Publicación
mensual del Oratorio. |
Núm. 149. ABRIL. Año 1977. |
SUMARIO |
UN CIRIO pascual, una luz
en el mundo para todos. |
Limpieza de sinceridad de
la vida renovada. Todos |
los hombres no son todavía
cristianos. Pero aún |
antes de aupar para que
los que no se han bautizado |
o que permanecen lejos de
la Iglesia, vengan o vuelvan a |
ella, convendrá la
renovación, la conversión de los que, |
querámoslo o no, hemos de
dar la imagen de Cristo a los |
que todavía no lo conocer,
o lo conocer mal. Y esto hemos |
de desearlo, quererlo y
hacerlo, porque es posible y es |
necesario, para nuestra
misma felicidad y la que buscan |
y necesitan todos los
hombres. |
EVANGELISTA DE LA
RESURRECCIÓN |
QUIEN AMA Y QUIEN NOS AMA |
EL ÉXTASIS NARCOTIZANTE |
LA PRIMERA PIEDRA |
MEDITACIÓN ANTE UN
CRUCIFIJO |
ROGER GARAUDY |
SINCERIDAD CRISTIANA |
1 (61) |
tiempo de orar: |
«Acuérdate de Jesucristo, |
resucitado de entre los
muertos». |
(Me acuerdo muy bien de
él. |
A todas horas. |
Me acuerdo de él,
buscándolo |
en toda cosa, en todos; |
sintiéndome buscado por
sus ojos gloriosamente humanos; |
sintiéndome seguido,
reclamado, juzgado, |
por tantos ojos suyos,
todavía terrenos). |
«En él, nuestras penas...» |
(La soledad innata, donde
crezco |
como un tallo de menta. |
La soledad del mundo. |
La Justicia llorada
inútilmente. |
El complejo indefinible
que me envuelve en silencio |
las raíces del alma más
profundas, |
abiertas sólo a Dios, como
el océano... |
La durísima cruz de esta
esperanza |
donde cuelgo seguro y
desgarrado, |
la infinita ternura que me
abrasa |
como un viejo rescoldo |
de montañas nativas. |
El amor nunca dado y nunca
amado. |
La impaciencia sin citas y
sin puertos...) |
«En él, nuestra Paz...» |
(La Paz pedida siempre. |
La Paz nunca lograda. |
La extraña Paz divina que
me lleva |
como un barco crujiente y
jubiloso. |
La Paz de hoy, sangrándome
de ella, |
como una densa leche. |
¡La violenta Paz de su
Evangelio!) |
«En él, la Esperanza, y en
él la Salvación». |
(...Y entretanto
celebro su Memoria, |
a noche abierta, cada
día...) |
Mons. Pedro Casaldáliga |
2 (62) |
Evangelista |
de la Resurrección |
NO SABEMOS al otros, ni al
tal vez la Virgen vieron antes que María |
Magdalena al Maestro
salido gloriosamente del sepulcro. En cual- |
quier caso el Evangelio lo
silencia. Por él conocemos solamente del |
alborozo de esta mujer, la
primera que vio al Resucitado y que corrió |
A decirlo a los apóstoles,
escépticos ante el anuncio que se les hacía. Los |
misóginos de nuestros días
volverían a perder la claridad del mensaje glo- |
rioso que se les diera,
porque seguirían desconfiando del mensajero: una |
mujer... |
El Evangelio está lleno de
ironías, pero ironías divinas. Cuando estamos |
todos de acuerdo que la
misión esencial de la Iglesia ―podrían abreviarse |
sacramentos, pero esta
misión no podría suprimirse― es la de anunciar a |
Cristo y, precisamente,
Cristo resucitado resulta que el cometido lo entrena, |
aún antes que ningún varón
de entre los seguidores de Cristo, esta mujer |
y ―para colmo―
ante los mismos varones, a los que los siglos venideros |
―también en el
nuestro― se hará necesaria referencia cada vez que se quie- |
ra argumentar en pro del
requisito de masculinidad para la persona huma- |
na admitida al ministerio
sagrado. |
Bien en cierto que en
ello, con independencia del Influjo masculinista |
que el mundo continúa a
imponer, incluso a la Iglesia, se debe al reverente |
celo por no errar en
desviaciones de lo que se calcula haber sido la volun- |
tad de Cristo. Podría
haberse extendido a suponer que, para no desviarse |
de lo que concretamente
hizo Cristo al elegir sus Apóstoles, la condición |
posterior para los
candidatos al sagrado ministerio debía ser. Además de |
la masculinidad, el
pertenecer al pueblo judío. Afortunadamente, aunque el |
cristianismo comenzó su
difusión entre los judíos, el hecho de la diáspora |
y el celo de Pablo por lo
gentilidad hicieron relativamente fácil el sortear |
este primer escollo. |
La Iglesia, de todos
modos, no ha sido nunca totalmente antifeminista, |
ni en sus mismas
estructuras humanas, porque enseguida supuso, hasta |
en lo social, algún grado
de liberación de la mujer, superando en ello, con |
3 (63) |
frecuencia, el relativo
retraso de la mentalidad mundana al respecto. Y, |
en el progreso liberador
que realiza en el curso de los siglos, a pesar de |
las vacilaciones que los
Influjos de las presiones culturales mundanas le |
suscitan, VA poco a poco
adelantando hacia la meta de la total liberación |
del hombre. En un momento
dado de la Historia humana, puede parecer |
rezagada o tal vez
excesivamente conservadora pero esa actitud en reali- |
dad es fruto de un sentido
de profunda responsabilidad para no caer en |
error. En cada momento la
Iglesia es, en su desarrollo, no sólo lo que Dios |
quiere, sino lo que los
cristianos le dejamos que sea, puesto que la Iglesia |
Homos todos los
bautizados. |
La Resurrección fue la
victoria de Cristo y enseguida ―antes que de los |
varones―, la
victoria de la fe de las primeras mujeres cristianas. Pero es |
que éstas habían mantenido
esta fe encendida, sin que el viento de derrota |
que soplaba en el Calvario
apagara la llama de su fidelidad en el momento |
en que los varones
"todos, habían huido". |
Tal vez por eso, porque lo
esencial de la Iglesia había de ser la fe en |
Cristo y en el anuncio
salvador de su Resurrección, en los planes de Dios |
tenía que caber esa divina
ironía de que, una mujer fuese a proclamar el |
anuncio gozoso a los
huidos y escépticos, y fuese la primera entre todos |
los que habían conocido al
Señor, para que luego, cuando ellos presidie- |
ran y decidieran
―«ha parecido a nosotros y al Espíritu Santo», diría san |
Pedro...― y
predicaran, un leve movimiento interior de vergüenza y de hu- |
mildad, atemperara el
sentimiento de sentirse los primeros "amigos" del |
Señor quien, no sólo les
amó y se entregó a la muerte, sino que, al fin, tam- |
bién se les apareció. |
Como también se aparece,
al fin, en el cenáculo de cada corazón que |
es capaz de hacer un
simple acto de fe. La fe que en un principio ellos no |
tuvieron: la fe que, con
entusiasmo, les proclamó Maria Magdalena, la pri- |
mera evangelizadora de
Cristo Resucitado. |
La Eucaristía no es un
misterio contra la |
razón, sino, en todo caso,
contra la imagi- |
nación; por eso ha de ser
aceptado por la fe. |
Card. J. H. NEWMAN, C. O. |
4 (64) |
Quien ama |
y quien nos ama |
EL HOMBRE es un pordiosero |
de amor; pero también es
un |
corruptor de
generosidades. |
Busca quien le quiera aún
antes de |
dedicarse a querer a
otros; espera |
recibir y, mientras
recibe, se preci- |
pita ―ingenuo,
glotón y tontilisto― |
a contar las monedas de
oro que se |
le hacen luz en la mano,
olvidán- |
dose de levantar los ojos
―ni ver- |
gonzosos por la pobreza
confesada, |
ni resentidos por la
humillación de |
esperar y pedir, ni
altaneros por la |
ingratitud del
desprecio― para mi- |
rar a quien le regala. El
hombre |
pordiosero de amor, cuando
se ol- |
vida de mirar, es que ha
perdido |
el gozo del alma, y que se
le con- |
gela la mirada en el
prisma emer- |
gente del egoísmo
interior, radical. |
Ya no ama, recoge; ya no
piensa, |
calcula. Ya no será el
manantial, |
sino el embalse donde se
ahoga la |
corriente de bien que de
fuera le |
llega y se le pega, como
un añadido |
que no se integra, pero
que es ins- |
trumentalizado para
ocultar la ori- |
ginal pobreza, disimulada
en ropa- |
jes de vanidad. La
apariencia de |
bien permanece, pero su
sentido se |
ha corrompido. |
El hombre, un ser que
busca ser |
amado tanto como necesita
amar y |
que se desequilibra en su
mismo |
ser cuando el amor en él
circula |
en uno solo de los
sentidos que se |
funden en este circuito. |
El egoísmo es el
anti-amor, el |
querer ser amado sin amar,
y nos |
viene principalmente del
miedo, |
de la inseguridad y hasta
de la |
ignorancia. Se acumula, se
busca |
recibir sin haber dado y
sin querer |
dar; nos arrimamos a las
garantías |
protectoras y echamos a
los rivales |
para aprovecharnos de sus
con- |
quistas e incorporarlas a
nuestro |
prestigio periclitante,
porque tene- |
mos miedo de no alcanzar,
sin este |
asalto, la falsa imagen
que de nos- |
otros nos hemos hecho para
alejar |
el complejo de la propia
pobreza, |
cuando la verdadera
riqueza sería |
amar. |
Pero, ¿qué es el amor?,
¿quién |
ama?, ¿quién es amado? |
El sentimiento, el halago
com- |
placido, el aplauso
esperado, nos |
engañan muchas veces sobre
el |
amor. Sólo un esfuerzo
limpio de |
inteligencia nos puede
depurar los |
pensamientos sobre
nosotros mis- |
mos, sobre los demás y
sobre lo |
bueno que recibimos y lo
bueno |
que hemos de comunicar. De
lo |
contrario, la palabra amor
circula- |
5 (65) |
rá sin impregnar de su
realidad |
ningún hombre que la
pronuncie. |
En el hombre el bien, todo
bien, |
comienza siempre en la
inteligen- |
cia. No se puede ser
bueno, ni |
entender el bien, ni hacer
el bien, |
sin pensar, sin querer
pensar, sin |
aprender a pensar, sin
saber pensar. |
Pensar mirando hacia
dentro y mi- |
rando hacia fuera, pero no
desde la |
escena, sino bajando a los
caminos |
y andándolos en
fraternidad hu- |
mana. |
Ello sucederá cuando todos
los |
enamorados, todos los que
en el |
mundo están, dándose
cuenta que |
su vida solamente tiene
sentido si |
es prendida por el amor
cristiano, |
conviertan su actividad y
sus rela- |
ciones, no en carreras
hacia la fa- |
ma, no en luchas por el
prestigio, |
no en ambiciones de
posesión, ni |
en conquistas de poder o
diseño |
previo de discutibles
aureolas que |
la vanidad taimada
prepara, sino |
en la entrega sincera y
gozosa de |
uno mismo a la dinámica
del bien. |
Ser buenos y amar es ser
hom- |
bres y hacer hombres
sinceros, jus- |
tos, laboriosos,
desprendidos y en- |
tusiastas, puestos el
corazón y la |
mirada en Dios, con el
ánimo y la |
esperanza de cambiar el
mundo. |
¿Quién nos quiere?, ¿a
quién que- |
remos? |
La respuesta podría estar
el las |
breves palabras de un
escritor fran- |
cés de nuestros días, en
la primera |
página de uno de sus
libros, que |
dedicaba, agradecido, a
sus maes- |
tros, cuyos nombres
citaba, con |
esta frase preliminar: «En
recuerdo |
de los que me han enseñado
a pen- |
sar y me han ayudado a
amar». |
Porque nos quiere el que
piensa |
y enseña a pensar y ama y
nos abre |
caminos para el amor. Y
queremos |
a quien damos ideas y
ofrecemos |
una tarea de bien. |
Desmontar la estructura de
la superstición como |
instrumento político de
opresiones... para que los |
hombres no cedan a los
engaños y confusiones, a |
las mentiras y, sobre
todo, al miedo y a la supers- |
tición. Y para que no se
dejen enmudecer, porque |
la libertad de palabra
siempre cerrará el paso a |
sus ojos, a los adivinos y
a los gurús y a los que |
sólo apetecen el gobierno
y de cuya apetencia |
nace toda discordia civil
y todo cisma religioso. |
JOSÉ JIMÉNEZ LOZANO |
6 (86) |
EL ÉXTASIS |
NARCOTIZANTE |
HASTA cierto punto la
técnica es |
una extensión de la misma
na- |
turaleza: la técnica es
creación |
del hombre, con sus
propias fuerzas |
naturales, aplicándolas a
la naturale- |
za, logrando síntesis
dinámicas que se |
hacen instrumentalmente
dóciles. ¿Pa- |
ra qué? |
Los medios que el hombre
logra |
dominar se le hacen por lo
menos |
ambivalentes y en
ocasiones, contra- |
dictorios, cuando vacila
respecto a |
los fines o es incapaz de
darles el con- |
tenido y cometido que,
proporcional- |
mente, les correspondería
para no |
estragar, exagerándolo,
ningún senti- |
do, ni postergar ninguna
de las dimen- |
siones humanas. "El
hombre unidi- |
mensional" de
Marcuse, es un hombre |
deformado. La técnica
puede producir |
deformaciones. |
No ha faltado quien señale
tales fa- |
llos, en particular,
respecto a uno de |
los avances más decisivos
de nuestra |
época: los medios de
comunicación, |
más proclives, todavía, a
producir un |
éxtasis (Mac Luhan), a
veces narcoti- |
zante, en quienes reciben
su mensaje |
sin posibilidad de
respuesta, que a es- |
tablecer una real y fluida
inter-comu- |
nicación de masas. |
Hace algún tiempo que
Aranguren, |
desde las páginas de la
Revista de |
Occidente, se refería a la
relación del |
"medio" con el
consumo", pues DOB |
movemos en una sociedad
creciente- |
mente consumista, en la
cual, como |
diría Roger Garaudy, lo
que se llama |
política de crecimiento es
una política |
que carece de otro
objetivo que el de |
permitir que la máquina
siga funcio- |
nando). |
¿Qué se consume? Aranguren
señala |
un triple campo
monopolizado por los |
"media":
información, publicidad, ocio. |
En ellos, la frontera de
lo que es noti- |
cia y lo que es simple
anuncio, queda |
borrosa: igualmente, al
querer ofrecer |
lo que "gusta"
(los puros valores de la |
inteligencia pueden
anunciarse a si |
mismos muy pocas veces),
la simbiosis |
negocio-público convierte
la informa- |
ción en un mero
subproducto para |
uno y otro polo (empresas
y público). |
Con lo cual a lo que se
llama "cultura |
de masas" habrá que
oponer algunos |
reparos hasta reducirla a
su realidad: |
se trata de una
cultura-ficción" encar- |
gada de crear un
"mundo feliz", pura- |
mente ensoñado,
mitológico... en el |
cual la "imagen"
es, paradójicamente, |
más "real" que
la realidad misma. |
Responde a la sociedad
tecnológica |
que vivimos, en la que el
ocio también |
7 (67) |
es material de consumo,
pero no es- |
pacio para la elevación
cultural del |
hombre, para su desarrollo
y espiri- |
tualización. |
Estamos, diría la
Constitución conci- |
liar sobre la Iglesia y el
mundo actual, |
«en las nuevas formas de
cultura ―cul- |
tura de masas―, de
las que nacen nue- |
vos modos de sentir,
actuar y descan- |
sar», como agentes que
promueven, o |
deberían promover, la vida
comuni- |
taria, pero no acertamos
todavía a |
colmar de un contenido
positivamente |
elevador del hombre a
quien se desti- |
nan. El problema es ético,
tal vez el |
más grave de nuestro
tiempo. |
Unas recientes encuestas
llevadas a |
cabo en Francia, revelan
que, unos |
con otros, los ciudadanos
de nuestro |
país vecino, dedican cada
uno más de |
mil horas anuales cara al
televisor |
(más de dos horas
diarias). En muchos |
casos el éxtasis
televisivo, encima de |
eu carga de banalidades o
enajenacio- |
nes, colapsa o impide el
diálogo fami- |
liar precisamente en los
momentos en |
que las familias normales
solían estar |
reunidas alrededor de la
mesa, en |
conversación, tras una
mañana, o una |
jornada de trabajo o, para
los más jó- |
venes, pasada en la
escuela. |
Pero precisamente parece
que son |
éstos, los más jóvenes, y
las personas |
más ignorantes, las que
más riesgos |
van a padecer. En Estados
Unidos, los |
niños de siete a catorce
años, pueden |
Hay dos culturas, ambas
insatisfactorias, en el |
presente: la académica,
que finalmente es patri- |
monio de clase, una
colección de saberes apa- |
rentemente inútiles
―pero al fin útiles para |
conseguir puestos y
prebendas―, que está en |
sus finales. Y la
tecnológica, ese conjunto de |
saberes que han
transformado el mundo, direc- |
tamente útiles, pero
incapaces de |
transformar la sociedad. |
La cultura de mañana exige
la extensión cul- |
tural a todos, la
participación activa de todos |
en su creación y la
transformación |
de la cultura misma. |
JOSÉ. L. LÓPEZ ARANGUREN |
8 (68) |
contemplar cerca de
catorce mil muer- |
tes (asesinatos,
suicidios, accidentes) a |
través de la tele".
El cálculo se acaba |
de hacer después de un
estudio socio- |
lógico llevado a cabo en
la Universi- |
dad de Utah. Dada la
invasión de |
filmes americanos en todas
las televi- |
siones de los países
occidentales y ter- |
cermundistas, el dato es
extensible a |
casi todas ellas. |
Hace poco, de unos sondeos
de la |
UNESCO, se desprendía que
los niños |
de los países
desarrollados (por lo tan- |
to, niños
"escolarizados') pasan prác- |
ticamente un número de
horas al año |
ante la televisión igual
al que están en |
sus respectivas escuelas.
Dicho sondeo |
añadía el siguiente
revelador detalle: |
que mientras los niños de
diez años se |
desarrollan ante el
televisor, después |
de los trece años
solamente permane- |
cen ante la pequeña
pantalla los niños |
retrasados. A este dato,
Roger Garaudy |
añade esta observación:
«lo que de- |
muestra que la mayoría de
los progra- |
mas están al nivel
intelectual de un |
niño de once a doce años». |
La conclusión no es
alentadora: la |
televisión da una imagen
falsa y me- |
diocre de la vida, que
engaña, enajena |
y desculturaliza al
hombre. |
Para el profesor
Aranguren, las |
respuestas morales
positivas por ex- |
celencia frente a la
orientación que |
dan a la vida humana
contemporánea |
los medios de comunicación
de masas, |
es el lenguaje y la
comunicación di- |
recta, y el carácter
decisivo de la edu- |
cación que ha de saberse
servir de los |
"media" sin
dejarse arrastrar por el |
estilo enajenador con que
captar la |
atención desprevenida o
mediocre. Es- |
ta educación ha de
devolver a la vida |
del hombre su sentido y la
conciencia |
de su responsable
libertad. |
Hay una aberración muy |
común que recrimino |
constantemente cuando |
la oigo: La enseñanza |
es muy buena cuando |
las Universidades son |
muy buenas", dicen |
algunos, y no señor: la |
educación debe |
empezar por los |
párvulos, o será un |
desastre. |
RAMÓN CARANDE |
La baja de nivel en la |
cultura superior es muy |
grande, y ocurre en todos |
los países. No hay que |
alarmarse por estos |
momentos de |
desconcierto, no es |
consecuencia de las ideas |
políticas: en el fondo se |
debe a la multiplicación |
de la Humanidad. |
ANTONIO TOVAR |
9 (69) |
La |
primera |
piedra |
Dibujo de JUAN GRIS. |
EN UNA OCASIÓN Cristo se
refirió al lanzamiento de |
"la primera
piedra" cuando retó a los acusadores de |
la mujer adúltera, para
que iniciara el horrible castigo |
el que de ellos
"estuviera sin pecado". Ya sabemos |
que, avergonzados, fueron
yéndose uno a uno en si- |
lencio: eran todos
culpables. |
Pero también sabemos que,
aquel silencio impuesto por |
misericordia, a plena luz
del día, esperó la hora de la vengan- |
za ―de todas las
venganzas― para cumplirse al llegar las |
primeras tinieblas de la
noche del Jueves Santo. En Getsema- |
ní la primera piedra no
sería catapultada por la mano de nin- |
gún inocente, sino por la
que primero recogería la dureza del |
pecado de todos, agrios de
resentimiento. |
10 (70) |
Tampoco, en la noche de
las miserias humanas, son los |
justos los que lanzan las
piedras, sino los pecadores, o los |
enfermos de alma.
Podríamos prescindir de las violencias que |
parten de los silencios y
de las durezas del alma, y nos asus- |
taría prestar atención al
cúmulo de las continuas e inútiles |
violencias físicas,
malévolas o vanas, desde el niño que ha |
descubierto el gozo
salvaje de matar un pájaro a chinazos o |
romper el cristal de un
farol, o herir el tronco o la rama de |
un árbol, o ensuciar una
pared con garabatos o insultos estú- |
pidos, o estropear un
jardín, o arrancar una flor..., nos aver- |
gonzaríamos de la
vergüenza no sentida de los padres descui- |
dados de tanto adolescente
gamberro y matonil, a quien |
nadie ha enseñado a
comenzar a ser hombre..., nos entriste- |
cería ir recordando a
tantos adultos bien vestidos pero mal |
educados, que maltratan,
desprecian o rompen lo que les es |
ajeno, o se aprovechan de
lo mal controlado, como si les fuera |
indispensable la pequeña
sal de la malicia, del vivalismo o de la |
estupidez para iniciar,
aunque se les quiebre a medio, la sonri- |
sa de la estultet: única
felicidad del imbécil o del frustrado. |
11 (71) |
Cristo fue víctima de esta
imbecilidad, instrumentalizada |
por los que dirigieron su
persecución y dictaron su muerte. |
Cristo recibió, antes de
morir, los insultos, los golpes, las pie- |
dras de los ignorantes que
gozan del miserable privilegio de |
afirmarse —que creen que
se afirman, cuando empujan o |
acosan o desprecian a los
demás; de los que se sienten pode- |
rosos sólo porque pueden
amenazar al que ama la paz y el |
bien que ellos, huecos de
cualquier ideal, desprecian; de los |
que se creen
imprescindibles sólo porque su brutalidad con- |
tenida "tolera"
no derribar lo que otros edifican con esfuerzo |
y bondad. Se sienten
poderosos de un poder solamente nega- |
tivo: la credencial de ese
poder está en la mano que guarda la |
piedra, siempre a punto de
ser lanzada, despreocupadamen- |
te, desde la culpa o desde
la ignorancia resentida de tenerse |
que reconocer; no desde la
inocencia, porque ésta no es |
jamás piedra dura, oscura
y escondida, sino luz limpia, pa- |
tente y generosa, y no
busca la noche, porque la convierte |
en día. |
Un poeta salmantino,
bañada el alma de las claridades |
rústicas de sus campos sin
nubes, se imaginó que las piedras |
las lanzaban los inocentes
contra los sayones que flagelaban |
a Cristo. Pero no es así.
En la vida, los más débiles, a veces |
los mismos niños cuyos
padres no les han enseñado las pri- |
meras lecciones del
respeto a lo creado y a lo ajeno, gustan |
del descubrimiento de su
fuerza o de su ridícula puntería, |
rompiendo o destruyendo.
Llegarán a mayores y, aunque a |
ratos el artificio de los
modales oculte sus malos instintos |
jamás corregidos, seguirán
siendo vergonzantemente violen- |
tos y, si dan con Cristo
en su camino, también le empujarán |
o amenazarán o apedrearán
o prenderán. Bastará a los más |
cobardes, que otro les
facilite soltar el ímpetu contenido lan- |
zando "la primera
piedra". Se sentirán valientes y fuertes, por |
un momento, desbocándose
en la fácil acometida contra lo |
pacífico o lo más
indefenso. |
Cristo, por ignorantes o
por malvados, todavía es apedre- |
ado y traicionado y
escarnecido y aprehendido y torturado y |
crucificado. Le falta
mucho todavía, al hombre, para limpiarse |
de su burdez. |
12 (72) |
Meditación |
ante un crucifijo |
2000 años después |
De José L. González Faus,
publicada en la revista "Dichos |
y Hechos" (núm. 3 de
1971). Es un ejemplo de ironía |
cristiana, desde la
posición de la fe, no envejecida del todo. |
YA VES: en el fondo hemos |
aprendido bien tu lección
y |
te perdonamos también nos- |
otros. Y hasta te
perdonamos con |
tu misma generosidad
excusante: no |
sabías lo que te hacías,
¿verdad? |
Ahora comprenderás que si
hu- |
bieses tenido quince años
más todo |
habría terminado bien.
Habría sido |
más fácil llegar a un
acuerdo. Y |
luego, hasta puede que
Pilato te |
hubiera concedido una
audiencia y |
hubiese designado un
centurión |
para que te guardara las
espaldas. |
Y, créenos, todo eso
habría reper- |
cutido en mayor bien de tu
pueblo. |
Pero en fin: ya pasó todo
y será |
mejor no volver a hablar
de ello. |
Sólo te reprochamos una
cosa: que |
no hicieras caso a los
ancianos (Mt |
15, 2; 26, 47. 57; 27, 1).
Ellos sabían |
mejor que tú que la
madurez no |
consiste en decir NO ante
las cosas, |
sino en justificarlas.
Ellos ya sin- |
tieron tener que promover
tu con- |
dena. Pero... ahora que ya
han |
pasado aquellas horas
negras y el |
tiempo ha podido suavizar
muchas |
asperezas, reconoce que tu
actitud |
facilitaba bien poco las
cosas. |
Si hubieses sido más
prudente, |
como te aconsejaban tus
familiares |
(Mc 3, 21; Jn 7, 3-5)
―ahora com- |
prendes que te querían
bien, ¿no?―, |
habría podido evitarse el
desenlace |
y habrías tenido más
tiempo y más |
oportunidades para seguir
predi- |
cando al pueblo aquellas
cosas tan |
bonitas que predicabas
(porque no- |
sotros también sabemos
apreciarlas, |
¿ves?). Habrías podido
hacer más |
bien. Compréndelo: en la
vida |
siempre es necesario un
poco de |
flexibilidad. Hay que
pactar, hay |
que renunciar a lo ideal
para salvar |
lo posible. |
Tú, en cambio..., ¡en buen
lío nos |
metiste! ¿No ves que los
marxistas, |
como ese tal Garaudy se
aprove- |
chan de tu imprudencia
para hacer |
13 (73) |
panegíricos tuyos y decir
que en ti |
«el amor fue militante,
subversivo», |
que por eso te
crucificaron, que |
«pusiste de manifiesto lo
absurdo |
de todas las sabidurías al
demostrar |
precisamente lo contrario
del des- |
tino inexorable: la
libertad, la cre- |
ación, la vida»?... ¡Por
favor! Com- |
prende que todo eso nos
coloca en |
una situación bien poco
airosa, y |
que luego nosotros nos las
desea- |
mos para ver de paliar los
efectos |
de tu idealismo inexperto. |
Pero, en fin, ya te he
dicho que |
no tratamos de reprocharte
nada. |
De veras tendrías que
creer que |
nuestra disposición para
un diálogo |
es inmejorable y que
estamos segu- |
ros de que será posible
llegar a un |
acuerdo. Solamente
deberías de |
tener en cuenta que
tenemos mu- |
chos más años y más
experiencia |
que tú. |
Sé razonable. Estanos
seguros de |
que ―ahora que los
años te habrán |
hecho reflexionar y nos
darás la |
razón― siempre será
posible un |
arreglo. Y sin duda que
interpreta- |
remos correctamente lo que
tú |
harías hoy ―que ya
no eres tan |
joven― si nos
limitamos a hacer de |
tu cruz una alhaja para
nuestras |
jerarquías o un adorno
para nues- |
tros dormitorios. |
Déjanos hacer. Ya verás
como es |
para bien de todos. |
Verdean ya los campos... |
Verdean ya los campos y,
si no se tuerce, tendremos |
buena cosecha en las eras
del próximo verano, Habrá |
pan, que haya pan, por lo
menos, para todos, y que no |
sea caro... |
España produce mucho
trigo. No obstante, si reunié- |
ramos toda la cosecha de
un año que no fuese malo |
―la cosecha de trigo
de todos los campos de España― |
llegaríamos, tal vez, a
los seis millones de toneladas |
de trigo. Pero no nos
entusiasmemos demasiado con |
la riqueza que el campo
nos puede dar, porque, con |
la espléndida cosecha de
un solo año, en el mercado |
de las guerras o de las
violencias, solamente podría- |
mos comprar dos
bombarderos. Un bombardero paga- |
do en trigo cuesta tres
millones de toneladas de trigo, |
y en todas partes se
siguen comprando armas y bom- |
barderos... a costa del
pan, del pan de los más pobres. |
Y nadie, o casi nadie
protesta, de que se gaste más en |
armas, que en pan o en
libros. |
14 (74) |
documento: |
ROGER GARAUDY |
De una entrevista a Roger
Garaudy, durante su reciente estancia en Barce- |
realizada por Antoni
Matabosch y publicada en "Vida Nueva". |
―Señor Garaudy, |
¿cuáles son sus |
trabajos y |
preocupaciones |
actuales? |
―Hace tres años me
retiré como profesor de la Univer- |
sidad para poder dedicarme
con más intensidad a tres |
actividades que hoy
realmente me interesan. En primer |
lugar, al diálogo entre
civilizaciones; en este campo, en |
febrero aparecerá un libro
titulado "Para un diálogo de |
civilizaciones. El
Occidente es un accidente", y estoy pre- |
parando una exposición que
se titulará "Sin rostro de los |
hombres y de Dios".
Además, y sobre el mismo tema pre- |
paro un mini-cassette y
unos libros. Mi segunda actividad |
es la formación y
animación de los "grupos esperanza" |
que han surgido en
respuesta a mi llamada por una nueva |
sociedad en mi último
libro, "LE PROYECT ESPERAN- |
CE" (trad.
castellana: "UNA NUEVA CIVILIZACIÓN"). |
Finalmente, me interesa la
fe; estoy preparando un libro, |
que aparecerá dentro de
unos meses, titulado "Mañana, la |
fe", en el que
intento dar una visión más completa de lo que |
entiendo por actitud de
fe, la cual no puede nunca confun- |
dirse con la aceptación de
una ideología dogmática, sino |
que es una manera de vivir
abierto a la trascendencia. |
―A nuestros |
lectores creo que |
les puede |
interesar |
especialmente su |
concepción sobre |
las relaciones entre |
marxismo y |
cristianismo. Usted |
hace profesión de fe |
y de marxista. ¿Lo |
cree compatible? |
―No sólo compatible,
sino complementario. Empiezo |
por aclararle que no hablo
ni de un cristianismo conser- |
vador ni de un
cristianismo dogmático. Entre éstos si que |
hay incompatibilidad por
ambas partes. Pienso que el |
pensamiento del obispo
Lefeubre difiere completamente |
del verdadero
cristianismo. En cambio, la obra de Chenu, |
Congar, Rahner, o González
Ruiz nos descubre la autono- |
mía de los valores
profanos y la continuidad entre la vida |
cotidiana y la
trascendencia. Estoy, además, muy intere- |
sado por la teología de la
liberación latinoamericana: |
para ellos, la fe es un
fermento de subversión del desorden |
establecido; se trata de
una teología que surge como refle- |
xión a partir de la praxis
a la luz de la fe. |
15 (75) |
―¿Y el marxismo? |
―Para nada sirve un
marxismo dogmático y anquilo- |
sado. Para mí, y también
para Marx, el marxismo es una |
metodología de la acción
histórica, es decir, un método |
para analizar la realidad
y descubrir las posibilidades |
de cambiarla hacia un
socialismo. Stalin lo dogmatizó, |
estableciendo una serie de
principios, leyes y normas |
inamovibles, y todo
dogmatismo lleva necesariamente a |
la dictadura, porque en
nombre de principios eternos se |
intenta imponerlos a todo
el mundo. Pienso también en |
Althusser, que ha
retrasado en quince años el avance del |
pensamiento marxista y
que, en el fondo, es un reaccio- |
nario. Yo creo en la línea
de Gramsci, de Ernst Bloch, del |
socialismo con rostro
humano de la Checoslovaquia de |
Dubcek, que están en el
mismo camino ideológico de los |
actuales partidos
comunistas italiano, español (tenemos |
grandes coincidencias con
mi amigo Carrillo) y catalán. |
—¿Dónde ve la |
complementariedad |
entre marxismo y |
cristianismo no |
dogmáticos ni |
conservadores? |
―Ya he explicado en
mi libro "Palabra de hombre" |
que mi esperanza de
militante no tendría ningún funda- |
mento sin la fe, porque
esta fe nos hace plenamente res- |
ponsables de nuestra
historia. La fe no es una manera de |
explicar el mundo, no es
una concepción del mundo o |
una ideología, sino que la
fe es el último fundamento de |
la acción. Durante toda mi
vida he intentado buscar el |
fondo humano del
cristianismo. He ido descubriendo, poco |
a poco, las dimensiones de
trascendencia de toda acción |
creadora del hombre. Cada
vez que nosotros somos capa- |
ces de romper con nuestras
rutinas, nuestras resignaciones, |
nuestras alienaciones
respecto al orden establecido, y |
partiendo de ahí, somos
creadores en las artes, en las |
ciencias, en la revolución
y en el amor; cada vez que |
aportamos algo nuevo a lo
humano, Cristo está vivo, la |
creación de Dios se
continua y perfecciona a través de |
nosotros. La resurrección
se realiza cada día. Lo que me |
parece esencial es vivir
de una forma tal que ya no exista |
más para mi mismo y por mí
mismo. Y esto es lo que nos |
ha enseñado Jesús. |
―Algunos dicen |
que su forma de |
entender la |
trascendencia es |
solamente un modo |
de decir que el |
hombre siempre se |
puede superar a sí |
mismo. ¿Ha habido |
en su vida una |
"conversión", un |
encuentro afectivo y |
relacional con un |
Dios personal, |
como, por ejemplo, |
Maurice Clavel dice |
haber tenido? |
―¡No se puede
encontrar a Dios como quien se topa |
con una piedra! En mi vida
no ha habido una "conver- |
sión" en el sentido
clásico de la palabra, sino una madu- |
ración progresiva que, sin
abandonar el marxismo, me ha |
16 (78) |
hecho ver que en la fe
cristiana puedo encontrar la res- |
puesta más válida a mis
interrogantes marxistas. |
Para mí, la fe se coloca
en el interior de una acción y |
en la búsqueda de sus
fundamentos y sus finalidades. |
Como ya he dicho en una de
mis conferencias aquí en |
Barcelona, no me gusta
emplear la palabra "Dios" y, en |
cambio, prefiero referirme
frecuentemente a Jesucristo. La |
razón es porque no podemos
decir ni conocer nada de Dios |
si no es a través de lo
que se nos ha revelado por medio |
de la vida, la muerte y la
resurrección de Jesucristo. Yo |
creo firmemente en lo que
dijo Barth de que «todo lo que |
puedo decir de Dios es un
hombre quien lo dice». Si yo |
pretendo ser un
funcionario del absoluto y hablar en |
nombre de Dios, me
transformo enseguida en un inquisi- |
dor o en un estalinista. |
―Pero ¿no le |
parece que esta |
concepción de la |
religión es algo bien |
distinto del |
pensamiento de |
Marx y Engels? |
Ellos hablaron de la |
religión como «opio |
del pueblo». |
―Esto tiene una
explicación. La crítica que Marx hizo |
de la religión era la
propia de aquel período de la Santa |
Alianza: fue una critica
política e histórica, no filosófica, |
contra una religión que
era instrumento ideológico de |
las clases dominantes. El
padre de Marx, judío, tuvo que |
hacerse católico por
obligación y esto dejó rencor y huellas |
en su hijo. En cuanto a
Engels, debo recordar que tuvo |
un gran aprecio por
movimientos revolucionarios de algu- |
nos cristianos como el de
Thomas Münzer, en el siglo XVI. |
Tanto Marx como Engels lo
que quieren es luchar contra |
el dogmatismo de cualquier
especie. La trascendencia está |
implícita en sus obras. |
Para mí, existe una
complementariedad entre marxismo |
y cristianismo. Están en
dos planos distintos, pero que se |
necesitan el uno al otro.
La liberación del hombre que |
intenta el marxismo
necesita de la interioridad, la inicia- |
tiva, la trascendencia y
el proyecto de esperanza que el |
cristianismo aporta. |
Completa y fascinante
personalidad la de Roger Garaudy. Sus tesis, dignas |
de tenerse en
consideración. En privado es una persona de una gran humani- |
dad, y que habla con
facilidad de sus encuentros o enfrentamientos con los |
grandes hombres de nuestro
tiempo: De Gaulle, Malraux, Stalin, Togliatti, |
Sartre. En sus
conferencias descubrimos su gran formación humanista. Su |
concepción de la vida y
del mundo deben hacernos reflexionar a todos. |
17 (77) |
TRIDUO PASCUAL |
JUEVES SANTO |
Tarde, a las 8, MISA DE LA
CENA |
DEL SEÑOR. - Podrá
visitarse el |
Santísimo Sacramento sólo
hasta |
medianoche de este día. |
VIERNES SANTO |
Mañana, a las 8,
VIA-CRUCIS por |
el Parque. |
Tarde, a las 8,
CELEBRACIÓN DE |
LA PASIÓN DEL SENOR. |
VIGILIA PASCUAL |
A las ll de la noche del
sábado. La |
celebración pascual se
completa |
participando en la
liturgia del DO- |
MINGO. |
18 (78) |
Condicionamientos |
sociológicos |
frente a |
sinceridad |
cristiana |
«POR MUY importante que |
sea la tradición cristiana
de |
nuestro país, es preciso
pro- |
clamar con toda claridad
―y concre- |
tarlo tanto en las leyes
civiles como |
en la práctica
eclesial― que se puede |
ser ciudadano con todos
los derechos, |
sin que para ello se deba
pertenecer |
a la Iglesia católica. Han
de desapare- |
cer todos los
condicionamientos que |
pueden llevar a personas
no cristianas |
a simular una adscripción
o pertenen- |
cia religiosa que no
quieren». |
Son éstas, palabras del
cardenal |
Jubany, arzobispo de
Barcelona. |
¡Cuánto acto religioso
tomado, usa- |
do en vano, por puro
convenciona- |
lismo, por ficción, por
inercia 90- |
ciológica, vacío
totalmente o poco |
memos, de su significación
original |
y verdadera! |
¡Cuánto blasonar
farisaicamente |
de catolicismo, sin saber
qué es la |
Iglesia, más allá de su
reducción |
a un institucionalismo
ideológico, |
ya inservible por los
mismos que |
la han utilizado así! |
¡Cuántos entierros y
bodas, a los |
que, si se les quita el
sentido social, |
de relación y cumplido
humano, |
nada o casi nada queda! |
¡Cuántos actos religiosos,
cuántas |
celebraciones de misas,
para cual- |
quier cosa o motivo,
oficial u ofi- |
cioso, con ausencia
espiritual de |
los mismos que asisten
físicamente |
a tales actos a los que
Dios y su |
mensaje interesa bien
poco, más |
allá de sus individuales
miras cul- |
turales, políticas,
profanas... a las |
que ponen un acto sagrado
como |
pretexto para otras
intenciones, |
nobles o innobles! |
¡Cuántas primeras
comuniones, |
que serán las últimas o
penúltimas, |
de niños que
inconscientemente |
se acercan a recibir la
Eucaris- |
tía, abandonados
espiritualmente |
como fieles por sus mismos
padres |
que, por inercia social,
les llevan |
o dejan que vayan a
comulgar, no |
por amor a Dios, sino por
no con- |
tradecir las presiones de
amigos, |
vecinos o parientes
canturreadores |
de la impertinencia del
"todos lo |
hacen"! |
¿Cuándo seremos más
sinceros, |
más puros, más auténticos?
¿Cuándo |
no será mal visto querer
desterrar |
el fariseísmo, o cuándo
callarán los |
fanáticos? ¿Cuándo
querremos ser |
más respetuosos con Dios y
más |
libres con los hombres? |
19 (97) |
Los filósofos, los
historiadores, los guías del |
pensamiento y de la vida,
siempre falsifi- |
carán el Cristianismo, si
exclusivamente se |
limitan a presentarlo como
un simple medio |
que se ofrece al hombre
para realizar su |
propia medida humana.
Porque el Cristia- |
nismo es la imposición
esencial hecha al |
hombre para ir más allá de
sí mismo, para |
salir de sí mismo, para
entrar en el mundo |
divino; de lo contrario el
hombre resbala por |
la pendiente degradante
hacia las esferas |
subhumanas del instinto y
de la bestialidad. |
Card. GIULIO BEVILACQUA,
C. O. |
LAUS |
Director: Ramón Mas
Casanelles - Edita e imprimo: Congregación del Oratorio |
Placeta de S. Felipe Neri,
1 - Apartado 162 - Albacete - D. L. AB 108/62. 1.4.77 |
20 (80) |
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