Publicación
mensual del Oratorio. |
Núm. 179. OCTUBRE. Año
1980 |
SUMARIO |
CADA VEZ más, el año
comienza en octubre, en lugar |
de hacerlo en enero. Es
ahora, cuando se juntan las |
grandes cosechas y se
dispone la sementera, que la |
vida levanta un hilo,
entre nosotros; hito que hasta |
Los cambios sociales, los
problemas económicos, los deba- |
tes políticos, los
programas culturales, las angustias y las |
esperanzas colectivas,
toman como referencia, marcando |
caminos. Los que somos
cristianos, desde la misma reali- |
dad envolvente, levantamos
a la visión de la fe todo el |
panorama y, caminando con
Dios, seguimos y buscamos |
esperanzados hacia
adelante. |
LAS TRES VIRTUDES |
LA SÍNTESIS NECESARIA |
LA "RAZIONALE" |
EL MATRIMONIO QUE VIENE |
CARTA ABIERTA A EMMANUEL
MOUNIER |
LOS MATERIALISMOS |
EL CRISTIANISMO
CONTROVERTIDO |
EL HOMBRE NUEVO |
1 (121) |
LAS TRES VIRTUDES |
Yo soy, dijo Dios, el
Maestro de las Tres Virtudes. |
La Fe es una esposa fiel. |
La Caridad es una madre
ardiente. |
Pero la esperanza es una
niña. |
Yo soy, dijo Dios, El
Maestro de las Virtudes. |
La Fe es la que se
mantiene firme |
por los siglos de los
siglos. |
La Caridad es la que se da |
por los siglos de los
siglos. |
Pero mi pequeña esperanza |
es la que levanta todas
las mañanas. |
Yo soy, dijo Dios, el
Señor de las Virtudes. |
La Fe es la que se
mantiene tensa |
por los siglos de los
siglos. |
La Caridad es la que se
distingue |
por los siglos de los
siglos. |
Pero mi pequeña esperanza
es |
la que todas las mañanas
nos da los buenos días. |
Charles Péguy |
2 (122) |
La síntesis |
necesaria |
TESIS, antítesis,
síntesis. Un pie, otro pie, y el salto. La síntesis es siem- |
pre como el arco de un
vuelo que conjuga oposiciones para supe- |
rarlas en la novedad que a
partir de ellas se edifica, del pasado, al |
presente, hacia el futuro.
Como en los ladrillos: uno, y otro y, encima, |
asimétrico, el que los
ata, creciendo la pared, hacia lo alto. Y ahora |
estamos este
"hacia", doloroso y apremiante: apremio para el mun- |
do y, por lo tanto,
también para la Iglesia y para cada hombre de este |
tiempo. |
Todo es hermoso y difícil;
pero igualmente inaplazable dentro de esta |
proyección
"hacia" adelante, que Juan XXIII calificó de
"irreversible", |
es decir, necesaria.
Tenemos los datos: una verdad y un plan de Dios, y |
tenemos ―el otro
dato este mundo en que vivimos. Y hay que hacer la |
síntesis. |
La urgencia es
insoslayable; no podemos inhibirnos o excusarnos de |
la misión que nos reclama
con exigencias imposibles de ocultar. La gran |
tentación del creyente de
hoy sería la de intentar la huida, tanto si lo hicie- |
ra ―como los
modernos iconoclastas― rompiendo los datos para huir irra- |
cionalmente hacia
adelante, como si, imitando a la mujer de Loth, se negara |
a mirar hacia adelante,
pretendiendo refugiarse en la seguridad egoísta de |
lo que la ilusión,
falsamente modesta, considera inmutable, pero que en |
realidad yace carcomido
por la caducidad encenizada y estéril. |
Ritos, estructuras
profanizadas, politizaciones de la idea de Dios, mora- |
lismos enjutos de
Evangelio, sentimentalismos que distraen de alimentar la |
fe, busca de seguridades
que no comprometan, remedios para miedos que |
apagan el entusiasmo para
hacer el bien... Esas y otras tentaciones nos |
rondan cercándonos: unas
nos adormecen, otras nos aturden, y todas, si |
prosperan, nos atan los
pies para este salto que habría que dar hacia la |
novedad cristiana que el
mundo espera, necesita y podemos y debemos |
darle, los que decimos que
tenemos fe. |
3 (123) |
A veces, por un momento,
creemos entender esto perfectamente, y nos |
paramos en la serenidad
pacificadora de este pensamiento y de su verdad |
aceptada, pero enseguida
delegamos en ―en transferencia ideal― |
aquello que podemos y que,
precisamente nosotros, deberíamos hacer, |
cada uno. A pesar de
criticar alguna vez a la Iglesia como "organización", |
descargamos sobre esa
misma organización el fardo de nuestro propio de- |
ber, despersonalizándonos
de responsabilidades. Pero entonces nos resulta |
esta Iglesia demasiado
"clerical" donde parece que sólo un pequeño grupo |
de personas monopoliza su
misión. Y llevamos alguna o mucha razón; pero |
ha sido entre todos que
hemos hinchado la necesidad de las exageraciones |
que justamente lamentamos.
Tal vez criticamos a los "beatos" que nos pa- |
rece que acaparan la
imagen de la Iglesia o de lo que entendemos, en su |
corteza, la piedad
cristiana, pero no nos damos cuenta de que ellos son los |
más perseverantes, aunque
esta perseverancia puede ser interesada y |
menos pura, en varios
casos. Nos cansan los ritos, pero asistimos indocu- |
mentados a ellos, como
espectadores y "cumplidores", en vez de hacerlo |
como participantes; vamos
a cumplir cada uno con Dios, en busca de la |
propia paz y satisfacción,
y no para edificar una hermandad que preside |
Dios; no hacemos todo lo
que podemos para corregir ese individualismo en |
nuestros planteamientos
frente a la vida y, por ello, tampoco cuando nos |
presentamos ante Dios para
glorificarle juntos en las asambleas de la fe. |
Andamos por la vida con el
corazón embobado en las vanidades del mun- |
do, o dividido por sus
solicitudes, y no tenemos inconveniente en censurar |
a una Iglesia que,
decimos, llega siempre tarde a señalar las verdaderas |
injusticias y vacila, a
diferencia de los viejos profetas, a la hora de denun- |
ciar las formas concretas
de la malicia de nuestros días, de los grandes |
pecadores actuales...
retrasos y dudas a veces ciertos, pero que, a la debida |
distancia y proporción,
tenemos y mantenemos cada uno desde nuestras |
decisiones, olvidándonos
que también tenemos parte, por lo tanto, en las |
responsabilidades que
delegamos a otras instancias, dentro de la única |
Iglesia que entre todos
formamos... La Iglesia es imperfecta como los hom- |
bres que la formamos y, a
veces, menos imperfecta, pues vemos que no |
cesa de predicarnos la
esperanza y de proponernos la conversión. La |
conversión es la síntesis
necesaria, es el paso adelante, es la novedad del |
sentido de Dios que hay
que llevar a un mundo en transformación. |
Pero, ¿queremos, de
verdad, llegar a ello, cada uno, todos? ¿Dedicamos |
tiempo, estudio y esfuerzo
para entender a Dios y para cambiar ese mun- |
do? Por ejemplo: ¿con qué
constancia estudiamos reflexivamente un buen |
Catecismo? ¿Cada cuándo
leemos los Evangelios?... Mal si decimos que |
queremos un mundo mejor,
si no nos hacemos mejores y no nos capacita- |
mos para llevar a él el
sentido de Dios; pero mal, también, si nos prepara- |
mos y capacitamos para
muchas tareas sin pararnos a elegir las que mejor |
nos han de servir para
llevar al mundo la síntesis actualizada de lo divino. |
Es lo único necesario. |
Nuestro fin último no es
la felicidad, el bienestar, la prosperidad de una |
sociedad cómoda, sino la
realización espiritual del hombre.― E. MOUNIER |
|
4 (124) |
La "razionale" |
LOS biógrafos clásicos de
san |
Felipe subrayan la
importan- |
cia que el santo daba a la |
humildad y la obediencia,
some- |
tiendo el propio juicio a
la volun- |
tad manifestada de Dios,
en los |
cauces legítimos de su
providencia, |
especialmente a través de
los supe- |
riores y refieren que,
cuando tra- |
taba de ello, solía llevar
su mano a |
la frente mientras decía:
«Toda la |
santidad del hombre está
en este |
espacio de sólo tres dedos
toda la |
importancia está en
mortificar la |
racional...» Con esta
palabra "ra- |
cional", que le era
muy familiar, |
entendía el juicio propio,
sede des- |
de donde la voluntad
esquiva toda |
otra dependencia.
Cualquier otra |
mortificación le era
sospechosa si |
no partía precisamente de
ahí, del |
entendimiento y del propio
juicio. |
Las mortificaciones
externas, las |
posturas visibles de la
ascética las |
estimaba en poco si
faltaba el ven- |
cimiento del juicio y la
disposición |
interior del pensamiento
―la "ra- |
zionale"―, a
partir del cual tienen |
valor las determinaciones
de la vo- |
luntad. |
Por lo demás, san Felipe,
al pro- |
ceder así seguía la
doctrina ascética |
tradicional y el mismo
Evangelio, |
que pone en las ideas y en
el cora- |
zón la raíz de toda
conversión y la |
sinceridad de la piedad. |
Pero podemos añadir un
signifi- |
cado a la citada expresión
de san |
Felipe, tomando el
pensamiento y |
la propia inteligencia, no
como |
punto de partida de todo
movi- |
miento desordenado de
indepen- |
dencia, sino como sede de
la ver- |
dad, de toda verdad que el
hombre |
percibe y guarda. También
en este |
sentido, sin necesidad de
forzar los |
significados, se puede
decir que |
«toda la santidad del
hombre de- |
pende de la verdad que
tenga en |
su mente» si la traduce en
vida, en |
sinceridad para con Dios.
Es impo- |
sible que el hombre sea
bueno si |
no sabe y no entiende que
puede y |
que ha de ser bueno; es
imposible |
amar a Dios, más allá de
ilusiones, |
distracciones o
reducciones senti- |
mentales o beatas, si las
ideas, res- |
pecto de Dios, no se
depuran en |
una fe que, precisamente a
través |
de la inteligencia, nos la
descubre |
5 (125) |
mostrándonos hasta donde
vamos |
siendo capaces día tras
día, quién |
es él, qué quiere de
nosotros y del |
mundo que nos rodea. Allí
donde |
abunda la tontería beata,
o donde |
se pierden tiempo y
energías en |
engañosos devocionismos
que nos |
distraigan de la auténtica
visión |
cristiana del mundo y de
la misión |
en él de la Iglesia, o que
nos entre- |
tengan diciendo
simplemente «Se- |
ñor, Señor...» a ratos,
pero en reali- |
dad siguiendo absortos en
nosotros |
mismos, o sugestionados en
disi- |
muladas vanidades o en
ridículos |
cuidados de lo que es
inútil para |
nuestro bien espiritual y
para el |
reino de Dios, es que la
"racional" |
no funciona: huecos de
ideas, sus- |
tituimos las convicciones
de que |
carecemos por los
sentimientos, las |
ideas por las modas, el
buen celo |
apostólico por el
oportunismo y |
hasta a riesgo de hacer de
la tierra |
y el tiempo, no la hora y
el espa- |
cio desde donde ya
preparamos el |
reino de Dios, sino de
convertir el |
reino de Dios en una
contingencia |
o minimización terrena,
recortada |
a la medida de nuestra
mezquin- |
dad. |
Toda la cantidad del
hombre |
está en la gracia que
recibe de |
Dios, y la primera gracia
es la fe. |
y la fe es una verdad, y
la verdad |
de Dios ha de comenzar
cabiéndo- |
nos en esos tres dedos de
frente. |
Incluso aquella
mortificación inte- |
rior y aquella humildad y
obedien- |
cia, sin esta fe, sin
ideas cristianas |
claras y sólidas, o no se
daría, o |
no pasaría de apariencia
falsificada |
de virtudes que tampoco
existirían, |
aunque nos engañara la
estudiada |
estética aparente del
gesto que la |
falsifica. |
Después de dos intentos de
armonizar ambas liberta- |
des personal y comunitaria
―lo Antiguo y lo cristiano |
(me limito a
Occidente)―, se formó un primer humanis- |
mo abstracto A raíz del
Renacimiento, dominado por la |
mística del individuo; un
segundo humanismo, igual- |
mente abstracto y no menos
inhumano, se ha formado |
hoy en la URSS, dominado
por la mística de "lo colec- |
tivo". La lucha
gigante que se libra ante nuestros ojos |
no es por motivo de alguna
paz o de alguna distribu- |
ción de bienestar. Se
encara con el primer Renaci- |
miento que se derrumba, y
con el segundo que se pre- |
para. Lo trágico del
combate es que el hombre está |
en los dos campos, y que
si uno aplasta al otro, pierde |
una mitad inalienable de
sí mismo.— EMNANUEL MOUNIER |
|
6 (126) |
EL MATRIMONIO |
QUE VIENE |
SE ha acusado a la Iglesia
de |
ejercer una excesiva
inter- |
vención en la institución
ma- |
trimonial. Tal vez estas
acusacio- |
nes serían menores si se
tuviera en |
cuenta el descuido del
poder civil, |
en su esfera, durante toda
la Edad |
Media... Pero, para ser
justos, ten- |
dríamos que admitir que el
pecado |
ha sido tanto por exceso,
si acaso, |
como por defecto. Ha
habido un |
exceso de condescendencia
al su- |
poner, implícitamente, en
demasia- |
dos casos, una fe y una
disposición |
de las que carecían los
contrayen- |
tes que, a pesar de ello,
creían que |
podían exigir para ellos
un matri- |
monio canónico. Este
matrimonio |
ni se puede conceder, ni
se puede |
imponer a los no creyentes
o a los |
que se acercan a él con
muy gra- |
ves objeciones a la fe, o
con grande |
ignorancia de lo que es y
significa |
el sacramento matrimonial.
La Igle- |
sia debía de haber
intervenido, |
precisamente, más, y haber
exigi- |
do, antes de ahora, esa
indispensa- |
ble clarificación para
evitar al má- |
ximo tantos errores y
simulaciones, |
inspirados en
conveniencias mun- |
danas y sociales, y que
luego han |
podido dar lugar, más
todavía de |
cuanto ha ocurrido, a
serias dudas |
sobre la misma validez del
acto que |
sancionaba. |
La presión sociológica ha
preten- |
dido tener por más moral
una for- |
ma de matrimonio que, en
deter- |
minados casos, no pasaba
de lo |
ambiguo. |
Por otra parte, tampoco
exigía |
la Iglesia, a aquellos que
podían |
comprender mejor el
sacramento |
que iban a recibir, una
preparación |
más de acuerdo con los
criterios |
que deben presidir una
buena con- |
ciencia cristiana que se
dispone |
religiosamente a una unión
sellada |
ante Dios. A los que ahora
se que- |
jan de ciertos conatos de
prepa- |
ración pastoral para
parejas que |
quieren recibir el
matrimonio cris- |
tiano, todavía se les
exige poco, y |
se verá muy pronto cuando
la laici- |
zación progresiva de las
leyes vaya |
7 (127) |
incidiendo en esta
institución bási- |
ca de la sociedad. |
Leyes que no son de temer
para |
los fieles, pero que,
indudablemen- |
te, tendrán repercusión
sociológica, |
desplazando, por
sustitución, estilos |
de apariencia ritual o de
conven- |
cionalismos cristianos,
que ya no |
será mal visto amortizar. |
Para algunos, el hecho de
que |
desaparezca o disminuya la
presión |
sociológica religiosa, les
parece un |
mal para la Iglesia; pero,
en reali- |
dad, no lo es tanto. Lo
que ocurre |
es que ésta, no tendrá que
tener |
tanta preocupación en
testimoniar, |
por el rito matrimonial,
la legiti- |
mación del inicio de vida
de fami- |
lia entre un hombre y una
mujer |
que se casan, sino que
tendrá que |
preocuparse y dedicarse
más inten- |
samente, en hacer,
primaria y esen- |
cialmente, cristianos
mejores, y más |
ilustrados y conocedores
del cate- |
cismo, que tantas veces
dicen creer, |
pero que desconocen en
parte o |
tienen olvidado cuando más
falta |
les hace, precisamente en
el mo- |
mento de emprender
responsable- |
mente, desde la propia
autonomía, |
la creación de un hogar. |
No hay que temer en
demasía |
por las leyes que vengan.
Los cris- |
tianos convencidos y
maduros en |
la fe bien cimentada,
serán indife- |
rentes a las leyes laicas
y sacarán |
más provecho y
comprenderán me- |
jor, entonces, las leyes
de la Iglesia, |
liberados de ambigüedades,
presio- |
nes y malentendidos. |
En adelante, cada vez más,
cuan- |
do una pareja cristiana
pida cele- |
brar y recibir el
sacramento del |
matrimonio, no será ya
para cum- |
plir el trámite social de
legitimar |
una convivencia entre
hombre y |
mujer, que sería mal vista
sin pasar |
por la parroquia, sino que
sabrán |
que el matrimonio es el
sacramento |
del amor, y no de
cualquier amor, |
sino del amor entre hombre
y mu- |
jer, que se comprometen a
ser sig- |
no, ante todos, del grande
e infinito |
amor de Cristo a su
Iglesia, y de |
Dios a todos los hombres. |
Ese es el matrimonio
cristiano |
que hemos de desear,
porque es el |
único que podemos llamar
cristia- |
no. Otras formas de
matrimonio |
pueden ser igualmente
legítimas, |
pero de ellas no se
podrían decir |
como de ésta, estas
palabras de |
Cristo: «Lo que Dios ha
unido...), |
y «donde están dos
reunidos en |
mi nombre yo estoy en
medio de |
ellos. |
Yo creo que el gran
defecto de hoy es el egoísmo. La |
gente no apoya su vida en
aspiraciones de tipo inte- |
lectual o espiritual sino
que centra su objetivo en dis- |
frutar de todos los
placeres posibles con la mayor inten- |
sidad; y esto es algo
transitorio.— MIGUEL DELIBES |
|
8 (128) |
Carta abierta |
a Emmanuel Mounier |
(fragmento) |
MUCHAS COSAS de esta
Iglesia nuestra de cada día nos parecen |
hoy nuevas... Y todo lo
nuevo es nuevo y fuente, tiene raíces |
profundas. Lo nuevo
siempre es un poquito descubrimiento de |
mediterráneos. No importa
que a veces nos quedemos momentá- |
neamente boquiabiertos, si
al cerrar la boca sabemos penetrar |
las raíces profundas que
nos enseñan la tarea de quienes nos |
precedieron. Nada fecunda
sin un profundo enraizamiento. En- |
raizamiento en la propia
tierra, enraizamiento en la propia y |
común historia,
enraizamiento en la deseada Iglesia. Decía, con |
Rugama y Cardenal, que
«con la muerte damos vida». Tú la diste |
y ahora eres raíz
inamovible de esa vida que fluye, corre, salta, |
mueve montañas, de esa
vida que llamamos fe. De esa vida que |
sopla más allá de toda
prudencia y medida en este mundo, donde |
los creyentes buscan su
identidad, su puesto secular, su palabra |
colectiva junto a la de
otros hombres. De esa vida que llamamos fe. |
Raíz-Emmanuel Mounier, te
acompaño, me acompañas. |
Tú creías en los hombres
en lucha, especialmente en los |
réprobos, no dejaste de
bregar un solo minuto de tu vida por |
ellos, por todos. Cárcel,
enfermedad, separaciones, dolor y trans- |
figuración... |
«...Sólo los muertos
resucitan». |
Raíz-Emmanuel Mounier,
hace ya muchos años que estás |
resucitando. |
De hermano a hermano, de
compañero a compañero... deseaba |
escribirte esta carta
mientras nos encontramos en la Ciudad de la |
Comunión. Donde serán
nuevas todas las cosas. |
Hasta siempre,
Raíz-Emmanuel Mounier. |
Alfonso C. Comín |
9 (129) |
LOS MATERIALISMOS |
LA PREOCUPACIÓN del mundo
occidental por defen- |
derse del socialismo en su
forma más radical, ha |
dado origen a los
fascismos que, si bien han preten- |
dido, en origen, atajar
los males del comunismo, por |
una parte, y del
liberalismo, por otra, han acabado |
prácticamente absorbidos y
mantenidos por el capitalismo |
mundial que los ha
utilizado como servidores para su defensa. |
Ahí está la tragedia de
América Latina. |
El socialismo podría ser
cristiano (cada cual según su |
capacidad; a cada cual
según sus necesidades), si no recu- |
rriera al medio radical de
la dictadura de clase, para impo- |
nerse. Pero frente a esta
descalificación, no hay que olvidar |
la contradicción feroz que
el liberalismo capitalista encarna y |
mantiene todavía,
Economías de guerra y guerras de econ- |
omía que, uno y otro
bando, asumen sin escrúpulos, puestos |
los ojo sólo en la ventaja
material; magnificación de la lucha |
y la rivalidad primitiva
de hombre con hombre. |
Ese mundo triste y roto
del que nos lamentamos es hijo |
y obra del liberalismo
surgido a fines del siglo XVIII que, |
partiendo del naturalismo
y del racionalismo a ultranza, des |
emboca en la libertad
económica estimulada y hasta justifi- |
cada por el lucro, la
competitividad selectiva en las ganancias |
que margina a los menos
audaces y escrupulosos, o a los |
menos capaces, y que pone
su finalidad en el dominio y goce |
incondicionado de los
bienes materiales. Todo lo demás —la |
10 (130) |
misma religión, que no se
rechaza cuando se presta a ser |
domesticada― es un
medio utilizado para este fin egoísta. |
Pues no hay que olvidar
que el laicismo, como actitud escép- |
tica y aun opuesta a la
religión, surgió del liberalismo, y sólo |
tardíamente aparece en el
socialismo, cuando éste creyó iden- |
tificar la interesada
defensa del materialismo con las exage- |
raciones de las tesis
cristianas sobre la intangibilidad del |
derecho de propiedad;
tesis que eran falsificación de la esco- |
lástica, si bien utilizada
por los liberales al convertir la reli- |
gión en ideología de
apoyo. Pues para la doctrina escolástica |
Dios es el único verdadero
dueño de todo, la criatura racio- |
nal es sólo administradora
de la obra de Dios, todas las cosas |
son para todos los
hombres, habrá que dar cuenta a Dios del |
uso de los bienes
creados... etcétera. |
La violencia de la
dictadura que implanta el socialismo |
radical contra el
liberalismo, ha degenerado en capitalismo |
de estado, aunque éste se
admita sólo como situación transi- |
toria. Pero también, el
llamado neoliberalismo, aunque pre- |
tende corregir los excesos
del liberalismo puro, en realidad |
surge de la preocupación
por restaurarlo y así conjurar el |
progreso del socialismo
aparentemente irreversible, por lo |
menos en su forma
moderada. |
En todo el espectro de
posiciones y posibilidades, aparece |
la preocupación de lo
material, como algo primario que gene- |
11 (131) |
ra, al fin y al cabo, a un
hombre con más sensaciones que |
sentimientos y que
verdaderos ideales, el cual contempla el |
mundo y, en el mejor de
los casos, lo concibe como un lugar |
para el placer y el
bienestar, sin espacio para la generosidad |
y el espíritu; aunque esta
carencia espiritual se pretenda |
reemplazar por fantasiosas
excursiones hacia el exotismo, |
donde todo compromiso
queda relajado, o la invocación de |
una estética fugaz y falaz
que diluye cualquier saber. Buena |
prueba de ello son los
ejemplos ―los malos ejemplos― de |
tantos jóvenes de
extracción social o mental burguesa, educa- |
dos en el placer y el
egoísmo, en los que se personifica la |
contradicción humana de la
sociedad materialista en que han |
nacido y en la que se
mueven, indolentes o irritados, pero |
ferozmente egoístas y
aprovechados, porque para ellos la pa- |
labra amor solamente
significa sexo, la felicidad dinero, y la |
mejor suerte vivir en
holganza. No saben amar: la poca y |
mala educación recibida
les sirve sólo de envoltorio para |
disimular cínicamente su
gran pobreza humana. Son el des- |
hecho del materialismo
liberal y los escandalosos legitimado- |
res del materialismo
marxista que, desde otra vertiente, se |
asume sin reflexión ni
estudio, como reacción airada que re- |
acciona contra la
vagancia, el privilegio y la injusticia. |
Afortunadamente, los que
en la austeridad y el trabajo, |
los que en la escuela de
la generosidad hayan vivido —y no |
son pocos― capaces
de ideales que les trasciendan, hombres |
y cristianos de una pieza,
también existen, y hacen menos |
ruido que los
materialistas cínicos de cualquier ideología o |
clamoroso desencanto.
Existen, y por ellos merece vivir: son |
portadores de ideales que
transmitirán a generaciones poste- |
riores: ideales que valen
tanto como el hombre y hasta más |
que el hombre: ideales que
hacen al hombre persona y, supe- |
rando la tentación o la
indolencia de los materialismos, con- |
vierten al ser personal
humano en hijo de Dios. |
12 (132) |
Documento: |
EL CRISTIANISMO |
CONTROVERTIDO |
ESTE verano murió un
cristiano de esos para quienes el Evangelio es |
causa de incesante
inquietud para sí mismos, y ellos lo son para los |
demás; murió Alfonso
Carlos Comín, un cristiano controvertido, de fe |
sincera y de un compromiso
evangélico asumido plenamente ante el mundo. |
Interesa menos el matiz de
su opción, que la actitud de la que partía. Y es |
esa actitud personal,
reflexiva, responsable, abierta a los problemas más vivos |
de esta hora del mundo,
convertida en respuesta de fe, con el enorme esfuer- |
zo de hacerse concreta,
como una valiente encarnación de los principios que |
él creyó más puros,
partiendo del Evangelio, a la hora de edificar la justicia, |
de proclamar la verdad y
de vivir el amor, para que alcanzara a muchos y a |
los más necesitados. |
Los comentarios de la
prensa cristiana |
mejor informada no pasaron
inadverti- |
dos a los lectores
medianamente interesa- |
dos en el fenómeno
cristiano y su reper- |
cusión en la sociedad que
nos toca vivir, |
cuando se refirieron al
personaje desapa- |
recido. Por lo demás, los
que desde las |
ultimas décadas hayan
estado algo aten- |
tos al movimiento
renovador suscitado |
en la Iglesia, más de una
vez han dado |
con el artículo, o han
asistido a una con- |
ferencia, o han leído un
libro de Alfonso |
Carlos Comín, y les habrá
quedado el |
reflejo de aquella
vibración serena, en- |
tusiasta. esperanzadora y
dolorosa al |
mismo tiempo, que era a la
vez llama y |
rescoldo en la palabra, en
los ojos, en el |
gesto, hasta en la dulce
ironía, en la leal- |
tad y en la inteligencia
de aquel hombre |
todavía joven, de rostro
como de Cristo |
secularizado, que hablaba
mucho, que |
pensaba más, y que siempre
daba la |
impresión de que todavía
le quedaban |
muchas más cosas por
decir, tanto si su |
verbo discurría frente a
cenáculos inte- |
lectuales como si se
dirigía a obreros y |
gentes de pueblo. Y que
pensaba en Dios |
y que hablaba con Dios. Si
las palabras |
no se nos gastaran tan
deprisa, podríamos |
decir de él que era un
seglar cristiano |
comprometido con su tiempo
y con sus |
hermanos de camino. |
Sin esfuerzo alguno para
tender para- |
lelos, resulta inevitable
compararlo con |
13 (133) |
la necesaria figura del
casi reciente Em- |
manuel Mounier, el
malogrado fundador |
de «Esprit», lúcidamente
inspirado en |
superar el materialismo
marxista y la |
desesperación
existencialista, levantando |
la bandera de un
cristianismo radical, |
que él llamaría
personalismo cristiano, y |
que ya han tenido que
asimilar, por lo |
menos teóricamente o en
parte, cualquier |
doctrina o propósito
político-social, for- |
mulado con posterioridad,
si ha preten- |
dido llamarse además
cristiano. Pero |
tanto para entender a
Mounier como a |
Comín, habrá que
relacionarlos, en su |
filiación ideológica,
testimonial y tras- |
cendente, con nombres como
el de Char- |
les Péguy, Jacques
Maritain, Gabriel Mar- |
cel, Teilhard de Chardin,
Yves Congar, |
Henri de Lubac... todos
los cuales, como |
precedente, no tuvieron
poco que ver |
con el movimiento católico
desatado a |
partir del Concilio
Vaticano II, convoca- |
do por Juan XXIII. |
Alfonso Carlos Comín, como
Mounier, |
es un ejemplo para los
seglares cristianos, |
de la misma manera que,
lejanamente, |
en el siglo II, ya lo
fuera san Justino, |
aquel intrépido filósofo
seglar que hubie- |
ra querido armonizar su
cristianismo |
total con las últimas
corrientes del pen- |
samiento de su época.
Ejemplos todos |
que no seguirán jamás los
que, a pesar |
de llamarse creyentes,
tomen la fe como |
una seguridad desde la que
extraigan la |
fórmula cómoda que
legitime su posición |
establecida; no podrán
seguir su ejemplo |
los que, como diría
Newman, ya lo creen |
todo porque... no creen
nada. Pero sí |
que será un estímulo
confortador a tan- |
tos seglares, que no
faltan también en |
nuestros días, todavía
creyentes y espe- |
ranzados, que aman a
Cristo y aman este |
mundo, y están dispuestos
a hacer algo |
por él, con toda la
sinceridad de una vida |
inteligente y
generosamente comprome- |
tida. |
De las muchas cosas leídas
sobre la |
muerte de Alfonso C.
Comín, elegimos el |
artículo de otro seglar
católico, Joaquín |
Ruiz Giménez, aparecido en
«El País», |
el 14 de agosto de 1980,
que con el título |
«Las razones de aquel
inmenso corazón», |
dedicaba al amigo en su
permanente |
cumpleaños. Decía así: |
Toda la humanidad es una
inmensa cons- |
piración de amor sobre
cada uno de sus |
miembros.― EMMANUEL
MOUNIER |
|
No pude estar, Alfonso,
junto a tu cuerpo, ya sin la- |
tido, en la hora de tu
marcha. Sabía demasiado que las |
heridas de tu carne,
todavía joven, eran inexorables, y |
que cada atardecer o cada
madrugada podía llegarnos la |
noticia que no queríamos
oír. Pero confiaba ciegamente |
en la fuerza de tu
espíritu, capaz de vencer todas las |
leyes de la materia. ¡Te
había visto resurgir tantas veces! |
La última fue en Madrid,
durante el pasado otoño, cuan- |
do nos reunimos en
Majadahonda para participar en el |
« Foro del hecho
religioso». Simplemente un año antes |
nos habías sobrecogido en
el mismo lugar, con tu ser mal- |
trecho y aquel como
desmayo que movió a María Luisa |
a regresar contigo sin
tardanza a Barcelona. Y, sin em- |
bargo, ganaste el pulso a
la cruel enfermedad con tu in- |
creíble coraje interior y
acudiste a la nueva convocatoria, |
meses después, lúcido y
penetrante, como en tus mejores |
14 (134) |
tiempos. Cómo sonaron tus
palabras, hondas, claras, irre- |
sistibles, cuando
irrumpiste en el coloquio, rebosando vida, |
v disipaste ―para
mí, para muchos― el aparente dilema |
de la fe-juego y la
fe-compromiso hasta la muerte! |
Luego, el largo silencio
de un difícil invierno y una |
primavera sin gracia, con
referencias indirectas sobre las |
recaídas y fugaces
recuperaciones; pero, al mismo tiempo, |
la inagotable esperanza de
una nueva victoria. ¡No llegó! |
(¿Por qué, Señor, por qué,
cuando Alfonso era uno de tus |
testigos más necesarios?
«No hay respuesta», sólo supe |
decir un día a aquella
alumna de mi facultad, de aguda |
inteligencia y de
sazonante sensibilidad, que me pregun- |
taba por la razón del mal
y del sufrimiento en el mundo: |
«No hay respuesta, joven
amiga; sólo hay la aceptación |
transitoria del dolor y la
espera en la otra ―y definitiva― |
esperanza). |
Allí, en el Madrid
atosigante de finales de julio, y |
secos los labios y más
seca el alma, no acerté a escri- |
bir una línea sobre lo que
has sido ―sobre lo que eres, ya |
sin mudanza, y sobre tu
huella en esta España nuestra, |
que queríamos sin
vencedores ni vencidos. Pero tú me |
entiendes, Alfonso, y
sabes que tu nombre, tu perfil, tu |
acción, tu ensueño me
crecían dentro, minuto a minuto, |
y me empujaban a decir,
cara a todos, mi devoción por ti |
―¡mi devoción, no
tengo otra palabra!, y mi radical gra- |
titud por el bien que me
hiciste. |
Por eso, a la altura de
Poblet, camino del Ampurdán |
―¡tierras
tuyas!―, mi mujer y yo te buscamos junto al es- |
tremecedor monasterio, y
en la persona de María Luisa |
y de vuestros estupendos
hijos ―¡qué entrañable imagen |
tuya y de ella!― te
abrazamos con un nudo en la gargan- |
ta y una irresistible
alegría en el alma. |
El trabajo no puede ser
erigido en religión de la producción o en religión del sudor. Su dignidad no viene del |
rendimiento o del
esfuerzo; no viene de sus consecuencias económicas, sino de sus consecuencias humanas. |
EMMANUEL MOUNIER |
Ahora, en la víspera de tu
cumpleaños, que festejaremos |
en Castellterçol, tu
rincón amado ―porque ti los seguirás |
cumpliendo puntualmente
desde tu paz sin fronteras!―, |
me arreglo como puedo,
torpemente, para publicar desde |
aquí, (desde Sant Antoni
de Calonge, donde tantas veces |
dialogamos sobre el drama
y la utopía de nuestros pue- |
blos) el testimonio
abierto de la amistad fraterna que nos |
ligó años y años ―y
que nos seguirá ligando hasta el |
reencuentro
definitivo―, pero también de mi solidaridad |
inequívoca con todo lo
sustancial de tu vida, más allá de |
15 (135) |
diferencias necesarias o
de opciones políticas diversas y |
complementarias. |
¡De pronto, se me agolpan
en el recuerdo ―y en la |
imaginación del
mañana― tantas cosas cuyas, Alfonso, |
tantas cosas nuestras! |
La cultura no consiste en
el tasamiento del saber, sino en una transformación profunda del sujeto, que le dispone a unas posibilidades. |
Quien no ama, aunque sepa
mucho, es un erudito (en latín "erudiscere" significa quitar la
corteza, arañarla), un hombre |
o mujer que se contenta
con barnices, que araña, pero que jamás defenderá con su vida lo que los libros le han ensenado. |
EMMANUEL MOUNIER |
Andalucía y Cataluña,
distantes e inseparables: la |
herencia amorosamente
renovada de Emmanuel Mounier; |
Cuadernos para el Diálogo
y El Ciervo; Justicia y Pas |
―y a su calor, el
anhelo de reconciliación nacional, las |
firmas por la amnistía,
los objetores de conciencia, la lu- |
cha contra la pena de
muerte y las torturas―, los encuen- |
tros de Montserrat o las
«Conversaciones culturales» de |
La Coruña, de la mano de
nuestra admirable Berta Gui- |
meraes; o Coordinación
Democrática y la Plataforma de |
las nacionalidades y
regiones, en la prueba del verdadero |
consenso, y Taula de Canvi
o tus artículos y tus libros, |
uno a uno, a cual mus
incitante, provocativo, liberador, y |
los coloquios en torno a
ellos, con amigos coincidentes o |
polémicos, de las más
opuestas ideologías, pero congre- |
gados en y por ti (aquella
tarde de noviembre de 1977, |
en el Club Mundo, de
Barcelona, dialogando contigo, en |
alta voz, Verdura, Borres,
Manuel Sacristán y yo mismo, |
sobre «Cristianos en el
partido y comunistas en la Igle- |
sia»! Y por doquier tu
rostro, tallado a cincel, de lucha- |
dor de manos limpias y
abiertas, sin armas de las que |
hieren y matan, profeta de
un tiempo nuevo, con la negra |
cabellera al aire
―seguidor del Cristo rebelde, buscado |
por los agentes del
"desorden establecido"― y siempre tu |
vivificante viento de
humanidad. |
Te confieso, Alfonso, que
cuando me puse a garrapa- |
tear estas sencillas
reflexiones tuve la tentación de enca- |
bezarlas con este titulo:
Con Alfonso Comín, la izquierda |
se sienta a la derecha del
Padre. Y evocar luego, paso a |
paso, los esenciales
versículos del evangelista Mateo (25, |
31-46), sobre el final
destino de los que bregaron ―o no |
bregaron― aquí
abajo, con el pan, el agua, el vestido, la |
salud, la libertad de los
pobres, los enfermos, los margi- |
nados, los presos, los
oprimidos por lodos los poderes. Tú |
ya has pasado ese examen
en el amor ―en el amor y en |
la justicia, ya sabemos
dónde estás―. Y que, de algún |
modo, contigo están
también ―o lo estarán― las legiones |
de hombres y mujeres con
quienes, a lo largo de los siglos, |
compartiste eso decisiva
aventura. |
16 (136) |
El cristianismo de
nuestros países se convierte rápidamente en una religión de mujeres, de viejos y de pequeños burgueses, |
siendo como es la religión
de los violentos, la religión de los pobres, la religión de la comunión universal en la que todos |
los miembros deben ser
prójimo y hermano. |
EMMANUEL MOUNIER |
Y aunque ahora no me
adentre en esa meditación |
(para no politizar más
allá de lo indispensable este diá- |
logo contigo), escrito
queda lo escrito, y algún día, bajo |
tu impulso, habrá que
ahondar sobre ello y sacar todas |
las consecuencias. |
Vuelvo, en cambio, a la
idea que en este instante |
más me interpela y que,
por algo, preside estas cuar- |
tillas. |
Más de una vez dije,
Alfonso, que cada día iba com- |
prendiendo mejor la
atracción ejercida sobre tu espíritu |
por lectura no dogmática y
pluralista del marxismo (co- |
mo interpretación de la
realidad colectiva y como impul- |
so para una acción
transformadora de la sociedad), hasta |
llevarte a la opción
concreta ―la del PSUC―, que signo |
tu tenaz andadura, al
tiempo que se hacía más pura y |
más liberadora tu fe
cristiana, en la segunda y definitiva |
singladura de tu
existencia. |
Y te alegró oír que esa
experiencia tuya me incitaba |
como creyente ―y,
sin ambigüedades, como cristiano de |
la Iglesia católica―
a estrechar los vínculos de diálogo y |
de cooperación con los
socialistas cristianos y también |
con los marxistas
agnósticos o ateos, respetuosos para |
nuestra fe, en la
construcción de un mundo más libre, |
más justo, más humano. |
Es cierto que con la misma
lealtad te confesé que no |
acertaba todavía a ver, en
el plano intelectual, el engarce |
armónico del
"materialismo histórico" (al menos, en lo |
que éste concierne a la
auténtica dimensión humana de |
religiosidad y a su
proyección ultrahistórica) con la vi- |
sión cristiana de la vida,
incluso en su formulación más |
evangélica, más consciente
de las alienaciones y más |
emancipadora frente a
todas las injusticias (para ser |
honesto, te añado ahora,
Alfonso, que tampoco logro |
ver doctrinalmente el
punto de conjugación de la omni- |
potencia divina y el de la
libertad interior del hombre, |
y, sin embargo, creo en
ellas y vivo en ellas, con espe- |
ranza). |
La verdad es que tú, con
enorme delicadeza, respetaste |
siempre esa dificultad
teórica de mi mente, te abstuviste |
de argumentaciones y
confiaste en mi buena voluntad a |
la hora de actuar. |
17 (137) |
Sería una falsedad decir:
con los comunistas yo arreglo los proble- |
mas de la tierra, con mi
fe los problemas del cielo.― E. NOUNIER |
|
¿Me dejas, Alfonso, que te
pague con la misma mone- |
da? Nunca durante tu vida
discrepé de tu opción ni se |
me ocurrió alejarte de
ella (lo que, además, hubiera sido |
intento inútil, y lo digo
en tu honor). Más aún, admiré |
siempre tu valentía para
afrontar sin hiel las incompren- |
siones y los riesgos, y tu
sobrecogedor ejemplo de peregri- |
no de la fe en campo
extraño. |
Ahora, cuando tú ya ves
todo, cara a cara, y te sobran |
la gramática, y la lógica,
y la metafísica, y hasta la teo- |
logía, de uso en estos
barrios, nos contemplas y nos acom- |
pañas a todos
―amigos y adversarios― con tu inagotable |
sonrisa de comprensión y
de amor. |
De algún modo, tu viejo
compañero de andanzas es- |
pirituales Blas Pascal,
adivinó tu peripecia y nos enseñó |
para siempre, que hay
razones del corazón que la razón |
no conoce. Las tuyas, las
razones de tu corazón sin lími- |
tes, quedan aquí, más
vivas que nunca, ligadas a tu ima- |
gen, y nos aguijonean
hacia la libertad, la justicia y la |
Y cuando los sueños"
de nuestra pobre razón razo- |
nante amenacen con
"engendrar monstruos" y nos arras- |
tren hacia el conformismo
o el desencanto, guárdennos |
siempre, Alfonso, las
impalpables y hermosas razones de |
tu inmerso corazón. |
No es rico solamente quien
tiene mucho dinero. |
Es rico el pequeño
empleado que se avergüenza |
de su abrigo cosido, de su
calle. Es rico el em- |
pleado que acepta el mundo
a causa de los |
favores del patrón, la
vendedora que toma par- |
te en los objetos de lujo,
el proletario que devo- |
ra el ideal de ser
empleado de banca, el joven |
antimilitarista que sueña
en secreto en llegar a |
teniente coronel de
reserva.— Emmanuel Mounier |
|
18 (138) |
EL HOMBRE NUEVO |
EL hombre
"nuevo" es un hom- |
bre cristiano. Emmanuel
Mou- |
nier lo había entendido
así |
cuando afirmaba
lapidariamente: |
«el cristiano es un hombre
que se |
asume», un hombre que
acepta ser- |
lo, que para ello parte de
su misma |
naturaleza, añadiendo a
ella todo el |
esfuerzo de su capacidad
latente, |
para aportarlo al acervo
común, |
que llamamos cultura, es
decir, eso |
que añadimos a la
naturaleza y que |
transmitimos como
enriquecimien- |
to que perfecciona a la
humanidad. |
Que es decir tanto como
que es pre- |
ciso trabajar —pensar y
hacer―, |
porque «cuando la cultura
se para, |
se hace incultura:
academicismo, |
pedantería, tópicos». |
Pero todo este esfuerzo
que pare- |
ce énfasis de naturalismo,
viene |
promovido, alentado, según
Mou- |
nier, por la presión de un
compro- |
miso interior y superior
que toca la |
naturaleza, pero que la
supera, por- |
que «se trata de volver a
las fuentes |
del amor de Cristo, de
abandonar la |
soberbia y el poder, la
riqueza y |
todo lo demás, para
mantener la |
pureza de lo
sobrenatural». |
Sin la apertura a este
amor, fraca- |
sa el esfuerzo únicamente
natural. |
Un hombre egoísta nunca
com- |
prenderá ni aceptará
votarse a ese |
amor. En general nos
cuesta mucho |
curarnos del propio
egoísmo, a no |
mediar circunstancias que
nos obli- |
guen a superarlo. Él había
conoci- |
do, en propia experiencia,
cómo la |
adversidad podía
convertirse en es- |
cuela de desprendimiento y
por lo |
tanto, de purificación,
para encami- |
narnos a la propia
realización como |
seres humanos previa a la
crista- |
lización de la
personalidad cristia- |
na y había dicho: «un
hombre |
que no conoce la
enfermedad o la |
cárcel es un hombre
incompleto». |
Para Mounier «toda la
humani- |
dad es una inmensa
conspiración de |
amor sobre cada uno de sus
miem- |
bros». Pero el amor se
hace puro y |
total en el cristianismo,
porque de |
él parte toda esa fuerza
transforma- |
dora, resucitadora del
hombre a |
una vida nueva. |
Los que aspiran a
profundas re- |
novaciones sociales de la
humani- |
dad y lo hacen desde la
posición de |
la fe en Cristo, no pueden
pasar por |
alto las reflexiones
humanístico-- |
cristianas de Maritain,
las existen- |
cialístico-cristianas de
Marcel y las |
personalistas de Mounier.
Ellos han |
desbrozado un camino
todavía por |
terminar y seguir, hoy,
para el mun- |
do que amanece, en el que
se afirma |
el hombre, la vida y la
persona. |
Las esforzadas voluntades
de los |
que con entusiasmo
trabajan y se |
comprometen como fieles
cristianos |
en la lucha por el bien de
la huma- |
nidad que necesita cambios
estruc- |
turales, saben que, cuando
quieren |
ilustrar y fundamentar sus
posturas |
y convicciones,
necesariamente de- |
ben acudir con la
inteligencia al es- |
tudio de estos tres
maestros contem- |
poráneos, apenas
desaparecidos. |
19 (139) |
formación |
cristiana |
de gente joven |
(de 8 a 16 años) |
TODOS LOS DOMINGOS |
A LAS 12,45 |
EN LA IGLESIA DEL ORATORIO |
A PARTIR DEL 12 DE OCTUBRE |
Para ayudar a los padres |
a dar ideas cristianas a
sus hijos |
LAUS |
Director: Ramón Mas
Cassanelles - Edita e imprime: Congregación del Oratorio |
Placeta de S. Felipe Neri,
1 - Apartado 182 - Albacete - D.L. AB 103/62 - 12. 10. 80 |
20 (140) |
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