Publicación
mensual del Oratorio. |
Núm. 151. JUNIO. Año 1977 |
SUMARIO |
Publicación mensual del
Oratorio |
Núm. 151 |
JUNIO |
Año 1977 |
SUMARIO |
N UANDO la crítica no sea
ya desahogo de venganzas, |
frustraciones o
resentimientos; ni las adhesiones |
4 búsqueda de seguridades
artificiosas, ni la duda |
pereza de la Inteligencia:
ni el sentimentalismo |
sucedáneo del verdadero
amor; ni las decisiones cálculo |
salvador de las
apariencias y mantenedor de la vanidad; |
cuando el ansia de la
propia justificación desaparezca y |
se despierte el hambre y
sed de lo mejor, al margen de |
nosotros mismos; cuando
busquemos las aproximaciones |
más adecuadas al querer y
al plan de Dios en el mundo, |
en la Iglesia y en la vida
de cada hombre... estaremos |
lejos de la pérdida inútil
de energías y de la irracionali- |
dad de cualquier
fanatismo, o del embobamiento de cual- |
quier beatería. Y
estaremos cerca, más cerca, del Reino de |
Dios, que retardamos con
los cálculos del egoísmo y las |
fantasías huecas de la
ignorancia. |
ORACIÓN DE CONFIANZA |
¿DIOS? |
LAS FIESTAS |
CRÍTICOS Y ENAMORADOS |
BALADA DE LA COSA MÁS
PEQUEÑA |
EL MARXISMO COMO CRÍTICA |
1 (101) |
ORACIÓN DE CONFIANZA |
Tú, que estás por encima
de nosotros, |
Tú, que eres uno de
nosotros, |
Tú, que estás –también- en
nosotros, |
haz que todo el mundo te
vea —también en mí, |
haz que yo prepare el
camino |
para que pueda agradecerte
todo cuanto me suceda, |
sin que olvide la miseria
de los otros. |
Guárdame en tu amor, |
lo mismo que tú quieres
que los demás |
permanezcan en el mío. |
Que todo lo que forma
parte de mi ser, |
sea para tu gloria, |
y que nada me haga jamás
perder la esperanza. |
Porque yo estoy en tu
mano, |
y en ti reside toda fuerza
y toda bondad. |
Dame un corazón puro, para
que te vea; |
un espíritu humilde, para
que te entienda; |
el espíritu del amor, para
que te sirva; |
el espíritu de la fe, para
que permanezca en ti. |
Tú, |
a quien yo no conozco, |
pero a quien, ya,
pertenezco. |
a quien yo no comprendo, |
pero a quien, ya, está
consagrado |
mi destino. |
¡Tú! |
Dag Hammarskjold |
2 (102) |
¿Dios? |
TANTO si se acepta, como
si se rechaza, Dios es importante en el |
universo de nuestras
ideas, de nuestros sentimientos, de nues- |
tros compromisos, de
nuestra vida. No se puede aceptar incon- |
sideradamente, no se puede
despreciar por ligereza. A los que |
les sea demasiado cómodo
creer, lo mismo que a los que les sea |
más cómodo no creer, es
preciso sacudirles la conciencia para despertarle |
la responsabilidad. Hay
fideísmos irracionales e irrazonables; hay ateísmos, |
escepticismos y posturas
sistemática y cerradamente críticas tras las cuales |
se parapeta la pereza
mental, o la vanidad por no confesar la fundamental |
ignorancia, o el egoísmo
endiosado vestido de mil pretensiones intelectua- |
les. |
Hay críticos, no obstante,
que lo son no por rechazar a Dios, sino preci- |
samente, porque no dimiten
en el afán por buscarle, por alcanzarle más pu- |
ramente, dado que la idea
que podamos tener de Dios siempre resulta ne- |
cesariamente incompleta, y
por ello es preciso insistir en la depuración y |
en el desarrollo nunca
terminado. A algunos que salen diciéndonos que "han |
perdido la fe", puede
que no les ocurra otra cosa que la de haberse detenido |
en borrosas ideas
elementales y hasta pueriles, respecto de Dios, que ya no |
les sirven cuando, en
otros aspectos, han progresado en el conocimiento de |
las cosas y la experiencia
de la vida, se trata más bien de un desfase no su- |
perado, de una
incoherencia a la que han faltado estímulos o que no ha |
respondido a los estímulos
para avanzar, también en el conocimiento y trato |
con Dios, a la par que en
el resto de la vida y saberes humanos. |
También se dan los poco
exigentes consigo mismos, que no advierten o |
no se detienen a
considerar la propia incoherencia, y consiguen así ir vi- |
viendo tranquilos,
tranquilizados y hasta dormidos, al amparo de sentimien- |
tos y sentimentalismos que
creen puros porque son infantiles: y prudentes |
porque son paralizantes;
en ellos todo es costumbre, costumbre el vivir y |
seguir viviendo y
costumbre creer y seguir creyendo. |
3 (103) |
Y es que el mayor o menor
grado de fe no me recompensan en esta vida, |
toda ella cuajada de
natividades y Aspiraciones Interesadas y salpicada de |
esfuerzos humanos que no
se hacen si no son inmediatamente recompen- |
sados. Hace falta bastante
pureza para interesarse por Dios y no cesar en |
su incesante búsqueda,
sabiendo que todo esfuerzo, en esta lid, ha de ser |
gratuito, que Dios no pone
precio ni sueldo A la fe y al Amor que se le pro- |
fesa por quien lo antepone
a todo y lo busca sin cesar. |
No tiene importancia, a la
hora de valorar y hacer puros el amor y la fe |
en Dios, la limitación que
es consecuencia de la relatividad humana frente |
al absoluto divino. Pero
si la tienen otras limitaciones que son consecuencia |
de nuestra pereza mental,
de nuestro egoísmo, de nuestra vanidad, actitudes |
todas que inutilizan lo
poco que de Dios podamos saber o impiden que pro- |
gresemos hasta saber más. |
No faltan los que, para
descomprometerse de seguir buscando a Dios, se |
Amparan en razones,
Ataquen o críticas a instituciones, estilos o métodos que |
tienen que ver con los
modos de presentar el Evangelio o de intentar propa- |
garlo, no porque realmente
les preocupe demasiado que puedan resultar, o |
de hecho resulten
inapropiados o equivocados, sino porque desde el para- |
peto de su posición
crítica yo piensen suficientemente justificados en la Inhi- |
bición ante un esfuerzo no
rentable, o excusados de tener que confesar que |
yacen en la ignorancia que
con la crítica disimulan, por vergüenza de tener |
que admitir que jamás se
preocuparon verdaderamente de desarrollar la tal |
vez lejana, elemental y
mínima idea que de Dios recibieron en su niñez. Otras |
cosas, adem69 de Dios, o
relegando a Dios, les preocuparon más. Dios no |
era útil. No era útil en
la juventud y resulta comprometedor en la edad adul- |
ta. Dios, el Dios
verdadero. |
No somos puros, no somos
bastante sinceros, nos falta transparencia en |
no pocas de las mismas
ideas positivas que de Dios tenemos. De nada nos |
aprovecha que acusemos a
los que tal vez se construyen de Diog una imagen |
domesticada y utilizable
para complicidad del propio egoísmo, de las vani- |
dades, tal vez también de
las opresiones, enajenaciones o resentimientos... |
De nada nos sirve que
nosotros nos encerremos en la comodidad de la criti- |
ca inoperante, quedándonos
solamente con un Dios conceptual y abstracto, |
alejado de nuestra
proximidad, evitado para que no nos comprometa, que- |
dado en el mar de
vacilaciones y temores en que se debate la pobreza del |
alma cuando oscila entre
la presunción intelectual de las apariencias y la |
realidad de la inconfesada
ignorancia y la cómoda pereza. |
¿Dios?... ¿Dios, para qué? |
Dios Para todo el que
busque el Absoluto, para el que tenga un gran |
Interés... gratuito. |
Dios para los inteligentes
y para los puros de corazón. |
LAUS, |
no se publica durante los
meses de julio, agosto |
y septiembre. Reaparecerá
en el mes de octubre. |
4 (104) |
Las fiestas |
HAY un ritmo basado en la
al- |
ternancia entre actividad
y |
reposo que siempre tendrá |
que ser respetado, incluso
por puro |
egoísmo: no se puede
estragar, bajo |
la presión del esfuerzo
continuado, |
ninguna de las capacidades
del ser, |
sin precipitar su
destrucción, sin |
romperlo, sin quemarlo.
Hasta a los |
esclavos se les concede
algún des- |
canso para mantenerlos
útiles para |
el trabajo que se les
exige y por |
esto mismo no se les niega
el indis- |
pensable alimento. |
Pero las solas razones de
utilidad |
o económicas no bastan a
la hora |
de tener que regir la
dedicación |
humana al trabajo, y
tender a darle |
el mínimo intervalo de
fiesta o re- |
poso, es reducirlo a la
pura catego- |
ría de los objetos, de los
animales |
de carga o de las
máquinas: es des- |
humanizarlo. Por supuesto
que el |
hombre necesita del
trabajo y ne- |
cesita trabajar para
integrarse en |
la participación gozosa
del perfec- |
cionamiento y
transformación de |
lo creado. Creatura, pero
también |
al mismo tiempo
"creador", cumple |
su propia realización al
aplicar in- |
teligentemente sus fuerzas
en el |
mundo que le envuelve. Si
bien, |
precisamente por esto, hay
que evi- |
tar tomarlo desde la única
vertien- |
te de la utilidad, porque
el primer |
valor que con su trabajo
realiza, ha |
de redundar en el
perfeccionamien- |
to de su propio ser. El no
es para |
las cosas, para el mundo;
sino que |
las cosas, la actividad
que a ellas |
dedica y necesita dedicar,
ha de ser |
para él. El es el rey de
lo creado, |
él ha de «poseer la tierra
y domi- |
narla» y no ser dominado
por ella. |
Y todo el que se dedique y
entien- |
da en la organización de
la activi- |
dad económica del hombre,
para |
respetar el orden creado,
no puede |
postergar la primacía del
ser que |
lo ha de presidir. Si
prescinde de |
este principio, lo
degrada. |
Todavía, hay que añadir
que el |
"cuidado" del
hombre no puede |
ser solamente ni
principalmente |
para que "rinda
más", sino para |
que sea más hombre. El
economista |
puro es enemigo del hombre
y |
hasta es mal economista.
Porque el |
hombre no es solamente un
ser |
útil, ni sólo un elemento
de la |
economía. |
Por eso nos duele oír y
hasta |
leer, a raíz de la
reciente supresión |
de fiestas en el
calendario laboral |
español, la repetición de
razones |
casi únicamente
encasillables en |
esquemas económicos. Se
dice de |
la política que es
economía; pero |
5 (105) |
antes es, todavía,
humanismo; de |
lo contrario tampoco es
política, o |
buena política. |
Se aducen también otras
razones, |
entre las que se señala la
del des- |
perdicio vicioso del
tiempo libre |
de ocupación, de la fiesta
no dedi- |
cada al descanso ni al
gozo racio- |
nal de la vida ni a la
expansión |
espiritual de la cultura.
Pero, la |
mayor ocupación en sí
misma, sólo |
indirectamente impide la
posibili- |
dad material de que ello
ocurra así. |
Los remedios directos son
otros, |
porque el exceso de
trabajo, la |
superactividad y el
estrago, tam- |
bién deshumanizan y
embrutecen. |
Enseñar a emplear el
tiempo, ade- |
más de dedicarlo al
trabajo justo y |
necesario, no es tarea
secundaria |
ni, por supuesto,
antieconómica. |
Espíritu, cultura, arte,
no debe- |
rían ser para consuelo o
exhibición |
simbólica y elitista de
unos pocos |
privilegiados, sino
desarrollo y cre- |
cimiento espiritual y
humano de |
la mayoría. De paso se
evitaría que |
esta vertiente tan noble
del hombre |
fuera prostituida por el
precio, |
porque ya no podría
venderse al |
ser de todos. Y, además,
el hombre |
trabajaría mejor. Todo
obrero sería, |
además, un sabio y un
artista. Se- |
ría, en definitiva, más
hombre. |
Solamente permamece lo
espiritual, |
solamente lo espiritual es
incorruptible, |
solamente puede ser libre
el espíritu. |
Cristo dijo a Nicodemo:
«El Espíritu, |
como el viento, sopla
donde quiere» (Jn, 3, 8). |
El espíritu del hombre, es
libre |
y es ―y porque
es― inmortal. |
¿Lo pensó aquel condenado
a muerte, |
joven e idealista, |
que escribió, poco antes
de morir, |
estos versos?: |
Mañana, cuando yo muera, |
no me vengáis a llorar: |
nunca estaré bajo tierra, |
¡soy viento de libertad! |
6 (106) |
CRÍTICOS |
Y ENAMORADOS |
ES POSIBLE que algo o
alguien |
no nos guste, pero que,
toda- |
vía, lo amemos. Puede que
el |
gusto padezca, pero que el
amor |
persevere. No por una
terquedad |
irracional, sino porque se
mantiene |
viva y enraizada
profundamente en |
el alma, una esperanza
inconfundi- |
ble, indecepcionable. No
existe la |
vocación absurda de lo
imposible, |
pero sí la fe
inquebrantable de |
superar lo difícil, de
remediar lo |
imperfecto, de continuar
lo inicia- |
do, de completar lo
inacabado, de |
alcanzar la rotundez que
el esbozo |
insinúa y promete.
Persistir en la |
empresa no es, entonces,
lanzarse a |
dar palos de ciego en la
obscuridad, |
sino avivar la luz del
corazón y |
acelerar el amanecer
fecundo de |
las claridades del alba.
Es vivir y |
andar en la esperanza
porque el |
corazón no ha perdido la
capaci- |
dad de amar, ni la mente
ha extin- |
guido la fe. |
En el hombre las
claridades de |
su inteligencia le llevan
a aprecia- |
ciones más exigentes de
las que sus |
fuerzas físicas pueden,
precipitada- |
mente, plasmar. Siempre se
da una |
desproporción, una
distancia humi- |
llante entre lo que ha
hecho y lo |
que todavía le queda por
hacer: los |
faros llegan más lejos que
el motor. |
El miope, por el
contrario, se torna |
sistemáticamente exigente
y, falto |
de perspectiva, desprecia
todo lo |
inacabado porque no
alcanza a ver |
que el camino no se acabó,
y cada |
esquina es, para él, la
meta, el pun- |
to final. Pero el Dios de
la Biblia |
dijo a Abraham: «Mira al
cielo, |
cuenta las estrellas, sal
y contem- |
pla la orilla del mar, y
cuenta los |
granitos de arena... ¡Así
multipli- |
caré tu descendencia, que
serán |
de todas las naciones de
la tierra!» |
Dios no le dio al primer
creyente, |
sino que le prometió, y le
hizo salir |
y andar en pos de la gran
promesa, |
todavía no alcanzada. Y
Abraham |
y, en pos de él, todos los
creyentes |
―diría san
Pablo― se pusieron a |
andar los caminos del
mundo para |
construir la nueva
humanidad de |
la hermandad que invoca,
como |
único Padre, al Dios justo
y todo- |
poderoso. |
7 (107) |
Jesucristo dinamizó esta
prome- |
sa guardada en el rescoldo
de un |
pueblo, de una raza, y
enardeció, |
comprometiéndolos, a sus
más ín- |
timos, a sus
"amigos", a los Apósto- |
les, a llevarla a todo el
mundo. El |
efecto fue la Iglesia. |
Pero la Iglesia no ha
terminado, |
no se ha realizado
completamente, |
en la historia, en el
caminar de los |
hombres, este propósito,
aquella |
promesa que perdura y
empuja, |
por mil cauces, ora
conocidos ora |
misteriosos, conspirando
hacia la |
consecución de una promesa
que |
contiene las más nobles de
las as- |
piraciones que pueda el
hombre |
albergar para compartir
con sus |
semejantes. Los
impacientes, log |
perezosos, los miopes se
acercan a |
computar la dimensión de
lo anda- |
do, a pesar la realidad de
lo logrado |
hasta aquí y desprecian la
realidad |
inacabada porque todavía
no res- |
ponde perfectamente al
ideal pro- |
puesto. |
En su desprecio hay
ingratitud. |
y pereza. Desprecian para
no agra- |
decer, con evidente
altanería mise- |
rable e ignorante desde
cuya hipo- |
cresía pretende relevarse
del es- |
fuerzo que les
corresponde, a ellos |
también, en la tarea
heroica de con- |
tinuar y llevar a término
el ideal |
prometido por Dios y
anhelado por |
todos los hombres. |
Dios no nos ha dado ni el
mundo, |
ni cosa alguna, ni
siquiera la santi- |
dad, la justicia, ni la
misma Iglesia, |
como algo rotundo,
perfecto, acabado... |
Sino que, para que lo
podamos |
amar como propio y entrar,
en el |
entusiasmo de este amor,
en comu- |
nión con El, compartiendo
su obra |
creadora del mundo y
liberadora |
del hombre, nos deja ver
―y hemos |
de ver― lo que
todavía falta, el |
resto que queda por hacer,
como |
un reto a nuestra
capacidad ideal, |
a nuestra generosidad
creadora, |
para hacer de la vida un
consor- |
cio con los planes de
Dios, sem- |
Las frases inacabadas del
Evangelio, son un lenguaje fluyente, |
que permite ser
desarrollado: |
―contienen una vida
creciente, |
―una verdad en plena
coherencia, |
―una realidad
fecunda, |
―una profundidad que
alcanza el misterio. |
Card. John Henry Newman,
C. O. |
8 (108) |
brándonos, gozosos y
abnegados, |
en el surco de las
esperanzas uni- |
versales que, para el
fiel, es la |
configuración con Cristo,
como si |
Cristo estuviera aquí,
como si fuese |
ahora, como si estas cosas
y este |
momento fueran suyos, como
si yo |
fuera El. |
Los santos, eran gentes
que com- |
prendieron todo esto:
estuvieron |
en el mundo, vivieron unos
tiem- |
pos, fueron miembros de la
Iglesia |
en unas situaciones, en
las que, en |
conjunto adoptaron una
posición |
profundamente critica. No
les gus- |
taba, no les acababa de
gustar ni |
su mundo, ni su tiempo,
ni... su |
Iglesia. Pero no se les
había extin- |
guido el amor. |
Un teólogo contemporáneo,
no- |
table por sus críticas a
la imagen |
cristiana en la que con
excesiva |
confianza descansamos, dio
por res- |
puesta a algunos que no
querían |
ser molestados con la
"impertinencia" |
de sus observaciones y le
insi- |
nuaban que saliera de la
Iglesia o |
cesara en sus
observaciones: «No |
me voy de la Iglesia
porque no me |
gusta». La respuesta,
evidentemen- |
te, contenía implícito,
este comple- |
mento: «...Pero todavía la
amo». |
Sería inexacto imaginar a
los |
santos como a seres
humanos que |
"defienden" a la
Iglesia. Lo más |
cierto es que la
construyen, la aca- |
ban, la perfeccionan,
sabedores, in- |
cluso, que ni ellos mismos
pueden |
colocar la última piedra.
Pero po- |
nen la suya gozosos de que
descan- |
se sobre la primera,
Cristo. |
El Evangelio |
total. |
Si el Evangelio no es
recibido en su tota- |
lidad; si no es, en primer
lugar, el mismo Cris- |
to, verdadero Dios y
verdadero Hom- |
bre, el Cristo Salvador
por su misterio |
de muerte y resurrección: |
i no es la palabra de Dios
a su Iglesia: |
si esta palabra no es
oída, convertida en |
oración, acogida en la
acción de gra- |
cias, vivida en la fe...
es posible siem- |
pre extraer de ella una
frase para jus- |
tificar el propio interés. |
Pero, en tal caso, la
palabra de Dios, |
llevada teóricamente a
justificar una |
situación histórica
concreta, se trans- |
forma en norma y en
imposición. Fun- |
ciona como pura ideología. |
Entendemos por ideología
un proyecto |
de sociedad a partir de
una visión |
parcial de la historia
presentada como |
un absoluto. |
Mons. ROBERT COFFI, |
obispo de Gap. |
9 (109) |
Balada de la cosa |
más pequeña |
IBA UNA VEZ Aflicción de
camino, y en cuantos lugarejos |
encontraba detenía sus
pasos, como presa de un ramo de |
locura: |
―¿Haríais la merced
de decirme cuál es la cosa más pe- |
queña? |
...Lo primero que tengo
que decir es de un iluso niño que |
a las aves del cielo
perseguía sin conseguir jamás darles |
alcance. |
Aflicción ante el niño se
detuvo, y, con una expresión más |
persuasiva que una mano
tendida, le habló de esta manera: |
―¡Pequeño cazador!
¿harías la merced de decirme cuál es |
la cosa más pequeña? |
Y el niño respondió,
levantando las manos: |
―Aquel punto del
cielo, que es un pájaro, y que ya ni la |
vista lo distingue. |
Alzó los ojos Aflicción y
replicó al instante: |
―¡Hay algo más
pequeño! ¡Hay algo más pequeño! |
Y se perdió a lo lejos del
camino, en triste abatimiento. |
... Lo segundo que tengo
que decir es de una dama que |
languidecía en la otoñal
tristeza, dando al viento el caudal de |
10 (110) |
sus cabellos, rubios |
como un dorado cor- |
tinaje. |
Aflicción se detu- |
vo ante la dama, y |
con ojos arrasados de |
lágrimas, muchísimo |
más brillantes que |
un berilo, habló de |
esta manera: |
―¡Oh, lánguida |
señora, que tremolas |
al viento tan dorada |
bandera! ¿Harías la merced
de decirme cuál es la cosa más |
pequeña? |
Parose un rato a meditar
la dama, recogió con la yema de |
sus dedos la hebra de oro
más fina, que por araña de conseja |
diríase tejida, y así
habló displicente: |
―La punta
imperceptible de este cabello inútil. |
Aflicción, un momento,
quedose pensativa, como mirando |
el fiel de una balanza. |
―¡Hay algo más
pequeño! ¡Hay algo más pequeño! |
Y desapareció senda
adelante, agotadas sus fuerzas. |
11 (111) |
...Lo tercero que tengo
que decir es de un sabio que conoce |
las hierbas, las buenas y
las malas; sabe de encantamientos y |
nada se le oculta de la
ciencia. |
Aflicción fue a su
encuentro y con labios temblorosos, cual |
si besara las palabras,
antes de darles vuelo, le preguntó entre |
súplicas: |
―¡Oh, tú, que sabes
tanto del bien como del mal! ¿Harías |
la merced de decirme cuál
es la cosa más pequeña? |
El sabio respondió,
extendiendo los brazos, como si pro- |
nunciara una sentencia: |
―¡El átomo es la
cosa más pequeña! |
Aflicción se quedó
pensativa un momento, cual si del si |
o del no su dicha o su
infortunio dependiese, y acabó por |
decir: |
―¡Aún más pequeña
que eso, más pequeña! |
Y ya no pudo andar, de
tanto desconsuelo. Sentose en una |
encrucijada, y, hundiendo
la cabeza entre sus manos, rompió |
en amargo llanto. |
Hasta que por su lado pasó
Consolación, y, poniendo una |
mano en la cabeza pesada y
abatida de Aflicción, le habló de |
esta manera: |
―¡Aflicción,
Aflicción! ¿Por qué ese llanto tan amargo que |
parecen tus lágrimas
trocitos de tu roto corazón? |
A lo que dio Aflicción por
cumplida respuesta, sin cesar |
en su llanto: |
―Porque ni el leve
pajarillo que tan alto se eleva, ni la |
punta dorada del cabello
más fino, ni lo que dijo el sabio, me |
dan idea de lo más
pequeño. |
Y preguntó Consolación
entonces: |
―¿Podrías tú
decirme, ¡oh Aflicción sin consuelo!, si hay |
algo más pequeño todavía? |
Y contestó Aflicción,
entre sollozos de profunda pena: |
―¡El amor de los
hombres al Amado! |
Miguel Melendres |
12 (112) |
documento: |
EL MARXISMO |
COMO CRITICA |
CON ESTE mismo título, el
Padre Augusto Hortal, S.I., pronunció el año |
pasado (23, nov.) una
conferencia en el Colegio Mayor San Pablo, de |
A Madrid, dentro del ciclo
desarrollado bajo el tema de "Marxismo y |
Cristianismo".
Reproducimos el siguiente texto, redactado por el mismo au- |
tor, que contiene, a
nuestro juicio, la parte más importante de la exposición. |
El marxismo es, ante todo,
o por lo |
menos empezó siendo una
crítica. Las |
obras de Carlos Marx
llevan con fre- |
cuencia un título o
subtítulo, y casi |
siempre un contenido
crítico. Son los |
aspectos críticos del
marxismo la faceta |
quizá más valiosa y
duradera de su a- |
portación, y es tal vez el
marxismo como |
correctivo crítico lo que
ejerce el mayor |
atractivo sobre muchos
insatisfechos |
con los caminos que lleva
la sociedad. |
Es paradójico, aunque no
carece de |
cierta lógica interna, que
el marxismo |
haya dado lugar a tantos
dogmatismos, |
especialmente allí donde
ha llegado al |
poder. Es trágico y merece
nuestra aten- |
ción especial, que un
movimiento polí- |
tico-social que entra en
escena para |
acabar con la explotación
y con la opre- |
sión haya dado lugar y
servido de legi- |
timación para establecer
nuevas formas |
de opresión. El marxismo
es mucho más |
lúcido a la hora de
detectar los fallos |
reales de nuestra sociedad
que a la ho- |
ra de llevar a cabo un
proyecto político |
positivo. |
Esta doble experiencia,
esta ambiva- |
lencia del marxismo nos
invita a reco- |
ger atentamente cuanto de
crítica hay |
en el marxismo y a tratar
de discernir |
los caminos por los que la
crítica dege- |
nera en dogma, por los que
la lucha por |
una sociedad más justa
puede degene- |
rar en situaciones
irreversibles de opre- |
sión. Son muchos los
marxistas que es- |
tán hoy empeñados en esta
tarea. |
Nos remontamos en cada
caso a |
Marx, para aludir después
a la evolu- |
ción ulterior. No se trata
de convertir |
los problemas reales en
problemas de |
interpretación de lo que
dijo o quiso |
decir Marx. Marx
―hay que decirlo― |
sigue siendo uno de los
mejores marxis- |
tas, en el buen sentido de
la palabra. Y |
Marx es, sobre todo, lo
poco que queda |
de referencia común a los
muchos mar- |
xismos, cada uno de los
cuales reprocha |
a los demás no ser fiel a
él (revisionis- |
13 (113) |
mo) o pretender que lo
haya dicho todo |
ya y todo bien
(dogmatismo). |
DE HEGEL A LA CRÍTICA |
Carlos Marx se incorpora a
la vida |
universitaria, a los
dieciocho años, allá |
por la mitad de los años
30 del siglo |
pasado. Hegel ha muerto al
comienzo |
de la década. En el
ambiente filosófico |
se respira una atmósfera
que, en una |
pincelada, podría
caracterizarse con la |
siguiente pregunta: ¿Cómo
se puede se- |
guir filosofando después
de que Hegel |
ha dicho todo, lo ha dicho
bien y ha |
mostrado que con su
filosofía ha llegado |
a plenitud el espíritu
absoluto, la culmi- |
nación de la historia? |
En su tesis doctoral y en
sus escritos |
polémicos, primero con la
Derecha y |
después con la izquierda
Hegeliana, se |
percibe en el trasfondo la
cuestión que |
acabamos de formular. La
línea de |
avance y respuesta la
encuentran los |
representantes de la
Izquierda Hegelia- |
na, entre los que
inicialmente se encuen- |
tra Marx, en la praxis, en
la tarea de |
traducir a la praxis, es
decir, de realizar |
la filosofía formulada por
Hegel. Esta |
praxis es una praxis
intelectual, es la |
crítica. |
Hegel no formuló, como
creía, la au- |
tocomunicación de un mundo
racional, |
sino las aspiraciones
racionales de un |
mundo irracional. Por eso
su filosofía |
se vuelve contra este
mundo irracional, |
se hace crítica. La tarea
del filósofo |
poshegeliano no es, pues,
seguir especu- |
lando sobre tal o cual
matiz que Hegel |
no vio, o que no vio con
toda corrección |
y exactitud, sino pasar a
la práctica. |
Praxis, práctica ―en
esta primera |
etapa de Marx― no es
sino la misma |
actividad crítica que
ejerce el filósofo. |
Marx empieza pensando con
otros hege- |
lianos de izquierda, a los
que después |
va a criticar en este
punto con la dureza |
típica de los que fustigan
defectos com- |
partidos en otro tiempo,
que la realidad |
social se transformaría
tan pronto como |
un número suficiente de
hombres se |
hagan conscientes de la
irracionalidad |
del mundo. La crítica es
praxis, la de- |
nuncia es transformadora. |
«Hay que hacer la opresión
real |
más opresora todavía,
añadiendo |
a aquélla la conciencia de
la |
opresión, haciendo la
infamia |
más infamante al
pregonarla».* |
Marx se lanza a este
programa de |
"reforma de la
conciencia" con el entu- |
siasmo y la inocencia de
un neófito. En |
los siguientes pasos de su
evolución irá |
descubriendo el idealismo
de esta pos- |
tura, dando primacía a la
praxis, consi- |
derando al pensamiento
demasiado con- |
dicionado por las
circunstancias reales |
en que surge, demasiado
impotente, |
como para poder por sí
solo transformar |
esas condiciones reales.
Pero ya desde |
el comienzo la crítica
pretende ser trans- |
formadora y la praxis
ulterior no será |
praxis ciega, sino praxis
crítica: |
«Nosotros no anticipamos
dog- |
máticamente el mundo, sino
a |
partir de la crítica del
viejo pre- |
tendemos deducir el
nuevo».** |
«La fuerza propulsora de
la his- |
toria, incluso de la
religión, la fi- |
losofía y toda otra
teoría, no es la |
crítica, sino la
revolución».*** |
# K. Marx, A. Ruge, Los
Anales Franco-Alemanes. |
** K. Marx, Carta a A.
Ruge, Hept. 1945. |
*** K. Marx, F. Engels, La
Ideología Alemana. |
14 (114) |
DE LA CRÍTICA DEL CIELO |
A LA CRÍTICA DE LA TIERRA |
Han corrido y siguen
corriendo ríos |
de tinta sobre la crítica
marxista de la |
religión, y hoy mismo se
sigue discutien- |
do entre marxistas y no
marxistas si el |
marxismo es intrínseca,
necesariamente |
ateo. Tanto por lo que
respecta al mar- |
xismo histórico como al
actual hay opi- |
niones para todos los
gustos dentro y |
fuera del marxismo.
Empecemos por la |
cuestión histórica, sin
pretender que ésta |
resuelva de una vez para
siempre el |
juicio que sobre este
punto haya que |
hacer sobre los marxismos
del presente |
y del futuro. |
Marx no pretendió tener
una origina- |
lidad especial en este
punto. No escribió |
ningún tratado de crítica
de la religión, |
como lo hizo, por ejemplo,
Feuerbach en |
La esencia del
cristianismo. El pasaje |
central a que hacen
referencia todos |
aquellos que se hacen eco
de la crítica |
marxista de la religión es
la «Introduc- |
ción a la Crítica de la
Filosofía del De- |
recho, de Hegel», escrita
en 1843 y pu- |
blicada en los Anales
Franco-Alemanes |
en febrero de 1844. Y este
escrito es eso: |
una introducción, una
introducción a |
una obra que no llegó a
publicarse, pero |
en la que por entonces
estaba Marx |
trabajando. Marx se
propone en esta |
introducción hacer ver la
necesidad de |
no quedarse en la crítica
de la religión, |
sino pasar a la crítica de
la política, |
del Estado, del derecho. |
Por así decirlo, Marx no
critica la |
religión sino de paso,
como introducción |
a otras materias que van a
constituir el |
objeto central de su
interés crítico. Por |
lo que a la religión se
refiere, Marx asu- |
me las ideas de Feuerbach
y no consi- |
dera necesario extenderse
en este punto. |
Según Feuerbach, todos los
pre- |
dicados que se afirman de
Dios |
(Dios es infinitamente
bueno, |
eterno, creador, etc.) son
reales, |
tan sólo el sujeto de
todos ellos |
no es real, no es Dios,
sino el |
hombre que, ignorando su
propia |
esencia, la proyecta fuera
de sí. |
La religión ―resume
Marx― no |
hace al hombre, es el
hombre |
quien hace la religión, el
hombre |
real, intramundano, en
relación |
con otros hombres dentro
de una |
situación determinada. Ese
hom- |
bre produce una conciencia
al re- |
vés; ese hombre busca el
consuelo |
con el más allá, porque
vive una |
situación de desconsuelo. |
«La miseria religiosa es a
la vez |
expresión de la miseria
real y |
un manifiesto contra la
miseria |
real. La religión es el
suspiro de |
la creatura oprimida, el
senti- |
miento de un mundo sin
corazón, |
el espíritu de situaciones
sin espí- |
ritu. Es el opio del
pueblo».* |
El ateísmo marxista no es,
sin embar- |
go ―como algunos
pretenden hacer cre- |
er, un dato anecdótico de
la biografía |
de C. Marx. Marx no sólo
fue personal- |
mente ateo, sino que
consideró el ateís- |
mo como punto de partida
de todo su |
pensamiento, y su crítica
de la religión |
como comienzo y paradigma
de toda crí- |
tica. Marx, eso sí, no fue
un perseguidor |
directo de la religión y
de las conviccio- |
nes religiosas.
Consideraba que éstas no |
surgían en el nivel
individual y no era |
allí donde había que
combatirlas, sino |
* Los Anales
Franco-Alemanes |
|
15 (116) |
luchando por suprimir y
denunciando |
las condiciones de miseria
que según él |
hacen posible y necesaria
la religión. No |
hay que matar a Dios para
que nazca el |
hombre. Basta con que
hagamos posible |
que viva el hombre
―diría Marx― y |
Dios desaparecerá. |
Los seguidores de Marx
fueron |
continuadores de un
ateísmo no |
solamente por capricho o
con- |
vicción personal, sino por
consi- |
derarlo pieza esencial del
marxis- |
mo. Muchos de ellos no
sólo han |
Luchado contra las
condiciones |
objetivas que, según
ellos, hacían |
posible y necesaria la
alienación |
religiosa, sino que han
persegui- |
do directamente a los
creyentes. |
En este ateísmo
beligerante entra |
la política religiosa de
la mayo- |
ría de los partidos
marxistas que |
ocupan el poder y de
muchos que |
nunca han llegado a él. |
Otros grupos y pensadores
marxistas |
han llegado o están
llegando a posicio- |
nes más matizadas. La
socialdemocracia |
y los socialismos no
comunistas han ido |
desprendiéndose de todos
los elementos |
cosmovisionales del
marxismo. Pero |
entre los mismos
comunistas, tras las |
experiencias de luchas
compartidas con |
cristianos y la revisión
de las propias |
posiciones dogmáticas, hay
muchos que |
han ido viendo que la
religión además |
de opio del pueblo puede
ser y de hecho |
está siendo estimulante de
la lucha por |
la justicia. Según esta
concepción que se |
sigue denominando
marxista, el marxis- |
mo no puede ni necesita
afirmarse como |
ateo. Al hacerlo hace una
afirmación |
dogmática que no es
posible dilucidar |
racionalmente. Lo único
que el marxis- |
mo puede y debe decir
sobre la reli- |
gión es si en sus formas
históricas |
concreta: ejerce, de
hecho, una fun- |
ción legitimadora de
opresión o de |
consuelo escapista y
descomprometi- |
do, o si más bien ejerce
la función de |
impulsar el cambio
liberador. Hay ex- |
periencias de lo uno y de
lo otro. |
Ante esta evolución la
tarea de los |
cristianos no sería la de
convencer a los |
marxistas de que, si
quieren seguir sien- |
do marxistas tienen que
seguir siendo |
ateos, para que cada cosa
esté en su |
sitio, los frentes estén
claros y podamos |
atacar a los enemigos de
la propiedad |
privada como enemigos de
Dios. Tene- |
mos que felicitarnos de la
desdogmati- |
zación del marxismo,
aunque nos exija |
mus matices y nos haga
distinguir entre |
marxistas dogmáticos y
otros que no lo |
son o que al menos no
quieren serlo. |
Tendremos además que
ejercer una fun- |
ción crítica, haciendo ver
que el ateísmo |
marxista, por no ser una
pieza anecdó- |
tica del sistema, tiene
hondas raíces en |
él. El abandono del
ateísmo exige trans- |
formaciones en las
formulaciones e in- |
terpretaciones del
materialismo históri- |
co, si no quiere quedarse
en pura confe- |
sión verbal con visos de
oportunismo. |
Pero nada más importante
que asu- |
mir en nuestra praxis el
reto que para |
los cristianos supone la
crítica marxis- |
ta de la religión. Marx se
pasó de la |
crítica al dogma al decir
que Dios sólo |
es una creación ilusoria
del hombre y |
que la religión no puede
ser más que |
opio del pueblo. Pero
hemos de recono- |
cer que de hecho nuestra
religión ha |
servido y sirve en
ocasiones de tapadera |
de situaciones
inconfesables y de esca- |
pismo para no
comprometerse en la |
lucha por la justicia. |
16 (116) |
El dogma marxista se hace
problemá- |
tico pero la aportación
crítica sigue en |
pie. Y la mejor respuesta
a la crítica de |
la religión es mostrar con
los hechos |
que nuestra religión no es
opio adorme- |
cedor, sino motor de
transformaciones |
humanizadoras de la
sociedad. Al obrar |
así queda sin objeto, por
haber sido |
asumida, la crítica
marxista de la |
religión. La teología
cristiana ya ha |
dado este paso a nivel
teórico, algu- |
nos cristianos lo han dado
también en |
su práctica. |
CONCLUSIÓN: |
EL MARXISMO COMO CRÍTICA |
Toda la obra intelectual
de Marx, |
desde los Anales
Franco-Alemanes, de |
1843, hasta su muerte, en
1883, se puede |
estructurar en torno al
concepto de crí- |
tica: crítica de la
religión, crítica de la |
filosofía, crítica del
desarrollo y del |
Estado, crítica de la
economía política... |
En todos estos casos no se
trata de |
un concepto de crítica
idealista que |
compara abstractamente
ideal con rea- |
lidad. Marx se pregunta
constantemente |
por las condiciones de
posibilidad ―no |
trascendentales, sino
empíricas, de la |
realidad social en que los
hombres vi- |
ven― de la religión
alienante, de la |
filosofía idealista, del
materialismo abs- |
tracto, del Estado
burgués, de la división |
de la sociedad en clases,
de la plusvalía, |
etc. Esta crítica pretende
denunciar una |
situación y colaborar a
que esa situa- |
ción haga crisis. La
crítica no es sino |
el movimiento intelectual
que lleva a la |
revolución, a la
transformación revolu- |
cionaria del mundo
existente. |
La respuesta a la pregunta
por las |
condiciones de posibilidad
de la aliena- |
ción humana en los
diversos estadios no |
la encuentra Marx en un
sujeto trascen- |
dental, sino en el hombre
real entendido |
como actividad sensible
productiva, en |
interrelación con la
naturaleza y con |
los hombres. Crítica
radical es la que va |
a la raíz, y la raíz es
siempre el hombre, |
el hombre vivo, el hombre
concreto que |
vive, trabaja y se
relaciona con los otros |
hombres. La desaparición
de la termino- |
logía humanista en la obra
posterior, la |
evolución en la manera de
entender al |
hombre (menos simplista y
armonizante) |
la especialización
metodológica en |
los temas estrictamente
económicos, no |
debe hacernos olvidar que
también en |
El Capital sigue siendo el
trabajo, la |
actividad productiva
material del hom- |
bre, la raíz última a la
que todo termi- |
na por reducirse a través
de las distin- |
tas mediaciones. Todo lo
que no sea |
ver las cosas así, piensa
Marx a lo largo |
de toda su obra, es
ideología, engaño |
mistificador, equivalente
a quedarse en |
las apariencias sin ir a
la raíz, la rea- |
lidad que es el hombre
entendido como |
actividad material
subjetiva. |
La crítica de la religión,
del Estado, |
de la plusvalía o del
fetichismo de la |
mercancía en distintas
terminologías, |
con matices distintos y a
distintos nive- |
les tienen un mismo
presupuesto funda- |
mental: no es la religión
la que hace al |
hombre, sino el hombre es
quien hace la |
religión, no es el capital
acumulado el |
que produce riqueza por sí
solo, ni tie- |
nen las mercancías
propiedades miste- |
riosas, es el trabajo
(actividad sensible |
subjetiva) el que, bajo
determinadas for- |
mas de producción, produce
la plusvalía |
17 (117) |
Todas las semanas en |
vida nueva |
―Una completa
información de la Iglesia |
en España y en el mundo |
―Un estudio del
problema de mayor ac- |
tualidad ―Una visión
cristiana del mundo político, |
social, cultural y
artístico |
vida |
nueva |
Revista semanal de |
información general |
y religiosa |
P.P.C. - E. Jardiel
Poncela, 4 |
Apartado 19.049 - Madrid
(16) |
18 (118) |
y presta esas propiedades
misteriosas a |
las mercancías ―todo
esto en una situa- |
ción de antagonismo de
clases en la que |
están inmersos no
individuos especulan- |
tes, sino hombres
concretos con necesi- |
dades concretas―. |
Podemos poner en duda, y
personal- |
mente yo pongo en duda, si
esta crítica |
es totalizante, si la
perspectiva marxista |
dice todo lo que se puede
decir con res- |
pecto a la religión, la
cultura, la filoso- |
fía, la política o la
economía. Podemos |
y debemos preguntarnos si
una persona |
o una sociedad puede
limitarse a criti- |
car, a denunciar y a
destruir. Podemos |
y debemos calcular si la
crítica marxista |
no es también aplicable a
los marxistas. |
Pero después de Marx no se
puede se- |
guir siendo honradamente
premarxis- |
ta en una serie de puntos.
No se puede |
predicar una religión que
insiste uni- |
lateralmente en la
resignación frente |
a la injusticia y remite a
un más allá |
para dejar intacto el más
acá. No se |
puede ignorar la crítica
del trabajo |
asalariado y de la
producción capita- |
lista, no se puede seguir
siendo idea- |
lista e ignorar la función
social que |
ejercen determinadas ideas
en deter- |
minados contextos
sociales. |
Hemos dicho al comienzo de
forma |
global y hemos ido viendo
después peso |
a paso que el marxismo es
mucho más |
lúcido a la hora de
detectar los fallos |
reales de nuestra
religión, del Estado |
burgués, de la filosofía
idealista, de la |
moral utópica, del derecho
y de la cul- |
tura clasistas, de la
economía capitalis- |
ta, que a la hora de
proponer y llevar |
a cabo alternativas
positivas. La reli- |
gión, aun desalienada, no
desaparece, |
la dictadura del
proletariado se desfigu- |
ra y perpetúa, el Estado
no se reduce a |
ser mero instrumento de la
burguesía |
y también anda muy lejos
de desaparecer... |
Este juicio no intenta ser
una mera |
concesión a un
anticomunismo visceral, |
excesivamente difundido
entre nosotros. |
El marxismo como crítica,
no es todo el |
marxismo. No sólo sus
críticas, también |
sus análisis, sus méritos
y sus propues- |
tas merecen ser
discutidas. No oculto |
mi mayor simpatía por el
aspecto crí- |
tico del marxismo al que
he dedicado |
estas líneas. Las
limitaciones aquí cons- |
tatadas son para los que
no se conside- |
ran marxistas una
invitación a confron- |
tarse con la crítica
marxista, a dejarse |
interpelar por ella y
asumir todo lo asu- |
mible, que es mucho
siempre que no se |
absolutice. |
El juicio enunciado en
estas páginas |
no pretende ser polémico
con personas |
o grupos de convicciones
marxistas. No |
busca arrinconarlos en
interpretaciones |
del marxismo más fáciles
de arrinconar |
para una crítica
descalificadora. Las |
críticas enunciadas aquí
son cualquier |
cosa menos un veredicto
inapelable de |
la historia; son sólo un
balance provi- |
sional sobre una realidad
compleja y |
cambiante. Si el marxismo
empieza a |
cultivar no sólo la
crítica indiscrimina- |
da, sino también posturas
más matiza- |
das, constructivas y
abiertas a la cola- |
boración..., es algo de lo
que todos |
tendríamos que alegrarnos,
pues a todos |
nos beneficia. También las
voces críticas |
de los escépticos, de los
que de Marx he- |
mos aprendido ―entre
otras fuentes― a |
no creernos las proclamas,
sino a mirar |
a los hechos, tenemos en
esta tarea |
nuestro granito de arena
que aportar. H |
19 (119) |
En la Iglesia |
no debemos temer que, un
día, lleguemos a |
constituir quizá,
solamente, una |
minoría, pero sigamos
siendo |
fieles; |
no debemos temer ni nos
avergonzaremos |
de la impopularidad, si
somos |
coherentes; |
no haremos caso de
aparecer como unos |
vencidos, si continuamos
sien- |
do testigos de la verdad y
de |
la libertad de los hijos
de Dios. |
PABLO VI |
LAUS |
Director: Ramón Mas
Cassanelles - Edita e imprime: Congregación del Oratorio |
Placeta de S. Felipe Neri,
1 - Apartado 182 - Albacete - D. L. AB 103/62 - 1.6.77 |
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