Publicación
mensual del Oratorio. |
Núm. 155. ENERO. Año 1978 |
SUMARIO |
LA PAZ, ese concepto
ultrajado, que todas las teorías |
defienden, pero que se
desmiente prácticamente en |
añicos de hipocresía y
asepsia farisaica. Una pala- |
bra más, utilizada como el
resto de la colección de |
egoísmos, de engaños,
desde el momento en que, íntima- |
mente, el hombre no
purifica su mente de la idea de lucha |
―¿fratricida?―
con que toma la vida, donde la profunda |
ignorancia de lo mejor, le
hace ter a los demás como con- |
trarios o como rivales y,
enseguida, maniqueamente, como |
"malos". Donde
la ignorancia se viste de humildad, la |
ambición de buen celo, el
silencio y la mentira de pru- |
dencia y el orgullo de
dignidad. ¿Quién quiere, quién sabe |
querer, quién desea
honradamente la paz? |
QUERER LA PAZ |
LA ENSEÑANZA |
ESCUELA Y MARCO SOCIAL |
"MI BANDERA" |
DEBATE SOBRE LA ENSEÑANZA |
LOS QUE OS VAIS A CASAR... |
1 |
SALMO 84 |
Señor, has sido bueno |
para que tu pueblo |
se alegre |
contigo. |
Señor, has sido bueno con
tu tierra... |
Has perdonado la culpa de
tu pueblo, |
has sepultado todos sus
pecados... |
¿No vas a devolvernos la
vida |
para que tu pueblo se
alegre contigo? |
Muéstranos tu misericordia |
y danos tu salvación. |
Voy a escuchar lo que dice
el Señor: |
«Dios anuncia la paz |
a su pueblo y a sus amigos |
ya los que se convierten
de corazón». |
La salvación está ya cerca
de sus fieles |
y la gloria habitará en
nuestra tierra; |
la misericordia y la
fidelidad se encuentran, |
la justicia y la paz se
besan; |
la fidelidad brota de la
tierra |
y la justicia mira desde
el cielo. |
El Señor nos dará la
lluvia, |
y nuestra tierra dará su
fruto. |
La justicia marchará ante
él, |
la salvación seguirá sus
pasos. |
2 |
Querer |
la paz |
SE INVOCA siempre lo paz
―tal vez porque ella viene a resumir todos los |
bienes― cuando surge
la primera discusión en el seno de la familias, |
o se hacen polémicos y
ásperos los puntos de vista puestos en con- |
trasto durante una
reunión, o surgen bandos en una sociedad, o ye asiste a |
transformaciones
inevitables en la organización política, o en el mundo |
unas naciones disputan A
otras la hegemonía que pretenden ejercer sobre |
las restantes. Paz que los
egoísmos, las envidias, el orgullo amenaza. Y to- |
dos dicen querer la paz y
hasta pretenden enmascarar con esta confesada |
aspiración las pasiones
radicales escondidas que se disponen a hacerla |
imposible. Parece como si
el hombre viviese preocupado más por aparentar |
una bondad y un pacifismo
que espera ser alabado, que no dispuesto y lan- |
zado generosamente al
trabajo constructivo por esta paz. |
Los que pagan por
idealistas apenas si proclaman la necesidad de la |
paz por nada más que por
la utilidad que de ella se desprende para el bien |
físico, sensible del
hombre. |
Pero ―por lo menos
en cristiano― Hay que querer la paz por encima de |
su ventajosa relativa
utilidad. Hemos de querer la paz porque en el ambiente |
de toda bondad: hemos de
querer la paz no porque es útil ―no lo es siempre― |
al hombre, sino porque con
ella defendemos el hombre. |
En este sentido debe
constituir no sólo una aspiración, sino una preo- |
cupación primordial, una
tarea capital, una finalidad indeclinable en toda |
actividad encaminada a
preparar a los hombres para la convivencia y en |
los sistemas organizativos
de la convivencia social misma y en la estructu- |
ra y ejercicio de la
autoridad pública. Por esta razón el Vaticano II, en la |
const. IM, al referirse a
la comunidad política, recordaba esta primera obli- |
gación de educar al
hombre, es decir, de ayudarle a descubrir y adherirse |
3 |
A la posibilidad de
incorporarse a las responsabilidades de la vida, culturi- |
zándolo previamente, para
que entrara en plenitud de relaciones con los |
demás hombres, no como el
que penetra en un campo de batalla, en espera |
de vencer o desplazar a
los demás para gozar finalmente de la preeminen- |
cia que in vanidad
aconseja, sino con espíritu activo de paz y con el pro- |
pósito creador de bien
para todos los hombres y en beneficio de la entera |
familia humana. |
Pero ni el mismo bien a
los demás es edificador de paz, cuando su moti- |
vación viene sugerida por
la búsqueda del balago humano, o de la recom- |
pensa interesada. Cabria
imaginar, de este modo, una culturización ―Una |
pseudocultura―
reducida a equipar a codiciosos y vanidosos, de más sutiles |
y eficaces modos para
facilitarles los éxitos del orgullo y el triunfo egoísta |
en las rivalidades
terrenas. Por esto corresponde al Cristianismo liberar |
de esta miseria al saber
humano. Tentación sutil y pegadiza a la pobreza |
de la condición humana,
hasta el punto que, ni siquiera en el mismo saber |
de Dios, se ha conseguido
en todo momento mantener la pureza. Para que |
su conocimiento ―por
lo demás siempre tan limitado―, sea para amarle y |
para hacerle amar, y no
distorsionado a la ostentación excesivamente ma- |
gistral y vanidosa. |
La paz, y la educación
para la paz. Una paz querida con el mismo amor |
que se ha de tener al
hombre, y un amor al hombre que no se distinga del |
amor a Dios. Eso es lo
cristiano, y así se ha de querer IA PAZ. Y, si así se |
quiere, la paz ―la
verdadera paz, no la declamada y tópica― será posible. |
El bien común del género
humano se rige |
principalmente por la ley
eterna, pero en sus |
exigencias concretas,
durante el transcurso |
del tiempo, será sometido
a continuos cam- |
bios; por eso, la paz
jamás es una cosa del |
todo hecha, sino un
perpetuo quehacer. |
Vaticano II, |
const. IM, n. 78 |
4 |
LA ENSEÑANZA |
LIBERTAD, DERECHOS |
Y DEBERES |
SIQUIERA por la relación
que |
tiene la escuela y la
enseñanza |
con las bases para
disponer |
una sociedad capaz de
vivir en paz |
y merecerla y
consolidarla, no es |
ocioso que le dediquemos
estos pá- |
rrafos. |
Complicado y sencillo a la
vez, |
es un tema, el de la
enseñanza, de |
los que ahora se hacen
interesantes |
entre nosotros. Su
discusión irá en |
aumento y, como otras,
será ins- |
trumento de intereses e
ideologías |
ante las cuales naufragará
con fre- |
cuencia la objetividad.
Por esta ra- |
zón nos inclinamos, de
momento, |
por exponer, con
sencillez, unas |
pocas ideas elementales. |
Si se trata de saber si
tiene la |
Iglesia derecho a enseñar,
no se |
ve qué objeción puede
oponérsele |
cuando, en una sociedad
libre, es |
un derecho que tampoco se
puede |
negar a los demás. |
Si, en segundo lugar, se
trata de |
qué materias o cuál sea el
objeto |
de su actividad
pedagógica, la res- |
puesta tampoco parece
complicada: |
en los saberes profanos,
científicos |
o literarios, la Iglesia
tiene igual |
derecho —supuesta la misma
ca- |
pacitación, que los que lo
puedan |
hacer por cuenta del
Estado o pri- |
vadamente. |
Tampoco puede haber dudas |
cuando se trate de
impartir la en- |
señanza de materias
teológicas o |
derivadas directamente de
la teo- |
logía, de que la
competencia de |
la Iglesia católica es
autónoma y |
exclusiva en orden a la
autentici- |
dad, como lo será la de
otras Igle- |
sias o confesiones para
los respecti- |
vos fieles. El Estado no
puede negar |
ni coaccionar estos
derechos, sino |
que tiene el deber de
garantizarlos |
adecuadamente. |
El cómo deban armonizarse
am- |
bas enseñanzas
―profanas o reli- |
giosas― es cuestión
de los fieles |
de cada religión y de su
Iglesia. |
Parece que, en nuestra
sociedad, la |
confesión mayoritaria es
la católica |
y por lógica y por
justicia no se |
pueden ignorar sus
consecuencias; |
pero la verificación de
esta reali- |
dad social no legitima
para un mo- |
nopolio que transforme el
ejercicio |
5 |
de un derecho en
imposición para |
los no creyentes o no
católicos. Es |
una cuestión de principios
y de |
garantías prácticas que
afectan al |
orden público y a las
libertades |
humanas y que el Estado
tiene el |
deber de proteger y
amparar eficaz |
y honestamente. |
Hemos citado,
esquemáticamen- |
te, "derechos"
de la Iglesia, de las |
Iglesias, y de los fieles,
y usado la |
palabra "deber"
al referirnos al |
Estado. Conviene, todavía,
insistir |
sobre estos
"deberes" del Estado, |
porque se acabarían, de
una vez, |
las más convulsionantes
polémicas |
que el tema suscita, si el
Estado |
cumpliera, y cumpliera
bien, sus |
deberes. La Iglesia tiene
–aunque |
no sólo ella, el
"derecho" de ense- |
ñar. Pero el Estado tiene
el "deber" |
de que todos los
ciudadanos puedan |
ser igualmente instruidos.
Con in- |
tención deliberada decimos
"igual- |
mente porque las palabras
"privi- |
legio" y
"discriminación" andan |
sueltas en todas las
polémicas ten- |
denciosas al respecto.
Estas pala- |
bras, sin embargo,
carecerían de |
cualquier actitud equívoca
para |
distracciones demagógicas
o excu- |
sas tópicas, en el momento
que, |
efectivamente, la
enseñanza públi- |
ca o estatal fuera
suficiente, buena |
y accesible a todos los
ciudadanos. |
Ello ayudaría, además, a
la mejor |
y más rápida corrección de
los de- |
fectos que, como todo lo
humano, |
tenga la enseñanza
privada. |
Se arguye que el Estado es
pobre. |
Pero es más cierto,
todavía, que |
los analfabetos y los mal
instruidos |
no tienen la culpa de los
despilfa- |
rros públicos ni de que la
política |
haya sido y pueda ser
fácil e inim- |
pugnable negocio a costa
de las |
carencias nacionales. Que
el Estado |
sea mejor ecónomo, que
administre |
mejor sus ingresos y
atienda como |
es debido, desde la propia
austeri- |
Las formas concretas de la
estructura política comuni- |
taria y la organización de
los poderes públicos, pueden |
ser diferentes, según la
índole de cada pueblo y el des- |
arrollo de su historia;
pero siempre deben atender con |
preferencia a la formación
de un tipo de hombre culto, |
pacifico y benéfico para
todos, para que resulte favo- |
recida la entera familia
humana. |
Vaticano II, |
const. IM, D. 74 |
6 |
dad, el cumplimiento de
sus debe- |
res y no descuide, ni
cuantitativa |
ni cualitativamente, el de
propor- |
cionar enseñanza a todos,
que es |
uno de los primarios. De
nada sirve |
criticar y envidiar lo que
otros |
han hecho cubriendo
negligencias |
de los ociosos más
obligados. |
Nuestras polémicas serían
ridí- |
culas y actualmente
impensables en |
Inglaterra, en Alemania,
en Francia |
y hasta en Italia... Claro
que, pro- |
porcionalmente y con todo
y sus |
problemas, en estos países
tienen |
más escuelas que nosotros
y mejo- |
res, y más universidades y
más |
bibliotecas y,
naturalmente, más |
maestros... |
En cambio nosotros les
aventa- |
jamos, también
proporcionalmente, |
y todavía por ahora, en
que tene- |
mos más policías. Aunque a
lo me- |
jor — para poner un
ejemplo, a |
alguno o a muchos de
nuestros po- |
licías les convendría y
hasta les |
gustaría ser maestros.
Pero no de- |
pende principalmente de
ellos mis- |
mos. Depende de los
presupuestos |
y de más claras decisiones
a la |
hora de invertir para el
bien del |
hombre, si es que, por
encima de |
todo, es de esto de lo que
se trata. |
Ahora bien, si no se trata
de esto, |
a los que no encuentran
plaza en |
la escuela pública ni se
puedan |
pagar la privada, les
queda el re- |
curso de seguir el ejemplo
de "el |
Lute": hacer por ir a
la cárcel y |
aprovechar en ella el
tiempo de |
condena para suplir la
falta de |
escolarización. |
Anticlericales, |
todavía. |
En España el rescoldo
anticleri- |
cal es antiguo y pertinaz.
Existe |
un anticlericalismo de
derechas y |
un anticlericalismo de
izquierdas. |
Aquellos liberales que se
enrique- |
cieron con los bienes
eclesiásticos |
en tiempo de Mendizábal,
pasándo- |
los de unas "manos
muertas" a |
otras ―las suyas,
nunca a las del |
pueblo― se hicieron
anticlericales |
por conveniencia.
¿Sucederá tam- |
bién ahora que alguien se
haga |
anticlerical por
interesada estrate- |
gia más que por
convicción? La |
Iglesia reducida y
encerrada en las |
sacristías es una táctica
de sobra |
conocida, lo mismo en los
países |
del Este que en los
occidentales. |
No es político arrinconar
a la |
Iglesia; la Iglesia es y
representa |
un patrimonio espiritual
de mu- |
chos millones de seres
humanos; |
establecer diálogo con
ella, de mo- |
do constructivo y
desapasionado, |
es lo adecuado. Y no
olvidemos |
que, cuando la Iglesia
reclama un |
derecho humano para todos,
como |
lo es ahora la libertad de
enseñan- |
za, debe ser atendida. Se
trata de |
principios sociales
fundamentales. |
Si libertad sindical,
libertad de par- |
tidos, libertad de prensa,
libertad |
artística, libertad de
empresa, etc., |
¿por qué no, también,
libertad de |
enseñanza? Seamos lógicos,
que la |
lógica es una disciplina
intelectual |
que ayuda mucho a la
serenidad |
de espíritu. |
JUAN BAGUÉ, |
Profesor de Historia en la
Facultad de Teología de Barcelona |
7 |
Escuela |
y marco social |
LEEMOS en una revista
madrile- |
ña: «...las encuestas han
de- |
mostrado que dichos
centros |
religiosos de enseñanza
han prestado |
un flaco servicio de cara
a la educación |
de la fe, ya que muchos de
los alum- |
nos que pasaron por sus
aulas, al se- |
pararse de su tutela,
fueron progresi- |
vamente abandonando las
creencias y |
las prácticas cristianas,
confesando en |
casos muy representativos
una abierta |
increencia, una abúlica
indiferencia o |
un rechazo total del
cristianismo». Pa- |
ra atemperar tal
aseveración dice, sin |
embargo, en otra parte,
que «tenemos |
que reconocer también los
excelentes |
servicios que algunos
centros religio- |
sos han prestado y siguen
prestando... » |
etc. |
El tópico es repetido una
y otra vez, |
con excesiva
generalización. No sería |
difícil, también con
estadísticas, acu- |
mular datos que
evidenciaran, en con- |
junto, un saldo positivo,
no solamente |
en los aspectos humanos y
pedagógi- |
cos ―siempre en el
marco de la relati- |
vidad que tiene en cuenta
otros estilos |
de escuela, a los que se
la quiera |
comparar― sino
también en el de la |
educación para la fe,
especialmente |
exigible en los colegios
confesionales. |
Pero cuando se señalan
casos y se |
generalizan fracasos en la
perseve- |
rancia cristiana de
ex-alumnos de es- |
cuelas católicas, antes de
acusar a la |
escuela, con tan elíptica
facilidad argu- |
mental (y sin necesidad de
proclamar- |
la siempre in falible y
perfecta), sería |
indispensable analizar
varias cuestio- |
nes más, bien importantes
aunque aje- |
nas a la escuela,
cualquiera que sea. |
La primera cuestión podría
ser, por |
ejemplo, de si los padres
que eligieron |
aquella escuela para su
hijo eran, ellos |
mismos, cristianos, y de
qué clase de |
cristianismo. ¿Qué
pretendieron, pri- |
mordialmente, al mandar a
sus hijos |
a una escuela católica?
¿Que estudiaran |
mejor y aprobaran más
seguramente? |
¿Que, sin descuidar la
formación hu- |
mana, fueran, realmente,
preparados |
con una educación para la
vida de la |
fe, que luego, en el hogar
paterno, no |
era desmentida? |
La responsabilidad más
inmediata, |
para la ejemplaridad
cristiana, alcanza |
antes a los padres que a
los maestros, |
antes a la familia que a
la escuela. En |
casos extraordinarios
puede que los |
maestros suplan, es
cierto, el vacío |
cristiano que el niño o el
joven en- |
cuentran en la propia
casa, su primer |
y más decisivo núcleo
social. Pero no |
tiene nada de
extraordinario que un |
alumno separado del
colegio en el |
cual, por impulso o
inercia discipli- |
nar, mantuviera, en una
edad nada o |
poco conflictiva, un
comportamiento |
de observancia religiosa,
la abandona- |
ra totalmente al
ausentarse del am- |
biente colegial y ser en
vuelto en el |
paganismo familiar de
origen. Reino |
8 |
de Dios, amor efectivo y
activo a la |
humanidad, justicia y
desprendimien- |
to... ¿qué pueden
significar, más allá |
de esporádicas emociones
sentimenta- |
les, a quien se le ofrece
o pinta la vida |
como una carrera de éxitos
económi- |
cos, o de triunfos de la
vanidad, donde |
todo, o casi todo se
valora con el dine- |
ro, codiciado o envidiado
en más de |
la mitad de las
conversaciones diarias |
de la encelofanada
vulgaridad huma- |
na?... |
Pero no siempre será culpa
de la |
familia. Puede suceder que
esta pri- |
mera y más decisiva zona
de influen- |
cias para el hombre en
formación, re- |
sulte impotente para
sobreponerse a |
la libertad que desprecia
todo influjo |
bueno o puede suceder que
esa liber- |
tad esté fuertemente
influida por el |
ambiente no ya familiar. |
El hombre es libre y es,
también, |
capaz de error: los demás
pueden |
cometerlo respecto de él y
él respecto |
de los demás. La misma
escuela es |
influida por los hombres y
por el |
entorno social en que
surge y se des- |
arrolla y actúa. No
podemos juzgar |
una determinada escuela
sin hacer re- |
ferencia al marco social
que la envuel- |
ve. En este sentido nos
parecen ilus- |
trativas las siguientes
palabras de un |
ilustre pedagogo (Víctor
García Hoz)- |
que escribe: |
«La escuela es la unidad
social den- |
tro de otra sociedad más
amplia. |
Entre una y otra comunidad
ge esta- |
blecen relaciones a través
de las cua- |
les se canalizan los
influjos mutuos de |
la escuela y la sociedad. |
Conviene tener presente
que, al ha- |
blar de la escuela y la
comunidad, no |
se plantea el problema de
las relacio- |
nes entre la escuela y la
sociedad en |
general, sino las
relaciones de una |
escuela, o de un tipo de
escuela parti- |
cular, con la comunidad en
que vive; |
y esta comunidad do es una
comuni- |
dad amplia que abarque al
género |
humano de una época, ni
siquiera a |
una nación entera, sino la
comunidad |
de límites más cortos con
la cual la |
escuela mantiene
relaciones directas: |
concretamente el pueblo,
la ciudad, la |
comarca; es decir, aquel
tipo de comu- |
nidad que el escolar ve
todos los días. |
La primera relación que
aparece |
entre la comunidad y la
escuela es la |
posibilidad que aquélla
ofrece para |
que la institución escolar
exista, se |
organice y actúe con
eficacia. Mas |
(cualquiera que sea la
iniciativa que |
diere lugar a su
creación), la vida y |
la actuación de la escuela
se hallan |
vinculadas a la
aceptación, al rechazo |
o a la indiferencia de
quienes consti- |
tuyen el marco social
inmediato de la |
escuela.» |
Todos los cristianos
tienen derecho a la educación cristiana. |
Es deber de los padres
crear un ambiente de familia animado |
por el amor, por la piedad
hacia Dios y hacia los hombres, que |
favorezca la educación
personal y social de los hijos. |
Vaticano II, |
decl. Ed. Crist., 2 y 3. |
9 |
"MI BANDERA" |
Mientras no venzamos la
razón de la fuerza con la fuerza de la razón no habrá paz humana. |
El 25 de marzo del pasado
año, un sacerdote madrileño ―José María Aguirre |
Amirilla―, llamado a
jurar bandera por la Capitanía de la Séptima Región Militar |
(Valladolid), creyó deber
responder con la siguiente carta, que reproducimos. En |
ella fundamenta su
objeción de conciencia, desde una actitud |
cristiana, respetable y
respetuosa. |
SEÑOR Capitán General: |
De su Capitanía General me
llega el ruego de acudir a |
prestar juramento de
fidelidad a la Bandera. |
Me pide que en el caso de
imposibilidad de verificarlo le |
manifieste las causas que
lo impiden. Este es el motivo de mi |
escrito. |
La imposibilidad de
hacerlo no es material, sino ética y |
de fe. Hay en mi vida otra
bandera a la que he jurado fideli- |
dad: la del hombre, que se
concreta en mi opción por estar al |
lado de los oprimidos, de
los que sufren la injusticia, de los |
marginados. Mi bandera es
la de los que luchan por construir |
un mundo de fraternidad,
de los que luchan por una auténti- |
ca paz construida en la
justicia y no en la fuerza del dinero |
y todas sus armas. |
10 |
No puedo jurar fidelidad a
la bandera roja y gualda por- |
que nunca daré mi vida en
lucha contra los franceses, ni los |
marroquíes, ni ningún otro
pueblo. Porque mi bandera está |
en hacer desaparecer toda
bandera que separe a los hombres. |
No puedo jurar fidelidad a
una bandera de la que los |
poderosos se sirven para
mantener sus privilegios y defender |
sus intereses. |
No puedo jurar fidelidad a
una bandera que portan los |
militares. Estoy
totalmente convencido de que la paz nunca |
Ya a surgir de la punta de
los fusiles ni del vientre de las |
bombas. Es absolutamente
aberrante la carrera de armamen- |
tos en la que está
embarcada la humanidad, más exactamente |
los poderosos, los
dirigentes de los pueblos. Sé que detrás |
de la carrera de
armamentos existen otros intereses, que no |
coinciden con los
intereses del pueblo, de los pobres, de la |
inmensa mayoría, sino con
los de los poderosos, de unos po- |
cos. Buscar la paz y la
fraternidad con la fuerza de las armas |
me parece sencillamente
irracional. Mientras no venzamos la |
razón de la fuerza con la
fuerza de la razón no habrá auténtica |
paz humana. |
¿Es de locos pensar en una
sociedad desarmada? No lo |
creo. Y si así fuera, me
alisto en las filas de esos locos antes |
que apuntarme a la lucha
entre irracionales. |
¿Es de ilusos luchar por
una sociedad fraterna donde |
serán anacrónicas las
armas y las guerras? No lo creo. Y si |
11 |
así fuera prefiero ser
iluso de esa forma a ser realista de otras |
formas que vemos cada día.
Si nadie piensa que esto puede |
ser posible nunca será
realidad, a no ser cuando junto con las |
armas desaparezcamos
todos. |
Con esta opción por mi
parte me apunto al grupo de |
los objetores de
conciencia, que buscan y luchan por una |
sociedad en paz y
fraternidad, aportando lo que está en |
sus manos para hacer
desaparecer las causas que lo impi- |
den: la injusticia, la
incultura, la explotación del hombre |
por el hombre, etc. Con
ellos me niego a colaborar, ni si- |
quiera simbólicamente, con
algo que suponga participación |
o apoyo a una lucha
fratricida, a una carrera de armamen- |
tos, a una bandera que
divida a los hombres en lugar de |
unirlos. |
Esta opción me viene
exigida por mi forma de entender |
y de vivir mi fe en Jesús.
Acepto que pueda haber otras for- |
mas de vivir la misma fe,
y que la lucha por una sociedad sin |
clases, fraterna, pueda en
nuestras circunstancias ser distinta. |
Pero a mí me ha llevado a
ésta. Desde mi opción de fe y en |
concreto desde mi opción
de servicio como sacerdote quiero |
que mi vida se parezca a
la de Jesús. Si alguien se considera |
mi enemigo que sean los
poderosos, los que no quieren una |
sociedad en libertad,
igualdad y fraternidad. Me niego a par- |
ticipar desde mi Iglesia
en la justificación de tantas injusticias. |
No quiero servir de
justificación ideológica de una sociedad |
visceralmente
deshumanizadora ni a los intereses de una cla- |
se dominante. |
La Buena Noticia de Jesús
me exige amar a todos, pero |
desde la opción por los
pobres, por los explotados. Quiero |
estar encarnado en su
situación para luchar juntos por hacer |
desaparecer toda opresión
y toda división. Esa es mi bandera, |
a la que he jurado
fidelidad. No hace falta decir que no siem- |
pre mantengo esa
fidelidad. Pero si se me acusa de algo, que |
sea de mi infidelidad a
esa bandera. Si se me acusa de lo con- |
trario me contaré entre
los dichosos" de las bienaventuran- |
zas de Jesús. |
J-M. A. A. |
12 |
documento: |
DEBATE SOBRE |
LA ENSEÑANZA |
NO ESTAMOS tan lejos del
tiempo en que los templos sirvieron de cobijo |
a grupos y hasta
multitudes que buscaban amparo en su protesta con- |
tra la dictadura; que los
sacerdotes eran espiados y multados, y que |
las voces del
resentimiento pedían el paredón" para un cardenal, mientras |
esbirros adolescentes eran
incitados a embadurnar impunemente el exterior |
de las iglesias, cuando,
de otro lado ―¿y del mismo?...― ahora resurgen, más |
allá de la crítica serena,
baldonazos anticlericales, como si los españoles no |
pudiéramos librarnos de la
alternancia pendular entre fanatismo y anticleri- |
calismo (que viene a ser
la misma cosa...). Con ser importante el tema de la |
enseñanza, es posible que
la gravedad de nuestro momento pudiera dar oca- |
sión a otros todavía más
dramáticos aunque, de momento, menos apasionantes |
porque no tan de cerca
facilitan esa derivación facilona para meterse, enten- |
diendo o sin entender, con
la Iglesia. |
Puede que no sea inútil
ofrecer un par de fuentes para formarse criterio, |
y por ello damos, además
de las conclusiones a que llegó el pasado mes la |
asamblea de la Federación
Católica de Padres de Familia, celebrada en Madrid, |
el punto de vista de una
eminente pedagoga barcelonesa, Marta Mata. |
Las conclusiones aprobadas
al final de la asamblea fueron las siguientes: |
• Toda persona, hombre o
mujer, tiene el derecho y el |
deber de educarse y ser
educada para poder alcanzar su |
desarrollo integral de
acuerdo con sus creencias y convic- |
ciones. |
• Cuando la persona no es
capaz de decidir por si |
misma, los padres tienen
el deber y el derecho de elegir el |
tipo de formación que
desean dar a sus hijos, derecho que |
es de orden natural y
anterior al del Estado y al de la |
sociedad. |
13 |
. Todos estos derechos se
realizan mediante la libertad |
de enseñanza, con igualdad
de oportunidades para todos. |
• La libertad de enseñanza
se concreta en la libertad |
de elección de centro
docente dentro del marco de un plu- |
ralismo escolar que
garantice todas las legítimas opciones |
educativas. El Estado
tiene que reconocer el derecho de |
los distintos grupos
sociales a crear escuelas de acuerdo |
con su ideología. |
• En los niveles
obligatorios, la enseñanza tiene que |
ser gratuita para toda la
población escolar española y su |
financiación debe hacerse
en función del sujeto de la edu- |
cación, que es el alumno,
independientemente del centro |
en el que esté
escolarizado. Obligar a los alumnos a asistir |
a unas escuelas
determinadas para obtener enseñanza |
gratuita es alentar contra
su libertad. |
• La Constitución no puede
ser neutra o indiferente |
ante cuestiones como la
enseñanza, que afectan al concep- |
to mismo del hombre y de
cuya orientación dependerá el |
futuro de nuestra
sociedad. Es necesario que refleje las |
declaraciones y pactos de
los organismos internacionales |
suscritos por el Estado
español. |
• La Constitución, que
reconoce el derecho a la libertad |
de enseñanza y no
establece unos cauces concretos para |
su financiación, encierra
una contradicción en su plantea- |
miento. Las libertades,
para que sean reales, necesitan |
unos medios de expresión.
Una libertad que no tiene medio |
de expresión es un engaño. |
Marta Mata lamenta que, en
el análisis y discusión del tema de la ense- |
ñanza, se dedique más
atención a las polémicas ideológicas que al plantea- |
miento de los problemas
tal como se presentan en términos reales. (Conf. |
"Oriflama", n.
30). |
ESCUELA PÚBLICA |
Entiendo por "escuela
pública" una red de escuelas |
distribuidas por todo el
territorio, que comprenda a todos |
los niños y que no los
separe por motivo alguno aparente- |
mente ideológico
(católicos - no católicos) y económico |
(ricos - pobres). Para mí
una escuela así concebida, será |
válida en la medida en que
contribuya a la liberación |
14 |
cultural del pueblo. No
entiendo de otro modo la libertad |
de la escuela y menos,
todavía, que se pretendiera encu- |
brir cualquier privilegio
con pretextos ideológicos. |
EL DERECHO |
DE LOS PADRES |
Necesitamos crear muchas y
buenas escuelas, espe- |
cialmente allí donde sean
más necesarias: en el campo, |
en los suburbios. Mi
parecer es que los padres tienen algo |
más que el simple derecho
de elegir el tipo de educación |
y de escuela que quieren
para sus hijos. Tienen la obliga- |
ción de participar en la
gestión de la escuela de sus hijos, |
de manera que puedan
colaborar en la formación cultural |
y aseguren el respeto y la
apertura ideológica, y pienso |
que esta participación es
la única garantía de eficacia y |
de justicia que cabe en
política educativa. |
PLURALISMO |
IDEOLÓGICO |
Esta concepción del
pluralismo ideológico la juzgo |
como uno más de tantos
desvaríos imaginados en la fiebre |
de la discusión ideológica
y me extraña que se plantee en |
un cuestionario. El
pluralismo democrático de una socie- |
dad se fomenta y se
garantiza en la escuela si en ella se |
respetan las diversas
ideologías de los padres y de los |
maestros y se forma a los
niños en la difícil práctica del |
respeto mutuo, del
diálogo, del espíritu de colaboración, |
de la defensa de la
justicia y de la libertad. Lo cual resul- |
ta ser todo lo contrario a
que el maestro explique su pro- |
pia ideología. |
¿ESCUELA NEUTRA |
Y LAICA? |
No creo que pueda darse la
existencia de institución |
humana alguna que pueda
calificarse de "neutra", ni |
deseo, por lo tanto, que
lo sea la escuela. "Neutro" quiere |
decir, en su original
latín, "ni uno ni otro", mientras que |
yo desearía una escuela
"en uno y en otro", es decir, que |
informe y que forme en el
respeto a todas las ideologías |
y opciones posibles en la
vida humana. Esto es indispen- |
sable si queremos que el
alumno llegue a ser capaz de |
hacer su propia opción
personal. |
Muy diferente es el
concepto de escuela laica, es decir, |
de escuela que no impone
la concepción de un compromiso |
religioso junto, por
ejemplo, al estudio de las matemáticas. |
La escuela laica pretende
ofrecer una formación que sea |
válida para todos. La
formación religiosa, en la escuela |
15 |
laica, queda separada de
la vida escolar y situada en el |
contexto propio de la
comunidad no de cultura sino de |
vida, familiar, eclesial. |
LA SOCIALIZACIÓN |
DE LA ESCUELA |
No es posible, en mi
concepto, imaginar una escuela |
"pública" si la
gente, maestros, padres, alumnos, vecinos, |
etc., no la sienten y no
la hacen como suya. Por otro lado, |
no puedo considerar como
buena, desde el punto de vista |
educativo, una iniciativa
privada que no aspire a ser pú- |
blica. Tanto tiempo
dedicada al trabajo, desde la clandes- |
tinidad y privadamente,
para llegar a conseguir la escuela |
pública, es decir, buena
para todos, no me consiente pensar |
de otro modo. |
LAS SUBVENCIONES |
El problema no radica en
si se dan a la escuela públi- |
ca o a la privada, sino en
si realmente se dan a la escuela. |
Mientras no se acabe con
la vergüenza de un Estado que |
impone la obligatoriedad
de la educación pero no la con- |
cede gratuitamente, es
evidente que los recursos con que se |
cuente han de destinarse a
los más necesitados. A cuartos |
pongan la cuestión habrá
que responder que vean quiénes |
son los más necesitados,
en cada caso, si los niños que |
van a la escuela pública o
los que van a la privada. |
Un Estado laico |
El Estado, por ser una
instancia suprema y por ser temporal, debe ser |
laico, es decir, no
confesional de religión o ideología alguna, sea católica |
o musulmana, marxista o
positivista. Debe serlo, también, para que pueda |
garantizar la paz
ciudadana. Debe serlo ―y esto interesa a los creyentes― |
en beneficio de la fe,
dado que un Estado laico garantiza la libertad del |
acto de fe, mientras que
un Estado confesional religioso la corrompe y la |
impide. La laicidad, la
temporalidad, constituyen el espacio en el que se |
puede dar el encuentro
libre con Dios. Incluso en el supuesto de que |
todos los ciudadanos de un
país profesaran la misma religión o siguieran |
una misma ideología, el
Estado debería seguir siendo laico, neutro, para |
permitir la libre
adscripción a la correspondiente religión o ideología. |
Si no queremos
anticlericalismo, no hagamos ninguna clase de clerica- |
lismo. En vez de obrar
como estructura de poder, intentemos mejor obrar |
de acuerdo con la fe y el
Evangelio. Todos saldríamos ganadores en ello. |
J. LLIMONA |
16 |
Los que os vais |
a casar... |
Sería Indigno obrar |
contra la propia
conciencia |
si no tenéis clara vuestra
fe. |
Los curas de la parroquia
de María Inmaculada de Malvarrosa, de Valencia, |
(17.000 habitantes; unos
200 frecuentan la iglesia), cuando los novios llegan |
preguntando: «qué papeles
hacen falta para casarse», les entregan esta hoja, |
cuyo texto reproducimos,
para que después de leerla vuelvan otro día, para |
ver «qué tipo de papeles y
de boda necesitan de nosotros, pues hay varios». |
Por fin han llegado
tiempos en |
que podemos hablar con
claridad |
y obrar con entera
libertad. |
Y vamos a hacerlo con
ocasión de |
vuestra boda. Os expreso
mi pensa- |
miento por escrito para
que nos en- |
tendamos mejor y para que
podáis |
comentarlo con vuestra
familia y |
amigos; bien entendido que
no vais |
a hacer lo que ellos os
digan, sino |
lo que os parezca a
vosotros, pues |
sois vosotros quienes os
casáis y |
tenéis personalidad de
sobra para |
obrar con absoluta
independencia. |
Lo primero que os digo (no
"a pe- |
sar de ser el cura",
sino precisamen- |
te porque lo soy), es: SI
NO TENEIS |
CLARA VUESTRA FE CATÓLICA, |
no hagáis el primo de
casaros por |
la Iglesia, aunque muchos
os digan |
que "siempre se ha
hecho así". Ello |
no es razón ninguna. |
Durante los años que estoy
en |
Malvarrosa he conocido
bastantes |
parejas de novios (gente
estupenda |
y buenos amigos míos) que,
no im- |
portándoles nada la
Iglesia y siendo |
indiferentes a la fe
católica (ser ca- |
tólico no es sólo creer
que "debe de |
haber algún Dios allá
arriba") ce- |
diendo a las presiones de
los padres |
o de la suegra, o para que
la abueli- |
ta no se disguste, o
porque "hace |
más bonito", o por
"no hacerse de |
señalar por el
vecindario", etc..., se |
han resignado a
"pasar por el aro", |
casándose por la Iglesia,
confesando |
y comulgando contra sus
propios |
criterios y su propia
conciencia. |
Pero ahora, la situación,
gracias a |
Dios, ha cambiado: ya no
está "mal |
visto" el casarse
sólo por lo civil, |
sino por el pequeño grupo
de gente |
cerrada a todo
razonamiento sereno |
e incapaz de comprender y
de evo- |
lucionar, pero que
rápidamente va |
a menos. |
El compromiso de amor
entre |
hombre y mujer ―sean
católicos o |
no sean― SIEMPRE es
algo mara- |
villoso, cuando es
verdadero. Por |
tanto, no es menos digno
el matri- |
monio sólo por el juzgado
que el |
matrimonio en la Iglesia.
Lo real- |
17 |
mente indigno es obrar
contra la |
propia conciencia y mentir
en pú- |
blico simulando un acto
religioso |
que no existe, por el
simple miedo |
al "qué dirán". |
Actualmente están
garantizados |
en España los mismos
derechos ci- |
viles para los casados
sólo por el |
juzgado ("matrimonio
civil") que |
para los casados por la
Iglesia |
("matrimonio
canónico"), y en un |
futuro inmediato lo
estarán, si ca- |
be, todavía más con toda
seguridad. |
No entro a discutir la ya
preparada |
ley civil permisiva del
divorcio en |
España en determinados
casos ex- |
tremos, con posibilidad de
contraer |
nuevas nupcias, ley que la
Iglesia |
no puede aceptar para los
cónyuges |
creyentes y en el terreno
de su |
competencia por ser, según
su doc- |
trina, indisoluble el
matrimonio |
entre católicos. |
No os imaginéis que
"no quiero |
casaros, lo que quiero es
lo mejor |
para cada pareja: no
tienen por |
qué sujetarse a las
condiciones que |
exige el matrimonio
católico quie- |
nes no lo son y lo que me
resulta |
incomprensible es
"hacer teatro" |
en la iglesia con actos
religiosos |
fingidos por un
"cumplimiento so- |
cial" impropio de
jóvenes de hoy |
como vosotros, y de cuya
validez |
ante Dios dudo muy
seriamente. |
En resumen: 1º.—Si
hablando en |
confianza entre vosotros
dos solos |
la verdad es que os
consideráis los |
dos ajenos a la religión
católica en |
la que os bautizaron, pero
que |
habéis abandonado de hecho
de |
manera que la boda va a
suponer |
para vosotros los
"últimos sacra- |
mentos" pues ya no
pensáis volver |
más por la iglesia si no
se casa o |
se muere algún familiar o
amigo, |
lo mejor para vosotros y
vuestro |
deber es cagaros solamente
por el |
juzgado. |
2º.—Si uno de los dos es
creyen- |
te católico y el otro no,
os podéis |
casar en la iglesia,
recibiendo los |
sacramentos que desee,
sólo la par- |
te creyente. Y asistiendo
con res- |
peto el no creyente, para
el cual el |
acto supone tan sólo su
compromi- |
so matrimonial
humano-social, sin |
doblegarse en modo alguno
a las |
exigencias que su consorte
elige li- |
bremente en consecuencia
con su fe. |
+3º.—Si los dos os
consideráis |
católicos, buscad un rato
y tendré |
mucho gusto en que
hablemos des- |
pacio y a fondo de la
preparación |
de todos los aspectos de
vuestro |
matrimonio como sacramento
de |
vuestra fe. |
Conviene también que
sepáis |
que aun en caso de
matrimonio |
católico, no es preciso
"casarse con |
misa": el sacramento
del matrimo- |
nio tiene su ritual propio
en la Igle- |
sia, y lo mismo que se
puede dar |
el bautismo en la misa o
fuera de la |
misa, con el matrimonio se
puede |
elegir igual. |
En cualquier caso, sabed
que lo |
que decidáis libremente
vosotros, |
es lo que a mí me parece
mejor, y |
no necesito deciros que
contáis |
siempre en mi casa con un
amigo |
de verdad.—José, cura |
18 |
Todas las semanas en |
vida nueva |
―Una completa
información de la Iglesia |
en España y en el mundo |
―Un estudio del
problema de mayor ac- |
tualidad ―Una visión
cristiana del mundo político, |
social, cultural y
artístico |
vida |
nueva |
Revista semanal de |
información general |
y religiosa |
P.P.C. - E. Jardiel
Poncela, 4 |
Apartado 19.049 - Madrid
(16) |
19 |
Yo creo que todo está
dicho en el Evangelio. Kier- |
kegaard decía que
resultaba absurdo que alguien |
que recibe una carta de la
persona amada necesi- |
tara un intérprete. La
carta de amor está ahí en |
los Evangelios: nos sobran
los comentadores. LA |
teorización quita fuerza y
nos lleva a términos abs- |
tractos, y lo que es vida
lo convierten en doctrina. |
El cristianismo es vida y
pierde sentido cuando se |
la convierte en
razonamiento y simple teoría. Es |
muy interesante darse
cuenta de que en el año 1848- |
ante la ola revolucionaria
europea, Kierkegaard, |
Aunque en política era más
bien reaccionario, dijo: |
«Estos movimientos
comunistas obligarán al cristia- |
nismo a dejar de ser
doctrina y convertirse en vida». |
José M.ª Valverde |
LAUS |
Director: Ramón Mas
Cassanelles - Edita a imprime: Congregación del Oratorio |
Placeta de S. Felipe Neri,
1 - Apartado 182 - Albacete - D.L. AB 103/62 - 26. 1. 78 |
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