Publicación
mensual del Oratorio. |
Núm. 167. ABRIL. Año 1979 |
SUMARIO |
EL HOMBRE no es un ser
destinado al absurdo, sino |
a la trascendencia; hay un
plan divino sobre él, |
en el que interviene,
además, su libertad. A partir |
de ahí, es posible avanzar
superando las aparentes con- |
tradicciones. Esa gran
contradicción que es el testimonio |
y el fracaso de Cristo, su
vida y su muerte, su humilla- |
ción y su gloria, su amor
y su dolor, son la garantía, el |
anticipo que todo hombre
tiene, si acepta la dialéctica de |
lo sobrenatural, para ser
definitivamente libre, redimido. |
DEL LIBRO DEL AMIGO Y DEL
AMADO, |
de Ramón Llull |
MUERTE Y VIDA |
AMOR Y DOLOR |
KIOSCO |
MÁS VALE TROCAR..., de
Juan del Encina |
LIBERTAD DE FORMA PARA EL
MATRIMONIO |
EL CRISTIANISMO ES UNA
SOCIEDAD |
1 (61) |
DEL LIBRO DEL AMIGO Y DEL
AMADO |
Encontráronse el Amigo y
el Amado, y dijo el |
Amado al Amigo: —No hay
necesidad de que me |
hables; mas hazme señas
con tus ojos, que son palabras |
a mi corazón, que te dé lo
que me pides. |
Preguntó el Amado al
Amigo: ―¿Sabes aún lo |
que es amor? —Respondió el
Amigo: ―Si no supiera |
qué es amor, ¿sabría qué
cosa es trabajo, tristeza y |
dolor? |
El Amigo dijo al Amado:
—Tú que llenas el sol |
de resplandor, llena mi
corazón de amor.― Respon- |
diole el Amado: ―A
no estar tú lleno de amor, no |
derramarían lágrimas tus
ojos, ni tú habrías venido a |
este lugar para ver a tu
Amado. |
Desobedeció el Amigo a su
Amado, y lloró el |
Amigo, y el Amado vino a
morir con el vestido de su |
Amigo, para que el amigo
recobrase lo que había per- |
dido, y diole mayor don
que el que había perdido. |
Veíase el Amigo apresar y
atar, herir y matar |
por amor de su Amado. Y
los que le atormentaban |
preguntábanle: —¿Adónde
está tu Amado? —Respon- |
dioles el Amigo:
―Helo aquí en la multiplicación de |
mis amores y en la
tolerancia que me da en mis tor- |
mentos. |
―Dime Amigo
―preguntó el Amado―: ¿tendrás |
paciencia si te doblo tus
dolencias? ―Sí ―respondió |
el Amigo―, con tal
que dobles mis amores. |
Ramon Llull |
s. XIII (trad. de Ovejero
y Aguilar) |
2 (62) |
Muerte |
y vida |
EL contraste entre muerte
y vida, el problema del tiempo y la eternidad, |
se resuelven, desde la fe,
cuando, con palabras de Rahner, «la eterni- |
dadm no es una manera
incalculablemente larga de duración del puro |
tiempo, sino una forma de
la espiritualidad y libertad realizadas en el |
tiempo, por lo cual solo
puede comprenderse desde la recta inteligencia de |
éstas. Un tiempo que por
así decir, no perdura como arranque del espíritu y |
de la libertad, no genera
ninguna eternidad». |
No vivimos para morir,
sino que morimos pensando en la muerte de |
Jesús, y sabemos que él
«muere hacia la resurrección». Ni la muerte es un |
término, ni la
resurrección un comienzo de un nuevo periodo, sino la «defi- |
nitividad permanente y
salvada de su única vida singular». Sería dar un |
falso sentido a la
resurrección" en la que creemos los cristianos, tanto al |
referirla a Cristo como a
nosotros mismos, si la entendiéramos original- |
mente representada por una
revivificación física y material. El cuerpo, en |
efecto, es algo que
tenemos", pero la resurrección no nos devuelve, sino |
que nos realiza en algo:
en lo que "somos". Enfebrecido, el hombre egoísta, |
consumista y posesivo. He
pierde detrás de buscar el "tener", en vez do an- |
helar afirmarse en el
"ser". Le falta la pureza y la serenidad profunda del |
espíritu para conseguir
liberarse del miedo que le inspira recoger y poseer |
seguridades que, al fin,
le quitan la libertad, convertido en esclavo guarda- |
dor de lo que le impide
realizarse. La propia limitación le hace miedoso. V |
el miedo egoísta, incapaz
de verdadera abnegación, empobrecido en liber- |
tad, ocupadas. A veces las
pocas energías que le quedan, en mantener |
apariencias falsamente
espirituales con que disimular la íntima incapaci- |
dad y esclavitud. Es
decir, la falta de "ser", que es lo mismo que la falta de |
libertad. |
El hombre es libre, es
"salvado" en Cristo cuando se olvida no sólo de |
"parecer" sino
de "tener", cuando supera la ficción de la envidia o del |
resentimiento, cuando
vence in dureza posesiva del egoísmo y tras in liber- |
tad, empieza a
"ser" 61 mismo, no solamente en el espíritu, pero si desde el |
espíritu. A este hombre,
aunque no es sólo espíritu, le llamamos "hombro |
espiritual porque ha
espiritualizado todo su ser, su vicio, su tiempo. Su |
3 (63) |
orientación hacia lo
definitivo para lo cual ha sido creado y después de |
creado, liberado, salvado,
redimido en Cristo. |
Superando dualismo
platónicos ―ideas, cosas materiales― el hombre |
He encuentra a si misino
afirmado prototípicamente en la resurrección de |
Cristo. La fe es una
experiencia anticipada de Cristo resucitado en la vida |
del cristiano. Por ello
san Pablo afirma que la muerte ya no existe porque |
Cristo In ha destruido con
su resurrección. |
El Cristianismo es una
inserción en la vida de Cristo, en la vida defini- |
tiva de Cristo que
trasciende el tiempo: trascendencia que radicalmente se |
inicia con la Gracia, que
no se añade al ser, sino que transforma el ser en |
cristiano. Una
transformación vinculada y a imagen de Cristo: de Cristo |
resucitado, pero de una
resurrección que no añadía, sino que plenificaba |
la enteridad de su vida,
de esa vida que también fue dolorosa y "mortal** |
porque era humana, humana
como la nuestra, a la que tampoco se añade |
o suprime nada, pero se
transforma totalmente. Sufrir, morir, para el cris- |
tiano, ya tiene sentido y
valor: es un dolor y una muerte whacia la resurrec- |
ción, hacia la plenitud
gloriosa del "ser". Como en Cristo. |
Jesucristo, cuando
compareció como prisionero ante |
el tribunal de Pilatos y
fue preguntado por él acerca |
de las acusaciones que le
hacían los representantes |
del Sanedrín, ¿no
respondió acaso: «Yo para esto he |
venido al mundo, para dar
testimonio de la verdad»? |
Con estas palabras
pronunciadas ante el juez, en el |
momento decisivo, era como
si confirmase, una vez |
más, la frase ya dicha
anteriormente; «Conoced la |
verdad y la verdad os hará
libres». En el curso de |
tantos siglos y de tantas
generaciones, comenzando |
por los Apóstoles, ¿no es
acaso Jesucristo mismo el |
que tantas veces ha
comparecido junto a los hombres |
juzgados a causa de la
verdad? ¿Acaso cesa él de ser |
portavoz y abogado del
hombre que vive «en espíritu |
y en verdad»? Del mismo
que no cesa de serlo ante |
el Padre, así lo es
también con respecto |
a la historia del hombre. |
Juan Pablo II, |
enc. «Redemptor hominis» |
4 (64) |
AMOR Y DOLOR |
RECORDAMOS, todavía, los |
conciertos orfeónicos de
Na- |
vidad: entre los cantos
que |
resonaron en el ámbito de
nuestro |
templo, no podríamos
olvidar «Joia |
en el món» de Haendel y el
popular |
villancico manchego «Dime,
niño, |
de quién eres» con que nos
obse- |
quiaron los cantores
castellonenses. |
Y luego, en el concierto
del Orfeón |
de la Mancha, el
inolvidable Más |
vale trocar... de Juan del
Encina. |
Fue una liturgia de las
voces, toda- |
vía no extinguida, porque
Navidad |
nos prepara la Pascua y la
letra |
sostenida en la melodía,
mantiene |
su sentido cuando su
resonancia, |
como olas de sonido en el
aire |
de nuestra primavera,
despide los |
fríos de la muerte y
amanece, en |
los árboles y en el azul
del cielo, |
en la aurora del cielo: lo
que en- |
tonces nos servía de
villancico, se |
nos hace ahora, a través
del drama |
doloroso de la pasión de
Cristo, sal- |
mo aleluyático: la vida y
la muerte |
y la muerte y la vida
conjugadas en |
un canto pascual, con el
sentido nue- |
vo de un amor, también
nuevo, a |
Dios: de un amor que ya no
muere |
porque es vencedor de la
muerte. |
Sin Cristo, se sigue
viviendo para |
morir; con Cristo, después
de Cristo, |
se muere para vivir,
porque el do- |
lor purifica el amor, y la
muerte |
no extingue la vida, sino
que la |
""transforma"
para un amor aún |
más grande que ya debe
comenzar |
aquí. |
Los santos de los primeros
tiem- |
pos así lo entendieron. Y
cada vez |
que en el mundo y la
Iglesia se ha |
producido una crisis, ese
misterio |
de poda invernal y de
florecimien- |
to de primavera, se ha
manifestado |
en los cristianos. Tal vez
por eso, |
el arte cristiano, cuando
en formas |
de belleza ha intentado
vehicular |
y expresar la hondura de
esta ver- |
dad, nos ha dado las
síntesis lumi- |
nosas de la poesía o las
formas o |
los colores de la
plástica, nos ha |
mostrado siempre, más que
apoteo- |
sis triunfales, el lamento
de un |
amor inefable o los
lamentos de un |
gran vía-crucis. Amor y
dolor; y |
dolor y hasta muerte, pero
para |
más alta vida, como en
Cristo. |
Así, en plena Edad Media,
cuando |
la rudeza de los hombres
comienza |
a vencerse hacia un
redescubri- |
miento de la vida para
detenerse |
en el amor y en la bondad
y genti- |
leza encantadora del
afecto y del |
enamoramiento humano, se
redes- |
cubre, a la vez, lo más
humano del |
5 (65) |
Cristianismo, la Humanidad
santa |
de Cristo, y los grandes
enamora- |
dos de Cristo serán los
santos de |
aquellos tiempos:
Francisco de Asís, |
Catalina de Siena, Ramon
Llull, Ja- |
copone da Todi... Y
mientras los |
trovadores trenzarán
palabras y las |
revestirán de melodías
para com- |
placer a quienes aman,
serán imita- |
dos y hasta superados por
los "tro- |
vadores a lo divino",
por los gran- |
des místicos medievales,
antes aún |
de que surjan las
excepcionales fi- |
guras de Juan de la Cruz y
Teresa |
de Ávila, a los que
precedieron y |
hasta prepararon el
camino. |
Esta hora es también
aquella en |
que ha logrado su
esplendor el can- |
to gregoriano, vestidura
alada de |
las palabras para la
oración, y pre- |
supuesto para toda la
música pos- |
terior, profana o
religiosa. |
Juan del Encina, que da
motivo |
a estas líneas, no es
poeta medieval, |
aunque recoge influjos
provenzales |
e italianos que le hacen
diestro |
tanto para los temas
profanos como |
para los de vena religiosa
y espiri- |
tual. En los manuales se
le reco- |
noce más como «padre del
teatro |
español» que en otras de
sus ver- |
tientes: no puede decirse
que fuese |
un místico, si bien su
vida andaba |
a la búsqueda de Dios y a
los cin- |
cuenta años se ordenaba de
sacer- |
dote. Tal vez sí pueda y
deba de- |
cirse de él que era el
mejor músico |
español de su tiempo, y
música, |
lírica e ingenio puso en
todo su |
trabajo, que fue incesante
y reco- |
nocido. Coetáneo de los
Reyes Ca- |
tólicos, favorecido por
los Duques |
de Alba, apoyado por los
Papas |
Alejandro VI y León X, que
reco- |
nocían su talento musical
tras lar- |
gas permanencias en Roma,
volvió |
definitivamente a España
después |
de un viaje a Tierra Santa
y ge |
ordenó de sacerdote. Hay
que si- |
tuarlo entre los tipos
característi- |
cos del Renacimiento,
tiempo de |
grandezas para España, que
conoce |
igualmente una expansión
de la |
cultura y receptora del
humanismo |
renacentista italiano
precedente. |
Fácil versificador,
conocedor de |
los clásicos latinos, pero
artista y |
realista de las formas,
con genio |
musical y lenguaje cuidado
pero |
sencillo es, todavía, un
tesoro a |
medio descubrir por lo que
se re- |
fiere a su «Cancioneros,
que bien |
le hubiera valido para su
fama aun |
al margen de atribuirle la
paterni- |
La Iglesia no puede
abandonar al hombre, cuya |
"suerte", es
decir, la elección, la llamada, el naci- |
miento y la muerte, la
salvación o la perdición, están |
tan estrecha e
indisolublemente unidas a Cristo. |
Juan Pablo II, |
enc. «Redemptor hominis» |
6 (66) |
dad, seguramente justa,
del teatro |
español o, incluso, de la
"zarzuela" |
española, como no duda en
estimar |
el maestro Asenjo
Barbieri. |
Después de él, propenso en
lo re- |
ligioso al juego del
binomio "amor- |
-dolor" los grandes
místicos caste- |
llanos estilizarán las
formas, toda- |
vía hoy no superadas. Pero
del |
mismo modo que, como en
Juan |
del Encina, hay que
reconocer que |
obedecen a la constante de
la es- |
piritualidad cristiana
desde sus |
mismos orígenes, también
luego |
comprobamos su pervivencia
en |
los poetas cuando, sin
demasiado |
artificio, se acercan a
glosar el |
misterio cristiano, como,
por ejem- |
plo, en los villancicos de
Lope de |
Vega («Las pajas del
pesebre...») |
Igual que en uno de esos
canta- |
res sueltos,
popularizados, como el |
que las monjas de Beas
cantaron a |
san Juan de la Cruz,
cuando llegó |
a su locutorio, extenuado,
profun- |
damente afligido por
penas, ingra- |
titudes y persecuciones
sufridas, sin |
poder hablar apenas, y que
dice así: |
«Quien no sabe de penas |
en este valle de dolores, |
no sabe de cosas buenas, |
ni ha gustado de amores, |
que penas es el traje de
amadores». |
Es el tema que también
encon- |
traríamos en las escasas
poesías que |
nos dejó san Felipe Neri,
salvadas |
de las llamas a las que
arrojó todos |
sus papeles, no sólo por
humildad, |
sino también porque los
demás no |
habrían comprendido su
lenguaje, |
su sentido o sus motivos. |
Los cristianos creemos en
el |
Cristo glorioso,
resucitado y ven- |
cedor de la muerte; pero
siempre |
hemos tenido conciencia de
la con- |
tingencia de todo lo que
se mueve |
en el tiempo y de la
presencia del |
dolor en todo lo que es
limitado, a |
la par que el anhelo hacia
la pleni- |
tud produce la tensión del
esfuerzo |
que sólo el amor, el
enamoramiento |
abierto al ideal, hace
perseverante. |
La Iglesia es esa gran
empresa con- |
tinuadora del hacer y del
vivir de |
Cristo. Pero este vivir de
Cristo |
no está en la
contemplación y el |
aplauso de la Redención
como ges- |
ta, sino como empresa a la
que nos |
unimos. Su cruz no era
solamente |
suya, sino de todos los
suyos. Y |
han habido momentos en la
Historia |
en los que los hombres, a
pesar de |
todos sus defectos, lo han
entendi- |
do bien así y, en parte,
sus mismos |
defectos, les convencían
de la ne- |
cesidad de no cejar en el
ideal de |
hermanarse en Cristo, para
supe- |
rarlos, finalmente... Un
texto del |
historiador E. Bagué nos
sirve para |
explicar uno de estos
momentos: |
«La fe y la vida se
confunden en la |
realidad viviente de la
experiencia |
práctica. Por eso la
grandeza de |
7 (67) |
aquel siglo XIII, síntesis
admirable |
de todos los ideales que
movieron |
a los hombres de la Edad
Media, |
no consiste precisamente
en haber |
sido uno de los más
fecundos del |
pensamiento humano y uno
de los |
más armónicos y completos
en la |
realización de la vida
colectiva, |
sino en haber sabido
considerarse |
los hombres compañeros de
Cristo |
en el camino de la vida.
Mercade- |
res, artesanos,
constructores, estu- |
diantes, frailes, reyes y
señores, to- |
dos trabajaron bajo el
impulso de |
un superior ideal
religioso, todos |
tuvieron un patrono a
través del |
cual imitar a Cristo,
modelo per- |
fecto de toda la
Humanidad. Unos, |
como san Francisco, se
aproxima- |
ron a su modelo con tal
perfección, |
dentro de lo humano, que
mereció |
el nombre de otro Cristo
(alter |
Christus), otros se
quedaron mucho |
más atrás; otros se
cansaron al |
principio del camino;
otros, en fin, |
renunciaron a seguirlo,
seducidos |
por la riqueza, los
placeres y las va- |
nidades de este mundo.
Pero todos |
admitían que esto era
necesario. Y |
como no se puede seguir a
Cristo |
sin ayudarle a llevar su
cruz, las |
pinturas de la época nos
ofrecen |
un hermoso símbolo de esta
con- |
cepción cristiana de la
vida y re- |
presentan al Salvador
avanzando |
con la cruz a cuestas
seguido de |
papas, cardenales,
obispos, clérigos, |
magistrados, caballeros,
artesanos, |
mercaderes y hasta de un
niño, |
que ayudan a todos para
soportar |
su peso». |
Seguir a Cristo, amarlo y
sufrir |
con él para mejor amarlo,
para vi- |
vir su vida. Al fin y al
cabo, el arte, |
la literatura, la música
revelan al |
hombre, traducen lo que
lleva den- |
tro, como individuo y como
colecti- |
vidad. Por eso, en la vida
y en el |
arte cristiano, se
mantiene la cons- |
tante del binomio
"amor-dolor". |
A mi entender una persona
iluminada por la |
religión, es aquella que
se ha liberado, en la |
medida de sus
posibilidades, de la cadena for- |
mada por sus propios
deseos egoístas y que se |
preocupa tan sólo por los
pensamientos, senti- |
mientos y aspiraciones a
los cuales se adhiere |
en base a su valor, que
trasciende al individuo. |
Albert Einstein |
8 (68) |
kiosco |
De una entrevista al
ayatollah Madari |
Le pregunto: Marx ha dicho
que la religión es el opio del |
pueblo, ¿qué responde a
esta pregunta? |
«Respondo que Marx no
estaba bien informado sobre la re- |
ligión del Islam. Si la
hubiese estudiado a fondo, habría |
comprendido que el sistema
económico propuesto por nosotros |
es bastante mejor y
funciona mejor que el suyo. Y si se en- |
contrara. aquí, frente a
los hechos de estos días, tendría |
que admitir que ha sido
precisamente la religión la que ha |
levantado al pueblo contra
el régimen que lo explotaba y a |
restituirle su dignidad.
Si esto es opio...» |
Ettore Mo, |
en CORRIERE DELLA SERA,
5.3.1979 |
La "pura
espectacularidad" |
Lo sagrado, lo arcano, lo
profundo, lo íntimo, la síntesis |
sujeto-objeto... no
interesan. Sí, en cambio, lo inmediato, |
los hechos, lo práctico.
Interesa más la erudición que la |
sabiduría, la práctica
forense más que el derecho, la so- |
ciología más que la
filosofía social, la pastoral más que el |
dogma o la moral. De este
modo la superficialidad se apodera |
de todo y favorece a las
más espectaculares precocidades. En |
tierras sin abonos surgen,
por evidente generación espontá- |
nea, generaciones nutridas
de políticos espontáneos. De este |
modo se multiplican los
nuevos milagros, y de la ausencia de |
metafísicos surgen
pléyades de jovencísimos filósofos, que |
llenan las salas inmensas
de los congresos. |
En tal situación lo que
pasa a contar es la "pura espec- |
tacularidad''. Datos
estadísticos, "retórica-testimonio", |
acusaciones proféticas...
despiertan siempre el aplauso ho- |
mogéneo y aséptico de los
que tratan de curar sus graves in- |
somnios. |
Luis Vela, |
en RAZÓN Y FE. febr. 1979 |
Educación |
«Me siento impresionada
por la enorme evidencia de la |
necesidad de una renovada
educación, de una continuada edu- |
cación, como se dice, a
través de toda la vida». |
Mrs. Williams, Ministro de
Educación de Inglaterra, |
en THE DAILY TELEGRAPH,
6.3.1979 |
9 (69) |
MAS VALE TROCAR |
Más vale trocar |
placer por dolores |
que estar sin amores. |
Donde es gradecido |
es dulce morir, |
bivir en olvido |
aquél no es bivir; |
mejor es sufrir |
passión y dolores |
que estar sin amores. |
El que más penado |
más goza de amor, |
quel mucho cuydado |
le quita el temor; |
assí ques mejor |
amar con dolores |
que estar sin amores. |
No tema tormento |
quien ama con fe, |
ni su pensamiento |
sin causa no fue; |
aviendo por qué |
más valen dolores |
que estar sin amores. |
10 (70) |
Es vida perdida |
bivir sin amar |
y más es que vida |
saberla emplear; |
mejor es penar |
sufriendo dolores |
que estar sin amores. |
La muerte es vitoria |
do bive aflición, |
que espera aver gloria |
quien sufre passión; |
más vale presión |
de tales dolores |
que estar sin amores. |
Amor que no pena |
no pida plazer, |
pues ya le condena |
su poco querer; |
mejor es perder |
plazer por dolores |
que estar sin amores. |
JUAN DEL ENCINA, |
siglo XVI |
11 (71) |
Libertad de forma |
para el matrimonio |
Muy pronto va a comenzar
una fuerte discusión de una |
ley sobre el matrimonio.
Hay dos teorías: que todo matrimo- |
nio sea, primeramente,
civil y, si se quiere, completado luego |
por el de la Iglesia; o
bien que se pueda elegir entre una u |
otra fórmula, con los
mismos efectos civiles para ambas. |
Ninguna de estas dos
teorías es racional. La primera |
obliga a casarse dos
veces. En la segunda no se entiende que |
papel tiene un juez, un
cónsul o un comandante de buque |
(como en las películas
americanas). Nuestro país podría in- |
ventar un sistema
razonable: la autoridad civil que la ley |
determine examina la
situación legal de la pareja y, si proce- |
de, otorga una
autorización o licencia para casarse. Los novios |
luego contraen matrimonio
de la manera que más les plazca: |
ante un ministro
religioso, un ciudadano cualificado de algún |
modo o, si tanto se
empeñan, ante el alcalde, el juez o el |
capitán de un barco. Este
firma un acta del matrimonio cele- |
brado, con dos testigos
por ejemplo, y se lleva a registrar. El |
ritual, el lugar y las
circunstancias quedan a la elección de |
los contrayentes. No se
dan duplicidades discriminatorias ni |
oficialidades
innecesarias. Ni hace falta que los juzgados se |
conviertan en
"iglesias civiles". |
J. Camps, |
pastoralista. |
VIERNES |
SANTO |
VIA-CRUCIS |
a las 8 de In mañana |
12 (72) |
documento: |
EL CRISTIANISMO |
HA SIDO SIEMPRE |
UNA SOCIEDAD |
UNA de las mentes más
claras de los años veinte y treinta de este siglo, |
entre el clero catalán,
era el docto Carles Cardó (1881-1959), canónigo |
de Barcelona, teólogo,
apologista, elegante y exacto en su magnifica |
prosa, poeta,
conferenciante, historiador y, por encima de todo, sacerdote y |
hombre de Iglesia. Hace
pocos años se le dedicó un homenaje póstumo, en |
el que colaboraron una
selección de amigos e intelectuales católicos, entre |
los cuales también estaban
Charles Journet, Jacques Leclerg, Jacques Mari- |
tain, el presidente de Pax
Romana Sugranyes de Franch, el padre Bartolomé |
Xiberta, Ferran
Soldevilla, José Luis Aranguren, el arzobispo Pont y Gol, |
Trueta... |
Nosotros traducimos, aquí,
un fragmento de un trabajo aparecido en el |
número de enero de 1926 de
«La Paraula Cristiana» de Barcelona. |
Cristianismo |
y naturaleza |
humana |
Veinte siglos de
existencia sin hacer marcha atrás, |
sino creciendo
continuamente en profundidad y en ex- |
tensión, demuestran
sobradamente que el Cristianismo |
encaja perfectamente con
la naturaleza humana. Y que |
esta afinidad de espíritu
no se reduce a una raza (como |
sucede en el Budismo y en
el Islamismo), sino que conec- |
ta con el fondo común a
todos los hombres, donde sólo |
puede llegar la mano de
Dios, lo demuestra el hecho |
espléndido de su
catolicidad, que permite la holgada |
convivencia en su seno de
comunidades pertenecientes |
a cualquier raza, a
cualquier nacionalidad, a cualquier |
lengua. Pues, si el
Cristianismo es el más social de todos |
los fenómenos, por ser el
mis específicamente humano → |
13 (73) |
(es el único que no
presenta vestigio alguno ni ningún |
precedente en los
irracionales), el Cristianismo es esen- |
cialmente social. Un
Cristianismo individualista, un soli- |
loquio con Dios,
desentendido de toda disciplina colectiva, |
de toda obediencia
intelectual, de todo sacerdocio, es |
todavía más absurdo que un
nacionalismo exclusivo de |
un individuo. |
El Cristianismo, |
Pueblo de Dios |
El Cristianismo es el
Pueblo de Dios. Este es el pen- |
samiento constante de
Jesucristo, puesto de manifiesto en |
todas las páginas de los
cuatro Evangelios, incluso en |
aquellas que, como las de
san Mateo, han sido sometidas |
al contraste y
comprobación de autenticidad por la más |
exigente crítica
racionalista. Cristo no propone su religión |
como un cuerpo doctrinal y
un código de preceptos diri- |
gidos a cada uno de los
hombres, sino como un espíritu |
que aglutina a los hombres
socialmente y los constituye |
en IGLESIA, palabra griega
que significa reunión. El |
reino de Dios, para
emplear la denominación predilecta |
del Maestro, grávida ya de
trascendencias sociales, se |
compara a toda clase de
sociedades: a la de las piedras |
que forman una casa, a la
de las ovejas que componen |
un rebaño, a la que
constituyen señor y siervos, y por fin, |
a la más típicamente
representativa: la familia. |
La Familia |
de Dios |
Fue Jesús quien enseñó a
los hombres la maravillosa |
oración colectiva que
comienza con estas palabras: «Pa- |
dre nuestro... Una cena
―acto familiar por excelencia― |
es también el acto
principal de su culto, en el cual abrió |
los tesoros de su corazón
y estableció el Sacrificio de la |
Ley Nueva. En el seno de
esta familia, Jesús señala y |
establece ya de antemano
autoridades reforzadas con los |
poderes más eminentes y a
las cuales es debida toda |
obediencia en el orden
moral y en el intelectual: «Tu eres |
Pedro (peira, piedra) y
sobre esta piedra edificare mi |
Iglesia y el poder de la
muerte no prevalecerá sobre ella. |
Y te daré las llaves
(señal de poder) del reino de los |
cielos y todo lo que
atares en la tierra será atado en el |
cielo, y todo lo que
desatarás en la tierra será desalado en |
el cielo» (Mt 16, 18-19).
Este poder de alar y desatar mo- |
ralmente ―justísima
semejanza de la obligación moral― |
es comunicado también a
los Apóstoles (Jn 20, 23). |
14 (74) |
A la preparación de este
pueblo escogido, que ha de |
extenderse desde levante a
poniente (Mt 28, 19), se diri- |
gen todos los afanes de
Jesús, todos los trabajos de su |
predicación, todos los
sufrimientos de su pasión; a su |
implantación inicial sobre
la tierra miran las palabras |
que dirige, ya resucitado,
a sus discípulos. En definitiva: |
Jesucristo no hizo nada
más que fundar una Iglesia. |
La Iglesia |
y los primeros |
creyentes |
Contraprueba magnífica de
esta verdad fundamental |
es la actitud del todo
espontánea de los discípulos, ape- |
nas el Maestro desaparece
de la vista de los hombres. No |
existe vacilación alguna a
la decisión de formar una |
comunidad, o mejor dicho,
a continuar formando la mis- |
ma comunidad que ya
existía alrededor de Jesús. Ningu- |
na vacilación, tampoco, en
acatar la autoridad de los |
Doce, al mismo tiempo que
se les distingue llanamente |
de los demás discípulos al
paso que se reconoce la pri- |
macía de Pedro sobre todos
ellos, que es el que pronuncia |
el primer discurso
cristiano y preside aquella primera |
asamblea eclesiástica en
la que se elige a Matías, el cual |
es aceptado como Apóstol,
con igual autoridad que los |
elegidos directamente por
Jesús. Un cristiano solitario, en |
aquellos tiempos, ni
siquiera es concebible. |
Una reunión |
de hermanos |
Esta conciencia de formar
una familia divina era |
tan fuerte entre los
primeros creyentes, que entre ellos ni |
siquiera se llamaban
cristianos", sino "hermanos". San |
Pablo dice a los
tesalonicenses (I Tes 4, 9): «No hace |
falta que os escriba sobre
el amor de fraternidad, porque |
bien habéis vosotros
aprendido de Dios a amaros mutua- |
mente». Este primer
mandamiento de Jesus forzosamente |
tenía que congregarlos en
comunidades visibles y, si algún |
peligro existía en la
primitiva cristiandad, no era nunca |
del lado del
individualismo. La Iglesia pudo llegar a afec- |
tar, en algunos lugares,
una estructura colectivista; pero |
jamás pudo parecer una
organización liberal, legitimado- |
ra del individualismo.
Otro peligro amenazaba a aquella |
cristiandad incipiente y
habría podido disolverla si el |
Espíritu no hubiese velado
por ella: la reabsorción por el |
judaísmo. No es preciso
que aquí reproduzcamos la his- |
toria de la controversia
judaizante en la que san Pablo |
15 (75) |
La Iglesia |
y los paganos |
turo la parte principal,
ni como desde un principio los |
romanos confundieron
cristianos con judíos (confusión |
aclarada ya al principio
de la persecución de Nerón): |
basta recordar que la
Iglesia nació como una evolución |
de la Sinagoga, que fueron
judíos sus primeros adheren- |
tes y que muchos de ellos,
sobre todo los provenientes de |
la secta de los fariseos,
querían montar un sincretismo |
judeo-cristiano obligando
a los fieles venidos de la genti- |
lidad a todas las
prácticas de la Ley mosaica, cuando no |
les redaban incluso la
entrada. Así el Cristianismo habría |
terminado siendo una
disidencia de la Sinagoga, siempre |
en minoría y condenada a
la desaparición, como ocurre |
con casi todas las
disidencias. |
La dispersión |
de los discípulos |
El martirio de san Esteban
fue el hecho que separó |
definitivamente las dos
religiones y convirtió el judaísmo |
en el enemigo más
encarnizado de la Luz nueva. Esta |
persecución trajo como
efecto la dispersión de los cristia- |
nos por Fenicia y Chipre y
hasta la ciudad de Antioquia, |
donde predicaron con gran
fruto Pablo y Bernabé y lu- |
gar donde nació el nombre
de "cristiano" para designar |
a los discípulos de Jesús
(Act 11, 20-26). Esto ocurría en |
el año 12 de nuestra era. |
Separada así del judaísmo,
la nueva religión carecía |
de todo aglutinante humano
para poder conservar su |
unidad orgánica: la raza,
la lengua, la ley, eran más |
bien elementos
disgregadores. Todo hacia suponer que se |
reduciría a una de tantas
doctrinas predicadas por los |
propagandistas (a las que
alude Orígenes, «Contra Cel- |
sum» III, 50) que era
fácil encontrar en cualquier parte, |
destinadas sólo a un
momento de éxito para caer luego |
en el olvido perpetuo. |
Comunidades |
y única |
comunidad |
Un cristianismo puramente
"espiritual", como han |
llegado a imaginar
nuestros impacientes de toda discipli- |
na religiosa, habría
desembocado, inexorablemente, en |
este fin. Sin embargo
vemos, bien al contrario, como por |
una especie de instinto se
constituyen comunidades se- |
paradas entre sí sólo por
la distancia. A diferencia del |
judaísmo que establecía
diferentes sinagogas incluso den- |
tro de una misma ciudad,
la nueva Fe establecía en cada |
16 (76) |
una una iglesia, que de la
ciudad tomaba el nombre, |
como sucede todavía en la
actualidad. |
Iglesia |
"católica" |
Pero el amor fraterno no
conoce distancias materiales |
y alcanza a los fieles de
todo el mundo: todos se creen |
integrados formando una
sola familia por la profesión |
de una misma fe recibida y
sujeta a una misma autori- |
dad. De donde vino, muy
pronto, la generalización, que |
es lo mismo que decir
"catolización" del nombre: al con- |
junto de iglesias se le
llamó Iglesia, como se ve en las |
cartas de san Pablo: en
los saludos con que comienza |
o cierra sus escritos, o
en el cuerpo doctrinal de los mis- |
mos. Por ej. en Rom 16,5;
en el principio a los Tes.; en I |
Cor 15, 9; etc. |
Integración |
de la |
diversidad |
El aglutinante que podía
hacer una sola familia de |
gentes de tan diferente y
aun opuesta procedencia, era |
la incorporación a Cristo,
por medio del bautismo que |
justificaba al fiel y le
infundía el Espíritu de caridad. Así |
se conjugaba aquel
organismo universal, cuerpo místico |
de Jesucristo,
socialización del Verbo encarnado, colecti- |
vidad unida más
íntimamente que la que pueda originar |
cualquier patria, o
Estado, o Imperio político. En efecto, |
ella ha sido la tónica que
ha resistido los vendavales ideo- |
lógicos, las revoluciones
que hunden reinos, las transfor- |
maciones que han destruido
y creado patrias. La sociedad |
cristiana es lo único que
queda en el mundo de cuantas |
cobijó el Imperio romano.
Nosotros que somos muchos |
―decía san Pablo: I
Cor 12. 12-13— no formamos más |
que un solo cuerpo en
Cristo, y cada uno de nosotros |
somos miembros uno del
otro. Tal como el cuerpo es uno |
y tiene muchos miembros, y
todos los miembros del cuer- |
po, a pesar de ser varios,
no forman más que un solo |
cuerpo, así es en Cristo.
Porque todos nosotros hemos sido |
bautizados en un solo
Espíritu para formar un cuerpo, |
tanto los judíos como los
gentiles, tanto los esclavos como |
los libres: todos hemos
bebido de un mismo Espíritu. |
Ciento cincuenta años
después, Tertuliano ponía como |
respuesta a estas mismas
palabras de san Pablo: Somos |
un cuerpo por la
conciencia de la religión, por la unidad |
de la disciplina, por la
alianza en la misma esperanza. |
(Apol. 30). |
17 (77) |
Así se formó, social, es
decir, católico desde el princi- |
pio aquel Israel de Dios
del que habla san Pablo al final |
de su carta a los gálatas,
aquella raza elegida, sacerdocio |
real, nación santa, pueblo
conquistado de Dios, como ca- |
lificó a la Iglesia
naciente su jefe risible san Pedro. Y |
sus enemigos como tal la
persiguieron. Jamos creyeron |
los emperadores romanos
que perseguían a lunáticos |
solitarios, sino que
siempre el aglutinante fortísimo que |
iba formándose en el
subsuelo espiritual e incluso mate- |
rial ―símbolo y
argumento al mismo tiempo― del Imperio. |
La iglesia, |
organismo |
sobrenatural |
Para vivir y actuar en
este mundo ―mundo compues- |
to, relativo y
provisorio―, un ideal, cualquiera que sea, |
ha de encararse en un
organismo. Organismo del alma |
humana es el cuerpo;
organismo de la Patria es el Estado; |
organismo de la Religión
es la Iglesia. Como es imposible |
en este mundo un alma
separada del cuerpo, una Patria |
sin Estado, (si no es con
dolor y replegamiento y riesgo |
de muerte), así es
imposible una Religión sin Iglesia o al- |
go equivalente. Una
religión impone deberes individuales |
y sociales, internos y
externos, creencias, ritos, prácticas. |
La regulación de todos
estos elementos ha de ser una |
función de autoridad, la
cual, al tratarse de una religión |
universal, debe
organizarse jerárquicamente, lo cual en- |
gendra inevitablemente el
fenómeno del funcionarismo. |
Sin este engranaje, una
religión sería un sentimentalismo |
vaporoso, un impulso sin
camino, una tendencia sin norte. |
Y Jesucristo conocía
demasiado bien a la humanidad |
para darle una esencia
volátil que se evapora en frasco |
abierto. |
Ser cristiano no significa
convertirse en una clase |
determinada de hombre por
un método determina- |
do, sino que significa ser
el hombre que Cristo crea |
en nosotros. No es el acto
religioso lo que hace que |
el cristiano lo sea, sino
su participación en el sufri- |
miento de Dios (de Cristo,
hombre-Dios) |
en la vida del mundo. |
Dietrich Bonhoeffer |
18 (78) |
El Espíritu |
y la Iglesia |
Si el condicionamiento
estructural impuesto por la |
naturaleza humana llera
consigo sus desventajas e impu- |
rezas (lo cual es
innegable), la actitud del hombre religio- |
so no debe ser la de
atacar el organismo debilitado por |
parásitos del sentimiento
religioso, para hacer imposible |
su funcionamiento en el
mundo de los hombres, sino hur- |
gar en él atravesando el
mal epidérmico, para superar la |
anécdota pasajera y
encontrar bajo la apariencia de for- |
malismos externos y de
defectos individuales, la incandes- |
cencia del Espíritu que
informa su Iglesia. |
La perdurabilidad de la
Iglesia no se debe a virtudes |
humanas, sino a asistencia
divina. |
TRIDUO PASCUAL |
JUEVES SANTO |
Tarde, a las 8, MISA DE LA
CENA DEL SE- |
ÑOR. Podrá visitarse el
Santísimo Sacra- |
mento sólo hasta
medianoche. |
VIERNES SANTO |
Mañana, a las 8,
VÍA-CRUCIS por el Parque. |
Tarde, a las 8.
CELEBRACIÓN DE LA PA- |
SIÓN DEL SEÑOR. |
VIGILIA PASCUAL |
Alas ll de la noche del
sábado. La celebra- |
ción pascual se completa
participando en |
la liturgia del DOMINGO. |
19 (79) |
CONCIERTOS |
DE PASCUA |
EN LA IGLESIA DEL ORATORIO |
Domingo día 15 de abril, a
las 8 de la tarde |
ORFEÓN |
DE LA MANCHA |
DIRECTOR: JULIO SORRIBES |
Domingo día 22 de abril, a
las 8 de la tarde |
CORO DEL MAGISTERIO |
Escuela Universitaria del
Profesorado |
de E. G. B. de Albacete |
DIRECTOR: RAMÓN SANZ
VADILLO |
LAUS |
Director: Ramón Mas
Cassanelles - Edita e imprime: Congregación del Oratorio |
Placeta de S. Felipe Neri,
1 - Apartado 182 - Albacete - D.L. AB 103/62 - 1. 4. 79 |
20 (80) |
|