Publicación mensual del Oratorio.
Núm. 156. FEBRERO. Año 1978
SUMARIO
REAVIVAR la fe, encararnos más atentamente con
lo sobrenatural; buscar y tratar con Dios. Y de aquí
vendrán actitudes nuevas y una visión más serena
de la vida, y comprenderemos que hemos de hacer
en ella. Dios es importante y tomar el Bautismo recibido
como una herencia que nos dispensa del trabajo y del
compromiso de seguir buscándole para conocerle mejor,
anquilosaria la fe. Por esto la Iglesia nos programa estos
tiempos de renovación espiritual, para ilustrar nuestro co-
nocimiento y estimular nuestra conciencia cristiana.
TIEMPO FUERTE
IGNORANCIA GENERAL BÁSICA
SÍNODO 77: LA CATEQUESIS
RENOVACIÓN RADICAL DE LA CATEQUESIS
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Tiempo de oración:
Tú has sido el primero en amarnos, Señor.
Pero nosotros lo comentamos y tenemos
en cuenta, como si solamente nos hubieses
amado el primero no más que una sola vez,
históricamente, a pesar de que, sin cesar,
muchas veces, a lo largo de todos los días
de nuestra vida, Tú has sido el primero en
amarnos.
Cuando nos despertamos, cada mañana,
y dirigimos nuestro pensamiento y el alma
hacia Ti, ya te has anticipado Tú, para ser
el primero en amarnos.
Tú eres el primero: antes de amanecer,
antes de que yo principie mi oración, me has
amado el primero.
Cuando abandono lo que me distrae y
recojo mi mente para pensar en Ti, Tú eres
también el primero en amarme.
Y así continuamente, a pesar de que ha-
blamos de Ti con ingratitud, como si sola-
mente una vez hubieses sido Tú el primero
en amarnos.
Sören Kierkegaard
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Tiempo
fuerte
NADA se da absolutamente dado: ni la misma vida agota la experiencia
y el conocimiento esencial que de ella podamos tener. El estar y el
hacer, el ser y el devenir, el existir y crecer se necesitan y se explican.
También en la fe.
Somos cristianos, pero no lo somos en la medida definitiva, colmada y
absoluta en que lo podemos ser y lo debemos ser. Perderíamos, se nos ma-
lograría lo poco alcanzado, si la resignación conformada con el último dato
logrado, nos tentaba para detenernos a envolver y guardar la medida de lo
que ya se tiene sin exponerlo al riesgo de ninguna siembra.
La idea misma de Cristianismo ha venido a colmar la de humanismo y
a superarla, engrandeciéndola. Imposible imaginar un cristiano sin partir
de la base del hombre; sin ese ser personal, inteligente, libre y sensible, que,
trascendido y alcanzando hipostáticamente la vinculación a Dios, en Jesu-
cristo, nos ofrece la imagen y nos abre la posibilidad de ir más allá de no-
sotros mismos, para unirnos a él y sacar, de esta vinculación, todas las
consecuencias transformadoras. Cristo alcanza a Dios, el hombre alcanza
a Cristo y, la creación entera, inmediata al hombre, alcanza al hombre, que
la resume, y vuelve a Dios, desde el hombre, por Cristo.
Todo esto, querido por Dios, está en marcha, pero no ha llegado a su
culminación. Comenzado, se ha de terminar, se ha de hacer, de "acabar"
de hacer.
La Iglesia, a pesar de acogernos después de nuestro Bautismo ―es una
semilla, un tesoro de virtualidades, además de una configuración inicial
con Cristo― y para que no demos por terminado una tarea sólo comenzada,
ni recorrido un camino solamente iniciado, viene a recordarnos, cíclica-
mente, con insistencia especial, en tiempos consagrados al esfuerzo y a la
esperanza, la necesidad de seguir andando. Llamados otra vez, adoctrina-
dos de nuevo, alimentados espiritualmente con los sacramentos y partiendo
de una toma de conciencia del significado del Bautismo y del compromiso
de la fe, la Palabra de Dios se hace fuerte y viva y nos despierta a nuevas
exigencias, cuando el pacto de la rutina o de la pereza podría estancarnos
en la falsa confianza de la propia satisfacción.
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Tiempo fuerte, de gracia y de iluminación. Es imposible un auténtico
vivir cristiano sin sacudir la estática comodidad satisfecha, como si la vida
de fe fuese gozar de un caudal renditicio con que, tomadas algunas precau-
ciones, se asegure un determinado grado de tranquilidad psicológica o de
sugestionante consolación. La vida ha de crecer, el mundo se renueva cada
día, a cada instante, y Dios quiere que vayamos siendo capaces de leer, en
este mundo inmediato y cambiante, los signos esperanzadores de su reino,
con el fin de que, esforzados y generosos, no cesemos en el crecimiento y
transformación de nosotros mismos.
Tiempo fuerte para trabajar fuerte; para purificar ideas, para practicar
desprendimientos, para robustecer actitudes de comprensión y apertura, y
no por oportunismo o mera transigencia, sino por convicción. Es decir,
tiempo fuerte para la conversión, tan difícil, porque surge de la abnegación,
del olvido de si y de pensar, sin distracción apasionada, en Dios. Una con-
versión, no de mirarse al espejo y componer mejor el rostro y la figura,
sino una conversión ―volvería a decir Chesterton― de abrir ventanas y
puertas, y de andar caminos y mirar al mundo para llevarlo a Dios.
El recuerdo de las ofensas,
veneno para el corazón.
El recuerdo de las ofensas es una reliquia de
cólera, sagrario de pecados, odio de la justicia,
ruina de la virtud, veneno del corazón, carcoma
de la mente, desprecio de la interioridad, parálisis
de la oración, distanciamiento del amor, clavo
hendido en el alma.
El que domina y suprime la cólera, suprime con i
ello también el recuerdo de las ofensas. La cólera
es madre de la venganza, y mientras vive la ma-
dre, resiste el hijo. Para aplacar la cólera hace
falta el amor.
EL olvido de las ofensas es prueba de sincero
arrepentimiento. Que nadie, pues, tome como
motita de paja ese oscurecimiento del alma que :
a menudo pesa, incluso, en los ojos de hombres
que se tienen por espirituales.
San Juan Clímaco,
Monje del siglo VII
4 (24)
IGNORANCIA GENERAL BÁSICA
DE DIOS,
DE JESUCRISTO,
DE LA IGLESIA,
DE LA GRACIA,
DE LOS SACRAMENTOS...
EL CRISTIANISMO no es sólo
un conocimiento; es más que
un conocimiento: es una fe y
es una vida. Sin embargo, el asen-
timiento que se incluye, esencial-
mente, en todo acto de fe, supone,
como mínimo, la noticia y el cono-
cimiento de aquél en quien confia-
mos, cuyo testimonio aceptamos.
Y más que la pura aceptación
implícita, erróneamente liberada
de toda búsqueda en el contenido
de lo que se acepta y cree.
La fe no excluye ni releva de la
búsqueda. La fe se encarna en esta
búsqueda, preside el pensamiento,
acompaña a la inteligencia, estimu-
la la sed de verdad del hombre, y
le conduce por su camino, no para
evitarle trabajo, sino para mante-
nerle el esfuerzo mientras le ofrece
el premio de un orden y una sínte-
sis que coinciden con la santidad.
Cuando, con tanta frecuencia, en
nuestros días, se habla de crisis de
fe, de problemas de conciencia
religiosa, de inhibiciones en el
compromiso cristiano del creyente
sorprendido por las grandes muta-
ciones que conmueven a todos,
de desfiguración del sentido de la
vocación cristiana del hombre, se
encuentra, latente en todo y dentro
del marco de este mundo tan ve-
lozmente cambiante, el desfase de
conocimiento que padecen, en lo
religioso, los que protestan de la
Iglesia o los que, para mayor co-
modidad, la abandonan simplemen-
te y así se ahorran planteamientos
mentales que supondrían fatigas,
imaginan ellos, al fin y al cabo no
gratificadas.
Hay, todavía, los abandonos de
los que, sin salirse del cómputo es-
tadístico que los tiene en cuenta
5 (25)
como católicos o cristianos, perma-
necen y se sienten satisfechos con
la "ración" de fe que así mismos
se han asignado, cristianos a "su"
medida, sin valentía para el sí o el
no de cualquier aceptación o recha-
zo profundo, buscadores y guarda-
dores, a lo sumo, de una pequeña
colección de verdades y exactitu-
des semejantes a las piezas bellas y
muertas de los museos. Un modo de
ser cristianos que, a ratos, los con-
suela, o les distrae, o los comple-
menta. Un modo de ser cristianos
que encierra, que limita, que ex-
cluye y huye de la totalidad de la
vida.
En la base de todas estas crisis,
de todas estas comodidades, de to-
das estas cobardías, hay un desco-
nocimiento de lo más esencial del
cristianismo; hay, por lo menos,
una desproporción en uno de estos
dos sentidos, o en ambos a la vez:
o saben muy poco de Dios, en com-
paración con lo que saben de las
demás cosas de la vida; o bien quie-
ren o les interesa bastante menos
Dios que el resto de atenciones o
intereses que determinan sus acti-
tudes, que intervienen en sus deci-
siones... La miseria o el desequili-
brio están en el conocimiento o en
la voluntad. Es por esto que dejan o
relegan a Dios o, a lo sumo, Dios
"les sirve", o tratan de que así sea,
para miras que, a pesar de todas las
coloraciones con que se las adecen-
te, son únicamente mundanas: de
honor, de poder, de vanidad, de
prestigios, de beneficios...que, en el
fondo, sin hojarasca, mostrarían el
desnudo pretexto, tal vez disimula-
do por inercia resultante del descui-
do precedente, de la pereza, de la
mala administración de las fuerzas
dedicadas más a edificar aparien-
cias que a colmar de contenidos de
fe y vida cristiana su mente, su co-
razón, sus inspiraciones, su volun-
tad, sus ideales, sus decisiones más
importantes, su estar en el mundo.
Es desconocer a Dios convertirlo
en un complemento mental. Dios
Un cristiano no puede desprenderse ni de la
Biblia o, por lo menos, el Nuevo Testamento,
manejable y siempre a su alcance, ni de un
buen Catecismo, siempre recomen-
zado, leído y releído.
6 (26)
ha de estar en la base de todos los
pensamientos y de todas las deci-
siones del hombre. Con Dios no se
discute, Dios no se recorta, Dios no
se añade. En el cristiano, Dios, como
la misma vida, interviene en todo
el ser y decidir. Dios ha de ser co-
nocido hasta aceptarlo así. Luego
ya no dependerá tanto de la exten-
sión de conocimientos sistematiza-
dos que puedan alcanzarse sobre
Dios, sino de la armonía, de la con-
tinua presencia dominante que le
dejemos ejercer, que aceptemos go-
zosamente de él sobre nosotros. Y
el mundo será bello y la vida una
tarea excelente, una decisión con la
que preparamos la cosecha de Dios,
su reino.
Este equilibrio, este saber de
Dios, es básico en el cristiano. A
partir de su armonía, puede haber
retos, pero no obstáculos en la vida
de la fe.
Lo que ocurre es que, con fre-
cuencia, ni somos bastante humil-
des para reconocer nuestra igno-
rancia, ni nos decidimos por un
mínimo de diligencia aplicada a re-
mediarla. Es verdad que, en cam-
bio, sí somos diligentes respecto a
otras cosas; pero también podemos
reconocer que éstas nos recompen-
san, con alguna gratificación, el es-
fuerzo ―no desinteresado― que les
dedicamos.
Dios, en cambio, es gratuito. Dios
es puro. Y solamente los puros,
solamente los limpios... o los que
sinceramente desean serlo, se inte-
resan por él.
Porque los ritos de la
Iglesia se establecieron
pensando en los creyen-
tes, se desprende que
comprender un rito es
equivalente a servirse
de él como medio para
entrar en contacto con
Dios. Pero, para ello, es
indispensable que exis-
ta, precedentemente, la
fe en quien busca acer-
carse a Dios.
Además los ritos de la
Iglesia suponen una ini-
ciación, un conocimiento,
son para los iniciados
(no digo los intelectua-
les, sino los iniciados,
sean o no intelectuales).
Por ello, para entrar en
la comprensión de un
rito no basta con un va-
go sentimiento religio-
so o una fe más o menos
segura en Dios y en Je-
sucristo, sino que es
preciso penetrar en el
misterio cristiano y con-
vertirlo en vida propia.
Mons. Alfred Ancel
7 (27)
SÍNODO 77: LA CATEQUESIS
AUNQUE el tema general del último Sínodo fue "La
catequesis en nuestro tiempo con especial relación
a los niños y a los jóvenes", se vio pronto que los
destinatarios del mensaje cristiano, que el adoctri-
namiento para la fe, no podían ser sólo éstos. Hoy se
produce una ruptura entre Evangelio y cultura, tal como re-
conoció el Vaticano II, que no solamente constituye el drama
de nuestra época, sino que postula y exige esfuerzos en los
que la generosidad agote su entrega para que la cultura ―"las"
culturas― sea penetrada hasta sus mismas raíces, con lucidez
crítica y redentora y pueda ser transformada ―no destruida―
para que «los criterios de juicio y de valores determinantes,
los centros de interés, las líneas de pensamiento, las fuentes
de inspiración y los modelos de vida de la humanidad que
están en contraste con la Palabra de Dios y con el designio de
salvación» se integren en el plan glorioso y feliz de la resti-
tución del hombre y del universo a Dios, tal como auspiciaba
el Concilio al señalar el acercamiento de la Iglesia con los
gozos y esperanzas de la humanidad actual.
Hay que catequizar a los niños, hay que instruir a los
jóvenes; pero es preciso ir todavía más lejos, incluyendo, por
supuesto, a los adultos. Y también, como el P. Arrupe recla-
maba, rompiendo la facilidad sólo aparentemente exitosa,
de una catequesis que permanece encerrada en los lugares
tradicionales, despreocupada de ir a buscar a la gente en su
propio ambiente. En épocas de atraso pudo ser parcialmente
útil lo que ahora no pasaría de conservadurismo o de miope
involución que nada o muy poco tendría que ver con el apos-
tolado. Ni sólo los niños, ni sólo en la iglesia. Muchas veces,
8 (28)
erróneamente, se llamó catequesis infantil a lo más parecido a
una sala de futbolines, y acto social de apostolado a reuniones
de puro entretenimiento y pasatiempo ciertamente no inmo-
ral, pero igualmente tampoco transmisor de ningún valor for-
mativo o artístico. La buena voluntad generosa, pero poco
iluminada de catequistas que, más allá de ese entretenimiento
vulgar, barato e insulso, se hacían irresistibles, en muchas
ocasiones, apenas apuntaba la adolescencia de esos niños post-
comulgantes, que abandonaban la catequesis y sólo mínima-
mente aceptaban enrolamientos de apostolado juvenil, porque
el puro aburrimiento les hacía huir y olvidar lo que sacerdo-
tes, maestros o catequistas les hubiesen dicho o pretendido
enseñar de Dios, de la Iglesia, de la vida sobrenatural.
La misma asignatura de la Religión, aceptada en princi-
pio, soportada poco después y rebajada al ridículo de las tres
Marías" como si se tratara de una imposición formal, simbólica
e inútil, se salvaba con aprobados de misericordia. Pocas
excepciones pueden consolarnos de tantas energías gastadas
ingenuamente en apostolados más aparentes que reales.
La decepcionante experiencia de un tiempo no aprove-
chado ―por diversas circunstancias, no imputables siempre
a la Iglesia, ni a los mismos catequistas y sacerdotes enseñan-
tes― no es exclusiva de España. Es en general que se hace
imprescindible replantear, tras la necesaria revisión, el modo
adecuado de presentar, también hoy, el mensaje cristiano. En
nuestros días no basta ―¿bastaba antes?...―, para formar cris-
tianamente a la infancia y a la juventud, con entretener a
niños mientras sus madres faenan en casa, o intentar divertir
a jóvenes que todavía no tienen el poco dinero para ir al cine
9 (29)
o a una sala de juegos o de baile... Esto es perder el tiempo
y, al fin, despreciado por los mismos que lo utilizan, apenas
se despiertan a la capacidad de independencia que estalla al
desaparecer la natural y fácil sumisión de la infancia.
No es tan reciente el esfuerzo catequético realizado en
Alemania –en el que tuvieron parte muy preponderante
nuestros hermanos oratorianos, cuando por encargo del epis-
copado se emprendió la confección de un nuevo Catecismo
Católico (así se tituló), posteriormente reformado con motivo
del Concilio Vaticano II. Y también es conocido de todos el
fenómeno catequístico holandés, con el famoso Catecismo
para Adultos, que tiene en cuenta, para la formación cristiana
del niño, la previa instrucción de los adultos y de los padres:
todos los pedagogos no podrán suplir ni mejorar la pedagogía
de la convicción cristiana y de la fe ilustrada de los mayores
que están junto al niño y que, del mismo modo que le procu-
ran el alimento corporal, le dan, adecuadamente, como la mis-
ma vida, el que necesita la inteligencia y el corazón para el
desarrollo de la semilla de la fe plantada en el Bautismo.
No puede extrañarnos, en absoluto, que el tema del re-
ciente Sínodo, haya sido el de la catequesis en el mundo de
hoy, ciñendo, de este modo, a más concreta insistencia, la de
la evangelización, que fue el tratado en el Sínodo anterior. Y
bajo el título del catecismo con especial atención a la infancia
y a la juventud, la consideración del mundo de hoy, y de
cómo la Iglesia lo está haciendo y de cómo ha de renovar su
dedicación y sus métodos. Al fondo de todos los trabajos, y
aunque se citaran liminarmente sólo la infancia y la juventud,
quedaba y afloró esta preocupación ya señalada en el Direc-
torio General de Pastoral Catequética (núm. 20), según el cual
«la catequesis de adultos, al ir dirigida a hombres capaces de
una adhesión plenamente responsable, debe ser considerada
como la forma principal de catequesis, a la que todas las de-
más, siempre ciertamente necesarias, de alguna manera se
ordenan».
Ninguna oportunidad tan adecuada, como la del tiempo
cuaresmal, para repetir y revisar, en cada cristiano, esa instruc-
ción básica en orden al objeto de la fe y de la vida cristiana.
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documento:
RENOVACIÓN
RADICAL
DE LA
CATEQUESIS
ÉSTE era el título de la intervención de Mons. Palenzuela, en el Sínodo
de Obispos, sobre la catequesis, que solamente en parte reproduciremos, para
ofrecer otras muestras de las preocupaciones de los Obispos del mundo frente
a la tarea, ingente no solamente por su extensión, sino por el reto que le
presenta el cambio cultural contemporáneo. De este Obispo español son los
siguientes párrafos:
LA RAZÓN
DE LOS
MEDIOS
Cada vez se extiende más por toda la tierra una cultura
conformada casi exclusivamente por las ciencias y por la
técnica. A la razón de los fines sucede ahora "la razón
instrumental" o de los medios. El hombre se mueve entre
la sumisión a un sistema de medios carentes de significa-
ción última y la afirmación de una libertad vacía. Los
valores morales recibidos de la tradición pierden su vigen-
cia. Es la época del nihilismo, un vacío dejado a Occidente
por la pérdida de la fe cristiana en Dios.
TEMOR
A LA
REPRESIÓN
A muchos, especialmente jóvenes e incluso adolescentes,
el Dios de la fe cristiana les parece, exclusivamente, como
el soporte de un sistema de normas morales que vienen
como algo que carece de sentido y resulta "represor" de
su libertad y plenitud vital. Al negar estas normas, decae
la fe en Dios. Todo el mundo puede darse cuenta y com-
prende con facilidad que, ante esta cultura que los medios
de comunicación social extienden por todas partes como
un "elemento" dentro del cual se conforma la vida huma-
na, la catequesis y el testimonio cristiano tendrán que re-
novarse seria y radicalmente.
11 (31)
Otra significativa intervención sinodal fue la del cardenal Otunga, arzo-
bispo de Nairobi (Kenia), que abogaba por la proclamación de un Evangelio
enraizado en la vida africana, en la cultura de cada pueblo y depositando un
interés especial y constante en lo que se refiere a la catequización continua
de los cristianos adultos. Decía:
FORMACION
CONTINUA
Tradicionalmente, los jóvenes y los niños reciben una
formación continua a través de los ritos de iniciación y en
el interior de los grupos de la misma edad. Una formación
así estaba centrada sobre la vida. Era la respuesta a todas
las necesidades personales y sociales y constituía una
verdadera preparación para la vida. Nuestros jóvenes
también hoy tienen necesidad de una formación cristiana
continua, sistemática y centrada en la vida, tanto si les
llega por medio de la escuela como en la comunidad
cristiana local.
ATENCIÓN
A LOS
ADULTOS
La formación cristiana continua, en el seno de las co-
munidades cristianas, ha de constituir, para nosotros, la
primera de las prioridades en los años próximos. Queremos
dedicar la máxima atención a los adultos. Creemos que
si la formación está centrada en la vida, estarán enraiza-
dos en la propia cultura local y asumirán más fácilmente
sus responsabilidades en la formación cristiana de sus
hijos.
Por su parte, Mons. Bernardín, presidente de la Conferencia Episcopal
de Estados Unidos, se refería a la trabazón que existe entre evangelización y
catequesis:
CATEQUESIS.
CONVERSION
Y TRANSICIÓN
CULTURAL
La catequesis debe fundamentarse sobre la realidad
básica de la conversión; la conversión que es un proceso
continuo que tiene lugar en la vida del creyente.
Pero una catequesis evangélica es importante, además,
porque desde el punto de vista ideológico, y a semejanza
de lo que ocurría en el mundo del Nuevo Testamento,
estamos viviendo en una época de transición cultural, en
la que se desafían certidumbres seculares, por lo cual
12 (32)
muchas ven la vida como hostigada por un conjunto de
amenazas que es preciso conjurar, porque son deshumani-
zadoras de su destino, y busca los medios para neutralizar
los males temidos. Citaré los siguientes:
NUEVA
GNOSIS
1. Una cierta nueva forma de paganismo. Es la
solución propuesta por los movimientos gnósticos que se
basan en revelaciones secretas y en ritos eficaces, como la
astrología, las técnicas no cristianas de la meditación y
del éxtasis religioso, nuevas religiones mundiales sincre-
tistas, etc.
LEGALISMO Y
SECULARIDAD
2. La vida del legalismo. Quieren la salvación llega-
da por medio de la observancia rígida de leyes y tradicio-
que no admiten discusión. Estas leyes y tradiciones
protegen a la persona religiosa sumergiéndola en un baño
de seguridades que la sitúa al abrigo de fuerzas que no
puede comprender y que percibe como destructoras de los
viejos valores experimentados y seguros.
NUEVO ESTOICISMO
3. La vida del heroísmo existencialista. Según este
sistema, la salvación consiste en hacer frente a las exi-
gencias del momento actual sin el auxilio del apoyo reli-
gioso, y afirmarse como ser libre frente a las fuerzas de
la opresión.
El Nuevo Testamento conoce bien estas tres posiciones:
1º paganismo de las religiones de misterios, el legalismo
de algunos fariseos, el "existencialismo de los estoicos.
Esta semejanza de horizontes espirituales es una de las
razones por las cuales la articulación de nuestra fe en las
categorías evangélicas puede ser fecunda también hoy,
Una catequesis sana ha de proponerse, por lo tanto, ayu-
dar al creyente en la interpretación de su vida.
Tampoco podría faltar la voz del cardenal Suenens, arzobispo de Malinas--
Bruselas, que se refirió a las exigencias de una juventud que «cree en Cristo
pero niega a la Iglesia» porque le achaca falta de testimonio. El cardenal abo-
gó por una renovación pedagógica, que no podía dispensar metódicamente
de una cierta memorización; pero enseguida hacía fuerza en la necesidad de
comunidades cristianas vivientes, y afirmaba, luego, que solamente es posible
13 (33)
ser evangelizado si también se es evangelizador. ¡Buena advertencia para la
autenticidad apostólica, frente a tantas energías perdidas en sucedáneos de
formación cristiana!
Reproducimos lo que textualmente dijo sobre las comunidades:
COMUNIDADES
CRISTIANAS
VIVAS
Cuantos entre nosotros han sido consultados insisten
sobre la necesidad de que la catequesis sea llevada y sos-
tenida por comunidades cristianas vivas.
La primera de estas comunidades es, evidentemente, la
familia, hogar por excelencia donde la fe se transmite
por Ósmosis e impregnación. Se ven, gracias a Dios, cada
vez más, hogares animados por una vida religiosa donde
el cristianismo es vivido en comunión ―padres e hijos―
con sus exigencias de oración familiar y de compromiso
social. Pero un hogar debe poder a su vez apoyarse en
otros hogares; juntos constituyen, bajo diversas formas,
en la escala humana, comunidades cristianas vivas. Estas
están naciendo por todas partes a través del mundo. Re-
cuerdan las primeras comunidades de la Iglesia naciente.
Son, por excelencia, garantes y portadoras de esperanza
para el porvenir.
Un especial interés mereció la intervención de Mons. Nguyen Van Binh,
arzobispo de Ho-Chi-Minh-Ville (ex Saigón), que hubo de referirse al medio
socio-cultural de los católicos vietnamitas y los problemas de la enseñanza
catequística en aquella República socialista dirigida por el Partido comunista
que impone el modelo del hombre marxista-leninista.
REPROCHE
MARXISTA
A LA
IGLESIA
Según ellos, la teoría que Marx concibió sobre el cris-
tianismo ha encontrado su verificación en Vietnam; y el
rasgo más saliente lo constituye precisamente la colusión
de la Iglesia con el imperialismo. Evocan este hecho no
por un complejo de culpabilidad, sino para mostrar la
gravedad que encierra por lo que se refiere a la Iglesia.
En medio de discusiones teóricas, los comunistas exigen
sólo hechos concretos. Los cristianos, pues, han de presen-
tar un rostro nuevo, un rostro auténtico de Cristo y de la
Iglesia.
14 (34)
La actitud de los católicos vietnamitas consiste en co-
operar a esta sociedad según el espíritu de la Constitución
"Gaudium et spes".
En un país donde el régimen establecido es un régimen
que se propone la tarea esencial de unir a todos los ciuda-
danos para la reconstrucción, los católicos no se resignan
a vivir en "ghetto" y quedarse al margen de la sociedad.
COOPERAR
CON LOS ATEOS
En el mes de julio de 1976, en la Conferencia episcopal
de las dos provincias eclesiásticas de Hué y de Saigón,
nosotros, los obispos, unánimemente, y sin ambigüedad,
hicimos un llamamiento a todos los católicos invitándolos
a seguir el camino de la colaboración, es decir, a contri-
buir en la construcción de la sociedad. Al elegir esta acti-
tud no creemos haber revolucionado nada en la Iglesia,
sino que adoptamos simplemente la conformación con la
Constitución Gaudium et spes del Vaticano II. Para nos-
otros, efectivamente, cooperar con los ateos según el espí-
ritu de esta Constitución (conf. n. 21) significa, en concreto,
vivir en el medio creado por los comunistas y construir
con ellos una nueva sociedad.
¿CÓMO
HACERLO?
La posición ha sido tomada, pero el problema funda-
mental permanece: se trata de cómo coexistir con los
comunistas, de cómo cooperar con ellos en esta tarea de
construcción, sin dejar de ser católicos y, por lo tanto, que
nos sea posible aportar lo específicamente nuestro en esta
obra humana. Es evidente que los problemas que se nos
presentan en el plano pastoral superan el alcance de
nuestras fuerzas humanas.
A continuación, Mong. Nguyan Van Binh formula unas cuantas cuestiones
cuyo interés es innegable, pero que ofreceremos en ocasión próxima.
La penitencia del tiempo cuaresmal no debe ser sólo interna
e individual, sino también externa y social.
Vaticano II,
S.C., 110
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Conferencias Cuaresmales
de Renovación Cristiana
Las tendremos, como todos los
Años, y avisaremos oportunamente
las fechas y las horas.
También, como todos los años,
los temas serán de renovación
de la vida de la fe y de introducción
a la celebración de los
misterios Pascuales.
LAUS
Director Ramón Mas Casanelles. Edita e imprime: Congregación del Oratorio
Placeta de S. Felipe Neri. 1. Apartado 182. Albacete - D. L. AB 103/62. 15. 12. 77
16 (36)