Publicación
mensual del Oratorio. |
Núm. 173. ENERO. Año 1980 |
SUMARIO |
LA PALABRA "paz"
es corta como "pie" y hay que |
decirla andando, como todo
lo que ha de hacerse |
vida en el hombre. Paz
para la vida y paz en la |
vida, para que quepan, en
la paz, todos los demás bienes |
y para que en ella se
guarden y se multipliquen todos. |
Paz en el hombre, dentro
del hombre; paz que, para que |
lo sea, es imposible
añadir o imponer; paz que ha de na- |
cer y de crecer en el bien
y de la justicia. |
EL PERIÓDICO |
HOMBRE |
DIGAMOS NO A LA GUERRA |
EL ACUERDO INTELECTUAL |
EL IDEAL |
LA RELIGIOSIDAD JUVENIL |
1 (181) |
Tiempo de oración: |
EL PERIÓDICO |
También resuena aquí |
del mundo como un eco
aprisionado. |
Acercas a él tu rostro |
y parece que sientes el
inmenso |
vaho de su respiración |
acelerada, ardiente,
dolorida... |
Aquí tienes la suma |
de los pasos de un día;
los kilómetros |
de dolor y de gozo; la
fatiga |
y la dicha, caídas como
hojas |
mustias al aire del
olvido... |
Tus manos las recogen |
en el silencio ahora |
para besar en ellas el
árbol de la vida: |
No, no mueren en vano, |
día a día, hoja a hoja,
nuestros versos, |
nuestras canciones; los
insultos como |
piedras, los besos como
flores. |
¿O no quedan grabados, |
vida por vida, |
hombre por hombre, nombre |
por nombre, oh Dios, en tu
silencio? |
Aquí resuena, sí, el
clamor del mundo |
recogido en tus manos; |
a él arrimas tus labios y
el secreto |
rumor callado de tu
corazón... |
Rafael Alfaro |
2 (182) |
Hombre |
VALE la pena ser hombre.
Al pensarlo, alguna vez es necesario dete- |
nerse para decir con
énfasis o escribir con mayúscula la palabra |
«Hombre». Y más todavía
cuando hemos de agradecer a Dios que él |
mismo haya querido asumir
nuestra naturaleza, en este abrazo colo- |
sal que nos da a todos a
través de su Hijo, Jesucristo, hecho hermano nues- |
tro; no hay sonido de la
voz, ni signo alguno para decir o expresar la admi- |
ración rendida de sabernos
colocados junto a él. |
No puede ser inútil el
gesto de Dios, aunque parezca excesivo. Sólo des- |
de los miedos del
fanatismo pagano ha podido, el hombre, suponer que ca- |
mina hacia la desgracia de
su aniquilación. Corto de mirada para abarcar |
la inmensa grandeza de los
proyectos de Dios —misteriosos, porque no nos |
caben en la mente de
criaturas—, lo ha relegado a la lejanía absoluta, y se |
ha creído condenado a la
soledad de su pequeñez. |
Pero el hombre ni está
solo ni es tan pequeño. Es más grande, ontológi- |
camente, que todo el mundo
visible: es como la síntesis y la cima de todo lo |
que se ve. Y, además,
tiene la compañía de Dios para poder recoger el sen- |
tido del resto de lo
creado y restituido, en ofrenda cuasi-sacerdotal, al su- |
premo Hacedor. Por el
hombre llega a Dios toda la naturaleza, al tiempo |
que ésta sirve de marco
previo para que, el ser racional, construya el Reino |
de Dios desde el solar de
este mundo. Del mismo modo que, en Jesucristo, |
decimos Hombre-Dios, en el
cristiano decimos Iglesia en el tiempo y en la |
eternidad, caminos de la
tierra y reino del cielo, dominio de los hombres y |
triunfo de Dios. |
La Encarnación es la clave
en que se explica todo el sentido, hasta ago- |
tarlo, que pueda alcanzar
lo humano para Dios y, también, el modo ca- |
bal de restituir la
creación entera, poseída y dominada por el hombre, a |
Dios. Lo creado se
re-crea: hay una parábola que se inicia en el Génesis y |
que acaba en el
Apocalipsis, en tránsito finalmente glorioso. Desde que |
Dios dijo al primer hombre
«poseed la tierra», se eleva, el gesto de la huma- |
nidad, hasta el cenit de
Cristo y, desde entonces, estamos los cristianos jun- |
tando nuestras manos a las
suyas, hasta el cumplimiento que termina en la |
3 (183) |
cima donde Dios nos espera
y que es lo que llamamos «su Reino», misterio |
todavía, porque no lo
podemos medir ni en su anchura ni en su profundi- |
dad, ni saber su día ni su
hora, aunque sí conocemos ―y, mientras perma- |
necemos en el tiempo, nos
basta― el sentido, la dirección a tomar a partir |
de Cristo, camino y verdad
para nuestras obras y para nuestra le. |
Y esa es la grandeza de
nuestra condición de hombres: que nos move- |
mos en el misterio
abarcado por Dios, al tiempo que este misterio se nos |
va simplificando y
revelando para constituir nuestro propio crecimiento |
espiritual: un crecimiento
que nos dispone a la comprensión, a sabiendas |
de que no será exhaustiva,
porque no agotaremos lo cognoscible de Dios, |
pero sí que nos iremos
abriendo cada vez más totalmente, hasta absorber |
todo nuestro ser y dedicar
todas nuestras fuerzas a un proyecto divino que |
es, a la vez, nuestro y
humano. La creación sigue poseída por el hombre y |
el hombre poseído por
Dios; se trata de una posesión liberadora, redentora; |
se trata de una
re-creación y de una redención en Cristo y desde Cristo, el |
Dios-Hombre, el gran
puente entre nosotros y Dios, Padre suyo y Padre |
nuestro. Hay palabras de
Cristo que nos confirman este pontificado divino-- |
humano, como cuando decía
que «el Padre estaba en él, y él en el Padre», y |
«él estaría con nosotros
ya para siempre», hasta el fin. Era como si dijera: |
«El Padre está en mí y yo
estoy en el Padre», para añadir de seguido; «Como |
yo estoy con vosotros y
vosotros estáis conmigo», porque es cierto que que- |
ría que «donde él
estuviera, estuviéramos también nosotros». |
Por todo esto vale la pena
ser hombre, después de Cristo. Aunque sea |
un «después» que contiene
todavía esperanzas, «hasta que vuelva». |
Después de que Dios se
haya hecho hombre, es preciso agradecer que |
nos acompañe desde su
santa Humanidad, por estos caminos del mundo |
―parábola para el
fin―. Es preciso agradecer y admirarnos, mientras anda- |
mos todavía, porque se
hizo hombre y porque somos hombres. «Algo vale |
el hombre cuando Dios
decide vestirse de hombre», decía un cristiano del |
siglo segundo. Ya no somos
tan pobres y, sobre todo, ya no estamos solos: |
Dios —«Emmanuel»— está con
nosotros. |
LAUS |
se reparte gratuitamente |
a todos los amigos del |
Oratorio que lo solicitan |
4 (184) |
DIGAMOS NO |
A LA GUERRA |
Estocolmo.— Los juguetes
bélicos desaparecieron |
definitivamente de las
tiendas suecas, en virtud |
de la Ley restrictiva que
entró en vigor el 1° de |
diciembre pasado. |
(De los periódicos) |
NO pretendemos hacer la
apo- |
logía del eufemismo, aun |
cuando, en tantas facetas
de |
la vida —lenguaje y
comportamien- |
to— demostramos que no
sabemos, |
o no podemos, prescindir
de él. Sa- |
bemos que siempre ha
habido ma- |
les que nos hemos
resistido a nom- |
brar explícitamente,
cuando nos |
afectan de cerca: la
tuberculosis, |
por ejemplo; hoy en día el
horror |
del diagnóstico del
"cáncer", cuyo |
nombre se evita como signo
de fa- |
talidad. Y hasta en los
males mora- |
les: Manzoni oculta el
nombre del |
ser más despreciable que
aparece |
entre los personajes de su
novela, |
cumbre del romanticismo
italiano. |
No se nombra el mal como
si ha- |
cerlo equivaliera a
concederle una |
propaganda gratuita y, por
supues- |
to, inmerecida y
prohibida. San |
Pablo es categórico al
exhortar |
que, los pecados más
horrendos y |
los que se les parecen
"ni siquiera |
se nombren" entre los
cristianos. |
Nuestra vocación es el
bien: cono- |
cerlo, desarrollarnos en
él, comu- |
nicarlo: ¿a qué, pues,
dedicar aten- |
ción a lo que es, de
plano, negativo |
en origen, si disponemos
de poco |
tiempo y de energías
limitadas pa- |
ra emplear en lo positivo,
tanto en |
nosotros mismos, como en
relación |
con los que hemos de
preparar pa- |
ra la vida? En buena
lógica, no |
caben concesiones al mal,
ni más |
atención que la necesaria
para re- |
chazarlo, evitando que
contagie el |
bien. |
Todo esto es válido en
muchos |
campos y, en especial, en
pedago- |
gía. Desde este ángulo, y
por su |
efecto social, nos parece
muy sabia |
la reciente ley sueca que
prohíbe |
la venta de juguetes
bélicos en los |
comercios de todo el país.
¡De la |
guerra nada, ni siquiera
como pre- |
texto de juego! Cualquier
adulto |
normal puede comprender la
bon- |
5 (185) |
dad de esta ley, aunque,
por des |
gracia para el hombre,
sepamos que |
la sola adultez de la edad
no se |
corresponde siempre con la
pru- |
dencia que debería
acompañarla: |
muchas personas seguirán
mostrán- |
dose contrarias a la
guerra, a la |
par que seguirán
incurriendo en la |
ligereza estúpida de
seguir rega- |
lando más juguetes bélicos
a los |
niños... |
Replicarán, algunos, que,
con só- |
lo no regalar juguetes
bélicos a los |
niños, ni se consolida la
paz, ni se |
evitan las guerras
futuras. La pere- |
za de la imaginación y de
verdade- |
ra dedicación a los niños,
por parte |
de los mayores, y la falta
de perso- |
nalidad para reaccionar
frente a la |
insistencia de la
propaganda co- |
mercial, pasará por alto,
en muchos |
casos, ni siquiera un leve
pensa- |
miento de crítica respecto
a lo que |
más conviene para la
educación de |
los pequeños, para
salvarles de la |
vanidad y de la precoz
tentación |
de la violencia. Todo
hombre, des- |
de la más tierna infancia,
ya ten- |
dría que aprender, de modo
radi- |
cal, que no debe matar a
nadie ni |
destruir la naturaleza. |
No solamente en Suecia,
sino que |
otras voces, y también en
España, |
y en sentido parecido, se
han alza- |
do, con ocasión de la
celebración |
del "Año del
Niño", para que, res- |
ponsablemente, todos
hagamos lo |
posible para preparar
generaciones |
felices, sabias, sanas y
pacíficas. Pe- |
ro, indisciplinados y poco
exigen- |
tes con nosotros mismos, a
la hora |
de ser congruentes con los
ideales |
que decimos profesar,
veremos có- |
mo los niños, una vez más,
en las |
fiestas navideñas y, en
particular, |
la de los Magos, tan
propicia para |
obsequiarles, sostendrán
en sus ma- |
nos, los regalos de tantos
juguetes |
maravillosos, muchos de
los cuales |
serán reproducción de los
más so- |
fisticados arquetipos
bélicos para |
una guerra futura, que ya
comen- |
zará a bullir en la
indefensa ima- |
ginación de un niño que
jamás |
debiera haber aprendido de
los |
mayores, si le amaban, que
se pue- |
de matar a un semejante.
Otra vez, |
pistolas y correajes,
tanquecitos con |
cañones que disparan,
ametrallado- |
ras y fusiles, intoxicando
el cora- |
zón, hecho para otros
entusiasmos, |
de niños que jugarán a
delincuen- |
tes y a policías, a
guerras y a ba- |
tallas, como entrenándose
en el |
inhumano, brutal y salvaje
arte |
inventado de la violencia
y de la |
guerra. |
Los mayores, ¿somos tan
inteli- |
gentes como pretendemos, o
como |
decimos?... |
Era un hombre tan pobre,
tan pobre, tan pobre… |
que solamente tenía
dinero. |
6 (186) |
EL ACUERDO |
INTELECTUAL |
NAVIDAD nos sugiere, siem- |
pre, los pensamientos de
paz, |
caridad, perdón, humildad… |
referidos a la
convivencia, a la |
familia, al hogar, a las
comunidades |
humanas, a los grupos de
hombres |
que han de caminar juntos,
en ne- |
cesaria avenencia, por los
campos |
del mundo, labrando su
felicidad, |
superando el frío de la
soledad, |
construyendo el bien del
amor re- |
cíproco, para cosechar la
paz anhe- |
lada por todos. |
La benignidad del misterio
na- |
videño bendice el consuelo
de los |
logros de los hombres, en
este sen- |
tido; pero, también,
despierta la |
nostalgia o aviva la
tristeza cuan- |
do este bien no se ha
logrado, o |
se ha perdido. Los hogares
rotos, |
la sociedad egoísta, los
pueblos |
en pugna, la paz
amenazada, cho- |
can, como un insulto,
contra la |
lección que nos da la
santa Huma- |
nidad de Dios, en figura
de niño |
recién nacido. Y,
entonces, tras el |
lamento, proponemos
remedios pa- |
ra volver la felicidad a
la familia |
desunida, la serenidad al
grupo hu- |
mano disgregado, la
estabilidad a |
la comunidad en crisis, la
paz a la |
sociedad y a los pueblos
en rivali- |
dad y lucha. |
Los remedios que
proponemos |
suelen dirigirse en uno de
estos |
dos sentidos: el primero,
más expe- |
ditivo, consistiría en
imponer la |
obediencia para que
vuelvan a ser |
observadas las normas
puestas pa- |
ra asegurar la existencia
y función |
del grupo, dado que, sin
observan- |
cia del orden integrador,
caería- |
mos en la escandalosa
ficción de |
suponer familia o sociedad
lo que |
no pasaría de
amontonamiento hu- |
mano entre elementos que
se des- |
conocen o se repelen. |
El segundo y más profundo
me- |
dio de solución, atiende
menos al |
aspecto externo y
normativo, para |
fijarse en lo más radical
del ser hu- |
mano: se trataría de
establecer y |
recordar la primacía del
amor en- |
tre los que han de vivir o
convivir |
juntos. Todavía, como un
perfec- |
cionamiento de este
segundo cami- |
no, cabría imaginar una
combina- |
ción entre obediencia y
caridad, o, |
7 (187) |
si se prefiere con otros
nombres, |
entre disciplina y amor,
entre co- |
erción y vida, dado que la
sola |
obediencia parece
demasiado dura, |
y el solo amor, demasiado
etéreo y |
peligrosamente reducible a
abs- |
tracciones tan farisaicas
como la |
falsa obediencia. |
Newman, al pensar en lo
que ha |
de ser esencia de la
vinculación en |
la comunidad humana, había
teni- |
do en cuenta estas dos
posibilida- |
des apuntadas, pero no le
satisfacía |
ninguna de ellas. Según su
criterio |
existen, en efecto, «tres
vínculos |
en toda comunidad, a
saber: el |
amor, la obediencia y la
concordia |
o avenencia intelectual» y
pensaba |
que, esta última, era la
que hacía |
efectivamente posible la
unión. Sin |
lo que él llamaba «the
intellectual |
agreement» (acuerdo de
inteligen- |
cias), es inútil la
disciplina impues- |
ta, es un sueño y una
ficción el |
pretendido amor disidente,
porque |
lo que une y reúne para la
vida y |
la acción en grupo, es la
conver- |
gencia en el acuerdo
recíproco y |
el mismo punto de vista y
com- |
prensión inteligente del
ideal espe- |
cífico y de la tarea
común. Cuando |
esto falla puede haber
otras cosas, |
pero no una familia, no
una comu- |
nidad, no una sociedad. |
El comentario de estos
princi- |
pios para su aplicación en
profun- |
didad a las crisis
familiares, matri- |
moniales, comunitarias y
sociales |
de nuestro tiempo, nos
llevaría de- |
masiado espacio. Pero es
posible, |
por lo menos, una
deducción prác- |
tica consistente en tener
en cuenta, |
sobre todo por los padres,
esposos, |
educadores y dirigentes,
en el títu- |
lo que sea, de los grupos
humanos |
en crisis: la obediencia y
el amor |
son necesarios; pero, en
cuanto a |
la primera, es difícil y
hasta odio- |
so tenerla que recordar a
ultranza |
para imponerla; en cuanto
al amor, |
es imposible imponerlo
porque na- |
die ―excepto Dios—
puede entrar |
en lo íntimo del corazón
humano. |
En cambio, sí que es
posible expo- |
ner y comunicar ideas unos
a otros |
o, cuando éstas ya se han
dado o |
proclamado, reunirse los
que coin- |
cidan y estén de acuerdo
con ellas. |
¿Ideales?... |
No, menos, bastante menos:
altares a dioses falsos |
―y, con frecuencia,
ni eso― para defender el puesto, |
para preparar el ascenso y
para asegurar y aumen- |
tar más fácilmente el
patrimonio. Y nada que, hu- |
mana y espiritualmente,
pueda valer más que todo |
eso, cualesquiera que sean
las palabras. |
8 (188) |
Además, todo hombre es
libre para |
partir en busca de
coincidencias |
si no las encuentra, en
principio, |
donde él está. Un acuerdo
—"intel- |
lectual agreement"—
que le permi- |
ta convivir y avanzar sin
forcejeos |
ni disentimientos
desperdiciadores |
o colapsadores de energías
vitales. |
Muchas familias fracasan
porque |
ya no partieron de ese
acuerdo ini- |
cial, desde las ideas, ni
luego hubo |
esfuerzo alguno por
edificarlo. |
Substituyó a las ideas la
ilusión, y |
al amor el
sentimentalismo; luego |
el desamor y la dispersión
acaba- |
ron con el proyecto de una
comu- |
nidad que debía ser para
la vida. |
Sólo un profundo esfuerzo
de con- |
versión podría reemprender
el ca- |
mino, por supuesto desde
las ideas, |
y tratar de reparar tantos
males. |
Muchas veces es ya una
tragedia |
en el matrimonio. Cuando
sucede |
en las relaciones entre
padres e hi- |
jos, el daño se acaba —o
se trans- |
forma― con la
emancipación de |
los hijos, que llegan a la
plena res- |
ponsabilidad así de mal
prepara- |
dos. En otras formas de
conviven- |
cia, ésta resulta un
nombre sin |
sentido y se acaba
buscando idea- |
les en otras partes. Y
hemos dicho |
la palabra clave,
"ideal", que es, |
sin duda, lo que pretendía
estable- |
cer, como primacía,
Newman, con |
su "intellectual
agreement". Sin |
ideal no hay nada que
amar, no |
hay orden alguno a que
someterse, |
y la vida sería poco más
que vege- |
tación. Se existe, pero no
se vive; |
se está, pero no se es. |
Quemar |
la libertad. |
Si corres siempre así |
caminos de locura en |
la noche de tu odio, |
caballo Sepharad, |
el azote y la espada |
te han de gobernar. |
No puede escoger príncipe |
quien labra el mal, |
quien ha matado o roba, |
quien no alzará |
el templo de su esfuerzo |
al trabajar. |
Que el primer fuego quema |
la libertad. |
Contempla en este espejo |
tu triste faz, |
aprende el verdadero |
ser de tu mal: |
en el rostro del ídolo |
tu rostro está. |
Salvador Espriu |
9 (189) |
El ideal |
ESA ESTRELLA de la
Epifanía no habría |
bastado a lucir por encima
de las nu- |
bes, en las noches del
camino de los |
Magos, si antes no hubiera
estado ya en- |
cendida en el firmamento
interior de estos |
hombres, perseverantes en
la búsqueda de quien iban a ado- |
rar, Jesús, rey de los
judíos. No basta, para que el hombre bus- |
que y reconozca a Dios,
que éste se le manifieste; toda epifanía |
solicita la puesta en acto
de la potencialidad que ya está en |
el hombre y cuya actividad
depende de la decisión positiva |
de éste. Desde el hombre,
no existen decisiones fatales, ni res- |
puestas automáticas al
estímulo externo, que prescindan de |
la libertad. |
CUANDO el hombre toma
conciencia del bien que se le ma- |
nifiesta, que descubre al
hacérsele patente, y vuelca hacia |
él su respuesta generosa,
decimos que es un idealista. Pero no |
cualquier reacción
positiva, cualquier aceptación del bien evi- |
denciado convierte al
hombre en servidor votado a un ideal. |
La aceptación de un ideal,
por parte del hombre, es más que |
la solicitud por un
interés, que la selección de una preferen- |
cia intelectual o
afectiva; no bastan las solas motivaciones es- |
téticas, y menos aún las
interesadas o egoístas a las que espon- |
táneamente nos inclinamos
para la satisfacción de la vanidad, |
de la codicia o del propio
gusto. Es idealista el hombre que |
integra en sus
pensamientos, en sus aspiraciones y en su con- |
ducta, una respuesta o
correspondencia libre y total al bien |
elegido, y la mantiene
como lo mejor para presidir y dominar |
toda su vida. Lo demás,
por debajo de este nivel, no son idea- |
les: son intereses, es
cultura, son soluciones o instalaciones |
adecentadas, o tal vez
simples egoísmos disimulados... |
NO ES fácil ser idealista.
La vulgaridad cotidiana está pla- |
gada de disimulaciones
elegantes, de postizos culturales, |
de recursos para cubrir
inconfesadas y amargas frustraciones |
10 (190) |
o escondidos
resentimientos barnizados de |
decoro. Para que haya un
idealista, desde |
la sola perspectiva de la
dignidad de los |
valores humanos, es
preciso que el ideal |
se estime como la misma
vida: y no falta el |
ejemplo de aquellos que la
dedican y exponen en aras de |
ideales a los que
reconocen una nobleza por la que no dudan |
apostarla. |
PERO, para que desde la fe
exista un verdadero ideal, hace |
falta algo más: es
necesario que el ideal supere el valor |
que concedemos a la propia
vida, es decir, el ideal ha de |
valer más que la vida en
el tiempo. Un ideal humano, vale |
tanto como la vida; el
ideal cristiano, en cambio, vale más |
que la vida, porque la
esencia del hombre liberado en Cristo |
es inmortal. |
CON apariencias de
servidores de un ideal, existen este- |
ticistas, moralistas,
utilitaristas de índole varia, que se |
adornan (por sugestión,
inconsciencia o vanidad) o que uti- |
lizan (por egoísmo,
oportunismo o vicio de aprovechados) |
palabras o simulaciones
dignas y nobilísimas, que les resba- |
lan o que no han
profundizado jamás. Otros, más sinceros, o |
simplemente cínicos,
"pasan" de todo, y declaran con descaro |
su radicalismo egoísta. |
PERO hay idealistas en
nuestro mundo; hay gentes que, |
como los Magos, dejan
atrás sus instalaciones, sus inte- |
reses y sus gustos, y se
echan a andar tras el ideal de la es- |
trella, desde la oscuridad
y la duda de todas las soledades, |
para consagrarse a lo que,
desinteresadamente, descubren |
como lo mejor. Y gozan
cuando adivinan que lo mejor, como |
dijo el poeta, nunca viene
solo, sino que, por el contrario, |
viene con todo y lo exige
todo. El ideal es para la vida y para |
toda la vida, porque vale
más que la vida. Y lo siguen, puros |
y libres. |
11 (191) |
documento: |
LA RELIGIOSIDAD JUVENIL |
RESUMIMOS un trabajo de
perspectiva sociológica publicado por Pere |
Codina Mas en la revista
"MISIÓN ABIERTA". Se toma el concepto |
de religiosidad en sentido
amplio, del modo que, en el lenguaje co- |
rriente, puede expresar
difusamente diversos grados de concreción. Se divide |
en tres partes: como
desplazamiento de lo sagrado fuera de la Iglesia, en rela- |
ción con las tendencias
que se observan dentro de ella y, en tercer lugar, en |
relación con la crisis de
la sociedad capitalista. Todo ello en relación con el |
tiempo que estamos
viviendo. |
[1] |
Sentimiento de lo sagrado
y religión fuera de la Iglesia: |
Actitud |
hipotéticamente |
religiosa |
Ha habido en nuestra
sociedad, un desplazamiento de |
los objetos en que
tradicionalmente se ha concretado lo |
sagrado. Este
desplazamiento se puede palpar de forma |
especial entre la juventud
de hoy, en la que se manifiesta |
con claridad y con
insistencia que el hombre sigue con su |
necesidad de mitizar, de
absolutizar, de divinizar. En el |
fondo es la necesidad de
superar la banalidad de lo coti- |
diano de la vida, gracias
a las referencias a un mundo |
más acorde con los deseos
y valores del individuo. Es muy |
probable, casi seguro, que
estos jóvenes rechacen la etique- |
ta de
"religioso" para tales comportamientos, pero no hay |
duda de que a nivel
funcional ―no de contenidos, eviden- |
temente— nos encontramos
frente a una actitud que, cuan- |
do menos, la podemos
designar como hipotéticamente re- |
ligiosa, por cuanto está
compuesta de sustitutos funciona- |
les de religión
tradicional. |
Tenemos de todo esto
ejemplos en cantidad. Abundan |
en los diversos ámbitos de
la vida juvenil sacralizaciones, |
mitos, ritualizaciones...
Ahora bien, son ámbitos que se |
12 (192) |
sitúan fuera del marco de
lo cotidiano y que, precisamen- |
te por ello, son capaces
de dar ilusión y sentido a este co- |
tidiano, o, en el peor de
los casos, compensar la falta de |
sentido del mismo. El
deporte, la política, el ocio, el con- |
sumo, son los campos más
adecuados para estas sacrali- |
zaciones y mitificaciones. |
Los sustitutos |
funcionales |
Junto a estas actitudes
que acabamos de reseñar y |
que hemos designado como
"hipotéticamente religiosas" |
y como "sustitutos
funcionales" de la religión, aparece |
entre la juventud otra
actitud que podríamos designar |
como
"para-religiosa". La preocupación por la trascen- |
dencia y la búsqueda de la
misma aparecen de forma |
más explícita. Se busca un
sagrado no-inmanente de la |
existencia, que se sitúe
más allá de lo biológico, lo social |
y lo histórico. |
Dentro de este grupo
estarían los que recurren a expe- |
riencias mágico-sacrales o
experiencias para-normales: as- |
trología, horóscopos,
parapsicología, ufología, la misma |
creciente preocupación
científica y sistemática por los |
testimonios de una posible
"vida más allá de la vida", el |
ocultismo, el interés por
el exorcismo (como fruto de la |
angustia ante el problema
del mal y como fruto también |
de algunas películas
taquilleras), las peregrinaciones ju- |
veniles, la utilización
mecánica de algunas de las media- |
ciones de las grandes
religiones orientales, la moda de los |
amuletos, y la
revitalización en niveles generalmente su- |
perficiales de simbolismos
"religiosos", etc. En todos estos |
hechos observamos el
fenómeno de la utilización de unas |
mediaciones más
espontáneas y elocuentes para la juven- |
tud como vehículo, no de
una auténtica actitud religiosa, |
pero sí, al menos, de
algunas de las necesidades profun- |
das del hombre, a las que
esta actitud respondía, |
La religión laica |
Encontramos también en la
religiosidad juvenil otra |
actitud, cada vez más
frecuente, y es la que podríamos |
designar con el nombre
genérico de religión laica. La ac- |
titud fundamental es la
búsqueda de una trascendencia |
inmanente al hombre y al
mundo, a través de una aper- |
tura al misterio de la
existencia, escondido y manifestado |
en la persona, en la
naturaleza, en la totalidad. Esta ac- |
titud puede vivirse bajo
dos modalidades distintas: → |
13 (193) |
a) En primer lugar están
aquellos jóvenes que, a pesar |
de afirmarse no creyentes
(o "ex-creyentes"), tienen, sin |
embargo, un verdadero
sentido de lo sagrado y hablan de |
él con toda naturalidad.
Guardan el sentido de un cierto |
misterio de la existencia,
se plantean el problema del des- |
tino, del sentido del
hombre y de su mundo, y se esfuerzan |
por darle una respuesta
cabal dentro de los estrictos hori- |
zontes humanos. |
Orientalismo |
b) Próximos a esta actitud
se encuentran también |
aquellos jóvenes
―bastantes numerosos por cierto— que |
han adoptado más o menos
profundamente prácticas |
ascéticas o incluso
místicas provenientes de tradiciones |
culturales o religiosas
esotéricas, orientales las más de las |
veces: budismo, yoga, zen,
o la meditación trascendental |
en sus distintas
modalidades, siempre y cuando esta me- |
ditación, y lo mismo cabe
decir del yoga, sea algo más |
que un simple método de
relajación psíquico o físico. |
Sectas |
Por último, y siempre
fuera del ámbito estrictamente |
eclesial, nos encontramos
con numerosos movimientos |
religiosos que presentan
todos los rasgos de sectas, entre |
los que podemos señalar el
Movimiento de "Jesús", los |
"Niños de Dios",
"Campus Cruzade por Cristo", o incluso |
el
"Hare-Krishna", todas ellas presentes en España. No |
entramos aquí en el
problema de si se trata de religiones, |
o bien si se mueven sólo a
nivel de sacralizaciones o mi- |
tificaciones según las
cuales Jesús, por ejemplo, no pasa- |
ría de ser un simple
héroe, o de ser el más grande de los |
mortales. No siempre los
adictos a la secta nos sabrían |
dar una respuesta adecuada
a la cuestión. |
[2] |
Movimientos y tendencias
dentro de la Iglesia: |
Tomamos como ejes de
observación: el grado de com- |
promiso socio-histórico, y
el grado de aceptación del cam- |
bio. Los espiritualistas |
1º. Los grupos
espiritualistas. El contenido de su com- |
promiso no va mucho más
allá de unas prácticas espiri- |
14 (194) |
tuales o piadosas. Estos
grupos continúan reconociendo |
la validez del sistema
eclesial pre-conciliar, por más que, |
a nivel verbal o de
algunas prácticas aisladas, se muestren |
satisfechos de poder
expresar su coincidencia con el Con- |
cilio. |
Podríamos situar en este
apartado a la gran mayoría |
de asociaciones religiosas
radicadas en parroquias o en |
iglesias de religiosos.
Algunas, sin embargo, como las CC. |
MM. o los Cursillos de
Cristiandad han experimentado |
una fuerte evolución y son
caso aparte. |
Sin excluir la posibilidad
de que algún joven que otro |
se halle en el seno de
tales grupos, no parece ser esta la |
visión de la Iglesia, de
la fe y de la historia que más atrai- |
ga a nuestros jóvenes. |
La masa |
de los cristianos |
2º. La gran masa de
cristianos. No rechazan de plano |
el cambio, ni tampoco se
ilusionan por él. Digamos que |
soportan el cambio
―un cambio que no comprenden―, y |
que viven implícitamente
anclados en el modelo eclesial |
preconciliar. Lo
importante para ellos son los momentos |
rituales; la coherencia
doctrinal y la coherencia discipli- |
nar. La fe se transmite
como un elemento más —esencial, |
eso sí— de la cultura, y
los medios de transmisión de la fe |
son los mismos que los de
la cultura. La adhesión de la |
persona al grupo
religioso, que este modelo pueda asegu- |
rar, no parece que pueda
prolongarse mucho más allá de |
la adolescencia.
Difícilmente la podemos hallar, como |
actitud juvenil en otro
sitio que no sea un área rural que |
no conozca los cambios
técnicos y económicos de estos |
años. |
El compromiso |
limitado |
3º. Grupos conservadores
con un compromiso limi- |
tado. Su vivencia
religiosa no es espiritualista, desencar- |
nada, sino que intenta
comprometerse en una acción. Al |
interior de una sociedad
burguesa intenta un compromiso |
vital moderno en
coherencia con su fe. Ahora bien, sucede |
que este compromiso se
limita a unos campos existencia- |
les muy concretos: la
familia, la cultura, la empresa, |
el trabajo. Parece como si
se tratara de parcelas que hu- |
biera que bautizar de
forma extrinsecista y fragmentaria; |
no se ve la vida cristiana
como una totalidad animada |
internamente por una fe
que busca dar un sentido nuevo |
y coherente a las
distintas dimensiones de la vida. → |
15 (195) |
Por otra parte, son grupos
que rechazan el cambio, en- |
tre otras razones porque
este cambio les exigiría abando- |
nar la fragmentación y el
extrinsecismo que han introdu- |
cido en su vida cristiana.
No pueden aceptar el cambio, |
como tampoco integrar el
hecho de la modernidad, porque |
ello significaría su
autoliquidación. |
Los jóvenes que giran en
la órbita de estos grupos y |
movimientos suelen ser de
extracción burguesa o pequeño- |
burguesa. Su adhesión a
tales grupos suele interpretarse |
como huida de un sistema
social y religioso que, en su |
condición de cambiante,
hace tambalear las seguridades |
básicas de la persona. La
misma necesidad de seguridad |
les lleva a aceptar
fideísticamente un lenguaje religioso |
elaborado, cerrado, y por
lo mismo inmutable, cuya cus- |
todia e interpretación han
sido confiadas a la autoridad. |
Sus revisiones de vida,
sus análisis de la realidad, no son |
lo suficientemente
críticos como para ver la relación de |
los diferentes ámbitos de
la vida con las infraestructu- |
ras socio-económicas y
políticas generales. Por lo mis- |
mo, su compromiso se sitúa
siempre a un nivel personal-- |
individual y no es capaz
de llegar al nivel estructural-- |
social. |
Nuevo modelo |
de Iglesia |
4º. El nuevo modelo
oficial de Iglesia. Entendemos |
por tal aquella forma de
existencia eclesial articulada |
jerárquicamente tanto en
lo que respecta al culto como |
en lo que hace referencia
a las creencias y a la disciplina, |
y que se rige por
criterios objetivos de renovación y ade- |
cuación emanados de la
jerarquía. La articulación con la |
jerarquía se realiza
normalmente a partir de la parroquia |
o de instituciones
parroquiales o para-parroquiales, etc. |
No son muy numerosos los
jóvenes que han aceptado in- |
tegrarse en grupos
parroquiales. |
La vivencia religiosa de
los jóvenes que se mueven al- |
rededor de la parroquia
difiere según se trate de partici- |
pación juvenil en grupos
generales o bien de grupos juve- |
niles propiamente tales.
Tiende a ser más repetitiva en el |
primer caso y más creativa
en el segundo. |
Los grupos descritos
anteriormente tienen la fe como |
polo o quicio de su
sensibilidad espiritual. Este grupo |
16 (196) |
tiende a acentuar sobre
todo la dimensión del amor (fra- |
ternidad), la
autenticidad, la rectitud de corazón y la mo- |
ral interiorizada. Tal vez
la dimensión de la esperanza |
quede un poco diluida y
también todo lo que ella com- |
porta de compromiso,
acción, proyecto y escatología. |
¿Primacía del
"ser" |
o del "hacer''? |
5º. Nuevos grupos y
movimientos eclesiales. Surgi- |
dos del modelo
post-conciliar de Iglesia, tenemos estos |
grupos que presentan, como
denominador común (aunque |
no uniforme), unos nuevos
polos de sensibilidad espiritual |
y unas nuevas
orientaciones de pensamiento y de acción. |
Al interior de estos
grupos podemos diferenciar dos blo- |
ques que se distinguen de
acuerdo con la preeminencia que |
dan en su escala de
valores al ser o bien al hacer. Para |
el primer tipo de grupos
el hacer tendrá valor sólo cuan- |
do sea reflejo del ser
cristiano: por lo mismo hay que in- |
tensificar el ser. Para el
segundo tipo, en cambio, el ser |
sólo tendrá valor cuando
quede reflejado en un hacer: |
por lo mismo hay que
actuar. |
Las relaciones que
mantienen los primeros con la |
jerarquía son bastante
desiguales. Las comunidades ca- |
tecumenales, focolarinos y
algunos carismáticos suelen |
tener una gran devoción
por la jerarquía. Ésta, por su |
parte, los contempla con
una cierta benevolencia (tanto |
más benévola cuanto menor
es la agresividad crítica de |
estos grupos respecto a la
institución y a la misma jerar- |
quía). Los otros grupos,
en cambio, apenas si mantienen |
relación formal con la
jerarquía en cuanto tal. |
En cuanto a los grupos
centrados sobre el hacer, naci- |
dos casi siempre al amparo
de la institución, suelen pre- |
sentar un historial
empedrado de dificultades con la misma |
institución. Siguen con
fidelidad y convicción la revisión de |
vida ("ver, juzgar,
actuar"). Esta práctica les va haciendo |
críticos y en cierto modo
pragmáticos en su forma de en- |
tender la vida y la fe, y
también muy sensibles al peligro |
de alienación y del
escapismo que ronda siempre a los |
grupos "centrados
sobre el ser". Sin embargo, cuando en |
estos grupos se ha
olvidado la identidad cristiana, el ser |
cristiano, han surgido las
crisis. Muchas de las activida- |
des que desarrollan en
nada se distinguen de las que otros |
jóvenes no creyentes están
llevando a cabo. |
17 (197) |
Cristianos |
por el socialismo |
6º. Cristianos por el
Socialismo. Comunidades Cris- |
tianas Populares... |
Se desmarcan de los grupos
anteriores por una mayor |
radicalidad teórica y
práctica, y por una también radi- |
cal desconfianza frente a
la espiritualidad intimista que |
ofrecen algunos de los
grupos anteriores, sobre todo aque- |
llos que hemos visto
centrados sobre el ser. |
Los guerrilleros |
7º. Guerrilleros de
derechas y de izquierdas. Son las |
opciones últimas en cada
sentido. No vamos a entrar en |
ellas por ser
suficientemente claras y por no ser demasia- |
do frecuentes: poco
frecuentes por lo que respecta a la |
juventud de derechas y
menos aún por lo que respecta a la |
izquierda. |
[3] |
Religiosidad juvenil y
crisis de la sociedad capitalista |
A los jóvenes de hoy,
nacidos entre el 55 y el 65, ya |
nada les queda del
optimismo a todo nivel ―social y ecle- |
sial― que
caracterizó aquellos años. |
La máquina económica
funcionaba a ritmo acelerado, |
se hacían previsiones
socioeconómicas a medio y largo |
plazo, extrapolando un
presente sumamente dinámico, y |
dando por supuesto que el
ritmo de crecimiento se iba a |
mantener constante. Hubo
figuras relevantes que encar- |
naron y sostuvieron dicho
optimismo y que aún hoy son |
símbolos de una época:
Juan XXIII, Kennedy... El mismo |
Concilio no dejó de ser
fruto de una época y tuvo, por lo |
mismo, un papel importante
en este optimismo. |
Ideales de humanidad |
de los años sesenta |
A nivel social global
podemos observar que una de las |
características relevantes
de aquellos años fue la prevalen- |
cia del polo
público-universalista sobre el polo privado-- |
individualista. Prevalece
la dimensión política, altruista, |
abierta; es la época del
compromiso, se empieza a hablar |
de "egagement"
en nuestras latitudes; hay unos ideales |
de humanidad. |
18 (198) |
Llegó mayo del 68 que fue
la culminación y la supera- |
ción de toda una década. |
El choque entre las
exigencias del compromiso socio- |
económico (las
"realidades temporales") y las formas |
concretas de transmisión y
de vida de un catolicismo so- |
ciológico hizo que muchos
jóvenes cambiaran la mística |
religiosa por la mística
política. |
La crisis |
Pero llegó la crisis y con
ella abrió los ojos nuestra |
sociedad y se dio cuenta
de que su vida dependía de un |
hilo, en manos de una
Parca caprichosa: el petróleo en |
manos de los árabes. Y
vino la recesión. Y con ella la |
inseguridad, la
incertidumbre. El optimismo dejó paso al |
pesimismo. |
La juventud actuará una
vez más como caja de reso- |
nancia de la crisis global
de la sociedad. |
Las implicaciones de esta
crisis con la religiosidad |
juvenil son bien
evidentes. Cuando de forma comunitaria |
unos comportamientos y
actitudes religiosas se apartan |
de lo que hasta ahora
había sido norma, o la rutina, po- |
demos estar seguros de que
el cambio responde a unas |
motivaciones o factores
sociales muy concretos. El despla- |
zamiento de valores que ha
habido en la sociedad (de pú- |
blico-universalista a
privado-individualista) también se |
ha reflejado en la cultura
juvenil y en su religiosidad. |
Conclusión |
Ha habido ciertamente
crisis, pero no de la religión, |
del sentido religioso, de
lo sagrado en cuanto tal, sino que |
la crisis ha afectado de
lleno a las formas institucionali- |
zadas de la religión. Esta
crisis de las instituciones reli- |
giosas se sitúa dentro de
la crisis general de las institu- |
ciones, característica de
nuestra época. Por un lado, las |
iglesias han dejado de ser
el lugar social, propio y exclu- |
sivo, de las
manifestaciones sociales de la religión. Por |
otro lado, se ha
debilitado sensiblemente el grado de ins- |
titucionalización de
muchas formas religiosas. |
19 (199) |
BARRER |
Te encontré barriendo |
tronos hundidos, |
imperios derrumbados, |
gloria a pedazos. |
Mucho respeto, Barrendero, |
si encuentras trozos de
sueños, |
de vida, |
de amor. |
Es esencial saber |
sobre qué abismos volamos |
y sobre todo |
―sobre todo— |
Adónde vamos. |
HELDER CAMARA (Brasil) |
LAUS |
Director: Ramón Mas
Cassanelles - Edita e imprime: Congregación del Oratorio |
Placeta de S. Felipe Neri,
1 - Apartado 182 - Albacete - D.L. AB 103/62 - 1. 1. 80 |
20 (200) |
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