usted las men-
tiras o tergiversaciones de la verdad que afectan a personas o acontecimientos
colectivos realizados por los medios de comunicación que, tal vez, directa o
indirectamente dependen del Gobierno del país? ¿Lucha usted en la medida de
sus fuerzas para que se erradique la mentira de esos lugares en el supuesto de
que se produjera? ¿Se niega a asumir responsabilidades en esas materias soli-
darizándose con toda apariencia de conculcar la verdad? ¿Estaría dispuesto a
dejar su puesto, sea alto o bajo, tan pronto comprobara que es difícil, o resul-
taría imposible, desterrar semejantes prácticas no conformes con el estilo de
Jesús de Nazaret?
IX
¿Ama usted apasionadamente a los pobres en quienes Dios se manifiesta
de modo especial según las bienaventuranzas de san Lucas? ¿Está obsesionado
por lograr justicia distributiva en el país, uso equitativo de los bienes del mismo
en función de los más necesitados? ¿Evita usted hasta la misma apariencia de
desprecio a los pobres llevando una actuación austera en su vida pública y pri-
vada, combatiendo denodadamente para que los ancianos, los enfermos, los
presos, los débiles sean tratados como los privilegiados de la sociedad porque
usted conoce y practica el Evangelio?
15 (115)
X
¿Dios es para usted alguien familiar que se pasea por la vida social y tiene
sus delicias en los hijos de los hombres? ¿Le ama usted con todo su corazón,
con todas sus fuerzas, con toda su inteligencia y, por tanto, actúa conforme a
ese amor en todas las manifestaciones de su vida?
Se trata sólo de unas sugerencias para la reflexión de los políticos católicos
o de los católicos que pretendan dedicarse a la política. Sólo para ellos. Los que
no tengan la moral católica deberán decidir cuál eligen, pero los que se procla-
man católicos, y lo sean, deben plantearse con absoluta seriedad sus responsa-
bilidades. Está en juego su felicidad temporal y eterna. La salvación de sus
almas depende de sus actitudes y comportamientos desde el punto en que se
han colocado por libre decisión. En cualquier caso conviene recordar algo que
para la Biblia, la Escritura Santa, es evidente: De Dios nadie se burla; nadie se
ríe impunemente.
A-J. Revuelta Lucerga,
V. N. nº 1014.
Los sacerdotes pueden,
incluso deben, en determinadas circunstancias,
expresarse políticamente.
Los sacerdotes pueden pertenecer a un partido po-
lítico. Pero no les está permitido, dentro del partido,
ocupar cargos y participar activa y públicamente en
favor de un partido; por ejemplo participar como
orador en los mítines, hacer propaganda electoral,
actuar en los medios de comunicación activamente
a favor de un partido.
Pero siempre que se trate de los valores fundamen-
tales de nuestra convivencia, la vida, la dignidad hu-
mana, la libertad y la justicia, los sacerdotes están
obligados a intervenir. Esta intervención no les ca-
lifica como miembros que actúan como delegados
de un determinado partido, sino que predican el
Evangelio.
Card. Julius Doepfner,
Presidente de la Conf. Episc. Alemana
16 (116)
De la crueldad,
del pecado
y de la inutilidad
de la tortura
«Hay personas que, como los tigres, lamen asiduamente la
sangre que han derramado. Aquél que, aunque sea una sola
vez, ha ejercido un poder ilimitado sobre el cuerpo, la sangre, el
alma de su semejante —su hermano según la ley de Cristo,
el que ha gozado de la facultad de envilecer en grado máximo
a otro ser hecho a imagen de Dios, ese tal llega a ser incapaz
de dominar sus sensaciones... La sangre y el poder embriagan,
engendran la brutalidad y la perversión, de manera que el
alma y el espíritu se hacen accesibles a los goces más anorma-
les. El hombre y el ciudadano se eclipsan para siempre en el
tirano... La sociedad que contempla con indiferencia ese espec-
táculo está ya minada en sus cimientos. En una palabra, el
derecho a imponer castigos corporales sobre otros hombres es
una de las plagas de la sociedad; es un medio seguro de ahogar
en ella todo germen de civismo, un medio de provocar su des-
composición».
F. DOSTOIEWSKY,
en "MEMORIAS DE LA CASA
DE LOS MUERTOS".
«Es una crueldad sancionada por la costumbre de la mayor
parte de las naciones someter al acusado a tortura para obli-
garle a confesar un delito, para descubrir a sus cómplices o
para descubrir otros delitos... »
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«Es contrario a toda lógica el pedir a un hombre que sea
al mismo tiempo acusador y acusado, y hacer que el dolor
sea el crisol en que se pruebe la verdad como si el criterio
de la verdad estuviera en los músculos y las fibras de la infor-
tunada víctima. La tortura es la forma más segura de absolver
al bribón robusto y de hacer confesarse culpable al inocente
débil».
CESARE BECCARIA,
en "DEI DELITTI E DELLE PENE".
«Peligrosa invención son las torturas, y parece que sean
más bien pruebas de paciencia que de verdad. Oculta la verdad
el que las puede sufrir y el que no las puede sufrir».
MICHEL DE MONTAINE,
en "ESSAIS".
«Entonces se pusieron a escupirle en la cara y abofetearle;
y otros a golpearle, mientras le decían: "Adivínanos, Cristo.
¿Quién es el que te ha pegado?"... Y los soldados del goberna-
dor llevaron consigo a Jesús dentro del pretorio y reunieron
alrededor de él toda la cohorte. Le desnudaron y le echaron
encima un manto de púrpura; y le trenzaron una corona de
espinas, se la pusieron sobre la cabeza, y en su mano derecha
una caña... y le escupían y le quitaban la caña para golpearle
en la cabeza. Y después de haberse burlado de él, le quitaron
el manto, le pusieron sus ropas y le llevaron a crucificarle».
SAN MATEO,
cap. 26. vv. 67-68
y cap. 27, vv. 27-31.
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«No pudiendo subsistir en vigor en el Código criminal de
España ninguna ley que repugne a los sentimientos de huma-
nidad y dulzura que son tan propios de una nación grande y
generosa, sin ofender la liberalidad y religiosidad de los prin-
cipios que ha proclamado desde su feliz instalación el Congreso
Nacional, pido que declaren las Cortes abolida la tortura... »
AGUSTÍN ARGÜELLES,
en las CORTES DE CÁDIZ, sesión 2.4.1811.
«Si un ladrón o un salteador es capturado y niega aquello
de que se le acusa, decís vosotros que el juez debe hacer llo-
ver palos sobre su cabeza y atravesar sus costados con puntas
de hierro hasta que diga la verdad.
Pero ni la ley divina ni la ley humana consienten esto: las
confesiones no deben ser forzadas, sino espontáneas; no deben
ser arrancadas a la fuerza, sino obtenidas voluntariamente. Si
sucede que después de haber infligido estos castigos no descu-
brís absolutamente ninguno de los delitos de que se acusaba
al prisionero, ¿no os sonrojáis, al menos entonces, y no reco-
nocéis cuán impío era vuestro juicio? Del mismo modo, si el
prisionero, incapaz de resistir tales torturas, confiesa delitos
que no ha cometido, ¿quién, pregunto, carga con la responsabi-
lidad de tal impiedad si no es el hombre que le obligó a hacer
esas confesiones falsas?
Es más, si alguien pronuncia palabras que no proceden de
su corazón, habla pero no confiesa. Abandonad, pues, esas
execrables prácticas y renunciad, desde el fondo de vuestro
corazón, a lo que tan locamente habéis hecho en el pasado.
¿Qué beneficios habéis obtenido de aquello que ahora os aver-
güenza?»
NICOLÁS I, Papa,
a los húngaros, en 866
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