Publicación
mensual del Oratorio. |
Núm. 146. ENERO. Año 1977. |
SUMARIO |
PAZ. Una paz por hacer,
que vamos a hacer, que ya |
estamos haciendo. Una paz
que no es descanso ni |
reposo en algo
cristalizado, estático, inmóvil; sino |
que surge del esfuerzo de
cada día, de cada ins- |
tante, de cada impulso. |
Cristo vino a hacer, a
comenzar a hacer, a iniciar lo que |
todos hemos de completar.
Paz en la tierra; pero paz que |
la tierra quiera, busque,
construya. |
No la paz resignada al
fatalismo de las injusticias o las |
mentiras inevitables; sino
paz que conquista la verdad y |
que se acerca a la
justicia, incesantemente, caminando |
con Cristo al lado. |
ORACIÓN UNIVERSAL |
LA PAZ, ¿QUIÉN LA QUIERE? |
EL MOVIMIENTO DE OXFORD |
LUTERO, SI TODAVÍA VIVIERA
HOY |
BALANCE DE LAS RELIGIONES |
LAS EXIGENCIAS DE LA PAZ |
AMÉRICA, LA FE COMO
COMPROMISO |
RUSIA, PUEBLO DE DIOS |
DEFENDER LA VIDA,
CONDICIÓN PARA LA PAZ |
1 |
tiempo de orar: |
ORACIÓN |
UNIVERSAL |
Señor Jesucristo, |
Rey del universo, |
expectación y esperanza de
todos los pueblos, |
que pusiste tu sangre como
precio |
para el bien de todos los
hombres, |
extiende tu mirada piadosa |
sobre todas las razas que
cubren la inmensidad de la tierra, |
y concédeles que lleguen
al conocimiento de tu verdad. |
Acuérdate, Señor, |
de la amargura de tus
sufrimientos de cuerpo y de espíritu, |
de la traición que
recibiste, |
de la pasión padecida, |
de la crucifixión en que
expiraste, |
y ten misericordia de sus
almas. |
Ya ves: una porción,
solamente, de la humanidad, |
tiene noticia de tu
nombre, |
y otra parte de hombres,
no la mayor, te adora, |
mientras quedan miles y
miles de hombres, |
desde Oriente al Ocaso,
desde el Norte al Sur, |
que pasan, cada hora, a la
eternidad, sin haberte conocido... |
... Vuelve a esta tierra,
enseguida, |
para que todos los hombres
te conozcan, |
para que todos crean en
ti, |
para que todos quieran
servirte, |
a ti, que eres nuestra
salvación, |
nuestra vida |
y nuestra resurrección... |
y que vives para siempre. |
John H. card. Newman, C.
O. |
2 |
La paz, |
¿quién la quiere? |
TAMBIÉN se han llamado
"paz" las somnolencias y las perezas, los |
silencios impuestos por el
miedo o aceptados por la complicidad |
flemática de los mediocres
oportunistas y astutos; también la gélida |
mudez del campo de los
muertos donde yacen insepultas las víctimas |
de la violencia
institucionalizada, devorados por los buitres del terror. Paz |
la injusta justicia, paz
la boca cerrada, paz la pluma rota, paz la mentira no |
protestada y el dolor
escondido del inocente indefenso, paz la vida encerra- |
da y paz la muerte. |
De todas las palabras
erosionadas, gastadas y adulteradas por la charla- |
tanería, la hipocresía y
el oportunismo logrero o de salón es, la paz, una de |
: las más heridas, de las
peor tratadas por la falsedad humana. |
Paz, palabra que muere
rota en los labios, cuando la pronuncian los que |
preparan, emprenden o
viven de las guerras, mientras cínicamente afirman |
que van a "defender
la paz". |
Paz escarnecida:
tranquilidad del desorden establecido en favor del po- |
deroso indiscutible. Paz
traicionada por los silencios "prudentes" de los que |
deben anunciarla, por la
impostura calculada de los que deben custodiarla |
y mantenerla, por la sed
de justicia sofocada allí mismo donde debía pro- |
clamarse, protegerse y
defenderse... |
Paz vendida a sueldos
enormes, progresivos e intangibles, a recompensas |
secretas de transferencia
indetectable. Paz cenicienta, siempre demorada, |
posterior a todo o sólo
admisible como abstracción conceptual o idílica y, |
sobre todo, lejana, de
modo que únicamente pueda aludir a denuncias o |
plantear exigencias tan
distantes que su ejercicio resulte descomprometido |
de toda urgencia o
inmediatez con lo que todos vemos y nos afecta. Paz |
cuya invocación jamás
moleste al aprovechado astuto ni indigne al cómplice |
privilegiado disfrazado de
honestidad. |
En fin, paz inútil,
enajenadora, compatible con el cultivado letargo de la ig- |
norante torpeza, estomacal
y vegetativa, acompañada de vez en cuando, pa- |
ra no ser inelegante, del
adorno pseudohumilde que esconde la mal disimu- |
lada vaciedad humana. Paz
decorativa, léxico de circunstancias, programa |
3 |
declamatorio; pero no la
verdadera paz anhelada por los profetas y procla- |
mada por Cristo: la paz
que nace de la libertad, que es fruto de la justicia, |
que lleva al amor no
manoseado por preceptivas de cumplido y mentira, de |
moral y fariseísmo, de
estrategia y autodefensa, buscando incluso en Dios |
un cómplice al propio
egoísmo o a la vanidad estulta, creando oposiciones |
maniqueas, que desfiguran
la faz y la voluntad de Dios en vano provecho |
de seguridades de
avestruz, cerrados los ojos y totalmente de espaldas a la |
esperanza, a la hermosura
y a la consolación del deseado Reino de Dios, |
reino de paz y de
justicia, reino de amor y de verdad. |
¿Quién quiere la paz de
Dios, la paz cristiana? ... Es la paz que Dios da, pe- |
ro que el fiel ha de
recoger, en la fuente misma del agua más pura de la |
propia conciencia, de
donde mana el centelleo transparente de la sinceri- |
dad, de la verdad que
crece en la vida afanosa por abrir surcos de justicia |
para sembrar en ellos el
bien, y para que se multiplique, cerca o lejos, hoy v |
siempre, en uno mismo y en
los demás. Paz dulce y subversiva, paz que com- |
promete y libera, paz que
empobrece y colma el alma, paz que gana cuando |
pierde y que resucita
cuando muere; paz que amanece cada día, como sol |
nuevo y que es proclamada
por los hijos de Dios, o por las "piedras", si hicie- |
ra falta, cuando estos
hijos, renegados, callaran. Sufrirían la vergüenza de |
oir que les relevan, en la
exigencia divina, los mismos que dicen que no co- |
nocen a Dios. Y surgirían
voces de levante y de poniente, de mediodía y sep- |
tentrión, para repetir el
anuncio de los profetas y de los santos. Porque, al |
fin de los tiempos, será
de Dios, no el que diga "Señor, Señor" sino el que ha- |
ga su voluntad, proclame
su verdad y busque su Reino. |
Suscríbase a |
vida |
nueva |
Revista semanal de |
información general |
y religiosa |
P.P.C. - E. Jardiel
Poncela, 4 |
Apartado 19.049 - Madrid
(16) |
4 |
El Movimiento de Oxford, |
las comunidades religiosas
anglicanas |
y el ecumenismo |
CUANDO, en nuestros días,
se |
quiere citar un espléndido |
ejemplo del espíritu
ecuméni- |
co, fuera de la misma
Iglesia católica |
—Juan XXIII, Concilio...—,
se pro- |
nuncia el nombre de Taizé,
ese lugar |
que el fervor juvenil,
mezcla de curio- |
sidad y entusiasmo
cristiano, ha sabi- |
do descubrir y estimar.
Pero se equi- |
vocarían los que
imaginaran que las |
intuiciones, los esfuerzos
y las espe- |
ranzas para la unión de
los cristianos |
comienzan apenas ahora. |
La radicalización de
posiciones que |
provocó el estallido de la
Reforma, en |
especial por la
publicación del tratado |
De Votis, de Lutero, que
contenía no |
sólo un estudio crítico
sino fuertes |
arremetidas contra los
votos y la vida |
monástica, mantuvo, por
mucho tiem- |
po a los protestantes a
distancia y re- |
celosos de lo que hoy ya
no temen en |
denominar y fomentar, en
el seno de |
sus respectivas Iglesias,
"vida religio- |
sa". Por otra parte,
los príncipes que |
acogieron el surgir de los
movimien- |
tos protestantes,
anticiparon, en su |
provecho, la incautación
de los bienes |
de los monasterios, como
más tarde, |
el primer liberalismo
burgués y cató- |
lico (?) lo haría por
medio de las leyes |
de desamortización, bajo
el pretexto |
de reformas agrarias jamás
emprendi- |
das y siempre acabando por
enrique- |
cer a los ya ricos o en
pagar favores a |
caciques o colaboradores
políticos. |
Pero desde mediados del
siglo pasa- |
do y principios de éste,
pacificadas las |
tensiones religiosas, los
sectarismos |
tienden a debilitarse y
nos encontra- |
mos con brotes de
espiritualidad lle- |
vada a la máxima exigencia
de una |
entrega total y
evangélica, misionera, |
caritativa y
contemplativa, en todas |
las áreas cristianas,
católicas o no ca- |
tólicas. Y puede hacerse
esta constata- |
ción generalizada: que el
deseo de en- |
cuentro y de unión de los
cristianos, |
si a veces no constituye
–entre las |
nacientes comunidades
religiosas pro- |
testantes, el motivo
principal de la |
consagración de su vida
—incluso, con |
frecuencia, por la emisión
de votos re- |
ligiosos—, por lo menos es
uno de los |
propósitos contenidos en
su ideal. Ello |
confirma que, por encima
de progra- |
maciones o tácticas o
discusiones, el |
ecumenismo —la posibilidad
de una |
universal convergencia
cristiana, para |
«que todos sean uno, como
yo y tú, oh |
Padre»— depende más bien
de la ge- |
nerosidad con que se
entiende el ser |
cristiano y de la vida de
oración y |
búsqueda sincera de Dios. |
En Francia, en Alemania,
en Ingla- |
terra, en Escandinavia...
y extensiones |
de tales iniciativas en
USA, Japón, |
Nueva Zelanda, Australia,
etc., sería |
5 |
posible enumerarlas. Pero
nuestro |
propósito es limitarnos,
en esta oca- |
sión, a Inglaterra y
haciendo concreta |
referencia, para su
inicio, en el llama- |
do Movimiento de Oxford,
protagoni- |
zado entre otros, y
principalmente, |
por John Henry Newman,
convertido |
al catolicismo en 1845 y
fundador del |
Oratorio en Inglaterra. |
No vamos a referirnos a la
oleada |
de sacerdotes anglicanos
que, como |
Newman, pasaron al
catolicismo como |
consecuencia de la
revisión y reflexio- |
nes que despertaron los
Tracts publi- |
cados en la polémica
universitaria de |
Oxford. El Movimiento de
Oxford no |
sólo constituyó la
aproximación de |
muchos anglicanos a la
Iglesia católi- |
ca, sino que marcó al
mismo anglica- |
nismo de modo que salió,
más que |
diezmado, beneficiado por
el reto que |
aquel éxodo suponía,
inspirándole |
una mayor autenticidad
cristiana. |
El Movimiento de Oxford
pretendía |
buscar, en la historia de
los primeros |
siglos del Cristianismo,
el fundamento |
de una renovación esencial
de la Igle- |
sia de Inglaterra,
demasiado oficia- |
lizada y en contradicción
con la |
innegable universalidad
querida por |
Cristo. Una búsqueda en el
pasado, |
sin prejuicios sectarios,
llevaría a unos |
a reconocer la conexión de
los oríge- |
nes cristianos con la
Iglesia católica, y |
a otros, aún permaneciendo
anglica- |
nos, mostraría importantes
aspectos |
positivos —en la liturgia,
en la espiri- |
tualidad, en la misma
teología— de |
que se habían privado con
las pasadas |
radicalizaciones de
rechazo de cuanto |
pudiera parecer una
coincidencia con |
la Iglesia de Roma. La
vida de total |
consagración a Dios fue
uno de estos |
aspectos recuperados y,
enseguida, en |
estrecha relación con
ella, la vertiente |
ecuménica. |
Nacido el Movimiento de
Oxford de |
una amistad profundamente
espiritual |
entre jóvenes estudiantes,
crecida y |
purificada con los años
—Newman, |
Froude, Pusey... y al
fondo la venera- |
ble figura de Keble—, la
primera idea |
que se les ocurrió fue la
de una comu- |
nidad de sacerdotes
anglicanos céli- |
bes; pero el proyecto fue
demorado |
hasta que las
circunstancias llevaron |
a Newman y un grupo de sus
compa- |
ñeros al retiro de
Littlemore, muy |
cerca de Oxford, en 1843,
dos años |
antes de su conversión al
catolicismo. |
El mismo año de la
conversión de |
Newman, tiene lugar, la
fundación, |
también en Oxford, de una
herman- |
Educad |
para |
no regaléis |
juguetes |
de guerra |
a los niños |
6 |
dad de hombres que puede
conside- |
rarse como un intento de
vida de con- |
sagración religiosa. Lo
mismo en |
Londres en 1855. Pero
seguramente |
no se llega a una
verdadera y propia |
cristalización de vida
consagrada a |
Dios en comunidad hasta la
de la So- |
ciedad de San Juan
Evangelista, en |
1866. Luego seguirán
otras. |
Por el contrario, en lo
referente a |
mujeres, y en el marco y
efervescen- |
cia del citado Movimiento
de Oxford |
y alentadas en primer
lugar por sus lí- |
deres –Newman, Keble,
Pusey...- |
varias jóvenes se
disponían a empren- |
der la vida religiosa en
el seno del |
anglicanismo, después de
visitar y es- |
tudiar algunas comunidades
del con- |
tinente. La primera
fundación se |
llamó de la Santa Cruz y
tuvo lugar en |
1845. A esta iniciativa se
unieron |
otras, de modo que, a
principios del |
s. XX eran más de cuarenta
las distin- |
tas fundaciones femeninas
llevadas a |
cabo. La vida comunitaria
se asemeja |
a la de las religiosas
católicas, rezan |
el breviario católico
—resumido y tra- |
ducido al inglés— y era
nota genera- |
lizada el espíritu
ecuménico. |
No hace falta decir
cuántos recelos |
suscitaron entre la misma
Iglesia in- |
glesa, que veía mal toda
imitación o |
aproximación a ritos y
estilos del cato- |
licismo. No obstante,
también el tiem- |
po sirvió para vencer
obstáculos y, en |
la actualidad, lo mismo
que la Iglesia |
católica tiene una
Congregación o di- |
casterio romano para los
asuntos de |
todas las comunidades de
vida de con- |
sagración a Dios, la
Iglesia de Inglate- |
rra, desde 1935, cuenta
con el Advisory |
Council for Religious
Communties, en- |
cargado de cuanto
concierne a la vida |
religiosa y las relaciones
de las comu- |
nidades con los obispos. |
LUTERO, |
si todavía |
viviera |
hoy |
NO HA faltado quien ha
afirmado |
que, si Lutero viviera en
nuestros |
días, estaría lejos de
alinearse en- |
tre los que pugnan por las
más |
progresistas renovaciones
de la Iglesia. |
Fueron más radicales los
luteranos que el |
mismo Lutero. El prior de
la comunidad |
protestante de Taizé,
Roger Schutz, que |
fue observador en el
pasado Concilio Va- |
ticano II, cuenta cómo, al
oír las interven- |
ciones en el aula
conciliar, pensó muchas |
veces que Lutero, de haber
estado pre- |
sente, "no hubiera
hecho más que ale- |
grarse al comprobar cómo
allí se expre- |
saban sus intenciones más
esenciales, las |
aspiraciones más profundas
que tenían |
su origen en lo íntimo de
sí mismo", como |
si el Vaticano II fuese
una respuesta dada |
a él después de cuatro
siglos de haber |
sido invocada. |
En realidad, el mismo
Lutero no previó |
las consecuencias de su
propia actitud ni |
tuvo conciencia de haber
consumado una |
ruptura definitiva con la
Iglesia. Aunque |
anteriores a la crisis
protestante, existen |
testimonios que sólo son
comprensibles |
si se admite esta verdad.
En 1519 Lutero |
arremete contra los
cristianos de Bohemia |
que quieren romper con
Roma porque |
creen que la Iglesia
romana alberga de- |
masiados corrompidos. «Si
crees, replica |
Lutero, que los sacerdotes
y los papas o |
quien sea, se han
corrompido, y si además |
ardes en verdadero amor
cristiano, no |
7 |
te alejarás de la Iglesia,
sino que, por el |
contrario, acudirás más
presuroso a ella, |
aunque tengas que
atravesar la distancia |
de un extremo al otro del
mundo, para |
llorar junto a ella, para
exhortar, para |
persuadir, para removerlo
todo... a fin |
de obedecer la enseñanza
del Apóstol |
cuando dice "llevad
las cargas unos de |
otros"». |
En estas mismas fechas, no
era solo en |
desear la reforma de la
Iglesia. El papa |
Adriano VI, en 1522, el
año de la dieta de |
Núremberg, enviaba a su
nuncio con esta |
instrucción: «Has de decir
que nosotros |
reconocemos libremente que
Dios ha per- |
mitido esta persecución a
causa de los |
pecados de los hombres y,
en particular, |
de los sacerdotes y de los
prelados. La |
Sagrada Escritura nos
enseña, a lo largo |
de sus páginas, que los
pecados del pue- |
blo nacen, con frecuencia,
de los pecados |
del clero. Por eso mismo,
cuando Nuestro |
Señor quiso purificar de
males la ciudad |
de Jerusalén, comenzó
yendo a rogar en |
el templo. Sabemos que,
incluso en la |
Santa Sede, y desde hace
muchos años, |
se han cometido
abominaciones: abuso |
de las cosas santas,
transgresión de pre- |
ceptos, y dado motivo de
escándalo. To- |
dos nosotros, prelados y
eclesiásticos, |
nos hemos desviado del
camino de la |
justicia». |
Lo de Lutero fue un drama
de concien- |
cia, lo mismo que ocurrió
con otros cris- |
tianos, seglares o
sacerdotes, de su época, |
en el frenesí de una
renovación y refor- |
ma acabada en el vértigo,
por lo común |
no previsto, de la
rebelión y los radica- |
lismos maximalistas que
corrientes e |
intereses políticos
también aprovecharon |
para dar paso a Iglesias
"nacionales", do- |
mesticadas, más distantes
o separadas de |
Roma. |
Pero hoy los tiempos han
cambiado. |
La unión de los cristianos
no está a la |
vuelta de la esquina, pero
los motivos de |
la separación se desmontan
y los de con- |
vergencia y fraternidad se
descubren, |
en el ánimo, los
propósitos y las esperan- |
zas de todos. |
Balance de |
las religiones |
Cualquier estadística
tiene siempre |
un valor harto relativo,
en especial |
cuando se refiere al
fenómeno |
religioso, que trasciende
el límite |
de lo meramente
cuantitativo. La |
calidad no es computable;
las |
conciencias escapan al
control de las |
mediciones humanas; los
grados de |
la Gracia los conoce sólo
Dios. |
Es una breve advertencia
que hay |
que anteponer, siempre, a
cualquier |
cifra, porque el
"misterio cristiano" |
—la intensidad de la
relación entre |
Dios y el fiel— es
indescifrable. |
Dicho esto, a modo de
balance, un |
poco como se hace en otros
aspectos |
de la vida al comenzar el
ejercicio |
anual o llegar a un hito
de las |
actividades humanas,
podemos |
ofrecer estos números: |
8 |
Total de creyentes en el
mundo de hoy: 3.873.733.000 |
De los cuales, son
cristianos: 1.205.028.000 |
Po De los cristianos, son
católicos: 705.028.000 |
son protestantes:
350.000.000 |
ortodoxos: 150.000.000 |
De los no cristianos, son
musulmanes: 550.000.000 |
son hinduistas:
510.000.000 |
son budistas: 280.000.000 |
son sintoístas: 75.000.000
: |
son taoístas: 50.000.000 |
son hebreos: 16.000.000 |
son confucianos:
310.000.000 |
Pertenecen a otras
religiones: 877.705.000 |
En relación con la
población mundial, y por continentes, resultan |
estas cifras y
porcentajes: |
África con 391.178.000
hab., son católicos 46.292.000 (11,8 por 100) |
América ‘’ 546.907.000 ‘’
‘’ ‘’ 336.421.000 (61,5 ‘’ 100) |
Asia 66
2.253.230.000 ‘’ ‘’ ‘’ 53.740.000 (2,5 ‘’ 100) |
Europa 66 661.708.000
‘’ ‘’ ‘’ 263.441.000 (40 ‘’ 100) |
Oceanía" 20.710.000
‘’ ‘’ ‘’ 5.134.000 (24,9 ‘’ 100) |
Proporcionalmente los
fieles que pertenecen a la Iglesia católica |
constituyen el grupo
religioso mayor del mundo, aunque sólo representa |
el 18,3 por 100 total de
la población mundial. |
¡Señor, que venga tu
Reino, en paz y para bien de todos los hombres! |
9 |
Las exigencias de la paz |
Antes del Concilio
Vaticano II —y en parte, inspirador de alguna de sus formula- |
ciones en orden a las
actitudes cristianas en el mundo de hoy—, el filósofo Jacques |
Maritain, había resumido,
a modo de presupuestos para la paz, la posición del |
hombre y del creyente, en
el discurso que pronunció en la segunda reunión de la |
Conferencia General de la
UNESCO, en 1947. De él extraemos el siguiente párrafo. |
SABEMOS todos que si la
obra de la paz debe prepararse en el |
pensamiento de los hombres
para que llegue a convertirse en la |
conciencia de las
naciones, es a condición de que los espíritus |
lleguen a persuadirse
profundamente de principios tales como |
los siguientes: |
• que una buena política
es ante todo y sobre todo una política justa, |
• que cada pueblo debe
esforzarse por comprender la psicología, el de- |
sarrollo y las
tradiciones, las necesidades materiales y morales, la |
dignidad propia y la
vocación histórica de los demás pueblos, por- |
que cada pueblo debe
considerar no sólo su propia ventaja, sino |
también el bien común de
la familia de las naciones; |
• que este despertar de la
comprensión mutua y del sentido de la co- |
munidad civilizada, si
supone, dados los lamentables hábitos secu- |
lares de la historia
humana, una especie de revolución espiritual, |
responde a una necesidad
de salvación pública en un mundo que |
es desde ahora uno para la
vida o para la muerte, sin dejar de se- |
guir desastrosamente
dividido en cuanto a los intereses y a las |
pasiones políticas; |
• que colocar el interés
nacional por encima de todo es el medio segu- |
ro de perderlo todo; |
• que una comunidad de
hombres libres no es concebible si no se re- |
conoce que la verdad es la
expresión de lo que es, y el derecho, de |
lo que es justo —y no de
lo que sirve mejor en un momento dado |
al interés del grupo
humano—; |
10 |
• que no es lícito matar a
un inocente porque se haya convertido para |
la nación en una carga
inútil o costosa o porque sea un estorbo pa- |
ra el éxito de las
empresas de un grupo cualquiera; |
• que la persona humana
tiene una dignidad que el bien mismo de la |
comunidad supone y que ha
de ser respetada, y que, como tal per- |
sona humana, como persona
cívica, como persona social u obrera, |
tiene derechos
fundamentales; |
• que el bien común está
sobre los intereses particulares, que el mundo |
del trabajo tiene derecho
a las transformaciones sociales requeri- |
das por su acceso a su
mayoría de edad histórica, y que las masas |
tienen derecho a
participar en los bienes de la cultura y del espíritu; |
• que el fuero de las
conciencias es inviolable; |
• que los hombres de
diferentes creencias y distintas familias espiri- |
tuales deben reconocer sus
derechos mutuos como conciudadanos |
en la comunidad
civilizada; |
• que el Estado tiene el
deber, en servicio mismo del bien común, de res- |
petar la libertad
religiosa como la libertad de la investigación; |
• que la igualdad
fundamental de los hombres hace de los prejuicios de |
raza, de clase, o de
casta, y de las discriminaciones raciales, una |
ofensa a la naturaleza
humana y a la dignidad de la persona y un |
peligro radical para la
paz. |
11 |
AMÉRICA, |
la libertad |
para todos |
y la fe como |
compromiso |
EN ESTADOS UNIDOS de
Améri- |
ca, un 94 por ciento de
sus habi- |
tantes confiesan que creen
en |
Dios y, de ellos, un 71
por ciento per- |
tenece a una Iglesia o a
una sinagoga. |
En la ciudad de Atlanta
(1.700.000hab.), |
por ejemplo, hay una
iglesia por cada |
120 habitantes. Si nos
guiamos por las |
estadísticas, hay que
sacar la conclu- |
sión de que los Estados
Unidos cons- |
tituyen un país
extraordinariamente |
religioso, y el que
aventaja a todos los |
demás países, en este
aspecto, entre los |
del mundo industrializado. |
Los Estados Unidos de
América, no |
sólo han evitado el tener
ninguna gue- |
rra en su propio
territorio (lo cual |
admite diferentes
interpretaciones), |
después de haber
constituido la Unión, |
sino que jamás han
intervenido ni |
emprendido guerras
"de religión"(lo |
que sí dice algo en su
favor). Desde |
un principio la propia
Constitución se- |
para la Religión del
Estado y proclama |
la libertad más explícita
en materia |
de fe y creencias. Sin
embargo, no hay |
acto ni discurso oficial
importante en |
que no se invoque a Dios.
El ser un |
ciudadano creyente siempre
se consi- |
dera como un valor
positivo; blasonar |
de ateísmo para llamar la
atención o |
hacerse más importante, es
un recurso |
fallido, aunque no se
discuta con los |
ateos, en realidad más
escasos que en |
Europa. |
Nadie es molestado por la
fe que |
desee profesar, ni por la
religión que |
invente... Es posible que,
en parte, ello |
sea debido a que la
población origina- |
ria allí llegada hace dos
siglos, hubo |
de sufrir en Europa a
causa de la fe |
abrazada y, alcanzar la
orilla de Amé- |
rica supuso algo parecido
a la huida |
al desierto de los
israelitas que esca- |
paron de Egipto. Es
posible también, |
que la religiosidad
americana, cual- |
quiera que sea la Iglesia
o forma es- |
pecífica que revista,
tiene algo que ver |
con la larga peregrinación
del pueblo |
judío y, como en la
antigüedad de éste, |
alberguen implícitamente
el mito de |
una predilección
providencial de Dios, |
para que, por medio de
América, lle- |
gue la salvación al resto
del mundo... |
Pero esta sensación de
pueblo pre- |
dilecto o
"elegido" la han experimenta- |
do también otros pueblos
en coinci- |
dencia con el momento
hegemónico |
que han vivido, a partir
del supuesto |
de que los éxitos terrenos
sean bendi- |
ciones de Dios y de que el
poder de |
hecho que éstos confieren
ha de em- |
plearse en dominar a los
demás a fin |
de mantener y conservar la
preponde- |
rancia alcanzada. Lo cual
lleva a con- |
fundir los conceptos de
"Reino de |
Dios" y "reino
de este mundo". Nin- |
gún pueblo que ha
alcanzado un cierto |
grado relevante de poder
se ha visto |
libre, desde la hegemonía,
de esta |
tentación, aunque haya
seguido invo- |
cando a Dios. ¿Le ocurre
también ahora |
a América? |
12 |
Con ocasión del
bicentenario de la |
fundación de los Estados
Unidos de |
América, no han faltado,
en su conme- |
moración, voces
himnódicas, ingenuas, |
o triunfalistas, que
podían hacerlo su- |
poner: América tiene la
misión de |
"arreglar el
mundo"... Pero, al mismo |
tiempo también se han
alzado los gru- |
pos más responsables de
los creyentes |
americanos para poner en
entredicho |
los resultados de tan
general profesión |
de fe en Dios. En este
sentido, el año |
pasado, el comité
interreligioso com- |
puesto por católicos,
judíos y el Con- |
sejo Nacional de Iglesias
protestantes, |
ha denunciado la
"atmósfera de cinis- |
mo y crueldad" con
que se ha pretendido |
justificar la propia
seguridad y el pro- |
pio egoísmo nacional, en
vez de respon- |
der al espíritu
revolucionario y gene- |
roso que inspiró el origen
de la Unión. |
En cambio se han querido
justificar las |
desastrosas intervenciones
militares |
en el Sureste asiático, y
monopolizar |
las riquezas del mundo con
manifiesto |
egoísmo: los americanos
representan |
sólo el 6 por ciento de la
población |
mundial, pero —dicen los
denuncian- |
tes— consumen el 40 por
ciento de la |
producción total de la
Tierra, lo cual, |
si hay que ser fieles a la
tradición na- |
cional y religiosa del
país, hay que |
hacer que el resto de la
familia huma- |
na participe más
equitativamente de |
las riquezas terrenas,
bajo pena de ser |
causa de escándalo ante el
mundo. |
Hay que evitar tanto el
descorazona- |
miento como el cinismo y
la indife- |
rencia: es posible y
debemos ayudar a |
los pueblos oprimidos, lo
mismo que |
deseábamos ser ayudados
cuando, en |
el principio, los
oprimidos éramos no- |
sotros, dicen en conjunto. |
Y no sólo son las
Iglesias. También |
funcionan, aunque no sean
tan nume- |
rosos, los lobbies
parlamentarios de |
fuerte inspiración
religiosa, formados |
por grupos de acción
ecuménica o |
confesional cuya finalidad
es presio- |
nar las decisiones
políticas, desde Wa- |
shington, en compromiso
con la fe en |
Dios. |
No cabe duda que el hecho
de que |
Jimmy Carter se haya
presentado co- |
mo un creyente sincero,
influyó en |
que fuese seleccionado
para la candi- |
datura a la presidencia y,
en parte por |
lo menos, que haya
triunfado sobre |
Gerald Ford. Que acierte,
en sus deci- |
siones políticas, a
transformar la ten- |
tación de triunfalismo por
la de com- |
promiso cristiano. Después
de Cristo |
ya no hay pueblos
"elegidos"; sólo |
una humanidad en espera de
ser fra- |
ternal, y sólo un deber
para los cre- |
yentes: prepararla para
que sea fami- |
lia de Dios. |
RUSIA, |
PUEBLO |
DE DIOS |
Es el testimonio del
arzobispo |
de Marsella, monseñor
Roger E- |
chegaray que, como se
sabe, es |
además presidente de la
Confe- |
rencia Episcopal de su
país. El |
artículo ha sido publicado
en |
francés en Hebdo TC, el 9
de |
septiembre de 1976. |
INTENTO hablar, aquí,
solamente de |
la Iglesia Ortodoxa, de la
que he sido |
huésped mimado en el curso
de un |
periplo de más de tres mil
kilómetros. |
Una Iglesia más bien
reservada y púdica |
en relación con su pasado,
pero resuelta- |
mente vuelta hacia el
futuro. |
Ha sido preciso que yo
mismo tome su |
historia como punto de
referencia para |
darme cuenta que su
supervivencia de- |
pende de un milagro
permanente. ¿Nos |
damos cuenta de que la
Revolución de |
1917 estalló en el mismo
momento en que |
la Iglesia, después de
diez años de traba- |
jar en su preparación,
abría un concilio |
lleno de promesas en orden
a su necesa- |
ria renovación? |
El Estado, a través de
sucesivas tenta- |
tivas, ha intentado la
liquidación total de |
la Iglesia: en el año 1939
apenas existían |
cuatro obispos en
libertad, sobre más de |
160 (casi todos mártires
de la fe), algu- |
nos cientos de sacerdotes
(sobre 51.000), |
todos los monasterios
clausurados (un |
13 |
total de 1.025) y ningún
seminario abier- |
to (sobre 57). |
Después de una breve
tregua o, más |
bien, de una floración
religiosa durante |
la guerra y la postguerra,
se olvida que |
el período kruscheviano
(de 1959 a 1964) |
fue uno de los más
nefastos ya que supu- |
so el cierre de más de
10.000 iglesias |
además de muchas otras
exacciones man- |
tenidas hasta nuestros
días. Es penoso |
ver, todavía hoy, la
antigua catedral de |
Nuestra Señora de Kazán,
en Leningrado, |
transformada en museo
antirreligioso de |
la especie más arcaica. |
Cuando nos detenemos a
pensar en la |
Iglesia de nuestros días,
conviene no per- |
der de vista este panorama
de "tierra |
quemada" sobre la
cual, obstinadamente, |
aprovechando afanosamente
pequeños |
espacios de libertad,
brotan de nuevo ar- |
bustos tenaces de la fe
como podrían |
serlo plantas muy altas. |
La vida de la Iglesia,
despojada de sus |
actividades incluso
educativas (está |
LAUS |
se reparte gratuitamente |
a los amigos del Oratorio |
que lo solicitan |
LAUS |
Apartado 182 |
ALBACETE |
prohibida cualquier
enseñanza religiosa |
a los menores de edad), se
reduce y con- |
centra en el culto. Pero
hay que tener en |
cuenta que no todo
cristiano que ejerce |
una función social se
atreve abiertamen- |
te a ser practicante y
que, además, para |
muchos, querer acercarse a
la iglesia más |
próxima equivale a una
larga peregrina- |
ción (por ejemplo, en
Kiev, ciudad de dos |
millones de habitantes,
existen solamente |
nueve iglesias ortodoxas,
pero ninguna |
en los nuevos barrios,
como en el gran |
conjunto de Darnitsa con
sus 600.000 |
habitantes al otro lado de
la ribera del |
Dnieper). |
Con frecuencia, el obispo
o el sacerdo- |
te oficiante me invitaba a
hablar a estas |
multitudes que rogaban y
cantaban: nun- |
ca sentí tanta avidez por
las palabras |
más evangélicas y menos
literarias, y |
comprendí mejor que nunca
la plenitud |
del «buscad primero el
Reino de Dios...» |
Lo que constituye la
fortaleza de la |
Iglesia es la serenidad de
este "pueblo de |
Dios" que renace
incesantemente de las |
cenizas y consigue marcar
con su fe la |
vida cotidiana infectada,
más que en otra |
parte, por el ateísmo
militante. Nadie sos- |
pecha la amplitud y la
intensidad de la |
vida religiosa en la URSS.
Es, sin duda |
alguna, el mayor volcán de
la cristiandad; |
un volcán que retumba,
hoy, a través de |
las voces patéticas de
intelectuales o de |
jóvenes que van en busca
de un nuevo |
"Padre Zósimo"
de los Hermanos Kara- |
mazov. De otro modo, ¿cómo
sería posi- |
ble que quinientos
seminaristas anuales, |
de vocación bien madura,
no entendieran |
estas llamadas públicas o
clandestinas |
que les empujan al
servicio esperanzado |
de una Iglesia perseguida,
que ya ha dado |
tantos santos y
pensadores? |
Sí, bienaventurada Iglesia
donde el |
Evangelio se recopia a
mano, o se arran- |
ca de los turistas, o se
compra en el mer- |
cado negro: ¿qué no se
puede esperar de |
esta Iglesia cuando
volverá a caer sobre |
su inmenso territorio la
lava incandes- |
cente y fecunda del volcán
de su fe en |
Dios Trinidad? |
14 |
documento: |
CODE |
DEFENDER LA VIDA, |
CONDICIÓN PARA LA PAZ |
En la presentación del
tema de la Jornada Mundial de la Paz para el año |
1977, la Políglota
Vaticana ha difundido un texto, cuya versión en castellano |
ofrecemos resumidamente.
En el tema propuesto por Pablo VI se establece la |
relación entre la defensa
de la vida y la necesidad de la paz. |
ANTE LOS DESALIENTOS |
Y FATALISMOS |
PABLO VI nos apremia a
todos con un grave inte- |
rrogante: «¿Queremos de
veras la paz?» ¿No esta- |
mos más bien resignados a
una sociedad y a una |
civilización de las que
está ausente la paz? |
Ésta es la actitud de
algunos, motivada por el des- |
aliento ante los fracasos
y el retorno a la barbarie; espe- |
rando, a lo más, que las
tormentas que se amontonan no |
pasarán mientras ellos
vivan. |
Otros, al contrario, están
persuadidos de que la gue- |
rra es, científicamente,
la ley ineludible y estructura de |
la Historia. Entonces, se
disponen fríamente a vivir en |
medio de ella, como un
factor integrado de la vida en |
sociedad o, por lo menos,
del cambio sin precedentes que |
experimenta nuestra
generación sacrificada. |
Otros también —y éstos son
quizá cristianos— no |
esperan otra solución al
desorden y a la inmoralidad que |
reinan sobre el planeta,
sino los grandes cataclismos anun- |
ciados diariamente. Ven en
ellos un justo castigo del |
pecado colectivo de la
Humanidad, su cruz y su única |
salvación. |
15 |
LA INHIBICIÓN BURGUE- |
SA Y LA FALSA PAZ |
Finalmente, otros, a la
inversa, se adaptan gustosa- |
mente a cualquier política
o modelo de sociedad, con tal |
que la vida continúe, sin
plantearse muchos problemas |
y, sobre todo, sin
perjudicar sus intereses o su confort. |
Evidentemente, aquí no nos
ocupamos de este "desor- |
den establecido", de
esta falsa paz, sino de la verdadera |
paz, de aquella que, más
allá o más acá de la "no gue- |
rra", laboriosamente,
a través de los conflictos, extinguidos |
o surgidos de nuevo, pone
de manifiesto la búsqueda co- |
mún de un conjunto de
valores sociales, culturales, espiri- |
tuales, hacia una mayor
justicia, seguridad, solidaridad, |
participación,
creatividad, fraternidad. |
Esta es la paz —si al
menos creemos en ella, si la de- |
seamos, si trabajamos por
ella— que el Santo Padre pone |
en relación con la vida
dentro del tema de 1977. |
LA VIDA, CONTENIDO DE |
LA PAZ |
La paz y la vida caminan
juntas. Una y otra son |
el signo de una sociedad
lograda, el síntoma de su salud; |
la prueba y la medida de
su crecimiento; la razón, la ver- |
dadera ley de la historia
humana y de su salvación. |
Una y otra se condicionan
mutuamente. La paz |
protege y desarrolla la
vida; la vida ofrece a la paz su |
contenido y sus
"motivaciones". |
La vida es el primero de
los bienes; lo más precioso |
que el hombre posee. |
La palabra
"vida" no se toma, en el tema de la |
próxima Jornada, en su más
amplia acepción, a saber, la |
existencia temporal e
inmortal del hombre; sino en el sen- |
tido limitado de su vida
física, o más bien, psicofísica. |
Pues su conciencia, su
libertad, su naturaleza espiritual |
la sitúan radicalmente por
encima de la vida animal de |
la que, sin embargo,
participa plenamente. |
Defender la vida es, pues,
respetar, proteger este ser |
viviente "sui
generis". En una palabra (por referirnos, |
analógicamente, a lo que
la Encíclica "Populorum Pro- |
gressio" dice del
desarrollo: «Promover todo el hombre y |
todo en el hombre»
["Populorum Progressio", n. 14]) es |
defender y promover, en
esta persona humana «dotada de |
una eminente dignidad»
(GS., n. 26, 2), «todo viviente y |
todo lo viviente». |
16 |
Programa inmenso, pues
incluye a la vez la totali- |
dad de los hombres
existentes y por nacer, tanto en su su- |
ma aritmética como en su
globalidad, y la integridad de |
cada uno de ellos en su
ser psicofísico. |
¿Defender la vida? Sí,
porque esta vida es, contradic- |
toria y simultáneamente,
apreciada, exaltada, buscada, |
socorrida y, por otra
parte, contestada, rechazada, herida |
o suprimida. La
solidaridad, nacional o internacional, se |
manifiesta frecuentemente
y por todas partes en el planeta, |
con peligro de los
salvadores, para curar un herido o eva- |
cuar una población
amenazada. Pero, los mismos aviones |
empleados al servicio de
la vida se transforman seguida- |
mente, si hace falta, en
aparatos de combate. |
IMPERATIVOS DE LA PAZ |
Sería larga la enumeración
de los problemas actua- |
les y acuciantes relativos
a la vida humana. Pero |
pueden agruparse, sumaria
y un poco arbitrariamente, |
en tres categorías, a las
que poco más o menos corres- |
ponden tres imperativos:
defender la vida, cuidar la |
vida, promover la vida. |
DEFENDER LA VIDA HU- |
MANA |
En el primer grupo
—defender— deben distinguirse, |
primeramente, las
agresiones que tienen por objeto (o |
que de hecho entrañan) la
muerte de millones de seres |
humanos, adultos o por
nacer. |
En este campo surgen tres
agresiones fundamentales |
en sí mismas y en relación
a la paz: la guerra, el aborto, |
el hambre. |
Sin la vida no hay paz: la
paz es, ante todo y con |
anterioridad, ausencia de
muerte, de matanzas, de exter- |
minios, de heridas, de
destrucción. Perder la vida es per- |
der la paz. Quitar la vida
es quitar la paz. La vida tiene |
los mismos enemigos que la
paz. |
LA INTEGRIDAD DE LA |
PERSONA |
Entre las agresiones que
no causan la muerte (nor- |
malmente), pero que
«constituyen una violación de la in- |
tegridad de la persona
humana», el Concilio nombra «las |
mutilaciones, la tortura
física o moral, las coacciones psi- |
cológicas; todo lo que es
una ofensa a la dignidad y a |
la integridad del hombre,
como las condiciones de vida |
17 |
infrahumanas, los
encarcelamientos arbitrarios, las depor- |
taciones, la esclavitud,
la prostitución, el comercio de mu- |
jeres y de jóvenes; o
también las condiciones de trabajo |
degradantes...»; «todas
estas prácticas y otras semejantes |
son verdaderamente
infames. A la vez que corrompen la |
civilización, deshonran
más a sus autores que a sus vícti- |
mas y son totalmente
contrarias al honor debido al Crea- |
dor» (GS., n. 27, 3). |
Pablo VI repite y
completa, poco después, este |
diagnóstico y esta
enumeración: «Violencia, represa- |
lias, actos de terrorismo,
torturas policiales, tráfico de |
drogas, secuestro de
personas...» (Audiencia general del |
25 de marzo de 1970). |
LAS TORTURAS |
Pero el Papa condena, con
fuerza particular, la |
tortura: «Constituye para
Nos un doloroso deber apelar |
a la reflexión de los
hombres de buena voluntad sobre |
ciertos hechos que se
ciernen hoy día sobre la escena del |
mundo... Las torturas, por
ejemplo. Se habla como de una |
epidemia extendida en
numerosas partes del mundo... |
Estas torturas, es decir,
los métodos policiales crueles e |
inhumanos para arrancar
confesiones de labios de los pri- |
sioneros deben ser
condenadas absolutamente. No son ad- |
misibles..., ni siquiera
bajo pretexto de ejercitar la justicia |
y de defender el orden
público... Hay que denunciarlas y |
abolirlas. Son una ofensa
no solamente a la integridad |
18 |
física, sino también a la
dignidad de la persona humana. |
Aplastan el sentido y la
majestad de la justicia. Inspiran |
sentimientos implacables y
contagiosos de odio y de ven- |
ganza...» (Audiencia
general del 21 de octubre de 1970). |
EL RÉGIMEN PENAL Y |
CARCELARIO |
Finalmente, ¿cómo no poner
en entredicho otros gra- |
ves ataques, en numerosos
países, a la integridad de la |
vida humana: el régimen
penal y carcelario, juicios y |
detenciones arbitrarias,
procedimientos ilegales, encarcela- |
mientos prolongados, malas
condiciones alimenticias, sa- |
nitarias y sociales de los
detenidos y de sus familiares; |
interrogatorios inhumanos,
castigos corporales, lavados de |
cerebros? |
Mención particular debe
reservarse a los hospitales |
psiquiátricos y a todas
las prácticas que atentan a la |
desintegración psíquica
del internado o de su asentimiento |
al sistema que lo oprime. |
Estos ataques físicos a la
libertad se multiplican cruel- |
mente en nuestros días:
raptos, detención de personas como |
rehenes, secuestros de
aviones. Y, asimismo, la droga, el |
alcohol, los
estupefacientes, los medios deshumanizado- |
res. |
El lazo entre la paz y el
respeto a la vida aparece |
ahí en toda su claridad.
Una sociedad, una nación, |
¿puede vivir en paz cuando
se mata o cuando se ataca a |
sus "miembros
pensantes," arrancándoles hasta su pensa- |
miento, su voluntad y sus
convicciones? |
CUIDAR LA VIDA |
Mucho habría que decir y
que hacer, en el marco del |
tema del año 1977, sobre
la relación entre la paz y la vida |
humana en este campo del
"ministerio de la vida" (GS., |
51). La mayoría de los
Estados modernos han creado un |
Ministerio de la Salud.
Luchar contra la enfermedad, au- |
mentar la duración de la
esperanza de la vida, velar por |
la suerte de los
minusválidos, pero sobre todo mejorar |
constantemente la higiene,
el medio ambiente humano, la |
alimentación es, con toda
seguridad, crear un clima de |
serenidad y de paz.
"Gaudium et Spes" precisa las prin- |
cipales exigencias
contemporáneas «de una vida verdade- |
ramente humana» (GS., 26,
2). |
19 |
El pueblo chino. |
El pueblo chino cree sin
fanatismo en todo ser trascendente |
y acoge todas las
religiones con una sonrisa escéptica. Puede |
practicarlas todas sin
miedo a la contradicción, porque su |
sentido de la armonía le
hace ver en cada una de ellas un |
camino, una verdad y una
vida parciales. A su modo de |
ver todas ellas barajan
sus contenidos en un |
mismo sincretismo
religioso. |
El espíritu chino ha
aprendido recientemente de Occidente la |
intolerancia religiosa, no
precisamente a través |
del cristianismo, sino del
marxismo. |
Desde hace un siglo, las
humillaciones nacionales impuestas |
por el Occidente dinámico
y expansivo, los trastornos políti- |
cos resultantes del
derrumbamiento de las antiguas estructuras |
sociales, las guerras y
las derrotas, han dado lugar a que los |
chinos dudasen de la
eficacia de su prudencia y sabiduría y a |
que se planteasen
problemas a cerca de su destino. Ansían |
ardientemente encontrar
una fe, una luz y una verdad que les |
guíe. Así han estado
sucesivamente fascinados por la mística |
nacionalista de una China
fuerte, por la mística socialista de |
un mecanismo liberador y
por la mística comunista de una |
sociedad en perspectiva,
productiva, reconciliadora y feliz. |
François Houang, del
Oratorio |
en AME CHINOISE ET
CHRISTIANISME |
LAUS |
Director: Ramón Mas
Cassanelles - Edita e imprime: Congregación del Oratorio |
Placeta de S. Felipe Neri,
1 - Apartado 182 - Albacete - D. L. AB 103/62 - 10.1.77 |
20 |
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