Publicación
mensual del Oratorio. |
Núm. 175. MARZO. Año 1980 |
SUMARIO |
NO es solamente por el
reclamo de los textos litúrgi- |
cos, porque, si a pesar de
ellos, nos olvidáramos |
de la necesidad de estar
siempre abiertos a la |
conversión, quedarían las
voces del mundo, hoy todavía |
más fuertes, que nos piden
a todos los hombres, ese gran |
esfuerzo de transformación
de todo y de conversión de |
todos. Las cosas cambiarán
cuando se miren desde Dios |
y hacia Dios, los hombres
nos convertiremos cuando |
volvamos al Evangelio. |
SACERDOTE |
LA AGONÍA CRISTIANA |
QUEDARSE O IRSE DE LA
IGLESIA |
TIEMPO DE CUARESMA |
LA IMAGINACIÓN Y LA
INTELIGENCIA |
AL PODER EN LA IGLESIA |
LA OBRA DE HANS KÜNG |
1 (41) |
SACERDOTE |
Estaba solo, |
vivía solo, |
era solo. |
Los que le amaban |
amaban a alguien que no
era Él. |
Los que le oían |
captaban su eco, pero no
sus palabras. |
Le seguían algunos, |
pero todos por distintas
razones, |
enamorados de El como de
Monna Lisa. |
El Padre estaba lejos e
invisible, |
dejándole jugar su juego
de hombre, |
Alguna vez creyó sentirse
acompañado por un niño, |
pero pronto vinieron los
ilustres a empujarle a su pozo |
Se preguntó un día si le
hubiera gustado enamorarse |
y la pregunta no encontró
respuesta; |
pero aquel día
precisamente supo |
que la compañía no es el
premio del amor, |
sino el amor enjaulado. |
Años más tarde |
acusado del delito de
haber amado sin moderación |
ascendió a la suprema
soledad de la cruz |
como se adentra un suicida
en el mar. |
José Luis Martín Descalzo |
2 (42) |
La agonía |
cristiana |
CUANDO una Iglesia viviera
satisfecha de sus rentas de verdad "depo- |
sitada" habría
logrado, al fin, liberarse de problemas como los del |
caso Küng y otros
parecidos. Pero, afortunadamente, la Iglesia toda- |
vía piensa y contempla
desde la esperanza que descansa en la pro- |
mesa indefectible de
Cristo, mientras se esfuerza por comprender |
mejor su misterio y por
saberlo anunciar a los hombres. Piensa y procura |
purificar su pensamiento,
desde suficientes, pero mínimas garantías que la |
fuerzan constantemente a
la humildad y al reconocimiento de su limitación |
temporal, aunque el objeto
de su esperanza no le cabe en el tiempo. |
De otro modo le hubiera
ido a la Iglesia, y se habría ahorrado fatigas |
de la mente y
responsabilidades en la vigilancia, y preocupaciones en el |
modo de ejercerla, si una
vez confesada, de modo implícito, toda la fe, y |
pasados los primeros
miedos, hubiese cultivado un progresivo aislamiento, |
aséptico de riesgos, como
le hubiera podido ocurrir a la primera genera- |
ción cristiano-judía, de
no haber irrumpido, providencialmente, en ella, la |
clarividencia
sobrenatural, el celo incontenible y el genio del primer gran |
teólogo, san Pablo. |
En él, y después de él, el
Cristianismo es agónico; sin que esta afirma- |
ción deba llevarnos a
confundirlo con el sentimiento trágico del más des- |
esperado existencialismo,
ni con el desasosiego o la inquietud religiosa a lo |
Unamuno; se trata del
esfuerzo no temido, del cansancio gozoso del atleta, |
en el puro sentido de una
"agonía" sobrenatural, de una "lucha" desde Dios |
y hacia Dios, ineludible a
cada cristiano consigo mismo y, desde el interior |
crecimiento así
purificado, de una lucha comprometida a sufrir para com- |
prender y para proyectar a
Cristo en el mundo, a lo paulino. |
No se trata de salvarnos
del mundo, sino de salvar al mundo, porque |
nadie se salva si no es, a
la vez, salvador. |
Eso es difícil de
comprender, sobre todo si se persiste en la engañosa |
imagen de una Iglesia que
ofrece cómodas rentas de santidad a sus adep- |
tos formales, donde ya
está todo hecho y basta, por tanto, con no malgastar |
la proporcionada ración de
gracias indefectibles que nos mantiene en la se- |
guridad del bien
conseguido y decoroso. Los demás son los malos, o hasta, |
como diría Sartre
―¡oh curiosa coincidencia!― «los otros son el infierno». |
3 (43) |
Pero Cristo deshizo el
nudo de esa fatalidad: los demás son ol Reino |
de Dios en potencia, en el
campo del mundo donde hay que sembrar la Pa- |
labra, con las aves del
cielo que han de cobijarse en el verdadero árbol de |
la vida, son todos los
caminos ―de oriente, de poniente, de septentrión, del |
mediodía― que llevan
a la ciudad santa, son todos los hijos de Dios, recupe- |
rados, que regresan de la
gran diáspora... |
En esta época de cambios
profundos y por lo tanto de problemas de |
comprensión y de miedo,
corríamos el riesgo de inhibición que nos reducía |
a la incapacidad
apostólica. Juan XXIII se dio cuenta, fue valiente, y quiso |
depurarnos de prudencias
empolvadas, dejando para todos ―jerarquía y |
fieles, sabios y
sencillos― el compromiso de perseverar en el esfuerzo agó- |
nico del buen celo de la
fe. En verdad, hermoso y doloroso legado. |
Cuando creíamos que para
ser cristianos fervorosos, bastaría que |
observáramos las pocas
prescripciones externas que mantiene la Iglesia y |
que, además, dedicáramos,
una vez al año, cada Cuaresma, al repaso de la |
lista de virtudes básicas
y a la meditación de las "verdades eternas", nos |
encontramos con un mundo
que nos desafía y al que es preciso hacer lle- |
gar y esforzarnos por
hacerle comprender, sin profanarla, la palabra de |
Dios. |
El esfuerzo es
indispensable, aunque tiene riesgos. Pero hay que afron- |
tar los mismos riesgos,
porque el mayor de todos, sería renunciar a la ago- |
nía, al drama del
esfuerzo, en el dolor, en la fe y en la esperanza. Ya, el |
mensaje, no es sólo el
contenido de lo que debemos decir, sino el gesto, la |
prontitud, la abnegación
agónica de no traicionar la transmisión de la |
verdad que nos ilumina
sólo en la medida en que no es guardada, sino trans- |
mitida. |
La Cuaresma no es sólo la
repetida propuesta para la reconversión es- |
piritual de cada
cristiano, sino que es el tiempo de la fecundidad de la Igle- |
sia: el tiempo en que se
purifica la comunidad de hijos de Dios, el tiempo |
en que bus04 a los
alejados y sale a los caminos para acercar a los extra- |
ños. Con todos los
riesgos, pero sin dimitir en el esfuerzo. El bien de cada |
uno se mantiene en la
medida en que, olvidado de si, sale en busca de los |
demás, que faltan. Es más
caridad que ascética: O, si es ascética, es la que |
exige el celo de la
caridad. |
VIERNES |
SANTO |
VIA-CRUCIS |
a las 8 de la mañana |
4 (44) |
QUEDARSE |
O IRSE DE LA IGLESIA |
En el curso de su dilatada
historia de veinte siglos ―larga |
solamente según nuestro
modo humano de medir, porque nos |
tomamos a nosotros mismos
por medida de todo― la Iglesia |
ha sufrido o pasado por
grandes y graves tensiones o crisis. |
Todas parecían la última
—la convulsión arriana, la reforma |
protestante, ahora el
secularismo...―, pero luego surgieron |
otras, como derivación de
las que habían parecido más gra- |
ves, o como anuncio de
futuras purificaciones. Santos y pro- |
fetas, fanáticos y
herejes, impacientes o exigentes o revolu- |
cionarios... han dado
lugar a múltiples fenómenos a los que |
nunca ha sido indiferente
ni la época en que se han produci- |
do ni los hombres que los
han contemplado, aunque fueran |
extraños a la Iglesia. |
Desde la perspectiva del
tiempo |
pasado, ahora comprobamos
cómo, |
en aquellos tiempos en los
que pa- |
recía sucumbir o
desgajarse la obra |
de Cristo, no faltó el
aliento de la |
santidad, ni la luz de
prudencia y |
la sabiduría, en
cristianos que, en |
aquellos momentos,
carecían de sig- |
nificación, aunque
encarnaban el |
espíritu de la renovación
que de la |
crisis, precisamente,
surgía. La ma- |
yoría de las veces ni
siquiera se tra- |
taba de personas
encumbradas en |
misiones de autoridad o de
ma- |
gisterio. El Espíritu
sopla donde |
quiere y nadie se da
cuenta en el |
momento en que se produce
su |
aliento sobre cualquier
cristiano |
que se abre al impulso de
la gra- |
cia que fecunda la obra de
Dios en |
el mundo. |
En el momento de tales
crisis |
hubo siempre santos. Pero
hubo |
igualmente los que no
lograron li- |
brarse del sentimiento de
frustra- |
ción y se dejaron
arrastrar de la |
desesperanza. Muchas veces
no lle- |
garon a abandonar a la
Iglesia, si |
bien a pesar de mantener
substan- |
cialmente la fe, les
acompañó una |
5 (45) |
resignación triste, con
asaltos de |
incertidumbres,
prácticamente in- |
felices por no lograr
entender, ni |
menos querer renunciar a
una |
Iglesia mejor, ya en este
mundo, |
donde trigo y cizaña andan
mezcla- |
dos incluso con lo santo,
y, entre |
aciertos y errores,
construimos pa- |
cientemente nuestras
aproximacio- |
nes a la verdad que,
absoluta, sola- |
mente comprobamos ―y
siempre |
en la medida de nuestra
capacidad |
aun entonces limitada,
cuando al- |
cancemos la posesión
definitiva de |
Dios, en la
bienaventuranza, en que |
le veremos directamente. |
Por la desilusión frente a
las ten- |
siones temporalmente no
resueltas |
―jamás del todo
resueltas― entre |
lo que la Iglesia es y lo
que debiera |
ser, algunos, llevados del
desfalle- |
cimiento, llevados de
lógicas que |
prescinden de la fe, o
inmisericor- |
des, o ingratos, o
desesperados, han |
abandonado la Iglesia, sin
darse |
cuenta que le exigían lo
que preci- |
samente ellos eran
incapaces de |
dar y de darle. De otros,
no puede |
decirse que hayan dejado
la Iglesia, |
a pesar de su externo
abandono: lo |
que ocurría es que jamás
habían |
pertenecido
conscientemente a ella, |
o se habían formado de
ella una |
imagen errónea, imposible
a la con- |
cordancia. |
Es posible, también, que
haya |
perseverantes en lo
externo que, |
realmente, poco tengan que
ver |
con una verdadera
pertenencia a |
ella. Porque hay modos de
"estar" |
que nada tienen que ver
con el |
"ser". No es una
cuestión de yuxta- |
posición, ni de agregación
jurídica, |
sino de comunicación y
comunión |
en la gracia y en la
fraternidad. |
San Agustín ya se refirió
a esa equi- |
voca masa de amalgamas
eclesiales, |
en las que no son todos
los que es- |
tán ni están todos
los que son, lo |
mismo que el poeta habló
de "la |
soledad de dos en
compañía". |
En nuestra época, como en
otras, |
no han faltado abandonos
en la |
fe; pero, como en otras
épocas, ni |
siempre los que han
blasonado de |
católicos han hecho honor
a la fe |
que decían profesar o eran
cons- |
cientes de su compromiso
frente al |
mundo, ni, tampoco,
algunos que |
decían abandonar la
Iglesia, aban- |
donaban otra cosa que un
concepto |
autofabricado, que una
nebulosa de |
confusiones superficiales
a pesar de |
su pretendida y sonora
profesión |
cristiana. |
Hace exactamente diez años
que |
una editorial alemana
―la Manz |
Verlag― publicó un
libro en el |
cual se contenían las
respuestas de |
una selección de
personajes, entre |
políticos, escritores y
teólogos; da- |
ban razón a esta pregunta:
"¿Por |
que permanezco en la
Iglesia?" |
En estos días, después de
que la |
leyera a sus alumnos, en
la Facul- |
tad de Teología Católica
de la Uni- |
versidad de Tubinga, el
polémico |
teólogo Hans Küng, la
prensa mun- |
dial reprodujo una
declaración de |
fe y de amor a la Iglesia
que, por |
lo menos, hay que atender
con res- |
peto. Nosotros no la
reproducimos |
6 (46) |
aquí; pero, en cambio, si
que tra- |
ducimos la respuesta que,
con el |
título indicado, apareció
hace diez |
años en el libro titulado
"¿Por qué |
permanezco en la
Iglesia?" Es como |
sigue. |
NO RENUNCIAR |
A LA GRAN TRADICIÓN
CRISTIANA |
Lo mismo que para un judío
o para un |
musulmán, tiene
importancia, para un |
cristiano, el hecho de
haber nacido ―quie- |
ra o no quiera― en
el seno de una comu- |
nidad en la cual ya se ha
decidido la inte- |
gración a una tradición
que luego es difí- |
cil cortar y que perdura
por el mismo |
deseo de continuar unido a
la propia fa- |
milia. |
Para muchos es ésta una
razón para |
permanecer en la Iglesia,
y también para |
servirla. Quisieran
oponerse a las tradi- |
ciones eclesiásticas
esclerosas que hacen |
difícil, o hasta
imposible, el ser cristiano |
pero no quisieran romper
con la gran |
tradición cristiana y
eclesiástica. Quisie- |
ran someter a revisión las
instituciones y |
las estructuras de la
Iglesia cada vez que |
las juzgan opresivas para
las personas; |
pero no quisieran
renunciar a un mínimo |
indispensable de
instituciones y estruc- |
turas sin el cual ni
siquiera una comuni- |
dad de fe puede ser
perdurable, y sin el |
cual se condenaría a una
insoportable so- |
ledad personal a demasiado
fieles. Qui- |
sieran oponerse a la
pretensión de las |
autoridades eclesiásticas
en la medida en |
que ellas conducen a la
Iglesia según sus |
propias ideas y no según
el Evangelio; |
pero no quisieran
renunciar a la autori- |
dad moral que la Iglesia
puede ejercer |
dentro de la sociedad cada
vez que actúa |
realmente como Iglesia de
Cristo. |
También yo me quedo en la
Iglesia, |
porque esta comunidad de
fe puedo, al |
mismo tiempo, de una
manera critica y |
solidaria, adherirme a una
gran historia |
de la que vivo junto con
los demás. Pues- |
to que, como miembro de
esta comunidad |
de fe, soy yo mismo
Iglesia y no pienso |
confundir a la Iglesia ni
con su aparato |
organizativo ni con sus
administradores; |
a los que no corresponde
en exclusiva la |
tarea de formar la
comunidad. Respecto |
a las grandes cuestiones
que conciernen |
al hombre y al mundo
―de dónde veni- |
mos, a dónde vamos, por
qué razón, con |
qué objeto―
encuentro aquí, a pesar de |
todas las grandes
objeciones, mi patria |
espiritual. |
DEJARLA SERÍA MEZQUINDAD |
Podría dar las mismas
razones, para |
abandonarla, que las dadas
por los que |
ya se han ido. Para ellos
puede haber sido |
un acto de lealtad, de
valentía, de protes- |
ta o simplemente de
exasperación y aver- |
sión; pero para mi
personalmente sería |
un acto de desesperación,
de debilidad, |
de capitulación. Presente
en las horas |
más felices, no la
abandonaría durante |
las tempestades. He
recibido demasiados |
beneficios en esta
comunidad de fe para |
que me sea fácil
olvidarlo. Me he com- |
prometido demasiado, yo
mismo, en el |
camino del cambio deseado
y de la reno- |
vación, para correr el
riesgo de decep- |
cionar a los que, conmigo,
trabajan en lo |
mismo. Sería dar una
alegría a los adver- |
sarios de la renovación.
No renunciaré |
a actuar desde dentro en
la Iglesia. Otras |
soluciones ―otra
Iglesia, o sin Iglesia - |
no me convencen: las
rupturas conducen |
al aislamiento del
individuo o a una nue- |
va forma de institución.
Cualquier ilumi- |
nismo lo confirma. |
7 (47) |
AMO A ESTA IGLESIA |
Cuando las deficiencias
evidentes de |
sus jefes han conmovido la
autoridad, la |
unidad y la credibilidad
de esta Iglesia, |
y cuando no duda en
manifestarse sin |
ocultar sus debilidades,
errante y bus- |
cando caminos nuevos, me
viene a los |
labios, más fácilmente que
en las épocas |
de los grandes triunfos,
esta expresión: |
a esta Iglesia yo la amo
―tal como es y tal |
como podría ser―. |
La amo, y no como a una
"madre", sino |
como la familia de los
creyentes por la |
cual, a fin de cuentas,
existen estas insti- |
tuciones, estos
reglamentos y catas auto- |
ridades que a veces hay
que soportar. |
Comunidad de fe que,
todavía hoy y u |
pesar de sus deficiencias,
es capaz, entre |
los hombres, no solamente
de causar he- |
ridos, sino también de
hacer milagros: |
cuando se presenta de
hecho como el |
lugar donde se recuerda a
Jesús, mien- |
tras combate en toda
verdad, con la pa- |
labra y con la obra, por
la cual de Je- |
sucristo. |
Mi cristianismo no lo he
sacado de los |
libros, ni siquiera de la
Biblia, sino de |
esta comunidad de fe que,
a través de los |
siglos, mejor o peor, ha
suscitado la fe en |
Jesucristo y el compromiso
en su Espí- |
ritu. Falta todavía mucho
para que este |
llamamiento de la Iglesia
ser una procla- |
mación pura, de la pura
palabra de Dios: |
es todavía un llamamiento
humano, mu- |
chas veces demasiado
humano. Pero lo |
que constituye la esencia
de su mensaje |
continúa siendo
perceptible. |
Me quedo en la Iglesia,
porque extrai- |
go, de la fe, la
esperanza. Por ella vale la |
pena comprometerse con
decisión. El |
programa de Jesucristo es
más fuerte |
que todo escándalo
organizado en y con |
la Iglesia. Yo no me quedo
en la Iglesia |
A pesar de que sea
cristiano, sino preci- |
samente porque soy
cristiano. |
Conferencias |
cuaresmales |
• PARA SEÑORAS, días 24,
25, 26 y 27 |
de marzo, misa a las 6 de
la tarde. |
• PARA TODOS, días 31 de
marzo, 1 y |
2 de abril, a las 8,30 de
la tarde. |
8 (48) |
TIEMPO DE CUARESMA |
LA Cuaresma nació como el
desarrollo pedagógico de un as- |
pecto del misterio
cristiano celebrado en el triduo pascual. |
Destaca la perspectiva que
se refiere a la muerte de Cristo. |
La duración de este tiempo
está fundada en el símbolo de |
la cuarentena bíblica:
Moisés, Elías y Jesús estuvieron cua- |
renta días por las
montañas; cuarenta fueron también los |
años que el pueblo de Dios
pasó por el desierto. Este símbo- |
lo nos sugiere que la
Cuaresma está pensada para intensifi- |
car ese aspecto de la vida
que exige superación, esfuerzo |
penoso, reconstrucción,
purificación del pecado. Imágenes |
de la Cuaresma son: el
camino, la soledad, el desierto, el |
encuentro con Dios, la
prueba, la austeridad, el desprendi- |
miento, la oración. |
La pedagogía de la Iglesia
nos propone intensificar duran- |
te la Cuaresma el camino
de la propia conversión: tanto co- |
mo individuos cuanto como
miembros de la Iglesia y de la |
sociedad. Ello supone
estar dispuesto a sufrir la revisión de |
la Palabra de Dios y a
colaborar con la gracia para superar |
el pecado. Siguiendo a
Cristo, vamos muriendo al hombre |
viejo, desprendiéndonos
del vestido antiguo, remontando la |
situación de pecado y de
muerte en que nos encontramos. |
Todo esto nos ayuda a ir
alumbrando, al mismo tiempo, al |
hombre nuevo,
revistiéndonos de Jesucristo. La Cuaresma, |
como la vida de los
creyentes, está abierta hacia la Pascua, |
la Fiesta o la Vida. No
morimos porque la muerte a algo nos |
produzca placer, sino que,
porque hemos optado por la vida, |
la libertad y el amor,
abandonamos la situación en que nos |
encontramos. |
Los formularios litúrgicos
de la Cuaresma tienen un claro |
sentido bautismal y
penitencial. La revisión cristiana ha de |
hacerse siempre alrededor
de un punto de referencia: la op- |
ción bautismal, en la que
orientamos nuestra vida según la |
Palabra de Dios. Si
hubiéramos roto esa opción no tendría- |
mos otro camino que volver
a recomponerla por la peni- |
tencia realizada
seriamente en la Iglesia. El camino de la |
conversión es siempre
penitencial.― Del Nuevo Misal Romano |
|
9 (49) |
documento: |
LA IMAGINACIÓN Y LA
INTELIGENCIA |
AL PODER EN LA IGLESIA |
Reproducimos dos artículos
sobre el caso Küng, apa- |
recidos en la prensa
española, y debidos a la pluma de dos |
profesores de teología: el
primero, de Olegario González |
de Cardenal, de Salamanca,
aparecido en EL PAÍS, el 5 de |
enero, y que nos ayuda a
comprender al Papa, algo que ha |
resultado siempre difícil
a los españoles, tal vez porque |
también España es difícil,
por sus convulsiones históricas, |
sociales y culturales
todavía no resueltas. El segundo es de |
José M. Via Taltavull, de
la Facultad de Teología de Barce- |
lona, publicado en LA
VANGUARDIA, el 18 de enero, que |
es un breve y buen
análisis de la obra de Hans Küng, con |
lo mejor y lo menos bueno
de ese discutido teólogo. |
¿SERÁ posible en este país
a un hombre mediana- |
mente inteligente hablar
todavía bien del papa |
Wojtyla? ¿Le estará
todavía permitido a un teó- |
logo proferir una palabra
pacífica, serena y esperanzada |
después de haber asistido
a lo que se ha llamado el nue- |
vo proceso a Galileo? Y,
sobre todo, ¿será posible llevar a |
cabo tamaña empresa sin
quedar automáticamente secues- |
trado por quienes siguen
empeñados en que las |
van al molino ya la
molienda de siempre? Ni más ni me- |
nos ése es el quijotesco
intento que yo quisiera llevar a |
buen término. |
Dos papas: Montini y
Wojtyla |
Sobre brezos y breñas hay
que saltar en este país para |
alcanzar tierra limpia en
el tema, porque llevamos veinte |
años de incapacidad
nacional para establecer comunica- |
ción con Roma. Porque lo
que ahora vivimos respecto de |
este papa polaco, risueño
y popular, agitador de masas y |
10 (50) |
creyente sin temores, lo
vivimos antes, con la misma tor- |
peza, respecto de Pablo
VI, hombre liberal como pocos, |
demócrata de talante
personal y de herencia familiar, fino |
detectador de tiempos y
aires, dubitativo por perspicaz, |
parsimonioso en las
decisiones por lejano a los simplismos |
y por su hondo sentir ante
la complejidad histórica. Nues- |
tros embajadores de
diverso orden y calaña fueron a Roma |
queriendo cantar en el
Vaticano lecciones de sabiduría, |
con gestos de violencia
unas veces y de petulancia otras; |
justamente allí donde
acumulada y cernida queda la ha- |
rina sapiencial del Lacio
y de Roma y luego de todos los |
siglos de Occidente. |
Yo he hablado repetidas
veces con este hombre: una, |
hace años, cuando juntos
reflexionábamos, primero, sobre |
las relaciones entre
teología y magisterio; después, cavi- |
lando ambos sobre san Juan
de la Cruz. Hace pocas se- |
manas el diálogo volvía
sobre otro tema: la fe y la inteli- |
gencia, el sentido y
misión de la universidad. Como buen |
universitario, el nombre
de Salamanca le traía el recuer- |
do de su cátedra en
Polonia, las empresas que desde ella |
había alentado, y el
diario bregar entre una búsqueda de |
humanidad más rica y
fecunda pensada desde la abertura |
al Misterio o por el
contrario pensada exclusivamente des- |
de la referencia a la
tierra у al hombre. |
La difícil España |
Y, sin embargo, confieso
que, como español, no supe |
esta vez situarme ante él,
ni él ante mí. No, no fue fácil |
establecer la
comunicación. Porque España no se entiende; |
no la entiende él, que la
supuso quizá como el polo occi- |
dental católico relativo
al otro polo oriental: Polonia. No |
la entiende en este súbito
giro reciente, que nuestras cabe- |
zas espirituales no han
sido capaces de explicarle desinte- |
resadamente. Cabezas
distintas y distantes. Y en tercer |
lugar, porque la prensa de
este país es la más desenfadada |
de Europa frente a él: con
una distancia у enseñoramien- |
to frente a su persona
que, por un lado, rayan en el cinis- |
11 (51) |
mo de quien desprecia
cuanto ignora o no responde a sus |
viejas evidencias; y, por
otro, en la obsequiosidad aturdida |
o interesada de quien sólo
espera ser confirmado en sus |
temores y prevenciones
frente a la modernidad. |
Este Papa está siendo
víctima de todas las asechanzas |
y pasto de todos los
temores. La Iglesia tiene que entrar |
hoy en la real fase de su
pretendida conversión: ¿estará |
dispuesta realmente a que
el Vaticano II sea verdad verda- |
dera, ni tolerado como mal
menor por unos, ni tolerado co- |
mo mero trampolín por
otros, en orden a saltar a opciones, |
decisiones у
creencias que eran las que realmente intenta- |
ran y que entonces, por
temor o por no clara percepción |
todavía, no se atrevieron
a formular? Ésta es la verdadera |
cuestión, que como
objetivo se propuso Pablo VI, y que lle- |
vó a cabo en el dolor
enhiesto del gigante derribado por |
las años, a la vez que por
tanta tarea y tanta esperanza |
viva. |
El cambio |
de los tiempos |
Y ése es también el
objetivo de Juan Pablo II. Con una |
gran diferencia: ni los
tiempos son los mismos ni es el mis- |
mo carácter. Lo que en
1965 podía ser proclamado como |
una virginal y fecunda
posibilidad, debe ser ahora procla- |
mado con el tesón у
la perspicacia de quien sabe que una |
matriz puede entrañar
abscesos, abortos o criaturas vivas |
y recias. Lo que entonces
eran proclamaciones tan sonoras |
como ingenuas, en muchos
casos son ahora determinacio- |
nes con peso jurídico, que
suscitan dura resistencia por |
parte de poderes e
instituciones. |
El espíritu |
del mundo |
y el Evangelio |
¿Quién no recuerda aquel
ingenuo tipo de discursos so- |
bre "la Iglesia y el
mundo" de los años conciliares, cebán- |
dose sobre la incapacidad
de la Iglesia para anunciar el |
Evangelio a un mundo que
se le creía anhelante, dispuesto |
a convertirse, dejándose
bautizar e iniciando un camino |
de penitencia? Pobres
ingenuos. El mundo, es decir, no só- |
lo la naturaleza en cuanto
creación de Dios, la esperanza |
humana el natural anhelo
de plenitud, sino ese hombre |
concreto bajo el poder y
el pecado, esas instituciones de |
dominación y de lucro:
todos esos han rechazado, rechazan |
y rechazarán siempre el
Evangelio. Cuando es anunciado |
con suavidad adularán a
los mensajeros y cuando es pro- |
clamado con entera
claridad los llevarán a prisión o al |
martirio. Ni el mundo, ni
las propias personas e institucio- |
nes de Iglesia nos dejamos
fácilmente juzgar por el Evan- |
12 (52) |
gelio y convertirnos. Y
ésa es la pregunta, a filo de nava- |
ja, hoy: ¿está la Iglesia
dispuesta a creerse el Concilio, a |
dejarlo pasar aburrida,
intereses y actitudes; dispuesta a |
una conversión a Dios y a
los hombres que como todo se- |
guimiento de Cristo
incluye persecución, superación del |
egoísmo y desprecio en
este mundo? Y este lenguaje no lo |
entenderá sin más nunca ni
el mundo ni el hombre no con- |
vertido. |
El hombre |
Wojtyla |
¿Cómo entender humanamente
al papa Wojtyla? Yo |
creo que tres dimensiones
le son constituyentes es un ve- |
terano actor, autor y
profesor. Y eso sigue siendo en Ro- |
ma. Como actor, tiene
capacidad y necesidad de masas |
para las que crea un texto
no sólo doctrinal, sino, ante to |
do, estético. Como autor
que fue y sigue siendo, quiere re- |
crear y representar la
realidad viva de la fe como fuerza |
generadora de humanidad,
quiere transmitir la confianza |
de un Evangelio que
transforme la existencia de quien se |
abra confiadamente a él:
quiere reconstruir la Iglesia, re- |
poniendo esas piedras que
parecían estar arrancadas ya |
al edificio y puestas en
almoneda. Porque es autor quiere |
aumentar la fe y
acrecentar la vida, y justamente por ello. |
y nada más que por ello,
tiene autoridad: la de la fe lim- |
pia, de la esperanza
generosa, de la caridad acogedora. |
Como profesor, vive de un
ideal y de un "logos" al que |
se confiere, en el que
confía y que profesa. Por ello es |
un hombre libre, que cree
en la inteligencia, en el arte, |
en el deporte; que se
centra en su celda o se va a la mon- |
taña. |
La triple |
tentación |
Pero esa triple grandeza:
actor, autor, profesor, alberga |
su triple tentación. La
primera, concentrarse en tal forma |
en el papel que representa
ante el público, que o bien ig- |
nore a éste prendado de sí
mismo o bien sed esclavo de él. |
La segunda, considerar que
la fe se acrecienta sólo crean- |
do confianza para unos
mediante la reafirmación de cos- |
tumbres o de hábitos, y no
abriendo nueros cauces, mayor |
libertad y nuevos riesgos
para otros. La tercera, seguir |
pensándose profesor,
cuando ser obispo, incluso obispo de |
Roma, es algo mucho más y
mucho menos a la vez, senci- |
llamente distinto. La
autoridad del testimonio no es la |
autoridad del técnico o
del sabio. |
¿No es un gran don de Dios
para la humanidad el en- |
contrar un luchador para
que los hombres no sucumbamos |
13 (53) |
al placer como ideal de
vida, al poder de la técnica como |
solución al problema del
sentido de la existencia, a la |
superabundancia y
engreimiento de los países ricos que |
tienen como fundamento la
pobreza, dominación y agota- |
miento de los países
pobres? ¿No es un signo vivo levanta- |
do en la Iglesia, que a
todos invita a creer, amar, evange- |
lizar a los pobres, a los
pueblos y masas más allá de todo |
elitismo y selección
propia del poder? |
Los tendenciosos |
Confieso que hasta ahora
no he leído nada normativo |
para todos, salido de su
boca o de su pluma, que no pueda |
con gozo asumir. Pero a la
vez confieso que no estoy dis- |
puesto a que determinadas
corrientes quieran secuestrarlo |
para su uso particular,
que rechazo esas lecturas hispáni- |
cas despreciativas e
inquisitoriales unas, las primeras en |
doras otras, que quieren
hacer de él un pío polaco, tradi- |
cional por no comunista,
antimoderno por fiel al Evan- |
gelio. |
El Papa actual, ningún
papa nunca, es la Iglesia por |
sí solo, ni la fe ni el
cristianismo; ni asegura contra nin- |
gún incendio, ni funda la
perpetuidad de la Iglesia, ni su |
verdad o fecundidad
históricas por sí solo. El y todos con |
él vivimos, a la vez que
en fe y esperanza, en tentación, |
peligros y limitaciones
ante Dios, ante los hermanos y |
ante nuestra conciencia.
Yo, porque creo en Dios, en el |
Dios de los límites
afirmados en su humana encarnación, |
soy optimista. La fe me
posibilita y me obliga a esperar |
en amor, a acoger sin
malevolencia, a colaborar en grati- |
tud, a disentir en
obediencia. Por ello mi salutación opti- |
mista no es la del ingenuo
que desconoce, sino la de quien |
sabe demasiadas cosas,
pero a la vez que noticias, rumo- |
res y disgustos de este
mundo, cree en Dios y se confía al |
Espíritu de Jesus. |
Juan Pablo II le ha tocado
firmar el acta final de |
un proceso de Küng: Él ni
lo ha hecho, ni lo ha deshecho. |
Pasado el dolor que hiere
a Küng y con el nos hiere a to- |
dos en la Iglesia, hay que
plantearse las cuestiones objeti- |
vas. Porque ser cristiano,
ser seguidor de Jesús de Nazaret |
y formar parte de la
comunión católica, es algo con con- |
tenidos positivos, con
valores específicos, con exigencias |
concretas: todo ello hay
que decirlo a la vez que se recla- |
ma para Küng y para todos
justicia y caridad. |
14 (64) |
Decisiones |
significativas |
Juan Pablo II ha tomado
las tres decisiones más sig- |
nificativas de los últimos
decenios: nombrar arzobispo de |
Bruselas a J. Danneels,
profesor de la Universidad de |
Lovaina; arzobispo de
Milán, a C. Nartini, rector del Ins- |
tituto Bíblico y de la
Universidad Gregoriana; y obispo |
de León, a F. Sebastián,
rector de la Universidad de Sa- |
lamanca. Quien conozca la
bilingüe capacidad de concor- |
dia del primero en Bélgica
dividida; el prestigio filológico |
internacional dentro de
las comisiones bíblico-ecuménicas |
del segundo; y la serena,
perspicaz y generosa gestión |
universitaria y eclesial
del tercero, ése ¿puede todavía |
con razón seguir creyendo
a cierraojos a determinados |
agoreros de este país? |
A la luz de estos signos,
que no niegan otros, pero que |
quisieran a la vez
alumbrarlos e iluminarlos, yo espero |
que con Juan Pablo II en
la Iglesia católica, y muy espe- |
cialmente aquí, en España,
la imaginación creadora y la |
inteligencia fiel lleguen
no al poder, sino a ser autoridad, |
es decir, a establecer las
claves del servicio eclesial y de |
la fe en nuestro mundo. |
LA OBRA DE HANS KÜNG |
ES sabido que los
problemas del conocido profesor |
1, de Tubinga, el teólogo
Hans King, con los obispos |
alemanes primero y con el
Papa más tarde, no da- |
tan de diciembre pasado.
Durante más de diez años, a |
partir del voluminoso
libro La Iglesia, sus enfrentamien- |
tos y conflictos con el
magisterio eclesiástico católico se |
han sucedido casi sin
interrupción. Con altibajos, pero |
sin cesar por completo en
ningún momento. La última de- |
cisión romana de no
considerarlo ya más como teólogo |
reconocido, aprobado y
enviado por la Iglesia ―esto y |
sólo esto quiere decir en
realidad la missio canonica― |
mientras no rectifique
algunas de sus posiciones doctrina- |
les, significa un paso
más, una escalada en esta confron- |
tación. |
15 (55) |
La polémica |
con Rahner |
Algunos han recordado
ahora que ya en 1970, K. Rah- |
ner declaró públicamente y
por escrito que Küng al negar |
de hecho claramente el
dogma de la infalibilidad de la |
Iglesia y en la Iglesia,
no podía ser considerado ya como |
"teólogo
católico". Por mi parte, desearía que la penosa |
situación actual pudiera
terminarse como terminó la agria |
controversia entre Küng y
Rahner. En 1973 ambos se re- |
conciliaron públicamente
después de las debidas explica- |
ciones mutuas. H. Küng,
por una vez, pareció que daba |
un mayor y más rico
contenido a su "indefectibilidad de |
la Iglesia",
expresión que, según él, descubre todo lo que |
pudo decir con razón el
Concilio Vaticano I bajo el epí- |
grafe de la
"infalibilidad". A pesar de las reticencias, mi- |
nimizaciones y
ambigüedades, parecía posible interpre- |
tar sus tesis de manera
benévola: el magisterio eclesiástico, |
según Küng, podría
equivocarse con frecuencia e incluso |
las definiciones
dogmáticas serían limitadas y parciales, |
pero en estas últimas ya
no habría ni podría haber pro- |
piamente un error. K.
Rahner, por su parte, retiró la grave |
acusación lanzada, sin
dejar de manifestar la distancia y |
diferencias que le
separaban de la teología profesada por |
el teólogo de Tubinga.
Ambos comprendieron y confesa- |
ron que en la Iglesia, en
última instancia, lo auténtica- |
mente relevante es la fe
mucho más que las teologías que |
ilustran, defienden o
tratan de explicarla en el decurso de |
los tiempos. |
Una Suma |
Teológica |
Me parece claro que el
intento de Hans Küng ha sido |
fundamentalmente el de
publicar un equivalente a la |
Summa Theologiae, de santo
Tomás de Aquino para |
este final del siglo XX.
En un momento en el que la in- |
mensa mayoría de
investigadores han dejado los amplios |
panoramas globales para
ceñirse a análisis y estudios mi- |
croscópicos ―señal
en muchos de ellos de desazón, inse- |
guridad y búsqueda de
nuevos puntos de apoyo más sóli- |
dos―, Küng
sorprendió a todos. En menos de diez años |
edita con gran éxito tres
gruesos volúmenes: uno acerca |
de la Iglesia (La Iglesia,
1968), otro sobre Cristo y la vida |
cristiana (Ser cristiano,
1977) y, finalmente, otro sobre |
Dios (¿Existe Dios?, 1979)
que en conjunto sobrepasan |
con mucho las dos mil
páginas. En ellos se encuentran |
colocados pertinentemente
y con relativa trabazón datos |
y cuestiones de historia,
filosofía, ideologías, ciencias na- |
turales y humanas, así
como las preguntas más corrientes |
16 (56) |
del hombre de la calle
medianamente culto y mediana- |
mente situado en la escala
económico-social. Las respues- |
tas, la fe cristiana es
ofrecida como algo plausible, cohe- |
rente, humanizador. |
Limitaciones |
Basado en la Biblia, leída
de modo asaz crítico, y en |
el consenso de las grandes
confesiones cristianas en algu- |
nos puntos clave, Küng
intenta retraducir a nuestro len- |
guaje los antiguos dogmas
y decisiones principales de los |
concilios ecuménicos. No
creo que sea ofensivo decir que |
entre otras limitaciones
no siempre llega a expresar todo |
lo que fue afirmado en los
Concilios y esto no sólo en el |
tema de la infalibilidad.
Pero tampoco creo que nadie |
deje de admirar la ingente
labor realizada y los hallazgos |
felices que esmaltan de
vez en cuando su trabajo. El len- |
guaje jurídico penal de
cualquier condenación ―también, |
pues, la romana―
tiene el grave inconveniente de desta- |
car sólo los errores y
peligros. Para el lector inteligente |
presenta la ventaja de
indicar con claridad la zona aco- |
tada, los enunciados o
posturas a vigilar o corregir sin |
el mayor menoscabo de lo
restante. En el caso de Küng |
es mucho. |
"Cuestiones |
disputadas" |
Tanto en éstas sus obras
capitales como en otras me- |
nores que vendrían a ser
sus cuestiones disputadas ―en- |
tre ellas hay que contar
la que disuelve la infalibilidad |
(¿Infalible?,
1972)―, Küng se ha mostrado como un nota- |
ble pensador cristiano. No
tiene el vigor intelectual de un |
K. Rahner, ni la cultura
de un Urs von Balthasar. Domi- |
na menos la historia que
De Lubac y sabe menos de pa- |
o liturgia que Congar.
Pero les aventaja a todos |
Conferencias |
cuaresmales |
PARA SEÑORAS, 24, 25, 26 y
27 de marzo. |
PARA TODOS, 31 de marzo, 1
y 2 de abril. |
17 (57) |
en sentido de la
actualidad y en el de conjunto, en clari- |
dad y agudeza expositivas
y en no rehuir jamás las cues- |
tiones embarazosas. Si su
no demasiada razonable inqui- |
na contra el sistema
romano no lo estropeara todo, pa- |
recería el hombre más
preparado para servir de puente |
entre el catolicismo y las
iglesias surgidas de la reforma |
protestante. Sus dotes de
liderazgo intelectual son, por lo |
demás, indiscutibles. |
San Pablo |
y el misterio |
de la Iglesia |
Y con todo, mis reservas
para con la obra global de |
Hans Küng no dejan de ser
bastante radicales. Indicaré |
sólo dos. Como creyente,
jamás he comprendido el olvido, |
por parte de los autores
más sensibles a los autores refor- |
mados, de las cartas de
san Pablo llamadas de la Cauti- |
vidad. Las epístolas a los
Efesios o a los Colosenses ro |
son un simple adorno a un
esquema basado casi exclusi- |
vamente en las cartas a
los Romanos o a los cristianos de |
Corinto. Si la existencia
personal cristiana expresa la do- |
nación y salvación
misteriosa de Dios, no parece exigirlas |
menos "el cuerpo del
Señor", la comunidad creyente orgá- |
nicamente dispuesta desde
Dios y cuya dimensión mistéri- |
ca destacan dichas cartas.
La Iglesia no puede reducirse |
ya en ellas, ni siquiera
en su estructuración, a un mero |
aparato institucional
humano más o menos eficaz, sutil y |
complicado. Es ante todo
sacramento del Señor para los |
ojos de la fe. |
Los Padres, |
la filosofía… |
Por otra parte, intentar
un lenguaje meramente fun- |
cional u operativo tiene
sus limitaciones. Sus riesgos y |
fronteras. En su última
obra ¿Existe Dios?, por ejemplo, |
King se defuerza por
complementar las lagunas y corre- |
gir las ambigüedades de
Ser cristiano. En esta obra mu- |
chos entendimos que para
el teólogo alemán, Jesús de |
Nazaret, el Cristo, no era
finalmente más que un supremo |
legado divino. Sus
explicaciones y adiciones de ahora son |
en general bellas y
exactas, pero no creo que el lenguaje |
escogido sea el más idóneo
para expresar todo lo que los |
antiguos Padres quisieron
al acuñar la palabra, tan car- |
gada de dolor y sangre, de
consubstancial" al Padre, pa- |
ra describir a Cristo. La
nueva imagen científico-técnica |
del mundo carece todavía
de su propia metafísica. Es |
suficiente razón para
quedarse más acá de lo que confe- |
saron los grandes
Concilios y que está en la raíz de nues- |
tra fe? |
18 (58) |
Tu Cuaresma |
Ante todo, procura oír
misa todos los días. Se |
regular y puntual: una
misa recortada es un |
racimo de gracias
resbaladas. Ni el desorden |
ni la pereza disponen para
nada santo. |
Atiende a las lecturas del
sacerdote: repásalas |
en la Biblia antes o
después, en tu casa. Inten- |
ta retener y aplicarte las
ideas de la homilía, |
si la hay. |
Comulga. Una misa sin
comulgar es un con- |
vite sin comida, no salgas
del templo en ayu- |
nas de Dios. El abrazo de
la Eucaristía te une |
al Señor y a su Iglesia.
Descubrirás tesoros |
para tu vida de cristiano. |
. Luego acuérdate del
Señor; pero trabaja y |
cánsate en el mundo que El
te ha dado para |
que lo hagas mejor. |
Ve al templo que te coja
más cerca, o te sea más cómo- |
do, o te sientas más a
gusto: el Señor es el mismo en todas |
partes. Aquí en el
Oratorio, los días laborables, tenemos la |
celebración fija de la
santa Misa a estas horas: |
7,45 de la mañana, y 8 de
la tarde, |
siempre con una breve
homilía. Sé puntual, si vienes, que nos- |
otros también lo somos
pensando en la escasez de tu tiempo. |
19 (59) |
TRIDUO PASCUAL |
JUEVES SANTO |
Tarde, a las 8. |
MISA DE LA CENA DEL SEÑOR. |
Podrá visitarse el
Santísimo Sacramento |
sólo hasta medianoche. |
VIERNES SANTO |
Mañana, a las 8.
VÍA-CRUCIS por el Parque. |
Tarde, a las 8. |
CELEBRACIÓN DE LA PASIÓN
DEL SEÑOR. |
VIGILIA PASCUAL |
Noche del sábado, a las
11. |
La celebración pascual se
completa |
participando en la
liturgia del DOMINGO. |
LAUS |
Director: Ramón Mas
Cassanelles - Edita e imprime: Congregación del Oratorio |
Placeta de S. Felipe Neri,
1 - Apartado 182 - Albacete - D.L. AB 103/62 - 11. 2. 80 |
20 (60) |
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