Publicación
mensual del Oratorio. |
Núm. 169. JUNIO. Año 1979 |
SUMARIO |
LIBERTAD y vida; libertad
en la vida, para que la |
vida sea verdaderamente
humana. Pero para ello, |
esta vida ha de ser
poseída por el propio ser, co- |
nocedor de sí mismo. Por
eso el hombre es libre cuando |
es activo y puede,
consciente de sí mismo, guiar esa acti- |
vidad conocida. La
libertad comienza en la inteligencia |
y se manifiesta en la
creatividad, pacifica, humilde, aus- |
tera y constante. |
CANTO DEL BARBERO PARIA |
EL OCIO |
DEFORMACIONES CRISTIANAS |
VALORAR LA IGLESIA |
LA FAMILIA, REDUCTO DE
LIBERTAD |
VIA-LIBERTATIS |
RESPONSABILIDADES
CRISTIANAS |
EL OBISPO WOJTYLA ANTE EL
VATICANO |
NUEVO CATECISMO PARA
ADULTOS |
1 (101) |
tiempo de oración: |
CANTO DE ADMIRACIÓN |
DEL BARBERO PARIA |
(Fragmento de la
literatura budista antigua, |
recogido por el P. Dieux,
del Oratorio, citado |
en un tratado de Yoga). |
El Ser de Bendición pasa
por delante de mi casa. |
¡Mi casa, la mía, la casa
del barbero! |
Yo corro. Él se vuelve y
me espera. |
¡A mí, el barbero! |
Yo digo: «¿Puedo hablarte,
Señor?» |
Y Él dice: «Sí». |
¡Sí, a mí, el barbero! |
Y yo digo: «La Paz, existe
para un ser como el mío?» |
Y Él dice: «Sí». |
¡También para mí, el
barbero! |
Y yo digo: «¿Te puedo
seguir?» |
Y Él dice: «Sí». |
¡También yo, el barbero! |
Y yo digo: «Oh Señor,
¿puedo permanecer cerca de Ti?» |
Y ÉL dice: «Puedes». |
¡También yo, el pobre
barbero! |
2 (102) |
El ocio |
ES difícil referirnos con
cierta propiedad al ocio, cuando nos damos |
cuenta que, en la
actualidad, se nos presenta, las más de las veces, no |
como un paréntesis de
libertad gozosa y creadora, sino bajo formas |
de consumismo, caprichoso
o gregario, o de malgasto inútil y alie- |
nante. Este ocio mal
entendido no hace al hombre mejor ni le hace feliz. A |
veces tampoco le hace
infeliz por el mismo, pero favorece la parálisis o la |
deformación espiritual
como ser personal que es el hombre. |
Aristóteles, sabiamente,
relacionaba ocio y trabajo y hacia, sobre el |
primero, dos afirmaciones
(POLÍTICA VIII. 3. 1337 b): primera, que el ocio |
es preferible al trabajo
y, segunda, que el trabajo tiene por fin el ocio. De |
lo cual deducía la
importancia que tiene el investigar cómo hay que emple- |
ar el ocio. Es evidente
que este ocio no puede identificarse con la pereza y |
la paralización o
morosidad del desorden, sino que hay que entenderlo co- |
mo "tiempo
libre" en el más noble sentido humano de la expresión. Tanto es |
así que, al hombre, lo
hemos de juzgar y valorar más por aquello a que de- |
dica su ocio en este
sentido, que por su actividad llevado de la necesidad |
para subsistir o cuando es
estimulada por la recompensa dineraria o hala- |
gadora de su vanidad, todo
lo cual es contrario a la verdadera libertad, su- |
puesto que creemos que la
libertad es la mayor prerrogativa de la dignidad |
humana. |
El ocio no ha de ser para
consumir, sino para crear. Consume el eslav- |
o y crea el hombre libre.
Consume el que se enrola en un viaje del que re- |
gresa más cansado que
enterado o instruido: crea y recrea su espíritu el |
que se pone en contacto
con la naturaleza y con la belleza y la asimila se- |
renando y enriqueciendo su
espíritu. Consume el que copia, orea el que |
estudia e investiga. |
El ocio no es vagancia o
simple inactividad, sino contemplación asimi- |
lativa de la verdad y de
la belleza. De este modo considerado, el ocio es tan |
necesario como el trabajo
para realizarnos a nosotros mismos. La diver- |
sión, el simple descanso,
no es ocio, aunque se dedique a recuperar fuerzas |
para emprender de nuevo el
trabajo. El ocio no tiene por función recupe- |
rar fuerza, sino
profundizar en nosotros mismos y complementar lo que no |
puede darnos la finalidad
prevalentemente utilitarista del trabajo, con fre- |
cuencia demasiado
especializado y unidimensional. |
3 (103) |
Por supuesto que no hay
que hacer el elogio de la pereza ni del parasi- |
tismo, pero la eficacia
absolutizadora que ha introducido el americanismo |
―"time is
money"―, cuando se enfrenta con la protesta del hombre
"utiliza- |
do" no consigue nada
mejor que tratar de darle más dinero por cada vez |
―meced a la
eficacia― menos tiempo de trabajo, oponiendo así trabajo y |
ocio, y se trabaja más
para producir más y emplear así las ganancias en |
máquinas, coches y chismes
que no le ayudan a ser más hombre, sino a en- |
gañarse creándose unas
dependencias consumistas crecientes y enajenan- |
tes. Afortunadamente, en
Europa, no se ha extinguido la idea de introducir |
la libertad tanto en el
trabajo como en el ocio, lo cual es consecuencia de la |
mentalidad cristiana, de
la que ni Marx prescinde cuando escribe que «el |
reino de la libertad
comienza realmente allí donde desaparece el trabajo |
impuesto por la necesidad
o las exigencias exteriores», lo que equivale a |
decir que el trabajo ha de
ser elegido libremente y ha de ser amado, con lo |
que se evita la oposición
entre trabajo y ocio. |
Pero este ideal supone una
transformación, todavía por hacer, respecto |
a la orientación del
hombre y de la sociedad, desde que el maquinismo des- |
naturalizó buena parte del
trabajo del hombre y altero, con el resurgir de |
las grandes ciudades, los
módulos de relación y convivencia social. |
Por esto es tan importante
que, en esta situación, sepamos emplear bien |
el ocio o tiempo libre.
Tiempo libre de una libertad siempre en peligro, por- |
que es solicitada para la
disipación, para la evasión, para la curiosidad |
inútil, cuando no por el
egoísmo estéril o la bobería del consumismo. |
EL PAPA. |
A mí, el vicario de Cristo
me parece solamente un hombre, |
una fuerte personalidad
que encarna un cristianismo vivo, |
rico de humana
experiencia. Cinco años de trabajo en una |
cantera y en una industria
química; ferviente vida juvenil |
como actor, poeta,
deportista; seria cultura teológica y filo- |
sófica; conocimiento de la
sociedad industrial y de la socie- |
dad campesina; estudios y
enseñanza universitaria fundados |
sobre el pensamiento
cristiano y sobre la mentalidad laica. |
Livio Labor, |
senador del PSI y antiguo
presidente |
de ACLI (referido por
ADISTA, nº 1454) |
4 (104) |
DEFORMACIONES |
CRISTIANAS |
EN realidad, toda
deformación |
cristiana, surge de la
falta |
de fe. No es posible
entender |
el Cristianismo desde
fuera de la |
fe. Incluso, cuando la fe
es vacilan- |
te, también produce
alteración y |
algún desconcierto en el
fiel inma- |
turo y vacilante. Y unas
veces por- |
que nos empeñamos en mirar
con |
nostalgia el pasado que
quisiéra- |
mos reproducir, o porque
aplaza- |
mos para demasiado
adelante lo |
que el Cristianismo ha de
hacer en |
la vida, sufrimos la
contradicción |
de la imagen deformada que
de la |
Iglesia nos hemos hecho. |
Un discípulo del P.
Bevilacqua |
destacaba en él el hecho
de que |
comprendiera la necesidad
de que |
las ideas se vivieran de
acuerdo |
con el tiempo y los
cambios que |
éste impone, precisamente
para po- |
der ser fieles a ellas,
para mantener |
su validez perenne. Y lo
compara- |
ba con Newman, ese otro
gran ora- |
toriano del siglo pasado,
que escan- |
dalizó a más de un
timorato cuando |
afirmo: «La Iglesia ha de
cambiar |
para poder ser fiel a sí
misma». |
En esta vida, en la
Iglesia, nos |
engañaríamos
miserablemente si |
pensáramos que, cuando
todavía |
estamos en camino del
Reino de |
Dios, ya tenemos o podemos
alcan- |
zar la seguridad y el
derecho a una |
situación suficientemente
consoli- |
dada y protegida que
garantice la |
total posesión de la
verdad y de la |
salvación inadmisible.
Esto sola- |
mente podría ser si la fe
se separara |
de la vida. Esta seguiría
evolucio- |
nando y desarrollando sus
mani- |
festaciones y la fe
quedaría archi- |
vada como un dato
desvinculado |
con todo lo nuevo, que
sería lo |
mismo que decir con la
vida. |
Pasado y futuro, siempre
en |
tensión de recuerdo o de
esperan- |
za, engendran también
nostalgias |
cuando miramos demasiado
atrás, |
o miedos cuando
desconfiamos del |
porvenir. Hay
deformaciones cris- |
tianas que vienen de esa
nostalgia |
y de esos temores, y desde
ninguno |
de los dos podemos
entender o |
sentirnos bien en la
Iglesia que ha |
de seguir siendo signo de
Cristo, |
pero necesariamente
renovado para |
ser capaz de dar el
testimonio de |
Cristo en todo tiempo y a
todos |
los hombres y ser
entendida por |
ellos. |
5 (105) |
Esta capacidad que no
puede |
sorprendernos ni debemos
truncar |
o impedir en la Iglesia,
es conse- |
cuencia a la fidelidad a
sí misma, |
a su pasado, que no puede
ni debe |
reproducir, sino
desenvolver y des- |
arrollar. Sin esa
evolución o des- |
arrollo, el pasado no le
serviría. |
No es simple guardadora o
deposi- |
taria, sino evangelizadora
y anun- |
ciadora del Evangelio que
ha de |
hacer libres a todos los
hombres. |
Pero, si esto es así, cabe
que nos |
hagamos la pregunta que el
P. Be- |
vilacqua formulaba:
«¿Hasta que |
punto el vínculo del
pasado fue |
percibido por el cristiano
como |
inderogable exigencia de
continui- |
dad histórica y cuándo,
por el con- |
trario, los cristianos se
obstinaron |
en seguir adelante con el
rostro |
vuelto hacia atrás
hinchado el co- |
razón de nostalgia por
todo lo que |
fue y de rencor por todo
lo que es |
y que será?» |
Estas deformaciones,
cuando no |
proceden del egoísmo que
hasta |
pretende hallar un aliado
en la |
religión, suele provenir
de la falta |
de profundización o de
instrucción |
cristiana. Unas ideas
sobre el Cris- |
tianismo que supongan
apenas un |
bagaje moral o un poso
sentimental |
para compensar
insatisfacciones vi- |
tales, está muy lejos del
Evangelio. |
Por desgracia, muchas
veces, los |
cristianos nos hemos
conformado |
con ese mínimo residuo,
sin que |
hayamos ejercido sobre
nuestra ac- |
titud una crítica
suficientemente |
sincera al cotejar nuestra
actitud |
con el Evangelio. Entonces
se com- |
prende, en especial, la
desazón por |
la exigencia de cambio que
nos |
toca vivir, incluso como
miembros |
de la Iglesia, si queremos
ser ver- |
daderamente sinceros con
nuestra |
fe y sacarla de
vacilaciones. Algu- |
nos, para quienes la fe
era sólo una |
cultura, han optado por
alejarse |
de la Iglesia; otros,
siguen con sus |
miedos ante una
contradicción que |
les desconcierta al no
saber cómo |
relacionar la fe con la
vida: no |
pueden detener la vida y
no saben |
evolucionar en la fe. Esa
evolución |
a la que se refirió Newman
y que |
es, precisamente, no un
modernis- |
mo, sino el medio de
extraer de su |
tesoro, para cada momento
nuevo, |
la novedad de su verdad y
el vigor |
de su fuerza para ser
vivida de |
modo que el mundo no se
deten- |
ga y vayamos entendiendo
por |
qué caminos Dios lo
conduce a su |
Reino. |
LAUS |
No se publica durante los
meses de julio, agosto |
y septiembre. Reaparecerá
el mes de octubre. |
6 (106) |
Valorar la Iglesia |
desde la totalidad
cristiana |
LA mayoría de las
valoraciones |
negativas que se hacen
sobre |
determinadas épocas o
suce- |
sos de la historia de la
Iglesia, pro- |
vienen de que no se tiene
en cuen- |
ta el conjunto o
globalidad de las |
circunstancias que
envuelven aquel |
hecho o momento sometido a
aná- |
lisis: también puede
suceder que |
exijamos demasiado a
nuestros pa- |
sados, sin tener en cuenta
que dis- |
ponían de medios más
rudimenta- |
rios que los actuales y
que tenían |
ideas menos elaboradas que
las |
nuestras. Una
consideración par- |
cial o un lapsus ucrónico
nos aleja |
de la realidad y del
tiempo a que |
referimos impropiamente un
aná- |
lisis, porque las
deducciones que |
extraigamos de un tal
plantea- |
miento inicialmente
viciado o |
incompleto, por fuerza nos
llevará |
a resultados exasperantes
o absur- |
dos. |
Conviene recordarlo
siempre al |
establecer comparaciones
en las que |
es fácil agudizar matices
que, al |
generalizarlos,
atribuyeran al todo |
lo que sólo corresponde a
una par- |
te, sobre hechos, tiempos,
personas, |
y colectividades.
Comparar, de este |
modo, equivale a oponer y
oponer |
a negar, por vía de
deslizamientos |
lógicos tópicos,
demagógicos, desfa- |
sados y hasta fantásticos. |
En nuestra época, en la
que los |
conocimientos se
especifican en tal |
grado que ya apenas existe
la figu- |
ra del "sabio
antiguo", que sabía |
"todo" porque el
universo de los |
conocimientos, el saber
"todo" era |
mucho más reducido que el
conte- |
nido o sabiduría parcial
de un sec- |
tor de nuestra época, hay
que tener |
más en cuenta el riesgo
erróneo de |
las generalizaciones
apresuradas. |
En nuestro tiempo, los
bienes, las |
cosas, los saberes, las
noticias, se |
consumen, pero no se
analizan, de |
donde nos resultan hombres
unidi- |
mensionales, que parece
que saben |
poco o mucho de algo, pero
que, |
en conjunto, no saben nada
de na- |
da, si han de extraer su
saber de |
esa generalización
irreflexiva cuan- |
do, por un lado, ya no
tienen hábito |
de analizar ni tiempo y
gusto para |
estudiar y, de otro,
carecen de ese |
mínimo de humildad para
recono- |
cer y aceptar, por lo
menos, su par- |
cial ignorancia. Porque
sólo criti- |
car negativamente no es
analizar, |
ni descubrir defectos
equivale a |
edificar aciertos. |
7 (107) |
Alguien ha dicho que
estamos |
volviendo al hombre de
Protágo- |
ras, subjetivista y
relativizador, en |
un proceder que traduce
vanamen- |
te pretensiones de
realismo y obje- |
tividad critica y a un
absoluto |
categorial sin base. Pero,
como a |
Protágoras le corrigió
Platón, tal |
vez habrá que decir
también ahora, |
a los hombres de hoy,
cualquiera |
que sea el sentido que
extraigan al |
aserto de que «el hombre
es la me- |
dida de todas las cosas»,
que, en |
todo caso, «es Dios la
medida de |
todo» porque sólo él lo
contiene |
todo. |
En el Cristianismo, el
Hijo del |
Padre, Jesucristo, reúne
en un sólo |
ser la síntesis del hombre
y de |
Dios, apoyando ambas
naturalezas |
en la sola subsistencia de
la perso- |
nalidad divina del Verbo. |
Como hombre, limitado,
pasible, |
relativo, débil,
temporal... pero sin |
pecado, sin oposición, sin
posibili- |
dad de rechazo con lo
mismo que |
le vinculaba ya
necesariamente a |
la divinidad. |
En este sentido es modelo
com- |
pleto, es ideal acabado
para el hom- |
bre de hoy: completo
Cristo hasta |
la llenumbre de Dios, y de
todos |
los tiempos, al contrario
de cual- |
quier otro hombre y de los
pensa- |
mientos de los hombres. |
Por eso, analizar y juzgar
el |
mundo desde Cristo,
relacionar el |
mundo de los hombres y los
tiem- |
pos con Cristo siempre
viviente, |
posibilita juzgar y
entender con su |
misma sabiduría, la verdad
y los |
problemas de la vida y de
los hom- |
bres, totalizarlo y
recapitularlo |
todo en Cristo, y superar
y resu- |
mir en su vida todos los
tiempos, |
sin que ningún detalle
parcial nos |
distraiga del todo, y
podamos ser |
armónicos en el juicio y
justos en |
la contemplación de
cualquier su- |
ceso o de cualquier
análisis de un |
momento de la historia de
la Igle- |
sia. |
LAUS |
se reparte gratuitamente a
todos los amigos del Oratorio |
que lo solicitan.
Agradecemos a cuantos reciban nuestro |
boletín que nos comuniquen
los cambios de domicilio |
(si eventualmente se
producen) con objeto de evitar mo- |
lestias e inútiles
devoluciones. |
8 (108) |
LA FAMILIA. |
REDUCTO DE LIBERTAD |
ESTA ruptura actual entre
ge- |
neraciones y la extrema
fra- |
gilidad interna de muchos |
matrimonios, en especial
jóvenes, |
no puede dejar indiferente
a cual- |
quiera que se precie de
interesarse |
por el porvenir de la
humanidad. |
No deseo defender aquí y
ahora un |
modelo determinado de
familia ni |
quiero cerrar los ojos
ante las limi- |
taciones, sufrimientos e
injusticias |
del pasado. Pero tampoco
se sirve |
al futuro aceptando sin
más, en un |
beatífico y perezoso
liberalismo de |
bajo techo, la disolución
de la fami- |
lia como institución
básica o cre- |
yendo que una desaparición
conlle- |
varía un progreso y una
liberación |
para el hombre. En el bien
entendi- |
do que el servicio honesto
a la ver- |
dad obliga a recordar los
sufrimien- |
tos que comporta nuestra
situación |
actual para muchos,
también entre |
los jóvenes. En todo este
asunto lla- |
ma poderosamente la
atención que |
en los países de larga
tradición de- |
mocrática-liberal no son
ya las Igle- |
sias las únicas que se
preocupan, |
desde sus presupuestos
religiosos, |
por la estabilidad de la
familia. |
Muchos grupos agnósticos o
ateos, |
por mero humanismo y desde
pre- |
supuestos ideológicos que
incluyen |
también los de la
izquierda, se esta- |
blecen como defensores de
la mis- |
ma. Cuando uno lee a
ciertos pro- |
hombres del marxismo
español re- |
petir los eslóganes de los
grupos más |
radicales del
"feminismo" o de los |
"gays",
comprende que, en esto co- |
mo en otras cosas, España
sigue sien- |
do diferente. Ojalá que el
cambio de |
rumbo no llegue demasiado
tarde. |
Porque si hay algo que se
puede |
considerar adquirido hoy
por la an- |
tropología es precisamente
que el |
salto de la naturaleza a
la cultura, |
la emergencia del hombre
por enci- |
ma de los animales va
unida a la |
aparición de la familia.
No hay, ni |
ha habido nunca, la mera
"horda |
primitiva", viviendo
en absoluta |
promiscuidad o al dictado
del ma- |
cho más fuerte. La familia
no es un |
invento tardío fruto de la
explota- |
ción del hombre sobre el
hombre |
―o la mujer en este
caso― ni si- |
quiera es la mera garantía
del cre- |
cer humano de los hijos.
La familia |
es también, por lo menos,
humani- |
zación de la sexualidad y
apertura |
al conjunto de símbolos
que permi- |
ten la cultura. Esto sin
detrimento |
de la necesaria
comprensión para |
los diversos modelos
culturales de |
familia que dependen de
las técni- |
cas, la economía y
cualquier grupo |
humano. La familia, contra
lo que |
muchos piensan, ha sido
para el |
hombre uno de los últimos
reduc- |
tos de libertad y
creatividad, en |
particular para los días
difíciles. |
Quienes de modo bastante
torpe |
quieren regresar a una
imaginaria |
sexualidad amorfa y sin
fronteras |
parecen más bien
adolescentes in- |
maduros o viejos ya
definitivamen- |
te frustrados.― J.
M. VIA |
|
9 (109) |
VIA-LIBERTATIS |
Los hombres son más
sinceros cuando se encuentran más próximos a la muer- |
te. Así Dietrich
Bonhoeffer, cuando la certeza de la muerte presentida como pró- |
xima le hubiera podido
sugerir escribir las estaciones de un Vía-crucis, compuso |
estas «Estaciones en el
camino hacia la libertad», para mandar a un amigo que |
podía comprenderle, aunque
se excusaba de lo defectuoso de sus estrofas porque |
«no era poeta». Para
Bonhoeffer el «camino de la libertad» tenía cuatro estacio- |
nes: disciplina, acción,
sufrimiento y muerte. |
|
I. Disciplina |
Si te decides a conquistar
la libertad, aprende, ante todo, |
la disciplina de tus
sentidos y de tu alma, para que tus deseos |
y tus miembros no te
arrastren ahora aquí y más tarde allí. |
Que tu espíritu y tu
cuerpo sean castos, y enteramente sometidos a ti mismo |
y obedientes para buscar
la meta que se les ha señalado. |
Nadie alcanzará jamás el
misterio de la libertad, si no es por medio de la |
disciplina. |
II. Acción |
Hacer y arriesgarte por lo
que es justo, y no por lo que nos gusta; |
no fluctuar entre lo
posible, sino emprender valientemente cosas reales. |
No refugiarse en los
pensamientos, sino pasando a la acción ha de consistir |
la libertad. |
10 (110) |
Sal de la vacilación
angustiosa y lánzate al torbellino de los acontecimientos, |
conducido sólo por la ley
de Dios y por tu fe: |
la libertad acogerá
jubilosamente tu espíritu. |
III. Sufrimiento |
¡Oh transformación
maravillosa! Tus manos fuertes, activas, están atadas. |
Impotente, solitario, ves
el fin de tu acción. |
Sin embargo tú respiras y
pones tu diestra |
tranquilo y confortado, en
una mano más fuerte, y te das por satisfecho. |
Solamente por un instante
alcanzas tocar la libertad y te sientes bienaven- |
turado, después se la
devuelves a Dios, para que él la lleve a magnífico cumpli- |
miento. IV. Muerte |
Ven ya, suprema fiesta en
el camino hacia la libertad eterna, |
muerte, rompe las cadenas
y derriba los muros que pesan |
sobre nuestro cuerpo
frágil y nuestra alma deslumbrada, |
para que finalmente
alcancemos ver lo que aquí no hemos podido ver. |
Libertad: te hemos buscado
largamente con disciplina, en la acción y en |
Al morir te reconoceremos
en el rostro mismo de Dios, el dolor. |
11 (111) |
RESPONSABILIDADES
CRISTIANAS |
ENTRE corrientes
individuales |
y sociológicas, nos
debatimos |
para que, cuando alguien
se |
atreva a llamarse
cristiano, sea por |
algo más que por mera
atribución |
adscriptiva, aislada,
partidista o ide- |
ológica, y algo más que
herencia |
social, que hábito
cultural, pasiva- |
mente aceptado y, a lo
más, trans- |
misible como corteza
protectora |
que ampara el grupo que
nos es más |
útil, por la coincidencia
de intereses |
que nos defiende, de
prestigios que |
consolida, de promociones
que ofre- |
ce, de garantías que
sacraliza, en esa |
gran feria de la vida en
la que, has- |
ta la invocación de lo
santo tiene el |
riesgo de ser
instrumentalizado pa- |
ra la vanidad, la
presunción y el |
egoísmo. |
La crítica de la corteza
caduca |
con que a veces envolvemos
las se- |
millas vivas de la verdad
cristiana |
no nos ha de venir de los
que miran, |
a los cristianos, desde
fuera: ellos no |
pondrán ni un dedo para
hacernos |
mejores, y critican para
justificarse |
a si mismos, apenas
sienten el res- |
quemor de su vaciedad, la
vacila- |
ción de su duda o el
desamparo en |
su espíritu. La crítica
nos la hemos |
de hacer nosotros mismos
hasta que |
en nuestro reducto
interior des- |
pierte la responsabilidad
bautismal |
y se desprenda una
voluntad firme |
para un cambio de vida
acorde con |
la configuración cristiana
asumida. |
Responder como cristianos,
no por |
vanidad, no por
fanfarronería ideo- |
lógica, no por mezquindad
oportu- |
nista, no desde la actitud
aprove- |
chada de pueblerino
llegado a más |
que disimula mal sus
ignorancias |
con sus perfectos
desprecios y, des- |
de su promoción ficticia,
capitaliza |
para sí las apariencias de
lo que ja- |
más ha poseído ni creado.
Hay un |
poso de engreimiento y
satisfac- |
ción, de levadura
satisfecha y fari- |
saica capaz, por sí sola,
de desvir- |
tuar el vigor de la más
viva semilla |
de autenticidad cristiana.
No llegan |
ahí ni los que nos
critican de fuera, |
porque ellos no pueden
saber cómo |
es la llama de la brasa
que nunca |
han tenido en la mano,
aunque la |
imaginen encendida en la
de otros. |
No es un problema de
imaginación |
profética que se atreve a
denunciar, |
sino de vida propia que se
ha de |
convertir. ¿Cómo hemos
llegado a |
ser cristianos? ¿Qué
fuerza personal |
hemos añadido a nuestro
bautismo? |
¿Ha sido una ventaja, para
nosotros |
la fe, o una urgencia
compromete- |
dora para cambiar nuestra
vida y |
la del mundo? ¿Ha venido a
romper |
nuestro egoísmo o a añadir
otro |
egoísmo más, con
seguridades y ca- |
lidades postizas? ¿Hemos
aceptado |
la fe, hemos recibido los
sacramen- |
tos, demasiado pronto o
demasiado |
tarde? ¿Tal vez demasiado
pronto, |
como el que se apunta,
como el que |
se inscribe, como el que
se empa- |
drona y pone el nombre en
el enca- |
sillado burocrático de una
máqui- |
na espiritual? ¿O
demasiado tarde, |
porque hemos entendido la
fe, no |
como una semilla o
fermento trans- |
formador, sino como un
añadido |
que dignifica y completa? |
12 (112) |
documento: |
LAS PROPUESTAS |
DEL OBISPO WOJTYLA |
PARA EL CONCILIO VATICANO
II |
SE trata de referirnos al
documento mandado por el obispo Wojtyla, en |
diciembre de 1959, al
cardenal presidente de la Comisión anteprepara- |
toria del Concilio. Tiene
el interés de ser prácticamente desconocido, |
como uno más entre los
centenares que la Comisión recibía de obispos y |
prelados de todo el mundo.
El obispo Wojtyla no podía pensar entonces que |
sería el papa actual, del
que ya tenemos sus primeros discursos pontificios, |
los de Puebla y la primera
encíclica. El obispo Wojtyla tenía entonces poco |
menos de cuarenta años,
hacía apenas un año que había sido consagrado |
obispo y once de su
ordenación sacerdotal, a la que había llegado en la lucha |
y el trabajo simultaneado
con los estudios. Conocía de cerca las dificultades |
que la Iglesia encontraba
en su propio país y se había asomado un poco a |
Europa. Era el obispo
auxiliar de la diócesis de Cracovia (millón y medio de |
cristianos, mil quinientos
sacerdotes, en dos mitades de diocesanos y religio- |
sos, y unas cuatro mil
religiosas). |
El documento divide en
nueve puntos sus propuestas. Teniendo en cuenta |
la evolución que en la
misma Iglesia se ha ido produciendo, a lo largo de los |
veinte años que nos
separan del de la redacción de ese documento, lo hemos |
de considerar de tono
abierto y podemos suponer que, en la actualidad, sal- |
vadas las demás
circunstancias, lo sería todavía más. |
Señalaremos cada uno de
sus nueve puntos y destacaremos los párrafos |
principales. |
HUMANISMO |
CRISTIANO |
1. Las circunstancias en
las que le toca vivir a la Iglesia |
de Cristo sugieren la
conveniencia de iluminar algunos |
puntos doctrinales. Puesto
que ha aumentado el materia- |
lismo (cientista,
positivista, dialéctico), es preciso hacer |
una exposición del orden
espiritual trascendental. Este |
13 (113) |
orden que tiene su
principio en Dios, causa primera de |
todo, se encuentra también
en el hombre creado a su ima- |
gen y semejanza. |
Conviene delinear
doctrinalmente el problema del |
personalismo cristiano. La
personalidad humana se ma- |
nifiesta principalmente en
la relación de cualquier per- |
sona humana con el Dios
personal: ahí esto: la cima de |
toda religión. |
El personalismo cristiano
constituye también el fun- |
damento de toda la
doctrina ética enseñada por la Iglesia |
y conexa con el evangelio. |
Es preciso distinguir el
personalismo cristiano de todo |
otro personalismo con
vestigios de individualismo o de |
economismo materialista. |
Al hablar de
"personalismo cristiano" el obispo Wojtyla reproduce implícitamente |
los planteamientos y las
ideas de Maritain y de Mounier. Cuando, acto seguido, se |
refiere al ecumenismo,
casi reproduce frases del célebre cardenal Mercier, que resur- |
giría en la gran figura
conciliar del ecumenismo: el cardenal Bea. |
ECUMENISMO |
2. El Concilio y toda la
eclesiología teológica... deben |
dar menos relieve a lo que
separa y profundizar más en |
lo que une. Así se podrá
preparar, tal vez mejor, la con- |
versión de los espíritus,
si bien habrá de implorarse, con |
perseverancia, la gracia
de la reconciliación con la Iglesia |
en lo que atañe a los
puntos doctrinales que parecen más |
difíciles. |
Cuando se refiere a los
laicos, se lamenta de la reconocida poca importancia que se |
les concede en el vigente
Código de Derecho Canónico, preponderantemente clerical, |
y dice: |
LOS LAICOS |
3. Es necesario, por parte
de la clerecía, que adquiera |
un conocimiento más
completo de toda la vida de los lai- |
cos y del valor, tanto en
el sentido natural como sobrena- |
tural, de esta vida. |
14 (114) |
En la cura de almas los
laicos no deben ser conside- |
rados como un objeto, sino
como un sujeto cooperador. Se |
trata de un trabajo
evangélico que ha de ir en progresivo |
aumento, y no de un pleito
sobre la competencia entre |
clero y laicado católico. |
Pero a los apartados que
dedica mayor extensión, son a los que se refieren al clero |
su piedad, formación,
disciplina, estudios. |
LO SECULAR |
EN EL CLERO |
4. Se han de acentuar con
energía algunos rasgos |
específicos de la
clerecía, en relación con los demás cris- |
tianos, que responden a la
particular vocación que tienen |
en la Iglesia, pero hay
que acentuar, al mismo tiempo, la |
conexión con los laicos,
con el fin de mostrar la unidad |
del Reino de Dios en este
mundo. |
Parece oportuno que se
facilite el contacto de los clé- |
rigos con muchos hechos y
fenómenos de la vida humana, |
incluso secular...; pero
insistiendo que no se trata de un |
secularismo, sino
solamente de afirmar todo lo que tenga |
un valor, aunque carezca
de aspecto religioso o sacral. |
No puede darse, en la vida
humana, una sacralización |
generalizada diferente de
la que es indirecta y discreta, |
pero verdadera y profunda.
La formación del clero ha |
de corresponder a esta
tendencia. |
Coincide con muchos de los
proponentes de una reforma respecto a los sacerdotes |
que habían abandonado el
ministerio situándose, según las leyes canónicas, en situa- |
ciones en las que no se
les reconocía su "status" cristiano. El obispo Wojtyla, aboga |
porque se les conceda, con
la reducción al estado laical, la dispensa plena de la ley |
del celibato para que
puedan contraer libre matrimonio o legitimar situaciones de |
hecho parecidas.
Fundamenta fu proposición en tres razones: el bien espiritual del |
mismo sacerdote, el bien
de la Iglesia y la solución de casos especiales de errónea |
vocación. Y concluye: |
EL CELIBATO |
5. Esta propuesta se
presenta a la Comisión antepre- |
paratoria con el fin de
que también se atienda a las voces |
de los que proponen algo
parecido, pero se destaca que se |
trata de un asunto
importante. La Iglesia, sin duda, es |
15 (115) |
del todo competente en
esta materia. Debe, por lo mismo, |
detenerse a reflexionar y
ponderar al máximo y con la |
mayor solicitud, si esta
proposición serviría al bien espi- |
ritual y a la santidad de
la clerecía, o si podría relajar |
la disciplina. |
Muy exigente se muestra en
lo que se refiere a la formación intelectual de los futu- |
ros sacerdotes, haciendo
fuerza, en particular, en los medios que se emplean para |
proporcionar al nuevo
clero la necesaria instrucción, clarificando bien, desde un |
principio, las intenciones
y garantizando la vigilancia de los medios. Nada le objeta- |
ría Rosmini. |
FORMACIÓN |
E INSTRUCCION |
DEL SACERDOTE |
6. La raíz de la formación
clerical está en el semina- |
rio. Por esto debe contar
con una dirección y una organi- |
zación óptimas, para que
esté a la altura suficiente de las |
exigencias de la vocación
y del estado sacerdotal, lo mis- |
mo que al cuidado de las
almas y del contacto con los |
contemporáneos. En la
formación del espíritu y de la |
conciencia de los alumnos
es preciso trabajar desde un |
principio a partir del
conocimiento cierto del sentido de |
la misión apostólica. La
misión y el deber han de tener |
un lugar más importante en
su espíritu y voluntad, dejan- |
do atrás la noción de
beneficio de la que parte el Código |
de Derecho Canónico,
aunque sea justa y conveniente. |
Pero es posible que, esta
noción canónica de beneficio y |
su mismo nombre deban de
ser cambiados por algo que |
esté más de acuerdo con el
talante del clérigo. |
En el seminario es
conveniente no solamente la for- |
El cristianismo entró en
la historia de Romano con la violencia, no |
con la fuerza militar, no
mediante la conquista o la Invasión, sino |
con la fuerza del
testimonio, pagada con el elevado precio de in |
sangre de los mártires, a
lo largo de más de tres siglos de historia. |
Entró con la fuerza de la
levadura evangélica que, revelando al |
hombre su última vocación
y su máxima dignidad en Jesucristo, |
comenzó a actuar en lo más
profundo del espíritu para penetrar |
después en las
instituciones humanas y en toda la cultura. |
Juan Pablo II, |
25.4.1979 |
16 (116) |
mación moral sino también
la intelectual. Los seminarios |
no deben ser solamente
estudios profesionales, sino ver- |
daderas academias o
estudios generales equiparables a |
las universidades. Porque
es preciso que el sacerdote que |
trabaja en la cura de
almas posea una conveniente auto- |
ridad intelectual entre
sus contemporáneos, puesto que |
éstos, a la vez, vemos que
también adquieren una forma- |
ción superior en las
universidades. De donde la necesidad |
de una preparación
científica, en el sacerdote, como con- |
dición indispensable, y
que los profesores y maestros es- |
tén perfectamente
preparados para transmitirla. |
Posiblemente no estaría
fuera de lugar una comisión |
encargada de verificar la
calidad de cada disciplina im- |
partida, de modo parecido
a lo que sucede en las univer- |
sidades laicas. |
Nada nuevo aporta en el
número siete, que es el punto destinado a los religiosos. |
Como singularidad se
refiere a la necesidad de que exista un visitador apostólico |
estable en cada nación, y
ello es comprensible en las circunstancias en que el obispo |
Wojtyla escribe, cuando se
trata de la dificultad de comunicaciones con Roma; pro- |
bablemente ahora ya no lo
pediría, relajada un poco la dureza de aquella situación |
de práctico aislamiento.
Se refiere, como a lugares comunes, a la colaboración entre |
religiosos y clero
diocesano, por una parte, y, por otra, a la necesidad de respetar el |
carácter específico de
cada orden o congregación y cuál sea su vocación principal en |
la Iglesia universal de
Cristo. |
El punto octavo se refiere
a la liturgia y pide que sea admitida la lengua vernácula |
en la administración de
sacramentos y sacramentales, pero evitando la nacionaliza- |
ción de los ritos. Piensa,
también, en otras simplificaciones. |
Finalmente, en el punto
noveno, aboga por la desaparición de impedimentos matri- |
moniales menos
importantes, que todavía figuran en el Código y propone la agiliza- |
ción de la labor
ministerial del sacerdote, ampliando sus facultades hasta comprender, |
por lo menos en algunas
circunstancias, todo el ámbito nacional. |
No en vano han
transcurrido veinte años para poder imaginar que, en la actualidad |
esa relativa apertura que
entonces era manifestación de prudencia y valentía, ahora |
sería con mucho superada,
acrecentada, ante las perspectivas que se abren en un |
mundo, también cambiado,
que pide todavía mayores y más profundas acomodacio- |
nes. Sin duda que el
obispo Wojtyla, convertido ahora en pastor universal de la Igle- |
sia, deseará llevar
adelante, yendo todavía más lejos, las reformas y acomodaciones |
que entonces vislumbraba:
pero dependerá no solamente de él, sino del resto de los |
que formamos con él la
Iglesia de Cristo, si, proporcionalmente y desde nuestro lugar |
y nuestra época, también
albergamos aspiraciones de reforma y de cambio, para re- |
juvenecer a la Iglesia y
para anunciar el Reino de Dios a nuestro mundo. |
17 (117) |
Todas las semanas en |
vida nueva |
―Una completa
información de la |
Iglesia en España y en el
mundo |
—Un estudio del problema
de ma- |
yor actualidad |
―Una visión
cristiana del mundo |
político, social, cultural
y artístico |
vida |
nueva |
Revista semanal de |
información general |
y religiosa |
P.P.C. - E. Jardiel
Poncela, 4 |
Apartado 19.049 - Madrid
(16) |
18 (118) |
NUEVO CATECISMO |
PARA ADULTOS |
GENERALMENTE se le conoce |
con el nombre de CATECIS- |
MO HOLANDES, porque fue |
en Holanda donde se
confeccionó |
después de diez años de
trabajo |
emprendido por un equipo
de teó- |
logos y expertos agrupados
en el |
Instituto Superior de
Catequética |
de Nimega, que habían
recibido el |
encargo de los obispos
holandeses. |
En España lo ha publicado
Edi- |
torial Herder, de
Barcelona y ha |
conocido una difusión
verdadera- |
mente amplia, excepto en
los sec- |
tores más bien críticos
del Concilio |
Vaticano II, puesto que
este NUE- |
VO CATECISMO PARA ADULTOS |
era una consecuencia del
mismo. |
No se trata de un libro
para leer |
de una vez y guardarlo
olvidado; si- |
no que debe figurar, entre
los libros |
del cristiano, al lado de
la Biblia. |
Se llama "nuevo"
porque en él se |
pretende anunciar la fe de
un mo- |
do que corresponda a
nuestros días; |
pero el mensaje de la fe
sabemos |
que permanece
substancialmente |
invariable, aunque se
puedan reno- |
var los enfoques y la luz
con que |
sea examinada. |
El catecismo clásico se
reducía a |
un conjunto de fórmulas
breves, fá- |
ciles de retener en la
memoria. Este |
catecismo para adultos
pretende, en |
cambio, presentar, en un
lenguaje |
corriente, el mensaje de
Cristo mos- |
trando con amplitud sus
perspecti- |
vas básicas y aclarando
los proble- |
mas actuales a la luz del
Evangelio. |
También se auspicia, en el
prefa- |
cio con que se presenta,
que ha sido |
confeccionado con la
esperanza de |
que favorezca y suscite el
sentido de |
comunidad, que es la gran
obra de |
Dios. Vivir con Dios es
algo total- |
mente personal,
ciertamente; mas no |
individual, sino
comunitario. Dios |
es la fuente de toda
comunidad. |
Los temas tratados en este
volu- |
men fueron escogidos con
la inten- |
ción de dar materia para
la refle- |
xión del creyente adulto.
Y se ha |
procurado, en lo posible,
evitar el |
lenguaje técnico, de modo
que no |
ofreciera dificultades
innecesarias a |
la comprensión. |
Los que lean estas líneas
y posean |
ya el CATECISMO a que nos
refe- |
rimos, habrán podido
comprobar |
por sí mismos la
excelencia del tex- |
to, si realmente no lo han
olvidado |
después de una simple
incursión |
curiosa en lo nuevo. Como
todo |
buen libro, no se puede
leer todo de |
una vez, ni leer una sola
vez, sino |
que ha de ser cita
continua de la |
inteligencia y del interés
del lector, |
en este supuesto,
cristiano. |
Los que todavía no lo
tengan, ad- |
quiéranlo cuanto antes y
léanlo con |
frecuencia. Vivimos en una
época |
de grandes desfases entre
lo que de- |
cimos creer y lo que
conocemos de |
nuestra propia fe, lo cual
hace más |
necesario adquirir o
mejorar la |
ilustración propia sobre
la misma. |
Muchos critican
simplemente para |
disimular su ignorancia;
otros vege- |
tan en el sentimentalismo
ignoran- |
te, indecisos por acabar
de ser real- |
mente cristianos. La
instrucción |
reflexiva sobre el
contenido de la |
fe y su vivencia es
indispensable |
al buen cristiano. |
19 (119) |
EL MANDAMIENTO LIBERADOR. |
El mandamiento de Dios
revolado en Jesucristo abar- |
ca la totalidad de la
vida; no sólo vigila, como lo ético, |
la infranqueable barrera
de la vida, sino que es a la |
vez el centro y la
plenitud de la vida. No sólo es deber, |
sino también permisión: no
sólo prohíbe, sino que li- |
bera en orden a la acción
no-refleja. No sólo interrum- |
pe el proceso de la vida
donde falla, sino que la acom- |
paña y la guía, sin que
esto tenga que emerger siem- |
pre en la conciencia. El
mandamiento de Dios viene |
a ser la orientación
divina diaria de nuestra vida. El |
mandamiento de Dios es la
permisión de vivir como |
hombre ante Dios.―
D. Bonhoeffer |
|
LAUS |
Director: Ramón Mas
Cassanelles - Edita e imprime: Congregación del Oratorio |
Placeta de S. Felipe Neri,
1 - Apartado 182 - Albacete - D.L. AB 103/62 - 3. 6. 79 |
20 (120) |
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