Publicación
mensual del Oratorio. |
Núm. 154. DICIEMBRE. Año
1977 |
SUMARIO |
NAVIDAD de novedades,
Navidad de esperanzas y de |
incertidumbres, de
fugacidad del gozo para aden- |
trarnos en la presentida
austeridad invernal, más |
rigurosa, nos aparece,
este año, que otras veces. Navidad, |
no obstante, que, como
todas las Navidades, nos lleva a |
acercarnos a los
personajes de la primero de este mundo, |
para mirarlos y aprender
de ellos a entrar y seguir por los |
caminos humildes que Dios
depara a los que quiere más |
puros para que vean mejor,
desde la misteriosa sencillez |
de lo más santo, la
aparición y la presencia de Dios entre |
los hombres. |
LA TÚNICA |
EMMANUEL |
PRIMERA CONVERSIÓN DE
NEWMAN |
NO ERA INVIERNO TODAVÍA |
AMBIGÜEDAD NAVIDEÑA |
"Y LA
PALABRA..." |
PARA UNA NUEVA ECONOMÍA
MUNDIAL |
1 (161) |
LA TÚNICA |
(Canción navideña,
traducida por su mismo |
autor, el P. Jaume Garcia
i Estragués, C. O.) |
La Madre de Dios |
hila que te hilaba: |
vestir quiere al Niño |
que a luz Ella daba: |
ángeles del Cielo |
le traen la lana, |
también oro fino, |
oro, seda y plata. |
La Madre de Dios |
hila que te hilaba. |
La Madre de Dios |
cantaba, cantaba: |
Un milagro fue |
la túnica blanca: |
crecía Jesús |
y ella se alargaba; |
siendo El ya mayor |
aún puede llevarla. |
La Madre de Dios |
cantaba, cantaba. |
La Madre de Dios |
lloraba, lloraba... |
Al pie de la Cruz |
era sorteada |
del Hijo muriente |
la túnica sacra. |
Los dados herían |
de la Madre el alma. |
La Madre de Dios |
lloraba, lloraba... |
¡Oh Madre de Dios, |
vestidnos el alma |
del divino amor |
que toda os inflama! |
2 (162) |
Emmanuel |
DIOS hizo el mundo e hizo
el hombre. Y, luego. Dios se hizo hombre y |
camino por los caminos del
mundo. |
No se conformó, después de
hacerla, con contemplar la más |
bella de sus obras. No le
bastaba, como el escultor o como el artista, parar- |
se a mirar y admirar la
obra realizada. Enamorado y poderoso, la abraza |
y la invade. No se
confunde con ella para que, manteniéndola distinta de |
él, la obra siga
"siendo" y, mientras es y existe: pueda continuar amándola |
y contemplándola. |
Además, la mejor y la más
bella de sus obras, la ha dotado de la con- |
ciencia de saberse
maravilla del poder divino y logro de la sabiduría y del |
Amor de Dios, con luz de
inteligencia y alas de libertad, para que pueda |
descubrir a ese Dios que
le acompaña y le invade. Emmanuel, el "Dios con |
nosotros", además de
saberse creada por él. |
Los hombres podemos
descubrir que Dios nos ama y podemos dar res- |
puesta a este amor, con
otro parecido al que Dios nos tiene, aunque más |
humilde, pero igualmente
maravilloso; 60mos hijos de Dios, Dios se muestra |
en nosotros porque
llevamos su semejanza y nos envuelve cálidamente su |
amor: porque Cristo es
nuestro hermano y caminamos junto a él hacia el |
Padre mientras el mundo se
va haciendo "reino de Dios", al paso que los |
que todavía no le conocen
a él pero ya nos conocen a nosotros pueden, A |
través del testimonio de
nuestra fe convertida en vida, llegar a conocerle, |
porque recordamos «que
dijo que el que recibe a vosotros y oree el anuncio |
que le hacéis vosotros y
hace caso de vosotros, a mí me recibe, en mi cree, |
mis palabras guarda; y
quien me ve desde la fe, ve al Padre, porque nadie |
Va al Padre si no es por
mí, y el Padre y yo, que somos una misma cosa, |
moraremos en él». |
Emmanuel. "Dios con
nosotros", conociéndonos, conduciéndonos y |
Amándonos desde dentro,
para caminar con nosotros más estrechamente, |
para que el ir a Dios sea
"andar con Dios", para que el camino comience a |
ser meta para que en la
tierra se inicie el reino de los cielos, para que el |
3 (163) |
tiempo se estremezca al
rozar con la eternidad, y el hombre se maraville |
de llevar a Dios y todas
las fuerzas se le transformen en amor. |
Emmanuel, Dios que está ya
con nosotros. |
Feliz Navidad |
con la gracia y la paz del
Señor |
para todos nuestros amigos
y lectores |
4 (164) |
NEWMAN: |
Primera conversión |
de Newman |
LA VIDA de los hombres es |
siempre, en cierto modo,
un |
regreso a Dios. La fe
inter- |
viene y aviva la
conciencia de ese |
ir y volver a Dios,
incesantemente, |
hasta el definitivo logro
de su po- |
sesión eterna. Cuando los
santos |
―por ejemplo, san
Felipe― hablan |
de conversión, se refieren
a ella |
no como a una meta
alcanzada, |
sino como a un paso, bien
dado y |
sin desperdicio, hacia el
fin donde |
Dios nos espera. «La mano
de Dios |
no abandona a los suyos y
los guía |
por caminos que
desconocen», de- |
cía Newman teniendo en
cuenta, |
seguramente, la propia
experiencia |
del contacto de esa mano
divina, |
con que la Providencia nos
condu- |
ce, misteriosa pero
sabiamente. Los |
tratadistas de la vida de
perfección |
sobrenatural designan a
estas suce- |
sivas y progresivas
conversiones, |
de las que tiene necesidad
toda |
alma que se dirige a Dios,
como |
pasos a las vías o moradas
o grados |
de la vida espiritual. |
Newman, del que poseemos,
en |
realidad, material
suficiente para |
seguirle en su itinerario
espiritual, |
se nos muestra con
bastante cla- |
ridad, por lo menos en los
más |
importantes de estos pasos
o con- |
versiones del alma. Un
repaso |
ligero sobre su copiosa
obra nos |
induciría, tal vez, a
catalogarlo co- |
mo historiador, como
teólogo, como |
poeta, como apologista,
como pe- |
dagogo y, según la
mentalidad de |
nuestros días, incluso
como pe- |
riodista; pero en ninguna
de estas |
categorías se nos daría
entero, y él |
mismo rehusaría verse
clasificado |
así. Newman es, por encima
de to- |
do, un convertido, un gran
con- |
vertido, un peregrino de
la verdad, |
un incansable buscador de
la paz |
que, hambriento y sediento
de su |
claridad, apenas saboreada
en un |
primer descubrimiento, el
efluvio |
recibido se le convierte
en vivo es- |
tímulo para una sucesiva y
siempre |
nueva búsqueda de Dios,
ansioso de |
conocerle más y de vivirle
mejor. |
5 (165) |
Lo más glorioso y lo más
doloroso |
de la vida de Newman, se
condensa |
en esta palabra:
conversión. Luz |
y cruz, «por la cruz a la
luz». Dolor |
de crecimiento y gozo de
haber cre- |
cido. Caminar para ver y
ver para |
caminar. Fe para
convertirse y |
convertirse para crecer en
la fe; |
convertirse toda la vida,
hasta la |
«bienaventurada visión de
paz» |
que nimbó su alma, ya
anciano, en |
los umbrales de la
eternidad. |
Hay, en toda la
trayectoria de |
Newman, un fervor que se
controla |
y domina, pero que no
cesa; una |
prudencia que administra
el empu- |
je, es verdad, pero que no
detiene |
el esfuerzo, y una
sinceridad pro- |
funda, paciente y valiente
que, aun |
en las horas de fatiga,
cuando la |
prueba se hace dura,
mantiene vi- |
va la convicción de que
puede con- |
fiar en Dios y hasta de
que siente |
que Dios también confía en
él. Una |
perseverancia granítica,
pero no |
deshumanizada; una
fidelidad al |
estilo de Dios, un
dinamismo sin |
precipitación, una
valentía sin arro- |
gancia, una paciencia sin
debilidad, |
una sinceridad sin dureza,
un entu- |
siasmo sin estridencias
inútiles, un |
corazón delicado, con una
capaci- |
dad inmensa de sentir y de
amar, |
pero sin sentimentalismos,
a la in- |
glesa. |
¿Cuándo, pues, tuvo lugar
esta |
primera conversión de
Newman? |
Él la llama "su"
conversión y la |
sitúa al final de su
infancia, a los |
quince años: «...my
conversion |
when I was fifteen». Pero
deje- |
mos, antes, que él mismo
nos relate |
sus pasos hasta este
momento, el |
primero, en su edad
consciente, que |
podemos llamar crucial. |
John Henry Newman, sujeto
de esta |
memoria, nació en Old
Broad Street, |
en la ciudad de Londres,
el 21 de fe- |
brero de 1801, y fue
bautizado en la |
iglesia de St. Bernet Fink
el 9 de abril |
del mismo año. Su padre
era un ban- |
quero de Londres, oriundo
del collado |
de Cambrigde. Su madre
descendía de |
una familia protestante
francesa que |
había dejado Francia por
este país al |
ser revocado el Edicto de
Nantes. Era |
el mayor de seis hermanos,
tres varo- |
nes y tres mujeres, de los
cuales sólo |
sobrevive un hijo, él
mismo (9 nov. |
1881). |
El primero de mayo de
1808, cuando |
tenía siete años, fue
llevado a una |
escuela de 200 alumnos,
que luego |
fueron aumentando hasta
300, en Ea- |
ling, cerca de Londres,
dirigida por el |
Rev. George Nicholas,
doctor en letras, |
de Wadham College. De
niño, sentía |
gusto por el estudio y
aprendía rápi- |
damente: el Dr. Nicholas,
a quien llegó |
a querer mucho, decía a
menudo que |
no había habido ningún
alumno que |
pasase por el colegio,
desde la primera |
clase a la última, tan
aprisa como John |
Newman. Aunque no era un
niño pre- |
coz, desde la edad de once
años, em- |
pezó a escribir
composiciones origina- |
les en prosa y en verso, y
en la prosa |
dio muestras de estar
dotado de gran |
sensibilidad y de cuidar
diligentemen- |
te el estilo. Dedicó a
estos ejercicios |
literarios y a la lectura
de los libros |
que caían en sus manos,
gran parte |
del tiempo de sus recreos;
y sus com- |
pañeros de clase recuerdan
que nun- |
ca, o casi nunca tomaba
parte en los |
juegos. |
En Ealing pasó ocho años y
medio, y |
no fue trasladado a
Winchester Colle- |
ge porque ni su madre ni
sus profeso- |
res se decidieron a
hacerlo, accedien- |
do al deseo del
interesado. Durante |
el último semestre de su
vida escolar, |
desde agosto a diciembre
de 1816, |
prolongando
accidentalmente su es- |
tancia más que la de sus
compañeros |
de clase recibió el
influjo de un hom- |
bre excelente, el Rv.
Walter Mayers, |
de Pembroke College, de
Oxford, uno |
de los profesores de
humanidades de |
quien recibió profundas
impresiones |
religiosas, de carácter
calvinista, que |
fueron para él el comienzo
de una |
nueva vida... |
6 (166) |
«The beginning of a new |
life...» Espigando en la
Apología |
vemos con qué entusiasmo
le inun- |
dó esta nueva vida, que
también |
llama "gran
cambio", a great |
change: |
«Caí bajo la influencia de
un credo |
definido, y recibía en mi
entendimien- |
to impresiones de un
dogma, las cua- |
les, por la misericordia
de Dios, nunca |
más se han borrado ni
obscurecido». |
Bendice el recuerdo del
Dr. Ma- |
yers que fue, para él, «el
medio |
humano de este principio
de fe |
divina», que acrecentó con
lecturas |
calvinistas que
confirmaron en su |
conversión, persuadido de
estar |
destinado a la gloria
eterna. Sin |
embargo, dice: |
No era invierno |
todavía. |
Tenía poco menos de
treinta años y le faltaban sólo tres semanas |
para ser ordenado de
presbítero, cuando encontró a un amigo |
sacerdote, ya mayor.
Hablaron de la Iglesia, del mundo, de lo |
que queda todavía por
hacer para el reino de Dios y, en eso, le |
dice el sacerdote maduro: |
―¿Qué te parece si
nos quitaran todas las cana y nos que- |
maran todas las iglesias,
y nos viéramos reducidos A no tener |
nada do todo lo que nos
envuelve y ampara, do todo lo que nos |
sostiene y prestigia:
cargos, hábitos, sueldos, limosnas, reve- |
rencias, calificaciones
espirituales, sugestiones y vanidades que |
A veces llamamos
apostolados, relevancias autocontemplativas |
y magistrales, mitos
personales, escalafones, burocracias, as- |
censos para gremios de
humildades fingidas, etc. y aún de |
muchas cosas legítimas, y
nos dijeran, como el mismo Señor a |
galileos de hoy: «En, sois
sacerdotes, salid a la calle, con y como |
los demás hombres, y
comenzad todo de nuevo?» |
Al joven candidato al
sacerdocio, que oía, se le iluminaron |
los ojos y, mirando a la
gente que transitaba cerca, respondió, |
casi extático, al amigo
mayor: |
―¡Sería maravilloso! |
Y se separaron sonriendo. |
En la calle la gente
caminaba deprisa. Atardecía. El cielo |
ora obscuro y hacia frio;
pero no importaba nada la lluvia que |
comenzaba a caer. Era
invierno sólo por fuera. |
7 (167) |
«No tengo conciencia de
que esta |
creencia me inclinare a
ser descuida- |
do en el servicio de Dios.
La conserve |
hasta los veintiún 2004;
entonces se |
fue disipando
gradualmente, pero creo |
que debió tener alguna
influencia en |
mis opiniones y (...) en
aislarme de los |
objetos que me rodeaban,
en confir- |
marme en la desconfianza
de la reali- |
dad de los fenómenos
materiales y en |
hacerme descansar en el
pensamiento |
de dos, y sólo dos,
supremos y lumi- |
nosos seres absolutamente
evidentes |
para mí: yo mismo y mi
Creador, my- |
self and my Creator». |
Más abajo añade: |
«Estoy obligado a
mencionar, aun- |
que lo hago con gran
repugnancia, |
otra profunda convicción
que por este |
tiempo, otoño de 1816, se
apoderó de |
mí; no puede haber
equivocación res- |
pecto al lecho, a saber,
que era volun- |
tad de Dios que yo debía
permanecer |
soltero toda la vida. Esta
anticipación |
que tomó arraigo en mi
casi continua- |
mente desde entonces,
(...) estaba más |
o menos unida en mi
pensamiento, con |
la noción de que la
vocación de mi |
vida requería este
sacrificio que in- |
cluía el celibato; por
ejemplo, misio- |
nes entre los paganos, a
lo cual tuve |
gran inclinación durante
algunos años. |
Esto fortificó el
sentimiento de mi |
separación del mundo
visible». |
Mucho más tarde escribirá
en su |
Diario: |
(15 dic. 1858): «Oh Dios
mío, tu gra- |
cia me volvió al bien
(...) a la edad |
de quince años, y me dio
lo que, por |
tu continua asistencia, no
he perdido |
nunca. Tú cambiaste mi
corazón y mi |
mentalidad de entonces
(...), me pare- |
ce que aquellas oraciones
estaban ins- |
piradas, en gran parte,
por una gran |
generosidad, por una
inmensa alegría, |
ardor y ausencia de
egoísmo». |
Siente que el corazón se
le hace |
joven, y vuelve su mirada
al santo |
de la alegría, nuestro
glorioso Pa- |
dre, y le dice, mientras
contempla |
las primeras gracias
recibidas, de- |
seoso de nuevas: |
«Oh Felipe, consígueme un
poco de |
tu fervor. Vivo más y más
en el pasado |
y con la esperanza de que
el pasado |
reviva en el porvenir». |
Sí, el Señor le irá
derramando |
luces, disipando
tinieblas, ex um- |
bribus et imaginibus ad
veri- |
tatem, desde las sombras y
las imá- |
genes a la claridad
esplendorosa de |
la verdad. |
Corrigenda |
Es posible que nuestros
lectores hayan advertido la falta de sentido que daba un error de la |
línea doce, primera
columna, de la página 8 (148), del mes pasado, en esta misma publica- |
ción. Donde dice: |
«un inesperado exceso de
prudencia... » |
debe decir: |
«un inesperado exceso de
franqueza... » |
También en las líneas
quince y dieciséis de la columna segunda, de la misma página, don- |
de dice: |
«revistas o simplemente
culturales...» |
debe decir: |
«revistas cristianas o
simplemente culturales...» |
8 (168) |
Ambigüedad navideña |
SI el mundo ha rechazado
la luz es «porque sus |
obras son malas y
prefieren las tinieblas», co- |
mo escribe san Juan; pero
es también porque |
aquéllos que creían en la
luz no la han amado. Sin |
saberlo tal vez, o
valiéndose de su complejidad, han |
sido utilizados por la
voluntad de poder de los im- |
perios. La palabra de Dios
ayudaba a Mammona. |
Los millones de tapones de
botellas de champán |
que saltan esta noche en
todos los rincones de Oc- |
cidente, en honor de un
pobrecillo nacido en Gali- |
lea, hace mil
novecientos... años, es un malentendido |
que resume la historia
cristiana. Hoy como en los |
primeros días, el Reino de
Dios se reduce a un poco |
de fermento en la masa. |
Casi todos los políticos
que en el curso de la |
historia han invocado al
Niño de esta noche fueron |
en realidad sus verdugos.
En nombre suyo, los con- |
quistadores del rey
católico destruyeron razas ente- |
ras. Los reyes
cristianísimos no fueron tales sino |
por ironía, y las manos
que todavía ayer dejaban |
caer sobre Hiroshima la
bomba atómica, aniquilan- |
do de un solo golpe
doscientas mil creaturas de |
Dios, eran manos
Cristiana. |
E incluso aquí, y hoy, en
el momento en que |
estoy escribiendo... Pero
¡para qué hablar! Cada |
uno de nosotros sabe muy
bien la parte que debe |
asumir en todo lo que
sucede, y que en democracia |
no existen
"irresponsabilidades"... |
FRANCOIS MAURIAC, |
en su "Journal" |
9 (169) |
«Y la Palabra... » |
«Hablamos de la Palabra,
que es la vida, |
porque la vida se
manifestó, |
nosotros la vimos, damos
testimonio |
y os anunciamos la vida
eterna ...» |
(I Juan, 1, 1-2) |
DESDE que san Juan dijo
que "la Palabra se hizo car- |
ne" todo sonido
articulado por el hombre, dicho |
mirando hacia fuera de sí
mismo, como partiendo |
para otros el pan de la
propia verdad, es una comu- |
nicación y una ofrenda de
bien: lleva el agua pura |
del manantial del
pensamiento, en el vaso frágil de la voz. |
Y la Palabra deviene santa
si el pensamiento es limpio, si es |
engendrado en la noche de
la contemplación del espíritu ab- |
sorto en Dios, como si en
el camino hacia él cogiera las estre- |
llas de la orilla del
cielo, para desmenuzar en pétalos de luz, |
la verdad del amor
compartido con los hermanos. ¡Que her- |
moso es el amor entre los
hermanos!, dice, admirado el sal- |
mista. Los hermanos son
los hombres desde que Dios, que |
ya era Padre de ellos,
bajó para hacerse primer hermano |
arquetípico, primogénito,
entre todos. |
e Dios, cuando quiso decir
algo definitivo a sus criaturas, |
se hizo hombre, cristalizó
en la Historia, para ser su hito y |
para superarla, pero sin
ahogarse en ella, sin destruirse en |
polvo de recuerdos que
perece, sin reducirse a ningún dato, |
sin perder nada, sino
alcanzando un matiz sublime de expre- |
sión candente,
inteligible, ya, a toda mirada y a todo corazón |
limpio de cualquier hombre
hermano. La Palabra de Dios fue, |
al fin, un Hombre, el
Hombre. |
Ya, en la creación,
"había dicho y se hizo" el hombre; |
pero en el origen el
hombre permanecía ante él, como el |
mundo. Ahora, en la
Encarnación, se mete dentro de él, y anu- |
da esa intersección
misteriosa y, por ello mismo, inefable, del |
10 (170) |
Dios-Hombre, Jesucristo,
el hombre-salvador, ungido por la |
divinidad. |
Por eso, desde Jesucristo,
cuando hablamos a la luz de la |
fe, toda palabra de
hombre, toda palabra nuestra, deviene |
santa, En el brindis del
amor, la palabra es el vaso del pensa- |
miento, la copa pura, la
mano virgen que ostenta la verdad |
encarnada en el gesto,
iluminada en la voz. Y cada palabra |
es como una madre que
lleva un pensamiento en brazos, |
como un hijo nacido en la
pureza del alma, en las navidades |
del corazón, y la levanta
y ofrenda a los hermanos que la |
oyen, mientras caminamos
juntos. |
Ya la palabra, aun
simplemente humana, es más que hor- |
ma de la idea, más que pie
que deja la huella en el polvo o |
en el barro del camino,
más que concha que guarda la perla, |
más que lámpara que ampara
la llama. |
No importa que también
llamemos palabras a los dardos |
del resentimiento
guardados en la aljaba de las bocas tristes, |
que visten de palabra las
insinuaciones de la envidia, la |
ostentación de la vanidad,
los cálculos del egoísmo, las envol- |
turas de la mentira, los
disimulos farisaicos. Al fin caerán sus |
sonidos como cáscaras
huecas. |
La palabra lo es cuando
nace de la verdad; cuando es |
vaso, signo y vestido de
la verdad. La verdadera palabra |
dice y contiene, anuncia y
hace, es y lleva, resuena y vive, |
proclama y enseña, señala
y crece. La palabra es vida. |
Y es santa, conjugadora
del bien. Dios la ha dado al |
hombre para que pueda, con
ella, abrirse a los demás hom- |
11 (171) |
bres. Si el hombre tuviera
solamente que tratar con Dios, no |
la habría necesitado: él,
entero, habría sido todo palabra y |
respuesta única a su amor
y, el pensamiento, libre como el |
palomo fuera al palomar,
se hubiera bastado para batir sus |
alas en el ancho cielo de
la contemplación espiritual de Dios |
y volar altísimo. |
Pero, para sus hermanos,
el hombre, sin palabra, hubiera |
sido como una tumba
ambulante, inexpresiva y muda, o un |
corazón frustrado para el
amor. Los silencios son la muerte, |
hijos de la muerte del
corazón sin amor, que ya no tiene nada |
que decir o, si algo dice,
es para verter el escombro de lo que |
se desecha o sobra o no
interesa, en disimulo formal de la |
miseria de amor. Por eso,
son posibles las voces que no son |
palabra, las risas que no
son gozo, los gestos medidos que no |
son afecto y las sonrisas
puramente estratégicas, que sirven |
para hacer como que se
dice para que no conste que "no dicen" |
pero que, realmente, no
dicen nada a nada de un ideal, de un |
amor. |
La verdadera palabra es
santa porque lleva y dice el |
amor, y así nos es posible
movernos en este universo de sím- |
bolos –en el mundo, todo
es signo, decía san Ireneo, donde |
la Creación entera, y
sobre todo el hombre, tiene el valor y |
la calidad de lo que puede
expresar y decir, de lo que puede |
evocar y anunciar, de lo
que puede descubrir y ofrecer, don- |
de todo es convertible en
amor, si lo hacemos, sabiamente, |
signo de la misma vida.
Porque todo es amor y gracia, todo |
es bien y generosidad si
alcanzamos darle su propia expre- |
sión: si lo hacemos
pensamiento y lo brindamos gozosamente |
generosos y lo recibimos
agradecidos |
Cristo es la proclamación
y la ofrenda de todo lo que |
Dios ha pensado y querido
del hombre y para el hombre. Es |
su Palabra. |
Más humildemente, también
nosotros, semejantes a Dios, |
pensamos y tenemos qué
decir, y decimos con las palabras: |
decimos y vivimos para
Dios, y decimos y hacemos para los |
hombres; contemplamos a
Dios y amamos a los hombres. Por |
eso san Juan puede
concluir diciendo que «la Palabra es la |
vida de los hombres». |
12 (172) |
documento: |
PARA UNA NUEVA |
ECONOMÍA |
MUNDIAL |
CON OCASIÓN de la apertura
de las Jornadas Interdiocesanas de Arge- |
lia, celebradas el
presente año, y dedicadas al estudio de los problemas |
que se plantean ante la
exigencia de un nuevo orden económico inter- |
nacional, el cardenal
Léon-Etienne Duval, tuvo el discurso de apertura, que |
publicaba La Documentation
Catholique, el 15 de mayo, y del que traducimos |
los párrafos más
sustantivos. El cardenal dedicaba la primera parte de su |
exposición a recordar el
carácter imperioso de los compromisos de la fe, que |
no permiten eludir ni el
análisis de la situación presente, ni el deber de una |
acción concertada para la
creación de un mundo nuevo. Situación harto grave |
por la realidad que pone
al descubierto; pero también esperanzada por la |
conciencia que de ella se
tiene a nivel mundial. Y proseguía en sus principa- |
les pasajes: |
Todos estos motivos (de
gravedad y de esperanza) nos |
impulsar a actuar, a
actuar vigorosamente, consciente- |
mente, rápidamente, y por
estas razones: |
RAZONES PARA |
ACTUAR |
―Es, ante todo, el
respeto a la persona humana. Bas- |
taría que una sola persona
fuese injustamente oprimida |
para que existiera motivo
más que suficiente para movili- |
zar, en su favor, al resto
de la humanidad, ya que cada |
persona posee, ella sola,
una dignidad superior a todo. |
¿Qué es, pues, lo que
ocurre cuando ya no se trata de |
un solo individuo, sino de
multitudes de nuestros seme- |
jantes? |
13 (173) |
―Es, también, la
destinación universal de todos los |
bienes de la tierra. El
Creador ha establecido que los |
hombres los administren,
no para una fruición egoísta, |
sino para que sirvan a
todos. |
―Es una exigencia
imperiosa de la fraternidad uni- |
versal establecida por
Dios como ley fundamental de la |
humanidad. Si esta
exigencia es hollada, la humanidad |
se precipita en la propia
ruina. Por esto la fraternidad |
universal sería una tana
expresión si pudiera aceptarse |
que, junto a pueblos que
abusan en su abundancia, existen |
los que mueren de miseria
o que son reducidos por la |
opresión. |
―Es, de modo
parecido, una exigencia de nuestro des- |
tino eterno. Si hemos sido
llamados al gozo de una paz |
sin fin en la casa de
Dios, nuestra vida en la tierra ha de |
ser la preparación y el
anticipo de la futura. Al aceptar |
el reino del egoísmo
volveríamos la espalda a la ciudad |
celestial. (Mt 25, 31-46). |
Cristo ha elegido una vida
en pobreza, no para ador- |
mecer el egoísmo de los
ricos, sino para exaltar a los hu- |
mildes y rehabilitar a los
pobres. |
DOS GRANDES |
TENTACIONES |
EL CAPITALISMO |
LIBERAL |
A los creyentes les están
acechando dos tentaciones |
ante este planteamiento de
la justicia internacional. |
La primera es la del
fatalismo. El fatalismo es hijo de |
esta concepción
materialista de la sociedad que tiene su |
origen en el paganismo de
la antigüedad y en el mecani- |
cismo cartesiano: su
elaboración más extendida es la for- |
mulada por el capitalismo
liberal. En el mundo, dicen, se |
dan leyes económicas cuya
observancia conduce a asegu- |
rar el equilibrio de la
humanidad. Lo cual, en principio, |
puede sostenerse; pero la
razón protesta, el corazón se |
subleva, la fe lo
contradice cuando tales leyes se conciben, |
en primer lugar, para
acaparar el placer que se obtiene |
de las cosas, para
adquirir mayores riquezas, y no, pri- |
mordialmente, en función
del bien de las personas. Una |
tal concepción lleva a la
opresión de los pueblos, a la |
miseria. La historia ha
demostrado la falsedad de que la |
riqueza conduzca, de
manera automática, a la promoción |
de los pobres. Y es que un
orden económico bien entendido |
ha de ser pensado, ante
todo, para el bien del hombre. |
14 (174) |
LA LUCHA FATAL |
Y existe otra forma de
fatalismo, consistente en pensar |
que la lucha es el
elemento esencial de todo progreso |
político y social. La
cuestión es delicada y hace falta |
entenderla correctamente.
Evidente que no podemos negar |
la conflictividad, no
solamente entre clases, sino también |
entre pueblos, entre el
mundo occidental y el tercer mun- |
do. Pero esperar que,
automáticamente, resulte de tales |
luchas y conflictos el
progreso de la humanidad, es lo |
mismo que abandonar la
suerte de los pueblos al instinto |
y no a la razón... La
máxima pagana de «si quieres la paz, |
prepara la guerra, nunca
fue, por desgracia, tan actual |
como en nuestros días,
disimulada con apariencias pseu- |
do-científicas. Exige más
valentía, y es más lúcido querer |
construir la paz por
medios pacíficos: ala paz por la paz», |
como decía san Agustín.
Ello requiere una valentía en la |
inteligencia que no se da
fácilmente en nuestra época. |
EL VERTIGO |
DEL DESALIENTO |
Un problema tan vasto, tan
complejo, puede sobrecoger |
incluso a personas
bienintencionadas, sin recursos bas- |
tantes para afrontarlo;
pueden sentirse llevados por el |
vértigo del desaliento
ante el descenso progresivo que la |
ayuda pública concede al
desarrollo y ante la amplitud |
de las mutaciones que es
preciso llevar a cabo en el orden |
económico mundial. |
SE REQUIERE UNA |
VOUINTAN POLÍTICA |
Es evidente que la
construcción de un nuevo orden eco- |
nómico mundial puede ser
el resultado, únicamente, de |
una voluntad política, y
de una voluntad política a escala |
mundial. |
Si es así, ¿dónde debe
situarse y cómo se ha de concre- |
tar la acción de la
Iglesia, en unión con las demás comu- |
nidades de creyentes? |
Si de algo podemos
sorprendernos, a estas alturas, es |
de que los creyentes
parecen haber olvidado que la acción |
más eficaz, la más
decisiva es la que se ejerce sobre las |
conciencias individuales y
colectivas. La verdadera histo- |
ria de la humanidad es la
que se inscribe en los corazo- |
nes y en la transformación
de las vidas. |
Sin duda alguna, es
preciso proceder a mutaciones de |
orden jurídico. Pero tales
mutaciones tendrán que ser |
arrancadas de los poderes
políticos, y solamente podrán |
15 (175) |
serlo en virtud de la
fuerza de los movimientos de la |
opinión pública, y la
opinión publico depende, precisa- |
mente ―cuando es
auténtica― de las conciencias indi- |
viduales y colectivas. |
NO EL CLERICALISMO |
Desconfiemos de cualquier
forma de clericalismo. Cae- |
ríamos en los defectos de
esta tendencia si esperáramos |
de la Iglesia una
generalización de lo que se ha venido en |
llamar su "acción de
suplencia". No entra dentro de la |
misión de la Iglesia
suplir los organismos competentes |
para el gobierno de los
pueblos. Aceptarlo sería tanto |
como desviar nuestra
atención de lo que debe constituir |
nuestra obligación
estricta, de la que nadie puede dispen- |
sarnos: que apunta al
cambio de las mentalidades, a la |
transformación profunda de
las conciencias. |
En este sentido, el campo
de acción es inmenso: |
DECLARACIÓN ACERCA DE
LAUS. |
En relación con el
artículo 24 de la Ley 14/1966 de 19 de |
marzo, de Prensa e
Imprenta, se hace constar: |
Que LAUS es una
publicación que pertenece a la |
Congregación del Oratorio
de san Felipe Neri. |
Que, al igual que las
demás obras apostólicas del |
Oratorio, se mantiene con
las aportaciones espon- |
táneas de los fieles y el
trabajo de los miembros |
de la Congregación. |
Que el contenido
propagandístico y de anuncios |
que figura en la
publicación es económicamente |
desinteresado. |
Que el P. Ramón Mas
Cassanelles es el director |
de la revista y autor de
los artículos que van sin |
referencia. |
Agradecemos la constante
simpatía y apoyo de cuantos |
nos animan en nuestra
tarea. |
16 (176) |
TRABAJO DE |
INFORMACION |
―Trabajo de
información. Ello en primer lugar, porque |
son muchas las personas
que están implicadas de modo |
inconsciente en procesos
de egoísmo y de injusticia, que |
no sólo les cierra a ellos
la visión de la realidad, sino |
que además preparan un
futuro terrible a la humanidad. |
Son numerosos los
economistas y publicistas que se dedi- |
can a iluminar a los
espíritus desorientados o ignorantes, |
pero se impone una acción
más amplia, más concertada, |
más generalizada. |
TRABAJO DE |
FORMACIÓN |
―Trabajo de
formación: nuestros contemporáneos, to- |
mados en conjunto, ¿están
en condiciones de asumir efec- |
tivamente las propias
responsabilidades en el plano de la |
injusticia internacional?
¿tienen, como mínimo, la concien- |
cia de esta
responsabilidad? Ese es el mayor obstáculo: que |
a la hora precisa para
tener que ejercitar esta responsabi- |
lidad, aparece, en muchos
espíritus, como ausente la con- |
ciencia que debiera
impulsarla, como si fueran incapa- |
ces para interesarse por
algo más que el propio bienestar. |
EL COMPROMISO |
―Esfuerzo de
compromiso. Es por medio de la acción |
y en la acción que se
transforman las conciencias. Por |
otra parte, el compromiso
para la justicia internacional |
no queda ceñido a los
Parlamentos u organismos de la |
ONU: se ejerce en
cualquier lugar donde se somete a |
cuestión la dignidad de la
persona humano. La causa |
de la humanidad es la
causa del hombre y el hombre no |
existe en abstracto, sino
que existe en José, en Pedro, en |
Abderramán, en
Abdelmaljid... En lo universal, el progre- |
so concienciador de la
humanidad está en función del |
valor absoluto de la
persona humana. Es la humanidad |
entera la que está
amenazada cuando, con la complicidad |
más o menos afirmada de la
multitud, una sola persona |
es víctima de la
injusticia y del desprecio. Por el contrario, |
la entera humanidad se
eleva ennoblecida, cuando una |
sola persona ve respetada
su dignidad y reconocidos sus |
derechos. |
ACCIÓN UNIVERSAL |
―La acción de la
justicia ha de ser universal en todos |
sus aspectos: |
―Ha de dirigirse a
todos los hombres; lo cual significa |
que debe tomar en
consideración a cada persona en parti- |
17 (177) |
cular sin desestimar los
actos más humildes en servicio |
de los pobres, las
acciones más sencillas. |
―Ha de movilizar
todas las fuerzas vivas, y a todos los |
niveles de las
responsabilidades sociales e internacionales. |
―Ha de afectar
activamente a todos los sectores en |
donde esté en peligro la
dignidad de la persona humana |
y donde los derechos del
hombre se vean amenazados |
(emigrantes, marginados,
pueblos privados de libertades |
espirituales, estados de
miseria sin voz para protestar, |
víctimas de la
discriminación racial, víctimas de la tor- |
tura...) Todas las semanas
en |
vida nueva |
―Una completa
información de la Iglesia |
en España y en el mundo |
―Un estudio del
problema de mayor ac- |
tualidad – Una visión
cristiana del mundo político, |
social, cultural y
artístico |
vida nueva |
Revista semanal de |
información general |
y religiosa |
P.P.C. - E. Jardiel
Poncela, 4 |
Apartado 19.049 - Madrid
(16) |
18 (178) |
―Ha de poner en obra
todos los medios al servicio de |
la iluminación de las
conciencias y capaces de suscitar y |
potenciar los movimientos
de la opinión pública. |
ACCIÓN DEL |
TESTIMONIO |
―Pero al mismo
tiempo ha de ser, indispensablemente, |
un testimonio: los hombres
serán encauzados sólo en la |
medida en que acepten
cambiar su propia vida, o lo que |
llamamos
"conversión". Solamente, podrá establecerse |
una mayor justicia en el
mundo a partir de una modera- |
ción real en el uso de los
bienes materiales y alejándose |
de la carrera desenfrenada
hacia el crecimiento indefinido |
y hacia un disfrute cada
vez menos controlado. |
LA MAYOR RIQUEZA. |
LA PAZ |
Pero es preciso recordar
que el primer principio con que |
se encabeza la Carta de la
humanidad, es la bienaventu- |
ranza de los pobres;
recordar que la paz entre los hombres |
es algo mucho más precioso
que la riqueza egoístamente |
poseída; recordar que el
afán incontrolado de gozo condu- |
ce a la ruina de la
humanidad. En cambio, el testimonio de |
los que, por amor a Cristo
y a los hombres han elegido una |
vida de pobreza real, de
plegaria y de abnegación, aparece |
como un signo de las
realidades superiores, sin las que no |
es posible una vida
verdaderamente humana y un llama- |
miento al amor y a la
verdadera reconciliación universal. |
PALABRAS DE ALIEN- |
TO DE LA IGLESIA |
En una tarea de tal
exigencia, tenemos necesidad de |
una palabra de esperanza,
y esta palabra nos viene de la |
Iglesia; tanto si se trata
del Concilio Vaticano II (especial- |
mente de la const. Gaudium
et spes), como de las ense- |
ñanzas de Juan XXIII y de
Pablo VI, tenemos a nuestra |
disposición un conjunto
doctrinal abundantísimo que nos |
permite entablar el
diálogo con todos aquellos contempo- |
ráneos nuestros que se
afanan en la búsqueda de la justi- |
cia en el mundo. |
El Sínodo de 1971
precisaba: «La misión de predicar el |
Evangelio, en nuestros
días, requiere el compromiso de |
trabajar por la liberación
total de la persona, a partir de |
su misma existencia
terrena». ¿Podríamos decir, pues, que |
carecemos de razones
válidas para pensar que esta acción |
en pro de la justicia, en
el mismo nivel de la humanidad, |
si se concierta por los
cristianos unidos con todos los |
hombres de recto corazón,
no será el anuncio de una gran |
luz para la entera familia
de los pueblos? |
19 (179) |
NAVIDAD |
DE NUESTRO SEÑOR |
JESUCRISTO |
MISA |
DE MEDIANOCHE |
* * * |
También en la noche de Año
Nuevo, |
Solemnidad de santa María |
y Octava de Navidad |
LAUS |
Director Ramón Mas
Casanelles. Edita e imprime: Congregación del Oratorio |
Placeta de S. Felipe Neri.
1. Apartado 182. Albacete - D. L. AB 103/62. 15. 12. 77 |
20 (180) |
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