Publicación
mensual del Oratorio. |
Núm. 157. MARZO. Año 1978 |
SUMARIO |
CRISTO es la verdad: la
verdad de Dios y la verdad |
del hombre; la verdad que
tenemos y la verdad que |
nos falta; la verdad que
enseña y la verdad que |
pregunta; la que se nos da
y la que hemos de ir |
haciendo; la verdad del
esfuerzo y la verdad de la fe; la |
verdad que enriquece y
salva, y la verdad que compromete |
y transforma; la que
buscan los limpios, la que necesitan |
los tristes. Cristo es
toda la verdad: La verdad de la vida, |
la verdad del dolor, la
verdad de la muerte y la verdad |
del amor. Cristo es la
Verdad. |
COMO LOS DEMÁS |
EL SACERDOCIO DE LA MUJER |
LA ASAMBLEA DE BARCELONA |
OTRO SACERDOCIO |
ANUNCIAR LA FE EN VIETNAM |
LA VERDAD |
EL MIEDO, EL AMOR Y LA
MUERTE |
1 (37) |
Tiempo de oración: |
SABEMOS... |
QUE HEMOS DE SEGUIR
TRABAJANDO. |
Sabemos que no hay tierra |
ni estrella prometidas. |
Lo sabemos, Señor, lo
sabemos |
y seguimos contigo
trabajando. |
Sabemos que mil veces y
mil veces |
pararemos de nuevo nuestro
carro |
y que mil y mil veces en
la tierra |
alzaremos de nuevo |
nuestro viejo tinglado. |
Sabemos que por ello no
tendremos |
ni ración ni salario. |
Lo sabemos, Señor, lo
sabemos |
y seguimos contigo
trabajando. |
Y sabemos |
que sobre este tinglado |
hemos de hacer mil veces y
mil veces todavía |
el mismo viejo truco
bufo-trágico |
sin elogios |
ni aplausos. |
Lo sabemos, Señor, lo
sabemos |
y seguimos contigo
trabajando... |
León Felipe |
2 (38) |
Como |
los demás |
HOMBRES como los demás
son, han de ser, los sacerdotes de Cristo, los |
hombres vinculados a él
por creerse por 61 llamados y que le respon- |
den con el deseo mantenido
de atender a ese llamamiento que refuer- |
za el compromiso bautismal
y cree, sobre el radical del primer sacramento, |
el de hacerse vocero
universal y anunciador pacifico del mismo Evangelio |
que predicaron los
primeros Apóstoles y distribuidor de las gracias por me- |
dio de los signos que
Cristo estableció, para sellar a los justificados. Para |
edificar la Iglesia que le
perpetúa, mientras prepara el reino de Dios. Toda |
una vida y todos los
esfuerzos para todos los hombres y para que todas las |
cosas lleven a Dios y A su
reino. |
Después vendrán las
técnicas y las racionalizaciones organizativas que |
tendrán qua relativos
méritos, si no pasan de mero instrumento provisional |
para el gran fin hacia el
que todo se dirige, pero que no servirían de nada |
―y hasta ocultarían
o retrasarían el progreso hacia el reino de Dios― si no |
se resignaban a la
humildad de lo provisorio y mudable. Y vendrán los peli- |
gros de establecer
paralelos entre los modos, estilos y reinos de este mundo, |
absorbente, si pudiera,
hasta de lo más santo, para rebajarlo, reducido y di- |
rigido, al limitado e
inmediato interés de las puras apetencias humanas: IAS |
pasiones disimuladas de la
vanidad, de la codicia, de la pobre sensibilidad. |
El que quiera seguir a
Cristo tendrá que estar continuamente venciendo |
tales peligros, sea
sacerdote o simplemente bautizado: pero se verá, In lucha, |
especialmente en el
sacerdote. Porque el inundo ha tendido ―tiende todavía― |
a hacer del sacerdote un
ser de una categoría especial y le mira como pro- |
mocionado a un cierto
encumbramiento social, para atribuirle una santidad, |
una sabiduría y un relieve
que, por ejemplo, no tendría otro individuo del |
mismo nivel de extracción,
sobre todo si ésta era humilde. En cuyo caso, al |
la intención original era
pura y desinteresada, dará justo motivo de alaban- |
za a padres y educadores
que supieron descubrir y encauzar tal "vocación", |
pero someterá
inevitablemente a examen la propia conciencia del interesa- |
do, al que se le plantea
el problema del total desinterés y de la pureza de su |
entrega personal, hasta
superar las miras, si no materiales sí por lo menos |
3 (39) |
las que sugiere la vanidad
buscadora del propio prestigio en las promocio- |
nes y ascensos mundanos. |
En este sentido, el
movimiento secularizador sirve de crisol de las voca- |
ciones. Cada vez será
menos posible el compartir o substituir las miradas pues- |
tas en el reino de Dios
con el engaño de compaginarlo con la vanidad de |
un prestigio personal a
costa del orgullo sacro de clase, o del interés, ven- |
tajas o seguridades que
pudiera prestar una promoción social, alcanzada |
al precio de algún
esfuerzo ascético para mantener las más visibles e in- |
dispensables apariencias
de decoro clerical, como signo convenido de |
entrega a Dios. El
sacerdote ha de ser y será, cada vez más, un hombre |
como los demás. Ni el
sacerdocio cristiano será una promoción equivalente |
a la que hubiera sido
difícil o inaccesible en otra parte (para alcanzar ego |
que ahora se dice "la
propia realización personal"); ni un refugio para el |
que no hubiera sido capaz
de abrirse paso en el mundo ni una carrero |
hacia progresos y ascensos
en el concurso de valías y reconocimientos de |
lo ―con fingido
pudor de humildad― exhibido... El que no sirviera para el |
mundo, no servirá para
Dios; el que buscara lo que el mundo puede dar a |
los audaces. Será más
difícil que lo alcance en la Iglesia. El sacerdote será |
un hombre como los demás,
como fue Cristo, que fue "un hombre como los |
demás hombres.., aunque
sin pecado", al modo como proclama san Pablo, |
y al modo como él y los
demás verdaderos apóstoles le imitaron. |
Pero decir y querer esto y
hacerse posible, no es tarea de sólo los que |
ya son sacerdotes o tienen
sus puestos en los lugares más visibles de la |
corteza organizativa de la
Iglesia que formamos entre todos. Con tantos |
defectos como queremos
quitarle, la bien cierto es que en ella siguen sólo |
los que entre todos le
acarreamos y trasmitimos y, por esto, podemos decir |
con justicia, que tenemos,
en cada momento de su historia, los sacerdotes |
que le preparamos y que,
entre todos nos merecemos. |
Lo que entendemos por
cristianismo, lo que del Evangelio vivimos en |
nuestra vida, lo que
transmitimos a los demás, en especial a los jóvenes, |
respecto de la Iglesia y
respecto de las realidades existenciales y los ideales |
que en ellas vivamos y
enseñemos a vivir, serán la condición primera para |
lo mejor que deseemos para
la Iglesia y sus sacerdotes. |
Ni basta con invocar una
cantidad genérica y hacernos, de esta manera, |
"diferentes"
para delegar en ellos y exigirles las urgencias que no quisiéra- |
mos compartir como
hermanos suyos en la Iglesia. |
El sacerdote será, en
sentido evangélico, un hombre como los demás, en |
la medida en que los demás
cristianos dispongan, ofrezcan, den y merezcan |
ese tipo de sacerdotes. Un
hombre como los demás y un hombre para los |
demás, un hombre de Dios
para que en él y con él encontremos a Dios y |
nos encontramos con Dios.
Pero n10 sólo él, sino todo cristiano ha de ser |
hito y referencia a
Dios... |
VIERNES |
SANTO |
vía-crucis |
a las 8 de la mañana |
4 (40) |
EL SACERDOCIO |
DE LA MUJER |
POCO DESPUÉS de celebrado |
el Concilio Vaticano II,
el |
conocido teólogo
consultor, |
P. Bernard Haering,
afirmaba que, |
desde la teología
resultaba todavía |
difícil poder afirmar o
poder opo- |
nerse a la ordenación
sacerdotal |
de las mujeres. Todos
sabemos que, |
con posterioridad, la
Iglesia se ha |
decidido por mantener la
actual |
disciplina. Los teólogos
siguen dis- |
cutiendo. En último
término, decía |
el P. Haering, el futuro
puede ofre- |
cer nuevas perspectivas, y
por eso |
la cuestión ha de quedar
abierta. |
El futuro,
afortunadamente, está |
en manos de Dios. |
Algunos, incluso obispos,
han |
insinuado que las cosas
pueden |
cambiar cuando las
necesidades |
causadas por la escasez de
sacer- |
dotes, obliguen a
profundizar sobre |
el tema de la posible
ordenación |
femenina. Pero esta razón
es en- |
tristecedora porque sería
continuar |
dando a la mujer el resto
de lo que |
no alcanza el hombre o de
lo que |
le sobra. Sería
oportunismo y no |
convicción; concesión y no
recono- |
cimiento. Y la mujer es
también |
una persona, como Mounier
y otros |
han recordado. Lo que
ocurre, para |
humillación de la
humanidad, es |
que sólo acuciado por las
circuns- |
tancias creadoras de los
problemas |
y exigentes invocando una
solu- |
ción, hacen que el hombre
aguce |
su pensamiento y tome más
en se- |
rio todos los recursos
que, si son |
nobles, coinciden con el
querer de |
Dios. Monseñor Araujo
Sales, ya |
dijo entre pasillos
conciliares: «Un |
día puede la Iglesia leer
un signo |
de Dios en las exigencias
de la |
Pastoral en América Latina
o en |
África, o detrás del telón
de acero, |
y ordenar allí
mujeres-sacerdotes: |
Dios no cesa de hablar a
su Iglesia |
y le dicta su voluntad a
través de |
los acontecimientos que a
veces |
pueden ser más claros que
los tex- |
tos bíblicos. El Espíritu,
que vive |
en la Iglesia, él solo,
puede ayudar- |
la a leer convenientemente
unos y |
otros. Tengamos confianza
en él». |
Pero la cuestión principal
no |
está en el hecho de que
llegue o |
no la mujer al sacerdocio.
Vemos |
cómo en otros campos la
mujer |
consigue puestos o se le
conceden |
posiciones que, sin
embargo no |
cambian en la medida que
tales |
hechos se explotan como
propa- |
ganda del símbolo, la
situación ha- |
5 (41) |
bitual discriminatoria, o
lo hacen |
de modo mucho más lento a
como |
se quiere dar a entender
con tales |
muestras aisladas que dan
acceso |
a la mujer a algún puesto
equipa- |
rable al de los hombres:
algunas |
mujeres en un Parlamento,
una |
mujer en un cenáculo de
intelec- |
tuales, representan algo,
pero no |
bastan en sí mismo tales
signos si |
no van acompañados o son
conse- |
cuencia de cambios
generales de |
mentalidad en la sociedad
y en las |
relaciones que en ella
siguen man- |
teniéndose. Ni bastan,
siquiera, los simples |
reconocimientos teóricos,
aunque |
sean importantes ―¡y
menos mal |
si existen!— porque tales
recono- |
cimientos no pasan de la
posibili- |
dad exigitiva de derechos,
de pe- |
nosa reclamación.
¡Desgraciada la |
sociedad que pretende
prescindir |
del derecho, pero
igualmente des- |
graciada la que ha de
estar conti- |
nuamente invocándolo! Un
gran |
apóstol, el P. Carpentier
decía a |
propósito de estos
reconocimientos |
hermosos en teoría: «En el
fondo |
se ha obedecido a esta
idea sim- |
plista, consistente en
igualar a la |
mujer con el hombre, y se
le dice |
que ella tiene los mismos
derechos. |
Pero, ¿se trata de
"derechos" o de |
valor humano? Si se dijera
que la |
mujer no puede realizar
tareas |
"desfeminizantes",
¿dispensaría de |
sus derechos" de otra
forma au- |
ténticamente valedera?
Porque se |
trata de "valor"
específico, el reco- |
nocimiento de la mujer
supone |
(muy lejos de hacerle la
competen- |
cia) el reconocimiento del
auténtico |
valor del hombre, que está
en la |
tendencia a amar, no a
dominar |
(esto es animalidad).
Nuestra socie- |
dad está dominada por la
idea de |
"derechos". Pero
los derechos no |
son necesarios más que por
razón |
de que la persona se
siente y es en |
realidad atacada. Un ángel
no tiene |
"derechos"
porque es invulnera- |
ble. El día en que hayamos
recono- |
cido que la sociedad
propiamente |
humana no usa los derechos
más |
que secundariamente,
cuando es |
necesario (es decir,
cuando se vio- |
lan los derechos), el día
en que se |
habrá llegado por fin
―progreso |
hacia el fraternalismo del
mundo― |
No importa, a la hora de
la siega, si el |
trigo lo sembró un hombre
o una mujer. |
S. Thomas More |
6 (42) |
a vivir en la sociedad
como en una |
familia –ya que así
debería ser |
en la que los derechos no
son invo- |
cados a no ser cuando la
familia |
está muerta, será entonces
cuando |
entre las profesiones no
le será |
Estadísticas |
He aquí las establecidas
el pri- |
mero de enero de este año
por la |
Oficina Central Católica
de Esta- |
dística, y que dan una
idea de la |
situación de la Iglesia a
nivel |
mundial. |
CONTINENTE - Población -
Católicos - Porcent. |
AFRICA - 400 957 000 - 48
528 000 - 12,1 |
AMERICA 555 846 000 - 341
290 000 - 61,4 |
ASIA - 2301 291 000 52 -
589 000 - 2,3 |
EUROPA - 663 128 000 - 261
924 000 - 39,5 |
OCEANIA - 21 094 000 - 5
227 000 - 24,8 |
TOTAL - 3 942 316 000 -
709 558 000 - 18,0 |
CONTINENTE - Sacer. Dioc.
- Religiosos - Total |
ÁFRICA - 5 034 - 10 944 -
15 978 |
AMÉRICA - 65 140 - 49 899
- 115 039 |
ASIA - 12 024 - 12 068 -
24 092 |
EUROPA - 174 225 - 70 046
- 244 271 |
OCEANIA - 2 908 - 2 495 -
5 403 |
TOTAL - 259 331 - 145 452
- 404 783 |
CONTINENTE - Religiosos -
Religiosas |
AFRICA - 4940 - 33 691 |
AMÉRICA - 21 707 - 296 001 |
ASIA - 5 709 - 75 327 |
EUROPA - 34 999 - 546 557 |
OCEANIA - 3033 - 16 950 |
TOTAL - 70 388 - 968 526 |
CONTINENTE -
Seminaristas-Sem. mayor |
Diocesanos Religiosos |
AFRICA - 3 883 - 512 |
AMÉRICA 12 288 7943 |
ASIA - 6351 - 3971 |
EUROPA - 15 960 8 223 |
OCEANIA- 573 – 446 |
TOTAL - 39 055 - 21 095 |
CONTINENTE - Seminaristas
Diocesanos - Sem. menor Religiosos |
ÁFRICA - 22 363 - 1 766 |
AMÉRICA - 21 802 - 15 780 |
ASIA - 10 197 - 4 214 |
EUROPA - 35 877 - 28 823 |
OCEANIA - 373 - 64 |
TOTAL - 90 612 - 50 647 |
A un número total de
habitantes de 3 942 316 000, corres- |
ponde la cifra de 709 558
000 de católicos, lo que representa |
el 18 por ciento de la
población mundial. |
También, frente a la cifra
de 475 171 hombres, entre sacer- |
dotes y religiosos,
figuran casi un millón de religiosas, exac- |
tamente 968 526. |
La mies sigue siendo mucha
y aparentemente pocos, todavía, |
los operarios. |
7 (43) |
plenamente reservada a la
mujer |
como en otro tiempo la de
enfer- |
mera. Por ello será
preciso todavía |
un gran proceso para
llegar a esta |
participación». |
Menos mal si existe el
reconoci- |
miento teórico de
derechos, pero |
aun cuando no existiera,
como cris- |
tianos, desde el
Evangelio, tenemos |
infinidad de modos de
preparar, |
progresando día a día, lo
que sola- |
mente los derechos no
podrían ob- |
tener. Por eso, si
precipitadamente |
se llegara a la ordenación
sacerdo- |
tal de la mujer sin
convertir las |
mentalidades hasta influir
decisiva- |
mente en vez de ser
influidos, |
o, por lo menos, hasta
llegar a con- |
trarrestar el peso
cultural que, en |
este sentido, hemos
recibido de los |
criterios sociológicos de
la antigüe- |
dad judía y del mundo
romano, |
pero que son extraños al
Evangelio |
y, por lo tanto, paganos,
correría- |
mos parecido riesgo al de
las fic- |
ciones que sin dejar de
seguir |
sacrificando y relegando
de hecho |
y en general a la mujer se
come- |
ten con el abuso de
concesiones |
simbólicas que no son
eficaces o |
sólo lo son mínimamente.
No basta |
que las cosas
"parezcan" hechas, |
sino que es preciso que
además se |
hagan si todavía no se han
hecho. |
Los símbolos se prestan
también a |
la ambigüedad si no van o
vienen |
de la realidad
simbolizada. |
Por lo tanto, no basta con
pro- |
clamar que «la mujer tiene
un pa- |
pel importante en la
sociedad, en |
la Iglesia, en la
cultura... etc.», sino |
que hay que hacerlo y
hacer posi- |
ble que así sea. Las
deformaciones |
o inconvenientes que los
misóginos |
oponen a la integración de
la mujer |
suelen ser efecto y
respuesta de las |
discriminaciones que ellos
mismos |
han impuesto. Algún gesto,
algún |
esporádico desmentido
simbólico |
no basta para lograr el
equilibrio |
y ser justos. |
Mujeres sacerdotes... ¿Por
qué |
no? Pero el problema
principal no |
está en llegar a ordenar a
una |
mujer, sino en cambiar la
mentali- |
dad de muchos
―muchos― varo- |
nes, también
eclesiásticos. Pero la |
Iglesia es seguramente muy
sabia |
cuando muestra,
actualmente, sus |
reticencias, en bien de la
misma |
mujer, no sea que, también
en las |
cosas santas, la
convirtiéramos en |
juguete novedoso para ser
consu- |
mido por la
superficialidad bobali- |
cona, como ocurre, en
otros ámbi- |
tos, donde al mismo tiempo
que se la |
exalta ditirámbicamente,
se la sigue |
utilizando, como criada
barata, co- |
mo ama de llaves o
guardadora de |
niños, o como objeto de
lujo para |
exhibir y humillar a los
menos |
afortunados o,
simplemente, que po- |
damos contemplar la
indiferencia |
con que se la convierte en
motivo |
comercializado de placer o
de pu- |
blicidad sin que nadie
muestre sor- |
presa por esta
irrespetuosa explota- |
ción unidimensional de la
mujer. |
Sí que sería positivo,
desde ahora |
mismo, no impedir que la
mujer se |
realice a sí misma, para
que no siga |
siendo un ser secundario. |
8 (44) |
LA ASAMBLEA |
DE BARCELONA |
A finales del pasado
diciembre, concluía, en Barcelona, la Asamblea |
Diocesana de Presbíteros.
El conjunto de conclusiones aprobadas han |
merecido una calificación
de progreso y equilibrio generalmente satis- |
factorios, según los
comentaristas. |
Recogemos algunas de las
proposiciones aprobadas y que hacen re- |
lación al tema del
sacerdocio. |
ORDENACIÓN DE HOMBRES
CASADOS |
La Asamblea pide que, en
determinadas condiciones y por motivos pa- |
storales se pueda proceder
a la ordenación de hombres causados. |
Votos 3741, si |
126, no |
44, en blanco |
6, nulos |
MINISTERIOS A SACERDOTES
SECULARIZADOS |
La Asamblea pide que no se
impida el ejercicio de algunos ministerios |
pastorales ―tanto de
la palabra, la enseñanza o los sacramentos que |
pueden ser administrados
por los laicos en determinadas circunstancias― |
a los presbíteros
secularizados de vida seriamente cristiana que lo pidan. |
Votos: 389, sí |
117, no |
38, en blanco |
7, nulos |
MINISTERIOS A LA MUJER |
Que el obispo transmita a
la Santa Sede la petición de la Asamblea de |
que se permita cumulo ante
el conferir a la mujer ministerios laicales en |
las mismas condiciones
exigidas a los hombres. |
Votos: 391, sí |
126, no |
27, en blanco |
7, nulos |
FORMACIÓN PERMANENTE |
Que se facilite a todos
los sacerdotes un tiempo de excedencia, al menos |
tilda diez años, para
dedicarse con mi intensidad a su formación y |
vida espiritual. |
9 (45) |
Otro Sacerdocio |
OTRO sacerdocio. ¿Otro?...
Sólo puede ser lícito hacer |
referencia o formular
aspiraciones para "otro" |
sacerdocio cuando
precisamente dejamos de lado |
todos los sacerdocios —
otros" sacerdocios —para |
insistir en el único, en
el de Cristo y reproducimos, aplicamos, |
desarrollamos y extendemos
el del único y supremo Sacerdo- |
te. Cuando se invocan
renovaciones del sacerdocio se indica, |
simplemente, la vuelta una
y mil veces al original sacerdocio |
cristiano. Y esa vuelta es
necesaria por cumplimiento de pura |
fidelidad a su mandato, al
encargo que Cristo ha dejado a los |
suyos de perpetuarle en el
mundo, mientras el mundo sigue |
y evoluciona dirigiéndose
a su fin, que es el reino de Dios. |
Y podemos preguntarnos:
¿es que nos hemos desviado |
o hemos corrompido lo que
Cristo instituyó? Seguramente |
constituiría una enorme
ligereza, cuando nos referimos al |
sacerdocio cristiano,
aventurar la afirmación de que se ha |
traicionado el encargo de
Cristo. No obstante, cuando se diri- |
gen acusaciones a la
Iglesia, generalmente se olvida el sentido |
propio y preciso que tiene
la palabra y se restringe la acusa- |
ción entendiendo por
Iglesia a la "casta" sacerdotal y, más |
particularmente, a la
encumbrada en la jerarquía; pero a ésta |
se la acusa más porque
representa un poder paralelo a otros |
poderes y a veces
confundiéndose con ellos a través de la |
historia, que por la
referencia a la verdadera representación |
de un encargo divino. |
Lo que ocurre es que las
transformaciones de la sociedad |
actual provocan
situaciones críticas a todos los niveles y ellas |
10 (46) |
también afectan a la
Iglesia y a sus instituciones. También el |
sacerdocio cristiano
recibe el reto de esa conflictividad que |
imponen las circunstancias
y resulta que, entre los mismos |
creyentes, se produce una
turbación angustiosa cuando com- |
prueban que disminuyen las
"vocaciones" al sacerdocio y se |
han hecho frecuentes los
casos de secularización hasta consti- |
tuir un fenómeno
cualitativa y cuantitativamente relevante: |
porque no solamente el
número de abandonos, sino la calidad |
personal de los que se han
ido, crean dudas sobre la validez |
a ultranza de las formas
que perviven. |
Pero, bien mirado, que la
crisis afecte también a la Iglesia |
presente en este mundo que
reta a todos, quiere decir que |
no se cultiva, en su seno,
la placidez somnífera de las rutinas |
beatas que puedan ofrecer
descansado remanso para los que, |
huyendo de la
conflictividad mundana, puedan despreciar, |
honrados y protegidos, lo
que abandonan y miran de lejos… |
tal vez porque allí no
hubiera podido triunfar la codicia |
ansiosa de prestigios y
seguridades demasiado difíciles para |
conseguir y alcanzar con
el trabajo y el mérito de lo simple- |
mente secular y temporal. |
Por encima de los aciertos
y desaciertos que nos corres- |
pondan a los que
perseveramos y a los que se hayan ido |
—algunos no debieran de
haberse ido... lo cierto es que la |
lección que el fenómeno
impone no es para tristezas, sino |
para la esperanza.
Persiste en los secularizados un verdadero |
amor a Cristo y muchos
colaboran y quieren hacerlo todavía |
más en el apostolado y
ministerios de la Iglesia. Y en cuanto |
11 (47) |
a la inmensa mayoría de
los que siguen ejerciendo gozosa- |
mente su sacerdocio
sacramental, se hace patente algo más |
que la simple fidelidad, y
es el afán incesante por redescubrir |
en Cristo, lo que fue e
hizo y lo que haría y sería en este mun- |
do de hoy y en las
circunstancias que a cada uno le envuel- |
ven. De donde el ir
también ellos al mundo, buscando formas |
nuevas, que no son siempre
felices, pero que evidencian y |
conllevan, con el amor a
Jesús y a los hombres que tratan, el |
sufrimiento por querer
conciliar, por una parte, la presencia |
en las avanzadillas de la
evangelización y el testimonio cris- |
tiano, mezclándose con los
hombres allí donde ganan su pan, |
buscan su verdad y forjan
sus esperanzas y, por otra, con la |
pureza de esa
provisionalidad en la que se cobija el espacio |
para todo lo santo y puro
y bello que Dios tiene todavía |
por hacer en el mundo y
para los hombres, recapitulándolo |
en Cristo, que sigue
siendo el único sacerdote en todos los |
sacerdotes y a través de
todos ellos y, no solamente de ellos, |
sino de todos los que, por
la fe, se le aglutinan y hacen un |
cuerpo en su misterio. |
Otro sacerdocio no será
nunca una vuelta a la Sinagoga, |
a la que, con frecuencia,
nostálgicos de arqueologías y pom- |
pas amortizadas, han
querido algunos retroceder a la Iglesia. |
Cristo mismo no quiso
pertenecer a aquella casta sacerdotal. |
Otro sacerdocio no será la
espiritualidad oficializada be- |
névolamente y amparada y
utilizada por los imperios. El de |
Cristo no es un reino como
los de este mundo. |
Otro sacerdocio será el
mismo que fue en Cristo, aunque |
en otro tiempo y en otra
parte del mundo y para otros hom- |
bres, a los que Cristo se
vuelve a presentar y a repetir su |
Palabra. Lenguas, modos,
formas nuevas, pero el mismo men- |
saje. Un sacerdote de hoy
será un hombre como los demás, |
como el que sería en
Cristo, sólo que tiene un encargo de |
parte de Dios y hace por
cumplirlo: el Pan, la Palabra, el |
Perdón, el Amor y la Vida. |
12 (48) |
ANUNCIAR LA FE |
EN VIETNAM |
POR razones de espacio no
dábamos, |
el mes pasado, el texto
íntegro de |
la intervención de Mons.
Nguyen |
| Van Binh, archispo de
Ho-Chi-- |
Minh-Ville (ex Saigón),
sobre los proble- |
mas de la catequesis en un
país de estruc- |
tura comunista. No nos
resignamos a |
prescindir de las
reflexiones que hacía |
respecto a cuestiones
inevitables que era |
preciso proponerse: |
Desde nuestra distanciada
posición oc- |
cidental, nuestros
problemas inmediatos |
no parecen ser los mismos.
Cierto que |
desconocemos las
evoluciones sociales y |
políticas que tendremos
que vivir como |
cristianos, pero, sin
gastar la fantasía |
aventurando hipótesis
históricas futuri- |
bles, podemos descubrir
alguna analogía |
entre nuestra sociedad y
la estructurada |
manifiestamente según los
principios del |
materialismo marxista,
para que de algo |
nos puedan servir las
reflexiones del ar- |
zobispo vietnamita. Si
además volvemos |
la mirada a los primeros
tiempos y pri- |
meros pasos que dio la
Iglesia en el mun- |
do pagano donde inició su
expansión, |
partiendo de cero en
cuanto a proteccio- |
nes y amparos oficiales o
estructurales y |
mirada con recelo por los
más poderosos, |
no cuesta admitir que los
problemas y |
las dificultades de la
Iglesia vietnamita |
se parecen, salvando
distancia, a los de |
los primeros cristianos. |
En cuanto a nuestra
situación en el |
mundo occidental y más o
menos cristia- |
no, no hace falta que
forcemos la expec- |
tativa de un cambio
marxista para |
darnos cuenta, por lo que
se refiere al |
materialismo, de cómo éste
condiciona |
la mayor parte de
esperanzas y ocupa los |
pensamientos de los
hombres, por más |
que la llamada
"sociedad de consumo" He |
haya encargado de
dosificar el reparto |
ilusorio de
satisfacciones, pero como se- |
ñuelo, gratificación y
estímulo, para se- |
guir pendientes de las
nuevas inventadas |
e innecesarias necesidades
que mantienen |
y aumentan el ansia de
consumir...cosas |
materiales. También
nosotros somos ma- |
terialistas; también
nosotros, aunque des- |
de otro polo menos
monolítico, mas igual- |
mente engañoso, erigimos
en criterio |
rector y en fundamento y
explicación de |
los fenómenos que más
preocupan en |
nuestras relaciones y
nuestra conviven- |
cia, lo que principalmente
es valorable |
desde el punto de vista
económico y ma- |
terial. Capitalismo de
Estado y capitalis- |
mo prácticamente
oligárquico se llevan |
alguna diferencia en
cuanto a polos de |
absorción económica, pero
el sentido ab- |
sorbente es el mismo. Y
uno y otro hacen |
que el hombre imagine su
máximo grado |
de libertad y realización
si consigue as- |
cender hasta la cima o las
cimas desde |
donde asegurar el logro de
una buena |
posición material. La
escalada es el poder |
y el poder es el control
del dinero que, |
a fin de cuentas, impone
siempre las al- |
ternativas opcionales y
posibles, sin más |
límite que sus propios
intereses. |
13 (49) |
En un mondo preso en tales
preocupa- |
ciones y principios, un
Cristianismo que |
no consienta ser mutilado
o disminuido, |
tiene graves problemas
para hacerse en- |
tender. Una impregnación
cristiana acep- |
tada sin restricción,
podría convertir en |
benéfico para todos el
capitalismo mono- |
lítico, poniendo espíritu
a la igualación |
que pretende, y lo mismo,
podría también |
convertir en función
social la detentación |
minoritaria de las
riquezas y de los bie- |
nes materiales, haciendo
de los patronos |
los grandes promotores del
bienestar co- |
mún. Todo esto desde el
planteamiento |
teórico. |
La Iglesia no puede ser
partidaria de |
fórmulas prácticas
concretas de la orga- |
nización económica o
política que los |
hombres elijan para sí
mismos. Pero |
debe ser anunciadora del
Evangelio, en- |
tero, y denunciadora de
toda injusticia. |
Y aquí comienza toda su
problemática: |
tanto frente a los que
quieran absorber- |
las para
instrumentalizarla en beneficio |
de su respectiva ideología
o intereses, |
como frente a los que no
le quieren con- |
sentir la proposición de
un verdad que |
no puede, ni ella misma,
recortar. |
Tanto como ilustración de
los proble- |
mas de la evangelización
en una sociedad |
marxista, como de los que
surgen ante |
cualquier prevención
materialista, del |
signo que sea, nos parece
que puede ser |
interesante cuando dijo el
arzobispo de |
Saigón, y que, como
complemento de lo |
anticipado en el número
anterior de es- |
te Boletín, reproducimos A
continuación |
en sus párrafos más
importantes. |
CUESTIONES |
ESENCIALES |
En la actualidad, en
Vietnam, nuestros fieles, lo mismo |
que los responsables de la
pastoral, no están todavía pre- |
parados para vivir en una
sociedad marxista. Pero el Espí- |
ritu Santo continúa
actuando y nosotros, por nuestra par- |
te, hemos de colaborar con
él. |
He aquí los problemas que
plantea la enseñanza del |
catecismo, formulados en
las cuestiones siguientes: |
1. ¿Quién me escucha? |
2. ¿Qué he de decir? |
3. ¿Qué me he de proponer? |
4 ¿Cómo me he de expresar? |
En primer lugar, los que
me escuchan son miembros de |
la sociedad
marxista-leninista: en ella han nacido y creci- |
do; han sido iniciados en
la doctrina marxista-leninista |
desde el jardín de
infancia. En nuestra República socialis- |
ta todas las escuelas son
administradas por el Estado y, el |
conjunto de los programas
de educación, apuntan a for- |
mar hombres para el
socialismo. Lo cual nos lleva a la |
segunda cuestión. |
LO QUE HAY |
QUE DECIR |
¿Qué he de decir? La
respuesta viene determinada por |
dos elementos: por una
parte, lo que yo he de decir y, |
por otra, lo que el otro
espera. |
14 (50) |
Yo he de decir el
Evangelio del reino de los cielos: Dios, |
el universo y el hombre en
la economía de la redención. Y |
debo decirlo todo, sin
suprimir nada. |
Pero además, para alcanzar
mi cometido, he de tener |
en cuenta lo que espera el
otro, lo que quiere oír. Lo cual |
quiere decir que el
contenido de mis enseñanzas ha de |
tener en cuenta las
interrogaciones, las inquietudes de los |
jóvenes de mañana. Pues
así, y solamente así, podré hacer |
algo para superar estas
dificultades y avanzar un poco |
más. En el medio marxista,
los jóvenes permanecen per- |
plejos ante la condición
humana, ante la cuestión de la |
presencia de Dios en el
universo y en la propia existencia: |
esta presencia ¿es causa
de conflicto?, ¿es un obstáculo |
para el progreso de la
humanidad? Cristo y la salvación, |
el Espíritu Santo y la
Iglesia ¿añaden algo a la fe, a la |
esperanza de los
marxistas? La esperanza escatológica |
cristiana ¿se inhibe y es
negligente frente a la esperanza |
marxista? O por el
contrario ¿la supera y en qué medida? |
Todas estas cuestiones
exigen que se atienda a algunos |
rasgos del contenido
catequético para poder dar satisfac- |
ción a mis oyentes sin,
con ello, alterar ni falsear la |
Palabra de Dios con el
intento de halagarlos. |
QUE SE HA |
DE PROPONER |
En cuanto al objetivo que
debo proponerme no puede |
ser otro que el ayudar a
mis oyentes a comprender y a |
vivir su fe en este medio
marxista. Es lo mismo que si |
dijera que es preciso
introducirlos en una visión de fe en |
la cual ellos pueden
situar a Dios, al universo y al hom- |
bre. No me puede bastar o
no debo intentar aclarar las |
objeciones y dificultades
pasajeras, sino que debo ayudar |
a los jóvenes a que ellos
mismos se enfrenten a los pro- |
blemas nuevos que
surgirán. Por esta razón no me puede |
ser permitido ocultar las
diferencias existentes entre mar- |
xismo y cristianismo. Por
el contrario, he de hacerles una |
exposición leal, aunque no
atrincherando las razones en la |
oposición, sino por medio
de una actitud de apertura y de |
diálogo. Ya convencidos,
tendré que acostumbrar a los jó- |
venes a vivir y a dialogar
con los marxistas. Creemos que |
es preciso iniciar el
diálogo y que, por ello mismo, es |
necesario formar una
generación nueva que sea capaz de |
establecerlo con los
marxistas. Si bien, el punto decisivo |
para todo este
planteamiento es el siguiente. |
15 (51) |
Todas las semanas en |
vida nueva |
―Una completa
información de la Iglesia |
en España y en el mundo |
―Un estudio del
problema de mayor ac- |
tualidad ―Una visión
cristiana del mundo político, |
social, cultural y
artístico |
vida |
nueva |
Revista semanal de |
información general |
y religiosa |
P.P.C. - E. Jardiel
Poncela, 4 |
Apartado 19.049 - Madrid
(16) |
16 (52) |
COMO |
EXPRESARSE |
Lo decisivo es saber cómo
he de expresarme. Es indispen- |
sable que, para que mis
oyentes puedan comprenderme, |
debo utilizar su mismo
lenguaje. Por lo demás, se trata |
de una exigencia que Dios
también ha respetado en rela- |
ción con el hombre:
tenemos el ejemplo de los profetas y, |
finalmente, sabemos que
nos habló por medio de su Hijo |
amado. Podemos decir: «La
Palabra se ha encarnado y |
ha vivido entre nosotros».
No puede sorprendernos que |
los jóvenes que han nacido
y crecido en el ambiente mar- |
xista por fuerza hablarán
un lenguaje marxista. La posi- |
ción de san Pablo de «ser
judío con los judíos y griego |
con los griegos», ¿puede
ser aplicada a los cristianos que |
viven en un ambiente
marxista? |
Pero es verdad que
presentar, hoy en día, la fe católica |
valiéndonos del lenguaje
marxista no significa, en modo |
alguno, "marxistizar
el cristianismo. Pues tampoco fue. |
"aristotelizada"
o "existencializada" la fe católica cuando, |
anteriormente, ha sido
presentada mediante la utilización |
del lenguaje aristotélico
o existencialista, si se nos permite |
hablar de este modo.
Porque Dios que había hablado a |
Israel no aceptó ser
identificado con divinidad otra alguna, |
y tampoco Jesús consintió
ser confundido con ninguna de |
Las imágenes que los
judíos de su tiempo se hacían del |
Mesías. |
CONCLUSIÓN |
Estos son nuestros
problemas fundamentales. Aunque |
nos queda el tener que dar
respuesta a cuestiones todavía |
más concretas, como:
¿Quién hará la catequesis? ¿Dónde |
y cuándo y cómo hacerla?
Es preciso no olvidar que, en |
adelante, todas las
actividades de carácter religioso ha- |
brán de llevarse a cabo en
el recinto del templo y, en todo |
lo demás, la prioridad se
concede al trabajo y a la pro- |
ducción. Para terminar,
permitidme, queridos hermanos en el |
episcopado, que os pida la
ayuda iluminada de aquellos |
entre vosotros que tengan
experiencia sobre estos proble- |
mas y, principalmente, la
de aquellos que sean competen- |
tes en la utilización del
lenguaje marxista. Gracias. |
VIERNES SANTO |
Vía-crucis |
8 de la mañana |
17 (53) |
La Verdad |
¿Qué es la verdad? |
La soledad del hombre |
y su secreto espanto: |
sólo, quizá, este hombre, |
tu escondrijo. |
El poder sentencia |
a un reo atado de manos. |
Lejos, en la noche de
afuera, |
oímos cómo cantan gallos. |
Se extiende rumor de
matracas, |
las luces se apagan. |
¿Qué es la verdad? |
Vidrio lanzado, hecho
añicos, |
por los cuatro vientos de
la ciudad, |
trozos de fango
pisoteados, |
un último grito de
ahogado, |
crueles vestigios de
cepillo, |
sangre en pieles finas de
caballo, |
limpias agujas de cristal |
en dedos pringosos de
bribón, |
sutiles reflejos de espejo |
en el grosor del hierro
del azadón |
que cava fosas en malos
huertos |
donde son colgados los
dados de los muertos, |
itinerante acecho de los
lagos, |
dolor, vacío, pecado,
espanto: |
el hombre que tengo ante
mí. |
Salvador Espriu |
18 (54) |
El miedo, |
el amor |
y la muerte |
UN las clases inferiores,
en las formas de religión que han equi- |
vocado su verdadero centro
y han perdido el equilibrio de la |
verdad; en los deísmos
fríos que secuestran a Dios entre rígidos |
e inexorables mecanismos
de la naturaleza, el miedo a lo alto |
es todavía posible; pero a
la luz de Cristo el miedo no puede |
abrirse camino en el alma.
El mismo infierno (contra el cual |
se alzan algunos
cristianos modernos, desde Péguy a Berdieff) |
cambia de sentido y de
proporciones en labios de un Maestro-- |
Juez que ha querido
afrontar voluntariamente el infierno desde |
la cruz para que nadie se
pierda, si él mismo no quiere perderse |
como "el hijo de la
perdición". |
No se puede negar que el
terror es el mayor enemigo del |
hombre: pero ha sido
vencido, en la muerte, por Cristo. Expe- |
riencias cotidianas,
próximas y remotas, aseguran que esta afir- |
mación no es pura
retórica. Berdieff ha dicho: «El amor es la |
principal arma espiritual
contra la muerte. Estos dos antípodas, |
el amor y la muerte, son
inseparables. Es precisamente al acer- |
carse la muerte cuando el
amor se manifiesta con mayor fuerza. |
El amor no puede ser
vencido por la muerte... Cristo ha vencido |
la muerte porque era la
encarnación del amor divino universal.» |
De donde, la presencia de
Cristo cambia todo elemento negativo |
en piedra de construcción.
Y, aunque permanezca la tragedia, |
ya no causa terror, porque
el dolor cesa de ser inhumano, ab- |
surdo, inútil. El mismo
san Pablo nos describe su experiencia |
viva, en una existencia
llena de amenazas endurecidas: «peli- |
gros en las ciudades,
peligros en la soledad, peligros en el mar, |
peligros en los falsos
hermanos... » Peligros en su mismo ser; |
pero no es el miedo el que
lo invade, sino la certeza de una |
omnipotencia que lo
compenetra a través de su misma impoten- |
cia. Una sola palabra
sostiene al gigante de la humanidad: «te |
es suficiente mi gracia». |
El miedo invade desde las
cátedras a los hormigueros |
humanos, pero no alcanza
la orilla de las zonas que viven en la |
luz, o, por lo menos, a la
sombra de Cristo. |
Card. Giulio Bevilacqua,
C.O. |
19 (55) |
TRIDUO PASCUAL |
JUEVES SANTO |
Tarde, a las 8, MISA DE LA
CENA |
DEL SEÑOR. - Podrá
visitarse el |
Santísimo Sacramento sólo
hasta |
medianoche de este día. |
VIERNES SANTO |
Mañana, a las 8,
VIA-CRUCIS por |
el Parque. |
Tarde, a las 8,
CELEBRACIÓN DE |
LA PASIÓN DEL SEÑOR. |
VIGILIA PASCUAL |
A las ll de la noche del
sábado. La |
celebración pascual se
completa |
participando en la
liturgia del |
DOMINGO. |
LAUS |
Director: Ramón Mas
Cassanelles - Edita e imprime: Congregación del Oratorio |
Placeta de S. Felipe Neri,
1 - Apartado 182 - Albacete - D. LAB 103/62 - 20.3.78 |
20 (56) |
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