Publicación
mensual del Oratorio. |
Núm. 177. MAYO. Año 1980 |
SUMARIO |
LA IGLESIA es como un
árbol, Cristo como la vid: |
Los santos son ramas de
ese árbol, y sarmientos |
unidos a la vid; el árbol
da fruto a su debido tiem- |
po, la vid da vida a los
sarmientos. Plantados en |
este mundo hasta la hora
de la cosecha; unidos y radica- |
dos en Cristo que
vivifica. Como un árbol, como la vid: |
Cristo, los santos,
nosotros. Cada rama su buen fruto, ca- |
da sarmiento su racimo. |
RASGOS ESENCIALES DEL
ORATORIO |
UN SANTO |
EL SACERDOCIO TARDÍO DE S.
FELIPE NERI |
ACTUALIDAD DE SAN FELIPE
NERI |
LA CHIESA NUOVA |
SAN FELIPE NERI, APÓSTOL
DE ROMA |
1 (81) |
RASGOS ESENCIALES |
DEL ORATORIO |
• Prevalencia de la
caridad sobre la ley. |
• Espíritu de fe y
oración, y de caridad y ser- |
vicio, estimulado y
alimentado por el estu- |
dio familiar de la Palabra
de Dios y el trato |
espiritual. |
• La Eucaristía como
centro de toda la vida. |
• Dedicación al bien y al
progreso de la Igle- |
sia, por la peculiar
vinculación del Espíritu |
a su misterio. |
Entrega a la Congregación,
de sus miem- |
bros, por la libre
voluntad de permanecer |
siempre en ella hasta la
muerte. Sin votos, |
juramentos o promesas.
Libertad que con- |
cuerde al máximo con el
espíritu del Evan- |
gelio. |
• Su fuerza, como en las
primeras comuni- |
dades cristianas, debe
consistir más en el |
mutuo conocimiento, en el
respeto y en el |
verdadero amor de la
convivencia familiar, |
que en la multitud de
miembros. |
(DE LAS CONSTITUCIONES) |
2 (82) |
Un santo |
UN Santo fue un hombre que
intentó absolutamente llevar a la vida |
todas las consecuencias de
la fe cristiana. Un ensamblaje de la fe y el |
hombre. Y la originalidad
de cada santo ha consistido en que esa fe |
no ha falsificado la
singularidad de su ser humano, sino que, por la |
consentida acción de Dios
sobre su ser y su vida, se ha transformado |
y ennoblecido y se ha
convertido en instrumento de su reino en la tierra, |
dentro del gran sacramento
que es la Iglesia, "signo" de Cristo. |
Cada hombre es distinto, y
así, es también distinto el modo de ser santo |
cada uno de esos hermanos
nuestros que, con seriedad profunda, vivieron |
la fe. Vida y fe son los
dos elementos significativos de la santidad en el |
hombre. A nivel teórico no
nos cuesta admitir ese binomio de la naturaleza |
y de la fe incidiendo en
lo humano; sólo cuando pretendemos, aunque mo- |
destamente, hacerlo
concreto en cada uno de nosotros, corremos, alternati- |
vamente, el riesgo del
espiritualismo a ultranza (que tampoco es espiritua- |
lismo) o del naturalismo
barnizado de pretensiones cristianas (que tampoco |
es encarnación de la fe):
porque somos proclives a justificar como humano |
lo que apenas rebasa el
substrato primario de los impulsos interesados, o |
los límites y la visión
raquítica de los gustos, la comodidad, la vanidad o el |
capricho; o bien nos
creemos asidos a lo espiritual cuando, refiriéndonos |
a Dios, practicamos otra
forma de escapismo para huir de lo que nos impo- |
ne la realidad integradora
―propia y circundante― y nos perdemos en fan- |
tasías, transferencias
sentimentales, sugestiones y encantos míticos. Cuan- |
do nos balanceamos entre
estos riesgos, cualquier intento para comprender |
la originalidad de un
santo, no pasa de la cansina clasificación de sus vir- |
tudes ―como cuando
se trata de la bondad reduciéndola a moralismo― o, |
si queremos parecer
profundos, se procede a su descuartizamiento psico- |
lógico, aderezado con
alguna anécdota que confiera apariencia de confir- |
mación a nuestras
aventuradas presunciones, y acabamos haciéndonos un |
santo que, desde lejos,
nos da la razón. |
3 (83) |
Santa Teresa de Lisieux
estaba convencida de que las mejores páginas |
de la biografía de un
santo, no se leen jamás en esta vida. Esa relación de |
la gracia, o acción de
Dios, en cada santo, permanece siempre como un |
misterio en desarrollo,
que funciona sobre la personalidad humana y las |
circunstancias culturales
e históricas que fueron marco de su vida, tomando |
este envoltorio, no sólo
como referencia a los hechos y datos más generales |
de la sociedad y de una
época determinada, sino también y principalmente |
el entorno inmediato y más
concreto de situaciones y personas que rodea- |
ron al santo. En eso,
precisamente, estriba su originalidad. Si bien ellos no |
hicieron demasiada
filosofía sobre ese supuesto al que, a veces, nosotros |
dedicamos demasiados
pensamientos, deteniéndonos en la contemplación |
relamida de la propia
imagen, en perjuicio de la vida interior, del verdadero |
trato con Dios, del
entusiasmo abnegado por él. Los santos se dejaron con- |
ducir por el enamoramiento
de Dios y, ese mismo amor, superador de cual- |
quier filosofía, les hizo
espontáneamente dóciles, como hijos buenos de |
Dios. Ésa fue su
originalidad, y no las anécdotas más o menos fidedignas y |
más o menos sorprendentes,
que tal vez llamen la atención del curioso lec- |
tor de literatura
hagiográfica. Acostumbrados a la deformación de que la |
originalidad se elabora y
mantiene por el grado de preocupación deposita- |
do en el fomento y
custodia de la propia imagen y que lleva a un estudio de |
sí mismo falsamente
espiritual, con superposiciones postizas de palabras, |
gestos y modos ajenos,
descuidamos el corazón y esa limpieza de mirada |
puesta en Dios que se
olvida de las técnicas multiplicadoras o imitadoras |
de los sucedáneos de la
santidad, y no somos espontáneos en buscar, en |
seguir y en amar a Dios.
La originalidad de lo santo en el hombre, es esa |
respuesta a la gracia de
Dios, desde la naturaleza del ser, purificándolo y |
superándolo sin
deformaciones ni estudiadas preocupaciones por las apa- |
riencias, sino,
simplemente, por ir y estar más cerca de Dios, Padre nuestro |
y Padre de nuestro Hermano
mayor, Jesucristo. Por esto fueron sencillos, |
espontáneos y
"originales" los santos. Y por esto fueron santos. |
UNA MÍSTICA, UNA FE. |
...Aceptación total de una
mística necesaria |
para vivir: hacia dentro y
hacia fuera de un |
mundo que se había quedado
huérfano de |
valores... Para hacer algo
hay que creer en |
algo... ¿En qué creemos
nosotros? La fe |
siempre es una aliada de
la victoria. |
Guillem Viladot |
4 (84) |
El sacerdocio tardío |
de san Felipe Neri |
FRISABA san Felipe los 36
años |
cuando recibió la
ordenación |
sacerdotal, el 23 de mayo
de |
1551, en la iglesia de san
Tommaso |
in Parione, pues san
Felipe había |
nacido el 21 de julio de
1515. Tal |
vez nunca habría llegado
al sacer- |
docio de no haber mediado
la per- |
suasión del sacerdote y
buen amigo |
de Felipe, Persiano Rosa. |
San Felipe Neri, que había
llegado |
a Roma cuando tenía 18
anos, aca- |
baba de pasar otros tantos
dedica- |
do a obras de apostolado,
al estudio |
y a la oración. Había
cursado Filo- |
sofía en la Universidad de
la Sa- |
pienza, y luego Teología
en la Fa- |
cultad de los Agustinos.
Poseía un |
notable bagaje cultural en
estas |
ciencias, como demostró,
aun en |
su ancianidad, cuando
discutiendo |
sobre temas de ciencias
sagradas, |
sorprendía, por su
agilidad mental, |
a los estudiosos jóvenes y
a maes- |
tros conspicuos. Conocía y
hacía |
frecuente referencia a
santo Tomás, |
en especial la Summa
Theologica. |
Pero esta preparación no
se la ha- |
bía procurado, como
pudiera pen- |
sarse, como un requisito
para dis- |
ponerse a recibir el
sacerdocio, si- |
no por el deseo de conocer
mejor |
las cosas de Dios y de
poder hablar |
de él y enseñar a los
demás; había |
estudiado sin tener a la
vista el |
estado clerical al que
apuntaban |
otros el propósito de
Felipe era |
puro, gratuito. Y cuentan
de él |
cómo, en alguna ocasión,
mientras |
en clase se trataba de las
cosas de |
Dios a las que atendía, no
pudo |
reprimir las lágrimas de
su fervor |
incontenible. |
Por esto sería un error
imaginar |
que san Felipe renunciara
a formar |
una familia y, al mismo
tiempo, a |
hacerse sacerdote, en
busca de esa |
independencia estéril de
solterón |
egoísta y fracasado, que
se retrae |
de responsabilidades y
huye de |
compromisos. San Felipe
había asu- |
mido los suyos, y su labor
apostó- |
lica de su tiempo de
seglar lo ates- |
tigua sobradamente. Si él
prefería |
esa libertad, no era a
causa de nin- |
guna clase de egoísmos o
comple- |
jos, sino porque estaba
convencido |
de que, en su estado
laical, podía |
dedicarse más plenamente
al bien. |
Un poco de trabajo para no
ser |
gravoso a nadie y para
bastarse a |
sí mismo, y su limpia y
gozosa po- |
5 (85) |
breza le aseguraban su
amada in- |
dependencia. |
Ni tampoco puede
sorprendernos |
ese modo de entender la
dedica- |
ción a Dios y al
apostolado, pues |
incluso ha habido grandes
funda- |
dores que ni siquiera han
llegado |
jamás al presbiterado, y
ello no les |
impidió llevar adelante
grandes |
obras, como fueron san
Benito, fun- |
dador del monacato en
Occidente, |
y san Francisco de Asís. A
propó- |
sito de estos dos santos,
no sería |
difícil establecer algunas
analogías |
con san Felipe, si bien
habría que |
añadir el influjo de la
primera edu- |
cación recibida por san
Felipe, de |
los dominicos de Florencia
e, igual- |
mente, la constante
amistad que |
tuvo en Roma con los de la
Miner- |
va. Ninguno de estos
santos enten- |
día el sacerdocio como un
fin; el |
fin era el reino de Dios,
y el rea- |
lismo evangélico de la
verdadera |
humildad cristiana les
llevó a los |
dos primeros a entender
que podí- |
an contemplar a Dios y
trabajar |
por la Iglesia sin
necesidad de ser, |
ellos mismos, sacerdotes:
en cuanto |
a santo Domingo, sabemos
que dejó |
de ser canónigo para
imprimir a |
su sacerdocio y al
ministerio de la |
orden que iba a fundar, un
dina- |
mismo evangélico que
supuso una |
novedad para el sentido
clerical |
de su época. |
El proceder de san Felipe
puede |
obedecer a su espíritu de
humil- |
dad, pero, sin mengua de
esa vir- |
tud, es posible que en él
no se |
obraran tales reflexiones
y que, |
simplemente, prefiriera
mantenerse |
seglar para poder mejor
hacer el |
bien y hacerlo de aquel
modo es- |
pontáneo y desenvuelto que
le era |
propio. Por otra parte,
aunque no |
faltaban buenos y hasta
santos |
ejemplos de sacerdotes en
su épo- |
ca, no era infrecuente el
caso de |
clérigos cuya mediocridad
humana |
buscaba refugio en aquella
socie- |
dad organizada de modo que
les |
aseguraba una sustentación
econó- |
mica y cómoda, y un
respeto y |
una honorabilidad social
más di- |
fícil de alcanzar, o
imposible de |
escalar, desde la vulgar
situación |
de simples ciudadanos o,
acaso, de |
pobres labriegos. Algunas
familias |
numerosas y necesitadas
estimula- |
ban a sus hijos para que
abrazaran |
el estado clerical o
ingresaran en |
un convento, con el deseo
de li- |
brarles de la fatal
pobreza de un |
porvenir incierto, y sin
que ello se |
entendiera como una
adulteración |
de la propia fe; otros,
con pareci- |
das intenciones y sin
necesidad de |
tenerles que tachar a
todos de an- |
tipatriotas, se dedicaban
a la vida |
militar... En aquellos
tiempos, uno |
y otro estamento ofrecían,
además, |
la base para ser
promocionado a |
honores, ascensos o
dignidades o |
acceso a rentas y
privilegios. En |
cualquier caso, aun en los
grados |
menos elevados, eran
estados que |
socialmente eran
respetados, lo |
cual explica que no fuera
infre- |
cuente que algunos los
abrazaran |
para tener asegurada su
posición y |
gozar, a la vez, del
halago de un |
6 (86) |
cierto prestigio, de
virtuoso, de |
bondadoso o de sabio, si
se hacía |
cura o religioso, o de
valiente, hé- |
roe o patriota, si
militar. Eran los |
tiempos de la mitificación
del há- |
bito, y del estado
clerical y del |
cultivo de la fama, de los
blaso- |
nes y del honor, aunque
enseguida, |
unos y otros, serían
contestados |
por el realismo inclemente
de la |
literatura picaresca,
principalmen- |
te española, que venía a
rebajar |
los mitos de todas las
grandezas o |
ambiciones, ya fuesen
beatas ya |
patrioteras. Por lo demás,
los suce- |
sos históricos vendrían a
imponer |
las realidades olvidadas.
Sólo que, |
los santos, en cada época
de crisis, |
sin necesidad de anticipar
esas |
reflexiones que luego los
humanos |
pueden hacer fácilmente a
poste- |
riori, ya intuían, en cada
momento, |
el modo de volver a la
simplicidad |
de la verdad evangélica,
como lo |
hiciera en su tiempo san
Francis- |
co, o san Antonio, o San
Benito, y |
como en la pomposa Roma
rena- |
centista hacía, con
intuición sobre- |
natural, san Felipe. |
En Roma, en tiempos de san
Fe- |
lipe, pululaban los
buscadores de |
recomendaciones y empleos
y los |
ambiciosos de prelaturas y
digni- |
dades, envueltos en
melifluos pre- |
textos de buen celo por el
bien de |
la Iglesia y oportuna
devoción al |
papado ―que en otras
partes el |
protestantismo combatía—.
Junto a |
esto san Felipe recordaría
al domi- |
nico Savonarola, eliminado
en Flo- |
rencia por el rigor
inhumano del |
26 |
mayo |
festividad |
de |
SAN |
FELIPE |
NERI |
fundador |
del |
Oratorio |
7 (87) |
poder papal corrompido.
Por lo |
cual no era extraño que se
mostra- |
ra reticente frente al
aparato cleri- |
cal y creyera mejor
posición la de |
la libertad laical para
dedicarse a |
hacer el mayor bien
posible a la |
Iglesia. |
La actitud de Felipe es
compren- |
sible, pero excesivamente
radical, |
porque ni todo estaba
corrompido |
en la jerarquía y la
clerecía de la |
Iglesia, ni todo lo que
era necesario |
para remediar aquel estado
podía |
hacerse desde una
situación ex- |
clusivamente laica. Fue el
bueno y |
prudente sacerdote
Persiano Rosa |
quien le convencería,
haciendo, |
con ello, un gran bien a
Roma y a |
la Iglesia. |
De todas formas, en la
primera |
comunidad del Oratorio, se
esta- |
bleció que nadie aceptaría
reco- |
mendar o recabar
influencias u ho- |
nores para sí ni para
otros, en la |
Curia Romana, y quedaron
para la |
historia los grandes
ejemplos de |
los primeros discípulos
del Santo |
al oponerse a aceptar
obispados y |
dignidades eclesiásticas. |
En el fondo de todo estaba
el |
grande y puro amor a la
Iglesia |
y una libertad
fundamentalmente |
evangélica, pero, en el
caso de san |
Felipe, concordante con el
sentido |
fuertemente autónomo del
carácter |
florentino. Mientras Roma
era, o |
parecía ser, la sede del
poder, de |
la organización y de la
fuerza sola- |
mente rivalizada por la
imperial o |
la del rey francés,
Florencia repre- |
sentaba la laboriosidad,
el arte, la |
inteligencia, la
sabiduría, Roma |
rezumaba paganismo, a
pesar de |
ser la ciudad corazón de
la Iglesia. |
San Felipe la amó con
dolor por |
eso, pero también con
esperanza a |
causa del bien que se
podía y era |
necesario hacer allí.
Felipe llegó a |
Roma, no como el
aprovechado en |
busca de prebendas o
dignidades, |
sino en pos de las huellas
de los |
primeros santos que,
precisamente |
allí, habían derramado su
sangre |
en testimonio de Cristo.
Él dedica- |
ría a Roma todo el resto
de su vi- |
da, por la misma causa que
aque- |
llos santos, predecesores
en la fe. |
Florencia seguiría
presente en su |
corazón con un amor jamás
apaga- |
do; pero ello no le
impidió amar |
también a Roma, a la que
nunca |
abandonó, hasta la muerte.
Y toda- |
vía más: san Felipe, como
dice Pa- |
pini, florentizó Roma; le
sirvió el |
primer original amor y
carácter |
florentino, y con la dulce
mordaci- |
dad de una ironía mezcla
de inteli- |
gencia, cariño y
reprensión irrefu- |
tables, contribuyó al
desmontaje |
de la pomposidad orgullosa
de la |
corte pontificia y a la
reforma casi |
festiva de las costumbres
pagani- |
zantes de los romanos. |
El 26 de mayo de 1595,
murió |
san Felipe, cuando contaba
80 años |
y 44 de sacerdocio.
Trabajos, amor, |
esperanzas, dolores y
alegrías lo |
habían vinculado de tal
modo a la |
ciudad cabeza de la
Iglesia, que |
enseguida se le reconoció
ese pa- |
trocinio de ininterrumpida
vene- |
ración popular que no es
sólo el |
8 (88) |
que se le tributa
solemnemente ca- |
da año en el día de su
Fiesta, sino el |
diario acudir de los
fieles romanos |
a su sepulcro, como al
Padre que no |
se olvida y cuya bendición
y ejem- |
plo nos acompañan sin
cesar. |
{Fotografías}: |
Interiores de la iglesia
del Oratorio de Albacete |
9 (89) |
Actualidad del mensaje |
de san Felipe Neri |
«Hombre de fe profunda y
sacerdote fervoroso, genial y |
de amplia visión, dotado
de carismas especiales, supo |
mantener indemne el
depósito de la verdad y lo |
transmitió íntegro y puro,
viviéndolo íntegramente y |
anunciándolo sin ninguna
clase de compromisos» |
{Fotografía}: Dibujo del
interior de la Iglesia del Oratorio de Albacete, por Carlos Blanc. |
HACE un año, en la fiesta
de nues- |
tro Padre san Felipe, el
papa Juan Pablo II, |
estuvo en la "Chiesa
Nuova" —así la llama |
el pueblo romano
vulgarmente— de santa |
María de la Vallicella,
fundada por el mis- |
mo Santo y donde se
conserva su cuerpo, |
y celebró la santa Misa.
Después del Evan- |
gelio, pronunció la
siguiente homilía: |
Queridos hermanos y
hermanas: |
No podía faltar mi visita
a este lugar |
santo y amado por los
fieles de Roma, para |
venerar a aquel que fue
designado como |
"Apóstol de la
Ciudad", san Felipe Neri, co- |
patrono, con Pedro y
Pablo, de esta ciudad |
de Roma. |
10 (90) |
Mi venida aquí era un
deber, era una |
necesidad del alma y era,
también, una res- |
petuosa esperanza. En esta
iglesia, donde |
descansa el cuerpo de san
Felipe Neri, expre- |
so antes que nada mi
saludo más cordial a |
los sacerdotes que son sus
discípulos. |
Luego, con particular
amor, os saludo a |
vosotros, fieles y, en
vosotros, deseo llegar |
a todos los fieles de
Roma, ciudad de san |
Felipe Neri, tan amada y
colmada de bene- |
ficios por él, cuyo
recuerdo vivo y santifican- |
te se mantiene presente. |
Vosotros sabéis que en el
período de su |
permanencia romana, desde
1534, cuando |
llegó como desconocido y
pobre peregrino, |
hasta 1595, año de su
bienaventurada muer- |
te, san Felipe Neri tuvo
un vizísimo amor |
por Roma. Por Roma vivió,
trabajó, estudio, |
sufrió, rogó, amó y murió.
Tuvo siempre a |
Roma en la mente y en el
corazón, en sus |
preocupaciones, en sus
proyectos, en sus ins- |
tituciones, en sus
alegrías y, también, en sus |
dolores. En beneficio de
Roma fue san Feli- |
pe un hombre de cultura y
de caridad, de |
11 (91) |
estudio y de organización,
de adoctri- |
namiento y de oración; por
Roma fue |
sacerdote santo, confesor
infatigable |
educador ingenioso y amigo
de todos, y |
de manera especial fue un
experto y |
respetuoso director de
conciencias. A él |
acudieron papas y
cardenales, obispos |
y sacerdotes, príncipes y
políticos, reli- |
giosos y artistas; en su
corazón de padre |
y de amigo confiaron
ilustres personas, |
como el historiador Cesare
Baronio y el |
célebre compositor
Palestrina, san Car- |
los Borromeo y san Ignacio
de Loyola, |
y el cardenal Federico
Borromeo. |
Pero su pequeña y pobre
habitación |
fue, sobre todo, el lugar
de encuentro |
de una multitud inmensa de
humildes |
personas del pueblo, de
gentes que acu- |
dían a él con sus penas,
con sus proble- |
mas, marginados de la
sociedad, jóve- |
nes, adolescentes, que
corrían a él en |
busca de consejo, perdón,
paz, aliento, |
auxilio material y
espiritual. La activi- |
dad benéfica de san Felipe
fue tal y tan |
grande, que la
Magistratura de Roma |
decretó regalar cada año
un cáliz a su |
iglesia en el día
aniversario de su muer- |
te, como señal de
veneración y de agra- |
decimiento. |
Le tocó vivir en un siglo
dramático, |
ebrio a causa de los
descubrimientos al- |
canzados por el ingenio
humano y el |
esplendor de las artes
clásicas y paga- |
nas, pero que estaba en
crisis radical |
por el cambio que se
obraba en la men- |
talidad. San Felipe
apareció como un |
hombre de fe profunda,
como un sacer- |
dote fervoroso, genial y
de amplia vi- |
sión, dotado de carismas
especiales, que |
supo mantener indemne el
depósito de |
la verdad y lo transmitió
íntegro y puro, |
viviéndolo íntegramente y
anunciándo- |
lo sin ninguna clase de
compromisos. |
Por este motivo su mensaje
es siem- |
pre actual y nosotros
debemos de escu- |
charlo y seguir su
ejemplo. |
En el tesoro de sus
enseñanzas y en |
las anécdotas de su vida,
siempre tan |
interesantes y oportunas,
algunas pers- |
pectivas pueden sernos
particularmente |
actuales para el mundo de
hoy. |
1. LA HUMILDAD DE LA
INTELIGENCIA |
Es la primera nota de san
Felipe. |
En realidad la soberbia de
la inteli- |
gencia constituye un
peligro fundamen- |
tal. San Felipe la veía
peligrosamente |
vigorosa en aquel siglo
autosuficiente y |
rebelde, y por esto
insistía particular- |
mente sobre la humildad de
la razón y |
sobre la penitencia
interior. La inteli- |
gencia es un don de Dios
que hace al |
hombre semejante a él;
pero la inteli- |
LUNES, 26 DE MAYO, |
EN LA EUCARISTÍA
VESPERTINA DE LAS 8, |
CELEBRAREMOS LA FIESTA DE
NUESTRO PAIRE |
SAN FELIPE NERI |
EN ALABANZA DE DIOS |
12 (92) |
gencia debe aceptar sus
límites. |
La inteligencia debe
alcanzar el |
Principio necesario y
absoluto que rige |
el universo; reconocer la
divinidad de |
Jesucristo y la misión
divina de la Igle- |
sia; y luego detenerse
frente al misterio |
de Dios, el cual, siendo
infinito, perma- |
nece siempre obscuro en su
naturaleza |
y en sus operaciones; la
inteligencia |
debe aceptar su ley, que
es ley de amor |
y de salvación, y
abandonarse confia- |
damente a su proyecto que,
por ser eter- |
no, supera ontológicamente
todas las |
perspectivas humanas. |
San Felipe insistía sobre
este sentido |
de humildad frente a Dios.
Llevando |
la mano sobre la frente,
solía afirmar |
frecuentemente: «La
santidad está en |
estos tres dedos de
espacio», querien- |
do significar que ella
dependía esen- |
cialmente de la humildad
de la inteli- |
gencia. |
2. COHERENCIA CRISTIANA |
Es la segunda enseñanza de
san Fe- |
lipe, muy válida y siempre
actual. |
Con sabiduría cristiana
supo él ex- |
traer de los principios de
la fe, las razo- |
nes profundas de su
actividad y de su |
vida entera. Y de esta
lógica de fe nació |
espontáneamente un estilo
de vida ca- |
racterizado por la
alegría, la confianza, |
la serenidad, el sano
optimismo, que no |
es banalidad facilona e
insensible, sino |
visión trascendente de la
historia, visión |
escatológica de la
realidad humana. De |
esta alegría interior
nacía su extraordi- |
naria fuerza apostólica y
su fino y pro- |
verbial humorismo, por lo
cual se vino |
en llamarle "el santo
de la alegría" y |
su habitación denominada
"casa de la |
alegría". Sobre este
estilo de vida dulce |
y austero, alegre y
comprometido, el |
fundó el
"Oratorio", que se difundió por |
el mundo y que, entre
muchos méritos, |
tuvo el de contribuir al
desarrollo de la |
música y del canto
sagrado. |
San Pablo escribía: «Estad
siempre |
alegres en el Señor. Os lo
digo de nue- |
vo: Estad alegres. Vuestro
buen com- |
portamiento que sea
patente a todos». |
(Filip. 4, 1-5). |
Tal fue san Felipe: un
hombre de |
alegría y afable. Quiera
el cielo que |
también cada uno de
nosotros pueda |
alcanzar esa alegría que
nace del con- |
vencimiento y de la
vivencia de la fe |
cristiana. |
3. LA PEDAGOGIA DE LA
"GRACIA" |
Es una tercera lección de
nuestro |
santo, siempre actual y
necesaria. |
San Felipe, si bien
respetando la |
singularidad personal de
cada sujeto, |
situaba el "proyecto
educativo" sobre |
la realidad de la
"gracia" y lo desarro- |
llaba en estas direcciones
principales: |
conocimiento de cada niño
o joven en |
particular, mediante la
atención pacien- |
te y afectuosa;
iluminación de la mente |
con las verdades de fe,
por medio de |
lecturas y meditaciones;
devoción euca- |
rística y mariana; caridad
con el próji- |
mo; fomento de la alegría. |
13 (93) |
{Fotografía}: |
El mundo de hoy |
tiene una gran nece- |
sidad de educadores |
sensibles y bien pre- |
parados, y que sean |
maestros en el venci- |
miento de la tristeza |
y de la sensación de |
soledad e incomuni- |
cabilidad que aflige |
a tantos jóvenes y no |
pocas veces causa su |
ruina. |
Como san Felipe, |
enseñad también vos- |
otros, padres y edu- |
cadores, «todo lo que |
es verdadero, noble, |
justo, puro, amable, |
honesto, lo que es |
virtuoso y merece |
ser alabado» (Filip. |
Carísimos fieles de |
Roma:¡Cuántas cosas |
podemos y debemos |
aprender de nuestro |
gran Santo! Nos ha- |
bla a cada uno de |
nosotros: «Cor ad cor |
loquitur», como de- |
cía el gran cardenal |
Newman, convertido |
del anglicanismo. ÉI, |
cuando después de |
largos y metódicos |
estudios históricos y |
de sufrimientos inte- |
riores, fue vencido |
por la evidencia de |
las pruebas que le |
llevaron al catolicis- |
mo y a entrar en la |
14 (94) |
Iglesia de Roma, y pudo
conocer la |
vida y la espiritualidad
de san Felipe, |
por su profundidad,
equilibrio y dis- |
creción, se enamoró de tal
modo de su |
figura, que quiso hacerse
sacerdote ora- |
toriano. Fundó el Oratorio
en Inglate- |
rra, siguió siempre sus
ejemplos, como |
lo atestiguan sus
admirables escritos, y |
lo llamo mi personal Padre
y Patrón |
y, en el nombre de san
Felipe, quiso que |
terminara la más famosa de
sus obras: |
«Apologia pro vita sua». |
También para nosotros san
Felipe |
continúa siendo
"Padre". Invoquémos- |
lo. Escuchémoslo. |
Una de sus más amables
caracterís- |
ticas fue el tierno amor a
María San- |
tísima, que frecuentemente
invocaba |
"Mater gratiae",
con total y filial con- |
fianza. Afirmaba, lleno de
amor hacia |
la Madre del Cielo: «Esta
sola razón |
hubiera bastado para dar
alegría al |
hombre fiel, el saber que
María Virgen |
está cerca de Dios y ruega
por él» (co- |
mo refiere su biógrafo
Bacci). |
Oigamos a san Felipe Neri,
conven- |
cidos de que, quien tanto
amó a Roma |
en vida, continúa
protegiendo y ayu- |
dando a sus fieles. |
Dice un biógrafo de san
Felipe, que nuestro Santo |
tenía una particular
repugnancia a la afectación, |
tanto en sí como en los
demás, cuando se trataba |
de hablar, de vestir o de
cosas parecidas. |
Evitaba toda ceremonia que
supiese a cumpli- |
miento palabrero, y
siempre se manifestaba parti- |
dario de la sencillez en
todas las cosas; así, cuan- |
do tenía que tratar con
hombres de prudencia |
mundana, no podía
acomodarse a ellos fácilmen- |
te. Evitaba, en cuanto le
era posible, todo trato |
con personas de "dos
caras", que no decían lisa |
y llanamente lo que
pretendían en sus transac- |
ciones. No podía tolerar a
los embusteros; y re- |
comendaba continuamente a
sus hijos espiritua- |
les que los evitasen como
una peste. |
Éstos son los principios
que yo seguía antes de |
ser católico; estos mismos
principios son los que |
confío me guiarán hasta el
fin.— J. H. card. NEWMAN, C. O. |
|
15 (95) |
LA "CHIESA
NUOVA" |
NO habrá un solo peregrino
o |
visitante de Roma, que no |
haya pasado por delante de |
la "Chiesa
Nuova". Desde la Sta- |
zione Termini, que alberga
también |
la Terminal de las líneas
aéreas, se |
va a la plaza de san Pedro
descen- |
diendo por la espléndida
Via Na- |
zionale y, tras un par de
inevitables |
recodos a que obligan las
interfe- |
rencias de la
monumentalidad, se |
alcanza la plaza de
Venecia y su |
casi montaña de mármol del
mo- |
numento a Vittorio
Emanuele II, |
sorprendente, pero que no
puede |
competir ni con el
Colosseo que ya |
se divisa al fondo, ni con
la colon- |
nata berniniana que,
enseguida, al |
final de la Via Vittorio
Emanuele |
II, abraza la plaza de san
Pedro. |
Pues bien, en este último
trayecto, |
existen tres hermosas y
famosas |
iglesias del Renacimiento:
en pri- |
mer lugar, el Gesú, de la
Compañía |
de Jesús; luego sant
Andrea della |
Valle, la mayor de las
tres, y, poco |
antes de atravesar el
Tíber, la plaza |
de la "Chiesa
Nuova" y su iglesia. |
Toda Roma conoce esta
plaza y |
esta iglesia. Es la
Iglesia de los Pa- |
dres del Oratorio de san
Felipe Neri. |
El título sería de santa
María de la |
Vallicella, aunque
comúnmente to- |
dos la llaman la
"Chiesa Nuova". |
La Vallicella, de la cual
la iglesia |
toma el nombre, recuerda
un pe- |
queño valle, actualmente
rellenado, |
que correspondía al
antiguo Taren- |
to, lugar con declives y
charcos, |
donde fue descubierto un
muro |
romano en lo que es ahora
la parte |
izquierda de la iglesia.
Cerca había |
también una pequeña
iglesia que, |
según algunos, databa del
tiempo |
de san Gregorio Magno
(535-604). |
Siguiendo los consejos del
papa |
Gregorio XIII, San Felipe
aceptó |
esta pequeña iglesia y
decidió de- |
rribarla para construir,
en su lugar, |
la actual, más espaciosa y
bella. La |
primera piedra de esta
edificación se |
colocó el 17 de setiembre
de 1575, y |
ofició la solemne
ceremonia el ar- |
zobispo de Florencia (san
Felipe era |
florentino) Alejandro de
Medicis, |
que luego sería el papa
León XI. |
San Felipe Neri no quiso
pedir |
dinero para esta
edificación, cier- |
tamente costosa, y se
limitaba a |
aceptar el que
espontáneamente |
le daban amigos y devotos
suyos. |
Cuando alguno se lamentaba
de la |
grandiosidad del proyecto
y el peli- |
gro de tener que paralizar
los traba- |
jos por falta de recursos,
san Felipe |
le reprochaba la poca fe,
y decía: |
«soy capaz de mandar
derribar lo |
hecho y comenzar de nuevo
una |
iglesia mayor». Pudo
celebrarse en |
ella la Misa por primera
vez el 23 |
16 (96) |
de febrero de 1577, si
bien no estu- |
vo totalmente terminada
hasta el |
año 1599, cuatro años
después de la |
muerte de san Felipe. La
hermosa |
fachada actual data de
1605, que se |
destaca sobre la
escalinata, entre |
columnas corintias las
puertas de la |
iglesia, y levemente
cóncava la ver- |
ticalidad de la fachada de
la casa. |
En conjunto, intervinieron
varios |
arquitectos,
sucesivamente: Matteo |
da Città di Castello,
Martino Lunghi |
il Vecchio, Fausto Rughesi
da Mon- |
tepulciano, Tempesta,
Borromimi. |
La planta de la iglesia
tiene for- |
ma de cruz latina. Sería
largo el co- |
mentario de las obras de
arte que |
se contienen en capillas,
muros y |
techo. Merece, de todos
modos, |
una especial referencia,
el san Feli- |
pe de Guido Reni, las
pinturas del |
techo de Pietro da
Cortona, otras |
de Maratta, de Rubens...
la estatua |
de san Felipe de Algardi,
que pre- |
side la famosa sacristía,
ella sola |
constituyendo un recinto
monu- |
mental extraordinario,
debida al ar- |
quitecto Marucelli,
severa, elegante, |
una de las más bellas de
Roma. |
En el altar mayor tres
pinturas |
famosas de Rubens y un
gran Cru- |
cifijo, entre los más
bellos de la |
época, obra del escultor
francés |
Guillaume Berthelot
(1570-1648). |
Sigue en importancia al
altar |
mayor la capilla del Santo
funda- |
dor de la iglesia, Felipe
Neri. Un ad- |
mirador ferviente del
Santo, Nero |
del Nero, quiso costear
una tumba |
digna, situada en la parte
izquierda |
del altar mayor. Puso en
ella la pri- |
mera piedra el 6 de julio
de 1600 el |
cardenal Tarugi, buen
discípulo del |
Santo y, al cabo de dos
años, se tras- |
ladó allí definitivamente
el cuerpo |
de san Felipe Neri. Era el
24 de ma- |
yo, siete años después de
su muerte. |
El altar sepulcral consta
de un |
cofre de bronce con
paredes de cris- |
tal, a través del cual se
ve el cuerpo |
del Santo revestido de
ornamentos |
sacerdotales; sobre el
altar la copia |
en mosaico del retrato de
san Feli- |
pe, obra de Guido Reni
(1575-1642). |
No tan directamente
accesibles |
al público están las
habitaciones |
de san Felipe, en parte
reconstrui- |
das y en parte —lo que
había sido |
oratorio privado del
Santo— trans- |
portadas integralmente de
las anti- |
guas. Junto con el
sepulcro mencio- |
nado son el recuerdo más
personal |
que se conserva de san
Felipe Neri, |
además de lo que se podría
llamar |
gran relicario constituido
por la |
pequeña iglesia y casa de
san Jeró- |
nimo de la Caridad, casi
contiguas |
a la plaza Farnese, no muy
lejos de |
la "Chiesa
Nuova". |
Lo que constituye la casa
de la |
Vallicella se debe al
arquitecto |
Francesco Borromini
(1599-1667); |
es un grandioso pentágono
irregu- |
lar que comprende, además
de los |
característicos patios y
del reloj |
barroco, la Biblioteca
Vallicelliana |
con su importante
escalinata y el |
gigantesco altorrelieve
que evoca |
el encuentro entre el papa
san León |
Magno y Atila, la
magnífica Aula |
del Oratorio y la antigua
habita- |
ción de los Padres. |
17 (97) |
San Felipe Neri, |
el apóstol de Roma |
El padre Carlos Gasbarri,
es uno de los que más ha estudiado |
la figura de san Felipe,
y, en nuestros días sin duda el que mayor- |
mente ha contribuido con
sus obras y sus colaboraciones periodís- |
ticas, al comentario y
difusión de los aspectos más salientes de |
nuestro Santo. Ofrecemos
una muestra en este breve artículo suyo. |
LA FIGURA de san Felipe es |
siempre popular en Roma.
Es |
frecuente oír repetir por
hu- |
milde gente del pueblo
frases o |
episodios relacionados con
la vida |
y la obra de este santo,
tan conoci- |
do, porque está dotado de
una pro- |
funda carga de humanidad,
que |
abarca instintivamente su
carácter |
alegre y, al mismo tiempo,
reflexi- |
vo, como corresponde a un
hijo de |
la Florencia de siglo XV. |
«Sed buenos, si
podéis...», decía a |
los chicos alborotados, y
añadía en |
tono más suave: «Y si no
podéis… |
que Dios os bendiga
igualmente». |
Y estas frases se van
repitiendo |
todavía en nuestros días,
y no sólo |
en el barrio Parione o
Banchi, don- |
de el santuario de la
Vallicella re- |
presenta, junto al
sepulcro del San- |
to, el corazón religioso
del centro |
histórico de Roma. Más
allá del Tí- |
ber, es el reino de san
Pedro, como |
el Laterano lo es de la
tradicional |
sede del Pontificado
antiguo, y san- |
ta María la Mayor del
culto de la |
"Salus Populi
Romani". Estos luga- |
res son el patrimonio
secular de la |
Urbe Cristiana. |
Pero volviendo a san
Felipe es |
obligado hacer memoria de
algo |
más importante que las
agudezas de |
su ingenio o las anécdotas
sabrosas |
e inteligentes que le
fueron propias. |
Él fue, hace ya cuatro
siglos, el |
sacerdote que comprendió
toda la |
importancia de la estrecha
cola- |
boración, en el plano
espiritual y |
de las obras, entre el
clero y el lai- |
cado. Precisamente por
esto fundó |
el Oratorio, esto es, un
lugar de |
oración, de formación
interior, de |
irradiación de obras de
caridad en |
forma colectiva. Y al
servicio de |
esta institución tuvo
junto a sí un |
núcleo de colaboradores
más ínti- |
mos, y sus sacerdotes, que
son pre- |
18 (98) |
cisamente los Oratorianos,
que han |
dado, no sólo a Roma, sino
a la his- |
toria espiritual y
cultural de Roma |
y de la Iglesia, hombres
como el |
historiador Baronio,
obispos como |
Tarugi, Bordini, Ancina y,
al mis- |
mo tiempo, una serie de
doctos ar- |
queólogos, historiadores y
artistas. |
La arqueología cristiana
tuvo su |
inicio por la devoción de
Felipe, |
todavía laico, al culto de
los már- |
tires y la frecuentación
de las |
Catacumbas. Y precisamente
el |
Santo quiso que en las
reuniones |
oratorianas se alternaran
el estu- |
dio, oraciones y arte, y
dio impulso |
a aquella música
laudística, que |
desembocó luego en la
composición |
seicentesca del oratorio
musical, |
cultivada por Animuccia,
Anerio, |
Palestrina y otros hasta
Perosi. |
Iniciador de una ciencia,
la ar- |
queología, llevó de
consecuencia al |
desarrollo de otra: la
historia, en |
la que el discípulo
Baronio edificó, |
en largos años de paciente
estudio |
e investigación, los
volúmenes de |
los "Anales
Eclesiásticos", dando |
así a la Iglesia —como
reconoció |
el docto y gran conocedor
de libros |
Pío XI— la plena
conciencia de |
su historia. |
Las reuniones oratorianas
tam- |
bién favorecieron la
difusión de |
una nueva oratoria
sagrada, senci- |
lla, humilde, pero
fervorosa, depu- |
rada de baratijas
abarrocadas, con |
lenguaje común, garboso y
claro |
sobre las cosas de Dios.
Era el esti- |
lo congenial de san
Felipe. |
Pablo III, al iniciarse la
tormenta |
protestante, había dicho,
pensando |
en los remedios: «No
seremos ca- |
paces de limpiar el mundo
si antes |
no empezamos por limpiar
nuestra |
propia casa». Y dijo bien,
pero el |
que efectivamente hizo
bien, fue |
Felipe Neri y sus ilustres
amigos: |
Carlos y Federico
Borromeo, Igna- |
cio de Loyola, Camilo de
Lellis, |
Giovanni Leonardi y tantos
otros, |
menos conocidos, pero
ciertamente |
no menos eficaces en la
difusión |
del bien. Del mismo modo
conver- |
só amigablemente y
discutió de |
teología y ciencias
sagradas, y ayu- |
dó a hombres de estudio
como Cu- |
sano, Parravicino, Valier,
Peleotti, |
Antoniano... todos los
cuales fue- |
ron luego fieles
colaboradores de |
la obra reformadora que
consagró |
el Concilio Tridentino. |
Irradió a su alrededor una
ascé- |
tica serena y una
pedagogía basa- |
da en el sentido práctico,
dejando, |
también en estos sectores
su espe- |
cial horma, que fue más
tarde se- |
guida desde Francisco de
Sales a |
Juan Bosco. |
Es pues con justicia que
los ro- |
manos se sienten
orgullosos y feli- |
ces de tener como copatrón
de su |
ciudad, a san Felipe, el
florentino |
trasplantado a Roma. |
San Felipe, al fundar el
Oratorio, tuvo muy presentes en su espíritu la |
sociedad cristiana en toda
la fe, la sencillez y el amor de los primeros |
tiempos de la Iglesia. -
Alfonso card. Capecelatro, C. O. |
|
19 (99) |
CONCIERTO |
DE SAN FELIPE |
EN LA IGLESIA DEL ORATORIO |
Martes, 27 de mayo, a las
8,30 de la tarde |
por el |
CORO UNIVERSITARIO |
DE E.G.B. |
Director: RAMÓN SANZ
VADILLO |
LAUS |
Director: Ramón Mas
Cassanelles - Edita e imprime: Congregación del Oratorio |
Placeta de S. Felipe Neri,
1 - Apartado 182 - Albacete - D.L. AB 103/62 - 30. 4. 80 |
20 (100) |
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