Publicación
mensual del Oratorio. |
Núm. 182. ENERO. Año 1981 |
SUMARIO |
LO EXTRAORDINARIO del
Cristianismo es su espi- |
ritualidad y su
universalidad. Una espiritualidad |
que es todo lo contrario
de enajenación, porque con- |
ciencia, sitúa e integra
al hombre total, en su ser y |
en su crecimiento y
finalidad. Y una universalidad que |
sin destruir la gran
variedad de culturas y tiempos, las |
conjuga porque tiene el
encargo de llevar el mensaje de |
Dios a todas y porque de
todas recibe riqueza y plenitud |
para ir aproximando a la
novedad del reino de Dios los |
ideales de todos los
hombres y de todos los pueblos. Por |
esto la Iglesia está en
medio del mundo: va a él y desde él |
glorifica a Dios y libera
al hombre. No entenderán nunca |
la verdadera Iglesia de
Cristo, ni los sectarios ni los ma- |
terialistas. |
DESCONSUELO |
ESTRELLA Y NO LÁMPARA |
XV CENTENARIO DE SAN
BENITO |
LLULL, ECUMENISTA DEL
SIGLO XIII |
AMIGO Y AMADO |
EXILIOS |
EL EJEMPLO DE UNOS LAICOS |
¿HAY QUE BAUTIZAR A LOS
NIÑOS? |
1 (181) |
DESCONSUELO |
OH DIOS de amor, con las
fuerzas que me dais comienzo este |
Desconsuelo, que compongo
cantado para que me sirva de |
consolación y para
publicar la gran sinrazón y el agravio |
que los hombres os hacen a
vos, Señor, que en el angosto |
paso de la muerte nos
juzgáis. Y cuanto más me consuelo, |
mayor flaqueza siento en
mi corazón, porque, como en un |
puerto, se remansa en mi
alma el enojo y el dolor; por lo |
cual el consuelo se me
trueca en muy grande desconsuelo. |
Y así estoy en placer, de
una parte, y de otra, en dolor. No |
tengo amigo que me
consuele, sino sólo vos, Señor, por quien |
sufro este gran peso...
(al ver) cuan pocos son los cristianos |
y muchos los incrédulos e
infieles. |
Yo dejé, por esto, esposa,
hijos y heredades, y pasé trein- |
ta años en trabajos y
congojas. Cinco veces fui a la corte |
romana, a mis expensas; he
asistido a tres capítulos genera- |
les de Predicadores y a
otros tres capítulos generales de |
Menores; y, si supieseis
lo que he dicho a reyes y a grandes |
señores y cuánto he
trabajado... me compadeceríais... |
Si yo, en mi ignorancia,
falto por defecto de entendimien- |
to y discreción, pido que
me vengan compañeros que me |
ayuden en la empresa; mas
no los puedo hallar, ni pequeños |
ni grandes, y me encuentro
solo y desamparado; y en tan |
poco me tienen, que se
burlan de mí como de un loco. |
El mundo queda en su
deplorable error; y no se halla |
apenas hombre alguno sobre
la tierra que tenga interés en |
alabar a Dios y que Dios
sea alabado de los hombres, antes |
cada uno se alaba sólo a
sí mismo, a su hijo, a su caballo, a |
su halcón y a sus cosas.
¿Quién, pues, podrá alegrarse de |
cosa alguna? ¿Quién podrá
dejar de entristecerse? |
(Del Desconhort, de Ramón
Llull, compuesto en |
su vejez, al ver
frustrados sus propósitos misione- |
ros al exponerlos a los
grandes a quienes acudió). |
2 (182) |
Estrella |
y no lámpara |
NO ES tras la seguridad de
la muralla, sino sobre el polvo y A través de |
los vientos de todos los
caminos del mundo a los que Cristo nos lanza, |
si hemos de ser fieles a
sus mandatos. Ojalá entendiéramos su pala- |
bra cuando nos dice: Id a
todo el mundo.. Así no opondríamos resis- |
tencia a las señales que
nos fuerzan a ello, cuando los tiempos y el |
acontecer histórico nos
obligan a romper vallas y corlar amarras A seguri- |
dades con las que somos
propensos a construirnos ciudadelas cristianas- |
en vez de perseverar
andando, como peregrinos, hasta más allá del tiempo, |
hasta que todo converja en
Cristo. |
El Cristianismo será
universal, no porque vengan a él todos los hom- |
bres, sino porque los
cristianos sepamos vivir como hijos de Dios y en fra- |
ternidad, en medio de
todos los hombres. La Iglesia no estará cerca de to- |
dos porque predique o
legisle lo que se ha de hacer, sino porque, más allá |
de la insistencia en
predicar la doctrina y de la estética de su proclamación, |
los cristianos vayamos
entendiendo que la fe abrazada no es una seguridad, |
ni un prestigio, sino un
compromiso, que rebasa los intereses de lo provi- |
sional. |
Se trata de recoger y de
repetir el estilo de Cristo. Qué y cómo. |
Porque nos resistimos a la
conversión, ante un mundo que se nos hace |
demasiado nuevo, y que no
Acabamos de entender desde el esquema de la |
fe, señalamos crisis,
lamentamos males y padecemos desalientos. Todavía |
no hemos comprendido
aquella frase sacada del Evangelio y repetida por |
Juan XXIII: «Estad atentos
a los signos de los tiempos». Seguimos pensando |
que son los tiempos que
han de cambiar amoldándose A 11090tros. Y no que |
BOMOA nosotros que hemos
de ser más cristianos (no menos), precisamente |
para santificar lo nuevo
que amanece. Se trata de asumir una proyección |
redentora (no cómoda,
negligente, hedonista), universalizadora del bien, |
Activa y generosa. No de
inhibirnos, no de excusarnos hipócritamente por |
que ya no quedan espacios
de vanidad y residuos de religión pagana, gra- |
tificadores de pretendidos
esfuerzos por la noble causa de Dios. |
3 (183) |
Al principio de la vida de
Cristo, unos extranjeros fueron A Adorarle |
pero luego, los primeros
cristianos, se diseminaron por el mundo, llevados |
por el acontecer histórico
que aceptaron y de este modo, se convirtieron |
en semilla evangelizadora. |
Hemos reducido el concepto
de Iglesia al conjunto de sus jerarcas, he- |
mos extraído del Evangelio
acomodaciones moralizantes, hemos burocrati- |
zado el apostolado, y
hemos dejado la transformación del mundo para los |
milagros que haga Dios, y
el recuerdo de la literalidad evangélica y de la |
vida de los primeros
cristianos para la poesía, distante, descomprometida, |
pero útil PAFA Adecentar
externamente el comodismo aburguesado del cris- |
tianismo superficial que
hace compatible la fe (?) con las actitudes residua- |
les paganos. |
Pero «los signos de los
tiempos» nos fuerzan. Conmovidos por la nove- |
dad que no deja en paz las
conciencias, hemos encontrado una palabra. |
"secularismo",
que parece explicativa de todos los fenómenos que se nos |
Antojan sorprendentes. No
obstante, esta palabra se hará vieja enseguida, |
porque ella sola no
bastarán explicar lo que va a ser la Iglesia en diáspo- |
ra que se nos viene
encima, y en la que no sabríamos vivir sin la conver- |
sión pendiente, pero
indispensable. Como lo entendieron los Santos, y como |
lo entienden, también en
nuestros días, los cristiano9 perseguidos, los pue- |
blos divididos, los pobres
del Señor despreciados. |
Los «signos de los
tiempos» o, si queremos, esa estrella que es preciso |
seguir para ser fieles a
los caminos de Dios. Estrella elevada, en el espacio |
universal; no lámpara
encerrada, para el adorno doméstico. |
A san Pablo le agradaban
los escritores paganos, o lo que lla- |
mamos ahora los clásicos,
y esto es muy notable. El, el Apóstol |
de los gentiles, era tan
culto en literatura griega, como Moisés, |
que dio la Ley a los
judíos, lo era en el conocimiento de la sa- |
biduría de los egipcios; y
no abandonó esta ciencia hasta que |
«aprendió a conocer a
Cristo» (Ef 4, 20). No creo exagerar si |
digo esto, puesto que por
tres veces se aparta de su tema para |
citar pasajes de estos
autores... (Act 17, 18; 1 Cor 15, 32; Tito |
1, 12). Y es tanto más
notable cuanto que uno de los escritores |
que cita parece ser autor
de comedias que hubiera osado decir |
que leía en gracia a su
alta moralidad. ¿Cómo explicar esto? |
San Pablo sentía un
verdadero amor por las almas. Amaba |
con un amor apasionado a
la pobre criatura humana, y la lite- |
ratura griega no era más
que la expresión de esta naturaleza. |
Card. JOHN HENRY NEWMAN,
C. O. |
4 (184) |
San Benito |
y la presencia ecuménica |
en Tierra Santa |
EN LAS TIERRAS pisadas por |
patriarcas y profetas y
por |
el mismo Jesucristo,
existen |
varias comunidades
religiosas y, |
entre ellas, siete (tres
de monjas y |
cuatro de monjes)
pertenecientes |
a la Orden Benedictina.
Nos parece |
oportuno, siquiera sea
brevemente, |
escribir unas pocas líneas
como un |
homenaje a san Benito de
Nursia, |
cuando en el año que acaba
de fe- |
necer, se cumplen quince
siglos de |
su nacimiento (480). Y
queremos |
nombrar especialmente a
una de |
estas comunidades: la que
integra el |
«Instituto Ecuménico de
Tantur», |
la más reciente de todas y
que se |
debe al interés que tuvo
el papa |
Pablo VI para que fueran
los mon- |
jes benedictinos del
Monasterio |
de Montserrat quienes
asumieran |
la tarea de mantener allí
no sola- |
mente un lugar de
encuentro, de |
estudio y de
investigación, sino el |
lugar donde profesores y
estudiosos |
de las diversas
confesiones cristia- |
nas pudieran experimentar
una |
vida de trabajo en común y
de |
convivencia familiar y,
sobre todo, |
la participación diaria en
las horas |
de oración. Procurar que
esto sea |
posible es la misión de
este grupo |
de monjes benedictinos,
que llevan |
allí casi diez años. |
La idea surgió del papa
Montini, |
a consecuencia del
Concilio Vati- |
cano II. Pensaba que
precisamente |
si de aquella tierra
surgió el cris- |
tianismo, desde allí se
debía, con |
mayor razón, facilitar el
encuentro |
y el diálogo, en la
oración y el es- |
tudio, de los cristianos
interesados |
en encontrarse en la fe y
el amor a |
Cristo. |
El papa exponía con estas
pala- |
bras la misión que se
confiaba a es- |
tos monjes, cuando les
decía, antes |
de partir: «Vuestra misión
es im- |
portante. Se trata de algo
entera- |
mente nuevo. Es una nueva
expe- |
riencia que exigirá mucha
pacien- |
cia en un sitio y en unas
circuns- |
tancias difíciles. Vuestra
presencia |
ha de ser un símbolo, y
vuestro |
apostolado, vuestras
mismas perso- |
nas, vuestra vida. Sed
transparen- |
tes. Que vuestra vida sea
una vida |
5 (185) |
de fe. Todo será nuevo.
Tendréis |
que inventar. Acoged y
amad a to- |
dos. Os metéis en un sitio
como |
en una tempestad. Sed
hombres de |
paz... Porque soy
consciente que |
se trata de algo difícil y
original |
siento la obligación de
estar con |
vosotros y de orar con
vosotros. |
Y ofreciéndoles un cáliz
les dijo: |
Será un recuerdo de este
encuen- |
tro y un símbolo de la
presencia |
del Papa en vuestra
oración y en el |
sacrificio eucarístico de
cada día». |
A la cabeza de esta
comunidad |
está el Padre Adalberto
Franquesa, |
uno de los liturgistas más
prestigio- |
sos y preparados, cuyas
contribu- |
ciones al Concilio y a las
reformas |
posteriores son bien
conocidas por |
cuantos han seguido las
etapas de |
renovación que vivimos en
la Igle- |
sia post-conciliar. Hace
poco, a |
quien le pedía el
significado de |
aquella presencia de los
monjes de |
Montserrat en Tierra Santa
y con |
la responsabilidad de la
misión en- |
cargada, el P. Franquesa
recordaba |
unas palabras que, a
propósito del |
ecumenismo, había
pronunciado el |
papa Juan XXIII; «El
Señor, cuan- |
do nos juzgue, no nos
pedirá si |
hemos hecho la unión, sino
si he- |
mos sufrido, orado y
trabajado para |
conseguirla». |
San Benito, padre de
Europa, |
porque le debe la
civilización y casi |
la fe, que definen su
cultura a par- |
tir del Medioevo, en esa
unidad |
que le dio grandeza y
capacidad |
civilizadora para
beneficiar a otras |
zonas del mundo, es un
símbolo |
adecuado en la búsqueda de
la |
unión de todos los que
creen en |
Cristo e invocan al mismo
Dios. |
Aunque el camino sea
arduo, como |
los siglos. |
El que busca a la Iglesia
perfecta, al sacerdote |
perfecto, al cristiano
perfecto, quedará eterna- |
mente desengañado. Padece
una enfermedad |
infantil cristiana, y lo
peor es que no se da |
cuenta de ello. Demuestra
que todavía no se |
conoce a sí mismo ni sus
flaquezas. De lo |
contrario, sería
misericordioso, misericordioso |
incluso con la Iglesia.—
HANS J. RINDERKNECHT |
|
6 (186) |
Llull, ecumenista del
siglo XIII |
EN LOS TIEMPOS modernos |
que nos toca vivir, las
gran- |
des síntesis del saber y
de la |
cultura humana, no las
hace un |
hombre solo, sino que son
el fruto |
de un trabajo elaborado en
equipo. |
Pero en la Edad Media, el
esfuerzo |
enciclopédico para recoger
y orde- |
nar la sabiduría y las
experiencias |
que había que transmitir a
otros, |
solía ser el producto de
la intuición |
y la tarea absorbente de
toda una |
vida. Se carecía de medios
para |
hacerlo de otro modo (por
ejemplo |
Justiniano con sus
recopilaciones; |
pero los sabios medievales
no eran |
ricos como los
emperadores...) Así |
Graciano y Ramón de
Penyafort |
con las leyes, Tomás de
Aquino |
con la teología, Ramón
Llull en la |
filosofía... El esfuerzo
de este últi- |
mo, para comprender su
sentido, |
podría compararse a lo que
repre- |
sentan en la actualidad
las publi- |
caciones de fascículos
periódicos |
de saberes enciclopédicos
que luego |
se encuadernan en libros;
lo que |
éstos representan como
divulga- |
ción de conocimientos,
puede hacer |
pensar en lo que supuso,
en el caso |
de Ramón Llull, la
"democratiza- |
ción" que intentaba
en la forma |
adoptada para la
transmisión de su |
saber. Porque él es el
primero, en |
Occidente, que escribe de
filosofía, |
en plan enciclopédico, sin
valerse |
del latín. |
Llull es un sabio, un
místico y |
un utópico, que escribe
sus libros |
en el naciente catalán, al
que con- |
sagra definitivamente con
una ri- |
queza léxica que lo hace
autónomo |
del latín, porque quiere
que todos |
lo entiendan, y no
solamente los sa- |
bios e ilustrados, aunque
él es una |
de las mentes más
relevantes de su |
siglo. Además, le anima la
esperan- |
za utópica de lograr la
unidad en la |
fe, para todas las
creencias que co- |
noce, y se basa en
procedimientos |
racionales para llevar a
las inteli- |
gencias de todos a la
ecuación lógi- |
ca de la verdad del Dios
único. |
Es de notar que él
―probable- |
mente terciario
franciscano, des- |
pués de su
conversión― siempre |
permaneció laico. Hasta
entonces, |
no sólo de fe y de mística
y filoso- |
fía se había escrito no
más que en |
latín, sino también,
siempre, por |
monjes o clérigos. Él
escribe en len- |
gua romance y es un laico.
Pero un |
laico que consagra toda su
vida y |
su gran sabiduría a la más
audaz de |
las empresas: la unión de
todos los |
hombres por la fe en el
único Dios |
verdadero. Y escribe libro
tras li- |
bro, y acude al solio de
los papas |
y a los palacios de los
reyes para |
7 (187) |
buscar apoyo a sus
proyectos, sin |
cesar jamás en repetir sus
súplicas. |
En este sentido es todavía
emocio- |
nante la lectura actual de
su canto |
el «Desconhort». |
No le hicieron demasiado
caso. |
No le faltaron enemigos,
incluso |
póstumos. No obstante,
tuvo el con- |
sejo y el estímulo de otro
gran san- |
to y otro gran sabio,
Ramón de Pe- |
nyafort, que le animó a
permanecer |
en su retiro de Mallorca,
trabajan- |
do en sus libros,
abandonando el |
proyecto de acudir a la
Sorbona, |
donde tal vez hubiera
tenido ma- |
yores dificultades. |
En contacto con tres
civilizacio- |
nes ―cristiana,
musulmana y he- |
Todas las semanas en |
vida nueva |
Una completa información |
de la Iglesia en España y
en el mundo |
Un estudio del problema de
mayor actualidad |
Una visión cristiana |
del mundo político,
social, cultural y artístico |
vida nueva |
Revista semanal |
de información general |
y religiosa |
P.P.C. - E. Jardiel
Poncela, 4 |
Apartado 19.049 - Madrid
(16) |
8 (188) |
brea―, concibe el
proyecto de faci- |
litarles la convergencia
en la fe. |
Hombre de pensamiento,
pero ena- |
morado de la naturaleza y
lanzado |
a una continua ascensión,
volcará |
su saber bien ordenado,
encendido |
de profunda vibración
espiritual, |
en sus escritos, que no
sólo serán |
las primicias en romance
del saber |
filosófico occidental,
sino que le |
situarán entre los más
grandes es- |
critores místicos de la
Iglesia. |
Su esfuerzo apasionado y
lúcido |
tiene la armonía de una
catedral |
bien trabada y la solidez
ciclópea |
de sillares ensamblados
por la co- |
hesión de la fe convertida
en lla- |
ma de amor a Dios. Entre
amor y |
desamor tiende un arco
gigantes- |
co que lo abarca todo:
Dios, los |
ángeles, los cielos, los
elementos, |
las plantas, los metales,
los anima- |
les, el hombre, el paraíso
y el in- |
fierno. |
En tierras hispánicas y en
otra |
lengua, habrá luego otros
místicos, |
grandes santos (Juan de la
Cruz, |
Teresa de Jesús...),
sacerdotes o re- |
ligiosos; pero anterior a
todos ellos, |
y laico, del que los
demás, directa |
o indirectamente recibirán
influjo, |
está abriendo camino entre
el ha- |
blar de la gente
corriente, fuera de |
claustros y universidades,
ese gran |
sabio, filósofo, místico,
idealista |
utópico, amador
maravilloso de |
toda la creación,
enamorado de |
Dios que ejercerá un
poderoso in- |
flujo entre las gentes de
su tiempo, |
aunque muera mártir de su
ideal y |
sin ver realizada su
divina utopía. |
Suscríbase |
a VIDA NUEVA |
Muchos fieles andan |
preocupados y hasta |
desorientados ante
noticias |
turbadoras y comentarios
no |
siempre bien
intencionados, |
sobre la Iglesia de
nuestros |
días. En realidad lo que
ocurre |
es que les falta una buena |
información a través de la
cual |
les llegue puntualmente la |
noticia interesante y el
recto |
criterio cristiano que la
sitúe |
en el contexto vital |
contemporáneo, Un
cristiano de |
hoy no puede resignarse a
sólo |
recordar el catecismo
breve de |
su infancia; no sólo
necesita |
otro mayor, acorde con su
edad |
y nivel de formación en
otros |
campos, sino que también
debe |
estar al día de cuanto
sucede y |
se relaciona con la vida
de la |
Iglesia en general. Por
eso le |
recomendaríamos que se |
suscribiera a la óptima
revista |
cristiana VIDA NUEVA que |
solemos anunciar en esta
misma |
revista. Hágalo y aconseje
a |
otros amigos que también
se |
suscriban. Le conviene a
Vd. - |
mismo y a los que estima. |
9 (189) |
Amigo y |
Amado |
Pensamientos del «Llibre |
d'Amic e Amat» del Beato |
Ramón Llull, místico, |
misionero y ecumenista |
utópico del s. XIII. |
• Dijo el Amigo al Amado:
―Tú que llenas el sol de |
resplandor, llena mi
corazón de amor. |
• Preguntó el Amado al
Amigo: —¿Sabes aun lo que es |
amor? ―Respondió el
Amigo: ―Si no supiera qué es |
amor, sabría qué es pena,
tristeza y dolor. |
• Entre el temor y la
esperanza establece su morada el |
Amor, en donde vive por
pensamientos y muere por |
olvido (cuando los
cimientos se apoyaban en deleites de |
este mundo). |
• El Amigo preguntó al
entendimiento y a la voluntad cuál |
de los dos era más cercano
de su Amado. Y corrieron los |
dos, y llegó antes el
entendimiento a su Amado que la |
voluntad. |
• Desobedeció el Amigo a
su Amado, y lloró el Amigo, y el |
Amado vino a morir con el
vestido de su Amigo, para que |
el Amigo recobrase lo que
había perdido, y diole mayor |
don que el que había
perdido. |
• Madrugó el Amigo e iba
buscando a su Amado, y encontró |
gente que iba por los
caminos, y les preguntó si habían |
visto a su Amado. Y
respondiéronle diciendo: —¿Cuándo |
fue la hora en que tu
Amado estuvo ausente de tus |
mentales ojos?
―Respondió el Amigo: ―Desde que vi a |
10 (190) |
mi Amado en mis
pensamientos, nunca jamás estuvo |
ausente de mis ojos
corporales, porque todas las cosas |
visibles me recuerdan a mi
Amado. |
• Deseaba la soledad el
Amigo, y fuese a vivir solo para |
lograr la compañía de su
Amado, sin el cual se halla |
solitario entre las
gentes. |
• Solo estaba el Amigo a
la sombra de un bello árbol. Y |
pasando varios hombres por
aquel paraje, le preguntaron |
por qué estaba solo.
Respondioles el Amigo: —Ahora |
estoy solo que os he visto
y oído; pues antes tenía la |
compañía del Amado. |
• Al Amigo le preguntaron:
―¿Cuáles son tus riquezas? |
―Respondioles:
―Las pobrezas que por mi Amado |
padezco. ―Y cuál es
tu descanso? ―El desfallecimiento |
que por amor me da. —Y
¿quién es tu médico? ―La |
confianza que tengo en mi
Amado. —Y ¿quién es tu |
maestro? ―Respondió
que las significaciones que las |
criaturas le dan a su
Amado. |
• Pensó el Amigo en la
muerte, y temiola, hasta que se |
acordó del Amado, y con
alta voz dijo a los que tenía |
presentes: ―¡Oh,
señores: amad mucho, para que no temáis |
la muerte ni los peligros
en honrar y servir a mi Amado! |
11 (191) |
• Llamó el Amigo con voz
alta a las gentes, y díjoles... que |
en cualquier cosa que
hiciesen amasen en todas, que así lo |
mandaba el Amor. |
• Buscando el Amigo a su
Amado, encontró a un hombre que |
moría sin amor y dijo:
―Ah, qué daño tan grande es que |
los hombres, de cualquier
suerte que mueran, mueran sin |
amor! ―Por esto dijo
el Amigo al moribundo: ―Dime, hom- |
bre, por qué mueres sin
amor? ―Respondió: —porque sin |
amor vivía. |
• Sembró el Amado en el
corazón del Amigo deseos, suspiros, |
virtudes y amores. Regó el
Amigo aquellas semillas con la |
grimas y llantos. |
• Decía el Amigo:
―Si vosotros, amantes, queréis fuego, ve- |
nid a mi corazón y
encended en él vuestras lámparas; y si |
queréis agua, venid a las
fuentes de mis ojos, que corren en |
lágrimas; y si queréis
pensamientos de amor, venid a tomar- |
los de mis recuerdos. |
• Dime, insensato por
amor: tienes dinero? —Respondió: |
―Tengo a mi Amado.
—¿Tienes villas, castillos o ciudades, |
reinos, condados, baronías
o dignidades? ―Respondió: |
―Tengo amores,
pensamientos, deseos, llantos, trabajos y |
dolencias por mi Amado,
que son mejores que imperios ni |
reinos. |
• Dime, amador: ¿tienes
riquezas? ―Respondió: ―Sí, tengo |
amor. —¿Tienes pobreza?
—Sí, tengo amor. |
• Dime, qué cosa es amor?
―Respondió que amor es aque- |
lla cosa que pone en
servidumbre a los libres y da libertad |
a los siervos, de donde
cabe preguntar si el amor es más |
cercano a servidumbre o si
a libertad. |
• El Amado creó y el Amigo
destruyó; juzgó el Amado y llo- |
ró el Amigo; recreó el
Amado, consolose el Amigo; acabó |
el Amado su obra, y
quedose el Amigo eternamente en |
compañía de su Amado. |
• Pensaba el Amigo en la
muerte, y temía hasta que se acor- |
dó de la ciudad de su
Amado, de la cual son puerta y en- |
trada la muerte y el amor. |
12 (192) |
Documento: |
EXILIOS |
LA IGLESIA no se derrumba.
A veces nos cuesta comprender el acontecer |
de lo extraordinario e
inesperado, y un cierto aturdimiento nos llevaría |
incluso a turbar la
serenidad de la fe. Pero no. Los vientos del mundo |
no pueden apagar la fe,
sino, por el contrario, contribuyen a avivar su llama, |
con tal que haya un poco
de pureza en la claridad de los ojos del creyente; es |
decir, con tal que,
teniendo en cuenta hasta donde alcanza el proyecto cristiano |
(que acaba en Dios),
ordenemos los fenómenos de la experiencia, no ya para |
que Dios nos sirva para la
vida, sino para que la vida nos sirva para entender y |
alcanzar a Dios. Cambios,
crisis, sorpresas, novedades, problemas...El siguien- |
te artículo de Joseph
Thomas, publicado en la revista francesa «Christus», ha- |
ce exactamente un año, nos
puede ayudar en este esfuerzo por aplicar la fe, |
purificando nuestra
mirada, hacia Dios, frente a aconteceres que parecen sor- |
prendentes en el mundo y
la Iglesia de hoy. |
He aquí que yo lo hago
todo nuevo. Ap 21, 5 |
¿Por qué hablamos de
exilio? La actualidad cotidiana |
nos impone esta imagen. A
pesar del deterioro de nuestra |
sensibilidad, nos basta
con abrir los ojos. Nuestras calles |
están llenas de exiliados.
Se expanden, sin cesar, nuevas |
avalanchas arrojando su
contingente de emigrados, de |
refugiados políticos, de
trabajadores en busca de trabajo. |
Han sido condenados a
abandonar su patria. Ya no |
podían vivir en ella; era
imposible. Han salido a la bús- |
queda de medios de vida,
sobre todo a la búsqueda de la |
libertad. No salieron de
buen grado, sino obligados por la |
necesidad, forzados por la
amenaza. |
Nuestros recuerdos están
llenos de todas las migracio- |
nes que hemos conocido. No
está lejos de nosotros el tiem- |
po de las personas
desplazadas, antes de estas hubo las |
deportaciones masivas de
la guerra, el éxodo de los años |
cuarenta. Éxodo, exilio...
que no acaban nunca, desde el |
exilio del que nos habla
la Biblia y desde el clamor que |
se elevaba a la orilla de
los ríos de Babilonia. |
13 (183) |
Y plugo Padre que en él
habitase toda la plenitud por él reconciliar consigo todas las cosas, del cielo las de la tierra. Col 1, 19-20 |
Hay otro exilio. Porque,
¿cómo expresar de otro modo |
la situación de tantos
hombres y mujeres, nacidos y creci- |
dos en la fe de la
Iglesia, que un día decidieron abando- |
narla? Esto es historia
actual. Y la hemorragia continúa, |
más discreta, tal vez,
algunas veces. No obstante muchos |
cristianos, laicos,
sacerdotes, religiosos, religiosas, siguen |
abandonándola. Es verdad
que resulta imposible confun- |
dirlos dentro de una
óptica única, hacerlos entrar en el |
esquema de un mismo
modelo, pero de entre estas salidas |
algunas rozan las partes
más vivas, más comprometidas |
de la Iglesia. Basta
pensar, por ejemplo, en aquellos "mi- |
litantes de origen
cristiano" y, todavía más, en los hijos |
de tantos militantes
generosos. |
¿Por qué se han ido? ¿Es
que no se puede decir que, |
para un gran número de
ellos, la casa ya resultaba inha- |
bitable? Poco a poco han
ido marcando distancias respecto |
a la institución. Se han
ido desligando con el sentimiento |
de que ella se había
desentendido de ellos. Otras treces, |
la ruptura ha sido más
radical, pues algunos se han con- |
vertido en extraños a todo
el sistema cultural cristiano, |
y han sido conducidos
hacia otros universos culturales |
para ellos más habitables.
A veces, entre su pasado y su |
presente, entre su
lenguaje materno y el nuevo lenguaje |
asumido, la deriva ha sido
lenta, la desviación progresiva. |
A veces la ruptura se ha
impuesto de una vez, como una |
evidencia fulgurante. Las
creencias de otros tiempos se |
les han hecho, de repente,
increíbles. Las prácticas, in- |
significantes. Para
algunos sacerdotes, el sentimiento de |
esfuerzos pastorales
desproporcionados con la gravedad |
de un desafío que llevaban
muy profundamente; también |
la fatiga frente a tantas
fatigas interiores, el gravoso |
peso de una imagen que se
ha fijado sobre ellos y que los |
paraliza, y también la
seducción para una misión hasta |
las fronteras de la fe,
más allá de los caminos estableci- |
dos de antemano. |
También hay otros dramas.
Como el de este antiguo |
sacerdote "fidei
donum" vuelto de Latinoamérica. Deteni- |
do por la policía, ha
tenido finalmente que abandonar el |
país. Su obispo no ha
hecho nada por retenerle, más bien |
lo contrario. Ha vivido
allá un tal combate, que ya no se |
siente capaz de soportar
el clima de su Iglesia de origen |
(Francia). No puede
celebrar la eucaristía. Está dema- |
14 (195) |
siado separada, aquí, del
lavatorio de los pies, del servi- |
cio, de la liberación de
un pueblo. Su fe y su combate |
están en otro lugar.
Prefiere seguir luchando por un pueblo |
que necesita ser liberado.
Para ello se sumerge en la clan- |
destinidad. Como hombre
subterráneo sigue, de todos mo- |
dos, amando a la Iglesia.
Se mantiene sacerdote. Siente te- |
mor por ser recuperado,
pero también de que duden de su |
sacerdocio, aunque no
pueda ya celebrar la eucaristía. Y |
este otro, sacerdote de
origen americano, refugiado político |
o religioso. La Iglesia y
el Estado se han unido para que |
se exilie. Vuelto a París
ha pedido la reducción al estado |
laical. Y tantos casos
difíciles, incluyendo a estos sacer- |
dotes jóvenes, venidos de
lejos, bien formados, pero que |
no han podido soportar la
vida en su país, en medio de |
una Iglesia decadente. Han
huido para poder seguir vi- |
viendo. |
Se convertirán Yavé los
confines de la tierra, se postrarán delante de todas las familias de las gentes, presidirá todos los pueblos. Sal 22, 28-29 |
La hemorragia sigue, tal
vez menos espectacularmente |
que tiempos atrás. En lo
que se refiere a los laicos, el éxo- |
do de la Iglesia se
produce sin alborotos. La operación |
se realiza en silencio. En
lo que se refiere a sacerdotes, |
religiosos y religiosas,
el mínimo de procedimientos dis- |
cretos no siempre es
respetado. Conozco a algunos que |
han preferido desaparecer
en la noche, con los cuerpos y |
los bienes hundidos en el
naufragio, sin testimonio alguno. |
Huyen de sí mismos. A
veces ha podido ser el resultado |
de un acuerdo tácito:
«Tanto para ti como para mí es |
mejor que nos separemos».
Se sienten incómodos; tal vez |
desde tiempo que su acción
provocaba malestar en los |
responsables... Se
prefieren las situaciones claras. El des- |
enlace suscita, a veces,
un aligeramiento para los que se |
quedan, un aligeramiento
ambiguo, por cierto. A veces |
incluso un aligeramiento
vergonzoso. |
Ahora están en otro lugar.
No es un lugar cristiano. |
Han partido muy lejos de
nuestras carreteras bien pavi- |
mentadas. Utilizan otro
lenguaje. Crean otras relaciones. |
En realidad, dónde están?
Imposible decirlo con ex- |
actitud. La distancia en
relación con la institución tal vez |
pueda más o menos
repararse; pero que puede decirse |
en relación con la fe?
¿Quién puede juzgar la fe del her- |
mano? ¿Quién puede decir
que, en tal o cual situación, |
ya no quedan vestigios de
fe? Estos hombres subterráneos, |
perdidos en el anonimato
de las grandes ciudades, ¿siguen |
15 (195) |
perteneciendo, todavía, a
la Iglesia? Creen haber vivido |
el final de una cultura,
de una organización eclesial: ¿es |
esto el fin de la fe? |
Dios más alto que los
cielos, es más profundo que el abismo, es más extenso que la tierra, más ancho que el mar. Job 11, 7-14 |
Alguien, que ha mantenido
contacto con alguno de |
ellos ha escrito: «Me han
hecho descubrir un determinado |
misterio que yo llamaría
"misterio de la kénosis"). Es |
una palabra silenciosa que
se oculta, que está allí, en el |
corazón del mundo, en el
corazón de los pobres, sin hacer |
ruido, y que sigue
humildemente su camino sin ser reco- |
nocida por nadie... Pasan
de largo a través de las ruinas |
de nuestras discusiones
estériles. Se acerca la hora en que |
nos darán ―algunos
ya lo han hecho― una palabra de |
resurrección... Algunos
hacer una experiencia de Evan- |
gelio que, en el momento
en que se imaginaban que del |
sacerdocio lo habían
abandonado todo, descubren, preci- |
samente allí, que son
sacerdotes... Están allí, desconoci- |
dos, sin apoyo de nadie...
A través de ellos se ofrece a la |
Iglesia una experiencia
del todo nueva. |
¿Qué son éstos, sino
exiliados? Pero, tal vez, en ese |
lugar en que se
encuentran, y a causa de ellos, el Evan- |
gelio podrá despertar a
una conciencia nueva. |
¿Podemos resignarnos con
la espera de su "retorno"? |
Ciertamente no. Y, a pesar
de ello, los necesitamos. Sería |
muy grave que siguiéramos
nuestro camino olvidados de |
ellos, como se olvidan los
muertos. Ausentes, lejanos, todos |
estos amigos perdidos
siguen interrogándonos. La verda- |
dera cuestión que nos
plantean no se refiere a nuestras |
responsabilidades pasadas
respecto a ellos, o a la vejez |
y anquilosamiento de
nuestra cultura y nuestra organi- |
zación cristianas. Se
refiere a la manera como vivimos |
nuestra fe, como vivimos
en la Iglesia. Dudan del sentido |
real de nuestra fe, del
sentido verdadero de la Iglesia. |
El Hijo del Hombre no
tiene dónde reclinar su cabeza. |
Sólo podrá descansar su
cabeza sobre el leño de la cruz. |
Hasta allí, con él,
estaremos siempre en camino. No se |
nos permite el sueño de
que antes encontraremos un lugar |
confortable en la
seguridad de las certezas adquiridas de |
una vez por todas, en la
posesión tranquila de verdades |
incontestables. |
Pasamos como extranjeros.
Los exiliados somos noso- |
tros. Porque la patria
siempre está hacia delante. Podemos |
16 (196) |
pensar que la tenemos
solamente en la imagen del camino |
marchando hacia ella.
Creer no es ver, ni poseer. Lo |
mismo que la fe, la Biblia
está toda ella penetrada por |
un adelantamiento que la
precipita hacia el final. Es el |
fin lo que trae. Un cielo
nuevo, una tierra nueva, todavía |
no lo hemos alcanzado,
todavía no hemos llegado a la |
casa. |
Sucederá al fin de los
tiempos que correrán la cima que ocupa Yavé todas las gentes, vendrán muchedumbres de pueblos. Is 2, 2-3 |
Creer quiere decir cruzar
una tierra que nos es extran- |
jera. Quiere decir
preferir el riesgo del descubrimiento al |
hastío de la posesión.
Quiere decir descubrir el secreto de |
cómo respirar en la fatiga
de la marcha. Quiere decir |
aprender a ser feliz en la
movilidad. El vino que se ofrece |
siempre es vino nuevo. El
que quiera guardarlo en odres |
viejos, lo perderá todo,
continente y contenido. Entonces |
los cristianos no serían
otra cosa que los guardianes de |
un museo, un museo de
cosas muertas. |
Creer quiere decir vivir
el exilio. Las referencias fami- |
liares se borran. Es
preciso aprender a descifrar, una vez |
cruzada la frontera, los
signos nuevos sobre indicadores |
que marcan los caminos.
Solamente es válida la carretera |
que conduce a otra parte.
Hay que olvidar el camino |
andado. Cada día la
Palabra me invita a dejar la tierra. |
Jamás podrá ser
encarcelada en mi sabiduría la Verdad |
que me atrae. |
Y nunca será la Iglesia,
este cerco, este corral cerrado |
en el que se refugiaba
Israel, encarcelado en la Ley. Jesús |
abrió una brecha en este
muro. Ya no hay cerco donde |
sea preciso conducir y
encerrar a la fuerza, a las ovejas |
errantes. «No son las
paredes, sino la fe lo que edifica a |
la Iglesia», es el refrán
medieval que todavía nos aleccio- |
na en nuestro tiempo. |
A pesar de todo, la
tentación es grande. Nos persigue |
la nostalgia de un Templo
que se ha de reconstruir. Con |
grandes paredes ¡cómo se
simplificarían las cosas! No sería |
posible dudar de quién
está fuera y quién está dentro. Pero, |
en el fondo del templo
acabaría por no haber más que |
un Lázaro pudriéndose.
Sólo él estaba siempre dentro; |
Jesús, en cambio, estaba
fuera. |
La Iglesia no es un lugar.
El templo no se construye |
para nosotros. Se
construye de nosotros, de las piedras |
vivas de nuestros cuerpos
abujardados, cincelados a lo |
17 (197) |
largo de nuestra historia.
No estamos dentro del Templo. |
No ocupamos la Iglesia.
Igual que en Saint-Nicolas-du-- |
Chardonnel, la Iglesia
está siempre fuera de las paredes. |
Pero, ¿estamos seguros de
que no quedan todavía un nu- |
mero mayor de iglesias
"ocupadas"? Hay todavía tantos |
cristianos que se sienten
tan bien en su casa, en su parro- |
quia, en su capilla, en su
grupito, que nos hacen pensar |
en el pueblo de Cafarnaúm,
que llenaba la casa, bloque- |
ando todos los accesos.
Para llegar hasta Jesús, aquel día, |
fue preciso desmontar el
techo. Sólo entonces consiguieron |
hacer entrar al
paralítico. Que luego volvió solo a su |
casa, pasando por la
puerta. Toda la Iglesia verdadera |
es de este modo, un lugar
de paso en el acontecer de |
la fe. La Iglesia no es
una resistencia, ni principal ni |
secundaria. No encerramos
a nadie dentro, y menos a |
Cristo. |
Una luz viva iluminará
toda la tierra, pueblos numerosos vendrán de lejos, a fin de habitar junto Señor. |
A pesar de todo, Cristo se
refirió a los que «están fue- |
ra» (Mc 4, 11). Para éstos
el misterio del Reino permanece |
todavía velado. De
repente, cada suceso, para ellos es co- |
mo una parábola de la cual
no saben descifrar el sentido. |
Pero, por contra, una vez
que Juan pretende impedir que |
alguien libere de demonios
en nombre de Jesus «porque |
no viene con nosotros» (Mc
9, 38), porque no era del par- |
tido, Jesús declara,
rechazando tal discriminación: «Quien |
no está en contra de
nosotros, está con nosotros». Lo esen- |
cial está en que, incluso
alejados del grupo visible, el |
nombre de Jesus todavía
habla. |
Sin embargo, será preciso
trazar, en algún lugar, una |
frontera. La Iglesia ha de
guardar su cohesión en la fide- |
lidad al Evangelio. Ha
recibido la misión y el poder para |
ello. Las llaves que se le
entregaron, bien que permiten |
abrir y cerrar una puerta.
Es verdad. La comunidad a la |
cual Mateo destinaba su
evangelio ya lo habían experi- |
mentado. Pero la fórmula
de "excomunión" es rara: «Si |
tampoco hace caso de la
Iglesia, que sea para ti como un |
pagano y un publicano» (Mt
18, 17). |
El publicano, al lado de
la prostituta, era el preferido |
de Jesús. Jesús no excluye
a nadie. Existen ciertamente |
un "dentro" y un
"fuera" de la Iglesia, pero el "fuera" |
está en manos de Cristo.
Cristo es mayor que la Iglesia. Y |
Dios puede bendecir cosas
que la Iglesia no puede acep- |
tar. Pero esto es un
secreto de Dios. No nuestro. |
18 (198) |
» EL EJEMPLO |
DE UNOS LAICOS |
SEIS PADRES de familia de
la |
diócesis de Málaga, se han |
ofrecido al obispo,
monseñor |
Buxarrais, solicitando ser
ordena- |
dos diáconos para mejor
poder ser- |
vir en el apostolado, si
el obispo lo |
juzga oportuno. Presentan
la solici- |
tud después de haber
cursado cinco |
años de estudios
eclesiásticos en el |
Centro de Teología de la
diócesis |
de Málaga. |
Comentamos la ejemplaridad
de |
este ofrecimiento, que
podría ser |
imitado por otros
cristianos, y que, |
sin duda, lo será por
algunos. Lo |
ejemplar no es solamente
el hecho |
de ofrecerse para
participar en ta- |
reas y responsabilidades
apostóli- |
cas, sino el haberse
preparado, pre- |
viamente, con estudios
realizados |
perseverantemente con este
fin. Pa- |
ra el ejercicio más
intenso del apos- |
tolado lo único que es
preciso no |
son los estudios,
ciertamente. Ante |
todo, es indispensable una
aptitud |
y disponibilidad física y
espiritual, |
sobre la que se edifica el
resto de |
cualidades que disponen al
sujeto |
para su llamamiento a una
mayor |
entrega apostólica. Pero
no hace fal- |
ta mucha imaginación para
poderse |
dar cuenta de que el haber
cursado |
cinco años de estudios
especiales, |
sin por ello haber
descuidado los |
respectivos deberes
profesionales en |
el ámbito de su vida y
trabajo civil, |
ha tenido que suponer para
estos |
cinco cristianos
malagueños, mu- |
chas renuncias, en las que
habrán |
participado, sin duda,
otros miem- |
bros de sus respectivas
familias. |
En general se comprende y
admi- |
te que un adulto estudie
para mejo- |
rar su calificación
profesional o |
ascender a otro trabajo
mejor retri- |
buido; pero no es tan
frecuente que |
se tome como normal una
dedica- |
ción a estudios que
carecen de pers- |
pectivas o calificaciones
gratifica- |
bles. Aunque sea cierto
que muchos |
cristianos podrían hacer
otro tanto, |
no es demasiado frecuente
que nos |
resignemos a renunciar a
tantas |
cosas inútiles, y hasta
perjudiciales, |
a las que dedicamos, para
perderlo, |
tiempo y energías que
merecerían |
mejor causa. Y, si algún
esfuerzo |
nos proponemos, suele ser
más por |
el estímulo del egoísmo
que pone |
precio a todo o de la
vanidad que |
busca y espera el halago,
que por el |
de la generosidad y
entrega a los |
hermanos y a la Iglesia,
que necesi- |
ta ser servida con
sencillez, perse- |
verancia e inteligencia. |
¡Cuántos gastos inútiles,
cuánto |
tiempo perdido, cuántos
esfuerzos |
en sólo mantener
apariencias, cuán- |
tas "relaciones
públicas", cuánto |
novelerismo, cuántos
prejuicios va- |
nos... entre los mismos
que nos lla- |
mamos cristianos!
Debiéramos dar- |
nos cuenta de que faltan
apóstoles, |
nuevos apóstoles, sin que
espere- |
mos que vengan de lejos.
Debiéra- |
mos pensar: «Yo mismo, tal
vez...» |
Y prepararnos
espiritualmente, y |
no sólo espiritualmente,
sino tam- |
bién la inteligencia y las
costum- |
bres, y poder decirle al
Señor, de |
verdad: «Heme aquí,
Señor». |
19 (199) |
¿Hay que bautizar a los
niños? |
Una reciente
"Instrucción" de la S. C. de la Doc- |
trina de la Fe, de 20 de
octubre del año pasado, |
viene a responder a esta
pregunta, que ha de ser |
afirmativa cuando los
padres son cristianos. Pero |
«deben asegurarse unas
garantías para que este |
don (el bautismo es una
gracia, no una coerción) |
pueda desarrollarse
mediante una verdadera edu- |
cación de la fe y de la
vida cristiana, de manera |
que el sacramento alcance
su "verdad" total. Estas |
garantías normalmente son
proporcionadas por los |
padres o la familia
cercana, aunque diversas su- |
plencias sean posibles en
la comunidad cristiana. |
Pero si estas garantías no
son serias, podrá llegarse |
a diferir el sacramento y
deberá también rehusarse, |
si éstas son ciertamente
nulas». |
LAUS |
Director: Ramón Mas
Cassanelles - Edita e imprime: Congregación del Oratorio |
Placeta de S. Felipe Neri,
1 - Apartado 182 - Albacete - D.L. AB 103/62 - 28. 12. 81 |
20 (200) |
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