Publicación
mensual del Oratorio. |
Núm. 158. ABRIL. Año 1978 |
SUMARIO |
ALABAR a Dios por sus
obras y, en especial, por la |
Resurrección de Cristo, su
Hijo, nuestro hermano, |
hombre, además, como
nosotros... ¡Qué bien que |
sea en primavera, cuando
hasta los árboles vuelven |
a levantar las ramas, como
brazos en alto, para aplaudir |
a Dios, en nombre de toda
la creación! |
EL COSMOS ES SU SANTUARIO |
VIDA Y FE, MUERTE Y AMOR |
OXFORD |
TEILHARD DE CHARDIN |
SEPULCROS Y CAMINOS |
LA FORMACIÓN MORAL EN
ESPAÑA |
EL MATRIMONIO CIVIL |
1 (57) |
Tiempo de oración: |
EL COSMOS ES SU SANTUARIO. |
SALMO 150 |
Alabad al Señor en el
cosmos |
Su santuario |
de un radio de 100.000
millones de años luz |
Alabadle por las estrellas |
y los espacios
inter-estelares |
alabadle por las galaxias |
y los espacios
inter-galáxicos |
alabadle por los átomos |
y los vacíos
inter-atómicos |
Alabadle con el violín y
la flauta |
y con el saxofón |
alabadle con los clarines
y el corno |
con cornetas y trombones |
con cornetines y trompetas |
alabadle con violas y
violoncelos |
con pianos y pianolas |
alabadle con blues y jazz |
y con orquestas sinfónicas |
con los espirituales de
los negros |
y la 50 de Beethoven |
con guitarras y marimbas |
alabadle con toca-discos |
y cintas magnetofónicas. |
Ernesto Cardenal |
2 (58) |
Vida y fe, |
muerte y amor |
COMO la primavera es el
triunfo de la semilla que aceptó la humilla- |
ción do caer en el surco
cálido de humedades fecundantes, y que |
ahora triunfa en flor de
esperanza de cosecha sobre los campos, |
que ya no olvidan de la
tristeza de los fríos, de la dureza de los |
hielos y del azote de los
vientos invernales, así la Resurrección de |
Cristo es, para los
creyentes, la victoria sobre los temores y el miedo de |
la muerte. La muerte ha
sido derrotada, proclama san Pablo, y, sobre ella, |
Cristo es el gran
triunfador y nos asocia a su suerte. |
Su triunfo en nuestra
esperanza, sin posible decepción. Como la prima- |
vera hermosea su promesa
tendiendo sobre los campos la alfombro verde |
del trigo que nace para
que sobre ellos camine el sol y encienda en las |
orillas las llamas de las
flores en flecos do luz que se posa sobre aliagas y |
retamas, hasta que la
tierra se convierta en pan, en el ofertorio de la co- |
secha dorada, en la
plenitud de la vuelta a la vida que Dios bendice y el |
hombre recoge. |
Llamamos muerte a las
pausas de la vida, mientras cunde el escalofrío |
de la duda sobre los
campos enjutos y helados. Pero la muerte, la verda- |
dera muerte, no existe. No
hay término, sino balanceo de pausa y cambio |
A lo mejor. El que es
Autor de la vida, no quita la vida, sino que la trans- |
forma en más pura. La
liturgia lo canta en la Eucaristía cuando recuerda |
a los hermanos «que han
pasado al Padre», cuando dice que «con la muerte, |
la vida no se suprime,
sino quo se transforma». Y los fieles, cada vez que |
volvemos la mirada a la
Pascua, mientras el Resucitado aparecido en |
los caminos de la vida,
unimos el pensamiento puesto en 61 al de todos |
los que la fe mostró a
Cristo o hizo hermanos nuestros, compartiendo |
esperanzas. |
3 (59) |
No caminamos solos, ni nos
acompañan solamente los que todavía tie- |
nen manos para tendernos y
ojos para mirar con nosotros los horizontes |
abiertos de la andadura.
En el silencio interior de la esperanza creciente |
como luz de mañana sin
nubes, nos sabemos y nos sentimos transparentes |
para todos los que hemos
amado, y el silencio del alma y de los sentidos no |
es ayuno de consuelos
reprimidos, sino fidelidad de un amor purificado y |
pudor de valentía que nos
hace fuertes para seguir andando y reconocer |
―no en un
"vía-crucis", sino en un "vía-lucis"― en todos los
hombres la se- |
mejanza, y por todos los
caminos las huellas de Cristo. |
Y no vamos a la muerte,
aino que caminamos en la vida y hacia la vida. |
Y por esto vale la pena
seguir estando aquí: nos queda por hacer, hermo- |
samente, todo lo que
Cristo no terminó todo lo que no lograron acabar |
los santos y el esfuerzo
de cuantos nos han precedido en el mismo signo |
de la fe. |
Caminar en la vida es
preparar el Reino de Dios. El Reino de Dios es el |
trabajo para el triunfo
del amor. Nada importan los remolinos ventoleros |
que, a rachas, levanten
fugaces nubes de polvo. Siguen abriéndose las flores, |
porque ni la misma
naturaleza se resigna n darnos, sin hermosura, lo que |
necesitamos para vivir.
Pero la gran hermosura de la vida, es que se puedan |
vencer los miedos y que la
verdad es pura porque es posible, porque es |
necesario el amor. Es, el
amor, lo único que no puede morir, porque triunfa |
siempre sobre la muerte,
porque es más fuerte que la muerte. |
La fe es, sin duda, simple
como la vida, |
pero está estructurada
como un organismo |
vivo. La transmisión de la
fe a través de |
la vida y del testimonio
ha de ir acom- |
pañada, poco o mucho,
tarde o temprano, |
de palabra, de
expresiones, de formulacio- |
nes. Estas son la materia
de un catecismo. |
P. Ll. FONT |
4 (60) |
NEWMAN: |
OXFORD |
UN SIGLO atrás, por los
tiem- |
pos de Newman, la
proverbial |
claridad ateniense de
Oxford |
resplandecía en la
pulcritud de los |
muros de sus colegios
universita- |
rios y reverberaba
nítidamente en |
la tersura inmancillada de
sus rec- |
tángulos verdes que
solamente the |
graduates podían pisar. En
la ac- |
tualidad, Oxford, para
recuperar el |
aspecto de otros tiempos,
necesita- |
ría que le suprimieran el
zumbido |
de los autobuses que la
transitan, |
que se redujera el
bullicio de sus |
calles y, sobre todo, que
lavaran la |
epidermis de sus piedras
venera- |
bles, como se está
haciendo con los |
edificios monumentales de
París, y |
le arrancaran esa pátina
oscura que |
se le ha incrustado, en
los últimos |
decenios, como lava menuda
caída |
de las chimeneas
asediantes, con |
que la profana el contiguo
barrio |
industrial de Cowley. |
Cambridge, su rival, ha
tenido |
mejor suerte: lo mismo que
Oxford |
ha sufrido el excesivo
crecimiento |
de su población
estudiantil, y ha |
sido asaltada, también por
la inva- |
sión turista, hasta perder
buena |
parte de su antigua
sacralidad, |
cuando era más difícil
disociar lo |
científico de lo
religioso, y Oxford |
y Cambridge eran más como
una |
universidad con algo de
seminario, |
o un seminario con mucho
de uni- |
versidad... Pero
Cambridge, a dife- |
rencia de Oxford, aún se
mantiene |
limpia, tersa, blanca, con
sus cole- |
gios y torres que emergen
como |
lirios de piedra en medio
del verde |
impoluto de los campos, en
un am- |
biente que, sin que pueda
llamarse |
claustral, es más recogido
y más |
silencioso que el de
Oxford. De |
todos modos, de Oxford y
de Cam- |
bridge, siguen diciendo
los ingleses, |
aún en nuestros días, que
es allí, |
en sus aulas clásicas y en
sus ver- |
des patios, y no en las
cancillerías |
ni en las trincheras,
donde el Reino |
Unido se apunta sus
triunfos en |
diplomacia y sus victorias
en las |
batallas del mundo. No
faltará a |
quien parezca enfática o
anacróni- |
ca tal expresión, pero es
indudable |
5 (61) |
que las dos ciudades
siguen siendo |
los polos culturales de
Inglaterra y |
su forja de hombres
verdaderamen- |
te universitarios.
Representan todo |
un estilo cultural,
humanístico, pa- |
triótico e incluso
religioso, dentro |
del Anglicanismo, que es
difícil ex- |
plicar porque se contiene
en algo |
tan diluido y tan real
como el am- |
biente y la tradición. |
Y Oxford fue la patria
intelec- |
tual de Newman, su
Universidad. |
Allí sería moldeado,
humanizado y |
hasta dulcificado:
entraría adoles- |
cente y se haría hombre,
en el co- |
razón y en las ideas;
aprendería a |
administrar sus fuerzas, a
canalizar |
ardores, y su amor a la
verdad le |
conquistaría una serenidad
y una |
valentía singular hasta
elevarle a un |
maravilloso señorío de
inteligencia. |
Existen en el mismo |
Oxford tres lugares, sobre |
todo, que son testigos
per- |
manentes de su paso: el |
Trinity College, el Oriel
y |
la Saint Mary the Virgin's |
Church, la iglesia de la |
Universidad. Y más allá, |
como un Belén de humil- |
dad, posterior a la
Jerusalén |
oxoniana, está Littlemore, |
relicario de la conversión |
formal de Newman al Ca- |
tolicismo, en 1845,
veinti- |
siete años después de su |
llegada a Oxford. |
Su ingreso en el Trinity |
College tuvo lugar en
1818, |
y comenzó estudiando Le- |
yes por complacer a su |
padre; pero pronto pudo
apercibir- |
se que no era este su
camino, y |
vino a confirmarlo el mal
resultado |
de unos exámenes, en los
que, por |
otra parte, sin dejar de
admitir la |
derrota, reconoce que no
fue sin |
batirse bien: |
«Cuando muere un hombre en
el |
campo de batalla, después
de haber |
puesto en evidencia su
valor, se le |
honra como a un héroe; ¿no
ha de |
caber la misma gloria al
que sucumbe |
sobre el campo de batalla
de una pelea |
literaria?» (1) |
Otras expresiones
podríamos aña- |
dir a éstas, en las que
reacciona, |
idealizando sus impulsos o
sus im- |
presiones, el alma
adolescente de |
Newman. Más tarde, él
mismo, en |
(1) Autobiographial
Writings, cap. I. |
|
6 (62) |
una novela suya(1),
describirá este |
estado de ánimo. Se
refiere a su hé- |
roe que identifica,
evidentemente, |
consigo mismo,
reproduciendo sus |
recuerdos de veinte años
atrás: |
«Cuando él llegó a Oxford
experi- |
mentó un entusiasmo tan
simple y |
cálido casi como si
hubiese sido un |
chiquillo. Veneraba
incluso los vesti- |
dos y terciopelo del Pro
(2); más aún, |
el tricornio que precedía
al predica- |
dor tenía derecho a su
atención de- |
ferente. Sin ser él mismo
un poeta, |
estaba en la edad de la
poesía, en la |
dulce primavera, cuando el
tiempo |
es más hermoso que nunca,
precisa- |
mente porque es nuevo. La
novedad |
era una suerte de belleza
para un |
corazón tan abierto y
alegre como |
el suyo; no solamente
porque era una |
novedad, y ello ya
constituía un en- |
canto especial, sino
porque, cuando |
nosotros vemos las cosas
por primera |
vez, las contemplamos en
medio de |
una alegre confusión, que
constituye |
el principal elemento de
la poesía. Al |
paso y a medida que
transcurre el |
tiempo, que mentamos,
clasificamos |
y nombramos las cosas y
que estable- |
cemos opiniones, avanzamos
hacia la |
filosofía y la verdad,
pero nos aleja- |
mos de la poesía». |
La inquietud religiosa
invadía su |
espíritu, y se sintió
llamado a darle |
cauce, primero en el campo
de las |
ideas y en seguida en la
consagra- |
ción de la vida. En 1820
conquista |
el bachelor of arts,
primer grado |
universitario, y en 1822
es nombra- |
do fellow (3) del Oriel
College, con |
lo cual y a pesar de su
juventud, |
salía de la obscuridad y
se le abría |
la perspectiva de la
carrera teoló- |
gica. |
Era el 12 de abril, el día
que tuvo |
lugar este nombramiento,
cuando |
un emisario del provost
(4) entró en |
la habitación de John
Henry New- |
man para anunciarle su
éxito y |
consiguiente elección para
el Oriel. |
Sorprendió a Newman
tocando el |
violín. Sin interrumpir la
ejecución |
de la pieza que
interpretaba, con- |
testo sencillamente very
well al des- |
concertado emisario, que
se hizo |
cruces de tanta
indiferencia; pero |
apenas desapareció éste,
Newman, |
incapaz de contener por un
mo- |
mento más su grandísimo e
intimo |
gozo, abandonó en el mismo
suelo |
arco y violín, y más bien
saltando |
que bajando por la
escalera, echó a |
correr alborozado por la
calle hasta |
el Oriel College, donde le
espera- |
ban el provost y los
fellows para |
recibirle y felicitarle,
evidentemen- |
te complacidos. |
Mientras esto ocurría,
comenza- |
ron a doblar las campanas,
festi- |
vamente, para anunciar a
la Uni- |
versidad que John Henry
Newman |
acababa de ser elegido
fellow del |
Oriel. |
(1) Loss and gain,
publicada en 1849. |
(2) Abreviación usual
entre los estudiantes, para |
designer al proctor,
encargado de la disciplina |
extracolegial de la
Universidad. |
(2) Cargo universitario,
susceptible de diferentes |
funciones disciplinares o
docentes. En tiempo |
de Newman incluía las
órdenes anglicanas y el |
celibato, |
(4) Del Iatín praepositus:
en la Universidad, el en- |
cargado de la dirección de
un Colegio. |
7 (63) |
Todas las semanas en |
vida nueva |
―Una completa
información de la Iglesia |
en España y en el mundo |
―Un estudio del
problema de mayor ac- |
tualidad ―Una visión
cristiana del mundo político, |
social, cultural y
artístico |
vida |
nueva |
Revista semanal de |
información general |
y religiosa |
P.P.C. - E. Jardiel
Poncela, 4 |
Apartado 19.049 - Madrid
(16) |
8 (64) |
TEILHARD DE CHARDIN |
EN EL LIMITE DE DOS
CUESTIONES |
A RESOLVER EN ESTE SIGLO: |
• SOCIALIZACIÓN Y
PERSONALIDAD, |
• MARXISMO Y PSEUDO-DIOS |
Ha llegado la hora de
reaccionar contra un prejuicio ―sobre |
todo imaginativo―
hondamente enraizado en nuestros espíri- |
tus: el que nos inclina a
oponer entre sí como contradictorios, |
pluralidad y unidad,
individualidad y colectividad. |
En todos los campos
experimentales, la unión verdadera ―es |
decir, la síntesis―
no confunde, sino que distingue y diferen- |
cia... Entre elementos
humanos, por el hecho de la aparición |
del pensamiento, se
constituye un medio especial y nuevo, en |
el seno del cual los
individuos adquieren la facultad de asociar- |
se y de reaccionar entre
sí, no ya principalmente por la con- |
servación y prolongación
colectivas de la especie, sino para |
el perfeccionamiento de
una conciencia común. En semejante |
medio, la diferenciación
procedente de la unión puede actuar |
sobre lo que cada elemento
lleva en sí de más particular, de |
más incomunicable:
personalidad. La socialización, cuya hora |
parece haber sonado para
la humanidad, no significa en modo |
alguno para la tierra el
fin, sino más bien el comienzo de la |
Era de la Persona. |
Por todas las
conversaciones que he podido sostener a lo largo |
de mi vida con
intelectuales comunistas, tengo la impresión de |
que el ateísmo marxista no
es absoluto, sino que rechaza tan |
sólo una forma de Dios,
"tipo extrínseco", rechaza a un Dios |
"ex machina",
cuya existencia rebajaría la dignidad del Univer- |
so, y distendería los
resortes del esfuerzo humano: un "Pseudo-- |
Dios", en definitiva,
que nadie desea (empezando por los cris- |
tianos) en el día de hoy. |
9 (65) |
Sepulcros |
y caminos |
NO HA HABIDO santos
extáticos. Los santos han |
sido todos caminantes.
Ningún santo ha pensado |
que tuviera un bien que
guardar, sino una obra |
que realizar. No se han
ocultado del mundo, sino |
que han ido al mundo.
Cuando han mirado a Cristo |
no se han sentido
excluidos de la tierra, sino mandados a re- |
petir el anuncio de su
Evangelio a todos los hombres, en todas |
partes. |
Por falta de apertura y de
sentido de universalidad los judí- |
os contemporáneos a
Cristo, no supieron comprenderle y no |
quisieron aceptarle.
Encerrados en la convicción de privilegia- |
dos de Dios, no pudieron
descubrir su vocación de levadura de |
su Reino: de fermento que
penetra, de sal que se disuelve, de |
luz que se difunde, de
agua viva que se derrama, de árbol que |
crece multiplicado en
ramas para cobijo de todos los hombres. |
Los mismos discípulos del
Señor, en la primera búsqueda |
del Maestro derrotado en
el fracaso del Calvario, ciertamente |
amantes de Cristo, pero
débiles todavía en la fe, van al sepul- |
10 (66) |
cro a llorar al Señor
perdido, pero allí no encuentran entre |
los muertos al que reina
entre los vivos. Será lejos de la som- |
bra de la muerte, será en
la claridad de los amaneceres de |
Galilea o entre los
destellos de la luz al jugar con las crestas |
de las aguas agitadas del
lago, cuando volverán a verle, como |
un sol de esperanzas
inauditas. |
Por esto, después de
ellos, nosotros no podemos buscar el |
fundamento de la fe en el
recuerdo de su muerte, sino hacien- |
do memoria de su vida. San
Pedro, al inaugurar la predicación |
de la Iglesia naciente,
dirá: «Nosotros hemos convivido con él |
y anunciamos su vuelta a
la vida». Creer es volver a la vida, |
es resucitar. |
No somos, los cristianos,
guardadores de sepulcros, ni cus- |
todios de ningún muerto,
ni siquiera depositarios de ningún |
tesoro espiritual... No
poseemos nada que se pueda encerrar, |
ni caudal alguno que no se
corrompa si se quiere detener: no |
tenemos el misterio de lo
oculto, sino la fuerza de la trascen- |
dencia. |
11 (67) |
No son los sepulcros de la
muerte, sino los caminos de la |
vida; no somos estáticos,
sino peregrinos. No podemos buscar |
entre los muertos al que
reina entre los vivos, porque es Dios |
de vivos y no de muertos,
porque no es el Dios del regreso y |
de la represión, sino el
Creador del progreso y el Señor de la |
resurrección. No podemos
encontrarle en la oscuridad trágica |
de las tumbas, porque los
sellos de las tumbas ya se han roto |
y se nos hace encontradizo
en la claridad del horizonte que |
descubre el caminante. No
es la noche de las dudas, de los |
miedos, de los pecados, de
las traiciones, sino el amanecer de |
la gracia, de la
esperanza, del perdón: es un mundo nuevo, |
sorprendente, que ningún
corazón viejo podrá jamás com- |
prender, porque no caben
las nostalgias de los paraísos perdi- |
dos, ni de glorias
malogradas, ni sirven de nada la paciencia |
del avariento o el cálculo
del ambicioso, ni el llegar oportuno |
del astuto y aprovechado,
ni valen las cuidadas estrategias |
de las apariencias para
salvar prestigios... cuando Cristo sale |
al encuentro de los
limpios de corazón por los caminos de |
la vida. |
Es también ahí donde está
la Iglesia, donde los hombres |
se apiñan, ardiente el
corazón porque entienden la voz de |
Cristo, cuando Cristo les
dice que anden todavía hasta más |
lejos, hasta la Galilea de
los gentiles y que allí, donde conflu- |
yen judíos y extraños, se
les volverá a aparecer. |
La Iglesia, la figura de
la Iglesia, no es el ángel blanco sen- |
tado al borde del
sepulcro, aunque anuncie a Cristo resucita- |
do. La figura de la
Iglesia que se inicia está en el grupo de las |
mujeres que encuentran a
Cristo en el camino, y en el grupo |
de discípulos que luego,
en otras partes —y nunca solos― |
vuelven a ver al Señor
resucitado. |
Y fue a partir de estos
encuentros que se aventaron las |
cenizas del rescoldo de la
fe de su corazón limpio de amigos |
del Señor, y se hicieron
llama que recorrería todos los cami- |
nos del mundo. |
12 (68) |
documento: |
LA FORMACIÓN |
MORAL |
EN ESPAÑA |
DE 1939 A 1975 |
En los medios
intelectuales españoles es bien conocida la figura del Doc- |
tor Manuel Benzo Mestre y
algunas generaciones de universitarios se han |
beneficiado de sus
lecciones, por otra parte bien sintetizadas en dos manuales |
―"Teología"
el primero, "Moral" el segundo― publicados por
"Ediciones |
Cristiandad" y
destinados a ellos. Pero además su pluma ha acudido con opor- |
tunidad a las columnas de
los periódicos para dilucidar cuestiones actuales |
clarificando conceptos,
con seguridad de doctrina, comprensión de la realidad |
y agudeza aperturista. El
texto que reproducimos a continuación es un frag- |
mento de un trabajo que,
con el título con que encabezamos estas líneas, ha |
sido publicado en la
Revista Internacional de Teología "CONCILIUM", de |
Diciembre de 1977 (núm.
130). |
INFLUENCIA SOCIAL |
DE LA IGLESIA |
EN ESPANA |
Este breve estudio intenta
sintetizar lo que ha sido la |
formación moral
predominante en la España de 1939 a |
1975. Pero conviene
señalar desde el principio que cual- |
quier situación histórica
depende de antecedentes que la |
explican, al menos en
parte; y no se mantiene homogénea |
a través de treinta y seis
años. A grandes trazos, los ante- |
cedentes de este período,
en el aspecto que aquí nos impor- |
ta, pueden resumirse así:
desde la Alta Edad Media, la |
Iglesia ha tenido en
España una enorme y continua in- |
fluencia social,
apareciendo, como institución, estrecha- |
13 (69) |
mente vinculada a las
clases dominantes, aunque parle |
del clero rural y algunas
órdenes religiosas hayan dado |
ejemplos admirables de
identificación con los humildes. |
EL "CATOLICISMO |
SOCIAL" |
Esta influencia de la
Iglesia no fue disminuida por la |
revolución liberal, que en
nuestro país sólo tuvo brotes |
limitados y esporádicos.
Desde esa situación, la Iglesia |
española ha de enfrentarse
con la revolución industrial, |
que en nuestro país se
produce más tarde que en la mayor |
parle de Europa, es decir,
a finales del siglo XIX. Su reac- |
ción más general es la
incomprensión: su actividad pasto- |
ral sigue dedicada
exclusivamente al mundo rural y al |
de las clases media y
alta, ignorando el nacimiento del |
proletariado. A principios
de siglo surge el primer intento |
de "catolicismo
social", inspirado en las enseñanzas pont- |
ificias de la época, y
protagonizado principalmente, desde |
perspectivas que hoy
consideramos muy conservadoras, |
por la Asociación Católica
de Propagandistas, fundada |
en 1908, y cuyo primer
presidente fue el entonces abogado |
y periodista seglar, y
luego sacerdote, obispo y cardenal, |
Angel Herrera. Pero el
intento de evangelizar el mundo |
obrero "desde
dentro" sólo surgirá hacia 1945 con la fun- |
dación de los movimientos
de la Acción Católica obrera, |
que serían truncados, en
plena vitalidad, en 1966, por los |
obispos españoles de
entonces, temerosos de los incipientes |
roces con los gobiernos de
Franco. Algo más tarde se |
inician las limitadas
experiencias de parroquias espe- |
cíficamente orientadas a
los barrios proletarios y de los |
sacerdotes obreros. |
EL ANTI-CLERICALISMO |
Esta secular vinculación
de la Iglesia a las clases |
dominantes ha engendrado
en el pueblo español un hondo |
resentimiento anticlerical
que se manifiesta desde muy |
antiguo en cuentos,
refranes y canciones populares, com- |
patible, por otra parte,
con una sincera fe católica. Sólo |
desde finales del siglo
pasado, los partidos liberales y |
obreros utilizarán
sistemáticamente ese anticlericalismo |
latente como fuerza
política, dándole ya un claro sentido |
antirreligioso. |
ERROR POLITICO |
DE LA II REPUBLICA |
La llegada de la Segunda
República en 1931 fue reci- |
bida, en general, con
repugnancia por el alto clero y con |
simpatía por buena parte
del clero modesto. Pero los |
republicanos cometieron el
grave error político de no apo- |
14 (70) |
yar esa simpatía, atacando
indiscriminadamente toda |
manifestación religiosa:
la masiva quema de iglesias y |
conventos un mes después
de la proclamación de la |
República, la prohibición
de la actividad docente a los |
religiosos, la supresión
del presupuesto de culto y clero, |
la disolución de los
jesuitas, la expulsión del conservador |
primado cardenal Segura,
el establecimiento del divorcio… |
produjeron una amplia
reacción religiosa rápidamente |
capitalizada por los
partidos políticos de derecha. Junto |
con este enfrentamiento
con el sentimiento religioso, vivo |
en muchos españoles, los
republicanos trataron de limitar, |
sin suficiente fuerza para
ello, los privilegios del gran |
capital y algunos
intereses de las fuerzas armadas. Ello, |
unido a la incapacidad del
régimen para mantener el |
orden público, provocó la
guerra civil. La sublevación |
franquista fue bien
recibida por la mayoría del episcopa- |
do, el clero y los
católicos españoles, con la principal |
excepción de los
nacionalistas vascos. |
ERRORES HUMANOS |
EN LA IGLESIA |
Resumen: A lo largo de su
historia, la Iglesia católica |
como institución humana
(y, por supuesto, las otras Igle- |
sias y las otras
religiones) ha recaído machaconamente |
en un mismo error, de
desastrosas consecuencias pastora- |
les a la larga: dejarse
comprar la adhesión más o menos |
explícita a un régimen o a
un partido político a cambio de |
ciertas seguridades,
ayudas y facilidades para su tarea |
evangelizadora. La
mecánica de los acontecimientos ha |
sido siempre la misma:
después de un período de persecu- |
ciones o, al menos,
dificultades originadas por determina- |
do grupo en el poder, la
Iglesia, fatigada y entorpecida, |
ha visto que otro grupo
político, adversario del anterior, |
ofrecía, a trueque de su
apoyo para triunfar, proporcionarle |
tranquilidad y medios
materiales para ejercer su apostola- |
do. Yuna y otra vez, con
constancia digna de mejor causa, |
la jerarquía, el clero y
la comunidad católica en general |
se han visto cogidos en la
trampa: han aceptado, con un |
suspiro de alivio, el
ofrecimiento; y después de la victoria |
de sus patrocinados se han
puesto a la tarea de reconstruir |
sus filas maltrechas, han
edificado iglesias y seminarios, |
han aumentado el número de
clérigos y religiosos... y han |
cerrado los ojos a los
defectos e injusticias de los nuevos |
gobernantes. Pero como
éstos han exigido una aprobación > |
15 (71) |
incondicional de todas sus
decisiones, la situación acaba |
por hacerse insostenible:
la Iglesia intenta, tímidamente |
en un principio y más
enérgicamente al ter rechazada |
esa tentativa inicial, una
crítica de los males de la situa- |
ción, desvinculándose de
una tutela opresiva. Lo cual, a su |
vez, provoca la
indignación de sus protectores-controlado- |
res, que se sienten
defraudados y traicionados. Y entonces |
surge un nuevo salvador:
otra agrupación política, deseosa |
de reemplazar el sistema
imperante, le promete ur mayor |
reconocimiento de su
autonomía y un mayor apoyo a su |
quehacer. Y el círculo
vicioso recomienza. |
ORIGEN |
DEL INFLUJO |
POLITICO |
Después de tres siglos de
persecuciones, Constantino |
ofrece la paz a esos
cristianos que tan numerosos e influ- |
yentes se han hecho en el
Imperio. Y la Iglesia, salvo |
honrosas excepciones,
cierra los ojos a las atrocidades del |
emperador y de sus
sucesores. Algo semejante ocurre cor- |
la invasión de los
bárbaros: después de verse en peligro de |
INSTITUTO ESPAÑOL DE
TEOLOGÍA A DISTANCIA |
Plaza Ramales. 2. Madrid -
13 |
SABER de Dios |
SABER SER cristiano |
SABER HACER en la Iglesia |
El Instituto Español de
Teología a Distancia está concebido, estructurado y pro- |
gramado para dar una
formación teológica permanente, abierta, viva y actual: |
es un medio de enseñanza
que permite compaginar el trabajo habitual |
con el estudio; |
es un servicio en la línea
de igualdad de oportunidades que permite ha- |
cer realidad el derecho a
la educación teológica que tiene todo cristiano; |
o es una innovación en el
método de enseñanza de las ciencias teológicas |
y bíblicas. |
Pueden matricularse en el
Instituto Español de Teología a Distancia, todas aquellas |
personas que deseen
interesarse en el estudio de la teología. |
Vd. puede ser una de
ellas. Hable de su caso con algún sacerdote enterado, o escriba |
directamente al Instituto
para más amplia información. |
16 (72) |
ser ahogada en el torrente
pagano y arriano, la Iglesia |
recibe con tanta alegría
las sucesivas conversiones de los |
distintos soberanos, que
no toma demasiado en cuenta sus |
crímenes, libertinajes y
exacciones. |
Durante la Edad Media, la
situación es distinta: no es |
ya que la Iglesia se apoye
en los poderes de este mundo, |
sino que ella misma se
convierte en el mayor de los pode- |
res feudales. Tal
situación desemboca en la ruptura de la |
cristiandad con el Cisma
de Oriente y la Reforma pro- |
testante. |
Reformadores y católicos
se identifican con los sobera- |
nos respectivos para
luchar entre sí en las atroces guerras |
de religión que devastan
Europa, y para establecer los |
funestos tribunales contra
desviaciones de la ortodoxia, al |
servicio simultáneamente
de la defensa del Estado y de la |
mal entendida defensa de
la Iglesia. |
Frente a la Ilustración y
a la revolución, la Iglesia, en |
general durante los siglos
XVIII y XIX, se muestra parti- |
daria de las monarquías
absolutas y de las políticas más |
conservadoras, con la
consecuencia de que el proletariado, |
nuevo protagonista de la
vida social, nazca y crezca como |
adversario de ella. |
LECCIÓN QUE |
SE DESPRENDE |
La moraleja de este
simplificado esquema me parece |
que debe ser el de que la
comunidad cristiana acepte que |
ella, como su Fundador, no
está para ser servida, sino para |
servir; no para defender
sus derechos, sino para defender |
los derechos del hombre
(entre los que se cuenta el de pro- |
fesar la religión que su
conciencia elija); que no debe |
poner su confianza en las
promesas humanas, no siempre |
desinteresadas, sino en el
amor de Dios y en la capacidad |
de atracción del ideal de
Jesus. |
Y desde el punto de vista
de la pedagogía ético-religio- |
sa, la experiencia
española de estos años demuestra que |
una excesiva presión
ideológica sobre los jóvenes provoca |
reacciones de signo
contradictorio: son incontables los |
casos de familias
configuradas de acuerdo con el esquema |
del autoritarismo
religioso antes descrito, cuyos hijos fi- |
guran actualmente en
grupos de ideología radicalmente |
opuesta en todos los
sentidos a la que trataron de incul- |
carles sus padres. |
17 (73) |
EL MATRIMONIO CIVIL |
DE HIJOS |
DE PADRES CATÓLICOS |
Orientaciones del
Secretariado de Pastoral |
Familiar de Barcelona. |
El Secretariado Diocesano
de Pastoral Familiar de Barcelona edita unas |
hojas tituladas
"Problemática viva", en lengua catalana, sobre diversos aspec- |
tos de la realidad actual
de la familia desde una perspectiva cristiana. Resu- |
mimos hoy el contenido de
un reciente número, dedicado al matrimonio civil |
de hijos de padres
cristianos. |
EL HECHO, como es sabido,
es |
cada día más frecuente. El |
número de matrimonios
civi- |
les de hijos de padres
creyentes ha |
pasado en Barcelona ciudad
del |
0,77 por ciento (año 1967)
al 7,07 por |
ciento (año 1977) de los
matrimo- |
nios. Este hecho puede
resultar do- |
loroso, porque la
legislación civil |
actual pide a los
bautizados un cier- |
to rechazo de la fe; no es
extraño, |
pues, que los padres
cristianos se |
entristezcan en estas
circunstancias. |
Por esto vale la pena
ofrecer unos |
cauces de reflexión. |
CAUCES DE REFLEXIÓN |
• El matrimonio civil,
institucio- |
nalización del amor entre
un hom- |
bre y una mujer, es un
auténtico |
valor humano y tiene un
verdadero |
sentido por sí mismo, es
un paso po- |
sitivo en el crecimiento
del amor |
de la pareja. La
institucionaliza- |
ción del amor no es un
puro forma- |
lismo, sino una exigencia
de la na- |
turaleza social del
hombre. Por esto |
merece profundo respeto y
estima |
aunque, para los
creyentes, le falte |
la dimensión trascendental
que da |
la fe. |
18 (74) |
• No hay duda de que
conviene |
que los padres asistan al
casamien- |
to civil de sus hijos, se
alegren de |
su amor, los acompañen en
este |
momento de gozo, porque
las per- |
sonas, y mucho más los
hijos, que, |
siguiendo sinceramente su
concien- |
cia, no participan de los
sacramen- |
tos, no por esto han de
perder nues- |
tro sincero aprecio y
consideración. |
• Tal como decíamos al
comien- |
zo, la legislación vigente
exige, pa- |
ra casarse por lo civil,
un rechazo |
de la fe, que puede no
responder a |
la convicción íntima de
los contra- |
yentes. Esta situación
perjudica, sin |
duda, tanto al campo civil
como al |
religioso y debería
revisarse urgen- |
temente. |
• Cuando los hijos
declaran que |
se casan por la Iglesia
sólo para no |
disgustar a los padres,
éstos han de |
evitar toda suerte de
presiones in- |
justas y coacciones
morales, e indi- |
carles que no conviene que
reali- |
cen un rito que para ellos
no tiene |
ningún sentido. Igualmente
cuando |
los hijos tienen ya
decidido casarse |
sólo por lo civil, será
bueno que los |
padres los acompañen con
una acti- |
tud de respeto total a la
libertad |
religiosa de sus hijos. |
• Esta actitud de respeto
a la li- |
bertad religiosa no se
puede con- |
fundir con la
indiferencia, sino que |
los padres, aceptando la
decisión de |
sus hijos, han de
manifestar, más |
con su conducta que con
las pala- |
bras, su fe vivida y
operante. Una |
defensa puramente verbal
de la fe y |
que no se procura vivir
con cohe- |
rencia es un auténtico
contrasenti- |
do y un antisigno. |
• A veces, ante este
rechazo de la |
fe, hay padres que temen
por la sal- |
vación de sus hijos; en
este caso hay |
que recordar que los
caminos de |
Dios son inescrutables, y
que la fe |
puede ser reencontrada, o
puede ser |
descubierta, si se está
ante un testi- |
monio de cristianismo más
que si |
se impone indebidamente la
cele- |
bración de un rito que, en
estas cir- |
cunstancias, sería un
"cumplimien- |
to" forzado. |
• A nivel eclesial hay que
tomar |
conciencia de que la
descristianiza- |
ción va extendiéndose.
Esto quiere |
decir que no podemos
mantener |
una pastoral de
conservación y de |
"cristiandad",
sino que hay que |
buscar una verdadera
pastoral mi- |
sionera. Sin menospreciar
ninguna |
de las funciones
pastorales de la |
Iglesia, hoy conviene
acentuar y |
dar prioridad a la
dimensión evan- |
gelizadora. |
• Por otra parte, también
tendría- |
mos que preguntarnos: ¿Por
qué los |
jóvenes abandonan la
Iglesia? ¿Qué |
imagen damos de la
comunidad de |
fe? |
19 (75) |
LA RESURRECCIÓN. |
JESÚS es el hombre en el
que la historia ha |
alcanzado,
anticipadamente, su término, y el que |
nos ofrece compartir la
glorificación de su huma- |
nidad. |
Este hecho histórico
tiene, para nosotros los |
creyentes, una
consecuencia, una prolongación |
visible: la santidad. Los
santos nos muestran un |
hombre que ya participa de
la Resurrección de |
Cristo. |
Y todavía más
sencillamente cada uno de nos- |
otros, si hemos vivido
mínimamente de la fe, he- |
mos conocido algo de esa
muerte y esa resurrec- |
ción. |
Creemos que la verdad es
Alguien, que el amor |
es Alguien, y que todos
los que aman y creen |
en Él, participan de Su
vida y participan de Su |
eternidad. |
Louis Evely |
LAUS |
Director: Ramón Mas
Cassanelles - Edita e imprime: Congregación del Oratorio |
Placeta de S. Felipe Neri,
1 - Apartado 182 - Albacete - D. LAB 103/62 - 21.4.78 |
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